Kierkegaard - Mi punto de vista.pdf

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SOREN AABYE KIERKEGAARD MI PUNTO DE VISTA Traducción de JOSE MIGUEL VELLOSO Prólogo de JOSE ANTONIO MIGUEZ JL TOLLE, LEGE AGUILAR

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  • SOREN AABYE KIERKEGAARD

    MI PUNTO DE VISTA

    Traduccin deJOSE M IGUEL VELLOSO

    Prlogo deJOSE AN TO N IO M IGUEZ

    JLT O L L E , L E G E AGUILAR

  • B iblioteca de Iniciacin F ilos fica Primera ed icin 1959 Cuarta ed icin 1972

    Es propiedadQueda hecho el depsito que marca la ley 11.723 1972 Aguilar Argentina S.A. de Ediciones, Buenos Aires Impreso en la Argentina Printed in Argentine

    Edicin originalSynspunkiel for min foraftterwirksomhed publicada en 1859

    PROLOGO

  • Perspectiva de Kierkegaard

    Fue Sren Kierkegaard un hombre heroico? Fue realmente un hombre extraordinario? Preguntas ^ como stas podrn ser formuladas con justo ttulo por quienes se adentren con fruicin e inters por la rica vena de su obra. Y la perspectiva del filsofo dans ser tanto ms precisa cuanto mejor responda a esos profundos interrogantes.

    Partimos ya de un hecho cierto. Sren Kierkegaard es un claro ejemplo del hombre enigmtico para su tiempo y cuyo mensaje personal se proyecta con ms fuerza y poder sobre los tiempos que le siguen. Es, por tanto, en ese sentido, un apstol verdadero, que adelanta para la posteridad una experiencia nica, irreemplazable.

    Cabe recoger, si acaso, el cotejo con Federico Nietzsche. Kierkegaard y Nietzsche, hombres del mismo siglo, viven una existencia atormentada, de soledad a ultranza, pero que impresiona por su dialctica ntima, preludio de tantos dramas existenciales.

    Dos trminos que hasta aquel momento fijemos su punto decisivo en el ao 1843, fecha de publicacin de Alternativa de Kierkegaard y casi de albores nietzscheanos podan aparecer disociados, van a presentarse en el filsofo dans fuer-

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  • temente emparejados: son stos los de verdad y vida, vida y acto, filosofa y vida. Y ante todo, Ta resolucin de la antinomia singularidad-universalidad, pero vista ahora desde la vertiente del individuo mismo.

    Kierkegaard, como Nietzsche, aspira a sumir enteramente lo nuevo en lo eterno. Y lo nuevo, en este caso, es la andadura existencial realizada en lo humano y desde lo humano, que es lo genrico, el campo invariable de la experiencia personal. En Kierkegaard se anuncia ya vlidamente para la pretensin filosfica, la desnuda experiencia ntima, y por tanto individual, que intenta ejemplarizar a costa de la individualidad misma, es decir, por lo que sta expone en sus distintas formas y en su increble vicisitud.

    A la luz de estas consideraciones Kierkegaard se revela como un coloso de su tiempo. Lo es ciertamente porque, como pocos antes que l, fiizo de s mismo y de su propio acto de vivir la cuente de su propio filosofar. Fue, pues, filsofo ahondando en s, a fuerza de intimar consigo mismo en una reflexin asctica y continuada, que ms semeja un paradjico mtodo asistem- tico.

    Resulta, por tanto, curioso, pero de ningn modo extrao, que lo que hay de filosofa en Kierkegaard sea tambin lo que nos dej de contenido biogrfico. Lo que l quiere hacemos llegar como su mensaje filosfico es, precisamente, el testimonio y la experiencia de su vida, trasparente por entero para el hombre de hoy a travs de sus escritos con la misma nitidez con que se percibe el fuego vital agustiniano en la lectura de las Confesiones.

    Con ello, la perspectiva de Kierkegaard readquiere su verdadero rango y valor. Su filosofa personal

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    es hija de su personalsima experiencia, de una experiencia en la que entran en juego el cuerpo y el alma de Kierkegaard, el contorno circunstanciado de su vida y todo aquello que en la prctica vital nuestro filsofo no pudo, no quiso o no supo eludir.

    Para la visin retrospectiva de Kierkagaard, su tiempo y su poca son datos de precisividad suma; tanto, si acaso, como lo que en l puede influir su propio contorno corporal. Kierkegaard se encarga de hacer problemtico el clsico racionalismo hegeliano, invalidndolo para s mismo en nombre de su propia experiencia. Y lo hace en verdad como hombre religioso que es y como hombre que va a realzar la relacin con Dios, no desde un plano puramente crtico, sino ms bien desde un plano de testimonio vital, de testificacin de Cristo, con la duda, el dolor y el desgarro personal que esto supone.

    Lo religioso toma categora humana con Kierkegaard para perder quiz categora filosfica. Se da aqu el mismo caso que con Nietzsche, para quien el nihilismo es un paso previo hacia la transmutacin de todos los valores sociales y morales, o, lo que es lo mismo, en favor de la afirmacin de una religin y de una moral nuevas.

    Las obras de Kierkegaard reflejan plenamente el giro extrao que inaugura con l la filosofa del siglo XIX. Rumbo extrao que, de todos modos, habra de corporalizarse mucho despus de la muerte del filsofo dans. La cuestin, ms congruente que podramos presentarnos a nosotros mismos sera la de preguntarnos si es, en efec- to , una filosofa ese pretendido saber del hombre, cuando el hombre sigue siendo justamente la constante problemtica y la existencia misma problema radical e insoluble.

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  • Quin es y qu significa para nosotros este Kierkegaard de innumerables facetas, este Kierkegaard multiplicado por siete, por ocho, o por nueve seudnimos, que pretenden encubrir o descubrir quiz su verdadera persona? Qu continuidad puede admitirse en el hombre kierke- gaardiano a travs de la sucesin de encubrimientos que escinden la personalidad o que afirman las infinitas posibilidades de ese ser abierto que es para el existencialismo el ser humano?

    Recordemos que con Alternativa aparece ya el primer seudnimo de Kierkegaard, Vctor Eremita. Bajo el non^bre de Johannes de Silentio se presenta Temor y temblor, y con el de Constantin Constantius su Ensayo de psicologa experimental. Las Bagatelas filosficas las firma Johannes Climacus, y poco despus, El concepto de la angustia, obra capital kierkegaardiana, Vigilius Haufniensis, quinto de los seudnimos de nuestro* filsofo. A ste seguiran todava el de Nicolaus Notabene, Hilarius Bogbinder, Frater Taciturnus, y el ltimo en el tiempo, J. Anticlimacus, con el que da a luz el Tratado de la desesperacin y Escuela del cristianismo.

    Hay algo evidente en todo esto y que constituye una de las tnicas del existencialismo kierkegaar- diano e incluso de todo existencialismo. As, un existenciaiista de nuestra poca, como lo- es Jaspers, por otra parte profundamente vinculado a Kierkegaard, nos habla del ser humano como ser desgarrado mejor an que escindido; desgarrado, nos dice el propio Jaspers, como objeto, como yoo como en-s.

    Podemos suponer, sin embargo, que la escisin kierkegaardiana es ms una exigencia de la ascensin que domina en l el paso de uno a otro estadio. La riqueza de la experiencia existencial est ah precisamente: en agotar la multiplicidad

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    posible de experiencias para impersonalizarse y huir cada vez ms del estado inautntico. Y ello lo afirma Kierkegaard de manera muy clara en su Postscriptum. Yo soy impersonal o personalmente un apuntador en tercera persona, que ha producido poticamente unos autores, los cuales son autores de sus prefacios y aun de sus n o m b r e s Y bien; no ser esto, cuando menos en Kierkegaard, una manifestacin de su pasin de lo infinito ? No querr realmente llegar poi- si mismo al Individuo en virtud de la realizacin mltiple e ilimitada, en s mismo, en su propia carne, de los individuos mismos? En todo caso, revlase que el hombre es quehacer, y quehacer a su propia costa. Ese despliegue incesante y atrevido de la personalidad es el eterno fermento de loda doctrina existenciaiista. Casi podramos decir que constituye una esplndida pasin de lo infinito , como lo declara el propio Kierkegaard.

    El examen introspectivo kierkegaardiano, la presunta ruptura consigo mismo, el cuarteamiento de su ser que nos ofrecen los sucesivos seudnimos, son ms que nada, tomando su actitud desde un punto de vista positivo, anhelos de progreso y de unidad en el desarrollo y la conquista de s mismo.

    Kierkegaard hizo el camino con su experiencia. Y su experiencia misma valor el camino. No podramos decir, con todo, que se trataba de un camino conscientemente buscado, pero s de que en l aflora una pretensin volitiva, un afn de polmica con el que desgarra su vida en un anlisis que no est exento de dureza hacia su propio ser.

    Y sin embargo, en Kierkegaard lo definitivo y casi lo caractersticamente privativo de l es la eleccin y el salto. El salto es el signo del progreso e implica una libre decisin individual. Resulta ser un deber muchas veces heroico ante la vida

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  • misma, una exigencia de la existencia y de la vida que implica tambin un continuado sacrificio.

    En la perspectiva existencial que nos leg Kierkegaard se encuentra bien patente esta pasin electiva. Hay tres estadios por los que l mismo pasa el estadio esttico, el estadio tico y el estadio religioso que van sealando las preferencias individuales. Nada ms admirable que seguir su curso en las distintas obras de Sren Kierkegaard. Alternativa, el Diario del seductor, los Estadios en el camino de la vida, reflejan de modo nuiy fiel el momento romntico kierkegaardiano. Toda su vida estaba organizada para el goce , nos dice en el Diario del seductor, definiendo con toda exactitud el anhelo del hombre romntico, mezcla de sensualidad y de egosmo y en quien se compendian el mero placer de la situacin momentnea y el hasto abrumador que le sigue.

    El estadio esttico nos sumerge en el hombre temporalizado, en el hombre esclavo del momento y para el cual slo queda un recurso supremo: la desesperacin. Si el hombre ha de superar este estadio para superarse a la vez a s mismo, incidir realmente en el campo de la desesperacin. En la 2a parte de Alternativa est perfectamente ntido el consejo de Kierkegaard: Te exhorto a la desesperacin, no como a un consuelo, como a un estado en el que debes permanecer, sino como a un acto que requiere toda la fuerza, toda la seriedad y todo el recogimiento del alma, pues mi conviccin, mi victoria sobre el mundo es que todo hombre que no ha gustado la amargura de la desesperacin se ha engaado siempre acerca del sentido de la vida, aun en el caso de que haya conocido en la suya la alegra y la belleza .

    En este punto es ya el deber tico el que se impone. Por supuesto, si el individuo quiere vencer la desesperacin con la aceptacin plena de

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    una norma de conducta. Lo particular y lo general aparecen entonces en perfecta conjuncin armnica y an acaso fundidos, podramos decir, en la sntesis que manifiesta el individuo. Kierkegaard declara con mucha precisin en Alternativa cul es su concepto del deber. Y define con ello, justificndolo con su riesgo personal, lo que l entiende por el estadio tico. Precisemos nos dice. Jams digo de un hombre que cumple el deber o los deberes, sino su deber; yo digo: cumplo mi deber, cumple t el tuyo. Esto demuestra que lo individual es a la vez general y particular. El deber es lo general que se exige de m; si no soy, pues, lo general, no puedo tampoco cumplir el deber. Por otra parte, mi deber es lo particular que me concierne exclusivamente, y no obstante, es el deber y en consecuencia lo general. La persona adquiere aqu su valor supremo. Aparece como sntesis de lo general y de lo particular .

    No cabe duda que aqu resuena el acento de la etica kantiana. Pero corregido y valorado sublimado, podra argir Kierkegaard por el propio esfuerzo individual que es el que cuenta como justificacin suma. Tomado al pie de la letra, el imperativo categrico kantiano ofreca esta forma nica: obra slo segn una mxima tal que puedas (uerer al mismo tiempo que se torne ley universal. En su rigidez y exclusividad, pareca omitir la excepcin individual, eso mismo que Kierkegaard

    y Nietzsche vienen a poner sobre el tapete de la nueva filosofa.

    Por eso, un tercer estadio superar todava el estadio tico. Es un estadio, diramos, en el que vence la excepcin y lo genial a lo masivamente ((.ico. Kierkegaard lo analiza debidamente en Temor y temblor, Migajas filosficas, El concepto de la angustia y Estadios en el camino de la vida, entre otras obras de su ltima poca. El nuevo

  • salto, la nueva eleccin, a expensas de la existencia desgarrada, deja al hombre en la zona de contacto con lo divino; mejor dicho, en la prueba indecible que colma ya, y desborda, la medida tica. As, en el caso del sacrificio de Isaac, el hijo amado de Abraham. Temor y temblor desarrolla este tema para sublimar heroicamente lo que sobrepasa la norma tica y se instituye como medida nica y eterna. Por encima del imperativo categrico, otra medida excepcional y an ms alta, pero ya cuando Dios se halla presente en el estadio religioso de la prueba, de esa prueba absurda que es tambin el mayor desgarro del hombre.

    El Elogio de Abraham, en Temor y temblor, presntase como el exponente mximo de la fe kierkegaardiana. Y es igualmente la justificacin cimera del absurdo existencial, aunque desde un punto de vista de elevacin del yo a la medida, realmente absurda, del amor divino. No! Nada se perder de aquellos que fueron grandes, cada uno a su modo y segn la grandeza del objeto que am. Porque fue grande por su persona quien se am a s mismo; y quien am a otro fue grande dndose; pero fue el ms grande de todos quien am a Dios . Grande en la antinomia, grande en el absurdo ms inverosmil, Abraham prefigura muy a lo vivo el hroe religioso de Kierkegaard, por encima de la moral humana. Como Zaratus- tra, el de Nietzsche, tambin ms all del bien y del mal y con objetivos de superhombre.

    Abraham acept la medida de Dios. Ningn otro hombre podra ser, como l, testimonio de la prueba y de la libertad absoluta. Hay hombres dice Kierkegaard en su Elogio que se apoyaron en s mismos y triunfaron de todo; otros lo sacrificaron todo; pero fue el ms grande de todos quien crey en Dios. Y hubo hombres grandes por sus energas, saber, esperanza o amor; pero

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    Abraham fue el ms grande de todos: grande por la energa cuya fuerza es debilidad, por el saber cuyo secreto es locura; por la esperanza cuya lorma es demencia; por el amor que es odio de s mismo .

    Y as es como Kierkegaard hace de la vida la terrible aventura de lo absurdo. Una aventura que se colma en el trance religioso, cara a Dios y ante Dios, como en el caso de la fe de Abraham, que es un smbolo de la locura existencial.

    Kierkegaard ha buscado adrede el choque y el conflicto del existente, en exigencia y medida de superacin. Por la sencilla razn de que entenda la existencia y as habra de entenderse tambin / despus de l como fuente de angustia y de [/ riesgo. Esta es la tesis que cabra deducir de su vida y de su obra. Y bebiendo en el drama del hombre verdaderamente cristiano, quiso y supo hacer de la filosofa no un saber de razn sino un fruto de la experiencia, y de la experiencia profundamente personal.

    Lo personal y biogrfico en Mi punto de vista.

    ln el riesgo existencial el existir es un hacerse, un concretarse como cuerpo existente, como signo y contenido de la continua interrogacin que formula 3a conciencia.

    En trminos justos, el existente realiza una verificacin de la existencia con su mismo acto. Sers lo que quieras , podr decir, pero sers totalmente , en conquista que no se detiene por obra de la libertad absoluta que domina y seorea al hombre.

    La idea de libertad no poda por menos de tomar cuerpo en la obra de Kierkegaard y, an ms radicalmente, en la filosofa existencialista que de

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  • l deriva. Si el hombre tiene que elegir, si necesariamente debe correr el riesgo de elegir, no hay duda de que nicamente podr hacerlo de manera personal si la libertad misma se convierte en fundamento de la eleccin.

    Libre es entonces el hombre y elevado adems a la categora de persona porque se hace surgir sin ms; porque en sentido absoluto priva ya sobre la nada, como en una especie de brinco meterico que le sita, en cuanto hombre, constituido y desgarrado, pues es l quien acta y quien se ve a s mismo, quien, en fin, viene a ser dualidad combativa, agnica e ineludible.

    El hombre existencial y Kierkegaard lo fue de modo sincero se presenta siempre, antes que nada, como bigrafo de s mismo. Es l el que se ve hacindose, en ese cada instante que pregona Sartre y que le prepara el cauce de la verdadera libertad. Porque cada momento de la existencia autntica, esto es, cada perfil biogrfico del hombre, trae consigo la resurreccin, pero ya sobre una base entitativa, sobre un rescoldo de cenizas que es un algo para el futuro vital y en el que se ha consumido, instantneamente tambin, todo un hombre.

    Cuando Sren Kierkegaard redact Mi punto de vista en su obra, en el ao 1848, haba alcanzado ya el estadio religioso de su vida. Desde el ao1843, la actitud religiosa de Kierkegaard se hace cada vez ms fuerte y el camino recorrido anteriormente, hasta la ruptura definitiva con Regina Olsen, se le aparece como un progreso evidente en el pleno conocimiento de si mismo. Las esferas del existir humano estn en l a punto de cumplirse y Kierkegaard tiene conciencia de ello. Por eso, su misma Introduccin a Mi punto de vista es un manifiesto revelador de la cima personal a la que haba llegado. Es l el que habla,

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    es l quien se define, es l quien se justifica y justifica a la vez su obra. El contenido de este pequeo libro afirma, pues, lo que realmente soy como escritor, que soy y he sido un escritor religioso, que la totalidad de mi trabajo como escritor se relaciona con el cristianismo, con el problema de llegar a ser cristiano, con una polmica directa o indirecta contra la monstruosa ilusin que llamamos cristiandad, o contra la ilusin de que en un pas como el nuestro todos somos cristianos .

    K1 ansia de superacin est en vas de hacerse realidad para Kierkegaard o quiz ya se ha hecho. Sus experiencias, sus desdoblamientos, y esos saltos mismos que anulan la distancia de la nada al ser, han trado para el filsofo dans un sentimiento de humildad que atestigua la soberana de su estado. Como autor y como hombre incluso, Kierkegaard se confiesa sinceramente, por si de su experiencia misma puede obtenerse una leccin para los dems hombres. Humildemente nos dice igualmente en la Introduccin a Mi punto de vista ante Dios, y tambin ante los hombres, yo s muy bien en dnde personalmente puedo haber ofendido; pero tambin s con Dios que mi labor como autor fue el resultado de un irresistible impulso interior, la nica posibilidad melanclica de un hombre, el honesto esfuerzo por parte de un alma profundamente postrada y compungida que quiere hacer algo como compensacin, sin ahorrar ningn sacrificio o trabajo al servicio de la verdad .

    Kierkegaard se afana por hallar para los dems la explicacin que l mismo da para el curso de su vida y para su vocacin de escritor. El es, y lo declara, fundamentalmente un autor religioso o que ha realizado ya ese salto cuando en Mi punto de vista expone su nueva tesis. Para los que viven en la ilusin de que la vida se divide en dos partes

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  • y que el perodo de la juventud pertenece a lo esttico mientras que la edad madura se inserta en la religin, hay que intentar descubrir el engao.Y Kierkegaard lo hace refirindonos detalladamente su modo personal de existencia, es decir, mediante la reflexin sobre lo biogrfico, en la que asienta la eterna cuestin psicolgica de su filosofa existencial.

    Maravillosos son los rasgos que en tal sentido nos ofrece el captulo II de Mi punto de vista. Rasgos perfectamente descritos para mostrar un Kierkegaard de la primera poca, ya anulado por los saltos tico y religioso. Melanclico, incurablemente melanclico como yo era, sufriendo prodigiosos pesares dentro de mi espritu, habiendo roto desesperadamente con el mundo y con todo io que es el mundo, educado estrictamente desde mi infancia en el convencimiento de que la verdad debe sufrir y ser mofada y burlada. . siendo lo que era, encontraba un determinado tipo de satisfaccin en esta vida, en este engao inverso, una satisfaccin al observar que el engao tena un xito tan extraordinario. .

    Aqu hay, indudablemente, un humanismo de intimidad que Kierkegaard exalta hasta alcanzar su verdadero lmite, esto es, el humanismo de trascendencia. Si algo hemos de agradecer a Kierkegaard en el inicio de la corriente existencial es el haber buscado una salida a la oscilacin dramtica del existente. Su biografa misma nos lo atestigua y la cuestin fundamental que plantea tambin naturalmente en Mi punto de vista--es haber partido de s mismo como experiencia para reconstruir un mundo casi perdido y, con l, todo el sentimiento de la trascendencia lejana, ms afn y cercana al hombre a medida de la profundidad de su experiencia.

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    Ksa es la conquista que trasluce claramente del anlisis kierkegaardiano. Los saltos personales de Kierkegaard constituyen esas mismas conquistas, tunque su fruto conserve la acritud del desgarramiento ntimo. El sujeto est ah y Kierkegaard se nos presenta en ese su hacerse, afirmndose de manera optimista, pero con la plena conciencia de sus fracasos y de su propia derreliccin humana. Nada ms expresivo, con este ttulo personal, que la parte que el divino gobierno tuvo en su profesin de autor, referida en el captulo III de Mi punto de vista. Cuanto he escrito hasta ahora

    nos dice no ha sido, en un sentido, ni agradable de escribir. Hay algo doloroso al estar obligado a hablar tanto de uno mismo. Pluguiera a Dios que hubiera podido conservar mi paz an ms de lo que lo he hecho, s, hasta morir incluso en silencio sobre este tema que, al igual que mi labor y mi trabajo literario, me ha ocupado durante da y noche. Pero ahora, gracias a Dios, ahora respiro libremente, ahora siento de verdad necesidad de hablar, ahora he llegado a un tema que hallo inmensamente agradable de pensar y de hablar. Mi relacin con Dios es el amor feliz de una vida que en muchos aspectos ha sido difcil e infeliz .

    l odo este relato biogrfico que no otra cosa es Mi punto de vista y la obra escrita de Kierkegaard atestigua un punto de arranque en la filosofa existencial: lo subjetivo, lo privativamen- i(> personal e ntimo se perfila como el campo ms genuino de experiencias y de confrontaciones trascendentes. Esto es esencial en el hombre de excepcin que proclama Kierkegaard. De l de sus fracasos, de sus saltos, de su ansia de autenticidad da testimonio su misma desespera- rin cotidiana.

    Con esto, Kierkegaard se nos muestra, en efecto, revestido de la sencillez del hroe. Del hroe que

  • acepta el riesgo humano pero elude el compromiso, precisamente para afirmar la realidad del riesgo en el que va implicada la realidad de la persona. De lo que se trata es de ilusionar desde el hombre ese amor feliz que en el estadio religioso se vuelve razn y sentido de su vida.

    Y he aqu cmo, a vueltas consigo mismo, Kierkegaard alcanza una fe desesperada en el hombre. Pero su fe su verdadera fe existencia! no es, de ningn modo, una fe crdula. Antes bien, es una fe que surge del conflicto dialctico y que convierte el tiempo en instante para hacer ms viva, a la luz de la conciencia, la desazn individual del existente. Ciertamente, tal como Kierkegaard nos lo explica en su Diario, la tarea es doblemente ardua y difcil: porque el hombre de fe el existente cristiano que encarna y testimonia la trascendencia ha de buscar con ahnco al hombre Hombre, hijo de s mismo y poeta de lo inefable, y, a la vez, proyectar todava el ms all sobre el rescoldo humeante de su accin.

    JOSE AN TO N IO M IGUEZ

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    ( ICONOLOGIA DE KIERKEGAARD

    1813. 5 de mayo. Nace Soren Aabye Kierkegaard en la ciudad de Copenhague.

    1821. 6 de octubre. Kierkegaard inicia sus estudios en el colegio de Borgerdyscole.

    1830. 30 de octubre. Acceso de Kierkegaard a la Universidad. *

    1837. Mes de mayo. Primer encuentro de Kierkegaard y Regina Olsen.

    1838. 7 de septiembre. Publicacin de la primera obra de Kierkegaard: Extracto de los papeles de alguien que vive todava y publica a su pesar.

    1840. 10 de septiembre. Promesa de matrimonio con Regina Olsen.

    1841. Mes de octubre. Ruptura definitiva con Regina Olsen.

    1843. 20 de febrero. Kierkegaard publica, con el seudnimo de Vctor Eremita, Alternativa y Fragmento de una vida.7 de octubre. Aparecen Temor y temblor y Lirismo dialctico con el nombre de Johannes de Silentio, as como La repeticin y Ensayo de psicologa, firmados por Constantin Constantius.

    1843. 13 de octubre. Como continuacin a Dosdiscursos edificantes, Kierkegaard publica Tres discursos edificantes.6 de diciembre. Nueva publicacin de Kierkegaard: Cuatro discursos edificantes.

    1844. 13 de junio. Aparecen las Bagatelasfilosficas a nombre de Johannes Clima- cus.

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  • 17 de junio. Se publican El concepto de la angustia y Sencillo esclarecimiento previo al problema del pecado original, que firma Vigilius Haufniensis, y Prefacios y Lectura amena para diversos estados, firmados por Nicols Notabene.

    1845. 30 de abril. Hilarius Bogbinder, sptimoseudnimo de Kierkegaard, publica Estadios en el camino de la vida.27 de diciembre. Aparece en el diario Faedrelandet (Patria) el artculo de Kierkegaard Actividad de un esteta ambulante, que firma Frater Taciturnus.

    1846. 27 de febrero. Publicacin de Postscrip- tum.

    1847. Ao decisivo. El 3 de noviembre ReginaOlsen contrae matrimonio con Fr. Schle- gel. Kierkegaard publica en junio de este ao La Crisis y redacta Mi punto de vista.

    1849. 20 de mayo. Publicacin de Dos pequeos tratados tico-religiosos.30 de julio. Aparece el Tratado de la desesperacin, que firma J. Anticlima- cus.

    1850. 25 de septiembre. Tambin Anticlimacusfirma Escuela del cristianismo.

    1851-1855. Perodo intensamente polmico de Kierkegaard. Los artculos se suceden casi sin intemipcin, salvando el bache del ao 1853, en que Kierkegaard nada publica.

    1855. 11 de noviembre. Muerte de Kierkegaard.P ocos das antes haba declarado crudamente a su amigo Emilio Boesen: Saluda a todos los hombres y diles que mi vida ha sido un sufrir agudo, incomprensible e ignorado para todos, excepto para m .

    JOSE AN TONIO M IGUEZ

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    MI PUNTO DE VISTA

  • INTRODUCCION

    He alcanzado un punto en mi carrera de escritor desde el que resulta permisible hacer aquello a que me siento fuertemente impulsado de acuerdo con mi deber, o sea, para decirlo de una vez por todas, lo ms directa y francamente posible: lo que yo como escritor declaro ser. El momento (por inadecuado que pueda ser en otro sentido) es el justo en parte porque (como ya he dicho) he alcanzado este punto, y en parte porque estoy en vsperas de encontrar por primera vez en el campo literario mi primera obra, Either/Or, en su segunda edicin, la cual yo no deseaba haber publicado antes.

    Hay una poca para permanecer en silencio y otra para hablar. Mientras he considerado que era mi deber guardar ei ms estricto silencio, me he esforzado en mantenerlo por todos los medios. No he vacilado en contrarrestar, en un sentido finito, mi propio esfuerzo con el enigmtico misterio y la doble entente que el silencio favorece. Lo que he hecho en este aspecto ha sido mal comprendido e interpretado como orgullo, arrogancia y Dios sabe qu ms. Mientras consider que mi deber religioso era guardar silencio, nada hice para evitar este malentendimiento. Pero si yo consideraba que mi deber era el silencio debase a que no tena tan a mano el conocimiento del arte del escritor como para que su entendimiento pudiera ser algo ms que mal entendimiento.

    El contenido de este pequeo libro afirma, pues, lo que realmente significo como escritor: que soy

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  • y he sido un escritor religioso, que la totalidad de mi trabajo como escritor se relaciona con el cristianismo, con el problema de llegar a ser cristiano , con una polmica directa o indirecta contra la monstruosa ilusin qu llamamos cristiandad, o contra la ilusin de que en un pas como el nuestro todos somos cristianos.

    Pido a todos aquellos que tengan en el corazn la causa de la cristiandad y se lo pido con tanta ms urgencia cuanto ms seriamente se empeen en ella que conozcan este pequeo libro, no curiosamente, sino con devocin, como se lee una obra religiosa. Naturalmente, no me importa el placer que ha encontrado o pueda encontrar el llamado pblico esttico al leer, atentamente o de pasada, las obras de carcter esttico, las cuales son un disfraz y un engao al servicio de la cristiandad; porque yo soy un escritor religioso. Suponiendo que un lector de tal clase entiende a la perfeccin y aprecia crticamente las producciones estticas individuales, siempre me entender totalmente mal, en cuanto no comprenda la religiosa totalidad en toda mi labor como escritor. Supongamos, pues, que otro entiende mis obras en la totalidad de su referencia religiosa, pero no entiende ni uno solo de los productos estticos contenidos en ellas; en este caso yo no dira que su falta de entendimiento fuera esencial.

    Cuanto escribo aqu es para orientacin. Se trata de un testimonio pblico; no de una defensa o de una apologa. A este respecto, en verdad, si no en otro, creo que tengo algo en comn con Scrates. Porque cuando fue acusado y estaba a punto de ser juzgado por la plebe , su demonio le prohibi defenderse. Realmente, si lo hubiera hecho, qu indecoroso hubiera sido y cunto se hubiera contradicho a s mismo! Igualmente hay algo en m y en la posicin dialctica que ocupo, que hace imposible para m, e imposible en s

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    mismo, llevar a cabo una defensa de mi trabajo como escritor. Tengo que sufrir muchas cosas, y espero tener que aguantar muchas ms sin padecer la prdida de m mismo. Pero, quin sabe? , tal vez el futuro me tratar con ms gentileza que el pasado. La nica cosa a que no me puedo resignar que no puedo hacer sin padecer la prdida de m mismo y del carcter dialctico de mi posicin (que es justamente a lo que no me puedo resignar), la nica cosa es defenderme qua escritor. Eso sera una falsedad, la cual, aunque me ayudara a ganar finitamente todo el mundo, sera para la eternidad mi destruccin. Humildemente .mte Dios, y tambin ante los hombres, yo s muy bien en dnde personalmente puedo haber ofendido: pero tambin s con Dios que mi labor como autor fue el resultado de un irresistible impulso interior, la nica posibilidad melanclica de un hombre, el honesto esfuerzo por parte de un alma profundamente postrada y compungida que quiere hacer algo como compensacin, sin ahorrar ningn sacrificio o trabajo al servicio de la verdad. Por tanto, s tambin con Dios, ante cuyos ojos esta empresa hall gracia y sigue bailndola, igual que se regocija con Su asistencia, (|ue con respecto a mi profesin de escritor no necesito defenderme ante mis contemporneos; ya que, si en este caso yo representara algn papel, no sera como abogado defensor sino como fiscal.

    Sin embargo, yo no acuso a mis contemporneos, dado que he entendido religiosamente como mi deber servir la verdad con abnegacin, y mi tarea hacer todos los posibles para impedir llegar a ser considerado e idolatrado. Slo aquel que conozca por propia experiencia lo que es la negacin puede desentraar mi enigma y saber si es abnegacin. Porque el hombre que no tiene experiencia de ello, llamar ms bien a mi comportamiento amor de s mismo, orgullo,

  • excentricidad, locura; por cuya opinin no sera razonable que yo le acusara, ya que yo mismo, en servicio de la verdad, he contribuido a formrsela. Hay una cosa que no puede comprender ni una asamblea ruidosa, ni un pblico altamente estimable , ni en media hora, y esta cosa es el carcter de la verdadera abnegacin cristiana. Para comprenderla se requiere temor y temblor, silenciosa soledad, y un largo espacio de tiempo.

    Estoy enteramente cierto de que he entendido la verdad que entrego a los dems. Estoy casi igualmente seguro de que mis contemporneos, en tanto que no la comprenden, se vern obligados, por las malas o por las buenas, a comprenderla alguna vez, en la eternidad, cuando se hallen liberados de muchos cuidados y solicitudes perturbadores, de los cuales yo he sido liberado. He sufrido a causa del mal entendimiento; y el hecho de que voluntariamente me exponga a l, no indica que yo sea insensible al sufrimiento real. Sera como negar la realidad de todo el sufrimiento cristiano porque es voluntario. Tampoco se debe deducir como una inferencia directa que los otros no tienen ninguna culpa, dado que si sufro es en servicio de la verdad. Pero por mucho que haya sufrido a causa del mal entendimiento, slo puedo dar gracias a Dios por aquello que es de infinita importancia para m: que El me ha concedido el entendimiento de la verdad.

    Y ahora slo una cosa ms. No es preciso decir que no puedo explicar toda mi labor como escritor en toda su integridad, o sea, con la interioridad puramente personal en la que poseo la explicacin de ella. Y esto en parte se debe a que no puedo hacer pblica mi relacin con Dios. No es ni ms ni menos que la interioridad genrica que todo hombre puede tener, sin considerarla como una distincin oficial en la que hubiera un crimen que ocultar y un deber que proclamar, o a

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    !j i|ik' pudiera apelar como mi justificacin. En jmilc porque yo no puedo querer (y nadie puede tlpneur que yo pudiera) introducir a la fuerza en Mitilip lo que nicamente concierne a mi persona; aunque, naturalmente, hay mucho en esto que me sirve para explicar mi obra como escritor.

  • PRIMERA PARTE

    A

    LA AMBIGEDAD O DUPLICIDAD EN LA l'ROFESION DE ESCRITOR *: DE SI EL A UTOR ES UN AUTOR ESTETICO O RELIGIOSO

    Cueda, pues, por demostrar que hay esa duplicidad desde el principio al fin. No es ste un ejemplo del caso corriente en el que alguien descubre la presunta duplicidad y la persona afectada se ve obligada a probar que no existe. No es eso en absoluto, sino todo lo contrario. En caso de que el lector no sea lo suficientemente observador para notar la duplicidad, es misin del autor poner todo lo evidentemente posible elI lecho de que esa duplicidad est ah. Es decir, la duplicidad, la ambigedad son conscientes, algo que el autor conoce ms que cualquier otra persona; son la distincin dialctica esencial de toda la profesin de escritor, y tienen, por tanto, una razn ms profunda.

    Iero es esto as, hay una duplicidad tan penetrante? No se podra explicar el fenmeno de

    1 Para que los ttulos de los libros puedan ser consultados fcilmente se dan a continuacin. Primer grupo (obra esttica): A lternativa ; M ied o y tem b lo r ; R e p e t ic i n ; El c o n c e p to d e a angustia; P re fac ios; F ra gm en tos f ilo s fic o s ; E stadios en el cam ino tic la vida, junto con 18 discursos ed ifica n tes que fueron publicados sucesivamente. Segundo grupo: P ostscrip tu m . Tercer u p o (Obras religiosas): D iscursos ed ifica n tes en diversos c apiri tus; L os trabajos del a m or; D iscursos cristianos, junto con un pequeo artculo esttico. La crisis y una crisis en la vida de una actriz.

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  • otra manera, suponiendo que hay un escritor que primero fue un escritor esttico y luego, en el curso de los aos, cambi y se convirti en un escritor religioso? No insistir en la objecin de que, si ste fuera el caso, el escritor de marras no hubiese escrito un libro como ste, y seguramente no se hubiera propuesto dar una visin de toda su. obra, y an menos hubiera escocido para ello el momento que coincide con la reaparicin de su primer libro. Tampoco insistir en el hecho de que sera bastante extrao que un cambio tal se hubiera llevado a cabo en el curso de pocos aos. En otros casos en que un escritor originalmente esttico se transforma en un escritor religioso, transcurren muchos aos, de forma que la hiptesis que explica el cambio sealando el hecho que en la actualidad es considerablemente ms viejo no pierde plausibilidad. Pero en esto no insistir; porque, aun cuando pudiera parecer extrao y casi inexplicable, aunque pudiera obligar a buscar y hallar cualquier otra explicacin, no por ello sera absolutamente imposible que un cambio tal ocurriera en el espacio de slo tres aos. Demostrar ms bien que es imposible explicar el fenmeno de esta manera. Porque cuando se observe la cosa de ms cerca se ver que antes que el cambio ocurriera no haban transcurrido tres aos, sino que el cambio es simultneo con el principio, es decir, que la duplicidad data del mismo comienzo. Porque los Dos discursos edificantes son contemporneos de Alternativa. La duplicidad en su sentido ms profundo, es decir, en su sentido de la profesin de escritor en conjunto, no es lo que era tema de comentario en su tiempo, sino el contraste entre las dos partes de Alternativa. No, la-duplicidad se descubre comparando Alternativa con los Dos discursos edificantes.

    Lo religioso est presente desde el principio. Inversamente, lo esttico est presente otra vez en

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    I ltimo momento. Despus de dos aos, durante los cuales slo publiqu obras religiosas, apareci un pequeo articulo esttico*. Este hecho iba en contra de la interpretacin del fenmeno que supone un escritor esttico, el cual, con el paso del tiempo, cambia y se convierte en un escritor religioso. As como los Dos discursos edificantes aparecieron de dos a tres meses despus de Alternativa, igualmente este pequeo artculo esttico apareci de dos a tres meses despus de los escritos puramente religiosos de dos aos. Los Dos discursos edificantes y el pequeo artculo se corresponden el uno al otro inversamente y prueban inversamente que la duplicidad est tanto al principio como al final. Aunque Alternativa atrajo toda la atencin y nadie se dio cuenta de los Dos discursos edificantes, este libro denotaba, sin embargo, que el escritor era un escritor religioso, el cual, por esta razn, nunca haba escrito nada esttico, sino que haba empleado seudnimos para todas sus obras estticas, mientras que los Dos discursos edificantes eran del maestro Kierkegaard. Inversamente, aunque los trabajos puramente edificantes producidos durante esos dos aos han atrado posiblemente la atencin de otros, nadie, tal vez, en un sentido ms profundo, ha advertido el significado del pequeo artculo, el cual indica que ahora la estructura dialctica total de la profesin de escritor est completa. El pequeo artculo sirve de piedra de toque para imposibilitar al final ( igual que los Dos discursos edificantes hicieron al principio) la explicacin del fenmeno suponiendo que haba un autor que primero era autor esttico y ms tarde cambi y se convirti en un escritor religioso, ya que era escritor religioso al principio y produjo obras estticas incluso en el ltimo momento.

    La crisis y una crisis en la vida de una actriz, en Patria, julio le 1848.

    V5

  • El primer grupo de escritos representa la produccin esttica, el ltimo grupo es exclusivamente religioso: entre ellos, como punto decisivo, est el Postscriptum. Este trabajo trata y plantea el Problema , que es el problema de toda la profesin del escritor: cmo llegar a ser cristiano. De modo que toma conocimiento del trabajo escrito bajo seudnimo y de los dieciocho discursos edificantes, demostrando que todo ello sirve para iluminar el Problema, sin, empero, afirmar que ste era el objetivo de la produccin interior, la cual realmente no hubiera podido ser firmada con un seudnimo, por una tercera persona incapaz de saber nada sobre el propsito de un trabajo que no era el suyo propio. El Postscriptum no es un trabajo esttico, pero tampoco es religioso en el estricto sentido de la palabra. Por consiguiente, est firmado con un seudnimo, aunque aad mi nombre como editor, cosa que no hice en el caso de cualquier trabajo puramente esttico*. Este es un dato para aquel a quien preocupen estas cosas y tenga olfato para ellas. Entonces vinieron los dos aos durante los cuales slo aparecieron obras religiosas, todas con mi nombre. El perodo de los seudnimos haba pasado, el autor religioso se haba desembarazado del disfraz esttico, y entonces, como un testimonio y como una precaucin, apareci el pequeo artculo esttico firmado con seudnimo, Inter et nter. Esto puede dar una idea total de la profesin del escritor en su totalidad. Como ya he sealado, guarda reciprocidad con los Dos discursos edificantes.

    * La crtica literaria d e Dos generaciones no es una excepcin, en parte porque no es esttica en el sentido de la produccin potica, sino crtica, y en parte, porque tiene un fondo totalmente religioso al interpretar la presente poca .

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    B

    LA EXPLICACION DE QUE EL AUTOR ES Y HA SIDO UN AUTOR RELIGIOSO

    Podra parecer que una mera protesta a este respecto por parte del mismo autor sera ms que suficiente, ya que seguramente l sabe mejor lo que pretende. Por mi parte, sin embargo, tengo poca confianza en las protestas con respecto a las producciones literarias, y me inclino a tener una visin objetiva de mis propias obras. Si, como tercera persona, en el papel de lector, no puedo mantener que lo que yo afirmo es as, y que no podra dejar de ser asi, no se me ocurrir desear ganar una causa que considero como perdida. Si, como autor, tuviera que empezar a protestar, fcilmente llevara a la confusin a toda mi obra, la cual, desde el principio al fin, es dialctica.

    Por tanto, no puedo hacer ninguna protesta, pollo menos antes de haber dado por otro camino una explicacin tan evidente que una protesta del tipo considerado aqu sea totalmente superflua. Cuando se haya logrado esto, la protesta podr ser permisible como una satisfaccin lrica para m, caso de que sintiera un impulso para hacerla, y podr ser necesaria como deber religioso. Porque como hombre puedo estar justificado al protestar, y puede ser mi religioso deber hacer esa protesta. Pero es preciso no confundir esto con la profesin de escritor: no sirve de mucho como escritor lo

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  • que yo como hombre proteste haber pretendido. Pero todos admitirn que cuando uno es capaz de demostrar con respecto a un fenmeno que no puede ser explicado de otra manera, y que es de esta manera particular como puede ser explicado en todos sus detalles, o que la explicacin satisface todos los puntos, entonces esta explicacin queda establecida tan evidentemente como resulta posible establecer la exactitud de una explicacin.

    Pero no hay una contradiccin aqu? Qued establecido en la parte anterior que la ambigedad estaba presente hasta el fin, y hasta tanto esto qued probado con xito, resulta imposible probar que la explicacin lo es; por tanto, en este caso parece ser el nico medio para disminuir la tensin dialctica y deshacer el nudo, una declaracin, una protesta. Este razonamiento parece ser agudo, pero en realidad es sofistico. En caso que una persona sofista encontrara necesario en una contingencia dada recurrir a una mixtificacin, sera perfectamente natural para ella hacerlo de manera que la situacin cmica resultante fuera de tal naturaleza que no pudiese rehuirla. Pero esto, tambin, se debe a una falta de seriedad, que le obliga a enamorarse de la mixtificacin por s misma, en lugar de utilizarla como medio. Por tanto, cuando se usa una mixtificacin, una reduplicacin dialctica al servicio de un propsito serio, se usar as meramente para evitar un malentendido, o un entendimiento apresurado, porque la verdadera explicacin siempre est a mano y dispuesta para ser encontrada por aquel que honradamente la busca. Tomemos el ejemplo ms elevado: toda la vida de Cristo en la tierra no hubiera sido ms que un juego si El hubiese estado aqu de incgnito hasta un punto que pasara por el mundo sin que nadie se diera cuenta de El; y sin embargo, en un sentido autntico, Cristo estuvo de incgnito.

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    Lo mismo ocurre en el caso de una reduplicacin dialctica; y la seal de una reduplicacin dialctica es que la ambigedad se mantiene. En cuanto la seriedad requerida la apresa, es capaz tambin de librarse, pero siempre de forma que la misma seriedad sale garante de la verdad de ella. As como la esquivez de una mujer tiene una referencia con su amado y cede cuando ste aparece, pero slo entonces, as tambin una reduplicacin dialctica tiene una referencia con la verdadera seriedad. Para uno que sea menos serio la explicacin le ser negada, porque la elasticidad de la reduplicacin dialctica es demasiado grande para que l la pueda asir: aparta la explicacin de l otra vez y hace que dude de si realmente es la explicacin.

    Vamos a realizar este intento. Vamos a tratar de explicar el conjunto de esta produccin literaria partiendo de la base de que ha sido escrita por un autor esttico. Fcilmente se percibe que desde el principio no se aviene con esta explicacin, la cual se cae cuando se encuentra con los Dos discursos edificantes. Si, por el contrario, queremos realizar el experimento partiendo de la base de que es un escritor religioso, se ver que, paso a paso, la suposicin corresponde con cada punto. Lo nico que queda inexplicable es cmo puede ser que un autor religioso emplee las obras estticas de esa L'orma. Es decir, nos hallamos de nuevo frente a la ambigedad o la reduplicacin dialctica. Con la diferencia ahora de que la suposicin de que se trata de un autor religioso ha quedado bien sentada, y queda slo por explicar la ambigedad. No me atrevo a decir si puede resultarle fcil hacerlo a una tercera persona; pero la explicacin es la que se encuentra en la Segunda Parte de este librito.

    Una cosa ms an, una cosa que, como he dicho, puede ser una satisfaccin lrica para m como

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  • hombre, y que como hombre es mi deber religioso; en una palabra, una protesta directa de que el autor es y ha sido un autor religioso. Cuando empec Alternativa (del cual, sea dicho entre parntesis, exista de antemano literariamente solo una parte, es decir, un pequeo Diapsalmata, mientras que todo el libro se escribi en el espacio de once meses, y la segunda parte primero), yo estaba potencialmente bajo la influencia de la religin como nunca he estado. Me hallaba tan profundamente conmovido que comprend perfectamente que no me sera posible seguir una conformista y segura va media en la que la mayor

    l/ parte de la gente pasa su vida: tena que arrojarme a la perdicin y a la sensualidad, o elegir lo religioso de forma absoluta como la nica cosa; o bien el mundo, en una medida que hubiera sido espantosa, o bien el claustro.' En lo profundo estaba ya determinado que era lo segundo lo que yo poda y deba elegir: la excentricidad del primer movimiento fue. simplemente la expresin de la intensidad del segundo; pona de manifiesto el hecho de que yo me haba dado absolutamente cuenta de que me sera imposible ser religioso slo hasta cierto punto. Este es el lugar de Alternativa. Fue una catarsis potica que, sin embargo, no anduvo mucho ms all que la tica. Personalmente, yo estaba muy lejos de desear encaminar el curso de mi existencia hacia la comoda situacin del matrimonio por amor a m mismo, puesto que religiosamente me hallaba ya en el claustro; idea que se encuentra oculta en el seudnimo Vctor Eremita.

    Esta es la situacin; hablando en sentido estricto, Alternativa fue escrito en un monasterio, y yo puedo asegurar al lector (y dirijo especialmente esta seguridad, si por azar cae bajo sus ojos, a aquel que no tiene capacidad o tiempo de analizar una produccin como la ma, y que sin embargo tal vez se ha encontrado sorprendido por la

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    extraa mezcla de religioso y esttico en mis escritos), yo puedo asegurar al lector que el autor de Alternativa dedicaba un tiempo determinado cada da, con regularidad y precisin y precisin monsticas, a leer libros edificantes, y que con miedo y temblor reflexionaba sobre su responsabilidad. Entre otras cosas, reflexionaba especialmente ( qu maravilloso! ) sobre El diario del seductor . Y entonces, qu ocurri? El libro alcanz un inmenso xito, especialmente ( que maravilloso! ) El diario del seductor . El mundo abri sus brazos de forma extraordinaria al autor admirado, al cual, sin embargo, todo esto no le seduca , porque era una eternidad demasiado vieja para eso.Luego siguieron los Dos discursos edificantes. Cosas de la ms vital importancia suelen parecer insignificantes. Primero apareci la gran 9^r,^ Alternativa, que fue muy leda y ms discutida , y luego los Dos discursos edificantes, dedicados a mi difunto padre y publicados en la fecha de mi nacimiento (5 de mayo), una florecilla oculta en el gran bosque, no solicitada ni por su belleza, ni por su perfume, ni porque fuera alimenticia *.Nadie advirti seriamente los Dos discursos o se preocup de ellos. Recuerdo incluso que uno de mis conocidos vino a verme con la queja de que haba comprado el libro de buena fe convencido de que, puesto que era mo, tena que ser algo ingenioso e inteligente. Recuerdo tambin que yo le promet que si lo deseaba poda reclamar el dinero. Ofrec al mundo Alternativa con la mano izquierda, y con la derecha los Dos discursos edificantes, pero todos, o casi todos, asieron con sus diestras lo que yo sostena en mi siniestra**.

    * Cfr. el Prefacio a los D o s discursos ed ifica n tes de 1843.** Cfr. el Prefacio a los D o s d iscursos ed ifica n tes de 1844 : Busca a m i lector, el cual recibe con la mano derecha lo que se le ofrece con la izquierda .

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  • Ante Dios pens lo que deba hacer: aventur mi contingencia en los Dos discursos edificantes; pero comprend perfectamente que slo unos pocos los comprenderan*. Y aqu por primera vez aparece aquel individuo al que con alegra y gratitud llamo mi lector , frmula estereotipada que se repeta en el Prefacio a cada coleccin de Discursos edificantes. Nadie puede acusarme de haber cambiado, de que tal vez en el ltimo momento, tal vez por el motivo que haba perdido el favor del pblico, pensaba diferentemente sobre esta materia de lo que antes haba pensado. No. Si alguna vez he disfrutado del favor del pblico, ha sido a los dos o tres meses de la publicacin de Alternativa. Y en esta situacin, la cual para muchos tal vez hubiera sido una tentacin, yo juzgu que era el momento ms favorable para hacer lo que tena que hacer al objeto de asegurar mi posicin, y la emple al servicio de la verdad para introducir mi categora el individuo ; fue entonces cuando romp con el pblico, no por orgullo y arrogancia, etc. (y desde luego no porque en aquel momento el pblico me fuera desfavorable, ya que, por el contrario, me era enteramente favorable), sino porque tena plena conciencia de que yo era un escritor religioso y que como tal me importaba el individuo ( el individuo , en oposicin a el pblico ), pensamiento en el que est contenida toda una filosofa de la vida y del mundo.

    * De ah el tono melanclico del Prefacio donde se dice acerca del librito: Puesto que se puede decir en sentido figurado que con su publicacin inicia una marcha como para un viaje, permtaseme que lo siga con la mirada. A s es que lo veo cm o sigue su ruta por senderos solitarios o sin compaa por los caminos reales. Despus de alguna pequea confusin debida al hecho de haberse equivocado por algn parecido casual, encuentra, por fin, que el individuo al que con alegra y gratitud llamo mi lector, al que busca, al que le tiende los brazos, etctera. Cf. el Prefacio a los D o s discursos ed ifica n tes de 1843. El primer Prefacio tena para m , y an tiene, un significado tan ntimo y personal que me sera muy difcil trasmitirlo.

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    A partir de entonces, es decir, desde la publicacin de Temor y temblor, el observador serio que dispone de presuposiciones religiosas, el observador serio al que es posible darse a entender desde leios y al que es posible hablarle en silencio (en. el seudnimo Johannes-de silentio) estaba en situacin de advertir que esto, despues de todo, era un tipo muy singular de produccin estetica.Y esto fue justamente ensalzado por la muy reverenda firma Kts., lo cual me agrado muchsimo.

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  • iMGUNDA PARTE

    TODA LA OBRA DEL AUTOR INTERPRETADA DESDE EL PUNTO DE VISTA DE QUE EL AUTOR ES UN AUTOR RELIGIOSO

    ( :a p i t u l o i

    A. LAS OBRAS ESTETICAS

    Vor qu el principio de las obras fue esttico, o lo t/ue eso significa, entendido en relacin con el total*.

    LA CRISTIANDAD ES UNA PRODIGIOSA ILUSION

    'Podo aquel con alguna' capacidad de observacin que considere seriamente lo que se llama Cristiandad, o las condiciones de un pas llamado cristiano, sin duda se sentir asaltado por profundas dudas. Qu significa el que todos esos miles y miles se llamen a s mismos cristianos como cosa corriente? Esos hombres innumerables, cuya mayor parte, segn es posible juzgar, vive en categoras completamente ajenas al Cristianismo! Cualquiera se puede convencer de ello por la ms simple observacin. Gente que nunca entra en

    * Una vez por todas tengo que pedir seriamente al amable lector que tenga en cuenta siempre que el pensamiento que hay tras la obra en su totalidad es: lo que significa llegar a ser cristiano.

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  • una iglesia que nunca piensa en Dios, nunca menciona Su nombre, excepto en los juramentos Gente a la que nunca se le ha ocurrido que puede tener alguna obligacin hacia Dios, gente ^Uie u0 , b*e? ponsidera esta como mximo en la culpabilidad de trasgredir la ley criminal, o que ni siquiera considera esto necesario! Sin embargo oda esa gente, incluso aquellos que aseguran que

    no hay Dios, es cristiana, se llama cristiana es reconocida como cristiana por el Estado, es entenada como cristiana por la Iglesia, queda como cristiana por la eternidad!

    No hay duda de que en el fondo de todo esto debe de haber una tremenda confusin, una espantosa ilusin. Pero ay de remover esta cuestin! Si, se todas las objeciones. Porque los nay que saben lo que quiero decir, pero que me replicaran dndome una cariosa palmada en la espalda: Mi querido muchacho, eres an demasiado joven para embarcarte en esta empresa, para la cual, si es que se pretende tener algn xito se requerirn por lo menos un buen nmero 'de misioneios bien capacitados; empresa que significa ni mas ni menos que proponerse introducir el cristianismo. . . en la Cristiandad. No, querido muchacho, seamos hombres; esa empresa est ms alia de tus fuerzas y de las mas. Sera tan locamente ambiciosa como desear reformar la p lebe, con la cual ninguna persona juiciosa

    quiere entremeterse. Iniciar tal cosa es un fracaso seguro . Tal vez; pero aunque el fracaso fuera cierto tambin es cierto que nadie ha deducido f , ay objecin del Cristianismo; porque cuando llego el Cristianismo al mundo era un fracaso seguro aun ms definitivo que empezar tal cosa

    sm embargo, fue empezado. Y tampoco hay duda de que nadie ^ha aprendido esta objecin de bocrates; porque el se mezcl con la nlebe v quiso reformarla.

    Esto es, a grandes rasgos, lo que ocurre. De cuando en cuando un prroco provoca un pequeo alboroto desde el plpito diciendo que ocune algo malo en alguna parte con todos esos numerosos cristianos; pero todos aquellos a quienes esta hablando son cristianos, y aquellos de quienes habla no estn presentes. Esto se puede descnbir ms propiamente como una emocion fingida. A veces aparece un entusiasta religioso, arremete contra la Cristiandad, vocifera y arma mucho ruido, denunciando a casi todos como no cristianos. y no logra nada. No tiene en cuenta el hecho de que no es fcil disipar una ilusin. Supongamos ahora que es un hecho que la mayor parte de la gente, cuando se llama a si misma cristiana, est bajo una ilusin; cmo se deien- den contra un estusiasta? Ante todo, no se preocupan absolutamente de l, no tienen en cuenta su libro, y lo dejan inmediatamente a un lado; o bien, si emplea la palabra viva, dan la _ vuelta por otra calle y no le escuchan. Despues se libran de l definiendo todo el concepto, y se acomodan seguros en su ilusin: hacen de el un fantico y de su cristianismo una exageracin, y al final resulta ser el nico, o uno de los pocos, que no es cristiano en serio (porque la exageracin es, sin duda, una falta de seriedad), mientras que los otros son todos cristianos en serio.

    No, no es posible destruir una ilusin directamente y slo por medios indirectos se la puede arrancar de raz. Si el que todos son cristianos es una ilusin, y si no hay nada que hacer sobie eso, es preciso hacerlo indirectamente, no por uno que se proclame a s mismo a grandes gritos extraordinariamente cristiano, sino por uno que, mejoi orientado, est dispuesto a declarar que no es cristiano en absoluto*. Es decir, uno que pueda

    * Podemos recordar el P ostscrip tu m , cuyo autor, Johannes Climacus, declara expresamente que no es cristiano.

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  • acercarse por detrs a la persona que est bajo la ilusin. En lugar de desear gozar de la ventaja de ser uno mismo esa rara cosa, un cristiano, es preciso dejar que el futuro esclavo goce creyndose cristiano, y tener la resignacin suficiente de ser uno que est mucho ms atrs que l; de otra manera, podemos estar seguros de que no sacaremos al hombre de su ilusin, cosa que es bastante difcil en cualquier caso.

    Si, de acuerdo con nuestro supuesto, la mayor parte de la cristiandad se imagina solamente que es cristiana, en qu categoras vive? Vive en categoras esteticas o, como mximo, en categoras esttico-ticas.

    Supongamos entonces que un escritor religioso ha considerado profundamente esta ilusin, la Cristiandad, y ha resuelto atacarla con todo el poder a su disposicin (con la ayuda de Dios, quede bien sentado), qu tiene que hacer, pues? Ante todo, no impacientarse. Si se impacienta, arremeter contra ella y no lograr nada. Un ataque directo solo contribuye a fortalecer a una persona en su ilusin, y al mismo tiempo le amarga. Pocas cosas requieren un trato tan cuidadoso como una ilusin, si es que uno quiere disiparla. Si algo obliga a la futura presa a oponer su voluntad, todo est perdido. Y esto es lo que logra un ataque directo, y adems implica la presuncin de requerir a un hombre que haga a otra persona, o en su presencia, una concesin que puede hacer mucho ms provechosamente a l mismo en privado. Eso es lo que logra el mtodo indirecto, el cual, amando y sirviendo la verdad, lo arregla todo dialcticamente para la futura presa, y luego se retira tmidamente (porque el amor es siempre tmido), para no presenciar el reconocimiento que hace l a s mismo a solas ante Dios; que ha vivido hasta entonces en una ilusin.

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    Por tanto, el escritor religioso debe, ante todo, ponerse en contacto con los hombres, es decir, debe empezar con obras estticas. Estas son las arras. Cuanto ms brillantes sean esas obras, mejor para l. Adems, debe estar seguro de s mismo, o (y sta es la nica seguridad) debe relacionarse con Dios, con miedo y temblor, a fin de que acontezca el hecho ms opuesto a sus intenciones, y, en lugar de poner en movimiento a los otros, los otros adquieren poder sobre l, de forma que lermina empantanndose en lo esttico. Por tan- l.o, debe tenerlo todo dispuesto, aunque sin impaciencia, con el propsito de sacar inmediatamente lo religioso, en cuanto perciba que tiene a sus lectores con l, de forma que con el mpetu conseguido por la devocin a lo esttico entren en contacto con lo religioso.

    lis muy importante no introducir la religin ni demasiado pronto, ni demasiado tarde. Si pasa demasiado tiempo, se fomenta la ilusin de que el escritor esttico ha envejecido y, por tanto, se ha vuelto religioso. Si llega demasiado pronto, el efecto no es bastante violento.

    Partiendo de la base de que existe una prodigiosa ilusin en el caso de esos muchos hombres que se llaman a s mismos cristianos y son considerados como cristianos, el mtodo de salir al paso de ella ((ue se sugiere aqu no entraa condena o denuncia. Se trata de una invencin totalmente cristiana que no puede emplearse sin miedo y temblor, o sin una autntica abnegacin. Aquel que est dispuesto a ayudar carga con toda la responsabilidad y hace todo el esfuerzo, pero por esta razn esa lnea de accin posee un valor intrnseco. Hablando en general, un mtodo slo tiene valor en relacin con el resultado obtenido. Algunos condenan y denuncian, vociferan y arman mucho ruido; todo eso no tiene valor intrnseco, aunque crean lograr mucho con ello. Sucede lo contrario

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  • con la lnea de accin de que tratamos aqu. Supongamos que un hombre se ha dedicado a ella, supongamos que ha empleado en ella toda su vida, y supongamos que no ha logrado nada: a pesar de todo, no ha vivido en vano, porque su vida ha sido autntica abnegacin.

    2S EL AUTENTICO EXITO ES LOGRAR EL ESFUERZO DE LLEVAR A UN HOMBRE A UNA DEFINIDA POSICIONANTE TODO,ES PRECISO FATIGARSE PARAENCONTRARLE DONDE ESTA Y EMPEZAR AHI

    Este es el secreto del arte de ayudar a los dems. Todo aquel que no se halla en posesin de l, se engaa cuando se propone ayudar a los otros. Para ayudar a otro de manera eficaz, yo debo entender ms que l; pero ante todo, sin duda debo entender lo que l entiende. Si no s eso, mi mayor entendimiento no ser de ninguna ayuda para l. Si, de todos modos, estoy dispuesto a empenacharme con mi mayor entendimiento, es porque soy un vano o un orgulloso, de forma que, en el fondo, en lugar de beneficiarle a l, lo que deseo es que me admiren. En cambio, todo autntico esfuerzo para ayudar empieza con la autohumillacin: el que ayuda debe primero humillarse y ponerse por debajo de aquel a quien quiere ayudar, y, por tanto, debe comprender que ayudar no significa ser soberano, sino criado; que ayudar no significa ser ambicioso, sino paciente; que ayudar significa tener que resistir en el futuro la imputacin de que uno est equivocado y no entiende lo que el otro entiende.

    Tomemos el caso de un hombre que es apasionadamente colrico, y supongamos que realmente est equivocado. A menos que se pueda empezar con l hacindole creer que es l el que tiene que

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    instruimos y a menos que se pueda hacer esto de manera que el hombre colrico, demasiado impariente para escuchar una sola de vuestras palabras, nr halle contento al descubrir en vosotros un oyente complaciente y atento, no os ser posible ayudarle en absoluto. O tomemos el caso de un -'iiamorado que ha sido desgraciado en amores, y apongamos que la forma en que se somete a su pasin es realmente irrazonable, impa, no cristiana. Si no podemos empezar con l de forma que halle un autntico descanso al hablar con nosotros sobre su sufrimiento y que pueda enriquecer su mente con las interpretaciones poticas que nosotros le sugerimos, sin saber que no compartimos su pasin y queremos librarle de ella, si no podemos hacer eso, no le podemos ayudar en absoluto; se recluye lejos de nosotros, se ensimisma. . . y entonces nosotros slo charlamos con l. Tal vez gracias al poder de vuestra personalidad podris obligarle a reconocer que se halla en falta; Ah! , queridos mos, inmediatamente escapar por un sendero escondido para acudir a una cita con su oculta pasin, a la que apetece ardientemente, temiendo casi que haya perdido algo de su seductor calor, porque ahora, gracias a vuestro comportamiento, le habis ayudado a enamorarse otra vez, a enamorarse ahora de su misma desdichada pasin. . . Y vosotros slo charlais con l!

    Lo mismo sucede con respecto a lo que significa llegar a ser cristiano; suponiendo que los muchos que se llaman a s mismos cristianos se hallan bajo una ilusin. Denunciad el mgico encanto de lo esttico; bien, ha habido realmente tiempos en que podis haber logrado coaccionar a la gente. Pero, con qu resultado? Con el resultado de que privadamente, con secreta pasin, aman esa magia. No, dejemos esto. Y recordad, vosotros que sois serios y austeros, que si no podis humillaros, no sois genuinamente serios. Sed el asombrado

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  • oyente que se sienta y escucha lo que el otro encuentra ms placer en contaros porque le escuchis con asombro. Pero, sobre todo, no olvidis una cosa: el propsito que tenis en la mente, el hecho de que es lo religioso lo que debis llevar adelante. Si sois capaces de ello, presentad lo esttico con toda su magia fascinadora, dominad si os es posible el nimo del otro hombre, presentadlo con el tipo de pasin que ms exactamente le conviene, alegremente para los alegres, en tono menor para los melanclicos, ingeniosamente para los ingeniosos, etctera. Pero, sobre todo, no olvidis una cosa, el propsito que tenis que llevar adelante. . . lo religioso. Haced eso por todos los medios, y no temis hacerlo; porque verdaderamente no se puede hacer sin miedo y temblor.

    Si podis hacer eso, si podis encontrar exactamente el lugar donde est el otro y empezar all, tal vez podis tener la suerte de conducirle al lugar donde os hallis vosotros.

    Porque ser maestro no significa simplemente afirmar que una cosa es asi, o recomendar una lectura, etctera. No, ser maestro en el sentido justo es ser aprendiz. La instruccin empieza cuando t, el maestro, aprendes del aprendiz, te pones en su lugar de modo que puedas entender lo que l entiende y de la forma que l lo entiende, caso de que no lo hayas entendido antes, o si lo has entendido antes, permitas a l someterte a un examen de manera que pueda asegurarse de que t sabes tu papel. Esa es la introduccin. Entonces el principio puede realizarse en otro sentido.

    En mi mente, de forma constante he levantado una objecin contra una clase de la ortodoxia de nuestro pas que consiste en encerrarse en pequeos grupos, y en afirmarse uno al otro en la

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    creencia de que ellos son los nicos cristianos, y, por tanto, el no saber hacer otra cosa con relacin a la cristiandad que vociferar que los otros no son cristianos. Si es verdad que en realidad hay tan pocos cristianos en la cristiandad, esos ortodoxos se hallan eo ipso bajo la obligacin de ser misioneros, aunque un misionero en la cristiandad siempre ser bastante diferente de un misionero entre los gentiles. Fcilmente se comprender que esta objecin ma ataca nuestra ortodoxia en la forma correcta, desde atrs, ya que se basa en la admisin, o el supuesto de que ellos son realmente autnticos cristianos, los nicos autnticos cristianos de la cristiandad.

    As, pues, el escritor religioso, cuyo pensamiento predominante es cmo puede uno llegar a ser cristiano, comienza justamente en la cristiandad como escritor esttico. Por un momento, dejmoslo dudoso entre si la cristiandad es una monstruosa ilusin o es un vano concepto para los muchos que. se llaman a s mismos cristianos; dejemos que ms bien se suponga lo opuesto. Pues bien, este principio es superfluo, se basa en una situacin que no existe; pero que, sin embargo, no hace ningn dao. El dao es mucho mayor, o mejor dicho, ste es el nico dao, cuando uno que no es cristiano pretende serlo. Por otro lado, cuando uno que es cristiano da la impresin de que no lo es, el dao no es grande. Suponiendo que todos sean cristianos, este engao, a lo sumo, puede confirmarlos an ms en que lo son.

    3LA ILUSION DE QUE LA RELIGION Y EL CRISTIANISMO SON COSAS .4 LAS QUE SE RECURRE CUANDO SE ENVEJECE

    Lo esttico siempre ensalza la juventud y su breve instante de eternidad. No puede avenirse con la

  • seriedad de la edad, menos con la seriedad de la eternidad. De aqu que el esteta desconfe siempre de la persona religiosa, suponiendo que, o bien nunca se ha sentido inclinado a lo esttico, o bien esencialmente hubiera preferido seguir disfrutando de ello, pero que el tiempo ha ejercido su influencia debilitadora y l se ha hecho viejo y ha buscado refugio en la religin. La vida se divide en dos partes: el perodo de la juventud pertenece a lo esttico; la edad madura a la religin; pero, hablando honestamente, todos hubiramos preferido seguir siendo jvenes.

    Cmo puede desvanecerse esta ilusin? Digo puede porque ya es otra cuestin que el esfuerzo realmente tenga xito; pero puede ser desvanecida por la consecucin simultnea de una produccin esttica y religiosa. En este caso no se deja margen a la duda, porque la produccin esttica garantiza la juventud y as la simultnea consecucin en la esfera religiosa no puede ser explicada sobre una base accidental.

    Suponiendo que la cristiandad es una prodigiosa ilusin, es decir, es un concepto vano para los muchos que se llaman a s mismos cristianos, parece ser muy probable que la ilusin de que ahora hablamos sea extremadamente comente. Pero esta ilusin se agrava an ms por el concepto de que uno es cristiano. Uno vive dentro de las categoras estticas, y si alguna vez piensa sobre el cristianismo, aplaza el problema hasta que sea ms viejo. Porque se dice uno a s mismo, de hecho, soy esencialmente cristiano . No se puede negar ciertamente que, en la cristiandad, los hay que viven tan sensualmente como cualquier pagano viva. S, incluso ms sensualmente, porque tienen esa desastrosa sensacin de seguridad de que esencialmente son cristianos. Pero no rehye lo ms posible la decisin de llegar a ser cristiano; es ms, uno encuentra un obstculo adicional en

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    el hecho de que uno tiene como orgullo ser joven durante el mayor tiempo posible (y slo cuando uno se hace viejo debe recurrir al cristianismo y a la religiosidad). Entonces uno se ver obligado a reconocer que se ha vuelto viejo; pero slo cuando uno se haya vuelto viejo recurrir al cristianismo y a la religiosidad.

    Si uno pudiera ser siempre joven, no tendra la ms mnima necesidad ni de cristianismo ni de religin.Este es un error extremadamente pernicioso para toda religiosidad. Se basa en el hecho de que la gente confunda el concepto de hacerse viejo en el sentido del tiempo con el de hacerse viejo en el sentido de la eternidad. No se puede negar, realmente, que, con harta frecuencia, se ve el poco edificante espectculo de un joven que era portavoz ardiente y apasionado de lo esttico transformado en un tipo de religiosidad que tiene todos los defectos de la vejez, en un sentido dbil, en otro excesivamente demasiado fuerte. No se puede negar que muchos, que representan a lo religioso, lo son demasiado austeramente y demasiado hoscamente, por miedo a no ser bastante serios. Esto, y muchas cosas ms, pueden contribuir a generalizar la ilusin y a establecerla ms firmemente. Pero, qu remedio hay para eso? El nico remedio es aquello que ayudar a disipar esta ilusin.

    De forma que si un autor religioso desea enfrentarse con esta ilusin, tiene que ser, al mismo tiempo, un escritor esttico y religioso; pero, sobre todo, no debe olvidar una cosa, la intencin de toda su empresa, que lo que debe decisivamente salir adelante es lo religioso. Las obras estticas son solamente un medio de comunicacin, y para aquellos que posiblemente las necesiten (y en el supuesto de que la cristiandad sea una prodigiosa

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  • ilusin deben de ser muy numerosos) sirve como prueba de que es imposible explicar la produccin religiosa por la creencia de que el autor se ha vuelto viejo; porque son de hecho simultneas, y sin duda uno no ha envejecido simultneamente.

    Tal vez este esfuerzo no conduce al xito; tal vez, pero de todos modos no se hace ningn gran dao. ^El dao ser, como mximo, que alguien no creer en la religiosidad de tal escritor. Bien. El escritor que trata de religin puede, con harta frecuencia, tener mucho inters en su propio beneficio que se le considere como religioso. Si ste es el caso, demuestra claramente que el escritor en cuestin no es un carcter autentica- mente religioso. Es como el caso de un maestro demasiado preocupado sobre la opinin que sus alumnos puedan tener de su instruccin, sus conocimientos,_ etctera. Un maestro tal, cuando pretende ensear, es incapaz de mover pie o mano. Supongamos, por ejemplo, que piensa que es mejor para sus alumnos hablar de algo que entiende en lugar de algo que no entiende. Santo Dios! Esto 110 puede aventurarse a hacerlo, por miedo a que sus alumnos pudieran realmente creer que no entiende de ello. Es decir, no vale para maestro; aunque se llame a s mismo maestro, est tan lejos de serlo que en realidad aspira a ser citado con elogio. . . por sus discpulos. O, como en el caso de un predicador de arrepentimiento, el cual, cuando quiere azotar los vicios de su edad, est demasiado preocupado por lo que su edad piensa de l, se halla tan lejos de ser un predicador de arrepentimiento, que ms bien se parece al visitante de Ao Nuevo, que llega con felicitaciones. Simplemente se hace a s mismo un poco ms interesante vistiendo con unas ropas que son bastante extraas para un visitante de Ao Nuevo. Y as sucede con la persona religiosa que no puede soportar que se la considere como la nica persona que no es

    litigiosa. Porque, en la esfera de la reflexin, ser capaz de resistir esto es la ms ceida definicin (l

  • yo soy la vctima de mi acto temerario. Obligara la gente a darse cuenta y a juzgar es la caracterstica del autntico martirio. Un mrtir genuino nunca usa su fuerza, sino que lucha con la ayuda de la impotencia. Obliga a la gente a darse cuenta. Dios lo sabe, ellos se dan cuenta; ellos lo matan. Pero con esto se contenta. No cuenta con que su muerte pone punto final a su labor; cree que su muerte forma parte de ella; es ms, que su labor adquiere mpetu gracias a su muerte. Porque verdaderamente aquellos que le matan se dan cuenta a su vez; se ven obligados a considerar de nuevo la causa y para un efecto totalmente distinto. Aquello que el hombre vivo no poda hacer, el muerto puede; gana para su causa a aquellos que se han dado cuenta.

    Hay una objecin que he levantado una y otra vez en mi p rop io pensamiento contra aquellos predicadores que generalmente encontramos predicando el cristianismo en la cristiandad. Rodeados como estn por una excesiva ilusin y hallndose seguros a causa de ella, no tienen el valor de hacer que los hombres se den cuenta. Es decir, no son lo suficientemente abnegados con respecto a su causa. Se alegran de hacer proslitos, pero quieren hacerlos para fortalecer su causa, y, por tanto, no se preocupan de investigar cuidadosamente si son autnticos proslitos. Esto significa que, en un sentido ms profundo, no tienen causa. Su causa es aquella a la que estn egostamente ligados. De aqu que no se arriesguen a ir por entre los hombres en el sentido real, o apartarse de la ilusin por dar una impresin de la idea pura. Tienen el oscuro temor que es una cosa peligrosa obligar a la gente a darse cuenta en la verdad. Realmente, hacer que la gente se d cuenta en la falsedad es decir, inclinarse y restregarse ante ellos, halagarles, implorar su atencin y su juicio indulgente, someterse ( la verdad! ) a su plebiscito, se puede lograr sin

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    ningn peligro, por lo menos, aqu, en la tierra, donde, por el contrario, se logra con ventajas de todo tipo. Y, sin embargo, tal vez se logra tambin con el peligro de que algn da, en la eternidad, pueda uno ser suspendido .

    Y ahora, con referencia al supuesto-que es un vano concepto por parte de los muchos que se llaman a s mismos cristianos. Si un hombre vive en este concepto, vive dentro de categoras totalmente ajenas al cristianismo dentro de categoras puramente estticas, y si alguien es capaz de conquistarle y cautivarle con obras estticas y luego sabe cmo introducir lo religioso con tal prontitud que con el impulso de su abandono de lo esttico el hombre se encuentra ante las ms decisivas definiciones de lo religioso, qu ocurre entonces? Pues que entonces debe darse cuenta. Sin embargo, nadie puede decir de antemano lo que sigue a esto. Pero por lo menos se ve obligado a darse cuenta. Posiblemente volver en s y advertir lo que implica llamarse a s mismo cristiano. Posiblemente se enfurecer con la persona que se ha tomado esta libertad con l; pero por lo menos habr empezado a darse cuenta, estar en el punto de expresar un juicio. Posiblemente, para proteger su retirada, expresar el juicio que el otro es un hipcrita, un falsario, un tonto; pero no hay remedio, deber juzgar, habr empezado a darse cuenta.

    Normalmente se invierte la relacin; y se invirti realmente cuando el cristianismo se enfrent con el paganismo. Pero se prescinde totalmente del hecho de que la situacin estaba enteramente alterada por la nocin de cristiandad, que lo traspone todo a la esfera de la reflexin. En la cristiandad, el hombre que se esfuerza por conducir a la gente a ser cristiana, normalmente da todo tipo de seguridades de que l mismo es cristiano. Protesta de ello una y otra vez. Pero no observa

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  • que, desde el principio, ha existido una terrible confusin sobre este.punto; porque la gente a quien se dirige es ya cristiana. Pero si ya son cristianos aquellos a quienes se dirige, qu sentido puede tener el hacerles volverse cristianos? Si, por el contrario, no son cristianos, en su opinin, aunque ellos se llamen as, el mismo hecho de que ellos se llamen a s mismos cristianos demuestra que tenemos que habrnoslas con una situacin que requiere reflexin y que, por ello, la tctica debe ser totalmente contraria.

    Aqu no puedo extender ms la acuciante necesidad que la cristiandad tiene de la ciencia militar enteramente nueva, conseguida a travs de la reflexin. En varios de mis libros he dado sugerencias sobre los principales factores de esa ciencia, cuyo meollo se puede expresar en una sola frase: el mtodo debe ser indirecto. Pero el desarrollo de este mtodo puede requerir la atencin de aos, una atencin alerta a cada hora del da, diaria prctica de las escalas, o un paciente ejercicio de dedos en la dialctica sin hablar de un constante miedo y temblor. En la comunicacin del cristianismo, donde la situacin esta calificada por cristiandad, no hay una relacin directa o recta, puesto que tiene primero que ser dispuesta como un vano concepto. Toda la vieja ciencia militar, toda la apologtica y lo que lleva consigo, sirve ms bien hablando sinceramente para traicionar la causa del cristianismo. A cada instante y a cada punto debe adaptarse la tctica a una lucha que se lleva contra un concepto, una ilusin.

    De forma que cuando un autor religioso en la cristiandad, cuyo pensamiento absorbente es la tarea de llegar a ser cristiano, hace todo lo posible para que la gente se d cuenta (si lo logra o no es otra cuestin), debe empezar como escritor esttico y hasta un punto determinado debe mante-

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    uersie en este papel. Pero necesariamente debe haber un lmite; porque su objetivo es hacer que la gente se d cuenta. Y hay una cosa que el autor no debe olvidar: su propsito, la distincin entre esto y aquello, entre lo religioso como cosa decisiva y el incgnito esttico, para que el entrecruce de la dialctica termine en parloteo.

    EL CONJUNTO DE LA OBRA ESTETICA, CONSIDERADA EN RELACION CON EL TOTAL DE LA OBRA, ES UN ENGAO; ENTENDIENDO, SIN EMBARGO, ESTA PALABRA EN UN SENTIDO ESPECIAL

    Cualquiera que considere la obra esttica como la obra total y luego considere la parte religiosa desde este punto de vista, slo la podra considerar como un desfallecimiento, una disminucin. Ya he demostrado antes que el supuesto sobre el que se basa este punto de vista 110 se puede mantener. Ha quedado establecido all que desde un principio, y simultneamente con las obras publicadas bajo seudnimo, determinadas seales, llevando mi nombre, daban noticia telegrfica de lo religioso.

    Pero desde el punto de vista de toda mi actividad como autor, concebida ntegramente, la obra esttica es un engao, y en eso estriba la ms profunda significacin del uso de seudnimos. Un engao, sin embargo, es una cosa muy fea. A esto yo podra responder: Es preciso no dejarse engaar por la palabra engao . Se puede engaar a una persona por amor a la verdad, y (recordando al viejo Scrates) se puede engaar a una persona en la verdad. Realmente slo por este medio, es decir, engandole, es posible llevar a la verdad a uno que se halle en la ilusin. Quienquiera rechace esta opinin, pone de manifiesto el he

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  • cho de que no est muy versado en dialctica y que esto es precisamente lo que se necesita de modo especial cuando se opera en este campo. Porque hay una inmensa diferencia, una diferencia dialctic, entre estos dos casos.* el caso de un hombre que es ignorante y va a recibir una porcion de conocimiento, de forma que es como un vaso vacio al que hay que llenar, o una hoja de papel en blanco sobre la que hay que escribir aleo y el^ caso de un hombre que se halla bajo una ilusin de la que es antes preciso librarle. Igualmente es diferente escribir sobre una hoja de papel en blanco y poner de manifiesto, mediante la aplicacin de un lquido custico, un texto que est escondido bajo otro texto. Suponiendo, pues, que una persona es vctima de una ilusin, y que para comunicarle la verdad lo primero que hay que hacer es arrancarle de la ilusin, si yo no empiezo engandole, debo comenzar con la comunicacin directa. Pero la comunicacin directa presupone que la capacidad del receptor para recibirla no se halle alterada. Pero ste no es el caso, ya que se interpone en el camino una ilusin. Es decir, ante todo hay que usar el liquido custico. Pero este lquido custico significa su negatividad, y la negatividad entendida en relacin con la comunicacin de la verdad es precisamente lo mismo que el engao.

    Qu significa, pues, engaar ? Significa que no se debe empezar directamente con la materia que uno quiere comunicar, sino empezar aceptando la ilusin del otro hombre como buena. As, pues (para mantenernos dentro del tema del que se trata especialmente aqu), no se debe empezar de este modo: yo soy cristiano; t no eres cristiano. Ni tampoco se debe empezar as: estoy proclamando el cristianismo; y t ests viviendo dentro de categoras puramente estticas. No, se debe empezar de este modo: vamos a hablar de estetica. El engao estriba en el hecho de que uno

    habla de ella simplemente para llegar al tema religioso. Pero, en el caso que suponemos, el otro hombre se halla bajo la ilusin de que lo esttico i'S el cristianismo: porque, piensa, yo soy cristiano y, sin embargo, l vive en categoras esteticas.

    Aunque, a pesar de eso, muchos prrocos consideran este mtodo totalmente injustificable, y muchos tambin son incapaces de manejarlo (no obstante que todos ellos, de acuerdo con sus propias afirmaciones, estn acostumbrados a usar el mtodo socrtico), yo, por mi parte, me adhiero tranquilamente a Scrates. Es cierto, no era cristiano, lo s, y, sin embargo, estoy totalmente convencido de que lo hubiera sido. Pero era un dialctico, todo lo conceba en trminos de reflexin. Y la cuestin que aqu nos ocupa es puramente dialctica, es la cuestin de usar la reflexin en la cristiandad. Estamos tratando aqu de dos magnitudes cualitativamente diferentes; pero en un sentido formal puedo llamar perfectamente a Scrates mi maestro, mientras que solo he credo, y slo creo, en Uno: Nuestro Seor Jesucristo.

    B. EL POS TSCRIPTUM

    Constituye, como ya he dicho, el punto decisivo de toda mi obra como escritor. Presenta el problema , el de llegar a ser cristiano. Siendo toda la obra escrita bajo seudnimo, la obra esttica, la descripcin de un camino que una persona puede tomar para llegar a ser cristiano (a saber, fuera de lo esttico para llegar a ser cristiano), sta describe el otro camino (a saber, fuera del Sistema, de la especulacin, etcetera, para llegar a ser cristiano).

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  • C. LA OBRA RELIGIOSA

    He podido expresarme muy brevemente, incluso con respecto al Postscriptum, ya que este libro no presenta ninguna dificultad cuando el punto de vista de la obra literaria en su conjunto es que el autor es un autor religioso. La nica cosa que requera explicacin era la cuestin de cmo, partiendo de este supuesto, haba que concebir la obra esttica. Y por tanto, partiendo de este supuesto, la ltima seccin, la obra puramente religiosa, que desde luego establece punto de vista, no requiere explicacin.

    CONCLUSION

    A qu viene a parar todo eso, cuando el lector rene los puntos de que se ha tratado en los anteriores prrafos? Significa que ste es un trabajo literario, cuyo pensamiento total es la tarea de llegar a ser cristiano. Pero es un trabajo literario que entiende desde el principio y sigue consecuentemente, la implicacin del hecho de que la situacin es cristiandad una modificacin reflexiva y de ah quedan transformadas en reflexin todas las relaciones del cristianismo. Llegar a ser cristiano en la cristiandad significa, o bien llegar a ser lo que uno es (la interioridad de la reflexin o el llegar a ser interior a travs de la reflexin), o bien significa que lo primero es desembarazarse de los lazos de la propia ilusin, lo cual es tambin una modificacin reflexiva. Aqu no hay lugar para la vacilacin o la ambigedad del tipo que corrientemente se observa en todas partes cuando uno no sabe y no puede llegar a saber si uno se encuentra en el paganismo, si el prroco es un misionero en este sentido, o dnde se encuentra uno. Aqu no se echa de

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    menos lo que generalmente falta, a saber, una definicin categricamente decisiva y una decisiva expresin para la situacin: predicar el cnstiams- mo en la cristiandad. Todo esta puesto en Lrminos de reflexin. La comunicacin esta condicionada por la reflexin, de donde es comunicacin indirecto. La comunicacin esta caracterizada por la reflexin y, por tanto, es negativa, nadie dice que sea cristiano en un grado extraordinario ni alega que tiene revelaciones (todo lo cual corresponde a una comunicacin inmediata y directa)- sino al contrario, hay uno que afirma qul no es cristiano. Es decir, el comunicante esta detrs del otro hombre, ayudndole negativa mente- aunque, si realmente logra ayudar a alguieX es^ otra cuestin. El problema en si es un problema de reflexin: llegar a ser cristiano.. . cuando uno es cristiano de cierto modo.

  • CAPITULO II

    LA DIFERENCIA DE MI MODO PERSONAL DE EXISTENCIA CORRESPONDE A LA DIFERENCIA ESENCIAL DE MIS OBRAS

    En esta poca, y realmente en muchas pocas pasadas la gente ha perdido casi de vista el hecho de que la profesin de escritor es, y debe ser, una vocacin seria que implica un modo adecuado de existencia personal. La gente no se da cuenta de que la prensa en general, como expresin de la comunicacin abstracta e impersonal de ideas, y la prensa diaria en particular, a causa de su formal indiferencia con respecto a la cuestin de si aquello de que informa es cierto o falso, contribuye enormemente a la desmoralizacin general, por razn de que lo impersonal, lo cual, en su mayor parte, es irresponsable e incapaz de arrepentimiento, es esencialmente desmoralizador. No advierten que la anonimidad, como la ms absoluta expresin de lo impersonal, lo irresponsable, es una fuente fundamental de la moderna desmoralizacin. Por otro lado, 110 piensan que el anonimato podra ser contrarrestado de forma muy simple y que la impersonalidad de la comunicacin impresa sera un correctivo total, si la gente volviera simplemente a la antigedad y aprendiera lo que significa ser un hombre personal individual, ni ms ni menos, cosa que, sin duda, hasta un escritor, ni ms ni menos, lo es tambin. Esto est perfectamente claro. Pero en nuestra edad, que tiene por sabidura lo que es realmente

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  • el 'meollo de la iniquidad, a saber que uno no se preocupa del comunicante, sino solamente de la comunicacin, de lo objetivo solamente, en nuestra edad, repito, qu es un escritor? Un escritor es, con frecuencia, simplemente na x, incluso cuando firma con su nombre; algo absolutamente impersonal, que se dirige abstractamente, con la ayuda de la imprenta, a miles y miles de personas, mientras l permanece oculto y desconocido, viviendo una vida tan escondida, tan annima como es posible para una vida, seguramente para no poner de manifiesto la demasiado clara y flagrante contradiccin entre los prodigiosos medios de comunicacin empleados y el hecho de que el autor es slo un individuo; tal vez tambin por miedo al control que en la vida prctica siempre se puede llevar a cabo sobre cualquiera que desea amaestrar a los dems y que tiende a ver si su existencia personal corresponde a su comunicacin. Pero sobre todo esto, que merece la ms seria atencin por parte de uno que quiera estudiar la desmoralizacin del Estado moderno, no puedo entretenerme aqu.

    A. EL MODO PERSONAL DE EXISTENCIA EN RELACION CON LAS OBRAS ESTETICAS

    Me refiero ahora al primer perodo de. mi profesin de escritor y a mi modo de existencia. Era un autor religioso, pero haba empezado como autor esttico; y esta primera etapa fue de incgnito y engao. Iniciado muy temprana e intensamente en el secreto de que Mundus vult decipi, no estaba en situacin de poder desear seguir esas tcticas. Ms bien lo contrario. En m se trataba de una cuestin de engaar inversamente en la mayor escala posible, empleando hasta lo ltimo el conocimiento que tena de los hombres, de sus debilidades y de sus estupideces, no para aprovecharme de ellas, sino para ayudarme a m mismo

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    y debilitar la impresin que yo causaba. El secreto del engao que conviene al mundo que quiere ser engaado consiste en parte en formar una camarilla con todo lo que lleva consigo, en afiliarse a una u otra de esas sociedades para la admiracin mutua, cuyos miembros se apoyan unos a otros con la lengua y con la pluma en persecucin de beneficios mundanos; y consiste en parte en ocultarse uno mismo de la muchedumbre humana, en no ser nunca visto al objeto de producir un efecto fantstico. As, pues, yo tena que hacer exactamente lo contrario. Yo tena que existir en un absoluto aislamiento y deba proteger mi soledad; pero al mismo tiempo tena que esforzarme en ser visto a cada hora del da, en vivir como si estuv