Kate Jon

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yo mcoy de pie, apoyado en el tilo, en lo alto de 10sviejos bastiones. A!J6 abaio fluve el azul , , de 10s fosos en callada calma; un muchacho va en canoa, y pesca y silba adem&. Mds alli se ycrguen amables, en diminuta, abigarrada figura, villas y jardines y personas, y bueyes y prados y bosque. Las muchachas blanquean mpa, y saltan en cotro por la hierba: la rueda del molino pulveriza diarnances, oigo su lejano zumbido. Al pie de la vieja torre gris hay una garita; un m a o de guurera roja marcha all1de arriba para abajo. Juega con su mosquedn, que desrella a1 rojo del sol, presenta armas y pone arma al hombro: 4 d i me matara de un tiro. Cien aKos ha cardado en convertime la cidn popular en nn gran poema, la visidn del sacrificio. El tema reoripado de Heine, el amor sin esperanza, es meteEora del y la llrica a ella dedicada un esfueno por atraer la alienacidn misma drculo de la experieneia pldxima. Pero hoy en &a, plido el destino sentido por Heine, el desarraigo se ha wnvertido ya en el de rodos; todos esdn dafiados en su esencia y en su lenguaje tan- to como lo esruvo el excluido. La palabra de b t e represents la de ellos: ya no hay m& patria que un mundo en el que ya no hahrfa excluidos, el de la humanidad realmenre liberada. La herida Heine s61o se cerra- rP en una sociedad que haya consumado la reconciliaci6n. I Retrospectiva sobre el surrealismo I La difundida teorla del surrealismo que se recoge en 10s mani- liestos de Breton pero domina tamhien la literatunsecundada lo pone , cn rdaci6n con el sueho, con lo inconsdenre, incluso con 10s ar- quetipos de Jung, 10s cuales habrlan encontrado en 10s collages y en la escrirura aurodrica su lenguaje gr;(fico liberado del aditamento clel yo consciente. Asl, los suefios jugarian con 10s elementos de lo real del mismo modo que el surrealismo. Pero si ningdn arte tiene obligaci6n de encenderse a si mismo -y uno estP tenrado a conside- rar como casi incompatibles su autocomprensi6n y su hito-, entonces tampoco es necesario someterse a esa concepci6n programdtica y re- petida pot 10s divulgadores. M b adn, lo fatal a la interpretaci6n del arrc, incluso en la fiios6ficamente tesponsable, es que se vea obltga- da a expresar lo exrrdo llev&ndolo al concepto, por medio de lo ya s6lit0, y por tanto a eliminar con la explicacidn lo dnico que pred- satfa de explicacidn: en la medida en que las ohras de arte esperan su explicaci6n. en esa misma medida cometen, aunque sea contra su propia inrenci6n, un acro de traici6n a favor del confonnismo. Si el surrealismo no fuese en realidad m;ls quc una coleccidn de dustra- ciones licerarias y grdficas de Jung o hasta de Freud, no meramente duplicaria de manera superflua lo que la reorfa misma enuncia en lu- gar de rwestirla de mereEoras, sin0 que ademds seria de una inocui- dad que apenas dejarla margen para el scandal al que el surrealismo aspira y que consriri~ye su elemenro vital. Ponerlo en el mismo uivel que la teoria psicoldgica de 10s suefios lo somete ya a lavergiienza de lo otkial. Al ~Esa es una figura paternan de 10s iniciados se agrega el aYa lo sabernos*, y lo que se supone meramente suefio nunca, como reconoci6 Cocteau, dafia a la realidad, por m b dafiada qne pueda resulrar la imagen de bra.

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  • yo mcoy de pie, apoyado en el tilo, en lo alto de 10s viejos bastiones. A!J6 abaio fluve el azul , , de 10s fosos en callada calma; un muchacho va en canoa, y pesca y silba adem&.

    Mds alli se ycrguen amables, en diminuta, abigarrada figura, villas y jardines y personas, y bueyes y prados y bosque.

    Las muchachas blanquean mpa, y saltan en cotro por la hierba: la rueda del molino pulveriza diarnances, oigo su lejano zumbido. Al pie de la vieja torre gris hay una garita; un mao de guurera roja marcha all1 de arriba para abajo. Juega con su mosquedn, que desrella a1 rojo del sol, presenta armas y pone arma al hombro: 4 d i me matara de un tiro.

    Cien aKos ha cardado en convertime la cidn popular en nn gran poema, la visidn del sacrificio. El tema reoripado de Heine, el amor sin esperanza, es meteEora del y la llrica a ella dedicada un esfueno por atraer la alienacidn misma drculo de la experieneia pldxima. Pero hoy en &a, plido el destino sentido por Heine, el desarraigo se ha wnvertido ya en el de rodos; todos esdn dafiados en su esencia y en su lenguaje tan- to como lo esruvo el excluido. La palabra de bte represents la de ellos: ya no hay m& patria que un mundo en el que ya no hahrfa excluidos, el de la humanidad realmenre liberada. La herida Heine s61o se cerra- rP en una sociedad que haya consumado la reconciliaci6n. I

    Retrospectiva sobre el surrealismo

    I La difundida teorla del surrealismo que se recoge en 10s mani- liestos de Breton pero domina tamhien la literatunsecundada lo pone , cn rdaci6n con el sueho, con lo inconsdenre, incluso con 10s ar-

    quetipos de Jung, 10s cuales habrlan encontrado en 10s collages y en la escrirura aurodrica su lenguaje gr;(fico liberado del aditamento clel yo consciente. Asl, los suefios jugarian con 10s elementos de lo real del mismo modo que el surrealismo. Pero si ningdn arte tiene obligaci6n de encenderse a si mismo -y uno estP tenrado a conside- rar como casi incompatibles su autocomprensi6n y su hito-, entonces tampoco es necesario someterse a esa concepci6n programdtica y re- petida pot 10s divulgadores. M b adn, lo fatal a la interpretaci6n del arrc, incluso en la fiios6ficamente tesponsable, es que se vea obltga- da a expresar lo exrrdo llev&ndolo al concepto, por medio de lo ya s6lit0, y por tanto a eliminar con la explicacidn lo dnico que pred- satfa de explicacidn: en la medida en que las ohras de arte esperan su explicaci6n. en esa misma medida cometen, aunque sea contra su propia inrenci6n, un acro de traici6n a favor del confonnismo. Si el surrealismo no fuese en realidad m;ls quc una coleccidn de dustra- ciones licerarias y grdficas de Jung o hasta de Freud, no meramente duplicaria de manera superflua lo que la reorfa misma enuncia en lu- gar de rwestirla de mereEoras, sin0 que ademds seria de una inocui- dad que apenas dejarla margen para el scandal al que el surrealismo aspira y que consriri~ye su elemenro vital. Ponerlo en el mismo uivel que la teoria psicoldgica de 10s suefios lo somete ya a lavergiienza de lo otkial. Al ~ E s a es una figura paternan de 10s iniciados se agrega el aYa lo sabernos*, y lo que se supone meramente suefio nunca, como reconoci6 Cocteau, dafia a la realidad, por m b dafiada qne pueda resulrar la imagen de bra.

  • Rro esa teorla es err6nea. Asi no se suefia, nadie suefia asi. Las creaciones surrealistas no son mds que meramence andlogas a1 suefio, en la medida en que derogan la 16gica habitual y las reglas de juego de la existencia empirica, pero sin dejar de resperar las cosas aislada violentamente separadas unas de otras; es mds, aproximao a la fig de las wsas todo su contenido, y precisamente tamhien el huma este es desmenuzado, reagrupado, pero no disuelto. Cierco que el sue- fio no procede de otro modo, pero sin embargo el mundo de las co- sas aparece en 61 incomparablemenre mds velado, menos puesro como realidad que en el surrealismo, donde el arte hace estremecer al arte. El sujeto, que en el surrealismo opera mucho m& abierta y desinhi- bidamente que en 10s suefios, aplica su energia predsamente a su au- todisoluci6n, para la que en el sueho no necesita de ninguna e n e g k pero pot eso resulta todo pot as1 decir m& objerivo que en el suefio, donde el sujeto, ausente de entrada, colorea y penetta todo lo que ocu- rre entre bastidores. Los mismos sulrealistas se han dado cuenra mien- rras tanto de que tampoco, pot ejemplo, en la situaci6n psicoanallti- ca se asocia como ellos hacen en su poesia. Por lo dem&, incluso la espontaneidad de las asociaciones psicoanaliticas esrd muy lejos de ser espontinea. Todo analista sabe cudnto trabajo y esfi~erzo, cuahta vo- luntad hace falta para dominar la expresi6n involuntaria que, gracias a tal esfuerzo, se forma ya en la siruaci6n analitica, por no hablar de la artistica de 10s surrealistas. En las ruinas del mundo del surrealis- mo no sale a la luz el en sl del inconsciente. Si se 10s juzgara pot su relad6n con kste, 10s sfmbolos resultarian con mucho demasiado ra- donalistas. Tales desciframientos reducirlan la exuherante multipli- cidad del surrealismo a unas cuantas molduras, las reducirian a un par de magtas categorias como el complejo de Edipo, sin lograr la fuetza que emanaba, si no de todas las obras de arte surrealista, si a1 menos de su idea; tal parecer haber sido tambidn, en efecto, la reacci6n de Freud con respecto a Dali.

    Ttas la catastrofe europea, 10s shocks surtealistas han perdido su fuer- za. Es wmo si hub~eran salvado a Pads medianre la preparaci6n para el miedo: la destrucci6n de la ciudad h e su centro. Si se quiere, pues, superar el surrealismo en el concepto, no se deb& recurrir a la psi- cologia, sino al procedimiento artisrim. Su esquema son sin duda 10s montager. Se podria mostrar Bcilmente que tamhi6n la pintura pro- piamente hablando surrealista opera con sus motivos y que la yuxta-

    posici6n disconrinua de las imdgenes en la llrica surrealista tiene a- ldcter de montaje. Pero, mmo se sabe, estas imkenes procedem, en par- IC literalmenre, en parte segdn el espiritu, de ilustraciones d e finales (lel siglo m entre las que se movieron 10s padres de la generaci6n de Max Ernst: ya en 10s afios veinte hubo, mis acd del dmbito surrealis- la, colecciones de tal material g&co, como Our Fathen de Allan Botp, clue parridparon -parasitariament+ del shock surrealista y, $01 amor :11 pdblico, se ahortaron al mismo tiempo el esfuem de extrafiamien- lo a travCs del montage. h ppdctica propiamente hablando surrealista reemplaz6, sin embargo, esos elementos pot otros ins6litos. Precisa- ltlente por aquellos a 10s que, por el sobresalto que producen, deblan cl qD6nde he vista ya eso antes?~. Asi pues, la afinidad con el psico- :~ndisis no es en un simbolismo del inconsciente donde se debed su- Iponer, sino en el intento de descubrir, mediante explosiones, ape- ~riencias infantiles. Lo que el surrealismo afiade a 10s reproductores del nund do de las cosas es lo que hemos perdido de nuesrn infancia: de ~~ifios aquellas revistas ilustradas ellas mismas ya anticuadas entonces debieron de asaltarnos como ahora hacen las imdgenes surrealistas. El Inlomento subjetivo de esto se encuentra en el tratamiento del monta- g: Cste, d vez en van0 pero indiscutiblemente se&n la intencibn, que- ~rria producir percepciones como debieron ser entonces. El huevo gi- p t e s c o del que en cualquier instante puede salir el monstruo de un iuido final es tan grande por lo pequefios que Cramos nosotros la pri- Inera vez que nos estremecimos ante el huevo.

    Pero lo anticuado contribuye a este efecto. Lo que resulta parad6ji- 1 co de la modernidad es que, siempre ya Fascinada pot la eterna igualdad 1 de la producci6n de masas, tenga historia en absolute. Esta puadoja la

    enajena y en las nestampas infantiles de la modernidad* se convierte en 1 expreri6n de una subjetividad que, junto con el mundo, se ha enajena- ! do tambiCn de si misma. En el surrealismo, la tensi6n que se descarga I en el shock es la que hay entre la quiwfrenia y la reificaci611, no por 1

    i Alan Botr (1893-1952): escritor y edimr bririnico. T r u ~ r i b i r varioa libror sobrrsu cxperiencia coma as de la aviaci6n bridnica durante la Primen GuemMundiul, en 1930 rani6 en un solo volumen una serie de mnreriniea g&cos y lirrrarios bajo d rirulo: Nvr~m~padrrr 11870.1900): mod&> y rarnrnbn~ de 10s rrntipror oitrorinnm; urn ~ ~ 1 ~ - ridn dr i m r i g ~ y ftsas robn ru hlroria, mom(, perm, ddrporw, invntmy poll ti^^. ED 1944 fund6 la editorial PAN Books. [N. del T.]

  • tanto precisamente una animaci6n psicol6gica. El sujeto que dispone li bremente de si, liberado de toda consideraci6n con respeao al mund empirico, el sujeto absolutizado, a la vista de la reificaci6n total remite enteramente a si y a su protesta, se descubre a sf mismo desanimado, virtualmente wmo lo muerto. Las imigenes dialecticas surrealismo lo son de una dialectics de la libertad subjetiva en la sirua ci6n de falta de libertad ohjetiva. En ellas se pet&ca d dolor cbmic europeo como Nlobe*, que perdi6 a sus hijos; en ellas la sociedad bu guesa aparta de si la esperanza en su supewivencia. Es poco probable qu alguno de 10s surrealitas conociera la Fenomenologia de Hegel, pero u frase de ksta que hay que pensar en conexi6n con la m& general sob la historia como el progreso en la consciencia de la libertad define el con tenido surrealists: .La dnica obra y el hnico acto de la libertad univer sal es, pot tanto, la muerte, y adem& una muerte que no riene dmbito ni cumplimiento internosr**. El surrealiimo ha hecho propio de k critica ahl dada; eso explica sus impulsos politicos contr la anarquia, que sin embargo e m incompatibles w n ese contenido. D k base de Hegel se ha dicho que en ella la Ilustraci6n se supen por propia realizaci6n; no a un precio menor, no como un lenguaje de la i mediatez, sino como testimonio de la inversi6n de la libertad abstrac en el dominio de las cosas y por ranto en mera namraleza, podrd con cebine el surrealismo. Sus montaga son las verdaderas naturalezas muer tas. A1 componer lo anticuado crean ruturn mortc.

    Estas imageries no son tanto la de algo internn como mds bien fe riches -fetiches mercancia- a 10s que en otro tiempo se adhiri6 lo sub jetivo, la libido. Es con htas, no mediante la introspecci6n, como aquC llas recuperan la infancia. Los modelos del surrealismo serian 1 pornografias. Lo que ocurre en 10s col&zges, lo que en ellos queda co wlsivamente suspendido como el tenso gesto de la voluptuosidad rededor de la boca, se parece a las modiicaciones que se producen una representaci6n pornogrifica en el instante de la sarisfacci6n del vo- yeur. Senos cortados, piernas de maniquies con medias de seda en lo collages: Csas son notas recordatorias de aquellos objetos de 10s impul~

    * En la mitologfa griega, s Nlobe, que re habb jactado de ser mds itrcii quc Lem, I hijor dc bra, Apala y Artemisa., mataron a su numcrosa prole. IN. del T.] *. Ed. up.: G. W. E HEGEL, Fmmn~~Iqfa drlcrpCriru, Mexico, FCE, 1973, p. 347. [N. dcl T.1

    sos parciales que una vez despertaron la libido. En ellas lo olvidado se revela c6sic0, muerto, como aquello que el amor queria propiamente hablando, aquello a lo que 4 mismo quiere asemejarse, aquello a lo que nos asemejamos. El surrealismo es afin a la fotografia en cuanto despertar petrificado. Sin duda son imugines lo que cosecha, pero no las invariantes, sin historia, del sujeto inwnscienre, que la concepci6n conventional querrla neurralizar, sino histbricas, en las cudes lo mis interno del sujeto se hace consciente de si mismo como lo exterior a dl, como imitaci6n de algo socio-hist6rico. ~Venga, Joe, imita la md- sica de entoncesr*.

    Pero con ello el surrealismo es el complemento de la Sarhlichkeit**, con la que cs contempotdnco SII iucimienro. El horror quc tsta, en el scntido que da a la palabra Adolf Laos"', sienre anrc 1.1 ornamennci6n corno crimen lo moviliza el shock surrealism. La casa tiene un tumor: sus balcones. El surrealismo 10s pinta: de la casa uece una urcrecencia de carne. Las imigenes infanriles de la modernidad son la quintaesencia de lo que la Sachlichkeit recubre con rabd porque eso le recuerda su propia ~srncia dsica y quc incapaz dc d0min.w G c n , que su racionalihacl-rl- rue siendo irraciot~al. El surrealismo co1n:iona lo ouc la Sachhhkci~ nie- & a 10s hombres; las diitoniones dan testirnoni0.de lo que la prohibi- d6n ha hecho con lo desado. A trav6s de ellas salva aquel lo anticuado, un dbum de idiosincrasias en las que se esfuma la pretensi6n de felici- dad que 10s hombres encuentran negada en su propio mundo tecnifi- cado. Pero si hoy el mismo surrealismo parece obsoleto, ello se debe a que los hombres tenuncian ya ellos mismos a la consciencia de la renuncia que babia quedado fijada en el negativo del surrdismo.

    Cfr. Bilbao-Sons dc Happy End rexm dc Berrolr Brechr, milsica de Kurt Wcill. [N. del T.1 ** Snchlichkrit o (mls comilnmcnte) NmSarhlichbrit, a aveces tradrtcida como rob- jetindad. O. "Nucva objerividad*): n~ovimiento arrl~tim ccnrrado en Berlin, que na- d6 hada 1918 y muri6 en 1933. Lo forrnzmn pcrronalidadcr muy dispares, que ape- n u cornpartfan la idmlogfa eniirnilitsrisra y anriburgucsl, aai como una esr6rica de exacerbado expresionismo. Lor nazis lo condenaron y peraiguiemn como mrre dege. ncradox [Enfarrev Kunrt]. Sur dos principales (epresentantea son Gwrge Gram y Mnx Beckmann. IN. del T.1 '* AdolfLoas (1870-1933): arquitccro aurnlaco. La simplisidd geam6rrica dcsus mu- ror liros y la ausencia general de ornamenndb, hacen de 61 "no de 10s pion- dele iuquirecmra moderna. IN. del T.]