King Stephen - Antes Del Espectaculo

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Stephen King

ANTES DEL ESPECTCULO

Escena I: El Tercer Piso de un Hotel de Temporada

En Decadencia

ERA EL 7 DE OCTUBRE DE 1922, y el Hotel Overlook haba cerrado sus puertas por una temporada ms. Cuando reabri a mediados de Mayo de 1923, lo hizo bajo una nueva administracin. Lo haban comprado dos hermanos llamados Clyde y Cecil Brandywine, unos buenos muchachos con ms del viejo dinero del ganado y del nuevo dinero del petrleo, de lo que podan pensar que tenan.

Bob T. Watson se encontraba de pie ante el enorme ventanal de la Suite Presidencial y miraba las ascendentes cumbres de las Rocosas, donde los lamos haban perdido casi todas sus hojas, y esperaba que los hermanos Brandiwine fracasaran. Desde 1915, el hotel haba sido propiedad de un hombre llamado James Parris. Parris haba iniciado su vida profesional como un simple abogadillo, en 1880. Uno de sus amigos cercanos obtuvo un ascenso a la presidencia de una gran ferroviaria del oeste, un ladrn de rango entre ladrones de rango. Parris se volvi rico a expensas de su amigo, pero no posea nada su colorida extravagancia. Parris era un hombrecillo triste, con el ojo casi siempre metido en un juego de libros de contabilidad. De cualquier forma hubiera vendido el Overlook, pensaba Bob T. Watson mirando por la ventana. Al bastardo abogadillo se le haba ocurrido morirse antes de poder hacerlo.

El hombre que haba vendido el Overlook a James Parris haba sido el propio Bob T. Watson. Uno de los ltimos gigantes de Occidente que surgi en los aos 1870-1905, Bob T. Provena de una familia que haba amasado una inestable fortuna gracias a la plata cerca de Placer, Colorado. Perdieron la fortuna, la recuperaron mediante la especulacin en ferrocarriles, y volvieron a perder casi toda durante la depresin del 93-94, cuando el padre de Bob T. fue baleado en Denver por un hombre sospechoso de pertenecer al crimen organizado.

Bob T. recuper la fortuna por s mismo, sin ayuda, entre los aos de 1895 a 1905, y haba comenzado a buscar algo, algo perfecto, para coronar su logro. Tras dos aos de pensar cuidadosamente (en ese nterin se haba comprado a un gobernador y a un representante del Congreso de los EUA), haba decidido, al modesto estilo Watson, construir el mejor hotel en Amrica. Se apostara en la cumbre de Amrica sin nada ms alto en los alrededores, excepto el cielo. Sera el campo de juegos para los ricos nacionales e internacionales la gente que tres generaciones ms tarde, se conocera como super-ricos.

La construccin comenz en 1907, a cuarenta millas al oeste de Sidewinder, Colorado, y la supervis el propio Bob T.

Y sabes una cosa? dijo Bob T. en voz alta a la suite del tercer piso, que era el mejor conjunto habitacional en el mejor hotel de temporada de Amrica. Despus de eso nada sali bien. Nada.

El Overlook lo haba vuelto viejo. Tena cuarenta y tres aos cuando abrieron el terreno en 1907, y dos aos ms tarde, cuando la construccin se complet (demasiado tarde como para poder abrir las puertas del hotel, sino hasta 1910), ya estaba calvo. Haba desarrollado una lcera. Uno de sus dos hijos, el que ms amaba, el que estaba destinado a llevar el estandarte de los Watson hacia el futuro, haba muerto en un estpido accidente ecuestre.

Boyd haba intentado hacer saltar a su pony sobre una pila de maderos donde ahora estaba el jardn de setos, y el pony se haba pillado las pesuas traseras y se haba roto la pata. Boyd se haba roto el cuello.

Haba habido reveses financieros por otros frentes. La fortuna Watson, que pareca tan estable en 1905, haba comenzado a tambalearse visiblemente en aquel otoo de 1909. Haba habido una enorme inversin en municiones y en anticipacin a una Guerra extranjera, que no ocurri sino hasta 1914. Haba habido un contable deshonesto al final de la entibacin de la operacin Watson, y a pesar de que lo haban mandado a la crcel por veinte largos aos, se haba hecho primero con medio milln de dlares libres de polvo y paja.

Quiz por la zozobra producida por la muerte de su hijo mayor, Bob T. se convenci, equivocadamente, que la forma de recuperarse era la forma en que se haba recuperado su padre desde un principio: la plata. Haba consejeros que contendan contra ello, pero despus de la calumnia del contable en jefe, quien era hijo de uno de los mejores amigos de su padre, Bob T. confiaba cada vez menos en sus consejeros. Se rehus a creer que los das de minera en Colorado se haban acabado. No lo convencieron ni el milln de dlares gastado en inversiones infructuosas. Pero dos millones s lo hicieron. Y para cuando el Overlook abri sus puertas a finales de la primavera de 1910, Bob T. se haba dado cuenta que estaba precariamente cerca de estar nuevamente en mangas de camisa... y construir sobre las ruinas a la edad de cuarenta y cinco poda ser imposible.

El Overlook era su esperanza.

El Hotel Overlook, fue construido contra la cima del cielo, con un jardn de setos con formas de animales para encantar a los nios, su campo de juegos, su larga y hermosa cancha de crquet, su prado de tiro de golf para caballeros, sus canchas de tenis exteriores y el juego interior de tejo, su comedor con el paisaje del oeste proyectndose sobre los elevados y torcidos picos de las Rocosas, su saln de fiestas mirando al este, donde la tierra descenda hacia verdes valles de abeto y pino. El Overlook, con sus ciento diez habitaciones, su personal domstico especialmente capacitado, y no uno, sino dos chefs franceses. El Overlook, con su lobby tan majestuoso y amplio como tres carros Pullman, la gran escalera que llevaba al segundo piso, su lujoso mobiliario neo-Victoriano, todo cubierto por el candelabro de cristal que colgaba sobre el hueco de la escalera, como un monstruo de diamante.

Bob T. se haba enamorado del hotel como una idea, y su amor haba crecido a medida que el hotel cobraba forma, ya no era algo mental, sino un edificio real, de lneas fuertes, ntidas y posibilidades infinitas. Su esposa haba llegado a odiarlo en algn punto en 1908, ella le haba dicho que prefera competir con otra mujer, que al menos as hubiera sabido cmo proceder pero su odio haba disminuido a una reaccin de histeria femenina tras la muerte de Boyd en los campos.

No eres normal al respecto, le haba dicho Sarah. Cuando miras hacia all, es como si no te quedara sentido. Nadie puede hablar contigo sobre lo que est costando, o de cmo la gente podr llegar aqu, puesto que las ltimas sesenta millas de camino ni siquiera estn pavimentadas-.

Se pavimentarn, dijo quedamente yo las pavimentar.

Y cunto costar eso? pregunt Sarah histricamente. Otro milln?

Mucho menos, dijo Bob T. Pero si as fuera, lo pagara.

Lo ves? Es que no lo ves? No eres normal al respecto. Te est robando el ingenio, Bob T.!

Quiz en eso haba sido as.

La temporada de inauguracin del Overlook haba sido una pesadilla. La primavera lleg tarde, y los caminos no fueron transitables sino hasta principios de junio, e incluso entonces, fueron una pesadilla para los guardabarros y haba baches que rompan los ejes de los autos, y el caminillo de maderos estaba alegremente esparcido sobre tramos de lodo espeso. Hubieron ms lluvias ese ao de las que Bob T. haba visto antes, o hasta entonces, culminando con rfagas de nieve en Agosto... nieve negra, la llamaban las mujeres, una maldicin terrible del invierno que se aproximaba. En septiembre, l haba empleado a un contratista para pavimentar las ltimas veinte millas del camino que llevaba al oeste desde Estes Park hasta Sidewinder, y las cuarenta millas desde Sidewinder hacia el propio hotel, y se haba convertido en una costosa operacin contra reloj para terminar los dos caminos antes que la nieve los cubriera en el largo, largo invierno. En el invierno muri su esposa.

Pero ni los caminos ni la reducida temporada fueron lo peor durante el primer ao del Overlook. No. El hotel abri oficialmente en junio 1, de 1910 con una ceremonia de corte de listn presidida por el Concejal mascota de Bob T. Ese da fue caluroso, claro y brillante, la clase de da que el Denver Post deba haber imaginado cuando consignaron su lema de Es un privilegio vivir en Colorado. Y cuando el Concejal mascota cort el listn, la esposa de uno de los primeros huspedes cay desmayada. El aplauso se inici al cortar el listn y se fue extinguiendo con breves exclamaciones de alarma y preocupacin. Le haban trado sales de olor, desde luego, pero cuando recobr el conocimiento, su pequea y sosa cara tena tal expresin de horror, que Bob T. gustosamente la habra estrangulado.

Cre ver algo en el lobby, dijo ella. No pareca un hombre.

Ms tarde admiti que debi tratarse del inesperado calor despus de un clima tan fro, pero desde luego, el dao ya estaba hecho.

Ni la historia de aquellos das cambia todo lo que se dijo.

Uno de los dos chefs se quem el brazo mientras preparaba el almuerzo y tuvo que ser llevado al hospital ms cercano, que estaba en el lejano Boulder. La Sra. Arkinbauer, la esposa del rey en empaquetados de carne, resbal mientras se secaba despus de tomar una ducha, y se rompi la mueca. Y por ltimo, el toque final, ocurri durante la cena de esa noche.

El Concejal mascota se ara y aferr la garganta, primero se puso rojo y luego morado, pudo incluso caminar tambalendose entre los asombrados asistentes en su terrible ansiedad, rebotando de mesa en mesa, batiendo salvajemente los brazos y derribando copas de vino y jarrones llenos de flores frescas, con los ojos desorbitados, ante los comensales ah reunidos. Era como si le dijo uno de sus amigos a Bob T. ms tarde, en privado la historia de Poe de la Muerte Roja hubiese cobrado vida frente a todos ellos. Y quiz la oportunidad que tuvo Bob T. de lograr que su amado hotel fuera un xito, haba muerto en esa primera noche, como si hubiera sufrido una horrorosa, crispada y miserable muerte junto con el Concejal mascota a la vista de todos los comensales.

El hijo de uno de los huspedes que haba sido invitado a la semana gratuita por la inauguracin, era estudiante de medicina de segundo ao, y haba llevado a cabo una traqueotoma de emergencia en la cocina. Quiz fue demasiado tarde que comenzara con algo semejante, o posiblemente le tembl la mano en el momento crucial; en todo caso, el resultado fue el mismo. El hombre muri, y antes que llegara el fin de semana, la mitad de los huspedes se haban ido.

Bob T. se quej con su esposa de que nunca haba visto o escuchado acerca de una racha de mala suerte tan espectacular.

Ests seguro que slo se trata de mala suerte? le respondi ella, a seis meses de su propia muerte.

Qu otra cosa, Sarah? Qu ms?

Has puesto ese hotel en el tabernculo de tu corazn! le asegur ella con voz chillona. Lo construiste sobre los huesos de tu primognito!

La sola mencin de Boyd an le provocaba resequedad en la garganta, incluso despus de un ao. Sarah, Boyd est enterrado en Denver, junto a tu propia madre.

Pero muri aqu! Muri aqu! Y cunto te est costando, Bob T.? Cunto has despilfarrado en el maldito lugar que nunca recuperars?

Lo recuperar.

Entonces su iletrada esposa, que una vez fue ama de una cabaa rstica de una sola habitacin, profetiz:

Morirs como un pobre y lastimoso viejo antes de que puedas ver el primer cntimo de ganancia de ese sitio.

Ella haba muerto de influenza, y ocup su lugar entre su hijo y su madre.

La temporada de 1911 comenz igualmente mal. La primavera y el verano llegaron a tiempo, pero el hijo menor de Bob T., un chico de catorce aos llamado Richard, le trajo las malas nuevas a mediados de abril, todava todo un mes antes de que el hotel estuviese listo para abrir.

Pap, dijo Richard, ese bastardo de Grondin te ha estafado.

Grondin era el contratista que haba pavimentado las sesenta millas de camino, con un costo total de setenta mil dlares. Haba hecho recortes y utilizado materiales de mala calidad. Despus de la escarcha de otoo, el congelamiento de invierno, y el deshielo de primavera, el pavimento se rompi en grandes y mohosos tajos. Las ltimas sesenta millas del camino hasta el Overlook eran impasables para un auto pequeo, y ni hablar de cmo seran para uno de los nuevos cacharros.

Lo peor en la mente de Bob T., la cosa ms espantosa, fue que l mismo haba pasado al menos dos das de cada semana supervisando el trabajo de Grondin. Cmo pudo Grondin meter los materiales de mala calidad ante sus ojos? Cmo pudo ser tan ciego?

Desde luego, Grondin no estaba localizable.

La repavimentacin de los caminos fue ms costosa que la primera vez, porque hubo que retirar el pavimento original. No serva ni siquiera como cimiento para el nuevo pavimento. Una vez ms, hubo que proceder contra reloj, lo que implicaba salarios por tiempo extra. Hubo retrasos e impedimentos y confusin. Los vagones que suban el material desde la cabeza de lnea en Estes Park perdieron las ruedas. Los caballos reventaban al intentar tirar de los carros sobrecargados por la empinada cuesta. Hubo una semana de lluvia a principios de Mayo. El camino no se re-complet sino hasta la primer semana de julio, y para entonces, la gente con la que Bob T. esperaba contar, haba hecho ya sus planes de verano, y menos de la mitad de las ciento diez habitaciones del Hotel Overlook fueron ocupadas.

A pesar de los aterrados clamores de sus contadores e incluso de su hijo Richard-, Bob T. se rehus a reducir el personal del hotel. Ni siquiera dej ir a uno de los dos chefs que tanto costaban (dos chefs nuevos; pues ninguno de los dos del ao anterior haba vuelto), aunque apenas haba trabajo suficiente para uno. Estaba obstinadamente convencido que para fines de julio.. o agosto... o incluso en septiembre, cuando los lamos comenzaran a... que los huspedes vendran, los ricos vendran con sus criados y sus familiares y su desinteresado dinero. Vendran los estadistas, la camarilla de polticos, los actores y actrices de Broadway, la nobleza extranjera que estaba siempre buscando nuevos sitios de divertimento. Escucharan acerca del precioso hotel que haba sido construido para su deleite en la cumbre de Amrica, y vendran. Pero nunca llegaron, y cuando el invierno dio fin a la segunda temporada del Overlook, nicamente ciento seis huspedes firmaron el registro en un lapso de tres meses.

Bob T. suspir y sigui mirando por el amplio ventanal de la Suite Presidencial, donde en 1922, nicamente se hosped un Presidente Woodrow Wilson. Y cuando vino ya era un hombre arruinado, en todos los aspectos en los que un hombre poda arruinarse en cuerpo, en espritu, en su credibilidad con la gente. Cuando Wilson vino, ya era una comidilla. En el pas se rumoraba que en realidad, era su esposa la que era Presidente de los Estados Unidos.

Si Sarah no hubiera muerto, pens Bob T, deslizando desanimadamente un dedo por la ventana, me los hubiera sacado de encima, por lo menos a unos cuantos. Ella me hubiera fastidiado para que lo hiciera. Quiz lo hubiera hecho... pero no lo creo.

Has puesto ese hotel en el tabernculo de tu corazn.

La temporada de 1912 haba sido mejor. Al menos, por decirlo de algn modo, el Overlook slo haba registrado una prdida de ochenta mil dlares. Las dos temporadas anteriores le haban costado un cuarto de milln de dlares, sin contar la pavimentacin de ese maldito camino de dos... no, de tres carriles. Cuando termin la temporada de 1912, l tena la firme esperanza que la bomba finalmente estara lista, que sus quejumbrosos contadores finalmente podan hacer a un lado la tinta roja y comenzaran a escribir con negra.

La temporada de 1913 fue an mejor slo cincuenta mil dlares en prdidas. Se convenci que se repondran en 1914. Que el Overlook gradualmente comenzara a remunerar.

Su contable en jefe lo visit en septiembre de 1914, cuando la temporada an tena tres semanas ms de vigencia, y le aconsej que se declarara en bancarrota.

De qu ests hablando, en nombre de Dios? pregunt Bob T.

Estoy hablando de casi doscientos mil dlares en deudas que no puede esperar pagar. El nombre del contable era Rutherford, y era un hombrecillo remilgado, del Este.

Eso es ridculo, dijo Bob T. Largo de aqu. Su cocinero en jefe Geroux, llegara pronto. Iban a planear el men para las tres ltimas noches, que Bob T. conceba como el Festival del Overlook.

El contable dej una delgada pila de papeles sobre el escritorio de Bob T. y sali.

Tres horas ms tarde, cuando se hubo ido el cocinero, Bob T. se encontr revisando los papeles. No importa, se dijo a s mismo. A la basura con ellos. Pinchar al pequeo bastardo, con su acento Bostoniano y sus trajes de tres piezas. No era ms que un novato incompetente. Y acaso podas mantener gente en tu nmina que te aconsejara declararte en quiebra? Era risible.

Levant los papeles que haba dejado Rutherford, para archivarlos en el fichero, y se descubri mirndolos. Lo que vio fue suficiente para detener la sangre en sus venas.

La primera era la cuenta de Pavimentos Keyston Paving Works of Golden. La cuenta principal mas el inters, dando una suma total de setenta mil dlares. Cuenta vencida en el recibo. Debajo de eso, una cuenta de la elctrica Denver Electrical Outfitters, Inc., que haba cableado la electricidad del Overlook y haba instalado no uno, sino dos gigantescos generadores en el cavernoso stano. Todo ello ocurri a finales del otoo de 1913 cuando su hijo Richard le asegur que la electricidad no iba a desaparecer, y que pronto sus huspedes llegaran a esperar algo as, no como un lujo, sino como una necesidad. Esa cuenta sumaba la cantidad de dieciocho mil dlares.

Bob T. ech un vistazo a los papeles restantes con creciente horror. Una cuenta por mantenimiento del edificio, una cuenta por jardinera, el segundo pozo que haba perforado, los contratistas que incluso ahora estaban dedicados al gimnasio, los contratistas que apenas haban terminado los dos invernaderos, y al final... al final, una detallada lista hecha por la clara y brutal mano de Rutherford de salarios pendientes.

Quince minutos despus, Rutherford estaba nuevamente de pie frente a l.

No puede ser tan malo, murmur speramente Bob T.

Es peor, dijo Rutherford. Si mis clculos son correctos, terminar esta temporada con una prdida de veinte mil dlares o ms.

Slo veinte mil? Si podemos aguantar hasta el prximo ao, podremos recuperarnos.-

No tenemos forma de hacerlo, dijo Rutherford pacientemente. Las cuentas del Overlook no estn solo reducidas, Sr. Watson, estn vacas. Incluso cerr la cuenta de gastos menores el pasado jueves por la tarde para poder terminar los sobres de pago a los empleados. Las cuentas de cheques tambin estn vacas. Su minado inters en Haglle Notch se liquid, como lo solicit en julio. Eso es todo... los ojos de Rutherford emitieron un breve destello de esperanza... Es decir, es todo lo que yo s.

Es todo! concord tristemente Bob T, y la esperanza en los ojos de Rutherford se extingui. Bob T. se levant con un poco ms de compostura. Ir a Denver maana. Pedir una segunda hipoteca sobre el hotel.

Sr. Watson, dijo Rutherford con curiosa amabilidad. Obtuvo la segunda hipoteca el pasado invierno.

Era cierto. Cmo pudo olvidarse de algo as? Se pregunt Bob T. con verdadero horror. Del mismo modo en que se haba olvidado de doscientos mil dlares de pagos pendientes? Slo lo olvid? Cuando un hombre comenzaba a olvidarse de cosas como esa, era hora de que ese hombre saliera del negocio, antes de que lo sacaran.

Pero no perdera el Overlook.

Conseguir una tercera, dijo. Bill Steeves me dar una tercera.

No, no creo que lo haga, dijo Rutherford.

Qu quieres decir con que no crees que lo haga, cabecita Bostoniana? gru Bob T. Billy Steeves y yo nos conocemos desde 1890! Yo lo inici en el negocio ... lo ayud a capitalizar su banco ... le di a guardar mi dinero en el 94 cuando todo el oeste del Missisippi se cagaba en los pantalones! Me dara una dcima hipoteca, o sabra el motivo!

Rutherford mir a Bob T. y se pregunt qu deba decir, qu poda decir al viejo que no supiera ya. Poda decirle que el puesto William Steeves como Presidente del First Mercantile Bank of Denver peligraba por haberle otorgado la segunda hipoteca, pues la situacin del Overlook era claramente irremediable? Qu de todas formas Steeves lo haba hecho con la ridcula conviccin de que tena una deuda con Bob T. Watson (en la mente equilibrada de Rutherford la nica deuda real se haba contrado por triplicado)? Poda decirle a Watson que incluso si Steeves se cortaba el cuello y acceda a intentar conseguir una tercer hipoteca, podra lograr otra cosa salvo colocarse en el severamente disminuido mercado de ejecutivos? Qu incluso si ocurra lo impensable y se otorgara la hipoteca, no sera suficiente para liquidar las cuentas pendientes?

Seguramente el viejo deba saber esas cosas.

Viejo, cavil Rutherford. Seguramente no tendr ms de cincuenta, pero en este instante parece mayor de setenta y cinco. Qu puedo decirle? Que su esposa tena razn, quiz, que los acreedores tenan razn. Que el hotel lo haba secado. Que le haba quitado la pericia para los negocios, su agudeza, incluso su sentido comn. Uno necesitaba una clase especial de sentido comn para sobrevivir en el negocio Americano, una clase especial de visin. Y ahora Bob T. Watson estaba ciego. Fue el hotel el que lo ceg y lo hizo viejo.

Rutherford dijo, creo que es hora de agradecerle por mis dos aos de empleo y advertirle, Sr. Watson. Renunciar a cualquier emolumento futuro. Era una amarga broma.

Adelante, pues, dijo Bob T. Su rostro estaba gris y malciento. En todo caso, no perteneces al oeste. No entiendes lo que es el oeste. Eres un jodido orinal de hojalata del Este con una mente de reloj registrador. Largo de aqu.

Bob T. tom la pila de cuentas vencidas, las cort a la mitad, en cuatro y, haciendo un esfuerzo que subi desde sus brazos hasta los hombros, en ocho. Arroj los papeles a la cara de Rutherford.

Largo! Grit. Regresa a Boston! Todava estar dirigiendo este hotel en 1940! Yo y mi hijo Richard! Lrgate! Lrgate!

Bob T. dio la espalda a la ventana y mir pensativamente la gran cama doble donde haban dormido el Presidente Wilson y su esposa ... si es que haban dormido. A Bob T. le pareca que mucha de la gente que vena al Overlook dorma muy poco.

Todava estar dirigiendo este hotel en 1940!

Bien, de alguna forma poda ser cierto. Slo poda ser cierto. Camin hacia la estancia, un hombre alto, encorvado, casi calvo, vistiendo sobretodos de carpintero y pesados zapatos de trabajo en lugar de las costosas botas Tejanas que antes usara. Tena un martillo en un bolsillo y un llavero en el otro, y en el aro que llevaba cadena, estaban todas las llaves del hotel. Ms de cincuenta en total, incluyendo una llave maestra distinta para cada ala de cada piso, pero ninguna de ellas estaba etiquetada. l las conoca todas de vista y por el tacto.

El Overlook no requera un comprador, y Bob T. supona que jams lo hara. Haba algo en el lugar que le haca recordar esa vieja historia Griega sobre Homero y las sirenas en la roca. Los hombres de negocios (los Homeros del siglo veinte) que normalmente eran cuerdos y tenan la cabeza fra, se convencan irracionalmente de que podran hacerse cargo del lugar y llevarlo ms all de sus mejores sueos. Esto convenca a Bob T. a no dejar. Estaba descubriendo que no estaba solo en su locura, as pareca. O quiz era slo el saber que el Overlook nunca se quedara vaco y desierto. No crea poder soportar eso.

A pesar de las protestas de Rutherford de que solamente podra recuperar algo declarndose en bancarrota y permitiendo que el banco vendiera el Overlook, Bob T. se lo qued. Se haba encariado ms y ms con su hijo Richard quiz nunca llenara los zapatos de Boyd pero era un chico bueno, trabajador y ahora que haba muerto su madre, slo se tenan el uno al otro y l no iba a permitir que el chico creciera con el estigma de un caso de bancarrota colgando sobre su cabeza.

Haba habido tres partes interesadas y Bob T. aguard torvamente hasta que le llegaron al precio, siempre un paso adelante de los rabiosos acreedores que queran derrumbarlo y repartirse el botn. Acudi a un ciento de antiguos deudores, algunos de ellos de la poca de su padre. Para mantener al Overlook lejos de las manos del banco y quedrselo, haba intimidado hasta la histeria a una viuda, haba amenazado a un publicista de un diario de Albuquerque con exponerlo (el publicista tena una inclinacin por las jvenes preadolescentes, nias, en realidad), se haba puesto de rodillas y en una ocasin suplicado, a un hombre que se encontraba tan asqueado, que le haba dado a Bob T. un cheque por diez mil dlares solamente para que se levantara y saliera de su oficina.

Nada de eso fue suficiente para borrar los crecientes nmeros rojos nada podra hacerlo, reconoci pero reuni lo suficiente en aquel invierno de 1914-15 para mantener su hotel lejos de la sindicatura.

En la primavera tuvo que lidiar con James Parris, el hombre que haba iniciado su vida como un simple abogadillo. El precio de Bob T. uno ridculamente bajo haba sido ciento ochenta mil dlares, ms puestos de por vida para l y su hijo ... como hombres de mantenimiento del Overlook.

Ests loco, hombre, haba dicho Parris. Es eso lo que quieres para evitar la bancarrota? Que los diarios de Denver publiquen que trabajas como conserje del hotel que una vez fue tuyo? Y reiter: Ests loco.

Bob T. era inflexible. No dejara el hotel. Y dada su fra charla de hombre de negocios, Parris supo que no renunciara. La fra charla no ocultaba la curiosa y vida mirada en los ojos de Parris. Acaso no conoca bien esa mirada Bob T.? No la haba visto en su propio espejo, da tras da durante los ltimos seis aos? No tengo que regatear contigo al respecto haba replicado Parris, asumiendo indiferencia. Si espero otros dos meses, quiz solo tres semanas, quebrars. Y entonces puedo lidiar con el First Mercantile.

Y te cobrarn un cuarto de milln, si te cobran un centavo, respondi Bob T.

Parris no tuvo respuesta a eso. Poda pagar los dos salarios de los Watson por el resto de sus vidas del dinero que se ahorrara por tratar con ese luntico, en lugar del banco.

As que hicieron el trato. Los ciento ochenta mil dlares pudieron borrar al fin la tinta roja. Se pag por el pavimento del camino, por la electricidad, la jardinera, y por el resto. Se evit la quiebra. James Parris se apropi de la oficina del gerente que estaba escaleras arriba. Bob T. y Dick Watson se movieron de su suite en el ala oeste del tercer piso, a un apartamento abajo, en la enorme bodega. Su dominio estaba tras una puerta que deca Solo Mantenimiento - No entre!

Si James Parris haba credo que la locura de Bob T. se extendera a su trabajo, se equivocaba. l era el conserje ideal, y su hijo, que tena ms aptitud para esta vida que para una de afluencia, colegio y asuntos de negocios que hicieran doler la cabeza al pensar en ellos, era su ferviente aprendiz. Si somos conserjes, le dijo una vez Bob T. a su hijo, entonces eso que est pasando en Francia no es ms que una ria de bar.

Mantenan limpio el lugar, en efecto, Bob T. era una especie de fantico al respecto. Pero hacan ms que eso. Mantenan los generadores en perfectas condiciones. Desde junio de 1915 hasta hoy, octubre 7 de 1922, nunca haba habido un corte de energa. Cuando fueron instalados los telfonos, Bob T y su hijo Richard haban puesto ellos mismos el conmutador, trabajando de unos manuales que haban estudiado minuciosamente noche tras noche. Mantenan el techo en perfectas condiciones, reemplazaban los paneles de cristal rotos, volteaban el tapete del comedor una vez al mes, pintaron, empastaron y supervisaron la instalacin del ascensor en 1917.

Y vivan ah durante el invierno.

No es muy emocionante aqu en el invierno, verdad? Les pregunt el capitn de botones una ocasin, durante el receso de caf. Qu es lo que hacen, hibernar?

Nos mantenemos ocupados, contest inmediatamente Bob T. Y Richard solo haba ofrecido una recelosa sonrisa, un receloso s, porque cada Hotel guardaba uno o dos esqueletos en el armario, y algunas veces los esqueletos hacan sonar sus huesos.

A finales de una tarde de enero, cuando Bob T. coloc una pieza de cristal sobre el escritorio de recepcin, se escuch un terrible ruido que provena del comedor, un horrible sonido de asfixia que lo cubri de horror y lo llev de vuelta a travs de los aos hasta aquella primera noche, en que su concejal mascota se haba ahogado con un trozo de carne.

Se qued petrificado, deseando que el ruido cesara, pero los terribles sonidos de estrangulacin continuaron, y pens, Si entro ah lo ver, tambalendose de mesa en mesa como un horrible mendigo en una fiesta de reyes, con ojos saltones, rogando que alguien lo ayude.Tena la carne de gallina por todo el cuerpo incluso la delgada piel de la espalda se llen de protuberancias. Entonces, tan inesperadamente como haba comenzado, el sonido de asfixia comenz a decaer hasta un ahogado jadeo, y luego a nada.

Bob T. rompi la parlisis que lo atenazaba y se abalanz hasta las grandes puertas dobles que daban acceso al comedor. Seguramente el tiempo haba hecho una suerte de giro, y cuando entrara ah vera al concejal tumbado en el suelo, con los invitados reunidos impotentemente, a su alrededor. Bob T. gritara como lo haba hecho en aquel lejano da, hay un doctor en la sala? y el estudiante de segundo ao de medicina se abrira paso entre la gente y dira, Llevmoslo a la cocina.

Pero cuando empuj las puertas dobles, el comedor estaba vaco, todas las mesas estaban en un rincn con las sillas volteadas sobre ellas, y no haba sonido alguno, salvo el viento silbando en los aleros. Afuera estaba nevando, obscureciendo las montaas por un momento y luego revelndolas por otro momento, como el ondear de cortinas desgarradas.

Haban ocurrido otras cosas. Dick le report que haba escuchado golpes en el interior del elevador, como si alguien hubiera quedado atrapado ah y golpeara para que lo sacaran. Pero cuando abri la puerta con la llave especial y desliz la verja de metal, el elevador estaba vaco. Una noche, ambos despertaron creyendo haber odo a una mujer sollozando arriba, en algn lugar, pareca ser en el lobby, y subieron para encontrarse con nada.

Esas cosas ocurrieron todas fuera de temporada, y Bob T. no tuvo que decirle a Dick que no hablara al respecto. Haba suficientes tipos, entre ellos el Grande y Poderoso Sr. Parris, quienes ya los crean locos.

Pero algunas veces, Bob T. se preguntaba si ocurriran cosas durante la temporada. Si alguien del personal o algunos de los huspedes no habran odo cosas... o visto cosas. Parris haba mantenido la calidad en el servicio, e incluso haba aadido algo que a Bob T. nunca se le haba ocurrido una limosina que haca un recorrido desde el Longhorn House en el centro de Denver y suba hasta el Overlook una vez cada tres das. Haba mantenido los precios bajos, a pesar de la inflacin que haba trado la guerra Kaiser, esperando obtener resultados. Esperando hacerse de un nombre. Haba aadido una piscina al resto de las formidables instalaciones recreativas del hotel.

Sin embargo, la gente que vena al Overlook a disfrutar de esas instalaciones, rara vez reservaba para una segunda temporada. Y tampoco concedan al Overlook el beneficio de la publicidad ms barata, de boca en boca, recomendndolo con sus amigos. Algunos de ellos reservaban para todo un mes y se marchaban a las dos semanas, meneando las cabezas casi con vergenza y evitando las vehementes preguntas de Parris: Haba algo malo con la comida? Se les trat mal? El servicio era lento? descuidaban el aseo? No pareca tratarse de nada de eso. La gente se iba y rara vez regresaba.

Bob T. se complaci al ver que el Overlook se converta en una especie de obsesin para Parris. El hombre estaba encaneciendo, intentando descubrir qu era lo que estaba mal, sin ningn resultado.

Habra tenido el Overlook una temporada en nmeros negros entre 1915 y 1922? Se preguntaba ahora Bob T., sentado en la sala de la Suite Presidencial y mirando su reflejo. Eso quedaba entre Parris y su contable, desde luego, y haban sido muy unidos. Pero Bob T. supona que nunca haba ocurrido. Quiz Parris nunca permitira que su obsesin se saliera de control, como le haba ocurrido al antiguo dueo y constructor del Overlook (Bob T. a veces pensaba en esos das en que haba intentado tomar las riendas y romper cualquier maleficio que hubiese cado sobre su hotel, del mismo modo en que su abuelo haba tomado las riendas y roto un pony mesteo), pero estaba bastante seguro de que Parris haba invertido grandes cantidades de dinero en el hotel cada temporada sin obtener beneficios, como haba hecho el propio Bob T.

Morirs como un pobre y lastimoso viejo antes de que puedas ver el primer cntimo de ganancia de ese sitio.

Sarah le haba dicho aquello. Sarah haba tenido razn. La habra tenido tambin para Parris. El abogadillo quiz no hubiera quebrado, pero seguramente se haba arrepentido de haberse metido en eso cuando muri, de un aparente ataque al corazn, mientras paseaba por los campos, este pasado agosto.

El chico de Bob T. (que para ahora ya no era un chico, tena edad suficiente para beber y fumar y votar, y para planear su casamiento en diciembre) haba encontrado a Parris temprano por la maana. Dick haba bajado al jardn de setos junto al campo de juego con su podadora de setos a las siete AM y ah estaba Parris, rgido como una piedra, tendido entre dos de los setos con forma de len.

Haba algo curioso sobre ese jardn de setos; de algn modo se haba convertido en la marca registrada del Overlook, haba surgido como una moda improvisada. Haba sido idea del jardinero bordear la zona de juegos con setos en formas de animales. Le haba pasado un borrador a Bob T., donde mostraba la zona de juegos rodeada por leones, bfalos, un conejo, una vaca, etc. Bob T. haba garrapateado un proceda en el memo que acompaaba el borrador sin siquiera chistar. No recordaba si acaso lo haba pensado dos veces, de ninguna manera. Pero a menudo era del jardn de setos de lo que hablaban los huspedes, en lugar de las comidas o de la decoracin no-reparamos-en-gastos, de las 29 suites. Bob T. supuso que aquel era otro ejemplo de que nada en el Overlook haba resultado como l esperaba.

Se crea que Parris haba salido a un paseo tardo cruzando el jardn frontal hacia el prado de tiro de golf y a travs de la zona de juegos hacia el camino. De vuelta, el ataque al corazn lo haba derribado. No haba nadie que lo echara de menos, porque su esposa lo haba dejado en 1920.

En cierto modo, aquello tambin haba sido culpa del Overlook. En los aos de 1915-1917, Parris no haba pasado ah ms que dos semanas de la temporada. A su esposa, una belleza malhumorada que haba hecho algo en Broadway, no le gustaba el lugar - o eso se rumoraba. En 1918 se haban quedado un mes y, segn los rumores, haban tenido muchas peleas en ese tiempo. Ella diciendo que se quera ir a las Bahamas o a Cuba. l preguntando sarcsticamente si quera pescar alguna infeccin selvtica. Ella diciendo que si no la llevaba, se ira por su cuenta. l diciendo que si lo haca, se buscara a otro que le pagara sus costosos gustos. Ella se qued. Ese ao.

En 1919, Parris y su esposa se quedaron por seis semanas, ocupando una suite en el tercer piso. El hotel se estaba apoderando de l, pens Bob T. con cierta satisfaccin. Despus de un tiempo se apoderaba tanto de ti, que te sentas como un jugador que no puede abandonar la mesa.

En todo caso, Parris haba planeado una estada ms larga, y entonces, a finales de la sexta semana, la mujer se haba puesto histrica. Dos de las mucamas del piso superior la oyeron, chillando y gritando y rogando que se la llevara, que se la llevara a cualquier parte. Se fueron esa misma tarde, l con semblante feroz, la bonita cara de su esposa, plida y falta de maquillaje, con los ojos posados sobre los agujeros de las cuencas como uvas pasas, como si hubiera dormido mal, o nada en absoluto. Parris ni siquiera se detuvo para conferenciar con su gerente o con Bob T. y cuando apareci en junio de 1921, lo hizo sin su esposa. La hermana del ama de llaves en jefe viva en New Jersey, e hizo circular una de esas notas chismosas diciendo que la esposa de Parris le haba pedido el divorcio argumentando crueldad mental, o lo que fuera que significara aquello.

Creo que significa, le dijo Harry Durker, el jardinero bajo el efecto del bourbon, que no pudo sacarle el oro tan rpido como supuso.

O sera a causa del Overlook? Se pregunt Bob T. En todo caso, no importaba. Parris haba venido el da en que inici la temporada anterior, la dcimo tercer temporada del Overlook, y no se haba ido hasta que se lo llevaron en un carruaje alquilado a Sidewinder. El testamento del abogadillo an estaba en proceso de protocolizacin, pero ese asunto iba a ser del todo legal. El gerente de hotel de Parris, haba recibido una carta de la firma de abogados de New York que actuaban como albaceas, y la carta mencionaba a los hermanos Brandywine de Texas, que esperaban comprar. Queran conservar al gerente de Parris, si es que se quera quedar, con un salario substancialmente mayor. Pero el gerente ya le haba dicho a Bob T. (tambin bajo el efecto del bourbon) que rechazara la oferta.

Este lugar nunca progresar, le dijo a Bob T. No me importa si es el mismsimo Jesucristo el que compra el lugar y pone a Juan el Bautista a dirigirlo. Me siento ms como cuidador de un cementerio que como gerente de hotel. Es como si algo se hubiera impregnado en las paredes y todos los que vienen lo pudieran oler de vez en cuando.

S, pens Bob T., es exactamente as. Pero no era curioso como algo as poda, a veces, apoderarse de un hombre?

Se levant y se estir. El estar ah sentado, pensando en los viejos tiempos estaba muy bien, pero no le ayudaba a hacer el trabajo. Y haba mucho trabajo este invierno. Poner nuevos cables para el elevador. Un nuevo cobertizo de servicio que construir en la parte trasera, y que deba hacerse antes que cayera la nieve y los dejara aislados. Los postigos tenan que colocarse, desde luego, y-

En su camino hacia la puerta, Bob T. se qued petrificado.

Escuch, o crey escuchar, la voz de Boyd, alta y joven y llena de regocijo. Se oa dbil como a distancia, pero era indudablemente la voz de Boyd. Provena de la direccin en la que ahora estaba el jardn de setos.

Vamos, Rascal! Vamos! Vamos! Adelante!

Rascal? El nombre del pony de Boyd.

Como un hombre en sueos, como un hombre atrapado en algn delirio turbio y lento, Bob T. se volvi hacia el amplio ventanal. Nuevamente tuvo esa sensacin de que el tiempo giraba sobre s mismo. Cuando llegara a la ventana y mirara no vera setos con formas de animales, porque sera el ao de 1908 y el jardn todava no habra sido construido. En su lugar vera un amplio tramo de colina, aglomerada y llena de materiales de construccin, vera una pila de maderos nuevos donde despus estara la entrada a la zona de juegos, vera a Boyd cabalgando hacia la pila de leos montando a Rascal, los vera saltar juntos, vera que a Rascal se le atoraba la pata en la parte alta de la pila, y los vera caer, juntos sin ninguna gracia, y sin esperanzas de vida.

Bob T. se tambale hacia la ventana donde vera esas cosas, con la cara como un amasijo plido, la boca como una herida laxa. Poda escuchar -seguro que no era slo en su mente? el ruido de los cascos del caballo sobre el suelo lodoso.

Adelante, Rascal! Brinca muchacho! Brin-

Un pesado y contundente crujido. Y luego comenzaba el gritero, el agudo, inhumano grito del pony, el traqueteo de los tablones, la cada final.

Boyd! grit Bob T. Oh Dios mo! Boyd!

Golpe el cristal fuertemente, destrozando tres de los seis paneles de cristal. Trazndose un corte superficial y anguloso en el dorso de la mano derecha. El cristal cay hacia afuera, girando una y otra vez, destellando en el sol, para golpear y despedazarse en el saliente del techo del segundo piso.

Vio el csped, verde y cuidado, descendiendo suavemente hacia el prado de tiro de golf y ms all de ah, hacia el jardn de setos. Los tres leones de seto que vigilaban el camino de gravilla estaban agazapados en sus habituales posturas mitad amenazantes, mitad juguetonas. El conejo se alzaba sobre sus patas traseras con las orejas erguidas arrogantemente. La vaca se posaba como de costumbre, pastando, con algunas hojas de lamo, de un otoal color amarillo, atrapadas en su cabeza y pegadas a sus costados.

No haba ninguna pila de maderos. Ni Boyd. Ni Rascal.

Se escucharon unos pasos corriendo por las escaleras. Bob T. se volvi hacia la puerta mientras sta se abra, y Dick se apresur a entrar con su caja de herramientas en una mano.

Pap, ests bien?

Estoy bien.

Ests sangrando.

Me cort la mano, dijo Bob T. Me tropec con mis estpidos pies y golpe la ventana. Creo que nos procur algo de trabajo.

Pero, ests bien?

Estoy bien, ya te lo he dicho. Dijo irritado.

Yo estaba al final del vestbulo, mirando los cables del elevador. Cre escuchar a alguien afuera.

Bob T. mir abruptamente a su hijo.

No escuchaste a nadie, verdad, pap.

No, dijo Bob T. Sac su pauelo del bolsillo y lo envolvi sobre su mano sangrante. Quin subira hasta ac en esta poca del ao?

Es cierto, dijo Dick. Y sus ojos y los de su padre se encontraron en una suerte de choque elctrico, y en ese preciso instante, ambos vieron ms de lo que hubieran querido. Bajaron la vista simultneamente.

Vamos, dijo speramente Bob T. Veamos si tenemos cristal para arreglar esta maldita cosa.

Salieron juntos, y Bob T. ech un ltimo vistazo a la estancia de la Suite Presidencial, con su tapiz de seda y sus pesados muebles soando en el sol de la tarde.

Supongo que tendrn que sacarme en una caja de muerto, igual que a Parris, pens. Ser la nica forma en que me haran salir de aqu. Mir con amor a su hijo, que se haba adelantado.

A Dick tambin. Este lugar nos ha atrapado, supongo.

Era un pensamiento que le haca sentir asco y amor al mismo tiempo.

Escena II. Una habitacin a primeras horas de la maana.

El haber venido aqu haba sido un error, y a Lottie Kilgallon no le gustaba admitir sus errores.

Y no admitir este, pens con determinacin mientras miraba el techo que brillaba sobre su cabeza.

Su esposo de haca diez das, dormitaba a su lado. Durmiendo el sueo de los justos, como algunos lo habran llamado. Otros, ms honestos, lo habran llamado el sueo del estpido monumental. l era William Pillsbury de los Pillsbury de Westchester, hijo nico y heredero de Harold M. Pillsbury, dinero viejo y confortable.

Les gustaba hablar de editoriales porque la edicin era la profesin de los caballeros, pero tambin estaba la cadena textil en New England, la fundicin en Ohio, las extensas fincas en el sur algodn y ctricos y fruta. El dinero viejo era siempre mejor que el nuevo rico, pero de cualquier forma el dinero les sala por el culo. Si alguna vez se lo deca en voz alta a Bill, seguramente palidecera, e incluso podra caer desmayado. No temas, Bill. La profanacin a la familia Pillsbury nunca saldr de mis labios.

Haba sido idea suya pasar su luna de miel en el Overlook de Colorado, y haba tenido dos razones para ello.

Primera, a pesar de ser tremendamente costoso (todos los mejores hoteles lo eran), no era un sitio de moda al que ir, y a Lottie no le gustaba ir a los lugares de moda. a dnde fuiste en tu luna de miel, Lottie? Oh, a ese perfecto y maravilloso hotel de temporada en Colorado el Overlook. Un sitio adorable. Muy silencioso y tan romntico. Y sus amigos cuya estupidez en muchos casos era sobrepasada por la del propio William Pillsbury la miraran estpidamente -literalmente! maravillados. Lottie lo consegua otra vez.

La segunda razn haba sido ms bien de ndole personal. Quera pasar su luna de miel en el Overlook porque Bill quera ir a Roma. Era imperativo saber ciertas cosas cuanto antes. Podra hacer las cosas a su modo inmediatamente? Y en caso de que no fuese as, cunto tiempo le llevara dominarlo? l era estpido, y la haba seguido como un perro con la lengua de fuera desde su baile de debutante, pero sera tan maleable llevando el anillo de matrimonio como lo haba sido antes?

Lottie sonri un poco en la oscuridad, a pesar de su falta de sueo y de las pesadillas que haba tenido desde que llegaron ah. Llegaron ah, era la frase clave. Ah no era al Hotel Americano en Roma, sino al Overlook en Colorado. Ella podra manejarlo fcilmente, y eso era lo importante. Lo hara quedarse otros cuatro das (originalmente haba planeado tres semanas, pero haba tenido sueos que cambiaron sus planes), y entonces podran regresar a New York. Despus de todo, era ah donde estaba la accin, este agosto de 1929. La bolsa de valores se volva loca, el cielo era el lmite, y Lottie esperaba ser heredera a miles de millones en vez de solo a uno o dos millones para esas fechas, el prximo ao. Desde luego, estaban las dbiles hermanas, que clamaran que el mercado se precipitaba a caer, pero ninguna llam jams a Lottie Kilgallon una hermana dbil.

Ahora soy Lottie Kilgallon Pillsbury, al menos as tendr que firmar mis cartas ... y mis cheques, desde luego. Pero por dentro siempre ser Lottie Kilgallon. Porque el no me tocar jams. No por dentro, que es donde importa.

La cosa ms fastidiosa en esa primera etapa de su matrimonio, fue que a Bill de hecho le haba gustado el Overlook. Todos los das se levantaba dos minutos despus del amanecer, perturbando el escaso sueo que ella haba logrado conciliar en esas intranquilas noches, y miraba embelesado el amanecer, como una desagradable suerte de ambientalista Griego. Se haba ido a caminar dos o tres veces, se haba ido en varias ocasiones con otros huspedes a cabalgar disfrutando la naturaleza, y la aburra casi hasta hacerla gritar, con historias del caballo que haba montado en esos paseos, una yegua albazana llamada Tessie. l haba intentado llevarla consigo a esos paseos, pero Lottie se rehus. Montar significaba llevar pantalones holgados, y su trasero era un poco demasiado amplio para los pantalones holgados. El idiota tambin haba sugerido que fueran a caminar con algunos de los otros huspedes el hijo del cuidador les servira de gua, se entusiasm Bill, y conoca un ciento de caminos. La cantidad de cosas que veras, le dijo Bill, te haca pensar que estaban en 1829 en lugar de cien aos despus. Lottie haba rechazado esa idea tambin.

Creo, querido, que todos los paseos deberan ser slo de ida, sabes.

Slo de ida? Su entrecejo anglo-sajn subi y baj en su habitual expresin de azoramiento Cmo podras hacer un paseo slo de ida, Lottie?

Tomando un taxi que te regresara a casa cuando comenzaran a dolerte los pies, replic ella framente. El asunto quedaba zanjado.

l se fue sin ella y regres enrojecido. El estpido bastardo se estaba bronceando.

Ella ni siquiera haba disfrutado las noches de bridge en el saln de juegos, y eso era muy inusual en ella. Ella era algo as como una barracuda para el bridge, y si fuera apropiado para las damas apostar en compaa mixta, habra trado una dote de efectivo al matrimonio (no es que la tuviera, claro). Bill tambin era un buen compaero de bridge, tena las dos cualidades. Comprenda las reglas bsicas y permita que Lottie lo dominara. Ella pensaba que era justicia potica que su marido pasara la mayora de sus noches de bridge haciendo el tonto.

Sus compaeros de bridge en el Overlook eran ocasionalmente los Compson, y ms frecuentemente los Verecker. A principios de los setentas, Verecker fue un cirujano que se haba retirado despus de un ataque al corazn que casi result fatal. Su esposa sonrea mucho, hablaba suavemente, y tena ojos brillantes. Jugaban nicamente el bridge adecuado, pero siempre ganaban a Lottie y a Bill. En las ocasiones en que los hombres jugaban contra las mujeres, ellos terminaban apaleando a Lottie y a Malvina Verecker. Cuando Lottie y el Dr. Verecker jugaron contra Bill y Malvina, ella y el doctor normalmente ganaban, pero no haba placer en ello porque Bill era un imbcil y Malvina no vea el juego como otra cosa, sino algo meramente social.

Dos noches atrs, despus que el doctor y su esposa hicieran una subasta de cuatro trboles que no tenan el menor derecho a hacer, Lottie haba revuelto las cartas en un sbito arranque de ira que no era nada comn en ella. Normalmente poda mantener sus sentimientos bajo un mejor control.

Pudiste haberte conducido por mis espadas en la tercera mano! le sise a Bill. As los hubieras detenido en seco!

Pero querida, dijo Bill, azorado, crea que estabas corta de espadas-

Si hubiese estado corta de espadas no hubiera subastado dos de ellas, o s? No s por qu contino jugando este juego contigo!

Los Verecker los miraban con plcida sorpresa. Esa noche ms tarde, la Sra. Verecker, la de los ojos brillantes, le dira a su esposa que haba pensado en ellos como una pareja adorable, tan cariosos, pero cuando ella revolvi las cartas de esa manera, le haba parecido una musaraa ... o se le llamaba musaraa hembra?

Bill se le qued mirando con la boca abierta.

Lo siento mucho, dijo ella, recuperando la compostura y provocndoles un escalofro interno. Supongo que me descontrol un poco. No he dormido muy bien.

Es una lstima, dijo el doctor. Normalmente el aire de las montaas... estamos a casi doce mil pies sobre el nivel del mar, sabe... es un excelente relajante. Menos oxigeno, sabe. El cuerpo no-

He tenido malos sueos, le dijo rpidamente Lottie.

Y las haba tenido. No solamente malos sueos, sino pesadillas. Ella nunca haba sido de las que soaban (lo que dira algo desagradable y Freudiano sobre su psique, sin duda), incluso de nia. Haba habido, desde luego, unos cuantos sueos romnticos y aburridos, en su mayora. El nico que poda recordar que se pareca mucho a una pesadilla, era uno en el que estaba declamando un discurso de la Buena Ciudadana en el auditorio del colegio, y miraba hacia abajo para descubrir que se haba olvidado de ponerse el vestido. Ms tarde, casi todo el mundo le dijo que la mayora de la gente haba tenido alguna vez un sueo similar en alguna ocasin.

Los sueos que haba tenido en el Overlook eran mucho peores. No se trataba de uno o dos sueos repitindose, con algunas variaciones; todos eran diferentes. Lo nico en lo que se asemejaban era que, en cada uno de ellos se encontraba en algn lugar del Hotel Overlook. Cada sueo empezaba con que ella se percataba de que estaba soando, y algo terrible y espantoso le iba a ocurrir en el transcurso del sueo. Haba una inevitabilidad al respecto que lo haca particularmente horrible.

En uno de ellos, iba corriendo hacia elevador, pues iba tarde a la cena, tan tarde que Bill, en un arrebato, haba bajado antes que ella.

Llamaba al elevador, que llegaba pronto, y lo encontraba vaco, salvo por el elevadorista. Mucho despus pensaba que eso era muy extrao; a la hora del almuerzo, apenas podas apretujarte dentro de l. Incluso aunque el hotel estuviese lleno a medias, el elevador tena una capacidad ridculamente pequea. Su inquietud creca a medida que el elevador descenda y segua descendiendo .. durante demasiado tiempo. Seguramente ya habran llegado al lobby, o incluso al stano, y sin embargo, el elevadorista no abra las puertas, y segua teniendo la sensacin de que bajaban. Le tocaba el hombro con sentimientos encontrados de indignacin y pnico, y se daba cuenta, demasiado tarde, de lo esponjoso que se senta, de lo extrao, como un espantapjaros lleno de paja podrida. Y cuando l giraba su cabeza y le sonrea, ella se percataba que el elevador era operado por un muerto, su rostro de un cadavrico tono blanco verdoso, sus ojos hundidos, el cabello bajo su gorra seco y marchito. Los dedos que pulsaban el botn estaban descarnados hasta los huesos.

Y cuando intentaba llenar de aire sus pulmones para gritar, el cadver soltaba el botn y profera, su piso, seora, con voz cascada y hueca. Las puertas se abran para revelar llamas y mesetas baslticas y el hedor del azufre. El elevadorista la haba llevado al infierno.

En otro, cerca del ocaso, se encontraba en la zona de juegos. La luz tena un curioso tono dorado a pesar de que el cielo se vea encapotado y cargado de truenos. Unas membranas de agua danzaban por entre los dos afilados picos hacia el oeste. Pareca un paisaje de Breughel, un momento de resplandor de sol y baja presin. Y ella senta que haba algo detrs suyo, movindose. Algo en el jardn de setos. Y se volva para ver con horror paralizante que era, de hecho, el jardn de setos: los animales de seto abandonaban sus posiciones y reptaban hacia ella, los leones verdes, el bfalo, incluso el conejo, que normalmente se vea cmico y amigable. Sus horrendas figuras de hierba se inclinaban sobre ella, mientras se desplazaban lentamente hacia la zona de juegos, con sus garras de hierba, verdes, silenciosos y mortferos bajo los nubarrones negros.

En el sueo del que acababa de despertar, el hotel se estaba incendiando. Se despertaba en su habitacin para descubrir que Bill se haba ido y que el humo se colaba lentamente a la estancia. Ella hua en camisn, pero se extraviaba en los angostas vestbulos, que estaban oscurecidos por el humo. Pareca que todos los nmeros de las puertas haban desaparecido, y no tena modo de saber si corra hacia las escaleras y el elevador o si se alejaba de ellos. Haba dado vuelta en una esquina y vio a Bill parado fuera de la ventana al final, instndola a que continuara.

De alguna forma haba corrido todo el tramo hasta la parte trasera del hotel y l estaba ah de pie en la salida contra incendios. Ahora senta que el calor le arremeta por la espalda a travs del difano material de su camisn. El sitio deba estar ardiendo a sus espaldas, pens. Quiz se trataba de la caldera. Siempre tenas que vigilar la caldera porque de no hacerlo, se te echaba encima.

Lottie comenz a avanzar y sbitamente, algo se envolvi en su brazo como una pitn, detenindola. Era una de esas mangueras contra incendios que haba visto en las paredes de los corredores, una manguera de lienzo dentro de un marco rojo brillante. De alguna manera haba cobrado vida. Se retorca y enrollaba alrededor de ella, asegurando ora una pierna, ora el otro brazo. La aprisionaba rpidamente, y todo se pona ms y ms caliente. Poda or el hambriento crepitar de las flamas, ahora a un pie detrs de ella. El papel tapiz se estaba desprendiendo y abultndose. Bill ya no estaba en la escalera contra incendios. Y entonces se vio

Se vio despierta en la gran cama de matrimonio, sin olores de humo, y con Bill durmiendo el sueo de los estpidos justos, a su lado. Estaba sudando profusamente, y de no haber sido tan tarde, se habra levantado a tomar una ducha. Eran las tres y cuarto de la maana.

El Dr. Verecker se haba ofrecido a darle un medicamento para dormir, pero Lottie se haba rehusado. Desconfiaba de cualquier brebaje que entrara en el cuerpo para dejarte la mente fuera de combate. Era como renunciar voluntariamente a comandar tu propio barco, y ella se haba jurado a s misma que jams lo permitira.

Pero en los siguientes cuatro das ... bueno, l jugaba al tejo por las maanas con su esposa de ojos brillantes. Quiz lo visitara y le aceptara la prescripcin, despus de todo.

Lottie levant la vista al techo blanco sobre ella, que brillaba fantasmagricamente, y nuevamente admiti que ir al Overlook haba sido un tremendo error. Ninguno de los anuncios del Overlook publicados en el New Yorker o en The American Mercury mencionaba que la especialidad del lugar era ofrecer bagatelas a la gente. Cuatro das ms, y eso sera todo. Haba sido un error, s, pero era un error que jams admitira, o tuviera que admitir. Estaba segura que podra hacerlo.

Siempre tenas que vigilar la caldera porque de no hacerlo, se te echaba encima. Qu significaba eso, en todo caso? Sera una de esas cosas descabelladas que a veces percibas en sueos, tanto galimatas? Ciertamente haba sin duda una caldera en el stano o en algn lugar para calentar el lugar, incluso los lugares de verano requeran calefaccin en ocasiones, o no (aunque fuese slo para tener agua caliente)? Pero venirse encima? Poda una caldera echrsete encima?

Era como uno de esos descabellados acertijos, por qu es un ratn cuando corre? cundo es un cuervo un escritorio? qu es una caldera que se viene encima? Es quiz como los setos? Haba soado que los setos se arrastraban. Y una manguera contra incendios que haba -qu? - serpenteado?

Sinti un escalofro. No era bueno pensar demasiado en los sueos durante la noche, en la oscuridad. Podas... bueno, podas molestarte. Era mejor pensar en las cosas que haras al volver a New York, en cmo convenceras a Bill que, de momento, un beb era mala idea, hasta que se asentara firmemente en el puesto de vice presidencia con que su padre lo haba nombrado como regalo de bodas

Se te echar encima.- y en cmo ibas a alentarlo a traer trabajo a casa, de forma que se hiciera a la idea que ella se involucrara con el trabajo, se involucrara mucho.

O acaso el hotel se mova? Era esa la respuesta?

Le dar una buena esposa, pens Lottie desenfrenadamente. Trabajaremos del mismo modo en que lo hacemos como compaeros de bridge. l conoce las reglas del juego, y sabe lo suficiente como para dejarme manejarlo. Ser igual que con el bridge, exactamente igual, y que nos hayamos salido del juego aqu no significa nada, es slo el hotel, los sueos-

Una voz afirmativa: Eso es. Es todo el lugar. Se... mueve.

Oh, mierda, susurr Lottie Kilgallon en la oscuridad. Era desalentador para ella descubrir lo mal que estaban sus nervios. Hoy, como las otras noches, ya no podra dormir. Se quedara ah acostada hasta que el sol comenzara a salir, y luego se sentira inquieta durante una hora o as.

Fumar en la cama era un mal hbito, un hbito terrible, pero haba comenzado a dejar sus cigarrillos en un cenicero en el suelo junto a la cama por si haba sueos. En ocasiones eso la tranquilizaba. Se agach para coger el cenicero y el pensamiento le surgi como una revelacin:

S se mueve, todo el lugar como si estuviera vivo!

Y fue entonces cuando la mano, que no se vea desde bajo la cama sujet fuertemente su mueca... casi lujuriosamente. Una suerte de dedo de lienzo rasgu sugestivamente su palma y haba algo ah abajo, algo que haba estado ah todo el tiempo, y Lottie comenz a gritar. Grit hasta que la garganta se le sec y se qued afnica, y sus ojos se desorbitaron en su rostro, y Bill despert a su lado, plido de terror.

Cuando encendi la lampara, ella salt fuera de la cama, se apart al rincn ms alejado de la habitacin y se hizo un ovillo con el pulgar metido en la boca.

Tanto Bill como el Dr. Verecker intentaron averiguar qu ocurra; ella les dijo, pero con el pulgar en la boca, y le tom un tiempo antes de darse cuenta que estaba diciendo, se meti bajo la cama. Se meti bajo la cama.

Y an cuando levantaron la colcha y Bill haba de hecho levantado la cama completa por los pies, para mostrarle que no haba nada ah debajo, ni siquiera unas motitas de polvo, ella no se apart del rincn. Finalmente, cando sali el sol, se apart del rincn. Se sac el pulgar de la boca. Permaneca alejada de la cama. Miraba a Bill Pillsbury con la cara blanca como un payaso.

Regresaremos a New York, dijo ella. Esta maana.

Desde luego, murmur Bill. Desde luego, cario.

El padre de Bill Pillsbury muri de un ataque al corazn dos semanas despus de la cada de la bolsa de valores. Bill y Lottie no pudieron mantener el barco a flote. Las cosas fueron de mal en peor. En los aos que siguieron, ella pensaba constantemente en su luna de miel en el Hotel Overlook, y en los sueos, y en la mano de lienzo que haba salido de debajo de la cama para apretar su mano. Pensaba ms y ms en esas cosas. Se suicid en la habitacin de un motel de la ciudad de Yonkers en el ao de 1949, una mujer con canas y arrugas prematuras. Haban pasado veinte aos y la mano que haba aferrado su mueca al agacharse a coger su cenicero, nunca la haba soltado en realidad. Dej una nota de suicido con una sola frase en papel del Holiday Inn. La nota deca: Ojal hubisemos ido a Roma.Escena III: En la Noche de la Gran Fiesta de Mscaras.

Arriba, abajo, en los rincones y en los corredores, la fiesta sigui y sigui. La msica estaba ms alta, las risas ms estridentes, los gritos ms fuertes y a los odos de Lewis Toner, sonaban cada vez menos como gritos de placer y regocijo, y se parecan ms a gritos de agona, a los angustiantes sonidos de la muerte. Quiz lo eran. Haba un monstruo en el hotel. De hecho, el monstruo era ahora el dueo del hotel. Su nombre era Horace Derwent.

Lewis Toner, que haba venido al baile disfrazado de perro (a peticin de Horace, desde luego), lleg al segundo piso y comenz a caminar por el corredor hacia su habitacin, con los hombros embutidos dentro de su caluroso disfraz. La cabeza de perro, con el hocico en un rictus de gruido, estaba bajo su brazo.

Dobl en una esquina y vio a una pareja entrelazada junto a una de las mangueras extintoras, ella era una de las secretarias de Derwent Enterprises - Patty? Sherry? Merry? l era uno de los jvenes y brillantes subalternos de Derwent, un tipo llamado Norman algo. Al principio pens que ella llevaba un leotardo de bailarina color piel, y entonces se dio cuenta que era piel estaba desnuda de cintura abajo. Norman usaba una especie de traje de noches rabes, con todo y sus zapatillas con puntas hacia arriba. Su pequeo bigote, imitando el del jefe, pareca un ridculo contraste.

Patty-Sherry-Merry ri cuando lo vio, y no hizo intento alguno de cubrirse. Acariciaba abiertamente a Norman. La cosa se estaba volviendo una orga.

Es Lewis, dio ella Arf-arf, perrito.

Haz un truco, dijo Norman con voz poco clara, espirando bocanadas de escocs sobre su cara. Arriba, muchacho, arriba! panza arriba! Dame la pata!

Lewis ech a correr, seguido por sus ebrias carcajadas. Ya lo vers, pens. Ya vers cuando te humille como lo hizo esta noche conmigo.

Al principio no pudo entrar en su habitacin porque la puerta tena seguro y la llave estaba en el bolsillo de su pantaln, y su pantaln estaba bajo el disfraz de perro, y la cremallera del disfraz estaba en la espalda. Lo alcanz y aferr y comenz a tirar de l, y finalmente pudo arreglrselas para bajarlo, sabiendo que se parecera grotescamente a una mujer contonendose para sacarse el vestido de noche, y finalmente, el caliente y lanudo disfraz de perro se desliz por sus hombros y baj hasta sus pies. Detrs suyo, los escuch rer y rer spera y mecnicamente, y le recordaron a la cita a la que haba ido con su primer amante, un marinero de carrera originario de San Diego. Ronnie se haba llamado, y siempre haba llamado Dago a San Diego. Slo Dago. Haban ido a un carnaval, y haba una casa de la risa, y a la izquierda del podio de la entrada, bajo un enorme lienzo que deca que aquella era la Casa de las Mil Emociones, haba un payaso mecnico que rea y rea, de la misma manera en que ellos se rean ahora de l, mientras sacaba la llave de su bolsillo; el payaso haba redo y redo, prisionero de alguna repetitiva cinta en sus entraas, rea en una noche turbulenta de estridentes paseos de carnaval, y hombres de mar y cerveza y bombillas desnudas. Su cuerpo mecnico se mova atrs y adelante mientras rea, y a Lewis le haba parecido que se rea de l, un muchachito de diecinueve aos, llevando anteojos y caminando muy cerca de un robusto marinero de unos treinta, tan cerca que sus caderas rozaban de tanto en tanto produciendo una miserable electricidad. El payaso profera su risa estridente, burlndose de l, del mismo modo en que esa pareja semi desnuda se rea en mitad del corredor, del mismo modo en que todos se rieron de l en el saln de baile lo hizo ejecutar trucos.

Arf-aft, panza arriba, da la pata.

La llave activ el seguro, estaba dentro, estaba cerrada a sus espaldas.

Gracias a Dios, murmur Lewis, con la frente sobre la puerta. Se tambale hacia el pomo y puso el seguro. Puso la cadena de seguridad. Finalmente, se sent en el suelo y se quit el disfraz de perro, se lo quit completamente. Arroj la cabeza al sof, donde se gru a s misma reflejada en el espejo del tocador.

Haba sido amante de Horace por, cunto tiempo? Desde 1939. Eran ya siete aos? Poda ser. As era. La gente le haba dicho que Derwent era bisexual y Lewis no lo haba credo. No lo haba credo, eso no estaba muy bien.

Para ti eso era intrascendente, pareci susurrarle la habitacin.

Mir en derredor agradecido. As era, justo as. l haba ingresado a la organizacin Derwent como contable haca diez aos, en 1936, justo despus que Derwent hubiera levantado un estudio de filmacin del mercado de la depresin. La Locura de Derwent, lo haba llamado la gente. No conocan a Horace Derwent, reflexion Lewis.

Horace no era como los otros, los chapuceros del parque, los marineros, los grandes y gordos colegiales que pasaban demasiado tiempo en los baos del cine.

S lo que soy, le haba dicho l a Lewis, y los candados y cadenas del miedo, herrumbrosas de antao, haban cado del corazn de Lewis, como si Horace hubiera tocado algn punto secreto con alguna varita mgica. Yo elijo aceptar lo que soy. La vida es demasiado corta para dejar que el mundo le diga a un hombre lo que debe o no debe hacer.

Lewis haba sido el contable en jefe de las Derwent Enterprises desde principios de 1940. tena un apartamento en el Lado Este de New York City, y un bungalow en Hollywood. Horace Derwent tena una llave para cada uno. Y algunas noches yaca despierto al lado del hombretn (Lewis pesaba sesenta y siete kilos, y a Horace Derwent le faltaban cinco kilos para duplicar ese peso) hasta que un gris amanecer atisbaba entre las cortinas, escuchando a Derwent parlotear sobre todo ... sus planes de convertirse en el individuo ms rico del planeta Tierra.

Se avecina la guerra, dijo Derwent. Estaremos en ella en abril de 1942, y si tenemos suerte, continuar hasta 1948.Las Derwent Enterprises pueden planear reunir tres millones de dlares anuales solamente en el rubro aeronutico. Imagnate eso Lew. Cuando termine la guerra, Derwent ser la compaa ms grande en Amrica.No siempre eran slo negocios. Haba un centenar de cosas ms. La especulacin de Derwent sobre cunto poda ganarse en la Serie Mundial si te podas comprar a dos rbitros. Derwent hablando sobre Las Vegas y los planes que l y algunos de sus asociados tenan para el lugar Las Vegas ser el campo de juegos de Amrica en los sesentas, si las cosas salen bien, Lew. Su miedo obsesivo al cncer, que haba matado a su madre a los cuarenta y seis aos, y a sus cuatro abuelos. Su inters en la geologa, en la prediccin del clima a gran escala, en las mquinas fotocopiadoras, y en algo llamado pelculas 3-D. Lewis haba escuchado estos interminables y fantasiosos monlogos cautivado, sin apenas hablar, pensando: l me cuenta estas cosas. Slo a m.As que cuando la gente le cont que Horace tena la mana de acostarse con las nuevas adquisiciones femeninas del estudio antes de contratarlas, cuando le contaron que l tena una mujer que era la estrella del momento en Broadway en un apartamento pent house de la 5 Avenida, cuando le dijeron que Horace era el estudio perfecto de la inmoralidad, un hombre que honestamente se crea a s mismo como el individuo con ms vida en el planeta, Lewis se ri de ellos. No conocan al hombre como lo conoca l, no lo haban escuchado hablar por las noches, saltando de tema en tema como bailarn de ballet ... o como algo mucho ms mortfero, como un esgrimista quiz, el esgrimista natural ms grande de su poca.

Se puso en pie con dificultad y se dirigi al bao a preparar la tina para un bao caliente. Tena el cuerpo lustroso de amargo sudor. Le dola la cabeza. El estmago pareca enfadado. Y saba que an con el bao caliente en la tina, no podra dormir esa noche. Y no haba trado sus pldoras para dormir. Haba tenido suerte de conseguir un lugar en el vuelo con conexin de New York a Denver. No haba sido llamado para reunirse con los invitados en el avin alquilado de Horace. Incluso su invitacin haba llegado tarde. Otro insulto estudiado.

El bao era de azulejos blancos, irremediablemente anticuado. Lewis puso el tapn en la tina y abri la llave. Permanecera tendido sin dormir toda la noche, escuchando los hilarantes gritos que provenan de abajo, representando la pesadilla de la noche insomne una y otra vez ... por qu haba olvidado sus pldoras?

Panza arriba, perrito. Haz el muerto. Arf-arf.

Horace le haba puesto el collar de oro en 1939, y cuando hubo servido a su propsito le dio una patada. Eso haba ocurrido esta noche. Lewis haba sido humillado frente a toda la gente.

Pero no sabas que se avecinaba? Se pregunt mezquinamente, mientras el agua caa en la tina, humeando. Las llaves del apartamento y del bungalow le haban sido devueltas en un sobre con el membrete de Derwent Enterprises, y con una impersonal nota de la secretaria personal de Horace diciendo que Lewis debi haberlas extraviado. Repentinamente, le era muy difcil ver al jefe, que a menudo estaba muy ocupado. Se omiti a Lewis para el puesto en el consejo de se haba abierto cuando el viejo Hanneman haba muerto de un infarto ... un puesto en el consejo que Horace prcticamente le haba prometido en la primavera de 1943. Horace haba sido visto en New York escoltando a la actriz de Broadway, lo cual no molestaba a Lewis, y tambin con su nuevo secretario social, que definitivamente lo molest. El nuevo secretario social era un compacto hombre britnico, que era diez aos menor que Lewis. Y por supuesto, Lewis no era tan bien parecido. Y lo que fue peor, Horace haba comprado el Overlook sin siquiera decirle, a l, su propio contable en jefe. Haba sido Burrey, uno de los ejecutivos de la divisin aeronutica, que haba sentido suficiente lstima por Lewis, como para decirle que ahora era slamente contable en jefe de nombre, slo por contrato.

Va a por ti, muchacho, dijo Burrey. Tiene una filosa vara con tu nombre grabado. No te despedir o te degradar, no es su estilo. As es como nuestro Temerario Lder se divierte. Te pinchar con esa filosa vara. En las piernas, en la tripa, en el cuello, en las pelotas. Te pinchar una y otra vez hasta que salgas corriendo. Y si te quedas hasta que se canse del juego, te pinchar los ojos con la vara.

Pero por qu? chill Lewis. Qu fue lo que hice? Mi trabajo ha sido perfecto, mi ... mi... Pero no poda hablar de eso con Burrey.

No has hecho nada, dijo Burrey pacientemente. No es como las dems personas, Lew. Es como un enorme idiota con un montn de juguetes bonitos. Juega con uno hasta que se cansa, entonces lo deshecha y juega con uno nuevo. Ese britnico Hart es su nuevo juguete. A ti te toc ser arrojado. Y te lo advierto. No lo presiones. Te har el hombre ms infeliz sobre la tierra si lo haces.

Ha hablado l contigo? Es eso?

No. Y no hablar ms contigo. Porque las paredes oyen y a m me gusta mi trabajo. Y comer me gusta todava ms. Buen da, Lew.

Pero no haba sido capaz de dejarlo ir. Incluso cuando recibi la invitacin al baile de mscaras (sin ninguna carta anexa sobre el avin alquilado en Denver desde New York a Colorado), no haba sido capaz de dejarlo ir. La invitacin tena una orden garrapateada en la parte inferior, escrita con un lpiz de dibujante como lo haca toda su correspondencia personal Inter-oficinas: Si vienes, ven disfrazado de perro.Incluso entonces, cuando la evidencia de todo lo que Burrey le haba dicho se reflejaba en esa oracin garrapateada, no haba sido capaz de dejarlo ir. Prefera verlo como una peticin personal de Horace, a pesar de su brusquedad, para que asistiera. Haba ido a la mejor tienda de disfraces de New York e incluso cuando sali de ah con el disfraz envuelto en papel bajo el brazo, se rehusaba a verlo de otra forma. Quera verlo como un Vamos, cario, todo est perdonado y no como un Si vienes, te sacar los ojos, Lewis esta es tu nica advertencia.Y ahora lo saba. Oh, s, lo saba. Todo.

La tina estaba llena. Lewis cerr la llave y lentamente se quit la ropa. Un bao caliente de tina se supona que te relajaba, eso decan. Te ayudaba a dormir. Pero nada le servira esta noche, excepto sus pldoras, que estaban en el gabinete de medicamentos de su apartamento, a dos mil millas al este de ah.

Volvi la vista al gabinete del bao sin muchas esperanzas. En el gabinete de un hotel nunca haba nada excepto quiz una caja de pauelos. Sin embargo, lo abri y mir dentro, apenas pudiendo creerlo. Haba una caja de pauelos Kleenex, un vaso envuelto en papel encerado, y una pequea botella etiquetada simplemente como Seconal. Tom la botella y la abri. Las pldoras en su interior eran largas y rosadas. No se parecan a ningn Seconal que hubiera visto antes.

Tomare slo una, pens. Es estpido tomar la medicina de otro, en todo caso. Estpido y peligroso. Y se record a s mismo que el hotel haba estado vaco desde 1936, cuando el ltimo dueo quebr y se peg un tiro. Seguramente esas pldoras no estaban ah desde 1936 verdad? Era un pensamiento desagradable. Quiz fuera mejor que no tomara ninguna.

Arriba, muchacho, arriba! Arf-arf! Buen perrito toma un hueso, perrito.

Bueno, slo una entonces. Y un bao caliente. Quiz pueda dormir.

Pero fueron dos las pldoras que sacudi del frasco a su mano, y tras desenvolver el vaso y tomarlas, decidi tomar una tercera. Entonces se meti a la tina. Un remojn. Las cosas seran mejor por la maana.

Fue encontrado despus de las tres de la siguiente tarde. Aparentemente, se haba quedado dormido en la tina y se haba ahogado, aunque el investigador, que era de Sidewinder, no estaba muy seguro sobre cmo poda ocurrir un accidente as, a menos que el hombre estuviera borracho, o drogado. El examen post mortem no revel signo alguno. El investigador pidi una audiencia privada con Horace Derwent, y le fue concedida.

Escuche, dijo el investigador. Usted testific que tuvo lugar una gran fiesta esa noche.

Horace Derwent dijo que as haba sido.

Podra haber sido entonces, que alguien hubiera subido a la habitacin de ese tipo Toner y sostuviera su cabeza bajo el agua? Como una broma, digamos. La clase de broma que a veces llega demasiado lejos.

Derwent objet firmemente.

Bien, s que es un hombre ocupado, dijo el investigador, y lo ltimo que quiero es ocasionarle problemas al hombre que nos ayud a ganar la guerra y que planea reabrir el Hotel Overlook ... el Overlook siempre emple a muchas mucamas y conductores y dems de aqu de Sidewinder sabe...

Derwent le agradeci el cumplido y le asegur que el Overlook continuara empleando la fuerza laboral de Sidewinder.

Pero, dijo el investigador, usted comprender la situacin en que me encuentro.

Derwent dijo que hara su mejor esfuerzo.

El patlogo local haba dicho que, al encontrar agua en los pulmones de Toner, la causa de la muerte haba sido por ahogo. Pero un hombre no poda ahogarse en una tina. Si se queda dormido, su nariz y sus labios se deslizan hacia abajo, entonces despertara, a menos que sus reflejos estuvieran severamente afectados. Pero este hombre apenas haba mostrado rastros de alcohol; ni barbitricos, ni nada. No tena ningn golpe en la cabeza que pudiera indicar que tal vez se haba resbalado al salir. Ve usted el lo en que me encuentro?

Derwent coincidi en que era un verdadero dilema.

Bien, entonces tengo que pensar que al menos alguien pudo haberlo asesinado, continu el investigador. Se descarta el suicidio. Uno puede suicidarse ahogndose, pero no se me ocurre cmo puede hacerse en una tina. Pero el asesinato! Bueno.

Derwent lo interrog sobre huellas dactilares.

Vaya, eso es astucia, dijo el investigador admirado. Probablemente estar usted pensando en la limpieza que se hizo en el lugar un mes antes de su fiesta. El jefe de polica, pens tambin en ello, pues su hermana era una de las chicas de Sidewinder que ayudaron en los trabajos. Porque haba ms de treinta de ellas all arriba, tallando el lugar de cabo a rabo. Y puesto que no hubo ms asistencia cuando tuvo lugar la fiesta, nuestro jefe mand llamar a un hombre de la Polica Estatal para buscar en todo el lugar. Slo encontraron las huellas de Toner.

Derwent sugiri que aquello estaba muy lejos de descartar la teora del asesinato.

Oh, pero no lo est, dijo el investigador, tomando una gran bocanada de aire desde las profundidades de su gran barriga. Podra ser si vosotros hubierais celebrado una fiesta comn y corriente. Pero no era ese tipo de fiesta; era una fiesta de disfraces. Y sabr Dios cunta gente usaba guantes o manos falsas como parte de sus trajes. Conoce a ese tipo Hart? el britnico?

Derwent admiti que conoca a su secretario social.

Ese tipo dijo que vena disfrazado de diablo, y usted de presentador de circo. As que ustedes dos estaban usando guantes. Por decirlo de algn modo, el propio Toner usaba guantes, si piensa en su disfraz de perro. Ve usted el lo en que estamos?

Derwent dijo que lo vea.

No me hace nada feliz tener que instruir al jurado que emita un veredicto de causas desconocidas. Eso lo harn todos los malditos peridicos del pas. Millonario Industrial. Muerte Misteriosa. Orga de toda una noche en un Hotel de la Montaa.

Derwent protest con aspereza en que se trat de una fiesta, no de una orga.

Oh, pero para esos tipos amarillistas es lo mismo, dijo el investigador. Podran encontrar un trozo de mierda en un cesto de flores. Eso pone una nota negra junto a su nombre, incluso antes de que pueda reabrir el lugar. Lo hace para que comience bajo problemas. Qu amarga joda.

Horace Derwent se inclin hacia delante y comenz a hablar. Discuti muchos aspectos de la vida y las finanzas en la pequea comunidad montaesa de Sidewinder, Colorado. Discuti sobre diversos contratos que podran hacerse entre el Hotel Overlook y el Concejo Municipal de Sidewinder. Discuti sobre la necesidad del pueblo de una librera y de la extensin para el colegio. Se compadeci del investigador y de su bajo salario, tan inadecuado para un retiro. El investigador comenz a sonrer y asentir. Y cuando Horace Derwent se puso de pie, un poco ms plido de lo habitual, el investigador se levant a su vez.

Creo que pudo tratarse de una especie de convulsin, dijo el investigador. Una muerte accidental. Desafortunada.

La historia no lleg ms all de la pgina dos, incluso en lo diarios de Colorado. El Overlook abri conforme a lo programado, y casi el cincuenta por ciento del personal, provino de Sidewinder. Era bueno para el pueblo. La nueva biblioteca, donada por la Automatic Service Company de Colorado (Que era a su vez controlada por la Automatic Service Company de Amrica, que era a su vez controlada por Derwent Enterprises), fue buena para el pueblo. El jefe de polica se compr un crucero y pudo comprar un chalet de ski en Aspen, dos aos ms tarde. Y el investigador se retir a St. Petesburg.

Eventualmente, el Overlook tambin le cost demasiado a Horace Derwent, aunque no fue posible hacerlo quebrar. l haba concebido el lugar como una suerte de glorioso juguete, pero el gusto se le amarg cuando Lewis, por decirlo de algn modo, le haba volcado las mesas como una revancha a Derwent con su forma inexplicable de morir en la tina. Se haba visto obligado a comprar todo un pueblo para poder iniciar las operaciones de su hotel, pero esa no fue la humillacin, eso no era lo que le haca odiar a Lewis por la forma en la que haba muerto. Era el ser vctima de un vulgar chantaje por parte de un investigador de pueblito, y tener que doblar las manos. Aos despus, mucho despus de haberse lavado las manos del Overlook, Derwent despert de un sueo en que oa la voz de aquel investigador, en la que lenta y decididamente lo arrinconaba diciendo que deba pagar para salir del paso.

Yacera en la tenebrosa secuela del sueo pensando: Cncer. Mi madre muri de cncer cuando tena mi edad.

Y desde luego, nunca haba sido realmente capaz de lavarse las manos del Overlook, no por completo. Su relacin con el lugar ces, pero no su relacin con l. Solamente se hizo clandestina. Exista en libros secretos guardados detrs de bvedas en ciudades como Las Vegas y Reno. El lugar perteneca a gente que le haba hecho favores, y a quien a su vez, l deba favores. La clase de gente que a veces apareca en la publicidad de alguna subcomisin del Senado. Cambios de dueos. Dinero lavado. Escondites y sexo secreto. No, en realidad nunca pudo deshacerse del Overlook. Se haba cometido un asesinato ah de algn modo y volvera a ocurrir.

Escena IV. Y ahora, esta Noticia desde New Hampshire

En aquel largo y caluroso verano de 1953, el verano en que Jacky Torrance cumpli seis aos, su padre haba vuelto a casa borracho una noche del hospital, y le rompi el brazo a Jacky. Casi mat al nio. Estaba borracho.

Jacky estaba sentado en la escalera del porche delantero y lea el tebeo de Combat Casey cuando su padre lleg caminando por la calle, inclinndose hacia un lado, impulsado de alguna forma por la cerveza. Como siempre le ocurra, el chico sinti una mezcla de amor-odio-miedo crecer en su pecho ante la visin de su padre, que pareca un malvolo fantasma gigante en sus ropas del hospital. Era enfermero en el Berlin Community Hospital. Su padre era como Dios, como la Naturaleza, a veces adorable, otras terrible. Nunca sabas cul sera. La madre de Jacky le tema y le serva. Sus hermanos lo odiaban. De todos ellos, solo Jacky todava lo amaba, a pesar del miedo y del odio, y a veces, la voltil mezcla de emociones lo hacan querer llorar ante la visin de su padre al llegar, para gritar simplemente: Te amo, pap! Vete! Abrzame! Te matar! Te tengo tanto miedo! Te necesito! Y su padre pareca sentir de su estpida forma era un hombre estpido, y egosta que todos ellos estaban fuera de su alcance, salvo Jacky, el ms joven, que la nica forma en que poda afectar a los otros, era atrayendo su atencin a golpes. Pero con Jacky todava haba amor, y haba habido veces en que, tras haber abofeteado al chico hasta hacerle sangrar la boca, lo haba abrazado con terrible fuerza, la temible fuerza que se contena apenas por alguna otra cosa, y Jacky se dejara abrazar fuertemente entre la atmsfera de malta e hipos que parecan rodear siempre a su padre, abatido, amoroso, temible.

Salt de la escalera y corri hasta la mitad del camino hasta que algo lo detuvo.

Pap? dijo. Dnde est el auto?

Torrance camin hacia l, y Jacky vio lo borracho que estaba. Destrozado, dijo con voz poco clara.

Oh... Ten cuidado. Cuidado con lo que dices. Por tu vida, ten cuidado. Que mal.

Su padre se detuvo y mir a Jacky desde sus estpidos ojos porcinos. Jacky contuvo el aliento. En algn sitio detrs de la frente de su padre, bajo el peinado estilo militar, la balanza estaba inclinndose. La calurosa tarde pareci detenerse mientras Jacky esperaba, mirando ansiosamente hacia la cara de su padre para ver si l apoyara uno de sus enormes brazos alrededor de su hombro, machacndole la cara contra la piel del cinturn que le sostena los pantalones blancos y diciendo Llvame a casa, grandulln, de esa forma dura y desafiante que tena, y que era lo ms cercano que poda estar de demostrar amor sin autodestruirse, o si sera otra cosa.

Esta noche era otra cosa.

La tormenta apareci en el ceo de su padre. Qu quieres decir con eso de qu mal? Qu clase de mierda es esa?

Slo... slo que mal, pap. Es todo. Es-

La mano de Torrance se proyect sbitamente de su brazo, una mano enorme, un brazo como un jamn, pero veloz, s, muy veloz, y Jacky cay de culo escuchando campanillas en su cabeza y con un labio partido.

Mierda, dijo su padre, acentuando la A.

Jacky no dijo nada. De nada le servira. La balanza se haba inclinado en la direccin equivocada.

No vas a rezongarme, dijo Torrance. No le rezongars a tu padre. Ven aqu y toma tu medicina.

Haba algo en su cara en esta ocasin. Algo oscuro y llameante. Y repentinamente, Jacky supo que esta vez no habra abrazos al final de la paliza, y si los haba, l estara inconsciente y no lo sabra ... estara quiz muerto.

Corri.

Detrs de l, su padre profiri un bramido de ira y fue tras l, como un ondeante espectro en sus ropas blancas de hospital, un engendro de perdicin siguiendo a su hijo del jardn delantero al trasero.

Jacky corra por su vida. La casa del rbol, pensaba. l no puede subir ah, la escalera clavada al tronco no lo sostendra, subir ah, hablar con l, quiz se vaya a dormir, - Oh Dios. Por favor, haz que se vaya a dormir lloraba de terror mientras corra.

Ven aqu maldita sea! ruga su padre detrs de l. Ven aqu y toma tu medicina! Tmala como un hombre!

Jacky pas como un rayo por las escaleras traseras. Su madre, esa delgada y vencida mujer, flaca y vistiendo un descolorido vestido, haba salido por la puerta pantalla de la cocina, justo cuando Jacky sali corriendo con su vociferante padre en pos de l. Abri la boca como si fuera a gritar, pero levant la mano en un puo y call lo que fuese que iba a decir, lo mantuvo a salvo detrs de los dientes. Tema por su hijo, pero tema ms que su marido se volviera hacia ella.

No, no lo hagas, regresa aqu!

Jacky lleg hasta el largo olmo en el patio trasero, el olmo donde el ao pasado, su padre haba fumigado a una colonia de avispas y luego haba quemado el panal con gasolina. El chico subi por las escalinatas clavadas al azar como un relmpago y sin embargo, estuvo a punto de no conseguirlo. Su padre aferraba y apretaba enfurecido el tobillo del nio en un apretn como de acero, entonces resbal ligeramente y slo consigui sacarle a Jacky el mocasn. Jacky trep los ltimos tres escalones y se agazap sobre el suelo de la casa del rbol, a doce pies sobre el suelo, gimiendo y llorando en cuatro patas.

Por favor, papi, gimi Jacky. Lo que haya dicho... lamento haberlo dicho...

Baja de ah! Baja de ah y toma tu maldita medicina, pequeo miserable! Ahora mismo!

Lo har ... lo har si prometes que no ... me golpears muy fuerte ... que no me lastimars ... solo unas nalgadas, pero no me lastimes...

Baja del rbol! grit su padre.

Jacky mir hacia la casa pero sin esperanza. Su madre se haba retirado a algn lugar, lejos, al terreno neutral.

BAJA AHORA MISMO!

Oh, pap, no me atrevo! chill, y era la verdad. Porque su padre podra incluso matarlo.

Hubo un perodo de calma. Un minuto, o quiz, quiz dos. Su padre rode el rbol, jadeando y resoplando como una ballena. Jacky giraba y giraba sobre sus manos y rodillas, siguiendo el movimiento. Parecan partes de un reloj transparente.

La segunda o tercera vez se coloc nuevamente junto a la escalera clavada en el rbol, Torrance se detuvo. Mir especulativamente la escalera. Y puso sus manos en el escaln que tena frente a sus ojos. Comenz a subir.

No, pap, no te sostendr, susurr Jacky.

Pero su padre continuaba implacablemente, como el destino, como la suerte, como la perdicin. Arriba y arriba, ms cerca de la casa del rbol; un escaln se desprendi bajo su mano, y casi cay, pero logr aferrar el siguiente, gruendo y arremetiendo, y uno de los escalones se dobl de la posicin horizontal, a una perpendicular bajo su peso, con un chirrido de clavos deslizndose, pero no se desprendi, y entonces su congestionada y abotagada cara fue visible por sobre el suelo de la casa del rbol, y durante ese instante en toda su infancia, Jack Torrance tuvo a su padre a tiro, si poda patear esa cara con el pie que an tena zapato, patearla donde la nariz terminaba, entre los porcinos ojos, podra hacer caer a su padre de la escalera hacia atrs, quiz incluso matarlo (pero si lo matara, diran todos algo adems de Gracias, Jacky?), pero fue el amor lo que lo detuvo, fue el amor el que no le permiti nicamente cubrirse la cara con las manos y darse por vencido, mientras una de las rechonchas manos de cortos dedos de su padre, apareca sobre las tablas, y despus la otra.

Ahora, por Dios- resoll su padre. Se irgui sobre su acuclillado hijo como un gigante.

Oh, pap, gimi Jacky por ambos. Y por un momento, su padre se detuvo, su cara se frunci en lneas de incertidumbre, y Jacky sinti un hilo de esperanza.

Entonces levant la cara, podra oler la cerveza, y su padre dijo, te ensear a rezongarme, y toda la esperanza se desvaneci cuando su pie zumb en el aire, enterrndose en su estmago, sacndole el aire del cuerpo con un silbido y hacindolo volar de la plataforma de la casa del rbol y caer al suelo, dando un giro sobre el codo izquierdo, que golpe con un crujido de vara. Ni siquiera tuvo aliento suficiente para gritar. Lo ltimo que vio antes de desmayarse fue la cara de su padre, que pareca estar al final de un oscuro tnel. Pareca llenarse de sorpresa, del mismo modo en que un vehculo podra llenarse con algn lquido claro.

Apenas se est dando cuenta de lo que ha hecho, pens Jacky incoherentemente.

Y en los linderos de ese pensamiento que no significaba nada, un pensamiento lo persigui hacia la oscuridad mientras caa de espaldas en el aplastado y destrozado csped del patio trasero, desmayndose:

Lo que ves es lo que sers, lo que ves es lo que sers, lo que-

La fractura en su brazo haba sanado limpiamente a los seis meses. Las pesadillas duraron mucho ms. De alguna forma, nunca cesaron.

Escena V. El Hotel Overlook, Tercer Piso, 1958

Los asesinos subieron la escalera con medias en los pi