La Catedral Metropolitana

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La Catedral Metropolitana Por Ángel Soto La catedral es un avión de piedra Que puja por romper las mil amarras Que lo encarcelan La catedral sonora como un aplauso O como un beso. Jorge Luis Borges Decía Rodin (1914, p.1) que “las catedrales imponen el sentimiento de la confianza, de la seguridad, de la paz; ¿cómo? Por medio de la armonía.” Menciona el artista tres atributos que describen tanto a las religiones como a la arquitectura, pero además agrega el vehículo en que ambas se consolidan. Mientras que la religión explora los senderos de la armonía espiritual, la arquitectura congela —así lo ha hecho siempre— las ideas de un artista en armonía plena.

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Breve ensayo sobre la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México

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La Catedral Metropolitana

Por Ángel Soto

La catedral es un avión de piedra

Que puja por romper las mil amarras

Que lo encarcelan

La catedral sonora como un aplauso

O como un beso.

Jorge Luis Borges

Decía Rodin (1914, p.1) que “las catedrales imponen el sentimiento de la

confianza, de la seguridad, de la paz; ¿cómo? Por medio de la armonía.”

Menciona el artista tres atributos que describen tanto a las religiones como a la

arquitectura, pero además agrega el vehículo en que ambas se consolidan.

Mientras que la religión explora los senderos de la armonía espiritual, la

arquitectura congela —así lo ha hecho siempre— las ideas de un artista en

armonía plena.

Una catedral es la conjunción perfecta de estas dos armonías, el equilibrio entre

las partes y el todo. Porque, después de todo, la catedral representa el santuario

máximo de Dios, la conexión entre lo mundano y lo celestial.

Para América y su contexto artístico colonial, la arquitectura eclesiástica

significaba algo más que un vínculo divino. La construcción de una catedral

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representaba el nivel más alto al que podía aspirar un país. Europa, además de

personificar al territorio dominante, constituía el ideal socioeconómico y artístico.

Por eso, apegarse a las corrientes europeas implicaba la expresión más ortodoxa

del arte americano.

Sincretismo arquitectónico.

Podría resultar contradictorio, pero la

Catedral de México no es la armonía

plena, sino la suma de varias

armonías o, mejor dicho, una

síntesis del arte colonial. Los

trescientos años que tardó su construcción justifican este conglomerado. Al

caminar entre los altos muros de la catedral se pueden apreciar las bóvedas de

crucería que datan de los primeros años de construcción, la mano neoclásica de

Ortiz de Castro, la precisión elegante de Tolsá y, claro, la abundante presencia

barroca y churrigueresca. Este sincretismo arquitectónico, quizá a manera de

metáfora, constituye hoy una de las obras representativas del arte mexicano: una

analogía con la idiosincrasia mexicana.

De lo gótico y lo barroco

El término ‘gótico’ fue adoptado por los humanistas del Renacimiento para

desprestigiar el arte de los Godos. Cuando se iniciaron los trabajos de

construcción de la Catedral de México, el arte gótico

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estaba perdiendo fuerza en Europa. Sin embargo, las dos bóvedas que se erigen

sobre Sacristía, así como las que cubren la Sala Capitular de la catedral

conservan rasgos del gótico tardío.

En el siglo XVI, el término ‘barroco’ aún no se había instaurado; fue hasta el siglo

XVIII cuando aparecieron las primeras acepciones, que hacían referencia

peyorativa hacia este estilo. En el Dizionario delle belle del disegno (1797), F.

Milizia definió “barroco” como silogismo medieval que, tras una forma exagerada,

ocultaba un fondo de inconsistente lógica. Otra acepción, la del Dictionaire de

Trévoux (1771), hacía alusión a un arte que no respetaba las normas de la

armonía.

Sin embargo, la introducción del estilo barroco en el arte pictórico y arquitectónico

no sólo respondió a un cambio artístico y formal de la obra, sino también a una

transformación intelectual que se oponía a las ideas renacentistas y una

deformación de los valores clásicos.

Para la Iglesia católica, el arte barroco fungió como propaganda de la fe. Y mucho

le debe a la instauración del Concilio de Trento (1545-1563). Según éste, el arte

debía ser claro, sencillo, comprensible,

con una interpretación realista y debía

constituir un estímulo a la piedad.

En las colonias americanas, la

cosmovisión de los arquitectos

españoles se conjugó con la creciente

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inventiva de los pobladores originarios. Así se crearon nuevos acercamientos al

arte barroco. Este resurgimiento coincidió con el paulatino desvanecimiento del

barroco en Europa y el surgimiento del neoclásico. En la Catedral Metropolitana,

las expresiones más sublimes del desarrollo barroco se aprecian en las portadas

frontales y en los dorados retablos.

La catedral neoclásica.

Durante el siglo XVIII ya era útil para realizar los ritos y ceremonias religiosas al

interior de la Catedral de México, por lo que no existía una verdadera necesidad

de continuar con las labores de construcción. Sin embargo se sabe que, a pesar

del silencio arquitectónico que caracterizó esta etapa de la construcción, el interior

de la catedral era aún testigo de cambios significativos: aproximadamente hacia

1737, se presentaron las tribunas que rodean al coro, el proyecto del presbiterio y

el altar de los Reyes.

Aunado a esto, el auge del neoclasicismo, que buscaba imitar las formas y estilos

de la arquitectura griega, no fue ajeno a la construcción de la catedral.

Dado que la mayor parte de la edificación ya había sido concluida, los rasgos

neoclásicos no aparecen con demasiada fuerza al exterior de la catedral. Pero al

interior de las capillas se realizaron algunos cambios, se sustituyeron retablos

barrocos por neoclásicos.

Tolsá y la Catedral.

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Manuel Tolsá, ícono de la arquitectura en México, se ocupó de la última etapa de

la construcción. Según Manuel Toussaint, fue él quien le dio un aspecto de algo

concluido a la Catedral.

Se percató Tolsá de que las torres

ocupaban gran parte del campo visual de

la fachada, por lo que le colocó un

enorme volumen con el propósito de que

alcanzara una proporción con la altura de las torres. Sobre los cambios

específicos que realizó Tolsá a la edificación, menciona Salvador de la Fuente

(2002):

“Además, unifica fachadas, torres y contrafuertes mediante el tema armónico de

las balaustradas, que se repite a lo largo, alto y ancho de toda la catedral. Los

contrafuertes tienen unas ménsulas invertidas que ligan la parte baja y media de la

Catedral. En las torres sigue repitiendo su tema espacial: las balaustradas y

muretes que sostienen los florones; para insistir más aún en la importancia de la

balaustrada, pero también subrayar la estructura sustentante.”

Una mezcla de estilos, un sincretismo de corrientes. Eso es la Catedral

Metropolitana, la que hoy se constituye como una de las más grandes de América

Latina. Es, acaso, un reflejo de la vida de México: un sinfín de cambios, de

apariencias; una interminable maza de idiosincrasias.

BIBLIOGRAFÍA

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Fraga, M., Fernández, M.J. (2008). Historia del Arte. México: Pearson.

Fuente, de la, S. (2002). Manuel Tolsá. México: CONACULTA

Rodin, A. (1914).  Les cathédrales de France. París: Armand Colin.

Toussaint, M. (1973). La Catedral de México. México: Porrúa.

www.catedralmetropolitanademexico.mx

http://www.arquidiocesismexico.org.mx/