LA BATA DEL CAMALEÓN - eltallerdelpoeta.com · acabamos llegando al festival de música celta de...

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1 Sumario Hallan el cuerpo de la guerra Entrevista: Jürgen Konzet Una víctima colateral Camino hacia ningún sitio La muy puta Brais Ocampo La Fusta del Breador La página de Richard Pazos Poemas de Alexander Vórtice “Yo” por Cato Plumas invitadas El General El Taller del Poeta Poemas de César González Collage de Brais Ocampo LA BATA DEL CAMALEÓN Número 1 – Periódico mensual editado por EL TALLER DEL POETA –30 de abril de 2005 CL Joaquín Costa, 2-EN-OF. A – 36001 PONTEVEDRA – [email protected] Depósito Legal PO-144-05 HALLAN EL CUERPO DE LA GUERRA Aunque quieran hacernos creer que la guerra de Irak ha terminado, todos sabemos que no es así, como sabemos qué se oculta tras ella. Eso resulta evidente. La muerte sigue campando a sus respectos en uno y en otro bando, la sangre se derrama por doquier en una sangría sin fin para que unos pocos puedan disfrutar de su tradicional y particular partida de Monopoly. Allí donde hay petróleo también se encuentran las sombras más oscuras y más alargadas de la avaricia y los más bajos y ruines instintos del hombre. Ahora, los que nos metieron de cabeza en ella, en un golpe más de cinismo, pretenden lavarse las manos y prolongar sine die una comisión de investigación que debería cerrarse con un refrán: ¡Quién siembra vientos, recoge tempestades! 2 Entrevista por Alexander Vórtice Jürgen Konzet: “El empresario que vino del Norte” Jürgen Konzet nace en Heidelberg, Alemania, el 15 de Junio de 1949, y llega a España hace casi 21 años a consecuencia de unas inquietudes y unos sueños que él sí decidió llevarlos a cabo. Conocido, y ante todo respetado en el mundo de la hostelería y de la noche, tuvo en sus manos durante largo tiempo el pub de moda Camawey, referente indiscutible en la movida pontevedresa, el cual, por motivos jurídicos acabó cerrando sus puertas. Esto no intimidó a Jürgen, y desde hace tres años regenta junto con su socio Boby el café- concierto Entre Lusco e Fusco, con la curiosidad de contar en él con una pequeña biblioteca de la que cualquier cliente puede ser partícipe. Se podría decir que el éxito hoy por hoy del lugar es tal, que dentro de pocos meses este empresario alemán con espíritu español emprenderá la aventura de abrir otro local, también junto a su socio, en la calle Manuel Quiroga, en la ciudad de Pontevedra. ¿Qué fue lo que te hizo venir a España? Es una larga historia: primero estuve viajando por Asia, 3 años en la India. Más tarde, junto con mi ex mujer, adquirimos una autocaravana y fuimos a Francia. Luego llegamos a España, más concretamente a la Costa Brava, y en la ruta por otros lugares de España, mucha gente nos contaba lo bella que era Galicia. Por eso, acabamos llegando al festival de música celta de Ortigueira, y allí una gente nos recomendó comprar una preciosa casa en A Lama. Y desde entonces estoy aquí. ¿Qué es lo que más echas de menos de tu Alemania natal? Realmente no echo de menos nada..., bueno, a no ser los supermercados de bri- colaje (risas). ¿En qué momento te iniciaste en el mundo de la hostelería? Al llegar a España me mantuve abriendo una tienda de reparaciones de televi- sores. Luego un amigo me comentó si me interesaba el mantenimiento del CA- MAWEY, y aquí fue mi inicio en la hostelería, aunque al final tuvimos que cerrarlo por motivos jurídicos y discrepancias entre los socios. ¿Cuál crees que es el secreto de que vuestro local esté siendo hoy por hoy un referente primordial en las noches pontevedresas? Lo más importante son los clientes y el amor a todos ellos. Si como hostelero no estás a gusto, la clientela enseguida lo nota, por tanto hay que intentar por todos

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Sumario Hallan el cuerpo de la guerra Entrevista: Jürgen Konzet Una víctima colateral Camino hacia ningún sitio La muy puta Brais Ocampo La Fusta del Breador La página de Richard Pazos Poemas de Alexander Vórtice “Yo” por Cato Plumas invitadas El General El Taller del Poeta Poemas de César González

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LA BATA DEL CAMALEÓN Número 1 – Periódico mensual editado por EL TALLER DEL POETA –30 de abril de 2005

CL Joaquín Costa, 2-EN-OF. A – 36001 PONTEVEDRA – [email protected] Depósito Legal PO-144-05

HALLAN EL CUERPO DE LA GUERRA

Aunque quieran hacernos creer que la guerra de Irak ha terminado, todos sabemos que no es así, como sabemos qué se oculta tras ella. Eso resulta evidente. La muerte sigue campando a sus respectos en uno y en otro bando, la sangre se derrama por doquier en una sangría sin fin para que unos pocos puedan disfrutar de su tradicional y particular partida de Monopoly. Allí donde hay petróleo también se encuentran las sombras más oscuras y más alargadas de la avaricia y los más bajos y ruines instintos del hombre.

Ahora, los que nos metieron de cabeza en ella, en un golpe más de cinismo, pretenden lavarse las manos y prolongar sine die una comisión de investigación que debería cerrarse con un refrán: ¡Quién siembra vientos, recoge tempestades!

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Entrevista por Alexander Vórtice

Jürgen Konzet: “El empresario que vino del Norte”

Jürgen Konzet nace en Heidelberg, Alemania, el 15 de Junio de 1949, y llega a España hace casi 21 años a consecuencia de unas inquietudes y unos sueños que él sí decidió llevarlos a cabo. Conocido, y ante todo respetado en el mundo de la hostelería y de la noche, tuvo en sus manos durante largo tiempo el pub de moda Camawey, referente indiscutible en la movida pontevedresa, el cual, por motivos jurídicos acabó cerrando sus puertas. Esto no intimidó a Jürgen, y desde hace tres años regenta junto con su socio Boby el café-concierto Entre Lusco e Fusco, con la curiosidad de contar en él con una pequeña biblioteca de la

que cualquier cliente puede ser partícipe. Se podría decir que el éxito hoy por hoy del lugar es tal, que dentro de pocos meses este empresario alemán con espíritu español emprenderá la aventura de abrir otro local, también junto a su socio, en la calle Manuel Quiroga, en la ciudad de Pontevedra.

¿Qué fue lo que te hizo venir a España? Es una larga historia: primero estuve viajando por Asia, 3 años en la India. Más

tarde, junto con mi ex mujer, adquirimos una autocaravana y fuimos a Francia. Luego llegamos a España, más concretamente a la Costa Brava, y en la ruta por otros lugares de España, mucha gente nos contaba lo bella que era Galicia. Por eso, acabamos llegando al festival de música celta de Ortigueira, y allí una gente nos recomendó comprar una preciosa casa en A Lama. Y desde entonces estoy aquí.

¿Qué es lo que más echas de menos de tu Alemania natal? Realmente no echo de menos nada..., bueno, a no ser los supermercados de bri-

colaje (risas). ¿En qué momento te iniciaste en el mundo de la hostelería? Al llegar a España me mantuve abriendo una tienda de reparaciones de televi-

sores. Luego un amigo me comentó si me interesaba el mantenimiento del CA-MAWEY, y aquí fue mi inicio en la hostelería, aunque al final tuvimos que cerrarlo por motivos jurídicos y discrepancias entre los socios.

¿Cuál crees que es el secreto de que vuestro local esté siendo hoy por hoy un referente primordial en las noches pontevedresas?

Lo más importante son los clientes y el amor a todos ellos. Si como hostelero no estás a gusto, la clientela enseguida lo nota, por tanto hay que intentar por todos

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los medios que la gente esté a gusto. Y por suerte, nuestro local posee una clientela fija muy maja y muy simpática.

¿Cómo surgió la idea de poner en este local una biblioteca? Esto fue una idea que surgió de mi socio Boby. Más tarde, también se tuvo la

idea de cambiar un libro por una consumición y así, poco a poco, ir aumentando la biblioteca.

¿Crees que la juventud actual es tan irresponsable como la gente dice, ante to-do a la hora de salir de marcha?

No, para nada. La juventud posee, en general, muy buen corazón. Eso no quita que haya algunos malos.

Por lo que a ti se refiere, ¿qué significa la noche y lo que ella conlleva? La noche es la comunicación con la gente, aunque, a veces no hace falta hablar

mucho para estar comunicado con alguien. Teniendo en cuenta los muchos lugares en los que has estado a lo largo de tu

vida, ¿dirías que Pontevedra es una ciudad conservadora? Sí, mucho. Pese a esto, Pontevedra es una ciudad que me gusta por su tranquili-

dad, y por lo bonita y bien “conservada” que está su zona vieja (risas). Principalmente, ¿en qué consistirá el próximo local que abrirás junto con tu ya

socio Boby? Seguirá la misma línea que el que ya tenemos, con la excepción o novedad de

que habrá tapas variadas, o incluso, si se puede, incluso comidas. Pero todavía estamos trabajando en todo esto.

¿Qué consejo le darías a las personas que se quieren iniciar en el mundo de la hostelería?

Pues, ante todo, mucho respeto a la clientela, ganas de trabajar duramente y aceptar el mundo de la noche. También que intenten no beber demasiado dentro de la barra, ya que estás rodeado de muchas botellas (risas). Pero, resumiendo, hay que tener una gran cordialidad con todo el mundo.

Para finalizar, ¿te gustaría añadir algo a esta entrevista? Sí. Que si hay gente en tu local que falte al respeto, hay que echarla a la calle

enseguida.

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UNA VÍCTIMA COLATERAL Hola. Ustedes no me conocen. Soy una víctima colateral del caos circulatorio.

¿Y qué es eso? Se preguntarán. Porque reconozco que mantener actualizado el diccionario, desde el punto de vista semántico, es poco menos que imposible, a la vista de la rapidez evolutiva que está adquiriendo la lengua castellana. Pero no se preocupen, yo se lo explico. Así es como se denomina ahora a las heridos en acci-dente de tráfico que, al fin y a la postre, como dice Manuel Fraga Iribarne, Presi-dente de la Xunta de Galicia, no se diferencian en nada de las víctimas de la guerra, a las que por extensión de la terminología, podría también llamarse heridos por accidente fortuito de avión con bomba.

La verdad es que poniéndome en su lugar, y aceptando su teoría, no sé qué le pasa a la gente. Toda esa sensiblería por unos cuantos niños, cuyo nombre no cono-ce ni su padre, accidentados por un racimo de bombas. Muchos más se mueren en accidente de tráfico y nadie se queja. Aquí lo único que realmente debería preocu-par son los muertos por causa del terrorismo, sobre todo si son políticos o conceja-les, que eso sí atañe de cerca y provoca un lucido funeral donde pasearse la jeta. Eso debe condenarlo todo quisque, y sin paliativos, que el hecho de no decirlo a todas horas y con carácter previo a cualquier declaración o escrito te mete de lleno en el calificativo de terrorista o comunista, o vasco, término éste último que me ha parecido que ha empleado hace poco Rajoy con categoría de sinónimo del primero.

¿Para qué se meterán esos críos debajo de las bombas? ¡Qué capullos! ¿Verdad? ¿Pero es que acaso no saben mirar al cielo, antes de salir de casa? Lo que pasa es que son unos rebeldes y unos desobedientes y se han negado a recibir al ejército aliado batiendo palmas con las orejas mientras les invaden el país o no han querido regar de flores las carreteras para homenajear a sus salvadores, como era su obliga-ción moral, que es de bien nacidos ser agradecidos. Sí. Eso les pasa por no mirar si vienen tanques, cuando cruzan la calle, y claro, a los soldados ya no les da tiempo a frenar. Una guerra y el tráfico de una ciudad, como por ejemplo, Madrid, son bas-tante parecidos, con la única diferencia de que en una circulan tanques y aviones y en la otra coches. ¿Acaso no son todos vehículos? ¿Acaso no se caga uno en todos los muertos del elemento motorizado cuando ve que lo van a atropellar o a borrar del mapa de un pepinazo? Pues ya ven, una cosa similar, yo diría que casi idéntica.

De todas formas, no se preocupen, pues los aliados se están ocupando de la re-construcción. Tenían tanta ilusión por hacerlo que ya habían tramitado los expe-dientes de adjudicación de obras y de gestión de puertos y pozos petrolíferos antes de rematar la conquista, y es que tanto sentimiento humanitario no les cabía ya en el pecho. ¡Qué eficacia administrativa, dios mío! Al que le falte un ojo se lo pon-drán de cristal y hasta podrá elegir color y, si se descuida, se lo darán con mando a distancia y, al que haya perdido una pierna, le regalarán una ortopédica con la que podrá jugar al fútbol mejor que Maradona. Y no digamos de las viudas, lo que se

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habrán ahorrado en el divorcio... o aquellos a los que les ha tocado unas largas vacaciones en Guantánamo, en pleno Caribe. ¿De qué se quejarán? Las cosas hay que mirarlas de una manera positiva. Si uno ve un vaso de agua, pues mejor consi-derarlo medio lleno que medio vacío: la cantidad es la misma.

Y para qué les voy a decir más. Ahora ando un poco preocupado por la opera-ción que me espera. Estoy ya al borde del quirófano y lo malo es que le he oído comentar al médico, que es partidario de la guerra, que toda la intervención militar que se está ejecutando en Irak se está haciendo de una manera precisa, quirúrgica, sin apenas daños. Más de ocho mil bombas, inteligentes, de esas que piensan y dicen " a éste no, que me cae bien" y "ese otro al infierno". En realidad, tengo mie-do, porque como la precisión de su mano cirujana sea igual a la de los aliados en Bagdad y demás ciudades, voy listo, calixto. Y todo porque un automovilista deci-dió saltarse el semáforo en rojo, al igual que los aliados la legalidad internacional. Sí, realmente, esto es parecido. Aquí todo vale y... como se deduce de las palabras de Don Manoliño... ¿Qué más dará que mueran en Bagdad o en la ciudad? Es lo mismo. Sí señor. Alucino, con su piedad.

Abril 2003©Fernando Luis Pérez Poza (actualizado:Abril 2005)

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CAMINANDO HACIA NINGÚN SITIO por Juan Vidal Fraga

Nunca me pareció correcto reducir el adjetivo camaleón, a ese simpático anima-

lito que cambia de color según el lugar en que se encuentre. Todo ello para ocultar-se de sus depredadores. Y la razón es muy simple: ¡El camaleón más camaleónico que conozco, es el hombre! Y no para librarse de un peligro, sino por el mero pla-cer de divertirse, o el sádico gusto de engañar. Pero la cosa no se detiene en esta prodigiosa habilidad de burlarse de los demás, no, donde alcanza cotas nunca vis-tas, es ¡en la tremenda facultad de engañarse a sí mismo! Un ejemplo bien cercano: ¿Para qué escribo lo que estoy escribiendo? ¿Para desenmascarar a los disfrazados, o para ocultarme en el interior de un jocoso intelectual, que trata de reírse de sí mismo? ¡Les puedo jurar, que esto último es lo que intento! ¡Pero no me crean! Resulta patético, por mi parte, querer hacer algo gracioso, con un tipo tan aburrido como el que esto escribe. Por muy camaleónico que me sienta, no logro encontrar el disfraz adecuado.

Como escritor, siempre intento decir la verdad, se entiende: lo que yo considero es la verdad. Y tal actitud, está reñida con el arte de disfrazarse, sino más bien con la capacidad de desnudarse. Pero en este momento ¡siento tanto frío, que no me echo para atrás! Lo cual nos proyecta en la ambigüedad. ¿Cómo desnudarme, sin quitarme la ropa? No encuentro la solución, es algo así como escribir de coña, sin contar mentiras. –Ah! Ya empiezo a vislumbrar un sendero, que puede llevarme a ningún sitio! No les parece fascinante porfiar en ir a ese sitio ¡tan maravilloso! A mí siempre me atrajo, pero nunca tuve el valor de intentarlo. Por lo mismo, como nunca he ido, creo que estoy preparado para hablarles de él. ¡No sean ustedes tan incrédulos! Les prometo fidelidad en la descripción de ese lugar.

Luego de recorrer innumerables Galaxias, me pareció encontrar el sitio, que, como pueden comprender, no estaba en ningún sitio. A primera vista, el espectácu-lo era extraordinario. Una extensión inmensa, sin límites. Poblado de multitud de cosas y seres que, cada vez que las miraba, se volatilizaban! Cuando quería coger-las! se esfumaban! Impresionante, ¡no había ni noche, ni día, era siempre igual! El tiempo volaba tan rápido, ¡que no había principio ni fin, era siempre el mismo. ¡El piso que me sostenía, ¡no existía! pero no me caía, flotaba! No es que tuviese alas para ir de aquí para allá (no olviden, que no había ni aquí, ni allá, no había límites, ni derecha, ni izquierda, ni arriba, ni abajo), no, me valía de mis pies para despla-zarme. ¿O no me desplazaba? Todo era tan trepidante, que ya no sabía si corría o estaba inmóvil. Entonces caí del burro: no es que caminase tan veloz ¡es que estaba instalado en la quietud! Vaya, había encontrado eso que los budistas llaman el nirvana. ¡La nada! Pero no, allí había algo, no sabía lo que era pero estaba ante una realidad irreal, intangible, que no se podía agarrar, pero que flotaba fantasmagóri-camente ante mí. No era verdad, ni mentira, sino todo lo contrario. Cojan, si son

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capaces de coger lo que no se puede coger, y comprenderán lo incomprensible de lo que quiero decir. No me negarán que lo intento, pero sé, o ya no sé, que la inten-ción se difumina en una nebulosa que no se deja encerrar en palabras. ¿Cómo for-mas sin forma pueden tomar forma? Sólo recuerdo que, cuando aquel torbellino me absorbía y el vértigo me hacía sobrenadar aquella nada que me envolvía, comencé a ahogarme... ¡Y desperté!

¡Qué susto! ¡Qué alivio! Desperté de una pesadilla. Esa al menos fue mi prime-ra reacción pero luego, a medida que eso que llamamos la lucidez iba llegando a mí, empecé a darme cuenta que, ese lugar sin sitio, no era algo in-existente, sino que se trataba de una dimensión diferente a la que solemos frecuentar. No formaba parte de esa realidad conformada por lo que está presente, sino por otra cosa, que me gusta llamar lo ausente. Era ese inmenso e intangible terreno que nuestros sue-ños y deseos nos hacen presentir. Ya no podía dudar de que esa interpelación desde el no-sitio, era presencia sin forma, de algo que nos reclama le demos forma, aun-que sólo sea, por el momento, mera apariencia. ¡Es como un duende que vaga errante, esperando la magia de la palabra para encarnarse en el tiempo-espacio en que habitamos! ¡Lo ilimitado tratando de encerrarse en lo limitado! Parece un con-trasentido, pero pienso nos debiera abrir los ojos ante el misterio que nos constituye y nos empuja a romper los diques que nos aprisionan. Somos una paradoja: ¡Una libertad con alas que necesita arroparse en lo limitado para volar hacia lo infinito!

16/04/05 Juan Vidal Fraga.

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LA MUY PUTA La muy puta era capaz de dejarme tirado. Desde hacía algún tiempo que lo veía

venir. Esa lentitud para moverse, como si siempre fuera cuesta arriba, esa negativa constante a obedecer mis órdenes, esa actitud silenciosa como de pared con quien no va la cosa. Y eso que la había tratado mejor que a una princesa, vamos, como a una reina con séquito de lujo.

Cuando salíamos iba de punta en blanco, recién pintada y reluciente como una novia. No porque la maldita se acicalase sino porque yo me ocupaba de todo que si por ella fuera la grasa y el polvo, mezclados, hasta formarían pelotillas sobre su piel. Sí, la muy puta era capaz de dejarme tirado allí, en la carretera, a las dos de la madrugada, como si se estuviera deshaciendo de un cubo de la basura ya revisado por un centenar de pobres. Sí, era capaz de cometer ese crimen después de todo lo que yo había hecho por ella.

El día que la conocí me enamoré inmediatamente de sus redondeces, de sus curvadas formas, de la geometría de su cuerpo casi perfecto. Fue lo que se dice un flechazo a primera vista. Pero creo que a ella no le pasó otro tanto. Me pareció ver que me miraba, de arriba abajo, con ojos de mayordomo que está atendiendo al pescadero por la puerta principal de la mansión. Sí, a contraojo vi cómo calculaba mi peso, la longitud de mis brazos y mis piernas, la estatura ovalada de mi cuerpo casi tan ancha como larga. Por aquel entonces ella ya se debía haber percatado de que yo iba a ser su único dueño y que al final la terminaría montando y la haría correr de gozo y recorrer como una loca todos los caminos y rincones del más puro éxtasis existencial, así que no dijo ni mu. Se lo calló. Pero sé que los kilos de más que yo transportaba en mi abdomen no le hicieron ninguna gracia.

Perdonen que la llame puta, pero es que no se puede utilizar otro nombre para denominar a un ser así. No existe otra forma para calificar el osado desenfreno del que siem-pre hacía gala en cuanto se le soltaba un poco el hilo y se la dejaba caer por la pendiente. Era tan puta que permitía que la montara el primero que llegara y la acariciara un poco. A veces ni si-quiera necesitaba una caricia para templarse y

EL TALLER DEL POETA publica la obra

EL HOMBRE QUE SE CAGÓ A SÍ MISMO de Fernando Luis Pérez Poza

www.eltallerdelpoeta.com ISBN-84-96073-53-X

Relatos cortos

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ponerse tan a punto como una gaita en plena romería. No lo podía remediar. Le daba igual que fueran hombres o mujeres. A los hombres les apretaba bien el pa-quete y a las mujeres les sobaba las carencias sin ningún pudor, sin ni siquiera molestarse en quitarles las bragas.

Tengo que decir en su descargo que al principio de la relación fue un volcán de impaciencia, todo le parecía poco y al final del día acababas completamente agota-do de montarla una y otra vez. Las piernas se te quedaban arqueadas y sin fuerzas, los brazos incapaces de levantar una mosca del suelo, el cerebro tan en blanco co-mo los ojos de un púgil noqueado. Sí. Ella era incansable, una fuente de lascivia inagotable. Luego, con el paso de los años, se le fue oxidando toda la trapura bravía que había lucido en las épocas mozas. Y se volvió una insatisfecha. Cada vez que la tocabas murmuraba por lo bajo hasta tal punto que parecía una vieja rezando el rosario y si se te ocurría montarla se desinflaba como un balón pinchado y no había bombín capaz de devolverla a la vida.

Por eso no me extrañó cuando me dejó tirado en mitad de aquella sinuosa carre-tera a las dos de la mañana. Yo me cogí un cabreo de padre señor mío. ¿Quién se creía que era aquella puta para deshacerse de mí? No. Ella me las iba a pagar todas juntas, que por algo la había cuidado yo durante tanto tiempo. Eso no se le hacía a nadie. Aprovecharse de uno de aquella manera para luego dejarle en mitad de una curva, cuesta arriba. Así que en un momento de locura agarré la llave inglesa que llevaba conmigo, en la bolsa de las herramientas, y comencé golpearla sin piedad, mientras le decía: ¡Puta, más que puta!. No. No había derecho a que la puta bicicle-ta se partiera por la mitad a esas horas tan intempestivas y me dejara tirado en la cuneta sin ir aquel viernes a la discoteca.

Mayo 2002©Fernando Luis Pérez Poza Pontevedra. España (Del libro “El Hombre que se cagó a sí mismo”)

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Fragmentos de “Testamento de cordura”

de Brais Ocampo

“No existe más estado que el mental”

“La consciencia, aun siendo nuestra, está sujeta por una fuerza mínima llamada voluntad; del mismo modo, unido a nosotros nace un talento tan pequeño como un espermatozoide y con casi las mismas posibilidades de éxito. La vida no es precisamente un cuerpo de mujer. Y no hay camino sin empeño, ni trabajo sin trabas.

Me obsesiona el tiempo de una for-ma virginal, y creo que por eso al-guien quiso pensar haber vivido otras vidas y ser experto en la niñez. No me extraña, todos somos ciegos del futuro, y de todo pasado sin recuer-dos. El fin de un segundo lo convier-te en algo plano, como prueba de una muerte constante”

“Aunque seáis más, yo seguiré pen-sando diferente. Y aunque nosotros lo seamos, tú también lo harás”

“Un loco se comería su propia piel antes de morirse de hambre”

“La locura es la única batalla perdi-ble o ganable para un razonamiento claro. Túneles o puentes, cambio de estado, pisada sin suelo, piedras de agua.

Donde la inestabilidad del camino grita libertad. El autismo recurrente

de la naturaleza humana, el cambio de núcleo, de fuentes. La deslocu-ción de ingresos. Túnel de luz, som-bra de sombras. Lo desconocido surcando la sangre de un circuito cerrado en torno a uno mismo. La acción del instinto, del valor cobarde o el miedo valiente.

Ser un punto y no querer ser más ni menos. Horizontes sin ver, límite sin deseos. Lo enormemente práctico de la necesidad y el consuelo. La como-didad del acto trágico cómico de ver pasar el tiempo, en un baño de aire caprichoso cual vicio propio. Sin interrogantes, ante la propia exclamación de la vida. Captación sin filtros de un instinto desligado de moral alguna. Un loco es el más grande enemigo de la linealidad. Un loco es un núcleo circular e inaccesi-ble porque como el fuego quema, porque como el viento pasa sin dejar rastro de su frescor y es naturalmente inviable su persecución”

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La Fusta del Breador “Viviendo en la corrosiva creencia” Corrosivo es codiciar utopías. Corrosivo es acatar religiones. Corrosivo es creer que nada Es imposible Siendo tan posible El sentirse nada. Corrosivo es el cuento de hadas Con final siempre feliz Que anuncian los doctrinarios. Corrosivo es entregar vida y obra A ciertos valores Del cuaternario. Es corrosiva la devoción Hacia el que anuncia o promete Un mundo más feliz Siendo cuestión de apreciación La felicidad, Un reflejo o un matiz… Corrosivo llegar hoy a tener Fe ciega en un amor O una ilusión Cuando abunda tanto artista Del engaño en discreción.

Corrosivo es pensar Que hay guerras declaradas Para traer una paz ulterior. Y es corrosivo seguir A ese tipo de pacificador. Pero nunca lo es desconfiar De la vida O de la muerte. Lo es pensar que un muerto Volverá mañana a estar vivo. Eso sí. Eso sí es CORROSIVO. Richard Pazos Brea

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LA PÁGINA DE RICHARD PAZOS Apreciación forense

Hablé con el forense. Tras cinco mil intervenciones afirmó no haber visto jamás

un alma, no haber sentido presencia esotérica alguna. Dijo: - La muerte es un mero proceso químico. Y como tal, susceptible de ser alterado o modificado. Ningún Dios da o quita la vida hoy por hoy. Mañana: Dios dirá. Y cuando digo Dios me refiero, evidentemente, a ese infatigable creador denominado “Conocimiento Cien-tífico”-.

Todo igual

La evolución del hombre del siglo XXI la define el que siga teniendo que apre-

tar un gatillo para resolver un conflicto. Su dignidad queda patente en los que de-claran guerras sin combatir en ellas, en los que hablan y obran al amparo de la mayoría y contra la propia mayoría.

En fin: que el mono sigue evolucionando a partir del hombre, el hombre sigue con el mono de humanidad, el hombre con hambre reclamando maná y del cielo sigue sin caer ná de ná.

Dos Aforismos Richardianos 1.Un hombre aprende a vivir Cuando ya le duelen ciertos placeres, Cuando ya le placen ciertos dolores. Y es cuando saborea esos sinsabores Cuando un hombre aprende a escribir. Confiar en la esperanza Es arrojarse a las llamas. La esperanza es lo primero Que ha de perderse Para no dar opción al azar A golpear bajo y profundo Como gusta de hacer a menudo.

2. Ella nunca puede ser escudo. El anhelo y la esperanza No son nunca garantía Para el que cree de verdad Que es él su propio guía. ¡Forja tu propio destino! Y si quieres tener fe: ¡Cree en tu filosofía! Que la esperanza sigue acabando Con inocentes día a día.

¿ESCRIBES Y TE SIENTES LIBRE? Y notas como algunos políticos y gilipuertas te estriñen las pelotas o los

ovarios. Entonces has llegado al lugar adecuado. Envíanos tus poemas, artícu-los, relatos cortos a: [email protected] y estudiaremos la posibilidad

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Poemas de Alexander Vórtice

PAIXÓN Déixame auga nos beizos e orballo no corazón que aínda latexa. Déixame choiva clara nos ollos e língua de noite vermella. Déixame pedras soñadoras nos soños e permíteme ser o teu poeta. Perder, perdín mil ollos nos teus ollos. Construín pontes de versos nas mans do tempo infindo e resolvín o enigma da cor azul daquel espazo de milagres. Déixame cristal de bos sentimentos e néboa na fina tea do meu corazón. Déixame vento do norte no iris destes ollos que mañá chorarán

[ polo AMOR. Déixame catrocentos golpes de vida e daréiche o definitivo golpe

[da miña paixón.

DESTILERÍA OCASO Saboreando el whisky como un ángel blanco salido del cielo o de las destilerías del ocaso. El barman citando a Blake y la escasa inspiración perturbando mis deseos de escribir un nuevo poema. Y es que hay noches en que las copas son imprescindibles. Beber y revivir casi al mismo tiempo, teniendo en cuenta el brillo del cristal, o la bienvenida demencia de la cual es imposible escapar. Alexander Vórtice

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YO por Cato

¿Locura?, ¿y quién teme a la locura?: Yo temo a la cordura. No, no, la locura es

un don divino, la locura es un pasaje en la barca de Caroonte, es un billete de ida a un mundo perfecto, un mundo diseñado al gusto de cada uno, una realidad a la carta, feliz. ¿Estoy loco yo, que soy extremadamente infeliz? No, no, yo estoy ex-tremadamente cuerdo.

El tiempo, la materia, la energía, la vida y la muerte: ¡todo está clarísimo, que-ridísimos hermanos!, la incógnita reside en si dos y dos son cuatro. Todo, absolu-tamente todo está en mi cabeza: colores, sonidos, plantas, animales, recuerdos; incluso tú, desconcertado lector, quiero que sepas que también tú sólo existes en mi cabeza, y sólo en mi cabeza. Si yo muero el mundo se acaba, tú te acabas, todo se acaba diluyéndose en el Yangtsé del váter, ¡bon voyage!

Dado que la Historia misma es una ilusión, creada por una partícula que flota en la nada y sueña usándome a mí de lazarillo, al primero que vea le estampo la cabe-za contra la pared: soñaré 40 años en la cárcel por una calcomanía, ¡cojonudo!, y todo será nada menos que sueño.

Y es que lo único real, veraz, que he visto últimamente es un “Yo” grabado con fuego de mechero en el techo de un cuarto de baño, ¡por fin la revelación que tanto anhelaba encontrar! Y allí, vestido de mandrágoras dionisiacas levanto la cabeza y leo “Yo”. ¡Qué ejercicio de sinceridad!, ¡qué orgullo anónimamente manuscrito!, ¡qué vanidad incógnitamente revelada!, ¡qué egolatría secretamente glosada! Un “Yo” autografiado en el meadero de un tugurio: sublime, soberbio, excelso, primo-roso, nunca he leído algo tan digno de mérito, tan simbólicamente sugerente. Nunca la literatura me llenó en tan alto grado. Estoy orgulloso de la raza humana.

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PLUMAS INVITADAS

NOCHES OSCURAS PARA ROSALINA por Daniel Vázquez Tasende

Se paró a pensar que tal vez ella nunca fue dulce y amable. Güisqui, tequila,

confusiones en el fondo de vasos de cerveza y marihuana para no pensar en esos hombros que pesan cada día más. Clubes, discotecas con luces que desaparecen unas detrás de otras. La oscuridad hace que los monstruos parezcan bellos y las muchachas indefensas. Ella se siente segura y cada noche elige muchachos dispues-tos a romperle el corazón. A la mañana siguiente se han ido como ella quería, de-jando un rastro de indiferencia en su habitación. Tras la guerra quedan huellas, después de una noche no queda nada.

Sus ojos rojos rodeados de un negro profundo, los labios inflamados y una pali-dez de Ofelia apenada. Una gota de agua recorre su cuerpo antes que las demás. La ducha fría limpiará rastros de crímenes perfectos y su cintura vuelve a encontrar un sentido, una forma propia de instrumentos de cuerda. La larga cabellera negra re-cupera brillos perdidos y se aferra a la espina dorsal reclamándose esclava. Sus manos aún recuerdan que fue una vez, durante segundos, niña. Sus pies la delatan como una Lolita incestuosa con esmalte gastado en las uñas.

Se acaricia mientras deja paso al agua caliente, jabón y auto-satisfacción en un acto de insaciable necesidad de sentir que siempre ha sido hedonistas, en busca de ignorar jaquecas y resacas.

Valium, vaqueros gastados y caídos, camiseta blanca ceñida y húmeda. Impro-visar un moño y escapar de casa en busca de cocaína mientras no cae el sol.

Alguna vez pensó en cuando era dulce y amable y no merecía los respetos de Carmen ni la condescendencia de una Lilita ultrajada. Sus ojos negros aún tienen esa mirada que hace que los hombres deseen protegerla, brillos como si temblase de frío por dentro e intentara esconder secretos tímidos y castos.

La ciudad es tan grande que puedes perderte. Fiestas improvisadas, coches, vie-jos, comida rápida, autobuses vacíos, alcohol barato, tiendas de 24 horas, parques vacíos y malolientes, cubiertos de suciedad y hierbas envenenadas por perros falde-ros. Parques de intercambio y ventas clandestinas, a cambio de dinero, todo a cam-bio de dinero.

Un café solo, dos rayas en el baño, o tres, y está lista para servir copas y sonri-sas absurdas e innecesarias hasta la madrugada. Una pareja se confiesa enormes mentiras acompañada de refrescos y cervezas. Lo amigos se reúnen para hablar de sí mismos, para sí mismos como necios que se recrean en actos sociales de exhibi-ción y no correspondencia. Sólo los francos se sientan en la barra y piden una copa sin remordimientos.

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Ella ya no recuerda cuando todo le empezó a importar una mierda, cuando todo comenzó a importar poco y solamente se dedica a ignorar que cada tipo que entra en el local se enamora de ella perdidamente. Ya no quedan hombres que la ignoren y la traten como si ella fuese una persona cualquiera. Los hombres, que se lleva a la cama cada noche, se arrastran por un polvo y huyen cada mañana, asustados y precavidos, esperando salvar algún trozo de corazón perdido entre las sábanas. Malheridos huyen de su adicción a Venus, de su incursión en los senos de una Afrodita despiadada y hambrienta.

No hacer planes sino para huir, a la costa y después cambiar la vida artificial por una suerte de playa tranquila. Pero para eso tiene que envejecer y perderse totalmente en las entrañas de la ciudad oscura, dueña del ruido alienante, el grito, la luna que nunca sale, los mil hombres que pasarán por su lecho impuro. De tanto profanar su virginidad se convertirá en una vieja loca con excesos de maquillaje, batas rojas de terciopelo y tantas pelucas como amantes a los que les devoró el corazón a mordiscos, sin piedad y con placer en los ojos.

SOÑO

por Miguel Calvo A multitude dispersouse de forma confusa, e con eles estaba el nas primeiras fi-

las, correndo todo o que lle daba o corpo. Correu e correu ata chegar a un lugar seguro, onde se agochou.

As últimas persoas que quedaban sen agochar, colleron velozmente un grande pao, e achegáronse á vella árbore seca do patio do edificio. Todo o mundo comezou a entoar cantos histéricos, e el, embriagado pola adrenalina, non sabía ben ónde estaba, nin qué facía aló, pero compartía con todos o sentimento colectivo de medo.

Os homes do pao romperon con violencia un nespreiro ubicado nunha pola da árbore e unha nube de nésperas enfurecidas saíu voando, atacando á xente que fuxía despavorida.

El tirouse ó chan e puxo a chaqueta na cabeza, filtrando importantes picaduras que si absorbeu o seu corpo, ignorando en qué consistía ese cruel xogo ou proba á que todos, pese ó pánico, parecían ter xa pasado varias veces de forma voluntaria.

Pasado un intre, a nube de nésperas alonxouse do lugar, deixando tras de si gro-tescos cadáveres e traendo a calma pouco a pouco a todos , que foron abandonando o patio do edificio en orde, coma se nada acontecera.

El uniuse a eles, preguntándose cómo ía esquecer algo así, pero pasados uns se-gundos, xa non lembraba o que acontecera nese lugar.

(“Soño” pertenece al libro de Miguel Calvo, “A Cámara Hermética”, reciente-mente publicado por EL TALLER DEL POETA)

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LA PÁGINA DE BRUNO KAMPEL

EL GENERAL El general exultaba de gozo, ya

que acabara de dejar a su esposa bien embarcada en el tren con destino a la costa, y llevándose a cuestas a los hijos y a la empleada del hogar.

Así ocurría desde el primer año de casados. Ella, la empleada y los chicos iban antes, aprovechando las vacaciones desde el primer día, dis-frutando al máximo la casa de playa que tanto esfuerzo le costara conven-cer al marido a que la comprara.

Debido a sus obligaciones cas-trenses él solamente se juntaría a la familia dos semanas después, y coin-cidentemente era sobre eso en lo que ambos pensaban; ella mientras el tren empezaba su largo peregrinaje, y él mientras el chofer del coche ofi-cial emprendía el corto viaje de re-greso al hogar. Carmen, una esposa tradicional como las del tiempo de nuestros abuelos, se lamentaba de las dos semanas en las que estaría lejos de su marido. No tanto por las horas diurnas - lo reconocía - las cuales entre una novedad y otra pasarían volando, sino por las nocturnas, cuando la ausencia del marido sería menos llevadera. Esas noches en las que él, desnudo y de gorra puesta, esgrimiendo la espada, se dedica a impartir órdenes que no admiten medias respuestas:

“¡Carmen, de espaldas! ¡Carmen, muévete más! ¡Carmen, te ordeno

que lo hagas! ¡No te avergüences mujer que soy tu marido!".

Y así la subyugaba siempre, mientras ella temblaba de miedo y placer, de culpa y deseo.

Once años viviendo para esperar la llegada de cada noche. Y ahora - pensaba la pobre - dos semanas de abstinencia total.

Él, general del ejército de tierra – uno de los más jóvenes - pensaba en muchas cosas al mismo tiempo, a medida en que el vehículo que lo transportaba se acercaba a su casa.

Trataba de organizar mentalmen-te su agenda para las próximas dos semanas en las que disfrutaría de total libertad para hacer lo que nor-malmente le estaba prohibido duran-te el resto del año por la presencia de Carmen, su mujer.

Quería organizarlo todo sin dejar en las manos de la casualidad ningún detalle, por menor que fuera. Esa era una de las características más defini-das de su personalidad: no dejar nada en manos del azar. Sabía que fue el usar hasta el hartazgo esa forma de entender la vida lo que le permitió escalar hasta el generalato mientras que la inmensa mayoría de sus com-pañeros de curso hacía mucho que se habían caído del caballo, quedando fuera de los puestos de ascenso y pasando a situación de retiro sin pena ni gloria.

Los que tenían amigos influyen-tes pudieron ser nombrados directo-res de alguna empresa gubernamen-

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tal, y otros pocos - los carreristas - terminaron haciendo lobby para grandes multinacionales o traficando armas o vendiendo favores. Pero tanto los unos como los otros - pen-saba satisfecho - no pasaron del rango de coronel. Todos, claro, me-nos él, y sabía muy pero que muy bien cuánto le costara. Las mentiras, las traiciones, las promesas, los em-pujones.

Sí - pensó satisfecho, abandonan-do las divagaciones y regresando al presente - en las próximas dos sema-nas sería un general en completa disponibilidad, sin Carmen para pedirle todas las noches lo que para él se había transformado en una monótona rutina.

Se había cansado, ni más ni me-nos, y no porque hubiera dejado de interesarse sexualmente por su espo-sa. No, a decir verdad sentía por ella un deseo constante y vital. La culpa de todo debía serle atribuida al efecto anestésico que tienen todos los actos rutinarios. Esa misma rutina que apreciaba en la vida militar pero que paradójicamente tanto le molestaba en sus juegos eróticos.

Reconocía que Carmen se esfor-zaba, aceptando sin una queja sus caprichos más absurdos. Estaba segurísimo que muchos hombres desearían acostarse con ella, y más seguro todavía que todos quedarían muy pero que muy satisfechos, con-cluía mientras se bajaba del coche y entraba en su casa.

Poco después, y al mismo tiempo en que leía metódica y automática-

mente la correspondencia acumulada sobre su mesa de trabajo, tomó una decisión sobre la estrategia que em-plearía para aprovechar al máximo las dos semanas que se iniciaban.

Sí, se había decidido. Haría bási-camente lo mismo de todos los años, y de la misma forma que siempre. Su orgía particular, usando a la misma mujerzuela de los últimos años. Dos semanas de completa y total disipa-ción y promiscuidad.

Dando por terminada la fase de planificación y entrando de lleno en la etapa de los hechos concretos, llamó o su secretario particular - el teniente Aristóteles - y le comunicó sin rodeos: "Teniente, mi esposa y mis hijos han partido de vacaciones. Trate de providenciar lo de siempre: quiero que venga la misma puta del año pasado. El champaña bien hela-do. El caviar de Beluga. Las sábanas de satén negro que le di el año pasa-do para que las guardara. Dejo todo en sus manos.

Quiero que sea exactamente co-mo la última vez, detalle por detalle. ¡Ah!... claro!... Compre velas rojas para los candelabros, y por favor no olvide ningún detalle por insignifi-cante que le pueda parecer. Sepa que confío totalmente en Vd. y estoy seguro que sabrá mantener todo esto en el más absoluto de los sigilos".

Si señor - se felicitaba mental-mente el general mientras emitía sus órdenes de forma clara y objetiva - el teniente Aristóteles era lo que se dice todo un hallazgo. Llegó recomenda-do por el Almirante Braguetón. An-

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tes estuvo destinado en el Departa-mento de Relaciones Públicas del Ministerio debido precisamente a sus dotes de diplomático.

Desde entonces, y con el pasar de los años, el General le confió al te-niente sus más íntimos secretos, transformándolo de simple secretario privado en un aliado indispensable que le proporcionaba apoyo logístico para que él pudiera disfrutar sin riesgos sus escapadas extra matrimo-niales.

"Quiero todo preparado a las 21 horas! ¿Entendido, teniente?..."

"¡Sí mi general! A las 21 horas estará todo conforme a sus órdenes!"

"Muy bien, entonces puede reti-rarse".

Así las cosas, el general, seguro de que todo estaría como lo había decidido, se acostó a descansar en el sofá de su despacho, ya que sabía muy bien que tendría por delante una larga noche de lujuria, la primera de catorce.

Se despertó puntualmente a las 19:30. Se bañó, se perfumó con la colonia comprada en la tienda sin impuestos del aeropuerto, se puso un pantalón sobre la piel - nada lo exci-taba más que estar sin ropa interior - y una camisa en el mismo tono del pantalón.

Calzó un par de mocasines italia-nos sin medias, y mirándose en el espejo se sintió muy satisfecho con lo que veía, ya que la autoestima era uno de sus bienes más preciados.

Estaba vestido exactamente igual que en las veces anteriores, ya que le

gustaba repetir la ceremonia en sus mínimos detalles.

Le costó un poco peinarse a su gusto, ya que tuvo que domar algu-nos cabellos que insistían en romper filas, hasta que finalmente - faltando apenas 5 minutos para la hora mar-cada, entró en el dormitorio prepara-do para la ocasión.

En un acto de puro reflejo, lo primero que hizo fue acariciar sua-vemente las sedosas sábanas, exci-tándose al mero contacto de sus dedos contra ellas.

Luego - siguiendo el guión - usando un enorme encendedor de mesa Dupont de oro encendió las velas de los candelabros, apagó las luces eléctricas y se sentó en la ca-ma, tenso, expectante, rígido, repa-sando mentalmente lo que vendría: "...primero llega el teniente con la bebida, la pruebo, él sale, y después llega ella y...."

El antiguo reloj de pared hizo sonar las 9 campanadas interrum-piendo los devaneos del general, y al sonar la novena se abrió la puerta de la habitación y entró el teniente Aris-tóteles enfundado en un blanquísimo uniforme de gala, portando en sus manos una enorme bandeja de plata inglesa sobre la que descansaba una botella de champaña, dos copas de cristal de Baccarat, y una vasija de porcelana de Limoges repleta de caviar Beluga. Todo tal cual lo pla-neara el general.

Haciendo gala de sus habilidades y de su esmerada educación, el te-niente descorchó la botella como un

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sommelier profesional, y antes que la espuma se le adelantara desparra-mándose sobre la bandeja derramó un poco del líquido en una de las copas y se la pasó al general para que opinara si estaba a la altura de las circunstancias.

Sorbiendo suave e impaciente-mente el general hizo un impercepti-ble gesto afirmativo con la cabeza, que era la señal combinada para el inicio de la noche, y el teniente - después de dejar la bandeja sobre una mesita de cristal puesta adrede para esa ocasión - se retiró cerrando la puerta.

El general entonces, al quedarse solo, se desvistió rápidamente, y apoyándose en su espada esperó expectante, tenso, ansioso, el inicio de la ceremonia.

Algunos segundos después - que a él le parecieron horas - se abrió la puerta, y en una entrada apoteósica, Margot, sin más ropa que un sensua-lísimo par de medias negras sosteni-das por un no menos excitante par de ligas que le cubrían las largas y tor-neadas piernas, caminando en un bamboleo casi animal y sin pronun-ciar ni siquiera una sola palabra, se acercó al general, que mientras tanto sudaba de impaciencia y temblaba de excitación.

Cuando la aproximación de Mar-got se transformó en un cuerpo a cuerpo, en un sudor contra sudor, en un rozar de piel sobre piel, todas las reglas de protocolo que el general había dictado cayeron cuerpo a tie-rra, ya que ambos, esclavos del fre-

nesí, se agarraron impetuosamente, se besaron desesperadamente y se tuvieron alocada e insaciablemente como si nada más existiese a no ser el encuentro de un cuerpo dentro del otro.

Durante dos semanas fueron - como apenas ocurre en los cuentos de hadas - felices para siempre.

Pero - siempre un pero... - como todo lo que va bien dura poco y ter-mina, también los catorce días de libertad del general no podrían ser una excepción a esa regla, y cuando finalmente llegó la hora de la despe-dida, el general, vistiendo nuevamen-te su uniforme - y en un gesto elo-cuente que bien demostraba su grado de satisfacción - le regaló a Margot un reloj Rolex de oro que había comprado en Suiza cuando fue a verificar el estado de la cuenta ban-caria secreta en la cual ingresaba las comisiones que cobraba en las ope-raciones de compra y venta de armas en el exterior.

Margot, en contrapartida, y en un gesto que también pretendía mostrar su satisfacción y agradecimiento, le regaló al general las medias y las ligas que usara durante las dos sema-nas.

Y colorín colorado. El general en disponibilidad volvió a ser el militar en actividad, usando la cara de pocos amigos apropiada a su rango y vol-viendo a dar órdenes tajantes a sus subordinados, como conviene a un general del ejército.

Entretanto Margot, después de archivar sus miradas lascivas y esa

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sensualidad natural que emanaba del insinuante bamboleo de sus caderas y - no olvidemos - con un flamante Rolex de oro en su muñeca, volvió a la diaria rutina de ser el teniente Aristóteles, encargado de transfor-mar en realidad los deseos y órdenes de uno de los generales más jóvenes del país.

© Bruno Kampel Bruno Kampel Bruno Kampel nació en Río de

Janeiro y se crió en Buenos Aires. Es especialista en marketing interna-cional y reside, desde 1994, en Sue-cia. Cursó estudios de abogacía en la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro y cursos de marke-ting en Londres y Buenos Aires.

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EL TALLER DEL POETA

LA ECONOMÍA DEL LENGUAJE

Una de los objetivos principales del poeta es tratar de expresar la mayor canti-

dad de ideas y sentimientos posible utilizando el menor número de palabras de que sea capaz. Le efectividad y la calidad del lenguaje poético depende de que se cum-pla este requisito.

Si nos limitamos a expresar las ideas que guardamos en la cabeza no estaremos escribiendo poesía, sino prosa, aunque coloquemos las frases como versos y a sim-ple vista tenga esa apariencia. Escribir poesía consiste en sugerir, evocar, no llegar a decirlo todo y, al mismo tiempo, decirlo todo con plenitud, moverse en una ambi-güedad que provoque que al lector se le dispare la imaginación y resemantice, de acuerdo con sus propias vivencias personales, el poema.

Uno de los ejemplos que suelen incluir los manuales es este, de Machado, ex-traído de sus Proverbios y cantares, pertenecientes a Nuevas canciones (19171930), concretamente en el número VIII, que dice:

“Hoy es siempre todavía” o el que yo escribí yo por derivación y que figura en uno de mis poemas, teniendo en cuenta que ambos, cada uno por sí solo, podrían constituir ya un poema:

“Ayer siempre será tarde” Por ello, es preciso meditar sobre el valor, peso, color y significado de cada una

de las palabras que empleamos. Es muy importante acertar con las palabras y su significado y no equivocarse en el mismo, como por ejemplo no emplear “infringi-ré” en lugar de “infligiré” que son dos palabras que guardan significado diametral-mente distinto.

Como ejemplo sobre el uso indebido de algunas palabras, y en tono de humor, recordaré una anécdota que me sucedió cuando trabajaba en los dos barrios más desfavorecidos de Valladolid como agente de empleo en un proyecto de la Comu-nidad Económica Europea y los vecinos nos preguntaron cuando mandaríamos arreglar sus tejados con cargo a los presupuestos del programa. Una de las interlo-cutoras, para expresarnos la urgencia que requerían esas reparaciones nos dijo: “...¡Es que como venga una <<trombosis>> de agua!... en lugar de decir “tromba”, detalle que nos hizo reír a todos los que trabajábamos en el proyecto una barbari-dad.

Una diferencia bastante notable de significado. Sirva el ejemplo para hacernos ver el riesgo que se corre al no medir de forma correcta las palabras ya que el mal uso de un término puede acarrear un resultado equívoco, absurdo o cómico. Podrá uno escribir un poema precioso, pero un fallo de ese tipo lo arruinará por completo.

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El Taller del Poeta FERNANDO LUIS PÉREZ POZA

Ejercicio Estrujar un poco la imaginación y escribir seis versos independientes que pue-

dan constituir por sí solos, cada uno, un poema debido a la amplitud del mensaje que contiene y que se intenta transmitir, poniendo en práctica lo que enseña esta lección: la economía del lenguaje, tratar de decir lo más posible con las menos palabras posibles.

¿Quieres publicar?

El sistema de impresión bajo demanda se está configurando como uno de los

que tiene mayor futuro en el mundo editorial. Consiste en imprimir los libros de uno en uno o en pequeñas tiradas , en correspondencia con la demanda existente en el momento. Así, una vez confeccionados los siete ejemplares iniciales (cinco para el Depósito Legal, uno para el autor y otro para nuestro archivo de publicaciones), solamente se imprimen los que vayan solicitando aquellas personas interesadas en adquirirlos. Esto permite que editar un libro ya no sea algo que esté sólo al alcance de las grandes editoriales sino más bien una cuestión de encontrar la composición y el diseño adecuado.

El taller de edición del poeta Fernando Luis Pérez Poza no le cobra nada por ocuparse de la publicación de su libro, sino al contrario, le paga un 10% del precio de venta en concepto de derechos de autor. Además se encarga de anunciarlo en Internet y de efectuar los envíos. Y usted sigue conservando la propiedad íntegra de su obra, pudiendo publicarla con cualquier otra editorial o en cualquier medio y revocar en cualquier momento la autorización de publicación una vez se hayan vendido los primeros 100 ejemplares.

Semestralmente, a partir de que se haya generado un saldo a su favor de 30 Eu-ros, le liquidaremos los derechos de autor.

A diferencia de otras editoriales, no exigimos la compra de un número determi-nado de unidades ni cobramos por el diseño.

A los ejemplares que decida comprar el autor se le deducirán directamente un 20% sobre el precio de venta al público, no procediendo en ese caso otra liquida-ción.

El Taller organiza recitales y presentaciones de libros en colaboración con aso-ciaciones culturales, así como un montón de actividades más en las que usted pude participar y de las que puede beneficiarse.

CL Joaquín Costa, 2—En. Of. A 36001 PONTEVEDRA (España)

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POEMAS DE CÉSAR GONZÁLEZ CEDILLO

UNA MUERTE BLANCA Resulta que los faros tartamudean y no encuentro muslos desnudos en la luna ni acrósticos en el viento. Resulta que el viento siembra en mis axilas cementerios de jardines y me duelen las amígdalas de tanto escribir en la niebla del otoño. Resulta que el otoño es un niño sin piernas, leopardo viejo de manchas desteñidas: hoy tengo hambre y no soy poeta: resulta que la droga es una noche interminable. VERSOS BLANCOS PARA TU NOMBRE Dicen que hay versos blancos dormidos en almohadas de los niños sin dientes, versos tal vez como montañas nevadas o como leche o como algodón, versos de sílabas que hoy mastico, sílabas nutritivas como la sopa en la que caliento las manos para hacer papiroflexia con tu nombre. Pero lo que nadie sabe es que tu nombre se va como las cigüeñas y tengo que buscarlo en la tinta de los libros. César González Cedillo

César Gónzalez Ce-dillo es de Pontevedra. El Taller del Poeta ha publicado su libro “En-cuentros y Desconoci-dos” y algunos de sus poemas han sido emiti-dos, con una entrevista realizada por la perio-dista Edith Checa, en el programa de RADIO UNED-RADIO 3,”El rincón literario, emisión internacional.

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