Justicia en Platón

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Nombre: Daniel Eduardo Rey Rodriguez Justicia, felicidad, injusticia e infelicidad en el libro I de La República (1988). Para dar paso a la última fase del diálogo expuesto en el libro I de La República (1988), Sócrates indica que si bien no se encuentra de acuerdo con la definición de justicia ofrecida por Trasímaco, habrá de examinar en otra oportunidad sí lo justo es lo que conviene al más fuerte. En su lugar se centra en la afirmación de su interlocutor de que el modus vivendi más provechoso es el del injusto. Así pues, Platón ilustra por medio de esta apreciación de Trasímaco una idea que primaba en su tiempo, y es el hecho de que el grueso de la población de Atenas consideraba que los tiranos viven dichosamente en tanto que los justos y buenos llevan vidas tormentosas y atribuladas. 1 De esta forma se plantea propiamente en el diálogo el eje central del proyecto ético- filosófico de Platón que no es otra cuestión que la justicia en relación con la felicidad en orden a determinar de qué manera se debe vivir. Por ello Sócrates pregunta a Glaucón si opta por el modo de vida del justo o el injusto. Para continuar, fielmente convencido de que el justo vive mejor que su contrario, Sócrates se propone inquirir a Trasímaco concretamente por adjudicar a la injusticia todo aquello que los demás atribuyen a la justicia, al tildar a la primera de provechosa, buen sentido, excelencia y sabiduría, y la segunda de una genuina candidez 2 como se lee en el 1 Al respecto véase la encarecida frecuencia con la que Eurípides ilustra esto en sus tragedias al presentar como felices a los tiranos e injustos. De igual forma el mismo Platón expone esta apreciación en Gorg. 472 d, cuando Sócrates admite que todos los atenienses darían testimonio en contra de él y a favor de Polo; quien al igual que Trasímaco sostiene la tesis de que los tiranos e injusto son felices. 2 Eúetheia es el término en griego empleado por Trasímaco en esta alocución para designar a la justicia, literalmente puede entenderse como “candidez o tontería”, pero Sócrates lo interpreta en su significado etimológico

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Nombre: Daniel Eduardo Rey Rodriguez

Justicia, felicidad, injusticia e infelicidad en el libro I de La República (1988).

Para dar paso a la última fase del diálogo expuesto en el libro I de La República (1988), Sócrates indica que si bien no se encuentra de acuerdo con la definición de justicia ofrecida por Trasímaco, habrá de examinar en otra oportunidad sí lo justo es lo que conviene al más fuerte. En su lugar se centra en la afirmación de su interlocutor de que el modus vivendi más provechoso es el del injusto. Así pues, Platón ilustra por medio de esta apreciación de Trasímaco una idea que primaba en su tiempo, y es el hecho de que el grueso de la población de Atenas consideraba que los tiranos viven dichosamente en tanto que los justos y buenos llevan vidas tormentosas y atribuladas.1 De esta forma se plantea propiamente en el diálogo el eje central del proyecto ético-filosófico de Platón que no es otra cuestión que la justicia en relación con la felicidad en orden a determinar de qué manera se debe vivir. Por ello Sócrates pregunta a Glaucón si opta por el modo de vida del justo o el injusto.

Para continuar, fielmente convencido de que el justo vive mejor que su contrario, Sócrates se propone inquirir a Trasímaco concretamente por adjudicar a la injusticia todo aquello que los demás atribuyen a la justicia, al tildar a la primera de provechosa, buen sentido, excelencia y sabiduría, y la segunda de una genuina candidez2 como se lee en el fragmento 348 d de República. Así pues, ambos discuten y convienen que un justo no busca aventajar a su semejante ni a sus acciones, de ser así este no sería tan tonto alega literalmente el interlocutor de Sócrates, sino que busca superar a su contrario, es decir, a un injusto. En tanto que este último busca su preminencia al intentar aventajar a todos, según indica Trasímaco, pues pretende imponerse sobre sus contrarios y semejantes por igual, es decir, adelantándose a los justos y a otros injustos también, pues al ser plenamente injusto puede disponer del poder para subordinar pueblos y estados, lo cual hace de este el bueno e inteligente. Una perspectiva que Sócrates objeta al señalar que sucede con todo lo demás lo mismo que se puede indicar con respecto a los músicos o médicos, quienes como conocedores de su respectivo arte son los inteligentes o sabios y dado que pretenden aventajar a sus contrarios, es decir, a quienes no son avezados en materia de música o medicina, entonces son forzosamente los buenos, que se contraponen a los malos e ignorantes que

1 Al respecto véase la encarecida frecuencia con la que Eurípides ilustra esto en sus tragedias al presentar como felices a los tiranos e injustos. De igual forma el mismo Platón expone esta apreciación en Gorg. 472 d, cuando Sócrates admite que todos los atenienses darían testimonio en contra de él y a favor de Polo; quien al igual que Trasímaco sostiene la tesis de que los tiranos e injusto son felices. 2 Eúetheia es el término en griego empleado por Trasímaco en esta alocución para designar a la justicia, literalmente puede entenderse como “candidez o tontería”, pero Sócrates lo interpreta en su significado etimológico como “bondad o rectitud”.

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pretenden superar tanto a sus pares desconocedores de música o medicina como a sus contrarios expertos en estas materias. Así pues, sucede exactamente lo mismo con quien es justo, dado que este no busca aventajar a otro igual sino a su contrario, es decir a quien es injusto, entonces sucede que el justo se parece más al sabio, bueno y feliz que el injusto que busca primar sobre todos, lo cual hace de este más próximo al malo, infeliz e ignorante. Al respecto léase del fragmento 350 a-c del diálogo:

- Mira ahora, respecto de cualquier conocimiento artesanal o de la ausencia del mismo, si te parece que el conocedor de un arte quiere lograr, en lo que hace o dice, más que otro conocedor de ese arte, en lugar de obtener lo mismo que su semejante en dicha actividad.

-Parecería forzoso que sea de la segunda manera.

-¿Y el que desconoce el arte? ¿No trataría de aventajar tanto al conocedor de dicho arte como igualmente al que lo desconoce?

- Tal vez.

- ¿Y el conocedor es sabio?

- Sí.

- ¿Y el sabio es bueno?

-Sí.

- En tal caso, el que es bueno y sabio no querrá aventajar a su semejante, sino a su contrario.

- Así parece.

- El malo e ignorante, en cambio, querrá aventajar tanto a su semejante como a su contrario.

- Es manifiesto.

- Pues bien, Trasímaco, el injusto nos parecía que quería aventajar tanto a su contrario como a su semejante. ¿Acaso no decías eso?

- Sí.

- y vimos que el justo no quiere aventajar a su semejante, sino a su contrario.

– Sí.

- En tal caso, el justo se parece al sabio y bueno. El injusto al malo e ignorante (350 a-c).

A continuación, Trasímaco aún de ánimo intransigente y difícil asiente frente a las reflexiones de Sócrates; quien lo ha hecho convenir ciertas cuestiones que han puesto en evidencia sus contradicciones. Así pues, en relación con lo dicho

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anteriormente, Sócrates señala a su interlocutor que ningún estado, pueblo, o grupo de individuos asociados entre sí con el fin en común de cometer injusticias podría hacerlo en caso de que fuesen completamente injustos entre ellos mismos, dado que la injusticia genera odios, rencores y todo tipo de discordias, en contraposición a la justicia cuya cualidad es generar concordia y amistad. De esta manera, si hay en algún caso un estado injusto que prima sobre otros o un grupo de sujetos asociados con el firme propósito de cometer injusticias esto es posible mientras alberguen dentro de sí algo de justicia de la cual derivan su fuerza al impedirles volcarse bien sea contra sí mismos o contra sus semejantes al provocar odios entre ellos tan acentuados como los que profesan para sus contrarios o justos, lo cual en parafrasis de Sócrates no les permitiría producir, redituar o dar frutos. Un hecho que ilustra el pensador alemán Friedrich Nietzsche al afirmar: “Quien con monstruos lucha cuide a su vez de convertirse en monstruo. Cuando miras largo tiempo un abismo también este mira dentro de ti” (Nietzsche, 1983, p. 106). Es decir, para volver a las disertaciones socráticas, que no es factible considerar tal como lo concibió Trasímaco a un estado o un individuo completamente injusto que clame para sí todo en busca únicamente de su beneficio o provecho, porque de ser así, su propia injusticia le conduciría, tal y como lo indica Sócrates en República fragmento 352 a, a ser incapaces de obrar conjuntamente en primera instancia y seguidamente a enemistarse consigo y otros a la vez. En otras palabras, se convertirían en ese monstruo que pretende combatir en otros su misma naturaleza.

Por otra parte, para concluir el diálogo Sócrates conviene con Trasímaco que cada cosa posee una función específica que desempeña mejor en virtud de su propia excelencia; sin ésta la función particular de cada cosa sería desempeñada mal. Así mismo, para el caso del alma cuya excelencia es la justicia sus funciones son el gobernar, atender, y fundamentalmente vivir. De forma tal que el alma de un hombre justo es aquella que desempeña correctamente su función y por tanto este vive bien lo cual le hace feliz, en tanto que el alma de un hombre injusto desempeña mal su función y por tanto vive mal lo cual le hace desdichado3. Así pues, ambos concuerdan en que no es provechoso ser infeliz o desdichado, y por tanto la injusticia jamás será provechosa sino la justicia. Finalmente, tras haber llegado a esta conclusión, Sócrates señala que ha dejado de lado la cuestión sobre qué es la justicia y ha dado prelación en su lugar a determinar si es ignorancia o sabiduría, o menos provechosa que la injusticia. Hecho que lo conduce a concluir el diálogo al afirmar que nada de lo que se ha dicho ha conducido a un conocimiento concreto pues si él no sebe qué es la justicia mucho menos podrá asegurar si es excelencia o no o si es feliz o desdichado quien la posee, ratificando así la máxima de su sabiduría: “sólo sé que nada sé”.4

3 Esta idea también es trabajada por el pensador de Samos Epicuro “El justo es el más imperturbable, y el injusto está repleto de la mayor perturbación” (Epicuro, Sobre la felicidad, aforismo 17).4 La confesión de ignorancia constituye la máxima de la sabiduría socrática con la cual frecuentemente concluye sus diálogos. Así pues, véase en el diálogo de Platón Alcibíades o a Eutidemo tras conversar arduamente con Sócrates en Memorables, IV 2, 39 de Jenofonte: “y pienso que quizá lo mejor para mí será callar: pues me parece que no sé absolutamente nada”.

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REFERENCIAS

Platón (1988). Libro I en: La República, Madrid: Gredos S. A.

Nietzsche, F (1983). Sentencias e interludios, en: Más allá del bien y del mal, Madrid: Alianza S.A.