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Kuhn Paradigma. Estructuralismo.
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Teorías Lingüísticas.
La actividad de los lingüistas se distribuye entre los avances teóricos para la explicación del
fenómeno del lenguaje y los desarrollos de aplicaciones para los que se proponen objetivos
bien diversos.
La lingüística general o teórica, ajena habitualmente a los desarrollos aplicados, ha ido
avanzando a lo largo del siglo XX en la constitución de una teoría explicativa sobre la
capacidad humana del lenguaje y la materialización en lenguas particulares, cuya
característica fundamental es la variación. Por tanto son objeto de la lingüística las
vertientes cognitiva, simbólica y social del lenguaje natural.
Las diversas “escuelas” lingüísticas que coexisten actualmente comparten, en líneas
generales, este objeto tridimensional, pero lo hacen centrando su atención en alguno de
estos aspectos, en perjuicio de otros, lanzando hipótesis teóricas dispares, usando métodos
científicos distintos y proponiendo formalismos de representación múltiples.
La lingüística aplicada, conjunto de disciplinas orientadas hacia la resolución de problemas
de comunicación o hacia la construcción de recursos lingüísticos y herramientas de
procesamiento del lenguaje natural, ha combinado, desde antiguo, estrategias y modelos
diversos para la descripción, el análisis y la representación de los datos de las lenguas
particulares. Estas estrategias y modelos no siempre provienen de los avances realizados en
la teoría lingüística que se desarrollan actualmente, sino que a menudo se sostienen en las
tradiciones y las finalidades mismas de las prácticas.
La identificación de las diversas teorías del lenguaje que se han ido sucediendo, o que
en algunas etapas han coexistido, se correlaciona con la noción de paradigma
científico de Kuhn (1965), en el sentido de innovación (o revolución o redefinición) del
objeto y de la metodología, que llega a obtener un gran consenso en la comunidad
académica y abre todo un programa de desarrollo científico. Desde que el legado de
Ferdinand de Saussure (1916) puso los pilares para el desarrollo de las ciencias del lenguaje
como materia científica, el Estructuralismo lingüístico se convirtió en el paradigma teórico
dominante hasta bien entrados los años 50 del siglo XX. Su objeto eran las lenguas
particulares y su metodología se amparaba en los modelos de las ciencias naturales y de la
física mecánica (atomización de los datos, metodología de base empírica e inducciones de
generalización hacia unidades de tratamiento abstractas), en contraste con los estudios
lingüísticos del siglo XIX dominados por la visión historicista y con desarrollos
metodológicos poco sistemáticos.
La lingüística de la primera mitad del siglo XX se caracterizó por un aumento progresivo
de la preocupación por el rigor metodológico. Embebidos de un empirismo estricto, los
lingüistas se interesaban fundamentalmente por las realizaciones físicas del lenguaje, y no
por las intuiciones de los hablantes, y la obtención de datos debía realizarse por medios
mecánicos preferentemente. El fisicismo imperante explicaría la aparición de los estudios
de fonética acústica y del progreso tecnológico relacionado, con herramientas como el
espectrógrafo. El objetivo de la lingüística estructural era describir científicamente los
hechos lingüísticos, clasificarlos e inducir de ellos principios generales. Según la
metodología de Harris (1951), el propósito completo de la lingüística descriptiva es obtener
una representación compacta de cada una de las expresiones del corpus de una lengua. A
partir de la grabación del sonido, el programa estructuralista (Bloomfield, 1939) se
organizaba en cuatro fases o niveles de análisis: la fonología, la morfología, la sintaxis y el
discurso. La semántica quedaba fuera del programa por su falta de operabilidad, aunque se
continuarían lanzado propuestas de análisis del léxico basadas en la descomposición del
significado.
Thomas Kuhn: Paradigma.
La noción de paradigma ha jugado un papel importante en la historia y filosofía de la
ciencia a partir de la obra de Thomas Samuel Kuhn (Cincinnati, 18 de julio de 1922 - 17 de
junio de 1996), “Estructura de la Revoluciones Científicas” de 1969. Kuhn, inició su
trayectoria profesional en el campo de la Física, pero interesado por la historia de la
ciencia, dedicó gran parte de su tiempo y talento a esclarecer algo que no concordaba entre
la ciencia que había estudiado y la historia de la ciencia que estaba estudiando. De esta
confrontación surgió una reflexión filosófica a partir de la cual construye su tesis central:
las nuevas teorías científicas no nacen por verificación ni por falsación, sino por
sustitución; esta sustitución es muy compleja, laboriosa y penosa en cada caso. Pero,
¿sustitución de qué?; sustitución de un modelo explicativo al que denominó “paradigma”.
Margaret Masterton nos habla de veintiuna formas diferentes en las cuales T. S. Kuhn
utiliza la palabra paradigma. A los efectos de una primera aproximación destacaremos
cuatro:
1. Los paradigmas (dogmáticas) que, durante cierto tiempo proporcionan modelos de
problemas y soluciones a una comunidad científica en particular. Son realizaciones
científicas universalmente reconocidas
2. Los paradigmas son realizaciones científicas que en primer lugar carecen de precedentes
como para atraer a un grupo duradero de partidarios, pero que son lo suficientemente
incompatibles como para dejar problemas a resolver.
3. El paradigma puede ser visto también como un modelo o patrón aceptado tal como una
decisión judicial es aceptada en el derecho común.
4. Finalmente en el “Postdata a la Edición de 1969”, Kuhn ante las dificultades derivadas
de las múltiples connotaciones dadas al término paradigma, construye una generalización y
señala que: “el paradigma es aquello que comparten los miembros de una comunidad
científica en particular” (ésta definición es quizá la más aceptada).
Kuhn desarrolla en su tesis dos componentes esenciales del paradigma: una “matriz
disciplinaria” y un “componente sociológico”. Acerca de la matriz disciplinaria podemos
decir que: se compone de generalizaciones simbólicas o expresiones simbólicas de las
teorías o leyes y se caracteriza por la existencia de modelos particulares o modelos
heurísticos, valores compartidos como juicios de exactitud y ejemplares o modelos típicos
de resolución de problemas. A estos cuatro componentes de la matriz disciplinaria podemos
agregar, de acuerdo al propio Kunh, otros elementos como la instrumentación, el lenguaje
propio, los libros de texto y las comunicaciones. El componente o factor sociológico cubre
las relaciones que se establecen entre los miembros de la comunidad que comparte el
paradigma. En este punto podemos observar cómo aquellas personas que trabajan e
investigan dentro de un paradigma en particular, lo que sería hacer “ciencia normal”,
tienden a compartir intereses sociológicamente afines. De esta forma, investigadores de las
más diversas culturas y que solo comparten el paradigma propiamente, pueden salvar
obstáculos de orden cultural y entenderse sin problemas.
La Ciencia Normal.
La ciencia es generalmente catalogada como una búsqueda de conocimiento que lleva a
comprender la naturaleza de las cosas. Dentro de esta búsqueda, “ciencia normal”, vendría
a ser una ciencia basada en las realizaciones científicas anteriormente aceptadas como
verdaderas por una comunidad. Esta definición nos significa que la ciencia normal es una
búsqueda de conocimiento dentro del paradigma. Entonces, la ciencia normal sería un
elemento constructivo que permite el desarrollo y afianzamiento del paradigma, pues aquí
los resultados obtenidos son esperados o predeterminados. Por lo tanto, es cualidad de la
ciencia normal que sus métodos sean aceptados por la comunidad científica y sus resultados
sean sujeto de publicación, primero en la literatura original (revistas especializadas) y luego
en libros de texto, los cuales constituyen el sitio donde se encuentran de forma más clara
los fundamentos, soluciones y orientaciones. La ciencia normal posee como fundamento un
tipo de investigación que podemos llamar convergente, investigación que ayuda a la
articulación del paradigma. Sería característico observar un afán por ampliar las fronteras
del paradigma llenando los espacios vacíos o incursionar en áreas, aceptadas por el
paradigma, pero no estudiadas hasta ese momento.
En cuanto a la clase de fenómenos que se investigan, la ciencia normal solo toma en cuenta
aquellos que el paradigma reconoce como ejemplares útiles, es decir, fenómenos que se
ajustan a los parámetros establecidos por el paradigma. La ciencia normal ha definido tres
tipos de fenómenos que son dignos de señalar: a) fenómenos fácticos que desde la
perspectiva concentraciones, etc.); b) fenómenos que no tienen mucho interés intrínseco,
pero que son relevantes pues pueden ser objeto de comparación con las predicciones del
paradigma (v.gr. longitudes de onda específicas de absorción o emisión de un elemento
químico) y c) investigación de las ambigüedades, lo cual contribuye definitivamente a
aclarar las definiciones paradigmáticas. La ciencia normal se presenta como un arte de
resolver los acertijos que se presentan dentro del paradigma. Ahora bien, esto no excluye
que se plantee la innovación y el descubrimiento, pues la ciencia normal podría entrar en
crisis ante la aparición de anomalías, y como le sucedió a la tesis del flojisto1, dar lugar a
un nuevo paradigma que explique mejor los resultados experimentales. La acumulación de
anomalías empieza por fracturar el viejo paradigma y se produce una “revolución
científica”, que desemboca en novedades fácticas o descubrimientos y en novedades
teóricas o invenciones. Comienza en ese momento la sustitución del antiguo paradigma por
el nuevo, el cual, es capaz de explicar dichas anomalías y transformarlas en ejemplares de
una nueva matriz disciplinaria. En la tesis de Kuhn, un paradigma nuevo es incompatible
con el paradigma al que sustituye.
Podemos concluir entonces que: el desarrollo científico y tecnológico (construcción del
paradigma y desarrollo de la ciencia normal) es el resultado de la combinación de dos
elementos: una colección de simples hechos, observaciones o resultados, muchas veces
fortuitos3, sumado a los conocimientos artesanales de ese tiempo.
Estructuralismo
El estructuralismo nace en las primeras décadas del siglo XX como una corriente cultural
caracterizada por concebir cualquier objeto de estudio como un todo, cuyos miembros se
relacionan entre sí y con el todo de tal manera que la modificación de uno de ellos modifica
también los restantes y que trata de descubrir el sistema relacional latente (es decir, su
estructura), valiéndose de un método que rechaza por igual el análisis (la descomposición)
y la síntesis (recomposición).
Aunque Marx había desarrollado mucho antes la noción de estructura en Economía y
Spencer en Sociología, suele tomarse como punto de partida del estructuralismo los
trabajos de varios psicólogos alemanes de la Gestalt hacia 1912 y el «Curso de Lingüística
General» de 1916 del suizo Ferdinand de Saussure (que por cierto no empleó el término
estructural). Para Saussure (1915), no existe propiamente el término de “estructura” sino el
de “sistema”, por tanto se podría asimilar el primero al segundo, de acuerdo a su
etimología, estructura viene de structus. Participio pasivo de struere que significa disponer,
arreglar, construir y la partícula ura, que significa resultado.
Para los psicólogos alemanes de la escuela de «Sicología de la Forma» J. Volkalt,
Wertheimer y Koffka, los procesos psíquicos son todos unificados y no una suma de
actividades o elementos separados. El principio fundamental en que se basan es que una
totalidad, lejos de ser la suma de las partes que contiene, informa y configura dichas partes.
Así, pues, el término estructura designa un conjunto en el que cada una de las partes que lo
integran sufre alguna modificación por el mismo hecho de pertenecer al conjunto y tiene
propiedades distintas de las que podrían tener si perteneciesen a otro conjunto o grupo de
estructuras tanto en su aspecto sensible como en su función, sentido o valor.
Esta relatividad esencial de las partes de un todo supone el abandono del asociacionismo
que suponía que los elementos integrantes (sensación, idea, imagen, etc.) se combinaban
únicamente siguiendo las leyes de la contigüidad. De ese modo el papel del azar y de las
adquisiciones empíricas en la vida síquica queda restringido.
Saussurre en su «Curso» concibió el lenguaje por vez primera y como reacción a las
concepciones historicistas, como un «sistema de signos» cuyo sentido se basa en la relación
de éstos entre sí. A partir de él se comenzó a estudiar el lenguaje como un conjunto de
elementos solidarios que constituye una estructura. Este concepto se extendió a las
Ciencias Naturales y a las Ciencias Sociales dando lugar a un nuevo punto de vista de
la investigación científica.
De esta manera fue acogido por todas aquellas disciplinas científicas que se ocupaban de
una realidad compleja. Así nos encontramos su aplicación al estudio de los seres vivos
(biología) de las sociedades primitivas (etnografía y antropología estructuras desarrolladas
principalmente desde esa óptica por Claude Lévi-Strauss), al sicoanálisis con Jacques
Lacan, al arte con Pierre Francastel, al urbanismo, a la arquitectura (G. Dorfles, Renato de
Fusco, U. Eco, etc.), a la Literatura (Todorov) a las matemáticas, a la música, a la economía
(Wagemann, F. Perroux) y hasta en la moda femenina de la que se ha ocupado Roland
Barthes en algunos de sus trabajos.
Esta generalización de la metodología estructuralista a disciplinas tan diferentes hizo
sentir la necesidad de arbitrar normas y terminologías que fueran comunes al uso en
los distintos campos. También dio lugar a que el estructuralismo dejara cada vez más,
de ser un método operativo para transformarse en una filosofía de perfiles no siempre
nítidos y no exenta de contradicciones.
Piaget ha definido el estructuralismo como un método de investigación basado en el
concepto de totalidad, auto- regulación y transformación común no sólo a la antropología y
a la lingüística sino también a las matemáticas, la física, la biología, la psicología y a la
filosofía.
La otra acepción del término a la que nos referimos es más estricta. El estructuralismo en
este otro sentido, representa una forma de pensamiento más distintivo, que abarcando los
principios de la primera acepción deriva específicamente de las teorías estructuralistas de la
lingüística. Es en este sentido como el estructuralismo inspirado en el «Curso» de Saussure
y asentado en la antropología de Lévi-Strauss ha tomado cuerpo, siempre bajo el supuesto
de que las teorías y los métodos de la lingüística estructural son aplicables, directa o
indirectamente al análisis de todos los aspectos de la cultura humana, en cuanto que todos
ellos como la lengua, pueden considerarse como sistemas de signos. El estructuralismo
visto así es más o menos sinónimo de la Semiología o Semiótica.
En una ocasión Lévi-Strauss argumentaba que siguiendo el ejemplo de lingüista, el
antropólogo podría reproducir en su propia disciplina la «Revolución fonológica» como en
la obra de los oponentes más serios y capaces de la lingüística.
La razón de que la lingüística pueda ser útil para el estudio de otros fenómenos culturales se
basa en dos ideas fundamentales: una, esbozada anteriormente, en que los arte factos
sociales y culturales son signos, y otra, en que no tienen una esencia propia sino que están
definidos por una red de relaciones tanto internas como externas. Se puede poner el acento
en una u otra idea, pero de hecho las dos son inseparables, pues al estudiar los signos hay
que contar con el sistema relacional que permite que se produzca significado y,
recíprocamente, las relaciones entre los elementos sólo se ponen de manifiesto si se
considera a éstos como signos.
Veamos cuáles son a grandes rasgos las tesis estructuralistas en los distintos niveles de
investigación de la lingüística:
Por ejemplo, en la fonología, que se ocupa de la configuración de los sonidos en una
lengua, podemos preguntarnos ¿cuántos sonidos o fonemas intervienen en la pronunciación
de la palabra castellana «paz»? ¿Cuáles son y cómo están combinados? La pronunciación
de la palabra paz se lleva a cabo casi como una explosión continua de sonido y no como
una secuencia de unidades sonoras discretas.
La tesis estructuralista para este nivel se enunciaría diciendo que cada lengua establece
unas distinciones en el continuo de los sonidos y las hace funcionales o lingüísticamente
relevantes para distinguir entre sí palabras como «paz» y «faz», «pez» y «vez», etc.
A nivel de la gramática las cosas difieren poco. Categorías gramaticales como número
(singular, plural), género (masculino, femenino, neutro), tiempo (pasado, presente, etc.)
pueden ser bastante generales en casi todas las lenguas, pero de ningún modo son
universales y por lo tanto transferibles. Respecto al análisis gramatical el estructuralista
diría que el número indefinido de posibles distinciones, cada lengua selecciona un conjunto
determinado, y las «gramaticaliza» en términos de categorías tales como tiempo, género,
persona, caso, etc., y agrupa las palabras según principios diferentes en las distintas lenguas
en las clases que tradicionalmente se denominan partes del discurso (adjetivo, pronombre,
verbo, etc.) y recalcará que las unidades gramaticales a las que nos hemos referido obtienen
sus valores lingüísticos del lugar que ocupan en la red de relaciones funcionales entre ellas.
El mismo enfoque utilizaría en el estudio del vocabulario de una lengua.
Ante la imposibilidad de ofrecer un panorama al menos aceptable de los puntos de acuerdo
o desacuerdo de las distintas escuelas lingüísticas con las tesis mantenidas por Saussure,
vamos a limitarnos a exponer las cuatro dicotomías saussurianas que han tenido gran
importancia en el desarrollo de la lingüística.
La primera dicotomía es la de «sustancia» y «forma»: para Saussure las lenguas resultan de
la imposición de la forma a dos tipos de sustancias diferentes, sonido y pensamiento.
El «significante» deriva su existencia y su esencia de la estructura (forma) impuesta por una
lengua sobre el continuo del sonido (sustancia).
El «significado» de Saussure deriva de la imposición de estructura sobre el continuo del
pensamiento. La combinación del «significante» con el «significado» constituye el signo
lingüístico.
Un «significante» y el «significado» correspondiente no existen el uno con independencia
del otro. Ni tampoco existen fuera de la lengua particular en que se establecen.
Muchos estructuralistas han definido el «significado» como categorización de la «realidad»
o del «mundo» y no como una imposición de la forma sobre la sustancia del pensamiento.
La segunda dicotomía se ocupa de las relaciones que constituyen lo que los lingüistas
llaman «el doble eje del lenguaje» cada uno de los cuales engendra sus propios valores.
El primer eje es el de los sintagmas; el sintagma es una combinación de componentes
lingüísticos (palabras, fonemas, etc.) que tienen como soporte la extensión lineal. Las
relaciones sintagmáticas son las que se derivan de la combinación de un elemento con los
que le preceden o lo siguen.
Por lo tanto, un sintagma se compone al menos de dos unidades (ej.: ca-sa, p-a-z-, etc.).
El segundo eje es el del paradigma -si nos atenemos a la terminología de Roland Barthes- o
el de las «asociaciones» según la de Saussure. Estas relaciones asociativas no tienen como
soporte la extensión, sino que se asientan, como dice Saussure, en el cerebro de los
hablantes. Son las que tienen lugar entre un elemento que está presente en un con- texto y
otros de la misma condición que podrían estar en su mismo lugar; ej.: en el sintagma
prenatal podemos sustituir «natal» por «fijado», entonces tendríamos «prefijado», en el
caso de hacer la sustitución por «cocinado» nos resultaría «precocinado», etc. Decimos
entonces que fijado y cocinado están en relación paradigmática con natal.
Resumiendo la tesis central del estructuralismo saussuriano en lo que a la lengua se refiere,
podemos decir que su aspecto más general consiste en que cada lengua está cortada de
acuerdo con un patrón único y que las unidades que identificamos en el análisis de las
locuciones pueden identificarse únicamente en términos de sus relaciones con otras
unidades de la misma lengua. Cada lengua es una estructura particular -sonidos, palabras,
significados, etc.- no son más que hitos en la estructura o red de relaciones.