La acequia del Colegio Apostólico de Propaganda Fide, Pachuca, siglo XVIII

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1 Tercer Congreso Red de Investigadores Sociales Sobre Agua 9 al 11 abril, 2014 La acequia del Colegio Apostólico de Propaganda Fide, Pachuca, siglo XVIII Verenice Cipatli Ramírez Calva Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo [email protected] Introducción En las páginas siguientes haremos un primer acercamiento a la acequia que en el siglo XVII y XVIII construyeron los religiosos franciscanos de la más estricta observancia del Colegio Apostólico de Propaganda Fide del Real de Minas de Pachuca. Es una obra hidráulica de considerable longitud, formada por canales de barro vidriado, revestido de cal y canto, piedra y cantera, con acueductos con arcos que permitían transportar el agua por barrancas y cerros desde las serranías al norte de la ciudad hasta las fuentes o pilas de algunos barrios del antiguo centro urbano para luego terminar en el Colegio Apostólico. Era una obra cuyo propósito fue abastecer de agua para uso doméstico a la población, pues el principal problema de aquel Real siempre ha sido, y sigue siendo ese, proporcionar a sus habitantes de fuentes de agua que por lo general son difíciles de explotar a pesar de contar con un río que atraviesa por en medio de la mancha urbana y que, paradójicamente, ha ocasionado múltiples inundaciones. El acueducto de los franciscanos, como se le conoce por los lugareños, es una obra que en su tiempo fue comparada por los vecinos de Pachuca con los de Chapultepec y Querétaro. No sabemos bien a bien cuándo dejó de funcionar, pero algunos testigos aseguran que aún continuaba aprovisionando de agua a algunas localidades en la década de 1960. Este es, pues, sólo un estudio inicial que viene a cubrir un gran vacío historiográfico.

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Estudia cómo se hizo el acueducto que suministraba de agua tanto al Colegio Apostólico como a los habitantes de Pachuca, Hidalgo. El acueducto originalmente se hizo a mediados del siglos XVI y en distintos momentos del periodo colonial sufrió importantes modificaciones.

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  • 1TercerCongresoReddeInvestigadoresSocialesSobreAgua9al11abril,2014

    La acequia del Colegio Apostlico de Propaganda Fide, Pachuca, siglo XVIII

    Verenice Cipatli Ramrez Calva

    Universidad Autnoma del Estado de Hidalgo

    [email protected]

    Introduccin

    En las pginas siguientes haremos un primer acercamiento a la acequia que en el siglo XVII y

    XVIII construyeron los religiosos franciscanos de la ms estricta observancia del Colegio

    Apostlico de Propaganda Fide del Real de Minas de Pachuca. Es una obra hidrulica de

    considerable longitud, formada por canales de barro vidriado, revestido de cal y canto, piedra y

    cantera, con acueductos con arcos que permitan transportar el agua por barrancas y cerros desde

    las serranas al norte de la ciudad hasta las fuentes o pilas de algunos barrios del antiguo centro

    urbano para luego terminar en el Colegio Apostlico. Era una obra cuyo propsito fue abastecer de

    agua para uso domstico a la poblacin, pues el principal problema de aquel Real siempre ha sido, y

    sigue siendo ese, proporcionar a sus habitantes de fuentes de agua que por lo general son difciles de

    explotar a pesar de contar con un ro que atraviesa por en medio de la mancha urbana y que,

    paradjicamente, ha ocasionado mltiples inundaciones. El acueducto de los franciscanos, como se

    le conoce por los lugareos, es una obra que en su tiempo fue comparada por los vecinos de

    Pachuca con los de Chapultepec y Quertaro. No sabemos bien a bien cundo dej de funcionar,

    pero algunos testigos aseguran que an continuaba aprovisionando de agua a algunas localidades en

    la dcada de 1960. Este es, pues, slo un estudio inicial que viene a cubrir un gran vaco

    historiogrfico.

  • 2TercerCongresoReddeInvestigadoresSocialesSobreAgua9al11abril,2014Localizacin de las fuentes de agua

    No es del todo claro en qu ao el Colegio Apostlico de Pachuca inici el uso de los ojos

    de agua que satisfacan sus necesidades, y en qu momento emprendi la construccin de la caera

    que por dcadas surti de agua para uso domstico tanto a los religiosos franciscanos como al

    vecindario de Pachuca y si fueron los mismos franciscanos quienes descubrieron el agua o ms bien

    la recibieron como parte de una donacin. Algunos consideran que ello sucedi en el siglo XVII,

    mientras que otros ms opinan que fue hasta la centuria siguiente. Por ejemplo, en 1795 el sndico

    del Colegio Apostlico de Propaganda Fide de Pachuca, don Cosme Martn Chorroco, indicaba que

    de acuerdo a los documentos que paraban en el archivo del Colegio, que ya desde 1669 los

    franciscanos gozaban del agua y a costa de su trabajo es que se haba logrado su conduccin desde

    su nacimiento hasta el Convento (AGN, Minera, vol. 65, exp. 2, f. 15v). Sin embargo, en 1720 fray

    Joseph de Sotomayor, padre guardin del Colegio, sealaba a la Audiencia de Mxico que el

    descubrimiento del agua haba ocurrido en 1679, no de 1669 como luego lo pretendi Chorroco

    (AGN, Mercedes, vol. 71, fs. 132r-132v y Mercedes, vol. 71, f. 127v-128r). Y desde entonces segn

    el padre guardin Joseph Sotomayor ha gozado este dicho Convento el agua que se le dio para su

    gasto por el dueo de ella como nuestro bienhechor, mas no indica el nombre de quien hizo la

    donacin y tampoco el de los ojos de agua ni su ubicacin. En 1724 se emprendieron los trabajos de

    reconstruccin de la caera y se firmaron acuerdos entre el vecindario y el Convento que luego

    fueron rebatidos por algunos vecinos, entre ellos don Juan de Mora, diputado de la minera. Adems

    de los particulares alegatos que argumentaban su negativa a aceptar dichos acuerdos, nos deja ver

    que los ojos de agua que primero fueron aprovechados corren por la barranca de Cabrera, pero

    tampoco menciona el nombre del donador (AGN, Minera, vol. 64, exp. 4, f. 45r). Es hasta 1795

    con una carta que el sndico Chorroco envi al entonces Alcalde Mayor que sabemos que en 1623

    las autoridades locales dieron posesin al Convento del agua que les don Martn de Virves (AGN,

    Minera, vol. 64, exp. 4, f. 15r). Con la reedificacin de la caera en 1724, el sndico del Colegio,

  • 3TercerCongresoReddeInvestigadoresSocialesSobreAgua9al11abril,2014Francisco Brito, dijo que adems de haber reconstruido el acueducto con cal y canto se haban

    unido a l los ojos de Agua Bendita que distaban 1100 varas de Cabrera (AGN, Indiferente

    Virreinal, caja 5388, exp. 47, f. 1v), ms tampoco indic hacia qu rumbo se ubicaban. Y entre

    1790 y 1795 se aadi al consumo local el agua del paraje de la Sabanilla, en las inmediaciones del

    cerro del Cerezo, es decir, en el antiguo Real de Arriba hoy San Miguel Cerezo. No obstante

    ninguno de los documentos referidos hasta el momento da cuenta de la localizacin de varios de

    esos lugares y la cartografa virreinal guarda silencio al respecto, salvo en el caso del Cerezo, el

    problema de la ubicacin de los lugares en la cartografa actual radica en que los nombres han

    cambiado, por lo que ha sido difcil localizar la barranca de Cabrera y los ojos de Agua Bendita que

    tanto mencionan las fuentes.

    Para localizar los lugares que citan los documentos recurrimos a la cartografa

    contempornea, sin embargo, gran parte de los nombres han cambiado por lo que el ejercicio no dio

    los frutos esperados. De manera que nos remitimos a los mapas coloniales. En este caso la bsqueda

    result un tanto decepcionante tanto por la escasez de material como por la inexistencia de alguno

    que nos pudiera dar referencias, aunque fuera de manera aislada, de la localizacin de los lugares

    que buscbamos. El problema se pudo resolver en parte consultando mapas del siglo XIX que en su

    mayora hacen referencia a minas, pero tambin gracias al trabajo de campo. De acuerdo con ellos

    al norte de Pachuca desembocan tres barrancas, a saber la de Texinca que nace en las inmediaciones

    del Real del Monte, al noroeste, y corre con direccin sur-sureste; la del Rosario, con la misma

    direccin que la anterior, cruza por el actual barrio de Camelia y a pocos kilmetros de la ciudad se

    une con la de Texinca. Al este de las anteriores est la barranca del Cerezo, que tiene su origen en

    las cercanas de El Chico. De esas tres formaciones descendan sus correspondientes arroyos que

    llegaban a la ciudad. En las tres barrancas an se conservan restos de acueductos y canales. El

    problema es determinar cul corresponde a qu periodo de utilizacin.

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    Figura 1. Mapa de Pachuca y zona norte

    Cabe aclarar que en los mapas no encontramos ninguna barranca llamada Cabrera ni el ojo

    de Agua Bendita, sin embargo las fuentes a veces refieren a una barranca pero tambin indican que

    la primera fuente de agua explotada vena de las inmediaciones del rancho de Cabrera, muy cercano

    al Real del Monte. Mientras que la fuente de agua que se aadi en 1724, es decir, la de Agua

    Bendita estaba distante de la primera 1100 varas, tal vez por el mismo rumbo. Los mapas del siglo

    XIX refieren un lugar con ese nombre al sur de Real del Monte, tal vez se trate del mismo sitio.

    Entre ambos lugares nace una barranca llamada Texinca, seguramente es la que las fuentes refieren

    como Cabrera por el rancho que hacia ese rumbo exista. De acuerdo con Galindo, apoderado del

    vecindario a finales del siglo XVIII, por esa barranca corran las aguas del arroyo de San Nicols.

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    Gracias a un litigio que a finales del siglo XVIII entabl el Colegio con los vecinos de

    Pachuca por la construccin de una nueva caera es que tenemos ms datos acerca de las fuentes

    de agua. Al calor de los alegatos entre una y otra parte, Don Bernardo Galindo, apoderado del

    vecindario de Pachuca, en 1796 escribi al Alcalde Mayor del lugar una interesante carta en la que

    da cuenta de las principales fuentes de agua con que contaba el lugar:

    Pachuca est situada al pie de unas grandes montaas, ramo de la sierra Grande, sobre el

    torrente que forman las aguas de dos extensos y profundos cerros en que derraman un

    notable nmero de caadas y pendientes de dichas montaas. Llamaremos de Cabrera a uno

    de los cerros, por la hacienda de este nombre que est hacia aquella parte, y al otro lo

    llamaremos de Cerezo por el pueblo que all est situado. Las aguas de este vienen a

    juntarse al torrente o ro de Pachuca1 por el barranco llamado del Salto al pie del cerro de

    San Cristobal; y las de Cabrera vienen por el arroyo de San Nicols (AGN, Minera, vol. 65,

    exp. 2, f. 113r).

    Contina hablando acerca de la cantidad de agua de cada arroyo:

    Este corto caudal de aguas lo componan en el cerro de Cerezo, la que bajan de Jaramillo

    por la caada de las Ventanas Grandes que en este tiempo no llegan a ocho pajas; las de La

    Sabanilla que son ms de cincuenta [pajas], y viniendo por la caada de las Ventanas chicas

    se juntan con doce que fluyen otros ojos de agua que estn en dicha Caada; y finalmente

    ocho o diez pajas que bajan por la caada que corre hacia el pozo pblico de Cerezo. Y que

    reunidas todas en el arroyuelo de este pueblo apenas llegaran a ochenta pajas que es poco

    ms de media naranja. Las del cerro de Cabrera son en mucho menos cantidad, pues no

    llegan ni a la mitad de aquellas. Y a esto se reduce el caudal de aguas dulces que en tiempo

    1SerefierealRodelasAvenidas.

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    de seco ha gozado y disfrutado la poblacin de Pachuca (AGN, Minera, vol. 65, exp. 2, f.

    113v- 114r).

    Enseguida, Galindo explic que el agua que llegaba a Pachuca era abundante solo durante la

    segunda parte del ao, porque la primera mitad ms bien estaba marcada por la escasez, alcanzando

    slo a beneficiar a los barrios que estn a su parte norte:

    En el temporal de las aguas son tan copiosas las avenidas que llegan a ser terribles o

    daosas aluviones, y desde el mes de julio casi hasta fines del ao no cesa de correr el agua

    que pasa que por medio de Pachuca. Pero en los seis primeros meses que no llueve y que se

    han ido minorando los receptculos de las montaas aquellas copiosas corrientes se

    extenan tanto que aunque no dejan de correr, es tan corta cantidad que ya no alcanzan a

    Pachuca y a proporcin del tiempo y la sequedad se cortan a distancia de mil varas poco

    ms o menos arriba del centro de la poblacin [en la Iglesia de la Asuncin] (AGN,

    Minera, vol. 65, exp. 2, f. 113r-v).

    El agua de Cerezo primero la disfrutan los mineros e indios ah asentados y stos, en tiempos de

    escasez la llevan a vender a Pachuca, junto con productos como carbn y lea. A la entrada de

    Pachuca, por donde estaba la hacienda de beneficio de Loreto, la utilizaban los aguadores y

    lavanderas de la ciudad (AGN. Minera, vol. 65, exp. 2, f. 116v).

    Adems de esos arroyos, los vecinos de Pachuca, dice Galindo, siempre cavaron pozos para

    regar y fregar, algunos beban su agua sobre todo cuando el agua dulce escaseaba o no tenan

    para pagar a los aguadores que la conducan desde su origen. Ms la opinin general era que esas

    aguas no eran aptas para consumo humano por ser salobres, inspidas y desapasibles, que en

    castellano es lo mismo que amargas (AGN. Minera, vol. 65, exp. 2, f. 116v). Ya desde entonces se

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    saba que el agua que llegaba a los pozos vena contaminada con la de las minas, que eran y son

    venenosas y a pesar de ello los habitantes las beban ocasionando muchas muertes, segn el propio

    Galindo. Y es que en el cerros y barrancas por donde llegaban las principales fuentes a la ciudad

    tambin estaban los yacimientos argentferos ms antiguos y ricos de la zona, que ya desde el siglo

    XVI fueron explotados mediante el mtodo de amalgamacin que requiere de grandes cantidades de

    agua que luego de ser utilizada lleva qumicos que afectan la salud humana.

    El otro problema difcil de solucionar es determinar cules de los restos actuales

    correspondan a qu etapa constructiva, pues en la actualidad se tienen vestigios tanto en la barranca

    del Cerezo, como en la de El Rosario y en el punto en donde esta se une con la de Texinca. Adems,

    las fuentes refieren dos caeras diferentes con sus respectivos acueductos que no se conectaban

    entre s, uno construido en alrededor de 1669 o 1679 y revitalizado en 1724, y otro fabricado en

    1791. Por los informes de las fuentes no se trataba de canales paralelos, sino elaborados uno

    distante del otro, es ms, con rumbos diferentes adems de que llegaban a puntos distintos de la

    ciudad. Por si fuera poco la tradicin oral de la regin nicamente reconoce la existencia de una

    sola obra hidrulica, la conocida como Arcos o Acueducto de Camelia. Otro inconveniente ms, no

    existe ningn mapa colonial en el que se plasme el camino que sigui la caera, nicamente hay

    uno que data de 1750 y que representa la ya citada obra de Camelia, pero no indica ni el nacimiento

    de los ojos de agua ni el curso que sigue la caera. Tampoco hemos encontrado una descripcin

    que nos informe por donde pasaba la obra. A modo de encontrar respuestas nos dimos a la tarea de

    buscar el posible curso de la caera partiendo de Camelia. De esa Manera llegamos al nacimiento

    del ojo de agua en un lugar que actualmente se conoce como la Media Naranja, localizado al norte

    de San Miguel el Cerezo, en las inmediaciones de las Ventanas, tal y como describen las fuentes del

    siglo XVIII al respecto de la segunda zanja.

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    La observacin de campo nos permiti determinar que esa zanja no baja por la barranca de

    Cerezo sino que lo hace por la continua del Rosario hasta llegar al barrio de Camelia, para luego

    continuar su curso descendiente. Luego de este lugar existen tramos en donde se pierde la pista a la

    caera de modo que ya en las cercanas de la mancha urbana no se logra detectar su curso. Por otro

    lado observamos que al norte del cerro de la Rabia o Rbida, donde se unen las barrancas de

    Texinca y el Rosario, existe otra caera que le da la vuelta al cerro y llega a lo que actualmente es

    el barrio de la Alcantarilla donde se puso una toma de agua y a pocos kilmetros al sur est la

    antigua Plaza Mayor, donde hoy encontramos la iglesia de la Asuncin. Al parecer ambos

    acueductos se unen en el cerro de la Rbida, ms los restos materiales no nos permiten aseverarlo.

    De ser as se tratara de una sola zanja de agua de aproximadamente 9 km de longitud, seis de ellos

    van desde su nacimiento hasta el cerro de la Rbida y los restantes al Colegio Apostlico. Pero si

    atendemos a lo que dicen las fuentes este canal no puede tratarse del que se construy en el siglo

    XVII y que se revitaliz en la siguiente centuria, pues sealan que la primera construccin que se

    fabric estaba formada por 590 tablas de entre seis y siete varas de largo, alrededor de 2.9 km de

    longitud desde su nacimiento hasta el convento. Tampoco puede ser el de la reconstruccin de 1724

    que ampli el canal a 5514 varas, esto es, 4.61 km. Seguramente se trata de la obra de 1790, y

    aunque las fuentes histricas no refieren su longitud, s indican que se trataba de una obra de gran

    escala. Entonces tenemos an el problema de saber dnde se localiza la zanja antigua.

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    Figura 2. Acueducto franciscano.

    Figura 3. Acueducto de Camelia

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    Figura 4. Vista interior de la caera

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    Figura 5. Tramo de la caera de la Sabanilla

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    Figura 6. Tramo la caera de la Sabanilla

    Figura 7. Acueducto de Cerezo.

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    Figura 8. Manantial de la Sabanilla

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    El primer acueducto: los manantiales de Cabrera y Agua Bendita

    Es muy probable que desde principios del siglo XVII los franciscanos hayan posedo el agua de

    Cabrera gracias a la donacin de Virves, pero todo indica que los trabajos de construccin de la

    caera iniciaron o concluyeron en 1669 o 1679 (AGN, Minera, vol. 65, exp. 2, f. 1r).

    Gracias a la donacin del agua de Cabrera, los religiosos se dieron a la tarea de construir un

    canal que llev el lquido hasta el Convento, pero igualmente benefici a la poblacin local. Desde

    que el canal se construy el agua se reparti en dos mitades; una de ellas deba desembocar en la

    pila de la Plaza Pblica para que de all se proveyese la mitad del dicho real, para cuyo efecto

    hicieron los religiosos movidos de piedad una pila que cost trescientos y setenta y cinco pesos. La

    otra mitad se condujo al Convento para cubrir sus necesidades pero tambin para satisfacer a

    muchos vecinos que vivan en sus inmediaciones, y para que dichos barrios circunvecinos gozasen

    este alivio hizo el Convento una pila fuera de su cementerio a donde es innumerable la gente que

    acude a proveerse cuando el agua viene de estas obras (AGN, Mercedes, vol. 71, f. 127v). Esta

    obra tuvo un costo, segn el propio guardin del Convento en 1720, fray Joseph de Soto Mayor, de

    3836 pesos, 3 reales y medio. Ese dinero lo obtuvieron gracias a las limosnas que colect un fraile

    y la contribucin que les hizo un bienhechor, cuyo nombre no indica (AGN, Mercedes, vol. 71, f.

    132r). El canal que en ese entonces se hizo estaba elaborado con 590 tablas de madera, de entre seis

    y siete varas de largo cada una, es decir, la zanja tena cerca de 2.96652 km de longitud. En algunas

    partes el acueducto estaba sostenido en horcones y en otras con pilares de cal y canto (AGN,

    Indiferente Virreinal, caja 5388, exp. 47, f. 1v).

    Por las caractersticas de construccin de este primer acueducto gran parte del agua se

    perda por lo que result necesaria una remodelacin. En tiempos del virrey Marqus de Valero se

    orden que de las carniceras del Real se tomasen 2100 pesos para perfeccionar la obra, a lo que se

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    aadieron 732 de las limosnas que expresamente para ello se colectaron por los franciscanos y las

    contribuciones de un bienhechor cuya identidad ignoramos. Con ese dinero se pag a dos maestros

    de albailera, los operarios que trabajaron en las faenas y los materiales. La administracin del

    dinero estuvo a cargo de don Juan de Mora y del padre guardin fray Joseph Martnez de Lejarza.

    En ese momento se agreg al acueducto el agua de los ojos llamados Agua Bendita, que estaban a

    1100 varas de distancia de los de Cabrera. En esta remodelacin se fortalecieron las tarjeas, se

    introdujeron tubos de barrio vidriado, pero nicamente en un espacio de 100 varas (83.8 metros)

    que iban desde la alcantarilla donde se toma el agua hasta la pila de la plaza Mayor. En ese

    momento nicamente se aadi una pila ms en el barrio de Motolinico, pues ya estaban en uso la

    de la plaza mayor y la del cementerio del convento. Se acord entre los religiosos y el vecindario

    que las llaves de la alcantarilla quedaran en poder del Padre Guardin, como desde tiempo atrs

    haba sucedido (AGN, Indiferente Virreinal, caja 5388, exp. 47, f. 2r-3v y Minera, vol. 65, exp. 2,

    f. 16r-17r).

    Producto de esa reestructuracin del acueducto los diputados de la minera, lo religiosos y

    los vecinos del comercio acordaron efectuar una escritura en la que quedara asentado la forma en

    que se administrara la obra. El 13 de junio de 1724 se hizo una reunin a la que fueron convocados

    don Juan de Mora, don Juan Pico, don Francisco Ascaytia y don Joseph Cardela, diputados de la

    minera, el Padre Guardin y los oficiales de las cajas reales, y en ella acordaron que se mantendran

    nicamente las tres pilas antes sealadas adems de que el Convento aprovechara la mitad del

    agua. Sin embargo, don Andrs de Mora, diputado de la minera, se opuso a que el Convento se

    quedara con la mitad del agua y la clusula en la que se indicaba que no se podan aumentar las tres

    pilas de agua. En consecuencia los maestros alarifes que efectuaron la obra expresaron que ya la

    haban concluido, las tres pilas estaban tambin terminadas y que nicamente de la alcantarilla,

    donde se repartan las aguas hasta la pila de la plaza, se necesitaba hacer una nueva caera porque

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    los conductos ya estaban podridos y muy a el haz de la tierra. Mas las quejas de Mora no fueron

    atendidas y los convocados a la reunin aceptaron las condiciones del Convento. En esa misma

    junta, el sndico solicit que se gravaran las carniceras del Real en alguna cantidad que anualmente

    contribuyera al mantenimiento de la caera, solicitud que meses despus fue apoyada por don

    Francisco Ugarte, sndico general de la provincia de San Diego de Religiosos Descalzos, aun antes

    de que la Audiencia determinara en el caso. En enero y luego en febrero de 1725, Ugarte escribi

    dos cartas a la Audiencia, en la primera propuso que se pensionaran las carniceras de Pachuca en

    150 pesos anuales para realizar el reparo de las atarjeas y alcantarillas, solicitud que en su momento

    bien vista por el Fiscal de la Audiencia. En su segunda carta volvi a insistir en la necesidad de la

    pensin de las carniceras para dar mantenimiento a una obra de 7 mil varas (5.866 km) de longitud

    cuya conservacin implicaba tener en cuenta varios problemas. En primera instancia las caeras,

    dijo, atraviesan barrancas en que parece son y sern repetidas las quiebras que necesiten cada da

    de reparos de mucho costo, aun es corta la cantidad anual de los ciento y cincuenta pesos. Aunado

    a los problemas topogrficos estaban los sismolgicos y aquellos imponderables ocasionados por la

    malicia de las personas pues:

    habiendo de estar expuesta dicha caera a muchos daos y fracturas no solo general

    contingente, sino por los recios temblores que all acaecen, sino tambin por la malicia de

    algunos vecinos de las partes y habitaciones ms altas a donde alcanza la caera los cuales

    teniendo las pilas pblicas a distancia [] suelen atreverse a romper la caera donde les

    parece por conseguir el agua ms inmediata sin advertir en el dao comn como lo ha

    mostrado la experiencia (AGN, Minera, Vol. 64, exp. 4, fs. 6r-8v, 41r-45r, 56r; AGN,

    Indiferente Virreinal, caja 5388, exp. 47, f. 3r-3v).

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    Posterior a esa junta, el Alcalde Mayor de Pachuca invit a los principales vecinos del pueblo,

    representantes de la minera y el comercio, as como al prroco a dar sus pareceres al respecto de la

    escritura que solicitaba el Convento se hiciese y las clusulas que impona. En este contexto, en

    octubre de 1724 Mora volvi hacer patente su desacuerdo ante las clusulas que impona el

    Convento para el goce del agua por parte de los vecinos del Real. En esa ocasin envi un escrito al

    Alcalde Mayor exponiendo sus motivos. En primer lugar se quej por la forma ilegal de proceder

    del Convento y en particular de su Sndico, pues para conseguir sus fines, especialmente el de la

    propiedad de la mitad del agua, llam a una junta privada a los religiosos, oficiales reales y

    diputados de la minera en donde los convenci de ceder al Convento la propiedad del agua de

    Cabrera. Adems de ello Mora alegaba que los franciscanos no podan poseer la mitad del agua por

    lo desproporcionado en el nmero de vecinos con respecto al de religiosos (AGN, Minera, vol. 64,

    exp. 4, f. 42v). Por otro lado, aadi, la escritura de convenio estipulaba que el Convento solo

    tomara la que necesita para su manutencin y alimento, no ms, pero en ningn lugar deca que se

    le dara la mitad de agua. En ltima instancia, reclamaba Mora, la propiedad del agua era del Rey,

    no de un particular:

    en las dulces de los ros, de las fuentes y los pozos es el dominio del Prncipe, dueo del

    territorio donde nacen y slo dejan de serlo despus que las reparte y concede al comn de

    alguna ciudad, villa o lugar, en cuyo caso dejan de ser realengas y se hacen pblicas o

    poplicas, qu es lo que quiere decir, para que todos usen y gocen la que en sus menesteres

    necesitan, pero sin poderla hacer materia impositiva, venal, ni gravosa ni especie tributaria

    sino beneficio comn [] con que en este supuesto no constan de que el Prncipe haya

    concedido a dicho sagrado Convento el dominio y propiedad de la mitad de dicha agua. Y

    habindose conducido para el comn beneficio de toda la vecindad, ni pudiera dignamente

    decirse seor y dueo el Convento, ni poda negarse que son pblicas las aguas que no

  • 18TercerCongresoReddeInvestigadoresSocialesSobreAgua9al11abril,2014

    puede la vecindad sujetarlas al gravamen de contribuirlas por tributo, por pensin o por

    premio a dicho sagrado Convento, aplicndole ms de las que le son precisas. Y quitando la

    vecindad las que para s son necesarias, y ms cuando no puede aprovechar el mrito de

    primero inventor de dichos ojos, pues cuando as sea no es este medio para adquirir dominio

    de las cosas que son pblicas cuya propiedad no es, ni puede ser de alguno y solo es el uso

    y goce de todos (AGN, Minera, vol. 64, exp. 4, f. 45v).

    Mora opinaba que era un error limitar a la poblacin a tres pilas pues seguramente en algn

    momento habra que poner otra u otras ms, dado que da con da mucha gente llegaba a trabajar las

    minas e instalan sus casas cada vez ms alejadas de la pila existente. Igualmente el tesorero de las

    cajas de Pachuca, don Tiburcio, y el prroco del lugar don Manuel Buitrn consideraban que si en

    algn momento llega a aumentar la poblacin las pilas tambin deban de incrementarse (AGN,

    Minera, vol. 64, exp. 4, f. 44v- 45r).

    En febrero de 1725 la Audiencia de Mxico aprob, luego del visto del Fiscal, que se

    hiciera la escritura entre el Convento, los diputados de la minera y los oficiales de la Caja Real,

    pero dejando claro que el Convento no se poda apropiar de la mitad del agua sino nicamente

    poda utilizar la que necesitaba:

    entendindose con la declaracin y limitacin de que este no haya de gozar la mitad del

    agua sino la que necesitare para su gasto y manutencin, de suerte que siempre est

    abastecido para que la que sobrare se reparte prorrata en las otras tres pilas por no

    necesitarla dichos religiosos (AGN, Indiferente Virreinal, caja 5388, exp. 47, f. 11r).

  • 19TercerCongresoReddeInvestigadoresSocialesSobreAgua9al11abril,2014

    Y en caso de ser necesario, por causa del aumento de poblacin, el Convento se comprometi a

    abrir una nueva pila que se alimentara de los remanentes de las otras tres, tal como lo solicitaba

    Mora:

    y deberse atender a que la vecindad no experimente escases en tiempo alguno y la calidad

    expresa de que si en el tiempo alguno, y con la calidad expresa, de que si en el barrio de

    Guadalupe se avecindare algn gente para su provisin se pueda fabricar otra pila en l y

    abastecerse de los remanentes de las otras tres siendo bastantes para ello (AGN, Indiferente

    Virreinal, caja 5388, exp. 47, f. 11v).

    Para el constante reparo y mantenimiento de la caera se asignaron 150 pesos anuales de las

    carniceras del Real, cantidad que deba ser depositada en las cajas reales y retirada de ella luego de

    comprobar la necesidad de una compostura:

    y atendiendo a la conservacin de la obra de dicha caera, para que con prontitud se pueda

    ocurrir a la ejecucin de cualesquiera reparos y aderezos que en ella se necesiten, aplico la

    cantidad de ciento y cincuenta pesos destinados en las carniceras de aquel Real para que

    por cualquier persona en quien en lo de adelante se rematare el abasto de ellas se exhiban

    anualmente, introducindolos a este fin en aquella Real Caja para su erogacin y gasto sea

    con el preciso reconocimiento de los reparos que se necesitasen interviniendo los oficiales

    reales por cuya mano se ha de entregar al reverendo Padre Guardin de aquel Convento

    aplicndose lo que sobrare a la Real Hacienda por los mismos oficiales reales a quienes

    mando den cuenta con separacin del importe de dichas sobras en el Real Tribunal y

    Audiencia de cuentas a el tiempo de remitir las dems de su cargo (AGN, Indiferente

    Virreinal, caja 5388, exp. 47, f. 11v).

  • 20TercerCongresoReddeInvestigadoresSocialesSobreAgua9al11abril,2014

    Al parecer la caera no tuvo ningn problema en los siguientes aos y tampoco se suscit algn

    conflicto por el aprovechamiento del agua. Fue hasta mediados del siglo en que mineros y

    comerciantes intentaron modificar las pensiones de la caera. En 1752 los mineros y comerciantes

    de Pachuca se obligaron, por medio de una escritura, a contribuir tres reales de pensin por cada

    arroba de cebo que recibiesen en bruto para labrar o ya labrado y que se destinara al comercio. Ms

    su carta de obligacin no fue confirmada por la Audiencia pues forzaba a la Compaa de Mineros y

    a sus fondos al pago de la pensin. De manera que los diputados de la minera y los comerciantes

    nuevamente celebraron una junta en la que acordaron que en caso de ser necesario completar el

    dinero que se necesitaba para la manutencin del Colegio Apostlico, el del Hospital de San Juan

    de Dios, as como para el reparo de la caera seran los mismos mineros, a ttulo individual, los que

    contribuiran con lo necesario. De esa manera quedaron libres los cebos (AGN, Civil, vol. 1068,

    exp. 27r).

    Poco ms de 20 aos despus, en 1774, el apoderado de la minera y el comercio, don

    Joseph Marcelo Gonzlez, escriba al padre visitador fray Rafael Verguer contndole que desde

    haca aos los vecinos se haban obligado a dar limosna al Colegio para su manutencin, lo que

    haba sucedido cuando haba dinero en el lugar, pero en los ltimos tiempos ya no era ese el caso y

    a pesar de ello continan contribuyendo. Aunado a lo anterior el Colegio se haba apoderado de

    toda el agua, por lo que vean gravoso continuar aportando dinero:

    Lo que ms atencin merece es que el Colegio se ha tomado toda el agua de la caera,

    siendo propia del lugar, y pagando este ciento cincuenta pesos anualmente para su

    reedificio, dejndolo sin una gota ha como tres aos, de que resultan inexplicables daos a

    la salud, bebindola de pozos y a las almas por ir a todas horas de uno y otro sexo a tomarla

    a los despoblados como jurdicamente se ha manifestado con deposicin de cinco

    sacerdotes (AGN, Indiferente Virreinal, caja 4938, exp. 9, f. 3r).

  • 21TercerCongresoReddeInvestigadoresSocialesSobreAgua9al11abril,2014

    Verger les record a los padres del Colegio se ajustasen a las constituciones de la provincia de San

    Diego en donde se habla de que los franciscanos mendicantes de la ms estricta observancia no

    podan poseer bienes materiales. De manera que el guardin del Convento, fray Antonio de Jess,

    no tuvo ms opcin que aceptar que el agua fuera distribuida en partes iguales y renunciar a la

    pensin de carnes (AGN, Indiferente Virreinal, caja 4938, exp. 9, f. 4r-4v). Por lo que a partir de

    entonces tanto mineros, comerciantes y religiosos se obligaban a costear la reparacin de la caera,

    quedando las llaves de la alcantarilla en poder tanto del Padre Guardin, el apoderado de los

    mineros como de los comerciantes (AGN, Indiferente Virreinal, caja 4938, exp. 9, f. 8). A pesar de

    los acuerdos, el pueblo de Pachuca continu contribuyendo con 150 pesos para el reparo de la

    caera, con periodos en que no se cubri ese pago y que van de 1756-1759 y de 1773-1778. En este

    ltimo periodo, a pesar de no tener el dinero prometido, los franciscanos hicieron los reparos de la

    caera aunque solo superficialmente, por lo que para 1777 y 1778 estaba ya a punto de perderse la

    construccin (AGN, Indiferente Virreinal, caja 5145, exp. 2, f. 1v).

    De acuerdo con una carta que Cosme Martn Chorroco escribi al Alcalde Mayor de

    Pachuca en 1795, la destruccin de la caera inici el ao de 1777 gracias a varios pleitos que el

    Colegio tuvo por el pago de la pensin de 150 pesos, mismos que se prolongaron hasta el ao

    siguiente. A causa de esos litigios el Colegio se vio obligado por segunda ocasin a renunciar al

    derecho que pudieran tener a las aguas de Cabrera, a la pensin de 150 pesos para el reparo de la

    caera y a la obligacin de darle mantenimiento ellos mismos como hasta entonces lo haban

    hecho. A la vez que el apoderado del vecindario, mineros y comerciantes, se comprometieron a

    encargarse del mantenimiento de la obra, pero no fue as (AGN, Minera, vol. 65, exp. 2, f. 18r-

    18v).

  • 22TercerCongresoReddeInvestigadoresSocialesSobreAgua9al11abril,2014

    En 1778 el acueducto estaba destruido en el punto donde se haban construido unos arcos

    para librar la barranca de Cabrera. Se notific entonces al Alcalde Mayor de Pachuca se hiciera la

    compostura necesaria para que el agua llegara a la pila. Para efectuar dicha obra deban acordar con

    el Colegio cmo se organizaran (AGN, Indiferente Virreinal, caja 4328, exp. 13, 6fs). A finales de

    1779 el agrimensor encargado de evaluar los costos y daos fue don Jos Pioquinto, quien inform

    al alcalde mayor que haba tres fuentes de agua que alimentaban la caera, que en conjunto

    alcanzaban alrededor de un limn. Desde el primer ojo de agua a la alcantarilla de la plaza mayor

    haba 4170 varas (3.49446 km), de la alcantarilla a la pila de la plaza mayor haba 170 varas

    (142.46 m) y de la alcantarilla al Colegio 1174 varas (983.812 m). Esto es, la zanja tena una

    longitud desde su nacimiento, no sabemos si en Agua Bendita o Cabrera, hasta el Colegio, pasando

    por la Parroquia de la Asuncin donde estaba la Plaza Mayor, un total de 5514 varas lo que es

    equivalente a 4.6196292 km. El costo de la reparacin ascenda 5886 pesos (AGN, Minera, vol. 64,

    exp. 2, f. 35v-36r). No sabemos si la compostura se hizo ese mismo ao o en los subsecuentes, lo

    cierto es que para 1791 todo parece indicar que la caera continuaba en funcionamiento aunque

    bastante menguada.

    Como lo haba pronosticado Mora en 1725, hacia 1791 el agua de las tres pilas ya no era

    suficiente y el agua de los pozos no lograba satisfacer las necesidades de la poblacin ni de los

    religiosos, adems de causar daos a la salud de la poblacin. Ese ao el cura del lugar, Mara

    Yturria Iparraguirre escriba a la Audiencia contando que desde el ao previo se haban agotado los

    pozos de que bebamos o usbamos para todos los precisos gastos de nuestras casas. Y las tres

    pajas de agua que daban las pilas no eran suficientes, de manera que la poblacin tena que ir por

    agua a ms de 700 varas de la plaza mayor en un lugar cavernoso y despoblado (AGN, Minera, vol.

    64, exp. 2, f. 55r). Al parecer el Convento tambin se vio afectado por la falta de mantenimiento de

    la caera, pues los siguientes 20 aos se mantuvo gracias al agua de pozo. En una carta que

  • 23TercerCongresoReddeInvestigadoresSocialesSobreAgua9al11abril,2014

    Ygnacio Cobarruvias escribi a la Audiencia como apoderado del vecindario del Real y Minas de

    Pachuca, con motivo de un litigio por el denuncio de aguas de la Sabanilla, explic que en 1777 se

    haba destruido la caera de Cabrera y dice siendo as el Colegio cerca de veinte aos no necesit

    de las aguas de la Sabanilla, pues subsisti sin usarlas luego las otras aguas de que usaba

    [Cabrera]. Deja entrever que a partir de esa destruccin, el Colegio Apostlico utiliz agua de

    pozo para el abasto del Convento. Pero esas aguas, dice, eran daosas, inspidas y amargas por las

    particulares minerales en que necesariamente se mezcla, el que sern daosas y perjudiciales a la

    salud lo tiene certificado desde el ao de setenta y ocho el bachiller don Francisco Gonzlez Reina,

    a causa de ser compuestas de alumbre, alcaparrosa y azufre a cuya causa atribuye el vicio

    estomacal que padece aquel vecindario, y que jams se conseguir la sanidad pblica (AGN,

    Minera, vol. 64, exp. 2). En medio de la ms profunda escasez de agua, en parte provocada por la

    falta de lluvia y el agotamiento de los ojos de Cabrera, en 1793 el pueblo sufri una devastadora

    inundacin provocada por un fuerte aguacero que ocasion la avenida del ro que cruza el pueblo,

    y como la madre del ro estaba azolvada en uno de sus puentes, el agua tom su curso por las

    principales calles del pueblo, entr en las casas y en las crceles matando a mucha gente (AGN.

    Obras Pblicas, vol. 15, exp. 6, f. 211r-240r). Paradjicamente al ao siguiente la sequa volvi

    (AGN, Minera, vol. 65, exp. 2, f. 117v, 118r) y los pozos se secaron.

    Ya desde tiempos en que el vecindario y mineros obligaron a los franciscanos a renunciar al

    agua de Cabrera, stos se dieron a la tarea de estudiar la posibilidad de introducir al Colegio una

    nueva zanja, pero esta vez alimentada por un ojo de agua que naca en el paraje de la Sabanilla, y

    que descenda de las norteas serranas por lo antiguamente fue el Real de Arriba, hoy San Miguel

    Cerezo.

    La zanja nueva: el agua de La Sabanilla

  • 24TercerCongresoReddeInvestigadoresSocialesSobreAgua9al11abril,2014

    Cuando en 1787 el Colegio denunci el agua de la Sabanilla ante el Intendente General de Mxico

    ste decidi mejor darlas al pueblo de Pachuca. Mas como los vecinos no tena los medios para

    introducir una nueva obra hidrulica stos cedieron los derechos al Colegio y dos aos despus el

    Intendente de Mxico acept lo dispuesto.

    Para dar solidez a los pactos en 1789 el Colegio y el vecindario, junto con mineros y

    comerciantes, firmaron una escritura en donde se dejaba constancia de la donacin, as como otras

    clusulas en donde se dispona la forma en que se haba de gozar el agua por cada uno (AGN,

    Minera, vol. 65, exp. 2, f. 19r, 20r): 1) En la primera clusula el Colegio se comprometa a

    introducir el agua a la ciudad y al Convento sin gravar en nada a los tres cuerpos, a saber minera,

    comercio y vecindario. Se estipul tambin que se deba llevar el agua, tanto de Cabrera como la de

    la Sabanilla, por el acueducto o caera que antiguamente se usaba para ello. 2) Las pilas deban

    estar en lugares donde la poblacin pudiera acceder a ellas, pero que no se permitiera lavar ropa ah

    y que los animales no pudieran beber de ellas. Igualmente en esta segunda clusula se deja claro que

    cualquier persona que rompa las caeras se haca merecedora a un castigo monetario. 3) La caera

    no deba tener ladrones, derrames, ni posibilidad de que los habitantes se introduzcan en ella, y el

    remanente debera conducirse al Colegio. 4) A la fuente de la plaza mayor debe llegar una paja de

    agua para beneficio de todos los habitantes de la zona centro, as como de los comerciantes que ah

    llegan cada domingo. 5) Don Manuel Fernndez de Crdova se compromete a costear la

    composicin de la pila de la plaza mayor y fabricar las 251 varas de caera para conducir el agua a

    ella. El vecindario se oblig a dar mantenimiento y reparar los daos que sufriera el tramo de la

    caera que llega a la plaza pblica. 6) De los fondos de obras pblicas los vecinos deban contribuir

    al Colegio va limosna anual para el reparo del acueducto y pilas sin que el Colegio pueda exigirlo

    judicialmente. 7) Ni el vecindario quedaba obligado a invertir dinero en la caera principal y su

  • 25TercerCongresoReddeInvestigadoresSocialesSobreAgua9al11abril,2014

    reparo, pero tampoco el Colegio es obligaba a hacerlo. En ltimo lugar se aade que el vecindario

    cede a la Silla Apostlica, a don Antonio Agustn Mandado, mayordomo del Colegio, sndicos y

    subsndicos de los papas el derecho y propiedad que puedan tener al agua (AGN, Minera, vol. 65,

    exp. 2, f. 88v-91v).

    Luego de firmados los convenios, en 1790 los religiosos franciscanos iniciaron la

    construccin de la nueva obra, misma que dur cinco aos. La nueva zanja tuvo un costo superior a

    los 29 mil pesos que en parte fue cubierto por la Marquesa de San Francisco, hija de don Pedro

    Romero de Terreros, y tambin gracias a las limosnas que para ello colectaron los religiosos. Y al

    igual que en la primera ocasin los vecinos de Pachuca no aportaron ni dinero, ni trabajo para su

    construccin y s en cambio su poblacin estorb la conclusin del proyecto, pues en el nacimiento

    de los ojos metan pencas de maguey, cascaras de pltano, rompan el acueducto, a la vez que los

    carreteros lanzaban grandes maderos sobre la obra ocasionando su destruccin (AGN, Minera, vol.

    65, exp. 2, fs. 20r-20v y 21r-21v).

    Cuando en 1795 la obra ya estaba concluida y el sndico del Colegio solicit se le informara

    donde deba ponerse la pila de agua a que se haba comprometido el Convento, los vecinos y

    mineros del Real celebraron una junta en presencia del alcalde mayor Felipe de Ortuo, el sndico

    del Colegio, Cosme Martn Chorroco, en concurrencia de los diputados de la minera y gente del

    comercio en la que se dio lectura a la escritura pactada en 1789. Los pobladores de Pachuca

    aceptaron renunciar a la clusula en la que el Colegio se comprometa a construir la fuente pblica

    de la plaza mayor dotada de una paja de agua, pero que a cambio se les proporcionase dos pajas ms

    de lquido pues una, dijeron, no era suficiente:

    atendiendo a que la insinuada sola paja de agua no es suficiente a proveer todos los

    surtimientos diarios y precisos del vecindario, ni menos a socorrer a los introductores de

  • 26TercerCongresoReddeInvestigadoresSocialesSobreAgua9al11abril,2014

    vveres y otros efectos que ocurren semanalmente de varios y distantes lugares a este

    relacionado vecindario (AGN, Minera, vol. 65, exp. 2, f. 4v-5r).

    Como era de esperarse el Colegio no tuvo ningn inconveniente al respecto. Enseguida el

    sndico Cosme Chorroco mostr al apoderado de los vecinos la figura de un crculo que

    representaba el orificio de la alcantarilla por donde deban de pasar tres pajas de agua (un crculo de

    dos centmetros de dimetro). En la vista de ojos que se hizo al paraje el apoderado Vicente Rivera

    estuvo de acuerdo con lo que la circunferencia mostrada por Chorroco en su escrito corresponda a

    tres pajas, pero (AGN, Minera, vol. 65, exp. 2, f. 7r, 13r) cuando ste denuncio ante las autoridades

    locales el constante sabotaje que los vecinos hacan a la conclusin de la obra, Vicente de la Rivera

    acus al Colegio diciendo que en realidad la zanja no conduca tres pajas sino ocho cuartillos

    (AGN, Minera, vol. 65, exp. 2, f. 23r-23v). Entonces se inici un agrio litigio entre los vecinos y

    mineros del lugar con los franciscanos del Colegio Apostlico de Propaganda Fide que se alarg

    hasta 1801.

    Mientras que por un lado el Padre Guardin del Colegio, en voz de su sndico, les recordaba

    a los vecinos que ya alguna vez haban hecho un caera que haba beneficiado a todos, sin que

    nadie de la poblacin hiciera el ms mnimo esfuerzo por ayudar en la obra a la que luego tuvieron

    que renunciar por solicitud de los mismos habitantes y los litigios que acarreaba la paga de la

    pensin, por su lado el representante del vecindario contestaba mordazmente las cartas haciendo

    mofa de los esfuerzos que los religiosos tuvieron que hacer para concluir ambas obras hidrulicas,

    pero igualmente lamentndose por el vecindario pues no tena la riqueza que otrora posey como

    para contribuir con algo a lo hecho por los religiosos. Les recordaba que su estricta observancia

    miraba a velar por su rebao y si en algn tiempo el pueblo los haba mantenido porqu ahora que

    estaban en la miseria, no podan ser ellos los apoyados (AGN, Minera, vol. 65, exp. 2, f. 25r-38r).

  • 27TercerCongresoReddeInvestigadoresSocialesSobreAgua9al11abril,2014

    Ante la negativa del sndico del Colegio Apostlico de medir nuevamente las tres pajas de

    agua que correspondan al pueblo y las fundadas quejas del Convento hacia la eternas crticas y

    quejas de la poblacin, el sndico del Colegio argumentaba que si bien el Intendente y subdelegado

    haban mercedado al vecindario las aguas en 1787, la probada incapacidad de ste de contribuir

    anualmente con 150 pesos hizo que se aceptara la cesin de derechos a nombre no del Colegio sino

    de la Silla Apostlica (AGN, Minera, vol. 65, exp. 2, f. 65r, 66r).

    De acuerdo con la primera clusula del convenio de 1789 el Colegio se comprometa a que

    la nueva caera deba conectarse hasta la de Cabrera, para que all se juntasen ambas fuentes de

    agua y de ese punto el lquido se deba transportar por la antigua zanja. Pero en la realidad, alegaba

    Vicente Rivera sndico personero del comn, los franciscanos cambiaron el rumbo de la nueva

    zanja y no la conectaron a Cabrera; y el problema era que la nueva obra se haba alejado del pueblo

    y no lograba a abastecer a una ciudad de 4000 habitantes, conformada por aproximadamente 800

    familias (AGN, Minera, vol. 65, exp. 2, f. 32v-33r). La zanja de Cabrera entraba por el barrio de

    Motolinica y entonces ellos eran los primeros beneficiados con el agua, pero con la nueva

    construccin sus moradores quedaron a una distancia de 800 varas de la fuente que estaba sobre un

    cerro escarpado. Lo mismo sucedi en otro punto de la ciudad, la nueva zanja quedaba distante

    400 varas de la plaza mayor:

    Por el barrio de Motolinica, que es el ms poblado y a quien primero tocaban las aguas, es

    casi inaccesible la nueva caera porque a ms de distar como 800 varas ms all de la vieja

    est sobre un cerro pendiente y escarpado; y si la alcantarilla de la caera vieja que provea

    aquel barrio era ocasin de muchos excesos y quejas qu temeramos ahora de una o dos

    pilas que hacia aquella parte se pusieron en la nueva? fuera de que, como ya dije, seran

    intiles o muy trabajosas por su dificultossima o casi inaccesible situacin, con el

    intermedio que hay desde el expresado barrio hasta las Real es Cajas tiene el mismo

  • 28TercerCongresoReddeInvestigadoresSocialesSobreAgua9al11abril,2014

    respecto la nueva caera [] Pero por donde ms importaba su cercana, esto es hacia la

    plaza mayor, dista como cuatrocientas varas ms del paso, peso y nivel de la caera vieja.

    Pero por qu parajes? por la falda de un cerro muy pendiente, despoblado y lleno de

    barrancos y escondrijos que seran la ruina de las doncellas, el escndalo de las incautas y

    la perversin de las casadas, y para los mozos y muchachos qu dispendio de tiempo! Qu

    ocasiones de rias! y qu seminario de vicios! (AGN, Minera, vol. 65, exp. 2, f. 30v-31r).

    Ante las quejas del vecindario el sndico del Colegio se preguntaba, con razn, porqu si el pueblo

    que haba visto la construccin de la obra por espacio de cinco aos y el sndico personero haba

    verificado las tomas de la caera y todos haban estado de acuerdo hasta ese momento, entonces

    porqu a final deseaban deshacer la obra y mover las fuentes, lo que implicaba grandes costos. Y no

    slo eso sino que el Colegio hizo todo lo posible para llevar el agua por el lugar ms apropiado y

    desafortunadamente ese no fue hasta llegar a conectar el nuevo acueducto con Cabrera. Eran los

    habitantes del pueblo quienes deban de dar mantenimiento a la obra antigua, no el Colegio, arga

    el sndico (AGN, Minera, vol. 65, exp. 2, f. 70r).

    En 1796, un ao despus de iniciado el litigo, los vecinos de la ciudad nombraron por

    apoderado a Bernardo Galindo. En un intento por dar fin al pleito, escribi una carta al padre

    Guardin del Colegio indicndole que los vecinos haban tenido una junta en donde haban

    acordado proponer al Colegio la terminacin del litigio en los mejores trminos. Pero el padre

    guardin nicamente se limit a contestarle que cualquier asunto deban de verlo con su sndica, la

    Marquesa de San Francisco, hija de Pedro Romero de Terreros. As las cosas, Galindo se dirigi

    con la Marquesa y sta le contest que no podan llegar a ningn acuerdo, por lo que el litigio

    continu (AGN, Minera, vol. 65, exp. 2, f. 106r-110vr).

  • 29TercerCongresoReddeInvestigadoresSocialesSobreAgua9al11abril,2014

    A la par que se segua el litigio con la Audiencia, 1797 el pueblo inici la construccin de la

    caera que conectaba el acueducto de la Sabanilla con la pila de la plaza principal. Los trabajos

    duraron solamente dos meses y estuvieron a cargo del maestro caero Jos Trinidad Granados; en

    su construccin se invirtieron 270.7 pesos que fueron aportados por los propios vecinos, lo que

    contradeca en mucho lo que litigaban en la Audiencia (AGN, Minera, vol. 65, exp. 3, fs. 1r-20v).

    Al estar terminados los trabajos, en junio de 1797 el Alcalde Mayor reuni a los vecinos del lugar y

    l junto con el cura ofrecieron en nombre de los religiosos franciscanos dar tres pajas ms de agua a

    las tres que se haban ofrecido inicialmente, a modo de dar terminado el litigio (AGN, Minera, vol.

    65, exp. 3, f. 9r). Y no obstante de estar de acuerdo el vecindario con la solicitud a los franciscanos,

    el apoderado del vecindario consider que no se podan aceptar seis pajas de agua, esta vez aument

    sus demandas a nueve adems de dos pilancones de una vara cbica en la caera nueva. A pesar de

    lo alegado por Galindo, la mayora de quienes fueron llamados a dar su voto acordaron aceptar las

    tres pajas ms de agua que haba ofrecido el Colegio (AGN, Minera, vol. 65, exp. 3, f. 16r-19r, 23r-

    v). Mas como lo acordado en la junta no fue hecho de conocimiento a la Audiencia y el apoderado

    Galindo neg cualquier aviso formal por parte de los vecinos de dar por terminada la reunin, a

    pesar de conocer los acuerdos por haber estado presente en la junta, el litigio continu entre escritos

    de una y otra parte (AGN, Minera, vol. 64, exp. 2, sin foliar). Por un lado estaban los principales

    representantes de la minera, el comercio y el vecindario que opinaban dar por concluido el pleito,

    aceptando las seis pajas de agua que ofreca el Convento, y por otro el apoderado del comn que,

    haciendo caso omiso del inters general, continuaba el juicio, y por su parte la sndica del Colegio

    que apelaba al buen juicio del Fiscal y la Audiencia, solicitando la conclusin del absurdo pleito. Y

    entre ms papeles se acumulaban al caso, los apoderados del pueblo iban aumentando sus demandas

    hasta proponer que resultaba ms conveniente al pueblo dividir el agua por mitad y conminar al

    Colegio a poner nuevamente en condiciones la fuente que antiguamente se localizaba en el

  • 30TercerCongresoReddeInvestigadoresSocialesSobreAgua9al11abril,2014

    cementerio del Convento y que surta de agua a los inmediatos (AGN, Minera, vol. 64, exp. 2, f.

    60r-74r).

    Finalmente en junio de 1798 el Fiscal de la Audiencia consider que el pleito deba de ser

    concluido sin aceptar ni un solo escrito ms por parte del apoderado del vecindario. Determin que

    ste deba darse por satisfecho con seis pajas de agua de la nueva caera que conduca las aguas de

    la Sabanilla, pero que las fuentes que quisiese las deba construir a costa de su bolsillo. Mas el visto

    del Fiscal no se detena ah, sino que tambin concluy que si los vecinos deseaban reparar la

    caera de Cabrera tambin deba de ser con su dinero, sin inmiscuir en ello al Colegio (AGN,

    Minera, vol. 64, exp. 2, sin foliar). A pesar de que en los siguientes dos aos el vecindario enfrent

    serios problemas para pagar las costas del pleito, su apoderado se negaba a abandonarlo,

    convenciendo a los vecinos en la necesidad de aviar los gastos requeridos. Mas como ya lo haba

    determinado anteriormente el Fiscal, hacia mayo de 1801 se dio por concluido el pleito

    reproduciendo lo determinado en 1798 (AGN, Minera, exp. 1, f. 31v-35r).