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DEL FONDO DE CULTURA ECONÓMICA Julio 2005 Número 415 ISSN 0185-3716 Philippe Ollé-Laprune revisa la presencia de la cultura francesa en nuestros libros Kenya Bello repasa los estudios de la sociología de la lectura en Francia François Dosse recorre la vida de Paul Ricœur Peter France reseña La cultura de la conversación, de Benedetta Craveri Emmanuel Le Roy Ladurie presenta El negocio de la Ilustración, de Robert Darnton Fragmentos de Caminos del reconocimiento, de Paul Ricœur La tierra y las ensoñaciones del reposo, de Gaston Bachelard Por amor al griego… La nación europea, señorío humanista, de Jacques Lafaye F de Francia, F de Fondo

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DEL FONDO DE CULTURA ECONÓMICA

Julio 2005 Número 415

ISSN

018

5-37

16

■ Philippe Ollé-Laprune revisa la presencia de la cultura francesa en nuestros libros

■ Kenya Bello repasa los estudios de la sociología de la lectura en Francia

■ François Dosse recorre la vida de Paul Ricœur■ Peter France reseña La cultura de la conversación,

de Benedetta Craveri■ Emmanuel Le Roy Ladurie presenta

El negocio de la Ilustración, de Robert Darnton

Fragmentos de ■ Caminos del reconocimiento, de Paul Ricœur■ La tierra y las ensoñaciones del reposo,

de Gaston Bachelard■ Por amor al griego… La nación europea,

señorío humanista, de Jacques Lafaye

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Sumario

Traducir a Francia 2Richard Duqué

El catálogo del fce, un acontecimiento literario 3Robert G. Escarpit

Sobre los nexos editoriales entre México y Francia 4Philippe Ollé-Laprune

Prácticas culturales y universos lectores 6Kenya Bello

Francia en el cono sur 9Horacio Zabaljáuregui

El filósofo en el corazón de la ciudad 11François Dosse

La fenomenología del hombre capaz 15Paul Ricœur

La intimidad disputada 18Gaston Bachelard

El placer de su compañía 21Peter France

La Encyclopédie y la Revolución francesa 26Emmanuel Le Roy Ladurie

El humanismo sin ambigüedad 30Jacques Lafaye

Richard Duqué es el embajador de la República Francesaen México ■ Robert G. Escarpit fue sociólogo, estudiosode la literatura francesa y la industria del libro ■ PhilippeOllé-Laprune dirige la Casa Refugio Citlaltépetl ■ KenyaBello, socióloga, es miembro de la redacción de Hoja porHoja ■ Horacio Zabaljáuregui está a cargo de las ventasen la filial argentina del Fondo ■ François Dosse es his-toriador, autor de Paul Ricœur, les sens d’une vie (La Dé-couverte, 1997) ■ Paul Ricœur fue filósofo ■ GastonBachelard, filósofo de la ciencia y hermeneuta, es autorde obras como El aire y los sueños y La intuición del instante■ Peter France es profesor en la Universidad de Edim-burgo y compilador de The New Oxford Companion to Li-terature in French ■ Emmanuel Le Roy Ladurie es histo-riador, autor de Historia del clima desde el año mil ■ JacquesLafaye es historiador, autor de Quetzalcóatl y Guadalupe: laformación de la conciencia nacional en México

F de Francia, F de Fondo

El Fondo de Cultura Económica nació para traducir libros. Noes que se propusiera ser un mero espejo de la producción edi-torial de otros países, pero para los fundadores de la casa esta-ba claro que sólo apelando a lo publicado allende las fronteraspodría construirse un catálogo que ayudara a formar a los eco-nomistas que requería el México de los años treinta. Esa voca-ción por las obras extranjeras no supuso nunca la negación delas propias; por el contrario, ha sido un signo de universalismoy de ambicioso diálogo con todas las naciones.

En nuestro catálogo, la segunda lengua de la que más obrasse han traducido al español es el francés. Tal vez esa preferen-cia lingüística no corresponda más que a la abundante produc-ción intelectual en ese idioma, como si fuera inevitable, pormera presión cuantitativa, abrevar en el pensamiento galo; pe-ro la propensión a leer en francés primero lo que se publicadespués en castellano refleja en realidad una admiración, a ve-ces expresa y a veces soterrada, por los frutos intelectuales deFrancia. Historiadores, antropólogos, filósofos, sociólogos na-cidos o formados en el Hexágono ocupan un lugar destacado enla historia editorial del Fondo, por lo que en La Gaceta nos pa-reció natural aprovechar el mes en que se festeja la caída de laBastilla para hacer una lectura en clave francesa: esta entregapresenta a los lectores un conjunto de artículos y fragmentos deobras que atestiguan la francofilia de una editorial orientada alas “ciencias humanas”, como se las conoce en ese país europeo.

Tras un texto de bienvenida del embajador de Francia enMéxico, arrancamos con una celebración retrospectiva: repro-ducimos partes del texto que Robert G. Escarpit, uno de lospioneros en las pesquisas sociológicas sobre el consumo y laproducción del libro, publicó hace medio siglo para celebrar laaparición del catálogo general del fce. Por supuesto, los víncu-los editoriales entre Francia y México son sólo reflejo de susnexos culturales, como explica Philippe Ollé-Laprune, uno delos personajes que en tiempos recientes más ha hecho por im-bricar el tejido libresco francomexicano. Sobre cómo en la Re-pública Francesa se ha estudiado a los lectores escribe KenyaBello, que toma como pretexto la presencia de algunos estu-dios sociológicos en nuestro catálogo para describir la simbio-sis entre la investigación y las políticas públicas que buscan ex-tender los beneficios de la lectura a toda la población.

También queremos mostrar parte del repertorio reciente deobras de tema o autor francés, para lo cual presentamos unasemblanza del quehacer de la filial bonaerense en la última dé-cada: Horacio Zabaljáuregui recorre el anaquel de las obrasfrancesas que el Fondo ha dado a conocer desde el extremo surdel continente, entre las que sobresalen las del filósofo Paul Ri-cœur, recientemente fallecido; porque su vida explica en partesu trayectoria académica, presentamos en seguida un texto bio-gráfico a cargo de François Dosse, historiador que conoce decerca al autor de Sí mismo como otro; y como se encuentra enpreparación Caminos del reconocimiento, ofrecemos aquí un anti-cipo. Este periplo por la filosofía se cierra con un fragmento deun nuevo libro del prolífico Gaston Bachelard, célebre sobretodo por su estudio del quehacer científico y de quien el fce hadifundido sus disquisiciones sobre poética y sobre la naturaleza.

Tres textos acerca de la historia de Francia o de historiado-res franceses continúan este tour de France sin bicicletas. Publi-

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camos una reseña de La cultura de la conversación, libro en queBenedetta Craveri se deleita con la literatura oral de los salo-nes prerrevolucionarios; el comentarista, Peter France, señalacómo la en apariencia frívola sociedad del Antiguo Régimencontiene los gérmenes de la inconformidad general que redun-daría en la Revolución, a cuyos orígenes ilustrados se asomaEmmanuel Le Roy Ladurie en el texto que escribió como pró-logo a la edición francesa de un libro de Robert Darnton quese encuentra en preparación: El negocio de la Ilustración. Historiaeditorial de la Encyclopédie, 1775-1800. De Jacques Lafaye, fi-nalmente, incluimos aquí un fragmento de su apasionada de-fensa del humanismo, ese movimiento que encontró en el librobien editado una de sus principales armas. Agradecemos aChristian Moire su apoyo para la realización de este número ytantos otros proyectos con F de Francia, F de Fondo.

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Traducir a FranciaRichard Duqué

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Directora del FCE

Consuelo Sáizar

Director de La GacetaTomás Granados Salinas

Consejo editorialConsuelo Sáizar, Ricardo Nudelman,Joaquín Díez-Canedo, Martí Soler,María del Carmen Farías, Laura Gon-zález Durán, Carolina Cordero, NinaÁlvarez-Icaza, Paola Morán, Luis Artu-ro Pelayo, Pablo Martínez Lozada, Mi-riam Martínez Garza, Fausto Hernán-dez Trillo, Karla López G., AlejandroValles Santo Tomás, Héctor Chávez,Delia Peña, Antonio Hernández Estre-lla, Juan Camilo Sierra (Colombia),Marcelo Díaz (España), Leandro de Sa-gastizábal (Argentina), Julio Sau (Chi-le), Isaac Vinic (Brasil), Pedro Juan Tu-cat (Venezuela), Ignacio de Echevarria(Estados Unidos), César Ángel AguilarAsiain (Guatemala), Rosario Torres(Perú)

ImpresiónImpresora y EncuadernadoraProgreso, sa de cv

Diseño y formaciónMarina Garone y Cristóbal Henestrosa

La Gaceta del Fondo de Cultura Económi-ca es una publicación mensual editadapor el Fondo de Cultura Económica,con domicilio en Carretera Picacho-Ajusco 227, Colonia Bosques del Pe-dregal, Delegación Tlalpan, DistritoFederal, México. Editor responsable: To-más Granados Salinas. Certificado deLicitud de Título 8635 y de Licitud deContenido 6080, expedidos por la Co-misión Calificadora de Publicaciones yRevistas Ilustradas el 15 de junio de1995. La Gaceta del Fondo de CulturaEconómica es un nombre registrado en elInstituto Nacional del Derecho de Autor,con el número 04-2001-112210102100,el 22 de noviembre de 2001. RegistroPostal, Publicación Periódica: pp09-0206. Distribuida por el propio Fondode Cultura Económica.

Correo electró[email protected]

DEL FONDO DE CULTURA ECONÓMICA

El gobierno francés tiene bien claro que las políticas públicas en materia cultural implican la promoción más allá de sus fronteras. En este breve textointroductorio, el embajador de la República Francesa festeja la nutrida presencia de autores galos en el catálogo de la casa y recuerda a los lectores las acciones en pro de la traducción que se han emprendido en México

Para conmemorar sus setenta años de existencia el Fondo de Cultura Económica pu-blicó el catálogo de todas las obras que, desde su creación, han aparecido bajo su se-llo. Es un libro de más de 1 700 páginas, extraordinariamente editado, una mina pa-ra un historiador de la edición o para un espíritu curioso.

Este catálogo, como el de todo editor generalista, es el reflejo de las preocupacio-nes, las cuestiones de actualidad y los debates intelectuales que la sociedad mexicanaconoció a lo largo de esos setenta años. Por eso, me alegra la presencia de autoresfranceses en ese catálogo, en el que se cuentan más de 700 títulos traducidos y a dis-posición de los lectores mexicanos: estudios dedicados a México, obras fundamenta-les de diversas disciplinas, obras especializadas, libros para jóvenes, etcétera.

Algunos de los nombres recolectados de entre sus páginas: Fernand Braudel, Em-manuel Le Roy Ladurie, Pierre Vidal-Naquet en historia; Georges Dumézil, AlainBorer, Tzvetan Todorov en crítica literaria; François Furet, Jean Baptiste Duroselleen ciencia política; Tobie Nathan, Elisabeth Roudinesco en psicoanális; Pierre Bour-dieu, Michel Foucault en sociología. Además de esas obras fundamentales, es conve-niente señalar la presencia, igualmente notable, de libros especializados, particular-mente en el área de pedagogía, en la que el Fondo es singularmente activo.

Esta presencia testifica la calidad y la regularidad de los intercambios intelectualesentre Francia y México, que también es el resultado de la pasión y el trabajo de va-rias generaciones de editores francófilos que han dirigido el destino editorial del Fon-do: Jaime García Terrés, Adolfo Castañón y, más recientemente, Joaquín Díez-Cane-do. Para ellos un agradecimiento, así como a todos los traductores que, página traspágina, han alimentado este catálogo.

El presente número de La Gaceta me da la oportunidad de señalar el interés queha mostrado el ministerio francés de Asuntos Extranjeros en la traducción. Nuestrosprogramas de apoyo a la edición, que existen desde 1990, son bien conocidos por loseditores. Estos programas tienen como finalidad reforzar la calidad de las traducciones.

Para ir más allá, la embajada de Francia en México organizará este año un semina-rio destinado a formar a jóvenes traductores de toda América Latina. Ésta es una for-ma de evitar los desaciertos cometidos en la traducción estadounidense de El segundosexo de Simone de Beauvoir, señalados en un artículo de un número anterior de estamisma gaceta. De esta manera, si los contrasentidos o las interpretaciones abusivasson enemigos del pensamiento, la traducción inteligente es el garante de la compren-sión entre los pueblos y las culturas. Al traducir con regularidad, seriedad y pasión, elfce, y con él todos los editores mexicanos interesados por la cultura francesa —SigloXXI, El Milagro, Aldus, por citar algunos—, ha contribuido enormemente a ello.

Traducción de Kenya Bello

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El catálogo del fce, un acontecimiento literarioRobert G. Escarpit

En diciembre de 1955 apareció en las páginas de La Gacetauna síntesis del artículo que el autor del breviario Historiade la literatura francesa había publicado en Le Monde apropósito de la aparición de nuestro catálogo, en el que sehace un elogio de esa difusa clase de libro de referencia.Puesto que desde hace unos meses circula un nuevocompendio de nuestra labor editorial, vale la pena recordarlo que este observador francés pudo decir hace medio siglo,como testigo del desarrollo de esta casa editora

Si tuviera que hacer el censo de los libros más importantes apa-recidos en el mundo durante el transcurso del año de 1955pienso que colocaría en primerísima fila el catálogo general delFondo de Cultura Económica de México. Puede parecer extra-ño el considerar como un acontecimiento literario la apariciónde un catálogo de librería. No obstante, creo que entendería-mos mejor la historia de la literatura si nos preocupáramos máspor la historia de las ediciones. Además, la obra de que estamoshablando no es un mero catálogo. Este grueso volumen de cua-trocientas ochenta y ocho páginas, abundantemente ilustrado eimpreso en papel biblia, representa el balance de veinte años detrabajo.

Indudablemente, esta particularidad explica, a la vez, el pro-digioso desarrollo del fce y la permanente calidad de sus pu-blicaciones: su sistema de financiación lo libera, casi totalmen-te, de las servidumbres comerciales que les impiden a las me-jores casas editoriales trabajar “por amor al arte”. Y no es queel Fondo sea un mal negocio. Desde sus modestos comienzosen un despacho provisional de la calle Madero, en el centro co-mercial de la ciudad, ha ocupado hasta 1954 una encantadoraresidencia de la calle de Pánuco, no lejos del Instituto Francés,en la colonia Cuauhtémoc, y actualmente posee un imponenteinmueble moderno en las cercanías de la Ciudad Universitaria.Tiene sucursales en Argentina, Chile y España; depósitos enBrasil, Colombia, Perú y Uruguay, y no es raro encontrar sumonograma en las librerías de Nueva York, Londres o París:una c y una e partidas por una f itálica en forma de cruz.

Es difícil imaginarse que sólo median veinte años entre es-te catálogo de tres mil títulos y las dos primeras obras publica-das por el fce: un modesto volumen de setenta y ocho páginas,El dólar plata de William P. Shea, traducido por Salvador No-vo, y la obrita de Harold Laski sobre Karl Marx, en traducciónde Antonio Castro Leal.

En efecto, el Fondo sobrepasó rápidamente los propósitosoriginales de sus fundadores. Los economistas constituyen to-davía mayoría en la junta —Robles, Martínez Adame, Villase-ñor, Silva Herzog—, pero solamente cien páginas del catálogo—apenas una cuarta parte— están dedicadas a la economía.Son secciones suyas también la sociología, la historia, la filoso-fía, las ciencias políticas y jurídicas, la técnica y la antropología.No falta un solo nombre de los que cuentan actualmente en laAmérica Latina en estas diversas ramas de la cultura moderna.

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Entre estos nombres es preciso destacar de manera especial elde José Gaos, uno de los filósofos más prestigiosos de la Espa-ña republicana. Al igual que Joaquín Xirau, muerto en 1946,emigró a México y ha ejercido una influencia decisiva sobre elpensamiento de ese país.

Su ejemplo me permite ilustrar una observación importan-te: lo que podríamos llamar (con una cierta cautela en la expre-sión, por cierto) la reconquista espiritual de América por laemigración intelectual española después de la guerra civil. So-bre el Fondo de Cultura Económica, en particular, se ha deja-do sentir ese efecto estimulante. Se estableció una fecunda co-laboración entre intelectuales hispanoamericanos y españoles.Joaquín Díez-Canedo, por ejemplo, uno de los más jóvenes ydinámicos dirigentes del Fondo, es hijo del poeta modernistaextremeño Enrique Díez-Canedo.

Considerando las cosas egoístamente, esta influencia espa-ñola ha hecho poco por difundir las luces del pensamientofrancés de posguerra. Y no es que haya existido el menor anta-gonismo, ni la más pequeña competencia entre franceses y es-pañoles: José Gaos ha sido uno de los más fieles amigos denuestro Instituto, en México, desde su fundación. Pero sí escierto que la filiación intelectual de los españoles republicanosestaba más cerca del pensamiento alemán que del francés. Elimperio ejercido por José Ortega y Gasset sobre dos genera-ciones de universitarios españoles es, a ese respecto, compara-ble al ascendente de Benedetto Croce sobre dos generacionesde estudiosos italianos. Me parece cierto que la elección de lasobras traducidas por el Fondo, desde hace diez años, refleja untanto esta tendencia; y no soy el único que piensa que Francia noocupa en este catálogo el lugar que le corresponde a su impor-tancia real en el pensamiento mundial. Éste ha sido un motivode frecuentes, aunque amistosas, querellas entre Arnaldo Orfi-la Reynal, el actual director del Fondo, y el que esto escribe.

Haría mal en insistir, puesto que figuro —muy modesta-mente por cierto— entre los autores del Fondo. Para ser justo,tengo que decir también que se leen en el catálogo buen núme-ro de nombres franceses, y de los más brillantes: por ejemplo,los de Albert Schweitzer, Georges Sadoul, Maurice Merleau-Ponty, Fernand Braudel y, sobre todo, el de Marcel Bataillon,nuestro más grande hispanista. Hace algunos años —no sé sitodavía ocurre lo mismo—, el único medio de procurarse la fa-mosa obra de Marcel Bataillon, Erasmo y España, era pedir latraducción que Antonio Alatorre publicó, en 1950, en el Fon-do. Y éste no es un caso excepcional, puesto que uno de los mé-ritos más evidentes del Fondo es haber puesto en circulación unbuen número de obras eruditas agotadas en su país de origen.

Tal como es, y sin más comentario, el catálogo del Fondo deCultura Económica señala, de modo sorprendente, el ingresode la América Latina —y especialmente de México— en elconcierto de las grandes potencias espirituales. Su solo volu-men es un comentario a lo que Octavio Paz ha dicho: “Desdeeste momento, somos los contemporáneos de todos los demáshombres.”

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Sobre los nexos editoriales entre México y FranciaPhilippe Ollé-Laprune

La Gaceta conversó con el hoy director de la Casa RefugioCitlaltépetl —la cual forma parte de la red coordinada porel Parlamento Internacional de Escritores—, editor francésavecindado en México que conoce bien nuestra industria,entre otras cosas por haber dirigido la Oficina del Libro dela embajada gala. Convertidas en un texto sin preguntasevidentes, sus respuestas explican por qué conocemos a losautores franceses que conocemos y dan pistas de lo quepodríamos aprender del mundo libresco de aquella anción

América Latina en general y México en particular están muy li-gados a la historia intelectual francesa; de hecho, puede inclu-so decirse que la gente que preparó la independencia de lospaíses latinoamericanos tuvo vínculos intelectuales con el pen-samiento francés, vínculos que se reforzaron más tarde con elpositivismo, especialmente en Brasil y México. Aparte delmundo de las ideas, el público lector estaba atento a la litera-tura francesa en la lengua original; grupos célebres como el delos Contemporáneos y más adelante personas como OctavioPaz y Carlos Fuentes hablaban y leían el francés con total na-turalidad. Pero a partir de los años cincuenta la literatura fran-cesa se entregó a experimentos que a menudo resultaban difí-ciles para el lector: el nouveau roman y los escritores vinculadosa la revista Tel Quel, como Philippe Sollers, produjeron un dis-tanciamiento de la creación literaria con el gran público.

Esto corresponde a un momento extraño en la vida intelec-tual francesa porque esa literatura, tanto narrativa como poe-sía, bastante opaca para el lector común y corriente, produjoun auge de la “paraliteratura”, por ejemplo la ciencia ficción, laliteratura policiaca o incluso el cómic. Es difícil traducir estaclase de obras a otras lenguas y cuando se ha hecho no hanalcanzado nunca un público masivo. Por supuesto, hubo auto-res como Michel Tournier, J.-M. G. Le Clézio o MargueriteYourcenar, que manejaron una literatura bastante cercana allector, pero ese “espacio vacío” produjo al mismo tiempo unauge de las ciencias humanas, especialmente la filosofía, la his-toria y la sociología. Por razones que nadie podrá explicar ja-más, a partir de los años cincuenta y hasta los noventa los pen-sadores franceses recibieron una gran atención del público, apesar de lo cual autores de la talla de Bruno Latour y Dany-Robert Dufour no tienen hoy la presencia que alcanzaronClaude Lévi-Strauss, Michel Foucault, Jacques Derrida, GillesDeleuze o Roland Barthes. Es necesario tomar en cuenta quelas universidades estadounidenses fueron determinantes para eléxito de muchos de estos autores, como ejemplifica el caso deRené Girard, que encontraron en la academia de Estados Uni-dos un trampolín para el mercado mundial.

La atención que los lectores ponían a los autores literarios,o que hacían una filosofía muy accesible a través de su literatu-ra como Jean-Paul Sartre, Albert Camus o André Malraux, pa-só entonces a quienes retomaron esa capacidad de pensar: losautores de ciencias humanas. Sin embargo, es muy difícil saber

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quiénes son hoy los autores importantes de Francia. Despuésde los grandes gurúes ya mencionados —a los que hay que su-mar a Jean Baudrillard o Edgar Morin, que se mantienen acti-vos—, los pensadores contemporáneos se caracterizan por te-ner un discurso muy firme en su campo pero se han negado aser “todólogos” y no buscan estar presentes en los medios ma-sivos de comunicación —para eso tenemos personajes muymediáticos, como Bernard-Henri Lévy, que dicen mucho aun-que en realidad no tengan mucho que decir—. Los pensadoresmás serios, profundos, no tienen la presencia pública que tu-vieron sus antecesores. De ahí que sea complejo determinarquiénes son los pensadores importantes en la Francia de hoy.Annie Le Brun, autora de Del exceso de realidad (México, fce,2004), es un ejemplo de esta clase de autores: saben que tienenlectores muy atentos o, más aún, que en cada lector tienen undiscípulo. Es un regreso a la relación entre autores y lectoresque se dio sobre todo en los años veinte y treinta.

Además, la atención de los lectores mexicanos a los autoresfranceses se ve influida por el filtro de la traducción, que cadavez se realiza más en España, a diferencia de lo que ocurría enlos años sesenta o setenta. Si uno entra en una librería mexica-na, encuentra sobre todo a los grandes autores que alcanzaronel éxito hace unos veinte años. Tal vez esto no sea más que unreflejo de las apuestas, más o menos seguras, de los editores,que buscan capitalizar el éxito de autores bien establecidos. Latraducción siempre toma tiempo, y algunas cosas se exportanbien y otras no. Es el caso del estructuralismo, funcionó per-fectamente, pues penetró en América Latina en un momentoen que el marxismo estaba ya bien establecido en los ambien-tes académicos. Hoy los pensadores actúan con mayor aisla-miento y con mayor especialización, por lo que su aceptaciónes más lenta y difícil.

El mundo literario de la Francia de hoy no pasa por un granmomento respecto de las exportaciones. Esta producción lite-raria es traducida, sobre todo, en España. Anagrama, por ejem-plo, tiene en su catálogo a Jean Echenoz, Pierre Michon y Ma-rie Darrieussecq, todos ellos autores que surgen después de lasvanguardias antes mencionadas. Tuvieron que andar de lutopor la novela, pero seguir escribiendo novelas. Es, pues, una li-teratura que ha perdido la inocencia, que le hace guiños al lec-tor como diciéndole “No te tomes esto demasiado en serio.¡Esto es sólo una historia!”

Muchos de los editores que han trabajado en el Fondo deCultura Económica han tenido una formación francófona, yfrancófila, a la que se agrega una cierta distancia ideológica conEstados Unidos. Francia ha funcionado como un contrapeso, aveces en el campo político, a veces en el económico y aun en elcultural, por lo que es natural que los editores se hayan apro-ximado al pensamiento francés. Sin embargo, no puede identi-ficarse actualmente una corriente intelectual clara después de,por ejemplo, la escuela de Annales o el estructuralismo; hoy noexiste en Francia nada comparable. Lo que se llama el posmo-dernismo es en último término un “enorme basurero” en el

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que cabe de todo. Trabajos como los deJean François Lyotard tuvieron granaceptación en América Latina porque elfin de las ideologías lo vivimos igual enFrancia que en México, aunque tal vezaquí tomará un poco más de tiempo, pe-ro lo dominante es la existencia de “mu-chos pensamientos”, más vivos, más su-tiles, menos monumentales, más voláti-les, como los de Bruno Latour yDany-Robert Dufour.

La célebre broma de Alan Sokal—que puso de manifiesto el uso injustificado de conceptoscientíficos en ámbitos humanísticos— en realidad plantea unapregunta importante: ¿puede alguien definirse a sí mismo co-mo filósofo sin tener conocimientos de las ciencias duras? Parala academia estadounidense, la respuesta evidentemente es ne-gativa. La discusión, sin embargo, puede ser un poco estéril; enpalabras de Deleuze, la filosofía es la ciencia de crear concep-tos, no forzosamente científicos. Además, muchos de los pen-sadores criticados por Sokal existen como tales gracias a la lite-ratura, pues empezaron su trabajo por la literatura: Foucault so-bre Raymond Roussel, Deleuze sobre Marcel Proust, Barthesque habla de literatura todo el tiempo. Todos ellos incorpora-ron la literatura a la filosofía. Así, la posición de Sokal es muyprepotente, pues no se acusa a un científico de llamarse a símismo de esa manera sin saber de literatura.

El mundo del libro francés, por último, puede nutrir la vidaeditorial mexicana. El cómic en Francia ha tenido un auge ex-traordinario. De hecho, hay más autores o dibujantes de có-mics que viven de su trabajo —unos 120— que novelistas, por-que venden, digamos, 500 mil ejemplares de cada obra. Eso nofue siempre así, por supuesto; en los sesenta ya había persona-jes famosos, como Tintin, de Hergé, o Astérix, de Uderzo yGoscinny, que acaso iban dirigidos a un público infantil, peroesos lectores crecieron y siguieron leyendo cómics. Corto Mal-tese, de Hugo Pratt, es un ejemplo sobresaliente. Es difícil en-tender eso en México. Aquí sigue siendo sorprendente que enla sección de cómics de cualquier Fnac puedan reunirse dece-nas de personas a leer historietas; tal vez esa sorpresa se deba aque en México no se ha desarrollado el cómic de calidad, desa-rrollo tal vez imposible porque, como sentenció un alto funcio-

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Para ilustrar este número impregnado de cultura francesa,recurrimos a diversas fuentes históricas que vale la pena se-ñalar. En portada tenemos un grabado de la librería Nou-velle, de 1856. En la página 2 aparecen matrices de la cé-lebre fuente tipográfica Romain du Roi; en la 5, un dibujode Jean-Michel Folon para una investigación sobre la gra-mática estructuralista; en la 7, la portada de la revista LesHommes d’Aujourd’hui, con una caricatura del editor ErnestFlammarion realizada por Émile Cohl; en la 8, los ojos dellector bailan con La Grande Danse macabre des hommes et desfemmes, grabado de J.-A. Garnier de 1728; en la 16, vemosun grabado de Gustave Doré de la imprenta Lahure en

Sobre las ilustraciones de este número

nario cultural mexicano, mientras que en Francia el cómic escultura, aquí es arte popular.

También es destacable la explosión, en las tres últimas déca-das, de la literatura infantil y juvenil. Una evidencia de ello esque Gallimard Jeunesse, que fue fundada por tres personas enuna oficina diminuta, representa hoy un tercio de las ventas dela empresa en su conjunto, al punto de ser la editorial de esegénero más grande del mundo. Ese auge está ocurriendo enMéxico, pero la industria dirigida al lector infantil y juvenil aúndepende del estado y no del mercado, como debería. Sin duda,si alguien conociera la receta para lograr este desarrollo, hacetiempo que la habría aplicado. Y es que en este terreno se apli-ca un regla fundamental: para que haya lectores, primero tieneque haber libros. En ese sentido, el ejemplo del sistema de bi-bliotecas públicas en Francia puede orientar las políticas públi-cas mexicanas, pues lo primero es que haya las obras y poner-las al alcance de la gente, y luego habrá lectores.

Hay otra área editorial en expansión, si bien no es exclusivade Francia: la divulgación del saber, de la que es emblemáticala colección Que sais-je? Un ejemplo contemporáneo que me-rece una mención es la colección 128, de la editorial ArmandColin, que en 128 páginas explica un tema de actualidad. Y hayun tipo de libro, como los de la colección Quarto, de Galli-mard, que recopila en ediciones baratas, de unas mil páginas ya un precio extraordinariamente bajo, la obra casi completa, oal menos la fundamental, de un autor; desde luego no se tratade ediciones críticas o universitarias, pero sí son obras muyconfiables. Todas estas iniciativas parten de que lo básico ya es-tá en el mercado y de que el reto es buscar una difusión muchomás amplia.

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1854; en la 22, hay una página del Épreuve des caractères del’Imprimerie Royale, con tipos grabados por PhilippeGrandjean, impreso en 1760; en la 23, un grabado del con-de de Caylus donde se representa a Voltaire en la Bastilla,de 1718; en la 24, un grabado más, de Garvelot para LaNouvelle Héloïse; en la 27, una acuarela de Louis Simon-neau en que se presenta la fundición de caracteres tipográ-ficos; en la 31, una página de Les Menus propos, de PierreGringore, impreso de 1521, y finalmente en la 32, vemosuna placa con el diseño de las letras A y B para la Romaindu Roi, grabada asimismo por Louis Simonneau hacia1716.

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Prácticas culturales y universos lectoresKenya Bello

Entre las muchas cualidades de la sociología francesa sehalla su interés por las prácticas de consumo cultural. El Fondo ha buscado abrir una ventana a diversas obras que dan cuenta de esas manifestaciones, como ejemplo de lo que podría hacerse en nuestro país

Desde finales de la década de los noventa, el Fondo de Cultu-ra Económica integró a su catálogo un proyecto editorial —yle dio vida más allá de los libros con la organización de semi-narios— que busca contribuir al fomento de la lectura y de laescritura en nuestro país: la colección Espacios para la Lectu-ra, fundada por Daniel Goldin. Dicha colección no sólo poneconocimientos especializados al alcance de maestros, pedago-gos, bibliotecarios y demás personas que realizan actividadesen el campo de la formación de usuarios de la cultura escrita,sino que también se propone acompañar y reforzar la labor queesta casa editorial hace en el terreno de la literatura infantil yjuvenil, pues con esta iniciativa el fce, además de crear librospara estos lectores, se preocupa por diseminar conocimientosque contribuyan a que, efectivamente, tanto los niños como losjóvenes entren en contacto con los libros y se desarrollen ple-namente como lectores.

Espacios para la Lectura presenta una serie de investigacio-nes que —desde distintas disciplinas como la pedagogía, el psi-coanálisis, la antropología, la historia y la sociología— giran entorno a la educación, la lectura, los lectores, los no lectores, loslibros, la literatura y, por supuesto, la escritura. Una parte im-portante del conocimiento que se ha acumulado sobre estos te-mas proviene de la sociología de la lectura y en particular delos trabajos que en esa línea se han llevado a cabo en Fran-cia, los que además se distinguen por ser pioneros. En conse-cuencia, la colección ha dedicado un buen número de sus títu-los a la difusión de los avances que ha logrado ahí la sociologíade la lectura.

Políticas públicas y desarrollo cultural

Si bien desde los años ochenta los estudios relacionados con lasprácticas de lectura y el consumo cultural se han multiplicadode forma creciente en el mundo, sobre todo en Europa, ningu-na nación cuenta con investigaciones de tan largo aliento nicon un acervo de datos y de estudios tan extenso y variado co-mo el que se ha logrado construir en el país galo. Los gérme-nes de lo que ahora se conoce como sociología de la lecturaaparecieron en Francia desde hace medio siglo, en 1955, con laprimer encuesta sobre lectura y pasatiempos.

El devenir de esta subdisciplina ha estado estrechamentevinculado al de las políticas culturales instrumentadas por losgobiernos de la posguerra, es decir a los avatares de la quintarepública, que va desde finales de los años sesenta —época enla que la sociedad francesa, bajo el mando del general De Gau-lle, apenas empezaba a recuperarse de las secuelas de la segun-

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da guerra mundial, cuando tuvo que hacer frente a las guerrasde liberación colonial en Argelia e Indochina— hasta la actua-lidad. Algunas de esas políticas han dejado su impronta en estecampo de estudios sociológicos a través de las condiciones ins-titucionales que crearon, y permiten entender, aunque sea par-cialmente, cuáles han sido las condiciones que impulsaron sudesarrollo.

La historia contemporánea de las políticas culturales enFrancia se inició formalmente en 1959, cuando se fundó el Mi-nisterio de Asuntos Culturales, y cuyo primer ministro fue elescritor André Malraux. A partir de entonces el estado francésse planteó como misión llevar las políticas en materia culturalmás allá del mero fomento a las bellas artes, extender el alcan-ce de sus programas y, sobre todo, democratizar el acceso a lacultura con la incorporación de las clases populares. Por aque-llos años se crearon las casas comunitarias de cultura, comosímbolo del “ensanchamiento” de los deberes estatales en esamateria. En las décadas posteriores fueron desarrollándose po-líticas e instituciones que buscaban hacer avanzar estas ideas entodas las áreas de la cultura y las artes. En el caso específico delas prácticas culturales y de la lectura, en 1973 el ministerio decultura aplicó por primera vez una encuesta única en su géne-ro: Prácticas culturales de los franceses.

El propósito de la encuesta, que se sigue aplicando cadaocho años, es conocer de forma más precisa las necesidadesculturales de los ciudadanos; funciona como instrumento deplaneación, pues en la medida en que se sabe más sobre estasnecesidades aumentan las probabilidades de planear adecuada-mente y de distribuir con mayor equidad tanto los recursos co-mo la infraestructura cultural. La encuesta recoge informaciónsobre los modos de vida, los pasatiempos y los gustos artísticosde los franceses, y también acerca de sus prácticas deportivas,sus usos de la televisión, de la radio, de la prensa, de los librosy de las bibliotecas; en suma de todo aquello que se relacionecon actividades culturales y de ocio. El tipo de preguntas quepermite responder son, por ejemplo, quién va al teatro, al cine,a los museos, quién asiste a conciertos, a las bibliotecas, quiénlee y cuánto. La evaluación de todas estas actividades en suconjunto no sólo da cuenta de las tendencias de desarrollo cul-tural de la Francia de la posguerra sino que permite detectardesigualdades en el acceso a las actividades y a los bienes cul-turales. Se cubre un espectro de prácticas muy amplio en el quela lectura ocupa un lugar especial, por lo que esta encuesta hasido un referente y una fuente de información para los trabajosque se han dedicado al tema.

Otro avance en ese rumbo, que también se dio en los añossetenta, fue la creación de la Dirección del Libro y de la Lec-tura. Esta dependencia se ha hecho cargo desde entonces de laconservación del patrimonio documental, de las bibliotecasmunicipales, departamentales y de la Biblioteca Nacional deFrancia. Asimismo, coordina las políticas de fomento a la lec-tura, a la edición y a la difusión de libros. Un aspecto distinti-vo de su labor es que se apoya en un Servicio de Estudios e In-

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vestigaciones sobre la lectura y las bibliotecas, que resguarda laBiblioteca Pública de Información (bpi) del Centro GeorgesPompidou. Debido al papel activo que ha tenido en la promo-ción de investigaciones, la bpi ha sido un motor fundamentalpara el avance de las sociologías de la cultura y de la lectura.

En los años ochenta y noventa, la política cultural del go-bierno de François Miterrand retomó con intensidad el discur-so de la democratización cultural, y aunque sus acciones dieronprioridad a la creación de grandes obras —el Arco de la Defen-sa, la pirámide del Louvre, la Ópera de la Bastilla y la propiaBiblioteca Nacional fueron algunas de ellas—, se le dio conti-nuidad a la encuesta sobre prácticas culturales y a los proyec-tos de la dirección del libro.

Además de estos estímulos institucionales, la aparición y laexpansión de un campo de estudios sociológicos dedicado a lalectura se dio en un terreno previamente labrado y abonado porla sociología de la cultura. Hay que reconocer que aunque las in-vestigaciones sobre la lectura se nutren de las tradiciones más re-presentativas de la sociología francesa, las influencias de los so-ciólogos de la lectura han sido más diversas. Muchas de sus dis-cusiones e inquietudes son una herencia de los movimientossociales a favor de la educación popular, que en los años sesentapugnaban por una educación integral y para todos, que unifica-ra la ciencia, la técnica, el deporte y las artes. En síntesis, unaeducación que más allá de los marcos formales de la escuela y lafamilia formara ciudadanos en el sentido más amplio del térmi-no. Tanto en las universidades, a través de grupos de trabajo, co-mo en publicaciones especializadas se le dio cabida a estos temas.

De los “poco lectores” a las trayectorias de lectura

En esas condiciones institucionales e intelectuales, la sociolo-gía de la lectura encontró su fermento. Tuvo una primera eta-pa —que alcanzó su mayor auge en la década de los setenta—

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en la que las investigaciones recurrieron a las encuestas comomedio privilegiado para obtener información. En ese momen-to la práctica sociológica, a nivel mundial, estaba fuertementeinfluida por los discursos positivistas y por el peso que éstos ledaban a las técnicas estadísticas, por lo que no debe extrañarque los investigadores franceses se hayan dedicado a explo-rar las prácticas culturales, incluidas las de lectura, desde unaóptica casi exclusivamente cuantitativa. De acuerdo con estaconcepción se construyó una tipología que clasifica a los lecto-res en función del número de libros que leen por año: un “po-co lector” es aquel que lee de 1 a 9 libros al año, un “lector me-dio” lee entre 10 y 24, mientras que un “gran lector” lee 25 li-bros o más.

Con ayuda de esta clasificación, los sociólogos llevaron a ca-bo numerosas encuestas —cuyo principal promotor fue el es-tado, como ya se describió, y en menor medida los editores, loslibreros y las asociaciones interesadas en el fomento a la lectu-ra—, que ayudaron a construir una visión panorámica de lasprácticas de lectura en Francia; principalmente, en términos desus tendencias a lo largo de los años y en cuanto al peso quetienen algunos condicionamientos sociales en los hábitos delectura. Se detectaron y documentaron las diferencias entre losdistintos estratos sociales, entre los habitantes del campo y dela ciudad, entre las mujeres y los hombres, entre las distintascategorías profesionales y entre las generaciones. De hecho lasinvestigaciones de Pierre Bourdieu, Los herederos: los estudiantesy la cultura y La distinción. Criterio y bases sociales del gusto en par-ticular, son un magnífico ejemplo del tipo de análisis que sepracticaba en aquel momento porque sus procedimientos esta-dísticos fueron un modelo a seguir y la argumentación teórica,pese a que no fue recuperada en igual magnitud, no dejará deser un referente para los sociólogos de la lectura.

No obstante el grado de desarrollo que habían alcanzado losestudios cuantitativos, las prácticas de lectura se empezaron aanalizar, a finales de los años ochenta, a la luz de horizontesque aunque no eran inéditos dentro de las ciencias sociales síresultaron acercamientos renovados porque recuperaban lacentralidad que tiene la visión de los actores en la explicaciónde los fenómenos sociales. Se reconocía la utilidad de los aná-lisis cuantitativos pero se hacía cada vez más evidente que esesesgo había dejado a un lado consideraciones en torno a las di-ferencias que pueden tener las prácticas de lectura dentro deun mismo grupo, tampoco se consideraron los efectos diferen-ciales que un mismo medio social puede tener sobre las trayec-torias de lectura particulares, ni el efecto que ejercen las repre-sentaciones legítimas de la lectura en la imagen que tienen desí los propios lectores, de suerte que ciertos estratos socialessobrestiman sus usos de la lectura mientras que otros los subes-timan. Por ejemplo, los “poco lectores” no consideran que sulectura de periódicos, revistas y diccionarios pueda ser conside-rada como “verdadera” lectura.

Los estudios cualitativos cuestionan que pueda reducirse larelación que tiene un individuo o un grupo social con la lectu-ra a la cantidad de libros leídos durante el año, o al menos afir-man que ése no puede ser el único parámetro. Estos trabajosrecurrieron a las historias de vida y a las entrevistas en profun-didad para tratar de explicar qué leen los que leen poco, cuálesson sus representaciones de la lectura, cómo leen, cuál es su re-lación material con lo impreso, cómo lo adquieren y cómo seinserta en sus redes de socialización. Esta corriente puso en du-

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da la clasificación que se hacía de los lectores y la categoría es-tigmatizada de los “poco lectores”, ya que en su opinión no sepuede sostener, junto con las encuestas gubernamentales, queel mejor lector es el que más lee. La colección Espacios para laLectura ha sido receptiva a estas posturas y es la parte de la so-ciología de la lectura francesa a la que ha hecho eco.

Lecturas precarias. Estudio sociológico sobre los “poco lectores”(2002), de Joëlle Bahloul, e Historias de lectura. Trayectorias devida y de lectura (2003), de Michel Peroni, son un par de inves-tigaciones representativas de la reorientación que se dio dentrode los estudios sociológicos sobre la lectura. Ambos sociólogoscoinciden en mostrar que el grupo de los llamados “poco lecto-res” es más heterogéneo de lo que se cree, pues como lo señalanlas encuestas, aunque se concentra en las capas inferiores de lapirámide social, también cuenta con miembros de los otros ni-

veles e incluso de las clases más altas. Muestran que en el trans-curso de su vida un individuo puede tener una relación máscercana o más lejana con la lectura, puede salir del grupo de los“poco lectores” y regresar en otro momento. Para ellos lo másimportante es rescatar, a través del seguimiento de la trayecto-ria de un lector, la forma en que el tejido social modela lasprácticas de lectura y los usos de lo escrito que de ahí emergen;por ello, más que de escalas cuantificables, hablan de escenariosde lectura estables o inestables, de prácticas de lectura abiertaso cerradas. En esta lógica, dentro de un mismo estrato socialpuede haber varios universos lectores. Su intención también esmostrar que esta clasificación es una forma de violencia simbó-lica pues la “poca lectura” se mide en función de las prácticas

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socialmente legítimas o prestigiosas y se pasa por alto que esasprácticas pierden gran parte de su razón de ser en otros ámbi-tos socioculturales, es decir, fuera de los circuitos de la culturalegítima, la lectura puede llegar a ser percibida como una acti-vidad ociosa e inútil, a la que se le dedica un tiempo residual yen la que no se depositan expectativas de movilidad social.

Asimismo hay un desplazamiento desde los libros hacia loslectores en los estudios que caracterizan esta nueva etapa. Mi-chèle Petit, con ayuda de la antropología y el psicoanálisis, en-fatiza en Nuevos acercamientos a los jóvenes y a la lectura (1999) yen Lecturas: del espacio íntimo al espacio público (2001), la impor-tancia que la lectura tiene en la conformación de la identidad,pues supone un trabajo de apropiación activa de la cultura im-presa y de construcción de significados. Petit sostiene que lalectura incrementa las posibilidades de autonomía individualporque enriquece el horizonte lingüístico de los sujetos; en esesentido, la lectura, la escritura y el lenguaje se refuerzan entresí en la conformación de individuos plenos y forman parte delos derechos culturales que garantizan la movilidad social y laplena integración a la ciudadanía. Sus reflexiones también senutren del análisis de las trayectorias de jóvenes lectores quehan modificado su percepción de sí mismos y que han remon-tado situaciones de marginación social gracias a su contactocon las bibliotecas públicas y con la lectura. En esta óptica laformación de usuarios de la cultura escrita debe pensarse comouna actividad de mediación, como un esfuerzo por aproximarlos libros y la cultura escrita a aquellos que por diversas cir-cunstancias no han podido acercarse. Para fomentar la lecturaes necesario tener claro que los libros pueden suscitar miedos:no en todos los medios sociales la lectura es bien vista y las mo-tivaciones que mantienen a alguien alejado de los libros pue-den ser muchas.

A grandes rasgos, éstas son las nuevas rutas que ha abiertola sociología de la lectura en Francia y que complementan ellargo camino andado por las encuestas sobre prácticas cultura-les. Todos estos trabajos fueron financiados por la bpi, lo quereafirma el papel preponderante que han jugado las políticasestatales en el desarrollo de los estudios sobre la lectura. A pe-sar de que se sigue trabajando para el estado, las investigacio-nes sobre las trayectorias de lectura buscan una mayor autono-mía discursiva y han profundizado de manera detallada en losespacios que las encuestas no cubrían. Es evidente que ambosenfoques son deseables, pues a veces hay que observar las prác-ticas de lectura con un telescopio, en busca de las grandes ten-dencias, y en otras ocasiones, cuando lo que interesa es el de-talle, hay que recurrir al microscopio; el reto será crear inves-tigaciones que vean las dos caras de la misma moneda.

Los avances que ha logrado la sociología de la lectura enFrancia proporcionan una caja de herramientas para entendercuáles son los mecanismos sociales y culturales que facilitan oinhiben el acceso a la lectura, así como un arsenal de conoci-mientos para encarar de forma más reflexiva la promoción dela cultura escrita. En materia de formación de lectores no hayrecetas, por lo que todo aquel que se acerque a estos trabajosdeberá extrapolar a sus propias vivencias y entorno lo que sepuede aprender de la experiencia francesa. Al recuperar estostrabajos, la colección Espacios para la Lectura contribuye a quese desarrolle en nuestro país un campo de estudios sociológi-cos que pude ser muy prometedor; ojalá que este proyecto sigacreciendo.

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Francia en el cono surHoracio Zabaljáuregui

Vale la pena echar un ojo a parte de la producción denuestra filial en Argentina, pues en los últimos años ahí ha florecido de manera sobresaliente la traducción de obras francesas. El responsable de la venta de esas obrasen nuestra oficina en Buenos Aires —que no en baldealgunos consideran la París de Sudamérica— repasa aquí este fructífero periodo, en cuya conducciónparticiparon Alejandro Katz y Leandro de Sagastizábal,actual director de la filial

Los autores franceses han tenido una presencia destacada en elprograma editorial desarrollado por la filial argentina del Fon-do en la última década. La aparición de obras de Ricœur, Vi-dal-Naquet, Roudinesco, Vernant, Touraine o el mismo Fou-cault entronca con algunos nombres históricos del catálogo deMéxico como Pirenne, Braudel, Bloch, Aron, Dumézil, Bache-lard o Levi-Strauss.

El primer “desembarco” de un título importante (que con-jugaba un nombre de prestigio en el campo de la sociología yuna obra largamente esperada) seguramente fue la Crítica de lamodernidad de Alain Touraine en 1994. En dicha obra el autorhace un relevamiento de un tema que había sido puesto en te-la de juicio en los años ochenta y sometido a múltiples redefi-niciones. Touraine sostiene que lo que caracteriza a la moder-nidad es la creciente separación entre el mundo objetivo y el dela subjetividad, con su apelación a la libertad. Un año más tar-de, se edita ¿Qué es la democracia?, del mismo autor, en donderetoma algunos postulados de su libro anterior e intenta de-mostrar que un lazo necesario une a la cultura democrática y ala idea de sujeto. Las referencias que se hacen aquí a la econo-mía globalizada y a las culturas agresivamente (¿o violentamen-te?) encerradas en sí mismas se despliegan en ¿Podremos vivirjuntos?, que, publicado en 1997, constituye un intento de esca-par a la disyuntiva inquietante entre el modelo uniforme de laglobalización mundial que ignora la diversidad de las culturasy el aislamiento de las comunidades que afirman su identidaden la exclusión del otro.

De 1994 es uno de los títulos emblemáticos del programalocal: Lacan, esbozo de una vida, historia de un sistema de pensa-miento. Se trata de una exposición sistemática de la teoría deLacan y también un fresco de la cultura francesa del siglo xx.En efecto, por él desfilan Koiré, Kojève, Bataille, Heidegger,Sartre, Althusser, Lévi-Strauss, Dalí. Con algo de chamán y dedandy, Elisabeth Roudinesco muestra los grandes anhelos deLacan: dominar el tiempo, conocer a los grandes de este mun-do, coleccionar los objetos, seducir a las mujeres, pero tam-bién, y sobre todo, construir un sistema de pensamiento fun-dado en la determinación del sujeto por el lenguaje. La ediciónlocal resaltó el costado excéntrico del psicoanalista francés conuna foto de tapa que exhibía a un Lacan joven con el torso des-nudo fumando un puro, lo que incluso motivó las protestas dela autora, que temía que esa tapa demasiado cercana a “las re-

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vistas del corazón” diera una falsa impresión del contenido. Ellibro no sólo fue un éxito entre la nutrida población de psicoa-nalistas locales que lo esperaban con avidez sino que ganó tam-bién un público más vasto interesado por las ideas de este inte-lectual singular y el despliegue de anécdotas que vinculaban atantos popes de la intelligentzia del viejo continente.

También de Roudinesco se publicó en 2003 La familia en de-sorden, en el que la autora analiza la irrupción de lo femenino yla degradación de la figura del padre, teorizadas por Freud me-diante las historias de Edipo y Hamlet, y que marcó el iniciodel proceso de emancipación de las mujeres.

En 1997 aparece El horror económico, que fue el mayor éxitode ventas de la filial con sus 70 mil ejemplares desplazados y quetrascendió el mercado local, ya que su impacto se extendió aotros mercados del continente, como el mexicano, donde tuvouna muy buena recepción. El libro de Viviane Forrester, escri-to en un tono cercano al panfleto para algunos, para otros en latradición del J’acuse de Zola, venía a decir que el rey estaba des-nudo, que ahí donde se explica que la extinción del trabajo esapenas coyuntural se oculta que, por primera vez en la historia,el conjunto de los seres humanos es cada vez menos necesario:éstos ya ni siquiera son explotables, se han vuelto superfluos.

Si este libro tiene un mérito es el de haber instalado el de-bate fuera del ámbito de la economía y de la política para ubi-carlo en el espacio público. De ahí, la aceptación masiva quetuvo. Puso en palabras lo que la gran mayoría pensaba y no sa-bía cómo decir. Para Forrester, el desempleo, la marginación,las crecientes desigualdades sociales y culturales no son patri-monio de los especialistas sino que afectan a la inmensa mayoríay por ende deben ser discutidos por el conjunto de la sociedad.De la misma autora se publicó en 2000 Una extraña dictadura,donde denuncia el modelo hegemónico del neoliberalismo querige la globalización y la explota en detrimento de las grandesmayorías

Otra obra fundamental que aparece en 1999 es La miseriadel mundo, que condensa el ambicioso trabajo de un equipo desociólogos coordinados por Pierre Bourdieu que a lo largo detres años realizaron entrevistas que se presentan acompañadaspor análisis teóricos y planteamientos metodológicos. Apare-cen en ella la crónica de un joven militante del Frente Nacio-nal, de la profesora de un colegio ubicado en una zona desfa-vorecida, de un comerciante vinatero arruinado, de los inmi-grantes y de aquellos a los que se sigue llamando “inmigrantes”aunque hayan nacido en Francia: todas éstas constituyen lasmúltiples perspectivas que los autores tratan de comprender.Esta obra que es un hito en la renovación de la metodología deltrabajo de campo sociológico y representó desde el punto devista editorial un verdadero tour de force, ya que, entre otrascuestiones, fue de una muy compleja traducción.

En el año 2000 la filial inicia la publicación de los semina-rios que dictara Michel Foucault en el College de France a me-diados de los años setenta. El primero de ellos es Los anorma-les, en el cual, a partir de múltiples fuentes teológicas, jurídicas

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y médicas, Foucault enfoca el problema de esos individuos “pe-ligrosos” a quienes, en el siglo xix, se denomina “anormales”.Define sus tres figuras principales: los monstruos, que hacenreferencia a las leyes de la naturaleza y las normas de la socie-dad; los incorregibles, de quienes se encargan los nuevos dis-positivos de domesticación del cuerpo, y los onanistas, que danpábulo, desde el siglo xviii, a una campaña orientada a discipli-nar a la familia moderna.

Del mismo año es Defender la sociedad, que corresponde alcurso que Foucault dictara entre enero y marzo de 1976, en elque examina la pertinencia del modelo de la guerra para anali-zar las relaciones de poder. Foucault define dos formas de esepoder: el poder disciplinario, que se aplica sobre el cuerpo pormedio de las técnicas de vigilancia y las instituciones punitivas,y el que en lo sucesivo llamará biopoder, que se ejerce sobre lapoblación, la vida y los seres vivientes. La siguiente entrega delos seminarios es La hermenéutica del sujeto, que recoge las cla-ses dictadas en el curso de 1982, en el que muestra las técnicas,los procedimientos y los fines históricos con los que un sujetoético se constituye en una relación determinada consigo mis-mo. Para ello Foucault práctica una relectura de obras clásicasdel pensamiento antiguo: del Alcibíades de Platón, a las medita-ciones de Séneca, Marco Aurelio y los filósofos de las escuelasestoica y cínica.

Finalmente, en 2005 aparece El poder psiquiátrico, que co-rresponde al curso dictado entre noviembre de 1973 y febrerode 1974. Esta obra mantiene con trabajos anteriores una rela-ción de continuidad, en tanto se inscribe en el “punto de llega-da o, en todo caso, de interrupción” de la Historia de la locura,pero también de discontinuidad, ya que, en las propias palabrasde Foucault, se trata de “advertir lo que se ha hecho desde unaperspectiva diferente y bajo una luz más nítida”.

Pierre Vidal-Naquet, historiador de las religiones de unaerudición notable, es uno de los intelectuales que ha estudiadoel tema de la memoria de manera rigurosa y con un compro-miso inclaudicable. De él se había publicado Los judíos, la me-moria y el presente, que es una selección de textos que explora-ban la difícil relación en el seno de la historiografía entre me-moria e historia, verdad e ideología, relato y acontecimiento.En el año 2001, la filial publica El mundo de Homero, que es deesos libros en los que la erudición no va reñida con la sencillezy la amenidad. Homero describe a su manera los inicios de lasociedad democrática, las relaciones entre ciudadanos libres yesclavos, entre los griegos “civilizados” y los “bárbaros”, entrelos hombres y los dioses; revela lo que dicen los textos más an-tiguos acerca de la batalla, la muerte, el más allá, el poder y lossortilegios. Asimismo, describe la historia de esas generacionesde hombres que, desde el Renacimiento hasta James Joyce yPrimo Levi, han hecho del mundo de Homero una fuente deenseñanza, de vida y de esperanza.

En el año 2001 llegan al catálogo dos figuras centrales delpensamiento francés contemporáneo: Cornelius Castoriadis yPaul Ricœur. Del primero se publica Figuras de lo pensable, obracon la que el pensador concluye la serie “Las encrucijadas dellaberinto”, inaugurada en 1978. Profundiza aquí algunos de lostemas que ya había trabajado anteriormente: los límites de laracionalidad del capitalismo, la democracia como autoinstitu-ción explícita de la sociedad, la creación literaria como crea-ción/posición de nuevos tipos de eîdos, la interrogación filosó-fica sobre la ciencia o el modo de ser de lo sociohistórico y de

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la psique. A este libro le sigue, en el 2003, Sobre El político dePlatón, que es la transcripción del seminario consagrado a Elpolítico, uno de los diálogos más ricos y complejos de Platón.Castoriadis pone de relieve las diferencias y oposiciones entreel imaginario político griego y el imaginario político moderno.En el 2004 se editó Sujeto y verdad en el mundo histórico-social,que inaugura la publicación integral de sus seminarios en espa-ñol. En el presente volumen aborda dos cuestiones para él in-disociables: qué es el sujeto hoy y en qué medida es posible lacreación histórico-social de la verdad.

De Ricœur aparece en el 2001 Del texto a la acción (del mis-mo año es la edición en la casa matriz de La naturaleza y la nor-ma que reúne su diálogo con el neurobiólogo Jean PierreChangeux), donde hilvana las etapas de un recorrido original(de la fenomenología a la hermenéutica, de la hermenéutica deltexto a la hermenéutica de la acción). Ricœur entrecruza aquísu pensamiento con el de Dilthey, Heidegger, Gadamer, perotambién con las ciencias humanas, la Escuela de Francfort, lafilosofía del lenguaje y la filosofía política. El conflicto de las in-terpretaciones, publicado en el año 2003, reúne ensayos que,aunque centrados en la filosofía del lenguaje trasponen en estepunto los confines filosóficos y dialogan no solamente conHeidegger, Marx y Freud, sino también con la lingüística y lateología, iluminando la totalidad de la obra de Ricœur.

La memoria, la historia y el olvido apareció en el 2004 y es laúltima gran obra del filósofo recientemente desaparecido y sinduda está destinada a convertirse en un clásico del catálogo dela editorial. En la primera parte, la memoria es examinada apartir de la fenomenología (la dimensión individual y colecti-va, los vínculos entre imaginación y memoria, recuerdo e ima-gen); en la segunda se enuncia las fases del conocimiento his-tórico e interroga la temporalidad y la escritura de la historia;finalmente en la tercera propone una vasta reflexión en tornoal olvido y el perdón (huella del pasado y memoria reconcilia-da, respectivamente) y teje un diálogo con Friedrich Nietzs-che, Maurice Halbwachs y Pierre Nora.

Deberes y delicias. Una vida entre fronteras es el libro que re-coge las conversaciones de Tzvetan Todorov con CatherinePortevin. El lingüista, historiador y filósofo se ocupa aquí de laverdad, el mal, la justicia y la memoria; del desarraigo, del en-cuentro de culturas y de las derivas de las democracias moder-nas. Repasa su vida en Bulgaria y Francia, su amor por la lite-ratura, su alejamiento del estructuralismo y del apoliticismo.

Phillippe Sollers es una figura emblemática de la intelectua-lidad francesa de las últimas cuatro décadas. Su Misterioso Mo-zart publicado en el 2003 constituye el aporte y el homenaje li-terario al misterio de la música de Mozart.

La Colección Popular ha dado cabida a una serie de librosbreves en los que encontramos nombres prestigiosos del pen-samiento francés: cabe citar las conferencias radiales de Mau-rice Merleau-Ponty reunidas en El mundo de la percepción, elbreve y profético texto de 1934 de Emmanuel Levinas, Algunasreflexiones acerca de la filosofía del hitlerismo, o las cuatro entre-vistas realizadas a Vladimir Jankélévitch, reunidas en Pensar lamuerte, donde el filósofo aborda el misterio del instante mor-tal. Dos pensadores de la posmodernidad tienen su lugar en es-ta colección: Jean Baudrillard quien junto al arquitecto JeanNouvel realizan un enfoque filosófico de la arquitectura en Losobjetos singulares y Paul Virilio quien en Amanecer crepuscularanaliza cómo la creación de artefactos cada vez más complejos,

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rápidos y potentes aumenta de modo exponencial el riesgo y lamagnitud de los accidentes.

Asumiendo el riesgo del caos que amenaza a toda enumera-ción, pero tratando de ser lo más exhaustivos posible, cerrare-mos este recorrido por la generosa presencia de autores fran-ceses en el programa editorial de Argentina con una referenciaa Thèrése Delpech, Olivier Roy y Alain Joxe, autores que ana-lizan la nueva coyuntura internacional a partir de los sucesosdel 11 de septiembre del 2001 y el papel hegemónico que en

El filósofo en el corazón dFrançois Dosse

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esta asume Estados Unidos y, en otra vertiente temática, a Ro-ger Pol-Droit autor de Tan locos como sabios, 101 experiencias defilosofía cotidiana, Las religiones explicadas a mi hija y En compañíade los filósofos, que es un pionero de una línea editorial muy enboga: la divulgación de la filosofía. Este recorrido demuestraque la generosa cantidad de autores franceses va de la mano dela calidad y que sin duda constituyen un aporte valioso, al tiem-po que marcan una continuidad con el riquísimo acervo edito-rial del Fondo de Cultura Económica.

e la ciudad

Siempre guiado por la preocupación de lo justo y labúsqueda de un saber práctico, Paul Ricœur atravesó elexistencialismo, el estructuralismo y la filosofía analítica,articulando permanentemente la argumentación y lainterpretación. Presentamos aquí la cronología de un recorrido ejemplar, publicada en el número 390de la revista francesa Magazine Littéraire

Nacido en vísperas de la catástrofe mundial, el 27 de febrero de1913 en Valence, Paul Ricœur estuvo profundamente marcadopor un siglo trágico que él atravesó comprometiéndose plena-mente con los temas primordiales, para tratar de aclarar su sen-tido. Nacido en el seno de una familia protestante, huérfano atemprana edad, pierde a su madre poco después de nacer y lue-go a su padre, que desaparece en la batalla del Marne, en sep-tiembre de 1915. Rápidamente su pasión por los libros y la lec-tura contribuirá a crear una fuerte identidad que reconstruye enel espacio que ha quedado vacío, fuente de una profunda humil-dad y de un camino interior que pasa inexorablemente por elotro. Iniciado tempranamente en los círculos filosóficos, fre-cuenta con regularidad los “viernes” de Gabriel Marcel, quienjuega en su vida el papel de “iniciador”. De esta etapa conserva-rá en especial la práctica impuesta a todos los participantes delos encuentros: nunca aceptar sin más la palabra del otro y siem-pre afirmar el propio punto de vista. Por otra parte, en contras-te con la formación más bien clásica que recibe en la Sorbona,descubre una especulación filosófica en la que prima el acto y elacontecimiento, por lo tanto la experiencia, así como una acti-tud siempre cuestionadora que debe impulsar al ser.

Tiempo de existencialistas

Tener 20 años en 1933, para el joven licenciado en filosofía quese prepara para una maestría sobre el problema de Dios en La-chelier y Lagneau, es una invitación a participar en lo que JeanTouchard llama “el espíritu de los años treinta”: la ebulliciónde una juventud contestataria que busca una tercera vía queexige con idéntica determinación la perspectiva de un materia-lismo individualista y la de un materialismo colectivista. En esecontexto nacen muchas revistas heterodoxas, como Combat,

Ordre Nouveau, Plans y, sobre todo, Esprit, creada en 1932, quedespierta su entusiasmo, el de un protestante preocupado porla libertad de expresión, y que lo lleva a crear en 1936 la peque-ña revista Être, de inspiración barthiana (por Karl Barth). Es-cribe sus primeros artículos en 1935, en la revista sorprenden-te y detonante que se llama Terre Nouvelle, órgano de los “cris-tianos revolucionarios por la unión de Cristo y de lostrabajadores para la revolución social”, y cuya portada muestraa la vez la cruz de Cristo y la hoz y el martillo del comunismo,con el fondo de un planisferio en el que Francia y la URSS es-tán unidas por el color rojo. En esa corriente de cristianos ra-dicales, Ricœur conoce a André Philip, futuro diputado delFrente Popular en 1936, quien le advertirá acerca de los ries-gos del pacifismo durante el debate sobre Munich.

Movilizado en 1939 como oficial de reserva, cae rápidamen-te en manos del ejército nazi, cuyo avance sobre el territoriofrancés se efectúa al ritmo kilométrico de las etapas diarias deltour de France de ciclismo. Una vez prisionero, se lo envía a laPomerania oriental, primero al campo de Gross-Born, luego alde Arnswalde hasta el fin de la guerra. En este último campocomparte la barraca con otros siete compañeros, todos intelec-tuales. Este lugar es conocido por el resto de los prisioneroscomo la Stube de los filósofos. Ricœur comparte entonces la vi-da cotidiana con Roger Ikor, Jacques Desbiez, Paul-André Le-sort, Jean Chevallier, Fernand Langrand, Savinas y Mikel Du-frenne, también filósofo y con quien trabaja la obra de KarlJaspers. Esta lectura compartida de Jaspers dará lugar a su pri-mera publicación en 1947, Karl Jaspers et la philosophie de l’exis-tence [Karl Jaspers y la filosofía de la existencia], de la cual Du-frenne es coautor. Al mismo tiempo traduce (a escondidas desus carceleros) a Husserl, autor puesto en el Index por los na-zis. Se ve entonces obligado a utilizar los márgenes de Ideen I

para realizar esta traducción clandestina que aparecerá en 1950.Después de su cautiverio, Ricœur se instala por un tiempo

en un lugar señero de la resistencia pasiva al invasor, en Cham-bon-sur-Lignon, que fue lugar de tránsito y refugio para 600niños judíos salvados de la “solución final” gracias a una redcreada por la organización ecuménica Cimade y los pastoresAndré Trocmé y Edouard Theis. Lejos de la agitación de Pa-rís, en este aislado enclave del alto Loira, Ricœur enseña filo-sofía y prepara su tesis sobre la voluntad. El clima comunitario

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le encanta, ya que allí los profesores viven en simbiosis con susalumnos en el interior de ese microcosmos.

Los años inmediatamente posteriores a la guerra señalan eltriunfo del existencialismo sartreano. Ricœur también se ad-hiere al existencialismo, pero a un existencialismo estrecha-mente unido al pensamiento de Gabriel Marcel, Jaspers yKierkegaard, es decir, no a la manera de Sartre, que plantea unaislamiento de su tiempo de un ser para sí, una libertad que seorigina en la nada, sino con un compromiso entero del ser co-mo acto, de un “ser con”.

La carrera universitaria hace que Ricœur cambie Chambonpor Estrasburgo, donde se instala en 1948 para suceder a JeanHyppolite. Tiene en ese momento 35 años y se prepara paravivir “ocho años muy felices” en un clima de declarada cama-radería, con sus amigos protestantes, entre los que se encuen-tran Roger Mehl, Georges Casalis y el grupo de Esprit. En losaños cincuenta colabora en la revista Christianisme Social abor-dando cuestiones esenciales de la sociedad por medio de artí-culos que serán ampliamente retomados y comentados, y seconvertirán rápidamente en fuente de inspiración para mu-chos, como “Travail et parole” [Trabajo y palabra] (1953) y “Elsocius y el prójimo” (1954). Ricœur también se comprometeen temas escolares en su carácter de presidente de la federaciónprotestante de docentes entre 1947 y 1960. Allí defiende unlaicismo abierto, de confrontación, que se opone a la vez a lastentaciones del repliegue sobre la enseñanza confesional y a lasposiciones laicistas de exclusión. En un clima de guerra fría quelleva al mundo al borde del abismo, defiende con firmeza unatercera vía entre las dos superpotencias con el fin de preservar lapaz mundial. Cuando la desesperanza prevalece, como en 1956,después de las revelaciones del famoso informe Kruschev, la in-capacidad del gobierno de Guy Mollet para evitar la guerra deArgelia, y la intervención franco-anglo-israelí contra Nasser,Ricœur analiza la “paradoja política” en Esprit. Invita a los in-telectuales a no desertar del campo político, esencial en el mar-co de la construcción del ser-totalidad, dimensión que es paraél más fundamental que los riesgos dedesviación que acarrea la utilizaciónconcreta del poder.

Más allá de sus posiciones políticas,Ricœur es sobre todo, en esos años, elintroductor de Husserl en Francia, jun-to a Levinas y Merleau-Ponty. Seducidoen 1945 por la Fenomenología de la percep-ción de Merleau-Ponty, se propone como campo de reflexiónuna fenomenología de la acción. En 1950 sostiene su tesis so-bre la voluntad, que se complementa con la obra de Merleau-Ponty. Ricœur, ya con el título de profesor, se presenta en laSorbona en 1955: primero es derrotado por Jean Guitton, pe-ro es elegido al año siguiente. En ese momento la vieja Sorbo-na está abarrotada de alumnos y Ricœur no puede establecer eldiálogo que tanto valora con los estudiantes, aunque su reco-nocido talento de excelente pedagogo hace que los anfiteatrosestén siempre repletos: los estudiantes se amontonan sin poderacercarse al profesor, que se ve limitado sólo a impartir clasesmagistrales.

Ricœur descubre la sociabilidad de Estrasburgo gracias,otra vez, a la comunidad de Esprit. A partir de 1957 vive en las“Paredes Blancas” en Châtenay-Malabry, en la comunidadcreada por Emmanuel Mounier en 1939. Allí se reencuentra

Ricœur descubre pespeculación filosóprima el acto y el apor lo tanto la expeuna actitud siemprque debe impulsar

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con el pequeño círculo de la revista Esprit, y los Ricœur son ve-cinos de los Fraisse, los Domenach y los Marrou. Estos cristia-nos progresistas tiene una posición firme de oposición a la po-lítica de guerra en Argelia, por lo que las “Paredes Blancas” soncalificadas de “Castillo Rojo”, amenazadas por la Organisationde l’Armée Secrète [Organización del Ejército Secreto] y res-paldadas por los estudiantes de Antony. En la madrugada del 9de junio de 1961, la policía llega a la casa de Ricœur y lo arres-ta durante 24 horas mientras procede a requisar el lugar.

Los rodeos del estructuralismo y la aventura de Nanterre

A partir de 1960 y luego de su artículo bisagra “El símbolo daque pensar” (Esprit, 1959), Ricœur somete sus orientacionesfenomenológicas a las crecientes interrogaciones de las cien-cias sociales, que levantarán el estandarte del estructuralismo.En su recorrido filosófico se encuentra en un momento de granimportancia, que más tarde calificará de “transplante herme-néutico” en su programa fenomenológico. Transplante que semanifiesta, en primer lugar, con una aproximación a la obra deFreud (Sobre la interpretación, ensayo sobre Freud, 1965), en undiálogo con Claude Lévi-Strauss (Esprit, 1963), finalmente enuna real complicidad de amistad e intelecto con Algirdas-Ju-lien Greimas. Es también el momento en que Ricœur descubrey publica en su colección de la editorial Seuil Verdad y método:fundamentos de una hermenéutica filosófica, la obra del hermeneu-ta alemán Hans-Georg Gadamer. Filósofo presente en todoslos terrenos de la modernidad, atento a su tiempo, Ricœur di-rige un número impresionante de tesis. La mayoría de los es-tudiantes de filosofía que presentan proyectos de investigaciónno convencionales vienen a buscarlo. Pero también debe so-portar el brutal rechazo de los althussero-lacanianos, quienes,en nombre de un cientificismo que pretenden encarnar, acusana la hermenéutica de Ricœur de ser una espiritualidad avejen-tada y definitivamente superada. Como consecuencia de todo

esto, un momentáneo descrédito golpeaa Ricœur en la cima de la ola estructura-lista, mientras que él vuelve a elegir lamodernidad al lanzarse a la aventura deNanterre.

En efecto, en 1964, en el momentode la creación de una nueva universidaden los suburbios de París, en Nanterre,

Ricœur funda el departamento de filosofía, reclutando, entreotros, a su camarada de cautiverio Dufrenne y un poco des-pués a Levinas. En una investigación que realiza para Espritsobre el mundo universitario, alerta contra el exceso de cen-tralismo e insiste sobre la necesidad de completar los cursosmagistrales con trabajos dirigidos para mejorar la formaciónde los estudiantes. Al término de su análisis profetiza que, sincambios, podría producirse un estallido escolar y transformar-se en “cataclismo nacional”. Sin sorprenderse por los aconte-cimientos de mayo del 68, figura al lado de Alain Touraine yHenri Lefebvre como “abogados” de Cohn-Bendit ante la co-misión disciplinaria que debe decidir su expulsión de la uni-versidad. Ricœur comenta “en caliente” los acontecimientos,con los que, en lo esencial, se siente en sintonía, y se expresapúblicamente en Le Monde desde junio de 1968. Percibe allí eladvenimiento de una revolución cultural propia de las socie-

ronto unaca en la que

contecimiento,riencia, así como cuestionadora

al ser

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dades industriales avanzadas víctimas de una pérdida del sen-tido de las cosas. En 1969, cuando se aplica la reforma de Ed-gar Faure, la universidad de Nanterre necesita un decano quepueda ser aceptado por los elementos más radicales del cam-pus y encuentra en Ricœur al necesario hombre del diálogo. Apartir de ese momento sufre algunos desengaños, ya que eseperiodo no se presta a los intercambios argumentativos yconstructivos, y sí a las invectivas y a los enfrentamientos in-cesantes que tienen por objetivo reproducir el juego provoca-ción-represión que había funcionado tan bien en mayo del 68,pero que al año siguiente se transforma en ataques estérilesdesprovistos de perspectiva. El despacho del decano que se re-húsa a protegerse es permanentemente invadido, y Ricœur esinsultado cotidianamente y molestado hasta el famoso episo-dio del cesto de basura con el que lo ridiculiza un agitador.Los testimonios de simpatía se multiplican pero en Nanterrela tensión aumenta y Ricœur, temiendo una violencia que po-dría costar alguna vida, decide con el consejo de la universidadentregar el campus, como medida más bien preventiva que re-presiva. Pero no cuenta con la firme intención represora delministro del interior Raymond Marcellin, quien, sin preveniral decano, procede al envío de batallones de policías al cam-pus. La consecuencia es una jornada memorable de guerrillade inusitada violencia con policías que no podían penetrar enlos locales y eran recibidos por proyectiles lanzados por los es-tudiantes desde los techos de la facultad. En el paroxismo dela lucha, los guardias móviles debieron, al final del día, inter-ponerse entre las Compagnies Républicaines de Sécurité[Cuerpos Republicanos de Seguridad] para permitir a los es-tudiantes refugiados en el restaurante evacuar el lugar afecta-do por las bombas lacrimógenas: al término de los enfrenta-

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Algunas obras de Paul Ricœur

Freud: una interpretación de la cultura, México, Siglo Vein-tiuno, 1970, 496 pp.

Ideología y utopía, Barcelona, Gedisa, 1989, 355 pp.Teoría de la interpretación. Discurso y excedente de sentido,

México, Siglo Veintiuno, 1995, 112 pp.Tiempo y narración I. Configuración del tiempo en el relato

histórico, México, Siglo Veintiuno, 1995, 376 pp.Tiempo y narración II. Configuración del tiempo en el relato de

ficción, México, Siglo Veintiuno, 1995, 264 pp.Tiempo y narración III. El tiempo narrado, México, Siglo

Veintiuno, 1996, 456 pp.Sí mismo como otro, México, Siglo Veintiuno, 1996, 456 pp.Del texto a la acción. Ensayos de hermenéutica, Buenos Ai-

res, fce, 2001, Filosofía, 380 pp.La metáfora viva, Madrid, Trotta, 2001, 436 pp.El conflicto de las interpretaciones. Ensayos de hermenéutica,

Buenos Aires, fce, 2003, Filosofía, 462 pp.La memoria, la historia, el olvido, Buenos Aires, fce, 2004,

Filosofía, 673 pp.Finitud y culpabilidad, Madrid, Trotta, 2004, 494 pp.

Paul Ricoeur y Jean-Pierre Chageux, La naturaleza y lanorma: lo que nos hace pensar, México, fce, 2001, Cien-cia y Tecnología, 318 p.

mientos se cuentan 187 heridos. El decano Ricœur presentasu renuncia el 9 de marzo de 1970 con la amarga sensación dehaber sido manipulado.

El aparente “exilio”

Este fracaso, sumado al de su fracasada candidatura en 1969 alCollège de France que elige a Michel Foucault, impulsa a Ri-cœur a América, que aprovecha para aportar a distancia res-puestas filosóficas a las aporías propias del paradigma estruc-turalista. Encuentra un primer refugio en la universidad deLovaina y enseña durante tres años en esa cuna de la fenome-nología donde se encuentran los archivos de Husserl. Habitua-do ya a las giras de conferencias por Estados Unidos, donde selo invita con bastante regularidad desde 1954, sucede final-mente a Paul Tillich en la Divinity School de Chicago. En1970 también entra en el departamento de filosofía de la Uni-versidad de Chicago, puesto que ocupará hasta 1992. Lo quealgunos han interpretado como un exilio no es en realidad talcosa, ya que Ricœur continúa viviendo en Châtenay-Malabry.Simplemente divide su tiempo entre Francia y Estados Uni-dos, donde establece una amistad con Mircea Eliade. Juntos di-rigirán algunos seminarios y realizarán varios viajes. Ricœurreencuentra con alegría la posibilidad de un verdadero inter-cambio con sus estudiantes en el campus de Chicago, y al mis-mo tiempo confirma el éxito de sus trabajos en Estados Uni-dos. Es el introductor en ese país de la fenomenología y de lahermenéutica en un clima universitario en el que domina sindiscusión la filosofía analítica, cuyas tesis él discute recono-ciendo su fecundidad al mismo tiempo que sus aporías. Duran-te esos años “americanos” aparecen, en 1975 y luego entre1983 y 1985, dos sumas que son verdaderas respuestas al es-tructuralismo, que permiten apropiarse de sus avances, mante-niendo la reflexión y escapando de los razonamientos sin sali-da. Con la publicación de La metáfora viva, en 1975 evoca el es-tatus vital del referente, en el sentido de Frege, incluyendo a laobra en sus formas más retóricas. En la trilogía Tiempo y narra-ción responde a los historiadores que habían relegado el relatoal cesto de basura de la historia en nombre de una historia-pro-blema y de un cientificismo cuantitativista que consideraba quela verdad histórica estaba dentro de una computadora. Por elcontrario, Ricœur muestra la consustancialidad de todo discur-so sobre la temporalidad con las reglas narrativas. Incluida latesis de Braudel que pretende romper con la historia-relatodando vuelta el tema, que ya no es Felipe II sino el Mediterrá-neo, cuyo ritmo temporal es el de la larga duración, que se ba-sa en las reglas mismas del relato a pesar de querer negarlo.

La pertinencia de estas respuestas suscita el regreso de Ri-cœur a la escena francesa en el momento en que el cuestiona-miento del paradigma de las ciencias humanas es tan evidenteque algunos hablan incluso de la necesidad de una “gran lim-pieza” con respecto al periodo estructuralista anterior.

La consagración

En 1988 llega la hora de su consagración cuando toda una jo-ven generación de intelectuales descubre con entusiasmo lafuerza y coherencia de un pensamiento que se enriqueció cons-tantemente sin dejar de apuntar hacia la misma dirección. Seconvertirá entonces para muchos en el modelo del intelectual

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siempre movilizado por el acontecimiento y tratando de expli-carlo no como un maestro del pensamiento, sino como unmaestro para pensar. Anticipándose a su tiempo, alejado de lasmodas sucesivas, contradictorias en sus excesos, es el iniciadoren la tardía toma de conciencia en Francia de la filosofía analí-tica y del redescubrimiento de la fenomenología. Gran nave-gante, se sitúa en la intersección de tres grandes ríos, de trestradiciones filosóficas: la filosofía reflexiva francesa, la filosofíacontinental y la filosofía analítica. En 1988 se le dedica un nú-mero completo de Esprit donde se publican los trabajos de lasJornadas Ricœur organizadas por la re-vista, el Centro Sèvres y el Centro Pom-pidou. El mismo año, unas jornadas deCerisy dirigidas por Jean Greisch y Ri-chard Kearney se consagran al pensa-miento de Ricœur, cuyos trabajos reve-lan la riqueza de las tesis que habíanabonado los diversos campos de las cien-cias humanas, de la historia al psicoanálisis, pasando por la lin-güística y la sociología, sin contar su aporte, subterráneo peroa la vez trascendente, en el campo de la exégesis. En este últi-mo nivel la contribución de Ricœur es menos conocida y sinembargo esencial porque llevó a cabo un trabajo de demoliciónde mitos, tanto del lado de los católicos como del de los pro-testantes. Desde 1961 es uno de los pilares de los ColoquiosCastelli organizados cada año en Roma. En lo que respecta alos protestantes, acompañó el paso de toda una generación, deKarl Barth a Bultmann, al privilegiar las categorías existencia-les del presente, del acontecimiento en la lectura de la Biblia,descentrando la importancia que se atribuía hasta ese momen-to a la dogmática. En el prefacio al Jesús de Bultmann muestraincluso la conveniencia de ir aún más lejos en el trabajo de “de-molición” del texto, de desmitologización, que no debe dete-nerse en el acto de habla.

Entonces se toma conciencia de todo el trabajo inaugural enel cambio pragmático y hermenéutico que se opera en las cien-cias humanas, ampliamente impulsado por Ricœur. Fue, entreotros, precursor de la actividad editorial de Seuil cuando lanzóen 1964, junto a François Wahl, la colección L’Ordre Philo-sophique, que permitió la difusión de la filosofía analítica an-glosajona. En efecto, gracias a él el público francés puede leera John Austin, Cómo hacer cosas con palabras: palabras y acciones,desde 1967, así como a Peter Frederick Strawson desde 1973.Puede apreciarse entonces la importancia de una elaboracióncolectiva en el marco de su seminario, llamado “de la Rue Par-mentier”, que pronto se convierte en un referente central deltrabajo fenomenológico en Francia, donde numerosos investi-gadores extranjeros, en especial estadounidenses vienen a tra-bajar bajo su dirección en la articulación de la hermenéuticacon la filosofía analítica. De este modo renueva la vieja Revuede Métaphysique et de Morale (creada en 1893) rodeándose, enparticular después de 1983, de jóvenes filósofos como FrançoisAzouvi, Marc de Launay y Dominique Bourel.

La construcción de sí

En este contexto, Ricœur vuelve sobre el tema del sujeto en laobra publicada en 1990 Sí mismo como otro, que no es en modoalguno un “retorno” a lo mismo, a un ego postulado comotransparente a sí mismo, indemne tras el paso por el estructu-

Ricœur llegó a inteese vínculo problementre historia y mememoria demasiadinsuficiente, origenpatologías

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ralismo. Por el contrario, este retorno reflexivo es como unmomento de recapitulación de todas las fases del pensamientode Ricœur y, lejos de los repliegues solipsistas, se define comodialógico del yo en relación al otro para dar lugar a la emer-gencia de un “sí mismo”. Ricœur concluye entonces con laconstrucción de lo que llama, muy modestamente, “una peque-ña ética”. Ahora bien, la demanda de ética por parte de la so-ciedad francesa aumenta y utiliza las tesis de Ricœur para echarluz sobre las grandes elecciones de un periodo en el cual ya nose trata de elegir entre blanco y negro, entre el bien y el mal,

sino, como dice el mismo Ricœur, entreel gris y el gris; todo lo cual hace impe-riosa la implementación de condicionesde un actuar comunicacional en el cualcada uno pueda expresar sus conviccio-nes ontológicas.

Cuando Michel Rocard es nombradoprimer ministro en 1988, Ricœur se

convierte en el gran referente de la ética política al inspirar lasolución al delicado problema de Nueva Caledonia. Esta inspi-ración mayor culmina con en un diálogo entre el primer minis-tro y el filósofo, organizado y publicado por Esprit en 1990. En1994, siempre preocupado por la actualidad, Ricœur intentaconvencer a Jacques Delors de postularse para las eleccionespresidenciales. Mediador en el conflicto de los indocumenta-dos, se esfuerza por encontrar una solución humanitaria al pro-blema enfrentando las tentaciones represivas y las intentonaspoliciales. Ante la reacción de la ministra de Salud GeorginaDufoix, que, en un caso de sangre contaminada, se declara“responsable, pero no culpable”, provocando la hilaridad gene-ral, Ricœur, por su parte, toma esta fórmula como punto departida para una reflexión sobre la cuestión de la responsabili-dad y su falta de delimitación. Llamado como testigo en esteproceso, sostiene la necesidad de la creación de una corte cívi-ca y un replanteamiento del modelo monista del contrato so-cial único e indivisible, heredado de Rousseau. Afirma, por elcontrario, su preferencia por una pluralización de las institu-ciones democráticas, único modo de reinstalar el debate y se-parar la responsabilidad legítima de todo aquel que tenga po-der de decisión de la institución a la que pertenece y la culpa-bilidad, que debería referirse a la dimensión penal. El directorde Le Monde, Jean-Marie Colombani, retoma en parte esta ideaen su editorial del 11 de marzo de 1999: “Imagino —dice Ri-cœur durante el proceso— una instancia de investigación, dedebates contradictorios, algo así como una corte cívica, que seael reino de la publicidad contra la opacidad, de la celeridadcontra la dilación, de la prospectiva contra un pasado que no seresigna a pasar.” Esta posición traduce bien la insistencia deRicœur por considerar la ética, el deseo de la vida buena a lamanera aristotélica, con una posición más originaria que lamoral y la prohibición de la ley que de ella resulta. Esta refle-xión es la conclusión de todo su recorrido, al que convieneagregar su reciente diálogo con los juristas, que dio lugar a in-tervenciones regulares desde comienzos de los años noventa enel marco del nuevo Instituto de Altos Estudios sobre la Justi-cia, dirigido por el juez Antoine Garapon. Al poner lo justo en-tre lo legal y lo bueno, a cierta distancia del universo a menu-do procedimental de los juristas, apela al imperativo categóri-co en el que se inspira el contrato jurídico, es decir laperspectiva teleológica de la vida buena.

rrogarse sobreático, doloroso,oria, entre una

cargada y otra de múltiples

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El acto mismo del juicio que es cada vez menos evidente enel complejo universo de la modernidad hace necesario privile-giar las diversas formas del debate democrático, la expresión deconvicciones plurales, con el fin de permitir lo que Ricœur ca-lifica, siguiendo a Rawls, de consenso por verificación sobre labase de desacuerdos razonables. Esta búsqueda de una sabidu-ría práctica animó un recorrido filosófico que atravesó el exis-tencialismo, el estructuralismo, la filosofía analítica, trazandolas líneas de un “entre dos” situado en el cruce de la dimensiónexplicativa y de la dimensión comprehensiva, como en la arti-culación de la argumentación y la interpretación. Esta perma-nente preocupación por lo justo condujo a Ricœur por los ca-minos de lo que él mismo calificó como identidad narrativaque, en tiempos de “tiranía de la memoria”, corre el riesgo deser confundida con la simple insistencia en una tradición quepuede a este ritmo convertirse en fuente de un repliegue iden-

La fenomenología del homPaul Ricœur

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titario que excluya la dimensión de la alteridad. Esta preocupa-ción, próxima a la manera en que Wittgenstein definía el roldel filósofo como aquel que debía esclarecer la gramática cons-titutiva de la razón práctica, llevó a Ricœur a interrogarse so-bre ese vínculo problemático, doloroso, entre historia y me-moria, entre una memoria demasiado cargada y otra insufi-ciente, origen de múltiples patologías que deben evitarse parapoder construir una memoria colectiva sobre un registro re-constructivo de herencias plurales.

Mirando siempre hacia el futuro y el horizonte de expec-tativas, según la expresión de Koselleck, Ricœur demuestraal revisitar el territorio del historiador que, como decía suamigo André Dumas, “la esperanza es la memoria retrabaja-da”.

Traducción de Hilda H. García

bre capaz

El pasado 20 de mayo murió PaulRicoeur. Nuestra casa ha dado aconocer parte de su pensamiento a loslectores de habla española, a quienes ofrecemos a continuación unfragmento de Caminos delreconocimiento, volumen compuestopor conferencias que aparecerá en eltranscurso de este año

Poder decir

Contrariamente a una expectativa even-tual del lector, no abordaré directamen-te las capacidades relativas a la accióncomo hacer que interviene en el cursode los acontecimientos del mundo, si-guiendo los ejemplos tomados del fondogriego, sino que me remontaré, másarriba de ese poder hacer, a las capacida-des que conlleva el uso de la palabra. Es-ta ampliación del campo del “puedo”, yen este sentido del obrar, utiliza comoargumento lo que llamo la analogía delobrar, que garantiza la afinidad de senti-do entre las diversas figuras del poderhacer que me propongo enumerar yanalizar. Esta prioridad reconocida al“puedo hablar”, “puedo decir”, se justi-fica doblemente: en primer lugar, los su-jetos actuantes y sufrientes de la epope-ya, de la tragedia y de la teoría aristoté-lica de la acción son sujetos hablantes:los personajes homéricos y, con mayor

razón, los héroes trágicos hablan conti-nuamente de su acción. Dicen su nom-bre cuando se dan a conocer; se interpe-lan a sí mismos cuando desaprueban suacción. En cuanto al sujeto de la deci-sión y del deseo, se le considera precisa-mente como la “causa” —y el “princi-pio”— de la que depende lo que hacen.El filósofo les hace hablar de su acción.Pero hay una razón que sólo la pragmá-tica moderna del discurso ha podidomostrar: consiste en que, según la cono-cida expresión del filósofo Austin, hablares “hacer cosas con las palabras”.1 Alinaugurar la idea de capacidad por el po-der decir, conferimos, de un solo golpe,a la noción de obrar humano la exten-sión que justifica la caracterización co-mo hombre capaz del sí que se reconoceen sus capacidades. El obrar sería así elconcepto más apropiado en el plano dela filosofía antropológica en que se ins-criben estas investigaciones; estaría, almismo tiempo, en la prolongación de laconocida declaración de Aristóteles so-bre la noción de ser en el plano de la on-tología fundamental, declaración queafirma que el ser se dice de múltiplesformas, entre las que se encuentra el sercomo potencia (dynamis) y acto (ener-

1 H. L. Austin, Palabras y acciones, Barce-lona, Paidós, 1988, traducción de G. R. Ca-rrió y E. Rabossi.

geia). El concepto de obrar en el planode la antropología fundamental se situa-ría en la línea de esta acepción propia dela polisemia más primitiva, la de la no-ción de ser. Colocado así bajo este pa-trocinio irrecusable, el tratamiento delpoder decir como capacidad eminentedel hombre capaz está garantizado poruna anterioridad que viene a reforzar elanálisis contemporáneo propio de lapragmática del discurso.

Mejor que los demás compartimentosde ejercicio del “puedo”, el poder decirpermite llegar a él oblicuamente, comoconviene a un enfoque reflexivo, al salirde un enfoque estrictamente semánticocuyo concepto principal es el enunciado(statement) cuya significación, en caso deambigüedad, es sometida al arbitrio delos contextos particulares de interlocu-ción. Al proceder de modo regresivo,desde el enunciado “objetal” a la enun-ciación y a su enunciador, la pragmáticaofrece a la filosofía reflexiva un instru-mento analítico de valor. El enfoque re-flexivo se articula sobre el enfoque refe-rencial mediante la teoría de los actos dediscurso que, desde Austin y Searle, per-tenece a los clásicos de la disciplina. Re-servada en principio a los performativos,así llamados para distinguirlos de losconstativos, esta teoría se extendió al as-pecto ilocutorio de todos los enunciados,incluido el que entrañan los propios

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constativos bajo las formas del “afirmoque…”. Así se verifica el segundo rasgode la hermenéutica del hombre capaz, elrodeo mediante la pregunta “¿qué?”operada por la semántica del enunciadopara alcanzar el “quién” de la pregunta“¿quién habla?”. Queda por explicitar alenunciador de la enunciación. Su desig-nación se hace recurriendo a deícticos,esos instrumentos del lenguaje que se li-mitan a “mostrar” singularidades, quetrascienden la especificación genérica;los pronombres personales, los adver-bios de tiempo y de lugar, las formas ver-bales, las descripciones definidas: son losmedios ordinarios de designación de losque depende la autodesignación del suje-to hablante. En la expresión “yo digoque”, el “yo” no figura como un términoléxico del sistema de la lengua, sino co-mo una expresión autorreferencial por laque se designa a sí mismo el que, al ha-blar, emplea el pronombre personal enprimera persona del singular. En estesentido, es insustituible.

El tercer rasgo distintivo por el que lareflexión sobre el sujeto hablante se re-laciona con la hermenéutica del hombrecapaz tiene una importancia especial pa-ra nuestra investigación sobre el recono-cimiento. La autodesignación del sujetohablante se produce en situaciones deinterlocución en las que la reflexividadcontemporiza con la alteridad: la palabrapronunciada por uno es una palabra di-rigida a otro; además, puede responder auna interpelación que le haga otro. Deeste modo, la estructura pregunta-res-puesta constituye la estructura de base

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del discurso en cuanto implica al locutory al interlocutor. En este sentido, la teo-ría de los actos de discurso es incomple-ta si no pone en relación el carácter ilo-cutorio de estos actos con sus caracteresde interlocución. El simple constativodel tipo “yo afirmo que” mantiene supropio carácter ilocutorio de una exi-gencia tácita de aprobación que lo con-firma en su propia seguridad. La autode-signación recibe de la apelación muchomás que un aumento de fuerza ilocucio-naria; obtiene un rol de fundación, en elsentido de que la atribución de un nom-bre propio, según las reglas convencio-nales que rigen la distribución de los pa-tronímicos y de los nombres en una cul-tura dada, constituye una verdaderainstauración respecto a un sujeto ha-blante capaz de decir “yo, fulano, me lla-mo Paul Ricœur”.

Yo puedo hacer

El segundo uso importante de la formamodal “yo puedo” concierne a la acciónmisma en el sentido limitativo del térmi-no, que designa la capacidad de hacerque ocurran acontecimientos en el en-torno físico y social de sujeto actuante.De este “hacer que ocurran”, el sujetopuede reconocerse la “causa” en una de-claración de la forma “fui yo quien lo hi-zo”. Esto eran capaces de afirmar el per-sonaje homérico y el héroe trágico. Paranosotros, modernos, esta frase de apro-piación ha perdido su inocencia; debereconquistarse en operaciones de objeti-vación que ajustan los acontecimientos

que uno hace que sucedan intencional-mente a los acontecimientos que simple-mente ocurren. Recordamos la fórmulade Kant de la segunda analogía de la ex-periencia (en la Analítica del juicio): “To-dos los cambios suceden según la ley deunión de la causa y del efecto.” Que algo,que antes no existía, ocurra, sólo puedesignificar que sucede a otra cosa segúnuna regla; ninguna diferencia objetivadistingue “hacer que ocurra” de “ocurrir”.

Contra esta alineación del “hacer queocurra” con el simple “suceder” delacontecimiento se puede oponer, en pri-mera instancia, el análisis de carácter se-mántico que tiene por objeto las frasesde acción cuya estructura abierta difierede la proposición atributiva cerrada (Aes B). Se puede escribir: Bruto mató aCésar en los idus de marzo en la curiacon un puñal, etc. Basados en esta se-mántica de las frases de acción, podemosoponer dos significaciones vinculadas ala respuesta “porque” frente a la pregun-ta “¿por qué?”. La primera designa unacausa en el sentido de sucesión regulada;la segunda, una razón de actuar, una in-tención. G. E. M. Anscombe observa enIntención: “Un hombre que sabe cómohacer las cosas tiene de ellas un conoci-miento práctico.”2 Un motivo, a dife-rencia de una causa, es, en cuanto tal,motivo de actuar: está lógicamente im-plicado en la noción de la acción hechao por hacer, como lo demuestra la gra-mática del verbo wanting. Además, la es-tructura abierta de la frase invita a unainterpretación de los gestos en funcióndel contexto más amplio posible de cir-cunstancias, de reglas y de normas pro-pias de una cultura.

Pero esta oposición en primera ins-tancia entre hacer que suceda intencio-nalmente y suceder casualmente puededebilitarse por una ontología del aconte-cimiento insignificante, como la de Do-nald Davidson que hace pasar el cortelógico entre la clase de los aconteci-mientos y la de las sustancias o estadosde cosa en el sentido de objetos fijos. Lasacciones caen, pues, dentro de la prime-ra clase. Queda el uso adverbial de la in-tención, la expresión hecho “intencio-nalmente”. Este uso da pie a hacer de laexplicación mediante las razones una es-pecie de explicación causal sobre fondo

2 G. E. M. Anscombe, Intención, Barcelo-na, Paidós, 1991, traducción de Jesús Moste-rín.

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de ontología del acontecimiento. Portanto, la razón primaria de una acción es“su causa”.3

Esta reducción es inevitable si no nosremontamos más acá del proceso de ob-jetivación que ha separado el binomio“qué”-“por qué” de las frases de acciónde la relación de ambos con la pregunta“¿quién?”. El sentido de la intención seadhiere tanto a su lado declarativo comoa su lado descriptivo. La atribución auna persona, que llamamos “adscrip-ción”, forma parte del sentido de la ac-ción intencional. En este aspecto, el aná-lisis lógico de las frases de acción, cen-trado en el vínculo entre el qué y elcómo, no puede anular la referencia alagente en cuanto poseedor de su acción.La adscripción de la acción a un agenteforma parte del sentido de la acción encuanto hacer que acontezca.

La discusión contemporánea encuen-tra de nuevo aquí la teoría aristotélicaque unía, en la explicación de la acción,el criterio de que la acción depende de suagente al de la interioridad de su princi-pio. La gramática contemporánea de laadscripción lleva este análisis, que hapermanecido próximo al sentido comúny al uso literario retórico, al nivel im-puesto por la discusión en el plano lin-güístico. El término adscripción subrayael carácter específico de la atribucióncuando ésta concierne al vínculo entre laacción y el agente, del que se dice tam-bién que él la posee, que es “suya”, que sela apropia. La adscripción tiene por mira,en la terminología que es también la dela pragmática del discurso, la capacidadque posee el propio agente en designar-se como aquel que hace o ha hecho. Re-laciona y une el qué y el cómo con elquién. Este vínculo “hegemónico”, queentre los griegos no descubría más quemetáforas —el piloto, el padre, el amode casa— parece remitir a un hecho pri-mitivo. Platón, en el Fedón, no dudaba endesdoblar la idea de causa cuando expli-caba por qué Sócrates permanecía senta-do en su celda en lugar de huir. Y Aris-tóteles declaraba ante los estoicos: haycosas que dependen de nosotros; y hayotras que dependen de causas como lanaturaleza, la necesidad y la fortuna:“Pero deliberamos sobre lo que nosotrosmismos podemos hacer, es decir, sobrelas cosas que pueden ser objetos de ac-

3 Donald Davidson, Essays on Actions andEvents, Oxford, Clarendon Press, 1980.

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ción.” Correspondía a Kant, perdida to-da inocencia, colocar la causa considera-da libre frente a la causalidad física, en elmismo plano cosmológico en la famosatercera “Antinomia de la razón pura”; loque se propone a consideración es la “ca-pacidad de comenzar por sí mismo” unaserie de fenómenos que se desarrollaránsegún las leyes de la naturaleza. La difi-cultad, para nosotros, estriba en no per-mitir que esta “espontaneidad de las cau-sas” se deje absorber en el fenómenomoral de la imputación de la que el po-der hacer constituye una pre-condiciónradical. Este poder hacer se limita a unpoder comenzar que engloba una seriede acciones fragmentarias, a las que con-fiere una especie de integralidad, que en-contrará más tarde en el relato la reglade su configuración. A falta de esta ope-ración configuradora, la eficacia del co-mienzo puede parecer sin límites, comocuando se pregunta por el alcance de unadecisión: historiadores y juristas cono-cen perfectamente las paradojas que sederivan de ello. Un problema semejantelo plantea la imbricación de las accionesde uno en las de los otros. En semejantecomplejo de interacciones, ¿cómo deli-mitar la parte de acción de cada uno? Sedebe contar, pues, con la confesión delsujeto actuante, que toma sobre sí y asu-me la iniciativa en la que se efectúa elpoder de obrar del que se siente capaz.

Poder contar y poder contarse

Coloco en tercera posición, en esta feno-menología del hombre capaz, la proble-mática de la identidad personal vincula-da al acto de narrar. En la forma reflexi-va del “contarse”, la identidad personalse proyecta como identidad narrativa.

Los tres rasgos que caracterizan laproblemática del hombre capaz adquie-ren un relieve importante en la fase na-rrativa de este recorrido iniciado por lareflexión sobre el hombre hablante ycontinuado por la reflexión sobre elhombre actuante.

Además del privilegio otorgado a lacapacidad respecto a la efectuación, elrodeo mediante el “exterior” se mani-fiesta en el orden narrativo por el pasopor una semiótica regional, la de la na-rratología. Quisiera subrayar aquí, notanto la originalidad de esta semióticadel relato, como su profundo parentescocon el esquema de la Poética de Aristó-teles. Aristóteles, al tratar de la epopeya

y de la tragedia, elaboró su noción de“construcción de la trama” (mythos) quetiene por mira la “representación” (mi-mesis) de la acción. La construcción de latrama atribuye una configuración inteli-gible a un conjunto heterogéneo com-puesto de intenciones, de causas y casua-lidades; la unidad de sentido que resultade ello descansa en un equilibrio diná-mico entre la exigencia de concordanciay la admisión de discordancias que, has-ta el cierre del relato, ponen en peligroesta identidad de un género singular; elpoder de unificación así aplicado a ladispersión episódica del relato no es otracosa que la “poesía” misma. Una impor-tante implicación de esta operación con-figuradora nos concierne directamente:se construye la trama no sólo de los per-sonajes —“caracteres”— sino tambiénde las acciones. Es personaje el que hacela acción en el relato. También la cate-goría del personaje es, pues, una catego-ría narrativa y su rol en el relato incum-be a la misma inteligencia narrativa quela trama misma: se puede afirmar que elpropio personaje es “puesto en trama”.

Sobre esta importante correlación seha edificado la narratología contempo-ránea, cuyos inicios se pueden situar enla Morfología del cuento, de VladimirPropp.4 El autor intenta disociar las“funciones”, es decir, los segmentos re-currentes de acción, de los personajes, afin de definir el cuento sólo por el enca-denamiento de las funciones; sólo conrelación a éstas puede intentarse una ti-pología de los roles, relativa a sus esferasde acción. Esta empresa, y las que si-guieron, hasta Greimas5 y su modelo ac-tancial, verifica la hipótesis intuitiva deque la trama rige la génesis mutua entreel desarrollo de un carácter y el de unahistoria narrada.

La fenomenología del hombre capazretendrá, de este rodeo por la narratolo-gía, que corresponde al lector de tramasy de relatos ejercitarse en refigurar suspropias expectativas en función de losmodelos de configuración que le ofrecenlas tramas engendradas por la imagina-ción en el plano de la ficción. Una “esté-tica de la recepción”, como la de H. R.

4 Vladimir Propp, Morfología del cuento,Fundamentos, Madrid, 1985, traducción deLourdes Ortiz.

5 Algirdas Julien Greimas, En torno al sen-tido: Ensayos semióticos, Fragua, 1973, traduc-ción de Salvador García Bardón.

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Jauss,6 añadió así un nuevo elemento a lateoría narrativa en función del binomioconstituido por la escritura y la lectura.Así, un lector puede declarar que se reco-noce en tal personaje tomado de tal tra-ma. Ni que decir tiene que esta apropia-ción puede revestir multitud de formas,desde la artimaña de la imitación servil,como en Emma Bovary, pasando por to-dos los estadios de la fascinación, de lasospecha, del rechazo, hasta la búsquedade la justa distancia respecto a los mode-los de identificación y de su poder de se-ducción. Aprender a “contarse”, tal po-dría ser la ganancia de esta apropiación

6 H. R. Jauss, Pour une esthétique de la ré-ception, Gallimard, París, 1978, prefacio deJean Starobinski, traducción francesa deClaude Maillard.

La intimidad dispGaston Bachelard

18 laGaceta

crítica. Aprender a contarse es tambiénaprender a contarse de otra manera.

Con esta expresión, “de otra manera”,se pone en movimiento toda una proble-mática: la de la identidad personal asocia-da al poder narrar y narrarse. Propuse eltérmino de identidad narrativa para carac-terizar, a la vez, el problema y la solución.

El problema es el de la dimensióntemporal, tanto del sí como de la acciónmisma, dimensión que había podido serdescuidada en los análisis anteriores: pa-recía que se podían caracterizar la refe-rencia de la enunciación al enunciador yla del poder de obrar al agente, sin teneren cuenta el hecho de que el enunciadory el agente tienen una historia, son supropia historia.

Teniendo en cuenta esta dimensión,es como la identidad personal, conside-

utada

rada en la duración, puede definirse co-mo identidad narrativa, en el cruce de lacoherencia que confiere la construcciónde la trama y de la discordancia suscita-da por las peripecias de la acción narra-da. A su vez, la idea de identidad narra-tiva da acceso a un nuevo enfoque delconcepto de ipseidad, el cual, sin la refe-rencia a la identidad narrativa, es inca-paz de desplegar su dialéctica específica,la de la relación entre dos tipos de iden-tidad, la identidad inmutable del idem,del mismo, y la identidad cambiante delipse, del sí, considerada en su condiciónhistórica. Precisamente dentro del mar-co de la teoría narrativa, la dialécticaconcreta de la mismidad y de la ipseidadalcanza un primer desarrollo, llegando asu culminación última con la teoría de lapromesa.

Filósofo de la ciencia y del lenguaje,fino esgrimista verbal y erudito sinpar, Gaston Bachelard es uno de lospuntales del pensamiento francés en elcatálogo del Fondo. Hemos tomadoeste fragmento de La tierra y lasensoñaciones del reposo. Ensayo sobre lasimágenes de la intimidad, obra que estápor circular en nuestra colecciónBreviarios, en la que se condensa lasabiduría filológica, el saber científicoy la libertad lírica que caracterizan alautor de La formación del espíritucientífico

El ser interior tiene todos los movimientos

Para un simple filósofo que escribe y leeal día, su libro es una vida irreversible, ydel mismo modo que quisiera revivir lavida para pensarla mejor —único métodofilosófico para vivirla mejor— quisiera,una vez terminado el libro, tener que vol-ver a hacerlo. Una vez terminado ese li-bro, ¡cómo le serviría al libro nuevo!Tengo la melancólica impresión de haberaprendido, al escribir, cómo debí haberleído. Habiendo leído tanto, quisiera vol-verlo a leer todo. ¡Cuántas imágenes lite-

rarias que nunca vi, cuya vestimenta debanalidad no les quité! Por ejemplo, unade las cosas que lamento es no haber es-tudiado a tiempo las imágenes literariasdel verbo hormiguear. Demasiado tardereconocí que, a una realidad que hormi-guea está vinculada una imagen funda-mental, una imagen que reacciona en no-sotros como un principio de movilidad.Esa imagen, en apariencia, es pobre; eslas más veces una palabra, e incluso unapalabra literariamente negativa: es laaceptación de que no se sabe describir loque se ve, la prueba de que uno se desin-teresa de los movimientos desordenados.

Y sin embargo, ¡qué extraña convic-ción en la claridad de esa palabra! ¡Quévariedad de aplicación! Desde el quesohabitado hasta las estrellas que pueblanla noche inmensa, todo se agita, todohormiguea. La imagen es repugnancia yes admiración. Así pues, se cubre fácil-mente de valores opuestos. Es por lotanto una imagen arcaica.

¡Cómo haber desconocido entoncesesa prodigiosa imagen de los movimien-tos millonarios, todas las alegrías anár-quicas de una intimidad locamente dina-mizada! Señalemos al menos esta ima-gen con su doble paradoja.

Observemos en primer lugar que undesorden estático es imaginado como unconjunto agitado: las estrellas son tannumerosas que, en las hermosas nochesde verano, parecen hormiguear. La mul-tiplicidad es agitación. No hay, en la litera-tura, un solo caos inmóvil. Cuando mu-cho se encuentra, como en Huysmans,un caos inmovilizado, un caos petrifica-do. Y no es casualidad que, en los librosdel siglo xviii y de los siglos anteriores,veamos la palabra caos con la ortografíacahols.

Pero he aquí la paradoja recíproca.Basta con mirar —o imaginar— un con-junto de cuerpos que se agitan en todaslas direcciones, para atribuirles un nú-mero que rebasa en mucho la realidad: laagitación es multiplicidad.

Pero veamos, a partir de esas paradojas,cómo juegan algunas ideas y algunasimágenes. Nos daremos cuenta así decuán fácilmente se convierten las imá-genes simples y fugitivas, en ideas “pri-meras”.

Por ejemplo, la fermentación se des-cribe frecuentemente como un movi-miento hormigueante, y es por ello quees como el intermediario tan indicado

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entre lo inerte y lo vivo. A resultas de suagitación intestina, la fermentación esvida. La imagen se encuentra, con todasu ingenuidad, en Duncan: “Los princi-pios activos, escapando de las partesburdas que los mantenían envueltos, soncomo las hormigas que salen por sí mis-mas por la puerta que alguien les abre.”De esta forma, la imagen del movimien-to hormigueante es promovida al rangode medio explicativo. Los principios“activos” de fermentación hacen de lasustancia imaginada un verdadero hor-miguero.

Flaubert también se somete a la leyde imaginación que la agitación confierea la pequeñez. Hace decir a los pigmeos,en su libro La tentación de san Antonio(primera versión): “Nosotros, hombrespequeños, bullimos sobre el mundo co-mo los gusanos sobre la joroba de undromedario.” Por otro lado, ¿qué pue-den hacer unos pigmeos bajo la plumade un escritor cuya estatura rebasa elmetro ochenta? En nuestro libro ante-rior, indicamos cómo los viajeros, desdeuna alta montaña, gustaban de comparara los hombres con unas agitadas hormi-gas. Todas estas pequeñas imágenes sondemasiado abundantes como para no te-ner un significado.

Como todas las imágenes fundamen-tales, la imagen del hormiguero puedeser valorizada o desvalorizada. Puede dar,ya sea una imagen de la actividad, ya seauna imagen de la agitación. Se dice, eneste último caso, “una vana agitación”.Así es con “las ideas” en el insomnio deun trabajador del espíritu. El hormigue-ro desamparado, ¿no puede dar tambiénla imagen justa de un alma desamparada,llevada por las palabras incoherentes? Laimagen del hormiguero puede entoncesser un test para un análisis activista. Se-gún los estados de ánimo, es querella ounión. Queda claro que en semejanteanálisis por medio de la imagen hay quehacer a un lado los conocimientos queaportan los libros. La historia natural delas hormigas no tiene que ver en esto.

He aquí, para no ir más allá con esaspobres imágenes, una página que no setendrá dificultad en psicoanalizar, me-diante una simple sonrisa. Está tomadade una obra de tono serio, de una obraque no se aparta nunca de la más extre-ma seriedad. Si se mira en el microsco-pio, dice Hemsterhuis,1 el licor seminal

1 Hemsterhuis, Oeuvres, t. i, p. 183.

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de un animal que desde hace varios díasno se ha acercado a hembra alguna, seencontrará “un número prodigioso deesas partículas, o de esos animálculos deLeeuwenhock, pero todos en reposo ysin dar señal alguna de vida”. Por el con-trario, basta pasear a una hembra frenteal macho antes de ese examen microscó-pico, y entonces “encontraréis todosesos animálculos, no solamente vivos, si-no todos nadando en el licor, que es porcierto espeso, con una velocidad prodi-giosa”. De esta forma, el filósofo serio leconfiere a los espermatozoides todas lasagitaciones del deseo sexual. El ser mi-croscópico registra de inmediato todoslos incidentes psicológicos de un espíri-tu “agitado” por las pasiones.

Esa intimidad aleteante puede pare-cer una parodia de los valores íntimos,pero muestra acertadamente, creemos,la ingenuidad de la imaginación de lasagitaciones intestinas. Por otro lado, pa-sando de la agitación a la querella, vere-mos imágenes más dinámicas en las quela voluntad de poder y de hostilidad va aimplicarse a fondo.

Con mucha frecuencia la agitación in-testina de las sustancias es presentadacomo el combate íntimo entre dos o entrevarios principios materiales. La imagi-nación material, que hallaba su reposoen la imagen de una sustancia fija, encie-rra una especie de batalla en la sustanciaagitada. Sustancializa un combate.

Son aún numerosos, en el siglo xviii,los libros de química que evocan, inclu-so en sus títulos, el combate de las sustan-cias. Basta con verter simplemente vina-gre sobre tiza, y la efervescencia es deinmediato un asunto de interés para jó-venes alumnos. Esta primera lección decosas* de la química es, en el estilo del si-glo xviii, un combate de sustancias. Pa-reciera que el químico soñador asiste alas luchas entre el ácido y la tiza como auna pelea de gallos. De ser necesario,azuza con su bastoncito de vidrio a loscombatientes cuando la acción se hacemás lenta. Y en los libros de alquimia noson raros los insultos contra una sustan-cia “mordicante” que “muerde” mal.

Las designaciones alquímicas comoel lobo devorante, atribuido a una sustan-cia —y se podría citar muchas otras—,

* Nombre que se da en francés, y se dio enel pasado en español, a los cursos de cienciasnaturales. [N. del t.]

prueban suficientemente la animaliza-ción de las imágenes en profundidad. Esaanimalización —¿es necesario decir-lo?— no tiene nada que ver con formaso colores. Nada legitima exteriormentelas metáforas del león o del lobo, de lavíbora o del perro. Todos esos animalesse revelan como metáforas de una psico-logía de la violencia, de la crueldad, de laagresión; por ejemplo, corresponden a larapidez del ataque.2 Un bestiario metálicose encuentra en acción en la alquimia.Ese bestiario no es un simbolismo iner-te. Subjetivamente, marca las extrañasparticipaciones del alquimista en loscombates de sustancias. Durante toda lahistoria de la alquimia, se tiene la impre-sión de que el bestiario metálico apela albeluario* alquímico. Objetivamente, esuna medida —sin duda bien imagina-ria— para las fuerzas de hostilidad de lasdiversas sustancias la una con relación ala otra. La palabra afinidad, que fue pormucho tiempo —y sigue siendo— untérmino de explicación para el espírituprecientífico, suplantó a su antítesis: lahostilidad.

Pero una química de la hostilidad exis-tió paralelamente con una química de laafinidad. Esta química de la hostilidadexpresó fuerzas de agresión del mineral,toda la maldad de la ponzoña y los vene-nos. Tuvo sus imágenes vigorosas y pro-lijas. Esas imágenes se opacaron y se de-bilitaron, pero es posible hacerlas revivirbajo las palabras hechas abstractas. Enefecto, con frecuencia es la imagen quí-mica, la imagen material la que da vida aexpresiones animalizadas. Así pues, laspenas “que corroen” nunca hubieran ob-tenido su nombre si la herrumbre nohubiera “roído” el hierro, si la herrum-bre no hubiera ejercitado incansable-mente sus pequeños dientes de rata enel hierro de las hachas.3 Si se piensa en el

2 Las imágenes se han ido, han quedadolas palabras. Nos concretamos con decir queel ácido sulfúrico “ataca” al hierro y que noataca al oro.

* Belluaire, en francés. En español, neolo-gismo formado a partir de la palabra antiguabelua: bestia. [N. del t.]

3 Un autor del siglo xvii dice que “la piñase come al hierro”. Si se deja un cuchillodentro de una piña, “en un día y una noche[será] consumido por la fruta”. Se debe dar,en un texto como éste, todo su sentido a lapalabra comer, ya que si se continúa la lectu-ra se entera uno de que el hierro de tal suer-te comido se vuelve a encontrar en el tallo.

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Algunas obras de Gaston Bachelard

El aire y los sueños: ensayo sobre la imaginación del movimiento, México, fce, 1958,Breviarios, 328 pp.

La poética del espacio, México, fce, 1965, Breviarios, 283 pp.La formación del espíritu científico. Contribución a un psicoanálisis del conocimiento

objetivo, Buenos Aires, Siglo Veintiuno, 1972, 304 pp.El compromiso racionalista, México, Siglo Veintiuno, 1973, 184 pp.El agua y los sueños: ensayo sobre la imaginación de la materia, México, fce, 1978,

Breviarios, 298 pp.La poética de la ensoñación, México, fce, 1982, Breviarios, 323 pp.El derecho de soñar, México, fce, 1985, Breviarios, 253 pp.Lautréamont, México, fce, 1985, Breviarios, 145 pp. La tierra y los ensueños de la voluntad, México, fce, 1994, Breviarios, 454 pp.La intuición del instante, México, fce, 1999, Breviarios, 135 pp.

conejo, típico roedor, la pena roedora es,si podemos decirlo así, un despropósito.La intermediación de la imagen materiales indispensable para encontrar las raí-ces oníricas de la expresión de la tristezaque corroe un corazón. La herrumbre esla imagen extravertida —¡sin duda muyinadecuada!— de una pena o una tenta-ción que le roe el alma a alguien.* […]

Por cierto que, para los lectores queno quieran soñar tan lejos, bastará conmeditar sobre los ácidos “fuertes” y losácidos “débiles” para contar con una re-serva de imágenes dinámicas que dan vi-da a las luchas intestinas. De hecho, to-da lucha es dualidad, en razón de unpostulado simplificador de las imágenesdinámicas. Pero, recíprocamente, parala imaginación toda dualidad es lucha.Toda sustancia, para la imaginación,desde el momento en que deja de serelemental, está dividida necesariamente.Esa división no es plácida. En cuanto laimaginación afina, no se satisface conuna sustancia de vida simple y unida.Ante el menor desorden imaginado en elinterior de las sustancias, el soñador creeser testigo de una agitación, de una lu-cha pérfida.

Las imágenes materiales de la intimi-dad disputada encuentran un apoyo tan-to en las intuiciones vitalistas como enlas intuiciones alquímicas. Consiguenuna adhesión inmediata por parte “delalma gástrica”. El psicoanalista ErnestFraenkel tuvo a bien comunicarnos laspáginas en las que estudia la instancia di-gestiva con el nombre de alma gástrica.En ellas muestra que el alma gástrica es

El autor habla también de árboles exóticosque tienen, a manera de médula, un tallo dehierro. Como se ve, en esta ocasión, la pala-bra comer vacila entre el sentido propio y elsentido figurado. A partir de un juego de pa-labras, Pierre Leroux hace, en el siglo xix,una filosofía. Desarrolla un comentario fácilpor el hecho de que esse significa tanto sercomo comer, y agrega: “Comer es negar, esdevorar, es ser cruel, es ser asesino. Por lotanto existir es ser cruel y asesino. El ácidocome, y el alcalí también; la planta come, elanimal come, el hombre come, todo come”(La Grève des Samares, libro ii, p. 23).

* Obviamente, se plantea aquí un conflic-to semántico entre la expresión figurada ron-ger, que en francés se aplica indistintamentea la acción de los roedores, a la de la herrum-bre y a la de los sentimientos que atormen-tan al individuo, y en español sólo se puedeutilizar de manera muy forzada. [N. del t.]

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esencialmente sádica, y dice además: “Elsadismo gástrico es el del químico queexpone a su víctima a los efectos de unácido que quema.” […]

Pero no acabaríamos nunca si quisiéra-mos estudiar en sus detalles todas lasimágenes de la discordia íntima, todoslos dinamismos de las fuerzas que nacende la división del ser, todos los sueños dela originalidad rebelde que hace que elser no quiera ser más lo que es. En estasanotaciones rápidas, no deseamos sinoindicar la profundidad de una perspecti-va que se designa como un pesimismo dela materia. Queríamos mostrar que elsueño de hostilidad puede adoptar undinamismo tan íntimo que acarrea, demanera paradójica, la división de lo sim-ple, la división del elemento. En el senode toda sustancia, la imaginación de laira materializada origina la imagen deuna contra-sustancia. Tal pareciera en-tonces que la sustancia deba mantenerseen contra de una sustancia hostil, en elseno mismo de su ser. El alquimista, quesustancializa todos sus sueños, que reali-za tanto sus fracasos como sus esperan-zas, forjó, de este modo, verdaderos anti-elementos. Una dialéctica semejante nose conforma con las oposiciones aristo-télicas de las cualidades: quiere una dia-léctica de las fuerzas vinculadas con lassustancias. Dicho de otra forma, la ima-ginación dialéctica, siguiendo los prime-ros sueños, ya no se satisface con lasoposiciones del agua y del fuego, quierela discordia más profunda, la discordiaentre la sustancia y sus cualidades. Lasimágenes materiales de un fuego frío, deun agua seca, de un sol negro, las hemosencontrado con gran frecuencia en

nuestras lecturas de alquimia. Se formantambién, más o menos explícitas, más omenos concretas, en las ensoñacionesmateriales de los poetas. Son la marca deuna voluntad de contradecir en primertérmino las apariencias, y luego de ga-rantizar para siempre esa contradicciónmediante una discordia íntima, funda-mental. El ser que obedece a ensoñacio-nes semejantes, obedece en primer lugara una conducta de originalidad dispuesta aresponder a todos los desafíos de la per-cepción razonable, y luego se convierteen la presa de esa originalidad. Su origi-nalidad no es ya más que un proceso denegación. La imaginación que se com-place en imágenes como éstas de oposi-ción radical arraiga en sí misma la ambi-valencia del sadismo y del masoquismo.No hay duda de que esa ambivalencia esharto conocida por los psicoanalistas.Pero ellos no estudian más que su aspec-to afectivo, más que sus reacciones so-ciales. La imaginación va más allá; hacefilosofía, determina un materialismomaniqueo, en el que la sustancia de todacosa se convierte en el lugar de una lu-cha cerrada, de una fermentación dehostilidad. La imaginación aborda unaontología de la lucha en la que el ser seformula en un contra-sí, totalizando alverdugo y a la víctima, un verdugo queno tiene tiempo de regodearse en su ma-soquismo. El reposo es negado parasiempre. La materia misma no tiene de-recho a él. Se afirma la agitación íntima.El ser que obedece a semejantes imáge-nes conoce entonces un estado dinámicoque no se da sin embriaguez: es agita-ción pura. Es un puro hormiguero.

Traducción de Rafael Segovia

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El placer de su compañíaPeter France

La vida mundana de los salones franceses del AntiguoRégimen fue muchos más que un escenario frívolo ysuntuoso. Como muestra Benedetta Craveri en La culturade la conversación, publicado en 2004 por nuestra filialargentina, el ingenio verbal dejó una huella profunda en elmodo de ser francés, como se explica en este texto,aparecido en junio pasado en The New York Review of Books,a propósito de la edición estadounidense de esa obra

No mucho tiempo después de la primera guerra mundial, elcrítico de arte Clive Bell comenzó a definir y defender la “ci-vilización” por la que su país supuestamente había luchado.Echando una mirada retrospectiva desde Bloomsbury hastaVoltaire y hacia atrás, destacó lo que según el consenso gene-ralizado constituían tres hitos de la vida civilizada: la Atenas dePericles, la Italia del Renacimiento y la Francia correspon-diente al periodo comprendido entre la mitad del siglo xvii yla Revolución. A esta última la denominó “la época de la fasci-nación”, en referencia al “peculiar encanto” de la sociedad pa-risina. En 1928, esta imagen de la Francia prerrevolucionariacomo un mundo exquisitamente sociable tenía ya una largahistoria. Mucho más cerca en el tiempo, Germain de Staël,exiliado por Napoleón, había evocado en su De l’Allemagne losplaceres perdidos de la conversación francesa: “París es reco-nocida como la única ciudad en el mundo en la que el espírituy el gusto por la conversación están ampliamente difundidos,y lo que se conoce como el mal du pays, esa indefinible nostal-gia por la patria… es especialmente aplicable al placer de con-versar, que los franceses no experimentan en ningún otro lu-gar con la misma intensidad con que lo hacen en su país.” Ta-les proclamas de una “excepción francesa” naturalmentedespertaron la envidia y a veces la hostilidad de países menosfavorecidos.

La escritura de Staël parte de la nostalgia y, si en 1928 Bellse interesó en este mundo perdido, fue como un provocativoantídoto contra las tendencias de la sociedad británica de suépoca. Sin embargo, en décadas recientes el complejo de prác-ticas, creencias e ideas evocadas por términos tales como cor-tesía, buenos modales, educación y civilización se convirtió enobjeto de investigación académica para los historiadores de lacultura. Así, actualmente se considera que la defensa del com-portamiento cortés y de la literatura cortés de la Inglaterra y laEscocia del siglo xviii fue un factor esencial en la creación deuna sociedad homogénea y pacífica luego de las guerras del si-glo xvii. Pero es Francia, el paradigma de la sociabilidad civi-lizada, el país que atrajo la mayor atención. Aquí también laempresa de la civilización a menudo es considerada en térmi-nos políticos, por cuanto sucede a las guerras de religión entre1562 y 1598, y coincide con la afirmación del poder real cen-

Reprinted with permission from The New York Review of Books.Copyright © 2005 nyrev, Inc.

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tralizado. Pero, al mismo tiempo, muchos académicos, de loscuales Marc Fumaroli es el más prominente, han presentadoun cuadro atractivo de esta cultura de elite como una creaciónde valor singular, una obra de arte por derecho propio.

Es esta sociedad —sea mítica o real— la que Benedetta Crave-ri evoca en su libro La cultura de la conversación, publicado ori-ginalmente en italiano, muy bien recibido en su versión fran-cesa y recientemente traducido al inglés.1 En su minucioso tra-bajo, Craveri, autora de un libro anterior sobre la salonnièreMadame du Deffand y su mundo, abreva con eficacia en el am-plio espectro de investigaciones recientes en este campo, queson enumeradas y analizadas en un ensayo bibliográfico exten-so y de gran utilidad. Pero el logro principal de su libro no estanto el estudio que realiza cuanto la atractiva historia que re-lata, escrita con un estilo “despojado de lenguaje académico”(un estilo que habría complacido a las personas sobre las queescribe).

La historia es contada a través de una serie de heroínas, lasmujeres que presidieron las conversaciones de salón en las quela alta sociedad de Francia encontró su expresión más singular.Ello no significa que la conversación cortés haya sido una crea-ción exclusivamente femenina; los hombres tienen un lugarimportante en la historia, especialmente los escritores y filóso-fos, que aportaron a los salones buena parte de su distinción.Pero, comparada con la prestigiosa corte de Urbino descritapor Castiglione en Il libro del cortigiano, la sociedad francesa delAntiguo Régimen es destacable en virtud del rol central quedesempeñaron las mujeres al determinar las reglas básicas de laconversación cortés, el lenguaje apropiado para ella y, por con-siguiente, el lenguaje de la literatura que reflejó y desarrolló lacultura oral de los salones. Los escritores varones contemporá-neos coinciden en que la conversación de las mujeres fue lamejor escuela de los buenos modales; como afirma Craveri, lacultura oficial, de manera prácticamente unánime, les recono-ció a las mujeres “una competencia lingüística superior a la delos hombres”. Los observadores extranjeros, y no solamentelos ficticios viajeros de las Cartas persas de Montesquieu, habla-ban de la inusual prominencia —y algunos añadirían, la liber-tad— de las mujeres de la sociedad francesa.

Los principales personajes de este libro serán familiares pa-ra quienes tengan algún conocimiento de la Francia clásica.Comenzamos en 1618 con la Marquesa de Rambouillet, cuyamansión parisina, con su “salón azul”, constituyó un modelotanto arquitectónico como social para muchas de las tertuliassimilares que se realizaron a lo largo de los 170 años siguien-tes. Craveri apunta que “la mansión, con su estilo de inspira-ción italiana, sutil y armonioso, estaba imbuida de una sensa-ción nueva de intimidad y confort… Aunque el gusto de laMarquesa estuviera guiado por un arraigado afán de belleza y

1 En 2004 lo publicó la filial argentina del fce, en traducción deCésar Palma.

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armonía, es imposible no percibir, a juzgar por la permanenteanimación que reinaba en su casa, su necesidad de distraccióny diversión constantes.” Luego de varios análisis más breves dealgunas de las cautivantes heroínas de la Fronda —las guerrasciviles francesas de mediados del siglo xvii—, llegamos a lossustanciosos capítulos sobre la brillante Madame de Sablé, encuyo salón nacieron las ácidas máximas de La Rochefoucauld,y sobre Mademoiselle de Montpensier (la “Grande Mademoi-selle”), la extravagante sobrina de Luis XIV, que en su exilio enSaint-Fargeau creó su propia versión, algo más literaria, del sa-lón azul. Madeleine de Scudéry, la musa del preciosismo, cuyasextensas novelas ofrecieron un sugestivo espejo del mundo re-gido por estas damas de la sociedad, es analizada junto conMontpensier, pero también en un importante capítulo en elque comparte un lugar con dos de las grandes escritoras de laépoca, Madame de Sévigné y Madame de Lafayette, cuya es-trecha amistad constituye un admirable ejemplo de solidaridadfemenina (los salones posteriores solieron estar dominados poruna “abeja reina”). A continuación encontramos un análisis re-lativamente breve de la mecenas de La Fontaine, la culta Ma-dame de la Sablière, descrita con superlativos característicostales como “la más encantadora de todas las mujeres distingui-das del Grand Siècle”, y una contrastante presentación de dosamigas que dejaron marcas muy diferentes en el mundo, la su-percortesana Ninon de Lenclos y la morganática esposa deLuis XIV, Madame de Maintenon.

El siglo xvii ocupa aproximadamente dos tercios de La cultu-ra de la conversación, en tanto que las salonnières de la Ilustraciónreciben un tratamiento más breve. Las principales figuras aquí

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son la Marquesa de Lambert, que aportó una nueva seriedad ala conversación de salón; la escandalosa Madame de Tencin (“laaventurera de la Ilustración”); la burguesa Madame Geoffrin,tal vez la orquestadora más importante de la conversación inte-ligente; la lúcida y acerba Madame du Deffand, y su protegiday luego rival, Mademoiselle de Lespinasse, poseedora de unagran libertad intelectual y, a la vez, víctima de una pasión no co-rrespondida. Pero los capítulos dedicados al siglo xviii tambiénnos permiten vislumbrar otros círculos, menos dominados porlas mujeres, en los que comenzó a exponerse y elaborarse lanueva filosofía, desde la residencia de Voltaire en Ferney, cercade la frontera con Ginebra, hasta las tertulias ateas en las man-siones del Barón d’Holbach en París y en la campiña.

Aunque estos salones llegaron a convertirse en el símbolode la cultura francesa, no involucraron sino a una pequeñafracción de la población, una elite ociosa. Craveri no se ocupaaquí de las muchas otras formas de sociabilidad que coexistie-ron con los salones, y menos aún del campesinado, que confor-maba la mayor parte de la población francesa. Rara vez sus he-roínas y héroes debían preocuparse por encontrar medios desubsistencia, por la crianza de sus hijos o por las tareas domés-ticas. Ello no significa que tuvieran vidas sencillas. Les espera-ban el oprobio político, el exilio, la guerra, la ruina financiera,la enfermedad, la ceguera y la muerte temprana, especialmen-te en el primer periodo. De hecho, crearon estas islas de ele-gancia y bienestar para protegerse de la violencia y la inestabi-lidad del mundo (como el locus amoenus del Decamerón, un re-fugio en Florencia para escapar de la plaga). En primerainstancia, estos salones creados por Madame de Rambouillet ysus sucesoras fueron intentos de brindar una nueva raison d’ê-tre a una clase social que estaba perdiendo su relevancia políti-ca y su vieja función de lucha a manos de la creciente concen-tración de poder en la monarquía. Guiados por las salonnières,los nobles podían cambiar los modales brutales del campo mi-litar por una educada forma de vida. Como señala Craveri: “Deeste modo, a través de su forma de vivir, de hablar, de actuar,de divertirse, de disfrutar de su mutua compañía, la elite nobleadquiriría la inquebrantable convicción de su propia superiori-dad.” La conversación elegante y los modales refinados le ase-guraban a la nobleza la distinción sin la cual carecía de valor.

Pero existía un problema: los modales de un grupo exclusi-vo podrían ser imitados por quienes ansiaban ascender en la es-cala social. O, para expresarlo en términos más positivos, losbuenos modales se expandirían gradualmente a todos los nive-les de la sociedad, a tal punto que hacia principios del siglo xxgrandes sectores de la sociedad francesa y británica aún se ha-cían eco, a la distancia, de los modales del Ancien Régime. Ro-ger Chartier ha hecho una interesante observación respecto decómo los buenos modales, al generalizarse y expandirse, pier-den su poder de conferir distinción, de suerte que constante-mente se requieren nuevas formas de mantener las distanciasnecesarias.2 Incluso las palabras que se utilizaban para denotarbuenos modales dejaron de ser usadas: courtoisie y civilité, origi-nalmente exclusivas, quedaron devaluadas cuando llegaron alos grupos que no pertenecían a la elite, y fueron reemplazadaspor honnêteté (un término amplio que no necesariamente guar-da relación con honestidad, sino que está referido más bien a

2 Lecturas y lectores en la Francia del antiguo régimen, México, Insti-tuto Mora, 1994.

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un sentido del estilo y el gusto, y a la habilidad de ser sociabley agradable) y politesse (que a su vez fue degradado o criticadoen periodos posteriores).

Del mismo modo, en la Gran Bretaña de mediados del sigloxx existían estrictas prescripciones de lo que debía hacerse y loque no, según fuese “U” (upper-class, de clase alta) o “non-U”:objetos (por ejemplo, cuchillos para pescado) o palabras (porejemplo, dessert) que a quienes los usaban les parecían distin-guidos eran considerados por los conocedores como signos in-dudables de no pertenencia a la elite. El juego lleva por nom-bre misterio y mistificación. Una de las frases clave que descri-bía el estilo distinguido en la Francia clásica era la inefable “jene sais quoi”.

Al mismo tiempo, sin embargo, las damas de la nobleza semostraban dispuestas a admitir a algún plebeyo, especialmentecuando se trataba de hombres de letras capaces de jugar el jue-go, y cuyo aporte creativo resultaba esencial para la calidad dela conversación. El ejemplo emblemático en este sentido fue,en los primeros tiempos, Vincent Voiture, el hijo de un comer-ciante de vinos cuyo ingenio, expresado en versos, en cartas yen diálogos, lo llevó a convertirse en un miembro indispensa-ble del círculo de Rambouillet. En este punto parece haberfuncionado una democracia del talento —muchas veces los sa-lones fueron considerados desde esta perspectiva—, pero en elcaso de Voiture es igualmente posible, como señala Craveri,ver al plebeyo ingenioso, “un verdadero maestro del cumpli-do”, como un descendiente del bufón de la corte medieval, aquien los nobles podían poner en su lugar de la manera másgrosera cuando lo estimaran pertinente.

De manera similar, un siglo más tarde Voltaire se sorpren-dería al comprobar que un noble podía ultrajarlo con impuni-dad. Sin embargo, en general, la posición de los hombres de le-tras, philosophes e incluso artistas mejoró notablemente en lossalones de la Ilustración. Jean le Rond d’Alembert, un niñoabandonado que llegó a ser un genio de las matemáticas, fue elalma del círculo de Madame du Deffand, hasta que la abando-nó por Julie de Lespinasse. Pero vale destacar que D’Alemberttambién escribió un ensayo sobre “las relaciones entre los

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hombres de letras y la aristocracia [les grands]” en el que deplo-raba la forma en la que los escritores y filósofos de Francia de-bían bailar al compás de los caprichos de sus mecenas. Miran-do lo que ocurría del otro lado del Canal, escribió: “En Ingla-terra fue suficiente con que Newton fuese el más grandematemático de su siglo; en Francia, se habría esperado quetambién fuese encantador.”

Es que la sociedad de los buenos modales, encantadora y to-do, entrañaba una disciplina que podía resultar insoportable, yéste es el aspecto del “proceso civilizador” que Norbert Eliasdestaca en su renombrado estudio, en el que presenta el desa-rrollo de los buenos modales como parte de la domesticaciónde la sociedad que necesitaba la monarquía absoluta.3 (Lo quenos recuerda las reflexiones de Nietzsche en La genealogía de lamoral acerca de la violencia que debe de haber sido necesariapara enseñar a los seres humanos a mantener su palabra.)

Craveri menciona este aspecto negativo de la “época de laconversación”, pero se inclina más a celebrar los logros positi-vos de los nuevos buenos modales, a los que separa, con razón,de la corte real. En su libro, Craveri considera la cultura de sa-lón, centrada en las grandes mansiones citadinas de la nobleza,más bien como un refugio respecto de los asuntos públicos, lacreación de un maravilloso mundo de ocio. Si los buenos mo-dales cortesanos tienen el frío refinamiento del mármol, losbuenos modales de la ciudad son “fáciles”, relajados, entreteni-dos. Desde esta perspectiva, los verdaderos buenos modalesson una cualidad moral, por la cual el yo queda relegado (ocul-to, diría Pascal) en favor de la felicidad del grupo, pese a la en-gañosa frontera que existe entre la complaisance y los cumplidoshipócritas.

Los salones fueron un experimento en la vida social, pero esposible que también hayan funcionado como una red de opo-sición a la autoridad del momento. En la mitad del siglo xviimuchos de ellos estaban vinculados con la Fronda antirrealistao con la política subversiva del jansenismo. Versalles tuvo superiodo de hegemonía entre 1680 y la muerte de Luis XIV en

3 Norbert Elias, El proceso de la civilización: investigaciones sociogené-ticas y psicogenéticas, México, fce, 1998.

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1715, pero posteriormente el poder cultural regresó a la ciudaden lo que Craveri llama la “venganza de París”. En verdad, esdiscutible si los salones, especialmente los del siglo xviii, fue-ron los principales lugares en los que se gestó la opinión públi-ca o lo que Jürgen Habermas denomina la “sociedad civil” —una discusión permanente no controlada desde arriba—. De-signaciones oficiales, elecciones de académicos, políticasnacionales y exteriores estuvieron influidas por lo que sucedíaen los salones. Y, por más decorosas que fuesen, las conversa-ciones de hombres y mujeres de mundo, escritores y filósofosque transcurrían en las casas de Madame Geoffrin o Mademoi-selle de Lespinasse constituyeron una suerte de contraculturaque fue debilitando discretamente la organización social y po-lítica que las había hecho posibles. No estaban solas, por su-puesto, y al contar su glamorosa historia se corre el riesgo dedescuidar el importante rol que desempeñaron otros grupos yorganizaciones —las academias, clubes y círculos provinciales,por ejemplo—, y ese gran nuevo escenario para la conversaciónlibre que fue el café.

Pero, ¿qué ocurría realmente en esos salones? Es difícil saber-lo con certeza, puesto que no contamos más que con registrosescritos que sólo muy parcialmente pueden devolvernos esemundo perdido tal cual era. Ocasionalmente, es cierto, tene-mos lo que parecen ser registros de lo que se decía realmente(por ejemplo, las cautivadoras descripciones de Diderot de lasconversaciones en la mansión de Holbach, en sus cartas a Sop-hie Volland), pero lo más frecuente es encontrar imágenesidealizadas vertidas en memorias, novelas, ensayos teóricos ycríticos o, descendiendo en la escala, en los numerosos y muyvendidos manuales de etiqueta. También disponemos de los es-critos de algunos de los principales participantes —las cartas deSévigné o Voltaire—, las máximas de La Rochefoucauld, lospoemas de La Fontaine. Si tomamos estos clásicos como unarepresentación del mundo en el que fueron producidos, no he-

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mos de sorprendernos si encontramos un cuadro en el que to-do es dorado, aunque el lector escéptico puede preguntarsequé tan inteligente, divertida y elegante era verdaderamente lavida de los salones.

Ciertamente, no todo era conversación ingeniosa, literatura,arte y música. Así como se comía y se bebía, también se jugabaintensamente, a veces de manera bastante tosca (Diderot des-cribe una escena en la casa de Holbach —que, debe admitirse,no era de los grandes salones— en la que una dama entrada enaños salta sobre las espaldas de un capitán y se pasea montadasobre él riendo tan vigorosamente que se orina encima). Perola conversación era, sin duda, la clave. Es imposible hacer unageneralización a partir de tantos salones, pero habitualmente laconversación era ordenada, y a veces dirigida estrictamente, ala manera de un concierto, bajo la batuta de la dueña de casa.Craveri cita un bello pasaje de las memorias de Marmontel so-bre la compañía de Madame du Deffand: “Cuando estaban conella, se encontraban en tanta armonía como las cuerdas de uninstrumento ejecutado con talento… Diría que ella tocaba eseinstrumento con un arte rayano en la genialidad.”

Las personas se turnaban, esforzándose por brillar y entre-tener, pero sin acaparar la conversación —razón por la cual elimparable Diderot no se sentía a gusto en los salones más for-males—. La sinceridad del misántropo Alcestes, el personajede Moliere, tampoco era bienvenida; era más importante inter-pretar bien un papel. La complaisance era esencial, pero paraque la conversación no fuese aburrida, era preciso sazonarlacon raillerie (burlas), una delicada cuerda floja en la que no to-dos podían caminar.

No todos los temas eran aceptables. Madame Geoffrin enparticular era partidaria de frenar a sus invitados cuando lacharla amenazaba con “ocasionar inconveniencias políticas”,según relataba su hija. En cierta medida, los salones dieron ori-gen a las restricciones —tanto respecto de las controversias co-mo de los negocios— que llegaron a convertirse en el signodistintivo (algunos dirían la ruina) de la buena conversación.En palabras de Craveri: “En tanto reflejaba al verdadero hon-nête homme, la conversación en sociedad era despreocupada, suobjetivo no era otro que el placer de la conversación por laconversación misma. A diferencia de la conversación de los sa-vants, no implicaba un despliegue de conocimientos, no apun-taba a demostrar ni a persuadir.” Pero, como observa Craveri,sería erróneo sugerir que estas conversaciones eran vacías. Consu estilo placentero, tocaban los temas más importantes, mora-les, metafísicos, estéticos, religiosos y políticos, y sus partici-pantes estaban entre las mentes más brillantes de su genera-ción. Racine leyó tres actos y medio de su tragedia Alejandro elGrande en el salón de Madame du Plessis-Guénégaud en 1665cuando aún la estaba elaborando, ante una audiencia que in-cluía a hombres y mujeres de la nobleza y a cuatro escritoreseminentes: Madame de Sévigné, Madame de Lafayette, La Ro-chefoucauld y Boileau. Alrededor de un siglo más tarde, entrelos invitados de Madame Geoffrin se contaban casi todos losescritores y filósofos más reconocidos de la época y éstos noeran proclives a limitarse a tratar temas anodinos.

Ello sugiere la estrecha relación que existía entre la culturade salón y la literatura de la época. Ésta fue quizá la última vezen la cultura occidental en que los escritores tuvieron un con-tacto tan directo, para bien o para mal, con los miembros másinfluyentes de su público, muchos de los cuales eran también

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sus mecenas. La conversación ha sido descrita por Marc Fuma-roli como el genre des genres de la cultura clásica, el género apartir del cual surgieron todos los demás. Y, por cierto, buenaparte de la literatura francesa de este periodo tiene las cualida-des de la conversación cortés: ingenio, ligereza, claridad, varie-dad. Las fábulas filosóficas de Voltaire parecen hechas para surepresentación oral, y el conte era apenas uno de los numerososgéneros que continuaron en forma escrita algunas de las acti-vidades favoritas de los salones: diálogos, cartas, ensayos, retra-tos, máximas, epigramas, sátiras, versos livianos de toda clase.El nuevo periodismo llevó el refinamiento de París a los exilia-dos de la campiña, y la novela, aún no muy respetable pero in-mensamente popular, reflejaba el estilo de la sociedad educada,trataba sus temas favoritos de amor y amistad y a su vez era dis-cutida en los salones. Sobre todo el teatro, y especialmente elteatro cómico, tenía un lugar central en la vida cultural; lasconversaciones eran una especie de representación dramática,y las obras constituían una versión refractada de las conversa-ciones de la elite.

Pero la literatura clásica francesa excedía la charla de estos cír-culos. La peculiar calidad de muchas de las obras de esta épo-ca reside en la yuxtaposición de la elegancia de los salones y lastramas más oscuras que subyacían a aquélla, y a propósito de lacual constituían una suerte de respuesta. Acaso Jean de LaFontaine ofrezca el mejor ejemplo. Ningún escritor plasmómejor que él la ligereza, la gracia y el ingenio de la conversa-ción cortés, y sin embargo sus fábulas —demasiado adultas pa-ra los niños, pese a lo cual con frecuencia éstos deben leerlas—expresan una trágico discernimiento de la imposibilidad desostener este ideal de dulzura y luminosidad.

Y luego estaban aquellos que no querían jugar un juego quepudiera parecer fútil y restrictivo incluso para los mejores ac-tores; sería bueno saber adónde fueron algunos de ellos luegode emerger de los salones, y si no respiraron con alivio cuandose encontraron a cielo abierto. Jean-Jacques Rousseau, oriun-do de Ginebra, una figura de Diógenes en quien los modalesde la conversación no fluían fácilmente, no era amigo de la cor-tesía parisina. Es particularmente interesante el pasaje de sunovela Julia o la nueva Eloísa, citado porCraveri, en el que a una entusiasta pri-mera impresión de la conversación cita-dina (“fácil y natural… cortés pero noafectada”) sigue una desencantada des-cripción de la egolatría y el fingimientoque subyace a esa falsa apariencia. A laceremonia de la conversación en sociedad él prefería la charlainformal e íntima, y no sólo con los miembros de la elite.¿Rousseau era una excepción o se hacía eco de los pensamien-tos no expresados de otros?

Las reacciones extranjeras al refinamiento francés eran no-tablemente ambivalentes, en especial en Alemania y Gran Bre-taña. Algunos visitantes británicos que experimentaron esemundo distinguido en persona —Lord Chesterfield, HoraceWalpole, David Hume— lo vieron como un modelo envidia-ble, aunque incluso el civilizado Hume le decía a Adam Smithen sus cartas desde París cuánto extrañaba la crudeza y los em-bates del Poker Club de Edinburgo. El bien llamado Poker[“atizador”, en español] era, desde luego, una institución exclu-siva para hombres, y muchas de las típicas críticas británicas a

Los salones fueronen la vida social, ptambién hayan funred de oposición amomento

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la Francia excesivamente civilizada y afeminada, como la deRousseau, tenían un tono manifiestamente misógino. Los mo-dales simples y masculinos de los ingleses se oponían a los re-milgos del país de los maestros de la danza y los reposteros delotro lado del Canal.

¿Qué hay de nosotros ahora? ¿Qué haremos de este mundodesvanecido? Benedetta Craveri es perfectamente conscientede los problemas y los aspectos dolorosos de la cultura de lossalones, pero el tono dominante de su libro, como el de mu-chas obras francesas recientes sobre el tema, es de celebracióny nostalgia. La introducción habla de la “irresistible atracción”que ejerce esa sociedad, que Craveri opone a nuestra formamoderna de vivir: “En tiempos como los nuestros, en los quelos modelos artificiales de comportamiento impuestos desdeafuera se suceden unos a otros con monótona regularidad, amenudo hasta el punto de la caricatura, no podemos sino ad-mirar la soberana naturalidad de esos seres sociales que, con unperfecto dominio de la palabra y el gesto, interpretaban el mo-delo que habían forjado para sí mismos y por el cual fueron re-conocidos.” Expresiones tales como “soberana naturalidad” y“perfecto dominio” —que se repiten a lo largo de La cultura dela conversación— revelan cómo el pasado es idealizado, mientrasque la caracterización que realiza la autora de la sociedad mo-derna hace escasa justicia a las numerosas formas de sociabili-dad, conversación y —sí— cortesía que permiten a personas detoda clase vivir juntas en un clima de amistad y placer, aun sitales formas distan mucho de las ceremonias de los salones. Pe-ro no es necesario desdeñar el presente para admirar los logrosde aquellos notables hombres y mujeres, pues se trata de logrosque en última instancia afectaron a un espectro de la sociedadmucho más amplio que el pequeño grupo privilegiado que sedescribe en este libro.

En nuestra época la cortesía a menudo es vista despectiva-mente como tan sólo una cuestión de etiqueta superficial, pe-ro la conversación y el comportamiento referidos en estas pá-ginas son algo más, y ofrecen, como sugiere Craveri, un mo-delo que aún puede ser útil en sociedades que se encuentranlejos del salón azul del Hôtel de Rambouillet. Es posible que

no nos reunamos en grupos de alrede-dor doce privilegiadas personas duranteprolongadas sesiones de ocio dedicadasa la conversación elegante, a los retratosverbales, a los versos en sociedad y de-más; nuestras reuniones e intercambiosde opiniones asumen formas bastante

diferentes de las del salón del siglo xvii. Pero en sus numero-sos y diversos lugares, desde los debates en televisión hasta elbar, desde los seminarios hasta la sobremesa, la sociedad mo-derna necesita, como siempre ha necesitado, algunas de lascualidades desarrolladas al abrigo de las grandes salonnières: lacapacidad de escuchar, de turnarse, de ser ingeniosos sin seragresivos, de buscar la armonía más que la confrontación, dehacer que los otros miembros del grupo se sientan más felicescon ellos mismos y con la vida. Es un ideal más que una reali-dad, sin duda, y en modo alguno la cuestión se agota aquí, pe-ro, ¿las cosas eran muy diferentes en la Francia evocada contanta elocuencia en La cultura de la conversación?

Traducción de Gabriela Ubaldini

n experimentoo es posible queonado como unaa autoridad del

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La Encyclopédie y la Revolución francesaEmmanuel Le Roy Ladurie

Está preparándose la traducción deuna de las más ambiciosas —ylogradas— investigaciones delhistoriador estadounidense RobertDarnton: El negocio de la Ilustración.Historia editorial de la Encyclopédie,1775-1800, en la que se rastrea ladifusión de la obra cumbre ilustrada.Hemos tomado aquí el prefacio que Le Roy Ladurie —autor deHistoria del clima desde el año mil,publicado por el FCE— escribió para laedición francesa del libro de Darnton

Desde hace unos diez años, algunos au-tores han contribuido a renovar nuestravisión de los orígenes intelectuales y so-ciales de la Revolución francesa. Entreellos se cuentan Robert Darnton, quetrata el tema de la Encyclopédie, al cual serefiere en El negocio de la ilustración. His-toria editorial de la Encyclopédie, 1775-1800; François Furet para las sociedadesde intelectuales; Daniel Roche para lasacademias, y Gérard Gayot para la ma-sonería. Estos cuatro mosqueteros delrevisionismo prerrevolucionario ponenen evidencia una profunda modificación,a la vez celular e ideológica, del tejidosocial de la Francia “absolutista” de losúltimos Borbones.

Un primer fenómeno, de orden so-ciocultural, concierne a la masonería:importada de Inglaterra alrededor de1725, se hace significativa, incluso masi-va, a nivel de la elite y de la pequeñaburguesía, durante la segunda mitad delsiglo xviii. Hace tiempo se abandonó laidea de que la Revolución francesa ha-bría sido el resultado de los complotsmasónicos. Se admite, sin embargo, quelos notables “frimasones” de la décadade los sesenta de ese siglo tienen menta-lidades muy diferentes de las que carac-terizan a sus predecesores o ancestros,miembros de la Compañía del Santo Sa-cramento en el siglo xvii.

Las logias son un maravilloso mode-lo de imitación de arriba hacia abajo, a lainversa del esquema simplista de la luchade clases: el ejemplo de su fundaciónproviene a menudo de la gran nobleza,

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la de los d’Antin o los Luxemburgo, pe-ro enseguida empezaron a adherirse aellas representantes plebeyos, esencial-mente de las ciudades, que llegan aconstituir el 81 por ciento de sus miem-bros. Solamente el 19 por ciento de loshermanos pertenecen a los dos primerosórdenes (nobleza y clero). Pero a pesarde la Gran Logia y del Gran Oriente, lacentralización carece de fuerza. Estascélulas de confraternidad promueven lainiciativa local en las grandes y pequeñasciudades de provincia. ¿Estas logias ha-cen desaparecer las consecuencias de larevocación? En todo caso admiten, ennombre de un vago ecumenismo de an-ticipación, a los protestantes (pero no alos judíos). Pretenden profesar un ciertoideal de igualdad y fraternidad, pero seexcluye de ellas al servicio doméstico, yse relega a los artesanos a logias de esta-tus social inferior. Los masones inaugu-ran la fusión de las elites nobles y lasburguesas: en este sentido, contribuyenen 1788 a hacer posible la prerrevolu-ción liberal, preludio de la Revolución asecas. Agreguemos que en sus comien-zos aceptaron a Montesquieu y aclama-ron al viejo Voltaire. Sin embargo, du-rante mucho tiempo su lealtad hacia lamonarquía es ejemplar. Algunas divaga-ciones, características del iluminismo,acompañan su interés por la Ilustración.En la última etapa del Antiguo Régi-men, hermetistas, ocultistas, inclusomísticos de toda clase navegan en aguascercanas a la masonería. Estas prácticasno son nuevas entre las elites francesas.Ya hacia 1700-1720 Saint Simon, ar-diente partidario de la sociedad de órde-nes, se indignaba por la acción de redescasi clandestinas: no se trataba todavíade los masones, sino de los jesuitas. De-nunciaba a los grandes señores que prac-ticaban la alquimia, las predicciones y eldiabolismo, imitando al duque de Or-léans, o que se entusiasmaban con devo-tos, beatos, o con efusiones quietistas, co-mo es el caso de Fénelon o el duque deBeauvillier.

Políticamente, la adhesión a la maso-nería es inofensiva durante un ciertotiempo. Sin embargo involucra a cin-

cuenta mil personas en todo el reino (esdecir, un individuo de cada veinte milciudadanos varones no proletarios).1 Sincontar París, otras siete ciudades cuen-tan con más de quinientos masones cadauna, es decir, la misma proporción conla que en la actualidad contaría la sec-ción local de un partido político impor-tante en una ciudad mediana. Evidente-mente, estas siete ciudades se encuen-tran entre las más grandes, pero seincluye entre ellas a Brest, que sólocuenta con treinta mil habitantes en1789.

Por otra parte, las logias no son total-mente inocuas desde el punto de vistapolítico. Algunas de ellas, como porejemplo la de Rennes, apoyarán la Revo-lución de 1789 en sus comienzos. Peroen general, hasta 1785 aproximadamen-te, los debates de la masonería están li-gados a la Ilustración por el enciclope-dismo filosófico. De esta manera, la ma-sonería contribuye pacíficamente a ladesestabilización cultural de la que sal-drán, como un conejo de la galera, lossucesos de 1789. En este aspecto resultamuy relevante la obra de Robert Darn-ton. Las derivaciones socioculturalesque son consecuencia del progreso delas logias se miden también por las me-ditaciones sobre la clientela de un granlibro, compuesta en su mayoría por lec-tores urbanos y, en menor medida, porcuras y propietarios rurales. Se trata delos compradores (y de los autores) de laEncyclopédie de Diderot (25 mil ejempla-res, es decir, un bestseller a fines del rei-nado de Luis XV y comienzos del deLuis XVI), compradores y autores tam-bién de la Encyclopédie méthodique dePanckoucke durante los últimos años delAntiguo Régimen. Los autores enciclo-pedistas quieren organizar racionalmen-te el saber. Son objetivamente hostiles ala revelación. Manifiestan su rechazo a laiglesia y a ciertos aspectos del estado: susenormes volúmenes son típicos de laIlustración. En total, el 29 por ciento de

1 Gérard Gayot, La Franc-Maçonneriefrançaise, París, Gallimard, 1980, Archives, p.32.

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estos autores pertenecen a los primerosórdenes, nobleza de espada o de toga, yclero, que, sumados, sólo representan el 2por ciento de la población de Francia.Puede así apreciarse que la Ilustración(urbana) está lejos de ser específicamen-te burguesa, a fortiori capitalista. Y de-ben gran parte de su impulso a la noble-za, tan poderosa en las ciudades del sigloxviii. Esta sociedad de escritores ilustra-dos es joven, como lo serán los líderes dela Revolución Francesa: los colaborado-res de la Encyclopédie méthodique tienenen promedio cuarenta y un años de edaden 1782. En cuanto a los clientes de estaobra, el caso de Besançon es ejemplar:esta ciudad de clérigos, abogados, médi-cos y funcionarios está dominada por lanobleza de toga del parlamento y por lanobleza de espada de los oficiales de laguarnición. Besançon cuenta con 28 milhabitantes. Allí se compran 338 ejem-plares en cuarto de la Encyclopédie . Encambio Lille, con 61 mil habitantes, esuna metrópolis del comercio y del “capi-talismo”. Su industria es moderna, almenos a escala francesa, y existe allí unproletariado pobre y numeroso. Ahorabien, Lille compra sólo 28 ejemplares encuarto. Besançon cuenta entonces conuna colección en cuarto de la Encyclopé-die cada 83 habitantes, en otras palabras,cada 18 familias. Inversión considerabledado el precio de la obra. Y más aún,muchos de los que no han podido com-

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prar la Encyclopédie por su alto preciopueden leer sus artículos en la sala de lec-tura. Lille, por el contrario, tiene el últi-mo puesto en lo que respecta a la cultu-ra: se vendió solamente un ejemplar encuarto cada 2 178 habitantes, o sea cada464 familias. Su índice es 26 veces infe-rior al de Besançon.

Con ayuda de Darnton, debemos in-terrogarnos todavía desde esta perspec-tiva sobre el concepto de “revoluciónburguesa”: la Revolución resultará obje-tivamente burguesa por sus resultadosfinales (¡y no por todos ellos!; tengamosen cuenta la fragmentación campesina,ni burguesa ni capitalista, que será esti-mulada de múltiples maneras entre 1789y 1799). Pero intelectualmente la Ilus-tración, cuyas ramificaciones revolucio-narias son incuestionables, irradian a unpúblico receptivo, sólo ligado en peque-ña proporción a formas de vanguardiadel capitalismo burgués. Una vez más,las estadísticas de los compradores-lec-tores de la Encyclopédie son elocuentes.Estos lectores urbanos pertenecen sobretodo al clero; entre los nobles, los lecto-res se encuentran en la nobleza de togay los intelectuales, y, finalmente, a esegrupo de la burguesía que, teóricamen-te, desde una perspectiva “marxista”, se-ría considerado, luego de un rápido aná-lisis, como el más nostálgico del pasado(aunque no lo sea en absoluto). Me refe-riré ahora a lo que Régine Robin, en un

bello libro, ha llamado prudentemente“la burguesía de Antiguo Régimen:” no-tables que viven de la renta de la tierra,rentistas que mantienen su tren de vidacon los intereses que obtienen de lospréstamos que hacen al Estado, funcio-narios u oficiales civiles, y también mili-tares, médicos, abogados, etcétera. En elcorazón de esta clientela enciclopedistaestá el estado, ese estado que a veces sedescribe como un monstruo feudal y de-crépito, como si no hubiera corrido mu-cha agua bajo los puentes del Sena des-de Hugo Capeto. De hecho, bajo esacorteza de esencia aparente e indiscuti-blemente tradicional (la persona del rey,los ritos de etiqueta de la corte), este es-tado ciudadano del siglo xviii constituyesin duda una de las matrices de nuestramodernidad. Sus miembros, “oficiales”o funcionarios, y sus satélites (abogados,rentistas, etcétera) pretenden actualizarel sistema sociopolítico precisamenteporque son ellos los que están cerca delproblema, es decir en las márgenes o enel interior de la entidad estatal, en lasmismas fauces del monstruo. Por esa ra-zón cuentan con una ubicación privile-giada para prever las mejoras de las es-tructuras gubernamentales y burocráti-cas. La Revolución, que a su maneraellos han preparado, irá demasiado lejospara su gusto, y terminará por traicionarsu proyecto, e incluso llegará a guilloti-narlos. Pero su cálculo inicial se revelará

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a largo plazo bastante acertado: sólo hayque ver lo que esos notables, o al menoslos más ricos de ellos, obtendrán duran-te el régimen de Luis Felipe, una gene-ración más tarde, y hay que tener encuenta también el papel que desempeña-rán los abogados (homólogos profesio-nales, aunque no sanguinarios, de Ro-bespierre o de Saint-Just) cuando se or-ganice la Tercera República con Ferry yGambetta.

En cuanto al capitalismo comercial ode otro estilo, también es uno de los“grandes ancestros” de la modernidad.Pero no confundamos las cosas. No loharemos responsable de la Ilustración,ni de la Revolución que aquélla contri-buyó involuntariamente a preparar. Esoequivaldría a hacer una mala historio-grafía, teñida de un materialismo de po-ca monta. Hacia 1780 los comerciantesde las pequeñas ciudades no estaban de-masiado interesados en adquirir o leer laEncyclopédie. Estaban muy ocupados encomprarse tapices para decorar sus habi-taciones y lo primero que enseñaban asus hijos era “tres más seis igual nuevemenos dos igual siete.” Éste era un saberfundamental en verdad para el creci-miento económico de la ciudad. De esemodo se preparaban para obtener bue-nas ganancias, y naturalmente, comocontrapartida, no se interesaban por lasideas, la política y la reforma administra-tiva. No interpretaban ni transformabanel mundo: tenían un negocio. Ideas, po-lítica y reforma se reservaban para lameditación de los intelectuales, crip-tointelectuales, semiintectuales o pa-raintelectuales que emergían de la no-bleza, el clero y la burguesía del AntiguoRégimen, que emergían también de lanobleza de estado, la burguesía de esta-do o cercana a éste. A partir de Luis XIVla corte de Versalles, centro de las es-tructuras monárquicas, no era arcaica niestaba fosilizada; funcionaba como unlugar privilegiado de la modernizaciónde las elites: el Rey Sol las civilizaba enun ambiente acogedor, pero sumamenterestringido.2

Existe entonces un contraste entre, porun lado, las formaciones sociales especí-ficamente mercantiles, que se sitúan en

2 Véanse los trabajos de Norbert Elias so-bre la sociedad cortesana. [Hay versión espa-ñola: La sociedad cortesana, México, fce, So-ciología, 1982. N. de la t.]

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general fuera de la Ilustración, inclusofuera de la cultura, y, por otro, la escla-recedora influencia que dispensan loshombres ilustrados y de estado. Esta in-fluencia es plenamente visible en el casode los “ambientes académicos”, intelec-tuales o con influencia de estos, estudia-dos por Daniel Roche.3 Forman uncuerpo y son distinguidos con privile-gios. Richelieu y Colbert introdujeronen Francia las academias, que desde Pa-rís se irradiaron hacia otras ciudades. Secuentan en las provincias francesastreinta y tres academias de hombres cul-tos a fines del siglo xviii. Florecen en lasciudades que tienen parlamento, inten-dencia, obispado o universidad. Pode-mos mencionar como ejemplos a Lyon,Montpellier y Nancy; pero casi no exis-ten en las ciudades exclusivamente mer-cantiles, que cuentan simplemente conuna bolsa o una cámara de comercio, afalta de instituciones políticas o religio-sas de mayor prestigio. En las ciudadesacadémicas viven 1.1 millones de habi-tantes (de 27 millones de franceses) en1789; entre los adultos varones hay 20 milnotables que incluyen 14 mil miembrosde la “clase cultivada”, entre ellos 2500académicos; éstos, junto a sus familias,representan aproximadamente unas 10mil personas, es decir, cerca de un 1 porciento de la población total de las ciuda-des académicas, lo cual no es desprecia-ble. En cierto sentido, la sal de la tie-rra… Los académicos provienen, en sumayoría (57 por ciento), de los dos órde-nes privilegiados, y el 43 por ciento ca-rece de títulos de nobleza. Una vez más,y acompañamos aquí el pensamiento deRobert Darnton, pierde consistencia latesis según la cual la Ilustración sería laexpresión más refinada de la burguesía.Es verdad que el 45 por ciento de estos“nobles académicos” se ha ennoblecido,y que el 48 por ciento está activo en elestado, los oficios, el comercio a gran es-cala o el ejército: se trata sin duda de unaclase de servicio. En cuanto a la burgue-sía de academia, se compone de médi-cos, cirujanos, abogados, maestros y,menos frecuentemente, de comercian-tes. Aquellos que no poseen títulos denobleza cuentan en general con ingresosfijos y seguros, que les permiten desa-rrollar, en sus momentos de ocio, una

3 Daniel Roche, Le Siècle des Lumières enprovince: académies et académiciens provinciaux,1680-1789, París, Mouton, 1978.

actividad intelectual. El otium (tiempolibre) se opone así al neg-otium (negocioo… negación del placer). El tiempo esdinero. El tiempo libre es cultura.

En el seno de estos ambientes privile-giados o semiprivilegiados se gesta unareivindicación de igualdad aparente-mente inofensiva. ¡Pero no se trata sólode la igualdad para ocupar un sillón! Enestas sedes académicas, el duque letradoy el magistrado plebeyo estudioso y pro-bo se instalan en sus respectivos lugaressin otra preeminencia que la intelectual,y sin tener en cuenta su carácter ducal ojurídico. ¡Qué lejos estamos de los tabu-retes, sillas y sillones con respaldo y bra-zos que permitían a Saint-Simon distin-guir con claridad las distintas jerarquíasen la corte del Rey Sol! Sin embargo, to-davía hará falta tiempo para que estaigualdad dentro de un recinto académi-co aislado se expanda a la sociedad glo-bal, y también para que las culturas anti-gua y renacentista, cartesiana y volteria-na que distinguen a las academias delcristianismo clásico hagan por fin sentirsus efectos contestatarios y disolventes.Al término de esos tiempos y de ese pla-zo, se habrá dado un paso decisivo; apartir de ese momento se dejará de ladoimperceptiblemente la sociedad de ór-denes y el modelo de las academias, or-gánicamente fundadas sobre el privilegio.Éstas eran igualitarias en su organiza-ción interior, y culturalmente enciclope-distas, al tiempo que tipificaban la socie-dad corporativa y jerárquica frente almundo exterior. El paso a través del es-pejo hacia otra cultura se da después de1760 y, sobretodo, después de 1770-1780. En las ciudades se forman socie-dades de lectura, bibliotecas, sociedadespatrióticas, sociedades de intelectuales,4

clubes o simplemente cabales oficiosas ytodas se atribuyen un fin político deter-minado. La lucha por mantener los par-lamentos, amenazados por distintas re-formas propuestas por las altas esferasdel estado, funciona como pretexto odisparador de estas agitaciones, especial-mente en Bretaña. Las redes masónicasy académicas (que, por otra parte, no sesuperponen) constituyen apropiadosmodelos de los que venimos diciendo.Formales o no, estas sociedades de inte-lectuales alejan a los individuos que las

4 Agustin Cochin, Les Sociétés de pensée etla démocratie moderne, París, 1978, y L’Espritdu jacobinisme, París, 1979.

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componen de tal o cual interés concreto(en tanto forman parte de un oficio jura-mentado, o de un orden privilegiado).Como señala François Furet,5 estas so-ciedades definen a los individuos de ma-nera igualitaria, cualquiera que sea su es-tatus social. Esta definición se encami-nará en lo sucesivo hacia una relacióncon las ideas o una afinidad con un de-terminado proyecto político. Relación oafinidad que en todo caso es igualitaria,al ser estrictamente común a todomiembro de la sociedad de intelectuales.Es más, la igualdad no es solamente unode los aspectos de la reglamentación in-terna de un pequeño grupo. Muy pron-to se convierte en una reivindicacióncon espíritu de Rousseau, que en princi-pio se extenderá a la sociedad global. Fi-nalmente, la agrupación patriótica (o elclub) es manipulada desde el interior poralgunas personas, que forman el em-brión de una máquina, de un aparato o,como decía Saint-Simon, de un elixir in-terno. Un Santo de los Santos. Un inte-rior del interior. Se produce entonces elconsenso que encubre las diferencias in-ternas siempre posibles entre los miem-bros. Este consenso proyecta hacia lastinieblas exteriores la imagen de la una-nimidad militante. Se convierte enton-ces en el modelo paradigmático al queun día deberán ajustarse el gobierno, elpueblo y la nación unida como un solohombre. Eso es al menos lo que se espe-ra, lo que se pretende. Vendrán los tiem-pos en los que se procederá, si es nece-sario, a la eliminación de las cabezas re-calcitrantes, o a las sospechosas de serlo.La sociedad civil deberá desaparecerfantasmáticamente ante las restriccionesde una sociedad ideal. Ésta funcionarácomo proyección gigantesca y metásta-sis expandida de lo que fue al comienzo

5 François Furet, Penser la Révolution fran-çaise, París, Gallimard, 1978. [Hay versiónespañola: Pensar la revolución francesa, Barce-lona, Ediciones Petrel, 1980. N de la t.]

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Algunas obras de Robert D

La gran matanza de gatos y otros episodios xico, fce, 1987, Historia, 269 pp.

El coloquio de los lectores. Ensayos sobre autoco, fce, 2003, Espacios para la Lectur

Edición y subversión: literatura clandestina efce, 2004, Noema, 269 pp.

la sociedad de intelectuales, célula origi-nal y minúscula. Se instauran así los pro-cedimientos de exclusión, que afectarán,desde la primera mitad de 1789, a los“aristócratas”, cuya vanguardia militantehabía favorecido, al comienzo, la revolu-ción antiabsolutista.

Luego estas exclusiones, por sucesi-vas desinencias, afectarán a los feuillants,a los girondinos, a los herbertistas, etcé-tera. Naturalmente, esto no quiere decirque el Tercer Estado, como un solohombre (más de 26 millones de france-ses, o simplemente 5 millones de ciuda-danos plebeyos) se levante, a partir de1789, contra los órdenes privilegiadostomados en su conjunto (que represen-tan algunos cientos de miles de perso-nas). De hecho habrá durante muchotiempo, incluso permanentemente, aris-tócratas revolucionarios. Del mismomodo, algunos artesanos o burguesesdefenderán la causa de la monarquía tra-dicional (1788) como una minoría o co-mo una mayoría silenciosa. Luego haránlo mismo con los órdenes privilegiados(1789-1790). En los hechos, la intersec-ción entre aristócratas y Tercer Estadoocurrirá en el seno de las minorías acti-vas, es decir en el seno de las sociedadesde intelectuales o de los grupos informa-les de opinión y acción. Este fenómenoinvolucra más a los militantes y simpati-zantes (muy numerosos) más que a losgrupos sociales tomados en conjunto.En la prerrevolución, y luego en la pri-mera revolución, intervendrán miles, in-cluso cientos de miles de personas, perono millones. Se tratará siempre de mi-norías, aunque sean gigantescas.

Citemos como ejemplo la manipula-ción de la opinión pública llevada a cabopor los comités de abogados, que seráperfectamente perceptible en Dijon y enlas ciudades de Borgoña en el momentode la redacción de los cuadernos de que-jas de 1789 y de la elección de represen-tantes para los Estados Generales. Estoscomités se ocuparán de escribir en el lu-

arnton

en la historia de la cultura francesa, Mé-

res, manuscritos, editores y lectores, Méxi-a, 464 pp.n el Antiguo Régimen, Madrid, Turner-

gar más visible los reclamos sobre la re-forma al voto del Tercer Estado y al vo-to por cabeza, en contra de los interesesde los privilegiados. Por otra parte, enRennes, las sociedades de intelectualesde los nobles, estudiantes de derecho yde algún grupo de plebeyos bretones ymilitantes (abogados, procuradores, et-cétera) habían apoyado al parlamentocontra el poder central desde 1767. Des-pués de octubre-noviembre de 1788 y enla primavera de 1789 se da la escisiónentre los aristócratas del “Bastión” y losmilitantes del Tercer Estado. Hay unsíntoma evidente: algunas logias masó-nicas de las ciudades armoricanas van aabandonar su tradicional reserva, casiapolítica, hablando incluso de contribuiral progreso de la Revolución que avanza,para hacer triunfar el patriotismo y la li-bertad. Llegado el momento de elegir alos representantes del Tercer Estado, losmilitantes de este orden piden la exclu-sión de los privilegiados, pero tambiénla expulsión de quienes a ellos sirven(oficiales señoriales, recaudadores dediezmos y otras categorías de servicio).Comienza así la primera fase de la Revo-lución francesa, que no solamente cues-tiona el absolutismo sino también losprivilegios.

¡Tarea cumplida! La Encyclopédie quepresenta Darnton no es solamente elproyecto colectivo de un grupo de inte-lectuales entusiastas, sino que se integraa un proceso de desestabilización delconjunto de socioculturas del AntiguoRégimen. Pero esta desestabilización noera un objetivo en sí misma; no caiga-mos en la paranoia del abate Barruel,que veía por todas partes un complotmasónico. Pero el resultado prima sobrela intención. Después de una conmociónprovocada por tres factores —la Ilustra-ción, el enciclopedismo y las sociedadesde intelectuales de toda índole—, elmundo de los órdenes jerárquicos y elarcangelismo piramidal se ha fisuradosin remedio. Los sacudimientos de1787-1789 harán el resto: quiebra finan-ciera de la monarquía, liberalismo (aun-que acotado) de los parlamentos, crisisde subsistencia y convocatoria de los Es-tados Generales terminarán de derrum-bar el edificio que una generación determitas intelectuales había ya carcomi-do hasta los cimientos.

Traducción de Hilda H. García

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El humanismo sin ambigüedadJacques Lafaye

Está en preparación Por amor algriego… La nación europea, señoríohumanista (siglo XIV al XVII), un vastoestudio sobre esos superhombres quellenaron de sentido el humanismo.Presentamos enseguida un fragmentoen el que el autor de Quetzalcóatl yGuadalupe: la formación de laconciencia nacional en México revisa laderiva conceptual del términohumanista

Una revolución cultural

Característica fundamental de la historiade la Europa moderna ha sido una suce-sión de revoluciones políticas, científicase industriales, sociales y culturales, quehan impulsado su evolución a un ritmocaótico. Contradictoriamente, al menosen apariencia, esta inestabilidad internaha coincidido con la supremacía europeaen el mundo, de finales del siglo xv amediados del xx. Una revolución cultu-ral consiste en la sustitución de un siste-ma de referencias filosóficas o religiosas,científicas, estéticas, éticas y políticas,por otro parcialmente nuevo, con lasmúltiples consecuencias que esto trae enel plan económico, político y social y enla vida familiar e íntima. Lo más impor-tante es que esto implica la ruptura conlo que, a través de los milenios de la his-toria, ha sido regla universal de las civi-lizaciones: la imitación y la repetición delos comportamientos de los antepasa-dos. La China imperial es el arquetipode las sociedades tradicionales, peroMao Ze Dong no inventó la Revolucióncultural, la copió de las revoluciones eu-ropeas; su antecedente más cercano es laRevolución rusa, y sus lejanos precurso-res fueron los iconoclastas, posterior-mente los luteranos y calvinistas, los en-ragés de la Revolución francesa. Talescambios radicales han surgido en cir-cunstancias históricas particulares, decrisis social e institucional, mutacióneconómica, agotamiento de la ideologíaimperante. Eugenio Garin ha subrayadoque el pensamiento humanista pudo sur-gir porque la filosofía medieval habíaentrado en crisis. Característica cons-

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tante es que grupos siempre minorita-rios han promovido revoluciones cultu-rales; así ha sido el caso de los filósofosen el siglo xviii, los románticos en el si-glo xix, los surrealistas en el París de en-tre deux guerres, los beatniks de EstadosUnidos, los jóvenes rebeldes de 1968 enlas sociedades “avanzadas” pero “blo-queadas” del siglo xx…

Encabezan la lista con pleno derecholos humanistas italianos de la época co-nocida como Renacimiento, con la im-portante particularidad de que no fue-ron ni dogmáticos, ni fanáticos. Lo quehan tenido en común aquellos movi-mientos ha sido su índole juvenil y deentusiasta cruzada contra los valores es-tablecidos, también su rápida expansióninternacional y su extinción a medianoplazo. Las sociedades son como organis-mos vivos que secretan anticuerpos paraneutralizar los cambios de mayor ampli-tud. Con todo, estos brotes creativoshan dejado huellas, que hasta ayer hanestado subyacentes en las culturas nacio-nales de toda Europa y el orbe atlántico.En el caso específico del humanismo re-nacentista se puede decir que se ha con-vertido en un mito cultural; el abuso dela palabra humanismo la ha vaciado enbuena medida de su significado original:una cruzada de maestros “gramáticos”contra teólogos “escolásticos”, o sea unarevolución pedagógica. En realidad, elmovimiento humanista ha sido el últimobrote de creatividad de la Edad Mediaitaliana, con la mediación, como vere-mos, de la decadente civilización bizan-tina, pálido reflejo del helenismo tardío.

Humanismo y helenismoA diferencia del Renacimiento, voca-

blo acuñado por el arquitecto GiorgioVasari en el siglo xvi, el humanismo esun término que apareció a principios delsiglo xix con la pluma de un pedagogoalemán (hoy en día olvidado), F. J. Niet-hammer; a finales del siglo xviii, en 1784exactamente (fecha que no hemos podi-do averiguar, pero la da un autor tan fia-ble como Ferrater Mora en su Dicciona-rio filosófico), ya había surgido, tambiénen alemán, el adjetivo humanístico (hu-manistisch). La palabra alemana Huma-

nismus es un latinismo, probablementeimitado de Pietismus, corriente espiritualcuya doctrina ha sido definida por unpastor luterano de Francfort, Jacob Spe-ner, en su libro titulado Pia desideria, de1675. También pudo haber sido inspira-da la palabra Humanismus del latín helle-nismus, ya usado por los padres de laiglesia para calificar la civilización griegaantigua. La palabra renaissance ganó sustítulos de nobleza historiográfica conMichelet, en 1855. Pero quienes hanconsagrado el uso de Humanismus hansido el sabio germánico Jakob Burck-hardt, de la Universidad de Basilea, en suestudio clásico La cultura del Renacimien-to en Italia. Un ensayo, y después el inglésJohn A. Symonds, con Renaissance in Italy(Londres, 1875-1886), libro más analíti-co y más rico de datos que el de Burck-hardt, del que Symonds se aprovechóampliamente como lo reconoció este au-tor. No se ha reparado suficientementeen el subtítulo del libro de Burckhardt:“Un ensayo”. La evolución semánticadel concepto humanismo no es fácil derastrear. Pero no es intrascendente seña-lar, como respaldo al subtítulo y el pro-pósito de este libro, que el nombre hu-manistas, en italiano umanisti, se usó porprimera vez en 1538, es decir a la horadel humanismo triunfante por toda Eu-ropa. En la filosofía moderna se conside-ra humanista todo lo que en el hombrecorresponde a la humanidad opuesta a laanimalidad. Para algunos, como WalterLippmann, el humanismo se opone alteísmo, y en ese sentido es como una re-ligión del hombre en cuanto es su propiafinalidad, sin recurso a la trascendencia.Para William James, el humanismo esuna reacción contra el racionalismo a ul-tranza (una religión antirreligiosa, pordecirlo así, imperante al final del sigloxix), una actitud flexible y abierta. Parael filósofo francés Brunschvicg el huma-nismo es “un idealismo crítico”. En unode los celebrados encuentros de escrito-res de Pontigny (Francia), de 1923, dedi-cado a aclarar si “¿Son insustituibles lashumanidades en la educación de una eli-te?”, se llegó a la siguiente definición:“El humanismo es un antropocentrismo

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razonado”, esto es: excluye a la vez lo so-brehumano (las creencias trascendentes,las religiones) y lo infrahumano (por an-tonomasia los crímenes contra la huma-nidad), como lo puntualiza el clásico Vo-cabulaire technique et critique de la philosop-hie, de A. Lalande. Con todo se siguióhablando de “humanismo cristiano”(Maritain), y se siguió preguntando pos-teriormente si el socialismo (Jaurés), elexistencialismo (Sartre) y hasta el confu-cianismo (Wing-Tsit Chan) podían con-siderarse como legítimas expresiones delhumanismo universal. En un manifiesto,Humanist Manifesto ii, de 1974 (hubo unManifiesto i en 1933) firmado por ilustrescientíficos como el economista suecoGunnar Myrdal, el biólogo francés Jac-ques Monod, el físico ruso Andrei Sak-harov… se hizo énfasis en la planifica-ción económica y ecológica, así como enla más amplia libertad individual. El fon-do del debate es que los humanistas con-sideran al hombre centro del mundo yactor de la historia, mientras que marxis-tas (Althusser), estructuralistas (Fou-cault) y otros intelectuales influidos porel marxismo o la sociología durkheimia-na proclaman la hegemonía de fuerzasque superan al hombre como actor de sudestino. Buen ejemplo es la llamada Es-cuela de Francfort, que en cierta maneraha sido una novedosa versión (muchomás sofisticada) del sociologismo latosensu. El fondo del debate es (simplifi-cando para dar a entender mejor) la opo-sición entre historicistas (historiadores,personalistas y liberales) y teóricos an-historicistas (estructuralistas y general-mente inventores de sistemas sincróni-cos o modelos absolutos que imponenun corsé al tiempo histórico). Ni qué de-cir tiene que los humanistas son del ban-do de la historia, la libertad y la poesía,esto es en contra de las abstracciones, losdogmas y los anatemas.

Dado su prestigio, la palabra huma-nismo ha sido también usada por políti-cos; incluso ha sido registrado, en laFrancia de la posguerra, un Partido Hu-manista. Hace poco apareció en panta-llas de televisión de México el anunciopublicitario de una: Asociación Mexica-na de Sexología Humanista Integral, ¡se-ñal infalible de la desintegración integraldel concepto de humanismo! El huma-nismo político de los años treinta y cua-renta del siglo xx opuso frágil barrera ala expansión de los totalitarismos (mus-soliniano, nazi y estaliniano) que humi-

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llaron a la persona humana en nombrede la nación o la sociedad. ¿No será tanimpotente la “sexología humanista”? ElCongreso de los Intelectuales por la Li-bertad de la Cultura, en el que se codea-ron Gide y Malraux, Paz y Alberti… fueel órgano de expresión de la corrientepolítica humanista. Pero como el huma-nismo es en esencia liberal, ha sido de-nunciado como “pequeño burgués” porlos marxistas ortodoxos. Hoy día los“globalifóbicos” (un nombre griego) sona la “macroeconomía” (otro helenismo),mutatis mutandis, lo que los humanistasdel Renacimiento fueron a la escolástica;dado que la economía es en nuestro si-glo de fe en el capital, lo que ha sido lateología en los siglos de fe en Dios. […]

El gremio de los humanistas

Si bien parece que todo lo posible ha si-do escrito ya sobre las obras y el pensa-miento humanístico, fenómeno que seha desarrollado entre la acción pionerade Petrarca, a mediados del siglo xiv, yel ocaso del humanismo que representanlos “ensayos” de Montaigne, del final delxvi, poco se ha escrito de la vida de loshumanistas, si no es que de los más fa-mosos. Vamos a considerar panorámicay sintéticamente a la cofradía humanista,en relación constante por múltiples via-jes e innumerables cartas y emisarios,como lo que fue: una comunidad dehombres vivos, secta unida por una fecomún en las “humanidades”, que tuvomisiones y células por la Europa entera.En una visión retrospectiva, el gremio

humanista tiene mucho parecido con lasgrandes órdenes religiosas de siglos an-teriores, pero también profundas dife-rencias como es la total ausencia de re-gla (si no es la filológica) y el reducidonúmero de sus miembros. Por su disper-sión en la sociedad civil y la variedad deactividades profesionales de los huma-nistas, éstos prefiguran cierta orden reli-giosa del siglo presente, o las logias ma-sónicas preponderantes en el siglo xix.Conste que se trata de un parecido me-ramente formal. Tampoco se ha hechoreparo en que fue un gremio, el huma-nista, exclusivamente masculino, conuna mayoría de jóvenes (cuando menosen su inicio), entre los cuales el amor algriego con cierta frecuencia iba de lamano con el llamado “amor griego”. Porotra parte se han considerado sólo mar-ginalmente las resistencias intelectualesy las condenas morales y religiosas quehan despertado los humanistas; en Ro-ma, en París y en España, notablemente,fueron percibidos como escandalosos yhasta herejes y sacrílegos. El que ha sal-vado el “ciceronianismo” en la era deContrarreforma, el francés Marc Antoi-ne Muret, fue quemado en efigie en Pa-rís “por hugonote y sodomita”, si bienconsta que estuvo casado y fue padre dedos hijas, así como profesor de la Sapien-za, universidad vaticana de Roma; estoque ocurrió en 1554 da el tono de lasguerras religiosas que desgarraron laEuropa de aquel tiempo, Francia, Ale-mania y Flandes en particular, de las quelos humanistas y el humanismo han sidocon frecuencia víctimas.

No se ha comentado como lo merece(al menos, que sepamos) la inestabilidady precariedad de las vidas nómadas lleva-das por muchos afamados humanistas, nisu muerte prematura, y en casos violen-ta como la de Ramus, asesinado, y deDolet, ejecutado por hereje. El mito mo-derno del humanismo ha nacido del si-lencio cómplice, sobre estos aspectos,por parte de los que se consideraron he-rederos culturales de los humanistas,viene a decir casi toda la elite intelectualoccidental, desde el Siglo de las Luceshasta el renacimiento de la Barbarie, queha sido ayer. Todo ha pasado como siVoltaire, Michelet, hasta Symonds y Re-naudet, y en cierta medida el propio Lu-cien Febvre (quien había subrayado el“modernismo de Erasmo”, si bien se tra-taba en este caso del “modernismo” ca-tólico de Loisy) quedaran deslumbrados;

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así también algunos otros de la siguientegeneración. Parece como que algunosresultaron embelesados por la epifaníacultural humanística, “consagración dela primavera” literaria y liberal moderna.

A esta fascinación han escapado másrecientemente algunos estudiosos, comoha sido el caso de Alfred von Martin,Martin Lowry, Jean Delumeau o, en Es-paña, Luis Gil Fernández, aunque no sincaer el primero en abstracciones de so-ciologismo germánico. Bajo el riesgo deposible omisión o ignorancia de nuestraparte, el primer historiador moderno enhaber enfocado de forma lúcida el estu-dio del Renacimiento en relación conlos siglos anteriores, más que con losposteriores, ha sido Federico Chabod:“Del mismo modo que la espera casimística de los humanistas por el adveni-miento de la nueva humanitas traicionasu íntima afinidad espiritual con la espe-ra escatológica del Advenimiento delReino de Dios, así también la fe en el‘modelo’ revela la afinidad con la fe en laVerdad revelada […]. De esto deriva, en-tre otras cosas, la lógica consecuencia deque en ese periodo no hay rastros —olos hay muy tenues— del concepto deprogreso.” Es probable que ya le hubie-ra abierto esta vía al italiano el gran his-toriador neerlandés Johan Huizinga(1872-1945): “Ciertamente que es muycómodo imaginarse que toda la EdadMedia profesó el contemptus mundi [eldesprecio del mundo] hasta que depronto, con el Renacimiento, la orques-ta se puso a atacar con todos sus metalesy cuerdas y en jubilosa instrumentación

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el tema del juvat vivere, de la alegría devivir. Pero, desgraciadamente, la reali-dad se parece muy poco a esta simplistaimagen.”

Toda sociedad o grupo social, mayor-mente los intelectuales, necesita de an-tepasados espirituales, fundadores míti-cos. Por esta razón no se ha sometido anuevo examen sin concesiones la visiónutópica del humanismo, a diferencia delconcepto afín de Renacimiento. En esteúltimo caso, se ha mermado en los últi-mos decenios su novedad radical; se hanenfatizado otros renacimientos anterio-res, el del siglo xiii, hasta el primer rena-cimiento carolingio del siglo ix con lasescuelas del abate Suger; viene a decirque ya no se acepta el cliché de “las ti-nieblas medievales”, inventado y propa-lado por los propios humanistas del pri-mer gran Renacimiento italiano. Se hacuestionado también la fecha de 1453,toma de Constantinopla por los turcos,como inicio (y causa principal) del Re-nacimiento italiano, y en consecuenciael europeo, interpretación aducida porMelanchton (1497-1560) y universal-mente aceptada en la historiografía des-de el siglo xvi. En un polémico ensayo,Jacques Heers ha desmitificado, unosdiez años atrás, una visión maniqueísta,que descansa en prejuicios e ideas aprio-rísticas, heredadas del idealismo deci-monónico; no lo vamos a parafrasear, si-no remitir al lector a su libro: Le MoyenAge, une imposture.

Más allá de la polémica sobre la pe-riodización histórica y las etiquetas, loque nos aparece subyacente es la sustitu-

ción de un mito de referencia por otro.La época que se ha designado comoEdad Media es literalmente “mediana”entre la pasión de Cristo y su retorno enmajestad y gloria, y se caracteriza por laansiosa espera del reino milenario (loque en teología se llama parusía, o sea lapresencia de Cristo). Dicho en términosfilosóficos, se trata de un finalismo; elposterior mito del progreso ha sido unaversión laicizada de la escatología cris-tiana. La revolución humanista, tensoretorno a los orígenes, ha sido equiva-lente a revertir la corriente del tiempo,por consiguiente la corriente especulati-va y emocional de la cristiandad de occi-dente. Se ha de recordar que el mito delos primeros orígenes ha sido anterioren varios milenios al mito finalista y me-siánico de la salvación, creación judeo-cristiana. Ha apuntado Starobinski: “So-mos el origen de nuestra búsqueda delorigen.” Hoy en día, a medida que se de-sinfla el moderno mito del progreso, elanhelo por regresar a una mítica purezaoriginaria cobra nueva vigencia, bajo di-versos nombres de sectas. Si se enfoca elestudio del humanismo renacentista a laluz de este milenario proceso, veremosaparecer la tensión entre dos aspiracio-nes contradictorias: la nostalgia de laGrecia originaria con sus dioses y sushéroes a la vez amorosos y belicosos, ylas utopías político-religiosas de la pazuniversal bajo la égida del Dios único.No se podría apreciar válidamente elhumanismo haciendo caso omiso de lahistoricidad de los humanistas con suambiguo legado.

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