Kilo Metros más allá de la chingada - Varios

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 MIL KILOMETROS MAS ALLA DE LA CHINGADA *  Gerardo Cornejo Murrieta* El detonante de esta aventura lo encendió el Instituto Sonorense de Cultura cuando  programó una conferencia mía en el XVII Festival Alfonso Ortiz Tirado de la ciudad de Alamos. Complacido por visitar una vez mas la más septentrional de las ciudades coloniales del continente, fui alojado en una pequeña pensión llena de gracia arquitectónica y habitada toda por el arte. Allí ocurrió mi descubrimiento de uno de los lugares más remotos y sorprendentes del vasto norte mexicano. Resulta que dicha pensión, llamada "Los Amigos", es manejada por un gringo atípico llamado Jaime Toevs quien, con la ayuda de Irma Barreras, ha hecho del lugar un pequeño centro cultural donde puede encontrarse una cuidadosa selección de mapas mexicanos, libros, postales, muebles, regalos artísticos, etc. y que cuenta con una galería en la que se exhibe de manera permanente la ya famosa cerámica de un borroso pueblo de adobe que navega semiperdido en la oceánica llanura del noroeste de Chihuahua llamado: Juan Mata Ortiz. Con gentileza anfitrióni ca, Jaime me enseñó una por una las piezas en exhibición (y en venta) y….. y allí comenzó la cosa porque el pobre tuvo que aguantar mi andanada de  preguntas a las que respondió c on sabia paciencia. Y sucedió que en cuanto empezó a  platica rme sobre el origen de aquella alfarería su entusias mo comenzó a prender y a crecer hasta terminar en el relato emocionado de una relación casi amorosa entre él y aquel reguero de construcciones carcomidas por el viento. Resulta que hace unos cuantos años, el aventurero, cazador de arte y comerciante cambalachero de Jaime, se enteró de que hacía cuarenta años, un leñadorcito de catorce  primavera s llamado Juan Quezada deambula ba por las colinas qu e rodean esa comunidad tomando descansos intermitentes en las cuevas de la región, cuando descubrió unos restos de cerámica que llamaron fuertemente su atención por sus raros diseños, sus elaborados dibujos, sus variados colores y, sobre todo, por la notable riqueza de figuras que representaban. Y entre mas piezas encontraba mas se removía su curiosidad y mas crecía su admiración por la belleza y la gracia artística de aquellas vacijas que, seguramente, habían sido elaboradas por una cultura milenaria ya desaparecida. Aquello fascinó de tal manera al  joven Juan que durante los siguientes veinte años se dedicó a desmadejar aquel misteri o por medio de experimentos con diferentes tipos de barros y de pinturas hasta dominar poco a  poco las combina ciones de materi ales , las técnica s de quemado y la variedad de dise ños de aquel arte que los antiguos artistas de la cultura Paquimé y Casas Grandes habían guardado en secreto durante seiscientos años para que un leñadorcito predestinado viniera a *  Ponencia-relato -aventura presentada en el XVI Simposio de la Sociedad Sonore nse de Historia: De tierra, cal y canto (tema “Anécdotas, Aconteceres y Vida Cotidiana”) Hermosillo, Sonora, Noviembre 24 de 2003.

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Reportaje acerca de las guerras apache en Chihuahua, México, acerca de Juan Mata Ortíz, uno de los manos derecha de Joaquín Terrazas, el asesino de Victorio

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  • MIL KILOMETROS MAS ALLA DE LA CHINGADA*

    Gerardo Cornejo Murrieta*

    El detonante de esta aventura lo encendi el Instituto Sonorense de Cultura cuando program una conferencia ma en el XVII Festival Alfonso Ortiz Tirado de la ciudad de Alamos.

    Complacido por visitar una vez mas la ms septentrional de las ciudades coloniales

    del continente, fui alojado en una pequea pensin llena de gracia arquitectnica y habitada toda por el arte.

    All ocurri mi descubrimiento de uno de los lugares ms remotos y sorprendentes del

    vasto norte mexicano. Resulta que dicha pensin, llamada "Los Amigos", es manejada por un gringo atpico

    llamado Jaime Toevs quien, con la ayuda de Irma Barreras, ha hecho del lugar un pequeo centro cultural donde puede encontrarse una cuidadosa seleccin de mapas mexicanos, libros, postales, muebles, regalos artsticos, etc. y que cuenta con una galera en la que se exhibe de manera permanente la ya famosa cermica de un borroso pueblo de adobe que navega semiperdido en la ocenica llanura del noroeste de Chihuahua llamado: Juan Mata Ortiz.

    Con gentileza anfitrinica, Jaime me ense una por una las piezas en exhibicin (y

    en venta) y.. y all comenz la cosa porque el pobre tuvo que aguantar mi andanada de preguntas a las que respondi con sabia paciencia. Y sucedi que en cuanto empez a platicarme sobre el origen de aquella alfarera su entusiasmo comenz a prender y a crecer hasta terminar en el relato emocionado de una relacin casi amorosa entre l y aquel reguero de construcciones carcomidas por el viento.

    Resulta que hace unos cuantos aos, el aventurero, cazador de arte y comerciante

    cambalachero de Jaime, se enter de que haca cuarenta aos, un leadorcito de catorce primaveras llamado Juan Quezada deambulaba por las colinas que rodean esa comunidad tomando descansos intermitentes en las cuevas de la regin, cuando descubri unos restos de cermica que llamaron fuertemente su atencin por sus raros diseos, sus elaborados dibujos, sus variados colores y, sobre todo, por la notable riqueza de figuras que representaban. Y entre mas piezas encontraba mas se remova su curiosidad y mas creca su admiracin por la belleza y la gracia artstica de aquellas vacijas que, seguramente, haban sido elaboradas por una cultura milenaria ya desaparecida. Aquello fascin de tal manera al joven Juan que durante los siguientes veinte aos se dedic a desmadejar aquel misterio por medio de experimentos con diferentes tipos de barros y de pinturas hasta dominar poco a poco las combinaciones de materiales, las tcnicas de quemado y la variedad de diseos de aquel arte que los antiguos artistas de la cultura Paquim y Casas Grandes haban guardado en secreto durante seiscientos aos para que un leadorcito predestinado viniera a

    * Ponencia-relato-aventura presentada en el XVI Simposio de la Sociedad Sonorense de Historia: De tierra, cal y canto (tema Ancdotas, Aconteceres y Vida Cotidiana) Hermosillo, Sonora, Noviembre 24 de 2003.

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    redescubrirlo, revivirlo y rescatarlo para los nuevos tiempos. "Hacia principios de la dcada de 1970 -cuenta Jaime- Juan estaba haciendo ya alfarera parecida a la de los antiguos artesanos, y un buen da, vendi tres de sus piezas al dueo de una Tienda de Viejo en Demming, Nuevo Mxico, donde mas tarde fueron descubiertas por un Antroplogo Social californiano llamado Spenser MacCallum. Este fue tan atrado por las ollas que decidi no descansar hasta dar con quien las haba fabricado. Su bsqueda lo llev a Palomas, Las 40 Casas, El Milagro y Casas Grandes -contina Toevs- hasta finalmente recalar en Mata Ortiz y dar con con Juan Quezada".

    De all en adelante la historia se desmadeja en una espiral de mutuo descubrimiento

    entre Spenser y Juan que los llev a trabajar juntos por mas de siete aos. Esto posibilit la salida de Juan y su obra cermica hacia el mundo externo del arte y sus piezas comenzaron a exponerse primero en galeras y museos de los Estados Unidos y despus en el museo del Vaticano y otros grandes museos del mundo. No sera sino una dcada mas tarde cuando la comunidad artstica nacional lo descubriera y cuando recibiera de manos del presidente Zedillo la medalla de oro y el Premio Nacional de Ciencias y Artes 1999. Previamente, la revista Artes de Mxico haba dedicado su nmero 45 (de mayo de 1999) a la publicacin de una estupenda coleccin de fotografas de las piezas y el lugar y de una apasionante coleccin de artculos sobre aquel renacimiento alfarero escritos por conotados antroplogos como Betriz Braniff, Walter P. Parks, Spenser H. MacCallum, Bill Gilbert, Marta Turok y Jim Hills.

    Uno pensara entonces que tal xito mareara a un joven pueblerino de escasa

    escolaridad de segundo de primaria y que l atesorara desde entonces los secretos de su oficio para aprovecharlos slo para su beneficio personal.

    Pero result que Juan hizo exactamente lo contrario pues en lugar de cerrar un crculo

    defensivo en torno suyo, lo abri primero a los de su familia y luego a sus amigos y vecinos hasta ocasionar una verdadera explosin artstica y una bonanza econmica que poco a poco se fue extendiendo hasta beneficiar a unas 300 familias que ahora laboran en esa actividad. Esto significa que actualmente casi la mitad de la poblacin de Mata (de 2000 habitantes) subsiste del famoso oficio de "las ollas pintas" como las llamaron cuando Juan las descubri y revivi.

    Hasta aqu llega lo relatado por Jaime y aqu comienza mi entrada en la escena de

    Mata Ortiz porque.. porque apenas terminaba l su relato cuando yo le

    lanzaba la carnada de escribir un texto sobre el asunto si l aceptaba viajar de Alamos a mi cabaa de Ycora para comenzar de all el viaje hacia la magia de la alfarera. Toevs acept de inmediato el reto y, como si aquello fuera un duelo de pistola, ambos desenfundamos nuestras respectivas agendas y a la voz de "para luego es tarde" acordamos da (doce), el mes (febrero) y el ao (2001).

    Y a las doce y media del da sealado, Jaime bajaba del autobs en la estacioncita yecorea.

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    Llovi toda la noche (entre mangas arrulladoras y rfagas sobresaltantes) lo cual no impidi que a las cinco de la maana aventara un zapato hacia el tapanco para despertar a Jaime. Baj de inmediato y emprendi una terca lucha para atizar la chimenea que opona la resistencia de la lea humedecida. Y a las seis ya bamos rumbo a Chihuahua en medio de una lluvia intermitente y de espesos bancos de niebla.

    Pasamos Basaseachic, Tomochic y Ro Verde, y antes de llegar a La Junta, nos

    desviamos hacia ciudad Guerrero. Y para las doce ya dbamos cuenta de un merecido almuerzo en "La Cava" de Paco y Alma Cervantes amigos de Jaime.

    Y de all en adelante se despleg ante nosotros el reguero de distancias que se

    dispersan en valles lunares bordeados por cadenas montaosas paralelas que corren de norte a sur. Engullendo lejanas, pasamos por Matachi y Temsachi para luego dejar ciudad Madera hacia la izquierda e ir a salir a Gmez Faras desde donde seguimos a Zaragoza y atravesamos la sierra de La Catarina (apodada "La Matarina" por tantos ve hculos como se han desbarrancado en sus voladeros) hasta bajar a Buenaventura.

    De all en adelante se extendi frente a nosotros, ilimitado, el reino de la sequedad, la

    polvadera, la peladumbre territorial, la carencia vegetal y la predominancia del vaco. Estbamos entrando al desierto chihuahuense.

    Finalmente, y despus de interminables rectas anestsicas, llegamos a Nuevo Casas

    Grandes que interrumpe la vacuidad territorial circundante con sus sembrados y sustituye la escasez con su dinmica de come rcio y comunicaciones. Una pausa para una visita a la primera galera (que all vende cermica de Mata Ortiz) para revisar novedades, existencias y precios y luego seguir al viejo Casas Grandes donde visitaramos tres talleres con el mismo propsito.

    Habamos viajado once horas y el da se acababa, as que la emprendimos de

    inmediato hacia mas all: hacia la colonia mormona de Jurez. Y ya estbamos casi al final del mundo, por eso all se acababa el pavimento y nosotros entrbamos en un camino "de primera", pero de primera velocidad porque los hoyos, de una variedad aritmtica, cubran toda la superficie convirtindolo en un va crucis machacariones. Para el colmo, una lluvia extraviada se nos vino encima y la hoyanquera se convirti en charquera por lo que cada vehculo que encontrbamos nos baaba de un lodo lquido y pegajoso que haca ver a mi camioneta como un zapo lodomorfo emergiendo de su hibernacin invernal. Avistamos entonces el ejido de San Diego que, perdido en la llanura, rodea una de las grandes haciendas de Terrazas cuyo edificio, de gran dignidad y belleza, pide a gritos una piadosa restauracin.

    Y el mentado Mata Ortiz no apareca por ningn lado. Una llanura desolada limitada al occidente por la primera cadena de montaas de la

    Cordillera Madre y al oriente por la sierra aislada de El Indio (impresionante formacin rocosa que semeja un gigantesco perfil indiano) nos desparram la mirada por sobre el yermo vaco y.. Y el dichoso Mata que no llegaba nunca.

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    Jaime me replica entonces que ya merito llegamos, pero como me viene diciendo eso desde hace horas, lo nico que se saca es que le lance por primera vez el reclamo de que: "nunca me dijiste que este pinche pueblo estuviera situado a MIL KILOMETROS MAS ALL DE LA CHINGADA".

    Y la noche se nos viene encima.. y, por fin.. hacemos nuestra entrada a un

    reguero de casas de adobe carcomido por el sol y mordido por el viento. De varios postes salteados cuelgan focos empalomillados que reparten una luz anmica. Todava traficamos entre callejuelas y escombros antes de ubicar el hotelito que por no tener letrero bautizo como el Hotel sin Nombre. Hemos llegado al fin del mundo.

    Y todava Jaime me dice que le gustan los lugares terminales por donde nadie pasa

    porque estn al final de la hebra y a ellos se va por decisin y por motivo y.. y porque algo tienen que ofrecer. Me revelo de inmediato pero l me calma dndome el ejemplo de Alamos.

    A la maana siguiente ante un sabroso desayuno, preparado por tres amables

    anfitrionas de la cocina del Hotel sin Nombre, y al mirar el paisaje vasto y vaco de afuera, le receto a Jaime la historia de cmo, porqu y cundo vino a nacer este pueblo en estos confines (lo he consultado en sendos mamotretos histricos de Chihuahua en mi cabaa, para prepararme para el viaje)

    Resulta que durante el ltimo cuarto del siglo XIX un potentado canadiense (segn unos), ingles (segn otros), concibi la idea de instalar en aquel lugar un enorme complejo industrial-maderero aprovechando las condiciones de excepcin que le ofreca Porfirio Daz y el ramal de ferrocarril que corra desde Casas Grandes, en el norte, hasta Madera y La Junta, en el sur, donde se conectara con el transcordillera. La cercana de la Sierra Madre le aseguraba una inagotable fuente de materia prima y la desocupacin crnica una inacabable abundancia de mano de obra minusbarata. As que el gobierno le construy la estacin del tren (que todava subsiste) y l levant el aserradero, el complejo industrial beneficiador de madera y las casas para los ingenieros extranjeros. Y, la comunidad resultante recibi su nombre: Frederik Stark Pearson.

    Y se desat la fiebre de la madera en la regin. Pero la bonanza no dur mucho. Vino la revolucin, don Porfirio cay, las

    concesiones de la dictadura se suspendieron y.. y sobrevino la retirada de Pearson quien se fue con su msica a Tampico.

    Sin embargo, la comunidad sobrevivi como un casero de pastores y leadores que

    sobrellevaban sus carencias a la vista de los esqueletos semiderrudos de las viejas instalaciones. Fue su poca de pueblo fantasma durante la cual la poblacin disminuy drsticamente hasta que la revolucin la dot como ejido y la afianz como fundo ganadero. Solo le quedaba la secuela negativa de su nombre por lo que se decidi cambiarlo por el de Juan Mata Ortiz.

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    Y, yo no s. yo no s si la historia le haya jugado una broma al cambiar el nombre de un rapaz depredador de bosques y explotador de hombres, por el de un desalmado cazador de apaches, vendedor de cabelleras, lugarteniente incondicional del cazaindios mayor (el Coronel Joaqun Terrazas), traidor de pactos de guerra, sitiador del campamento del jefe indio Victorio y finalmente autor de una de las carniceras mas despiadadas (de hombres, mujeres, ancianos, nios y perros) de la histor ia de Chihuahua: la de Tres Castillos.1

    Que este engendro militar haya recibido por fin su merecido cuando los guerreros

    apaches lo arrojaron vivo a la pira donde incineraban a sus cados,2 no quita que su memoria sea muy poco honrosa para un pueblo que parece ignorar el estigma de su nombre.3

    Pero al fin, all estbamos y haba que salir temprano a visitar a los innumerables

    talleres alfareros. La mayora de los artesanos son amigos de Jaime, as que le permiten hacer su seleccin y compra de piezas con toda amabilidad y paciencia. Fue as que pasamos el da entero de una casa a otra, saltando charcos y toreando perros hasta completar una larga jornada de comercio y simpata. Y digo esto porque Jaime se pasea por Mata Ortiz repartiendo y recibiendo afecto y comprando de una manera que solo a l le reservan. Es una compraventa de precios justos para ambos, de sonrisas, saludos e invitaciones a tomar caf. Y es que los habitantes de Mata, saben de su amor por el lugar y de su aprecio por las famosas "ollas pintas" hechas con tanta paciencia y sentido artstico. Por eso es que consiguen esa policroma filigranada de colores, formas y texturas que las han hecho tan valiosas. Y es que ellos no slo trabajan para subsistir sino para buscar la perfeccin y la be lleza de sus piezas. Esa es la razn de que cada una deba ir firmada por el artista que la elabora y de que cada familia haya desarrollado sus propias tcnicas, combinaciones de barros, diseos y estilos propios. As, se distingue las ollas de la "dinasta " Quezada, las de Leno Lpez (con su tcnica de raspado), las de Alonso Ortz (con su cara de venado sorprendido) las de Macario Ortiz (con su cara de nio grande y su trenza) las de la familia de doa Irma (cuya voz podra romper cristales y a quien inmediatamente bautic con el mote Renata Tevaldi) las de. Villava, Mora, Bauelos, Vaca, Silveira, Sandoval, Gonzlez, Escrcega, Bugarini, Gallegos, Domnguez, Corona, Almeira, etc., etc. Y todo con el nico fin de adornar, de embellecer, de agradar. Nada, absolutamente ninguna pieza, es pensada para un uso prctico utilitario. Su destino es exclusivamente esttico.

    Lstima grande que ninguno haya reparado en el lento y pregresivo dao proveniente

    del fino polvillo que se desprende de las piezas durante el proceso de lijada y que nadie est

    1 "Cuando el jefe apache fue muerto por Mauricio Corredor" (que consum la traicin de Mata) "en 1880, en Tres Castillos, las partidas de apaches no pasaban de 50 miembros, pero las madres y las ya casi extintas comunidades indias se negaban a la claudicacin. Con J y Jernimo terminara la resistencia" (Crnicas Chihuahuenses. Pedro Gmez. Edicin de Autor, Chihuahua, 1992 pg. 22) 2 "El indio J con sus apaches siti y dio muerte a Mata Ortiz y sus hombres en el Puerto de Chocolate, Chihuahua" (Ibdem pg. 106) 3 "La traicin intentada por Mata Ortiz contra J en mayo de 1882 (que meses despus le hara perder la vida por el atroz medio del fuego lento) reaviv el odio de los apaches contra sus exterminadores" (Ibdem, pg. 106).

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    tomando ninguna medida para protegerse de su efecto aunque algunos ya se quejan de los ojos y de la tos resultante.

    Pero faltaba el cumplimiento de la promesa de Jaime de presentarme a Don Juan

    Quezada en su mera cueva alfarera. Pero como era ya muy tarde y muy fro, nos regresamos al Hotel sin Nombre y nos despachamos una cena tempranera con sendos tequilas aejos.

    Al da siguiente fuimos directo a su galera y tuvimos la suerte de encontrarnos con doa Virginia quien despus de saludar con afecto a Jaime fue directo al taller y nos trajo nada menos que al mismo don Juan.

    Unas cuantas preguntas me bastaron para saber que estaba frente a un artista

    desprovisto de toda vanidad, lleno de generosidad y poseedor de un rostro que parece personificar la afabilidad y la salud espiritual. Sus treinta y un aos en el oficio le han dado una maestra que reparte entre sus ocho hijos y sus hermanos y hermanas. Protagonista central de aquel renacimiento de barro, de aquel milagro alfarero y de aquella explosin de fiebre creativa, no se duerme en sus laureles y contina sus excavaciones en busca de nuevos barros con los cuales alimentar sus incansables experimentos y sus estudios sobre las impurezas de los polvos. Es un hombre de barro bien cocido que todava va por las montaas recogiendo piedras para extraerles sus colores y que se remonta hacia las cuevas donde consigue sus escasos descansos y donde recarga sus bateras anmicas.

    Me desped de l con la promesa de regresar para sostener una conversacin mas

    larga y lo amenac con enviarle uno de mis libros. Mientras Jaime perda la chaveta comprando piezas para su galera de lamos, quise

    apartarme un rato y caminar por el pueblo. No me hicieron falta muchas observaciones para darme cuenta de que Mata Ortz era uno de los candidatos naturales para competir con ventajas en el "desconcurso" que invent en uno de mis cuentos y que relata una "contracompetencia" cerrada de varios pueblos por el ttulo nacional del poblado mas horroroso del pas (y en el cual el mo, Villa Jurez, Sonora, lleg a semifinales). Pues resulta que Mata, puede aspirar a finalista gracias a sus tiraderos de todo, seguramente debidos a su evidente actitud de: "avintalo pafuera", de "djalo por hi", de "aplalo all atrs", de. que lo han convertido en un basurero con tamao de pueblo en el que predominan las bolsas de plstico que se desparraman a kilmetros a la redonda y que al adherirse a los huizaches espinosos y a los mezquites enanos, forman un basurero movedizo que revuelven los remolinos terregosos y que rodean con su desorden a la comunidad. Y aquella es una comunidad petreo-telrica en cuyas construcciones predominan la piedra y la tierra compactada por la adobera. Sobre todo esta ltima que constituye el paisaje urbano-rural del pueblo: casas en pi, casas en escombros, vigas boleadas, canteras cortadas a jaibica, paredes de enjarres descarapelados, charcos barrialosos y, sobre todo, el barro, barro y ms barro (en las casas, en las vacijas, en las suelas.....). Luego est la mezcla indiscriminada de estos materiales con los llamados modernos que afean a los tradicionales formando una capirotada de elementos constructivos endgenos y exgenos. Por eso uno no puede dejar de pensar en las realidades apabullantes de la manera actual de construirnos nuestros hbitats urbanos. Parece que la construccin se modifica cada vez con ms

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    velocidad (se duele Rodolfo Castro)4, los modernos edificios se construyen para ser demolidos por eso la creacin arquitectnica actual es ms efmera, pasajera y desechable, y se vuelve decrpita tan pronto. Y yo agrego que tal vez sea porque la permanencia parece no importar porque la industria constructora necesita de la obsolescencia para poder seguir produciendo su construccin de consumo, chatarra y desecho que luego causan tantos desastres al desplomarse por cualquier movimiento telrico o meteorolgico. Me maravillo del acto de construir (otra vez Rodolfo Castro) y me asombro de la debilidad de las construcciones, como que hay que estar sostenindolas con horquetas.

    Y luego est el ventarrn rajacaras que con su glida violencia nos meti a patadas a

    la camioneta cuando intentamos una caminata por los alrededores. Y mirando aquel entorno, uno no puede dejar de preguntarse cmo es que en medio

    de esta desolacin, lejana y abandono haya podido producirse esta fiebre creativa, esta explosin de arte, esta persecucin de la belleza?; Cmo es que en medio del desorden y el tiradero ha enraizado la tradicin del barro, la bsqueda de la perfeccin y el afn por pintar los sueos? Cmo es que entre la rudeza geogrfica y climtica haya podido prender la ternura del pincel y el cultivo del talento?

    Y mientras uno regresa con estas preguntas a flor de mente (con siete cajas repletas

    de piezas y con una suave alegra interior) ellos se quedan all tranquilos, sin ganas de irse a ninguna parte porque aman el lugar, sin temor de perder su sentido del humor (hay un changarro que se lla "Super Matajri" un perro que, segn don Ernesto, come piedras, esconde cmaras fotogrficas y toca puertas en la noche, dando alarma falsa, para que cuando le abran meterse corriendo e irse a echar cerca de la chimenea, un burro que solo bebe cerveza, una lechuza que lee, un loro zapatista, un viento que se queja, un.) contentos con su destino, ocupados con su arte y. y sin importarles un rbano que yo opine que Mata Ortiz est a MIL KILOMETROS MAS ALL DE LA CHINGADA.

    *Profesor-investigador de la Lnea de Estudios Humansticos de El Colegio de Sonora, [email protected]

    4 Castro Rodolfo: La intencin de leer, la intencin de narrar. Paidos, Mxico 2003.