La carta al revès

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En el reloj, marcaban las 9 de la noche, eran aproximadamente la hora de acostarse, cuando el señor toco la puerta de mi casa, dándome la noticia del fallecimiento de don Paco. Como loco me tire de la cama, me puse las chilenas, tome las pulgana y me lave la cara, me seque con una toalla y leí el periódico, con el sombrero en la mano baje las escaleras y camine mis pasos hasta la calle. Llame a un chofer que me condujo donde se hallaba el cadáver, me paro en la puerta y me baje del carro, toque la puerta, me salió la criada, me quite el sombrero, doble el periódico. Entre, le di el pésame a la viuda, me senté en la silla. La casa estaba llena de gente y mientras que los presentes lloraban, las estrellas brillaban en el cielo. Viendo a los atribulados familiares se me hacia un fuerte nudo en la garganta y no podía contener las lagrimas en los ojos. Ya de madrugada repartían la cena, los demás leían un periódico y yo triste me comía las galletas y el chocolate, al lado de la caja lloraba la viuda, inconsolable. Al retirarme, como a las 4 de la

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En el reloj, marcaban las 9 de la noche, eran aproximadamente la hora de acostarse, cuando el señor toco la puerta de mi casa, dándome la noticia del fallecimiento de don Paco.

Como loco me tire de la cama, me puse las chilenas, tome las pulgana y me lave la cara, me seque con una toalla y leí el periódico, con el sombrero en la mano baje las escaleras y camine mis pasos hasta la calle.

Llame a un chofer que me condujo donde se hallaba el cadáver, me paro en la puerta y me baje del carro, toque la puerta, me salió la criada, me quite el sombrero, doble el periódico. Entre, le di el pésame a la viuda, me senté en la silla. La casa estaba llena de gente y mientras que los presentes lloraban, las estrellas brillaban en el cielo. Viendo a los atribulados familiares se me hacia un fuerte nudo en la garganta y no podía contener las lagrimas en los ojos.

Ya de madrugada repartían la cena, los demás leían un periódico y yo triste me comía las galletas y el chocolate, al lado de la caja lloraba la viuda, inconsolable. Al retirarme, como a las 4 de la madrugada me incline, me puse de pie, sin querer le pise la cola a la gata del hijo mayor que estaba en el suelo. Con gran pena le di la mano a la viuda, me puse el sombrero en la cabeza y acompañado de la criada me dirigí a la puerta.

De nuevo con los pies en la calle, eche a andar, llegue a la puerta de mi casa, saque de mi abrigo la llave, abrí la puerta, Salí por la escalera, entre al cuarto, me quite mi ropa, me acosté en la cama y en medio de mi tristeza tire en periódico por el balcón hacia la calle.

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