La Autocracia Fujimorista - Henry Pease

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HENRY PEASE GARCA LA AUTOCRACIA FUJIMORISTA Del Estado intervencionista al Estado mafioso

INTRODUCCIN

En este libro pretendemos estudiar el rgimen poltico que, partiendo del gobierno constitucional de Alberto Fujimori, inaugurado en julio de 1990 tras una eleccin en dos vueltas que se dio dentro de los cauces de la Constitucin y la ley vigentes, se convierte en un rgimen autoritario paso a paso, incluyendo el autogolpe de Estado del 5 de abril de 1992 y muestra su carcter mafioso aos despus. El subttulo pone nfasis en el cambio operado no solo en el nivel del rgimen poltico, sino tambin en la forma de Estado, particularmente en lo que se refiere a la relacin poltica-economa. Cae el Estado intervencionista diseado durante el gobierno militar de Velasco Alvarado y mantenido durante la dcada de los 80 en un claro proceso de descomposicin. No nos referimos solo a los rasgos de la Constitucin de 1979, sino a la prctica producida en los dos gobiernos de esa dcada, el primero de los partidos Accin Popular y Popular Cristiano (AP-PPC) que pretendi desmontarlo en su prctica antes que en sus leyes y el segundo, del partido aprista (PAP), que enfatiz sus rasgos populistas hasta llegar a la crisis con la hiperinflacin ms grande de nuestra historia. El nfasis que ponemos en el rgimen poltico, para examinar cmo se estructura el poder y cul es la coalicin que se forma, cmo opera y cules son los crculos concntricos en que se desarrolla su poder operativo, no puede entenderse sin una referencia a la forma de Estado para ver el vnculo entre Estado y Sociedad y entre poltica y economa. Hay una perspectiva de cambio y continuidad en el proceso poltico peruano que me hace ver al fujmontesinismo como algo que no es enteramente nuevo, que es una caricatura o exageracin de la realidad precedente y, por eso, los elementos procesales, en lo que tienen de cambio y continuidad, tienen que ser rescatados.

En esta perspectiva, en primer lugar, nos preguntamos por la democracia precedente. Qu es lo que se vino abajo el 5 de abril? Pero no solo para ver cmo en los dos aos previos se prepar el autogolpe, cuestin que tratamos en Los aos de la langosta. Tambin para examinar sociedad y poltica desde la transicin anterior que tan precaria democracia lleg a generar y que no fue ajena a las corruptelas y elementos de descomposicin que el fujmontesinismo convierte en su esencia. En segundo lugar, caracterizamos el rgimen poltico peruano en la dcada de Fujimori. En tercer lugar, explicamos cmo se deform la institucionalidad en la citada dcada mostrando la operacin de la coalicin dominante. En cuarto lugar, hacemos una reflexin sobre la antipoltica y la transicin a la democracia que se abre el 2000 y que, en nuestro concepto, no ha concluido. Finalmente, proponemos conclusiones para que la historia no se repita. Expresamos nuestro agradecimiento a los doctores Mximo Vega Centeno, decano de la Escuela de Graduados, quien presidi el Jurado de la tesis doctoral que origina este libro; Enrique Bernales, Sinesio Lpez y Augusto Castro, profesores y colegas en la Escuela de Graduados, por su apoyo, sus ideas y cuestionamientos en este trabajo. Un agradecimiento especial a Catalina Romero, por su aliento e iniciativa, otra vez. A Roco Verstegui y Hernando Arizabal por su aporte a la investigacin. A Yolanda Marina y Soledad Cabanillas, a Alberto Adrianzn, Luis Gonzlez Norris y Pablo Palomino que, adems de apoyarme en todas mis labores en el Congreso, soportan mi ritmo de trabajo. 1. QU DEMOCRACIA ES LA QUE CAE EL 5 DE ABRIL DE 1992? Desde 1982 se haban sucedido dos gobiernos democrticos que actuaron dentro de las normas de la Constitucin y Presidieron elecciones generales municipales y la primera de las primera de la regionales dentro de los mnimos normales en una democracia. Puede decirse bien que la democracia poltica funcionaba en tanto mtodo para elegir gobernantes, aunque ciertamente como en gran parte de la regin, con grandes limitaciones.1 Se haba cumplido con los requerimientos de Huntington2 sobre el punto de llegada de una transicin, mas con el establecimiento de una poliarqua, que seria el nivel mnimo desde el cual se poda encaminar a una democracia consolidada. Tenamos como afirmara ODonnell, una democracia delegativa al estilo de otros pases luego de las transiciones en Latinoamrica. Pero el 5 de abril de 1992 hubo un autogolpe dado por Alberto Fujimori, Presidente Constitucional elegido en 1990, tres generales y un almirante que comandaban el Ejrcito, La Aviacin, La Polica y La Marina de Guerra. Todos ellos nombrados por Fujimori con el asesoramiento de Montesinos, tras defenestrar a sus antecesores. La dcada de los 80 permiti una continuidad en la prctica de los movimientos sociales populares que fue clave para la cada del gobierno militar de La dcada anterior. Esta, sin embargo, qued severamente afectada por la larga1

Especialmente para el acceso de las fuerzas polticas a los medios de comunicacin social ms sostificados para el pleno ejercicio de condiciones de ciudadana ante las fuerzas del orden. 2 Esto es, haber tenido ya un segundo gobierno elegido por sufragio directo en el cual otro partido distinto al primero asume el gobierno y este lo entrega prcticamente, a su vez, al ganador de las elecciones. Huntington, Samuel P. La tercera ola. La democratizacin a finales del siglo XX, p.239.

crisis econmica que destrua empresa y empleo, ciertamente tambin poder sindical y, en particular, por el actuar del terrorismo de Sendero Luminoso y el MRTA, creciente en la dcada, as como por la respuesta militar que se le daba. En la democracia que precede al 5 de abril esta participacin con alta movilizacin, fue clave desde su origen en los paros nacionales que haban arrinconado a la dictadura. Pero al igual que el Estado, cuyo desborde fue evidente, y la economa, deteriorada, junto con las capacidades estatales hasta extremos impresionantes, todo corresponda a una decadencia y la apertura de una crisis multidimensional.3 Lo que cae el 5 de abril de 1992 es una democracia bajo tutela militar, que comenz a funcionar dbilmente desde 1980 tras una transicin que mantuvo la cuota de poder de las Fuerzas Armadas que gobernaron los doce aos previos. Democracia dbilmente institucionalizada, con partidos en crisis y un sistema de partidos embrionario donde primaba la lgica de una radical confrontacin. Estbamos acosados por una crisis econmica recurrente por lo menos desde 1975- y por la subversin terrorista frente a la cual el Estado vena fracasando en ms de una dcada. En La cultura poltica la idea democrtica solo se asent durante el siglo XX como un mtodo para elegir gobernantes, la mayora de ellos atrapados en una concepcin en la que gobernar es mandar, donde, como mximo, democracia implicaba algo ms de permisividad pero recurrentemente la poltica contena como en los tiempos oligrquicos un orden de exclusin en nombre de diferencias econmicas, tnicas y raciales; aunque mucho hubiera sido recientemente removido con la migracin masiva que cambi el rostro de Lima y otras ciudades y con la reforma agraria que acab con los grandes terratenientes expresados en el poder regional y local.

Captulo 13

Pease Garca, Henry. Los aos de la langosta. La escena poltica del fujimorismo. Lima: IPADEL, 1994 Vase el captulo III: La crisis multidimensional del Per de los 80.

LA TRANSICIN DEL GOBIERNO MILITAR A LA DEMOCRACIA TUTELADA Sobre los rasgos y lmites de la transicin iniciada en 1978 escriben Julio Cotler,1 Sinesio Lpez2 y Nicols Lynch.3 Cotler menciona el resurgimiento de antiguas prcticas y estructuras polticas antagnicas y exclusivistas en 1980, durante la transicin; atribuyndolo a que luego de las elecciones de 1980 -en las que Belande gana con un 45% frente al 27% del partido aprista- la transferencia del poder a los civiles no se realiz basndose en pactos. Para Cotler, los pactos habran facilitado una interaccin pluralista de las fuerzas polticas. Sinesio Lpez escribe sobre una transicin institucional semi-negociada en la cual los partidos jugaron un papel importante, pero encuentra el lmite en que la izquierda no quiso participar y no jug a la transicin. Lynch va ms all y seala la existencia de dos conceptos de democracia en los actores que eran La oposicin al gobierno militar: los partidos tradicionales vean La democracia como representacin, entendida como individuos que peridicamente eligen a sus gobernantes para que mantengan un orden que garantice propiedades y jerarquas, y la sociedad civil popular que vea la democracia como participacin, entendida como presencia activa en las movilizaciones, garantas de parte del Estado, as como satisfaccin de demandas econmicas y sociales.4 Martn Tanaka5 no trata de los lmites de la transicin, pues no forma parte de su anlisis, explica que son tres grandes tradiciones partidarias con orgenes en los aos 20, las que se disputan la hegemona del pas luego de una dictadura que no logr consolidar un nuevo orden alternativo al oligrquico. Ve la transicin como un terreno frtil para apuestas y utopas. Fernando Tuesta,6 por su lado, enfatiza que las instituciones polticas se tornaron relevantes durante los procesos de consolidacin democrtica de ios 80 y encuentra que la democracia se refundo con cambios institucionales aislados, contradictorios e ineficientes. En efecto, aunque ya en el mundo los mecanismos de participacin directa se abran camino y aunque en la experiencia peruana, entonces reciente, se haba trabajado mucho en la perspectiva de mecanismos de participacin ms directa, la Asamblea Constituyente de 1978 se neg a incorporar siquiera algunos, como lo demandaba esa dividida izquierda que alcanz el 30% de sus escaos pero que representaba a los movimientos sociales populares que los partidos ms antiguos se prestaron a derrotar de la mano de los militares en la misma transferencia. As lo reconoce Marcial Rubio al escribir en el primer nmero de la revista QUE HACER de DESCO, a mediados de 1979:1

Cotler, Julio. Political Parties and Problems of Democratic Consolidation in Per. En: Mainwaring (eds.). BtdldmgDemocratic Systems in Latn America. Stanford University Press, 1995. 2 Lpez Sinesio. Per, golpe, democradura y democracia. En Cuestin de Estado n 4-5 set-oct. Lima: IDS, 1993. 3 Lynch Nicols. La transicin conservadora. Movimiento Social y Democracia en el Per 1975-1978. Lima: El zorro de abajo ediciones, 1992. 4 b., p.41. 5 Tanaka, Martn. Los espejismos de la democracia: el colapso del sistema de part-dos en el Per, 1980-995 en perspectiva comparada. Lima: IEP, 1998, p.16. 6 Tuesta, Fernando. El impacto del sistema electoral sobre el sistema poltico peruano. En: Tuesta (ed.). Los enigmas del poder (Fujimori 1990-1996) Lima: Fundacin F. Ebert, 1996.

Finalmente, la Constitucin pretende desconocer el ejercicio efectivo de los derechos polticos del pueblo, al relegarlo al lugar de simple elector de representantes que, una vez elegidos, actan y toman decisiones a su libre arbitrio, es decir, segn los intereses de sus grupos de presin, sin que el pueblo tenga mecanismos para intervenir y enmendar las decisiones de quienes traicionan las promesas hechas.77 Hacia una democracia tutelada En un trabajo hecho para prologar la primera edicin del libro de M. Rubio y E. Bernales Constitucin y Sociedad Poltica, sintetizo el proceso dado en la llamada transferencia del poder a la civilidad. Bajo el subttulo Del Ocaso del Poder Oligrquico al amanecer del Estado Moderno sealo los lmites de los partidos y cmo estos regresan sin mayor cambio tras doce aos en que mucho cambi en el Per. Observo que un apoyo masivo pre supone un proyecto hegemnico que vaya ms all de la coyuntura y sus dbiles promesas y doy cuenta de cmo en el proceso constituyente se Ka asentado la cuota de poder de los militares como alternativa al frgil rgimen democrtico que naca. Luego desarrollo, en sucesivos trabajos, lo que denomino democracia tutelada o democracia bajo tutela militar, algo que recuerda al trato a los menores de edad y que no tiene mucho de imaginativo, aunque s de realista, dado que las mismas Fuerzas Armadas aqu se definen constantemente como instituciones tutelares.8 Aun antes, esta era la marca de fbrica de la transferencia del poder a la civilidad de la que hablaba el general Morales Bermdez. En 1979 sostuve: Al cabo de doce aos de gobierno, los militares volvern a sus cuarteles en julio de 1980, pero sern indudablemente una parte importante del poder poltico de este pas y no simplemente un aparato ejecutor, subordinado al gobierno. Ms an, nada asegura que no puedan retornar a este luego de un perodo ms o menos largo. Han sido alternativa de gobierno en el pasado oligrquico y aunque ahora la estructura de poder es ms compleja, las dificultades de una neta hegemona en el campo burgus, la mediocridad de los partidos en la conquista de las masas, y la 3 propia insurgencia popular, resultado de un sistema poltico endeble -reflejado en la propia Constitucin- que fcilmente puede voltear el aparente espritu democrtico que ahora asumen algunos sectores burgueses. Y en ese campo los militares no son ni simples ejecutores ni convidados de piedra, menos an cuando tienen una larga experiencia en la administracin del Estado.99

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Rubio Correa, Marcial. La nueva Constitucin: carta magna o carta blanca?. QUEHACER n. 1, revista del Centro de estudios y promocin del desarrollo, Lima, DESCO, noviembre 1979. 8 Pease Garca, Henry. La Constituyente de 1979 en el proceso poltico peruano. En Rubio y Bernales. Per: Constitucin y Sociedad Poltica. Urna: DESCO, 1981. 9 Pease Garca, Henry. Transferencia: presente, futuro y posibilidad. En: QUEHACER, Lima, n. 1, revista del Centro de estudios y promocin del desarrollo: DESCO, 1979.

Entonces, Sendero Luminoso no era parte del anlisis en la escena poltica, pero la precariedad de la transferencia con relacin a lo que ocurra en la sociedad civil y en el poder militar era evidente para nuestro anlisis. El anlisis de todo el proceso de transferencia llevaba necesariamente a ver sus orgenes no solo en la agudizacin de las contradicciones castrenses que analic en mi primer libro,10 que hacan ridcula la reiterada unidad de la Fuerza Armada, sino en la dinamizacin de los movimientos sociales populares, en protesta frente a la crisis que se abra desde la economa y la frustracin de las reformas. A pesar de la profunda crisis econmica y poltica -que con el embate popular toc fondo en 1977 y 1978- el gobierno de Morales Bermdez logr finalmente imponer la transferencia gradual y construir para la burguesa un rgimen poltico viable. Para ello debi asegurar tres objetivos entre 1977 y 1980: encauzar la poltica de estabilizacin econmica, superando el punto ms bajo de la crisis; lograr la renegociacin de alianzas burguesas, ganando tiempo preciso para que sus viejos partidos remocen la fachada; y derrotar al movimiento popular que insurga amenazante desde fines de la primera fase.11 Como luego sealara de manera coincidente Lynch, la transferencia se hizo contra ese movimiento popular que en oleadas incubaba a los partidos de izquierda, enfrentados entre s, ocupando parte significativa del escenario, no menos del 30% de los votos que se dieron para la Asamblea Constituyente de 1978. Las alianzas dentro de la Asamblea solo incluyeron al partido aprista y al PPC. Las conversaciones de Morales Bermdez tuvieron en el primero a un interlocutor privilegiado pero se ampliaron al PPC y Accin Popular aunque este en gesto altivo que le dio mucho rdito en la coyuntura, no particip en las elecciones de 1978. La participacin de los partidos de izquierda en esas elecciones s fue un hecho significativo, porque era el primer paso para integrarse al sistema democrtico que antes del 68 los exclua y que en su insurgir de los 70 no exista. No lo hicieron ni Patria Roja -que s lo hizo en 1980- ni Sendero Luminoso, variante del maosmo que ya sabemos en 1980 opt de verdad, no solo de palabra, por la lucha armada con un claro corte terrorista. El nuevo rgimen poltico se construye a partir de una estrecha vinculacin con los mandos de la Fuerza Armada y deja intocados en esta los roles tutelares que le permiten ser la alternativa poltica en caso necesario. Belande [...] confirma este derrotero hasta el extremo: mantiene en sus puestos a los tres comandantes, hoy la junta, y les da voz en la bsqueda de los tres ministros castrenses. Es lo que puede llamarse la democracia tutelada, siendo la ctela su reserva para que en los aos en que el desgaste de un hueco populismo verbal empantane y asle al gobierno.121210 11

Pease Garca, Henry. El Ocaso del Poder Oligrquico. Lucha poltica en la escena oficial 1968-1977. Lima: DESCO, 1977. Pease Garca, Henry. Tras la mscara demoliberal, el proyecto transnacional. En: QUE HACER, Lima, n 5, revista del Centro de estudios y promocin del desarrollo: DESCO, junio 1980, p. 5. 12 Ib., p.6.

Esta nocin la voy desarrollando en sucesivos textos y sostengo que se plasma en la Carta de 1979, pero tambin ms all de ella. Es obvio que los mandos militares no tienen hoy el amplio margen, de autonoma que permiti a Velasco actuar entre 1968 y 1973 decreciente a partir de entonces y claro est que las funciones de legislar y gobernar se cumplen ahora con distinto personal poltico, al menos por un tiempo. Pero ha quedado reforzado el carcter tutelar de estas instituciones que supone una efectiva intervencin poltica y una ampliacin de las nociones de defensa y seguridad nacional obteniendo un tratamiento en el nuevo gobierno, que las consagra como un Estado dentro del Estado. Esto es particularmente significativo dado que no hay comparacin posible -cuantitativa y cualitativamente entre el peso, la organizacin, la disciplina, la formacin de cuadros y la capacidad de conduccin existente en la Fuerza Armada y el resto de instituciones polticas -partidos y aparato estatal incluidos; con esto hacemos referencia no solo al plano militar sino al conjunto de recursos y a los servicios que al decir del General Morales Bermdez hacen un permanente anlisis de la situacin del pas.13 (Obvia referencia al Servicio de Inteligencia Nacional SIN y sus equivalentes en cada Instituto castrense as como al CAEM y otras instancias.) En las intervenciones del presidente Morales Bermdez que tratan de parametrar la Asamblea Constituyente hay muchos elementos de lo que las FF.AA. de entonces entienden por tutela militar, y que varios sectores polticos aceptan sin chistar. El mismo sustenta la ampliacin de esa misin tutelar asignada a la Fuerza Armada y la presenta con explcita capacidad deliberante. Hubo una famosa frase del general, al finalizar 1977 que, aunque aparentemente enigmtica, tena bastante de verdad: sostuvo que habra transferencia de gobierno, no de poder y suscit un terremoto de respuestas.14 Un poco despus, en otro libro que comienza formulando un balance, sealo los rasgos resultantes de la transferencia tras el decenio militar. En estos se puede ver la herencia autoritaria adems de los lmites planteados por todos los autores citados- que influye en el curso de la transicin y en el fracaso de su consolidacin en perspectiva democrtica.15 Los militares no salieron derrotados, lo que implic un fortalecimiento de la clase dominante en su conjunto y la presencia de la tutela militar, incluyendo su posibilidad de ser alternativa de gobierno. El movimiento popular sufre derrotas parciales pero importantes. An as, luego de la transicin, la izquierda seguir contando con presencia en el movimiento sindical y llega a alcanzar representacin parlamentaria mayor13

Pease Garca, Henry. Per: del reformismo militar a la democracia tutelada. En: Pease et al. Amrica Latina 80: democracia y movimiento popular. Lima: DESCO, 1981. 14 Pease Garca, Henry. Los Caminos del Poder. Tres aos de crisis en la escena poltica. Lima: DESCO, 1979, pp. 332-333. 15 Pease Garca, Henry. Un Perfil del Proceso Poltico Peruano. A un ao del segundo Bekmndsmo. Lima: DESCO, 1981.

a la del pasado. Se mantienen las condiciones de polarizacin social precedentes, la poltica econmica las alienta. En la polarizacin poltica con que se abren los 80, influye la presencia de la izquierda que no se sinti parte del pacto entre el partido aprista y el PPC en la Constituyente de 1979; influye en el comportamiento del empresariado y los partidos ms conservadores el proceso vivido desde 1968, y en este extremo se usa a Sendero Luminoso para acabar con la izquierda, ampliando el campo enemigo desde principios de la dcada. Este fue un factor que impidi una evaluacin ms objetiva del terrorismo y rest eficacia a la respuesta. Los partidos polticos son fundamentales para consolidar la transicin. En este caso la herencia de doce aos de dictadura dificult la organizacin partidaria, la interaccin entre partidos y la capacidad de gobierno. Si se le suma la crisis pre' cedente y su dbil estructuracin en todo el siglo, as como el discurso antipartido del velasquismo presente tambin en los movimientos sociales- el cuadro que inaugura los 80 no es prometedor. [...] los partidos existentes en la dcada de los 80 [...] quedaron fuera de juego durante doce aos de dictadura militar entre 1968 y 1980 [...]. El discurso antipartido del general Velasco (1978-1975) no era menos duro que el de Fujimori en los aos 90 y ambos recogan el estado de nimo popular, porque el 68 los partidos vivieron tambin una profunda crisis [...]. Pero los partidos que existan en los 60 regresaron a la vida poltica sin mayores cambios programticos o ideolgicos, con los mismos lderes, con ms canas y ms maas [...]. Es que los tiempos de exclusin no ayudan a cambiar a los partidos, ms an, confirman a sus viejas dirigencias porque estas no pueden ser cuestionadas por sus partidarios cuando estn perseguidas o amenazadas. Congelaron as el cambio que los partidos polticos requeran al quebrarse el orden anterior [...].16 El agotamiento del Estado Intervencionista El agotamiento del Estado Intervencionista impuesto por los militares del 68 y de su versin constitucinalizada en la Carta de 1979 es un ingrediente de la transicin que analizamos, aunque para otros es un componente de la fase de consolidacin. Una forma de Estado que para muchos observadores liberales fue presentada como comunista la caracteric as -como Estado Intervencionista en los 70 cuando era evidente que se acentuaron, hasta transformarlos, los rasgos del Estado promotor precedente que, desde por lo menos 1957, recibi la presin del empresariado privado urbano y antioligrquico para mantener con sus inversiones el nivel de la actividad econmica frente al declinamiento de la inversin minera del exterior y la creciente inestabilidad de los precios de los productos de exportacin.

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Ib., pp. 63-65.

El Estado oligrquico como forma de dominacin parece as cancelado. Ha cambiado la composicin y caractersticas de la clase dominante, eliminndose o reducindose as a su mnima expresin el poder de las fracciones oligrquicas que primero lo definieron y luego en decadencia, durante la larga crisis 1956-68 impidieron, por empate, la hegemona de la fraccin industrial moderna y con proyeccin al mercado interno. Ha cambiado tambin la base de relacin de lo econmico y lo poltico: este no es un Estado gendarme, sin poder de intervencin en la economa. Tampoco es el Estado promotor pero an liberal, que propugnaba la fraccin industrial en la dcada del 60. Es un Estado interventor, gestor directo, empresario y centralista, con peso definitorio en la economa y grupos sociales aparentemente dispuestos a defender el poder que les confiere la gestin de ese poder econmico.1717 La Constitucin de 1979 fue un pacto de dos partidos: aprista y popular cristiano, con el apoyo desde fuera de Accin Popular y la autoexclusin de las izquierdas que, aunque participaron de la Asamblea Constituyente, no firmaron la Constitucin. El gobierno militar que organiz la transferencia demand reiteradas veces la inclusin de sus reformas y algo consigui, pero lo esencial, ms que el texto constitucional, era la realidad del Estado que pasaba a manos del nuevo gobierno de Fernando Belande: un Estado empresario, de amplio espectro, que no fue desmontado en la dcada de los 80, sino bajo el fujimorismo, aunque tuvo en el gabinete de Manuel Ulloa una poltica de apertura neoliberal y una prdica que la impulsara incluso con la presencia de Milton Friedman y Frederic von Hayeck en persona. Tras la sustitucin del Estado Oligrquico, la burguesa beneficiaria tiene un esculido liderazgo poltico y es marginal en la economa que comienza la globalizacin. Solo a fines del gobierno aprista tras la nacionalizacin de la banca en torno al liderazgo de Mario Vargas Llosa, parecieron comprender algunos empresarios que tenan que entrar directamente a la arena poltica que con desdn aristocrtico despreciaban desde tiempos oligrquicos. El primer intento neoliberal encabezado por el ministerio de Manuel Ulloa en 1980 haba fracasado, enfrentado con buena parte del propio empresariado y combatido por el partido aprista, la Izquierda Unida y el movimiento popular. No olvido un Seminario en DESCO sobre estrategias y polticas de industrializacin, donde pregunt al empresario representante de la Sociedad Nacional de Industrias, por qu apoyaba un proyecto de ley de industrias muy parecido al velasquista gobierno que tanto combatieron me contest con franqueza: Quin le ha dicho que solo los socilogos y los polticos pueden hacer autocrtica?. Es que estbamos en el tiempo en que muchas empresas comenzaban a cerrar frente a la abrupta entrada de la competencia exterior y eso haca rechinar con mucho ruido los engranajes empresariales. Tras Ulloa no hubo rumbo econmico claro en el segundo belaundismo. Las presiones locales no eran las nicas. El FMI agarr viaje para imponernos el pago de la deuda desde 1982 y toda la regin tambale. Los dos primeros aos de17

Pease Garca, Henry. El Ocaso del Poder Oligrquico. Lucha poltica en la escena oficial 1968-1975. Lima: DESCO, 1977, p. 214.

Alan Garca fueron una verdadera luna de miel con el empresariado local. No hay que olvidar a los doce apstoles de la economa, frase acuada en ese contexto. Los aos finales de ese gobierno son lo nico que hoy se recuerda, lo que impide una evaluacin de conjunto centrada no solo en un actor. La luna de miel, que lo fue con las masas tambin, acab abruptamente como cuando la amada descubre la primera amante-con la nacionalizacin de la banca, verdadera huida hacia adelante de Alan Garca cuando vio que se derrumbaba el escenario de su poltica suicidamente cortoplacista iniciada con xito en 1985.18 El desborde del Estado que describi a tiempo Jos Matos Mar19 se expresa en toda la dcada del 80, ms an cuando se agudiza la crisis por las presiones para el pago de la deuda externa que desestabilizan a toda Amrica Latina desde 1982 y llevan a la inviabilidad al Estado intervencionista. Hay un deterioro evidente en Educacin, Salud y Vivienda que toca a la vida cotidiana de la gente y se aprecia desde fines del velasquismo en un Estado que pretende invertir en todo. Toda la dcada de los 80 vive la descomposicin de las empresas pblicas con diversos ejemplos de corrupcin acumulada. El gobierno de Alan Garca, que encant en la coyuntura de los dos primeros aos, termina en hiperinflacin con cifras que no solo golpearon al partido aprista de entonces, sino tambin al Estado intervencionista heredado. Los partidos e instituciones del Estado llegan as a una crisis global que se expresa en la violencia terrorista y de una respuesta estatal con verdadero terrorismo de Estado y de la crisis del modelo de desarrollo imperante, que Tanaka llama modelo estadocntrico.20 La tutela militar de la democracia fue desestabilizadora de esta. No fueron simplemente excesos, sino una concepcin antidemocrtica violatoria de valores esenciales de la democracia lo que defini la respuesta estatal a Sendero Luminoso y el MRTA en la dcada de los 80 y en la de los 90. Y el Estado intervencionista termin siendo inviable no solo porque en la dcada del 80 los que lo heredaron de los militares lo manejaron sin cambiar su esencia incluso contra su prdica particular en tanto partidos, sino porque su existencia no era compatible con lo que cambiaba fuera del Per y tambin dentro, en una sociedad donde ms y ms peruanos queran un espacio propio para construir su destino. Retomando a Sinesio Lpez quien nos recuerda planteamientos de Huntington en 1992 para tas consolidaciones democrticas, vemos ocho tipos de problemas contextales que presenta el Per de los 80: (1) insurrecciones de gran envergadura; (2) conflictos tnicos y raciales; (3) extrema pobreza; (4) desigualdades econmicas importantes; (5) inflacin crnica; (6), deuda externa importante; (7) terrorismo sin insurreccin (en el caso peruano fue con insurreccin); y (8) excesiva participacin del Estado en la economa. Lpez sostiene que: [...] los gobiernos y los partidos no pudieron resolver los problemas de la herencia autoritaria velasquista que eriga a los militares en pretores del18 19

Pease Garca, Henry. Democracia y precariedad bajo el populismo aprista. Cuadernos DESCO 12. Lima, 1988. Matos Mar, Jos. El desborde popular y crisis del Estado. El nuevo rostro del Per en la dcada de 1980. 7a edicin. Lima: CONCYTEC, 1988. 20 Tanaka, Martn. Los espejismos de la democracia. El colapso del sistema de paridos en el Per. Lima: JEP 1998.

orden interno en situaciones de emergencia, ni pudieron consolidar las instituciones estatales, sino que introdujeron ms bien una aguda desinstitucionalizacin con su incapacidad para enfrentar y derrotar al terrorismo y para resolver la contradiccin estructural entre las presiones internas por mayor distribucin y democracia y las presiones internacionales por el pago de la deuda y el cambio del modelo de desarrollo, ni lograron tampoco que el pluralismo polarizado de los partidos del 80 desarrollara un poderoso centro poltico que neutralizara a las fuerzas centrfugas.21 Fracas la transicin o la consolidacin democrtica? Definitivamente la transicin a la democracia que con nfasis se declar a fines de los 70 queda un poco ancha a lo que ocurri. Insisto en apellidar la democracia como democracia tutelada o democracia bajo tutela militar para entender el nuevo rgimen poltico que surge tras la Constitucin de 1979 y las elecciones generales de 1980. Ciertamente tengo mis dudas respecto a que la existencia de elecciones generales libres y limpias sea suficiente para que la democracia se abra camino firme como rgimen poltico. Tampoco es suficiente un texto constitucional democrtico, menos an si tanto en el captulo Defensa Nacional como en los Regmenes de excepcin la cuota de poder de las Fuerzas Armadas es muy consistente. Si sigo, adems, la definicin que dio Schmitter con O'Donnell de rgimen (poltico) (conjunto de patrones, explcitos o no. Que determinan las formas y canales de acceso a los principales puestos gubernamentales, las caractersticas de los actores que son admitidos y excluidos de ese acceso y los recursos y estrategias que pueden utilizar para conseguir acceso [...] adems de determinar las reglas para determinar la forma como son tomadas las decisiones colectivas22) y lo comparo con lo que se denomin la militarizacin en el combate al terrorismo, con la ausencia de iniciativa civil en esta materia desde antes que se desencadenara la guerra sucia y con las reglas que operaron en el ejercicio real de la autoridad para casi todo el territorio nacional, por lo menos tengo que reconocer las enormes restricciones que haba en el rgimen democrtico y la forma desmesurada en que creci La tutela militar, a pesar de los procesos electorales, hasta variar el curso de la transicin y llegar al 5 de abril de 1992. Es decir, lo que entonces se desplom no era un rgimen democrtico a secas y si es obvio que se desvi definitivamente del curso precedente, la lgica estaba en este curso y no en un factor externo. ODonnell y Schmitter definen la transicin como el intervalo que se extiende entre un rgimen poltico y otro, sealan que est delimitada de un lado por el inicio del proceso de disolucin del rgimen autoritario y del otro por el establecimiento de algn otro rgimen. Los procesos de transicin llevan de un rgimen autoritario hacia alguna otra cosa incierta: la instauracin de una democracia poltica; una nueva forma de rgimen autoritario; un desenlace21

Lpez, Sinesio. Mediaciones polticas, democracia e inters pblico en el Per de los 90. En Urzua Ral y Felipe Agero. Fracturas en la gobernabilidad democrtica. Santiago de Chile: Centro de Anlisis de Polticas Pblicas, Universidad de Chile, 1998, pp. 494-495. 22 Schmitter Philippe C. Portugal: del autoritarismo a la democracia. Lisboa: Instituto de Ciencias Sociales de la Universida de Lisboa, 1999, p. 300.

confuso o violentas confrontaciones que desembocan en regmenes revolucionarios.23 La transicin en este caso peruano comienza con un gobernante autoritario: cuando el general Morales Bermdez anuncia la convocatoria a una Asamblea Constituyente despus del paro nacional del 19 de julio de 1977. Como lo sostuve entonces, sigo pensando que la decisin de sacar a Velasco y emprender el llamado gobierno de la segunda fase no inicia la transicin. Viene tras el intento de Morales Bermdez de recomponer su relacin con la burguesa en particular con el empresariado ya desligado de los oligarcas que combata su gobierno, cuestin que estalla con la renuncia del ministro Walter Piazza, que se enfrenta a los comandos que reclamaban seguir en plena crisis la compra de armas y en particular tras la amplsima movilizacin popular que llev a ese paro realizado mientras los empresarios cruzaban los brazos y no apoyaban al gobierno. Desde entonces, mientras reprima a fondo a las organizaciones populares y sus dirigentes, emprendi la Transferencia de poder a la civilidad que primero lim asperezas con los empresarios corrigiendo las reformas ya debilitadas, luego trat con los partidos del orden y flexibiliz reglas autoritarias realizando las alianzas precisas para poner todo contra esos movimientos sociales que enrumbaban contra el sistema y no solo contra el gobierno. La derrota fue parcial, pues estos se incorporaron a la Asamblea Constituyente, con un 30% de la votacin, pero fue derrota porque llegaron fragmentados en varios partidos peleados entre s, sin experiencia alguna de trabajo dentro de una institucionalidad poltica como esa y enfrentados en bloque por los partidos que formaron mayora en la Constituyente.24 Pero la transicin no acaba con las elecciones de 1980. A diferencia de la transicin que se abre luego en el ao 2000 y que -en mi opinin- no ha concluido, en esta el rgimen autoritario se desploma con la movilizacin popular -marcha de los cuatro suyos-, la destruccin moral del rgimen con la aparicin del primer vladi video de la corrupcin y la cobarde huida del presidente Fujimori que ni sus partidarios pudieron justificar y llev a que terminaran totalmente divididos. Los militares, en cambio, condujeron con mano firme la transicin hasta julio de 1980, garantizaron can Los partidos que formaban mayora en la Asamblea Constituyente una cuota de poder suficiente para la tutela militar y la fueron ampliando durante el nuevo gobierno hasta extremos que luego Sendero Luminoso y el MRTA hicieron inmensa. El presidente Belande mantuvo al frente del comando de cada Instituto de las FEAA. a los generales y el almirante que integraban la Junta Revolucionaria que presida el general Morales Bermdez. Si este no hubiera sido retirado desde antes, de repente lo hubieran hecho presidente del Comando Conjunto. Las normas ms significativas, incluso la ley de movilizacin, dadas por el rgimen militar siguieron vigentes. Nombr Belande como Ministros de Guerra, Aviacin y Marina a dos generales y un almirante que estaban en retiro desde antes del gobierno militar del 68, es decir, personas cercanas a los 70 aos, alejadas del mando militar, que muy difcilmente mandaran sobre los tres comandantes. El23

O'Donnell, Guillermo y Schmitter, Philippe C. Transiciones desde un Gobierno Autoritario. Vol. 4: Conclusiones tentativas sobre las democracias inciertas. Buenos Aires: Paids, 1991, p. 16. 24 Pease Garca, Henry. Los caminos del poder. Tres aos de crisis en la escena poltica. Lima: DESCO, 1979.

poder militar fue muy influyente y creciente conforme se acentuaba la presencia senderista, y los dos gobiernos civiles de la dcada carecan de una estrategia democrticamente concebida y se limitaron a poner en manos de las Fuerzas Armadas toda la decisin de este combate. Cuando Alan Garca pretendi tomar las riendas, no pudo ni saba cmo hacerlo. En una triste circunstancia, destituy mandos importantes al descubrir una masacre pero poco despus se ascendi al subteniente Hurtado, autor de la misma. El que este asesino llegara a mayor es obra de Fujimori, pero la impunidad comenz en la dcada anterior por una concepcin de la institucionalidad militar que es incompatible con la democracia y que es parte de la cuota de poder que los militares consiguieron. Por eso, muchas veces han interpretado que cuando la Constitucin dice que estn subordinados al Poder Constitucional, este no est en la Constitucin o en la ley, menos en el Poder Judicial del que se sienten protegidos por su Fuero que no es tal, sino en el presidente de la Repblica, definido como Jefe Supremo y, en su concepcin, incorporado como el primer militar, mundo aparte a la civilidad que creen deben tutelar como a un menor de edad. Estas continuidades presentan otras dimensiones que no analizamos aqu, pero que tien la transicin. De ah que, aunque hay amplia razonabilidad en los textos que la definen y a la vez la distinguen de la consolidacin democrtica, yo tengo la impresin de que se desva antes de esa ruta. Siguiendo a estos autores, cmo hablar de liberalizacin en materia de habeas corpus, inviolabilidad de la correspondencia y de la vida privada o protecciones a los individuos con los elementos clsicos de la tradicin liberal comparando los setenta y los ochenta? No fue el velasquismo algo parecido en represin a Pinochet o Videla. La segunda fase con su represin a los sindicatos nos acerc al Cono Sur pero sus desmanes fueron parecidos, aunque menores en trminos cuantitativos si los comparamos con las masacres que en la dcada de los 80 se causaron en la guerra contra Sendero. En los 80 hubo ms garantas para las marchas contra el gobierno pero tambin ms violaciones a los derechos humanos en particular al derecho a la vida que en la segunda mitad de los setenta y en ambos hubo ms violaciones a los derechos humanos que en la llamada primera fase, del 68 al 75. La democratizacin avanz en los sesenta y en el velasquismo pero con lmites provenientes de la precariedad institucional y del ejercicio de dictadura. Fue ms bien un espacio arrancado socialmente a los poderosos, en La lucha por la tierra dada en el mundo rural y urbano, y que se asentaba en un espacio propio. En el agro de los setenta se oy a Velasco decir: Campesino, el patrn no comer ms de tu pobreza y este tuvo la sensacin de que la tierra sera suya mientras el patrn senta que la tortilla del canto espaol poda voltearse. El empobrecimiento gan la partida y el retorno comenz pero an no acaba y algunos siguen creyendo que la nica salida es volver a expulsar a los que llegaron a la tierra con la reforma agraria. All para hablar de ciudadana se requera acabar con el pre-capitalismo y la marginacin, y eso qued a medias. En la ciudad, ciudadana tena que ver con un pedazo de tierra para vivir y un pedazo de pista para el comercio ambulatorio. Se impuso o se arranc, tambin con contramarchas pero tanto en aos de dictadura como en aos de democracia. En fin, la socializacin de la que hablan estos autores es an ms precaria porque

para el rey del ajedrez de la transicin, que no se deba jaquear sin poner en peligro la transicin (el rey expresaba los derechos de propiedad de la burguesa), tras las amenazas del velasquismo vinieron tiempos de disturbios externos que terminan en la globalizacin que tambin los destrona y para la reina del rgimen de transicin las FF.AA. que tampoco se poda cobrar en el camino, esta transicin simplemente signific, como en El gatopardo (1958), novela de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, que algo cambie para que todo quede como est, ciertamente olvidndose del discurso velasquista y su componente mesocrtico. En efecto, estas visiones de la transicin muestran lmites en la conceptuacin y en la realidad. Ver as la consolidacin democrtica a partir de la democracia tutelada, aparece una ilusin en la que todos terminan cayendo, simplemente porque ninguna psicologa medianamente normal convive para siempre con el conflicto. Es difcil ver la dcada del 80 como aos de menos incertidumbre,25 donde predomina la guerra de posiciones sobre la guerra de movimientos, como piensan los autores aqu mencionados. No hay trincheras fijas, salvo en una visin formal y aislada de algn momento inicial que no dur ni dos aos. Se avanza s en la cantidad de procesos electorales, nacionales y municipales, hasta los hay regionales por primera vez, pero en medio de una guerra interna que crece y desestabiliza, No hay pactos firmes entre partidos, estos resucitan tras doce aos, lo nuevo fue en el aprismo el surgimiento de un nuevo lder carismtico, tras la muerte de Vctor Ral, lo nuevo fue tambin la alianza Izquierda Unida que estall en pedazos antes de terminar la dcada y dej en el aire a una enorme porcin del electorado. Nada ms cambi. Este fue el segundo taln de Aquiles de la transicin: no se bas en un amplio acuerdo de partidos, que construyera un sistema vigoroso para defender el rgimen. Pluralismo polarizado le llamaron los que crean ver un sistema de partidos. Pero la gente comn y corriente los culp a todos, persisti en la distancia, apel a lo que oligarcas, funcionarios, empresarios y militares le predicaron persistentemente: hay que buscar un Mesas por fuera de los partidos que adems eran mesinicos porque estos son corruptos y solo quieren la suya. Apareci as el fenmeno de los outsiders, primero en las elecciones municipales, luego en las presidenciales. Captulo 3 QU IDEA DE DEMOCRACIA SE ASENT EN EL PER DEL SIGLO XX? En el siglo XX, lo que se asent de la idea democrtica en la cultura poltica peruana fue apenas entenderla como un mtodo para elegir gobernantes. Poco a poco, con intervalos mayoritariamente golpistas y amplios regmenes de excepcin, lo que ms entienden los peruanos al hablar de democracia son las elecciones nacionales o municipales. En la segunda mitad del siglo XX, han sido25

Es difcil ver la dcada del 80 como una democracia consolidada en los trminos de Schmitter. Para l, la consolidacin de un rgimen consiste en transformar las disposiciones accidentales inciertas en relaciones conocidas con seguridad, practicadas y aceptadas por los ciudadanos. Vase Schmitter, Portugal: del autoritarismo a la Democracia. Lisboa; Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de Lisboa, 1999.

intensas y el fujimorismo las ha utilizado persistentemente como forma de legitimacin. Es cierto que hoy tiene ms sentido hablar de derechos que en los tiempos del Estado Oligrquico, ms an si han desaparecido los gamonales, dueos de vidas y haciendas. Lo es ms en la gran ciudad, que es hoy el espacio privilegiado de poblamiento, ciudad de todas las sangres donde los antes excluidos se han hecho un sitio, arrancado paso a paso a travs de los pueblos jvenes, que redefinieron la ciudad, y en el comercio ambulatorio, que fue el otro modo de hacerse de un espacio. Pero al tratar sobre derechos humanos y de los esenciales, como el derecho a la vida cuesta distinguir entre gobiernos autoritarios y gobiernos democrticos. Las violaciones al derecho a la vida no fueron menores en los dos gobiernos democrticos de la dcada del 80 que en el gobierno de Fujimori, aunque solo en este se viera a la cpula gobernante involucrada directamente en las atrocidades. Es que los actores militares, en ambos casos, tenan la direccin sin controles y la manera de gobernar era formalmente democrtica, pero realmente permiti la impunidad y desvi el control parlamentario. Tambin es cierto que la participacin y la iniciativa hacen parte sin gran reflexin de La cultura popular urbana y esa dinmica democratiza. Pero las limitaciones del estilo movimientista y la debilidad de la participacin organizada en partidos polticos, limitan sus efectos democratizadores. Lo que ciertamente no ha calado es la democracia como una manera de gobernar, esencial a la idea de Estado de derecho, que supone vigencia de la ley y ejercicio de la autoridad dentro de la ley adems de definirla de tal manera que nadie sea el dueo de la pelota. Divisin de poderes, accountability horizontal, es algo que incluso en los polticos que se autoproclaman demcratas no parece haber prendido. Entender que la democracia en su dimensin poltica presupone no solo un mtodo para elegir gobernantes, sino canales efectivos de participacin directa e indirecta, obliga a pensar no solo en elecciones, sino tambin en sistema de partidos y en mecanismos de participacin directa. All hay dos vacos ya tratados. Pero ese lado tiene un anverso esencial que se ha descrito mil veces comenzando con Montesquieu con la divisin de poderes y Tocqueville con esa encandilada descripcin de la democracia americana donde, junto con la igualdad de condiciones que contrasta con la Europa de su tiempo, describe el impacto del poder que se desparrama es decir, se descentraliza y desconcentra comenzando con fuerza desde el municipio hasta llegar a la Unin, siempre fraccionando y repartiendo competencias. Comenzamos por distinguir en la idea democrtica las elecciones de la participacin en partidos, y el acceso desde estos a las primeras, y la participacin por mecanismos directos y a travs de una sociedad civil cuya densidad es clave para que eso cuaje. La democracia poltica no es solo un mtodo para elegir gobernantes. Es esencialmente una manera de gobernar con el poder desconcentrado en partes diferentes y descentralizado en niveles diferentesadems de atravesado participativamente no solo por la existencia de mecanismos directos que complementan la representacin y no se contraponen a

esta, sino por la dinmica de una sociedad civil cuya densidad prea la actividad de los partidos y las entidades estatales, siendo parte de la accountability vertical.1 Tenemos en mente los modelos que traza en forma sucesiva C.B. Macpherson en La democracia liberal y su poca,2 recogiendo su crtica al modelo de democracia como equilibrio propuesta por Schumpeter (La democracia no es ms que un mecanismo para elegir y autorizar gobiernos [...]. Ese mecanismo [...] consiste en la competencia entre dos o ms grupos autoelegidos de polticos (lites) organizados en partidos polticos, a ver quien consigue los votos que le darn derecho a gobernar hasta las siguientes elecciones)3; y afirmando su propuesta de democracia participativa en la que los mecanismos indirectos (eligiendo representantes) se combinan con los directos, sobre todo en la base gobiernos locales y en las formas facilitadas por los avances en las comunicaciones para la consulta directa a la ciudadana. Pues bien en ambas, la que critica y la que propone se presenta una cuestin previa que es elemental La idea democrtica es incompatible con la concentracin del poder en una o muy pocas manos y lo es ms con algo muy metido en la cabeza de burcratas y militares: gobernar es mandar, la otra cara del discurso de la antipoltica que vivimos recientemente una vez ms. En parte sigue pendiente la repblica de ciudadanos que reclamaba Manuel Pardo frente a la sociedad de cortesanos que criticaba. Demcratas elegidos en forma impecable se encierran en Palacio de Gobierno, se rodean de cortesanos y aprenden muy rpido que gobernar es mandar. Desde all se hacen leyes y decisiones judiciales a la vez que se pretende decidir hasta quin administra el ms lejano servicio en un extremo del pas y cmo un pequeo pueblo construye su escuela. Ms an, se busca legitimidad para el presidente llevndolo a decidir e inaugurar pequeas obras que en cualquier democracia que se estime corresponden a un alcalde: escuelas, locales comunales, etc. La manera de gobernar tiene que ver con la ley y la descentralizacin incumplida, pero se vincula mucho ms con el caudillismo que caracteriza incluso a los demcratas en el siglo que acaba de terminar. Democracia que no desarrolla partidos, que no acostumbra a negociar ni a concertar entre estos y que la mayor parte del poder se concentra en el Presidente de la Repblica, hace que sea muy fcil devenir en un gobierno autoritario y que a veces no se pueda distinguir entre uno y otro. Para muchos todava democracia es ms bien permisividad en vez de mano fuerte, derecho al pataleo como nico derecho que no puede ser eliminado. Sin partidos slidos y sin respeto a las instituciones que expresan el balance de poderes, sin desconcentracin y descentralizacin del Estado, no hay condiciones de gobernabilidad democrtica. En esto ha pesado mucho la idea populista en la que gobernar es capturar los momentneos y voltiles sentimientos ciudadanos tarea del caudillo, en vez de estructurar las relaciones e iniciativas polticas de la ciudadana en relacin de ida y vuelta con los que gobiernan, tarea central de los partidos polticos. Eso es construir representacin sin sustituir al ciudadano, ms especficamente al interesado. Es tarea que incluye complejos1 2 3

De Tocqueville, Alexis. La democracia en Amrica. Madrid: Alianza Editorial, 1980.1 y II. Macpherson, C.B. La democracia liberal y su poca. Madrid: Alianza Editorial. 1982. Ib., p. 96.

controles y capacidad de concertar. La poltica es eso y no es lo mismo que la administracin de las cosas. Aqu los partidos no enfatizan esa tarea y si llegan al gobierno todos quieren administrar, nombrar, manejar servicios pblicos es decir dejar de hacer poltica salvo que esta se entienda como clientelismo. Sin la poltica como actividad y como sistemtica que relaciona gobernantes con gobernados no solo en la arena de la opinin pblica, aunque tambin en esta, las soluciones autoritarias predominan. Aqu desde la predica contra la poltica, se pretende despolitizar todo, hasta la poltica. Cmo entender a parlamentarios que se definen apolticos o tcnicos? Cmo entender que los ministros se autodefinan en los mismos trminos o que las principales funciones del Estado se quieran colocar al margen del control de quienes han sido elegidos por el pueblo para gobernar o para fiscalizar? Esto presenta versiones anacrnicas y modernas. Las primeras ya no funcionan: militares, funcionarios diplomticos que sostenan que nicamente ellos velaban por los intereses de todos pues los polticos solo vean por su partido, inters de parte. Las modernas pretenden que el Ejecutivo elegido por el pueblo no pueda ni regular los servicios pblicos y el parlamento tampoco. Que sean tecncratas, si fuera posible elegidos desde grupos de poder aparentemente tcnicos. Entonces, qu hace el gobernante cuando la ciudadana se queja? Democracias delegativas Las democracias que surgieron de las transiciones de los setenta y los ochenta en Amrica Latina fueron democracias delegativas. O'Donnell4 encuentra que el plebiscitarianismo, cesarismo y populismo poseen races histricas en muchos de nuestros pases; cuando se convierten en poliarquas estos trminos son ledos en cdigo delegativo; quien es electo en elecciones justas tiene el derecho y el deber de mirar por el bien del pas. En el corto plazo, el sentido comn del ejecutivo delegativo es ignorar a las agencias de accountability horizontal, y en el largo plazo eliminarlas, cooptarlas o neutralizarlas. Partiendo de la concepcin delegativa de su propia autoridad, el ejecutivo posee incentivos para proceder de esta manera, porque tiene cuenta con ms libertad de tomar decisiones. Propone como ejemplos a Menem, Fujimori, Yeltsin y otros lderes delegativos que han sido buenos dividiendo estas agencias, haciendo difcil la tarea de construir la autonoma adecuada y los incentivos a estas agencias. Una accountability horizontal puede ser violada en dos dimensiones: Por usurpacin. Ilegalmente se usurpa una agencia estatal desde la autoridad de otra. Por corrupcin. Ventajas ilegales que un gobernante pblico obtiene para l o sus asociados. En nuestro caso, la accountability horizontal fue violada de ambas maneras durante el fujimorismo y varias veces haciendo uso de la ley para invadir el campo, por ejemplo, del Poder Judicial o el Ministerio Pblico o el Jurado Nacional de4

O'Donnell, Guillermo. Horizontal accountabiliiy and new polyarchies. Working Paper #253 April 1998. Notre Dame, En: Universicy of Notre Dame. The H. Kellogg Institute for International Studies, 1998.

Elecciones. O'Donnell considera la usurpacin ms peligrosa que la corrupcin para la supervivencia de la poliarqua. Una sistemtica utilizacin de la primera liquidara la poliarqua, dice, mientras que la segunda deteriora la poliarqua pero no la elimina. El fujimorismo usurp la accountability horizontal sistemticamente. Pero qu democracia tenamos antes? Se trataba de una democracia delegativa donde se violaba la accountability horizontal por corrupcin y eso de por s la deterioraba. Ms an, fallas esenciales en el diseo de las agencias impedan su funcionamiento en aspectos sustanciales tanto en la Contralora General de la Repblica como en el Ministerio Pblico y el Poder Judicial, entre otros. El tipo de democracia que tenamos permiti que se instaurara un rgimen autoritario mafioso que llev al extremo el poder que de por s tena el presidente en la democracia delegativa peruana. Veremos ms adelante que la estructura de las decisiones fue dirigida por un grupo mafioso que tomaba las decisiones autoritariamente. Este grupo maoso, para Lograr sus objetivos, realiz un desmontaje de los controles horizontales y manipul los verticales. La corrupcin se constituy as en la otra cara del autoritarismo. La democracia delegativa fue propicia para generar un crculo vicioso: a menos controles, mayor corrupcin; y al haber mayor corrupcin, la mafia que la lidera disuelve los controles que subsistan. El fujimorismo como caricatura de la sociedad precedente Si entendemos que una caricatura es simplemente una exageracin de la realidad, no puedo sino entender al fujimorismo como una caricatura de la realidad precedente. Lo es en varias dimensiones, ciertamente desde la poltica pero tambin desde la economa, las Fuerzas Armadas, el oligopolio de la televisin peruana o los empresarios ms poderosos. Solo pretendemos mostrar los indicios que nos llevan a esta afirmacin, que contrastaremos con lo que muestra el fujimorismo en corrupcin y en negacin de la democracia al analizar varias instituciones. Gobernantes que manejaron el poder a distancia de sus partidos y no desde estos. Ejecutivos que simplemente entregaron a los militares el gravsimo problema de la guerra interna sin entender su propio rol ni la vieja frase de W. Churchill (La guerra es un asunto demasiado importante para dejarla en manos de los generales), que no proviene de ningn enemigo de los militares, simplemente de un estadista que gobern en la guerra. Poltica basada en el mesianismo y adicta a la concentracin del poder en el presidente. Democracia con las limitaciones que hemos descrito no es la antpoda del fujimorismo, aunque para los actores ms comprometidos con el orden anterior as lo parezca. Claro que haba antes de 1992 un Parlamento, municipalidades y hasta nacientes gobiernos regionales elegidos. Claro que haba una Constitucin y hasta un endeble sistema de partidos. Pero por todo lo que vimos en los captulos anteriores, sobre la transicin anterior y la crisis de los partidos, podemos encontrar all los embriones que se desarrollan en el fujimorismo. Esto no quita responsabilidad a los actores del rgimen mafioso. No inculpa a los actores que fueron defenestrados. Simplemente seala que hay continuidades que tienen que desaparecer si buscamos ahora construir una democracia slida.

En la economa y en el mundo empresarial no hay duda que las continuidades abundaron. Nos habamos deshecho de la vieja oligarqua pero no de los mtodos oligrquicos. Nuevos liberales les llamaron mercantilistas5 y el esclarecimiento no fue significativo. Continuaron los llamados doce apstoles alrededor de Fujimori, adaptndose los grandes y quebrando intermedios y chicos, el discurso neoliberal proclama la competencia a todo dar pero no la aplica sin prebendas. Carnet negoci con cada gobierno desde Velasco hasta Fujimori, donde fue poder directo, y Dionisio Romero tambin negoci desde Velasco para terminar vergonzosamente filmado negociando con Montesinos. Los militares, manejando el Estado Intervencionista, y Fujimori, desmontndolo para contentar a los neoliberales, ejercieron poder negociado con los poderosos sucesores de los oligarcas que, al fin de cuentas, no fueron con el resto del empresariado ni ms competitivos ni menos excluyentes. Discurso distinto pero el mismo manejo cerrado del ncleo de poder, ciertamente en tiempos internacionales distintos. Los mayores detractores del libre mercado suelen ser los que ms lo defienden de la boca para afuera. Desde otro ngulo, la misma indiferencia frente al resto del pas, pero eso s: nunca se manej tanto dinero desde el Estado y nunca la corrupcin fue mayor. Si en lo anterior hay continuidades hasta en las biografas en las Fuerzas Armadas tambin las vernos. Tras doce aos de gobernar el Per a su buen saber y entender, lograron ser un estado dentro del Estado y esa democracia tutelada que nace el 80 fue gradualmente sometida a los mtodos militares de gobierno conforme creca la violencia terrorista. No es por gusto que algunos ven en el grupo Colina la continuacin de algo que se denomin Comando Rodrigo Franco ni que este tipo de respuesta a la insania terrorista es ajena a los mtodos del general Noel. Si nos adentramos a las instituciones castrenses, veremos que los generales presos de hoy no fueron la negacin de varios de sus antecesores en la manera de entender sus institutos, en la lgica de argolla y prebenda que caracteriz su comportamiento. Alguien se atreve a decir que all la corrupcin naci en 1992? Se agudiz hasta extremos inimaginados, pero a partir de elementos preexistentes y hasta denunciados antes del 90. Y esto no olvida la legin de personas honradas y patriotas que hay en las Fuerzas Armadas, como en los empresarios o los tan vilipendiados polticos. QU IDEA DE DEMOCRACIA SE ASENT EN EL PER? Pero hay algo que a estas alturas no tengo que comprobar. Tras haber mostrado lo que hizo un canal de televisin a Cornejo Chvez en 1968 o a Vargas Llosa el 90, as como al recordar la campaa que en la segunda mitad de los 80 emprendieron los canales contra un proyecto de ley del senador Ames, que simplemente planteaba una franja electoral para que la libertad de expresin y la igualdad de oportunidades polticas alcanzara a los candidatos de los partidos que no tenan el favor del oligopolio, alguien puede extraarse del protagonismo que jugaron para sostener el gobierno de Fujimori y los jugosos billetones que los5

De Soto, Hernando. El otro sendero. Bogot: IDL, 1989.

vimos recibir? Tambin existen excepciones y ojala se aprenda que no hay democracia si la libertad de expresin y la participacin electoral dependen de un oligopolio o de la cantidad de dinero que tenga el aspirante a un cargo. El 5 de abril una democracia tutelada por los militares cay ante un outsider y estos. Una democracia delegativa radicaliz sus rasgos e hizo desaparecer los controles. La historia del siglo XX en el Per es precaria en democracia pero hubo avances y retrocesos en la manera de entenderla y en la pasin por conseguirla, que no son uniformes en la sociedad y que debemos rescatar para que el cambio no sea flor de un da. II. CARACTERIZACIN DEL RGIMEN POLTICO El 5 de abril de 1992 el presidente Fujimori produjo un auto-golpe de Estado con el apoyo de los Comandantes Generales de los Institutos Armados y del Director General de la Polica Nacional. Cerr el Congreso, decapit la Corte Suprema y los rganos de control constitucionalmente autnomos: el Tribunal de Garantas Constitucionales, la Contralora, la Fiscala de la Nacin, etc. Producido el golpe, los pases de Amrica presionaron, negociaron y consiguieron de Fujimori la convocatoria a un Congreso Constituyente que, reemplazando al anterior en diseo ya preparado por el fujimorismo, reemplazara tambin la Constitucin de 1979. Se trata de un nuevo rgimen poltico de facto y por decretos leyes el que oper en 1992. Pero si hubo algunas esperabas de una transicin tras el Congreso Constituyente, estas se desvanecieron de inmediato por el frreo control que el fujimorismo logr de la nueva institucionalidad y sus lmites. Al Congreso Constituyente unos fuimos a luchar contra un naciente rgimen autoritario, otros se abstuvieron. Pensamos que no haba que dejar espacio alguno vaco, otros nos llenaron de calificativos pero luego regresaron en 1995 a ese mismo lugar.6 Juntos combatimos por el NO en 1993 pero divididos enfrentamos las elecciones de 1995. EL pueblo apoy el golpe de estado y sigui apoyando a Fujimori con ms nfasis tras la captura de Abimael Guzmn en 1992. Fujimori remont el susto que produjo un referndum que casi gana la oposicin y lo hubiera dejado sin nueva Carta Constitucional. An no podemos demostrar si fue una victoria que nos quitaron o una derrota con diferencia muy ajustada. El fraude es fcil ante resultados tan estrechos y el fujimorismo tena todos los controles. Tras el referndum toda la sociedad acept el nuevo rgimen constitucional y actu dentro de este, incluso los que inicialmente no participaron. Fujimori fue reelegido en 1995 luego de una millonaria inversin en pequeas obras (especialmente escuelas) muy publicitada, que hizo creer a los empresarios que la reactivacin era un hecho y a los pueblos, que habra continuidad en las obras, lo cual constituy un engao pues era imposible tras las elecciones. As fue; pocos das despus de estas el Ministro Carnet declar que la economa se haba recalentado y haba que enfriarla. Nos meti en la congeladora por el resto del perodo.6

Como tena que ser para combatir tambin desde ese lugar el rgimen autoritario disfrazado de democracia.

El nuevo rgimen poltico que se inaugur a partir de 1992 fue un rgimen autoritario civil militar, sostenido en una coalicin maosa. Nos proponemos en esta segunda parte reflexionar sobre cmo se lleg a instaurar, cmo ha sido caracterizado por otros autores y proponer una caracterizacin a la luz de los trabajos tericos de Morlino y O'Donnell. Captulo 4 LA PREPARACIN DEL AUTOGOLPE Conforme pasa el tiempo tengo la conviccin de que en 1990 la victoria de Fujimori nos pareci una sorpresa, en gran medida, porque nos cegaba la intensidad de la misma coyuntura. Era imposible imaginar un triunfo aprista y, sin embargo, era una fuerza gobernante que logr nada menos que el 20% del electorado. La izquierda se haba autoliquidado como alternativa y solo quedaba la derecha. Centremos aqu el anlisis. Sin duda la presencia de Mario Vargas Llosa, su prestigio y simpata, dio nuevos bros a dos partidos muy desgastados: Accin Popular que solo triunf con su jefe, Fernando Belande Terry (en 1963 y 1980), y que en 1985 qued en el 7%. De los votos; y el Partido Popular Cristiano, cuyo lder solo logr dos veces la Alcalda Provincial de Lima en los sesenta cuando perteneca a la Democracia Cristiana, y que en 1978 apareci ms grande de lo que era por la abstencin de Accin Popular, su socio de los 80. El PPC nunca pudo tener mayor alcance bsicamente por su lejana a las mayoras pobres y provincianas. Partido cuya base fuerte era Lima y que se autoproclam alguna vez como el partido de los gerentes, con excelentes cuadros de alto nivel, en grandes estudios de abogados y labores acadmicas, partido cuyo discurso no cal porque era lejano a las aspiraciones de gran parte de las clases populares y medias, aunque proporcion buenos alcaldes y regidores a la parte ms pudiente de Lima y tambin a distritos mesocrticos. Un artculo de Steven Levitsky, profesor del departamento de gobierno de la Universidad de Harvard, a raz de la derrota de Lourdes Flores en las elecciones del 2001, muestra bien la crtica a est propuesta poltica que siempre ha sido bien apreciada en estrechos crculos pero nunca en masas capaces de hacer ganar una eleccin.1 Se pregunta el autor Pensaba realmente Flores (Lourdes) que poda ganar en coalicin con el Opus Dei, el PPC y Roque Benavides?... Las quejas de la derecha por racismo son ilusorias. Esta es una derecha que llama a la mayora de sus conciudadanos cholos y, sin embargo, retrocede en colapso cuando se les retruca con la palabra pituco. Estos dos partidos no estaban en capacidad de ser por s mismos una alternativa electoral al partido aprista, sin embargo, la oportunidad era excepcional para la derecha: el fracaso del populismo se sumaba al de los militares y la izquierda que surgi como alternativa haba estallado en pedazos. A la novedad y la aureola de nuestro gran escritor se una ahora una nueva actitud en muchos empresarios que entendan que deban actuar abiertamente en poltica. La nacionalizacin de la banca les ofreci la oportunidad para entrar a lo grande,1

Levitsky, Steven. Retorno al desierto. Traducido y publicado en la revista domingo del diario La Repblica. Lima, 15 de abril de 2001.

promoviendo, cual fe religiosa, un mercado endiosado y un antiestatismo que sera mejor aceptado por lo que todos estaban viviendo con el gobierno de Alan Garca. Se reunific la derecha y el empresariado que choc con ella en el segundo gobierno de Belande cuando las polticas de Manuel Ulloa remecieron a la industria nativa acostumbrada a ese proteccionismo negado2 dogmticamente por el neoliberalismo. La dinmica de la candidatura la marcaron Vargas Llosa y el Movimiento Libertad recin fundado, pero la imagen era de todo el conjunto. Algunos como Hernando de Soto parecen haberse distanciado justamente por la alianza con AP y PPC. Pero lo que no dudo es que los rasgos excluyentes y exclusivos fueron parte de su imagen y de su millonada campaa. En televisin, desde el Cusco, en mi modesta campaa ingresar a Vargas Llosa a una de las grandes haciendas azucareras del norte cuyo nombre no recuerdo. De inmediato me acord del vals de Chabuca Granda Jos Antonio y de las imgenes caballo blanco, fino poncho de lino (pinta impecable) fino sombrero alado le coment a uno de mis amigos: No pensar la gente que estn regresando los oligarcas?. Es que aunque se sigan repitiendo horrores de los militares que hicieron la reforma agraria y los reemplazaron o de los dirigentes cooperativistas corruptos que vinieron despus, esos ciudadanos de hoy no quieren votar por eso que vivieron y que sin duda no fue un pasado democrtico. Existen elementos que los historiadores tendrn que documentar para probar que Alan Garca tuvo un papel definitorio en convertir a Fujimori en una alternativa. Los hay en pasos dados antes de la primera vuelta desde el Servicio de Inteligencia Nacional y que pueden haber abierto tambin puertas de por lo menos uno o dos canales de TV, los cuales le dieron inusual cobertura. Pero debe considerarse sobre todo el rol polarizador que jug el Presidente respecto al mensaje de Vargas Llosa, para hacer comprender que su propuesta era el peligro mayor de esa campaa. Es cierto que todos tenamos que plantear ajustes pues la farra no poda seguir. As obramos y est en blanco y negro. Pero es cierto tambin que el mandato claro que reclamaba el afamado escritor para su programa neoliberal se daba en trminos que la gente comn y corriente no poda simplemente tragar, eran muchos los que se sentan afectados desde antes de la eleccin. Aqu se deben analizar las sensibilidades e intuiciones polticas y no solo las ideologas que, adems, cuando se exacerban siempre se alejan ms de la realidad. Lo cierto es que con tanto viento a favor, tanto dinero y derroche de personalidades, solo alcanz el primer lugar con algo ms del 27% y poda estar seguro que tena en su contra a todas las dems candidaturas. Ese fue el escenario que Garca resalt ponindole los reflectores antes de las elecciones y al parecer ese fue su objetivo, inclusive antes que el apoyo al candidato de su partido. El escenario descrito es muy importante para entender lo que ocurri tras el triunfo de Fujimori. Sin dudar un minuto, al ver que desmont su propio equipo para adecuarse a las demandas del capital internacional presentadas al parecer por Javier Prez de Cuellar- los grandes empresarios se pusieron de su lado y los parlamentarios del FREDEMO encontraban mil problemas en ubicarse en la oposicin; quisieron rodearlo, pero Fujimori no los dej. Tampoco dej que2

Aunque las veamos a diario en los pases poderosos que promueven su negacin.

quienes le canalizaron sus votos en la segunda vuelta el partido aprista, la izquierda unida y la izquierda socialista participaran como tales. Invit a personas que rpidamente fueron desembarcadas y no quiso que fueran parte de partidos significativos. La estrategia de entrada prepara el golpe Es oportuno sealar un contraste. Recordemos el primer ao de Alan Garca y el de Alberto Fujimori, elegidos ambos en momentos de desesperanza y crisis. Garca se agarr de la economa, baj el precio del pan, con enorme dinamismo su proyecto heterodoxo baj la inflacin y dispar un crecimiento coyuntural sin sustento siquiera en el corto plazo. Recuerdo intervenciones de Fernando Snchez Albavera y Carlos Malpica en el Parlamento, quienes desde la oposicin de Izquierda Unida advertan que se iban a quedar sin reservas y que no podan ser tan cortoplacistas. Lanz la tesis del 10% para el pago mximo de la deuda externa y pretendi convertirse en lder internacional, aunque en la prctica no pudo aplicarla. Los balconazos se multiplicaron, Garca se convirti en el engredo de los doce apstoles de la economa (los grandes conglomerados) y hasta afirman que viajaba en el avin de Dionisio Romero. Los resultados de las encuestas en 1985 y 1986 fueron brillantes. El resto ya lo conocemos, termin en hiperinflacin y cuasi bancarrota. Fujimori se apoy en la poltica para encubrir el shock que ofreci no realizar y lo lanz con mayor radicalidad que en la propuesta de Vargas Llosa y sin colocar amortiguador alguno para los de abajo. El nfasis lo puso en construir la imagen de que todo lo que suceda era culpa no solo de Alan Garca, sino de las instituciones que buscaba arrinconar y eliminar. Los partidos fueron su blanco ms fcil, l les puso reflectores que realzaran la crisis en que vivan. El Parlamento fue blanco de tcticas que evidenciaran falta de apoyo y contradicciones, como cuando le negaron permiso para viajar que en la prctica l y los suyos promovieron. El discurso simplista y el ataque vinieron desde primer da. La corrupcin fue denunciada por quien devendra en el ms corrupto de los gobernantes. Chacales y canallas llam a los Jueces, y a su sede la denomin el Palacio de la Injusticia; medievales llam a los Obispos Catlicos para desviar la atencin de su demanda por programas sociales de emergencia que no funcionaban para los pobres en medio del brutal ajuste. La confrontacin verbal llevada a grado extremo fue la cobertura para que el pueblo lo viera peleando contra molinos de viento -en crisis para colmo y se fijara la idea de que todo lo malo violencia terrorista y brutal empobrecimiento era obra de aquellos a quienes Fujimori quera excluir. Por supuesto que esta estrategia no hubiera funcionado si sus alianzas no incluan a los canales de televisin y otros medios de comunicacin importantes que, en coro, lo apoyaron durante los primeros aos. En un libro analizo esta etapa y aado cronologas puntuales que muestran las relaciones del gobierno con el Parlamento, el Poder Judicial, los gobiernos regionales recin instalados, la Iglesia Catlica y las organizaciones sindicales. Fujimori utiliza un lenguaje simplista con polarizaciones muy sentidas, justicia / injusticia o moralizacin/corrupcin, y hace uso de imgenes y

gestos para aparecer distante incluso de aquello que causa [...] hace el gesto de concurrir a la Superintendencia de Banca y Seguros para interesarse por los golpeados y estafados ahorristas de las mutuales quebradas por la poltica econmica de su gobierno. Aparece as distanciado de lo que l mismo propicia [...]. Aplica el shock a sabiendas de que eleva drsticamente la miseria de muchos, pero toda la responsabilidad es del gobierno anterior, cosa fcil de usar por lo desastroso que fue. Dedica prcticamente todo lo disponible al pago de la deuda externa, pudiendo negociar mayor gradualidad, pero da la imagen y logra encajarla de que no hay dinero ni para lo que significa impedir la muerte de nios desnutridos o el abandono de las escuelas. Lleva a la quiebra a las empresas pblicas para luego venderlas a precio de huevo- pero no aparece como responsable de eso, porque se centra la atencin en el gobierno anterior y su desastrosa administracin. El discurso es mentiroso respecto de la prctica gubernamental, encubre que no hay salida porque el programa econmico no la requiere y no porque sea inevitable ese curso. Ciertamente el populismo aprista prepar la cama para la propuesta neoliberal y para esta nueva administracin que usa su deteriorada imagen para forzar su dogmtico objetivo y no solo un ajuste frente a la crisis y la hiperinflacin.33 Parte de esta guerra psicolgica -al mejor estilo de los aparatos de inteligenciaincluy a los gobiernos regionales. Primero enfrent a estos con los alcaldes provinciales, proponiendo que el Fondo de Compensacin Regional se entregara a estos ltimos en 50%. Por supuesto que no hizo eso cuando acab el 5 de abril con los gobiernos regionales y comenz entonces a enfrentar a los alcaldes provinciales con los alcaldes distritales, ofreciendo recursos y funciones de los primeros a estos.

Como se ve se trata de acciones y no solo de declaraciones: [...] el comportamiento presidencial fue dirigido al choque, buscando quitar atribuciones al Parlamento y enfrentarlo dando la idea de conflicto de poderes. As comenz con una actuacin que sistemticamente buscaba el camino legal torcido, como cuando dict el famoso decreto de despenalizacin aplicando indulto a inculpados, aberracin legal justamente en momentos en que el Senado, haciendo caso de su invocacin, aprobaba la ley correspondiente. Como se seal entonces, al Presidente no le interesaba resolver el problema como aparecer enfrentndose a la vez al Parlamento y al Poder Judicial, culpando al primero por la falta de leyes3

Pease Garca, Henry. Los anos de la langosta. La escena poltica del fujimorismo. Lima: La voz ed., 1994, pp. 107-108.

adecuadas y al segundo por su morosidad e incluso por cuestiones que corresponden a la administracin de los penales, es decir, al Poder Ejecutivo que l mismo diriga.4 Fujimori logr as impactar en la opinin pblica, aniquilando a sus adversarios y a las instituciones desde las cuales actuaban: partidos, Parlamento, Judicatura, Tribunal de Garantas, Contralora, instituciones que l se encargara de cambiar el 5 de abril. Gan porque aparecieron responsables de todo lo malo, lo del gobierno anterior y lo del suyo que recin comenzaba. Pero esto solo fue posible porque desde que entr tuvo arrinconados a los dos ms grandes partidos de la oposicin: el Apra por razones obvias y el FREDEMO porque sus integrantes concordaban con lo que Fujimori haca en economa aunque discrepaban de sus malas maneras en poltica. Un aniversario del PPC sirvi entonces para que Fujimori, con audacia, se codeara con sus ya viejos dirigentes histricos y recibiera elogios por su poltica econmica de los mismos que en el Parlamento estaban siendo arrinconados por l. Los dos presidentes de las Cmaras, personalidades de primer nivel Osterling y Ramrez del Villar vivan perturbados por las jugarretas de Fujimori que incluyeron una invitacin a la joven diputada Lourdes Flores a una reunin supuestamente concertadora, al mismo tiempo que ninguneaba a los dos lderes de las Cmaras. Lo evidente es que desde all no poda caber oposicin frontal pues eran importantes los puntos compartidos, obviamente, antes de la ruptura del orden constitucional. Fue el Parlamento el causante del autogolpe? La imagen que quiso crear Fujimori fue la de una confrontacin con el Parlamento como causa del autogolpe. En su apoyo se recurri a la experiencia de otros gobiernos en que el presidente careca de mayora y se le impuso la de bloques armados en el Congreso en su contra, de modo que se terminaba en golpes de estado donde los militares expulsaban al presidente y al Congreso. Pero la realidad ha sido muy distante de ese pasado. Fujimori no tena un Congreso de oposicin, en lo sustantivo concordaban las dos fuerzas que pasaron a la segunda vuelta y que compartan bsicamente el programa econmico. El partido aprista no era capaz de imponer condiciones y fue, ms bien, permeable, a tal punto que se ali con el fujimorismo para impedir que se aprobara el informe sobre la matanza de los penales que implicaba a Alan Garca y lo podan haber llevado a los tribunales con ms seriedad que en el caso del tren elctrico que manej a su antojo Fujimori para, finalmente, no llegar a nada. La izquierda dividida solo poda cuestionar. Con pocos parlamentarios y escasa capacidad de movilizacin era poco lo que poda hacer. Pero las tcticas de Fujimori se dirigan a destruir las instituciones y all tuvo que haber un mnimo de acciones a la defensiva. El Congreso, despus de delegar ampliamente facultades y no observar los decretos legislativos de Economa, intent corregir excesos de los decretos legislativos de Defensa que4

Ib., 122.

chocaban con la Constitucin. Se busc tambin normar los actos legislativos del presidente, es decir regular las decisiones de este en el campo del Poder Legislativo, por delegacin o por urgencia. Eso es lo se us, incluso aos despus, para ejemplificar que el Congreso le quitaba atribuciones al Poder Ejecutivo, pero no resiste el menor anlisis. Ms bien, lo que vimos fue a los parlamentarios arrinconados por el poder que se iba acumulando en su contra y las jugarretas presidenciales. Fueron prudentes los parlamentarios porque saban que haba una amenaza de bordaberrizacin, por varios anunciada y queran evitarla. Pero la prudencia debi estar acompaada por lo menos de la misma dosis de astucia que et presidente, sobre todo para dirigirse a la fuente de su poder, a la gente comn y corriente donde da a da se acentuaba la distancia. Esta fue grande en la dcada anterior pues los parlamentarios no solo perdieron atribuciones que en el pasado los acercaban mucho al pueblo (intervencin en inversiones, obras, por tener iniciativa de gasto) sino que no hicieron mayor esfuerzo por entenderse como comunicadores, relacionadores entre Estado y Sociedad, lo que implica estar con la gente, escucharla y transmitir lo que demanda. Su nico canal de comunicacin fue la prensa y los medios masivos de comunicacin, sin que la mayora de ellos fuera consciente de la imagen global proyectada. A la vez cualquier anlisis de los grandes medios de comunicacin especialmente la televisin muestra a estos muy cercanos a Fujimori primero y basta concertados despus. Eso lo us Fujimori con particular habilidad en el ataque verbal sistemtico que no esta solo reaccin a las iniciativas parlamentarias que no le gustaran sino accin continua, en todos los frentes. En sus ataques lleg a preanunciar el autogolpe, al proponer una disolucin del Congreso que no estaba en sus atribuciones (solo poda disolver la Cmara de Diputados si esta le censuraba tres gabinetes). Pero el golpe ms preciso lo caus al cuestionar la cdula viva de los parlamentarios y los sueldos de los mismos. Otra vez en sintona con el sentido comn popular, reforz la imagen de abuso y hasta de corrupcin que es fcil aumentar con la enorme distancia que exista entre parlamento y sociedad y entre lo que puede ganar la gente comn y corriente y los sueldos parlamentarios. Ciertamente se trata de un juego mentiroso, pues simples burcratas puestos por Fujimori ganan mucho ms que un parlamentario, sea por medios fiscales o por truculentos acuerdos por detrs. Los ministros de Fujimori y los vocales supremos ganaban lo mismo que los parlamentarios, y no fueron mencionados. Dos televisoras divulgaban noche anoche durante una semana del ltimo verano, (antes del golpe de abril) las planillas donde estaban los sueldos de los ex parlamentarios jubilados con la cdula viva, invento de los militares que se ha extendido a otros funcionarios pblicos mucho antes que a los parlamentarios [...].5

5

Ib-, pp. 127-128. Todo este tema se desarrolla en el cap. III titulado Crnica de una muerte anunciada.

Los poderes fcticos, fuerzas armadas y gran empresariado, el oligopolio de la televisin y no pocos diarios estuvieron con Fujimori el 5 de abril, uno que otro con distancias formales, la mayor parte sin siquiera eso. Quedaban sin piso los polticos y los partidos que directamente los expresaban, y caminaban ya hacia la exclusin apristas e izquierdistas, otra vez, junto con sindicatos y organizaciones populares que diezmadas y sin fuerza venan de tiempo atrs con mucho viento en contra. Pero de la democracia limitada delegativa y tutelada no podan quedar en pie instituciones elementales para el equilibrio de poderes o la accountability horizontal y vertical. El cambio era de rgimen y hay que caracterizarlo partiendo de lo que antes se estableci al respecto.

Captulo 5 LAS CARACTERIZACIONES DEL FUJIMORISMO Nos referiremos ahora a las principales caracterizaciones hechas sobre el fujimorismo. Primero queremos ubicar los tipos de regmenes que se ubican entre dictadura y democracia. Buscamos precisar los componentes de los regmenes autoritarios siguiendo los trabajos de Morlino y O'Donnell. Luego veremos las caracterizaciones realizadas por Lpez, Crabtree, Cotler, Grompone, Degregori, Tanaka, Rospigliosi, Gonzales de Olarte y Dammert, y lo que yo he publicado. Entre la dictadura y la democracia: regmenes autoritarios

Morlino1 clasifica los regmenes polticos en democrticos y no democrticos. Para los primeros da una definicin mnima: el umbral por debajo del cual no hay rgimen democrtico lo establece con cuatro aspectos controlables empricamente, a saber (a) sufragio universal; (b) elecciones libres, competitivas, peridicas y correctas; (c) ms de un partido poltico; y (d) fuentes de informacin distintas y alternativas. Morlino tambin nos ofrece indicadores que medirn los niveles de democracia de un pas. Se trata de indicadores de derechos polticos y de indicadores sobre derechos civiles. Entre los primeros se hallan; Elecciones por sufragio universal prueban la existencia de competencia y oposicin significativas. La oposicin ha ganado recientemente las elecciones. Hay distintos partidos polticos. Existen candidatos independientes. Los candidatos y las votaciones son autnticos. Los elegidos tienen un poder efectivo. Los lderes en el poder han sido elegidos recientemente. Hay autnticas votaciones al nivel local. El rgimen est libre del control militar. El rgimen est libre del control extranjero. Entre los indicadores de derechos civiles seala: Existe un grado generalizado de alfabetizacin. Existe prensa independiente. Hay tradiciones de libertad de prensa. La prensa est libre de censura o instrumentos equivalentes. Hasta que punto son independientes la radio y la televisin. Se producen discusiones pblicas abiertas. El Poder Judicial es realmente independiente. Existen organizaciones privadas independientes.

En la definicin anterior no entran los regmenes no democrticos. Estos seran los regmenes cuyas reglas de juego no permiten ni la competencia ni la inclusin. Morlino prefiere llamarlos regmenes no democrticos y no simplemente autoritarismos o regmenes autoritarios. As deja en un mismo saco a los regmenes cerrados (las dictaduras que son los totalitarismos y los regmenes tradicionales) con los regmenes autoritarios que aceptan una limitada competencia poltica, incluyendo tambin los regmenes hbridos. Los regmenes totalitarios se caracterizan por: (a) la ausencia de pluralismo y la preeminencia del partido nico; (b) ideologa articulada y rgida que legitima y mantiene el rgimen; (c) movilizacin alta y continua, sostenida por la ideologa y el partido; (d) un pequeo grupo o lder en el vrtice del partido nico; (e) lmites1

Morlino, Leonardo. Las democracias (Captulo 3) y Los autoritarismos (Captulo 4). En Pasquino, Gianfranco. Manual de Ciencia Poltica. Madrid: Alianza Editorial, 1988.

no previsibles al poder del lder; f) la ideologa totalitaria es un ncleo de proyecto de transformacin total de la realidad social (totalitarismos de derechas e izquierdas); (g) el terror se ejerce respecto a los enemigos potenciales y a los autores de delitos posibles, es decir, todos aquellos que puedan constituir un obstculo a las poltica del rgimen; (h) si en el rgimen autoritario hay una previsibilidad de la sancin, en el rgimen totalitario, por el contrario, la imprevisibilidad es total.2 Son ejemplos de regmenes totalitarios la Alemania Nazi y la Unin Sovitica stalinista. Los regmenes tradicionales, segn Morlino, son pocos; se trata de regmenes sultanistas, basados en el poder personal del soberano, poder particularista, arbitrario y para fines esencialmente privados y regmenes basados en oligarquas competitivas en las que persisten elementos tradicionales: en sus variantes de caudillismo y caciquismo, la dominacin la ejercen alianzas polticas entre Las lites del poder central y los sectores locales desde una base econmica predominantemente agraria. Los hbridos institucionales son regmenes que [,..] no son completamente autoritarios y que an no han entrado del todo en el genus democrtico [...].3 Son las dictablandas o las democraduras de las que hablan O'Donnell y Schmitter. Precisaremos ahora cuales son las variables que permiten caracterizar si un rgimen es o no es autoritario segn Morlino. Este atribuye a la definicin de autoritarismo de Linz la virtud de conciliar la generalidad significativa y una amplia aplicabilidad en esta materia. Por lo cual, parte de las cinco dimensiones que Linz propone considerar para definir a los autoritarismos: Son autoritarios todos los sistemas con un pluralismo poltico limitado, no responsable. No poseen una ideologa elaborada y directora, pero s una mentalidad peculiar. Carentes de una movilizacin poltica intensa o extensa, excepto en algunos puntos de su evolucin. En los que un lder -o un grupo reducido- ejercen un poder notable: s se puede hablar de personalizacin del poder en una o pocas personas y la visibilidad del lder (carismtico o no). El poder se ejerce dentro de lmites formalmente mal definidos, pero en realidad bastante predecibles. Ausencia de normas bien definidas que permiten que el poder autoritario ejerza control sobre la sociedad y prive al ciudadano de autonoma (la ley es la principal defensa del ciudadano).

Moruno toma estas variables y les hace algunos cambios y aadidos: Sobre la ausencia de movilizacin poltica seala que la cantidad o el nivel de participacin de las masas es controlada o propiciada desde arriba, no se le reconoce autonoma ni independencia a la comunidad poltica, se

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Morlino, Leonardo. Los autoritarismos. En: Pasquino, Gianfranco y otros. Manual de Ciencia Poltica. Madrid; Alianza Editorial, pp. 134-135. 3 Ib. p.136.

mantiene a la sociedad civil fuera de la arena poltica o con un bajo nivel de participacin. Implicancias: existencia de aparatos represivos para desmovilizar; debilidad o ausencia de estructuras de movilizacin; ausencia de garantas reales para el ejercicio de los derechos civiles y polticos. Agrega que debe integrarse al anlisis del quantum de la comunicacin desde arriba las caractersticas de la movilizacin: movilizacin elitista limitada, movilizacin de masas controlada y despolitizacin. La variable pluralismo limitado y no responsable de Linz hay que convertirla en la variable coalicin dominante identificando a su interior: actores importantes institucionales (ejrcito, burocracia, partido nico) y sociales (iglesia, grupos industriales o financieros, propietarios agrcolas, sindicatos, transnacionales). Estos actores no son polticamente responsables a travs de elecciones libres, competitivas y Limpias. Hay elecciones no competitivas pero con solo un significado simblico de legitimacin, expresin de consenso o apoyo al rgimen por una sociedad civil controlada y no autnoma. Grado de elaboracin de la justificacin ideolgica: valores ambiguos y generales: patria, nacin orden, jerarqua, autoridad. Morlino agrega: valores tradicionales, modernos o qu otros. Morlino agrega el grado de estructuracin del rgimen, es decir, en qu medida crea e institucionaliza las nuevas estructuras polticas que le caracterizan: partido nico, sindicatos verticales, distintas formas de asambleas parlamentarias, sistemas electorales propios, rganos especficos diferentes a los del gobierno anterior,

Morlino descarta dos variables de Linz porque pueden estar en otro tipo de rgimen presentes por momentos: un lder o un pequeo grupo en la cpula, y lmites mal definidos. A partir de todas las dimensiones que estn en relacin estrecha, Morlino formula una hiptesis: existen dos modelos autoritarios polares a los que corresponden los extremos de cada dimensin. El primer polo es el autoritarismo perfecto: acentuado pluralismo de los actores, ausencia de ideologas, ausencia de movilizacin, escasa estructuracin peculiar del rgimen. El segundo polo es cercano al to