Julia Kristeva - La Metamorfosis Del Ritz

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Julia Kristeva La metamorfosis del Ritz El Hotel Ritz fue creado por César Ritz (véase M.L Ritz, César Ritz, 1948) en junio de 1898 en la plaza Vendôme, en una residencia particular del siglo XVIII, vecina del ministerio de Justicia. El arreglo de la plaza Vendôme se remonta a 1688, pero fue en 1705 cuando Jeanne Baillet de la Cour mandó construir la residencia y se la dio a su hija, la duquesa de Gramont. El hermoso edificio pasó después a ser propiedad del mariscal de Lautrec, luego del marqués de Ville-tte (secretario de Luis XV y amigo de Voltaire), del financiero Claude Darras, de la viuda de François Nitot, joyera del emperador, antes de ser comprado, por último, en 1853, por el Crédit Mobilier. Con la ayuda del rico negociante Marnier Lapostolle, quien adelantó los fondos que faltaban para la adquisición del inmueble, César Ritz contrató los servicios del arquitecto Charles Mewès y creó el hotel de lujo que hacía falta en la capital. En efecto, los hoteles de París permanecían estancados en una tradición que databa de medio siglo atrás, y los dos hoteles elegantes, el Bristol y el Liverpool, en la calle de Castiglione, no se salían del marco de una distinción que, a fin de cuentas, no dejaba de ser banal. La personalidad del creador propietario contribuyó al aura extraordinaria y a cierto dramatismo del lugar. César Ritz, nacido en 1850 en una modesta familia campesina en el pueblito de Niederwald, no lejos de Munster, en Suiza, es el tipo mismo del self-made man. Solía decir que su vida había empezado en 1876, a los diecisiete años, el año de su llegada a París, y aunque nunca habló francés a la

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Texto aparecido en Magazine Littéraire, enero 1997, núm. 350. Traducido del francés por Flora Botton-Burlá

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Julia Kristeva La metamorfosis del Ritz

El Hotel Ritz fue creado por Csar Ritz (vase M.L Ritz, Csar Ritz, 1948) en junio de 1898 en la plaza Vendme, en una residencia particular del siglo XVIII, vecina del ministerio de Justicia. El arreglo de la plaza Vendme se remonta a 1688, pero fue en 1705 cuando Jeanne Baillet de la Cour mand construir la residencia y se la dio a su hija, la duquesa de Gramont. El hermoso edificio pas despus a ser propiedad del mariscal de Lautrec, luego del marqus de Ville-tte (secretario de Luis XV y amigo de Voltaire), del financiero Claude Darras, de la viuda de Franois Nitot, joyera del emperador, antes de ser comprado, por ltimo, en 1853, por el Crdit Mobilier. Con la ayuda del rico negociante Marnier Lapostolle, quien adelant los fondos que faltaban para la adquisicin del inmueble, Csar Ritz contrat los servicios del arquitecto Charles Mews y cre el hotel de lujo que haca falta en la capital. En efecto, los hoteles de Pars permanecan estancados en una tradicin que databa de medio siglo atrs, y los dos hoteles elegantes, el Bristol y el Liverpool, en la calle de Castiglione, no se salan del marco de una distincin que, a fin de cuentas, no dejaba de ser banal.La personalidad del creador propietario contribuy al aura extraordinaria y a cierto dramatismo del lugar. Csar Ritz, nacido en 1850 en una modesta familia campesina en el pueblito de Niederwald, no lejos de Munster, en Suiza, es el tipo mismo del self-made man. Sola decir que su vida haba empezado en 1876, a los diecisiete aos, el ao de su llegada a Pars, y aunque nunca habl francs a la perfeccin, le gustaba identificarse con cierta imagen de Francia, hecha de elegancia, de lujo, de cocina excelente y de modales impecables. Despus de haber trabajado en el Grand Htel National de Lucerna (donde se benefici de la proteccin y del buen gusto de su propietario, el coronel Pfyffer de Altishofen), se hizo cargo de la direccin del hotel y le dio un renombre internacional inslito; hizo lo mismo con otros establecimientos de prestigio de la poca, como el Grand Htel de Montecarlo, de Baden-Baden, de Viena y de Roma, sin hablar del Savoy de Londres. Apoyado por el amor y la entrega de su esposa, Marie-Louise que vena de una familia de hoteleros de Estrasburgo, los Jungblut, y con la cual se cas en 1887 cuando tena 37 aos y ella veinte Csar Ritz llega a la cumbre de su carrera con la creacin del Ritz de Pars. No lo goz mucho tiempo, pues desde 1902 empez a sufrir perturbaciones neurolgicas serias (prdida de memoria, delirio) a las que contribuy el cansancio. Su mujer asumi desde entonces sus funciones, mientras que la direccin administrativa del hotel corri a cargo de Henry Elles. Csar Ritz falleci en 1918. Marie-Louise Ritz (muerta en 1961) permaneci a la cabeza del establecimiento hasta 1953, fecha en la que su hijo, Charles Ritz, pas a ser presidente del consejo de administracin, cargo que ocup hasta 1976. A su muerte, el hotel entr en decadencia y su arquitectura interior sufri considerables modificaciones. Su viuda, Monique, lo vendi a Mohamed Al Fayed, hombre de negocios egipcio instalado en Gran Bretaa, y a sus dos hermanos. stos modernizaron las instalaciones al tiempo que restauraban el decorado. En la actualidad, bajo la presidencia de Frank D. Klein, el Ritz aspira a recuperar su prestigio. Cabe recordar que en 1993 fue clasificado como el primer hotel de Europa por International Investors.Volvamos a 1898, a la creacin de este prestigioso establecimiento. La arquitectura del hotel, creado por Mews, en armona con la plaza Vendme, conjuga el gusto moderno exigido por el propietario con el rigor clsico del arquitecto. El mobiliario y la decoracin son del estilo de fines del siglo XVII y comienzos del XVIII; el saln cuadrado da a un jardn como los de Luis XIV, mientras que la sala del restaurante se abre a un gran jardn de tipo regencia: la escalera principal, estilo Luis XV, as como varios departamentos principales, no podan dejar de seducir a Proust, enamorado de Saint-Simon y de madame de Svign si no es que contribuyeron a afirmar esas preferencias. Este ambiente refinado recibe una clientela a la que Csar Ritz ya haba seducido en los otros hoteles europeos dirigidos por l, clientela que lo sigue fielmente, al tiempo que atrae, por esnobismo, a todos aquellos que todava no han disfrutado los servicios del Ritz pero aspiran a reunirse con una sociedad tan distinguida: el prncipe de Gales (futuro rey Eduardo VII), los grandes duques de Rusia, los Morgan, Boni de Castellane, la familia Rothschild y, naturalmente, un poco ms tarde, cuando se volvi clebre, el propio Proust. A estas ventajas importantes del Ritz se deben aadir algunas otras que no podan ms que gustar al escritor. La higiene, por ejemplo.La excelente cocina, dirigida por el clebre chef Escoffier que haba iniciado en Monte-Carlo su asociacin con el Ritz, no hace sino aumentar la atraccin que ejerce este establecimiento en una clientela internacional de cabezas coronadas y de aristcratas que pretenden ser gastrnomos de altura. Escoffier revolucion la cuisine franaise y la cocina mundial; la sencillez que introdujo en ella deba ser del gusto de Proust para quien la sencillez lindaba precisamente con la frugalidad, si no es que la anorexia!En 1899, el chef Gimon sucede a Escoffier "contratado en Londres", y un joven matre dhtel "hbil y elegante", un tal Olivier, que ser muy importante para Proust, entra a formar parte del personal del Ritz.Hay dos particularidades ms del hotel que atraen a los comentadores y resultan ser de importancia capital para Proust tanto el hombre como el escritor: la iluminacin y los helados. Ritz, que impone a Mews su preferencia por la iluminacin elctrica, desea que sta no slo sea agradable, sino que, adems, realce el cutis de las seoras, que decididamente gozan de su predileccin. Con este fin hace instalar pantallas de seda rosa o de color albaricoque en los candelabros de dos, tres, cuatro o siete luces que adornan las mesas del restaurante o de los salones. Conjuntando higiene y belleza, impone telas ligeras, siempre en tonos rosa, para crear un ambiente de frescura y salud.No cuesta trabajo imaginar un ambiente silencioso y clido, dominado por esa vibracin con tonos aduraznados que favorece a las mujeres y que Proust volveremos a esto asocia con la vida, con lo femenino y con el erotismo.Entre las creaciones de la modernidad que a Ritz le inte-resan estn los aparatos de calefaccin y los refrigeradores, que no pueden dejar de cautivar a un cliente friolento que disfruta sin embargo las bebidas frescas, como Proust.La inauguracin tiene lugar para la exposicin de 1898 y, a pesar de la lluvia que hubiera podido desalentar a la lujosa muchedumbre de invitados, todo el mundo est ah.Marcel Proust est presente, "sin duda alguna", o tal vez con una pequea duda; sea como sea, si est, tiene 27 aos, y goza plenamente esos fastos mundanos que l sabe, mejor que cualquier otro, transformar en festejos literarios.Cuando Ritz cae enfermo ocurren modificaciones importantes; la seora Ritz imprime entonces su marca en los locales: el anexo de la calle Cambon se conecta con el edificio central por medio de una larga galera, cuyo aspecto siniestro se combate con gran eficacia mediante la instalacin de las primeras vitrinas publicitarias en el interior de un hotel. "Decidimos proponer a los jefes de las industrias de lujo el alquiler de vitrinas bien iluminadas, colocadas a lo largo de la galera, para tentar a los transentes con la exhibicin de objetos selectos: jades, corales, pieles, abanicos, bibelots artsticos, objetos de cuero, todos de un gusto impecable. La galera inspida se transform en una rue de la Paix en miniatura. Fue un xito. Todos los comerciantes del rumbo se apresuraron a alquilar vitrinas para exponer sus artculos de lujo ms bonitos y atraer a la clientela de los aficionados ricos. Otros hoteleros adoptaron pronto la idea, pero dudo que se haya realizado jams en un marco tan atractivo y con tanto buen gusto", explica.As pues, es en esta atmsfera donde a Proust le gusta encontrarse, tarde en la noche, por lo general el ltimo cliente; pero tambin a la hora del t, o para reunirse con sus amigos Paul Morand y la princesa Soutzo, que se ha instalado ah, o con su traductor ingls Sydney Shiff; alquila cuartos y departamentos, pero tambin se hace entregar las comidas a domicilio (como anota Camille Wixler en su artculo "Proust au Ritz: souvenirs dun matre dhtel", Adam International Review, nm. 394, 1976), en el 102 del Boulevard Haussmann. En el Ritz es donde se encuentra con Olivier Dabescat, Camille Wixler y Henri Rochat, quienes cumplirn en su vida papeles desiguales, pero que en muchos aspectos influirn en su obra. Hay muchos testimonios del cario de Proust por el Ritz los bigrafos George Painter y Jean-Yves Tadi los recuerdan, pero tambin lo hacen personalidades del Ritz (la seora Ritz, Camille Wixler); la Correspondencia alude muchas veces a esto, y muestra cun orgulloso se senta Proust de contarse entre la clientela del ilustre establecimiento: "Siempre pago al contado en el Ritz", afirmaba.Camille Wixler, nacido en Suiza en 1897, public su testimonio en Adam International Review en 1976, a los setenta y nueve aos de edad; se ruboriza de alegra ante su entrevis-tador al hacer notar que figura como personaje de Proust en Por el camino de Swann. l es quien lleva la cuenta de las "visitas" de Odette, lo que hace posible que Swann diga: "Y Camille me deca que entre las cuatro y las cinco, vinieron unas doce personas. Qu digo doce, creo que me dijo catorce. No, doce. En fin, ya no s." (RTP, I, JFF, p. 502).Camille, quien posee un autntico talento de actor, se presenta a los exmenes del Conservatorio alentado por Proust: por desgracia, o por fortuna, habiendo preparado el papel de Anfitrin en el que era perfecto, segn parece, fracas, pues en el concurso se pidi representar otro papel... As fue como se qued a la disposicin de Proust y de la profesin.Olivier Dabescat, a cuyas rdenes trabajaba Camille, por lo visto fue un personaje notable. Csar Ritz lo descubre en Paillard, en Pars, y lo "rapta" para su Ritz. Proust hace notar en varias ocasiones en su Correspondencia (nm. 135, p. 323) cmo ste lo trata con toda clase de miramientos y afirma que, sin Olivier, "que se fue de vacaciones, [el Ritz] ha perdido su velamen". Una foto que se encuentra en los archivos del Ritz muestra a Olivier de perfil, sirviendo en un banquete, ceremonioso y protocolar, asombrosamente parecido a... Franois Mitterrand cosa que divierte mucho al encargado de los archivos, el seor Roul...Henri Rochat, suizo como Wixler, "buen mozo, que serva en algunas mesas", es presentado a Proust, a peticin expresa de ste, por Wixler. Muy pronto pasa a ser amigo y secretario de Proust, en cuya casa se instala en 1918. ( J.-Y. Tadi, Marcel Proust, Gallimard, 1996.) Se inicia entre ellos una tierna relacin; Proust lo colma de dinero, de buenos trajes y de prendas finas, e interviene a su favor con sus relaciones en diversas oficinas pblicas. Como es sabido, los ltimos aos de la Correspondencia de Proust son muy a menudo de mano de Rochat, quien escriba al dictado del escritor, con una ortografa in-cierta; en alguna ocasin hasta devuelve pruebas a Gallimard. Desagradecido y aprovechado, acaba dejando a Proust para irse a Buenos Aires en 1921. Proust habla de l ms tarde en un tono que no deja dudas sobre los sinsabores que le ocasion esta relacin: "Creo haberle dicho que tena un secretario que se haba casado con la hija de un portero" (Correspondance, t. XX, carta a Sydney Shiff, nm. 226, 16 de julio de 1921); Rochat se parece en esto a Charles Morel, que pide la mano de la hija de Jupien: "El lector quiz recuerde que Morel le haba dicho un da al barn que deseaba seducir a una joven [...] [que] le prometera matrimonio pero, cuando la hubiera violado, se largara lejos" (RTP, III, P, p. 560).

Metamorfosis rosa.La luz y el heladoDe todo este ambiente, de todos estos contactos personales, Proust hace una seleccin sensorial, por lo tanto pasional, de la misma manera que absorbe sus palabras. Los contornos del espacio se desdibujan, los cuerpos reales de las personas encontradas desaparecen permanecen indicios espaciales que se convierten en shifters metafricos. Como una materia que se amalgama a otra, el hotel y sus habitantes se funden en la otra materia, el otro cuerpo: el del narrador.Lo mismo ocurre con el color rosa. Mltiples son sin duda las fuentes de este color fundamental de En busca del tiempo perdido: a menudo se ha sealado su valor sexual (en oposicin con el blanco de los espinos) especialmente con "la Dama de rosa", o la connotacin "juda" de ese rosa en especial lo pelirrojo de Swann y de Gilberte, el rito del sbado en Roussainville, etc.. A ello se debera aadir la vibracin rosada de la atmsfera del Ritz, tan propicia al encanto femenino ya lo hemos dicho, aunque slo fuera como "prueba de cargo adicional".Al leer los testimonios de los ltimos "visitantes" de Proust en el Ritz, como Benoist-Mchin (Avec Marcel Proust, Albin Michel, 1977), llama la atencin volver a encontrar, como puesta ah por el propio Proust, exquisito director de escena de sus citas y de sus relaciones, la misma luz tamizada por el tafetn rosa que el escritor parece divertirse en hacer contrastar con su propia palidez. Por su parte, Reynaldo Hahn recuerda cmo contemplaba Proust un da, en el jardn, unos pequeos rosales de Bengala que absorbieron largo tiempo su atencin.En el mismo sentido que la "magdalena", esa rosa ese rosa tiene algo todava ms secreto que, segn sospecha Jeffrey Mehlman ("Littrature et collaboration", LInfini, nm. 7, verano de 1984), es la malsana idea racista del colaboracionista Benoist-Mchin que aspira a borrar su pasado por medio de una comunin con Proust en la conjuncin de la msica y el secreto de las luces color rosa. Se tratara, segn esto, de la connotacin juda de este rosa que Proust despliega con cierta teatralidad en el ridculo final al que condena a Bloch al hacerle cambiar su nombre por el de Jacques du Rozier. En suma, no hay manera de escapar a la rue des Rosiers, a la Judengasse. S/Z, el camuflaje es, en realidad, un sealamiento, lapsus de Bloch... o irnica ternura de Proust que quiere salvar, cueste lo que cueste, la presencia de una rosa, de una luz rosa, de una chispa de vida y gracia, en el colmo del ridculo... Y decir que el Ritz pudo servir para esa delicadeza, para esa blasfemia! Los candelabros elctricos con pantallas de seda rosa, con una, dos, cinco o siete luces sobrevivieron hasta la Segunda Guerra Mundial; hoy los encontramos sin pantallas, decorando los buffets de los cocteles...El hotel proporcion otro indicio sensorial, ste netamente olfativo, para tejer las metforas polimorfas de las pasiones proustianas: se trata de la comida y, en particular, del helado como emblema del amor tan fro pero tan sabroso, majes-tuoso, impresionante, del narrador y de Albertine. Albertine golosa, Albertine devoradora que se embriaga con palabras, como el pueblo de la Edad Media con el dicere en el ritual de la Iglesia, y ms an con el pregn de los vendedores ambulantes. Recordemos esas pginas de La prisionera donde Albertine se muestra como una "marchante" golosa:Oh! [...] exclam Albertine, coles, zanahorias, naranjas. Tantas cosas que tengo ganas de comer [...]. Oh! por favor, pdale a Franoise que haga ms bien una raya en mantequilla negra. Es tan rico! [...] Y decir que todava hay que esperar dos meses para or: "Ejotes, verdes y tiernos los ejotes, aqu estn los ejotes" [...]. Ay! es lo mismo con los corazoncitos a la crema, todava falta mucho: "Rico queso a la cre, queso a la cre, rico queso!" Y las uvas blancas de Fontainebleau: "Traigo hermosas uvas" (RTP, P, pp. 634-636).Pero en el hotel Ritz mucho me temo que encuentre columnas Vendme de helado, helado de chocolate, o de frambuesa, y entonces, hacen falta muchos para que parezcan columnas votivas o pilares erigidos en una avenida a la gloria de la frescura. Tambin hacen obeliscos de frambuesa [...]. Esos picos de helado del Ritz a veces parecen el Monte Rosa... (RTP, P, pp. 636-637).La palabra Ritz llega de manera nada casual en esta prosopopeya en honor de los pregoneros y de las mujeres golosas. Camille Wixler nos devela el secreto en los hechos: no slo haba l iniciado a Proust en los misterios de la fabricacin de los helados, sino que Proust... caa en casa del pobre Wixler despus de la medianoche para pedirle... las notas que le haba mandado tomar con los comerciantes con quienes trataba el matre dhtel !Sin el Ritz no hubieran sido posibles ni ese rosa, ni esos helados, ni esos pregones. Pero se trata realmente del Ritz? Y qu queda de l? Una transustanciacin: un tejido de metforas que pasan... "por el centro de mi corazn".Metamorfosis pompeyanasCon la guerra, las impresiones superpuestas del Ritz se vuelven ms negras e incluso profanatorias. "...Era la poca en que haba continuas incursiones de gothas (aviones alemanes que se utilizaron frecuentemente para los bombardeos nocturnos durante la Primera Guerra Mundial" (RTP, IV, P, p. 356). George Painter (Marcel Proust 1904-1922, Mercure de France, 1966) relata que Proust asisti en 1917 al ballet de los aviones de la defensa area desde el balcn del Ritz, cuyo techo proba-blemente fue destruido durante otro bombardeo en la misma poca.La seora Ritz aclara que: "El Hotel Ritz puso a disposicin del gobierno todo el primer piso del edificio de la plaza Vendme para que sirviera como hospital de urgencias para los oficiales heridos. Esas salas se llenaron tan pronto que fue necesario transformar en hospital todo el anexo Cambon. Luego, durante ocho meses terribles, el hotel permaneci cerrado, salvo la parte que albergaba a los enfermos" (Csar Ritz, op. cit.).En esos escorzos fulgurantes tan verdaderos como desconcertantes, el barn de Charlus se entrega, a travs de este Pars bombardeado, a una meditacin que asimila los golpes bajos que se dan los amantes, homo o heterosexuales, con la violencia entre naciones en guerra, y llega a comparar Pars bajo las bombas con... Pompeya bajo la lava del Vesubio: Pars, que se ha vuelto ms "Sodoma y Gomorra" que nunca, bajo la influencia del sadomasoquismo instituido, poltico, de la guerra? Sigue fluyendo la metfora, y aparentemente estamos muy lejos del Ritz, puesto que Pars con el Sena bajo los puentes circulares "se parece al Bsforo". Y he aqu que aparece bruscamente la alusin en clave al Ritz: un hotel ha sido transformado en hospital militar; pero no es el Ritz como nos lo describe la seora Ritz; no, es... el hotel particular de Charlus, su residencia: "Saba, por lo dems, que al volver a casa el seor de Charlus no dejaba por ello de estar rodeado de soldados, pues haba transformado su hotel en hospital militar" (RTP, IV, TR, p. 387).A partir de ah, slo queda seguir el hilo de la metfora Charlus-hotel-guerra de los hombres, hombres derrotados, hombres vencidos, hombres fuertes, hombres encadenados, raza salvaje, alemanes y sdicos, etc. Para hacer esto, reaparece el narrador... en busca de un hotel, precisamente, pues los que se encuentran lejos del centro estn cerrados. Encuentra uno, cuya descripcin inicial se parece engaosamente al envidiable establecimiento de la plaza Vendme: "Era un hotel que deba despertar los celos de todos los comerciantes vecinos (por el dinero que deban ganar sus propietarios)" (Ibid., p. 389).Pero verdaderamente se trata del Ritz? No nos apresuremos. Saint-Loup tal vez? sale de ah: ser un "nido de espas"? Resulta ser, visto por dentro, que el envidiable establecimiento no es ms que un hotel de paso, propiedad de Charlus, por lo dems, quien ha transformado su propio hotel (su casa), no lo olvidemos, en hospital militar: como el Ritz; pero ha comprado en secreto, gracias a su facttum Jupien, este otro hotel de uso ms bien escabroso... y que es adems una casa de costumbres sdicas, puesto que el mismo Charlus se hace azotar por un tal Maurice de gruesos brazos. Al ser Charlus el alter ego del narrador cierto es que entre otros, pero cada vez ms cercano en estas pginas finales en razn del envejecimiento y de la confesin de los vicios que ahora comparten todava ms que su admiracin comn por Saint-Simon y Svign las peregrinaciones de Charlus-narrador de hotel en hotel no dejan de fluidificar este espacio cada vez ms ambiguo en que se convierte la palabra "hotel" en estas ltimas pginas de la novela.Y sin embargo es en esta atmsfera, cuyos deslizamientos nunca se acabaran de anotar del Ritz en estado de guerra al hotel de Charlus, y al burdel para hombres (que se refiere al establecimiento de Le Cuziat pero tambin a un burdel situado cerca de la Estacin del Norte, donde se inician conversaciones en que se recuerdan los bombardeos y el vuelo de los zepelines... Precisamente los que Proust ha observado... desde el Ritz! La contaminacin nos desborda. Como para confirmar esta desviacin metafrica blasfematoria, el narrador ve aparecer a un hombre que se parece notablemente a Morel... de quien hemos visto la analoga con Henri Rochat del Ritz, precisamente. Adems, en una carta a Jacques Truelle de fines de junio de 1919, en la que pide un salvoconducto para Suiza destinado a un suizo Rochat una vez ms, acaso Proust no deja escapar, ya desde entonces, una mala imagen del Ritz?...se ha "esbozado" una campaa en contra de los extranjeros [...], los directores, que son suizos, no por ello dejaron de pedir a todos los empleados suizos que se fueran, para satisfacer al movimiento xenfobo. (Correspon-dance, t. XVIII, 1919, carta nm. 142.)Pretexto para que se fuera Rochat? Verdadera o falsa, esta imagen negativa que se "esboza" del suntuoso Ritz significa que nada se salva al final de En busca del tiempo perdido, ni Oriane ni el Ritz. Pero el amor por el lugar perdura hasta el final: as, a Gaston Gallimard, el 21 de enero de 1921: "Durante una semana ya lejana en que haba organizado algo en su honor en el Ritz, fue todas las noches." (Correspondance, t. XX, carta nm. 32.)Sadismo moral Proust-Rochat, sadismo sexual Charlus-Maurice, sadismo de las naciones en guerra poltica y sin embargo exterminadoras: no es eso lo que se adivina, bajo las luces y los brocados color de rosa, en las cabezas coronadas, en el gotha de la nobleza o de la aeronutica? Mientras Csar Ritz delira, mientras la seora Ritz sigue administrando los fastos, mientras el mundo cambia de jerarquas, pero no de lgica?El espacio ya no es una referencia, el hotel mismo aunque fuera el ms lujoso no nos brinda ninguna hospitalidad que no sea incierta, visionaria, fingida, que no se sustente en una base de sangre, de cadenas y de golpes bajos. Pero en esta Pompeya que es en adelante Pars, el mundo, y de paso el Ritz, no son acaso los lugares propicios para que el imaginario del tiempo involuntario recobre por fin su equivalente? Y ste sera: el espacio involuntario. El Ritz se prest, durante un tiempo, a esta transustanciacin; pues aqu como en otros lados, de lo que se trata es del espacio psquico del narrador: de su monstruosa intimidad.

*Las citas de la recherche du temps perdu, corresponden a la edicin de la Bibliothque de la Pliade preparada por Jean-Yves Tadi. La traduccin es de Flora Botton-Burl.