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www.monografias.com Kalimantán. (desde un museo virtual) 1. El libro-fomento 2. Prólogo 3. Capítulo 1 4. Capítulo 2 5. Capítulo 3 6. Epílogo 7. Notas El libro-fomento Escrito por última vez en el 2006, el presente texto debe leerse como un libro- fomento, un tipo de invocación que promueve la idea de creación en nuestro país del Museo del Internacionalismo (o la Solidaridad). Idea ya longeva —se la hemos comunicado a varias personalidades de la cultura, a los Historiadores de la Ciudad y las FAR , a la Dirección Política Central de las FAR—, y que cuenta además con tres libros: el presente Kalimantán (desde un museo virtual) , Kalimantán 2 (Cronología de las armas) y Kalimantán 3 (La desnudez de Raisa Milvia) . También el periódico Granma publicó un comentario con las razones que sustentan esta idea y la adopción oficial del Día del Internacionalista, por último, todavía en el 2006 el texto obtiene un premio de investigación del Concurso de la ACRC. De manera que el libro no es más que otro gesto en el fomento de una idea que debiera fructificar por su importancia y nobleza. Las prioridades, intereses, tardanzas, largas colas de esperas en “los colchones editoriales”, el sociolismo, la opacidad y otros desvalores, que obstruyen la posibilidad de logar una “copia dura” del texto (por encima de los reconocimientos obtenidos), han impuesto el soporte magnético de Internet, no menos privilegiado. Ahora bien, decía Roland Barthes que “la multiplicidad de las escrituras es un hecho moderno que obliga al escritor a elegir, que hace de la forma una conducta y provoca una ética de la escritura”. El presente texto, en sincronía con esa moderna “multiplicidad de las escrituras”, ilustra las palabras de Barthes, permeado de reciclajes, relecturas, aporías, canibalismos; textualidades que vehiculan los nexos entre el escritor y lo escrito; discurso donde se entrecruzan realidad y ficción. No se trata ya de una investigación, de un ensayo, un testimonio, ni siquiera de la narrativa o la poesía. Sin embargo, todas esas expresiones se fusionan y procrean este término de muy personal acotación: el libro-fomento. (Mientras Kalimantán 3 , último libro de lo que se presenta como una trilogía, se articula en tanto libro entero, Kalimantán 2 , opera como una forzosa cronología, aunque tampoco categórica.) ¿El asunto del presente?... La evocación por el personaje principal protagoniza todo el libro; bien que evocación e invocación (la existencia misma del texto) se hibriden para ofrecer un matiz onírico diferente, permeado por otros sentimientos. —Evocación que inicia el singular personaje en la época colombina, con el gesto “instintivo” de Hatuey, y culmina en 1959, con el agradecimiento de 1Para ver trabajos similares o recibir información semanal sobre nuevas publicaciones, visite www.monografias.com

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Kalimantán.(desde un museo virtual)

1. El libro-fomento 2. Prólogo 3. Capítulo 1 4. Capítulo 2 5. Capítulo 3 6. Epílogo 7. Notas

El libro-fomentoEscrito por última vez en el 2006, el presente texto debe leerse como un libro-fomento, un tipo de invocación que promueve la idea de creación en nuestro país del Museo del Internacionalismo (o la Solidaridad). Idea ya longeva —se la hemos comunicado a varias personalidades de la cultura, a los Historiadores de la Ciudad y las FAR , a la Dirección Política Central de las FAR—, y que cuenta además con tres libros: el presente Kalimantán (desde un museo virtual), Kalimantán 2 (Cronología de las armas) y Kalimantán 3 (La desnudez de Raisa Milvia). También el periódico Granma publicó un comentario con las razones que sustentan esta idea y la adopción oficial del Día del Internacionalista, por último, todavía en el 2006 el texto obtiene un premio de investigación del Concurso de la ACRC. De manera que el libro no es más que otro gesto en el fomento de una idea que debiera fructificar por su importancia y nobleza.

Las prioridades, intereses, tardanzas, largas colas de esperas en “los colchones editoriales”, el sociolismo, la opacidad y otros desvalores, que obstruyen la posibilidad de logar una “copia dura” del texto (por encima de los reconocimientos obtenidos), han impuesto el soporte magnético de Internet, no menos privilegiado.

Ahora bien, decía Roland Barthes que “la multiplicidad de las escrituras es un hecho moderno que obliga al escritor a elegir, que hace de la forma una conducta y provoca una ética de la escritura”. El presente texto, en sincronía con esa moderna “multiplicidad de las escrituras”, ilustra las palabras de Barthes, permeado de reciclajes, relecturas, aporías, canibalismos; textualidades que vehiculan los nexos entre el escritor y lo escrito; discurso donde se entrecruzan realidad y ficción. No se trata ya de una investigación, de un ensayo, un testimonio, ni siquiera de la narrativa o la poesía. Sin embargo, todas esas expresiones se fusionan y procrean este término de muy personal acotación: el libro-fomento. (Mientras Kalimantán 3, último libro de lo que se presenta como una trilogía, se articula en tanto libro entero, Kalimantán 2, opera como una forzosa cronología, aunque tampoco categórica.)

¿El asunto del presente?... La evocación por el personaje principal protagoniza todo el libro; bien que evocación e invocación (la existencia misma del texto) se hibriden para ofrecer un matiz onírico diferente, permeado por otros sentimientos. —Evocación que inicia el singular personaje en la época colombina, con el gesto “instintivo” de Hatuey, y culmina en 1959, con el agradecimiento de Camilo Cienfuegos al pueblo venezolano, en carta escrita en los primeros días de enero de ese año. Luego dicho personaje es un internacionalista en el país hermano, por lo que al mismo tiempo, se van tejiendo sus peripecias allí con la historia del internacionalismo que él va degustando en el museo virtual.

Este paralelismo entre la misión y las distintas acciones internacionalistas y de solidaridad, que se suceden en el Archipiélago hasta 1959, pretende una lectura “otra”, si se quiere, que se suma a la secularización de patrones de la modernidad y otorga voz al marginado de siempre, el pueblo: desidealizar aquellos gestos protagonizados por hombres y mujeres epítomes de la historia; humanizar el internacionalismo idealizado, solo dado a seres excepcionales, como Bolívar, Gómez, Martí, Mella, el Che, Tania, constructo de la modernidad centrada. O sea, socializar la hazaña, desconstruir esa gestualidad moderna, proponer el internacionalismo en tanto derrotero de supervivencia de la especie humana, se encumbra también junto a otros fines del texto. Por ello, en determinado momento, se anota que “el mundo será un museo” y más adelante, se describe una significativa escena que parafrasea —valga la transacción— unos versos de la canción Playa Girón, de Silvio Rodríguez: “Si alguien roba comida/ y después da la vida ¿qué hacer?.../ ¿Hasta adónde debemos /practicar las verdades?...”

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De modo que dicho paralelismo debe leerse en tanto remarque del cronotopo (Bajtín) en que opera el protagonista y en sincronía con la idea esencial del texto, su objetivo. Por supuesto, no solo la idea de fomentar la creación del museo, sino además la de oficializar el Día del Internacionalismo o de la Solidaridad, analogando el Día de las Madres, el Día del Maestro, el Día de la medicina, el Día de los Enamorados, el Día de la Tierra, el Día del Agua, el Día del Constructor y tantos y tantos días signados por su importancia y nobleza.

Por otro lado, el texto vehicula la comprensión del desprendimiento del pueblo cubano, su ontogenia, pilar de nuestra identidad. La “praxiología” antillana recoge una sinergia ingénita que desembocó, forzosamente, en la solidaridad. Sinergia que nos arrastró a compartir los que tenemos y no a ofrecer lo que nos sobra; la más vehemente transparencia de aquel “Ser internacionalista es saldar nuestra propia deuda con la humanidad”, trastrocado ya para siempre en talento nacional.

En fin, el libro-fomento, además de las características ya expuestas, está signado por su brevedad y dinámica; límites genéricos operantes pueden ser tan difusos, que generalmente se impone salvar la literariedad textual, cuya opacidad asoma a veces en la concurrencia de múltiples elementos discursivos.

En cuanto al título del texto que nos ocupa, se impone esclarecer que el referente de museo virtual no es la acepción nacida a la zaga de Bill Gate (solución que podría adoptarse y crear un museo virtual), sino el simple museo imaginario, bien longevo y con ilustraciones en magníficos libros editados en el pasado siglo.

PrólogoVarios siglos aún antes de Cristo, Zenón de Elea imaginaba toda la humanidad completamente unida como un único rebaño, sostenido por una ley común. Un siglo más tarde, Aristóteles entiende por amistad todas las relaciones de solidaridad y afecto entre los hombres, porque está enraizada en la naturaleza misma de las personas. Pero es Epicuro de Samos quien erige un monumento a la solidaridad, al incluir entre sus amistades a las mujeres. Las amistades epicúreas, por su nobleza, se hicieron famosas en todo el mundo antiguo. Fidel Castro Ruz, autor principal del más logrado sueño de solidaridad que conoce la historia universal, señala que ser internacionalista es saldar nuestra propia deuda con la humanidad y lo asimila como una obligación moral.Con semejantes antecedentes al hombro, y la conducta de este pueblo como herencia, más que testimoniar una historia escasa, investigar el tema o ensayar un estudio teórico (y a su vez, sin perderlos de vista), me interesa el fomento de una idea, cuyo primer paso fue buscar apoyo en los Historiadores de la Ciudad y de las F.A.R., a través de la Dirección Política Central. De ahí que cuanto ofrezco constituye mitad memoria, mitad realidad virtual, y la esperanza de que un día no tan lejano esa idea se torne tangible. Difícilmente un testimonio, un ensayo, una investigación, alcancen la perfección del museo que se quiere fomentar con este abigarrado texto, a intervalos narrado, que me ha permitido reflexionar, disertar, imaginar e informar a mi antojo.Ni intereses personales, ni estólidas vanidades acusan la elaboración del mismo. Es la complejidad del fin lo que impone una forma singular, y se opta, pues, por la empleada; fusión de géneros, préstamos de diversas raíces, “todo mezclado”.Ojalá, amigo lector, tú que te has asomado con seriedad, comprendas la propuesta, y te eleves al turbión de razones que me impelen a romper con todo y con todos, excepto con la deuda que soy yo mismo.

Capítulo 1Despacio, sosegado, con las manos a la espalda y la agenda debajo del brazo, me asomo a la maqueta del museo. Nada ni nadie me apremia. Soy el tiempo en su expresión múltiple. Había esperado unos minutos para que la guía desplegara su arsenal ante el último grupo de turistas extranjeros y atravesara seguida de ellos el lobby principal. Prefiero un recorrido meticuloso y solo, por donde la razón me arrastre. El folleto, adquirido días antes en moneda nacional, es el mejor de los guías. Brinda programas, actividades culturales que desarrolla la entidad; muestra ilustraciones, esquemas, itinerarios y ofrece la posibilidad de seleccionar (de acuerdo con el interés del visitante) salas, galerías, pabellones enteros, rampas, mezzanines, o cualquier otro rincón del museo. Pero yo estoy dispuesto a verlo todo, a meditar en todo con criterio casi metodológico, independientemente de las posibilidades que posee el museo de permitir su abordaje desde

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los cuatro puntos cardinales, de su funcionalidad y comunicación. Parece que fue muy bien concebido desde esa óptica. No han sido olvidados los que disponen de poco tiempo para visitarlo. Aún antes de nuestra era, varios siglos antes, ya existía el museo como institución. Claro, era la forma vaga del museo actual, o lo que es lo mismo, la prehistoria del museo contemporáneo, con exigencias que van hoy desde su relación con el contexto urbano o rural, hasta factores de índole técnico arquitectónica. Entonces fungía como colección, gabinete de curiosidades, galería, tesoro que pasaba de reyes a príncipes, de casta en casta, de linaje en linaje; como jugoso botín alimentando envidias, rivalidades, discrepancias, conflictos, guerras, y azuzando cuanto llamamos hoy memoria. Solo con la apertura de El Louvre, en l793, se oficializa el término museo, que había desaparecido en el siglo I a C. con el desastre de Alejandría, cuya biblioteca contenía siglos de cultura no solo del mundo helénico sino del antiguo Egipto, del Medio Oriente, singulares divisas procedentes del siglo VII a C. Obras originales, traducciones primarias, manuscritos, pergaminos, entre otros. ---Materiales de célebres sabios judíos e insignes bibliotecarios fueron el pasto mejor que incendio alguno engullera nunca. Allí se esfumó una parte (y en muchos casos, todo) del ademán de Aristófanes de Bizancio, de la emoción de Calímaco, del esfuerzo de Zenódoto, la magia de Aristarco, el fervor de Ptolomeo II Filadelfo, hijo del rey egipcio y creador de dicha biblioteca Ptolomeo I Sóter (362-283 a.n.e.), y padre de Ptolomeo III Evergetes (282- 221 a.n.e.) que, según versiones, salvó parte de aquel tesoro, pues había creado un anexo a la biblioteca original cuando esta se tornó chica. Lo cierto es que allí se guardaban todas las obras de Aristóteles, 20 versiones de la Odisea, de Homero, Los Elementos, de Hipócrates de Quíos, Autómata, de Herón de Alejandría (la primera obra sobre robots), numerosas investigaciones de famosos matemáticos, físicos, astrónomos. Siglos de cultura se habían acumulado en 947 años de existencia de aquella biblioteca de Alejandría (desde 306 a.n.e. hasta 641 de nuestra era). El arrebato de acaso las más cultas castas de la antigüedad quedó sepultado en Alejandría por la soberbia senil del César. La culpa alejandrina de Julio César.Por cierto, ¿cómo se le llamará hoy al pillaje, al saqueo y destrucción de los patrimonios culturales y nacionales de los países más pobres por las grandes potencias del mundo? Bien que el ademán del César fue solo una parte del preludio de los que vendría después. Solo en Etiopía se robaron 2738 manuscritos de la antigüedad, que se encuentran entre colecciones de museos de Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Francia, Austria, Israel, Bélgica, Canadá, Holanda, Suiza, El Vaticano e Italia. En 1937 los soldados de Benito Mussolini se robaron el Obelisco de Axum, todo un tesoro de la cultura etíope, un monumento fúnebre de 24 metros de altura y 200 toneladas de peso perteneciente al siglo V a. C., uno de los mayores monolitos de la antigüedad, que en lengua ahmárica se le denomina Jardín Lujuriante. En la misma Roma, en la Plaza Porta Capena, mandó a emplazarlo Mussolini. Y allí permaneció largos años, hasta que el mundo abochornado retornó la joya arquitectónica a su lugar de origen. También fue devuelto al país el Talbot del Arcángel San Miguel, reliquia que los británicos se robaron y llevaron a Inglaterra en 1860 como botín de guerra, tras capturar Makdalla, capital del emperador Teodoro II. Pero aún se exhiben en el Museo de Londres tesoros de altísimo valor pertenecientes al patrimonio cultural de ese país africano, de adonde el ejército británico se llevó, además, diez arcas y dos coronas del emperador junto a innumerables riquezas.Se entonan los datos en la mente, me atosigan, me colman, me presionan, abarrotan el pensamiento y no los puedo detener; por el contrario, me pliego a su juego. Alemania fue uno de los más abominables bárbaros que recoge la historia del saqueo y el despojo. Los hitlerianos elevaron al rango de política de Estado la destrucción de valores culturales y la eliminación de las identidades nacionales, tan de moda en la actualidad por las administraciones yanquis y sus aliados. Para Alemania las otras potencias no eran más que ratas también, a las cuales les llegaría el turno a su debido tiempo. En Inglaterra dejó en ruinas tras los bombardeos de 1940 la Catedral de Coventry, construida en 1046; en Francia arrasó las catedrales del siglo XIII de Amiens y de Lyón y edificios que databan del siglo XIV en la ciudad de Ruan; por solo recordar dos ejemplos. “Operación Linz” (y cabría mejor Lince, como todo un depredador, aunque el lince se dedica a piezas de menor tamaño) llamaron los alemanes al saqueo de museos, bibliotecas, iglesias y colecciones particulares. Saqueo con el que sustentaban el supermuseo de Hitler en Linz. 39 catálogos se presentaron en el proceso de Nuremberg, en los que se describían los tesoros robados por los nazis durante la guerra. Y si esa era la posición adoptada con las demás potencias ¿qué restaba para quienes no lo eran? Absolutamente nada, más odio e irracionalidad. En Praga quemaron la biblioteca de la Universidad y la Galería Nacional; en Belgrado, Yugoslavia, destruyeron el antiguo palacio real y saquearon la Academia de Bellas Artes; en Polonia arrasaron con los 705 monumentos históricos y culturales que había en la capital; al igual que con el centro histórico de Rótterdam, Holanda, con sus edificios y museos únicos. De la antigua Unión Soviética el recuerdo se torna insoportable. Allí destruyeron 1670 iglesias ortodoxas, 237 católicas y 532 sinagogas en

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las principales ciudades. En Leningrado, hoy San Petersburgo, destruyeron 113 edificios históricos de los siglos XVIII y XIX y además, 116346 muestras, o sea esculturas, fuentes, gobelinos, parques, muebles, colecciones de monedas, relojes, ámbar, porcelana, espejos. Algo similar está sucediendo en todo el Medio Oriente: hasta los agresores muertosdehambre se han convertido allí en temibles depredadores de los patrimonios de esa región. Ya se sabrá toda la riqueza que succionaron (y succionan) allí los seguidores posmodernos de Hitler. Bien que, por ejemplo, y acaso como respuesta al lejano desastre, ya funciona desde el 2002, la nueva biblioteca de Alejandría. Ella ocupa hoy el quinto lugar en el mundo, después de las bibliotecas del Congreso de Estados Unidos, la Nacional Británica, la Nacional Francesa y la Biblioteca del Vaticano, con una superficie de 36 mil 770 metros cuadrados, una altura de 33 metros y 11 pisos. Cuenta con 200 mil libros ---50 mil de ellos ejemplares únicos----, 50 mil mapas, 10 mil manuscritos, 200 mil discos o cintas de música, 50 mil multimedia visuales y 10 mil de audio. La colega Maggie Marín anota en Bohemia las palabras del ex – director de la UNESCO, Mahtar M. Bow: “esta biblioteca, la Nueva Biblioteca de Alejandría, ayudará a transformar la escena cultural de buena parte del mundo”. (1)Claro que se hará justicia como esta de Alejandría, para atragantar ciertas naturalezas insaciables. Pues se sabe también que precisamente en esa parte del mundo, en Irak, los grandes depredadores como Estados Unidos e Inglaterra, han pillado y destruido alrededor del 50% del patrimonio nacional, que por supuesto incluye el petróleo. Más certeras son las palabras del investigador cubano Eliades Acosta en el V Congreso Internacional Cultura y Desarrollo, celebrado en junio del 2007, cuando expresara: “con la invasión de Estados Unidos se han destruido más de un millón de volúmenes de la Biblioteca Nacional de Irak, se han saqueado más de 700 sitios arqueológicos y ahora esta barbarie ha sido complementada con el asesinato sistemático de cientos de intelectuales, periodistas, científicos, escritores y filósofos…” (2)Ni los bárbaros alcanzaron a ver lo que presencia hoy el mundo, ni los nazis (sus hijos aventajados): no disponían de los medios ni de la experiencia acumulada con que cuentan los actuales depredadores, aunque en algunos campos de concentración no dejaron de sacarles las dentaduras de oro a miles de reclusos antes de cremarlos para jabón.La maqueta del museo, ubicada en la parte baja y céntrica del lobby, no solo permite la rápida orientación del visitante con el panel de información que descansa a su lado, sino además, es dichosa: ostenta con orgullo la magnificiencia de la arquitectura del edificio. Alguien me contó la facilidad con que había surgido el diseño ganador del concurso convocado al respecto. Partió de un gráfico de relaciones sencillo, de esos que conocen y estudian los arquitectos. El gráfico indujo un boceto o las líneas estructurales de una carpa de circo rudimentaria. Dicen que mirando la embrionaria carpa, el diseñador sonreía, “Si la pongo bocarriba…” e invirtió la relación que había obtenido del gráfico. “Un búcaro que ofrece flores al universo”, se dijo en voz baja, meditativo. Acto seguido, apenas sin detenerse, sustituyó el búcaro por el dibujo del archipiélago cubano: “Cuba ofrece al mundo sus magníficos esfuerzos”. Y así concluyó el boceto general que sería la base del diseño. Al parecer, demasiado sencillo para tamaña idea. Luego habría que ver cuánto se meditó en ello con anterioridad. Generalmente las grandes ideas son resultado de largas meditaciones, muy pocas procrea la espontaneidad. Y ahora que acaba de echar a andar este museo, pienso en lo difícil que le debió haber resultado al santiaguero Emilio Bacardí y Moreau, la fundación del primer museo-biblioteca de carácter público en Cuba, el 12 de febrero de 1899. Solo a descarnados amores e inspiraciones tenaces les son dados tales logros. “Si me cabe alguna deuda por esta vida será por mi único pecado: haber amado demasiado, hasta la exageración, a mi Patria…”, así aseguró, y dejó de ello pruebas suficientes. Desde su posición de alcalde de la ciudad, fundó la Escuela de Arte, instituyó el cuerpo de bomberos, pavimentó calles, trabajó en el rescate de la casa del poeta José María Heredia, entre otros muchos logros que alcanzara junto a su esposa Elvira Cape, cuyo nombre lleva la biblioteca provincial de Santiago de Cuba. Escritor de extensa obra literaria, fue también un independentista. Y en aquel museo permanecen objetos protegidos por él y donados después para la historia. Pertenencias de varios jefes mambises, una momia que trajo de Egipto y colecciones de pintores europeos y americanos. Mi pausa frente a la maqueta y al panel de información obedece al disfrute de la belleza de aquella, que sobrecoge por su minuciosidad y fuerza expresiva. No la necesito para orientarme. Las señalizaciones, pequeños paneles con títulos, anuncios, indicaciones y todo tipo de información advierten hacia adónde debo dirigirme.El lobby en general, aunque no es modesto, no llega a la suntuosidad; más bien obra grave y moderado, con la solemnidad característica de estos lugares. Luego se ve amplio y ajustado a exquisita funcionalidad.

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Las verdes plantas ornamentales, la iluminación combinada, natural y artificial, los cristales espejeados, lo ambientan acogedoramente; enfatizan el conjunto. En el costado derecho, después de una pequeña rampa, se extiende un espacio más bajo de atención directa al público. Cafetería, tienda, elementos necesarios para la espera y el descanso, cuya iluminación concuerda con el diseño general. Detrás de la maqueta, a unos metros, un escalón que atraviesa el lobby permite el acceso al espacio frente a los elevadores. Al costado izquierdo la vegetación es más tupida, pero es por ese lugar por donde debo iniciar mi recorrido. Ahí comienzan, detrás de esas plantas y bejucos, las salas expositivas del pabellón preambular. Hacia allí encamino mis pasos.Todos vamos, nadie viene. No hay un solo movimiento en el lobby principal que sea de regreso. Los grupos de personas que bajan por los ascensores o las escaleras se pierden en una salida más allá de aquella áreaTras la vegetación me sorprende la escultura de un aborigen antillano. Lo identifico de inmediato: un aruaco, un guerrero en actitud desafiante con una macana lista para golpear. No es un inca, ni un azteca, ni un maya; es Hatuey. Cualquier taíno puede ser Hatuey. Nadie recuerda su rostro, sino su salto a la inmortalidad.En este sitio el olor de museo se percibe con mayor nitidez, como una sinestesia ampliada. El visitante inepto generalmente lo que percibe es un olor a limpieza, organización y determinada “cultura del detalle”, pero es más exacto si se sabe percibir; no es almizcleño, ni a incienso, sino mezcla de barnices, maderas, cristales, pinturas, aceites, acrílico y metal; un olor a objetos y piezas y óleos. A veces se confunde con la solemnidad y el respeto, o lo muerto y antiguo. Pero va más allá y limita con el olor a brillo y arte; es más estricto; ataca el olfato desde la vista, la piel o los oídos con el silencio, el bisbisear de la voz baja, el taconeo en el piso. Incluso, en los museos mal climatizados el olor, frío o caliente, penetra por los poros. Hasta el gusto obra en el olor de museo como una sensación sobrecogedora. Así comienza el pabellón preambular, con el Salón 1492 – 1867; después le sigue el Salón Gómez – Martrí y más allá, el Salón de la República Neocolonial, que culmina en 1958. Este pabellón, que incluye el lobby principal, junto a otras salas y espacios, conforma la planta baja del edificio. En este preámbulo debe aparecer la forja del internacionalismo cubano, el proceso de evolución del desinterés y desprendimiento de los revolucionarios cubanos. Los pabellones, salas y espacios elevados del inmueble, corresponden a la exposición del internacionalismo practicado por los cubanos después de 1959. Desde luego la insularidad, posición geográfica y condiciones naturales del archipiélago, propiciaron el internacionalismo. Como me enseñaron en la escuela, “las condiciones ambientales y climáticas, la exuberancia de la flora, la nobleza de la fauna, la fertilidad de los suelos, los beneficios de las corrientes marítimas (incluso para la navegación oceánica) y la practicabilidad del contacto con otras tierras y culturas, propician inicialmente las emigraciones y luego, a la permanencia en el territorio de seres de diversas latitudes”, que conforman al final un mosaico de pueblos no solo de raíz española o africana, sino también china, árabe, mexicana, francesa, canaria y otras. De ese origen vienen la visión y el padecimiento universales. Una camada de sucesos (leídos, aprendidos y sufridos también) me atrapa y conforma. Soy la escultura tallada por ellos. Se agolpan, se mezclan y trastrocan, azuzan el ambiente; los respiro y trato de organizarlos en la mente alerta. No solo es el inmueble y su contenido material, sino cuanto significan para mí. Días, meses, años de continua dedicación. Aquí, ahora, se truecan el impulso, la historia real, la memoria vivida y la aspiración soñada. La proverbial batalla llega colmada del sufrimiento anónimo. La peripecia idealizada de tanto manoseo se abraza al sobresalto íntimo y desconocido. Y con igual fuerza que el ademán protagonizado, en puerto atraca el texto escrito y meditado. Gotean, vierten, desbordan ante la exposición, ante cada objeto, cada nota.Hatuey o Yahatuey, cacique quisqueyano de la región de Guahabá, en el extremo occidental de Haití, se erige tallado en madera dura. Su figura es bien parecida a la de los “indios” que encontró Colón a su llegada a este mundo. Menor de treinta años, hermoso cuerpo, buena cara y cabellos cortos y gruesos, casi “como seda de cola de caballo”. Tiene los rasgos faciales típicos del mongoloide americano, piel cobriza, desprovisto de barbas y una estatura que no sobrepasa el 1,58 m. Así aparece en su tamaño natural, de cuerpo entero en un contexto que realza su presencia. Dos canoas, la coa, la hamaca y junto a un bohío de pencas de palma, fiel exponente de la arquitectura vernácula, descansan varios elementos tallados de las piedras, las conchas o elaborados con barro: cuchillos, vasijas, platos y otros medios que rememoran el batey taíno, o mejor, el ambiente taíno.¿Fueron Hatuey y sus seguidores los primeros internacionalistas que desembarcaron en esta tierra? Bueno, el término internacionalista es bastante reciente; aún en la Segunda Guerra Mundial se decía internacionales. El gesto de Hatuey fue acaso instintivo, de supervivencia y apoyado en una concepción primitiva, o más precisamente, en una concepción mágico religiosa de la realidad. Varios siglos necesitó el

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hombre para clarificar el internacionalismo que, digámoslo por lo claro, todavía se encuentra evolucionando, despojándose de incontables prejuicios e innumerables enemigos.Después de la rebelión en su comarca contra los conquistadores españoles y de comprender la inutilidad de su resistencia, cacique y seguidores se vieron obligados a emigrar hacia Cuba. En canoas llegaron a Maisí y se asentaron en la desembocadura del río Toa. Luego, iniciaron una resistencia que solo duraría dos o tres meses. Con ataques sorpresivos y emboscadas el cacique mantuvo en jaque a los españoles durante ese tiempo. Pero el armamento superior de estos barrió la resistencia de los rebeldes. Perseguido con tenacidad y capturado en su refugio, tras la traición de uno de los quisquellanos, Hatuey fue quemado vivo en una hoguera, según algunos historiadores, el 2 de febrero de 1512 por fuerzas de Diego Velázquez; otros afirman que fue en octubre de 1513. El lugar de la hoguera también está en dudas: para unos ocurrió entre Manzanillo y la Sierra Maestra; otros la sitúan en el Yara de Manzanillo y para los últimos, en el Yara de Baracoa, donde se erigió un monumento en memoria de la rebeldía. Lo cierto es que Hatuey se considera el primer jefe que luchó por la libertad de Cuba. Y esta rebelión constituye un gesto de la solidaridad inherente al ser humano (bien que se sabe del intento del cacique por levantar en armas a los nacidos en esta tierra y del rechazo de estos a la conminación), por ello el primer ademán internacionalista que presenció este archipiélago, que se conozca, desde luego. —Todavía vivo, las llamas consumiendo su cuerpo, se mantuvo irreductible. Se negó, en esos momentos, a la propuesta de un sacerdote de evangelizarlo, de convertirlo al catolicismo para que fuera al cielo. Se negó porque al cielo iban los españoles cuando morían y él no quería estar junto a ellos.Como toda derrota, amarga debió haber sido la partida de Hatuey de su tierra; claro, con la esperanza de volver tras la victoria en teatro más favorable. Y menudas también la amargura y la impotencia al sentir la esperanza diluirse entre los dedos. Solo quien ha vivido momentos semejantes puede entenderlo. Momentos que retornan ahora frente a su escultura. Y se me llena la boca de un sabor a nada, tal vez a rabia. El mismo sabor que sentí ante la primera derrota, en el primer bombardeo por la fuerza aérea enemiga.

Fue un bautizo en el que ni siquiera improperios les lanzamos a los aviones enemigos. Entonces el silencio obraba en cada mirada cubana. Hiel y sombra, confusión, odio, angustia, impotencia, insatisfacción. Miradas de denuestos soeces, de un odio inimaginable hacia uno mismo. La vergüenza martilleante, dolorosa, por la incompetencia e incapacidad. Argamasa incoherente de sensaciones desagradables. Maldita borrasca que se cernía sobre nosotros, partiendo en esperpentos entusiasmos y alegrías, devolviéndonos a la realidad, advirtiéndonos con unigénitos designios la presencia de la guerra. Y las guerras son letales. La aviación enemiga conocía bien la región, la había ocupado con anterioridad: cada escondrijo del relieve era camino trillado para ella. Por demás, ese día los jefes de unidades se encontraban reunidos en el Estado Mayor de la Brigada. Al frente habían permanecido los sustitutos. La situación era muy tensa y cualquier avión que volara intentábamos identificarlo. Aquel avión voló sobre el grupo coheteril y el suboficial Leonel, técnico del dispositivo trasmisor de mandos, lo identificó: —“¡Es un MIG-23!”. — “¡Qué MIG-23, si aquí no hay MIG-23!”, fue el reclamo burlón de Leonardo, oficial de conducción que se encontraba en el interior de la cabina, pues estábamos en trabajos reglamentarios con todos los equipos conectados.Evidentemente, el suboficial Leonel, inconsciente, asociaba aquel avión que nunca había visto, a la campaña de difamación creada entonces contra Cuba con relación a los MIG-23, avión que tampoco había tenido tiempo de ver en la Isla, pues nosotros ya habíamos partido cuando comenzó la campaña propagandística yanqui, por la introducción de dichos aviones en Cuba.De inmediato se escucharon las explosiones: bombas sobre la ciudad. Entró corriendo el teniente Figueroa a la cabina, y gritando: “¡Mirage, Mirage!” Todo se convirtió en una barahúnda bajo el retumbar de las explosiones y los gritos de alarma. La sirena aullaba y la campana sonaba en todo el campamento. El personal corría a ocupar sus puestos de combate vociferando: —“¡Posición uno, Mirage!” El operador del puesto de observación visual se lanzó desde su altura por el tubo al estilo de los bomberos, en busca de una trinchera. — “¡Búsqueda, coño, ázimut, ciento ochenta, para el sur!” Afuera de la cabina un subteniente intentaba formar una escuadra para hacer una barrera de fuego con fusiles AKM. Todo fue inexperiencia. La sorpresa fue total, categórica: nadie pudo tirar, ni siquiera los flecheros. Nos preguntábamos cómo había sucedido todo en apenas uno o dos minutos. Ciertamente, nuestro grupo se encontraba en trabajos reglamentarios, comprobaciones periódicas que se les realizan a los dispositivos electrónicos del sistema coheteril, lo cual aumenta considerablemente el tiempo para estar disponible para el fuego. Para tirar, en estos casos, se necesita establecer cada interruptor de los dispositivos en su posición inicial o de combate y realizarle al complejo las comprobaciones elementales, de orientación y sincronización de todo el sistema. Ello era imposible en el breve tiempo que empleaba la aviación enemiga con un solo sobrevuelo.

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Magnífica, casi perfecta justificación para no haber tirado. Pero ninguno de los tres complejos emplazados alrededor de la ciudad pudo tirar. Por eso, entre otras muchas razones, nos sentíamos avergonzados: cualesquiera que hubieran sido las razones, el enemigo penetró la defensa antiaérea y bombardeó en nuestras propias narices. Hecho insólito. Nosotros estábamos preparados para cualquier cosa, pero no para la derrota. A esa conclusión llegamos al cabo de mucho meditar. Aquella sensación de intolerable insistencia se acentuó cuando, al día siguiente, informaron por la radio nacional el número de víctimas, más de treinta: bombardearon la población civil impunemente. Niños, mujeres, ancianos, perecieron o resultaron heridos por bombas enemigas. Y nosotros estábamos allí para evitar aquellas situaciones. Dos veces más bombardearon, y a menudo violaban la frontera con aviones de tipo Camberra, Bucanero, Mirage III y Mirage V; bombarderos, cazas tácticos y puestos de mando. Como Los pájaros, de Alfred Hitchcot, regando la muerte y el terror en la población.Más trágica, por supuesto, debió haber sido la sensación de Hatuey en su retirada hacia Cuba. Imagino sus últimos momentos, acaso de rabia, de desolación y dolor, de perplejo desencanto, o de una esperanza muy fuerte en los que vendrían después (si alcanzó a comprender algo de cuanto estaba sucediendo). Solo treinta años le bastaron a los españoles para exterminar el 99% de los habitantes de este archipiélago y desaparecer una cultura de diez siglos de evolución, en nombre de una Iglesia y de un rey que, con la evangelización de los indígenas, exigían la conquista para el enriquecimiento y la grandeza, mediante la esclavización y el despojo de aquellos a cualquier precio. Así pensaron y actuaron los victimarios de Hatuey. Y duele, pues según investigaciones recientes, todavía hoy en nuestro genoma obra la pauta aborigen.

Con minuciosos pensamientos continúo el recorrido. Trato de enlazar los hechos, conformar la memoria. Luego de esa imitación del típico batey taíno, que inaugura el Salón 1492 – 1867, donde los museógrafos tuvieron el tino de enfatizar la virginidad de la manigua cubana del siglo XVI, bien tupida y de multitud de verdes, lograda con el empleo de luces, pinturas y barnices, continúa un segundo sitio más amplio y despejado, y le sigue un tercer sitio similar en su construcción, pero que sierra el espacio para dar paso al Salón Gómez – Martí.Ahora la exacta ubicación de los objetos y la ambientación espacial permiten la interpretación del sitio y estimulan el aprendizaje de quienes no conocen la historia que se desea reflejar. Luego para mí es fácil la apropiación de la historia. Primero porque me paso la vida hurgando en ella y segundo ¿por qué no?, porque la ambientación correcta favorece la meditación, por ejemplo. No soy friolento pero detesto esos lugares de uso múltiple, de conferencias, salas de cine o teatro, incluso museos, cuya climatización es deficiente. Y puede ser deficiente por exceso de frío o de calor. El frío atenta contra la concentración y el calor beneficia el relajamiento, diluye la tensión. La temperatura, la humedad y la luz determinan el clima del museo. Factores que no solo deben tenerse en cuenta para bienestar y comodidad del visitante sino, en la misma medida, para la exposición y conservación de los objetos, lo cual también pone a considerar los cierres al exterior, muros, cubiertas, sistema de ventilación y otros aspectos técnicos. Con el termómetro, el hidrómetro y el termo-hidrógrafo cuenta el conservador para cumplir sus funciones de controlar la temperatura y la humedad. Ambas se regulan con ayuda del aire acondicionado, los unificadores y desunificadores, que eliminan e introducen agua en el aire. La temperatura en un museo es menos dañina que la humedad para los objetos expuestos, pero sus cambios fuertes pueden provocar reacciones químicas a nivel molecular, físicas y biológicas como la aceleración del crecimiento de hongos. En cambio, la humedad relativa, que es la relación entre la cantidad de agua que hay en un volumen y el máximo que puede tener ese volumen, debe mantenerse entre un mínimo de 30% (en invierno) y un máximo del 60% (en verano). En fin, si el ambiente es muy seco, por ejemplo, la madera de la escultura de Hatuey se resquebraja y si hay exceso de humedad, dicha madera se cubre de bacterias y hongos.Los dos uniformes del regimiento de fijos de La Habana y de los batallones de pardos y morenos expuestos en una vitrina, los sables, cañones y fusiles de la segunda mitad del siglo XVIII, y los cuadros del general cubano Juan Manuel Cajigal y Monserrate, de su más allegado hombre, el venezolano Francisco de Miranda, del comerciante habanero Juan Miralles, del comerciante norteamericano Robert Morris y del general Bernardo Gálvez y Gallardo, cuyo ejército estaba compuesto, entre otros, por fuerzas criollas de Cuba, me recuerdan los sucesos protagonizados por esos hombres. Además, al final del espacio, en la pared izquierda, hay un cuadro de un joven oficial francés con un cintillo que lo nombra como Claudio Enrique de Saint – Simon, el célebre socialista utópico cuando era joven. Debajo del cuadro un panel de cristal muestra las monedas de la época, varios pesos de ocho reales. En la otra pared frontal, en un amplio mapa de Estados Unidos, se reflejan las victorias de Manchac, Baton Rouge, Panmure, Mobila y Pensacola.

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Ciertamente, de 1779 a 1782 los cubanos habían ofrecido su sangre y sus vidas por la independencia de Estados Unidos.Los generales Bernardo Gálvez y Juan Manuel Cajigal al mando de tropas criollas, entre otras, habían limpiado el Mississippi de ingleses, para garantizar la ruta de abastecimiento a los rebeldes de Norteamérica, encabezados por el general George Washington. Fue la primera vez que los cubanos prestaron ayuda internacionalista a otro país.Otro hecho que demuestra esa ayuda ocurre cuando el general Washington se queda sin recursos en esa misma guerra. A través del comerciante Robert Morris lo supo el general Cajigal y envió al venezolano Francisco de Miranda, con una carta personal, a ver al general independentista, para conocer y ultimar detalles sobre la asistencia. El venezolano Miranda, posteriormente iniciador del movimiento independentista latinoamericano, era entonces el ayudante personal y amigo íntimo del general cubano. No se sabía entonces cuan larga y gloriosa sería la página de heroísmo y sacrificio que escribiría el venezolano. A su regreso de Norteamérica, se dedicó a reunir los recursos necesarios para aquella contienda. Se sacaron algunos fondos del país, las damas habaneras, en recaudaciones públicas, entregaron sus joyas para la causa norteamericana y se logró sumar un millón ochocientos mil pesos de ocho reales, cantidad de dinero que le entregó el venezolano Francisco de Miranda al oficial francés Henry de Saint – Simon, para que llegara a manos del general Washington. Con este dinero, que sirvió para pagar a las tropas y cubrir otros gastos, unido al refuerzo de tropas habaneras y haitianas, Washington rinde las tropas del general británico Cornwallis en la región virginiana de Yorktown.A retazos están los hechos descritos en el espacio expositivo. “1800000 pesos de ocho reales entregaron los cubanos al general George Washington para la independencia de EE.UU.”, reza una nota donde se muestran las monedas. En la vitrina donde cuelgan los uniformes, “Uniforme de las tropas cubanas que participan en la contienda”. “Armas utilizadas por independentistas cubanos en EE.UU.” “El pueblo cubano fue uno de los que más aportó a la independencia de Estados Unidos”. Estas y otras muchas inscripciones abundan en la sala, como magníficas herramientas de esclarecimiento para los visitantes. Los detalles de cada aspecto, la historia minuciosa, se conserva en el fondo bibliográfico del museo.Si aquella colaboración con Estados Unidos fue uno de los gestos inaugurales del internacionalismo cubano, también, de cierta manera, lo fue el de nosotros, casi dos siglos después.Los hechos siempre han marcado el tiempo con murmullo singular y éste, a su vez, ha hollado la piel del hombre con mayor rigor que el vientre de la madre. Nadie debe envidiar cuanto le tocó vivir al otro, sino alzarse en sus propios hechos, lo cual significa vivir intensamente los años dados. También por nuestros cuerpos anda el hierro candente del tiempo que nos ha tocado vivir. El aterrizaje mismo, la llegada, el choque primero con una realidad inimaginada; la oscura noche, negra, color que se engrosaba desde las luces del interior del avión; el baho pegajoso ya en la escalerilla.

Desde La Habana conocíamos nuestro destino. Luego hubo tanto sigilo alrededor de aquella misión, tan larga discreción entre tanta gente, que nos perecía imposible ese país. Ciertamente, Kalimantán obró siempre como “palabra” de destino, pues bien sabíamos que no se trataba de aquel pedazo de tierra enclavado en Australia. Aún en el avión, cuando retornábamos de la antigua Unión Soviética, de un tiro coheteril práctico efectuado allá, donde habíamos obtenido magníficos resultados ---mientras en Cuba se desarrollaba el XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, en 1978---, nuestros jefes nos insinuaron el futuro cumplimiento de una misión internacionalista en Kalimantán. Desde entonces, de acuerdo con nuestra juvenil mentalidad, fuimos gente más austera, con un estilo de conducta cotidiana muy elevado, dispuesto al sacrificio si hubiese sido necesario. Kalimantán fue la almohada de los sueños. Allí derramaríamos la sangre en actos de heroísmo; doblegaríamos al enemigo y derribaríamos cientos de aviones; el campo de batalla que arrasaríamos con rotundez inaudita. Pedestal de nuestra gloria. Kalimantán podía estar ubicado en África, América o Asia, incluso, lo más probable era que se encontrara fuera del sistema solar. Por lo menos hasta allá llegaban nuestros sueños de 22 y 23 años y las ansias de igualarnos a los muertos de nuestra felicidad, parafraseando al poeta. Tanto tiempo idealizamos aquella destinación, casi un año, que nos parecía imposible que la tarea se fuera a desarrollar en un país tan marcado por los cubanos como Angola, atado a Cuba por lazos ancestrales.No obstante, nuestra presencia en Angola inauguraba las Tropas Coheteriles Antiaéreas. Éramos (y somos, por supuesto) los fundadores de las T.C.A.A. en Angola.

El último sitio del Salón 1492 – 1867 también ofrece una eficaz información al público por medio de paneles, señalizaciones, escritos y alusiones en los diversos objetos y espacios que se exponen. A veces, son párrafos enteros. También aquí, debidamente ambientados, más por un criterio museográfico que

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museológico, de conformidad con la estructura espacial interna, hay objetos personales, armas de varios tipos, chamarras, casacas azules y de campesino, cananas de la época, una silla de montar, varias cuartillas manuscritas sobre una mesa tapizada, de color verde, y un tintero con su pluma. Objetos museables donados algunos por patriotas de Cuba y América, y la mayoría, los más costosos y singulares, como resultado de la política de adquisiciones del gobierno, del esfuerzo gigantesco que implicó el coleccionismo estatal en este caso.Pienso que el ingreso al museo de toda esta riqueza material e inmaterial se produjo por las tres vías que existen: asignación, depósito y entrada temporal. La dimensión del complejo me indica que, indiscutiblemente, el Estado se vio obligado a una reordenación tremenda, con independencia de donaciones, compras, premios; y unido a esa reordenación (que al parecer fue una de las vías principales para conformar su base) jugó un papel importante el cambio de adscripción, o el ingreso de piezas que pasan a ser bienes del Patrimonio Histórico. Por ese concepto se debe haber sumado la gran cantidad de técnica y armamento militar que participó en las distintas misiones internacionalistas después de 1959 y que está aquí, según la guía. En fin, se deben haber utilizado todas las vías de ingreso para poder echar a andar este majestuoso complejo.De muy variada presentación se observan mapas de la época con inscripciones, batallas, victorias, esclareciendo la simbiosis que protagonizó la América, en la cual Cuba fue ente activo impelido por la formación de su conciencia nacional.El movimiento bolivariano por la independencia, cuyo influjo llegó con marcada evidencia a nuestro país, se presenta en este sitio como un conjunto muy expresivo y accesible a los visitantes. Rebosa energía por la fuerza de varios lienzos de gran formato de figuras de la independencia y una serie de esculturas de torso y rostros gallardos que ennoblecen el conjunto, realzan el espacio. Más atendiendo a la jerarquización con respecto a la integración de la América hispanoparlante que al origen de cada personaje histórico u otro concepto, deslumbran lienzos de Simón Bolívar, Bernardo O’ Higgings, San Martín, Sucre, Miguel Hidalgo, Mariano Moreno, Gaspar Rodríguez de Francia. Solo falta el precursor de una Hispanoamérica independiente y unida, el venezolano Francisco de Miranda, al parecer porque su presencia ya está en el sitio anterior del salón. Pero desde 1790 Miranda concibe esa idea, continuada después por los demás.Aquí se encumbra la reciprocidad entre la solidaridad internacional hacia el archipiélago cubano y la de éste hacia los pueblos del continente. El Libertador (entre otros muchos que demostraban ese interés) había señalado la independencia de Cuba y Puerto Rico en las instrucciones impartidas, como primer mandatario de Colombia, a su delegación al Congreso Antifictiónico de Panamá, en junio de 1826. —Figuras que se establecieron en el país incluso antes de 1820 y cubanos que se sumaron con grados de oficiales al ejército de Bolívar. Tales son los casos de José Antonio Miralla, argentino que murió en México mientras preparaba una expedición para invadir a Cuba; el escritor peruano Lorenzo Vidaurre; el último presidente de la primera república de Colombia en 1816, José Fernández de la Madrid; Vicente Rocafuerte, quien llegó a ser en 1835 el segundo presidente de Ecuador; el general Páez, uno de los hombres principales de la independencia de Venezuela.El libro de René González Barrios Cruzada de libertad. Venezuela por Cuba (2005) recoge una parte de la jugosa historia de internacionalismo del pueblo venezolano con nuestro pueblo; luego en él aparecen momentos de solidaridad de casi todos los pueblos involucrados en el movimiento bolivariano. En él se anotan representantes de casi todas las naciones del hemisferio. Cientos, miles de hombres dispuestos a dar la vida por la libertad de estas tierras de América. Y eso tuvo Bolívar, supo interpretar, en su momento y para hoy, las razones del continente.En la sala también se muestran, de una forma u otra, numerosos cubanos que integraron las filas del Libertador. Destaca el Benemérito coronel (habanero) José Rafael de las Heras Rodríguez, que combatió bajo las órdenes de Bolívar, quien lo consideraba entre sus amigos predilectos y le prometiera liberar a Cuba del yugo español. Desde 1810 de las Heras combatió con arrojo y disciplina. Combatió en Boyacá, donde fue herido, en Carabobo, ocupó Maracaibo y cae gloriosamente cerca de allí, en Hato de Juana Ávila, el 24 o 25 de abril de 1822. En su honor la república de Venezuela creó el municipio Heras, en las márgenes del lago Maracaibo, perteneciente al distrito Sucre del estado de Zulia. Tan profundo había calado el amor de Venezuela hacia el cubano. También está el abogado Francisco Javier Yanes de la Cruz, cubano firmante el 5 de julio de 1811 del Acta de Independencia de Venezuela y de la primera Constitución de Venezuela Independiente, el 21 de diciembre del mismo año. Este fundador de la Primera República fue uno de los dirigentes civiles de la revolución. Combatió en El Yagual junto al general Páez, presidió la Corte Suprema de Justicia y formó parte del Congreso Venezolano; fue Secretario de Gobernación y de Relaciones Exteriores del Libertador. Nicolás Manuel Tanco y Bosmenier, propuesto por Bolívar y aprobado por el Congreso de Colombia como secretario de Hacienda. José Joaquín Calvo, albacea de Miralla y más tarde general del ejército mexicano. El joven Rafael Valdés, compañero de Bolívar que combatió

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posteriormente en Junín y Ayacucho. Pedro Pascasio Arias, combatiente del sitio de El Callao. Manuel Gual y José Antonio Mozo, que llegaron a generales. El trinitario Tomás Villanueva, comandante de fragata de la armada de Colombia y uno de los héroes del combate naval de Maracaibo. Julio Montes Dubois, teniente del Estado Mayor del Ejército Unido, de destacada participación en Ayacucho, por cuyo heroísmo fue declarado Benemérito a la Patria en grado Heroico y Eminente. Sabino Zambrano y José Antonio Boloña, ambos alféreces del Batallón de Infantería No.1 y combatientes en Ayacucho. Los hermanos Fructuoso y Bartolomé Castillo y Varona, coronel y comandante respectivamente. Francisco Sermannat, coronel. Julián Arias y Céspedes; Juan Gualberto Ortega; Francisco Melitón Lamar y Torres; Francisco Serpa; Pedro José Cano; José Parica; Marcos Díaz; Francisco Agüero; Manuel Andrés Sánchez; camagüeyanos que se unieron al ejército bolivariano como subtenientes de marina; José Francisco Lemus, que ostentaba el grado de coronel de aquel ejército.La historia recoge miles de involucrados en el movimiento internacional del Libertador, agrupados por logias, por regiones; conspiraciones disgregadas por toda la América. Una red cuya verdadera dimensión aún no se conoce en todos sus detalles. En Cuba se conocen los Caballeros Racionales, de Matanzas, y la Cadena Triangular o Cadena de Bolívar, hija de la más renombrada y de mayor proyección, Rayos y Soles de Bolívar, conspiración que verdaderamente preocupó al gobernador Vives y que tenía un carácter profundamente internacionalista, donde militaba nuestro José María Heredia.La idea esencial de este movimiento revolucionario cubano, encabezado por los Rayos y Soles, era apoyar la invasión de las tropas bolivarianas a Cuba. Para ello el general Páez envió al agente Pedro Rojas para “fomentar la revolución que en aquella isla se conoce con el nombre de Soles de Bolívar”. Luego el gobernador Vives logró su propósito: José Francisco Lemus, que dirigía la conspiración, y otros conspiradores fueron detenidos.Este arresto, sin embargo, no tenía ya demasiada significación en el proceso que se gestó entonces, pues en 1827 el propio Libertador lo había confesado a un grupo de cubanos que lo visitara en Caracas, en busca de su apoyo para la emancipación de la Isla: —“No podemos chocar con el gobierno de Estados Unidos, que unido al de Inglaterra, está empeñado en mantener la autoridad de España en las islas de Cuba y Puerto Rico”. Aquellas palabras eran el resultado de las presiones de ambas naciones en el Congreso de 1826, y de la inestable situación en que se encontraba aún el proyecto bolivariano, sin consolidar allí donde los pueblos ya eran libres. Por ello años después, en su discurso de Hardman Hall, José Martí dibujó la escena de entonces casi poéticamente: “Y ya ponía Bolívar el pie en el estribo, cuando un hombre que hablaba inglés, y que venía del Norte con papeles de gobierno, le asió el caballo de la brida, y le habló así: ¡Yo soy libre, tú eres libre, pero ese pueblo que ha de ser mío, porque lo quiero para mí, no puede ser libre!”Lógicamente, la otra parte de la historia no aparece expuesta en el museo, pero es evidente la agitación política sin precedentes en que se debatía la Isla. No aparece la Gran Legión del Águila Negra, conspiración de los generales mexicanos Guadalupe Victoria y Antonio López de Santa Ana, que cuando fue descubierta en 1829 ya prácticamente ni existía. Pero se sabe de alzamientos, protestas, desembarcos y organizaciones de expediciones para liberar la Isla. Todo un ambiente de tensión y expectación. Las noticias chocaban, los golpes demolían los avances y las esperanzas a veces se tornaban rojas.Igual excitación habíamos sentido nosotros en Lubango, después de aquellos bombardeos que le costaron la vida a numerosos civiles angolanos. Tanta era la tensión que cierto día, sin necesidad, se pasaron a posición uno todos los grupos coheteriles de la región. Esa vez llovía con el sol afuera. En el horizonte un arco iris ostentaba sus colores, que se debilitaban a medida que arreciaba la lluvia. Con marcada rapidez todo cambiaba su piel habitual: el ambiente de lagarto iba mezclando su tono con el de un gris oscuro, a ratos iluminado por relámpagos que precedían a truenos desconcertantes. La lluvia se pronunciaba en las canales con fuerza majestuosa. El viento aportaba su sonido de tormenta. Las luces se apagaron y los que escribíamos en el dormitorio, estremecidos, inadaptados a semejante combate de nervios, tratábamos de poner la mayor atención en recoger y guardar nuestras cosas, o de realizar cualquier otra actividad secundaria. Pero no podíamos engañarnos. Los nervios estaban en aquellos truenos que reventaban el mundo, en los relámpagos que se astillaban en ventanas y rendijas, en el ulular extravagante del viento prendido a las irregularidades del terreno. El susto era una mezcla de asombro e importunación

— ¡Caballeros, esto es para comer y para llevar!—El que se lleve esto…— ¡Oye, la sirena está sonando!

En efecto, la sirena había comenzado el aviso y de inmediato, la campana la acompañó desaforada. “¡Alarma aérea! ¡Posición uno!” Salimos corriendo. Resbalábamos y nos caíamos antes de llegar a nuestros puestos de combate. El oficial de guardia operativa realizaba el control de funcionamiento de la estación de

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conducción de cohetes. Afuera, los ramperos preparaban sus rampas de lanzamiento debajo del torrencial, los choferes arrancaban los vehículos especiales, los operadores de radar realizaban su trabajo. Y el agua arreciaba, y los truenos desgarraban los oídos, y el fango, y los resbalones, y las caídas en el barro pastoso y amarillento. Una potente descarga obligó al enlace a lanzar el teléfono, pero el planchetista no atinó siquiera a quitarse las garnituras de los oídos: abrió los ojos desmesuradamente y se llevó las manos a los audífonos con estremecimiento de todo el cuerpo. — “¡El plancheta se desmaya!” Lo aguantaron. Lo sacaron de la cabina y otro planchetista ocupó su puesto de combate. Luego ya se habían perdido las comunicaciones con el mando superior, también las internas telefónicas. Solo el micrófono del jefe del grupo se escuchaba en todo el campamento, que ordenó la búsqueda en los 360 grados.

Largo tiempo permanecimos explorando el espacio aéreo, hasta que se establecieron las comunicaciones con el mando superior. La lluvia había cesado pero quedó clara su huella siniestra: el planchetista hospitalizado, cuya suerte nadie conocía y, en el barro, el cadáver del cable telefónico, la línea negra del cable táctico pulverizado por la descarga eléctrica del trueno. Hacía rato que había concluido la alarma, decretada por el retumbar insólito de los truenos. En el puesto de mando de la brigada se pensó que bombardeaban la ciudad y se pasaron los grupos a posición uno. Era la inexperiencia y el quebrantamiento de los nervios, después de tres bombardeos sin haber lanzado un solo cohete tierra – aire. Varios sucesos así lo demostraron. Aún aquel hecho no había acabado de dibujar la tensión en que se debatía la zona de Lubango, cuando ya otro tallaba la figura inconfundible de la excitación existente.

Esos recuerdos me trae esta sala, y se suma entonces una impresión esencial, de difícil discernimiento, de un perenne sobresalto que acechaba cada mañana, que esperaba alerta el suceso del día. Al parecer es la memoria, que ha dado un salto de presencia, acaso de vigencia. Este período, correspondiente a la formación de la conciencia nacional, siempre me pareció gris, pálido, sobre todo cuando era un adolescente y apenas lo conocía. Ahora, en cambio, cuando en el subconsciente obra el dominio del movimiento revolucionario contemporáneo y de aquellos tiempos, pienso que investigadores, curadores, museógrafos, museólogos, historiadores y artistas, han puesto lo mejor de sí para transformar dicho período en un lugar muy cercano. Se reactiva la memoria, regresa casi tangible. Cuando me detengo al final de la sala y lanzo una mirada abarcadora, con detenimiento, resumiendo cuanto he visto y recordado, siento que algo íntimo pulula en el ambiente del siglo XVIII; luego me agobia una agridulce verdad: el museo ¡por fin! se ha construido, ya existe, pero ¿cuántas acciones internacionalistas faltan aún por reflejar? ¿Cuántas escaparon a la memoria o no han sido suficientemente investigadas? ¿De cuántas han desaparecido las evidencias? Innumerables, y no solo desde que el habanero Pepe Antonio defendiera La Habana de los ingleses, sino desde mucho antes, desde antes de que el archipiélago estuviera preñado de corsarios y piratas, cuando afluían múltiples emigraciones del Caribe y otros lares.De ahí la necesidad de tener en cuenta factores de índole técnico arquitectónica como la flexibilidad y extensibilidad. Si bien hasta 1959 es relativamente fácil la representación museológica del internacionalismo en la Isla, bien difícil se presenta después de esa fecha, y más aún en la contemporaneidad, medio siglo después. Porque el hombre se despierta, despierto se humaniza y va a salvarse de su autodestrucción por esa práctica revolucionaria. Práctica que será aprehendida por todos los pueblos y todos los seres, y crecerá, y se extenderá, y entonces, el mundo será el museo. Mientras, urge prever ese crecimiento, estructurar con flexibilidad, de manera que se puedan modificar las funciones con pocos esfuerzos y recursos, y urge estructurar con extensibilidad, de manera que se mantenga la uniformidad ante el crecimiento del museo. En 15 o 20 años el chorro de internacionalismo que practica este pueblo puede poner en ascua el inmueble. Por ello merecen tanta atención las características de extensibilidad y flexibilidad espacial y de equipamiento.Por otro lado, no niego que este museo se construyó teniendo en cuenta los principales preceptos del ICOM relacionados con la “nueva museología”, desde las ideas divulgadas todavía en los años 60, que incluye el coloquio celebrado en Moscú y Leningrado en 1968 con el tema “El papel de los museos en la educación y en la acción cultural”, pasando por el “Primer taller internacional sobre los ecomuseos y la nueva museología, de 1984, Québec, hasta la “Guía para la concepción arquitectónica de los museos”, también de Québec pero de casi diez años después, donde se recomiendan las áreas de acogida (Hall), de exposición y de investigación, cuestiones relacionadas con la protección (seguridad, conservación – restauración) y de ubicación de los museos. No, no niego que estén presentes las ideas y recomendaciones del ICOM, pero cuanto quiero destacar es la coincidencia de dichas esencias con la política cultural de la Revolución Cubana. Conceptos como batalla de ideas, masificación de la cultura, universalización del conocimiento, universidad para todos, que para los detractores no son más que consignas abstractas, contienen la esencia de la nueva museología. Por supuesto me refiero a esencias, objetivos, no a procedimientos puramente

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técnicos ni comerciales. Y prueba de ello es que recientemente, antes del V Congreso Cultura y Desarrollo, celebrado en La Habana en junio del 2007, se entregaron a Koichiro Matsuura, director general de la UNESCO, los documentos que acreditan el compromiso de Cuba con la diversidad cultural y con la salvaguarda del patrimonio inmaterial, (3) recogido esto último en la Convención del 17 de octubre del 2003.

Capítulo 2Me detengo ante el nombre del salón. A mi mente acude la “sutileza” que, todavía a estas alturas, algunos elementos reaccionarios esgrimen con el binomio, tan utilizado por historiadores y estudiosos. Resaltar la unión de la idea y la fuerza, o del pensamiento y la acción, es lo que intentan los “tanques pensantes” cuando emplean de alguna manera el binomio Gómez – Martí. Una propuesta vieja ya, adulterada, capada de conocimientos, que limita a Martí al pensamiento y a Gómez a la acción, como si ambos no hubieran demostrado con suficiencia que eran hombres de pensamiento y acción. Nadie puede anular la profundidad del pensamiento político del “Guerrillero de América”, como llamaron a Máximo Gómez los ingleses, poco propensos a las alabanzas; ni la acción de un hombre que fue capaz de unir a un pueblo, limar serias contradicciones y lanzarlo a una guerra por la América toda y que cae consecuentemente con cuanto había predicado.El Salón Gómez – Martí es el más grande del pabellón preambular. Ahora tomo conciencia de que los especialistas han dividido el espacio en correspondencia con la historia que reflejan. Según la guía que guardo en mi agenda, ni siquiera los pabellones son iguales. Hay salas y salas, sitios y sitios, salones y salones. Los miles de metros cuadrados han sido distribuidos de acuerdo con la carga de internacionalismo de cada época. Este Salón Gómez – Martí abarca desde 1868 hasta 1899; un período relativamente corto, comparado con el salón anterior, pero atiborrado de internacionalismo en la Isla. Solo las guerras de independencia son pródigas en actos de solidaridad humana. Ello explica lo espacioso del salón.Ciertamente, el museo debe responder siempre, entre otros, a la relación arquitectura – objeto – sujeto y bajo este principio, al nexo colección museal – inmueble. Es decir, se deben respetar las exigencias de la conservación de los objetos y de espacios para la exposición museográfica, pero también de espacios para especialistas, estudiosos y personal administrativo. Se trata de un complejo que cumple diversas funciones donde interactúa un personal diverso, con diferentes tareas ante sí, desde el visitante neófito hasta el curador. Los esquemas y recetas en este caso pueden ser dañinos, en tanto cada museo es una entidad única, más bien determinada por las particularidades de la colección museal. Me refiero a la “vieja museología”, sustentada en esa relación edificio – colección – público, que es cuanto puedo apreciar desde adentro. Otra cosa es la “nueva museología” (cuya esencia recordé hace apenas unos minutos) que sustituye dicha relación por el nexo territorio – patrimonio – comunidad. Si bien este museo no se puede considerar un ecomuseo, con todos los requisitos que aparecen en los años 70 del pasado siglo, y dada la unicidad misma a la que ya me referí, no es menos cierto que muchas premisas se han logrado aquí, en correspondencia con la nueva concepción de la Conferencia de Santiago de Chile de 1972; mesa redonda de los museos de América Latina, propiciada y organizada por el ICOM, donde quedó demostrada la inoperancia y falta de visión de futuro de los museos latinoamericanos, en su mayoría atados al pasado y a la “vieja museología”, aislados de los problemas de América.Aquí se observan los cambios fundamentales relacionados con la “nueva museología”. Porque no es el aburrido rincón que custodia determinados objetos, es primero que todo, un gestor del patrimonio cultural inmaterial, un recinto donde se produce el conocimiento por la interacción de la comunidad: objetivamente, el tema que manipula todo el complejo se relaciona con el entorno nacional e internacional. Y hay una manera de manejar la exposición que nada tiene que ver con los museos tradicionales.Se indican dos opciones: disfrutar del salón o evitarlo. Por el mezzanine se puede entrar directamente a los espacios aéreos del inmueble, que se corresponden con el período posterior a 1959. Esa opción la indica una pizarra. Pero no quiero perderme nada, menos aún éste, que promete ser, por cuanto conozco, un dichoso baño de internacionalismo.Inaugura el salón una estatua ecuestre de Máximo Gómez y lo cierra la figura de José Martí sobre un singular pedestal. Abundan los objetos: piezas de vestir, mapas, manuscritos y hasta diarios de campaña, debidamente expuestos en vitrinas, junto a cuartillas de cartas originales y escritos de varios tipos, amarillentos ya por el paso del tiempo. Los epónimos aparecen acompañados de cuanto se ha podido recuperar de ese período histórico al cabo de siglo y medio. Machetes, artefactos caseros utilizados por los mambises, fundas de armas, armas de fuego más pesadas. Aquí un morral de cuero, allá un Springfiel o una Rémington, seguramente averiados todavía en aquellas guerras, pero museables aún, por supuesto. En un rincón, pero con atinado sentido museográfico, parte de una embarcación en la que desembarcaron

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internacionalistas extranjeros y en el centro, al inicio, una sugerente obra artística (un bote de mediados del siglo XIX), no solo representando la insularidad y la disposición a la emigración de los cubanos, sino también el papel de las expediciones navales en las guerras de independencia, único transporte en que podían llegar a Cuba los naturales de otros países. La magnífica pieza, perfectamente ubicada, busca una simetría a ultranza (que al final se logra) dividiendo la exposición entre lo que pertenece a la Guerra Grande y el período posterior. A continuación de la embarcación, también delimitando los espacios, hay un acrílico de unos tres metros cuadrados, donde se puede leer la letra del Himno Nacional de Guatemala y, seguidamente, en la misma función de dividir el espacio, un cuadro en gran formato de José Joaquín Palma Lazo de la Vega.El cuadro y el himno me inducen una pulsación de triunfo: comienzan a fluir las ideas, los versos, las acciones de aquel internacionalista.Varios actos hacen a este hombre grande; 24 años contaba cuando Céspedes libera a los esclavos e inicia la Revolución Cubana. Ya era poeta y periodista. A su partida de El Dátil, en tanto capitán reclutador, se le une Máximo Gómez, a quien confiere el grado de sargento. Tomada Bayamo, Céspedes lo nombra Regidor del Ayuntamiento de la ciudad. Palma dirige el primer periódico independentista El Cubano Libre. Pero es de los primeros en empuñar la tea incendiaria para evitar que los españoles reconquisten a Bayamo intacta. Luego, se desempeña como ayudante del Padre de la Patria. Asiste a la Asamblea Constituyente de Guáimaro, aunque no en condición de delegado. Y ya en 1873 los graves peligros que lo acechan lo empujan al exterior. Viaja a Nueva York, Honduras, Guatemala. Desempeña altos cargos en la diplomacia hondureña, como asistente personal del presidente Marco Aurelio Soto, lo cual le permite proteger a muchos cubanos expatriados que llegan a ese país: Gómez, Maceo, Martí. El Héroe Nacional lo considera un amigo y le dedica palabras de elogio “a su exquisita persona y fino verso”. De retorno en Guatemala, ejerce de director de la Biblioteca Nacional. Así, en continua actividad revolucionaria, escribe José Joaquín Palma la primera biografía del Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, y la letra del Himno Nacional de aquel país. Tras conocerse su autoría, el pueblo guatemalteco lo agasaja con admiración y una corona de laurel de plata. Muere allí el 2 de agosto de 1911. Y desde 1951 sus restos descansan en la ciudad de Bayamo, en cumplimiento de su serventesio:

Mas ya que cercana zumba la voz de la muerte helada, te reclamo,

solo un sauce y una tumba cabe a la orilla sagrada del Bayamo.

No se puede prescindir de las expediciones cuando se analiza la solidaridad que practicaron los internacionalistas, desde Hatuey hasta el último tercio del siglo XX. Solo en la Guerra de los Diez Años llegaron a organizarse alrededor de 60 expediciones, de las cuales 40 lograron desembarcar y 32 llevar a los mambises parte de los pertrechos que transportaron: 8 fracasaron y 10 aportaron el mayor cargamento. El libro Expediciones navales en la guerra de los diez años. 1868 - 1878 (2000), de la historiadora Milagros Gálvez Aguilera, contiene detallada información sobre el tema. En las expediciones todas, hasta 1897, colaboraron cientos, miles de internacionalistas cubanos y extranjeros, sin contar la trata china que también aparece expuesta en el salón.El Diccionario enciclopédico de historia militar de Cuba. Primera parte (1510 – 1898), Tomo III, es más exacto que el libro de Milagros Gálvez. En ese tomo se recogen las expediciones navales y los acontecimientos políticos militares en dicho período. Seguramente de ahí extrajeron la información que se expone en amplio cuadro en la pared.

DIEZ EXPEDICIONES DONDE PARTICIPARON NUMEROSOS INTERNACIONALISTAS.

No.NOMBRE DE

LA EXPEDICION

FECHA DE DESEMBARCO

MEDIO NAVAL Y NOMBRE DATOS

1 Thomas Jordán (2da.) 11.5.1869 Vapor Perit (o

Perrit)

Trajo 86 extranjeros (o de 71 a 90 según otras fuentes),

principalmente norteamericanos y algún húngaro, polaco, mexicano,

venezolano, canario.2 Rafael

Quesada (1ra)13.5.1869 Vapor Salvador

(1ra)Vinieron 6 extranjeros (según

otras fuentes 26): colombianos,

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mexicanos, venezolanos, franceses y norteamericano, al

parecer un canadiense, William A. Ryan.

3 Francisco León Tamayo 31.5.1869 Goleta Grapeshot

Vinieron de 18 a 28 expedicionarios, entre ellos un mexicano y 2 norteamericanos.

Trajo de 750 a 900 fusiles y carabinas, 2 cañones y gran

cantidad de municiones y pertrechos.

4 Jordán 8.9.1869 Vapor Queen of West.

Unas fuentes señalan al norteamericano Jordán al frente

de la expedición, otras al también norteamericano Samuel Gordon. Traían 10000 cartuchos, pólvora,

machetes, hachas, medicinas, ropa, zapatos y efectos de

escritorio. Todo eso fundamentalmente para la

columna de Thomas Jordán. Además fusiles para Céspedes,

Mármol y Figueredo.

5 Domingo Goicuría (2da) 23.10.1869

Vapor Lillian (renombrado Céspedes)

Fue la más grande que se preparó durante la Guerra de los Diez Años, pero abortó por varias razones. En ella zarparon el

4.10.1869 de Cedar Key más de 50 extranjeros entre los que se

encontraban el general Willians y su jefe estado mayor, coronel

Schomberg, ambos norteamericanos.

6William A.

Ryan (Emilio Mola)

19.1.1870 Yacht Anna (1ra)

Trajo también al coronel James Clancy y al puertorriqueño Juan

Rius Rivera, de un total de 20 a 24 expedicionarios.

7 Gaspar Betancourt 23.5.1870 Vapor Upton (1ra)

Vinieron de 164 a 177 expedicionarios. Tenía como patrón al capitán T. L. Dornin

(Dormin), y como primer oficial a Rudolph Sommers. Desembarcó

1666 fusiles Enfield y 73 Springfield, 180 carabinas

Spencer, un fusil “modelo, 128000 cartuchos” para Spencer, 300000

fulminantes para cartuchos de fusil, 20 sables, 247 machetes, 4

toneladas de pólvora, ropa y medicinas. La 2da. de este vapor

trajo, además de lo que no se descargó en la primera, un armamento regalado por ciudadanos colombianos.

8 Melchor Agüero (2da.)

7.1.1871 Vapor Hornet (renombrado Cuba)

Vinieron 66 expedicionarios, de ellos 60 colombianos, un

cargamento de 100 fusiles Rémington, 1000 carabinas

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Springfield, 200 fusiles Sharp, 200 revólveres con su parque, 2

cañones de montaña, de bronce, un millón de tiros, 24 espadas, 20 cajas de machetes, 2 toneladas de

pólvora, 200 monturas, ropa, zapatos, medicinas y otros.

9

Rafael Quesada (2da.) o “Vanguardia Venezolana”

21.6.1871 Vapor Virginius (1ra.)

Fue financiada por el gobierno de Venezuela. Según versiones

vinieron 51 o 66 o 200 expedicionarios, de los cuales 40 o 60 o 180, respectivamente, eran

venezolanos. Trajo un cargamento de 700 fusiles

Rémington y Spencer (según otras fuentes, de 910 a mil) , 150 cajas de parque de Rémington (150000 cartuchos), de 80000 a 100000 cápsulas para Spencer,

100000 mixtos, 400 tiros de cañón, 1640 cananas, machetes, 2000 mudas de ropa, monturas, efectos médicos y medicinas, 40 burros, un caballo para Céspedes

y otros pertrechos, así como $500000 ($50000) en papel

moneda de la República de Cuba.

10José Miguel Barreto (de

Bolívar)6.7.1873 Vapor Virginius

(2da).

Vinieron 130 expedicionarios, de ellos 27 extranjeros. Fue

financiada en gran medida por el gobierno colombiano. Trajo 500 fusiles Rémington, 250 de aguja,

30 Winchester, 1400000 cápsulas, 215 machetes, 120 sables, 2500 libras de pólvora, 17 cajas de

ropa, medicinas, imprenta, papel, tinta y otros medios.

Solo 10 expediciones; una muestra; acaso las que más se conocen o las más incidentadas por internacionalistas. También en la pared frontal se expone un cuadro semejante, pero con 10 expediciones de 1878 a 1895. Faltan algunas más; recuerdo las tres que financiara el gobierno del Perú, el general Mariano Prado, entonces presidente, en las cuales participaron indistintamente sus tres hijos, Leoncio, Grocio y Justo Prado. También antes de 1868 hubo expediciones con internacionalistas extranjeros, como las colombianas, por llamarlas de algún modo, de enero y marzo de 1826, organizadas una por Francisco Agüero y Andrés Manuel Sánchez y la otra, por Alonso Betancourt y los coroneles colombianos Juan Betancourt y Juan José de Salas. En la Guerra Chiquita vinieron el capitán Natalio Argenta (italiano, garibaldino) y el capitán español Manuel Beribén; éste último, junto a Manuel García Ponce, el conocido “Rey de los Campos de Cuba”.Según Milagros Gálvez en su libro Expediciones navales…, “Muchos ofrecieron ayuda solidaria a Cuba una vez declarada la guerra. Perú fue, sin temor a equivocación, la nación que más contribuyó al desarrollo del movimiento naval mambí”. (4)

“…el general peruano (Mariano Ignacio Prado) regaló un buque de vapor, uno de vela, armamento y pertrechos en cantidad considerable que se encontraban en Chile…” “En febrero de 1875 realizó un empréstito de 200 000 soles en bonos de su deuda interna, con el objetivo de movilizar con el producto de

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su negociación, el valioso armamento que le había ofrecido como rico presente a la causa cubana, sin otra condición que la de pagar para la conservación de las armas y de los buques que las iban a conducir”.Y explica Milagros Gálvez que el gobierno peruano rechazó el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre España y las Repúblicas Aliadas “mientras subsistiera la guerra en Cuba” en gesto de solidaridad con aquella causa.El general Prado ofreció incluso un empréstito de un millón de soles para la compra de un buque de guerra y su armamento, pagadero en cuatro años, con la condición de que se mantuviera en secreto dicha operación, lo cual no fue aceptado por Miguel Aldama, representante general de gobierno de la República en Armas. También Haití aportó al movimiento independentista de Cuba. En 1870 su presidente Laget entregó al ministerio cubano que allí la representaba 50 quintales de pólvora, 100 carabinas, 300 libras de plomo y algunos miles de cartuchos. A la expedición del coronel Codina, Haití le regaló todos los pertrechos y las armas que se le pidieron y para la goleta Pioneer, un cañón, 2500 libras de pólvora y las carabinas.En un panel vertical que divide el espacio se expone un extenso párrafo en letra cursiva, fragmento de la proclama elaborada por el general Manuel Quesada y enviada a bordo de la primera expedición en el vapor Virginius

PROCLAMA

“En Venezuela, en la patria de Bolívar, Sucre, de Mariño, de Bermúdez, de Arismendi y de tantos otros que inmortalizaron sus nombres combatiendo contra el gobierno español, en esta tierra donde más se adora la libertad y donde más se admiran las costumbres bondadosas, hospitalarias y civilizadas, aquí he hallado para Cuba las simpatías del hermano, la fe del compañero, el entusiasmo del que siente revivir sus glorias pasadas con nuevas y espléndidas glorias. El pueblo de Venezuela es cubano por el amor que nos profesa, y de esta tierra, de donde salió el Ejército Libertador, que vio con Ayacucho resuelto el problema de la libertad del mundo, de esta tierra sale también la espedición auxiliadora de los patriotas de Cuba, espedición de vanguardia, espedición de voluntarios venezolanos, embellecida con un magnífico cuadro de oficiales que no pueden resistir el deseo de combatir contra los que oprimen a los hombres y les arrebatan sus derechos, espedición que se ha hecho ya inmortal por el propósito que la guía y que se cubrirá de gloria por los triunfos que habrá de alcanzar desde el primer momento de su arribo a Cuba, espedición venezolana de vanguardia que lleva mi hermano, el Cubanos, llegó el momento de nuestra independencia. Esta General Rafael de Quesada será seguida de otras y otras expediciones de reserva. Tengo armas, vapores, pólvora, vestuario, todo lo tengo. He conseguido el amor de los pueblos del mundo para la infeliz Cuba. Cuba será libre. La impronta de todas las ciudades por donde he pasado, ha defendido nuestros derechos. Mi corazón se ha llenado de emociones vivísimas, cuando he oido palabras de consuelo, palabras de esperanza, de promesas positivas para nuestra causa de libertad, y sobre todo, cuando he pasado revista a los guerreros venezolanos que no han querido inscribirse en los ejércitos de reserva, sino en el de vanguardia, pidiendo ansioso salir a combatir por nuestros tres derechos hollados por el infame y torpe gobierno español”.

“Cuartel General en el mar, al despedir la espedición de voluntarios venezolanos,29 de mayo de 1871.“Manuel Quesada”.

Recientemente, en el 2005, la Editorial Pablo de la Torriente Brau publicó Venezuela y la independencia de Cuba, de José A. Quintana García y ya ese libro está en el fondo del museo. Un compendio valiosísimo sobre el internacionalismo venezolano. Otro libro se podría escribir con las peripecias de los más de 600 canarios que se alistaron en las filas mambisas o con las de los colombianos, o los dominicanos o los españoles. Por cierto, un dato curioso que leí hace relativamente poco tiempo: la mayoría de los dirigentes del Movimiento 26 de Julio tienen raíces en España: Fidel, Raúl, Abel, Frank y otros.Un acrílico iluminado indica por países la cantidad de extranjeros que alcanzaron altos grados militares en las filas mambisas (algunos ya ostentaban esos grados cuando ingresaron en el Ejército Libertador).

EXTRANJEROS QUE ALCANZARON ALTOS GRADOS MILITARES EN LAS GUERRAS DE INDEPENDENCIA.

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Bajo el mismo acrílico, al lado de la tabla, los 70 nombres de los altos oficiales del Ejército Libertador, organizados por el orden de los países que aparece en aquella. Incluso nombres de reconocidas figuras cubanas, o de padres cubanos, nacidos en otras naciones, como es el caso de Enrique Loynaz del Castillo; también el nombre del traidor Francisco Javier Heredia Solá.

CANADÁ1.-Cor. Alberto Claudio Ryan Washington (1843 – 1873).COLOMBIA2.-G. Div. Rogelio del Castillo Zúñiga (1845 – 1945).3.-Cor. Braulio Peña de la Cruz (1855 – 1924). Aparece también como nacido en Cuba.4.-G.Div. Adolfo Peña Rodríguez (1860 – 1901).5.-G.Div. Avelino Rosales Córdova (1856 – 1901).

CHILE6.-G.B. Pedro Vargas Sotomayor (1868 – 1896).

REPUBLICA DOMINICANA7.-Cor. Hipólito Aybar García (?).8.-Cor. José Camejo Payents (1865 – 1927).9.-My. G. Modesto Díaz Álvarez (1826 – 1892).10.-G.B. Dionisio Gil de la Rosa (1852 – 1899).11.-My. G. Máximo Gómez Báez (1836 – 1905).12.-G.B. Francisco Javier Heredia Solá (1831 – 1884). Traidor.13.-G.B. Enrique Loynaz del Castillo (1871 – 1963).14.-Cor. Félix Marcano Álvarez (1838 – 1915).15.-My. G. Luis Jerónimo Marcano Álvarez (1831 – 1870).16.-Cor. Manuel de Jesús Peña Reinoso (1833 – 1915).17.-T. Cor. Marcos del Rosario Mendoza (1864 – 1947).18.-Cor. Faustino Sirvé Pérez (1871 - ?).

ESPAÑA19.-Cor. José Álvarez Pérez (1874 – 1934).20.-G.B. José Sabino Caillet Barrante (¿- 1871).

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21.-Cor. José Callejas (¿- 1869).22.-Cor. Álvaro Catá Jardines (1866 - ?).23.-Cor. Eduardo Cordón Arallona (1826 - ?).24.-Cor. Diego Dorado (El Andaluz) (¿- 1871).25.-T: Cor. Valentín Menéndez (?).26.-G. Div. José Miró Argenter (1851 – 1925).27.-Cor. Quirino Reyes Piedra (1847 - ?).28.-My. G. Francisco Villamil (1833 – 1873).

ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA

29.-T. Cor. Frederik Funston (1865 – 1917). 30.-Cor. Charles Gordon (¿ - 1897).31.-My. G. Thomás Jordán (1819 – 1895).32.-G.B. Henry M. Reeve (El Inglesito) (1850 – 1876).33.-Cor. Horacio Seymor Rubens (1869 – 1941).34.-Cor. Enrique Sáez Bringuier (1871 - ?).

FRANCIA

35.-G.B. Eloy Beauviliers (¿- 1871).36.-Cor. Edgar Carbonne (?).

ISLAS CANARIAS

37.-T. Cor. José Fernández Mayato (1868 - ?).38.-Cor. Faustino Hernández Vargas (?).39.-G.B. Jacinto Hernández Vargas (1865 – 1951).40.-Cor. Juan Monzón (¿- 1869).41.-G.B. Julián Santana Santana (1830 – 1931).42.-My. G. Manuel Suárez Delgado (1837 – 1917).43.-Cor. Felipe Vargas Alemán (1853 - ?).44.-G: Div. Matías Vega Alemán (1841 – 1906).ITALIA

45.-Cor. Orestes Ferrara Marino (1876 – 1872).MEXICO46.-Cor. Rafael Bobadilla (?).47.-G.B. José Lino Fernández Coca (?).48.-Cor. José Fernández de los Muros (?).49.-G.B. Gabriel González Galbán (1846 – 1924).50.-Cor. Felipe Herrero (¿- 1874). 51.-G.B. José Inclán Risco (1832 – 1872).

PERÚ

52.-Cor. Temístocles Molina Derteano (1862 - ?).53.-Cor. Leoncio Prado Gutiérrez (1853 – 1883).

POLONIA

54.-My. G. Carlos Roloff Mialofsky (1842 – 1907).PUERTO RICO55.-My. G. Juan Rius Rivera (1848 – 1924).56.-Cor. José Semidey Rodríguez (1869 - ?).57.-Cor. Enrique Malaret Jordán (1870 - ?).

VENEZUELA

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58.-G.B. Cristóbal Acosta Páez (¿- 1874).59.-Cor. Sandalio Aguado (?).60.-Cor. Fernando Pedro Álvarez Saavedra (1849 - ?). En carta al cubano Juan Fraga, desde el presidio en África, afirma ser cubano.61.-G.B. José María Aurrecoechea Irigoyen (1841 – 1870).62.-My. G. José Miguel Barreto Pérez (1830 – 1900).63.-My. G. Manuel María Garrido Páez (?).64.-G.B. Manuel González Flores (?).65.-My. G. Salomé Hernández Villegas (1841 – 1871).66.-Cor. Ignacio Guerra (?).67.-G.B. Amadeo Manuit (?).68.-Cor. Cristóbal Mendoza Durán (¿- 1870).69.-Cor. José Ulises Urquiola (¿- 1873).70.-T. Cor. Nicolás Valencia (1873 – 1896).

El internacionalismo no llegó a Cuba con las ideas marxistas, ni siquiera con el pensamiento martiano, independientemente de la decisiva influencia de ambos en el internacionalismo que practica hoy el pueblo cubano. Responde al proceso mismo de formación de la nación, de modelación de la nacionalidad. En otras palabras, fluye en la sangre de su árbol genealógico y se refleja como vocación y como tradición. Pero digo más, a pesar de su inherencia al ser humano, no todos los pueblos poseen el mismo grado de desprendimiento ni de padecimiento por el sufrimiento ajeno, del mismo modo que no todos los seres humanos tienen el mismo grupo sanguíneo. El pueblo cubano, dadas las razones que claramente se observan en este pabellón preambular, se modeló bajo la estrella de ese don y lo aprehendió con fiereza. De ahí, que yo lo considere un talento que no a todo el mundo le es dado desarrollar en la misma magnitud. Y como ocurre con todo talento, se siente entonces cierto orgullo ciudadano.En el Manifiesto de la Junta de la Isla de Cuba, firmado por Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868, día del alzamiento en Demajagua, ya se proclama el carácter de la guerra que se inicia: “Cuba aspira a ser una nación grande y civilizada, para tender un brazo amigo y un corazón fraternal a todos los demás pueblos”. Hecho que se recibe con grandes muestras de solidaridad en el continente americano. Y fue, pues, la solidaridad de pueblos y gobiernos del continente la gran protagonista de aquel momento histórico, lo cual mitigó la imposibilidad de prestarle a la Revolución una ayuda material efectiva, dada la situación en que se encontraban los países vecinos. Los numerosos intentos de trasladarse a la Isla para luchar por su independencia fueron la manifestación más clara del momento. Pero además, están los casos de varios presidentes que se solidarizaron abiertamente con la Revolución: el de Perú, Manuel Prado, el de Ecuador, Eloy Alfaro y el de Honduras, Santos Guardiola. Perú, Colombia, El Salvador, Venezuela, México, Chile, Guatemala y Brasil, concedieron facilidades para la causa revolucionaria. Fue el gobierno peruano el primero en reconocer la independencia de Cuba: aceptó un embajador cubano en la diplomacia de Lima. Así, en distintas fechas, varios países reconocieron el gobierno de la República en Armas (o la beligerancia del país):

México A fines de marzo de 1869. Bolivia 10 de junio de 1869. Perú 13 de agosto de 1869. Chile 16 de octubre de 1869. Colombia Febrero de 1870. El Salvador 9 de septiembre de 1871. Guatemala 6 de abril de 1875.

Hasta desde la lejana Rusia se recibieron muestras de solidaridad (por supuesto del pueblo ruso), de entusiasmo e interés por el desarrollo de la Revolución. Hasta el Caballero de la Libertad, el insigne Giuseppe Garibaldi, el paladín de la unificación italiana, de quien José Martí escribiera: “De una patria, como de una madre, nacen los hombres: la Libertad, patria humana, tuvo un hijo, y fue Garibaldi…”Por cierto, según recientes investigaciones, el espíritu internacionalista del italiano llegó a Cuba. Se sabe que entre 1850 – 1851 (hay varias fechas en polémica) Garibaldi visitó a Cuba clandestinamente (no podía ser de otra manera) para tantear la situación, luego no existían condiciones para la independencia. Nadie sabe el tiempo que permaneció en la Isla, pero la situación de un país no se asimila en 24 horas. Lo que sí se conoce y está en documentos expuestos en este salón es su respuesta a la esposa de Cirilo Villaverde,

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entonces secretaria de la sociedad Hijas de Cuba, que en carta le solicitara unir su espada al machete mambí una vez iniciada la guerra. “Con toda mi alma he estado con ustedes desde el mismo principio de su gloriosa revolución”, contestó el ínclito personaje, pues inmerso estaba en la unificación de su patria. Y el 22 de febrero de 1870, en su segunda misiva, le responde a la insistencia de Emilia Casanova: “En otra mía yo manifesté a Ud. el interés que tenía por la libertad de Cuba”.

Desde nuestra llegada al país percibimos el ambiente de tensión que caracteriza la paz relativa. Todavía en Luanda, escuchábamos cada noche tiroteos aislados, unas veces lejanos y otras, casi a las puertas de la unidad de tránsito; y en la mañana siguiente de cada “escaramuza” aparecían los cuentos y la fantasía cubana. Nuestros oídos tuvieron que acostumbrarse aceleradamente a semejante música. Lubango era otra cosa. Una región donde no había espacio para la fantasía, pues estaba enmarcada en la línea del frente sur. Es por aquellos días de nuestra llegada al sur del país cuando se produce un intento de golpe de Estado, que agudiza la situación ya empeñada y acelera la fundación de las Tropas Coheteriles Antiaéreas (si por fundación entendemos la puesta en disponibilidad para el fuego de dicha arma, que al fin y al cabo constituye todo un proceso, o el lanzamiento en la región de los primeros cohetes con determinado éxito).La llegada al sur del país no significó que pudiéramos emplazar los medios de inmediato, todavía restaría un mes y medio para poner el sistema coheteril en funcionamiento, pues faltaban algunas piezas indispensables para que los radares pudieran trabajar y explorar el espacio aéreo. Ese tiempo lo dedicamos a perfeccionar la posición de lanzamiento, crear condiciones, engrasar la maquinaria que constituyen la preparación y disposición combativa de un grupo coheteril antiaéreo angolano con “asesoría” cubana. Vivíamos en un mismo campamento 30 cubanos entre oficiales, sargentos y soldados y más de 100 combatientes angolanos con su jefatura y cuadros de mando. El complejo coheteril y los medios y equipos de exploración se encontraban distantes del campamento, vivaqueando en un paraje bien tupido, cerca de un arroyo, debidamente enmascarados. Se tornaba necesario el establecimiento de una guardia con todas las exigencias en ambos lugares, lo cual impelía, a su vez, a un fuerte rigor disciplinario para cumplir con todas las tareas. La organización y planificación en coordinación con el mando angolano debían ser la columna vertebral de todo aquel ensamblaje mixto.Diariamente, alrededor de las 0500 horas de la madrugada (a veces antes), debíamos guarecernos en los refugios hasta las seis o siete de la mañana. “Pa’ güeco”. Ese era el horario en que se apreciaba que debía bombardear el enemigo, por la especie de letargo en que se desenvuelven los campamentos militares en esas horas: es habitual cierto relajamiento de la disciplina. Lo mismo hacíamos al anochecer, de cinco a siete u ocho de la noche: “Pa’ güeco”. También estaban prohibidas por el mando superior las formaciones generales para evitar las aglomeraciones de personal. Esta práctica se mantuvo durante el tiempo que permanecimos en la misión los fundadores de las Tropas Coheteriles Antiaéreas en ese país; primero sin los complejos emplazados y después con los complejos listos, conectados, oteando en el espacio aéreo. Como La Diaria bautizamos a este reforzamiento de la guardia en horarios críticos. Empero, ni uno solo de los bombardeos que sufrimos se produjo en dichos horarios. Ironías de la guerra.Uno de aquellos días de sol y arena, de sudor y agotamiento, como honorable espejismo en medio de tanto empeño, nos visitó el presidente de la República Popular de Angola Antonio Agosthino Neto. Increíblemente, allí estaba con nosotros; para asombro de todos, cubanos y angolanos, en la misma trinchera del frente sur, casi sin la escolta presidencial de la que no pueden prescindir los aristócratas poderosos. Sencillo, atento, afable, El Capitán del África, el poeta de Sagradas esperanzas, un cuaderno de poesía que algunos leímos por primera vez en portugués. Nos dirigió la palabra: cómo andaban los ánimos, cómo nos sentíamos, las condiciones de vida, cómo se comportaban los abastecimientos, cómo resolvíamos el problema del agua en aquella altitud. El imperativo de que, en el más breve tiempo, los combatientes angolanos asimilaran el manejo de los complejos coheteriles, la necesidad de que los cubanos retornáramos cuanto antes a nuestros hogares, junto a nuestras familias.Lo escuchábamos con curiosidad, acaso tratando de discernir de sus palabras las cualidades de los héroes. Frente a hombres tales, epítomes de la historia, desaparecen las llagas, el cansancio y la modorra. Se alimenta la conciencia. Sus palabras, por sencillas que parezcan, permanecen incrustadas en el cerebro por mucho tiempo, con su voz, su tono, sus gestos pausados. Se acoraza la voluntad, se ennoblece, se escuda en aquellas simples palabras que, sin calas ni artilugios, encarnan el auténtico sentir de un pueblo.Después habló en la ciudad y denostó contra el burocratismo, la superficialidad, la irresponsabilidad, y señaló la necesidad de purificación del partido.Nos había prometido volver cuando los sistemas coheteriles estuvieran emplazados, pero no pudo: muere en septiembre en un hospital de la antigua Unión Soviética. Cuando dan la noticia por la radio, el 11 de septiembre en horas del mediodía ---reposábamos los cubanos en el dormitorio----, el jefe del grupo, capitán

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Vega, exclamó con rabia y amargura: --- “¡Ahora sí se jodió esto, carajo!” Ya se percibía en el ambiente el olor a golpe de Estado, desde que el presidente cayera enfermo en cama. Semejante exclamación indicaba la guerra intestinal en que se debatía el país y nos llamaba a estar preparados para lo peor.Con la muerte de Neto, la contrarrevolución apoyada por fuerzas extranjeras, intentaba sacar tajada de la crítica situación. Decretan entonces el toque de queda en toda la región sur. Uno de los jefes angolanos del mando superior llegó al campamento en horas de la madrugada y, con todo el personal angolano, jefes y oficiales, sargentos y soldados, juraron “defender la patria de Neto hasta la última gota de sangre”. Ciertamente, la situación era más dramática de lo que pensábamos los cubanos allí presente y reforzamos la guardia al máximo: por la noche la guardia de fusil la realizábamos los oficiales, no se permitía realizar esa guardia a los sargentos y soldados. Era la medida extrema que exigía la situación y la convivencia en un mismo campamento con personal angolano. Recibimos de nuestro mando 42 cohetes de infantería y municiones de 7,62mm (de fusil AKM), suficientes para resistir cualquier embestida del enemigo durante algún tiempo. Pero lo más difícil de esas situaciones es detectar contra quién emplear el armamento. En esos casos el enemigo es invisible hasta el último momento, está en nuestras propias filas, mezclado con el revolucionario, esperando que el golpe empiece para manifestarse, o tal vez, si el golpe no tiene determinado éxito, no se manifieste nunca y siga ahí, pudriendo nuestras filas, haciendo daño, sembrando dificultades. Por cierto, meses después, supimos que aquellos 42 cohetes de infantería no saldrían nunca, estaban defectuosos: los mecanismos de lanzamientos no tenían aguja percutora, según nos explicaron. Gajes o ironías de la guerra. Luego entonces, nos sentíamos seguros en nuestra ignorancia.Con turbulento esmero emplazamos los complejos coheteriles antiaéreos, pues las piezas que faltaban habían llegado oportunamente. Estábamos listos para rechazar cualquier incursión aérea. No obstante, fieles a los requerimientos del secreto militar, y de la guerra en sí, preparamos determinadas cargas explosivas para volar el sistema coheteril en caso de que tuviéramos que abandonar nuestra posición: por primera vez indagamos y estudiamos el lugar de ubicación de las cargas en el complejo, para que no quedara nada útil de él una vez que explotaran. De la ubicación de estas cargas, aunque estaban señalados con pintura roja los lugares en los equipos, no nos habían hablado nunca en la antigua URSS. Ni preguntamos nunca nosotros durante los años de estudio. Tampoco lo sabían los angolanos que habían estudiado allá. Claro, ¿a quién se le iba a ocurrir que un día íbamos a estar en una situación en que se necesitaría volar el complejo, para que no cayera en manos enemigas? Ni una sola munición, ni un solo equipo, podían caer en manos de la contrarrevolución. Tal era nuestra disposición.Por esos días aciagos, y de incertidumbre, el capitán Galindo, oficial de la Contrainteligencia Militar, nos explicó detalladamente el curso que habían adoptado los acontecimientos y cómo la situación se había tornado más difícil aún. En caso de que tuviéramos que abandonar el país a petición del gobierno ---explicó Galindo---, la evacuación se realizaría por tierra a través de Zambia, el país vecino del este, y con la menor cantidad de pérdidas humanas posibles. Teoría de la realidad, planificación imprescindible de cada momento, ya sea apresurada, ya sosegada. La petición del gobierno significaba el primer paso hacia su caída y una derrota para el socialismo entonces, lo cual no era concebible. Claro, después hemos presenciado derrotas más estrepitosas del socialismo. Lo cierto fue que la acción conjunta de las fuerzas angolanas y cubanas hicieron que abortara el golpe de Estado. Cabecillas y seguidores fueron arrestados y puesto a disposición de la justicia.

Pienso firmemente que el internacionalismo ---a pesar del término--- ha recorrido varias etapas durante el desarrollo de la conciencia social. Inherente al ser humano, se manifiesta primero como gesto instintivo de supervivencia; luego , de solidaridad y más tarde, purificado, elevado al nivel más alto del pensamiento y la acción del ser humano, por la cultura y la conciencia política.Se conoce que a la gran epopeya de la independencia cubana ofrecen sus esfuerzos miles de hombres de cuarenta países. Los encabezó un símbolo del internacionalismo, el dominicano Máximo Gómez Báez, quien por los extraordinarios servicios prestados a la independencia de Cuba, se hizo merecedor de la condición de “cubano por nacimiento”, según una de las cláusulas de la Constitución de 1901.Una larga hoja de servicios a la causa cubana lo convierte en el estratega por excelencia del Ejército Libertador. Maestro y forjador de varias generaciones de jefes cubanos, desde el 26 de octubre de 1868, en Pino de Baire, donde dirige la primera carga al machete de las guerras de independencia, hasta el segundo combate de Santa Teresa, último de la campaña de La Reforma, que se extendió de enero de 1897 a enero de 1898, el Generalísimo participó en más de un centenar y medio de combates y batallas. Realizó varias campañas, cruzó seis veces la trocha de Júcaro a Morón, el 19 de mayo de 1895, en Dos Ríos, le da indicaciones a Martí, con la idea de preservar la vida del Delegado, lo cual no logra, pero más tarde, junto a

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Maceo, logra llevar la guerra a occidente en una de las hombradas más gloriosas que realizaron los cubanos durante la independencia.Es curioso que cruzara tres veces la trocha en la Guerra del 68 y tres, en la del 95; que realizara tres campañas en la Guerra del 68 y tres, en la del 95 y que de igual forma fuera herido una vez en cada guerra, en el cuello y la pierna respectivamente.A los seis días de haberse iniciado la guerra se incorpora a las tropas insurrectas y recibe el grado de sargento. Pero él había alcanzado el alto grado de comandante en su país, había combatido allá contra la invasión haitiana y tenía experiencia. Por lo que Céspedes lo asciende al grado de mayor general a los dos días de haber sido sargento. Estuvo al frente de todos los mandos en aquella guerra, fue numerosas veces promovido, ascendido, fue destituido, combatió en todos los frentes. Mantuvo la concepción estratégica de que la guerra solo se ganaría destruyendo la base económica del enemigo y fue un artífice de la guerra irregular.En 1879 integró el ejército hondureño con el grado de general de división, ocupó cargos de jefe militar en el puerto de Amapala y en San Pedro de Sula. Elaboró el Programa de San Pedro de Sula para la nueva guerra de Cuba, que se transformaría después, con la incorporación de Maceo, en el Plan Gómez – Maceo.Una gloriosa aureola acompañaba ya a Gómez cuando José Martrí comienza a preparar la Guerra del 95. De todos los veteranos del 68 y la emigración, era el dominicano el que mayor poder de convocatoria poseía para iniciar aquella gesta. La inmensa mayoría de los veteranos de la guerra grande y de la activa juventud revolucionaria, tanto dentro como fuera del país, coincidía en que si el dominicano iba a la guerra, ellos lo seguirían. Y eso era del dominio de una inteligencia tan privilegiada como la de José Martí.En el salón hay cuadros y fotografías de internacionalistas de varios países. Dominicanos que formaban parte de la reserva del ejército español, expulsado de la República Dominicana, que llegaron junto a Gómez, como los hermanos Francisco, Luis Jerónimo y Félix Marcano Álvarez, Modesto Díaz Álvarez. Muchos alcanzaron altos grados militares y ocuparon altas responsabilidades, como jefe de operaciones, jefe de estado mayor y otros. Cuadros de venezolanos, españoles, canarios, mexicanos, norteamericanos. Todos aportaron sus conocimientos también al Ejército Libertador. Ahí está el caso del mayor general norteamericano Thomás Jordán, quien fundó en El Cobre, en plena guerra de liberación, una escuela de aplicación donde enseñaba táctica a los oficiales. Muestra de los formidables servicios que ofrecieron aquellos internacionalistas a la independencia de la Isla.Como enclave en el Salón Gómez – Martí ---y digo enclave en tanto hiende el ambiente de insurrección, manigua y mambises--- se exponen varios objetos que, junto a los letreros, recuerdan la Segunda Internacional Comunista: “Siguiendo orientaciones del Primer Congreso de la II Internacional, celebrado en 1889, el incipiente movimiento obrero cubano se inscribe entre los primeros que en el mundo festejaron el Día Internacional de los Trabajadores, el 1 de Mayo de 1890”.En mayo de 1887 los obreros cubanos se pronunciaron por la defensa de sus hermanos de clase, asesinados en la famosa masacre de Chicago. La acción internacionalista portó la indumentaria de la enérgica protesta contra el crimen, de la ayuda material directa mediante colectas para auxiliar a las víctimas de la agresión terrorista, preparada y ejecutada por la reacción. Una vez más el pueblo cubano le ofrecía su brazo al norteamericano, diseñando las pautas de lo que sería la actitud consecuente de las posteriores generaciones.Le siguen los internacionalistas chinos, pero el aire vuelve a respirarse mambí. Miles de chinos y descendientes dieron valiosos aportes a la causa independentista. De ahí su vistosa presencia en el salón. Sandalias y calzado chino, piezas de vestir, objetos tradicionales, una flauta sobre el tapiz del dragón, otros enseres y objetos de porcelana, pero también filosas armas blancas que utilizaron entonces junto al machete.

Sin embargo, la muestra me parece modesta si la comparo en la mente con la participación real que tuvieron en aquellas gestas gloriosas. Más jugosos se advierten los dos tomos de Mario García Triana Los chinos de Cuba y los nexos entre las dos naciones (2003). La activa participación de los chinos, que enraizó un patriotismo manifiesto después en toda la gesta de liberación, se debió a la trata china, a su influencia en la formación de la nación. Así se involucraron en la lucha, cuando explotados, humillados, maltratados, comenzaron a sentir por Cuba como por su lejana patria; después, formaron a sus descendientes con la dignidad y el rigor propios de sus ancestrales tradiciones, en una patria que no era la China de los dragones, pero que ya necesitaban para sí. Cientos, miles de culíes llegaron a Cuba por falta de brazos para la agricultura, en una trata que se extendió durante un cuarto de siglo, de 1847 a 1872.Batallones completos de chinos alternaron con los cubanos en la guerra grande, en gesto indeleble de patriotismo. Casi todos los grandes guerreros, Gómez, Maceo, Sanguily, Calixto García, Maximiliano Ramos y otros muchos, tuvieron bajo su mando a numerosos combatientes chinos. Culíes que alcanzaron grados

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de oficiales del Ejército Libertador. Según el libro de Triana, de 2000 a 5000 chinos participaron en la Guerra de los Diez Años. El capitán Juan Sánchez (Lam Fu Kin), el capitán Bartolo Fernández, el capitán José Tolón, Sebastián Sian, Pío Cabrera, el teniente José Pedroso, los sargentos Andrés (Cao Lion Kao) y José Fong, el capitán José Cuan (Cuan el de Kau Kong), el guía de las fuerzas cubanas en Trinidad y luego capitán José Bu Tak, el capitán Tancredo, Juan Anelay. Decenas, cientos, miles de chinos escribieron las páginas más gloriosas de nuestra historia. Los mayores generales Thomás Jordán y Francisco Morales Carrillo, así como Napoleón Arango, llegaron a contar entre sus fuerzas a 400 chinos cada uno. Con Calixto García pelearon 200 y 180, con Maximiliano Ramos.Escrito con letras doradas, sobre un fondo negro, se lee una pauta de aquel contundente internacionalismo, sobre Gómez en la campaña de Las Villas: “Al retirarse de la provincia tiempo después, el general Gómez tenía el mérito de haber incorporado a su contingente 1400 hombres, sus fuerzas destruyeron 83 ingenios azucareros y se apoderó de más de 1000 fusiles y 2000 caballos. Tuvo en jaque a 22 batallones españoles. Y en todas esas hazañas de las fuerzas del general Gómez, estuvieron presentes los gallardos oficiales y soldados chinos, grandemente apreciados por el gran jefe mambí”.Cuenta Gonzalo de Quesada, el entrañable amigo de Martí, que un tal capitán Tancredo, que había llegado a Cuba a la edad de 10 años, cayó prisionero en Rosa María. Al verlo, el oficial español le espetó con desprecio: ---“Este es un chino manila”. Tancredo, que apenas podía tenerse en pie por las heridas recibidas, al oír las palabras se incorporó apoyándose en un árbol, sacó de su pecho un diploma de oficial cubano y con orgullo le contestó al español, de frente y con voz vibrante: ----“¡No es un chino Manila, no; es un teniente del Ejército Libertador de Cuba! ¡Fusílenme!”“Batallones completos de chinos pelearon por la libertad de Cuba”, señala un cintillo en la exposición. Me detengo en la cifra de chinos que participaron en la guerra grande, son miles; pero ellos también participaron en la del 95 y en todo el proceso de liberación de este pueblo. También los cubanos llegaron a ser miles en Angola, Etiopía y otros muchos lugares. Esa fue una de mis primeras sorpresas a mi arribo a Luanda. Había estudiado en la desaparecida Unión Soviética y estaba acostumbrado a encontrarme en las calles de Odessa con cierta cantidad de cubanos, o en Moscú o Leningrado. (Aquello también era internacionalismo soviético.) Lo que nunca imaginé era ver tantos cubanos juntos. Cuando llegamos a Luanda, después del elemental protocolo (como quien dice, para no perder la costumbre), nos trasladaron a un campamento de tránsito llamado Fotungo, conocido por todos los cubanos, pues por allí y por la Muñeca, otro campamento de tránsito, pasaba casi todo el mundo, el que llegaba y el que se iba del país: quien regresaba a Cuba con la misión cumplida o quien salía de vacaciones. Entre los cubanos que cumplimos misión en Angola es proverbial la estancia en estos dos campamentos. Allí, excitables, morábamos ociosos. Cientos, miles pasaron una o varias noches en esas dos unidades. Hasta los que se trasladaban a otros frentes de la guerra, o quienes habían estado convalecientes de alguna enfermedad, pasaban ocasionalmente y proseguían a incorporarse a sus unidades de origen. Luanda era entonces retaguardia: ya en junio de 1979 hacía tiempo que el frente la había dejado atrás, a más de 400 kilómetros de distancia; y Fotungo, lugar de despedidas, retornos, con una disciplina poco sólida impuesta por nadie, o mejor, impuesta y mantenida por los que más tiempo permanecían allí, que les indicaban a los “cagüizos” (nuevos o novatos) cómo debían comportarse. Días de zozobra y espera. Días de vacunas en la espalda, de cuentos de los combatientes más viejos. Envidiábamos entonces haber estado en sus combates, cazado en sus cacerías, vibrado en la intensidad de sus trances.Recuerdo la más cruel escena que vimos en Fotungo, aunque después tuvimos que acostumbrarnos. Fue la de niños comiendo de los tanques de desperdicios de alimentos que estaban en el borde de la unidad, detrás de la cocina-comedor. Los niños se colaban por debajo de la cerca y, en los tanques de salcocho, se despachaban a sus anchas, mostrando un hambre que no conocíamos. Niños de siete, ocho, diez años. Aquel fue el primer choque con un mundo inimaginado. Habíamos oído cuentos, anécdotas, pero jamás podía pasar por nuestras mentes tal disputa de niños rabiosos por el salcocho.Los complejos coheteriles no llegaban de la antigua Unión Soviética y nosotros vegetábamos en Luanda como vacacionistas. Aunque el mando pretendía ocuparnos el tiempo con tareas y trabajos de poca monta, estudios molestos e importunas creaciones de Núcleos del Partido y Comités de Base de la Unión de Jóvenes Comunistas (al parecer por la poca experiencia que había de cómo actuar en tales circunstancia), siempre nos sobraba el tiempo para asarnos al sol, jugar parchí y dominó, leer y escribir diarios prohibidos y cartas románticas.Solo una actividad nos interesó por aquellos días, la visita al lugar histórico donde se desarrolló la batalla de Kifangondo, en las cercanías de la capital. Allí, en ademán desesperado, angolanos y cubanos derrotaron al enemigo que cercaba Luanda. Los BM-21 llegados de Cuba habían salvado la capital e inaugurado la

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cadena de victorias que alejara al frente de la guerra de 37 a más de 100 kilómetros de distancia. Cuatro años habían pasado (fue en 1975) pero aún estaban frescas las huellas de la colisión: abundantes vainas de distintos calibres atestiguaban que la batalla había sido cruenta. Según el guía del rústico monumento, Kifangondo marcó el inicio del avance definitivo de las Fuerzas Armadas Para La Liberación de Angola (F.A.P.L.A.), dirigidas por el Partido del Trabajo que entonces encabezaba el líder del pueblo angolano y fundador de la nación Antonio Agosthino Neto.

La capital había estado cercada por las hordas de Sabimbi, Holden Roberto y Sudáfrica. La asistencia de Cuba a petición del gobierno angolano fue decisiva en el desenlace final de los acontecimientos, incluso, la historia agradecida recompensaría el esfuerzo cubano con la victoria final, que expulsó a las tropas sudafricanas del territorio ocupado de Namibia y destruyó el régimen de segregación racial de Sudáfrica. Pero eso ocurriría una década después, cuando varios de nosotros habíamos cumplido ya la segunda misión en ese mismo país, y cuando el número de cubanos que había pasado por Angola durante quince años de misión internacionalista superaba la cifra de los 300000. Hecho único en la historia universal del internacionalismo.Por eso me atraen tanto las cifras de chinos internacionalistas (y de otros países) que participaron en las guerras de independencia, y comprendo mejor, cómo no decirlo, por qué y de adónde viene el padecer por las penurias ajenas.

Sobre unos escalones, como en podio supremo del salón, se erige la figura de cuerpo entero de José Martí. Luego el pedestal es un yugo, cuyos extremos y centro actúan como puntos de apoyo; sobre el centro del yugo la cornisa y más arriba, la basa y la estatua. En la frente del Héroe Nacional, refulgente, una estrella que más bien realza el semblante, iluminando todo el salón. Verdadera obra de arte que recuerda su poema Yugo y estrella:Cuando nací, sin sol, mi madre dijo:“Flor de mi seno, Homagno generoso.De mí y de la Creación suma y reflejo, Pez que en ave y corcel y hombre se torna.Mira estas dos, que con dolor te brindo, Insignias de la vida: ve y escoge.Este, es un yugo: quien lo acepta, goza.Hace de manso buey, y como prestaServicio a los señores, duerme en paja Caliente, y tiene rica y ancha avena.Esta, oh misterio que de mí nacisteCual la cumbre nació de la montaña,Esta, que alumbra y mata, es una estrella. Como que riega luz, los pecadoresHuyen de quien la lleva, y en la vida,Cual un monstruo de crímenes cargado,Todo el que lleva luz se queda solo.Pero el hombre que al buey sin pena imita, Buey torna a ser, y en apagado brutoLa escala universal de nuevo empieza.El que la estrella sin temor se ciñe,Como que crea, ¡crece! ¡Cuando al mundoDe su copa de licor vació ya el vivo;Cuando, para manjar de la sangrientaFiesta humana, sacó contento y graveSu propio corazón; cuando a los vientosDel Norte y Sur virtió su voz sangrada,La estrella como un manto, en luz lo envuelve,Se enciende, como a fiesta, el aire claro,Y el vivo que a vivir no tuvo miedo,Se oye que un paso más sube en la sombra!”

---Dame el yugo, oh mi madre, de manera

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Que puesto en él de pie, luzca en mi frenteMejor la estrella que ilumina y mata.

En general, la actitud representa su prédica y acción, que lo sitúan entre los hombres más universales de la humanidad. Al decir de Juan Bosh en su libro De Cristóbal Colón a Fidel Castro (1981), “José Martí es la personalidad más sugestiva y atrayente que ha producido no solo el Caribe, sino toda la América española”. Poeta excelente (y desconocido aún, según Marinello), iniciador del modernismo, político veedor de las penurias de la humanidad, funda un partido, prepara y lanza al pueblo a la guerra, para “impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América”. No era un fin la independencia de Cuba, sino el vehículo táctico en el derrotero del objetivo estratégico, pues “Patria es humanidad” y “Quien se levanta hoy con Cuba, se levanta para todos los tiempos”.Frases como esas, ideas, previsiones, normas, escritos sueltos, forman una especie de abanico alrededor de la estatua, en la pared que le sirve de fondo a su figura. Letras doradas que empiezan allí, todavía a la sombra de la verde vegetación donde está el yugo. “Por Cuba va a cuajar la emancipación de la América”. “Es cubano todo americano de nuestra América”. “…sea libre nuestra tierra y nuestra América con ella”. “Los pueblos no se unen sino con lazos de fraternidad y amor”. “¡Abajo el cesarismo americano!” “El alma de Bolívar nos alienta; el pensamiento americano me transporta”.Es proverbial el internacionalismo del Héroe Nacional. Con su pensamiento, ese principio adopta una posición cualitativamente superior a la que le precedió, tanto en Cuba como en toda la América (y me refiero al hemisferio, no a nuestra América). Él sintetizó lo más valioso del pensamiento patriótico, solidario y continental de su época. En su adelantada juventud asimila lo mejor de las tradiciones revolucionarias del pueblo cubano, se arma con los puntos de vista más progresistas, de José de la Luz y Caballero, Félix Varela, Céspedes, Agramante, y los funde con el internacionalismo de Simón Bolívar, lo que le permite forjar un patriotismo de contenido incomparablemente superior al existente al inicio de la gesta libertadora.Las ideas de Bolívar, traídas por primera vez a la palestra pública por otro venezolano, Francisco de Miranda, las reactiva desde una posición más revolucionaria e internacionalista. Si bien El Libertador defiende la unidad y liberación de la América hispanoparlante, que incluye a Cuba y Puerto Rico, latentes en su preocupación, el Apóstol de la Independencia de Cuba redimensiona aquellas ideas, aboga y cae en combate por la unidad e independencia, por la salvación de toda América Latina, del Bravo a la Patagonia.El mayor tiempo de su actividad política lo pasó Martí en Estados Unidos, donde desplegó una labor asombrosa, preñada de fracasos y decepciones, pero no cejó hasta el 9 de mayo de 1895, cuando cae heroicamente en Dos Ríos. En artículos, discursos, crónicas, ensayos, cartas, Martí se alza como el más grande defensor de los pueblos americanos. No solo en los diarios latinoamericanos como La Nación, de Buenos Aires, El Partido Liberal, de México, o La Opinión Nacional, de Caracas, sino en la propia prensa estadounidense, como látigo ardiente, hace estallar su verbo en defensa de “los pobres de la tierra”. De 1881 en adelante cualquier suceso, político, económico, de carácter social o puramente cultural, le sirve para alertar a los pueblos sobre los peligros de aquella sociedad, de aquel monstruo cuyas entrañas él estudiaba con detenimiento.

Ya en 1890 era la figura más respetada y popular del continente latinoamericano. Su prestigio intelectual y político alcanza tal altura, que es nombrado sucesivamente como cónsul de Argentina, Paraguay y Uruguay en Nueva York; labor que desempeñó con éxito rotundo.En diciembre de ese año Estados Unidos, a tono con su ofensiva de penetración económica en América, convoca a una conferencia monetaria panamericana. Uruguay designa a Martí como su representante en esa conferencia en Washington. Por encargo de la comisión de delegados latinoamericanos designada al efecto, Martí elabora el informe con que las delegaciones de América Latina responderían al proyecto presentado por el secretario de Estado norteamericano Blaine. El informe es decisivo, contribuye a frustrar los planes del gobierno de Washington. Demuestra una vez más que es hijo de América y a ella se debe.En 1892 funda el Partido Revolucionario Cubano. En cinco de los nueve artículos que poseen las bases, cuyo proyecto él redactara, se refleja de una forma u otra la importancia que le ofrece a la solidaridad y relaciones con los demás pueblos. En marzo aparece el órgano del Partido, el periódico Patria, donde divulga numerosas ideas internacionalistas, las cuales se exponen en el salón:

“Nace este periódico (…) para contribuir, sin premura y sin descanso, a la organización de los hombres libres de Cuba y Puerto Rico…

“…para mantener la amistad entrañable que une, y debe unir, a las agrupaciones independientes entre sí, y a los hombres buenos y útiles de todas las procedencias…

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“Apena ver insistir en sus propios derechos a quien se niega a luchar por el derecho ajeno. “…no solo a los cubanos será beneficiosa la revolución en Cuba, y a los puertorriqueños,

sino a cuantos acaten sus designios y ahorren su sangre. “Que continuamos la revolución para obtener la independencia y libertad de Cuba y Puerto

Rico, sin tratos peligrosos con los pueblos de composición diversa, en América o Europa, de quien no pueda venir una ayuda desinteresada”.

De su estatua parte la iluminación de todo el salón, acompañada, por supuesto, de la luz que llega de otros recovecos del espacio y de medios técnicos, enmascarando emisores y situándolos de manera que se logre ese efecto. Los especialistas han distribuido el espacio y la ubicación de los objetos de modo que a todos, a la exposición en general, llegue la luz que, en singular combinación, natural y artificial, irradia la figura del Apóstol de la Independencia.Luego en un museo la luz puede producir efectos negativos si no se dosifica correctamente. Para ello se utilizan los lucímetros y los ultrabiómetros, para calcular la cantidad de luz que reciben los objetos en determinados puntos y la cantidad de infrarrojos respectivamente. Los rayos infrarrojos y ultravioletas, que son los invisibles de la luz natural, situados más allá del espectro de rayos visibles cuyos extremos son el rojo y el violeta, actúan nocivamente en las obras de arte y los objetos. Los infrarrojos pueden quemar y los ultravioletas pueden producir alteraciones químicas. Todo ello se evita con determinados procedimientos en la aplicación de la luz artificial; también pintando las paredes con pigmentos de óxido de zinc y titanio, que absorben los rayos ultravioletas. Y la luz natural cenital se torna dispersa, indirecta sobre los objetos: los preserva. He ahí los elementos que se tuvieron en cuenta para lograr esa obra de arte que es la iluminación de la estatua de José Martí; además de una perfecta conjunción de vidrio y aluminio, que proyecta dicha luz hacia los distintos lugares y objetos de la sala.Hasta ahora, sobre todo en este complicado salón, la iluminación ha sido perfecta. Se ha evitado el deslumbramiento, el efecto desagradable que provoca la vista de la fuente luminosa directamente o a través de otra superficie reflectora. Por otro lado, se ha mantenido sin alteración alguna la coloración de los objetos, lo cual se logra con la menor incidencia de la luz sobre ellos, sin que a su vez se afecte la visibilidad de los mismos. Este resultado no se obtiene con facilidad: se concatenan para ello las ideas del arquitecto, el museógrafo y el curador. Llegan a un consenso. Resultado multidisciplinario donde se tienen en cuenta el índice de reproducción cromática, la temperatura del color, el nivel de iluminación y el deslumbramiento como tal. Si, por ejemplo, se calentaran las piezas de barro que ambientan la presencia de Hatuey, emitirán una coloración correspondiente a la temperatura aplicada: en la medida que elevemos la temperatura el barro variará su coloración; primero rojo mate, después naranja intenso, naranja tenue, blanco y blanco azulado. También las luces roja y azul se consideran caliente y fría respectivamente, sin embargo desde el punto de vista de la temperatura del color, son todo lo contrario, fría y caliente. El índice de reproducción cromática permite determinar la fuente luminosa óptima dada la naturaleza del espectro cromático. Y el nivel de iluminación permite valorar la incidencia de los rayos ultravioletas e infrarrojos en los objetos para su conservación. Información que aportan los curadores. Todos esos elementos y las características de los objetos, así como la idea general de la exposición, se tomaron en cuenta para lograr la iluminación perfecta del salón. Para el visitante avisado de imaginación activa, Martí ilumina el universo americano con la estrella de su frente y alzado sobre el yugo. Pues además de objetos e ideas de su pertenencia aparecen elementos y artículos de la época.A tono con las bases del Partido Revolucionario Cubano, no pocos puertorriqueños hicieron suya la causa independentista cubana. De ahí las fotografías de Ramón E. Betances y Eugenio María de Hostos. También Maceo aparece “donde la luz es clara”; bien que en carta dirigida a Anselmo Valdés, del 6 de julio de 1884, de acuerdo con su convicción internacionalista, el Titán de Bronce escribió que cuando Cuba fuera independiente, solicitaría permiso al gobierno que se constituyera para hacer la libertad de Puerto Rico, pues no le gustaría dejar esclava a esa porción de América; y por otro lado, a sus órdenes lucharon por Cuba tres jóvenes rusos, lo cual también está inscripto en las paredes del salón.Fue Maceo, al igual que el Héroe Nacional, uno de los patriotas que más pudo apreciar la gran simpatía que muchos pueblos latinoamericanos sentían por la causa de la independencia de Cuba. Conoció de la solidaridad y simpatías de que era acreedor, a pesar de los riesgos y sinsabores que sufrió en casi 17 años de largo peregrinar por tierras de América. Seis intentos de asesinato, seis atentados contra su vida, logro evitar en el exilio: Haití, 23 de diciembre de 1879; República Dominicana, abril de 1880; Kingston (Jamaica), mayo de 1881 (casi coincidente con su ingreso en el ejército hondureño con grado de general de división, el 20 de junio) y Costa Rica, 10 de noviembre de 1894. Por ello en la pared también está la fotografía del entonces presidente de la Republica Dominicana Gregorio Luperón, quien además de ayudar a Maceo

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durante su estancia en ese país, evitando uno de los seis atentados fraguados por el espionaje español, defendió y apoyó la Revolución Cubana. Otras muchas figuras ayudaron al general en su duro andar por América, como el secretario del cónsul español, Antonio Ferro, que en Haití lo pusiera sobre aviso del plan fraguado para asesinarlo; o María Filomena Martínez, que mantenía relaciones amorosas con él y ante el juez de instrucción denunció el plan para ultimarlo, en el cual ella debía jugar un papel decisivo, pues llevaría al Titán hasta la playa donde sería asesinado. Luego ninguna de estas personas aparece en el salón: deben estar en los archivos, como otras decenas de hombres anónimos que apoyaron la causa cubana en los puertos, durante la organización y embarque de las expediciones, o durante y después de la primera y segunda guerras. Baste decir que sin ese apoyo sin nombres, sin esa ayuda anónima de miles de hombres de todas las latitudes, difícilmente se hubieran podido desarrollar aquellas guerras.“La Guerra de Martí”, como llamó Gómez a la que se inició el 24 de febrero de 1895 y aludiendo al papel decisivo de aquel, como afirmara el historiador cubano Francisco Pérez Guzmán, “fue el acontecimiento político militar más trascendental del continente americano a fines del siglo XIX. Su proyecto político, fundamentado en gran parte en el pensamiento martiano, rebasa la concepción nacionalista de independencia para defender a los pueblos latinoamericanos y caribeños de la incipiente voracidad expansionista de Estados Unidos de América y abrir el camino de la integración al sur del río Bravo”.(4)Ya a la salida del salón, en letras grandes y negras, me despide un fragmento del Manifiesto de Montecristi, piedra angular y plataforma programática, proyecto político que avala la Guerra Necesaria concebida por José Martí; uno de los documentos principales del siglo XIX cubano:“La revolución de independencia, iniciada en Yara después depreparación gloriosa y cruenta, ha entrado en Cuba en un nuevoperíodo de guerra, en virtud de orden y acuerdos del PartidoRevolucionario en el extranjero y en la Isla, y de la ejemplarcongregación en él de todos los elementos consagrados al saneamiento y emancipación del país, para bien de América y del mundo…

Montecristi, 25 de marzo de 1895

José Martí. Máximo Gómez.Si bien a finales del siglo XIX la Guerra del 95 fue el acontecimiento político militar más trascendental del continente americano, precisamente por su proyección internacionalista, el gesto cubano en Angola, que también culmina en las postrimerías de un siglo, fue el acontecimiento político militar más trascendental no ya del continente americano, sino de todo el universo. África era el frente donde, a lo largo de quince años, los cubanos forjamos una victoria que, incluso, vino a compensar la caída del socialismo en Europa. La bofetada al imperialismo fue tan categórica con la destrucción del Aparthei, y el fortalecimiento de la Revolución Cubana fue tan rotundo, que la desaparición de la U.R.S.S. y el socialismo europeo solo llegó a significar un tropiezo en el camino de la historia, donde Cuba pasó a jugar el papel protagónico que desencadenó, junto a otros factores, una serie de gobiernos revolucionarios o democráticos en América. Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Argentina, Paraguay, Brasil, demuestran esta idea.Para nosotros, en el estrecho marco de las Tropas Coheteriles Antiaéreas, Angola fue una experiencia sin igual. Los coheteros realizamos operaciones y caravanas que en Cuba ni se habían soñado. Se rompieron todos los esquemas, literalmente hablando. Muchas de las instrucciones y disposiciones para la explotación de la técnica y el armamento, que durante años limitaron la creatividad o la iniciativa, se disolvieron con facilidad increíble. La realidad ---necesidad en la mayoría de los casos--- obligó a violar órdenes y disposiciones sobre la explotación de los complejos coheteriles. Aparecieron numerosas innovaciones. Ingenieros y técnicos rompimos disposiciones, encajonamos indicaciones, destrozamos el temor (respeto) que nos limitó durante años en Cuba y nos arropamos con una experiencia envidiable para quienes no tuvieron la oportunidad de semejante privilegio.

Las guerras siempre impelen a demoler todo lo que se parezca a burocratismo, impelen a la práctica descarnada. Y los años allí empeñados, de continua presión, de continuas acciones combativas, fueron la mejor forja, la mejor consolidación de cuanto conocíamos en teoría. Por primera vez nuestras tropas, de una herencia combativa que comenzara aún antes de 1868, pero a su vez novatas en un contexto desconocido y en circunstancias muy especiales, experimentaron un salto cualitativo apreciable; por primera vez combatíamos.

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Capítulo 3El tiempo, que hasta ahora fue mi gran amigo, comienza a presionarme en su inexorable discurrir. Llevo dos horas y pienso que con una más podré apreciar y meditar en toda la riqueza del salón. Aquí culmina la radicalización del pensamiento revolucionario cubano. Se integran, se funden, el pensamiento martiano y el marxismo – leninismo y, por demás, debuta el fundador de un nuevo tiempo histórico latinoamericano, quien armado de tan elevadas ideas y de una inteligencia excepcional, se erige en el más grande estadista de su tiempo histórico, Fidel Castro Ruz, y cómo no decirlo, el más grande internacionalista cubano de todos los tiempos, cuya larga vida y denodada tenacidad le han permitido demostrarlo con suficiencia.El salón está compuesto por varios sitios y tres salas, la Julio Antonio Mella, la Pablo de la Torriente y la Sala 1946 – 1958. Como los anteriores, dista del aspecto exterior del museo que, por supuesto, se corresponde con el entorno urbano donde está enclavado. O sea, el espacio arquitectónico, determinado por la función expositiva del internacionalismo en el período de 1900 a 1958, también posee la finalidad de representar en interés de la propia exposición determinados estilos arquitectónicos. Si bien los espacios precedentes reflejan la arquitectura de la época que representan y, por ejemplo, la colonial está en los puntales altos, medios punto, con cristales de colores, lucetas e incluso, techos decorados con pinturas, en éste el propósito se percibe en el decorado lujoso, ampuloso, del eclecticismo de las “vacas gordas” de la república neocolonial, que se mezcla con elementos de art nouveau y art deco; trazos y elementos que conocedores del tema pueden apreciar sin dificultad. Luego el impacto no deja de ser en todos los salones la correspondencia de la ambientación con la exposición: no se subordina la exposición a la arquitectura en ningún momento. Y eso es cuanto se ha querido lograr, que los valores arquitectónicos formen parte, realcen, lo expuesto.De Baliño y Martinillo son los dos primeros cuadros. Dos pilares de la introducción del marxismo en Cuba, lo cual equivale a la introducción por otra vía de más internacionalismo. También aparecen Diego Vicente Tejeda, conocido como el precursor del socialismo en Cuba, y Enrique Roig de San Martín junto a otras figuras.

Carlos Baliño había participado antes en la fundación del Partido Revolucionario Cubano junto a José Martí. Inició la introducción de dichas ideas a su regreso a la Isla después de la guerra. En 1903, con ese objetivo, funda el Club de Propaganda Socialista y en enero de 1904, el Partido Obrero Socialista, que se convertiría en el Partido Socialista de Cuba y continuaría la labor de divulgación del marxismo. Por su parte, Agustín Martín Veloz (Martinillo) se destacó por esos años en la región oriental. Organizó huelgas, editó un periódico y en la década del 20 promovió la fundación de Agrupaciones Comunistas en Manzanillo, Media Luna y Ceiba Hueca. Fue elegido entre los delegados de Manzanillo a la fundación del Partido Comunista de Cuba en 1925.Obreros, estudiantes e intelectuales abrazaron el internacionalismo a través del marxismo como nueva fuente, bajo la tutela de aquellas figuras enfrascadas en lucha audaz contra la burguesía criolla y sus nacientes mecanismos.Diversos factores impelen al movimiento revolucionario cubano a ocupar una posición en la avanzada del movimiento revolucionario internacional de las primeras décadas del siglo americano. El entreguismo de una lacra que sumía al pueblo en la más despiadada pobreza, la masacre cometida contra el Movimiento de los Independientes de Color, la Revolución Mexicana, el influjo de la Revolución de Octubre y el movimiento de Reforma Universitaria que aparece en Argentina y se extiende a Chile, Perú, Colombia y Guatemala, prepararon la década del 20 para un vuelco radical, en que se fundieron definitivamente en esta tierra el antimperialismo y el internacionalismo, o dicho de otra manera, el internacionalismo como una forma más de antimperialismo.La primera herramienta de esa década fue el Grupo Minorista, que se inauguró sin previo aviso con La Protesta de los Trece y proclamó, entre otros presupuestos “la unión latinoamericana”. Villena, Marinello, Carpentier, Roig de Leuchsenring, Mañach, José Zacarías Tallet, se encontraban entre los minoristas que también se pronunciaron contra las dictaduras unipersonales en el mundo y en América, protagonizando una clara posición internacionalista. Ambientando el espacio, se muestran en este primer sitio, junto a otras que conforman el interesante pasaje, varias obras de los minoristas. Ahí están las imágenes del Liborio de Ricardo de la Torriente, representado a la burguesía entreguista del momento. Telares con caricaturas de Liborio, arropando la corrupción que se tragaba al guanajo de siempre, pues Liborio no fue nunca la imagen del pueblo, como afirmaban algunos estudiosos de la cultura epocal, sino de la burguesía genuflexa ante el poder económico de Estados Unidos. También telares de El Bobo, de Eduardo Abela, integrante del Grupo Minorista. El Bobo de la Yuca, de Batabanó o de Babreca, haciéndole tontas y sugerentes preguntas a José Martí. Un Bobo

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jodedor que no se engullía las mentiras del gobierno, y utilizaba el choteo con la habilidad y astucia de un pueblo sometido a la censura.Medito aún en este primer sitio, espacio que contiene la unión de obreros e intelectuales desde los primeros años del siglo XX hasta parte de los años 20. Tal vez no se debió dividir la década del 20, tantos hechos confluyeron en esos años que solo una razón muy poderosa pudo arrastrar a los especialistas a la adopción de una decisión tan polémica. Tan cargado está dicho período de figuras prominentes de nuestra historia que solo el tipo de exposición pudo dividirlo. Únicamente el internacionalismo pudo crear las salas Julio Antonio Mella y Pablo de la Torriente Brau, por supuesto, reñidas con una posible sala Rubén Martínez Villena y sus relaciones con Europa, su muerte en la U.R.S.S. Rubén es la figura más carismática del período. Su condición de poeta revolucionario, su estoicismo y tenacidad, su valor personal y desprendimiento, lo convierten en el líder indiscutible del pueblo. Al menos así pienso yo, o por lo menos, es la única razón que se me ocurre para admitir la división del salón.Lo cierto es que en ese primer sitio está todo lo relacionado con el carácter internacionalista del Grupo Minorista y las ideas marxistas que inician el siglo. Retablo de figuras, en su mayoría intelectuales, obras de arte, caricaturas, escritos, carteles, ideas marxistas sobre internacionalismo proletario, hojas sueltas de Marinello sobre nuestra América, poesías de Rubén. Un arsenal de herramientas para entender el espacio. Un “Venezuela Libre”, órgano revolucionario latinoamericano, fundado por el venezolano Francisco Laguado Jaime, y cuyo objetivo era además de combatir a Juan Vicente Gómez, “encauzar la protesta contra el panamericanismo, arma solapada del imperialismo yanqui, y cooperar en toda obra que tendiera a robustecer la unión de los pueblos de América, de procedencia latina”. Órgano que en 1926 se convierte en el “América Libre”, “látigo de tiranos y del imperialismo”.La Habana era entonces una acería donde se forjaba la solidaridad de peruanos, panameños, dominicanos, haitianos, paraguayos, centroamericanos; antimperialistas que colaboraban con Mella y los minoristas en la Universidad Popular “José Martí”. Por esos años La Habana vió luchar por América a los venezolanos Salvador de la Plaza, los hermanos Gustavo y Eduardo Machado, Carlos Aponte, el general Bartolomé Ferrer, el pintor Luis López Méndez, el general José Manuel Hernández, Pío Tamayo, Gilberto Gil, Feliciano Montenegro, José Rafael Wendehake, Juan Montes, el nicaragüense Eduardo Avilés Ramírez, el español José Miguel Pérez. Y brotó del vientre de La Habana “La Covacha Roja”, en Empedrado número 17, horno donde bullían las ideas comunistas y antimperialistas. Así está escrito junto al “Venezuela Libre”, titulando varios objetos y pertenencias de aquellos internacionalistas: “La Covacha Roja”.También se expone el primer saludo solidario de los trabajadores cubanos a la Revolución de Octubre: un acto de masas que se desarrolló en el teatro Payret de la capital, el 10 de mayo de 1918; y la condena al desembarco de tropas imperialistas en Vladivostok. Todo indicado con precisión. Además, se muestran tres acuerdos tomados en el Primer Congreso Nacional de Estudiantes, organizado por Julio Antonio Mella y celebrado en octubre de 1923.

Condenar la penetración norteamericana en las Antillas, Centroamérica y Filipinas. Solicitar que Cuba establezca relaciones diplomáticas con la U.R.S.S. Rechazar la doctrina Monroe y el panamericanismo.

Desde su secretaría de la F.E.U. Mella había logrado aquel congreso antimperialista. En 1922 el doctor José Arce, argentino a cargo del rectorado de la Universidad de Buenos Aires, y uno de los promotores de la reforma en ese país, alentó con sus discursos sobre el tema la reforma en Cuba, y luego de manifestaciones, mítines y reuniones estudiantiles se fundó la Federación Estudiantil Universitaria, donde sale electo como presidente Felio Marinello y Mella, como secretario. Véase cómo también dicha fundación respondió, entre otros factores, a un gesto internacionalista.

Oscurecía en el campamento. Abajo, en la ciudad, oscurecía unos minutos antes, pues nos encontrábamos a unos 1700 metros sobre el nivel del mar y la ciudad de Lubango parecía un hueco. Una densa neblina se cernía sobre El Cristo Rey. Se esperaba el golpe aéreo definitivo del enemigo. En días anteriores los sudafricanos habían bombardeado varios puntos de la región, lejos del alcance de nuestros cohetes. Después realizaron un desembarco helitransportado en la Sierra de Leva, elevación ubicada entre Lubango y el puerto de Mosámedes. Permanecieron allí durante hora y media; hasta que se retiraron los helicópteros Puma. Era de noche. Al día siguiente la radio reportó ocho víctimas civiles y dos militares de las F.A.P.L.A., destruidos cinco vehículos ligeros, un carro pesado y un ómnibus. Además, destruyeron la carretera y por el momento la región de Lubango quedaba incomunicada por tierra con el puerto de Mosámedes. Preludio de un golpe aéreo de mayores proporciones, encaminado a la liquidación de la defensa antiaérea y con ello, al dominio total del aire, la supremacía aérea, pues también se paralizaría la creación de las Tropas Coheteriles Antiaéreas en ese país.

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Los que aún no habían pasado al comedor vieron una trazadora por detrás de El Cristo Rey. Las primeras se acompañaron de otras y, de súbito, una nube roja surgió en la parte oriental de la posición. Se acercaba con sorprendente rapidez. Ya se escuchaba la sinfonía de las piezas de artillería. Todo un combate. Salimos del comedor empujándonos y derribando cuanto se atravesaba a nuestro paso. Algunos saltaron por las ventanas para evitar el embotellamiento de la puerta. El tiroteo se había intensificado y ascendido de un modo casi mágico hasta aquellas alturas. Todas las piezas de artillería tiraban sobre una luz blanca e intermitente, opaca por la neblina y la noche, que venía a sobrevolarnos. Unidades de las F.A.P.L.A. y del movimiento S.W.A.P.O. dislocadas en nuestra región, abrieron fuego.----- “¡Avioooooón!”----- “¡Miraaaaaage!”-----“¡Tiren, coño, tiren!”----- “¡Búsqueda, para el doscientos setenta, épsilon doce!” Los proyectiles formaban una temerosa sinusoide roja por debajo de la turbia luz blanca. Y era el punteo de los 57 milímetros, el repiqueteo de los K – 30 y la balacera y el desorden de la fusilería diversa. La luz intermitente se alejaba entre explosiones. Ninguna logró detener el avance temerario, indescifrable, de aquella luz.Al otro día todos los combatientes de la región de Lubango, cubanos, angolanos y namibios, conocimos que habíamos estado a punto de derribar un Boeing con pasaje civil. El avión aterrizó en el aeropuerto de la ciudad de Lobito, con innumerables huellas del trance sufrido en la piel de su fuselaje. El capitán de la nave, un piloto portugués, se negó a volar en lo adelante a la ciudad de Lubango, la línea del frente. Venía de Luanda y cuando fue a aterrizar, la artillería del aeropuerto, confundida, abrió fuego y tras ella, toda la zona. El Boeing se elevó en dirección a El Cristo Rey, acaso pensando el piloto que una vez allá arriba nada le podía ocurrir, pero las alturas que rodeaban la ciudad estaban preñadas de efectivos y excepto los flecheros y los coheteros antiaéreos todas las demás armas sonaron. Cientos de proyectiles y municiones se gastaron esa noche.Ello provocó una investigación del mando superior. Preguntaban por qué, a quién o a qué y por orden de quién habíamos tirado, y un chorro de preguntas más que entonces consideramos tonterías y que hoy no las consideramos igual. Analizando tres bombardeos sorpresivos sin que pudiéramos hacer nada y el paso a Posición uno a causa de un torrencial, cualquier acción de esa índole debiera considerarse normal por inusual que pereciera. (Tan es así que, según los rumores que ascendieron hasta nuestros oídos en esa oportunidad, en la ciudad le tiraron al avión hasta con pistola Makarov, medida exacta del estado de tensión en que se encontraba toda la región de Lubango.) Y para nosotros era necesario, se tornaba vital tirar, tirar en cualquier situación: por las razones que fueran nos habíamos quedado engatillados tres veces. Por eso el capitán Vega Hernández había dicho, iracundo, rabioso ante nuestras cabezas gachas: -----“Hay que tirar, coño, el cohete donde vale algo es en el aire; hay que tirar”. Esa era la máxima del vergonzante momento. Pero ¿y los pasajeros que viajaban en el avión? ¿No había sido aquello una actividad enemiga de muy fina inteligencia? ¿Podía el mando superior permanecer inmutable, sin emprender una profunda investigación, cuando no se habían liquidado numerosos inocentes por pura casualidad?

Ahora, frente a su figura, busto esculpido con los brazos cruzados, su sombrero alón y la mirada fiel, mientras acude una multitud de ideas, pienso que esta es una de las salas más justificadas de todo el pabellón. Sala Julio Antonio Mella. Así, sin su segundo apellido Mac Partland de la madre inglesa Cecilia Magdalena, con el del abuelo Matías Mella, el general “del ímpetu” de la independencia dominicana.Con solo 25 años, Mella se alza como la figura más representativa de la primera mitad del siglo XX cubano. Bien que ningún otro alcanzó a ver con mayor nitidez el fenómeno americano de su tiempo, y fusionó como nadie antes el pensamiento martiano y el marxismo – leninismo. Nadie como él, en tan corto tiempo, había interpretado al Apóstol de la Independencia a través de una concepción marxista – leninista, ni encontró la feroz vigencia de aquel pensamiento mayor. Es por ello que es el que mejor comprende el movimiento revolucionario cubano de la época.Galería de cuadros y fotografías; desde los padres Cecilia y Nicanor, con Julio Antonio y Cecilio, su hermano menor, hasta las de México, preparando la expedición que lo traería a Cuba para desatar la lucha armada. Fotografías con estudiantes que practicaban el remo como deporte, con miembros de la sección cubana de La Liga Antimperialista, con luchadores anticolonialistas en el Congreso de Bruselas. En un panel de cristal, tapizado con pana verde, descansa un número de la revista Juventud, que fundara en octubre de 1923; junto a la revista, en el mismo panel, algunos documentos de la Universidad Popular José Martí. Objetos personales de los miembros de la Liga y del Partido Comunista de Cuba. Piezas de vestir, en vitrinas, de algunos delegados al congreso fundacional. Bustos más pequeños que el de Mella, de Carlos Baliño, del polaco Fabio Grobart, el mexicano delegado de la internacional Comunista Enrique Flores Magón, del Partido Comunista Mexicano Alejandro Barreiro, Yoshka Grinberg y Félix Gurbich, de la sección hebrea, Venancio Rodríguez, Agrupación Comunista de Guanabacoa, Miguel Valdés y Emilio Rodríguez, Agrupación Comunista de San Antonio de los Baños. Diez esculturas de los diez participantes en la

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fundación del Partido Comunista de Cuba en 1925, en la casa número 81 de la calle Calzada. Una tarde bajo la bandera roja y Glosas al pensamiento de José Martí también se muestran en la exposición: respectivamente, una crónica sobre la visita de Mella al buque soviético Vatslav Vorovski, publicada en Lucha de Clases, y un folleto donde profundiza en la vigencia del pensamiento martiano.Cada pieza, cada obra de arte, cada objeto de los miles que conforman el patrimonio que aquí se recoge, proporciona numerosas informaciones que estructuran, junto a otras, el sistema documental del museo:

1. Información administrativa: fecha, forma y fuente de ingreso, número de inventario, valoración de la pieza, signatura topográfica.

2 Información descriptiva: descripción, autor si lo tiene, fecha de realización y lugar, nombre, material, dimensiones y número de elementos.

3 Información histórica de la pieza antes de llegar al museo. 4. Información sobre la conservación del objeto. Contiene el Tratamiento y la recuperación. 5 Información gráfica, sobre todo fotografías en distintos momentos. 6 Información clasificatoria, tipología de la pieza.

Todo ello exige un serio trabajo sistemático de actualización y permite además, considerar al museo como un gran centro documental.El hecho de que sea el tiempo quien me presiona y no la “fatiga del museo”, puede significar, si se quiere, que varios elementos se han balanceado muy puntualmente. Ha sido favorecida la percepción tridimensional, por ejemplo; los contrastes, también moderados, evitan el continuo ajuste de dilatación y contracción de mi pupila; la diversidad visual; las rítmicas variaciones de movimiento; incluso aspectos como la climatización y ventilación, orientación y dirección, se enfrentan aquí a la proverbial fatiga del museo. Fatiga que empuja al visitante a retirarse. Estados de irritación, agorafobia o claustrofobia se compensan con seguridad, euforia y agilización. La organización espacial correcta se manifiesta en la satisfacción de los instintos de orientación y dirección del visitante y ello a su vez, favorece las buenas impresiones síquicas.También los estudios sobre el público se enfrentan a la fatiga del museo. Conocidos como “estudios de visitantes”, cada día se tornan más profundos y minuciosos. Hurgan en la relación entre el mensaje del museo y la disposición mental del visitante. Y tienen bien presente que, al decir de Hanson, “toda visión es una acción que lleva una carga teórica”, pero apoyada en los intereses y competencia del visitante. Por su puesto, se debe partir de la posición activa de éste. La profundización está precisamente ahí, en la consideración de un público activo, cuya mente participa ante cada pieza expuesta.Siempre me impresionó la vida de Julio Antonio Mella, hijo de una unión extramatrimonial, víctima del derecho burgués, que impedía a su padre don Nicanor reconocerlo con todos los derechos legales, junto a su hermano menor Cecilio. Tan rica es su hoja de servicios a la Revolución, que aparece como paradigma de la Unión de Jóvenes Comunistas, junto a Camilo y al Che. A pesar de cuanto puede llamar mi atención en la sala, me detengo ante una tarja titulada Breve Cronología. Nutrida de hechos sumamente significativos, colmada del vivir intenso que protagonizó, tiene la tarja una altura de 3 metros y un ancho de 1,2 metros, con bordes color metálico, letras del mismo color y fondo negro. Su impacto visual llama fuertemente la atención; pero no es por eso que me detengo ante ella, si no porque conozco su vida y una extraña manía de compararlo todo, relacionarlo, arrastra mi curiosidad.

BREVE CRONOLOGÍA

1903. Nace en La Habana el 25 de marzo. A partir de ese año y hasta 1918 radica en Estados Unidos en compañía de su madre, Cecilia Mac Partland y su hermano Cecilio. Cursa estudios primarios en escuelas católicas y laicas.1919. En junio aprueba los exámenes de ingreso al Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana y comienza estudios de bachillerato por la enseñanza libre. Viaja a México.1921. Termina el bachillerato y matricula Derecho y Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana.1922. Administrador y colaborador de la revista Alma Mater.1923. Al frente de la reforma de la Universidad de La Habana. Junio: Ocupa la presidencia de la Federación de Estudiantes Universitarios. Octubre: Preside el Primer Congreso Nacional de

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Estudiantes, convocado a una propuesta suya. Ese mismo mes funda la revista Juventud. Noviembre: Crea los cursos de la Universidad Popular José Martí.1924. Milita en la Agrupación Comunista de La Habana. Lo nombran presidente de la Federación Anticlerical. Se sitúa al frente de protestas populares por la presencia en la capital del barco facista Italia.1925. Acusado por “injurias al gobierno de Zayas y la representación diplomática de Estados Unidos” y sometido a juicio correccional. Dirige las manifestaciones de protesta por la cuestión de la soberanía de Cuba sobre Isla de Pinos. Circula su folleto Cuba, un país que jamás ha sido libre. El 1ro. De mayo habla en varios actos conmemorativos por el Día Internacional del Trabajo. En julio está entre los fundadores de la sección cubana de la Liga Antimperialista de las Américas, así como del Instituto Politécnico Ariel. Junto a Carlos Baliño y otros marxistas, origina el Partido Comunista de Cuba. En la bahía de Cárdenas visita el buque soviético Vatslav Vorovski y publica en Lucha de Clases su crónica Una tarde bajo la bandera roja. El 25 de septiembre lo expulsan de la universidad; protesta en una carta por esa medida al Consejo de Disciplina. Dos meses más tarde, la policía machadista lo detiene y es encarcelado bajo injusta acusación de haber cometido “actos terroristas”. Entre el 5 y el 23 de diciembre sostiene una huelga de hambre en la cárcel.1926. Enterado de que el dictador Gerardo Machado había ordenado asesinarlo, escapa de Cuba. Ingresa en el Partido Comunista de México. En diciembre publica el folleto Glosas al pensamiento de José Martí.1927. Asiste en Bruselas, Bélgica, al Congreso Mundial contra la Opresión Colonial y el Imperialismo. Visita la U.R.S.S. durante varias semanas. Desde París escribe una carta al Directorio Estudiantil Universitario con motivo de la clausura de la universidad habanera decretada por machado.1928. Febrero: En México, participa en la protesta de los emigrados contra el gobierno machadista. Mayo: Aparecen textos de ¿Hacia dónde va Cuba? En el periódico ¡Cuba libre! Junio: le conceden matrícula en la Universidad Nacional de México para continuar sus estudios de Derecho. Septiembre: Funda en esa casa de estudios superiores la Asociación de Estudiantes Proletarios. Publica el primer número de Tren blindado. Colabora en El Machete y otras publicaciones.1929. El 10 de enero, a las 10 de la noche, cae mortalmente herido, ultimado por orden de Machado, en la esquina de la calle Abraham González y Morelos, en Ciudad México. En la madrugada del día 11 fallece en el hospital de la Cruz Roja.

En tanto leo una Breve Cronología, puedo apreciar que no es posible incluir todos los datos, incluso algunos que de una forma u otra se señalan en la sala. Mella no solo ingresa en el Partido Comunista de México en 1926, sino que llega a convertirse en el máximo orientador de la Liga Antimperialista en toda Latinoamérica. A su llegada a México es nombrado secretario general del Comité Continental Organizador y desde esta posición fomenta el Congreso que se celebraría en Bruselas en febrero de 1927. En él contacta con revolucionarios y luchadores de 37 países y 137 organizaciones progresistas del mundo. Pero además, Mella realiza una constante labor de apoyo material y solidario a la causa del pueblo nicaragüense, que resistía la invasión yanqui con Augusto César Sandino a la cabeza. También apoyó las labores conspirativas de los revolucionarios venezolanos, que se preparaban para la lucha armada contra la dictadura proimperialista en su país. Cuando se funda el Partido Revolucionario de Venezuela (P.R.V.), Mella integra sus filas junto a los muralistas y revolucionarios mexicanos David Alfaro Siqueiros y Diego Rivera. (Suficientes pruebas de lealtad y solidaridad le habían dado los venezolanos para permitirse otra actitud: durante su huelga de hambre en La Habana fueron los venezolanos Carlos Apontes y el general Bartolomé Ferrer quienes lo protegieron en el hospital.) En 1927, junto al ala militar del P. R. V., se entrevista con el general Álvaro Obregón, para obtener recursos y preparar una expedición contra el presidente Gómez en Venezuela. Luego en 1928 Apontes, el general Bartolomé Ferrer y los peruanos Jacobo Hurwitz y Esteban Pavletich lo protegen en el primer intento de atentado contra su vida en México. Aponte solo se separa de él cuando parte a unirse a Sandino en Nicaragua, donde participa en más de quince combates y alcanza el grado de coronel en el estado mayor del héroe nicaragüense. Por cierto, hay un escrito de Apontes en la pared del museo, junto a su fotografía de sombrero epocal.

Nunca he olvidado que mi orientación política se forjó en Cuba ypara mí ha sido un honor hacerlo saber donde quiera que he estado.

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Por eso, cuando fui a Nicaragua, a pelear con Sandino, aunque soy venezolano, no dejé de vanagloriarme con la representación de la Juventud Antimperialista de Cuba, que ostenté en las filas del Ejército Defensor de la Soberanía de Nicaragua. Y por esa misma razón, proclamo el derecho de que se me considere cubano también.

Y tan cubano fue (y se considera hoy) que cayó junto a Guiteras en el Morrillo de Matanzas.Fiel discípulo de José Martí, Julio Antonio Mella concibe la libertad de Cuba como parte inseparable del combate antimperialista a escala continental. Ver unidas a las repúblicas hispanoamericanas para verlas fuertes, dominadoras y servidoras de la libertad, diosa. He aquí mi ideal.Está escrito también en la pared, antes del sitio de Tina Modotti en esta misma sala Julio Antonio Mella.Es un sitio pequeño pero muy bien ambientado con fotos de la comunista italiana, compañera de Mella. Obra como un adelanto (o un enlace) de la sala Pablo de la Torriente Brau, en tanto las fotografías y objetos que se muestran pertenecen en su mayoría a la época en que ella se enrola como combatiente internacionalista en el Socorro Rojo Español.Si cada persona y cada paisaje dejan en momentos una impresión fundamental, dominante, central, debo decir que Tina fue para mí la representación corpórea de la más alta virtud revolucionaria: el espíritu de sacrificio… Juan Marinello.Sobre el exergo su fotografía, tocada con sombrero y al cuello delicado una bufanda clara. Hermosa y tierna. No hay mejor caracterización de la abnegada revolucionaria que luchó hasta el 6 de enero de 1942, su último aliento en México, por un mundo justo y solidario.Se recuerda que a su paso por La Habana, en marzo de 1930, luego de permanecer internada en el departamento de cuarentenas de inmigración, en Tiscornia (algunos investigadores afirman que no bajó a tierra), en espera de que la nave en que viajaba levara anclas para continuar rumbo a Europa, los camaradas cubanos le ofrecieron su solidaridad y apoyo moral. Decenas de pequeñas lanchas ocupadas por trabajadores y simpatizantes rodearon la nave en que viajaba, manifestando de distintos modos la simpatía de los cubanos hacia la compañera del héroe asesinado en México, y compensando un tanto el mal trato de que había sido objeto en dicho departamento. Luego aún estaba Tina en la mitad del camino de luchas que la coronaría como uno de los paradigmas universales del internacionalismo.Detenida por la policía a su llegada a Holanda, a solicitud del embajador de Italia, quien la declaró como enemiga del gobierno de Mussolini, marchó para Alemania donde rápidamente estableció relaciones con el Partido Comunista Alemán, y sirvió como enlace de la correspondencia entre Rubén Martínez Villena, que estaba en Moscú, y los comunistas cubanos. La correspondencia más importante entre ambos puntos pasaba por sus manos. En 1930 llega Tina a la patria de Lenin y todos sus esfuerzos los dedica a trabajar en el partido. Llega a ocupar un alto cargo en el Socorro Rojo Internacional. Es en esa época que recibe a tres niños cubanos a los que brinda especial atención y afecto. Dos de ellos caerían con posterioridad en las filas del Ejército Soviético en la II Guerra Mundial, el alférez Enrique Vilar y Aldo Vivó. También por esa época conoce a María Luisa Laffita y Pedro Vizcaíno, un matrimonio revolucionario cubano que había tenido que salir de Cuba después de la huelga de marzo de 1935.Tina fue de los primeros combatientes internacionalistas que en 1936, cuando se origina el pronunciamiento faccioso contra la República de España, apoyó al pueblo contra la traición de los militares reaccionarios. En España estuvo entre las organizadoras del primer Hospital Obrero de Milicias Populares. Recogió heridos en el campo de batalla, participó en la organización de un hogar infantil, intervino en el Congreso de Intelectuales por la Defensa de la Cultura y trabajó como periodista en Ayuda, publicación del S.R.I. Ahí están sus fotos, en el comedor de un hogar infantil, en el Hospital Obrero, posando como la artista que era. Su mejor presencia, su presencia viva, seguidora de aquel otro grande de Italia que se llamó Garibaldi.

Importantes figuras condensan los sucesos internacionalistas que se exponen en esta sala Pablo de la Torriente Brau. A continuación del puertorriqueño, en rígido orden cronológico, aparecen el dirigente obrero Lázaro Peña, el secretario del Partido Blas Roca Calderío, Aldo Vivó, Enrique Vilar Figueredo, María Luisa Laffita, Pedro Vizcaíno y numerosos internacionalistas más. Toda una pared de la sala está cubierta de fotografías de los casi mil combatientes cubanos de las Brigadas Internacionales. Dividido en dos el espacio de la sala, uno muestra el gesto internacionalista por la República española, el otro, el movimiento antifascista de 1938 a 1944. Ambos espacios son amplios y en ellos se puede observar lo mismo unas charreteras de oficial de las Brigadas Internacionales, o un uniforme militar completo, que la muestra de un modesto saco de azúcar de 325 libras. Proclamas de la época, la hoz y el martillo en bronce, el órgano del Partido Comunista de Cuba, el periódico Noticias de Hoy, conocido sencillamente como el

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Hoy, cajetillas de cigarros, dinero metálico y de papel, armas de distintos tipos y calibres, boletos de viajes, pasaportes, carnés de diversas organizaciones, propaganda comunista, diplomas, títulos de combatientes, un candado con dos llaves, esposas para prisioneros. Una tupida demostración de la agitación de la época.La sala constituye, en sentido general, una vista sintetizada de la participación del pueblo cubano en la Segunda Guerra Mundial desde sus inicios; el internacionalismo que practicó el pueblo en esa etapa de la historia universal, desde los internacionales que lucharon y cayeron en España hasta los que lucharon y cayeron en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, y el apoyo moral a aquellos pueblos que peleaban por su dignidad.En el espacio que corresponde a España se pueden leer en estantes, mesas y otras piezas con acrílicos o cristales, numerosas anécdotas de los combatientes e innumerables datos biográficos. Organizaciones a las que pertenecían en Cuba, vías utilizadas para llegar a España, la concentración después de la guerra, el retorno, testimonios de mutilados o de compañeros de los caídos, cartas y fragmentos de cartas enviadas y recibidas en la Isla y España. Toda una prueba brillante de la más elevada contribución que ofreciera el pueblo cubano en la lucha contra el fascismo: la participación de casi mil combatientes en la Brigadas Internacionales.El 15 de abril de 1937 partió el primer grupo de cubanos a unirse a las fuerzas republicanas españolas en calidad de especialistas, como militares de academia, oficiales de las fuerzas armadas disueltas en 1933. Entre ellos se encontraban el capitán Andrés González Lanuza, los tenientes Julio Valdés Cofiño, Rafael Fernández Martén, Pedro Naranjo Dalmau y el alférez de fragata Jorge agustín Villasana. La organización y preparación de este grupo se desarrolló en el más absoluto clandestinaje. Reclutamiento, aseguramientos, traslados dentro del territorio nacional y hasta el territorio de la guerra (España), se realizaron en condiciones de compleja ilegalidad. Después de la derrota de marzo de 1935, el movimiento revolucionario cubano se dinamizaba en total clandestinidad. Encabezado por el Partido Comunista, tenía como consigna central la unidad de la clase obrera y de todo el pueblo contra Batista y el imperialismo. Luego la dictadura no pudo impedir las grandes movilizaciones públicas de apoyo al pueblo español. Y las consignas de combate contra Batista se fusionaron en la práctica con las de solidaridad contra la dictadura fascista que Franco quería imponer al pueblo español. Sin embargo, todavía faltaban meses para lograr la amnistía de miles de presos políticos que mantuvo el régimen hasta finales de ese mismo año 1937. Faltaba más de un año para que el Partido Comunista y demás partidos de oposición pasaran a la legalidad; más de un año también para el surgimiento de la C.T.C. y más de dos para la promulgación de la entonces progresista Constitución de 1940. De ahí las difíciles condiciones internas en que tenían que ingresar a las Brigadas Internacionales los combatientes cubanos.Se conoce que de 1938 a 1944 el movimiento antifascista se convierte en el centro del movimiento revolucionario internacional. Y Cuba tuvo una participación magnífica en esta etapa de lucha. Si en 1923 se había condenado con artículos en la prensa revolucionaria y actos de protesta la presencia en la Isla de un representante del fascista Benito Mussolini, esta vez, bajo la dirección del Partido Comunista, Cuba se convertía en uno de los países del continente que más aportaba al movimiento antifascista internacional. Campañas, mítines, asambleas y manifiestos, fueron los instrumentos eficaces para reclamar mejoras inmediatas de beneficios y apoyo a la España republicana, China y Abisinia (hoy Etiopía). Y pese a la difícil situación de los trabajadores cubanos, se hicieron aportes monetarios, de alimentos, medicinas, ropa, para enviarlos al pueblo español. Se fundó la Casa Cuba para refugio de niños españoles en Sitges.Aunque se advierte con el título que no es la totalidad de cuanto se envió a España durante la guerra, me detengo ante la recopilación, modestamente expuesta en un panel que apenas llama la atención del visitante.

ALGUNOS ENVÍOS RECOPILADOS DEL PERIÓDICO “HOY”.

1. Metálico 17752.6 pesos y 1000 dólares.2. Azúcar 443 toneladas.3. Leche condensada 27056 latas.4. Leche en polvo 5 toneladas5. Café 6 libras6. Dulce de guayaba 34 barras7. Jabón 72 barras y 90 libras de jabón amarillo.8. Tabaco 115351, equivalente a 5767 pesos.9. Cajas de cigarros 249151.10. Cigarros sueltos 3431365.

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11. Picadura 236 libras.12. Tabaco en rama 210 libras, 159 tercios y 24 manojos.13. Piezas de vestir y calzar 5610 y 3 fardos de ropa. NOTA: Para la escuela se envió galletas, chocolate, leche, guayaba, paquetes de te, salchicha, frazadas de piso y otros medios.

Aquellos simbólicos abastecimientos (simbólicos si se excluye el envío de los demás pueblos, por su pequeña magnitud) me recordaron una vivencia relacionada con el hambre en la guerra, durante el desembarco de los primeros complejos coheteriles en Angola. Plantas Diesel, estaciones de conducción de cohetes, puestos de antenas, rampas de lanzamiento, vehículos especiales, pipas de combustibles, radares y tantos cohetes tierra – aire de bajas alturas, que alguien dijo jocosamente, con determinada razón, que los angolanos habían comprado cohetes como si fueran municiones de AKM. Dos turnos habíamos formado para bajar del barco soviético el arsenal de tres grupos coheteriles en su composición completa, con sus medios de exploración.

El desembarco se desarrollaba ininterrumpidamente. Era agotador pero interesante, pues la mayoría no habíamos participado nunca en semejante descarga de armamento, y la idea era pasar el 26 de Julio en Lubango; o sea, descargar, formar la caravana y, a través del desierto de Mosámedes (hoy Namibe), llegar cuanto antes a la posición de lanzamiento. Eso era lo que se comentaba: otros planes tenía el mando, impelido por las circunstancias que se presentaron y que nosotros no conocíamos. Luego la comida era pésima para el tremendo esfuerzo que se estaba realizando; ración fría consistente en una minúscula lata de leche condensada y un puñado de galletas. Por cierto, eso fue lo que comimos días después, el 26 de Julio de 1979, en un oculto paraje, a nuestra llegada a la región de Lubango con el arsenal: leche condensada con arroz blanco quemado, y un frío a orillas de un arroyo que “partía el alma”, como decíamos muchos, sabiendo que todo se había preparado para esa noche y que, por demás, en Cuba se festejaba con cerveza, ron, congrís, yuca y carne de puerco.Lo cierto es que la noche antes de salir del puerto de Mosámedes nos atacó un hambre de rostro desconocido. Las horas de intenso esfuerzo y mala alimentación nos habían develado un hambre que dolía en los cinco sentidos. Decidimos entonces resolver el problema en un vagón custodiado por angolanos, un vagón de alimentos de un tren que seguramente partiría hacia alguna base de abastecimientos. No perdimos tiempo. Un pequeño grupo de seis nos acercamos al custodio angolano. Entablamos conversación, le ofrecimos cigarros que era lo único que poseíamos y los aceptó, hicimos chistes, jaraneamos, se negó a nuestra solicitud de unas latas (claro que se tenía que negar). En fin, sacamos al hombre de sus funciones de custodiar el vagón, pues el hambre hace maravillas. Mientras tres lo entreteníamos en nuestro rústico portugués de media lengua, otros tres se adueñaban de exquisitas latas de chorizo, jamón, queso, carne, dulces. Terminada la acción nos reunimos en un lugar cercano, previamente acordado. Disponíamos incluso de las bayonetas, instrumento perfecto más que para defendernos y matar, para abrir latas de conserva. Hasta tamal en latas teníamos, para nosotros, algo tan inesperado como el huevo en polvo que por primera vez comimos en Angola. Nos despachamos aquel “laterío” sin remordimientos de ninguna índole.El hambre es como el termes, a veces se entretiene o adormece pero nunca deja de trabajar. Salta, da golpecillos y vuelve a entretenerse, pero sigue ahí, calando poco a poco el cuerpo, debilitándolo, deteriorándolo como una carie deteriora el diente: lenta, insistente, audaz en su propósito, organizadamente. Primero se siente un hueco en el estómago (para por si acaso no te habías dado cuenta), como un aviso o guerra declarada; después llega la complacencia o la resignación a su existencia; más tarde son los mareos o la vista que se nubla. Desfallecen las fuerzas. Comienza el debilitamiento general del cuerpo. Se reduce el estómago y se inicia la forzosa adaptación: el cuerpo se está alimentando de sí mismo, de las pocas o abundantes grasas que se alcanzaron un día, la explotación de vitales recursos humanos.Por supuesto, nosotros todavía estábamos bien lejos de ese estado cuando nos acercamos al vagón, pero el rostro que veíamos entonces no lo conocíamos. Por eso me llama la atención la muestra de los envíos de abastecimientos al pueblo español, y creo aprehender su valor.En los archivos ---para los que no dispongo de tiempo por el momento---- se debe lograr una mejor recopilación de datos sobre los envíos a España. Allí se conserva el libro Cuba y la defensa de la República Española (1936 – 1939) de un grupo de autores, editado en 1981 por la Editora Política. Es innegable que mucha de la información que se expone ha sido tomada de esa investigación, o al menos ha servido de

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punto de partida para condensar y profundizar en aquella realidad histórica. Por ejemplo, hay fotografías de combatientes cubanos con internacionalistas soviéticos que aparecen en ese libro, con combatientes españoles. Se pueden observar mapas de distintas batallas que también aparecen en el libro, como las de Corbera y Gandesa, la de Teruel, el frente de Madrid. La fotografía del vehículo enviado por el pueblo cubano durante la campaña de ayuda a los niños, donde se lee: Para los niños españoles. La asociación de auxilio al niño del pueblo español. (La Habana – Cuba). Y la escuela Pueblo de Cuba, en Sitges, Cataluña, dirigida por Rosa Pastora Leclére. Indiscutiblemente, el libro está presente en el sitio; quien lo haya leído y luego visite esta sala no puede dejar de reconocerlo. Dos textos poéticos son el colofón, el Himno de la Asociación de Combatientes por la Libertad, con letra del internacionalista cubano Jorge Agostini y música de Julio Cuevas, y la Elegía Segunda del gran poeta Miguel Hernández, dedicada a Pablo de la Torriente Brau.

HIMNOSomos los voluntarios los combatientes de la Libertadque, cruzando los mares, sacrificios no medimos;vamos juntos unidos, siempre dispuestos y con voluntady luchamos con toda la fuerza de nuestra unidad.

Somos los voluntarios los combatientes de la Libertadblancos y negros, de todas las razasunidos, unidos cada vez máspor la democracia y la paz universal.

Somos los voluntarios los combatientes de la Libertadque cambiamos de frente cuantas veces sean;lo que no cambiamos nunca es nuestra idea;la de libertar los pobres de la humanidad.Vivan los voluntarios los combatientes de la Libertad.

Allí refulgen también, en oro, el costo más alto de la dignidad cubana, el saldo más glorioso, la Vía Láctea de las actuales generaciones de cubanos, los más de 80 caídos en campaña, en riguroso orden alfabético.

CUBANOS CAÍDOS EN CAMPAÑA.

Manuel Abarca Moreno. Julio García Barriel.Enrique Rafael Acosta. Manuel García Jiménez.Salvador Alcañiz Edo. Basilio González.Florentino Alejo Fuentes. Efraín Guash León.José Alonso Espino. Bruno Guijarro.Juan Álvarez Álvarez Carlos Guijarro.Lino Álvarez Ramos. Pedro Luis Hernández Iglesias.Benigno Amigo. Manuel Iglesias.Rodolfo de Armas Soto. José Ibrahím Lazo Granados.Francisco Arroyo Liana. Julio Linares Linares.Ramiro Azcuy Molina. Miguel Maldonado.Constantino Barredo Guerra. Mario Marletti. Amado Blanco Peña. Jorge Martínez Márquez.Arsenio Brunet. Cecilio Martínez Rodríguez.Fidias Bueno. Homero Meruelo BastarraínRamón Cabrera. Enrique Moltalván.Santiago Candía León. Pastor Milanés.Policarpo Candón Guillén. Avelino Navarro Conejo.Jorge Cárdenas. Pedro Ortodovski.Francisco Castillo Pérez. Juan Paja.Modesto Castro. Fernando Pascual.Cerero Elejalde. Francisco Pérez.Felipe Céspedes. Pedro Pérez.Eugenio Constela. Plácido del Pino Pozo.

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Antonio Correa Salas. Domingo Quintana García.Juan José Díaz. José Real Álvarez.Pablo Díaz Dantón. Moisés Raigorodsky Suria.Hipólito Diego. Benigno Rodríguez.Benito Dieguez. Rolando Rodríguez Arias.Manuel Digat. Antonio Rodríguez Betancourt.Cresencio R. Ríos Cruz. Cecilio Rodríguez González.Tomás Echevarría Lauret. Eusebio Rodríguez Illobre.José M. Fernández Clark. Francisco Rojas.Rafael Fernández Martén. Antonio Roque.Popo Ferrer. Ángel Rufo.Arturo Ferrer Ferrer. Manuel Ruíz.Florentino Flores. Alberto Sánchez Méndez.Cleofé Fraga Hernández. Pedro Suárez Ballesteros.Víctor Francos. Pedro Teruel.Enrique Fuentes. Luis Torres.Brígido García. José Torrent.Lino García. Pablo de la Torriente Brau.Marcelino García. Julio Valdés Cofiño.

Con estos sobresaltos y la historia precedente del internacionalismo en Cuba refrescando mi cerebro, me asomo al otro espacio de la sala. También aquí, estructuras, elementos planos, tridimensionales y contenedores, con los cuales se logra la funcionalidad de la presentación y una flexibilidad adecuada. Bases, vitrinas, paneles, divisores. Medios que garantizan dos funciones: la espacializadora y la contenedora. Pero además, estos elementos bidimensionales y tridimensionales deben ofrecer, de acuerdo a determinadas especificidades, seguridad, resistencia, estética en términos de proporción, color, textura, diseño, y en el caso de las vitrinas o estructuras similares, debe primar una relación específica con la iluminación, que tenga presente el tipo e intensidad de la fuente luminosa, por solo mencionar una relación.Durante toda la visita no he encontrado ninguna arista discordante en esa dirección. Por ejemplo, en este espacio dichos soportes se han ubicado de manera que permiten el acceso a las paredes donde se exponen fotos, mapas, pero profundizan las ideas y conocimientos que se observan a cierta distancia. Así vienen funcionando desde espacios anteriores y ya, a estas alturas, el visitante avispado ha adquirido el hábito de buscar en dichos soportes el detalle más interesante, o a veces, la sorpresa que lo mantiene atado al museo. De esa manera se presenta el movimiento revolucionario cubano durante la Segunda Guerra mundial.Son conocidas las enormes proporciones que alcanzó el movimiento antifascista en Cuba con la entrada de la Unión Soviética en la guerra, el 22 de junio de 1941. (Y quien no lo conozca puede obtener una idea bastante clara de tal situación si se detiene en este sitio.) Desde luego ya en ese momento se habían legalizado el Partido Comunista y los otros partidos opositores, había nacido la C.T.C. y habían sido amnistiados muchos activistas revolucionarios. La lucha fue abierta y en ella se empleó la imaginería del revolucionario cubano. El P.C.C. y la C.T.C. desataron una gigantesca campaña a favor del pueblo soviético y en contra del fascismo. Se evitaron las huelgas para no afectar la producción de azúcar, mineral, tabaco, jabón, cuero y otros productos necesarios a los países del bloque antifascista. El propósito inicial fue lograr el aporte de 40 mil sacos de azúcar y un millón de tabacos para los combatientes soviéticos. Blas Roca y Lázaro Peña se convirtieron en artífices, tenaces impulsores de aquella campaña internacionalista.Blas Roca planteaba entonces: “Para esos combatientes, nosotros llamamos a todos los de Cuba. Que cada uno haga su paquete personal, que cada uno coja cualquier cosa: una máquina de afeitar, un paquete de navajitas, una tableta de chocolate, un paquete de café, unas cuantas libras de azúcar y haga un paquete y lo envíe directamente a la Unión Soviética para los combatientes”.Manifestaciones de apoyo al pueblo soviético, mítines, actos; el periódico Hoy recibe numerosos mensajes de obreros de distintos lugares del país. Se constituye el Comité Pro Apoyo a la Unión Soviética. El 28 de julio de 1941 se organizó el acto más grandioso por esos años de solidaridad con el pueblo soviético y su lucha. El 6 de septiembre el Comité “Por Cuba fuera de la guerra imperialista” se sustituye por el Frente Nacional Antifascista (F.N.A.).Mientras, en la defensa de la lejana ciudad de Leningrado, caía combatiendo, en la expresión más alta de desprendimiento humano, el cubano Aldo Vivó. Otro internacionalista cubano caería varios años después, el 30 de enero de 1945, en la aldea polaca de Ksendzo, el oficial del Ejército Rojo de solo 19 años, alférez Enrique Vilar Figueredo. Fueron ellos la expresión más auténtica de solidaridad y ayuda de la patria de Martí

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a la patria de Lenin. Ellos me recordaron los jóvenes rusos que pelearon bajo las órdenes de Antonio Maceo en la guerra de independencia. Aquel raudo recuerdo me hizo sonreir. Una extraña o acaso nostálgica alegría me llenó de satisfacción. La deuda estaba saldada.

La Sala 1946 – 1958 es también espaciosa y debió haber sido un dolor de cabeza estructurarla, conformar la función expositiva. Si bien el período que se expone parece ralo, escaso de hechos internacionalistas, sobre todo si no se conoce a profundidad, no es menos cierto que en él aparece toda una generación de dirigentes internacionalistas, que logra llevar dicho principio a la actividad cotidiana de un pueblo entero a lo largo de más de medio siglo. No son los hechos lo más importante en esta sala, sino quienes debutan, cuyo esfuerzo en ese campo logra su mayor éxito hoy más que entonces. Bien que cuando Fidel ataca el Moncada ya antes había demostrado sus concepciones internacionalistas, y quien no tuvo tiempo de demostrarlo antes del Moncada lo hizo después. De manera que Fidel, Raúl, Camilo, Almeida, el Che, Ramiro y otros muchos miembros de la Generación del Centenario, guerrilleros que más tarde empujaron el carro de la libertad, aparecen en este espacio. Sus objetos y fotografías están aquí.Esos que lucha ----no importa dónde---, son nuestros hermanos.Es la frase de Camilo Cienfuegos, orlando una de las paredes del espacio. Y quizás por la estructura del museo, por su diseño, que después de 1959 se divide en distintas ramas y no cronológicamente como hasta ahora, para que no se pierda el gesto tal vez, aparece la trascripción de una carta del Héroe de Yaguajay, fechada el 9 de enero de 1959, donde se reflejan sus principios internacionalistas. Luego para comprender este gesto en su real magnitud, habría que pensar que el día 2 de enero Camilo había entrado en Columbia, o sea, junto a los mensajes y órdenes de la Comandancia, reorganizaba ya aquella guarnición, y el día 8 entraba Fidel en La Habana. Cualquiera puede imaginar el tiempo de que disponía Camilo para escribir dicha misiva y pensar en “nuestras tierras” como llama a Latinoamérica, al estilo de José Martí; solo una elevada “deuda de gratitud” y admiración lo impelen a escribirla. La Habana. Ciudad Militar, Enero 9 – 59. A los estudiantes y profesores universitarios de Venezuela. En esta hora hermosa de libertad los cubanos nos abrazamos con los venezolanos, a ustedes hermanos, nuestro agradecimiento por haber marchado a la vanguardia entre los países que nos ayudaron a conquistar la libertad.Ahora que sabemos lo mucho que costó ganarla, todos unidos, hacer nuestros mayores esfuerzos por mantenerla.Hoy Venezuela y Cuba estrechan más sus lazos, por la felicidad definitiva de nuestras tierras.

LIBERTAD O MUERTE Camilo Cienfuegos

Apenas culminaba la Segunda Guerra Mundial, con la derrota del fascismo, y ya ingresaba en la Universidad de La Habana quien sería el más grande internacionalista cubano de todos los tiempos, Fidel Castro Ruz, el gran educador, paradigma universal para actuales y futuras generaciones de revolucionarios de los cinco continentes. Rápidamente ganó autoridad entre la masa estudiantil, fue elegido presidente del Comité Pro Democracia Dominicana y, también, presidente del Comité Pro Independencia de Puerto Rico. De tal envergadura fue su debut revolucionario e internacionalista.Envuelto en la lucha, después de participar en numerosas manifestaciones, actos de protesta pública (recuérdese la lucha por la devolución de la campana a Demajagua, la marcha de las antorchas, entre otros), en 1947, el joven estudiante Fidel Castro se enrola en la preparación de una expedición armada para el derrocamiento de la dictadura trujillista de Santo Domingo, que al final no progresa. Luego en 1948, al coincidir su estancia en Bogotá, Colombia (con motivo de la celebración del Congreso Latinoamericano de Estudiantes), con el levantamiento popular provocado por el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, activista político, progresista y liberal, Fidel ocupa un arma y se une al ala de la justicia y del pueblo en esa nación. “No importa donde te encuentres si caes del lado de la justicia”. Embrionario visaje de la forma superior de la conciencia comunista: el internacionalismo.La participación del joven Fidel en el Bogotazo es bien conocida, él mismo la ha contado. También García Márquez la narra en sus memorias Vivir para contarla (2002). En Cien horas con Fidel, a una pregunta de Ignacio Ramonet sobre el Bogotazo, Fidel afirma refiriéndose a su participación: “Las ideas marxistas, todavía incipientes, no tuvieron nada que ver con nuestra conducta, fue una reacción espontánea de nuestra parte, como jóvenes de ideas martianas, antimperialistas, anticolonialistas y prodemocráticas”. (5)

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Y a otra pregunta más adelante, le señala a Ramonet, aludiendo a la misma situación: “Acuérdese que ya yo era medio internacionalista, había estado en Bogotá en el año 1948, y me había enrolado allí con los estudiantes, ya llevábamos un programa”. (6) Así se muestra en la sala, con un nombre que acaso la historia no recoge, pero elaborado por el joven Fidel que, junto a Alfredo Guevara, Enrique Ovares y Rafael del Pino, lo lleva a la capital colombiana.

DIRECTRICES DEL PROGRAMA DE BOGOTÁ1. Crear una Federación de Estudiantes Latinoamericanos.2. Apoyar al pueblo argentino en su lucha por las Malvinas, la independencia de Puerto

Rico y el derrocamiento de Trujillo en República Dominicana.3. Exigir la devolución del canal de Panamá y la soberanía de las colonias europeas en el

hemisferio.

Estas directrices antimperialistas y antidictatoriales no dejan de constituir una evidente actitud internacionalista. Y en Vivir para contarla (2002), García Márquez, con la maestría que lo caracteriza, no solo describe el Bogotazo sino abunda en las actividades del joven internacionalista; cómo logra entrevistarse con Gaitán a solo dos días de estar en Bogotá y cómo cuando asesinan a aquel, Fidel se encontraba cerca del lugar, a la espera para cumplir con la cita concertada, anotada en la agenda del escritorio de la víctima, en la hoja correspondiente al 9 de abril: “Fidel Castro, 2 p.m.” (7) García Márquez resume la participación del joven estudiante en el Bogotazo como “uno de los dramas decisivos de su formación. Sobre todo la noche en la Quinta División, donde se dio cuenta de que la mayoría de los sublevados que entraban y salían se malbarataban en el saqueo en vez de persistir con sus actos en la urgencia de una solución política”. (8)La museización de esta sala debió haber sido un dolor de cabeza para museógrafos y museólogos, pues no todo lo perteneciente a la Generación del Centenario cabe en este recinto, pese a los valores potenciales que poseen los objetos de dicha generación y la fácil adquisición de los mismos, dada la relativa cercanía de los hechos. Muy puntual debió haber sido el trabajo en este sentido. Aún gozan de salud miles de internacionalistas de diversas latitudes que iniciaron sus actividades revolucionarias en este período. Multitud de objetos, materiales, medios y elementos se pudieron reunir por las vías más disímiles. De ahí el tremendo trabajo científico de selección que hubo de desarrollarse para lograr una presentación eficaz, las técnicas y modos de exposición que hubo de aplicarse. Desde luego, debe existir una jugosa reserva de todo lo presentado aquí, para el estudio y la investigación, y si se quiere, hasta para la sustitución o renovación.Y ahora estoy pensando en las salas, sitios, espacios que aún no he visitado, posteriores a 1959, a cuyos protagonistas en su mayoría aún les queda mucho por vivir. Militares, médicos, educadores, constructores, deportistas, científicos y de otras muchas ramas, que protagonizaron hazañas (y protagonizan hoy) en los rincones más desconocidos del mundo. Sin dudas, bajo la égida de Fidel se han formado millones de internacionalistas. Y sobran materiales para varios museos.Acaso sea más factible, más viable, la construcción de museos municipales o provinciales de este tipo, al igual que se construyeron los panteones municipales para el regreso a casa de los caídos en Angola, a finales de 1989.

En la última etapa de liberación el mayor apoyo y solidaridad se recibe precisamente de América Latina, también de Norteamérica y otros continentes. Fidel, como en el siglo anterior lo hiciera Martí, tuvo que salir de Cuba para reiniciar el último período de la lucha. El exilio, ese destierro amargo que intenta separar a los hombres de sus anhelos de libertad, pocas veces ha cumplido su objetivo de enterrar la lucha, más bien ha sembrado y azuzado la cosecha, desde tiempos inmemoriales, de hombres de voluntad firme. La historia cuenta con un rico catálogo. Bolívar lo pasó en Jamaica; Juárez, en La Habana; Mella andaba por México, preparando la contienda de su patria, y Guiteras también se exiliaba cuando cae en el Morrillo; pero los ejemplos son innumerables, solo hay que recordar nuestras guerras de independencia; también hay numerosos ejemplos foráneos. Lenin llegó del exilio cuando la Revolución de Octubre, Ho Chi Min, Agosthino Neto y otros muchos. Así Fidel, como los principales jefes mambises, recibió el apoyo espiritual y material de incontables simpatizantes con la causa cubana. Ahí está el apoyo del pueblo mexicano. Objetos y fotografías con los expedicionarios del Granma, de Alsacio Venega y su esposa Elvira Belmondo, del luchador mexicano Avelino Palomo, esposo de la cubana residente en México María Antonia González, la misma que recuerda el Che en su carta de despedida, cuyo apartamento en la calle Emparan No. 49 propició tan magníficos encuentros; El Cuate, Antonio del Conde Pontones, un mexicano clave en la organización, abastecimientos

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y en el logro de la expedición. Bajo la dirección de Fidel, El Cuate consiguió armas de diversos tipos y calibres, mirillas telescópicas y hasta el yate Granma para la expedición, el cual reparó y dejó en condiciones óptimas para la empresa. Fue en su casa de Coyoacán, donde tenían escondidas las armas, el lugar donde el jefe de la Revolución aprendió a disparar con fusil de mira telescópica. No solo como experto en armas ayudó El Cuate a los expedicionarios, sino en otras muchas tareas que exigía el desarrollo de aquel movimiento.La masiva contribución material y moral del pueblo venezolano también se expone en la sala. Las expediciones que se organizaron en la región para liberar la Isla. Numerosos internacionalistas extranjeros participaron en la preparación y posteriores desembarcos en el archipiélago. De Argentina nos llegó Ernesto Che Guevara, situado hoy en el mundo como paradigma del internacionalismo, a quien el 7 de febrero de 1959 se le otorga la ciudadanía cubana por nacimiento, debido a los servicios que le había prestado al pueblo cubano. No se sabía entonces cuanto más se elevaría como revolucionario sin tacha. Solo Fidel podía predecirlo, pues le había prometido no obstaculizar su intención de continuar la lucha en América, hasta la liberación de su país, una vez lograda la victoria en Cuba.Según la guía, más adelante, en el pabellón militar, existe una sala Ernesto Guevara de la Serna; por ello aquí aparecen tan pocos datos de él y de la conocida hombrada que fue su vida toda.Luego hasta el guiño del periodista norteamericano Herbert Matthews se presenta aquí como una acción de apoyo y solidaridad con nuestro pueblo, dada la significación internacional que cargaba la noticia sobre la existencia de la guerrilla en Cuba. Cuando en febrero de 1957 Matthews publica sus tres artículos en el New York Times, sobre el saludables estado de la guerrilla comandada por Fidel Castro y las fotografías de los combatientes en la Sierra Maestra ----imágenes expuestas en la sala----, no solo estremecía al mundo y desmentía las mentiras de la tiranía de Batista, sino que abría el camino para dar paso a la solidaridad internacional. Intencionalmente o no, aquello constituía un guiño de solidaridad.Ciertamente, lo del periodista norteamericano fue solo una seña y como tal se refleja, sobre todo si se compara con la presencia china en la sala. Como en las guerras de independencia, el internacionalismo chino se puso de manifiesto y desempeñó un significativo papel en esta etapa de la Revolución. Aún antes de 1959 el Partido Socialista Popular y el Partido Comunista Chino mantuvieron relaciones fraternales y de solidaridad. En 1956 Blas Roca, secretario general, viaja a Pekín con motivo de dicha solidaridad. Otros jóvenes viajan también al lejano país, entre ellos Raúl Valdés Vivó, Rafael Francia Mestre, Manuel Canciano. Y se distribuyeron en Cuba trabajos de Mao Tse-tung y Liu Shao-chi. Por otro lado, el insigne novelista Alejo Carpentier y el Poeta Nacional Nicolás Guillén, aún antes de 1959, exigieron por distintas vías el derecho de China “a ostentar la representación del gran pueblo chino, ocupando el lugar que le correspondía en el mundo”. Defendían el derecho al libre ejercicio de la independencia y la soberanía nacional (“ahora que en China no gobernaban ni los mandarines ni los extranjeros”).Como parte del pueblo y la juventud cubana, chinos originales y descendientes participaron en la justa contra el golpe militar de 1952. En los años 53 y 54, junto a la defensa de los asaltantes al Moncada, asistieron a la creación del Comité de Solidaridad con Guatemala, que defendía el gobierno democrático de Jacobo Arbenz.La fotografía del periodista de origen chino Mario Cuchilán me recuerda la golpiza de que fue víctima por los miembros de los cuerpos represivos de Batista, debido a sus actividades y comentarios contra el gobierno, golpiza de la cual salió con vida milagrosamente. La presencia del pintor chino-cubano Wifredo Lam se aprecia en varias de sus obras estéticamente expuestas, ambientando el espacio. Se sabe de la solidaridad de Lam con el pueblo español durante la guerra contra las hordas fascistas, que en 1955 se unió solidariamente a José Antonio Echeverría en la inauguración de su Exposición de Protesta y que contribuyó en la lucha por las libertades democráticas. También el chino Figueredo participó en el asalto a Palacio junto a José Antonio. Otros chinos y descendientes bajo las órdenes del Che y de Camilo en Las Villas y la Sierra Maestra alcanzaron categoría de altos oficiales del Ejército Rebelde, tales son los casos de los hoy generales de brigada Moisés Sio Wong, Armando Choy Rodríguez, de los combatientes Joseíto Wong, Mario Cuan, Roberto Eng, el chino Ni, Luis Bu Travieso, capitán de la columna 2 “Antonio Maceo”. Amplio es el internacionalismo que se expone en este espacio que cierra el pabellón preambular.Como en anteriores espacios se refuerza el lenguaje del objeto, su expresionismo, por decirlo de algún modo, con información acuñada en paredes, paneles, junto a cada medio o material, anunciando su pertenencia, a veces, su autenticidad. Ciertamente, culmina el pabellón preambular, pero no la planta baja del edificio.

Un avión sudafricano había sobrevolado la región de norte para sur, provocando la posición uno de todas las tropas allí dislocadas.

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Oteábamos en el espacio aéreo con todos los medios: radares de bajas y medianas alturas, altímetros, estaciones de conducción de cohetes, en los regímenes de radiolocalización y teleóptico. Los puestos de observación visual exploraban las cercanías aéreas. Y flecheros y artilleros también permanecían listos con su armamento, expectantes, sigilosos. Esperábamos en la región un golpe endemoniado. Y el avión de exploración ----que nuevamente sorprendiera a todos sobrevolando la zona sin dificultad---- constituía el indicio primero de la proximidad del golpe. Preludio del combate. Durante tres horas oteamos en el espacio aéreo. Comenzaba a molestar la rutina cuando aparecieron seis manchas brillantes en el indicador del jefe de grupo coheteril. Seis blancos, seis aviones de Sudáfrica al norte de la ciudad de Lubango, a unos 35 kilómetros de nuestra posición de lanzamiento; distancia que nos permitía ejecutar una efectiva preparación para el tiro. Y ya se escuchaba por altavoz dicha preparación. “¡Búsqueda, cero, baja altura, veinticinco!” Era la orden del jefe de grupo; seguidamente, el informe del jefe batería, exaltado, vibrante: “¡Establecido!” “¡Antena!”.Aparece el blanco en la pantalla del indicador del oficial de conducción, diáfano, rápido, a bajas alturas. “¡Hay objetivo, solitario, se acerca; distancia, veinticinco!” “¡Seguirlo!”, ordena el oficial de conducción y pone el blanco en manos de los operadores de seguimiento manual. “¡Fi uno!”, “¡Fi dos!”, informan: lo acompañan. Ahora más del cincuenta por ciento de los resultados del tiro depende de los operadores de seguimiento manual, que deben mantener el blanco en el centro de las pantallas de los indicadores, en la intercepción de las marcas vertical y horizontal. “¡Velocidad, dos-cincuenta; parámetro, cero; altura, cero-coma-cinco!”, informa el oficial de conducción y a continuación, el jefe de batería calcula, decide e informa también: “¡Es posible el tiro!” Luego advierte: “¡Atención, dos kilómetros!”; segundos después señala: “¡En zona!” “¡Un momento, no tiren todavía!”, ordena el jefe de grupo y explica con desesperante serenidad: “Déjalo que entre más, vamos a tirarle en la confiable”. Pero el blanco aumenta la velocidad. Al parecer el piloto se turba y comete el error irreparable de aumentar la velocidad en dirección al grupo coheteril, o bien que esa es la única dirección posible para intentar la fuga, sobrevolarnos a gran velocidad. “¡En zona, coño!”, exige el jefe de batería la necesidad de tirar: el avión se encuentra ya en la profundidad de la zona de destrucción del complejo. No se puede esperar más. “¡Destruirlo con dos, tres puntos; lanzamiento!”, ordena el jefe de grupo y de inmediato: “¡Tomar medidas, posible portador!” El oficial de conducción, suboficial Mendiola, aprieta el botón de lanzamiento, se afinca, casi se levanta de la silla ejerciendo presión sobre el botón. Una explosión seca, profunda, seguida de un estremecimiento, cubre de polvo y tierra la cabina, anunciando la salida del primer cohete. “¡Despega el veintiuno!”, informa el jefe de batería que lo comprueba en su puesto de combate. Otra explosión, y el estremecimiento que le sigue recuerda el telúrico movimiento de las entrañas de la tierra. “¡Despega el veintidós!” “¡Captura, radiodirección del primero!”… “¡Captura, radiodirección del segundo!”, informa el oficial de conducción. Los dos cohetes ya se observan en las pantallas de los indicadores como pequeñas manchas verde – brillantes. Vuelan hacia el blanco que se acerca a gran velocidad. Una tensión expectante acompaña el vuelo de los dos cohetes en el interior de la cabina, como si el desenlace dependiera de todo el silencio del planeta. Luego, se rompe con extrema delicadeza, solo se escuchan tres voces, como una tonada aprendida muchos años atrás. Por una parte son las voces del jefe de batería y del oficial de conducción: “¡Landa dos!” “¡Landa dos!” “¡Landa uno!” “¡Landa uno!” Y por otra, como arrítmico fondo que va tomando protagonismo en la medida que se acerca el cohete al avión, la voz del jefe, alentadora, firme, severa, que va desgarrando el enigma de un resultado exitoso. Se dirige al oficial de conducción y a los operadores de seguimiento manual, encargados de evitar que el blanco se pierda. Una simple torpeza de esa dotación lo echaría todo a perder. “Manténganlo ahí, no se puede ir. ¡Ahora sí se jodieron, carajo, le partimos la crisma, coño!” Una maniobra emprende el objetivo, desesperada ----“¡Maniobra por ázimut!”----, inútil, sin sentido ya: no puede escapar en su último ademán. “¡Primera explosión!”… “¡Última explosión: el objetivo pierde velocidad, disminuye altura; objetivo destruido; distancia, quince kilómetros!” Un alboroto se dinamiza en el interior y fuera de la cabina. Exclamaciones, gritos, saltos, sonrisas, boinas al aire, fusiles que se empinan. Hay quien corre hacia la rampa de lanzamiento número dos, para ver cómo quedó después de la salida de los dos cohetes. Pero el jefe conoce la necesidad de imponer el orden. Sabe que el combate ha terminado en apenas dos o tres minutos. Los objetivos que aún se observan en la situación aérea son inalcanzables. Sin embargo el enemigo está en frente; a sus espaldas, Lubango y sus habitantes; en los alrededores, tropas internacionalistas cubanas, refugiados namibios, tropas de las F.A.P.L.A. Por eso ordenó por micrófono, de la misma forma que antes dirigiera el combate: “¡Búsqueda, del noventa al dos – setenta!” Luego, aclara: “Vamos a tirar al alcance”. Era la única orden que podía restringir la alegría y el alboroto. De alguna manera había que mantener el orden y la concentración. Y durante dos horas más oteamos en el espacio aéreo, rastreando aviones, hurgando en las montañas y en los recovecos del relieve. Los rostros, embriagados por el éxito, se mostraban más animados y responsables, más atentos a las

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órdenes y explicaciones. Era el empuje, el estímulo de haber cumplido la misión, de haber salvado decenas de vidas inocentes incluso.Al día siguiente, fue reconocido por Pretoria el derribo de tres aviones de tipo Mirage III, de un total de seis que salieron con misión especial. Este reconocimiento de Sudáfrica se adulteró al condicionarlo a la participación de los cubanos, o sea, no reconocían el derribo si los cubanos no admitíamos que nosotros lo habíamos efectuado. Además, la circunstancia de que por diversas razones no encontramos los restos del avión que habíamos destruido, provocó una sarta de especulaciones de personas que ni vivieron las acciones ni participaron en ellas. Tal vez los sudafricanos hubieran encontrado los restos de los aviones derribados, pues ellos sí se habían especializado en el rescate de pilotos. Pero mandar a buscar los restos de un avión a un jefe de batería radiotécnica, con varios más, sin ninguna experiencia en ese tipo de acción, guiándose solo por la distancia y el ázimut en que se había destruido el avión, fue inútil y una orden vanidosa y falta también de experiencia.No obstante, se encontraron por otra gente algunos pedazos de cohetes y de avión, según nos informaron. Prueba de un combate que inauguró cierto período de calma en la región, pues cesaron los ataques, por lo menos durante el tiempo que aún permanecimos allí los fundadores de las Tropas Coheteriles en esa nación.Solo quienes participamos en las acciones combativas directamente y estábamos en la cabina de conducción de cohetes, podemos afirmar con certeza, con total conocimiento del complejo coheteril y de sus posibilidades de destrucción, si se destruyó o no aquel avión. Los científicos, que no estuvieron en aquel combate, pueden guardar sus especulaciones para cuando se les de la oportunidad de verlo con sus propios ojos.Las acciones combativas del 7 de junio de 1980, donde se lanzaron 12 cohetes ----nuestro grupo había tirado solo dos---, tienen una significación mayor e histórica. Se conoce, es proverbial, el derribo de un avión norteamericano de tipo U-2 el 27 de octubre 1962, durante la Crisis de Octubre, pero había sido una dotación soviética (por cierto, quien diera la orden de derribar dicho avión, el general Georgi Alekseevich Voronkov, fue el director de la Escuela Superior de Ingeniería y Mando de Odessa, donde muchos de nosotros habíamos estudiado con posterioridad y conocíamos del hecho). En esa acción murió el mayor Rudolph Anderson, piloto de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, que también había volado sobre Corea Democrática, de 35 años y nacido en Greenville, Carolina del Sur, adonde fue devuelto su cadáver el 6 de noviembre de ese año 1962. (9) ----Los cubanos tiraron cohetes contra un enemigo real en Etiopía, pero fue contra una lancha. Nunca antes los cubanos habían tirado contra un enemigo aéreo, y en esta oportunidad dos dotaciones habían participado: la del grupo ubicado en El Cristo y la del grupo 15, ubicado en Arimba, que había tirado cuatro cohetes.Por primera vez las Tropas Coheteriles Antiaéreas de Cuba, durante la fundación de sus homólogas en Angola, entablan combate con un enemigo aéreo, y el éxito colmó el esperado encuentro: el enemigo no pudo cumplir su misión. Y eso fue un resultado rotundo para quienes estudiamos en la antigua Unión Soviética. (Véase en este párrafo y en el anterior la hermandad internacionalista.)

EpílogoLa planta baja del edificio es un espacio polifuncional, donde se definen claramente los circuitos y su relación con los accesos públicos y privados; indicio de que no existen interferencias funcionales. El corredor que parte de la última sala, termina singularmente en un espacio abierto, que se conecta al fondo con el patio, por cuyos ascensores se llega a los pabellones elevados. (Ahora advierto un segundo complejo de ascensores). También a través de una rampa ancha se puede acceder a los elevados. Y es precisamente esta rampa la que lleva a los visitantes, en mesurado ascenso, a los distintos pabellones. Pequeños pasos y mezzanines ofrecen la posibilidad de visitar uno u otro sitio. Estas adiciones de Philip Johnson, estos espacios abiertos, permiten la utilización con eficacia de la iluminación natural. O sea la planta baja del museo se divide en dos grandes espacios, a su vez subdivididos en salones, salas, sitios: el espacio correspondiente al pabellón preambular, donde se abarca museográfica y museológicamente la historia del internacionalismo en Cuba hasta 1958, y el correspondiente a una parte del pabellón militar, diversas áreas de distintas funciones y el patio casi en el borde del espacio. Todos los demás pabellones, donde se exponen las ramas en las cuales Cuba ha prestado ayuda internacionalista a otros pueblos después de 1959, son elevados: una parte del pabellón militar, el de la salud, el de la educación, la construcción, de la cultura y el deporte, de la ciencia y la economía. Solo restan dos últimos pabellones, acaso semiaislados, independientes, junto al patio, el de la colaboración (según la

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guía, allí se presenta todo lo relacionado con el internacionalismo del extinto campo socialista con nuestro pueblo, el Consejo de Ayuda Mutua Económica, C.A.M.E., y la Alternativa Bolivariana para las Américas, A.L.B.A., desde luego, todo lo que no está expuesto en los pabellones relacionado con dicha Alternativa) y el pabellón interactivo. Dos partes posee el pabellón militar; la primera ocupa una sección del patio, es abierta, donde se expone el armamento y la técnica militar participantes en las distintas misiones internacionalistas, y la segunda se ubica en el segundo piso del edificio.He ahí la estructura general del museo, su arquitectura. Se ajusta perfectamente, tanto a las exigencias del museo moderno, como a las de una exposición muy específica. Solo en el pabellón preambular se expone la cronología del internacionalismo en la Isla, desde 1492 hasta 1958; los demás pabellones y espacios son independientes, con su cronología interna, desde 1959 hasta la actualidad.En el pabellón interactivo hay talleres de creación para niños y adultos de la tercera edad, sala de video donde además, se imparten conferencias y se desarrollan espectáculos danzarios y musicales; un auditorio de 200 capacidades.Esta interactividad también se puede apreciar en el Centro de Documentación, ubicado al costado del patio, bordeando un área de descanso con jardinería, una tienda y cafetería. En el Centro solo una parte del archivo está automatizada, pero se conserva en sentido general, el mayor fondo bibliográfico sobre internacionalismo que existe en el país. Y por último, también en la planta baja, se dispone de dos salas independientes para exposiciones transitorias, las cuales facilitan que cada cierto tiempo, el público pueda actualizarse, lo mismo con la obra de un artista de la plástica, que con una efeméride determinada; o se actualizan de acuerdo a la visita al país o al museo de alguna figura eminente. Incluso, están preparadas para celebrar en ellas premiaciones u otro tipo de ceremonia. Cuando pase algún tiempo y el museo exija más espacio, por estas dos salas y el Centro de Documentación pudiera iniciarse la extensión del objeto arquitectónico sin que se afecte la uniformidad estructural.Mientras observo la estructura general del inmueble y la comparo con cuanto he podido leer en la guía, detenido en la salida del pabellón preambular, me atrapa un pequeño libro, que descansa dentro de una graciosa urna de cristal, sobre un fondo azul. La urna exhibe un nombre: Kalimantán (desde un museo virtual); en su interior el libro está abierto en la página del prólogo, que es perfectamente leíble:

Notas(1). Véase Bohemia. Año 99. No. 7. 30 de marzo de 2007. pp. 16-19.

(2). Véase Granma, 13 de junio de 2007.

(3). Véase Trabajadores, 16 de junio de 2007.

(4). Véase Bohemia. Año 99. No. 4. 18 de febrero de 2005. pp. 4-8.

(5). F. Castro Ruz. “Cien horas con Fidel”. Capítulo 4.

(6). Ibídem.

(7). G. García Márquez. “Vivir para contarla”. Editorial Doana, México 2002. p. 339.

(8). Ibídem. P. 357.

(9). Véase Juventud Rebelde, 27 de octubre de 2007.

Autor:Enrique Martínez Hernández.

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