La Capacidad Tecnologica y La Competitividad de La Industria Manufacturera Venezolana 2

49
La capacidad tecnologica y la competitividad de la industria manufacturera venezolana 2/7 H. Viana - M. A. Cervilla - I. Avalos - A. Balaguer http://www.revistaespacios.com/ a94v15n01/16941501.html#inicio consultado el 22 junio 2007 El estudio de la capacidad tecnológica de las empresas manufactureras venezolanas Como ya fue mencionado, la presente investigación sobre la capacidad tecnológica de las empresas manufactureras venezolanas surge con el fin de superar el conocimiento muy parcial de los casos de estudios relacionados con lo que ha sido el proceso de creación de capacidades tecnológicas en la industria venezolana. El punto de partida de la investigación fue la revisión del estado del arte de la teoría de innovación. Es así como se llegó a la consideración de analizar las características que explican el éxito en el proceso de innovación, así como las características del cambio técnico en empresas de países en desarrollo. De esta manera se llegó a la necesidad de estudiar el siguiente conjunto de capacidades tecnológicas: a) La capacidad de adquisición de tecnologías: en general, a la hora de evaluar la capacidad de innovación de una empresa o sector se tiende a dejar de lado la capacidad tecnológica de adquisición, a pesar de que ésta juega un papel central dentro de la actividad de innovación de países subdesarrollados. Dentro de la capacidad de adquisición se consideraron: la capacidad de selección y evaluación de tecnologías y la capacidad de negociación de tecnologías.

Transcript of La Capacidad Tecnologica y La Competitividad de La Industria Manufacturera Venezolana 2

La capacidad tecnologica y la competitividad de la industria manufacturera venezolana 2/7

H. Viana - M. A. Cervilla - I. Avalos - A. Balaguer

http://www.revistaespacios.com/a94v15n01/16941501.html#inicio consultado el 22 junio 2007

El estudio de la capacidad tecnológica de las empresas manufactureras venezolanas

Como ya fue mencionado, la presente investigación sobre la capacidad tecnológica de las empresas manufactureras venezolanas surge con el fin de superar el conocimiento muy parcial de los casos de estudios relacionados con lo que ha sido el proceso de creación de capacidades tecnológicas en la industria venezolana.

El punto de partida de la investigación fue la revisión del estado del arte de la teoría de innovación. Es así como se llegó a la consideración de analizar las características que explican el éxito en el proceso de innovación, así como las características del cambio técnico en empresas de países en desarrollo. De esta manera se llegó a la necesidad de estudiar el siguiente conjunto de capacidades tecnológicas:

a) La capacidad de adquisición de tecnologías: en general, a la hora de evaluar la capacidad de innovación de una empresa o sector se tiende a dejar de lado la capacidad tecnológica de adquisición, a pesar de que ésta juega un papel central dentro de la actividad de innovación de países subdesarrollados. Dentro de la capacidad de adquisición se consideraron: la capacidad de selección y evaluación de tecnologías y la capacidad de negociación de tecnologías.

b) La capacidad de uso de las tecnologías: estas capacidades representan un cierto nivel de capacidad de innovación, denominado en la literatura “innovaciones menores” (3). Las innovaciones de procesos y productos descritas en los procesos de asimilación, adaptación y mejora se caracterizan por un conjunto de cambios incrementales. Dentro de las capacidades de uso se consideran: la capacidad de asimilar, la capacidad de adaptar y la capacidad de mejorar la tecnología.

c) La capacidad de generación de tecnología o de innovaciones tecnológicas: estas capacidades representan el nivel de innovación que ha recibido mayor atención en la literatura llamada innovaciones mayores, generalmente de producto. Es la actividad de innovación por excelencia dentro de una economía de mercado. Dentro de las capacidades de generación de tecnología se consideran: la capacidad de generación de productos y la capacidad de generación de procesos.

d) La capacidad para cambiar y evolucionar (“innovaciones comerciales y organizacionales”): ante la aparición del nuevo paradigma tecno-económico, se

consideró de suma importancia medir la capacidad para cambiar y evolucionar de la empresa venezolana, hacia el logro de un nuevo patrón de eficiencia, a través de innovaciones o cambios organizacionales.

Ahora bien, estas capacidades tecnológicas, que se crean y desarrollan en la empresa, tienen importante complementaridades con las otras capacidades existentes en el entorno. En este sentido los avances registrados en el campo de la teoría de la innovación y del cambio técnico, así como la experiencia exitosa de otros países, arrojan evidencia sobre dos puntos centrales al propósito de esta investigación (Freeman 1992, Lundvall 1992, Porter 1990, Pérez 1993):

i) La empresa individual no es, exclusivamente, la fuente de innovación y cambio técnico. El cambio técnico es más bien generado a través de la compleja estructura de interacciones entre las empresas, y algunas veces entre las empresas y las instituciones de infraestructura de apoyo.

ii) Esas instituciones de apoyo rara vez generan cambio técnico para la industria sin una significativa actividad de innovación por parte de las propias empresas.

De aquí ha nacido la idea de “sistema nacional de innovación” (SNI) (4). El concepto de SNI denota a un conjunto de dispositivos organizativos y de mecanismos de funcionamiento que posibilitan la vinculación efectiva entre ciencia, tecnología, producción y mercado y, a partir de allí, la puesta en marcha de los procesos de generación, difusión y utilización de innovaciones. En otras palabras, el concepto de SNI permite englobar a todos los actores y todos los espacioes relacionados con el progreso técnico. Teniendo esto en mente, la investigación incorporó el estudio de las vinculaciones o relaciones externas de las empresas venezolanas con los más diversos agentes del SNI, tales como: los centros de I&D estatal, los proveedores de insumos, los proveedores de bienes de capital, los clientes, etc. (5).

Adquisición y negociación de tecnología

La capacidad de adquisición de tecnología es una de importancia vital para empresas en países subdesarrollados; en la mayoría de los casos. Es la única vía de la cual pueden valerse para establecer su capacidad de producción, así como para crear y desarrollar su capacidad tecnológica. Ahora bien, cuando se habla de adquirir tecnología se está haciendo alusión a distintos tipos de conocimientos. Se adquieren conocimientos relacionados con los productos, los procesos y métodos de producción, las maquinarias y los equipos, los materiales, los métodos de organización de la empresa y las aplicaciones y los usos de los productos.

El estudio de la capacidad de adquisición de tecnologías de las empresas venezolanas, se centra principalmente en las maquinarias y los equipos, y, en segundo lugar, en la asistencia técnica.

La investigación mostró que un porcentaje muy pequeño de empresas busca información de manera sistemática, constituyendo la adquisición de revistas técnicas la actividad desarrollada de manera sistemática por el mayor número de empresas.

La fuente de información más utilizada por las empresas venezolanas para la adquisición de maquinaria y equipos, son los proveedores con los cuales han tenido alguna experiencia previa, pudiendo considerarse ésta la fuente más directa o inmediata. La segunda fuente de información, en importancia, son los catálogos.

En lo que respecta a información técnica especializada, muy pocas empresas mostrron tener un sistema organizado de consultas. El 73 por ciento de las empresas no tiene centros de información y documentación interna, sólo un 6 por ciento consulta servicios externos, y los nexos con laboratorio científico son muy esporádicos y escasos. Llama la atención el escaso número de compañías que se ocupan, sistemáticamente, de buscar información acerca de su competencia, ya que ello debería ser considerado un aspecto de vital importancia para competir bajo condiciones de apertura.

Para las empresas venezolanas, los atributos físicos de eficiencia son considerados las variables principales para la adquisición de maquinarias y equipos; mientras que los criterios menos importantes son los relacionados con los recursos humanos. Mientras un 73 por ciento de las empresas expresó que la capacidad de producción era el principal criterio de evaluación en la adquisición de maquinaria y equipo, sólo el 22 por ciento señaló las posibilidades de entrenamiento del personal como criterio de evaluación.

Estos resultados sugieren que el enfoque de adquisición de “tecnologìa, por parte de la mayoría de las empresas pone mayor énfasis en la valorización de los elementos de capacidad de producción -”tangibles”- que en aquellos elementos relacionados con la capacidad tecnológica del recurs humano -”intangibles”-. Sin embargo, estos fueron los problemas que se mencionaron con mayor frecuencia en relación con la adquisición de maquinarias y equipos. La propia práctica en relación con los problemas encontrados a la hora de adquirir maquinaria y equipos reitera la importancia de los factores asociados a la adquisición de la capacidad tecnológica del recurso humano, por supuesto, sin restarle la debida importancia que tienen los atributos físicos de la capacidad de producción.

En relación con la asistencia técnica, resalta el hecho de que una gran parte de ella se presta a corto plazo, dando la impresión de que se trata de servicios puntuales, probablemente suministrados al momento de la compra y en el momento en que la empresa confronte un problema. No pareciera haber una visión estratégica de largo plazo, en función de la cual la asistencia técnica se visualiza como un instrumento orientado hacia el mejoramiento continuo de la capacidad tecnológica de la empresa.

El proceso de negociación debería conducir a la adquisición de capacidades tecnológicas que permitan a la empresa tanto utilizar en forma adecuada, como modificar y mejorar su capacidad de producción. Del lado del comprador ello supone

elaborar junto con el proveedor los criterios generales de diseño del sistema de producción -es decir, el paquete integrado de maquinarias, equipos e informaciones- que va a adquirir.

Al indagar sobre este aspecto, el 76 por ciento de las empresas entrevistadas señaló no haber tenido ninguna experiencia relacionada con la negociación de tecnología. Este 76 por ciento está constituido en su gran mayoría por empresas pequeñas y medianas (el 85 por ciento de todas las pequeñas y el 72 por ciento de todas las medianas). Además, el 31 por ciento de las empresas grandes declaró no tener experiencia en relación con “negociación de tecnología”.

De las empresas que señalaron tener experiencia en la negociación de tencología, las actividades que se realizaron más frecuentemente como parte del proceso de negociación fueron la búsqueda de alternativas tecnológicas (más del 60 por ciento) y la búsqueda de asesoramiento en el país (más del 50 por ciento). Llama la atención, igualmente, que apenas un tercio de las mismas afirmó haber realizado una negociación “desempaquetada”, ésto es, separando los diferentes elementos tecnológicos que se deseaba adquirir y discutiendo por separado las condiciones de su transferencia, lo cual presupone, en el sentido de lo indicado en párrafos anteriores, una capacidad tecnológica interna de cierta significación.

En relación con este último aspecto se observaron algunas diferencias entre los distintos sectores, ya que el 17 por ciento de las empresas tradicionales con experiencia en negociación de tecnología hace negociación “desempaquetada”, mientras que el 52 por ciento de las empresas del sector mecánico dice realizar esta actividad.

La adquisición efectiva de capacidad tecnológica requiere de recursos que van más allá de aquellos previstos para llevar a cabo el proceso de negociación. La existencia de términos formales en un contrato de tecnología no garantiza nada. Por ejemplo, el logro de un buen contrato de entrenamiento debe ir acompañado de una buena supervisión y control del mismo, y esto supone el dominio de elementos puramente técnicos por parte de la empresa receptora y no únicamente de la inclusión de tal o cual cláusula, lo cual es ciertamente importante, pero no suficiente.

A los fines del presente estudio, se trató de determinar cómo adquirían las empresas venezolanas las tecnologías, cómo se llevaba a cabo ese proceso y cuáles eran los principales aspectos que se tomaban en cuenta. Vistos en su conjunto, los datos obtenidos en las entrevistas realizadas indican que gran parte de las empresas venezolanas centra toda su atención en la compra de maquinarias y equipos -tecnología “incorporada”- y le da una importancia relativamente menor a la adquisición de tecnología “desincorporada”.

En este sentido, los datos de la encuesta, referentes a la adquisición de tecnología, así como otros aspectos de la investigación, tienden a confirmar la impresión de que, en general, en el medio empresarial venezolano ha dominado el criterio de que la vía fundamental y casi exclusiva de introducir cambios técnicos en la empresa es a través

de nuevas inversiones en instalaciones físicas, sobre todo en maquinarias y equipos. De esta manera, la tecnología termina siendo casi una “caja negra”, a partir de la cual se logran combinar determinados insumos y convertirlos en productos que se venden en el mercado. La adquisición de “intangibles” (conocimientos, informaciones) es tenida como menos importante y con ello se compromete la mejora constante del desempeño productivo de la empresa a través de una estrategia de dominio tecnológico.

Como parte de este hecho se observa, en consecuencia, que la adquisición de tecnología no es percibida como un proceso largo y complejo, orientado en función del dominio tecnológico por parte de la empresa y el cual implica, entre otras cosas, la negociación con el proveedor a fin de lograr un acuerdo dentro del que este último propósito pueda ser alcanzado en la mayor medida posible. Al contrario de lo señalado, pareciera entenderse que la adquisición de tecnología, fundamentalmente, supone un acto que reviste de las mismas características de aquel mediante el cual se compra una mercancía, similar a cualquier otra.

Actividades de cambio, capacidades y aprendizaje

La actividad de cambio de las empresas entrevistadas es el reflejo de una estrategia defensiva, la cual se expresa en cambios menores de productos y procesos en respuesta a exigencias inmediatas del entorno y donde el desarrollo de productos radicalmente nuevos, como parte de una estrategia más ofensiva, fue una actividad casi inexistente: sólo 12 empresas, del total de las 600 empresas encuestadas, afirmaron realizar, de manera frecuente, el desarrollo de productos radicalmente nuevos, con un grado de novedad a nivel internacional.

Cabe señalar que de acuerdo con el análisis hecho en relación con las actividades de cambio técnico, la mayoría de las empresas venezolanas no han desarrollado aún el nivel de conciencia necesario sobre su fortaleza y debilidad competitiva y los requerimientos que necesita, con urgencia, para afrontar con éxito un entorno más competido. La mayoría de las empresas desconocen la participación de mercado de la competencia, asimismo, no buscan de manera sistemática información, sobre los competidores; sin embargo, cuando se les preguntó si el acceso a capital financiero para la realización de estudios de mercado era un obstáculo para la empresa, la mayoría contestó que no. Asimismo, de las 600 empresas encuestadas, 534 afirmaron que su principal fortaleza competitiva era la calidad de sus productos. No obstante, a la hora de indagar sobre las actividades de cambio que hacían las empresas, sólo 174 empresas señalaron que su actividad de cambio más frecuente era la actividad dirigida a mejorar la calidad del producto. Ahora bien, un análisis más detallado reveló que en sólo 71 empresas las actividades para mejorar la calidad eran las que tenían mayor impacto económico.

La evidencia empírica también permite afirmar la existencia de poca conciencia en la empresa venezolana en relación con su necesidad de capacitación tecnológica. Más del 70 por ciento de las empresas manifestaron estar conforme con las actividades de

cambio técnico realizado hasta el momento. Y dentro de las actividades de cambio en el futuro, el principal objetivo mencionado fue el aumento de la producción, para lo cual el mecanismo más veces señalado (por encima del 30 por ciento) fue el de la introducción de nuevos sistemas y equipos, donde sólo el 5 por ciento hizo referencia al mejoramiento de personal. Por último, la mayoría percibe un bajo nivel de obstáculos para la realización de las actividades de cambio tecnológico, y, en general, para su crecimiento futuro.

Por otra parte, los datos permiten sugerir que en Venezuela no ha calado, todavía, la idea de que en la economía de hoy, además de la rivalidad, la cooperación también es necesaria para poder competir, máxime si el parque industrial del país está constituido básicamente por empresas de poco tamaño. Se observa un predominio de las relaciones con los proveedores de materias primas para la mejora de la calidad de los productos en un 22 por ciento del total de relaciones externas mencionadas, pero sólo 6,4 por ciento de relaciones para asistencia técnica, 4,2 por ciento para el entrenamiento de personal y 2 por ciento para intercambio de personal. Asimismo, sólo el 6 por ciento de las relaciones mencionadas es con centros de investigación y desarrollo nacionales.

La cuestión organizativa

La evidencia empírica sugiere que las empresas venezolanas no han encarado la modificación de sus estructuras organizativas y sus esquemas de gerencia, para poder responder con éxito a las nuevas situaciones que se derivan de la transformación del entorno. Encontramos en cuanto a la estructura organizativa, en relación con la presencia de unidades o departamentos funcionales, que más de la mitad cuenta con una unidad de control de calidad, mientras que fueron escasas las empresas que han formalizado en su organización una unidad de ingeniería y diseño y, menos aún, un departamento de investigación y desarrollo.

Igualmente la mayoría de las empresas tiene, esencialmente, un estilo de organización y gerencia “tradicional”. Esto se evidencia al analizar las características de la estructura de incentivos y de toma de decisiones en la empresa. En cuanto a la estructura de incentivos, la disciplina del trabajador es, de lejos, la cualidad preferida por los gerentes, no la creatividad ni la conducta innovativa. El análisis del tema de la seguridad laboral como incentivo, aspecto central en la conformación de la motivación del trabajador, indica que la empresa manufacturera venezolana no tiene como una alta prioridad el asegurar la continuidad del empleo a sus trabajadores, particularmente de sus obreros. Ambas características de la estructura de incentivos expresan una visión tradicional de la organización y la gerencia.

De la misma manera, las formas de coordinar, la toma de decisiones y los flujos de información, muestran evidencias que señalan un estilo de gerencia y organización sumamente jerárquico y departamentalizado. El escaso acceso a la información clave (estrategias, empleados, obreros) y asimismo, la supremacía de los criterios departamentales en la toma de decisiones inherentes al proceso de aprendizaje, son

elementos que indican la existencia de una organización jerárquica y departamentalizada donde el poder se encuentra altamente concentrado en los estratos superiores de la organización.

Por último, en relación con el tema del aprendizaje, se encontró, que las principales formas de adquisición de conocimientos en las empresas manufactureras venezolanas son: el entrenamiento por personas de mayor experiencia en el cargo y el entrenamiento de tipo informal. Esto sugiere que las empresas, en su mayoría, se limitan a administrar el conocimiento que ellas tienen, sin hacer mayores esfuerzos por buscar información y conocimientos en el entorno, lo cual les permitiría cotejar, completar y enriquecer su propio acervo de conocimientos.

Efectos de ajuste y la visión estratégica de las empresas

En general no se puede afirmar, que el proceso de apertura de la economía venezolana haya sido la causa determinante de tal o cual variación en la estrategia o en la estructura organizativa de las empresas, lo cual no quiere decir, desde luego, que el mismo no vaya a tener profundas consecuencias que con el paso de los años serán mucho más fácil de precisar.

La razón de ello es que ha transcurrido muy poco tiempo -menos de cinco años desde que se puso en práctica la nueva política económica y, por lo tanto, las organizaciones no han tenido el tiempo de reaccionar, pues están, además ante situaciones que no terminan de estar totalmente definidas, como lo refleja el hecho de que las estrategias de crecimiento de las empresas desde el año 1988 se han mantenido sin variaciones apreciables. Para decirlo de otra manera, las empresas no han tenido la oportunidad de descifrar las líneas básicas del nuevo modelo, ni de captar las señales que él emite a fin de iniciar un proceso de transformación como respuesta a las mismas. No obstante lo señalado, si cabe hacer algunos comentarios a título de simples hipótesis explicativas.

Ciertamente, lo que se puede decir es que la puesta en marcha de los nuevos esquemas de desarrollo ha “apretado” la situación para las empresas. Estas no cuentan hoy en día con todo el apoyo que antes les brindaba el Estado, ni tampoco con la reserva de la demanda local para sus productos, pues, en virtud de la reforma comercial, el mercado venezolano es un mercado casi totalmente abierto a casi todos los productos extranjeros. A lo anterior hay que añadir los factores que aún distorsionan la realidad macroeconómica y se entenderá el por qué la industria tiene hoy en día restricciones muy severas y se mueve en un entorno complicado y exigente, como nunca antes lo tuvo.

De esta forma, los datos recogidos revelan que gran parte de las empresas han desarrollado una conductadirigiad a responder frente a esta situación con medidas de corto plazo. Es decir, reaccionan tratando de solventar situaciones inmediatas, de carácter coyuntural, sin preocuparse del alcance de las decisiones tomadas, ni de su significación a largo plazo en relación con el nuevo modelo que se quiere

implementar. Una caída apreciable de las ventas o un alza desmedida en el costo del dinero, por mencionar sólo dos factores, han determinado que las empresas acoplen su conducta adoptando decisiones en relación con los precios, los costos, los volúmenes de producción y en alguna medida con la calidad, pero descuidando las inversiones orientadas hacia el fortalecimiento de lo que, de manera genérica, podría denominarse la capacidad tecnológica de la empresa.

La mayoría de las empresas entrevistadas en el estudio manifiesta descuido en todo lo relativo a la formación de sus recursos humanos y a las actividades de I&D. Sólo un 16 por ciento de las 600 empresas afirmó tener estrategias formales de I&D y sólo un 18 por ciento lleva a cabo una planificación periódica de las actividades relacionadas con la función de recursos humanos. Asimismo la mayor parte de las empresas señaló estar haciendo menores esfuerzos en el desarrollo y entrenamiento de sus recursos humanos.

De igual manera, las empresas han reducido considerablemente tanto sus vinculaciones con instituciones externas, como la implantación de nuevos sistemas de productividad. En resumen, se pudo observar en el año 1992, un aumento en relación con el año 1988, en el número de empresas que no invierten en el desarrollo de sus “intangibles”, incluyéndose entre éstos el entrenamiento de los recursos humanos, las actividades de Investigación y Desarrollo, la contratación de asistencia técniac, la búsqueda de información especializada, y la realización de estudios de mercado.

Esto significa que, como consecuencia de su premura por resolver la actual situación, están dejando de lado aquellos aspectos que, dadas las condiciones de funcionamiento del nuevo modelo económico, así como las características del nuevo paradigma tecnológico, resultan claves en la determinación de su competitividad en el largo plazo, asociada a la formación de su capital humano. Así pues, esa premura, combinada con una falta de visión estratégica, están, sin duda, comprometiendo gravemente su futuro.

Ciertamente hay dificultades para que las empresas, en particular las pequeñas y medianas, puedan, por sí solas, salir airosas de las dificultades que les plantea la actual coyuntura económica del país y al mismo tiempo, invertir recursos para transformarse a fondo en todos sus planes. Como se verá posteriormente, se requiere un apoyo del Estado para que esos dos objetivos -el de sobrevivencia inmediata y el de capacitación a largo plazo- pudieran ser realmente compatibles.

Los datos referidos coinciden con otros resultados encontrados durante la investigación. Por ejemplo, el 90 por ciento de las empresas reveló no tener una visión que trascendiera más allá de un año en cuanto a los planes de formación de sus recursos humanos, y el 74 por ciento de las empresas no hace esfuerzos por conocer la evolución del mercado. Cabe entonces sustentar la opinión de que la empresa nacional usualmente se mueev considerando sólo el corto plazo, en virtud de una gerencia enseñada para manejar la rutina, pero no para preveer riesgos o anticipar oportunidades.

Sin duda en este comportamiento parecieran estar operando dos factores de fondo. Por un lado, la percepción por parte del medio empresarial de un alto nivel de incertidumbre, tanto en el entorno económico como en el ambiente político. Por otro lado, también pudiera estar vigente una cultura empresarial formada en el transcurso del período de sustitución de importaciones, en gran parte determinada por la estrecha vinculación de la empresa venezolana con el sector público, siendo éste muy poderoso, con gran ingerencia en la vida económica y un inmenso poder discrecional, y caracterizado, además, por un estilo de gestión espasmódico orientado por programas y medidas que cubren, en el mejor de los casos, el quinquenio constitucional. Esta relación con el Estado impidió, en buena medida, que las empresas actuaran con mayor independencia, en función de intereses menos inmediatos, tal y como conviene a la actividad industrial, dada la naturaleza de sus inversiones y los lapsos de tiempo que, por lo general, éstas requieren para rendir dividendos.

Aunque resulte sorprendente, vale la pena enfatizar nuevamente que la mayoría de las empresas desconocen sus verdaderas necesidades en cuanto a sus requerimientos por diversos tipos de servicios e información que ayudarían de manera significativa a incrementar su posición competitiva; en simples palabras, la mayoría de las empresas venezolanas no han desarrollado aún el nivel de conciencia necesaria sobre su fortaleza -y debilidad- competitiva y los requerimientos que necesita, con urgencia, para enfrentarse con éxito a un entorno más competido.

Acerca de la importancia del tamaño de las empresas

Por regla general, los datos enseñan que la gran empresa tiene un comportamiento más “positivo” que la mediana o la pequeña en relación con los aspectos que se han venido señalando hastaahora. Se entiende por positico, vale la pena aclararlo, aquella conducta más proclive a entonar con las nuevas realidades, tanto en lo que respecta al país, como alescenario internacional. En tal sentido, las empresas grandes se han transformado en mayor medida a las circunstancias que imponen las medidas de ajuste. Se ve en ellas, un comportamiento más proactivo en cuanto obtener información, a llevar actividades de I&D, a realizar actividades de cambio, a formar ss recursos humanos, a relacionarse con proveedores o laboratorios, a pensar en el largo plazo, etc., sin que su situación sea, ni mucho menos la ideal.

Más de la mitad de las grandes empress hacen un uso sistemático de información especializada dentro de la empresa, y, virtualmente, todas hacen una evaluación sistemática de su productividad. El 87 por ciento planifica sus recursos humanos. El 74 por ciento, sistemáticamente, monitorea las necesidades de conocimiento y formación de su personal, aunque típicamente por razones reactivas, en respuesta a necesidades de corto plazo: el horizonte de planificación no sobrepasa al año. Tienden a estar verticalmente organizadas, con una prioridad en sus sistemas de incentivos con base en resultados de producción y poco énfasis en variables como lealtad y compromiso. Igualmente, hay muy poca evidencia de esfuerzos en la

planificación de carrera, sólo 24 empresas, de las 70 epresas grandes encuestadas, dijo hacer esfuerzos en el diseño de planes de carrera para su personal.

El ámbito del mercado de la gran empresa es, para la mayor parte de ella, el país, encontrándose un pequeño porcentaje con actividades de exportación. Así pues, se aprecia que el 71 por ciento hacen investigaciones de mercado, aunque destaca el hecho de que muchas de ellas desconocen la participación de mercado de sus competidores. En las actividades de investigación de mercados hacen un uso extenso de consultores.

Aproximadamente, la mitad de las empresas grandes encuestadas afirmaron tener algún tipo de unidad de I&D, cuyo objetivo primordial era la realización de actividades dirigidas a mejorar la calidad de sus productos.

La casi totalidad de las empresas grandes ve como su principal ventaja competitiva la calidad de sus productos. El énfasis en el logro de la calidad lo atribuyen a los procesos de control interno desarrollados para garantizar la calidad. Muestran orgullo en el servicio que prestan a los clientes, mencionando como elemento importante de este servicio no sólo rapidez en la entrega sino también los servicios de asistencia técnica que se le prestan a los clientes.

A la hora de manifestar sus debilidades, afirman que su principal debilidad son los recursos humanos. Destaca el hecho de que muchas reconocen la importancia de la contribución de la gerencia de recursos humanos en fortalecer el capital humano de la empresa. En este sentido, como fue mencionado arriba, reconocen la necesidad de asesoría en el área de recursos humanos y organización.

Una alta proporción de las empresas grandes ha tenido experiencia en la realización de la mayoría de las actividades de cambio estudiados. Un 69 por ciento ha tenido experiencia de negociación de tecnología. Un 73 por ciento de las empresas grandes expresaron experiencia en la realización de “desarrollo de productos”. En sus actividades de cambio afirmaron como obstàculos -dentro del llamativo bajo nivel de reconocimiento de obstáculos que dicen encontrar los empresarios para el crecimiento de sus empresas- restricciones en cuanto a los recursos humanos y a la calidad y costo de la materia prima. Llama la atención el hecho de que ellas no perciben los escasos esfuerzos en I&D, o la falta de gerentes e ingenieros como obstáculos para el buen desenvolvimiento de sus actividades. Sus relaciones externas, dentro del patrón mencionado arriba, con instituciones públicas de I&D son bajas. Por último, sus planes de crecimiento incluyen la mejora de sus productos (en40 por ciento de los casos) y una inversión en I&D tres veces mayor que la que están considerando hacer las pequeñas empresas.

Por el contrario, las empresas de menores dimensiones parecieran no contar con los recursos para hacerle frente a su propia transformación. En la típica empresa pequeña, el gerente -probablemente el dueño en la mayoría de los casos- se encarga de las actividades de planificación. La mayoría carecen de sistemas de información, inclusive, el 44 por ciento no tiene manuales de producción. Un 55 por ciento no tiene

sistemas de control de la productividad y sólo un tercio tiene algún tipo de actividad de planificación de sus recursos humanos y realiza algún monitoreo de las necesidades de formación del personal.

En relación con el manejo “sistemático” de información técnica especializada se observan notables diferencias entre la gran y la pequeña empresa venezolana. Mientras la mitad de las grandes empresas dicen adquirir revistas técnicas, sólo un 14 por ciento de las pequeñas empresas afirman hacerlo. Si bien un escaso 11 por ciento de las empresas grandes se ocupa de obtener información sobre su competencia, sólo el 1 por ciento de las pequeñas dice ocuparse de obtener dicha ionformación.

Si bien es cierto que la fuente de información más utilizada por las empresas para la adquisición de maquinaria y equipos son “los proveedores anteriores” y los “catálogos”, destaca el hecho de que la frecuencia de uso de otras fuentes, tales como “publicaciones especializadas” y “ferias industriales” es bastante más alta para las grandes empresas que para las medianas y pequeñas.

El ámbito de sus mercados es, en la mayor parte de los casos, regional, y en pocas ocasiones, nacional. La mayoría de las empresas pequeñas están concentradas en el sector tradicional, principalmente en las industrias de alimentos y confección, y en algunas ramas de la fabricación de productos metálicos.

Las pequeñas empresas tienen un bajísimo nivel de relaciones con centros de I&D públicos o privados, nacionales o extranjeros. Prácticamente no invierten en I&D. El foco principal de sus relaciones externas lo constituyen los proveedores de materia prima.

La mayor parte expresa, con convicción, su capacidad para competir y crecer, señalando que su ventaja competitiva es la calidad de sus productos, la cual basan en la calidad de la materia prima, en lugar de en cualidades intrínsecas a las empresas. Asimismo, reconocen tener fortalezas en relación con el servicio al cliente basadas en la rapidez en la entrega y no en la asistencia técnica que prestan. Si bien es cierto que no consideran a la gerencia como una de sus principales fortalezas, tampoco la consideran una debilidad, y no sienten la necesidad de invertir en esta área. Los pequeños empresarios se sienten restringidos por falta de capital financiero, pero fundamentalmente de capital de trabajo, y por la falta de recursos humanos calificados, principalmente obreros. En ningún momento plantean que sus dificultades en relación con los recursos humanos tengan que ver con su capacidad de gerencia de los mismos.

A pesar de reconocer sus debilidades en el área de recursos humanos y de I&D, han respondido a la apertura reduciendo el gasto en estas áreas. Consistente con el bajo nivel de desarrollo de su capital humano, sólo 22 por ciento de las empresas pequeñas muestran algún tipo de experiencia con la actividad de cambio técnico en el desarrollo de sistemas de productividad, y sólo un 10 por ciento afirma tener experiencia en la realización de cambio técnico en maquinarias y equipos. Sus planes futuros se centran fundamentalmente en la adquisición de nueva maquinaria.

Las empresas pequeñas parecen estar mucho menos concientes que las grandes en relación con sus necesidades para poder operar con éxito en un entorno más competido. Por ejemplo, el 77 por ciento de las pequeñas empresas no ve la necesidad de tener acceso a capital financiero para hacer investigaciones de mercado. El 78 por ciento no ve dificultades de acceso a información sobre el mercado en cuanto a las oportunidades, y el 81 por ciento no ve dificultades de acceso a información sobre la competencia. Sin embargo, el 83 por ciento no hace investigaciones de mercado y el 46 por ciento dice no conocer el mercado en el cual opera. Adicionalmente al hecho de no sentir la necesidad de invertir en el desarrollo de su capacidad gerencial, el 78 por ciento de las pequeñas empresas no ve necesidad de accesoa capital financiero para actividades de entrenamiento.

Así pues, se puede afirmar que existe importante evidencia empírica que permite indicar que existe un mercado muy grande en el sector de P&MEs por consejo y experticia que va más allá de lo tecnológico y que es una combinación de aspectos técnicos y gerenciales.

Como bien dice Tothwell (1991, pg. 102): “En resumen, las necesidades de know-how externo a las PMEs son muchas y variadas. Mientras que PMEs en la frontera requieren tener acceso al estado del arte de la tecnología, la mayoría de las PMEs necesitan “know-how” acerca de tecnologías de procesos y de productos bien conocidas. En la mayoría de los casos, la tecnología externa frecuentemente requerirá de insumos complementarios tanto gerenciales como de entrenamiento, para la apropiada asimilación e implementación de la tecnología. Como consecuencia, cualquier sistema establecido para facilitar las actividades de innovación de las PMEs, para operar efectivamente, deberá ser capaz de proveer un rango muy amlio de insumos tecnológicos, comerciales, gerenciales y de entrenamiento. El acceso a la tecnología es una precondición esencial para entrar en la carrera innovativa pero, la tecnología, por si misma, no puede garantizar el éxito comercial”

La misión del Estado

No parece ocioso hacer una pequeña disgresión en torno a la necesidad de que el Estado intervenga y formule políticas orientadas a fortalecer la base tecnológica del sector productivo. Estos momentos en los que se exageran las virtudes del mercado, a la par que se ocultan sus limitaciones, la justifican ampliamente.

Diversos hechos arrojan dudas sobre la reducción de la ingerencia del Estado a su mínima expresión. En primer término, las medidas recomendadas por los organismos internacionales prestan escasa atención, si acaso prestan alguna, a la velocidad de respuesta del aparato productivo tomando en cuenta la disponibilidad de recursos humanos o la capacidad institucional de las sociedades.

Por otra parte, nada indica que la apertura, por sí sola, traiga consigo la fortaleza tecnológica de la industria, así como la protección en su momento y a su modo

tampoco dió tal resultado. La experiencia de otros países y de diversas ramas industriales obliga, en este sentido, a actuar con mucha cautela.

En consecuencia la sola política de apertura económica -que en principio y en términos generales puede considerarse acertada- no alcanza para lograr un aumento en los niveles tecnológicos del aparato de producción, ni en su productividad. Depende de cómo se haga y a qué ritmo. Y en el cómo se incluye, sobre todo, una estrategia bien concebida y aplicada de aprendizaje tecnológico y gerencial, lo que, dicho sea de paso, no excluye, de por sí, que en algunos casos y por determinados lapsos sea conveniente algún tipo de protección, ya que, por definición esa no es causante de ineficiencias. Este planteamiento se ve demostrado a través de la situación de muchos países, entre ellos los Cuatro Tigres, un ejemplo tan socorrido para ponderar las bondades del mercado dentro de la discusión económica en Latinoamérica. Una reciente publicación del SELA resume en una frase casi lapidaria la médula del dilema: “... no se trata de pasar del proteccionismo indiscriminado al liberalismo anárquico...”.

Reconversión del Estado venezolano

La teoría señala que las fuerzas del mercado no conducen a una óptima asignación de los recursos que se precisan para el desarrollo de innovaciones. En este caso la tasa privada de retorno de los recursos asignados es generalmente mucho más baja que la tasa social de retorno. Las fallas del mercado y la discrepancia entre el interés público y el interés privado, puestas de manifiesto por diversos autores en lo que concierne al monto y la orientación de los recursos que deben dedicares a la producción de innovaciones, obedecen a varias razones que no cabe explicar aquí.

Las inadecuaciones del mercado no son, desde luego, las mismas para toda la gama de actividades científicas y tecnológicas de una u otra manera generan conocimientos y por tanto en muchas de ellas el flujo de recursos privados es significativo e incluso predominante. Lo que se ha querido decir es que no puede ignorarse la intervención estatal en el estímulo y orientación del desarrollo científico y tecnológico, aunque pueden discutirse, desde luego, las modalidades dentro de las que deba ocurrir. Así lo prueba aún el más desprevenido análisis de la experiencia de países considerados como exitosos desde el punto de vista de sus logros industriales y tecnológicos: Japón es una demostración palmaria al respecto. La “no tan invisible mano del Estado” en la coordinación del esfuerzo nipón en materia de educación y tecnología constituye el mayor éxito de intervención estatal en nuestro siglo y puede resultar aún de mayor importancia la imitación coreana de este modelo. En los Estados Unidos, después de las “reagonomics”, se ha reivindicado el rol del gobierno en la economía y ha cobrado fuerza la convicción de contar con una política tecnológica, sobre la base, según muchos, de que la competitividad de la industria americana es hoy en día un problema de seguridad nacional.

El Estado debe, según lo dicho, intervenir con fuerza. Se habló antes del modo como intervenía bajo el modelo de sustitución de importaciones, señalándose, en términos

generales, que estuvo presente en casi todos lados, pero fue poco eficiente en muchos de ellos. A la vez, por paradójico que suene, le dió poco sentido de dirección al país.

En medio de las nuevas circunstancias que encara la economía venezolana, está sobre el tapete, con carácter de urgencia, su recolección dentro de la actividad económica. Un Estado menos abarcante y más fuerte, con otras maneras de relacionarse con los agentes del proceso económico, con capacidad para propiciar consensos y construir vastas y efectivas alianzas sociales, disponiendo de nuevos instrumentos de acción y esquemas para lograr definiciones colectivas que no se logran ni por la vía del mercado, ni por el expediente de la decisión exclusivamente burocrática. En este sentido urge, entonces, una propuesta que contemple la creación de nuevas formas institucionales que contribuyan a conjugar las opiniones e iniciativas de actores económicos diversos (empresarios, trabajadores y Estado) en torno a consensos que permitan definir los lineamientos de futuras estrategias nacionales.

Todo ello sólo es posible si se adelanta un gran esfuerzo por reformar y capacitar al sector público, el cual no se ha caracterizado, por lo general, por la calidad de su gestión.

Con relación al tema de que se ocupa el presente trabajo, y miradas las cosas desde el conjunto de ideas anteriormente expuestas, lo que se persigue es que el Estado sea capaz de actuar en función de “redes o cadenas productivas”, lo cual supone, institucionalmente hablando, la necesidad de erradicar viejas divisiones burocráticas, así como la creación de nuevos espacios organizativos para que se den los encuentros entre los diferentes actores de una cadena y para que el desarrollo tecnológico sea el fruto de la interacción entre esos agentes. La cadena productiva, y no tanto la unidad productiva individual, se constituye en la referencia fundamental de la política industrial y tecnológica.

Se trata, por lo tanto, de que, sin perder de vista, la relevancia de las agrupaciones “horizontales”, el Estado ponga marcado interés en la función de facilitar la conformación de esos espacios para que se den los debidos eslabonamientos a lo largo de cada cadena -tanto hacia atrás como hacia adelante- partiendo del hecho de que la industria es el eje de cada una de ellas y de que los procesos de cambio tencológico pueden iniciarse en cualquier eslabón de la cadena y difundir sus efectos a lo largo de ella.

Lo anterior implica nuevas formas de relación entre el sector público y el privado, muy distantes de las que tuvieron lugar en el pasado, procurando arreglos institucionales novedosos en el marco de la cooperación.

En el segundo sentido, ello implica también, de parte del estado, fomentar la creación de las instituciones necesarias -valga decir, las estructuras de incentivos, coordinación y de información- que permitan el fortalecimiento de una cultura para la cooperación interempresarial a fin de poder tener un sector productivo que sea competitivo. La configuración de las cadenas productivas es, desde luego, un asunto que, en buena medida y por los momentos, le compete al Estado, pero es también un propósito que

requiere de un cambio de actitud y de los modos de operar en el mismo sector productivo. Por ejemplo, las cámaras y en general los organismos de carácter gremial, que hasta la fecha han operado como sindicatos ante el sector público -algo perfectamente congruente dentro del modelo de sustitución de importaciones-, deben actuar ahora en términos de la colaboración entre unos y otros. Dentro de este enfoque, como ya se dijo, la discusión en torno al tamaño de las unidades productivas queda en buena parte diluída, puesto que la factibilidad económica de las empresas y sus posibilidades de enfrentar los riesgos y costos del desarrollo tecnológico no quedan supeditadas tanto al tamaño de cada empresa individual, como a la naturaleza de los arreglos de cooperación interempresarial.

La capacidad tecnológica dentro de la empresa, no fuera

Para una economía lo que cuenta son los recursos tecnológicos que logre acumular en su sector productivo. Los laboratorios y otras instituciones coadyuvan a que esto sea posible y su papel aunque imprescindible, es de carácter complementario, jamás sustitutivo.

Desde el punto de vista teórico, lo anterior se explica por la naturaleza misma de latecnología en tato que conocimiento, por el carácter altamente particular, con respecto a cada empresa, del cambio técnico y por los problemas asociados al control de la tecnología, razones todas que determinan que la misma empresa debe disponer de su propia capacidad. La realidad de los países desarrollados muestra, por su parte, que de cada diez investigadores, ocho trabajan en la industria; así mismo, por lo menos la mitad de la inversión en ciencia y tecnología corre por cuenta del sector productivo y alrededor del ochenta por ciento de toda la inversión es “ejecutada” por este último, lo cual significa que incluso una porción importante de los recursos aportados por el sector público se gastan en la industria.. Aquí reside una diferencia crucial entre estos países y los países subdesarrollados. En Venezuela, por ejemlo, quizás uno de cada cien científicos se desenvuelve en el medio productivo y las empresas no aportan ni el cinco por ciento de la inversión total en ciencia y tecnología, aparte de que el financiamiento aportado por el Estado se destina, en su mayor parte, a la ejecución de proyectos que corren por cuenta de instituciones del mismo sector público.

Los resultados del estudio muestran que sólo un 16 por ciento de las empresas encuestadas tienen I&D. Asimismo, el número de personas dedicadas a actividades de I&D es muy bajo. En el 92 por ciento de las empresas que tienen I&D, el promedio de personas dedicadas a esta actividad es de 5. Esto, en parte, explica las pocas vinculaciones externas entre las empresas y los centros de I&D nacionales. Es sólo cuando existe una masa crítica de investigadores en las empresas cuando comienzan a darse las relaciones con los centros de I&D fuera de las empresas.

Sin negar su evidente importancia, la tarea principal que, desde el punto de vista estratégico e institucional, debe acometer el país para su desarrollo tecnológico no es tratar de que se dé la debida vinculación entre una oferta de tecnologías desarrollada

fuera del sector productivo -en el “sector” científico y tecnológico- y las propias empresas, sino la construcción de una capacidad tecnológica en el propio seno del sector productivo.

Esto marca el abandono de las políticas “ofertistas” diseñadas desde el “sector de ciencia y tecnología”, vigentes durante mucho tiempo (6) y, junto a ello, el abandono también de la idea de que el sector productivo es mero usuario de las tecnologías que se le proporcionan desde afuera. En términos aún más concretos, lo dicho implica también la necesidad de que el Estado no se ocupe tanto de financiar la innovación fuera del sector productivo, como de apoyar el dominio tecnológico dentro de este último, tomando en cuenta los procesos de acumulación de capacidades.

Lo anterior debe hacerse tomando en cuenta que la capacitación tecnológica del sector productivo no se da al mismo nivel ni de la misma manera en todas las ramas productivas. Las exigencias tecnológicas son distintas en cada caso y son respondidas de diferente manera. Así, hay sectores que “consumen” innovaciones realizadas por otros, hay unos intensivos en ciencia, otros no, etc., lo cual lleva a la necesidad de diseñar estrategias que marquen las diferencias y respeten la “idiosincracia tecnológica” en cada caso. Esto es algo que en Venezuela no se ha solido hacer a la hora de vislumbrar estrategias y políticas.

A manera de síntesis: algunos lineamientos de política

Teniendo como marco de referencia lo señalado en estas últimas páginas respecto al papel del Estado, vale decir, la importancia de una política tecnológica a fin de subsanar las insuficiencias del mercado, pero a través de nuevas formas de intervención, distintas a las que prevalecieron durante la etapa de la sustitución de importaciones. Tomando en cuenta las evidencias arrojadas por la presente investigación, en las líneas que siguen se trata de establecer algunas recomendaciones generales, como base para elaborar políticas públicas orientadas a aumentar la capacidad tecnológica del sector productivo venezolano, condición que, si bien no es suficiente, resulta indispensable para que este sea más competitivo.

Recapitulando las ideas mencionadas, desde el punto de vista de su concepción, un programa de promoción de la capacidad tecnológica y competitividad de la industria venezolana debe estar sustentado en los siguientes principios:

1. Elevación de la competitividad industrial. 2. Fortalecimiento de la capacidad tecnológica en el sector productivo. 3. Fortalecimiento de los encadenamientos intersectoriales a fin de hacer

competitiva a la “red” o la “cadena” -esto rompe con la idea tradicional de sector y busca atacar las relaciones horizontales y verticales de carácter productivo-.

4. Logro del dominio tecnológico, lo cual incluye fundamentalmente el desarrollo de capacidades de aprendizaje y asimilación a partir de las tecnologías importadas.

5. Modernización tecnológica, lo cual supone la capacidad para usar las tecnologías que se requiere para ser competitivos e incluye, no sólo cambios en las llamadas tecnologías “duras”, sino también y en muchos casos de manera principal, en las tecnologías “blandas” -organización y gestión-.

Siguiendo el que es ya un criterio establecido en los textos de economía industrial, en el desarrollo de este punto se ha adoptado la idea de dividir la intervención estatal con relación a tres ámbitos distintos de la política tecnológica -macro, intermedio y micro- (7), insistiendo en los dos últimos, dado que son los que más tienen que ver con la información recogida para la realización de este estudio.

Nivel macro: la creación de un ambiente favorable de competencia

Este primer ámbito alude al entorno general dentro del que se mueve la empresa. Se parte del supuesto de que, no teniendo un ambiente propicio, la empresa no puede ser competitiva, por más esfuerzos que haga. Así pues, en la configuración de ese entorno entran en juego aspectos cuya modificación queda, en general, fuera del alcance de las empresas, siendo competencia del Estado, bien sea de manera directa o indirecta. En este entido, aun cuando la investigación realizada no tenía como intención explorar este ámbito de la política, cabe hacer mención de los siguientes elementos, tratados con cierta generalidad.

En primer lugar, el entorno se percibe a través de la reglas de juego que guían el comportamiento de las empresas. En este sentido, desde el año 1989 para acá, cuando se inicia el proceso de cambio del modelo de desarrollo en nuestro país, la promulgación de tales reglas ha sido el aspecto que ha recibido mayor atención.

En efecto, en ese período la acción gubernamental se concentró en la elaboración y aplicación de una nueva política económica que se corresponde con la idea de crear una economía de mercado, abierta al mundo, para de esta manera aumentar una sana rivalidad empresarial. Así, al lado de la reforma comercial -el elemento más importante de esa política, junto a las llamadas medidas de ajuste macroeconómica- se promulgaron nuevas leyes, y se revisaron y modificaron otras -la Ley del Impuesto sobre la Renta, la Ley de Protección al Consumidor, la Ley para Promover y Proteger al Ejércicio de la Libre Competencia, la llamada Ley Antidumping, la Ley de Inversiones Extranjeras y la Ley de Propiedad Industrial-, con el fin de entonar la economía venezolana en función de las nuevas realidades, tanto nacionales como internacionales y hacer que las empresas puedan desarrollar sus planes tecnológicos conforme a normas lo más clara y lo más estables posibles.

Llama la atención, sin embargo, la escasa atención que se le ha prestado, dentro de este programa de modernización de nuestra legislación económica, a la normalización, tanto en lo que se refiere a la revisión y actualización de normas industriales, como a la transformación del aparato institucional encargado de esta tarea. Este hecho es de particular importancia hoy en día, puesto que las normas industriales se han convertido en un elemento crucial dentro del comercio

internacional, más importante, inclusive, que los aranceles. La reforma comercial requiere de la reforma, igualmente profunda, de la política en materia de normas industriales. En esta área el Estado tiene una amplia labor por realizar, la cual si bien no le compete de manera exclusiva, es sobre quien recae la mayor responsbilidad.

En segundo término, toca hacer referencia a la infraestructura de comunicaciones. En estos tiempos de globalización de la actividad productiva, todo lo relativo a la infraestructura disponible en materia de comunicaciones resulta un requisito fundamental para la competitividad. Con ésto se está aludiendo a un abanico bastante amplio de aspectos, dentro del que se incluyen carreteras, puertos, correo, redes para la transmisión de datos, etc., en todo lo cual, si bien se están haciendo esfuerzos importantes, siguen siendo insuficientes, a punto de que, en todos los informes que analizan la competitividad de Venezuela, las deficiencias en las comunicaciones aparece siempre diagnosticado como uno de los factores negativos preminentes. Al Estado le compete la modernización de tal infraestructura, lo cua lno quiere decir que tenga que asumir, siempre y en todos los casos, su desarrollo y mantenimiento. Hay diversos esquemas de acuerdo con el sector privado, a través de las cuales puede hacerse.

En tercer lugar, el nivel macro implica acciones sobre lo que, en términos muy amplios, se denomina la infraestructura técnica. En ésta quedan comprendidas todas las instituciones que tradicionalmente han integrado el llamado Sistema Científico y Tecnológico, todo el sistema educativo y de entrenamiento, las redes de bibliotecas y centros de documentación e información, los institutos de patentes, normalización y control de calidad, los servicios de estadísticas y, en general, todos los servicios técnicos, de asesoría y consultoría (Pérez, 1990).

El sistema científico y tecnológico nacional se ha desarrollado desde hace relativamente poco. No obstante los esfuerzos realizados, variables según los distintos gobiernos, se trata de un sistema relativamente pequeño, si se lo mide según los estándares internacionales -monto de la inversión, número de investigadores, etc.-, aun cuando representa una porción significatiav de los recursos de mayor nivel de capacitación existentes en Venezuela. Además, es un sistema que guarda relaciones muy débiles con el sector productivo (Viana y otros, 1993).

El Estado venezolano tiene una misión importante dirigida hacia la consolidación y ampliación del sistema científico y tecnológico, un área en donde el mercado es claramente insuficiente. Tal misión no debe limitarse, al suministro de los recucrsos de toda índole que se requieren, sino que precisa también de ciertas definiciones respecto a su misión dentro de la sociedad nacional. En particular, se advierten actualmente ciertas dudas respecto a la función que deben cumplir los centros de investigación, la mayoría de los cuales dependen del erario público: ¿deben hacer ciencia o tecnología?, ¿deben ser privatizados?, ¿deben autofinanciarse?, ¿cuál debe ser su relación con el sector productivo?, etc. Dudas parecidas surgen en materia de entrenamiento, de sistemas de información, etc.

En general, el Estado debería tener una “filosofía” al respecto, la cual debería descansar en el principio general de que la capacidad tecnológica debe ser creada dentro del sector productivo y que al sistema científico y tecnológico le toca, en función de ese objetivo, una labor complementaria. Debe haber, pues, algunas ideas orientadoras al respecto, así como ciertas reglas de juego derivadas de ellas.

Y, junto a la claridad de la misión, debe procurarse que el sector productivo pueda tener acceso fácil a los diversos servicios que presta el sistema científico y tecnológico del país. Por lo general, nuestras empresas no saben que pueden buscar en él, ni cómo hacerlo en el caso de que lo necesiten.

Nivel intermedio: la cooperación interinstitucional

En este trabajo se ha señalado que la capacidad competitiva de un país no es la suma de las capacidades de que dispone cada empresa individual y que el eje de la actividad productiva no está constituido por la empresa aislada, sino por redes institucionales que agrupan y organizan la actividad de las empresas, tanto horizontal, como verticalmente. Se ha dicho, por tanto, que la competitividad tiene, en ese esntido, un carácter sistémico.

Se ha afirmado, asimismo, que a lo largo de la etapa de sustitución de importaciones se conformó un aparato industrial centrado en las actividades de ensamblaje, muy poco integrado “hacia adentro” y muy integrado “hacia afuera”, lo cual fue dando lugar a una “cultura” dentro de la cual no solamente no existía el hábito de la cooperación entre las empresas nacionales, sino incluso cierto antagonismo creado por desconfianzas recíprocas entre los diversos actores del desarrollo económico.

De lo expuesto se desprenden algunos lineamientos de política pública:

1) La existencia de hábitos contrarios a la colaboración inter-empresarial pone sobre el tapeet una primera labor por parte del Estado. A éste le corresponde desplegar una labor de convencimiento o de “concientización”, a fin de que se vaya conformando una cultura propicia para la colaboración. En tal sentido, al sector público le toca desempeñar un rol de gestor, de catalizador de acuerdos entre los diferentes actores del proceso económico -empresas, centros de investigación, firmas de ingeniería, fabricantes de equipo, agentes comerciales, etc.-, entre ellos y con el gobierno, a fin de asociar intereses e integrar esfuerzos, bien sea a lo largo de lo que tradicionalmente se ha considerado un sector -dimensión horizontal de la cooperación- o de la cadena productiva -dimensión vertical-.

2) La organización de aparato público debe cambiar sustancialmente. A pesar de algunos cambios, éste sigue estructurado en función de las viejas separaciones sectoriales -las cuales se replican en la propia organización empresarial- y disponiendo de mecanismos muy rígidos de intervención, detrás de los cuales sigue estando presente la antinomia entre el sector público y el privado.

En síntesis, para ser competitiva, la empresa moderna debe establecer lazos de interacción y de cooperación técnica con los usuarios y proveedores, así como con toda una red de socios incluidos sus competidores-. Esta interacción implica la posibilidad y la necesidad de que cada empresa se especialice en lo que constituye su capacidad tecnológica básica y busque relaciones estables con proveedores de todo lo demás (Pérez, 1990).

El Estado -bajo la forma de gobierno central o de autoridades locales o de empresas públicas- tiene un importante papel que desempeñar en los siguientes aspectos:

Crear escenarios para la concertación. Facilitar las negociaciones entre empresas. Impulsar la cooperación de las empresas entre sí y con las universidades e

institutos de I&D. Cofinanciar el proceso de especialización estratégica.

Un aspecto importante en relación con el nivel intermedio es la necesidad de superar las barreras institucionales que separan los diferentes sectores: minero, agrícola, industrial, servicios y la infraestructura. Las interacciones más dinámicas están ocurriendo en la interfase entre estas actividades -a lo largo de cadenas de transformación- y entre todas ellas y el mundo de la tecnología. El desarrollo de “ventajas sistémicas” requiere del establecimiento de fuertes lazos de interacción entre empresas y entes tradicionalmente ubicados en sectores separados y, a menudo, enfrentados en sus intereses (Pérez, 1990).

El nivel micro: la modernización de la empresa

Se ha señalado varias veces que el cambio en la política económica -la adopción de un nuevo modelo de desarrollo-, no bastan para que la empresa venezolana reaccione positivamente en términos de la elevación de su capacidad tecnológica y, en general, de su competitividad. En este esntido, las encuestas realizadas dentro de esta investigación revelan dos hechos muy claros.

Por una parte, la mayoría de las empresas venezolanas no ha logrado tener una percepción clara de la importancia que reviste para ella el mejoramiento de su capacidad tecnológica, bien sea a través de la contratación de servicios de Investigación y Desarrollo, del entrenamiento de su personal o, por citar otro elemento, de la consulta a servicios de información especializados. A lo más, hay conciencia de la importancia que tiene la compra de maquinarias y equipos, sin que ésta sea asociada a la adquisición de tecnología. En pocas palabras, pues, la empresa venezolana típica, si bien tiene necesidad de elevar sustancialmente su nivel tecnológico a fin de poderse desenvolver dentro de las nuevas realidades económicas, no la traduce en una demanda explícita que, a su vez, se convierte en acciones dirigidas a satisfacerla.

Por otra parte, y ésto también vale paar casi todas las empresas nacionales, conforme a los resultados de la muestra examinada, la empresa evnezolana promedio, aún si tuviera conciencia del problema, no cuenta con los recursos disponibles para encararlo.

Estos dos elementos configuran el punto de partida y la orientación básica según la cual debe ocurrir la intervención estatal. Dos líneas básicas emergen de aquí.

La primera de ellas tiene que apuntar, de nuevo, hacia la concientización y divulgación. Como se vió a lo largo del estudio, las empresas no tienen conciencia de sus necesidades de cpacitación tecnológica, ni de información, ni de su fortaleza competitiva y los requerimientos que necesitan para afrontar con éxito un entorno más competido. En otras palabras, las empresas venezolanas no parecen estar concientes de la importancia de su capital humano para poder competir con éxito, así como de la importancia de forjar alianzas y adquirir nuevas tecnologías tanto gerenciales como de producción. Como se mencionó en la introducción estamos frente a un nuevo “paradigma tecno-económico” que entraña una transformación profunda de las capacidades gerenciales requeridas. Recordando la cita de Carlota Pérez (1992): “El sentido común para la organización eficiente sufre un vuelco total. Lo mismo vale paar los dirigentes sindicales, los distribuidores, los proveedores, los gerentes de bancos y los funcionarios gubernamentales con quienes los empresarios se relacionaban y negociaban”.

En relación con los programas de concientización y divulgación que pueda emprender el Estado, merece especial atención aquellos dirigidos a las PMEs, dado que -como se pudo constatar a lo largo de este estudio- su nivel de conciencia sobre sus necesidades es mucho más bajo que el de la gran empresa. Así mismo, la PMEs requieren mayores recursos financieros, tecnológicos, gerenciales, técnicos calificados y de información que las empresas grandes, lo cual lleva a la segunda línea de intervención.

La segunda línea de intervención tiene que ver con la falta de recursos. Aún partiendo de que es la empresa la que debe tomar la iniciativa y demostar su capacidad en un ambiente competitivo, una empresa innovadora o en proceso de renovación requiere que el entorno le pueda brindar ciertos recursos elementales como son: personal calificado, servicios técnicos y financiamiento para el tipo específico de actividades que constituyen los procesos de modernización.

En relación con el financiamiento, un error muy común es creer que lo más importante es bajar el costo. Diversos estudios (Avalos y Viana, 1991, Pérez, 1992) indican que, contrariamente a lo que usualmente se pensaba, la política de financiamiento al desarrollo tecnológico no estriba, de manera principal, en la disponibilidad de dinero barato. Este es necesario, desde luego, para las actividades más ligadas a la investigación, pero no así para otros “intangibles” (mejoramiento del personal a través de programas de entrenamiento, contratación de servicios de asesoría, cambios en el “lay out” de planta, adaptación o modificación de maquinaria y equipos, etc). En este caso, lo que se necesita es que existan fondos dispuestos para

esas actividades, un tanto “heterodoxas” en el medio bancario nacional, que los institutos financieros tengan cierto “know-how” al respecto, que la obtención del crédito no suponga trámites complicados y largos y que haya flexibilidad en la exigencia de las garantías correspondientes.

Por otra parte, lo más usual en los sistemas de financiamiento existentes es que se facilita la inversión en nuevos equipos o la obtención de capital de trabajo a corto plazo. Parte del ambiente facilitador que requiere el aparato productivo para hacerse competitivo, es el acceso a una amplia gama de esquemas para proveer fondos; algunos de los que pueden mencionarse son los siguientes:

Préstamos a mediano plazo para intangibles. Líneas de crédito flexibles para proyectos de mejora continua. Financiamiento de proyectos de cooperación entre empresas o en conjunto

con instituciones tecnológicas. Fondos de garantía Fondos para preinversión Esquemas de arrendamiento de activos.

Tales fondos deben ser accesibles según un abanico de alternativas más o menos amplio que permita ajustar el crédito a la naturaleza del propósito que se persigue.

Los recursos humanos constituyen otro elemento esencial para facilitar la modernización. Es un hecho que las empresas no podrán mejorar su competitividad si no cuentan con la oferta adecuada de capital humano. Como ha señalado (Pérez, 1992): “es preciso re-examinar y renovar todo el sistema de educación y capacitación. Se necesitan cambios de contenido y métodos pedagógicos para ponerse al día en las nuevas tecnologías y avanzar hacia lo interdisciplinario y hacia el aprendizaje continuo. Quizás sea preciso crear instituciones de capacitación permanente y readiestramiento, así como condiciones para el entrenamiento en el trabajo. Habrá que actualizar las escuelas de ingeniería y de administración de empresas y los servicios de capacitación técnica y secretarial”.

Los esquemas de formación de recursos humanos cumplen varios objetivos:

Asesoría directa a empresas individuales o grupos de empresas. Provisión de personal calificado en forma temporal para objetivos específicos. Entrenamiento de personal, de asesores o de entrenadores. Modernización de institutos de formación de obreros y técnicos. Seminarios y talleres de actualización para empresarios, gerentes de empresas,

gerentes de instituciones educativas, dirigentes sindicales, dirigentes políticos, etc.

Sin embargo, es importante señalar que al igual que se requieren esfuerzos destinados a mejorar la cantidad y la calidad de la oferta, igualmente se requerirán cambios a nivel de la organización de la empresa que permitan consolidar el proceso de aprendizaje organizacional, que fomente la actividad innovadora y que permita una

eficiente administración de los conocimientos de la empresa. Hacia esto apunta toda la asistencia que pueda ofrecerse en materia de diseño organizacional y su relación con los procesos de aprendizaje e innovación.En el área de recursos humanos existen necesidades de apoyo en consultoría externa en diferentes aspectos, así como requerimientos de entrenamiento que cubren una amplia gama de habilidades, tanto generales como específicas. En relación con las necesidades de apoyo en consultoría externa pueden señalarse las siguientes áreas:

Consultoría especializada en los productos, mercados, tecnología específicos de la empresa.

Asesoría en la definición de estrategia y modernización gerencial. Consultores especializados en informática, control, comunicaciones u otras

tecnologías genéricas. Consultores en organización y nuevas técnicas de gestión, comocalidad total,

producción flexible, etc.

Por otra parte, se requiere un especial apoyo en el campo de lo que se denomina la Gestión Tecnológica, es decir, en el manejo gerencial de los diversos aspectos que tienen que ver con la adquisición y uso de la tecnología: selección y evaluación de tecnologías, negociación de tecnologías, asimilación, adaptación y mejoras de tecnología, gerencia de las actividades de Investigación y Desarrollo,comercialización de tecnologías, etc.

El tercer gran bloque de recursos para apoyar la reconversión empresarial lo constituyen los servicios técnicos y de información. Estos incluyen:

Servicios de prueba Servicio de diagnóstico Evaluación de conformidad con normas Servicios de información:

o Normas, reglamentos y leyes en los mercados de exportación o Tendencias en calidad, volúmen y precios o Formas de mercadeo y distribución para productos específicos o Tendencias tecnológicas en el corto y en el largo plazo o Fuentes de servicios e insumos especiales en el exterior o Fuentes de tecnología

A partir de los datos que arroja el presente estudio, es claro que existen necesidades relacionadas con las siguientes áreas de información: información de mercado, especialmente de mercados foráneos; arranque y asistencia en la actividad de exportación; educación gerencial, especialmente en el área de gerencia de tecnología; información sobre las tendencias económicas que pueden influenciar el desarrollo de futuros mercados; asistencia en el cumplimiento de los estándares y regulaciones tanto locales como en los mercados foráneos; asistencia con el patentamiento y con los contratos de licencia en tecnología y en productos; etc.

Cada uno de estos renglones tiene aspectos generales y otros que afectan a una industria o empresa de manera específica. Por ello, “sería inútil intentar montar un sistema completo de información centralizada para suplir esas necesidades. El reto sería el facilitar el desarrollo de una red de múltiples entes y muchos actores públicos y privados, nacionales y regionales grandes y pequeños, por servicio o por actividad económica con diversas maneras de captar, procesar y difundir información (Pérez, 1990). En este proceso el Estado podría colaborar con:

La construcción del “piso tecnológico” (redes de telecomunicaciones y equipos)

Poner a la disposición las bases de datos que poseen institutos y empresas públicas.

Orientar el servicio exterior hacia la captación de información internacional.

En síntesis, el Estado debe apoyar firmemente la reconversión del aparato productivo venezolano, en el entendido de que éste no puede hacerlo por sí sólo. Tal apoyo debe orientarse principalmente hacia el financiamiento, la capacitación de los recursos humanos y la disponibilidad de recursos técnicos y de información y en su implementación debe tratarse de cumplir con tres condiciones.

En primer lugar, desde el punto de vista administrativo, el apoyo del sector público debe concretarse de manera descentralizada, insertándose de esta manera en lo que es, sin duda, una de las tendencias más claras de la política estatal venezolana. Esto quiere decir que para la prestación de este apoyo no debe caerse en la tentación de crear organismos de carácter nacional, centralizadores de todas las acciones y de todos los recursos, los cuales se convierten, en consecuencia, en aparatos pesados y lentos, poco flexibles, excesivamente burocatizados y alejados de los usuarios a quienes pretenden servir.

En segundo término, el apoyo público debe hacerse según ciertas especializaciones, atendiendo a las características tecno-económicas que presente un determinado sector o una determinada cadena productiva. En general debe evitarse la existencia de organismos diseñados para cumplir alguna función -formación de personal, suministro de información, realización de actividades de I&D- indistintamente para cualquier área productiva.

Y, por último, el apoyo no debe replicar las viejas prácticas paternalistas, características de nuestro antiguo modelo de desarrollo, y para ello debe darse siempre como fruto de acuerdos entre el sector público y el sector privado, acuerdos que no solamente deben implicar la definición de objetivos y de la naturaleza de los programas, sino también la determinación de las modalidades según las cuales debe darse el apoyo.

Al atacar estos tres niveles de acción, se deberá manejar adecuadamente la paradoja de estimular la rivalidad al mismo tiempo que la cooperación.

NOTAS

1. La importancia de capital científico y tecnológico como uno de los factores determinantes de la competitividad de las empress, sectores o países, se remonta a los economistas clásicos. Hoy en día, dentro del marco de la teoría del crecimiento económico,aparecen elementos de convergencia entre la tradición Shumpeteriana (Dosi, Pavitt y Soete, 1990; Fagerberg, 1988, 1991) y la corriente neoclásica (Romer, 1990). La creación de conocimiento tecnológico surge como un factor central que explica el dinamismo económico. Asimismo, dentro de las ciencias gerenciales, el conocimiento tecnológico pasa a formar parte de los esquemas que tratan de explicar la competitividad empresarial (Porter, 1985, 1990).

2. Dentro de la tradición de pensamiento económico, dedicada a destacar la importancia del capital tecnológico como uno de los factores determinantes de la competitividad de las empresas o sectores de una nación, se encuentran diferentes tipos de evidencia que responden, en cierta medida a los niveles de agregación utilizados.

Un primer nivel de verificación de la importancia del progreso tecnológico lo constituye la tradición de trabajos empíricos iniciada por Robert Solow en 1956, cuando en un intento por explicar el crecimiento de la economía norteamericana como resultado del crecimiento de los factores de producción, encontro que el crecimiento era explicado en su mayor parte por lo que él llamó el “progreso tecnológico” o “residuo” -llamado también crecimiento de la productividad total de factores- (Denison 1967, Maddison, 1982).

Un segundo nivel de verificación de la importancia del capital tecnológico como uno de los factores determinantes de la competitividad de las empresas o sectores de una nación, se refiere al hecho de que los países que más invierten en ciencia y tecnología tienen un mejor desempeño en el comercio internacional. Un tercer nivel de verificación está dado por los estudios sectoriales sobre comercio internacional. Soete, Pavitt y Dosi (1992) han demostrado como para el 70 por ciento de los sectores industriales, la mayor participación del mercado mundial de un sector (o de un país), está determinada por su mayor capacidad tecnológica y no por la disponibilidad ni precios de los factores de producción. Un cuarto nivel de evidencia empírica sobre la importancia de la capacidad tecnológica como factor determinante de la competitividad se encuentra en estudios de casos que han tratado de comparar la importancia relativa de los factores relacionados con el precio vis-a-vis la importancia relativa de los factores no relacionados con el precio (Rothwell, 1982). Se ha podido demostrar que en muchos sectores, si bien el precio es importante, otros factores relacionados con la capacidad tecnológica y de innovación de la empresa, tales como, la calidad del producto y la atención al cliente, son los factores determinantes del éxito en los mercados internacionales. Un quinto nivel de evidencia se encuentran en los estudios de opinión realizados a los altos ejecutivos de las principales empresas multinacionales sobre su percepción de las ventajas competitivas de sus respectivas organizaciones (Bertin y Wyatt, 1988). El resultado de estos estudios de opinión son

contundentes en cuanto a la importancia de la capacidad tecnológica como una de las principales fuentes de ventajas competitivas, sino la principal.

En el campo de las ciencias gerenciales, también se ha observado, recientemente, un creciente interés por la tecnología. En este sentido, cabe señalar que el aporte más importante de los últimos años ha sido el reconocimiento explícito de la tecnología como un factor competitivo de las empresas (ver por ejemplo Porter, 1985, 9190; Casey, 1985; Kantrow, 1980; Fusfeld, 1976. Así mismo, y de manera complementaria, comienza a aparecer el tratamiento de la función de producción como un arma estratégica para la empresa y no como una mera herramienta de planificación y control (ver Skinner, 1985; Hayes y Whellwright, 1984; Hayes y Abernathy, 1980; Wheelwright, 1981).

3. Se podría decir que este tipo de actividades de innovación es el más característico dentro de esquemas proteccionistas de sustitución de importaciones.

4. El concepto de “sistema nacional de innovación” fue utilizado por primera vez por Lundvall (1988). Posteriormente, Freeman y Nelson han utilizado la expresión para describir al esquema institucional o red que hace posible la innovación. Se podría decir que el concepto del diamante de Porter (1990) tiene puntos en común con el concepto de “sistema nacional de innovación”.

5. De esta manera, para poder estudiar los diferentes tipos de capacidades tecnológicas, así como el funcionamiento del Sistema Nacional de Innovación, se elaboró un cuestionario que abarcó cuatro áreas generales de indagación:

1. El proceso de adquisición de tecnología 2. El proceso de aprendizaje y adquisición de capacidades 3. Las actividades de cambio técnico, entendiendo por tales:

o Desarrollo de nuevos productos o Diseño y rediseño de máquinas y equios o Fabricación de partes y maquinarias o Diseño y rediseño de sistemas de productividad:

en cuanto a los procesos en cuanto a la organización y control de la producción en cuanto a las máquinas y equipos en cuanto al manejo de los recursos humanos

Dentro de las actividades de cambio se estudió la frecuencia de la actividad, el grado de novedad, su importancia económica para la empresa, las principales fuentes de tecnología, la motivación para la realización de la actividad y los problemas y barreras encontradas por las empresas.

4. La estrategia competitiva y las fuentes de ventajas competitivas.

6. Durante el período de “sustitución de importaciones” al que se ha hecho referencia se puso de manifiesto, por parte del Estado, cierta preocupación por el desarrollo científico y tecnológico. El progreso económico aparecía indisolublemente vinculado a avance tecnológico. Como fruto de ello, hoy en día puede encontrarse una estructura constituida por laboratorios, investigadores y dispositivos institucionales y organizativos de diversa índole que, aunque con toda razón ha sido considerada insuficiente, reviste de importancia. Es el resultado de una concepción estratégica y unas políticas a tono con los esquemas propios del modelo económico del momento, nacidas de un repertorio de ideas que evidencian la manera como se entendió la promoción del desarrollo científico y tecnológico y su relación con la actividad económica. Durante los últimos veinticinco años, por decir lo menos, la política tecnológica quedó definida por cuatro características básicas: i) su concepción y ejecución descansó fundamentalmente en el sector público, siendo éste el que ha suministrado más del noventa por ciento de los recursos correspondientes, ii) giro en torno a la idea de que el motor del cambio técnico es la actividad científica y, por tanto, la acción principal fue la creación y fortalecimiento del llamado “sector científico y tecnológico”, compuesto principalmente por los centros de investigación, iii) desde el punto de vista operativo, el núcleo de la estrategia residió en la idea de acercar a quienes producen los conocimientos -los laboratorios- a quienes supuestamente los necesitaban -las empresas-, iv) se creó y aplicó un cuerpo de normas para regular la compra de tecnología extranjera en el entendido de que ésta resultaba inadecuada para el país y, además, inhibía la generación de “tecnología propia”. De aquí surgió un régimen de protección tecnológica, similar al de protección industrial.

7. Estos ámbitos no hacen alusión directa a los niveles “macro” y “micro” de la economía clásica. De hecho lo aquí denominado “intermedio” puede tener un sentido más cercano a lo “micro” en las versiones de libros de texto, y el nivel “micro” corresponde a lo que algunos autores han denominado el nivel “micro-micro”.

Referencias

AMSDEM, A.H. (1989). Asia’s Next Giant: South Korea and Late Industrialization. Oxford University Press. New York.

ANDERSEN, Y. B. LUDVALL (1987). “Small National System of Innovation facing technological Revolutions: An Analytical Framework”, en C. Freeman y B. A. Lundvall, Small Contries Facing the technological Revolution. Pinter Publishers. Londres.

AVALOS, I. y H. VIANA. (1989). “La gerencia de tecnología: el eslabón perdido de la gerencia venezolana”. En M. Naím, comp. Las empresas venezolanas: Su gerencia. Caracas: Ediciones IESA.

BANCO MUNDIAL (1992). Informe sobre el Desarrollo Mundial. Washington, D.C.: Banco Mundial.

BELL, R. M. y K. HOFFMAN (1982) “Industrial development with imported technology: strategic perspective on policy”. (Mimeo). Brighton: Science Policy Research Unit.

BERTIN, G. y S. WYATT (1988). Multinational and Industrial property: the control of the world’s technology. N. J.: Humanities Press International.

CASEY (1985). “Linking Innovation Theory to Innovation Policy”. En The science and innovation. Compilado por Langdon y Rothwell. Londres: Frances Printer.

DENISON, E.F. (1967). Why Growth Rates Differ: Post-War Experience in Nine Western Countries. Washington, D.C.: Brookings Institution.

DORE (1984) “Technological Self-reliance: Study Ideal or Self-serving Rhetoric”. En Fransman, M. y K. King: Technological Capability in the Third World. Londres: Macmillan.

DOSI, G.; K. PAVITT y L. SOETE (1990) The Economic of Technical Change and International Trade. Harverter/wheatsheaf. Londres.

FAGERBERG (1988). “Why Growth Rates Differ”. En Dosi et al (eds) Technical Change and Economic Theory. Printer London.

FAGERBERG (1991). The Impact of Technology on Grwth Rates Difference. Paper prepared for a workshop on International Macro Dinamics. Maastrich. MERIT.

FREEMAN, C. (1987). Technology Policy and Economic Performance: Lessons from Japan. Pinter Publishers, Londres.

FREEMAN, C. y C. PEREZ (1988). “Structural crises of adjustment: business cycles”. En G. Dosi et al Technical Change and Economic Theory. Pinter Publishers. Londres.

FUSFELD, A. (1976). “Critical functions: the key to managing teamwork in the innovations process”. (Mimeo). MIT Industrial Liason Program.

HAYES, R. y W. ABERNATHY (1980). “Managing our way to economic declive”. Harvard Bussines Review. Vol. 58, Nº 4.

HAYES, R. y S. WHELL WRIGHT (1984). Restoring our competitive edge. Competing through manufacturing. New York: John Willey y Sons.

KANTROW, A. (1980). “The strategy technology connection”. Harvard Business Review. Julio-Agosto.

KATZ, J. (1978a). “Technological change, economic development and the intra and extra regional relations of Latin America”. Buenos Aires: BID/CEPAL. Working paper Nº 30.

KATZ, J. (1978b). Importación de tecnología y desarrollo tecnológico. México: Fondo de Cultura Económica.

KATZ, J. (1984). “Technological innovation, industrial organization and comparative advantage of Latin American Metal Working Industries”. En Fransman, M. y K. King: Technological Capability in the Third World. Londes: Macmillan.

LALL, S. (1980). “Developing countries as exporters of technology and capital goods; The indian experience”. Mimeo. Oxford, Inglaterra: Oxford University Institute of Economics and Statistics.

LALL (1990). Building Industrial Competitiveness in Developing Countries. OECD.

LUNDVALL, B. (1992). National Systems of Innovation. Compilado por Bengt-Ake Lundvall. Pinter Publishers. Londres.

MADDISON, A. (1982). Phases of Capitalism Development, New York: Oxford University Press.

MAXWELL, P. (1976). “Learning and technical change in the steel plant of ACINDAR. S.A. in Rosario, Argentina”.Buenos Aires: BID/CEPAL. Monografía de Trabajo Nº 4.

NAM (1981). “Trade and Industrial Policies, and the Structure of Protection in Korea”. Mimeo. Korea Development Institute.

OCEI (1991). Encuesta Industrial. Caracas: OCEI.

PEREZ, C. (1990). “Tecnología, Desarrollo y Sistema Nacional de Innovación”. Ponencia presentada en el Seminario Internacional sobre el NuevoContexto de las Políticas de Desarrollo Científico y Tecnológico. Montevideo, Diciembre.

PEREZ, C. (1992). “Cambio Técnico, Reestructuración Competitiva y Reforma Institucional en los Países en Desarrollo”. El Trimestre Económico. Vol. LIX. Enero-Marzo.

PEREZ, C. (1993). “Technology and competitiveness in Latin America: Beyond the legacy of import substitution policies”. Ponencia presentada en el seminario “Globalization, Liberalization and Innovation Policy”. Ottawa, mayo 1992.

PORTER, M. (1985). “Technology and competitive advantage”. The Journal of Business Strategy. V.5. Nº 3.

PORTER (1990). The Competitive Advantage of Nations. Nueva York: The Free Press.

RANIS (1981). “Challenges and Opportunities Posed by Asia’s Superexporters: Implications for Manufactured Exports from Latin America”. En Baer, W. y M. Gillis (ed) Export Diversification and the New Protectionism. NBER.

ROMER (1990). Endogeneous Technological Change and International Trade. Journal of Political Economy. Vol. 98.

ROTHWELL, R. (1991). “External networking and innovation in small and medium-sized manufacturing firms in Europe”. Technovation. Vol. 11 Nº 2. Elsevier Science Publishers Ltd.

ROTHWELL, R.y W. ZEGVELD (1982) Innovation and the Small and Medium Sized Firm. Frances Printer. Londres.

SCHUMPETER, J. (1942). Capitalismo, socialismo y democracia. Madrid: Aguilar. 1971.

SERCOVICH, F. (1980). “State Owned enterprise and dynamic comparative andvantage in the world petrochemical industry: the case of comodity olefins in Brazil”. Institute for International Development. Papel de Trabajo Nº 6.

SKINNER, W. (1985). Manufacturing: the formidable competitive weapon. New York. John Wiley y Sons.

STEWART, F. (1977). Technology and underdevelopment. Londres: MacMillan Press.

VIANA, H. (1984). International technology transfer, technological learning and the assimilation of imported technology in a state-owned enterprise: the case of direct reduction in SIDOR steel plant”. Tesis Doctoral Brigton: University of Sussex.

VIANA, H.; AVALOS, I.; CERVILLA, M. y A. BALAGUER (1993a). “El Desarrollo Tecnológico en Venezuela”. Cátedra de Innovación Tecnológica. (Mimeo). IESA. Caracas.

VIANA, H.; AVALOS, I.; BALAGUER, A.; CERVILLA, M. y C. SUAREZ (1993b) Estudio de la Capacidad Tecnológica de la Industria Manufacturera Venezolana. Fondo Editorial FINTEC (a ser publicado, abril 1994). Caracas.

WHEELWRIGHT (1981). “Japan: Where operations really are strategic”. Harvard Business Review. Julio-Agosto.