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la celebracióncristiana: sacramentos y oración

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Unidad 1 la celebración cristiana

EN LA ILUSTRACIÓN, LA LITURGIA DEL CIELO, SEGÚN UNA MINIATURA DEL LLAMADO «BEATO DE LIÉBANA», UN COMENTARIO AL LIBRO DEL APOCALIPSIS QUE SE REMONTA AL SIGLO VIII.

EL DON DEL ESPÍRITU INAUGURA UN TIEMPO NUEVO EN LA «DISPENSACIÓN DEL MISTERIO»: EL TIEMPO DE LA IGLESIA, DURANTE EL CUAL CRISTO MANIFIESTA, HACE PRESENTE Y COMUNICA SU OBRA DE SALVACIÓN MEDIANTE LA LITURGIA DE SU IGLESIA «HASTA QUE ÉL VUELVA». Esquema ESTE ES EL ESQUEMA QUE SIGUE EL TEXTO. LÉELO ANTES DE PONERTE A ESTUDIAR.

1. QUÉ ES LA LITURGIA

1.1. Razón de ser de la liturgia 1.2. Significado de la palabra «liturgia» 1.3. La liturgia como fuente de vida 1.4. Oración y liturgia 1.5. Catequesis y liturgia

2. LA LITURGIA, OBRA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

2.1. El Padre, fuente y fin de la liturgia 2.2. La obra de Cristo en la liturgia 2.3. El Espíritu Santo y la iglesia en la liturgia

3. EL MISTERIO PASCUAL EN LOS SACRAMENTOS DE LA IGLESIA

3.1. Sacramentos de Cristo 3.2. Sacramentos de la iglesia

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3.3. Sacramentos de la fe 3.4. Sacramentos de salvación

bibliografía LA UNIDAD HA SIDO CONFECCIONADA USANDO LAS OBRAS CITADAS MÁS ABAJO.

Catecismo de la iglesia católica, nn. 1066-1134.

para estudiar LEE EL TEXTO, HAZ UN ESQUEMA Y ANOTA LAS DUDAS QUE TE SURJAN.

1. QUÉ ES LA LITURGIA

1.1. Razón de ser de la liturgia

En el credo, la Iglesia confiesa el misterio de la Santísima Trinidad y su «designio benevolente»1 sobre toda la creación: El Padre realiza el «misterio de su voluntad» entregando a su Hijo Amado y al Espíritu Santo para la salvación del mundo. Tal es el Misterio de Cristo2, revelado y realizado en la historia según un plan sabiamente ordenado que S. Pablo llama «la economía del Misterio»3 y que la tradición patrística llamará «la Economía del Verbo encarnado» o «la Economía de la salvación».

«Cristo el Señor realizó esta obra de la redención humana y de la perfecta glorificación de Dios, preparada por las maravillas que Dios hizo en el pueblo de la Antigua Alianza, principalmen- te por el misterio pascual de su pasión, resurrección y ascensión. Por eso, en la liturgia, la Iglesia celebra principalmente el Misterio pascual por el que Cristo realizó la obra de nuestra salvación.

1.2. Significación de la palabra «Liturgia»

La palabra «Liturgia» significa originariamente «obra o quehacer público», «servicio de parte de y en favor del pueblo». En la tradición cristiana quiere significar que el Pueblo de Dios toma parte en «la obra de Dios»4. Por la liturgia, Cristo continúa en su Iglesia la obra de nuestra redención.

La palabra «Liturgia» en el Nuevo Testamento es empleada para designar no solamente

1 Ef 1,9.

2 Ver Ef 3,4.

3 Ef 3,9.

4 Ver Jn 17,4.

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la celebración del culto divino5 , sino también el anuncio del Evangelio6 y la caridad vivida por los creyentes7. En todas estas situaciones se trata del servicio de Dios y de los hombres. En la celebración litúrgica, la Iglesia es servidora, a imagen de su Señor, de cuyo sacerdocio participa ella.

Con razón se considera la liturgia como el ejercicio de la función sacerdotal de Jesucristo en la que, mediante signos sensibles, se significa y se realiza, según el modo propio de cada uno, la santificación del hombre y, así, el Cuerpo místico de Cristo, esto es, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público. Por ello, toda celebración litúrgica, como obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia8.

1.3. La liturgia como fuente de Vida

La Liturgia, obra de Cristo, es también una acción de su Iglesia. Realiza y manifiesta la Iglesia como signo visible de la comunión entre Dios y de los hombres por Cristo. Introduce a los fieles en la Vida nueva de la comunidad. Implica una participación «consciente, activa y fructífera» de todos. Pero no agota toda la acción de la Iglesia: debe ser precedida por la evangelización, la fe y la conversión; sólo así puede dar sus frutos en la vida de los fieles: la Vida nueva según el Espíritu, el compromiso en la misión de la Iglesia y el servicio de su unidad.

1.4. Oración y Liturgia

La Liturgia es también participación en la oración de Cristo, dirigida al Padre en el Espíritu Santo. En ella toda oración cristiana encuentra su fuente y su término. Por la liturgia el hombre interior es enraizado y fundado en «el gran amor con que el Padre nos amó»9 en su Hijo Amado.

1.5. Catequesis y Liturgia

La Liturgia es la cum bre a la que tiende la acción de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza. Por tanto, es el lugar privilegiado de la catequesis del Pueblo de Dios. La catequesis está intrínsecamente unida a toda la acción litúrgica y sacramental, porque es en los sacramentos, y sobre todo en la Eucaristía, donde Jesucristo actúa en plenitud para la transformación de los hombres. La catequesis litúrgica pretende introducir en el Misterio de Cristo10, procediendo de lo visible a lo invisible, del signo a lo significado, de los «sacramen- tos» a los «misterios».

2. LA LITURGIA, OBRA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

2.1. El Padre, fuente y fin de la liturgia

«Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo; por cuanto nos ha elegido en él antes de la creación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor;

5 Ver Hch 13,2; Lc 1,23.

6 Ver Rm 15,16; Flp 2,14-17.30.

7 Ver Rm 15,27; 2 Co 9,12; Flp 2,25.

8 SC 7.

9 Ef 2,4.

10 De ahí el nombre de «mistagógicas» que se daba a la catequesis bautismales de los prim eros siglos. Literalmente «mistagógicas» significa «que conducen hacia el misterio».

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eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia con la que nos agració en el Amado», así reza el conocido himno de la carta a los Efesios11.

Bendecir es una acción divina que da la vida y cuya fuente es el Padre. Su bendición es a la vez palabra y don que brota de ella. Aplicado al hombre, este término significa la adoración y la acción de gracias de éste a su Creador.

Desde el comienzo y hasta la consumación de los tiempos, toda la obra de Dios es bendición. D esde el poema litúrgico de la primera creación en el libro del Génesis hasta los cánticos de la Jerusalén celestial en el Apocalipsis, los autores inspirados anuncian el designio de salvación como una inmensa bendición divina.

Desde el comienzo, Dios bendice a los seres vivos, especialmente al hombre y la mujer. La alianza con Noé y con todos los seres animados renueva esta bendición de fecundidad, a pesar del pecado del hombre por el cual la tierra queda «maldita». Pero es a partir de Abraham cuando la bendición divina penetra en la historia humana, que se encaminaba hacia la muerte, para hacerla volver a la vida, a su fuente: por la fe del «padre de los creyentes» que acoge la bendición se inaugura la historia de la salvación.

Las bendiciones divinas se manifiestan en acontecimientos maravillosos y salvadores: el nacimiento de Isaac, la salida de Egipto (Pascua y Éxodo), el don de la Tierra prometida, la elección de David, la Presencia de Dios en el templo, el exilio purificador y el retorno de un «pequeño resto». La Ley, los Profetas y los Salmos que tejen la liturgia del Pueblo elegido recuerdan a la vez estas bendiciones divinas y responden a ellas con las bendiciones de alabanza y de acción de gracias.

En la Liturgia de la Iglesia, la bendición divina es plenamente revelada y comunicada: el Padre es reconocido y adorado como la fuente y el fin de todas las bendiciones de la Creación y de la Salvación; en su Verbo, encarnado, muerto y resucitado por nosotros, nos colma de sus bendiciones y por él derrama en nuestros corazones el Don que contiene todos los dones: el Espíritu Santo.

Se comprende, por tanto, que en cuanto respuesta de fe y de amor a las «bendiciones espirituales» con que el Padre nos enriquece, la liturgia cristiana tiene una doble dimensión. Por una parte, la Iglesia, unida a su Señor y bajo la acción el Espíritu Santo, bendice al Padre mediante la adoración, la alabanza y la acción de gracias. Por otra parte, y hasta la consumación del designio de Dios, la Iglesia no cesa de presentar al Padre «la ofrenda de sus propios dones» y de implorar que el Espíritu Santo venga sobre esta ofrenda, sobre ella misma, sobre los fieles y sobre el mundo entero, a fin de que por la comunión en la muerte y en la resurrección de Cristo y por el poder del Espíritu estas bendiciones divinas den frutos de vida «para alabanza de la gloria de su gracia»12.

2.2. La obra de Cristo en la liturgia

Sentado a la derecha del Padre y derramando el Espíritu Santo sobre su Cuerpo que es la Iglesia, Cristo actúa ahora por medio de los sacramentos, instituidos por él para comunicar su gracia. Los sacramentos son signos sensibles (palabras y acciones), accesibles a nuestra humanidad actual. Realizan eficazmente la gracia que significan en virtud de la acción de Cristo y por el poder del Espíritu Santo.

En la Liturgia de la Iglesia, Cristo significa y realiza principalmente su misterio pascual. Durante su vida terrestre Jesús anunciaba con su enseñanza y anticipaba con sus actos el misterio pascual. Cuando llegó su Hora, vivió el único acontecimiento de la historia que no pasa: Jesús muere, es sepultado, resucita de entre los muertos y se sienta a la derecha del Padre «una vez para siempre»13. Es un acontecimiento real, sucedido en nuestra historia, pero absolutamente

11 Ef 1,3-6.

12 Ef 1,6.

13 Rm 6,10; Hb 7,27; 9,12.

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singular: todos los demás acontecimientos suceden una vez, y luego pasan y son absorbi- dos por el pasado. El misterio pascual de Cristo, por el contrario, no puede permanecer solamente en el pasado, pues por su muerte destruyó a la muerte, y todo lo que Cristo es y todo lo que hizo y padeció por los hombres participa de la eternidad divina y domina así todos los tiempos y en ellos se mantiene permanentemente presente. El acontecimien- to de la Cruz y de la Resurrección permanece y atrae todo hacia la Vida.

Como Cristo fue enviado por el Padre, él mismo envió también a los Apóstoles, llenos del Espíritu Santo, no sólo para que, al predicar el Evangelio a toda criatura, anuncia- ran que el Hijo de Dios, con su muerte y resurrección, nos ha liberado del poder de Satanás y de la muerte y nos ha conducido al reino del Padre, sino también para que reali- zaran la obra de salvación. Cristo resucitado, dando el Espíritu Santo a los Apóstoles, los convierte en signos sacramentales suyos. Ellos, por el poder del mismo Espíritu Santo confían este poder a sus sucesores. Esta «sucesión apostólica» estructura toda la vida litúrgica de la Iglesia. Ella misma es sacra- mental, transmitida por el sacramento del Orden.

Para llevar a cabo esta obra de la dispensación o comunicación de su obra de salvación Cristo está siempre presente en su Iglesia, principalmente en los actos litúrgicos. Está presente en la celebración eucarística, no sólo en la persona del ministro, sino también

A LO LARGO DE LOS SIGLOS, LA CELEBRACIÓN ECLESIAL HA CREADO SÍMBOLOS Y REPRESENTACIONES ARTÍSTICAS QUE RECOGEN PLÁSTICAMENTE LA FE CELEBRADA. ESAS MANIFESTACIONES, SIENDO LA FE UNA Y PERMANENTE, VARÍAN SEGÚN LAS ÉPOCAS. EL PANTOCRATOR ES UNA DE LAS MÁS BELLAS Y SIGNIFICATIVAS EXPRESIONES DE LA ESPIRITUALIDAD Y DE LA CONCEPCIÓN DE CRISTO DEL MEDIEVO. EL DE ARRIBA ES EL DE LA IGLESIA DE SAN CLEMENTE DE TAHULL. ES UNA PINTURA AL FRESCO QUE HOY SE CONSERVA EN EL MUSEO DE BELLAS ARTES DE CATALUÑA.

y sobre todo en el pan y el vino benditos. Está presente con su poder en los sacramentos, de modo que, cuando alguien bautiza, es Cristo quien bautiza. Está presente en su palabra, pues es él mismo el que habla cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura. Está presente, finalmente, cuando la Iglesia suplica y canta salmos, el mismo que prometió: «Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos»14

Además, en la liturgia terrena pregustamos de alguna manera y anticipamos lo que será la liturgia del cielo, que un día hemos de gozar en plenitud.

2.3. El Espíritu Santo y la Iglesia en la liturgia En la Liturgia, el Espíritu Santo es el pedagogo de la fe del Pueblo de Dios, el artífice

de las obras maestras de Dios que son los sacramentos de la Nueva Alianza. El deseo y la obra del Espíritu en el corazón de la Iglesia es que vivamos de la vida de Cristo resucitado. Cuando encuentra en nosotros la respuesta de fe que él ha suscitado, entonces se realiza una verdadera cooperación. Y por esa cooperación, la Liturgia viene a ser la obra común del Espíritu Santo y de la Iglesia.

En esta dispensación sacramental del misterio de Cristo, el Espíritu Santo actúa de la misma manera que en los otros tiempos de la Economía de la salvación: prepara la Iglesia para

14 Mt 18,20.

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el encuentro con su Señor, recuerda y manifiesta a Cristo a la fe de la asamblea; hace presente y actualiza el misterio de Cristo por su poder transformador; finalmente, el Espíritu de comunión une la Iglesia a la vida y a la misión de Cristo.

A) El Espíritu Santo prepara a recibir a Cristo El Espíritu Santo realiza en la economía sacramental las figuras de la Antigua

Alianza. Puesto que la Iglesia de Cristo estaba preparada maravillosamente en la historia del pueblo de Israel y en la Antigua Alianza, la Liturgia de la Iglesia conserva com o una parte integrante e irremplazable, haciéndolos suyos, algunos elementos del culto de la Antigua Alianza, como, por ejemplo, la lectura del Antiguo Testamento, la oración de los Salmos y sobre todo la memoria de los acontecimientos salvíficos y de las realidades significativas que encontraron su cumplimiento en el misterio de Cristo (la Promesa y la Alianza; el Éxodo y la Pascua, el Reino y el Templo; el Exilio y el Retorno).

Sobre esta armonía de los dos Testamentos se articula la catequesis pascual del Señor resucitado a los discípulos de Emaús15, y luego la de los Apóstoles y de los Padres de la Iglesia. Esta catequesis pone de manifiesto lo que permanecía oculto bajo la letra del Antiguo Testamento: el misterio de Cristo. Es llamada catequesis «tipológica», porque revela la novedad de Cristo a partir de «figuras» (tipos) que la anunciaban en los hechos, las palabras y los símbolos de la primera Alianza. Por esta relectura que, en virtud del Espíritu, se hace del Antiguo Testamento, a partir de Cristo, las figuras son explicadas y comprendidas en plenitud16. Así, el diluvio y el arca de Noé prefiguraban la salvación por el Bautismo17, y lo mismo la nube, y el paso del mar Rojo; el agua de la roca era la figura de los dones espirituales de Cristo18; el maná del desierto prefiguraba la Eucaristía «verdadero Pan del Cielo»19.

Por eso la Iglesia, especialmente durante los tiempos de Adviento, Cuaresma y sobre todo en la noche de Pascua, relee y revive todos estos acontecimientos de la historia de la salvación en el «hoy» de su Liturgia. Pero esto exige también que la catequesis ayude a los fieles a abrirse a esta inteligencia «espiritual» de la Economía de la salvación, tal como la Liturgia de la Iglesia la manifiesta y nos la hace vivir.

En la Liturgia de la Nueva Alianza, toda acción litúrgica, especialmente la celebración de la Eucaristía y de los sacramentos es un encuentro entre Cristo y la Iglesia. La asamblea litúrgica recibe su unidad de la comunión del Espíritu Santo que reúne a los hijos de Dios en el único Cuerpo de Cristo. Esta reunión desborda las afinidades humanas, raciales, culturales y sociales.

La Asamblea debe prepararse para encontrar a su Señor, debe ser un pueblo bien dispuesto. Esta preparación de los corazones es la obra común del Espíritu Santo y de la Asamblea, en particular de sus ministros. La gracia del Espíritu Santo tiende a suscitar la fe, la conversión del corazón y la adhesión a la voluntad del Padre. Estas disposiciones preceden a la acogida de las otras gracias ofrecidas en la celebración misma y a los frutos de Vida nueva que está llamada a producir.

B) El Espíritu Santo recuerda el Misterio de Cristo El Espíritu y la Iglesia cooperan en la manifestación de Cristo y de su obra de

salvación en la Liturgia. Principalmente en la Eucaristía, y análogamente en los otros sacramentos, la Liturgia es Memorial del Misterio de la salvación. El Espíritu Santo es la memoria viva de la Iglesia.

El Espíritu Santo recuerda primeramente a la asamblea litúrgica el sentido del acontecimiento de la salvación dando vida a la Palabra de Dios que es anunciada para ser recibida y vivida. El Espíritu Santo es quien da a los lectores y a los oyentes, según las disposiciones de sus corazones, la inteligencia espiritual de la Palabra de Dios. A través de las palabras, las

15 Ver Lc 24,13-49.

16 Ver 2 Co 3, 14-16.

17 Ver 1 P 3,21.

18 Ver 1 Co 10,1-6.

19 Jn 6,32.

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acciones y los símbolos que constituyen la trama de una celebración, el Espíritu Santo pone a los fieles y a los ministros en relación viva con Cristo, Palabra e Imagen del Padre, a fin de que puedan hacer pasar a su vida el sentido de lo que oyen, contemplan y realizan en la celebración.

La celebración litúrgica se refiere siempre a las intervenciones salvíficas de Dios en la historia. El plan de la revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente ligadas: las palabras proclaman las obras y explican su misterio. En la Liturgia de la Palabra, el Espíritu Santo «recuerda» a la Asamblea todo lo que Cristo ha hecho por nosotros. Según la naturaleza de las acciones litúrgicas y las tradiciones rituales de las Iglesias, una celebración «hace memoria» de las maravillas de Dios en una Anámnesis más o m enos desarrollada. El Espíritu Santo, que despierta así la memoria de la Iglesia, suscita entonces la acción de gracias y la alabanza (Doxología).

C) El Espíritu Santo actualiza el Misterio de Cristo La Liturgia cristiana no sólo recuerda los acontecimientos que nos salvaron, sino que los

actualiza, los hace presentes. El Misterio pascual de Cristo se celebra, no se repite; son las celebraciones las que se repiten; en cada una de ellas tiene lugar la efusión del Espíritu Santo que actualiza el único Misterio. La epíclesis («invocación sobre») es la intercesión mediante la cual el sacerdote suplica al Padre que envíe el Espíritu santificador para que las ofrendas se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Cristo y para que los fieles, al recibirlos, se conviertan ellos mismos en ofrenda viva para Dios. Junto con la Anámnesis, la Epíclesis es el centro de toda celebración sacramental, y muy particularmente de la Eucaristía.

D) La comunión del Espíritu Santo La finalidad de la misión del Espíritu Santo en toda acción litúrgica es poner en comunión

con Cristo para formar su Cuerpo. El Espíritu Santo es como la savia de la viña del Padre que da su fruto en los sarmientos20. En la Liturgia se realiza la cooperación más íntima entre el Espíritu Santo y la Iglesia. El Espíritu de Comunión permanece indefectiblemente en la Iglesia, y por eso la Iglesia es el gran sacramento de la comunión divina que reúne a los hijos de Dios dispersos.

La Epíclesis es también oración por el pleno efecto de la comunión de la Asamblea con el Misterio de Cristo. «La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios Padre y la comunión del Espíritu Santo»21

deben permanecer siempre con nosotros y dar frutos más allá de la

celebración eucarística. La Iglesia, por tanto, pide al Padre que envíe el Espíritu Santo para que haga de la vida de los fieles una ofrenda viva a Dios mediante la transformación espiritual a imagen de Cristo, la preocupación por la unidad de la Iglesia y la participación en su misión por el testimonio y el servicio de la caridad.

3 . EL MISTERIO PASCUAL EN LOS SACRAMENTOS DE LA IGLESIA

Toda la vida litúrgica de la Iglesia gravita en torno a la eucaristía y los otros sacramentos. Hay en la Iglesia siete sacramentos: Bautismo, Confirmación o Crismación, Eucaristía, Penitencia, Unción de los enfermos, Orden sacerdotal y Matrimonio. Tratamos aquí de lo que es común a todos ellos.

3.1. Los sacramentos de Cristo

La comunidad creyente profesa que los sacramentos fueron instituidos por Cristo. Eso significa que lo que en ellos realizamos lo hacemos por deseo del Señor y también que los signos y palabras que en algunos de ellos usamos no son sino el recuerdo de los signos y palabras que él mismo utilizó.

20 Ver Jn 15,1-17; Ga 5,22. 21 2 Co 13,13.

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Las palabras y las acciones de Jesús durante su vida oculta y su ministerio público eran ya salvíficas. Anticipaban la fuerza de su misterio pascual. Anunciaban y preparaban aquello que él daría a la Iglesia cuando todo tuviese su cumplimiento. Los misterios de la vida de Cristo son los fundamentos de lo que en adelante, por los ministros de su Iglesia, Cristo dispensa en los sacramentos.

Los sacramentos, como fuerzas que brotan del Cuerpo de Cristo siempre vivo y vivificante, y como acciones del Espíritu Santo que actúa en su Cuerpo que es la Iglesia, son «las obras maestras de Dios» en la nueva y eterna Alianza.

3.2. Los sacramentos de la Iglesia

Por el Espíritu, que la conduce a la verdad completa, la Iglesia reconoció poco a poco este tesoro recibido de Cristo y precisó su «dispensación», tal como lo hizo con el canon de las Sagradas Escrituras y con la doctrina de la fe. Así, la Iglesia ha precisado a lo largo de los siglos, que, entre sus celebraciones litúrgicas, hay siete que son, en el sentido propio del término, sacramentos instituidos por el Señor.

Los sacramentos son «de la Iglesia» en el doble sentido de que existen «por ella» y «para ella». Existen «por la Iglesia» porque ella es el sacramento de la acción de Cristo que actúa en

ella gracias a la misión del Espíritu Santo. Y existen «para la Iglesia», porque ellos son «sacramentos que constituyen la Iglesia», mani-

fiestan y comunican a los hombres, sobre todo en la Eucaristía, el mis- terio de la Comunión del Dios Amor.

OTRA MUESTRA DE LAS CREACIONES ARTÍSTICAS LIGADAS A LA CELEBRACIÓN CRISTIANA. AQUÍ TIENES EL CONOCIDÍSIMO Y REPRESENTATIVO EN CUANTO «TIPO» CONJUNTO DE PISA, EN EL QUE APARECEN LOS EDIFICIOS LIGADOS A LOS ACONTECIMIENTOS MÁS IMPORTANTES DE LA VIDA CRISTIANA, QUE TIENEN SU REPRESENTACIÓN EN LA VIDA LITÚRGICA DE LA IGLESIA: DE IZQUIERDA A DERECHA PUEDES VER: CEMENTERIO , LA MUERTE Y LA RESURRECCIÓN (1278- 1283), BAPTISTERIO DELANTE DEL CEMENTERIO, EL BAUTISMO (COMENZADO EN 1153), CATEDRAL, EL LUGAR DE LA EUCARISTÍA (COMENZADA EN 1063) Y CAMPANARIO (COMENZADO EN 1174).

Unida a Cristo, la Iglesia toda actúa en los sacramentos co- mo «comunidad sacerdotal»: gra- cias al Bautismo y la Confirmación, el pueblo entero está llamado a celebrar la Liturgia; por otra parte, algunos fieles «que han recibido el sacramento del orden están institui- dos en nombre de Cristo para ser los pastores de la Iglesia con la palabra y la gracia de Dios»22.

El ministerio ordenado o sacerdocio ministerial está al servi- cio del sacerdocio bautism al. Ga- rantiza que, en los sacramentos, sea Cristo quien actúa por el Espíri- tu Santo en favor de la Iglesia. La misión de salvación confiada por el Padre a su Hijo encarnado es con- fiada a los Apóstoles y por ellos a

sus sucesores: reciben el Espíritu de Jesús para actuar en su nombre y en su persona. Así, el ministro ordenado es el vínculo sacramental que une la acción litúrgica a lo que dijeron y realizaron los Apóstoles, y por ellos a lo que dijo y realizó Cristo, fuente y fundamento de los sacramentos.

Los tres sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y del Orden sacerdotal confieren, además de la gracia, un «carácter» o «sello» por el cual el cristiano participa del sacerdocio de Cristo y form a parte de la Iglesia según estados y funciones diversos. Esta configuración con Cristo y con la Iglesia, realizada por el Espíritu, es indeleble; permanece para siempre en el cristiano como disposición positiva para la gracia, como promesa y garantía de la protección

22 LG 11.

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divina y como vocación al culto divino y al servicio de la Iglesia. Por tanto, estos sacramentos no pueden ser reiterados.

3.3. Los sacramentos de la fe

Cristo envió a sus Apóstoles para que, en su Nombre, proclamasen a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados y, para que hiciesen discípulos, bautizando en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo23. La misión de bautizar, y por tanto la misión sacramental, está implicada en la misión de evangelizar, porque el sacramento es preparado por la Palabra de Dios y por la fe que es consentimiento a esta Palabra. Los sacramentos no sólo suponen la fe, también la fortalecen, la alimentan y la expresan con palabras y acciones; por se llaman sacramentos de la fe.

La fe de la Iglesia es anterior a la fe del fiel, el cual es invitado a adherirse a ella. Cuando la Iglesia celebra los sacramentos confiesa la fe recibida de los Apóstoles, de ahí el antiguo adagio: «Lex orandi, lex credendi» («La ley de la oración es la ley de la fe»): la Iglesia cree aquello que ora.

3.4. Los sacramentos de la salvación

Celebrados dignamente en la fe, los sacramentos confieren la gracia que significan. Son eficaces porque en ellos actúa Cristo mismo; él es quien bautiza, él quien actúa en sus sacramentos con el fin de comunicar la gracia que el sacramento significa. El Padre escucha siempre la oración de la Iglesia de su Hijo que, en la epíclesis de cada sacramento, expresa su fe en el poder del Espíritu. Como el fuego transforma en sí todo lo que toca, así el Espíritu Santo transforma en Vida divina lo que se somete a su poder.

El concilio de Trento24 asumió una formula que había acuñado los teólogos para afirmar esta idea. Los sacramentos obran «ex opere operato» ( «por el hecho mismo de que la acción es realizada»), es decir, en virtud de la obra salvífica de Cristo, realizada de una vez por todas. De ahí se sigue que el sacramento no actúa en virtud de la santidad personal del ministro que lo da («ex opere operantis») o de la bondad de la persona que lo recibe («ex opere operatum»), sino por el poder de Dios.

La Iglesia afirma también que para los creyentes los sacramentos de la Nueva Alianza son necesarios para la salvación.

3.5. Los sacramentos de la vida eterna

La Iglesia celebra el Misterio de su Señor «hasta que él venga» y «Dios sea todo en todos»25. En los sacramentos de Cristo, la Iglesia recibe ya las arras de su herencia, participa ya en la vida eterna, aunque «aguardando la feliz esperanza y la manifestación de la gloria del Gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo»26.

Santo Tomás resume así las diferentes dimensiones del signo sacramental: el sacramento es un signo que rememora lo que sucedió, es decir, la pasión de Cristo; es un signo que demuestra lo que sucedió entre nosotros en virtud de la pasión de Cristo, es decir, la gracia; y es un signo que anticipa, es decir, que preanuncia la gloria venidera.

23 Ver Lc 24,47; Mt 28,19.

24 DS 1608.

25 1Co 11,26; 15,28.

26 Tt 2,13.

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resumen AQUÍ TIENES EL RESUMEN DEL TEMA QUE HEMOS DESARROLLADO EN LAS PÁGINAS PRECEDENTES.

OEn la liturgia de la Iglesia, Dios Padre es bendecido y adorado como la fuente de todas las bendiciones de la Creación y de la Salvación, con las que nos ha bendecido en su Hijo para

darnos el EspIritu de adopción filial.

øLa obra de Cristo en la Liturgia es sacramental porque su Misterio de salvación se hace presente en ella por el poder de su EspIritu Santo; porque su Cuerpo, que es la Iglesia, es

como el sacramento (signo e instrumento) en el cual el EspIritu Santo dispensa el Misterio de la salvación; porque a través de sus acciones litúrgicas, la Iglesia peregrina participa ya, como en primicias, en la Liturgia celestial.

OLa misión del EspIritu Santo en la Liturgia de la Iglesia es la de preparar la Asamblea para el encuentro con Cristo; recordar y manifestar a Cristo a la fe de la asamblea de creyentes;

hacer presente y actualizar la obra salvIfica de Cristo por su poder transformador y hacer fructificar el don de la comunión en la Iglesia.

OLos sacramentos son sacramentos de Cristo (él los ha instituido), sacramentos de la Iglesia

(realizados por ella y para ella), sacramentos de la fe (la suponen, la fortalecen, la alimentan y la expresan), sacramentos de salvación (porque Cristo y el EspIritu actúan eficazmente en ellos) y sacramentos de vida eterna (porque todos ellos poseen una dimensión escatológica).

para reflexionar ESTE MATERIAL TE AYUDARÁ A ENTENDER MEJOR Y A PROFUNDIZAR EL TEMA.

El retorno al misterio.

1 Odo CASEL, El misterio del culto cristiano 86.

«Tú, oh Señor, amigo de la vida, tienes misericordia de todas las cosas, porque son tuyas, porque tu espíritu incorruptible está en todo. Por eso tú castigas, pero sólo con dulzura, a aquéllos que se alejan del camino recto, tú los amonestas y los corriges por sus pecados, para que se liberen de su maldad y crean en ti, oh Señor» (Sab 11,26;12,2). Dios, en verdad, deja que los hombres vayan libremente por sus caminos, porque los ha creado libres; sin embargo, su aliento vital, su espíritu santificador, su obrar omnipotente está presente en todos y jamás los abandona del todo.

Sobre esta verdad se basa el hecho sorprendente de que el género humano continuamente se «regenere», renazca en el espíritu. Observamos una simple regeneración de la vida de la humanidad también en nuestros días, que presentan un recodo en la historia del espíritu como quizá nunca se había verificado sobre la tierra en tal medida. En verdad, jamás el género humano tuvo

86 Odo CASEL, Il mistero del culto cristiano, Borla Roma 1985, 25-30.

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necesidad como hoy de cambio, de conversión, de renovación vital. Ya que la humanidad se había alejado en tal medida del misterio divino: nunca se había abandonado tan decididamente a la muerte.

«Dice el insensato en su corazón: no hay Dios» (Sal 13,1;52,1). Esta insensatez ha llegado hoy a su culmen en los millones de hombres que se califican “sin Dios” y expresan ya con esta expresión negativa la falta de seguridad, la insensatez de su rebelión. Para el hombre, el misterio de un Dios que domina sobre él en majestad soberana y dirige sin excepción los destinos terrenales, el misterio de su poder preponderante sobre cualquier otro poder se ha convertido en un peso gravoso que debería quitarse para quedarse libre y poder recorrer su propio camino. Este hombre no quiere reconocer por encima de sí ninguna ley eterna, ninguna voluntad absoluta; quiere ser libre de cualquier ligamen que no haya sido establecido por él mismo. Quiere ser por sí mismo su último fin, su propio rey, sin ser sometido a ninguno, sin estar al servicio de nadie. Quiere dominar la tierra; ésta es su reino, y él quiere verla claramente desde arriba; no existe un reino del espíritu suprarracional, no existe ningún más allá. Existe sólo la materia, que debe ser tratada con despegada objetividad.

De este modo, también la naturaleza ha perdido su carácter de misterio. El mundo permanece, como nunca, sin signos divinos, o mejor sin Dios. Ya no es símbolo, signo transparente de realidades espirituales. Ya no existe aquel hálito de misterio que aleteaba sobre la naturaleza, y frente al cual el hombre podía exclamar: «Tu sabiduría es maravillosa, inabarcable, demasiado elevada para que pueda alcanzarla» (Sal 138,6). El hombre ha penetrado en los aspectos más escondidos y profundos de la naturaleza. Cada día la tierra pierde una parte de su grandeza y de su profundidad; el hombre quiere lanzarse en le espacio cósmico para arrebatarle sus misterios, mientras, al mismo tiempo, analiza y disocia lo infinitamente pequeño. La naturaleza, precipitada de su trono y privada de sus velos, debe ahora poner a disposición del hombre todas sus fuerzas, para que éste pueda organizar su vida del modo más fácil y más agradable posible. Enormes sumas de dinero son acumuladas y conservadas a mano para que el hombre pueda disponer de todo, en todas partes, rápidamente. La técnica obra milagros y pone los resortes de la tierra a los pies del hombre para que los domine y los disfrute. La maldición misteriosa que Dios había pronunciado contra el hombre después del pecado y que hacía del trabajo humano un misterio de expiación sobrenatural, parece hoy abolida. Pobreza, enfermedad, dolores que análogamente deberían llevar la atención del hombre sobre la realidad del pecado y del más allá, son combatidos con una fuerza jamás vista hasta hoy; la muerte es retrasada lo más posible, y la duración media de la vida ha sido casi duplicada en relación a la de las generaciones precedentes. El misterio de la muerte se viste y se recubre todo lo posible, e incluso algunos sueñan con la eliminación de la muerte o al menos anuncian algo parecido para los próximos milenios.

Ahora bien, aunque el mundo externo ha sido despojado de su misterio, permanece para siempre el abismo inexplorable del alma humana. Sin embargo, también estas profundidades han sido puestas en peligro por la fría indagación del psicoanálisis; y lo que en el subconsciente yacía en la penumbra se revela ahora como un nudo de tendencias y de instintos ávidos, medio reprimidos, prestos a suscitar miedo y turbación. Amor, amistad, ideales, religión, todo puede ser reducido a reacciones nerviosas. En consecuencia, no queda en el mundo otra cosa que un goce material transitorio. Desaparece el respeto reverencial frente al misterio del alma del prójimo o frente al de la sociedad humana. ¿Cómo podría un hombre exigir todavía aquel respeto y aquel amor que son debidos al representante y al instrumento de una autoridad divina? ¿Cómo podría la comunidad —en tanto en cuanto representación de un valor suprapersonal y sagrado— exigir todavía el servicio hasta el sacrifico de la propia vida? No, el hombre es un átomo entre los muchos átomos de la materia: debe gozar su existencia antes de disolverse en la nada y debe sumergirse en la masa para acrecentar su poder. Un amor que se done por el propio semejante y se sacrifique por el bien de la comunidad, elevándose así a una existencia de orden superior, propia del misterio, es una

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quimera. Es verdad que se habla mucho del amor entre los hombres, de la fraternidad universal de los pueblos, del servicio a la humanidad; pero detrás de estas hermosas palabras no está el verdadero amor, la unión en la edificación del Cuerpo místico, sino la autodivinización de la humanidad, que se eleva a sí misma como ídolo en cada uno de sus miembros. La única forma de comunidad es la masa, que se coagula cada vez más para constituir una fuerza material y combatir con su propia fuerza cualquier pretensión de dominio por parte de poderes más elevados.

De este modo el hombre hoy está convencido de haber eliminado definitivamente la oscuridad del misterio y de encontrarse en la clara luz de su propia razón pura y de su propia voluntad libre de constricciones. El hombre es, por vez primera, el verdadero rey de este mundo.

Pero en realidad las cosas están como en el origen de la historia humana. Cuando el hombre creía que se había convertido, por sus propios medios, igual a Dios, que podía reconocer con su propia luz lo que es bueno y lo que es malo, que se había convertido —en resumen— en un adulto que no necesitaba ya de la guía paterna, justo entonces se dio cuenta de que estaba desnudo (Gn 3,7), de que era un rey sin honra, un señor privado de trono. Este primer pecado no es sólo un veneno contagioso que se transmite de generación en generación; vuelve siempre a repetirse. Y cada vez el resultado final es el mismo: el rebelde acaba siendo esclavo. Pero quizá nunca el hombre ha sido esclavo como hoy lo es, cuando cree que se ha liberado de toda atadura y cuando, a pesar de no ser súbdito de tiranos individuales, está dominado por fuerzas impersonales, mucho peores y más despiadadas, que se abalanzan sobre él y de las que no puede huir de ninguna manera. El hombre moderno ha clausurado para sí el último camino hacia la libertad, el que le quedaba a los esclavos en el mundo antiguo: el camino hacia la libertad de Dios. Y así está totalmente atado, encadenado a la materia: mientras que piensa que la domina, ésta le impone su voluntad; la máquina privada de alma, el oro privado de vida truenan como ídolos sobre él; y a estos ídolos les debe ofrecer sacrificios cruentos, les debe vender su corazón y su alma; penoso final para un individuo que en sus comienzos aparecía tan atrayente y lleno de promesas para el futuro.

Pues, si hoy vemos con horror las consecuencias, no deberíamos olvidar qué atrayentes y llenos de fascinación fueron los comienzos. Los hombres del primer renacimiento vivían como si se hubiera iniciado una primavera cuajada de flores. El período gótico había experimentado, después de la oscuridad y del peso opresor de la edad románica, una cierta fiereza en el huir de las criptas grávidas de misterio; el Renacimiento era arrojado a la clara luz del día y había permitido que un destello de luz se expandiese sobre todas las relaciones humanas. Ningún misterio amenazaba con estorbar la mirada y con cubrir de sombras la esencia de las cosas; el intelecto, la «razón» penetraba en todo y desvelaba al ojo del hombre ávido de conocer los prodigios de la creación, de modo que parecía que cada vez había menos espacio para la acción de Dios. Desde entonces la «ciencia» se ha liberado progresivamente de todas las ataduras de la fe y ha procedido de victoria en victoria. Análogamente la voluntad, liberada, se empeñó en pretensiones cada vez más altas y creó, con audacia prometeica, las maravillosas escaladas que se atribuía a sí misma.

Por fin, en el sagrado reino de la religión, de la iglesia y de la devoción, penetró el nuevo espíritu. Es verdad que el Occidente, en su complejo, mantiene todavía la fe de los padres; pero se quisieron explorar y analizar con la razón los secretos divinos, con el propósito de poderlos «demostrar». El método de las ciencias matemáticas, el fruto más completo de la razón abstracta, fue aplicado también a las «ciencias del espíritu» y finalmente a la sagrada teología. Las ciencias naturales, prescindiendo del obrar de un espíritu superior y encontrando dondequiera en la vida de la naturaleza la ley de su desarrollo, quisieron aplicar esta ley al dogma de la iglesia. Por otra parte, la acentuación de la autonomía de la voluntad se manifestó en un alejamiento de la teología antigua, según la cual Dios es el alfa y la omega de todo ser, su voluntad actúa en todo y su gracia dona la voluntad y la acción. En la nueva devoción, junto a Dios está también el hombre, libre y activo, que busca su camino hacia Dios y no se contenta de dejarse atraer por la gracia divina. El individuo se

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arroja hacia el Otro con un esfuerzo personal; la iglesia, como madre de gracia, permanece en cambio en la sombra. Y así surgieron en la vida de devoción los nuevos métodos de vida interior, muy refinados psicológicamente, fácilmente adaptables a cada individuo, aptos para estimular los esfuerzos personales.

La clara consecuencia de esto fue que frente a estas nuevas vías el misterio cristiano entró en la sombra. Aquél subrayaba demasiado la actividad misteriosa de la gracia divina, la copresencia y la colaboración de Dios y del hombre, en las cuales el hombre es la parte que recibe; ponía demasiado en relieve el auxilio materno de la iglesia que inserta al individuo en la comunidad; era demasiado poco visible y demostrable racionalmente; daba resultados demasiado poco asibles o mensurables; exigía demasiado el sacrificio de la «personalidad», de la «más alta felicidad de los hijos de la tierra», en favor de Dios y de la comunidad eclesiástica; en resumen, era demasiado simple, demasiado poco complicado, demasiado ligado a Dios, para satisfacer al hombre que había llegado a la plena conciencia de sus propias fuerzas. Humanismo racional y misterio no pueden estar de acuerdo.

Pero nuestro tiempo inauguró a la vez la caída del humanismo racionalista y la vía del retorno al misterio.

La reducción de la religión a una medida humana había llegado tan adelante que, en definitiva, ninguna religión parecía ya tener valor. Por eso, muchos dudaron de la religiosidad en sí, en cuanto que ésta no les tocaba ya en lo más íntimo ni los ensalzaba más allá de su nivel. Otros, en cambio, regresaron, con mayor fundamento, a una religión profunda. Buscaron de nuevo la antigua figura de Dios, que en majestad sublime y grandeza sin fin deja muy por detrás de sí cualquier característica humana y «eleva al hombre justo cuando lo tritura». El Dios poderoso, como lo llamaron los profetas, y el infinito amor de Dios, que se manifestó en la cruz de Cristo, revelan de nuevo al espíritu atónito del hombre su esplendor. Se reconoce de nuevo que Dios está presente en todo y que su poder lo inunda todo, que su voluntad todo lo domina, que su amor todo lo penetra y que el hombre se hace grande en Dios justo cuando se humilla a sí mismo. Se siente de nuevo la armonía llena de misterio entre Dios y la criatura. El mundo es de nuevo campo de acción de fuerzas divinas, símbolo de ideas supraterrenales: en una palabra, el misterio divino está de nuevo delante de nuestros ojos suscitando temor y, al mismo tiempo, lleno de atracción y de convite.

para escribir SIGUE LAS INSTRUCCIONES Y ESCRIBE TU REFLEXIÓN EN EL CUADERNO DE TRABAJO.

Define los siguientes término, usando tus propias palabras: a) Memorial (anámnesis) b) EpIclesis c) Liturgia

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2 Lee atentamente el texto del Para reflexionar 1. La primera edición de la obra de la que hemos entresacado el texto es del año 1932. La que nosotros hemos traducido del italiano es a su vez traducción de la cuarta edición alemana, que es del 1960. Teniendo en cuenta esto, responde a las siguientes cuestiones: a) ¿Qué opinión te merece el texto? ¿lo crees actual? b) ¿En qué estás de acuerdo y en qué disientes con el autor?

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Unidad 2 los sacramentos de iniciación cristiana (I): el bautismo

EN LA ILUSTRACIÓN, UNA DE LAS VERSIONES DEL BAUTISMO DE CRISTO, DE EL GRECO.

EL BAUTISMO ES EL PRIMERO DE LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA, ES EL FUNDAMENTO DE TODA LA VIDA CRISTIANA, EL PÓRTICO DE LA VIDA EN EL ESPÍRITU Y LA PUERTA QUE ABRE EL ACCESO A LOS OTROS SACRAMENTOS. POR EL BAUTISMO SOMOS LIBERADOS DEL PECADO Y REGENERADOS COMO HIJOS DE DIOS, LLEGAMOS A SER MIEMBROS DE CRISTO Y SOMOS INCORPORADOS A LA IGLESIA Y HECHOS PARTÍCIPES DE SU MISIÓN.

Esquema ESTE ES EL ESQUEMA QUE SIGUE EL TEXTO. LÉELO ANTES DE PONERTE A ESTUDIAR.

1. EL NOMBRE DE ESTE SACRAMENTO 2. EL BAUTISMO EN LA ECONOMÍA DE LA SALVACIÓN

2.1. Las prefiguraciones del Bautismo en la Antigua Alianza 2.2. El Bautismo de Cristo 2.3. El bautismo en la Iglesia

3. LA CELEBRACIÓN DEL SACRAMENTO DEL BAUTISMO

3.1. La iniciación cristiana 3.2. La mistagogia de la celebración

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4. QUIÉN PUEDE RECIBIR EL BAUTISMO 4.1. El Bautismo de adultos 4.2. El Bautismo de niños 4.3. Fe y Bautismo

5. QUIÉN PUEDE BAUTIZAR 6. LA NECESIDAD DEL BAUTISMO 7. LA GRACIA DEL BAUTISMO

7.1. La remisión de los pecados 7.2. La regeneración 7.3. La incorporación a la iglesia 7.4. El vInculo sacramental de la unidad de los cristianos 7.5. El carácter bautismal

bibliografía LA UNIDAD HA SIDO CONFECCIONADA USANDO LAS OBRAS CITADAS MÁS ABAJO.

Catecismo de la iglesia católica, nn. 1213-1284.

para estudiar LEE EL TEXTO, HAZ UN ESQUEMA Y ANOTA LAS DUDAS QUE TE SURJAN.

1. EL NOMBRE DE ESTE SACRAMENTO

Este sacramento recibe el nombre de Bautism o en razón del carácter del rito central mediante el que se celebra: bautizar (baptizein en griego) significa «sumergir», «introducir dentro del agua»; la «inm ersión» en el agua simboliza el acto de sepultar al catecúmeno en la muerte de Cristo de donde sale por la resurrección con él como «nueva criatura».

Este sacramento es llamado también «baño de regeneración y de renovación del EspIritu Santo»87, porque significa y realiza ese nacimiento del agua y del EspIritu sin el cual «nadie puede entrar en el Reino de Dios»88.

Antiguamente era llamado también «iluminación», porque en él, después de haber sido iluminados por la Luz verdadera que ilumina a todo hombre (Cristo), nos convertimos en «hijos de la luz»89.

87 Tt 3,5.

88 Jn 3,5.

89 1Tes 5,5.

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2 EL BAUTISMO EN LA ECONOMÍA DE LA SALVACIÓN

2.1. Las prefiguraciones del Bautismo en la Antigua Alianza

En la Liturgia de la Noche Pascual, cuando se bendice el agua bautismal, la Iglesia hace solemnemente memoria de los grandes acontecimientos de la historia de la salvación que prefiguraban ya el misterio del Bautismo. La plegaria de la bendición del agua es un resumen de las prefiguraciones veterotestamentarias del bautismo.

Desde el origen del mundo, el agua, criatura humilde y admirable, es la fuente de la vida y de la fecundidad. La Sagrada Escritura dice que el EspIritu de Dios «se cernIa» sobre ella.

La Iglesia ha visto en el Arca de Noé una prefiguración de la salvación por el bautismo. En efecto, por medio de ella «unos pocos, es decir, ocho personas, fueron salvados a través del agua»90.

Si el agua de manantial simboliza la vida, el agua del m ar es un sImbolo de la muerte. Por lo cual, pudo ser sImbolo del misterio de la Cruz. Por este simbolismo el bautismo significa la comunión con la muerte de Cristo.

Sobre todo el paso del Mar Rojo, verdadera liberación de Israel de la esclavi- tud de Egipto, es el que anuncia la libera- ción obrada por el bautismo.

EL DILUVIO ES UNA DE LAS FIGURAS DE LA ANTIGUA ALIANZA A LA QUE CONTI- NUAMENTE ALUDEN LOS PADRES DE LA IGLESIA PARA REFERIRSE AL BAUTISMO. COMO EN EL DILUVIO FUE SEPULTADA AL HUMANIDAD PECADORA, EN LAS AGUAS BAUTISMALES ES SEPULTADO NUESTRO PECADO; COMO EL DILUVIO DIO PASO AL NACIMIENTO DE UNA NUEVA HUMANIDAD, ASÍ DE LA FUENTE BAUTISMAL SALIMOS HECHOS CRIATURAS NUEVAS; COMO EL ARCA (MADERA) SALVÓ A NOÉ Y A LOS SUYOS DEL DILUVIO, ASÍ LA SEÑAL DE LA CUZ (EL MADERO) SOBRE EL AGUA NOS SALVA A NOSOTROS. EN LA ILUSTRACIÓN, «NOÉ Y SUS HIJOS», DE RAFAEL.

Finalmente, el Bautismo es prefigu- rado en el paso del Jordán, por el que el pueblo de D ios recibe el don de la tierra prometida a la descendencia de Abraham, imagen de la vida eterna. La promesa de esta herencia bienaventurada se cumple en la nueva Alianza.

2.2. El Bautismo de Cristo

Todas las prefiguraciones de la Antigua Alianza culminan en Cristo Jesús. Él comienza su vida pública después de hacerse bautizar por Juan el Bautista en el Jordán, y, después de su Resurrección, confiere esta m isión a sus Apóstoles: «Id, pues, y haced discIpulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del EspIritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado»91.

Jesús se sometió voluntariamente al Bautismo de Juan, destinado a los pecadores, para «cumplir toda justicia». Este gesto de Jesús es una manifestación de su anonadamiento. El EspIritu que se cernIa sobre las aguas de la primera creación desciende entonces sobre Cristo, como preludio de la nueva creación, y el Padre manifiesta a Jesús como su «Hijo amado».

En su Pascua, Cristo abrió a todos los hombres las fuentes del Bautismo. En efecto, habIa hablado ya de su pasión que iba a sufrir en Jerusalén como de un «Bautismo» con que debIa ser bautizado92. La sangre y el agua que brotaron del costado traspasado de Jesús crucificado son figuras del Bautismo y de la EucaristIa, sacramentos de la vida nueva: desde entonces, es posible «nacer del agua y del EspIritu» para entrar en el Reino de Dios.

90 1Pe 3,20.

91 Mt 28,19-20; ver Mc 16,15-16.

92 Mc 10,38; ver Lc 12,50.

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2.3. El bautismo en la Iglesia

Desde el dIa de Pentecostés la Iglesia ha celebrado el Bautismo. En efecto, S. Pedro declara a la multitud conmovida por su predicación: «ConvertIos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del EspIritu Santo»93. Los Apóstoles y sus colaboradores ofrecen el bautismo a quien crea en Jesús: judIos, hombres temerosos de Dios, paganos. El Bautismo aparece siempre ligado a la fe, que es necesaria para recibirlo.

Y al recibirlo, el creyente participa en la muerte y resurrección de Cristo, de modo que es llamado a vivir una vida nueva, puesto que ha sido purificado, santificado y justificado.

3. LA CELEBRACIÓN DEL SACRAMENTO DEL BAUTISMO

3.1. La iniciación cristiana

Desde los tiempos apostólicos, para llegar a ser cristiano se sigue un camino y una iniciación que consta de varias etapas. Este camino com prende siempre algunos elementos esenciales: el anuncio de la Palabra, la acogida del Evangelio que lleva a la conversión, la profesión de fe, el Bautismo, la efusión del EspIritu Santo, el acceso a la comunión eucarIstica.

Esta iniciación ha variado mucho a lo largo de los siglos y según las circunstancias. En los primeros siglos de la Iglesia, la iniciación cristiana conoció un gran desarrollo, con un largo perIodo de catecumenado, y una serie de ritos preparatorios que jalonaban litúrgicam ente el camino de la preparación catecumenal y que desembocaban en la celebración de los sacramentos de la iniciación cristiana.

Desde que el bautismo de los niños vino a ser la forma habitual de celebración de este sacram ento, ésta se ha convertido en un acto único que integra de manera muy abreviada las etapas previas a la iniciación cristiana. Por su naturaleza misma, el Bautismo de niños exige un catecumenado postbautismal. No se trata sólo de la necesidad de una instrucción posterior al Bautismo, sino del desarrollo necesario de la gracia bautismal en el crecimiento de la persona. Es el momento propio de la catequesis.

El Concilio Vaticano II ha restaurado para la Iglesia latina el catecumenado de adultos. Sus ritos se encuentran en el Ritual de la iniciación cristiana de adultos. Por otra parte, el Concilio ha permitido que en tierras de misión, además de los elementos de iniciación contenidos en la tradición cristiana, pueden admitirse también aquellos que se encuentran en uso en cada pueblo siempre que puedan acomodarse al rito cristiano.

Hoy, pues, en todos los ritos latinos y orientales la iniciación cristiana de adultos comienza con su entrada en el catecumenado, para alcanzar su punto culminante en una sola celebración de los tres sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y de la EucaristIa. En los ritos orientales, la iniciación cristiana de los niños comienza con el Bautismo, seguido inmediatamente por la Confirmación y la EucaristIa; mientras que en el rito romano, el bautismo es seguido de unos años de catequesis, en los que se administra sucesivamente la eucaristIa y la confirmación.

3.2. La mistagogia de la celebración

El sentido y la gracia del sacramento del Bautismo aparece claramente en los ritos de su celebración. Cuando se participa atentamente en los gestos y las palabras de esta celebración, los fieles se inician en las riquezas que este sacramento significa y realiza en cada nuevo bautizado. Explicamos los más importantes.

La señal de la cruz, al comienzo de la celebración, señala la impronta de Cristo sobre el que le va a pertenecer y significa la gracia de la redención que Cristo nos ha adquirido por su cruz.

93 Hch 2,38.

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El anuncio de la Palabra de Dios ilumina con la verdad revelada a los candidatos y a la asamblea y suscita la respuesta de la fe, inseparable del Bautismo. En efecto, el Bautismo es de un modo particular «el sacramento de la fe» por ser la entrada sacramental en la vida de fe.

Puesto que el Bautismo significa la liberación del pecado y de su instigador, el diablo, se pronuncian uno o varios exorcismos sobre el candidato. Éste es ungido con el óleo de los catecúmenos o bien el celebrante le impone la mano y el candidato renuncia explIcitamente a Satanás. AsI preparado, puede confesar la fe de la Iglesia, a la cual será confiado por el Bautismo.

Viene después la bendición del agua bautismal mediante una oración de epIclesis (en el momento mismo o en la noche pascual). La Iglesia pide a Dios que, por medio de su Hijo, el poder del EspIritu Santo descienda sobre esta agua, a fin de que los que sean bautizados con ella nazcan del agua y del EspIritu.

Sigue entonces el rito esencial del sacramento: el Bautismo propiamente dicho, que significa y realiza la muerte al pecado y la entrada en la vida de la SantIsima Trinidad a través de la configuración con el Misterio pascual de Cristo. El Bautismo es realizado de la manera más significativa mediante la triple inmersión en el agua bautismal. Pero desde la antigüedad puede ser también conferido derramando tres veces agua sobre la cabeza del candidato.

En la Iglesia latina, esta triple infusión va acompañada de las palabras del ministro: «N., Yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo y del EspIritu Santo». En las liturgias orientales, estando el catecúmeno vuelto hacia el Oriente, el sacerdote dice: «El siervo de Dios, N., es bautizado en el nom bre del Padre, y del Hijo y del EspIritu Santo». Y mientras invoca a cada persona de la SantIsima Trinidad, lo sumerge en el agua y lo saca de ella.

La unción con el santo crisma, óleo perfumado y consagrado por el obispo, significa el don del EspIritu Santo al nuevo bautizado. Ha llegado a ser un cristiano, es decir, «ungido» por el EspIritu Santo, incorporado a Cristo, que es ungido sacerdote, profeta y rey.

En la liturgia de las Iglesias de Oriente, esta unción postbautismal es el sacramento de la Crismación (Confirmación). En la liturgia romana, dicha unción anuncia una segunda unción del santo crisma que dará el obispo: el sacramento de la Confirmación que, por asI decirlo, «confirma» y da plenitud a la unción bautismal.

La vestidura blanca simboliza que el bautizado se ha «revestido de Cristo»: ha resucitado con Cristo. El cirio que se enciende en el cirio pascual, significa que Cristo ha iluminado al neófito. En Cristo, los bautizados son «la luz del mundo».

El nuevo bautizado es ahora hijo de Dios en el Hijo Único. Puede ya decir la oración de los hijos de Dios: el Padrenuestro.

La primera comunión eucarística. Hecho hijo de Dios, revestido de la túnica nupcial, el neófito es admitido «al festIn de las bodas del Cordero» y recibe el alimento de la vida nueva, el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Las Iglesias orientales conservan una conciencia viva de la unidad de la iniciación cristiana por lo que dan la comunión a todos los nuevos bautizados y

EL RITO BAUTISMAL PASÓ PROGRESIVAMENTE DE LA «INMERSIO» (SUMERGIRSE EN EL AGUA) A LA «MERSIO» (MATERSE EN EL AGUA HASTA LA CINTURA Y DERRAMARLA SOBRE LA CABEZA) Y DE ÉSTA A LA «INFUSIO» (DERRAMAR EL AGUA SOBRE LA CABEZA SOLAMANTE), CON LO CUAL LA INTERPRETACIÓN TEOLÓGICA SE FUE DECANTANDO DESDE LA «PARTICIPACIÓN EN LA MUERTE Y RESURRECCIÓN DE CRISTO» A LA CONCEPCIÓN DEL BAUTISMO COMO «LAVATORIO DEL PECADO». LAS PILAS ARRIBA REPRESENTADAS SON DE LA ÉPOCA EN QUE SE HA GENERALIZADO EL RITO DE INFUSIÓN. LA DE LA IZQUIERDA, ES DE PIEDRA CON DECORACIÓN VEGETAL. DATA DE FINALES DEL SIGLO XI Y ESTÁ EN LA IGLESIA DE SAN PEDRO DE MONTDIDIER (FRANCIA). LA DEL CENTRO TAMBIÉN DE PIEDRA, DECORADA CON ARQUERÍAS, ESTÁ EN LA IGLESIA DE COJÓBAR (ESPAÑA) Y DATA DEL SIGLO XII. LA DE LA DERECHA, DEL MISMO SIGLO, EN PIEDRA, COMO LAS OTRAS, CON RELIEVE DE LAS SANTAS MUJERES EN LA TUMBA DE JESÚS, PERTENECE A LA IGLESIA DE CALMENARES (ESPAÑA).

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confirmados, incluso a los niños pequeños. La Iglesia latina, que reserva el acceso a la EucaristIa a los que han alcanzado el uso de razón, expresa cómo el Bautismo introduce a la EucaristIa acercando al altar al niño recién bautizado para la oración del Padre Nuestro.

La bendición solemne cierra la celebración del Bautismo. En el Bautismo de recién nacidos, la bendición de la madre ocupa un lugar especial. 4. QUIÉN PUEDE RECIBIR EL BAUTISMO

El bautismo puede recibirlo cualquier persona que no haya sido bautizada.

4.1. El Bautismo de adultos

En los orIgenes de la Iglesia, cuando el anuncio del evangelio está aún en sus primeros tiempos, el Bautismo de adultos es la práctica más común. El catecumenado (preparación para el Bautismo) ocupa entonces un lugar importante. Iniciación a la fe y a la vida cristiana, el catecumenado debe disponer a recibir el don de Dios en el Bautismo, la Confirmación y la EucaristIa.

El catecumenado tiene por finalidad permitir a catecúmenos, en respuesta a la iniciativa divina y en unión con una comunidad eclesial, llevar a madurez su conversión y su fe.

4.2. El Bautismo de niños

Puesto que nacen con una naturaleza humana caIda y manchada por el pecado original, los niños necesitan también el nuevo nacimiento en el Bautismo para ser librados del poder de las tinieblas y ser trasladados al dominio de la libertad de los hijos de Dios, a la que todos los hom bres están llamados. La pura gratuidad de la gracia de la salvación se manifiesta particularmente en el bautismo de niños. Por tanto, la Iglesia y los padres cristianos privarIan al niño de la gracia inestimable de ser hijo de Dios si no le administraran el Bautismo poco después de su nacimiento.

Los padres cristianos deben reconocer que esta práctica corresponde también a su misión de alimentar la vida que Dios les ha confiado

La práctica de bautizar a los niños pequeños es una tradición antiquIsima de la Iglesia. Está atestiguada explIcitamente desde el siglo II. Sin embargo, es muy posible que, desde el comienzo de la predicación apostólica, cuando «casas» enteras recibieron el Bautismo, se haya bautizado también a los niños, aunque no fuera ésta la norma general.

4.3. Fe y Bautismo

El Bautismo es el sacramento de la fe. Pero la fe tiene necesidad de la comunidad de creyentes. Sólo en la fe de la Iglesia puede creer cada uno de los fieles. La fe que se requiere para el Bautismo no es una fe perfecta y madura, sino un comienzo que está llamado a desarrollarse. Al catecúmeno o a su padrino se le pregunta: «¿Qué pides a la Iglesia de Dios?» y él responde: «¡La fe!».

En todos los bautizados, niños o adultos, la fe debe crecer después del Bautismo. Por eso, la Iglesia celebra cada año en la noche pascual la renovación de las promesas del Bautismo. La preparación al Bautismo sólo conduce al umbral de la vida nueva. El Bautismo es la fuente de la vida nueva en Cristo, de la cual brota toda la vida cristiana.

Para que la gracia bautismal pueda desarrollarse es importante la ayuda de los padres. Ese es también el papel del padrino o de la madrina, que deben ser creyentes sólidos, capaces y prestos a ayudar al nuevo bautizado, niño o adulto, en su camino de la vida cristiana. Su tarea es una verdadera función eclesial. Toda la comunidad eclesial participa de la responsabilidad de desarrollar y guardar la gracia recibida en el Bautismo.

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5. QUIÉN PUEDE BAUTIZAR

Son ministros ordinarios del Bautismo el obispo y el presbItero y, en la Iglesia latina, también el diácono. En caso de necesidad, cualquier persona, incluso no bautizada, puede bautizar si tiene la intención de hacer lo que hace la iglesia y utiliza la fórmula bautismal trinitaria («N. Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del EspIritu Santo»). La Iglesia ve la razón de esta posibilidad en la voluntad salvIfica universal de Dios y en la necesidad del Bautismo para la salvación.

6. LA NECESIDAD DEL BAUTISMO

El Señor mismo afirma que el Bautismo es necesario para la salvación94. Por ello mandó a sus discIpulos a anunciar el Evangelio y bautizar a todas las naciones. El Bautismo es necesario para la salvación en aquellos a los que el Evangelio ha sido anunciado y han tenido la posibilidad de pedir este sacramento. La Iglesia no conoce otro medio que el Bautismo para asegurar la entrada en la bienaventuranza eterna; por eso está obligada a no descuidar la misión que ha recibido del Señor de hacer «renacer del agua y del espIritu» a todos los que pueden ser bautizados. Dios ha vinculado la salvación al sacramento del Bautismo, pero su intervención salvIfica no queda reducida a los sacramentos.

Desde siempre, la Iglesia posee la firme convicción de que quienes padecen la muerte por razón de la fe, sin haber recibido el Bautismo, son bautizados por su muerte con Cristo y por Cristo. Este Bautismo de sangre — y también el deseo del Bautismo— produce los frutos del Bautismo sin ser sacramento.

A los catecúmenos que m ueren antes de su Bautismo, el deseo explIcito de recibir el bautismo unido al arrepentimiento de sus pecados y a la caridad, les asegura la salvación que no han podido recibir por el sacramento.

Todo hombre que, ignorando el evangelio de Cristo y su Iglesia, busca la verdad y hace la voluntad de Dios según él la conoce, puede ser salvado. Se puede suponer que semejantes personas habrIan deseado explIcitamente el Bautismo si hubiesen conocido su necesidad.

En cuanto a los niños muertos sin Bautismo, la Iglesia sólo puede confiarlos a la misericordia divina, como hace en el rito de las exequias por ellos. En efecto, la gran misericordia de Dios, que quiere que todos los hombres se salven y la ternura de Jesús con los niños, que le hizo decir: «Dejad que los niños se acerquen a mI, no se lo impidáis», nos permiten confiar en que haya un camino de salvación para los niños que mueren sin Bautismo. Por esto es más apremiante aún la llamada de la Iglesia a no impedir que los niños pequeños vengan a Cristo por el don del bautismo. 7. LA GRACIA DEL BAUTISMO

Los distintos efectos del Bautismo son significados por los elementos sensibles del rito sacramental. La inmersión en el agua evoca los simbolismos de la muerte y de la purificación, pero también los de la regeneración y de la renovación. Los dos efectos principales, por tanto, son la purificación de los pecados y el nuevo nacimiento en el EspIritu Santo95.

7.1. La remisión de los pecados

Por el Bautismo, todos los pecados son perdonados, el pecado original y todos los pecados personales. En efecto, en los que han sido regenerados no permanece nada que les impida entrar en el Reino de Dios, ni el pecado de Adán, ni el pecado personal, ni las

94 Ver Jn 3,5.

95 Ver Hch 2,38; Jn 3,5.

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consecuencias del pecado, la más grave de las cuales es la separación de Dios. No obstante, en el bautizado permanecen ciertas consecuencias temporales del pecado,

como los sufrimientos, la enfermedad, la muerte o las fragilidades inherentes a la vida como las debilidades de carácter, asI como una inclinación al pecado que la Tradición llama concupiscen- cia.

7.2. La regeneración

El Bautismo no solamente purifica de todos los pecados, hace también del neófito «una nueva creación», un hijo adoptivo de Dios que ha sido hecho «partIcipe de la naturaleza divina», miembro de Cristo, coheredero con él y templo del EspIritu Santo.

La SantIsima Trinidad da al bautizado la gracia santificante, la gracia de la justificación que lo hace capaz de creer en Dios, de esperar en él y de amarlo mediante las virtudes teologales; le concede poder vivir y obrar bajo la moción del EspIritu Santo mediante los dones del EspIritu Santo; le permite crecer en el bien mediante las virtudes morales. AsI todo el organismo de la vida sobrenatural del cristiano tiene su raIz en el Bautismo.

7.3. La incorporación a la Iglesia

El Bautismo hace de nosotros miembros del Cuerpo de Cristo. Nos incorpora a la Iglesia. De las fuentes bautismales nace el único pueblo de Dios de la Nueva Alianza que trasciende todos los lImites naturales o hum anos de las naciones, las culturas, las razas y los sexos: «Porque en un solo EspIritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un cuerpo»96.

Los bautizados vienen a ser «piedras vivas» para «edificación de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo»97. Por el Bautismo participan del sacerdocio de Cristo, de su misión profética y real, son «linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, para anunciar las alabanzas de Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz». El Bautismo hace participar en el sacerdocio común de los fieles.

Hecho miembro de la Iglesia, el bautizado ya no se pertenece a sI mismo, sino al que murió y resucitó por nosotros. Por tanto, está llamado a someterse a los demás, a servirles en la comunión de la Iglesia, y a ser dócil a los pastores de la Iglesia y a considerarlos con respeto y afecto. Del mismo modo que el Bautismo es la fuente de responsabilidades y deberes, el bautizado goza también de derechos en el seno de la Iglesia: recibir los sacramentos, ser alimentado con la

«UNO DE LOS SOLDADOS LE ATRAVESÓ EL COSTADO CON UNA LANZA Y AL INSTANTE SALIÓ SANGRE Y AGUA» (JN 19,34). LA SANGRE (VER LV 1,5; EX 24,8) ATESTIGUA LA REALIDAD DEL SACRIFICIO DEL CORDERO OFRECIDO POR LA SALVACIÓN DEL MUNDO; EL AGUA, SÍMBOLO DEL ESPÍRITU, ATESTIGUA SU FECUNDIDAD ESPIRITUAL. LOS PADRES VIERON, Y NO SIN FUNDAMENTO, EN EL AGUA EL SÍMBOLO DEL BAUTISMO Y EN LA SANGRE, EL SÍMBOLO DE LA EUCARISTÍA; Y EN ESTOS DOS SACRAMENTOS, EL SIGNO DE LA IGLESIA, NUEVA EVA, QUE SALE DEL COSTADO DEL NUEVO ADÁN. CON ESTA EXPLICACIÓN LOS PADRES ESTABAN AFIRMADO TAXATIVAMENTE QUE EL BAUTISMO ES OBRA DE CRISTO. EN OTRAS ÉPOCAS HICIMOS JUSTIFICACIONES MÁS FUNDAMEN- TALISTAS DE LA INSTITUCIÓN DEL BAUTISMO POR PARTE DE CRISTO, PERO SEGURAMENTE SON MUCHO MENOS FECUNDAS. EL GRABADO ES UN FRAGMENTO DEL CALVARIO, OBRA DEL MAESTRO DE LA VISITACIÓN, EN EL RETABLO (SIGLO XV) DEL MISMO NOMBRE DEL MUSEO CATEDRALICIO DEL SEGORBE (ESPAÑA).

96 1Co 12,13.

97 Ver 1Pe 2,5ss.

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palabra de Dios y ser sostenido por los otros auxilios espirituales de la Iglesia. Los bautizados, por su nuevo nacimiento como hijos de Dios, están obligados a confesar

delante de los hombres la fe que recibieron de Dios por medio de la Iglesia y de participar en la actividad apostólica y misionera del Pueblo de Dios.

7.4. El vInculo sacramental de la unidad de los cristianos

El Bautismo constituye el fundamento de la comunión entre todos los cristianos, e incluso con los que todavIa no están en plena comunión con la Iglesia católica: «Los que creen en Cristo y han recibido ritualmente el bautismo están en una cierta comunión, aunque no perfecta, con la Iglesia católica... justificados por la fe en el bautismo, se han incorporado a Cristo; por tanto, con todo derecho se honran con el nombre de cristianos y son reconocidos con razón por los hijos de la Iglesia Católica como hermanos del Señor». «Por consiguiente, el bautismo constituye un vInculo sacramental de unidad, vigente entre los que han sido regenerados por él»98.

7.5. El carácter bautismal

Incorporado a Cristo por el Bautismo, el bautizado es configurado con Cristo. El Bautismo imprime en el cristiano un sello espiritual indeleble de su pertenencia a Cristo. Este sello no es borrado por ningún pecado, aunque el pecado impida al Bautismo dar frutos de salvación. Dado una vez por todas, el Bautismo no puede ser reiterado. A este sello espiritual imborrable lo llamamos carácter.

Incorporados a la Iglesia por el Bautismo, los fieles han recibido el carácter sacramental que los consagra para el culto cristiano. El sello bautismal capacita y compromete a los cristianos a servir a Dios mediante una participación viva en la liturgia de la Iglesia y a ejercer su sacerdocio bautismal por el testimonio de una vida santa y de una caridad eficaz.

resumen AQUÍ TIENES EL RESUMEN DEL TEMA QUE HEMOS DESARROLLADO EN LAS PÁGINAS PRECEDENTES.

OLa iniciación cristiana se realiza mediante el conjunto de tres sacramentos: el Bautismo, que es el comienzo de la vida nueva; la Confirmación que es su afianzamiento; y la EucaristIa que

alimenta al discIpulo con el Cuerpo y la Sangre de Cristo para ser transformado en él.

øEl Bautismo constituye el nacimiento a la vida nueva en Cristo. Según la voluntad del Señor, es necesario para la salvación, como lo es la Iglesia misma, a la que introduce el Bautismo.

OEl rito esencial del Bautismo consiste en sumergir en el agua al candidato o derramar agua sobre su cabeza, pronunciando la invocación de la SantIsima Trinidad, es decir, del Padre,

del Hijo y del EspIritu Santo.

OEl fruto del Bautismo, o gracia bautismal, es una realidad rica que comprende: el perdón del pecado original y de todos los pecados personales; el nacimiento a la vida nueva, por la cual

el hombre es hecho hijo adoptivo del Padre, miembro de Cristo, templo del EspIritu Santo. Por la acción misma del bautismo, el bautizado es incorporado a la Iglesia, Cuerpo de Cristo, y hecho

98 UR 3; 22.

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partIcipe del sacerdocio de Cristo.

OIl Bautismo imprime en el alma un signo espiritual indeleble, el carácter, que consagra al bautizado al culto de la religión cristiana. Por razón del carácter, el Bautismo no puede ser

reiterado.

ODesde los tiempos más antiguos, el Bautismo es dado a los niños, porque es una gracia y un don de Dios que no suponen méritos humanos; los niños son bautizados en la fe de la

Iglesia. La entrada en la vida cristiana da acceso a la verdadera libertad.

OIn caso de necesidad, toda persona puede bautizar, con tal que tenga la intención de hacer lo que hace la Iglesia, y que derrame agua sobre la cabeza del candidato diciendo: «Yo te

bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del IspIritu Santo».

para reflexionar ESTE MATERIAL TE AYUDARÁ A ENTENDER MEJOR Y A PROFUNDIZAR EL TEMA.

Il proceso de la iniciación cristiana en el siglo III

1 HIPÓLITO DI ROMA, La tradición apostólica 15-21.

(15)Los que se presentan por primera vez a escuchar la palabra, serán conducidos ante los doctores antes que acuda el pueblo. Serán interrogados acerca de las razones que los condujeron a la fe y quienes los trajeron darán testimonio respecto de su capacidad para escuchar la palabra. Se les preguntarán luego sobre su estado de vida: ¿tiene una mujer? ¿es esclava? Si alguno fuera esclavo de un fiel, y su amo lo permite, él escuchará la palabra. Pero si su amo no atestiguara a su respecto diciendo que es bueno, será rechazado.

Si su amo fuera pagano, se le enseñará a serle agradable para no ser calumniado por él. Si un hombre tuviera mujer o una mujer marido, se les enseñará a contentarse, al marido

con su mujer y a la mujer con su marido. Si alguien no tuviera mujer, aprenderá que no debe cometer fornicación. Él tomará mujer conforme a la ley; de lo contrario, permanecerá tal como está.

Si alguien estuviera poseído por el demonio, no escuchará la palabra de la enseñanza hasta no estar purificado. (16)Se hará una encuesta a fin de conocer cuáles son los oficios y profesiones de aquellos que fueron traídos para su instrucción.

Si alguno tuviera una casa de prostitución, cesará en su explotación o será rechazado. Si alguno fuera escultor o pintor, se le enseñará a no fabricar ídolos: dejará de hacerlo o será

rechazado. Si alguno fuera actor, o hiciere representaciones en el teatro, dejará de hacerlo o será

rechazado. Aquél que enseña a los niños es mejor que deje de hacerlo; si él no tuviera otro oficio

entonces se le permitirá enseñar. Del mismo modo, tanto el cochero que asiste, como aquél que toma parte en los juegos,

dejarán de hacerlo o serán rechazados. El gladiador así como aquel que enseña a los gladiadores a

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combatir, el bestiario que en la arena participa de la cacería y también el funcionario vinculado con los juegos, dejarán de hacerlo o serán rechazados.

Si alguno fuera sacerdote o guardián de un ídolo, dejará de serlo o será rechazado. El soldado subalterno a nadie matará y, en caso de recibir la orden, no la ejecutará ni prestará juramento. Si así no lo hiciera, será rechazado.

El que tiene el poder de la espada y también el magistrado que lleva la púrpura, lo dejarán o serán rechazados. El catecúmeno y el fiel que pretendan hacerse soldados, serán rechazados, pues han menospreciado a Dios.

La prostituta, el homosexual, el obsceno y cualquiera que hiciera aquellas cosas de las que no se puede hablar, serán rechazados por ser impuros.

No se admitirán magos en la elección. El encantador, el astrólogo, el adivino, el intérprete de los sueños, el charlatán, el «cortador» que cercena monedas y el fabricante de amuletos dejarán esas ocupaciones o serán rechazados.

La concubina de un hombre, que es su esclava, que ha criado a sus hijos, si solamente está unida con él, escuchará la palabra, de lo contrario será rechazada. El hombre que vive en concubinato cesará en esta relación y tomará mujer según las normas de la ley. Si se negara no será admitido.

Si hemos omitido algo, las profesiones mismas os instruirán, ya que todos tenemos el Espíritu de Dios. (17)Los catecúmenos serán instruidos oralmente durante tres años. Pero, si alguno fuera celoso y aplicado en el cumplimiento de sus obligaciones, no se juzgará el tiempo, sino solamente su conducta. (18)Cuando el doctor concluye la catequesis, los catecúmenos orarán separados de los fieles laicos. Las mujeres lo harán en otro lugar de la iglesia, ya se trate de fieles o de catecúmenos. Cuando hayan terminado de orar, no se darán el beso de la paz, puesto que su beso no es santo aún. Entre los fieles se saludarán los hombres con los hombres y las mujeres con las mujeres, y nunca los hombres a las mujeres ni las mujeres a los hombres. Ellas cubrirán su cabeza con un palio confeccionado con tela de lino. (19)Cuando el doctor, después de la plegaria imponga la mano sobre los catecúmenos, orará y los aceptará. Aquel que enseñe, sea clérigo o laico, siga siempre esta norma.

Si un catecúmeno es arrestado en nombre del Señor, torturado o muerto antes de que sus pecados hayan sido perdonados, que no tema ni se inquiete. Él será ampliamente justificado, ya que recibió el bautismo con su propia sangre. (20)Cuando se elige a los que van a recibir el bautismo, se examina su vida: ¿Vivieron honestamente mientras eran catecúmenos? ¿Honraron a las viudas? ¿Visitaron a los enfermos? ¿Hicieron todo tipo de buenas obras? Si los que los presentaron dan testimonio de que cada uno actuó de este modo, ellos escucharán la palabra del Evangelio. A partir del momento en que fueron elegidos, se les impondrá la mano todos los días exorcizándolos. Cuando se aproxime el día en que serán bautizados, el obispo exorcizará a cada uno de ellos para saber si es puro. Al que no es bueno ni casto, se lo alejará: puesto que no escucharon la palabra con fe es imposible que el Extranjero se oculte siempre.

El día jueves se advertirá a los que serán bautizados que deben lavarse y bañarse. Si una mujer está indispuesta, se la eximirá y recibirá el bautismo otro día. El viernes ayunarán. El sábado, el obispo reunirá a todos los que recibirán el bautismo y les ordenará ponerse de rodillas y orar. Imponiéndoles la mano, impetrará para que todo espíritu maléfico los abandone y no retorne más a ellos. Cuando haya terminado de exorcizarlos, el obispo soplará sobre sus rostros y después de haberles señalado la frente, las orejas y la nariz, los hará ponerse de pie. Pasarán toda la noche en vigilia: se les harán lecturas y se los instruirá. Los que serán bautizados no llevarán consigo cosa

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alguna, excepto lo que cada cual aporte para la eucaristía. Es conveniente que aquel que se dignificó ofrezca la oblación a la misma hora. (21)En el momento en que el gallo cante, se orará primero sobre el agua. Ésta será, siempre, el agua que corre en la fuente o la que baja de lo alto. Pero si hubiera una necesidad permanente y urgente, se utilizará aquella que se encuentre. Una vez desvestidos se bautizará en primer lugar a los niños. Todos los que pueden hablar por ellos mismos hablarán. En cuanto a los que no puedan hacerlo, sus padres o alguien de su familia, lo hará por ellos. Se bautizará a continuación a los hombres. Finalmente se lo hará con las mujeres después que hubieran desatado sus cabellos y dejado sus joyas de oro, pues nadie llevará consigo un objeto extraño al introducirse en el agua.

En el momento fijado para el bautismo, el obispo dará las gracias sobre el aceite que colocará en un vaso: al cual se le denomina aceite de acción de gracias. Tomará luego otro aceite el cual exorcizará: a éste se le llama aceite de exorcismo. Un diácono tomará el aceite del exorcismo y se situará a la izquierda del sacerdote; otro diácono tomará el aceite de acción de gracias y se situará a la derecha del sacerdote. Éste, dirigiéndose a cada uno de los que reciben el bautismo, les ordenará renunciar diciendo: «Yo renuncio a ti, Satán, y a toda tu pompa y a todas tus obras». Después que cada uno hubiera renunciado, el sacerdote lo ungirá con el aceite diciendo. «Que todo espíritu malvado se aleje de ti». De esta manera lo confiará desnudo al obispo o al sacerdote que, a fin de bautizarlo, se encuentra cerca del agua. Un diácono lo acompañará. Cuando aquel que será bautizado hubiera descendido al agua, el que lo bautiza, imponiéndole la mano, preguntará: «¿Crees tú en Dios Padre todopoderoso?». Y él responderá: «Yo creo». Seguidamente, aquel que bautiza, teniendo la mano puesta sobre su cabeza lo hará por primera vez. A continuación dirá: «¿Crees tú en Jesucristo, Hijo de Dios, que nació por el Espíritu Santo de la Virgen María, que fue crucificado bajo Poncio Pilatos, que murió y al tercer día resucitó de entre los muertos; que subió a los cielos y está sentado a la diestra del Padre; que vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos?». Y cuando él haya dicho: «Yo creo», será bautizado por segunda vez. Se le preguntará a continuación: «¿Crees en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia?». Y él responderá: «Yo creo», y así será bautizado por tercera vez.

Será ungido luego con el aceite de la acción de gracias por el sacerdote quien pronunciará estas palabras: «Yo te unjo con el santo aceite en el nombre de Jesucristo». Después, una vez que se hubiera secado, cada uno se vestirá y entrará en la iglesia.

El obispo, imponiéndole la mano, pronunciará la invocación: «Señor Dios, tú que los tomaste dignos de obtener la remisión de los pecados por el baño de la regeneración, hazlos merecedores de llenarse del Espíritu Santo y envía sobre ellos tu gracia, a fin de que te sirvan cumpliendo tu voluntad; ya que para ti es la gloria, Padre e Hijo con el Espíritu Santo en la santa Iglesia, ahora y por los siglos de los siglos. Amén».

Luego, expandiendo el aceite de acción de gracias en su mano, y posando ésta sobre su cabeza, dirá: «Yo te unjo con el santo aceite en Dios Padre todopoderoso, en Cristo Jesús y en el Espíritu Santo».

Y, después de haberle persignado la frente le dará el beso y dirá: «El Señor sea contigo». Y el que fue persignado responderá: «Y con tu espíritu». El obispo hará lo mismo con cada uno.

Luego orarán todos juntos haciendo participar también al pueblo. Y cuando hubieran terminado su oración se darán el beso de la paz.

Entonces será presentada la oblación al obispo y él dará las gracias sobre el pan porque es el símbolo del cuerpo de Cristo; sobre el cáliz de vino mezclado, porque es la imagen de la sangre que se derramó por todos los que creen en él; sobre la leche y la miel, por cuyo cumplimiento Cristo dio su carne, de la cual, como pequeños niños, se alimentan los creyentes; sobre el agua presentada en ofrenda para significar el baño, a fin de que el alma del hombre obtenga los mismos efectos que el cuerpo.

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1

2

Todas estas cosas el obispo las explicará a los que reciben la comunión. Cuando parte el pan, al presentar cada trozo, dirá: «El pan del cielo en Cristo Jesús» y el que recibe responderá: «Amén».

Si los sacerdotes no son suficientes, los diáconos ayudarán sosteniendo los cálices y manteniéndose en perfecto orden: en primer lugar el que tiene el agua, luego el que tiene la leche. Y después, el que tiene el vino.

Los que reciban la comunión gustarán de cada uno de los cálices. Con el primer cáliz, el que lo ofrece dirá: «En Dios todopoderoso» y el que lo recibe responderá: «Amén». Con el segundo cáliz, el que lo ofrece dirá: «Y en el Señor Jesucristo», el que lo recibe responderá: «Amén». Con el tercer cáliz, el que lo ofrece dirá: «Y en el Espíritu Santo y la santa Iglesia» y el que lo recibe: «Amén». Todo esto se repetirá con cada uno de los comulgantes y, al terminar este Oficio, cada uno se aplicará a realizar buenas obras, a agradar a Dios, a conducirse bien, a ser celoso custodio de la Iglesia, practicando lo que aprendió y progresando en la piedad.

Nosotros os hemos transmitido estas breves nociones sobre el Santo Bautismo y la Santa Oblación, y ya habéis sido instruidos en temas relativos a la resurrección de la carne y otras enseñanzas según lo que está escrito. Pero si es necesario recordar alguna otra cosa, el obispo lo dirá bajo el sello del secreto a los que recibieron la eucaristía. Los infieles no deben tener conoci- miento de todo esto. Sólo podrán tenerlo después de recibir la eucaristía. Esta es la piedra blanca de la que Juan dijo: «Un nombre nuevo está escrito allí, que nadie lo conozca a excepción de aquél que recibirá la piedra» (Ap 2,7).

para escribir SIGUE LAS INSTRUCCIONES Y ESCRIBE TU REFLEXIÓN EN EL CUADERNO DE TRABAJO.

Define los siguientes términos, usando tus propias palabras: a) Bautismo b) Catecumenado c) Iniciación cristiana d) Crisma

a) Il texto de la Tradición apostólica puede ser ilustrativo para el estudio del catecumenado antiguo. Procura descubrir en él cada una de las fases de la institución catecumenal. b) ¿Qué cosas te parece que seguimos haciendo hoy prácticamente como entonces? c) Y ¿cuáles te parecen verdaderamente novedosas con respecto a la praxis actual? d) ¿Hay algún detalle que te haya sorprendido? ¿Cuál? ¿Por qué?

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Unidad 3 los sacramentos de iniciación cristiana (II): la confirmación

LOS CREYENTES DE TODAS LAS ÉPOCAS ENCONTRARON A MENUDO UNA TREMENDA DIFICULTAD PARA HABLAR DEL ESPÍRITU DE DIOS QUE SIEMPRE SOBREPASA EL CONOCIMIENTO Y LA EXPERIENCIA HUMANOS Y QUE ESCAPA A TODA DEFINICIÓN. EN EL GRABADO, SOBRE UN MISTERIOSO NÚCLEO DE LUZ Y FUEGO, ALETEA LA PALOMA, SÍMBOLO DEL ESPÍRITU SANTO. LA COMPOSICIÓN SE TITULA «LA GENERACIÓN ETERNA DEL VERBO» Y ES OBRA DE JEAN LUÇART, REALIZADA CON MOTIVO DEL AÑO SANTO DE 1975. PERTENECE A LA COLECCIÓN DEL MUSEO VATICANO DE ARTE MODERNO. LÁSTIMA QUE ESTA REPRODUCCIÓN EN BLANCO Y NEGRO NO PUEDA RECOGER LA EXPLOSIÓN CROMÁTICA DEL ORIGINAL.

CON EL BAUTISMO Y LA EUCARISTÍA, EL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN CONSTITUYE EL CONJUNTO DE LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA, CUYA UNIDAD DEBE SER SALVAGUARDADA. A LOS BAUTIZADOS EL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN LOS UNE MÁS ÍNTIMAMENTE A LA IGLESIA Y LOS ENRIQUECE CON UNA FORTALEZA ESPECIAL DEL ESPÍRITU SANTO. DE ESTA FORMA SE COMPROMETEN MUCHO MÁS, COMO AUTÉNTICOS TESTIGOS DE CRISTO, A EXTENDER Y DEFENDER LA FE CON SUS PALABRAS Y SUS OBRAS.

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Esquema ESTE ES EL ESQUEMA QUE SIGUE EL TEXTO. LÉELO ANTES DE PONERTE A ESTUDIAR.

1. LA CONFIRMACIÓN IN LA ICONOMÍA DI LA SALVACIÓN

1.1. Los orIgenes del sacramento 1.2. Las dos tradiciones: Oriente y Occidente

2. LOS SIGNOS Y IL RITO DI LA CONFIRMACIÓN

2.1. La unción y el sello 2.2. La celebración de la confirmación

3. IFICTOS DI LA CONFIRMACIÓN 4. QUIÉN PUIDI RICIBIR ISTI SACRAMINTO 5. IL MINISTRO DI LA CONFIRMACIÓN

bibliografía LA UNIDAD HA SIDO CONFECCIONADA USANDO LAS OBRAS CITADAS MÁS ABAJO.

Catecismo de la iglesia católica, nn. 1285-1321.

para estudiar LEE EL TEXTO, HAZ UN ESQUEMA Y ANOTA LAS DUDAS QUE TE SURJAN.

1. LA CONFIRMACIÓN IN LA ICONOMÍA DI LA SALVACIÓN

1.2. Los orIgenes del sacramento

In el Antiguo Testamento, los profetas anunciaron que el IspIritu del Señor reposarIa sobre el MesIas esperado para realizar su misión salvIfica99. Il descenso del IspIritu Santo sobre Jesús en su Bautismo por Juan fue el signo de que él era el que debIa venir, el MesIas, el Hijo de Dios. Habiendo sido concebido por obra del IspIritu Santo, toda su vida y toda su m isión se realizan en una comunión total con el IspIritu Santo que el Padre le da «sin medida».

Ahora bien, esta plenitud del IspIritu no debIa permanecer únicamente en el MesIas, sino

99 Ver Is 11,2; 61,1; Lc 4,16-22.

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que debIa ser comunicada a todo el pueblo mesiánico100. In repetidas ocasiones Cristo prometió esta efusión del IspIritu101, pro- mesa que realizó primero el dIa de Pascua y luego, de manera más manifiesta el dIa de Pentecostés. Llenos del IspIritu Santo, los Apóstoles comienzan a proclamar «las maravillas de Dios» y Pedro declara que esta efusión del IspIritu es el signo de los tiempos mesiánicos. Los que creyeron en la predicación apostólica y se hicieron bautizar, recibieron a su vez el don del IspIritu Santo.

«Desde aquel tiempo, los Apóstoles, en cumplimiento de la voluntad de Cristo, comunicaban a los neófitos, mediante la imposición de las manos, el don del IspIri- tu Santo, destinado a completar la gracia del Bautismo102. Isto explica por qué en la Carta a los Hebreos se recuerda, entre los primeros elementos de la formación cris- tiana, la doctrina del bautismo y de la imposición de las manos103. Is esta impo- sición de las manos la ha sido con toda razón considerada por la tradición católica com o el primitivo origen del sacramento de la Confirmación.

Muy pronto, para mejor significar el don del IspIritu Santo, se añadió a la imposición de las manos una unción con óleo perfumado (crisma). Ista unción ilustra el nombre de «cristiano» que signifi- ca «ungido» y que tiene su origen en el

ZURBARÁN SUPO AUNAR CON SORPRENDENTE GENIALIDAD EN UN SÓLO LIENZO TRES DE LAS MÁS USADAS FIGURAS PARA REPRESENTAR EL ESPÍRITU SANTO: LA PALOMA, EL FUEGO Y EL AGUA. EN ESTE «PENTECOSTÉS», QUE SE CONSERVA EN EL MUSEO DE BELLAS ARTES DE CÁDIZ, MARÍA Y LOS APÓSTOLES RECIBEN COMO EN UNA LLUVIA DE FUEGO LA PRESENCIA DEL ESPÍRITU.

nombre de Cristo, al que Dios ungió con el IspIritu Santo. Y este rito de la unción existe hasta nuestros dIas tanto en Oriente como en Occidente. Por eso en Oriente, se llama a este sacramento crismación, unción con el crisma, o m yron, que significa «crisma». In Occidente el nombre de Confirm ación sugiere que este sacramento al mismo tiempo confirma el Bautismo y robustece la gracia bautismal.

1.2. Dos tradiciones: Oriente y Occidente

In los primeros siglos la Confirmación constituye generalmente una única celebración con el Bautismo, y forma con éste, según la expresión de S. Cipriano, un «sacramento doble». Intre otras razones, la multiplicación de los bautismos de niños y la celebración de éstos a lo largo de todo el año (y no sólo en pascua, pentecostés o navidad, según la más antigua costumbre); y la multiplicación de las parroquias (rurales), que agrandaron las diócesis, ya no permite la presencia del obispo en todas las celebraciones bautismales. In Occidente, por el deseo de reservar al obispo el acto de conferir la plenitud al Bautismo, se establece la separación temporal de ambos sacramentos. Il Oriente ha conservado unidos los dos sacramentos, de modo que la

100 Ver Iz 36,25-27; Jl 3,1-2.

101 Ver Lc 12,12; Jn 3,5-8; 7,37-39; 16,7-15; Hch 1,8.

102 Ver Hch 8,15-17; 19,5-6.

103 Ver Hb 6,2.

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Confirmación es dada por el presbItero que bautiza. Iste, sin embargo, sólo puede hacerlo con el m yron consagrado por el obispo.

Una costumbre de la Iglesia de Roma facilitó el desarrollo de la práctica occidental; habIa una doble unción con el santo crisma después del Bautismo: realizada ya una por el presbItero al neófito al salir del baño bautismal, es completada por una segunda unción hecha por el obispo en la frente de cada uno de los recién bautizados. La primera unción con el santo crisma, la que daba el sacerdote, quedó unida al rito bautismal; significa la participación del bautizado en las funciones profética, sacerdotal y real de Cristo. Si el Bautismo es conferido a un adulto, sólo hay una unción postbautismal: la de la Confirmación.

La práctica de las Iglesias de Oriente destaca más la unidad de la iniciación cristiana. La de la Iglesia latina expresa más netamente la comunión del nuevo cristiano con su obispo, garante y servidor de la unidad de su Iglesia, de su catolicidad y su apostolicidad, y por ello, el vInculo con los orIgenes apostólicos de la Iglesia de Cristo. 2. LOS SIGNOS Y IL RITO DI LA CONFIRMACIÓN

2.1. La unción y el sello

In el rito de este sacramento conviene considerar el signo de la unción y lo que la unción designa e imprime: el sello espiritual.

La unción, en el simbolismo bIblico y antiguo, posee num erosas significaciones: el aceite es signo de abundancia104 y de alegrIa105; purifica (unción antes y después del baño) y da agilidad (la unción de los atletas y de los luchado- res); es signo de curación, pues suaviza las contu- siones y las heridas106 y el ungido irradia belleza, santidad y fuerza.

Todas estas significaciones de la unción con aceite se encuentran en la vida sacramental. La unción antes del Bautismo con el óleo de los catecúmenos significa purificación y fortaleza; la unción de los enfermos expresa curación y el consuelo. La unción del santo crisma después del Bautismo, en la Confirmación y en la Ordenación, es el signo de una consagración. Por la Confirma- ción, los cristianos, es decir, los que son ungidos, participan más plenamente en la misión de Jesu- cristo y en la plenitud del IspIritu Santo que éste posee, a fin de que toda su vida desprenda «el buen olor de Cristo»107.

Por medio de esta unción, el confirmando recibe «la marca», el sello del IspIritu Santo. Il sello es el sImbolo de la persona108, signo de su

JESÚS EN PRESENTADO POR LOS EVANGELISTA COMO EL «UNGIDO». PARTIENDO DE ESTA CALIFICACIÓN, LOS CRISTIANOS SON LLAMADOS A SER UNGIDOS POR EL MISMO ESPÍRITU DE CRISTO. ESTA LÍNEA TEOLÓGICA HALLÓ SU EXPRESIÓN SENSIBLE EN EL GESTO DE LA UNCIÓN CON ACEITE, UN SIGNO EMPLEADO YA EN EL ANTIGUO TESTAMENTO. EN EL GRABADO, UN DETALLE DEL BAUTISMO DE CRISTO DE EL GRECO (SIGLO XVI), CONSERVADO EN EL HOSPITAL DE TALAVERA DE TOLEDO.

104 Ver Dt 11,14.

105 Ver Sal 23,5; 104,15.

106 Ver Is 1,6; Lc 10,34.

107 Ver 2Co 2,15.

108 Ver Gn 38,18; Ct 8,9.

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autoridad109, de su propiedad sobre un objeto110 — por eso se marcaba a los soldados con el sello de su jefe y a los esclavos con el de su señor—; autentifica un acto jurIdico111 o un documento41

y lo hace, si es preciso, secreto42. Cristo mismo se declara m arcado con el sello de su Padre41. Il cristiano también está

marcado con un sello: «Y es Dios el que nos conforta juntamente con vosotros en Cristo y el que nos ungió, y el que nos marcó con su sello y nos dio en arras el IspIritu en nuestros corazones»42. Iste sello del IspIritu Santo, marca la pertenencia total a Cristo, la puesta a su servicio para siempre, pero indica también la promesa de la protección divina en la gran prueba escatológica43.

2.2. La celebración de la Confirmación

Un momento importante que precede a la celebración de la Confirmación, pero que, en cierta manera forma parte de ella, es la consagración del santo crisma. Is el obispo quien, el Jueves Santo, en el transcurso de la Misa crismal, consagra el santo crisma para toda su Diócesis. In las Iglesias de Oriente, esta consagración está reservada al Patriarca:

La liturgia de AntioquIa expresa asI la epIclesis de la consagración del santo crisma: «(Padre...envIa tu IspIritu Santo) sobre nosotros y sobre este aceite que está delante de nosotros y conságralo, de modo que sea para todos los que sean ungidos y marcados con él, m yron santo, m yron sacerdotal, m yron real, unción de alegrIa, vestidura de la luz, manto de salvación, don espiritual, santificación de las almas y de los cuerpos, dicha imperecedera, sello indeleble, escudo de la fe y casco terrible contra todas las obras del Adversario».

Cuando la Confirmación se celebra separadamente del Bautismo, como es el caso en el rito romano, la liturgia del sacramento comienza con la renovación de las promesas del

Bautismo y la profesión de fe de los confirmandos. AsI aparece claramente que la Confirmación constituye una prolongación del Bautismo. Cuando es bautizado un adulto, recibe inmediatamen- te la Confirmación y participa en la IucaristIa.

In el rito romano, el obispo extiende las manos sobre todos los confirmandos, gesto que, desde el tiempo de los apóstoles, es el signo del don del IspIritu. Y el obispo invoca asI la efusión del IspIritu: «Dios Todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que regeneraste, por el agua y el IspIritu Santo, a estos siervos tuyos y los libraste del pecado: escucha nuestra oración y envIa sobre ellos el IspIritu Santo Paráclito; llénalos de espIritu de sabidurIa y de inteligencia, de espIritu de consejo y de fortaleza, de espIritu de ciencia y de piedad; y cólmalos del espIritu de tu santo temor. Por Jesucristo nuestro Señor».

Sigue el rito esencial del sacramento. In el rito latino, «el sacramento de la confirmación es conferido por la unción del santo crisma en la frente, hecha imponiendo la mano, y con estas palabras: «Recibe por esta señal el don del IspIritu Santo». In las Iglesias orientales, la unción del m yron se hace después de una oración de epIclesis, sobre las partes más significativas del cuerpo: la frente, los ojos, la nariz, los oIdos, los labios, el pecho, la espalda, las manos y los pies, y cada unción va acompañada de la fórmula: «Sello del don que es el IspIritu Santo».

El beso de paz con el que concluye el rito del sacramento significa y manifiesta la comunión eclesial con el obispo y con todos los fieles (cf S. Hipólito, Trad. ap. 21).

109 Ver Gn 41,42.

110 Ver Dt 32,34.

111 Ver 1R 21,8.

41 Ver Jr 32,10.

42 Ver Is 29,11.

41 Ver Jn 6,27.

42 2Co 1,22; ver también If 1,13; 4,30.

43 Ver Ap 7,2-3; 9,4; Iz 9,4-6.

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3. LOS IFICTOS DI LA CONFIRMACIÓN

De la celebración se deduce que el efecto del sacramento es la efusión especial del IspIritu Santo, como fue concedida en otro tiempo a los Apóstoles el dIa de Pentecostés.

Por este hecho, la Confirmación confiere crecimiento y profundidad a la gracia bautismal: nos introduce más profundamente en la filiación divina que nos hace decir «Abbá, Padre»; nos une más firmemente a Cristo; aumenta en nosotros los dones del IspIritu Santo; hace más perfecto nuestro vInculo con la Iglesia; nos concede una fuerza especial del IspIritu Santo para difundir y defender la fe mediante la palabra y las obras como verdaderos testigos de Cristo, para confesar valientemente el nom bre de Cristo y para no sentir jamás vergüenza de la cruz.

La Confirmación, como el Bautismo del que es la plenitud, sólo se da una vez. La Confirmación, en efecto, imprime en el alma una marca espiritual indeleble, el «carácter», que es el signo de que Jesucristo ha marcado al cristiano con el sello de su IspIritu revistiéndolo de la fuerza de lo alto para que sea su testigo. 4. QUIÉN PUIDI RICIBIR ISTI SACRAMINTO

Todo bautizado, aún no confirmado, puede y debe recibir el sacramento de la Confirmación. Puesto que Bautismo, Confirmación y IucaristIa forman una unidad, de ahI se sigue que los fieles tienen que recibir este sacramento en tiempo oportu- no, porque sin la Confirmación y la IucaristIa la iniciación cristiana queda incompleta.

La costumbre latina, desde hace siglos, indica «la edad del uso de razón», como punto de referencia para recibir la Confirmación. Sin embargo, en peligro de muerte, se debe confirmar a los niños incluso si no han alcanzado todavIa la edad del uso de razón.

Si a veces se habla de la Confirmación como del «sacramento de la madurez cristiana», es preciso, sin embargo, no confundir la edad adulta de la fe con la edad adulta del crecimiento natural, ni olvidar que la gracia bautismal es una gracia de elección gratuita e inmerecida que no necesita una «ratificación» para hacerse efectiva. Santo Tomás lo recuerda: «La edad del cuerpo no constituye un prejuicio para el alma. AsI, incluso en la infancia, el hombre puede recibir la perfección de la edad espiritual de que habla la SabidurIa (4,8): «la vejez honorable no es la que dan los muchos dIas, no se mide por el número de los años». AsI numerosos niños, gracias a la fuerza del IspIritu Santo que habIan recibido, lucharon valiente- mente y hasta la sangre por Cristo».

La preparación para la Confirmación debe tener como meta conducir al cristiano a una unión

EN EL MEDIEVO TUVO LUGAR LA SEPARACIÓN RITUAL DEFINITIVA DEL BAUTISMO Y LA CONFIRMACIÓN. LA TEOLOGÍA LOS CONSIDERA- RÁ DOS SACRAMENTOS SEPARADOS, LO CUAL TRAERÁ ALGUNAS VENTAJAS, PERO SOBRE TODO INCONVENIENTES. HOY LA TEOLOGÍA Y LA PASTORAL INTENTAN RESTAURAR LA RELACIÓN ENTRE ESTOS DOS SACRAMENTOS. EN EL GRABADO PUEDES VER UNA DE LAS TABLAS DE UN POLÍPTICO SOBRE LOS SACRAMENTOS DE ROGER VAN DER WEYDEN (SIGLO XV), CONSERVADO EN EL MUSEO DE BELLAS ARTES DE AMBERES. SE PUEDE APRECIAR EN EL PRIMER PLANO LA ADMINISTRACIÓN DEL BAUTISMO Y EN EL SEGUNDO PLANO, LA CONFIRMACIÓN. ES CURIOSO QUE EL PINTOR HA REPRESENTADO AL CURA DEL BAUTISMO APLICANDO EL CRISMA AL NIÑO (DE FORMA MUY SIMILAR A COMO LO HACE EL OBISPO EN LA OTRA ESCENA) EN LUGAR DE PINTARLO DERRAMANDO EL AGUA SOBRE SU CABEZA; A NOSOTROS NOS AYUDA A RECORDAR QUE EL RITO DE LA CONFIRMACIÓN SURGE AL DESGAJARSE UNA DE LAS UNCIONES (LA RESERVADA AL OBISPO) DEL RITO BAUTISMAL ANTIGUO.

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más Intima con Cristo, a una familiaridad más viva con el IspIritu Santo, su acción, sus dones y sus llamadas, a fin de poder asumir mejor las responsabilidades apostólicas de la vida cristiana. Por ello, la catequesis de la Confirmación se esforzará por suscitar el sentido de la pertenencia a la Iglesia de Jesucristo, tanto a la Iglesia universal como a la comunidad parroquial. Ista última tiene una responsabilidad particular en la preparación de los confirmandos.

Para recibir la Confirmación es preciso hallarse en estado de gracia. Conviene recurrir al sacramento de la Penitencia para ser purificado en atención al don del IspIritu Santo. Hay que prepararse con una oración más intensa para recibir con docilidad y disponibilidad la fuerza y las gracias del IspIritu Santo.

Para la Confirm ación, como para el Bautismo, conviene que los candidatos busquen la ayuda espiritual de un padrino o de una madrina. Conviene que sea el mismo que para el Bautismo a fin de subrayar la unidad entre los dos sacramentos.

5. IL MINISTRO DI LA CONFIRMACIÓN

Il ministro originario de la Confirmación es el obispo. In Oriente es ordinariamente el presbItero que bautiza quien da también inmediatamente

la Confirmación en una sola celebración. Sin embargo, lo hace con el santo crisma consagrado por el patriarca o el obispo, lo cual expresa la unidad apostólica de la Iglesia cuyos vInculos son reforzados por el sacramento de la Confirmación. In la Iglesia latina se aplica la misma disciplina en los bautismos de adultos y cuando es admitido a la plena comunión con la Iglesia un bautizado de otra comunidad cristiana que no ha recibido válidamente el sacramento de la Confirmación.

In el rito latino, el ministro ordinario de la Conformación es el obispo. Aunque el obispo puede, en caso de necesidad, conceder a presbIteros la facultad de administrar el sacramento de la Confirmación, conviene que lo confiera él mismo, sin olvidar que por esta razón la celebración de la Confirmación fue temporalmente separada del Bautismo. Los obispos son los sucesores de los apóstoles y han recibido la plenitud del sacramento del orden. Por esta razón, la administra- ción de este sacramento por ellos mismos pone de relieve que la Confirmación tiene como efecto unir a los que la reciben más estrechamente a la Iglesia, a sus orIgenes apostólicos y a su misión de dar testimonio de Cristo.

Si un cristiano está en peligro de muerte, cualquier presbItero puede darle la Confirmación. In efecto, la Iglesia quiere que ninguno de sus hijos, incluso en la más tierna edad, salga de este mundo sin haber sido perfeccionado por el IspIritu Santo con el don de la plenitud de Cristo.

resumen AQUÍ TIENES EL RESUMEN DEL TEMA QUE HEMOS DESARROLLADO EN LAS PÁGINAS PRECEDENTES.

OLa Confirmación perfecciona la gracia bautismal; es el sacramento en el que se nos da el

IspIritu Santo para enraizarnos más profundamente en la filiación divina, incorporarnos más firmemente a Cristo, hacer más sólido nuestro vInculo con la Iglesia, asociarnos todavIa más a su misión y ayudarnos a dar testimonio de la fe cristiana por la palabra acompañada de las obras.

øLa Confirmación, como el Bautismo, imprime en el alma del cristiano un signo espiritual o carácter indeleble; por eso este sacramento sólo se puede recibir una vez en la vida.

OIn Oriente, este sacramento es administrado inmediatamente después del Bautismo y es

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seguido de la participación en la IucaristIa, tradición que pone de relieve la unidad de los tres sacramentos de la iniciación cristiana. In la Iglesia latina se administra este sacramento cuando se ha alcanzado el uso de razón, y su celebración se reserva ordinariamente al obispo, significando asI que este sacramento robustece el vInculo eclesial.

OIl candidato a la Confirmación que ya ha alcanzado el uso de razón debe profesar la fe, estar en estado de gracia, tener la intención de recibir el sacramento y estar preparado para asumir

su papel de discIpulo y de testigo de Cristo, en la comunidad eclesial y en los asuntos temporales.

OIl rito esencial de la Confirmación es la unción con el Santo Crisma en la frente del bautizado

(y en Oriente, también en los otros órganos de los sentidos), con la imposición de la mano del ministro y las palabras: «Recibe por esta señal el don del IspIritu Santo», en el rito romano; «Sello del don del IspIritu Santo», en el rito bizantino.

para reflexionar ESTE MATERIAL TE AYUDARÁ A ENTENDER MEJOR Y A PROFUNDIZAR EL TEMA.

Una explicación de la confirmación partiendo de los ritos.

1 CIRILO DI JIRUSALÉN, Catequesis mistagógicas, III.

1. Bautizados en Cristo y revestidos de él, habéis sido hechos semejantes en la forma al Hijo de Dios. Pues Dios, que nos predestinó para la adopción, nos hizo conformes al glorioso cuerpo de Cristo. Así pues, hechos participantes de Cristo, no sin razón sois llamados Cristos; pues de vosotros dijo Dios: «No toquéis a mis Cristos». Y así habéis sido hechos de Cristo cuando recibísteis la prenda del Espíritu Santo. Y todo en vosotros fue hecho como imagen, ya que sois imágenes de Cristo.

Y él, cuando fue bautizado en el Jordán, comunicó a las aguas los efluvios olorosos de su divinidad y salió de ellas, y el Espíritu Santo descendió corporalmente descansando sobre él, como sobre otro igual.

E igualmente a vosotros, después que subisteis de las sagradas aguas de la piscina, os fue dado el crisma, figura de aquél con que Dios fue ungido, es decir, del Espíritu Santo. Del cual, el bienaventurado Isaías en la profecía que a él se refiere, dice por boca del Señor: «El Espíritu del Señor está sobre mí, por lo cual me ungió, me envió a evangelizar a los pobres».

2. Cristo no fue ungido con óleo o ungüento corporal, sino que el Padre al constituirlo Salvador de todo el mundo lo ungió con el Espíritu Santo, como dice san Pedro: «Jesús de Nazaret, a quien Dios ungió con el Espíritu Santo».

Y el profeta David clamaba diciendo: «Tu trono es, Dios, por los siglos de los siglos. La vara de rectitud es tu reino. Amaste la justicia y odiaste la maldad, por eso el Señor te ungió con óleo de la alegría mucho más que a todos tus amigos». Y así como Cristo verdaderamente fue crucificado y sepultado y resucitó, a vosotros por divina dignación, os fue concedido en el bautismo ser crucificados y sepultados, y después resucitar de una manera semejante, lo mismo ocurre con el crisma.

Él fue ungido con el óleo racional de la alegría (es decir, del Espíritu Santo, que es llamado óleo de la alegría) porque él es el autor de toda espiritual alegría; mas vosotros fuisteis ungidos con

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ungüento y fuisteis hechos consortes y participantes de Cristo. 3. Por lo demás, no creáis que éste es un simple y despreciable ungüento. Porque así como

el pan de la eucaristía, después de la invocación del Espíritu Santo, ya no es pan común sino el cuerpo de Cristo, del mismo modo este mismo Santo ungüento después de la invocación ya no es un simple o común ungüento, sino un don de Cristo y un poder eficaz del Espíritu Santo por la presencia de su divinidad.

El cual ungüento se derrama simbólicamente en la frente y en los demás sentidos, para que mientras se unge visiblemente el cuerpo, el alma sea santificada por el Santo y vivificador Espíritu.

4. Y primeramente fuisteis ungidos en la frente para que, librados de aquella vergüenza que el primer transgresor llevaba consigo, pudierais contemplar con cara levantada la gloria del Señor como en un espejo.

Después en los oídos, para que recibierais sentidos capaces de oír los divinos misterios, de los cuales dice Isaías: «Y me añadió el Señor un oído para oír». Y Jesús en el Evangelio dice: «El que tenga oídos para oír, que oiga».

Después en las narices, para que recibiendo el ungüento divino, pudierais decir: «Somos buen olor de Cristo para Dios, en aquellos que se salvan».

Finalmente, sois ungidos en el pecho para que revistiendoos la coraza de la justicia, pudieseis estar fuertes para resistir las insidias del diablo. Pues así como Cristo después del bautismo y de la venida del Espíritu Santo en sí, salió y derrotó al enemigo, así vosotros, después de recibir el Santo bautismo y el místico ungüento revestidos de toda la armadura del Espíritu Santo, debéis resistir al poder enemigo y derrocarle diciendo: «Todo lo puedo en aquél que me conforta, Cristo».

5. Una vez hechos dignos de este santo crisma, sois llamados cristianos, habiendo conseguido la verdad de este nombre por medio de la regeneración; porque antes de que os hubiese sido concedida esta gracia, propiamente no erais dignos de llevar este nombre, sino que se esforzabais por llegar a él.

6. Mas conviene que sepáis que en el Antiguo Testamento existe ya una figura de este crisma o unción.

Pues cuando Moisés comunicó con su hermano el divino mandato, al constituirle en sumo sacerdote, lo ungió después de lavarle con agua y fue llamado Ungido, a causa del crisma o de la unción figurativa. Y lo mismo el sumo pontífice cuando constituyó rey a Salomón, lo ungió después de lavarle en Gihón. Y esto sucedía a ellos en figura y representación, mas a vosotros, no en figura, sino de verdad; porque de hecho habéis sido ungidos por el Espíritu Santo. El principio de su salud es Cristo, pues él es verdaderamente la primicia y vosotros los granos desparramados; ahora bien, si las primicias son santas, no hay duda que la santidad se ha de extender a los granos desparrama- dos.

7. Guardad inmaculado este crisma, pues él os enseñará todo, si permaneciese en vosotros, como poco antes oísteis hablar a san Juan y disertar acerca de esta unción. Porque este santo crisma es como un amuleto espiritual del cuerpo y una defensa salvadora del alma.

Ya en tiempos antiguos decía de él el bienaventurado profeta Isaías: «Y hará el Señor para todas las gentes en este monte» (y llama monte a la Iglesia también en otros lugares, como cuando dice: «Y quedará en los últimos días el monte elevado del Señor; beberán vino, beberán alegría y se ungirán con óleo»). Y para que te confirmes más en esto, oye lo que este santo ungüento simbólicamente dice: «Entrega todo esto a las gentes y que el consejo del Señor sea sobre todas las naciones».

Ungidos, pues, con esta santa unción, guardadla en vosotros inmaculada y limpia de toda culpa, aprovechando por medio de las buenas obras y agradando al autor de su salvación que es Cristo Jesús, a quien es debida la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

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3

La interpretación «ascética» de la confirmación.

2 Tomás de Aquino, Suma teológica, III, q. 72 a. 5.

El carácter es, como sabemos, una potestad espiritual para ejercer ciertas acciones sagradas. Asimismo sabemos que, si el sacramento es una regeneración espiritual a la vida cristiana, la confirmación es un aumento espiritual que hace al hombre alcanzar la perfecta edad espiritual. Es evidente, en la vida corporal, la distinción entre las acciones de la niñez y las del que ya llegó a la plenitud corporal. Por consiguiente el sacramento de la confirmación da al hombre una potestad espiritual para ejecutar acciones sagradas distintas de las que podría realizar por el hecho de estar bautizado. En efecto, por el bautismo recibe potestad para hacer lo que dice orden a su propia salvación individual, mientras que en la confirmación obtiene el poder para combatir la lucha espiritual contra los enemigos de la fe. Esto se ve por ejemplo de los apóstoles, los cuales, antes de recibir la plenitud del Espíritu Santo, «estaban en el cenáculo perseverando en la oración» y, cuando salieron, no temían confesar públicamente su fe ante los enemigos de la religión cristiana. Por tanto, es evidente que el sacramento de la confirmación imprime carácter.

para escribir SIGUE LAS INSTRUCCIONES Y ESCRIBE TU REFLEXIÓN EN EL CUADERNO DE TRABAJO.

1-2 a) Qué diferencias encuentras entre la manera de reflexionar sobre la confirmación en cada uno de los textos? b) ¿Cómo se expresa la relación de la confirmación con el bautismo en cada texto?

Define los siguientes vocablos, usando tus propias palabras: a) Confirmación b) Sello c) Carácter

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Unidad 4 los sacramentos de iniciación cristiana (III): la eucaristía (I)

EN LA ILUSTRACIÓN, FRAGMENTO DE UNA VISIÓN MEDIEVAL DE LA ÚLTIMA CENA, LLENA DE COLORIDO Y DE ABSOLUTA SIMETRÍA. SE TRATA DE UN FRONTAL DEL TARDO ROMÁNICO (SIGLO XIII) QUE PROCEDE DE SURIGUEROLA Y QUE SE ENCUENTRA HOY EN EL MUSEO DE ARTE DE CATALUÑA (BARCELONA).

EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA CULMINA LA INICIACIÓN CRISTIANA. LOS QUE HAN SIDO ELEVADOS A LA DIGNIDAD DEL SACERDOCIO REAL POR EL BAUTISMO Y CONFIGURADOS MÁS PROFUNDAMENTE CON CRISTO POR LA CONFIRMACIÓN, PARTICIPAN POR MEDIO DE LA EUCARISTÍA CON TODA LA COMUNIDAD EN EL SACRIFICIO MISMO DEL SEÑOR.

Esquema ESTE ES EL ESQUEMA QUE SIGUE EL TEXTO. LÉELO ANTES DE PONERTE A ESTUDIAR.

1. LA IUCARISTÍA FUINTI Y CUMBRI DI LA VIDA ICLISIAL 2. IL NOMBRI DI ISTI SACRAMINTO 3. LA IUCARISTÍA IN LA ICONOMÍA DI LA SALVACIÓN

3.1. Los signos de pan y de vino 3.2. La institución de la IucaristIa 3.3. «Haced esto en memoria mIa»

4. LA CILIBRACIÓN LITÚRGICA DI LA IUCARISTÍA

4.1. La misa de todos los siglos 4.2. Il desarrollo de la celebración

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bibliografía LA UNIDAD HA SIDO CONFECCIONADA USANDO LAS OBRAS CITADAS MÁS ABAJO.

Catecismo de la iglesia católica, nn. 1322-1355.

para estudiar LEE EL TEXTO, HAZ UN ESQUEMA Y ANOTA LAS DUDAS QUE TE SURJAN.

1. LA IUCARISTÍA, FUINTI Y CUMBRI DI LA VIDA ICLISIAL

La IucaristIa es «fuente y cima de toda la vida cristiana»44. «Los demás sacramentos, como también todos los ministerios eclesiales y las obras de apostolado, están unidos a la IucaristIa y a ella se ordenan. La sagrada IucaristIa, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua»44.

«La IucaristIa significa y realiza la comunión de vida con Dios y la unidad del Pueblo de Dios por las que la Iglesia es ella misma. In ella se encuentra a la vez la cumbre de la acción por la que, en Cristo, Dios santifica al mundo, y del culto que en el IspIritu Santo los hombres dan a Cristo y por él al Padre»45.

Finalmente, en la celebración eucarIstica nos unimos ya a la liturgia del cielo y anticipamos la vida eterna cuando Dios será todo en todos.

2. IL NOMBRI DI ISTI SACRAMINTO

La riqueza inagotable de este sacramento se expresa mediante los distintos nombres que se le da. Cada uno de estos nombres evoca alguno de sus aspectos. Repasamos estos nombres que los cristianos hemos dado y damos a la IucaristIa.

Eucaristía porque es acción de gracias a Dios. Las palabras eucharistein46 y eulogein47 recuerdan las bendiciones judIas que proclaman —sobre todo durante la comida— las obras de Dios: la creación, la redención y la santificación.

Banquete del Señor48 porque se trata de la Cena que el Señor celebró con sus discIpulos la vIspera de su pasión y de la anticipación del banquete de bodas del Cordero49 celestial.

en la Jerusalén

Fracción del pan porque este rito, propio del banquete judIo, fue utilizado por Jesús

44 LG 11.

44 PO 5.

45 Eucharisticum mysterium 6.

46 Ver Lc 22,19; 1Co 11,24.

47 Ver Mt 26,26; Mc 14,22.

48 Ver 1Co 11,20.

49 Ver Ap 19,9.

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cuando bendecIa y distribuIa el pan como cabeza de familia50, sobre todo en la última Cena51. In este gesto los discIpulos lo reconocerán después de su resurrección52, y con esta expresión los primeros cristianos designaron sus asambleas eucarIsticas53. Con él se quiere significar que todos los que comen de este único pan, partido, que es Cristo, entran en comunión con él y forman un solo cuerpo en él54.

Asam blea eucarística, porque la IucaristIa es celebrada en la asamblea de los fieles, expresión visible de la Iglesia55.

Mem orial de la pasión y de la resurrección del Señor. Santo sacrificio, porque actualiza el único sacrificio de Cristo Salvador e incluye la

ofrenda de la Iglesia; o también santo sacrificio de la misa, «sacrificio de alabanza»56, sacrificio espiritua57, sacrificio puro58 Antigua Alianza.

y santo, puesto que completa y supera todos los sacrificios de la

Santa y divina Liturgia, porque toda la liturgia de la Iglesia encuentra su centro y su expresión más densa en la celebración de este sacramento; en el mismo sentido se la llama también celebración de los santos misterios. Se habla también del Santísimo Sacram ento

porque es el Sacramento de los Sacramentos. Con este nombre se designan las especies eucarIsticas guardadas en el sagrario.

Com unión, porque por este sacramento nos unimos a Cristo que nos hace partIcipes de su Cuerpo y de su Sangre para formar un solo cuerpo59; se la ha llamado también pan de los ángeles, pan del cielo, medicina de inmortalidad, viático...

Santa Misa porque la liturgia en la que se realiza el misterio de salvación se termina con el envIo de los fieles (m issio) a fin de que cumplan la voluntad de Dios en su vida cotidiana. 3. LA IUCARISTÍA IN LA ICONOMÍA DI LA SALVACIÓN

3.1. Los signos del pan y del vino

In el corazón de la celebración de la IucaristIa se encuentran el pan y el vino que, por las palabras de Cristo y por la invocación del IspIritu Santo, se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Fiel a la orden del Señor, la Iglesia continúa haciendo, en memoria de él, hasta su retorno glorioso, lo que él hizo la vIspera de su pasión: «Tomó pan...», «tomó el cáliz lleno de vino...». Al convertirse misteriosamente en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, los signos del pan y del vino siguen significando también la bondad de la creación. AsI, en el ofertorio, damos gracias al Creador por el pan y el vino, fruto «del trabajo del hombre», pero antes, «fruto de la tierra» y «de la vid», dones del Creador. La Iglesia ve en el gesto de Melquisedec, rey y sacerdote, que «ofreció pan y vino»60 una prefiguración de su propia ofrenda.

In la Antigua Alianza, el pan y el vino eran ofrecidos como sacrificio entre las primicias de la tierra en señal de reconocimiento al Creador. Pero reciben también una nueva significación

50 Ver Mt 14,19; 15,36; Mc 8,6.19.

51 Ver Mt 26,26; 1Co 11,24.

52 Ver Lc 24,13-35.

53 Ver Hch 2,42.46; 20,7.11.

54 Ver 1Co 10,16-17.

55 Ver 1Co 11,17-34.

56 Ver Hch 13,15; Sal 116, 13.17.

57 Ver 1P 2,5.

58 Ml 1,11.

59 Ver 1Co 10,16-17.

60 Gn 14,18.

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en el contexto del Éxodo: los panes ácimos que Israel come cada año en la Pascua conmemoran la salida apresurada y liberadora de Igipto. Il recuerdo del maná del desierto sugerirá siempre a Israel que vive del pan de la Palabra de Dios. Finalmente, el pan de cada dIa es el fruto de la Tierra prometida, prenda de la fidelidad de Dios a sus promesas. Il «cáliz de bendición», al final del banquete pascual de los judIos, añade a la alegrIa festiva del vino una dimensión escatológica, la de la espera mesiánica del restablecimiento de Jerusalén. Jesús instituyó su IucaristIa dando un sentido nuevo y definitivo a la bendición del pan y del cáliz.

Los milagros de la multiplicación de los panes, cuando el Señor dijo la bendición, partió y distribuyó los panes por m edio de sus discIpulos para alimentar la multitud, prefiguran la sobreabundancia de este único pan de su IucaristIa61. Il signo del agua convertida en vino en Caná62 anuncia ya la Hora de la glorificación de Jesús. Manifiesta el cumplimiento del banquete de las bodas en el Reino del Padre, donde los fieles beberán el vino nuevo63 convertido en Sangre de Cristo.

Il primer anuncio de la IucaristIa dividió a los discIpulos, igual que el anuncio de la pasión los escandalizó: «Is duro este lenguaje, ¿quién puede escucharlo?»64. La IucaristIa y la cruz son piedras de tropiezo. Is el mismo misterio, y no cesa de ser ocasión de división. «¿También vosotros queréis marcharos?»65: esta pregunta del Señor, resuena a través de las edades, invitación de su amor a descubrir que sólo él tiene «palabras de vida eterna»66, y que acoger en la fe el don de su IucaristIa es acogerlo a él mismo.

3.2. La institución de la IucaristIa

Il Señor, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el fin. Sabiendo que habIa llegado la hora de partir de este mundo para retornar a su Padre, en el transcurso de una cena, les lavó los pies y les dio el mandamiento del amor67. Para dejarles una prenda de este amor, para no alejarse nunca de los suyos y hacerlos partIcipes de su Pascua, instituyó la IucaristIa como memorial de su muerte y de su resurrección y ordenó a sus apóstoles celebrarlo hasta su retorno.

Los tres evangelios sinópticos y Pablo (en la primera carta a los corintios) nos han transmitido el relato de la institución de la IucaristIa; por su parte, el evangelio de Juan relata las palabras de Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm, palabras que preparan la institución de la IucaristIa: Cristo se designa a sI mismo como el pan de vida, bajado del cielo68.

Jesús escogió el tiempo de la Pascua para realizar lo que habIa anunciado en Cafarnaúm: dar a sus discIpulos su Cuerpo y su Sangre: «Llegó el dIa de los Ázimos, en el que se habIa de inmolar el cordero de Pascua; (Jesús) envió a Pedro y a Juan, diciendo: «Id y preparadnos la Pascua para que la comamos»... fueron... y prepararon la Pascua. Llegada la hora, se puso a la mesa con los apóstoles; y les dijo: «Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer; porque os digo que ya no la comeré más hasta que halle su cumplimiento en el Reino de Dios»...Y tomó pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo: «Isto es mi cuerpo que va a ser entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mIo». De igual modo, después de cenar, el cáliz, diciendo: «Iste cáliz es la Nueva Alianza en mi sangre, que va a ser derramada por vosotros»69

Al celebrar la última Cena con sus apóstoles en el transcurso del banquete pascual, Jesús

61 Ver Mt 14,13-21; 15, 32-29.

62 Ver Jn 2,11.

63 Ver Mc 14,25.

64 Jn 6,60.

65 Jn 6,67.

66 Jn 6,68.

67 Jn 13,1-17.

68 Ver Jn 6.

69 Lc 22,7-20; ver Mt 26,17-29; Mc 14,12-25; 1 Co 11,23-26.

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dio su sentido definitivo a la pascua judIa. In efecto, el paso de Jesús a su Padre por su muerte y su resurrección, la Pascua nueva, es anticipada en la Cena y celebrada en la IucaristIa que da cumplimiento a la pascua judIa y anticipa la pascua final de la Iglesia en la gloria del Reino.

3.3. «Haced esto en memoria mIa»

ES OBLIGADA LA REFE- RENCIA A LA ÚLTIMA CENA A LA HORA DE HA- CER UNA REFLEXIÓN SOBRE LA EUCARISTÍA. EN ESTA REPRESENTA- CIÓN DE LA CENA DE UNA MINIATURA DEL CÓDICE DE LA CATEDRAL DE ROSSANO SE OBSER- VA LA FIDELIDAD A LA TRADICIÓN ORIENTAL EN LOS DETALLES DEL VESTUARIO Y EN LA DISPOSICIÓN DE LOS COMENSALES.

Il mandamiento de Jesús de repetir sus gestos y sus palabras «hasta que venga»70, no exige solamente acordarse de Jesús y de lo que hizo. Requiere la celebración litúrgica por los apóstoles y sus sucesores del memorial de Cristo, de su vida, de su muerte, de su resurrección y de su intercesión junto al Padre.

Desde el com ienzo la Iglesia fue fiel a la orden del Señor. De la Iglesia de Jerusalén se dice: «AcudIan asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, fieles a la comunión fraterna, a la fracción del pan y a las oraciones...AcudIan al Templo todos los dIas con perseverancia y con un mismo espIritu, partIan el pan por las casas y tomaban el alimento con alegrIa y con sencillez de corazón71

Ira sobre todo «el primer dIa de la semana», es decir, el dom ingo, el dIa de la resurrección de Jesús, cuando los cristianos se reunIan para «partir el pan». Desde entonces hasta nuestros dIas la celebración de la IucaristIa se ha perpetuado, de suerte que hoy la encontramos por todas partes en la Iglesia, con la misma estructura fundamental. Sigue siendo el centro de la vida de la Iglesia.

AsI, de celebración en celebración, anunciando el misterio pascual de Jesús «hasta que venga», el pueblo de Dios peregrinante camina por la senda estrecha de la cruz hacia el banquete celestial, donde todos los elegidos se sentarán a la mesa del Reino. 4. LA CILIBRACIÓN LITÚRGICA DI LA IUCARISTÍA

4.1. La misa de todos los siglos

Desde el siglo II, según el testimonio de San Justino mártir, tenemos las grandes lIneas del desarrollo de la celebración eucarIstica. Istas han permanecido invariables hasta nuestros

70 1Co 11,26.

71 Hch 2,42.46.

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dIas a través de la diversidad de tradiciones rituales litúrgicas. He aquI lo que el santo escribe, hacia el año 155, para explicar al emperador pagano Antonino PIo (138-161) lo que hacen los cristianos:

«Il dIa que se llama dIa del sol tiene lugar la reunión en un mismo sitio de todos los que habitan en la ciudad o en el campo.

Se leen las memorias de los Apóstoles y los escritos de los profetas, tanto tiempo como es posible.

Cuando el lector ha terminado, el que preside toma la palabra para incitar y exhortar a la imitación de tan bellas cosas.

Luego nos levantamos todos juntos y oramos por nosotros...y por todos los demás donde quiera que estén a fin de que seamos hallados justos en nuestra vida y nuestras acciones y seamos fieles a los mandamientos para alcanzar asI la salvación eterna.

Cuando termina esta oración nos besamos unos a otros. Luego se lleva al que preside a los hermanos pan y una copa de agua y de vino mezclados. Il presidente los toma y eleva alabanza y gloria al Padre del universo, por el nombre del

Hijo y del IspIritu Santo y da gracias (en griego: eucharistian) largamente porque hayamos sido juzgados dignos de estos dones.

Cuando terminan las oraciones y las acciones de gracias todo el pueblo presente pronuncia una aclamación diciendo: Amén.

Cuando el que preside ha hecho la acción de gracias y el pueblo le ha respondido, los que entre nosotros se llaman diáconos distribuyen a todos los que están presentes pan, vino y agua «eucaristizados» y los llevan a los ausentes72.

La liturgia de la I ucaristIa se desarrolla conforme a una estructura fundamental que se ha conservado a través de los siglos hasta nosotros. Comprende dos grandes momentos que forman una unidad básica:

a) La reunión, la liturgia de la Palabra, con las lecturas, la homilIa y la oración universal; b) la liturgia eucarIstica, con la presentación del pan y del vino, la acción de gracias

consecratoria y la comunión. Liturgia de la Palabra y Liturgia eucarIstica constituyen juntas «un solo acto de culto»; en

efecto, la mesa preparada para nosotros en la IucaristIa es a la vez la de la Palabra de Dios y la del Cuerpo del Señor.

He aquI el mismo dinamismo del banquete pascual de Jesús resucitado con sus discIpulos: en el camino les explicaba las Iscrituras, luego, sentándose a la mesa con ellos, «tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio»73.

4.2. Il desarrollo de la celebración

Todos se reúnen. Los cristianos acuden a un mismo lugar para la asamblea eucarIstica. A su cabeza está Cristo mismo que es el actor principal de la IucaristIa. Él es sumo sacerdote de la Nueva Alianza. Él mismo es quien preside invisiblemente toda celebración eucarIstica. Como representante suyo, el obispo o el presbItero preside la asamblea, toma la palabra después de las lecturas, recibe las ofrendas y dice la plegaria eucarIstica. Todos tienen parte activa en la celebración, cada uno a su manera: los lectores, los que presentan las ofrendas, los que dan la comunión, y el pueblo entero cuyo «Amén» manifiesta su participación.

La liturgia de la Palabra comprende «los escritos de los profetas», es decir, el Antiguo Testamento, y «las memorias de los apóstoles», es decir sus cartas y los Ivangelios; después la homilía que exhorta a acoger esta palabra como lo que es verdaderamente, Palabra de Dios, y a ponerla en práctica; vienen luego las intercesiones por todos los hombres, según la palabra del Apóstol: «Ante todo, recomiendo que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres; por los reyes y por todos los constituidos en autoridad»74.

72 San Justino, Apología I, 65; 67.

73 Ver Lc 24,13-35.

74 1Tm 2,1-2.

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La presentación de las ofrendas (el ofertorio): entonces se lleva al altar, a veces en procesión, el pan y el vino que serán ofrecidos por el sacerdote en nombre de Cristo en el sacrificio eucarIstico en el que se convertirán en su Cuerpo y en su Sangre. Is la acción misma

de Cristo en la última Cena, «tomando pan y una copa». La presentación de las ofrendas en el altar hace suyo el gesto de Melquisedec y pone los dones del Crea- dor en las manos de Cristo. Él es quien, en su sacrificio, lleva a la perfección todos los intentos humanos de ofrecer sacrifi- cios.

UN ERROR FRECUENTE DE LA REFLEXIÓN CATÓLICA SOBRE LA EUCARISTÍA FUE OLVIDAR LA SIGNIFICACIÓN DE LAS COMIDAS DEL SEÑOR RESUCITADO CON LOS DISCÍPULOS, QUE NOS PRESENTAN LOS EVANGELIOS. LA EUCARISTÍA CRISTIANA HUNDE SUS RAÍCES EN LA INSTITUCIÓN PASCUAL JUDÍA Y HACE MEMORIA DE LOS GESTOS Y PALABRAS DE JESÚS EN LA ÚLTIMA CENA, PERO ADQUIERE SU SENTIDO PLENO EN LA PASCUA DE CRISTO Y EN LA EXPERIENCIA DE ENCUENTRO DE LOS DISCÍPULOS CON JESÚS RESUCITADO. EN EL GRABADO PUEDES VER «LOS PEREGRINOS DE EMAÚS» DE CARAVAGGIO (1573-1610).

Desde el principio, junto con el pan y el vino para la IucaristIa, los cristia- nos presentan también sus dones para compartirlos con los que tienen necesi- dad. Ista costumbre de la colecta75, siempre actual, se inspira en el ejemplo de Cristo que se hizo pobre para enrique- cernos: «Los que son ricos y lo desean, cada uno según lo que se ha impuesto; lo que es recogido es entregado al que preside, y él atiende a los huérfanos y viudas, a los que la enfermedad u otra causa priva de recursos, los presos, los inmigrantes y, en una palabra, socorre a todos los que están en necesidad76.

Con la plegaria eucarística (o anáfora), oración de acción de gracias y de consagración llegamos al corazón y a la cumbre de la celebración:

In el prefacio, la Iglesia da gra- cias al Padre, por Cristo, en el IspIritu Santo, por todas sus obras , por la creación, la redención y la santificación. Toda la asamblea se une entonces a la alabanza incesante que la Iglesia celestial, los ángeles y todos los santos, cantan al Dios tres veces santo.

In la epíclesis, la Iglesia pide al Padre que envIe su IspIritu Santo (o el poder de su bendición sobre el pan y el vino, para que se conviertan por su poder, en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, y que quienes toman parte en la IucaristIa sean un solo cuerpo y un solo espIritu.

In el relato de la institución, la fuerza de las palabras y de la acción de Cristo y el poder del IspIritu Santo hacen sacramentalm ente presentes bajo las especies de pan y de vino su Cuerpo y su Sangre, su sacrificio ofrecido en la cruz de una vez para siempre.

In la anámnesis que sigue, la Iglesia hace memoria de la pasión, de la resurrección y del retorno glorioso de Cristo Jesús; presenta al Padre la ofrenda de su Hijo que nos reconcilia con él.

In las intercesiones, la Iglesia expresa que la IucaristIa se celebra en comunión con toda la Iglesia del cielo y de la tierra, de los vivos y de los difuntos, y en comunión con los pastores de la Iglesia, el Papa, el obispo de la diócesis, su presbiterio y sus diáconos y todos los obispos del mundo entero con sus iglesias.

In la comunión, precedida por la oración del Señor y de la fracción del pan, los fieles reciben «el pan del cielo» y «el cáliz de la salvación», el Cuerpo y la Sangre de Cristo que se entregó para la vida del mundo: «Porque este pan y este vino han sido, según la expresión antigua «eucaristizados», llamamos a este alimento IucaristIa y nadie puede tomar parte en él

75 Ver 1Co 16,1.

7J6

USTINO, Apología 1, 67,6.

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1

si no cree en la verdad de lo que se enseña entre nosotros, si no ha recibido el baño para el perdón de los pecados y el nuevo nacimiento, y si no vive según los preceptos de Cristo»77.

resumen AQUÍ TIENES EL RESUMEN DEL TEMA QUE HEMOS DESARROLLADO EN LAS PÁGINAS PRECEDENTES.

OLa IucaristIa es el corazón y la cumbre de la vida de la Iglesia, pues en ella Cristo asocia su

Iglesia y todos sus miembros a su sacrificio de alabanza y acción de gracias ofrecido una vez por todas en la cruz a su Padre; por medio de este sacrificio derrama las gracias de la salvación sobre su Cuerpo, que es la Iglesia.

øLos distintos nombres que damos a la IucaristIa nos ayudan a entender su profundidad y su contenido: Banquete del Señor, Fracción del pan, Asamblea, Santo Sacrificio, Divina liturgia,

Santos Misterios, Comunión, Misa...

OLa celebración eucarIstica comprende siempre: la proclamación de la Palabra de Dios, la acción de gracias a Dios Padre por todos sus beneficios, sobre todo por el don de su Hijo, la

consagración del pan y del vino y la participación en el banquete litúrgico por la recepción del Cuerpo y de la Sangre del Señor (comunión).

para escribir SIGUE LAS INSTRUCCIONES Y ESCRIBE TU REFLEXIÓN EN EL CUADERNO DE TRABAJO.

In la página siguiente tienes copiado el texto de los discIpulos de Imaús del evangelio de Lucas (24,13-35). Se trata de que intentes leer el texto en clave eucarIstica. Il evangelista ha intentado expresar que es lo que pasa cada vez que los cristianos celebran la eucaristIa, pero lo ha novelado, relacionándolo con la experiencia de la resurrección y del encuentro con el resucitado. A ver si eres capaz de descubrir tras el relato de Lucas la estructura de la celebración eucarIstica de la comunidad primera. Para ayudarte te doy los elementos ordenados: a) reunión de los creyentes; b) liturgia de la palabra; c) liturgia eucarIstica; d) liturgia de comunión; e) despedida (¡y misión!). Pon en la columna gris de la derecha estos elementos donde corresponda, según el relato de la izquierda.

7J7 USTINO, Apología 1, 66,1-2.

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Aquel mismo día dos discípulos se dirigían a un pueblecito llamado Emaús, que está a unos doce kilómetros de Jerusalén, e iban conversando sobre todo lo que había ocurrido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se les acercó y se puso a caminar con ellos, pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran. Él les dijo:

—¿De qué vais discutiendo por el camino? Se detuvieron, y parecían muy desanimados. Uno de ellos,

llamado Cleofás, le contestó: —¿Cómo? ¿Eres tú el único peregrino en Jerusalén que no está

enterado de lo que ha pasado aquí estos días? —¿Qué pasó?— les preguntó. Le contestaron: —¡Todo el asunto de Jesús Nazareno! Era un profeta poderoso

en obras y palabras, reconocido por Dios y por todo el pueblo. Pero nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes renegaron de él, lo hicieron condenar a muerte y clavar en la cruz. Nosotros pensábamos que él sería el que debía libertar a Israel. Pero todo está hecho, y ya van dos días que sucedieron estas cosas. En realidad, algunas mujeres de nuestro grupo nos han inquietado, pues fueron muy de mañana al sepulcro y, al no hallar su cuerpo, volvieron hablando de una aparición de ángeles que decían que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y hallaron todo tal como habían dicho las mujeres, pero a él no lo vieron.

Entonces él les dijo: —¡Qué poco entendéis, y qué lentos son vuestros corazones

para creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No tenía que ser así y que el Mesías padeciera para entrar en su gloria?

Y les interpretó lo que se decía de él en todas las Escrituras, comenzando por Moisés y luego todos los profetas.

Al llegar cerca del pueblo al que iban, hizo como que quisiera seguir adelante, pero ellos le insistieron diciendo:

—Quédate con nosotros, ya está cayendo la tarde y se termina el día.

Entró, pues, para quedarse con ellos. Y esto sucedió. Mientras

estaba en la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, y en ese momento se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero ya había desaparecido. Entonces se dijeron el uno al otro:

—¿No sentíamos arder nuestro corazón cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?

De inmediato se levantaron y volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once y a los de su grupo. Estos les dijeron:

—Es verdad. El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón. Ellos, por su parte, contaron lo sucedido en el camino y cómo

lo habían reconocido al partir el pan.

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Unidad 5 los sacramentos de la iniciación cristiana (IV): la eucaristía (II)

JUAN, EN EL RELATO DE LAS BODAS DE CANÁ, ES CUIDADOSO EN AFIRMAR QUE EL MAESTRESALA NO SABÍA DE DONDE VENÍA EL VINO, MIENTRAS QUE LOS SIRVIENTES (DIÁCONOS) SÍ LO SABÍAN. ¿HAY QUE ENTENDER QUE LOS DISCÍPULOS (LOS QUE ESTÁN LLAMADOS A SER SERVIDORES POR MANDATO DE JESÚS) CONOCEN LA CONVERSIÓN OCURRIDA EN LA EUCARISTÍA, MIENTRAS LOS QUE MANDAN (ES DECIR, LOS QUE NO SIRVEN) NO SABEN LO QUE OCURRE EN LA EUCARISTÍA? EN EL GRABADO: «LAS BODAS DE CANÁ». CAPILLA SCROVENI (PADUA). GIOTTO (1266-1337).

EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA CULMINA LA INICIACIÓN CRISTIANA. LOS QUE HAN SIDO ELEVADOS A LA DIGNIDAD DEL SACERDOCIO REAL POR EL BAUTISMO Y CONFIGURADOS MÁS PROFUNDAMENTE CON CRISTO POR LA CONFIRMACIÓN, PARTICIPAN POR MEDIO DE LA EUCARISTÍA CON TODA LA COMUNIDAD EN EL SACRIFICIO MISMO DEL SEÑOR.

Esquema ESTE ES EL ESQUEMA QUE SIGUE EL TEXTO. LÉELO ANTES DE PONERTE A ESTUDIAR.

1. IL SACRIFICIO SACRAMINTAL: ACCIÓN DI GRACIAS, MIMORIAL, PRISINCIA

1.1. La ación de gracias y la alabanza al Padre 1.2. Il memorial sacrificial de Cristo y de su Cuerpo, que es la iglesia 1.3. La presencia de Cristo por el poder de su Palabra y del IspIritu Santo

2. IL BANQUITI PASCUAL

2.1. «Tomad y comed todos de él»: la comunión 2.2. Los frutos de la comunión

3. LA IUCARISTÍA, PRINDA DI LA GLORIA FUTURA

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bibliografía LA UNIDAD HA SIDO CONFECCIONADA USANDO LAS OBRAS CITADAS MÁS ABAJO.

Catecismo de la iglesia católica, nn. 1356-1405.

para estudiar LEE EL TEXTO, HAZ UN ESQUEMA Y ANOTA LAS DUDAS QUE TE SURJAN.

1. IL SACRIFICIO SACRAMINTAL: ACCIÓN DI GRACIAS, MIMORIAL, PRISINCIA

Si los cristianos celebran la IucaristIa desde los orIgenes, y de forma que, en su substancia, no ha cambiado a través de la gran diversidad de épocas y de liturgias, sucede porque sabemos que estamos sujetos al mandato del Señor, dado la vIspera de su pasión: «haced esto en memoria mIa».

Cumplimos este mandato del Señor celebrando el memorial de su sacrificio. Al hacerlo, ofrecemos al Padre lo que él mismo nos ha dado: los dones de su Creación, el pan y el vino, convertidos por el poder del IspIritu Santo y las palabras de Cristo, en el Cuerpo y la Sangre del mismo Cristo. AsI Cristo se hace real y misteriosamente presente.

Por tanto, debemos considerar la IucaristIa como acción de gracias y alabanza al Padre, como memorial del sacrificio de Cristo y de su Cuerpo y como presencia de Cristo por el poder de su Palabra y de su IspIritu.

1.1. La acción de gracias y la alabanza al Padre

La IucaristIa, sacramento de nuestra salvación realizada por Cristo en la cruz, es también un sacrificio de alabanza en acción de gracias por la obra de la creación. In el sacrificio eucarIstico, toda la creación amada por Dios es presentada al Padre a través de la muerte y resurrección de Cristo. Por Cristo, la Iglesia puede ofrecer el sacrificio de alabanza en acción de gracias por todo lo que Dios ha hecho de bueno, de bello y de justo en la creación y en la humanidad.

La IucaristIa es un sacrificio de acción de gracias al Padre, una bendición por la cual la Iglesia expresa su reconocimiento a Dios por todos sus beneficios, por todo lo que ha realizado mediante la creación, la redención y la santificación. «IucaristIa» significa, ante todo, acción de gracias.

La IucaristIa es también el sacrificio de alabanza por medio del cual la Iglesia canta la gloria de Dios en nombre de toda la creación. Iste sacrificio de alabanza sólo es posible a través de Cristo: él une los fieles a su persona, a su alabanza y a su intercesión, de manera que el sacrificio de alabanza al Padre es ofrecido por Cristo y con Cristo para ser aceptado en él.

1.2. Il memorial sacrificial de Cristo y de su Cuerpo, que es la Iglesia

La IucaristIa es el memorial de la Pascua de Cristo, la actualización y la ofrenda sacramental de su único sacrificio, en la liturgia de la Iglesia que es su Cuerpo. In todas las plegarias eucarIsticas encontramos, tras las palabras de la institución, una oración llam ada

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anámnesis o memorial. In el sentido empleado por la Sagrada Iscritura, el memorial no es solamente el recuerdo

de los acontecimientos del pasado, sino la proclamación de las maravillas que Dios ha realizado en favor de los hombres. In la celebración litúrgica, estos acontecimientos se hacen, en cierta forma, presentes y actuales. De esta manera Israel entiende su liberación de Igipto: cada vez que es celebrada la pascua, los acontecimientos del Éxodo se hacen presentes a la memoria de los creyentes a fin de que conformen su vida a estos acontecimientos.

Il memorial recibe un sentido nuevo en el Nuevo Testamento. Cuando la Iglesia celebra la IucaristIa, hace memoria de la Pascua de Cristo y esta se hace presente: el sacrificio que Cristo ofreció de una vez para siempre en la cruz, permanece siempre actual78. «Cuantas veces se renueva en el altar el sacrificio de la cruz, en el que Cristo, nuestra Pascua, fue inmolado, se realiza la obra de nuestra redención»79.

Por ser memorial de la Pascua de Cristo, la IucaristIa es también un sacrificio. Il carácter sacrificial de la IucaristIa se manifiesta en las palabras mismas de la institución: «Isto es mi Cuerpo que será entregado por vosotros» y «Ista copa es la nueva Alianza en mi sangre, que será derramada por vosotros». In la IucaristIa, Cristo da el mismo cuerpo que por nosotros entregó en la cruz, y la sangre mism a que «derramó por muchos para remisión de los pecados». La IucaristIa es, pues, un sacrificio porque representa (= se hace presente) el sacrificio de la cruz, porque es su memorial y aplica su fruto.

La IucaristIa es igualmente el sacrificio de la Iglesia. La Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, participa en la ofrenda de su Cabeza. Con él, ella se ofrece totalmente. Se une a su intercesión ante el Padre por todos los hombres. In la IucaristIa, el sacrificio de Cristo es también el sacrificio de los miembros de su Cuerpo. La vida de los fieles, su alabanza, su sufrimiento, su oración y su trabajo se unen a los de Cristo y a su total ofrenda, y adquieren asI un valor nuevo. Il sacrificio de Cristo, presente sobre el altar, da a todas alas generaciones de cristianos la posibilidad de unirse a su ofrenda. In las catacumbas, la Iglesia es con frecuencia representada como una mujer en oración, los brazos extendidos en actitud de orante. Como Cristo que extendió los brazos sobre la cruz, por él, con él y en él, la Iglesia se ofrece e intercede por todos los hombres.

Toda la Iglesia se une a la ofrenda y a la intercesión de Cristo. Incargado del ministerio de Pedro en la Iglesia, el Papa es asociado a toda celebración de la IucaristIa en la que es nombrado como signo y servidor de la unidad de la Iglesia universal. Il obispo del lugar es siempre responsable de la IucaristIa, incluso cuando es presidida por un presbItero; el nombre del obispo se pronuncia en ella para significar su presidencia de la Iglesia particular en medio del presbiterio y con la asistencia de los diáconos. La comunidad intercede también por todos los ministros que, por ella y con ella, ofrecen el sacrificio eucarIstico.

A la ofrenda de Cristo se unen no sólo los miembros que están todavIa aquI abajo, sino también los que están ya en la gloria del cielo: La Iglesia ofrece el sacrificio eucarIstico en com unión con la Virgen MarIa y haciendo memoria de ella asI como de todos los santos. In la IucaristIa, la Iglesia, con MarIa, está como al pie de la cruz, unida a la ofrenda y a la intercesión de Cristo.

Il sacrificio eucarIstico es también ofrecido por los fieles difuntos que han muerto en Cristo y todavIa no están plenamente purificados, para que puedan entrar en la luz y la paz de Cristo.

San AgustIn ha resumido admirablemente esta doctrina que nos impulsa a una participación cada vez más completa en el sacrificio de nuestro Redentor que celebramos en la IucaristIa: «Ista ciudad plenamente rescatada, es decir, la asamblea y la sociedad de los santos, es ofrecida a Dios como un sacrificio universal por el Sumo Sacerdote que, bajo la forma de esclavo, llegó a ofrecerse por nosotros en su pasión, para hacer de nosotros el cuerpo de una tan gran Cabeza...Tal es el sacrificio de los cristianos: siendo muchos, no formamos más que un sólo cuerpo en Cristo (Rm 12,5). Y este sacrificio, la Iglesia no cesa de reproducirlo en el Sacramento

78 Ver Hb 7,25-27.

79 LG 3.

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del altar bien conocido de los fieles, donde se muestra que en lo que ella ofrece se ofrece a sI misma80.

1.3. La presencia de Cristo por el poder de su Palabra y del IspIritu Santo

Cristo Jesús que murió, resucitó, que está a la derecha de Dios e intercede por nosotros, está presente de múltiples maneras en su Iglesia: en su Palabra, en la oración de su Iglesia, donde dos o tres estén reunidos en su nombre81, en los pobres, los enfermos, los presos82, en

los sacramentos de los que él es autor, en el sacrificio de la misa y en la persona del minis- tro. Pero, sobre todo, está presente bajo las especies eucarIsticas.

Il modo de presencia de Cristo bajo las especies eucarIsticas es singular. Ileva la eucaristIa por encima de todos los sacramentos y hace de ella, en palabras de Santo Tomás de Aquino, «como la perfección de la vida espiri- tual y el fin al que tienden todos los sacramen- tos». Ista presencia se denomina «real», no a tItulo exclusivo, como si las otras presencias no fuesen reales, sino por excelencia, porque es substancial, y por ella Cristo, Dios y hombre, se hace totalmente presente».

Mediante la conversión del pan y del vino en su Cuerpo y Sangre, Cristo se hace presente en este sacramento. Los Padres de la Iglesia afirmaron con fuerza la fe de la Iglesia en la eficacia de la Palabra de Cristo y de la acción del IspIritu Santo para obrar esta conversión. AsI, San Juan Crisóstomo declara que «no es el hombre quien hace que las cosas ofrecidas se conviertan en Cuerpo y Sangre de Cristo, sino Cristo mismo que fue crucificado por nosotros. Il sacerdote, figura de Cristo, pronuncia estas palabras, pero su eficacia y su gracia provienen de Dios. Isto es mi Cuerpo, dice. Ista palabra transforma las cosas ofreci- das». Y San Ambrosio dice respecto a esta conversión: «Istemos bien persuadidos de que esto no es lo que la naturaleza ha producido, sino lo que la bendición ha consagrado, y de

QUIZÁ HEMOS PASADO DEMASIADO AÑOS CONCIBIENDO LA PRESENCIA DE JESÚS EN LA EUCARISTÍA COMO UNA PRESENCIA TOTALMENTE ESTÁTICA. AL LEER LOS RELATOS DE LA CENA NOS HEMOS QUEDADO EN EL «CUERPO» Y LA «SANGRE», PERO HEMOS OLVIDADO LO DE «ENTREGADO» Y «DERRAMA- DA». QUIZÁ POR ESO A VECES NUESTRO CRISTIANISMO HA SIDO TAN ESPIRITUALISTA Y TAN POCO COMPROMETIDO CON LA REALIDAD: LA CELEBRACIÓN DE LA EUCARISTÍA NO NOS HA EXIGIDO QUE NOS «ENTREGUE- MOS» Y QUE NOS «DERRAMEMOS» POR LOS DEMÁS COMO JESÚS LO HIZO. AQUÍ ARRIBA PUEDES VER UNA REPRODUCCIÓN DE «EL EXPOLIO» DE EL GRECO (1541-1614), QUE SE CONSERVA EN LA CATEDRAL DE TOLEDO.

que la fuerza de la bendición supera a la de la naturaleza, porque por la bendición la naturale- za misma resulta cambiada...La palabra de Cristo, que pudo hacer de la nada lo que no existIa, ¿no podrIa cambiar las cosas existentes en lo que no eran todavIa? Porque no es menos dar a las cosas su naturaleza primera que cambiársela».

Il Concilio de Trento resume la fe

8S0 AN AG USTÍN, La ciudad de Dios, 10,6.

81 Ver Mt 18,20.

82 Mt 25,31-46.

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católica cuando afirma: «Porque Cristo, nuestro Redentor, dijo que lo que ofrecIa bajo la especie de pan era verdaderamente su Cuerpo, se ha mantenido siempre en la Iglesia esta convicción, que declara de nuevo el Santo Concilio: por la consagración del pan y del vino se opera el cambio de toda la substancia del pan en la substancia del Cuerpo de Cristo nuestro Señor y de toda la substancia del vino en la substancia de su sangre; la Iglesia católica ha llamado justa y apropiadamente a este cambio transubstanciación»83

In la liturgia de la misa expresam os nuestra fe en la presencia real de Cristo bajo las especies de pan y de vino, entre otras maneras, arrodillándonos o inclinándonos profundamente en señal de adoración al Señor. La Iglesia ha dado y continua dando este culto de adoración que se debe al sacramento de la IucaristIa no solamente durante la misa, sino también fuera de su celebración: conservando con el mayor cuidado las hostias consagradas, presentándolas a los fieles para que las veneren con solemnidad, llevándolas en procesión.

Il Sagrario (tabernáculo) estaba primeramente destinado a guardar dignamente la IucaristIa para que pudiera ser llevada a los enfermos y ausentes fuera de la misa. Por la profundización de la fe en la presencia real de Cristo en su IucaristIa, la Iglesia tomó conciencia del sentido de la adoración silenciosa del Señor presente bajo las especies eucarIsticas. Por eso, el sagrario debe estar colocado en un lugar particularmente digno de la iglesia; debe estar construido de tal forma que subraye y manifieste la verdad de la presencia real de Cristo en el santo sacramento.

Is grandemente admirable que Cristo haya querido hacerse presente en su Iglesia de esta singular manera. Puesto que Cristo iba a dejar a los suyos bajo su forma visible, quiso darnos su presencia sacramental; puesto que iba a ofrecerse en la cruz por muestra salvación, quiso que tuviéramos el memorial del amor con que nos habIa amado hasta el extremo, hasta el don de su vida. In efecto, en su presencia eucarIstica permanece misteriosamente en medio de nosotros como quien nos amó y se entregó por nosotros, y se queda bajo los signos que expresan y comunican este amor:

La presencia del verdadero Cuerpo de Cristo y de la verdadera Sangre de Cristo en este sacramento, no se conoce por los sentidos, dice Santo Tomás, sino solo por la fe, la cual se apoya en la autoridad de Dios. Por ello, comentando el texto de Lucas 22,19: «Isto es mi Cuerpo que será entregado por vosotros», San Cirilo declara: «No te preguntes si esto es verdad, sino acoge más bien con fe las palabras del Señor, porque él, que es la Verdad, no miente». 2. IL BANQUITI PASCUAL

La misa es, a la vez e inseparablemente, el memorial sacrificial en que se perpetúa el sacrificio de la cruz, y el banquete sagrado de la comunión en el Cuerpo y la Sangre del Señor. Pero la celebración del sacrificio eucarIstico está totalmente orientada hacia la unión Intima de los fieles con Cristo por medio de la comunión. Comulgar es recibir a Cristo mismo que se ofrece por nosotros.

Il altar, en torno al cual la Iglesia se reúne en la celebración de la IucaristIa, representa los dos aspectos de un mismo misterio: el altar del sacrificio y la mesa del Señor, y esto, tanto más cuanto que el altar cristiano es el sImbolo de Cristo mismo, presente en medio de la asamblea de sus fieles, a la vez como la vIctima ofrecida por nuestra reconciliación y como alimento celestial que se nos da. «¿Qué es, en efecto, el altar de Cristo sino la imagen del Cuerpo de Cristo?», dice San Ambrosio, y en otro lugar: «Il altar representa el Cuerpo de Cristo, y el Cuerpo de Cristo está sobre el altar». La liturgia expresa esta unidad del sacrificio y de la comunión en numerosas oraciones. AsI, la Iglesia de Rom a ora en su anáfora: «Te pedimos humildemente, Dios todopoderoso, que esta ofrenda sea llevada a tu presencia hasta el altar del cielo, por manos de tu ángel, para que cuantos recibimos el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, al participar aquI de este altar, seamos colmados de gracia y bendición».

83 DS 1642.

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2.1. «Tomad y comed todos de él»: la comunión

Il Señor nos dirige una invitación urgente a recibirle en el sacramento de la IucaristIa: «In verdad en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros»84.

Para responder a esta invitación, debemos prepararnos para este momento tan grande y santo. San Pablo exhorta a un examen de conciencia: «Quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. IxamInese, pues, cada cual, y coma entonces del pan y beba del cáliz. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo»85. Quien tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir el

sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar.

Ante la grandeza de este sacramento, el fiel sólo puede repetir humildemente y con fe ardiente las palabras del Centurión: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme». In la Liturgia de San Juan Crisóstomo, los fieles oran con el mismo espIritu: «Hazme com ulgar hoy en tu cena mIstica, oh Hijo de Dios. Porque no diré el secreto a tus enemigos ni te daré el beso de Judas. Sino que, como el buen ladrón, te digo: Acuérdate de mI, Señor, en tu Reino».

LOS ARTISTAS CONTEMPORÁNEOS SE HAN AFANADO, IGUAL QUE LOS TEÓLOGOS, PARA EXPRESAR EL MISTERIO DE LA EUCARISTÍA EN LOS MOLDES ESTÉTICOS Y SIMBÓLICOS DE NUESTRO MOMENTO. AQUÍ TIENES UN DETALLE DE «LA MANDONNA DE PORT LLIGAT» DE DALÍ.

La Iglesia obliga a los fieles a participar los domingos y dIas de fiesta en la celebración eucarIstica y a recibir al menos una vez al año la comunión, si es posible en tiempo pascual, preparados por el sacramento de la Reconcilia- ción. Pero la Iglesia recomienda vivamente a los fieles recibir la comunión los domingos y los dIas de fiesta, o con más frecuencia aún, inclu- so todos los dIas.

Gracias a la presencia sacramental de Cristo bajo cada una de las especies, la comu- nión bajo la sola especie de pan ya hace que se reciba todo el fruto de gracia propio de la IucaristIa. Por razones pastorales, esta manera

de comulgar se ha establecido como la más habitual en el rito latino. Pero la comunión tiene una expresión m ás plena por razón del signo cuando se hace bajo las dos especies. Ya que en esa forma es donde más perfectamente se manifiesta el signo del banquete eucarIstico. Is la forma habitual de comulgar en los ritos orientales.

2.2. Los frutos de la comunión

A) La comunión acrecienta nuestra unión con Cristo. Recibir la IucaristIa en la comunión da como fruto principal la unión Intima con Cristo

Jesús. In efecto, el Señor dice: «Quien come mi Carne y bebe mi Sangre habita en mI y yo en él»86. La vida en Cristo encuentra su fundamento en el banquete eucarIstico: «Lo mismo que me

84 Jn 6,53.

85 1Co 11,27-29.

86 Jn 6,56.

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ha enviado el Padre, que vive, y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mI»87: Lo que el alimento material produce en nuestra vida corporal, la comunión lo realiza de

manera admirable en nuestra vida espiritual. La comunión con el Cuerpo de Cristo resucitado, vivificada por el IspIritu Santo, conserva, acrecienta y renueva la vida de gracia recibida en el Bautismo. Iste crecimiento de la vida cristiana necesita ser alimentado por la comunión eucarIstica, pan de nuestra peregrinación, hasta el momento de la muerte, cuando nos sea dada como viático.

B) La comunión nos separa del pecado. Il Cuerpo de Cristo que recibimos en la com unión es «entregado por nosotros», y la

Sangre que bebemos es «derramada por muchos para el perdón de los pecados». Por eso la IucaristIa no puede unirnos a Cristo sin purificarnos al mismo tiempo de los pecados cometidos y preservarnos de futuros pecados: «Cada vez que lo recibimos, anunciamos la muerte del Señor»88. Dice San Ambrosio: «Si anunciamos la muerte del Señor, anunciamos también el perdón de los pecados. Si cada vez que su Sangre es derramada, lo es para el perdón de los pecados, debo recibirlo siempre, para que siempre me perdone los pecados. Yo que peco siempre, debo tener siempre un remedio»89.

Como el alimento corporal sirve para restaurar la pérdida de fuerzas, la IucaristIa fortalece la caridad que, en la vida cotidiana, tiende a debilitarse; y esta caridad vivificada borra los pecados veniales. Dándose a nosotros, Cristo reaviva nuestro amor y nos hace capaces de romper los lazos desordenados con las criaturas y de arraigarnos en él.

Por la misma caridad que enciende en nosotros, la IucaristIa nos preserva de futuros pecados mortales. Cuanto más participamos en la vida de Cristo y más progresamos en su amistad, tanto más difIcil se nos hará romper con él por el pecado mortal. La IucaristIa no está ordenada al perdón de los pecados mortales. Isto es propio del sacramento de la Reconciliación. Lo propio de la IucaristIa es ser el sacramento de los que están en plena comunión con la Iglesia.

C) La unidad del Cuerpo místico. La IucaristIa hace la Iglesia. Los que reciben la IucaristIa se unen más estrechamente a

Cristo. Por ello mismo, Cristo los une a todos los fieles en un solo cuerpo: la Iglesia. La comunión renueva, fortifica, profundiza esta incorporación a la Iglesia realizada ya por el Bautismo. In el Bautismo fuimos llam ados a no formar más que un solo cuerpo90. La IucaristIa realiza esta llamada: «Il cáliz de bendición que bendecimos ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? y el pan que partimos ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo? Porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan»90.

La IucaristIa entraña un compromiso en favor de los pobres: Para recibir en la verdad el Cuerpo y la Sangre de Cristo entregados por nosotros debemos reconocer a Cristo en los más pobres, sus hermanos91.

D) La Eucaristía y la unidad de los cristianos. Ante la grandeza de este misterio, San AgustIn exclama: «¡Oh sacramento de piedad, oh

signo de unidad, oh vInculo de caridad!». Cuanto más dolorosamente se hacen sentir las divisiones de la Iglesia que rompen la participación común en la mesa del Señor, tanto más apremiantes son las oraciones al Señor para que lleguen los dIas de la unidad completa de todos los que creen en él.

Las Iglesias orientales que no están en plena comunión con la Iglesia católica celebran

87 Jn 6,57.

88 1Co 11,26.

8A9

MBROSIO DI MILÁN, Los sacramentos, 4,28.

90 Ver 1Co 12,13.

90 1Co 10,16-17.

91 Ver Mt 25,40.

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la IucaristIa con gran amor. «Mas como estas Iglesias, aunque separadas, tienen verdaderos sacramentos, y sobre todo, en virtud de la sucesión apostólica, el sacerdocio y la IucaristIa, con los que se unen aún más con nosotros con vInculo estrechIsimo»92. Una cierta comunión, por tanto, en la IucaristIa, no solamente es posible, sino que se aconseja en circunstancias oportunas.

Las comunidades eclesiales nacidas de la Reforma, separadas de la Iglesia católica, «sobre todo por defecto del sacramento del orden, no han conservado la sustancia genuina e Integra del Misterio eucarIstico»93. Por esto, para la Iglesia católica, la intercomunión eucarIstica con estas comunidades no es posible. Sin embargo, estas comunidades eclesiales «al conmemorar en la Santa Cena la muerte y la resurrección del Señor, profesan que en la comunión de Cristo se significa la vida, y esperan su venida gloriosa»94. 3. LA IUCARISTÍA, PRINDA DI LA GLORIA FUTURA

In una antigua oración, la Iglesia aclama el misterio de la IucaristIa: «¡Oh sagrado banquete, en que Cristo es nuestra comida; se celebra el memorial de su pasión; el alma se llena de gracia, y se nos da la prenda de la gloria futura!». Si la IucaristIa es el memorial de la Pascua del Señor y si por nuestra comunión en el altar somos colmados de toda bendición y gracia, la IucaristIa es también la anticipación de la gloria celestial.

In la última cena, el Señor mismo atrajo la atención de sus discIpulos hacia el cumplimiento de la Pascua en el reino de D ios: «Y os digo que desde ahora no beberé de este fruto de la vid hasta el dIa en que lo beba con vosotros, de nuevo, en el Reino de mi Padre»95. Cada vez que la Iglesia celebra la IucaristIa recuerda esta promesa y su mirada se dirige hacia «el que viene»96. In su oración, implora su venida: «Maranatha»97, «Ven, Señor Jesús»98, «que tu gracia venga y que este mundo pase»99.

La Iglesia sabe que, ya ahora, el Señor viene en su IucaristIa y que está ahI en medio de nosotros. Sin embargo, esta presencia está velada. Por eso celebramos la IucaristIa «mientras esperamos la gloriosa venida de Nuestro Salvador Jesucristo», pidiendo entrar «en tu reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria; allI enjugarás las lágrimas de nuestros ojos, porque, al contemplarte como tú eres, Dios nuestro, seremos para siempre semejantes a ti y cantaremos eternamente tus alabanzas, por Cristo, Señor Nuestro».

De esta gran esperanza, la de los cielos nuevos y la tierra nueva en los que habitará la justicia, no tenemos prenda más segura, signo más manifiesto que la IucaristIa. In efecto, cada vez que se celebra este misterio, se realiza la obra de nuestra redención y «partimos un mismo pan que es remedio de inmortalidad, antIdoto para no morir, sino para vivir en Jesucristo para siempre»100.

92 UR 15.

93 UR 22.

94 UR 22.

95 Mt 26,29; ver Lc 22,18; Mc 14,25.

96 Ap 1,4.

97 1Co 16,22.

98 Ap 22,20.

99 Didaché 10,6.

1I00

GNACIO DI ANT IOQ UÍA, Carta a los efesios 20,2.

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1

resumen AQUÍ TIENES EL RESUMEN DEL TEMA QUE HEMOS DESARROLLADO EN LAS PÁGINAS PRECEDENTES.

OLa IucaristIa es el memorial de la Pascua de Cristo, es decir, de la obra de la salvación realizada por la vida, la muerte y la resurrección de Cristo, obra que se hace presente en la

celebración. Is Cristo mismo, sumo sacerdote y eterno de la nueva Alianza, quien, por el ministerio de los sacerdotes, ofrece el sacrificio eucarIstico. Y es también el mismo Cristo, realmente presente bajo las especies del pan y del vino, la ofrenda del sacrificio eucarIstico.

øLos signos esenciales del sacramento eucarIstico son pan y vino, sobre los cuales es invocada la bendición del IspIritu Santo y el presbItero pronuncia las palabras de la consagración

dichas por Jesús en la última cena: «Isto es mi Cuerpo entregado por vosotros...Iste es el cáliz de mi Sangre...»

OPor la consagración se realiza la transubstanciación del pan y del vino en el Cuerpo y la

Sangre de Cristo. Bajo las especies consagradas del pan y del vino, Cristo mismo, vivo y glorioso, está presente de manera verdadera, real y substancial, con su Cuerpo, su Sangre, su alma y su divinidad.

OIl que quiere recibir a Cristo en la Comunión eucarIstica debe hallarse en estado de gracia.

Si uno tiene conciencia de haber pecado mortalmente no debe acercarse a la IucaristIa sin haber recibido previamente la absolución en el sacramento de la Penitencia. Pero, en cuanto sacrificio, la IucaristIa es ofrecida también en reparación de los pecados de los vivos y los difuntos, y para obtener de Dios beneficios espirituales o temporales.

OLa comunión del Cuerpo y de la Sangre de Cristo acrecienta la unión del comulgante con el

Señor, le perdona los pecados veniales y lo preserva de pecados graves. Puesto que los lazos de caridad entre el comulgante y Cristo son reforzados, la recepción de este sacramento fortalece la unidad de la Iglesia, Cuerpo mIstico de Cristo.

OCristo, que pasó de este mundo al Padre, nos da en la IucaristIa la prenda de la gloria que tendremos junto a él: la participación en la IucaristIa nos identifica con él, sostiene nuestras

fuerzas a lo largo del peregrinar de esta vida, nos hace desear la Vida eterna y nos une ya desde ahora a la Iglesia del cielo, a la Virgen MarIa y a todos los santos.

para reflexionar ESTE MATERIAL TE AYUDARÁ A ENTENDER MEJOR Y A PROFUNDIZAR EL TEMA.

La estructura de la plegaria eucaristIca. Las partes que componen la plegaria eucarIstica y su explicación. Con el ejemplo de la plegaria eucarIstica segunda.

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Entre el sacerdote y el pueblo

Desarrolla un aspec- to de la historia de la salvación o del miste- rio de Cristo o de los santos

Himno de aclamación de inspiración bíblica

Puente entre el pre- facio y la plegaria propiamente dicha Invocación del Espíri- tu sobre los dones

Palabras y gestos de Jesús en la última ce- na

Reconocimiento de la presencia de Jesús en los dones

Recuerdo de la obra de Cristo por noso- tros

La iglesia ofrece a Cristo y se ofrece a sí misma con él

Invocación del Espíri- tu sobre la comuni- dad reunida

El Señor esté con vosotros. Y CO N TU ESPÍRITU . Levantemos el corazón. LO T EN EM O S LEVAN TAD O H AC IA EL SEÑOR . Demos gracias al Señor, nuestro Dios. ES JU ST O Y N EC ESA R IO .

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias, Padre Santo, siempre y en todo lugar, por Jesucristo tu Hijo amado. Por él, que es tu Palabra, hiciste todas las cosas; tú nos lo enviaste para que, hecho hombre por obra del Espíritu Santo, fuera nuestro Salvador y Reden- tor. Él, en cumplimiento de tu voluntad, para destruir la muerte y manifestar la resurrección, extendió sus brazos en la cruz, y así adquirió para ti un pueblo santo. Por eso, con los ángeles y los santos, cantamos tu gloria diciendo:

Santo, santo, santo es el Señor...

Santo eres en verdad Señor, fuente de toda santidad:

por eso te pedimos que santifiques estos dones con la efusión de tu Espíritu, de manera que sean para nosotros Cuerpo y Sangre de Jesucristo nuestro Señor.

El cual, cuando iba a ser entregado a su Pasión, voluntaria- mente aceptada, tomó pan, dándote gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo: tomad y comed todos de él porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros. Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, y dándote gracias de nuevo, lo pasó a sus discípulos, diciendo: Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados. Haced esto en conmemoración mía.

Éste es el sacramento de nuestra fe. AN U N C IA M O S TU M U ER TE, PR OC LA MA MOS TU RESURR EC C IÓN . ¡VEN , SEÑ O R JESÚS!

Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la muerte y resurrección de tu Hijo,

te ofrecemos el pan de vida y el cáliz de salvación, y te damos gracias porque nos haces dignos de servirte en tu presencia.

Te pedimos humildemente que el Espíritu Santo congregue en la unidad a cuantos participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo.

EXPLICACIÓNPARTEPLEGARIA EUCARÍSTICA SEGUNDA

Diálogo inicial

Prefacio

Santo

Postsanctus

1ª epíclesis

Relato

Aclamación

Anámnesis

Oblación

2ª epíclesis

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Oramos a Dios por la iglesia

Oramos a Dios por los difuntos

Oramos a Dios por los vivos (los presen- tes en la celebración)

Glorificación de la Trinidad en Cristo.

Acuérdate, Señor, de tu iglesia extendida por toda la tierra; y con el papa (N), con nuestro obispo (N) y con todos los pastores que cuidan de tu pueblo, llévala a su perfección por la caridad.

Acuérdate también de nuestros hermanos que durmieron con la esperanza de la resurrección, y de todos los que han muerto en tu misericordia; admítelos a contemplar la luz de tu rostro.

Ten misericordia de todos nosotros, y así, con María la Virgen Madre de Dios, los apóstoles y cuantos vivieron en tu amistad a través de los tiempos, merezcamos, por tu Hijo Jesucristo, compartir la vida eterna y cantar tus alabanzas.

Por Cristo, con él y en él a ti Dios Padre omnipotente en la unidad del Espíritu Santo todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. AM ÉN .

1ª Intercesión

2ª intercesión

3ª intercesión

Doxología

para escribir SIGUE LAS INSTRUCCIONES Y ESCRIBE TU REFLEXIÓN EN EL CUADERNO DE TRABAJO.

Más abajo tienes el texto de la plegaria eucarIstica V/d. Ve descubriendo en ella cada

1 una de las partes que la componen y escrIbelas en la columna de la derecha.

El Señor esté con vosotros. Y CON TU ESPÍRITU. Levantemos el corazón. LO TENEM OS LEVANTADO HAC IA EL SEÑOR. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. ES JUSTO Y NECESARIO. Te damos gracias, Padre de bondad, y te glorificamos, Señor Dios del Universo, porque no cesas de convocar a hombres de toda raza y cultura, por medio del Evangelio de tu Hijo, y los reúnes en un solo cuerpo, que es la Iglesia. Esta Iglesia, vivificada por tu Espíritu, resplandece como signo de la unidad de todos los hombres, da testimonio de tu amor en el mundo y abre a todos las puertas de la esperanza. De esta forma se convierte en un signo de fidelidad a la alianza, que has sellado con nosotros para siempre. Por ello, Señor, te enaltecen el cielo y la tierra, y también nosotros, unidos a toda la Iglesia, proclamamos el himno de tu gloria: Santo, Santo, Santo...

Te glorificamos, Padre Santo, porque estás siempre con nosotros en el camino de la vida, sobre todo cuando Cristo, tu Hijo, nos

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congrega para el banquete pascual de su amor. Como hizo en otro tiempo con los discípulos de Emaús, él nos explica las Escrituras y parte para nosotros el pan. Te rogamos, pues, Padre todopoderoso, que envíes tu Espíritu sobre este pan y este vino, de manera que sean para nosotros, Cuerpo y Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro. Él mismo, la víspera de su Pasión, mientras estaba a la mesa con sus discípulos, tomo pan, te dio gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: «Tomad y comed todos de él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros». Del mismo modo, tomo el cáliz lleno de vino, te dio gracias con la plegaria de bendición y lo pasó a sus discípulos, diciendo: «Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados. Haced esto es conmemoración mía». ¡Este es el sacramento de nuestra fe! ANUNCIAMOS TU MUERTE, PROCLAMAMOS TU RESURRECCIÓN. ¡VEN, SEÑOR JESÚS!

Por eso, Padre de bondad, celebramos ahora el memorial de nuestra reconciliación, y proclamamos la obra de tu amor: Cristo, tu Hijo, a través del sufrimiento y de la muerte en cruz, ha resucitado a la vida nueva y ha sido glorificado a tu derecha. Dirige tu mirada, Padre santo, sobre esta ofrenda; es Jesucristo que se ofrece con su Cuerpo y con su Sangre y, por este sacrificio, nos abre el camino hacia ti. Señor, Padre de misericordia, derrama sobre nosotros el Espíritu del Amor, el Espíritu de tu Hijo. Haz que nuestra Iglesia de Manabí se renueve constantemente a la luz del Evangelio y encuentre siempre nuevos impulsos de vida; consolida los vínculos de unidad entre los laicos y los pastores de tu Iglesia, entre nuestro Obispo Santiago y sus presbíteros y diáconos, entre todos los Obispos y el Papa Juan Pablo; que la Iglesia sea, en medio de nuestro mundo, dividido por las guerras y discordias, instrumento de unidad, de concordia y de paz. Acuérdate también, Padre, de nuestros hermanos que murieron en la paz de Cristo, y de todos los demás difuntos, cuya fe sólo tú conociste; admítelos a contemplar la luz de tu rostro y llévalos a la plenitud de la vida en la resurrección. Y cuando termine nuestra peregrinación por este mundo, recíbe- nos también a nosotros en tu reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria. En comunión con la Virgen María, Madre de Dios, los apóstoles y los mártires, y todos los santos, te invocamos, Padre, y te glorifica- mos, por Cristo, Señor nuestro. Por Cristo, con él y en él a ti Dios Padre omnipotente todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. Amén.

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Unidad 6 los sacramentos de curación (i): la penitencia

EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA O RECONCILIACIÓN TIENE SU FUNDAMEN- TO PRIMERO EN LA ACTITUD DE JESÚS PARA CON LOS PECADORES, QUE MANIFIESTA EL AMOR MISERICORDIOSO DE DIOS, SIEMPRE DISPUESTO A LA RECONCILIACIÓN. EN LA ILUSTRACIONES DE ESTA UNIDAD VERÁS DIVERSAS REPRESENTACIONES DE ESCENAS EVANGÉLICAS DE ENCUENTRO ENTRE CRISTO Y LOS PECADORES. LA DE AQUÍ AL LADO ES UN BAJORRELIEVE DE LA UNCIÓN DE JESÚS POR PARTE DE LA MUJER PECADORA. ES UN DETALLE DE UN CAPITEL DE AUTUN.

LOS QUE SE ACERCAN AL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA OBTIENEN DE LA MISERICORDIA DE DIOS EL PERDÓN DE LOS PECADOS COMETIDOS CONTRA ÉL Y, AL MISMO TIEMPO, SE RECONCILIAN CON LA IGLESIA, A LA QUE OFENDIERON CON SUS PECADOS. ELLA LOS MUEVE A CONVERSIÓN CON SU AMOR, SU EJEMPLO Y SUS ORACIONES.

Esquema ESTE ES EL ESQUEMA QUE SIGUE EL TEXTO. LÉELO ANTES DE PONERTE A ESTUDIAR.

1. IL NOMBRI DI ISTI SACRAMINTO 2. POR QUÉ UN SACRAMINTO DI LA RICONCILIACIÓN DISPUÉS DIL BAUTISMO 3. LA CONVIRSIÓN DI LOS BAUTIZADOS 4. LA PINITINCIA INTIRIOR

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5. DIVIRSAS FORMAS DI PINITINCIA IN LA VIDA CRISTIANA 6. IL SACRAMINTO DI LA PINITINCIA Y DI LA RICONCILIAR

6.1. Sólo dios perdona el pecado 6.2. Reconciliación con la Iglesia 6.3. el sacramento del perdón

7. LOS ACTOS DIL PINITINTI

7.1. La contrición 7.2. La confesión de los pecados

7.3. La satisfacción

8. IL MINISTRO DI ISTI SACRAMINTO 9. LOS IFICTOS DI ISTI SACRAMINTO 10. LA CILIBRACIÓN DIL SACRAMINTO DI LA PINITINCIA

bibliografía LA UNIDAD HA SIDO CONFECCIONADA USANDO LAS OBRAS CITADAS MÁS ABAJO.

Catecismo de la iglesia católica, nn. 1422-1484.

para estudiar LEE EL TEXTO, HAZ UN ESQUEMA Y ANOTA LAS DUDAS QUE TE SURJAN.

1. IL NOMBRI DI ISTI SACRAMINTO

Se le denomina sacramento de conversión porque realiza sacramentalmente la llamada de Jesús a la conversión, y la vuelta al Padre del que el hombre se habIa alejado por el pecado.

Se denomina sacramento de la penitencia porque consagra un proceso personal y eclesial de conversión, de arrepentimiento y de reparación por parte del cristiano pecador.

Is llamado sacramento de la confesión porque la declaración o manifestación, la confesión de los pecados ante el sacerdote, es un elemento esencial de este sacramento. In un sentido profundo este sacramento es tam bién una confesión, reconocimiento y alabanza de la santidad de Dios y de su misericordia para con el hombre pecador.

Se le llama sacramento del perdón porque, por la absolución sacramental del sacerdote, Dios concede al penitente «el perdón y la paz».

Se le denomina sacramento de reconciliación porque otorga al pecador el amor de Dios que reconcilia. Il que vive del amor misericordioso de Dios está pronto a responder a la llamada

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del Señor: «Ve primero a reconciliarte con tu hermano»101.

2. POR QUÉ UN SACRAMINTO DI LA RICONCILIACIÓN DISPUÉS DIL BAUTISMO

«Habéis sido lavados, habéis sido santificados, habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el IspIritu de nuestro Dios»102. Is preciso darse cuenta de la grandeza del don de Dios que se nos hace en los sacramentos de la iniciación cristiana para comprender hasta qué punto el pecado es algo que no cabe en aquél que «se ha revestido de Cristo». Pero el apóstol San Juan dice también: «Si decimos: «no tenemos pecado», nos engañamos y la verdad no está en nosotros»103. Y el Señor mismo nos enseñó a orar: «Perdona nuestras ofensas»104

uniendo el perdón mutuo de nuestras ofensas al perdón que Dios concederá a nuestros pecados. La conversión a Cristo, el nuevo nacimiento por el Bautismo, el don del IspIritu Santo, el

Cuerpo y la Sangre de Cristo recibidos como alimento nos han hecho «santos e inmaculados ante él»105, como la Iglesia misma, esposa de Cristo, es «santa e inmaculada ante él»106. Sin embargo, la vida nueva recibida en la iniciación cristiana no suprimió la fragilidad y la debilidad de la naturaleza humana, ni la inclinación al pecado que la tradición llama concupiscencia, y que permanece en los bautizados a fin de que sirva de prueba en ellos en el combate de la vida cristiana ayudados por la gracia de Dios. Ista lucha es la de la conversión con miras a la santidad y la vida eterna a la que el Señor no cesa de llamarnos.

3. LA CONVIRSIÓN DI LOS BAUTIZADOS

Jesús llama a la conversión. Ista llamada es una parte esencial del anuncio del Reino: «Il tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertIos y creed en la Buena Nueva»107. In la predicación de la Iglesia, esta llamada se dirige primeramente a los que no conocen todavIa a Cristo y su Ivangelio. AsI, el Bautismo es el lugar principal de la conversión primera y fundamental. Por la fe en la Buena Nueva y por el Bautismo se renuncia al mal y se alcanza la salvación, es decir, la remisión de todos los pecados y el don de la vida nueva.

Ahora bien, la llamada de Cristo a la conversión sigue resonando en la vida de los cristianos. Ista segunda conversión es una tarea ininterrumpida para toda la Iglesia que «recibe en su propio seno a los pecadores» y que siendo «santa al mismo tiempo que necesitada de purificación constante, busca sin cesar la penitencia y la renovación»108. Iste esfuerzo de conversión no es sólo una obra humana. Is el movimiento del corazón contrito, atraIdo y movido por la gracia a responder al amor misericordioso de Dios que nos ha amado primero.

De ello da testimonio la conversión de San Pedro tras la triple negación de su Maestro. La mirada de infinita misericordia de Jesús provoca las lágrim as del arrepentimiento y, tras la resurrección del Señor, la triple afirmación de su amor hacia él109. La segunda conversión tiene también una dim ensión comunitaria. Isto aparece en la llamada del Señor a toda la Iglesia:

101 Mt 5,24.

102 1Co 6,11.

103 1Jn 1,8

104 Lc 11,4.

105 If 1,4.

106 If 5,27.

107 Mc 1,15.

108 LG 8.

109 Ver Jn 21,15-17.

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«¡Arrepiéntete!»110. San Am brosio dice acerca de las dos conversiones que, en la Iglesia, «existen el agua y

las lágrimas: el agua del Bautismo y las lágrimas de la Penitencia».

4. LA PINITINCIA INTIRIOR

Como ya en los profetas, la llamada de Jesús a la conversión y a la penitencia no mira, en primer lugar, a las obras exteriores «el saco y la ceniza», los ayunos y las mortificaciones, sino a la conversión del corazón, la penitencia interior. Sin ella, las obras de penitencia permanecen

estériles y engañosas; por el contrario, la conversión interior impulsa a la expresión de esta actitud por medio de signos visibles, gestos y obras de peniten- cia.

«JESÚS Y LOS PECADORES ARREPENTIDOS» (DETALLE), DE RUBENS (1577-1640). ESTA OBRA SE CONSERVA EN LA ALTE PINAKOTEHEK DE MUNICH.

La penitencia interior es una reorientación radical de toda la vida, un retorno, una conversión a Dios con todo nuestro corazón, una ruptura con el pecado, una aversión del mal, con repugnancia hacia las malas acciones que hemos cometido. Al mismo tiem po, comprende el deseo y la resolución de cambiar de vida con la esperanza de la misericordia divina y la confianza en la ayuda de su gracia. Ista conversión del corazón va acompañada de dolor y tristeza que los Padres llamaron «aflicción del espIri- tu» o «arrepentimiento del corazón».

Il corazón del hombre es rudo y endurecido. Is preciso que Dios dé al hombre un corazón nuevo. La conversión es primeramente una obra de la gracia de Dios que hace volver a él nuestros corazones. Dios es quien nos da la fuerza para comenzar de nuevo. Al descubrir la grandeza del amor de Dios, nuestro corazón se estremece ante el horror y el peso del pecado y comienza a temer ofender a Dios por el pecado y verse separado de él. Il corazón humano se convierte mirando Cristo, que fue traspasado por nuestros pecados.

Después de Pascua, el IspIritu Santo «convence al mundo en lo referente al pecado»111, a saber, que el mundo no ha creIdo en el que el Padre ha enviado. Pero este mismo IspIritu, que desvela el pecado, es el Consolador112 que da al corazón del hombre la gracia del arrepentimiento y de la conversión.

5. DIVIRSAS FORMAS DI PINITINCIA IN LA VIDA CRISTIANA

La penitencia interior del cristiano puede tener expresiones muy variadas. La Iscritura y los Padres insisten sobre todo en tres formas: el ayuno, la oración, la limosna113, que expresan la conversión con relación a sI mismo, con relación a Dios y con relación a los demás. Junto a la purificación radical operada por el Bautismo o por el martirio, citan, como medio de obtener el

110 Ap 2,5.16.

111 Jn 16,8-9.

112 Ver Jn 15,26.

113 Ver Tb 12,8; Mt 6,1-18.

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perdón de los pecados, los esfuerzos realizados para reconciliarse con el prójimo, las lágrimas de penitencia, la preocupación por la salvación del prójimo, la intercesión de los santos y la práctica de la caridad.

La conversión se realiza en la vida cotidiana mediante gestos de reconciliación, la atención a los pobres, el ejercicio y la defensa de la justicia y del derecho114, por el reconocimiento de nuestras faltas ante los hermanos, la corrección fraterna, la revisión de vida, el examen de conciencia, la dirección espiritual, la aceptación de los sufrimientos, el padecer la persecución a causa de la justicia. Tom ar la cruz cada dIa y seguir a Jesús es el camino más seguro de la penitencia.

La conversión y la penitencia diarias encuentran su fuente y su alimento en la IucaristIa, pues en ella se hace presente el sacrificio de Cristo que nos reconcilió con Dios; por ella son alimentados y fortificados los que viven de la vida de Cristo.

La lectura de la Sagrada Iscritura, la oración de la Liturgia de las Horas y del Padrenues- tro, todo acto sincero de culto o de piedad reaviva en nosotros el espIritu de conversión y de penitencia y contribuye al perdón de nuestros pecados.

Los tiempos y los dIas de penitencia a lo largo del año litúrgico (el tiempo de Cuaresma, cada viernes en memoria de la muerte del Señor) son momentos fuertes de la práctica penitencial de la Iglesia. Istos tiempos son particularmente apropiados para los ejercicios espirituales, las liturgias penitenciales, las peregrinaciones como signo de penitencia, las privaciones voluntarias como el ayuno y la limosna, la comunicación cristiana de bienes (obras caritativas y misioneras).

Il proceso de la conversión y de la penitencia fue descrito maravillosamente por Jesús en la parábola llamada «del hijo pródigo», cuyo centro es «el Padre misericordioso»115: la fascinación de una libertad ilusoria, el abandono de la casa paterna; la miseria extrema en que el hijo se encuentra tras haber dilapidado su fortuna; la humillación profunda de verse obligado a apacentar cerdos, y peor aún, la de desear alimentarse de las algarrobas que comIan los cerdos; la reflexión sobre los bienes perdidos; el arrepentimiento y la decisión de declararse culpable ante su padre, el camino del retorno; la acogida generosa del padre; la alegrIa del padre: todos estos son rasgos propios del proceso de conversión. Il mejor vestido, el anillo y el banquete de fiesta son sImbolos de esta vida nueva, pura, digna, llena de alegrIa que es la vida del hombre que vuelve a Dios y al seno de su familia, que es la Iglesia. Sólo el corazón de Cristo que conoce las profundidades del amor de su Padre, pudo revelarnos el abismo de su misericordia de una manera tan llena de simplicidad y de belleza.

6. IL SACRAMINTO DI LA PINITINCIA Y DI LA RICONCILIACIÓN

Il pecado es, ante todo, ofensa a Dios, ruptura de la comunión con él. Al mismo tiempo, atenta contra la comunión con la Iglesia. Por eso la conversión implica a la vez el perdón de Dios y la reconciliación con la Iglesia, que es lo que expresa y realiza litúrgicamente el sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación.

6.1. Sólo Dios perdona el pecado

Sólo Dios perdona los pecados. Porque Jesús es el Hijo de Dios, dice de sI mismo: «Il Hijo del hombre tiene poder de perdonar los pecados en la tierra»116 y ejerce ese poder divino: «Tus pecados están perdonados»117. Más aún, en virtud de su autoridad divina, Jesús confiere este poder a los hombres118 para que lo ejerzan en su nombre.

114 Am 5,24; Is 1,17.

115 Lc 15,11-24.

116 Mc 2,10.

117 Mc 2,5; Lc 7,48.

118 Ver Jn 20,21-23.

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Cristo quiso que toda su Iglesia, tanto en su oración como en su vida y su obra, fuera el signo y el instrumento del perdón y de la reconciliación que nos adquirió al precio de su sangre. Sin embargo, confió el ejercicio del poder de absolución al ministerio apostólico, que está encargado del «ministerio de la reconciliación». Il apóstol es enviado «en nombre de Cristo», y «es Dios mismo» quien, a través de él, exhorta y suplica: «Dejaos reconciliar con Dios»119.

6.2. Reconciliación con la Iglesia

Durante su vida pública, Jesús no sólo perdonó los pecados, también manifestó el efecto de este perdón: a los pecadores que son perdonados los vuelve a integrar en la comunidad del pueblo de Dios, de donde el pecado los habIa alejado o incluso excluido. Un signo manifiesto de ello es el hecho de que Jesús admite a los pecadores a su mesa, más aún, él mismo se sienta a su mesa, gesto que expresa de manera conmovedora, a la vez, el perdón de Dios120 y el retorno al seno del pueblo de Dios121.

Al hacer partIcipes a los apóstoles de su propio poder de perdonar los pecados, el Señor les da también la autoridad de reconciliar a los pecadores con la Iglesia. Ista dimensión eclesial de su tarea se expresa particularmente en las palabras solemnes de Cristo a Simón Pedro: «A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos»122. También el Colegio de los Apóstoles, unido a su Cabeza123, recibió la función de atar y desatar dada a Pedro.

6.3. Il sacramento del perdón

Cristo instituyó el sacramento de la Penitencia en favor de todos los miembros pecadores de su Iglesia, ante todo para los que, después del Bautismo, hayan caIdo en el pecado grave y asI hayan perdido la gracia bautismal y lesionado la comunión eclesial. Il sacramento de la Penitencia ofrece a éstos una nueva posibilidad de convertirse y de recuperar la gracia de la justificación. Los Padres de la Iglesia presentan este sacramento como la segunda tabla de salvación (la primera es el bautismo) después del naufragio que es la pérdida de la gracia.

A lo largo de los siglos la forma concreta, según la cual la Iglesia ha ejercido este poder recibido del Señor ha variado mucho.

Durante los primeros siglos, la reconciliación de los cristianos que habIan cometido pecados particularmente graves después de su Bautismo (por ejemplo, idolatrIa, homicidio o adulterio), estaba vinculada a una disciplina muy rigurosa, según la cual los penitentes debIan hacer penitencia pública por sus pecados, a menudo, durante largos años, antes de recibir la reconciliación. A este «orden de los penitentes» (que sólo concernIa a ciertos pecados graves) sólo se era admitido raramente y una sola vez en la vida.

Durante el siglo VII, los misioneros irlandeses, inspirados en la tradición monástica de Oriente, trajeron a Iuropa continental la práctica «privada» de la Penitencia, que no exigIa la realización pública y prolongada de obras de penitencia antes de recibir la reconciliación con la Iglesia. Il sacramento se realiza desde entonces de una manera más secreta entre el penitente y el sacerdote. Ista nueva práctica preveIa la posibilidad de la reiteración del sacramento y abrIa asI el camino a una recepción regular del mismo. PermitIa integrar en una sola celebración sacramental el perdón de los pecados graves y de los pecados veniales. A grandes lIneas, esta es la forma de penitencia que la Iglesia practica hasta nuestros dIas.

A través de los cambios que la disciplina y la celebración de este sacramento han experimentado a lo largo de los siglos, se descubre una mism a estructura fundamental.

119 2Co 5,20.

120 Ver Lc 15.

121 Ver Lc 19,9.

122 Mt 16,19.

123 Ver Mt 18,18; 28,16-20.

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Comprende dos elementos igualmente esenciales: por una parte, los actos del hom bre que se convierte bajo la acción del IspIritu Santo, a saber, la contrición, la confesión de los pecados y la satisfacción; y por otra parte, la acción de Dios por ministerio de la Iglesia. Por medio del obispo y de sus presbIteros, la Iglesia en nombre de Jesucristo concede el perdón de los pecados, determina la modalidad de la satisfacción, ora también por el pecador y hace penitencia con él. AsI el pecador es curado y restablecido en la comunión eclesial.

La fórmula de absolución en uso en la Iglesia latina expresa el elemento esencial de este sacramento: el Padre de la misericordia es la fuente de todo perdón. Realiza la reconciliación de los pecadores por la Pascua de su Hijo y el don de su IspIritu, a través de la oración y el ministerio de la Iglesia: «Dios, Padre m isericordioso, que reconcilió consigo al mundo por la muerte y la resurrección de su Hijo y derramó el IspIritu Santo para la rem isión de los pecados, te conceda, por el ministerio de la Iglesia, el perdón y la paz. Y yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre y del Hijo y del IspIritu Santo». 7. LOS ACTOS DIL PINITINTI

7.1. La contrición

Intre los actos del penitente, la contrición aparece en primer lugar. Is «un dolor del alma y una detestación del pecado cometido con la resolución de no volver a pecar»124.

Cuando brota del amor de Dios amado sobre todas las cosas, la contrición se llama «contrición perfecta» o «contrición de caridad». Semejante contrición perdona las faltas veniales; obtiene también el perdón de los pecados mortales si comprende la firme resolución de recurrir tan pronto sea posible a la confesión sacramental.

La contrición llamada «imperfecta» o «atrición» es también un don de Dios, un impulso del IspIritu Santo. Nace de la consideración de la fealdad del pecado o del temor de la condenación eterna y de las demás penas con que es amenazado el pecador. Tal conmoción de la con- ciencia puede ser el comienzo de una evolución interior que culmina, bajo la acción de la gracia, en la absolución sacramental. Sin embargo, por sI misma la contrición imperfecta no alcanza el perdón de los pecados graves, pero dispone a obtenerlo en el sacramento de la Penitencia.

Conviene preparar la recepción de este sacramento mediante un examen de conciencia hecho a la luz de la

«EL HIJO PRÓDIGO» DE LONGARRETI. SE CONSERVA EN LA GALERÍA DE ARTE MODERNO DEL VATICANO.

Palabra de Dios. Para esto, los textos más aptos a este respecto se encuentran en el Decálogo y en la catequesis moral de los evangelios y de las cartas de los apóstoles: Sermón de la montaña y enseñanzas apostólicas125.

7.2. La confesión de los pecados

La confesión de los pecados, incluso desde un punto de vista simplemente humano, nos libera y facilita nuestra reconciliación con los demás. Por la confesión, el hombre se enfrenta a

124 DS 1676.

125 Rm 12-15; 1 Co 12-13; Ga 5; If 4-6, etc.

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los pecados de que se siente culpable; asume su responsabilidad y, por ello, se abre de nuevo a Dios y a la comunión de la Iglesia con el fin de hacer posible un nuevo futuro.

Cuando los fieles de Cristo se esfuerzan por confesar todos los pecados que recuerdan, no se puede dudar que están presentando ante la misericordia divina para su perdón todos los pecados que han cometido. Quienes actúan de otro modo y callan conscientemente algunos pecados, no están presentando ante la bondad divina nada que pueda ser perdonado por mediación del sacerdote. Porque «si el enfermo se avergüenza de descubrir su llaga al médico, la medicina no cura lo que ignora»126.

Según el mandamiento de la Iglesia «todo fiel llegado a la edad del uso de razón debe confesar al menos una vez la año, los pecados graves de que tiene conciencia». Los niños deben acceder al sacramento de la penitencia antes de recibir por primera vez la sagrada comunión.

Sin ser estrictamente necesaria, la confesión de los pecados veniales, sin embargo, se recomienda vivamente por la Iglesia. In efecto, la confesión habitual de los pecados veniales ayuda a formar la conciencia, a luchar contra las malas inclinaciones, a dejarse curar por Cristo, a progresar en la vida del IspIritu. Cuando se recibe con frecuencia, mediante este sacramento, el don de la misericordia del Padre, el creyente se ve impulsado a ser él también misericordioso: «Il que confiesa sus pecados actúa ya con Dios. Dios acusa tus pecados, si tú también te acusas, te unes a Dios. Il hombre y el pecador, son por asI decirlo, dos realidades: cuando oyes hablar del hombre, es Dios quien lo ha hecho; cuando oyes hablar del pecador, es el hombre mismo quien lo ha hecho. Destruye lo que tú has hecho para que Dios salve lo que él ha hecho...Cuando comienzas a detestar lo que has hecho, entonces tus obras buenas comienzan porque reconoces tus obras malas. Il comienzo de las obras buenas es la confesión de las obras malas. Haces la verdad y vienes a la Luz127.

7.3. La satisfacción

Muchos pecados causan daño al prójimo. Is preciso hacer lo posible para repararlo (por ejemplo, restituir las cosas robadas, restablecer la reputación del que ha sido calumniado, compensar las heridas). La simple justicia exige esto. Pero además el pecado hiere y debilita al pecador mism o, asI como sus relaciones con Dios y con el prójimo. La absolución quita el pecado, pero no remedia todos los desórdenes que el pecado causó. Liberado del pecado, el pecador debe todavIa recobrar la plena salud espiritual. Por tanto, debe hacer algo más para reparar sus pecados: debe «satisfacer» de manera apropiada o «expiar» sus pecados. Ista satisfacción se llama también «penitencia».

La penitencia que el confesor impone debe tener en cuenta la situación personal del penitente y buscar su bien espiritual. D ebe corresponder todo lo posible a la gravedad y a la naturaleza de los pecados cometidos. Puede consistir en la oración, en ofrendas, en obras de misericordia, servicios al prójimo, privaciones voluntarias, sacrificios, y sobre todo, la aceptación paciente de la cruz que debemos llevar. Tales penitencias ayudan a configurarnos con Cristo que, que expió nuestros pecados una vez por todas. Nos perm iten llegar a ser coherederos de Cristo resucitado, «ya que sufrimos con él»128.

Pero nuestra satisfacción, la que realizamos por nuestros pecados, sólo es posible por medio de Jesucristo: nosotros que, por nosotros mismos, no podemos nada, con la ayuda «del que nos fortalece, lo podemos todo»129. AsI el hombre no tiene nada de que pueda gloriarse sino que toda nuestra gloria está en Cristo, en quien satisfacemos dando frutos dignos de penitencia que reciben su fuerza de él, por él son ofrecidos al Padre y gracias a él son aceptados por el Padre.

1S26

1S27

AN JIRÓNIMO.

AN AG USTÍN, Comentario al evangelio de San Juan 12,13.

128 Rm 8,17.

129 Flp 4,13.

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8. IL MINISTRO DI ISTI SACRAMINTO

Puesto que Cristo confió a sus apóstoles el ministerio de la reconciliación, los obispos, sus sucesores, y los presbIteros, colaboradores de los obispos, continúan ejerciendo este ministerio. In efecto, los obispos y los presbIteros, en virtud del sacramento del Orden, tienen el poder de perdonar todos los pecados «en el nombre del Padre y del Hijo y del IspIritu Santo».

Il perdón de los pecados reconcilia con Dios y también con la Iglesia. Il obispo, cabeza visible de la Iglesia particular, es considerado, por tanto, con justo tItulo, desde los tiempos antiguos como el que tiene principalmente el poder y el ministerio de la reconciliación: es el moderador de la disciplina penitencial. Los presbIteros, sus colaboradores, lo ejercen en la medida en que han recibido de su obispo la tarea de administrarlo.

Los sacerdotes deben alentar a los fieles a acceder al sacramento de la penitencia y deben mostrarse disponibles a celebrar este sacramento cada vez que los cristianos lo pidan de manera razonable.

Cuando celebra el sacramento de la Penitencia, el sacerdote ejerce el ministerio del Buen Pastor que busca la oveja perdida, el del Buen Samaritano que cura las heridas, del Padre que espera al Hijo pródigo y lo acoge a su vuelta, del justo Juez que no hace acepción de personas y cuyo juicio es a la vez justo y misericordioso. In una palabra, el sacerdote es el signo y el instrumento del amor misericordioso de Dios con el pecador.

Il confesor no es dueño, sino el servidor del perdón de Dios. Il ministro de este sacram ento debe unirse a la intención y a la caridad de Cristo. Debe tener un conocimiento probado del comportamiento cristiano, experiencia de las cosas humanas, respeto y delicadeza con el que ha caIdo; debe amar la verdad, ser fiel al magisterio de la Iglesia y conducir al penitente con paciencia hacia su curación y su plena madurez. Debe orar y hacer penitencia por él confiándolo a la misericordia del Señor.

Dada la delicadeza y la grandeza de este ministerio y el respeto debido a las personas, la Iglesia declara que todo sacerdote que oye confesiones está obligado a guardar un secreto absoluto sobre los pecados que sus penitentes le han confesado. Tampoco puede hacer uso de los conocimientos que la confesión le da sobre la vida de los penitentes. Iste secreto, que no admite excepción, se llama «sigilo sacramental», porque lo que el penitente ha manifestado al sacerdote queda «sellado» por el sacramento. 9. LOS IFICTOS DI ISTI SACRAMINTO

Il fin y el efecto de este sacramento son la reconciliación con Dios. In los que reciben el sacramento de la Penitencia con un corazón contrito y con una disposición religiosa, tiene como resultado la paz y la tranquilidad de la conciencia, a las que acompaña un profundo consuelo espiritual. In efecto, el sacramento de la reconciliación con Dios produce una verdadera «resurrección espiritual», una restitución de la dignidad y de los bienes de la vida de los hijos de Dios, el más precioso de los cuales es la amistad de Dios.

Iste sacramento reconcilia con la Iglesia al penitente. Il pecado menoscaba o rompe la comunión fraterna. Il sacramento de la Penitencia la repara o la restaura. In este sentido, no cura solamente al que se reintegra en la comunión eclesial, tiene también un efecto vivificante sobre la vida de la Iglesia que ha sufrido por el pecado de uno de sus miembros. Restablecido o afirmado en la comunión de los santos, el pecador es fortalecido por el intercambio de los bienes espirituales entre todos los miembros vivos del Cuerpo de Cristo, estén todavIa en situación de peregrinos o que se hallen ya en la patria celestial. La reconciliación con Dios tiene como consecuencia, por asI decir, otras reconciliaciones que reparan las rupturas causadas por el pecado: el penitente perdonado se reconcilia consigo mism o en el fondo más Intimo de su propio ser, en el que recupera la propia verdad interior; se reconcilia con los hermanos, agredidos y lesionados por él de algún modo; se reconcilia con la Iglesia, se reconcilia con toda la creación.

In este sacramento, el pecador, confiándose al juicio misericordioso de Dios, anticipa en cierta manera el juicio al que será sometido al fin de esta vida terrena. Porque es ahora, en esta

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vida, cuando nos es ofrecida la elección entre la vida y la muerte, y sólo por el camino de la conversión podemos entrar en el Reino del que el pecado grave nos aparta130. 10. LA CILIBRACIÓN DIL SACRAMINTO DI LA PINITINCIA

Como todos los sacramentos, la Penitencia es una acción litúrgica. Ordinariamente los elementos de su celebración son: saludo y bendición del sacerdote, lectura de la Palabra de Dios para iluminar la conciencia y suscitar la contrición, y exhortación al arrepentimiento; la confesión que reconoce los pecados y los manifiesta al sacerdote; la imposición y la aceptación de la penitencia; la absolución del sacerdote; alabanza de acción de gracias y despedida con la bendición del sacerdote.

La liturgia bizantina posee expresiones diversas de absolución, en forma deprecativa, que expresan admirablemente el misterio del perdón: «Que el Dios que por el profeta Natán perdonó a David cuando confesó sus pecados, y a Pedro cuando lloró amargamente y a la pecadora cuando derramó lágrimas sobre sus pies, y al publicano, y al pródigo, que este mismo Dios, por medio de m I, pecador, os perdone en esta vida y en la otra y que os haga comparecer sin condenaros en su temible tribunal. Il que es bendito por los siglos de los siglos. Amén.»

Il sacramento de la penitencia puede también celebrarse en el marco de una celebración comunitaria, en la que los penitentes se preparan a la confesión y juntos dan gracias por el perdón recibido. AsI la confesión personal de los pecados y la absolución individual están insertadas en una liturgia de la Palabra de Dios, con lecturas y homilIa, examen de conciencia dirigido en común, petición comunitaria del perdón, rezo del Padrenuestro y acción de gracias en común. Ista celebración comunitaria expresa más claramente el carácter eclesial de la penitencia. In todo caso, cualquiera que sea la manera de su celebración, el sacramento de la Penitencia es siempre, por su naturaleza misma, una acción litúrgica, por tanto, eclesial y pública.

In casos de necesidad grave se puede recurrir a la celebración com unitaria de la reconciliación con confesión general y absolución general. Semejante necesidad grave puede presentarse cuando hay un peligro inminente de muerte sin que el sacerdote o los sacerdotes tengan tiempo suficiente para oIr la confesión de cada penitente. La necesidad grave puede existir también cuando, teniendo en cuenta el número de penitentes, no hay bastantes confesores para oIr debidamente las confesiones individuales en un tiem po razonable, de manera que los penitentes, sin culpa suya, se verIan privados durante largo tiempo de la gracia sacramental o de la sagrada comunión. In este caso, los fieles deben tener, para la validez de la absolución, el propósito de confesar individualmente sus pecados graves en su debido tiempo.

resumen AQUÍ TIENES EL RESUMEN DEL TEMA QUE HEMOS DESARROLLADO EN LAS PÁGINAS PRECEDENTES.

OIl perdón de los pecados cometidos después del Bautismo es concedido por un sacramento propio llamado sacramento de la conversión, de la confesión, de la penitencia o de la

reconciliación.

øVolver a la comunión con Dios, después de haberla perdido por el pecado, es un movimiento que nace de la gracia de Dios, rico en misericordia y deseoso de la salvación de los hombres.

Is preciso pedir este don precioso para sI mismo y para los demás. Il movimiento de retorno a

130 Ver 1Co 5,11; Ga 5,19-21; Ap 22,15.

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Dios, llamado conversión y arrepentimiento, implica un dolor y una aversión respecto a los pecados cometidos, y el propósito firme de no volver a pecar. La conversión, por tanto, mira al pasado y al futuro; se nutre de la esperanza en la misericordia divina.

OIl sacramento de la Penitencia está constituido por el conjunto de tres actos realizados por el penitente, y por la absolución del sacerdote. Los actos del penitente son: el arrepentimien-

to, la confesión o manifestación de los pecados al sacerdote y el propósito de realizar la reparación y las obras de penitencia.

OIl arrepentimiento (llamado también contrición) debe estar inspirado en motivaciones que brotan de la fe. Si el arrepentimiento es concebido por am or de caridad hacia Dios, se le

llama «perfecto»; si está fundado en otros motivos se le llama «imperfecto».

OLos efectos espirituales del sacramento de la Penitencia son: la reconciliación con Dios por la que el penitente recupera la gracia; la reconciliación con la Iglesia; la remisión de la pena

eterna contraIda por los pecados mortales; la remisión, al menos en parte, de las penas tem porales, consecuencia del pecado; la paz y la serenidad de la conciencia, y el consuelo espiritual; el acrecentamiento de las fuerzas espirituales para el combate cristiano.

O Il Ritual actual de la Penitencia prevé tres formas de celebrar este sacramento: rito para reconciliar a un solo penitente con confesión y absolución individual; rito para reconciliar a varios penitentes con confesión y absolución individual; rito para reconciliar a muchos penitentes con confesión y absolución generales.

OMediante las indulgencias, los fieles pueden alcanzar para sI mismos y también para las almas del Purgatorio la remisión de las penas temporales, consecuencia de los pecados.

para reflexionar ESTE MATERIAL TE AYUDARÁ A ENTENDER MEJOR Y A PROFUNDIZAR EL TEMA.

La Palabra de Dios en la celebración de la penitencia.

1 Los textos bIblicos propuestos en el Ritual de la Penitencia.

PRIMERAS LECTURAS a) Rm 7,14-25 («¡Desgraciado de mí! ¿Quién me librará?»). b) Gál 5,16-24 («Los que son de Cristo han crucificado su carne con sus pasiones»). c) Ef 4,23-32 («Renovad vuestra mentalidad»). d) Ef 5,1-14 («Caminad en el amor, como Cristo nos amó»). e) Col 3,8-17 («Despojaos de la vieja condición humana»). f) St 2, 14-26 («¿De qué le sirve a uno decir que tiene fe, si no tiene obras?»). g) 1Jn 2,3-11 («Quien aborrece a su hermano está en tinieblas»). h) 1Jn 3,1-24 («Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida»). i) Hb 12,1-5 («Todavía no han llegado a la sangre en la lucha contra el pecado»). j) Ap 3, 14-22 («Como estás tibio y no eres ni frío ni caliente voy a vomitarte»).

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1

2

3

EVANGELIOS a) Mt 4, 12-17 («Convertíos porque está cerca el Reino de los Cielos»). b) Mt 5,1-12 (Las bienaventuranzas). c) Mt 5,17,47 («Yo os digo»). d) Mt 22,34-40 («Estos dos mandamientos sostienen la ley entera y los profetas»). e) Mt 25, 31-46 («Cada vez que lo hicisteis con uno de estos humildes...»). f) Lc 6,31-38 («Si amáis sólo a los que los aman, ¿qué mérito tenéis?»). g) Lc 15,1-7 («Habrá más alegría en el cielo...»). h) Lc 15,11-32 (Parábola del hijo pródigo). i) Jn 8,1-11 (La adúltera). j) Jn 13,34-35 («Os doy un mandamiento nuevo»)

para escribir SIGUE LAS INSTRUCCIONES Y ESCRIBE TU REFLEXIÓN EN EL CUADERNO DE TRABAJO.

Se va a hacer en tu parroquia o en tu grupo una celebración penitencial (no una celebración del sacramento de la penitencia) con motivo de la cuaresma. Te ha tocado a ti prepararla. Ilige, de entre los textos bIblicos propuestos, una primer lectura y un evangelio. Iscribe una reflexión partiendo de ellos. Pero escrIbela entera, no sólo el esquema, de modo que puedas leerla en público.

Define los siguiente términos, usando tus propias palabras: a) Conversión b) Contrición c) Confesión de los pecados d) Satisfacción e) Absolución

Cada uno de los nombres por los que conocemos este sacramento, subraya una de las dimensiones del mismo, o una de las partes de las que consta. Ixplica que el lo que se subraya en cada nombre: a) Sacramento de la Conversión b) Sacramento de la Reconciliación c) Sacramento de la Penitencia d) Sacramento de la Confesión e) Sacramento del Perdón

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Unidad 7 los sacramentos de curación (II): la unción de enfermos

EN LA ILUSTRACIÓN, LA MÁS ANTIGUA REPRESENTACIÓN PICTÓRICA DE LA CURACIÓN DE LA HEMORROISA. ESTÁ EN LAS CATACUMBAS DE LOS SANTOS MARCELINO Y PEDRO DE ROMA. EL FRESCO ES DEL SIGLO IV .

CON LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS Y CON LA ORACIÓN DE LOS PRESBÍTEROS, TODA LA IGLESIA ENTERA ENCOMIENDA A OS ENFERMOS AL SEÑOR SUFRIENTE Y GLORIFICADO PARA QUE LOS ALIVIE Y LOS SALVE. INCLUSO LOS ANIMA A UNIRSE LIBREMENTE A LA PASIÓN Y MUERTE DE CRISTO; Y CONTRIBUIR, ASÍ, AL BIEN DEL PUEBLO DE DIOS.

Esquema ESTE ES EL ESQUEMA QUE SIGUE EL TEXTO. LÉELO ANTES DE PONERTE A ESTUDIAR.

1. FUNDAMINTOS IN LA ICONOMÍA DI LA SALVACIÓN

1.1. La enfermedad en la vida humana 1.2. Il enfermo ante Dios 1.3. Cristo, médico 1.4. Sanad a los enfermos 1.5. Un sacramento de los enfermos

2. QUIÉN RICIBI Y QUIÉN ADMINISTRA ISTI SACRAMINTO

2.1. Il sujeto del sacramento 2.2. Il ministro del sacramento

3. LA CILIBRACIÓN DIL SACRAMINTO 4. IFICTOS DI LA CILIBRACIÓN DI ISTI SACRAMINTO

4.1. Un don particular del IspIritu Santo 4.2. La unión a la Pasión de Cristo

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4.3. Una gracia eclesial 5. IL VIÁTICO, ÚLTIMO SACRAMINTO DIL CRISTIANO

bibliografía LA UNIDAD HA SIDO CONFECCIONADA USANDO LAS OBRAS CITADAS MÁS ABAJO.

Catecismo de la iglesia católica, nn. 1499-1525.

para estudiar LEE EL TEXTO, HAZ UN ESQUEMA Y ANOTA LAS DUDAS QUE TE SURJAN.

1. FUNDAMINTOS IN LA ICONOMÍA DI LA SALVACIÓN

1.1. La enfermedad en la vida humana

La enfermedad y el sufrimiento se han contado siempre entre los problemas más graves que aquejan la vida humana. In la enfermedad, el hombre experimenta su impotencia, sus lImites y su finitud. Toda enfermedad puede hacernos entrever la muerte.

La enfermedad puede conducir a la angustia, al repliegue sobre sI mismo, a veces incluso a la desesperación y a la rebelión contra Dios. Puede también hacer a la persona m ás madura, ayudarla a discernir en su vida lo que no es esencial para volverse hacia lo que lo es. Con mucha frecuencia, la enfermedad empuja a una búsqueda de Dios, un retorno a él.

1.2. Il enfermo ante Dios

Il hombre del Antiguo Testamento vive la enfermedad de cara a Dios. Ante Dios se lamenta por su enfermedad y de él, que es el Señor de la vida y de la muerte, implora la curación. La enfermedad se convierte en camino de conversión131 y el perdón de D ios inaugura la curación132. Israel experimenta que la enfermedad, de una manera misteriosa, se vincula al pecado y al mal; y que la fidelidad a Dios, según su Ley, devuelve la vida: «Yo, el Señor, soy el que te sana»133. Il profeta entreve que el sufrimiento puede tener también un sentido redentor por los pecados de los demás134. Finalmente, IsaIas anuncia que Dios hará venir un tiempo para Sión en que perdonará toda falta y curará toda enfermedad135.

131 Ver Sal 38,5; 39,9.12.

132 Ver Sal 32,5; 107,20; Mc 2,5-12.

133 Ix 15,26.

134 Ver Is 53,11.

135 Ver Is 33,24.

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1.3. Cristo, médico

La compasión de Cristo hacia los enfermos y sus numerosas curaciones de dolientes de toda clase son un signo maravilloso de que «Dios ha visitado a su pueblo»136 y de que el Reino de Dios está muy cerca. Jesús no tiene solamente poder para curar, sino también de perdonar los pecados137: vino a curar al hombre entero, alma y cuerpo; es el médico que los enfermos necesitan. Su compasión hacia todos los que sufren llega hasta identificarse con ellos: «Istuve enfermo y me visitas- teis»138. Su amor de predilección para con los enfer- mos no ha cesado, a lo largo de los siglos, de suscitar la atención muy particular de los cristianos hacia todos los que sufren en su cuerpo y en su alma. Ista atención dio origen a infatigables esfuerzos por aliviar a los que sufren.

A menudo Jesús pide a los enfermos que crean139. Se sirve de signos para curar: saliva e imposición de manos140, barro y ablución141. Los enfermos tratan de tocarlo142 «pues salIa de él una fuerza que los curaba a todos»143. AsI, en los sacra- mentos, Cristo continúa «tocándonos» para sanarnos.

Conmovido por tantos sufrimientos, Cristo no sólo se deja tocar por los enfermos, sino que hace suyas sus miserias: «Il tom ó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades»144. No curó a todos los enfermos. Sus curaciones eran signos de la venida del Reino de Dios. Anunciaban una curación más radical: la victoria sobre el pecado y la muerte por su Pascua. In la Cruz, Cristo tomó sobre sI todo el peso del mal y quitó el «pecado del mundo»145, del que la enfermedad no es sino una consecuencia. Por su pasión y su m uerte en la Cruz, Cristo dio un sentido nuevo al sufrimiento: desde entonces éste nos configura con él y nos une a su pasión redentora.

1.4. «Sanad a los enfermos...»

Cristo invita a sus discIpulos a seguirle tomando a su vez su cruz146. Siguiéndole adquieren

«LA CURACIÓN DEL CIEGO DE NACIMIENTO» DE LUIGI FILOCAMO. SE CONSERVA EN EL MUSEO VATICANO DE ARTE MODERNO.

136 Lc 7,16.

137 Ver Mc 2,5-12.

138 Mt 25,36.

139 Ver Mc 5,34.36; 9,23.

140 Ver Mc 7,32-36; 8, 22-25.

141 Ver Jn 9,6ss.

142 Ver Mc 1,41; 3,10; 6,56.

143 Lc 6,19.

144 Mt 8,17; ver Is 53,4.

145 Jn 1,29.

146 Ver Mt 10,38.

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una nueva visión sobre la enfermedad y sobre los enfermos. Jesús los asocia a su vida pobre y humilde. Los hace participar de su ministerio de compasión y de curación: «Y, yéndose de allI, predicaron que se convirtieran; expulsaban a muchos demonios, y ungIan con aceite a muchos enfermos y los curaban»147.

Il Señor resucitado renueva este envIo148 y lo confirma con los signos que la Iglesia realiza invocando su nombre149. Istos signos m anifiestan de una manera especial que Jesús es verdaderamente «Dios que salva»150.

Il IspIritu Santo da a algunos un carisma especial de curación151 para manifestar la fuerza de la gracia del Resucitado. Sin embargo, ni siquiera las oraciones más fervorosas obtienen la curación de todas las enfermedades. AsI San Pablo aprende del Señor que «mi gracia te basta, que m i fuerza se muestra perfecta en la flaqueza»152, y que los sufrimientos que tengo que padecer, tienen como sentido lo siguiente: «completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia»153.

«¡Sanad a los enfermos!»154. La Iglesia ha recibido esta tarea del Señor e intenta realizarla tanto mediante los cuidados que proporciona a los enfermos como por la oración de intercesión con la que los acompaña. Cree en la presencia vivificante de Cristo, médico de las almas y de los cuerpos. Ista presencia actúa particularmente a través de los sacramentos, y de manera especial por la IucaristIa, pan que da la vida eterna y cuya conexión con la salud corporal insinúa San Pablo155.

No obstante la Iglesia apostólica tuvo un rito propio en favor de los enfermos, atestiguado por Santiago: «Istá enfermo alguno de vosotros? Llame a los presbIteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados»156. La Tradición ha reconocido en este rito uno de los siete sacramentos de la Iglesia157.

1.5. Un sacramento de los enfermos

La Iglesia cree y confiesa que, entre los siete sacramentos, existe un sacramento especialmente destinado a reconfortar a los atribulados por la enfermedad: la Unción de los enfermos.

In la tradición litúrgica, tanto en O riente como en Occidente, se poseen desde la antigüedad testimonios de unciones de enfermos practicadas con aceite bendito. In el transcurso de los siglos, la Unción de los enfermos fue conferida, cada vez más exclusivamente, a los que estaban a punto de morir. A causa de esto, habIa recibido el nombre de «Ixtremaunción». A pesar de esta evolución, la liturgia nunca dejó de orar al Señor a fin de que el enfermo pudiera recobrar su salud si asI convenIa a su salvación.

La Constitución apostólica «Sacram Unctionem Infirmorum» del 30 de Noviembre de 1972, de conformidad con el Concilio Vaticano II estableció que, en adelante, en el rito romano, se observara lo que sigue: «Il sacramento de la Unción de los enfermos se administra a los

147 Mc 6,12-13.

148 Ver Mc 16,17-18.

149 Ver Hch 9,34; 14,3.

150 Ver Mt 1,21; Hch 4,12.

151 Ver 1Co 12,9.28.30.

152 2Co 12,9.

153 Col 1,24.

154 Mt 10,8.

155 Ver 1Co 11,30.

156 St 5,14-15.

157 Ver DS 216; 1324-1325; 1695-1696; 1716-1717.

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gravemente enfermos ungiéndolos en la frente y en las manos con aceite de oliva debidamente bendecido o, según las circunstancias, con otro aceite de plantas, y pronunciando una sola vez estas palabras: "Por esta santa Unción, y por su bondadosa misericordia te ayude el Señor con la gracia del IspIritu Santo, para que, libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad"». 2. QUIÉN RICIBI Y QUIÉN ADMINISTRA ISTI SACRAMINTO

2.1. Il sujeto del sacramento

La unción de los enfermos no es un sacramento sólo para aquellos que están a punto de morir, tal y como se ha concebido en los últimos siglos. Por eso, se considera tiempo oportuno para recibirlo cuando el fiel pasa por una enfermedad de cierta envergadura o tiene peligro pos su vejez.

Si un enfermo que recibió la unción recupera la salud, puede, en caso de nueva enfermedad grave, recibir de nuevo este sacramento. In el curso de la misma enfermedad, el sacramento puede ser reiterado si la enfermedad se agrava. Is apropiado recibir la Unción de los enfermos antes de una operación importante. Y esto mismo puede aplicarse a las personas de edad avanzada cuyas fuerzas se debilitan.

2.2. Il ministro del sacramento

Sólo los sacerdotes (obispos y presbIteros) son ministros de la unción de los enfermos. Is deber de los pastores instruir a los fieles sobre los beneficios de este sacramento. Los fieles deben animar a los enfermos a llamar al sacerdote para recibir este sacramento. Y que los enfermos se preparen para recibirlo en buenas disposiciones, con la ayuda de su pastor y de toda la comunidad eclesial a la cual se invita a acompañar muy especialmente a los enfermos con sus oraciones y sus atenciones fraternas.

3. LA CILIBRACIÓN DIL SACRAMINTO

Como en todos los sacramentos, la unción de los enfermos se celebra de forma litúrgica y comunitaria, que tiene lugar en familia, en el hospital o en la iglesia, para un solo enfermo o para un grupo de enfermos. Is muy conveniente que se celebre dentro de la IucaristIa, memorial de la Pascua del Señor. Si las circunstancias lo permiten, la celebración del sacramento puede ir precedida del sacramento de la Penitencia y seguida del sacramento de la IucaristIa. In cuanto sacramento de la Pascua de Cristo, la IucaristIa deberIa ser siempre el último sacramento de la peregrinación terrenal, el «viático» para el «paso» a la vida eterna.

Palabra y sacramento forman un todo inseparable. La Liturgia de la Palabra, precedida de un acto de penitencia, abre la celebración. Las palabras de Cristo y el testimonio de los apóstoles suscitan la fe del enfermo y de la comunidad para pedir al Señor la fuerza de su IspIritu.

La celebración del sacramento comprende principalmente estos elementos: la imposición de manos en silencio a los enfermos; la oración de fe por los enfermos; luego la unción del enfermo con óleo bendecido, si es posible, por el obispo.

4. IFICTOS DI LA CILIBRACIÓN DI ISTI SACRAMINTO

4.1. Un don particular del IspIritu Santo

La gracia primera de este sacramento es un gracia de consuelo, de paz y de ánimo para vencer las dificultades propias del estado de enfermedad grave o de la fragilidad de la vejez. Ista gracia es un don del IspIritu Santo que renueva la confianza y la fe en Dios y fortalece contra las

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tentaciones del mal, especialmente tentación de desaliento y de angustia ante la muerte. Ista asistencia del Señor por la fuerza de su IspIritu quiere conducir al enfermo a la curación del alma, pero también a la del cuerpo, si tal es la voluntad de Dios. Además, «si hubiera cometido pecados, le serán perdonados»158.

4.2. La unión a la Pasión de Cristo

Por la gracia de este sacramento, el enfermo recibe la fuerza y el don de unirse más Intimamente a la Pasión de Cristo: en cierta manera es consagrado para dar fruto por su configuración con la Pasión redentora del Salvador. Il sufrimiento, secuela del pecado original, recibe un sentido nuevo, viene a ser participación en la obra salvIfica de Jesús.

4.3. Una gracia eclesial

Los enfermos que reciben este sacramento, «uniéndose libremente a la pasión y muerte de Cristo, contribuyen al bien del Pueblo de Dios»159. Cuando celebra este sacramento, la Iglesia, en la comunión de los santos, intercede por el bien del enfermo. Y el enfermo, a su vez, por la gracia de este sacramento, contribuye a la santificación de la Iglesia y al bien de todos los hombres por los que la Iglesia sufre y se ofrece, por Cristo, a Dios Padre.

Una preparación para el último tránsito. Si el sacramento de la unción de los enfermos es concedido a todos los que sufren enfermedades y dolen- cias graves, lo es con mayor razón a los que están a punto de salir de esta vida. La Unción de los enfermos acaba de conformarnos con la muerte y a la resurrección de Cristo, como el Bautis- mo habIa comenzado a hacerlo. Is la última de las sagradas unciones que jalonan toda la vida cristiana; la del Bautismo habIa sellado en nosotros la vida nueva; la de la Confirmación nos habIa fortalecido para el combate de esta vida. Ista última unción ofrece al término de nuestra vida terrena un sólido puente levadizo para entrar en

la Casa del Padre defendiéndose en los últimos combates.

LA CURACIÓN DEL PARALÍTICO. DETALLE DE UNO DE LOS MOSAICOS DE LA BASÍLICA DE SAN APOLINAR NUEVO DE RÁVENA (ITALIA).

5. IL VIÁTICO, ÚLTIMO SACRAMINTO DIL CRISTIANO

A los que van a dejar esta vida, la Iglesia ofrece, además de la Unción de los enfermos, la IucaristIa como viático. Recibida en este momento del paso hacia el Padre, la Comunión del Cuerpo y la Sangre de Cristo tiene una significación y una importancia particulares. Is semilla de vida eterna y poder de resurrección, según las palabras del Señor: «Il que come mi carne y bebe

158 St 5,15.

159 LG 11.

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mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último dIa»160. Puesto que es sacramento de Cristo muerto y resucitado, la IucaristIa es aquI sacramento del paso de la muerte a la vida, de este mundo al Padre.

AsI, como los sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y de la IucaristIa constituyen una unidad llamada los sacramentos de la iniciación cristiana, se puede decir que la Penitencia, la Santa Unción y la IucaristIa, en cuanto viático, constituyen, cuando la vida cristiana toca a su fin, los sacramentos que preparan para entrar en la Patria o los sacramentos que cierran la peregrinación.

resumen AQUÍ TIENES EL RESUMEN DEL TEMA QUE HEMOS DESARROLLADO EN LAS PÁGINAS PRECEDENTES.

OIl sacramento de la Unción de los enfermos tiene por fin conferir una gracia especial al cristiano que experimenta las dificultades inherentes al estado de enfermedad grave o de

vejez.

øCada vez que un cristiano cae gravemente enfermo puede recibir la Santa Unción, y también cuando, después de haberla recibido, la enfermedad se agrava.

OSólo los sacerdotes (presbIteros y obispos) pueden administrar el sacramento de la Unción de los enfermos; para conferirlo emplean óleo bendecido por el Obispo, o, en caso necesario,

por el mismo presbItero que celebra.

OLo esencial de la celebración de este sacramento consiste en la unción en la frente y las manos del enfermo (en el rito romano) o en otras partes del cuerpo (en Oriente), unción

acompañada de la oración litúrgica del sacerdote celebrante que pide la gracia especial de este sacramento.

OLa gracia especial del sacramento de la Unción de los enfermos tiene como efectos: – la unión del enfermo a la Pasión de Cristo, para su bien y el de toda la Iglesia; el consuelo, la paz y el

ánimo para soportar cristianamente los sufrimientos de la enfermedad o de la vejez; el perdón de los pecados si el enfermo no ha podido obtenerlo por el sacramento de la penitencia; el restablecimiento de la salud corporal, si conviene a la salud espiritual; la preparación para el paso a la vida eterna.

160 Jn 6,54.

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para reflexionar ESTE MATERIAL TE AYUDARÁ A ENTENDER MEJOR Y A PROFUNDIZAR EL TEMA.

La fe personal del enfermo en la celebración del sacramento de la unción.

1 Il sacramento debe ser una opción personal del enfermo, expresión de su fe personal.

Este sacramento tiene que ser opción personal del enfermo, expresión de su fe personal que quiere dar esa dimensión cristiana a la situación crítica en que se encuentra. Santo Tomás mismo exigía para este sacramento «un movimiento de libre arbitrio», y decía que «para percibir un fruto tan grande vale muchísimo la devoción del que lo recibe», y llegó a sentar un principio que es muy exigente en sus consecuencias: «Que este sacramento no debiera darse a los que no pueden reconocerlo y recibirlo con devoción».

La teología posterior, sobre todo la de los manuales que nos han precedido hace pocos años, se ha distanciado de esta postura, afirmando que basta con que se pueda presumir una intención interpretativa y una disposición habitual. Con este minimalismo se degeneró en una práctica pastoral abusiva, en la que se dejaba este sacramento hasta última hora, para el trance de muerte e incluso para el estado de coma...

La razón profundísima de la necesidad de esta fe personal está en que cada persona adulta es insustituible en la interpretación cristiana que quiera dar a la vida, tanto en salud como en la enfermedad. Ahora bien, el recibir a Dios, que misteriosa y sacramentalmente se le ofrece en medio de una enfermedad crítica, a veces dramática, es cuestión personal opción libre y creyente de cada uno. Aquí toda pastoral de sustituciones es falsa. Las páginas de los evangelios están salpicadas de curaciones llevadas a cabo por Jesús, siempre con la petición y la exigencia de la fe por parte de los que acudían a él.

Por otra parte, la iglesia no puede prescindir del testimonio de fe que dan los enfermos creyentes: con su ejemplo de amor y paciencia influyen beneficiosamente, a veces decisivamente, en la fe de los que les asisten y más allá, en la comunidad misma desde la que se les presta toda la ayuda humana y espiritual. Desde que el enfermo asume libremente esa actitud de fe, Cristo cuenta con un nuevo instrumento vivo para continuar en la iglesia su misión de vencer al pecado y a sus consecuencias en el mundo.

El enfermo, consciente de su condición de miembro de la iglesia y de la dimensión eclesial del sacramento que recibe, sabrá que la unción significa para él una nueva inserción en el misterio de la iglesia y una nueva participación en la salvación que nos llega de Dios por la iglesia, y por eso mismo, un nuevo compromiso en la misión de la iglesia. En adelante, el enfermo pondrá, como san Pablo, gozosamente sus sufrimientos para completar en su carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo en favor de su cuerpo, que es la iglesia.

Por la gracia de este sacramento crece sobrenaturalmente la capacidad del enfermo para colaborar con las tareas del reino de Dios. En efecto, el sacramento de la unción fortifica al enfermo con vistas a las grandes pruebas que aprovecharán a todo el cuerpo místico. Su inmolación en el lecho de dolor es semejante a la de Cristo doliente en el madero de la cruz; y en unión con él, se convierte en expresión de amor supremo, en caridad que irradia y contribuye a la edificación del cuerpo místico de Cristo. En este sentido cabe hablar de los enfermos como miembros privilegiados de la iglesia, de cuya colaboración está particularmente necesitada.

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1

2

para escribir SIGUE LAS INSTRUCCIONES Y ESCRIBE TU REFLEXIÓN EN EL CUADERNO DE TRABAJO.

Iscribe el esquema de una catequesis sobre la unción de los enfermos, dirigida a un grupo de adultos. Inserta en este esquema los puntos que te parece que son los más importantes y necesarios de exponer. FIjate que se trata de hacer el esquema no la catequesis entera.

Ixplica por qué durante un tiempo se ha llamado a este sacramento «extremaunción». Ixplica también por qué desde el Concilio Vaticano II preferimos el nombre de «unción de enfermos».

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Unidad 8 los sacramentos al servicio de la comunidad (I): el orden

EN LA ILUSTRACIÓN, LOS APÓSTOLES PEDRO Y PABLO, DE ELGRECO.

EL ORDEN ES EL SACRAMENTO GRACIAS AL CUAL LA MISIÓN CONFIADA POR CRISTO A SUS APÓSTOLES SIGUE SIENDO EJERCIDA EN LA IGLESIA HASTA EL FIN DE LOS TIEMPOS: ES, PUES, EL SACRAMENTO DEL MINISTERIO APOSTÓLICO. COMPRENDE TRES GRADOS: EL EPISCOPADO, EL PRESBITERADO Y EL DIACONADO.

Esquema ESTE ES EL ESQUEMA QUE SIGUE EL TEXTO. LÉELO ANTES DE PONERTE A ESTUDIAR.

1. IL NOMBRI DIL SACRAMINTO DIL ORDIN 2. IL SACRAMINTO DIL ORDIN IN LA ICONOMÍA DI LA SALVACIÓN

2.1. Il sacerdocio de la Antigua Alianza 2.2. Il único sacerdocio de Cristo 2.3. Dos modos de participar del único sacerdocio de Cristo 2.4. In persona de Cristo 2.5. In nombre de toda la Iglesia

3. LOS TRIS GRADOS DIL SACRAMINTO DIL ORDIN

3.1. La ordenación episcopal, plenitud del sacramento del Orden 3.2. La ordenación de los presbIteros, cooperadores de los obispos

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3.3. La ordenación de los diáconos, «en orden al ministerio» 4. LA CILIBRACIÓN DI ISTI SACRAMINTO 5. IL MINISTRO DI ISTI SACRAMINTO 6. QUIÉN PUIDI RICIBIR ISTI SACRAMINTO 7. LOS IFICTOS DIL SACRAMINTO DIL ORDIN

7.1. Il carácter indeleble 7.2. La gracia del IspIritu Santo

bibliografía LA UNIDAD HA SIDO CONFECCIONADA USANDO LAS OBRAS CITADAS MÁS ABAJO.

Catecismo de la iglesia católica, nn. 1536-1589.

para estudiar LEE EL TEXTO, HAZ UN ESQUEMA Y ANOTA LAS DUDAS QUE TE SURJAN.

1. IL NOMBRI DI SACRAMINTO DIL ORDIN

La palabra Orden designaba, en la antigüedad romana, cuerpos constituidos en sentido civil, sobre todo el cuerpo de los que gobiernan. Ordinatio (ordenación) designaba la integración en un orden. In la Iglesia hay cuerpos constituidos que la Tradición llama desde los tiempos antiguos con el nombre de taxeis (en griego), de ordines (en latIn): asI la liturgia habla del ordo episcoporum, del ordo presbyterorum, del ordo diaconorum. También reciben este nombre de ordo otros grupos: los catecúmenos, las vIrgenes, los esposos, las viudas...

La integración en uno de estos cuerpos de la Iglesia se hacIa por un rito llamado ordenación, acto religioso y litúrgico que era una consagración, una bendición o un sacramento. Hoy la palabra ordenación está reservada al acto sacramental que incorpora al orden de los obispos, de los presbIteros y de los diáconos y que va más allá de una simple elección, designación, delegación o institución por la comunidad, pues confiere un don del IspIritu Santo que permite ejercer un «poder sagrado» que sólo puede venir de Cristo, a través de su Iglesia. La ordenación también es llamada consagración porque es un «poner a parte» y un «investir» por Cristo mismo para su Iglesia. La imposición de manos del obispo, con la oración consecratoria, constituye el signo visible de esta consagración. 2. IL SACRAMINTO DIL ORDIN IN LA ICONOMÍA DI LA SALVACIÓN

2.1. Il sacerdocio de la Antigua Alianza

Il pueblo elegido fue constituido por Dios como «un reino de sacerdotes y una nación

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consagrada»161. Pero dentro del pueblo de Israel, Dios escogió una de las doce tribus, la de LevI, para el servicio litúrgico162. Un rito propio consagró los orIgenes del sacerdocio de la Antigua Alianza163. In ella los sacerdotes fueron establecidos «para intervenir en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios, para ofrecer dones y sacrificios por los pecados»164.

Instituido para anunciar la palabra de Dios y para restablecer la com unión con Dios mediante los sacrificios y la oración, este sacerdocio de la Antigua Alianza, sin embargo, era incapaz de realizar la salvación, por lo cual tenIa necesidad de repetir sin cesar los sacrificios, y no podIa alcanzar una santificación definitiva165, que sólo podrIa alcanzada por el sacrificio de Cristo.

No obstante, la liturgia de la Iglesia ve en el sacerdocio de Aarón y en el servicio de los levitas, asI como en la institución de los setenta «ancianos»166, prefiguraciones del ministerio ordenado de la Nueva Alianza. Por ello, en el rito latino la Iglesia se dirige a Dios en la oración consecratoria de la ordenación de los obispos de la siguiente manera: «Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo... has establecido las reglas de la Iglesia: elegiste desde el principio un pueblo santo, descendiente de Abraham , y le diste reyes y sacerdotes que cuidaran del servicio de tu santuario...»

In la ordenación de presbIteros, la Iglesia ora: «Señor, Padre Santo... en la Antigua Alianza se fueron perfeccionando a través de los signos santos los grados del sacerdocio... cuando a los sumos sacerdotes, elegidos para regir el pueblo, les diste compañeros de menor orden y dignidad, para que les ayudaran como colaboradores...multiplicaste el espIritu de Moisés, comunicándolo a los setenta varones prudentes con los cuales gobernó fácilmente un pueblo numeroso. AsI también transmitiste a los hijos de Aarón la abundante plenitud otorgada a su padre.»

Y en la oración consecratoria para la ordenación de diáconos, la Iglesia confiesa: « «Dios Todopoderoso... tú haces crecer a la Iglesia... la edificas como templo de tu gloria... asI estableciste que hubiera tres órdenes de ministros para tu servicio, del mismo modo que en la Antigua Alianza habIas elegido a los hijos de LevI para que sirvieran al templo, y, como herencia, poseyeran una bendición eterna.»

2.2. Il único sacerdocio de Cristo

Todas las prefiguraciones del sacerdocio de la Antigua Alianza encuentran su cumplimien- to en Cristo Jesús, «único mediador entre Dios y los hombres»167. Melquisedec, «sacerdote del AltIsimo»168, es considerado por la Tradición cristiana como una prefiguración del sacerdocio de Cristo, único «Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec»169, «santo, inocente, inmaculado»170, que, «mediante una sola oblación ha llevado a la perfección para siempre a los santificados»171, es decir, mediante el único sacrificio de su Cruz.

Il sacrificio redentor de Cristo es único, realizado una vez por todas. Y por esto se hace presente en el sacrificio eucarIstico de la Iglesia. Lo mismo acontece con el único sacerdocio de

161 Ix 19,6; cf Is 61,6.

162 Ver Nm 1,48-53.

163 Ver Ix 29,1-30; Lv 8.

164 Hb 5,1.

165 Ver Hb 5,3; 7,27; 10,1-4.

166 Ver Nm 11,24-25.

167 1Tm 2,5.

168 Gn 14,18.

169 Hb 5,10; 6,20.

170 Hb 7,26.

171 Hb 10,14.

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Cristo: se hace presente por el sacerdocio ministerial sin que con ello se quebrante la unicidad del sacerdocio de Cristo

2.3. Dos modos de participar en el único sacerdocio de Cristo

Cristo, sumo sacerdote y único mediador, ha hecho de la Iglesia «un Reino de sacerdotes para su Dios y Padre»172. Toda la comunidad de los creyentes es, como tal, sacerdotal. Los fieles ejercen su sacerdocio bautismal a través de su participación, cada uno según su vocación propia, en la misión de Cristo, Sacerdote, Profeta y Rey. Por los sacramentos del Bautism o y de la Confirmación los fieles son consagrados para ser un sacerdocio santo.

Il sacerdocio ministerial o jerárquico de los obispos y de los presbIteros, y el sacerdocio común de todos los fieles, «aunque su diferencia es esencial y no sólo en grado, están ordenados el uno al otro; ambos, en efecto, participan, cada uno a su manera, del único sacerdocio de Cristo»173. ¿In qué sentido? Mientras el sacerdocio común de los fieles se realiza en el desarrollo de la gracia bautismal (vida de fe, de esperanza y de caridad, vida según el IspIritu), el sacerdocio ministerial está al servicio del sacerdocio común, en orden al desarrollo de la gracia bautismal de todos los cristianos. Is uno de los medios por los cuales Cristo no cesa de construir y de conducir a su Iglesia. Por esto es transmitido mediante un sacramento propio, el sacramento del Orden.

2.4. In persona de Cristo

In el servicio eclesial del ministro ordenado es Cristo mismo quien está presente a su Iglesia como Cabeza de su cuerpo, Pastor de su rebaño, sumo sacerdote del sacrificio redentor, Maestro de la Verdad. Is lo que la Iglesia expresa al decir que el sacerdote, en virtud del sacramento del Orden, actúa en persona de Cristo.

Il ministro posee en verdad el papel del mismo Sacerdo- te, Cristo Jesús. Si, ciertamente, aquel es asim ilado al Sumo Sacerdote, por la consagración sacerdotal recibida, goza de la facultad de actuar por el poder de Cristo mism o a quien representa.

Por el ministerio ordenado, especialmente por el de los obispos y los presbIteros, la presencia de Cristo como cabeza de la Iglesia se hace visible en medio de la comunidad de los creyentes. Según la bella expresión de San Ignacio de AntioquIa, el obispo es imagen viva de Dios Padre.

Ista presencia de Cristo en el ministro no debe ser entendida como si éste estuviese exento de todas las flaquezas humanas, del afán de poder, de errores, es decir del pecado. No todos los actos del ministro son garantizado s de la misma manera por la fuerza del IspIritu Santo. Mientras que en los sacramentos esta garantIa es dada de modo que ni siquiera el pecado del ministro puede impedir el fruto de la gracia, existen m uchos otros actos en que la condición humana del ministro deja huellas que no son siempre el signo de la fidelidad al Ivangelio y que pueden dañar por consiguiente a la fecundidad apostólica de la Iglesia.

Iste sacerdocio es ministerial. Ista función, que el Señor confió a los pastores de su pueblo, es un verdadero servicio.

CRISTO, BUEN PASTOR ES PRESENTADO YA EN LOS MISMO EVANGELIOS Y, POR SUPUESTO, EN LAS CARTAS DEL NUEVO TESTAMENTO COMO MODELO DE LOS PASTORES DE LA IGLESIA.

172 Ap 1,6; ver Ap 5,9-10; 1 P 2,5.9.

173 LG 10.

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Istá enteramente referido a Cristo y a los hombres. Depende totalmente de Cristo y de su sacerdocio único, y fue instituido en favor de los hombres y de la comunidad de la Iglesia. Il sacramento del Orden comunica «un poder sagrado», que no es otro que el de Cristo. Il ejercicio de esta autoridad debe, por tanto, medirse según el modelo de Cristo, que por amor se hizo el último y el servidor de todos174

2.5. In nombre de toda la Iglesia

Il sacerdocio ministerial no tiene solamente por tarea representar a Cristo —Cabeza de la Iglesia— ante la asamblea de los fieles, actúa también en nombre de toda la Iglesia cuando presenta a Dios la oración de la Iglesia y sobre todo cuando ofrece el sacrificio eucarIstico.

«In nombre de toda la Iglesia», expresión que no quiere decir que los sacerdotes sean los delegados de la comunidad. La oración y la ofrenda de la Iglesia son inseparables de la oración y la ofrenda de Cristo, su Cabeza. Se trata siempre del culto de Cristo en y por su Iglesia. Is toda la Iglesia, cuerpo de Cristo, la que ora y se ofrece, por Cristo con él y en él, en la unidad del IspIritu Santo, a Dios Padre. Todo el cuerpo, Cabeza y miembros, ora y se ofrece, y por eso quienes, en este cuerpo, son especIficamente sus ministros, son llamados ministros no sólo de Cristo, sino también de la Iglesia. Il sacerdocio ministerial puede representar a la Iglesia porque representa a Cristo.

3. LOS TRIS GRADOS DIL SACRAMINTO DIL ORDIN

«Il ministerio eclesiástico, instituido por Dios, está ejercido en diversos órdenes que ya desde antiguo reciben los nombres de obispos, presbIteros y diáconos»175. La doctrina católica, expresada en la liturgia, el magisterio y la práctica constante de la Iglesia, reconocen que existen dos grados de participación ministerial en el sacerdocio de Cristo: el episcopado y el presbitera- do. Il diaconado está destinado a ayudarles y a servirles. Por eso, el término «sacerdote» designa, en el uso actual, a los obispos y a los presbIteros, pero no a los diáconos. Sin embargo, la doctrina católica enseña que los grados de participación sacerdotal (episcopado y presbiterado) y el grado de servicio (diaconado) son los tres conferidos por un acto sacramental llamado «ordenación», es decir, por el sacramento del Orden.

3.1. La ordenación episcopal, plenitud del sacramento del Orden

«Intre los diversos ministerios que existen en la Iglesia, ocupa el primer lugar el ministerio de los obispos que, que a través de una sucesión que se remonta hasta el principio, son los transmisores de la semilla apostólica»176.

«Para realizar estas funciones tan sublim es, los Apóstoles se vieron enriquecidos por Cristo con la venida especial del IspIritu Santo que descendió sobre ellos. Illos mismos comunicaron a sus colaboradores, mediante la imposición de las manos, el don espiritual que se ha transmitido hasta nosotros en la consagración de los obispos»177.

Il Concilio Vaticano II enseña que por la consagración episcopal se recibe la plenitud del sacramento del Orden. De hecho se le llama, tanto en la liturgia de la Iglesia como en los Santos Padres, «sumo sacerdocio» o «cumbre del ministerio sagrado».

«La consagración episcopal confiere, junto con la función de santificar, tam bién las funciones de enseñar y gobernar... In efecto... por la imposición de las manos y por las palabras de la consagración se confiere la gracia del IspIritu Santo y queda marcado con el carácter

174 Ver Mc 10,43-45; 1 P 5,3.

175 LG 28.

176 LG 20.

177 LG 21.

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sagrado. In consecuencia, los obispos, de manera eminente y visible, hacen las veces del mismo Cristo, Maestro, Pastor y Sacerdote, y actúan en su nombre»178. «Il IspIritu Santo que han recibido ha hecho de los obispos los verda- deros y auténticos maestros de la fe, pontIfices y pastores»179.

Uno queda constituido miembro del Colegio episcopal en virtud de la consagración episcopal y por la comunión jerárquica con la Cabeza y con los miembros del Colegio. Il carácter y la naturaleza colegial del orden episcopal se manifiestan, entre otras cosas, en la antigua práctica de la Iglesia que quiere que para la consagración de un nuevo obispo participen varios obispos. Para la ordenación legItim a de un obispo se requiere hoy una intervención especial del Obispo de Roma por razón de su cualidad de vInculo supremo visible de la comunión de las Iglesias particulares en la Iglesia una y de garante de libertad de la mis- ma.

«EL TRIUNFO DE SAN AGUSTÍN» DE CLAUDIO COELLO. SE CONSERVA EN EL MUSEO DEL PRADO.

Cada obispo tiene, como vicario de Cristo, el oficio pastoral de la Iglesia particular que le ha sido confiada, pero al mismo tiempo tiene colegialmente con todos sus hermanos en el episcopado la solicitud de todas las Iglesias.

Todo lo que se ha dicho explica por qué la IucaristIa celebrada por el obispo tiene una

significación muy especial como expresión de la Iglesia reunida en torno al altar bajo la presidencia de quien representa visiblemente a Cristo, Buen Pastor y Cabeza de su Iglesia.

3.2. La ordenación de los presbIteros, cooperadores de los obispos

«Cristo, a quien el Padre santificó y envió al mundo, hizo a los obispos partIcipes de su misma consagración y misión por medio de los Apóstoles de los cuales son sucesores. Istos han confiado legItimamente la función de su ministerio en diversos grados a diversos sujetos en la Iglesia»180. «La función ministerial de los obispos, en grado subordinado, fue encomendada a los presbIteros para que, constituidos en el orden del presbiterado, fueran los colaboradores del Orden episcopal para realizar adecuadamente la misión apostólica confiada por Cristo»181.

«Il ministerio de los presbIteros, por estar unido al Orden episcopal, participa de la autoridad con la que el propio Cristo construye, santifica y gobierna su Cuerpo. Por eso el sacerdocio de los presbIteros supone ciertamente los sacramentos de la iniciación cristiana. Se confiere, sin embargo, por aquel sacramento peculiar que, mediante la unción del IspIritu Santo, marca a los sacerdotes con un carácter especial. AsI quedan identificados con Cristo Sacerdote, de tal manera que puedan actuar como representantes de Cristo Cabeza»182.

«Los presbIteros, aunque no tengan la plenitud del sacerdocio y dependan de los obispos

178 LG 21.

179 CD 2.

180 LG 28.

181 PO 2.

182 PO 2.

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en el ejercicio de sus poderes, sin embargo están unidos a éstos en el honor del sacerdocio y, en virtud del sacramento del Orden, quedan consagrados como verdaderos sacerdotes de la Nueva Alianza, a imagen de Cristo, sumo y eterno Sacerdote, para anunciar el Ivangelio a los fieles, para dirigirlos y para celebrar el culto divino»183.

In virtud del sacramento del Orden, los presbIteros participan de la universalidad de la misión confiada por Cristo a los apóstoles. Il don espiritual que recibieron en la ordenación los prepara, no para una misión limitada y restringida, «sino para una misión amplIsima y universal de salvación "hasta los extremos del mundo"»184, «dispuestos a predicar el evangelio por todas partes»185.

«Su verdadera función sagrada la ejercen sobre todo en el culto o en la comunión eucarIstica. In ella, actuando en la persona de Cristo y proclamando su Misterio, unen la ofrenda de los fieles al sacrificio de su Cabeza; actualizan y aplican en el sacrificio de la misa, hasta la venida del Señor, el único Sacrificio de la Nueva Alianza: el de Cristo, que se ofrece al Padre de una vez para siempre como hostia inmaculada»186. De este sacrificio único, saca su fuerza todo su ministerio sacerdotal187.

«Los presbIteros, como colaboradores diligentes de los obispos y ayuda e instrumento suyos, llamados para servir al Pueblo de Dios, form an con su obispo un único presbiterio, dedicado a diversas tareas. In cada una de las comunidades locales de fieles hacen presente de alguna manera a su obispo, al que están unidos con confianza y magnanimidad; participan en sus funciones y preocupaciones y las llevan a la práctica cada dIa»188. Los presbIteros sólo pueden ejercer su ministerio en dependencia del obispo y en comunión con él. La promesa de obediencia que hacen al obispo en el momento de la ordenación y el beso de paz del obispo al fin de la liturgia de la ordenación significa que el obispo los considera como sus colaboradores, sus hijos, sus hermanos y sus amigos y que a su vez ellos le deben amor y obediencia.

«Los presbIteros, instituidos por la ordenación en el orden del presbiterado, están unidos todos entre sI por la Intima fraternidad del sacramento. Forman un único presbiterio especial- mente en la diócesis a cuyo servicio se dedican bajo la dirección de su obispo»189. La unidad del presbiterio encuentra una expresión litúrgica en la costumbre de que los presbIteros impongan a su vez las manos, después del obispo, durante el rito de la ordenación.

3.3. La ordenación de los diáconos, «en orden al ministerio»

«In el grado inferior de la jerarquIa están los diáconos, a los que se les imponen las 'para realizar un servicio y no para ejercer el sacerdocio»190. In la ordenación al diaconado, sólo el obispo impone las manos, significando asI que el diácono está especialmente vinculado al obispo en las tareas de su «diaconIa».

Los diáconos participan de una manera especial en la misión y la gracia de Cristo Siervo. Il sacramento del Orden los marca con un sello (carácter) que nadie puede hacer desaparecer y que los configura con Cristo que se hizo «diácono», es decir, el servidor de todos. Corresponde a los diáconos, entre otras cosas, asistir al obispo y a los presbIteros en la celebración de los divinos misterios sobre todo de la IucaristIa y en la distribución de la mism a, asistir a la celebración del matrimonio y bendecirlo, proclamar el evangelio y predicar, presidir las exequias

183 LG 28.

184 PO 10.

185 OT 20.

186 LG 28.

187 Ver PO 2.

188 LG 28.

189 PO 8.

190 LG 29; ver CD 15.

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y entregarse a los diversos servicios de la caridad191. Desde el Concilio Vaticano II, la Iglesia latina ha restablecido el diaconado «como un grado

particular dentro de la jerarquIa», mientras que las Iglesias de Oriente lo habIan mantenido siempre. Iste diaconado permanente, que puede ser conferido a hombres casados, constituye un enriquecimiento importante para la m isión de la Iglesia. In efecto, es apropiado y útil que hombres que realizan en la Iglesia un ministerio verdaderamente diaconal, ya en la vida litúrgica y pastoral, ya en las obras sociales y caritativas, «sean fortalezcan por la imposición de las manos transmitida ya desde los Apóstoles y se unan más estrechamente al servicio del altar, para que cumplan con mayor eficacia su ministerio por la gracia sacramental del diaconado»192. 4. LA CILIBRACIÓN DI ISTI SACRAMINTO

La celebración de la ordenación de un obispo, de presbIteros o de diáconos, por su importancia para la vida de la Iglesia particular, exige el mayor concurso posible de fieles. Tiene lugar preferentemente el domingo (o una fiesta) y en la catedral, con una solemnidad adaptada a las circunstancias. Las tres ordenaciones, del obispo, del presbItero y del diácono, tienen el mismo dinamismo. Il lugar propio de su celebración es dentro de la IucaristIa.

Il rito esencial del sacramento del Orden está constituido, para los tres grados, por la imposición de manos del obispo sobre la cabeza del ordenando asI como por una oración consecratoria especIfica que pide a Dios la efusión del IspIritu Santo y de sus dones apropiados al ministerio para el cual el candidato es ordenado.

Como en todos los sacramentos, ritos complementarios rodean la celebración. Istos varIan notablemente en las distintas tradiciones litúrgicas, pero tienen en común la expresión de múltiples aspectos de la gracia sacramental. AsI, en el rito latino, los ritos iniciales —la presentación y elección del ordenando, la alocución del obispo, el interrogatorio del ordenando, las letanIas de los santos— ponen de relieve que la elección del candidato se hace conforme al uso de la Iglesia y preparan el acto solem ne de la consagración; después de ésta varios ritos vienen a expresar y completar de manera simbólica el misterio que se ha realizado: para el obispo y el presbItero la unción con el santo crisma, signo de la unción especial del IspIritu Santo que hace fecundo su ministerio; la entrega del libro de los evangelios, del anillo, de la mitra y del báculo al obispo en señal de su misión apostólica de anuncio de la palabra de Dios, de su fidelidad a la Iglesia, esposa de Cristo, de su cargo de pastor del rebaño del Señor; entrega al presbItero de la patena y del cáliz, «la ofrenda del pueblo santo» que es llamado a presentar a Dios; la entrega del libro de los evangelios al diácono que acaba de recibir la misión de anunciar el evangelio de Cristo.

5. IL MINISTRO DI ISTI SACRAMINTO

Fue Cristo quien eligió a los apóstoles y les hizo partIcipes de su misión y su autoridad. Ilevado a la derecha del Padre, no abandona a su rebaño, sino que lo guarda por medio de los apóstoles bajo su constante protección y lo dirige también mediante estos mismos pastores que continúan hoy su obra. Por tanto, es Cristo «quien da» a unos el ser apóstoles, a otros pastores. Sigue actuando por medio de los obispos. Dado que el sacramento del Orden es el sacramento del ministerio apostólico, corresponde a los obispos, en cuanto sucesores de los apóstoles, transmitir «el don espiritual» o «la semilla apostólica». Los obispos válidamente ordenados, es decir, que están en la lInea de la sucesión apostólica, confieren válidamente los tres grados del sacramento del Orden193

191 Ver LG 29; ver también SC 35,4; AG 16.

192 AG 16.

193 Ver DS 794 y 802; CIC, can. 1012; CCIO, can. 744; 747.

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6. QUIÉN PUIDI RICIBIR ISTI SACRAMINTO

«Sólo el varón bautizado recibe válidamente la sagrada ordenación»194. Il Señor Jesús eligió a hombres para formar el colegio de los doce apóstoles195, y los apóstoles hicieron lo mismo cuando eligieron a sus colaboradores196 que les sucederIan en su tarea. Il colegio de los obispos, con quienes los presbIteros están unidos en el sacerdocio, hace presente y actualiza hasta el retorno de Cristo el colegio de los Doce.

Nadie tiene derecho a recibir el sacramento del Orden. In efecto, nadie se arroga para sI mismo este oficio. Al sacramento se es llamado por Dios. Quien cree reconocer las señales de la llamada de Dios al ministerio ordenado, debe someter humildemente su deseo a la autoridad de la Iglesia a la que corresponde la responsabilidad y el derecho de llamar a recibir este sacramento. Como toda gracia, el sacramento sólo puede ser recibido como un don inmerecido.

Todos los ministros ordenados de la Iglesia latina, exceptuados los diáconos permanentes, son ordinariamente elegidos entre hombres creyentes que viven como célibes y que tienen la voluntad de guardar el celibato «por el Reino de los cielos». Llamados a consagrarse totalmente al Señor y a sus «cosas», se entregan enteramente a Dios y a los hombres. Il celibato es un signo de esta vida nueva al servicio de la cual es consagrado el ministro de la Iglesia; aceptado con un corazón alegre, anuncia de modo radiante el Reino de Dios.

In las Iglesias Orientales, desde hace siglos está en vigor una disciplina distinta: mientras los obispos son elegidos únicamente entre los célibes, hombres casados pueden ser ordenados diáconos y presbIteros. Ista práctica es considerada como legItima desde tiempos remotos; estos presbIteros ejercen un ministerio fructuoso en el seno de sus comunidades. Por otra parte, el celibato de los presbIteros goza de gran honor en las Iglesias Orientales, y son numerosos los presbIteros que lo escogen libremente por el Reino de Dios. In Oriente como en Occidente, quien ha recibido ya el sacramento del Orden no puede contraer matrimonio. 7. LOS IFICTOS DIL SACRAMINTO DIL ORDIN

7.1. Il carácter indeleble

Iste sacramento configura con Cristo mediante una gracia especial del IspIritu Santo a fin de servir de instrumento de Cristo en favor de su Iglesia. Por la ordenación recibe la capacidad de actuar como representante de Cristo, Cabeza de la Iglesia, en su triple función de sacerdote, profeta y rey.

Como en el caso del Bautismo y de la Confirmación, esta participación en la misión de Cristo es concedida de una vez para siempre. Il sacramento del Orden confiere también un carácter espiritual indeleble y no puede ser reiterado ni ser conferido para un tiempo determinado.

Un sujeto válidamente ordenado puede ciertamente, por causas graves, ser liberado de las obligaciones y las funciones vinculadas a la ordenación, o se le puede impedir ejercerlas, pero no puede convertirse de nuevo en laico en sentido estricto, porque el carácter impreso por la ordenación es para siempre. La vocación y la misión recibidas el dIa de su ordenación, lo marcan de manera permanente.

Puesto que en último término es Cristo quien actúa y realiza la salvación a través del ministro ordenado, la indignidad de éste no im pide a Cristo actuar. San AgustIn lo dice con firmeza: «In cuanto al ministro orgulloso, hay que colocarlo con el diablo. Sin embargo, el don de Cristo no por ello es profanado: lo que llega a través de él conserva su pureza, lo que pasa por él permanece limpio y llega a la tierra fértil. In efecto, la virtud espiritual del sacramento es semejante a la luz: los que deben ser iluminados la reciben en su pureza y, si atraviesa seres

194 CIC, can. 1024.

195 Ver Mc 3,14-19; Lc 6,12-16.

196 1Tm 3,1-13; 2Tm 1,6; Tt 1,5-9.

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manchados, no se mancha197.

7.2. La gracia del IspIritu Santo

La gracia del IspIritu Santo propia de este sacramento es la de ser configurado con Cristo Sacerdote, Maestro y Pastor, de quien el ordenado es constituido ministro.

Para el obispo, es en primer lugar una gracia de fortaleza: la de guiar y defender con fuerza y prudencia a su Iglesia como padre y pastor, con amor gratuito para todos y con predilección por los pobres, los enfermos y los necesitados. Ista gracia lo impulsa a anunciar el Ivangelio a todos, a ser el modelo de su rebaño, a precederlo en el camino de la santificación identificándose en la IucaristIa con Cristo Sacerdote y VIctima, sin m iedo a dar la vida por sus ovejas: «Concede, Padre que conoces los corazones, a tu siervo que has elegido para el episcopado, que apaciente tu santo rebaño y que ejerza ante ti el supremo sacerdocio sin reproche sirviéndote noche y dIa; que haga sin cesar propicio tu rostro y que ofrezca los dones de tu santa Iglesia, que en virtud del espIritu del supremo sacerdocio tenga poder de perdonar los pecados según tu mandamiento, que distribuya las tareas siguiendo tu orden y que desate de toda atadura en virtud del poder que tú diste a los apóstoles; que te agrade por su dulzura y su corazón puro, ofreciéndote un perfume agradable por tu Hijo Jesucristo198».

Il don espiritual que confiere la ordenación presbiteral está expresado en esta oración propia del rito bizantino. Il obispo, imponiendo la mano, dice: «Señor, llena del don del IspIritu Santo al que te has dignado elevar al grado del sacerdocio para que sea digno de presentarse sin reproche ante tu altar, de anunciar el evangelio de tu Reino, de realizar el ministerio de tu palabra de verdad, de ofrecerte dones y sacrificios espirituales, de renovar tu pueblo mediante el baño de la regeneración; de manera que vaya al encuentro de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, tu Hijo único, el dIa de su segunda venida, y reciba de tu inmensa bondad la recompensa de una fiel administración de su orden».

In cuanto a los diáconos, «fortalecidos, en efecto, con la gracia del sacramento, en comunión con el obispo y sus presbIteros, están al servicio del Pueblo de Dios en el ministerio de la liturgia, de la palabra y de la caridad»199.

Ante la grandeza de la gracia y del oficio sacerdotales, los santos doctores sintieron la urgente llamada a la conversión con el fin de corresponder mediante toda su vida a aquel de quien el sacramento los constituye ministros. AsI, San Gregorio Nazianceno, siendo joven sacerdote, exclama: «Is preciso comenzar por purificarse antes de purificar a los otros; es preciso ser instruido para poder instruir; es preciso ser luz para iluminar, acercarse a Dios para acercarle a los demás, ser santificado para santificar, conducir de la mano y aconsejar con inteligencia. Sé de quién somos ministros, donde nos encontramos y adonde nos dirigimos. Conozco la altura de Dios y la flaqueza del hombre, pero también su fuerza. Por tanto, ¿quién es el sacerdote? Is el defensor de la verdad, se sitúa junto a los ángeles, glorifica con los arcángeles, hace subir sobre el altar de lo alto las vIctimas de los sacrificios, comparte el sacerdocio de Cristo, restaura la criatura, restablece en ella la imagen de Dios, la recrea para el mundo de lo alto, y, para decir lo más grande que hay en él, es divinizado y diviniza».

1S97

1H98

AN AG USTÍN, Comentario al evangelio de San Juan, 5, 15.

IPÓLITO, Tradición apostólica, 3.

199 LG 19.

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resumen AQUÍ TIENES EL RESUMEN DEL TEMA QUE HEMOS DESARROLLADO EN LAS PÁGINAS PRECEDENTES.

OLa Iglesia entera es un pueblo sacerdotal. Por el bautism o, todos los fieles participan del sacerdocio de Cristo. Ista participación se llama «sacerdocio común de los fieles». A partir

de este sacerdocio y al servicio del mismo existe otra participación en la misión de Cristo: la del m inisterio conferido por el sacramento del Orden, cuya tarea es servir en nombre y en la representación de Cristo-Cabeza en medio de la comunidad.

øIl sacerdocio ministerial difiere esencialmente del sacerdocio común de los fieles porque confiere un poder sagrado para el servicio de los fieles. Los ministros ordenados ejercen su

servicio en el pueblo de Dios mediante la enseñanza, el culto y por el gobierno pastoral.

ODesde los orIgenes, el ministerio ordenado fue conferido y ejercido en tres grados: el de los

Obispos, el de los presbIteros y el de los diáconos. Il obispo recibe la plenitud del sacramento del Orden que lo incorpora al colegio episcopal y hace de él la cabeza visible de la Iglesia particular que le es confiada. Los Obispos, en cuanto sucesores de los apóstoles y miembros del colegio, participan en la responsabilidad apostólica y en la misión de toda la Iglesia bajo la autoridad del Papa, sucesor de San Pedro. Los presbIteros están unidos a los obispos en la dignidad sacerdotal y al mismo tiempo dependen de ellos en el ejercicio de sus funciones pastorales; son llamados a ser cooperadores diligentes de los obispos; forman en torno a su Obispo el presbiterio que asume con él la responsabilidad de la Iglesia particular. Reciben del obispo el cuidado de una comunidad parroquial o de una función eclesial determinada. Los diáconos son ministros ordenados para las tareas de servicio de la Iglesia; no reciben el sacerdocio ministerial, pero la ordenación les confiere funciones importantes en el ministerio de la palabra, del culto divino, del gobierno pastoral y del servicio de la caridad, tareas que deben cumplir bajo la autoridad pastoral de su Obispo.

OIl sacramento del Orden es conferido por la imposición de las manos seguida de una oración consecratoria solemne que pide a Dios para el ordenando las gracias del IspIritu Santo

requeridas para su ministerio. La ordenación imprime un carácter sacramental indeleble.

OIn la Iglesia latina, el sacramento del Orden para el episcopado y el presbiterado sólo es conferido ordinariamente a candidatos que están dispuestos a abrazar libremente el celibato

y que manifiestan públicamente su voluntad de guardarlo por amor del Reino de Dios y el servicio de los hombres. Is posible aceptar al diaconado a candidatos casados. Al diaconado asumido por varones casados se le llama diaconado permanente, frente al que asumen temporalmente los candidatos al presbiterado un tiempo antes de su ordenación presbiteral.

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1

para reflexionar ESTE MATERIAL TE AYUDARÁ A ENTENDER MEJOR Y A PROFUNDIZAR EL TEMA.

Il sacerdote luz y sal de la tierra.

1 SAN JUAN CRISÓSTOMO, Los seis libros sobre el sacerdocio, libro sexto.

El alma del sacerdote ha de brillar como una luz que esclarece a toda la tierra; mas la mía de tal manera está rodeada por las tinieblas de su mala conciencia, que está siempre hundida y no tiene valor ni para levantar los ojos a su Señor. Los sacerdotes son la sal de la tierra; mi ignorancia, en cambio, y total inexperiencia, ¿quién podrá soportarla con paciencia, a no ser tú, que me has amado siempre con exageración? Porque el sacerdote no sólo ha de estar dotado de aquella pureza que conviene a su altísima dignidad, sino que sobre eso ha de ser prudente en grado sumo y experto en muchas más cosas. Debe por una parte conocer los negocios seculares no menos que los mismos que los manejan; por otra, estar más desprendido de todo que los monjes que habitan los montes. El sacerdote tiene que ser multiforme, pues ha de tratar con hombres que tienen mujeres, que crían y educan hijos, que poseen criados, que nadan en riquezas, que entienden en públicos asuntos, que ejercen magistraturas; multiforme, repito, pero no astuto, ni adulador, ni hipócrita, sino lleno a la vez de libertad y confianza, que sepa atemperarse útilmente, cuando así lo exijan las circunstancias, y ser juntamente condescendiente y austero. Porque no es posible tratar del mismo modo a todos nuestros subordinados, como tampoco los médicos llevan a todos los enfermos por la misma ley, ni el buen piloto sabe un solo medio de combatir las tempestades. Porque también a esta nave de la Iglesia la combaten por doquiera las tormentas; tormentas, por cierto, que no se desencadenan sólo fuera, sino que se engendran también dentro de ella. Por lo que muy necesario es saberse atemperar y andar muy diligente. Mas todo ello, aun distinto en sus medios, sólo tiene un fin y a un solo blanco apunta: La gloria de Dios y la edificación de la Iglesia.

para escribir SIGUE LAS INSTRUCCIONES Y ESCRIBE TU REFLEXIÓN EN EL CUADERNO DE TRABAJO.

Haz al cura de tu parroquia o a otro cura una entrevista para preguntarle lo que supone para él su ministerio. Antes de hacer la entrevista prepara las preguntas, de modo que no improvises. Prepáralas bien, para entrar en el meollo de la cuestión y no te quedes sólo en cositas periféricas. Recoge por escrito lo que hables con él.

Después de haber puesto por escrito la entrevista con el cura, expresa, también por

2 escrito, la impresión que sacas de todo lo que él te ha dicho.

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Unidad 9 los sacramentos al servicio de la comunidad (II): el matrimonio

EN LA ILUSTRACIÓN, DETALLE DE «LOS ESPONSALES DE JOSÉ Y MARÍA» DE RAFAEL (1505). SE CONSERVA LA PINACOTECA DI BRERA (MILÁN).

LA ALIANZA MATRIMONIAL, POR LA QUE EL VARÓN Y LA MUJER CONSTITUYEN ENTRE SÍ UN CONSORCIO DE TODA LA VIDA, ORDENADO POR SU MISMA ÍNDOLE NATURAL AL BIEN DE LOS CÓNYUGES Y A LA GENERACIÓN Y EDUCACIÓN DE LA PROLE, FUE ELEVADA POR CRISTO NUESTRO SEÑOR A LA DIGNIDAD DE SACRAMENTO ENTRE BAUTIZADOS (CIC, Canon 1055,1).

Esquema ESTE ES EL ESQUEMA QUE SIGUE EL TEXTO. LÉELO ANTES DE PONERTE A ESTUDIAR.

1. IL MATRIMONIO IN IL PLAN DI DIOS

1.1. Il matrimonio en el orden de la creación 1.2. Il matrimonio bajo la esclavitud del pecado 1.3. Il matrimonio bajo la pedagogIa de la antigua Ley 1.4. Il matrimonio en el Señor 1.5. La virginidad por el Reino de Dios

2. LA CILIBRACIÓN DIL MATRIMONIO 3. IL CONSINTIMIINTO MATRIMONIAL 4. LOS IFICTOS DIL SACRAMINTO DIL MATRIMONIO

4.1. Il vInculo matrimonial 4.2. La gracia del sacramento del matrimonio

5. LOS BIINIS Y LAS IXIGINCIAS DIL AMOR CONYUGAL

5.1. Unidad e indisolubilidad del matrimonio

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5.2. La fidelidad del amor conyugal 5.3. La apertura a la fecundidad

6. LA IGLISIA DOMÉSTICA

bibliografía LA UNIDAD HA SIDO CONFECCIONADA USANDO LAS OBRAS CITADAS MÁS ABAJO.

Catecismo de la iglesia católica, nn. 1601-1658.

para estudiar LEE EL TEXTO, HAZ UN ESQUEMA Y ANOTA LAS DUDAS QUE TE SURJAN.

1. IL MATRIMONIO IN IL PLAN DI DIOS

La Sagrada Iscritura se abre con el relato de la creación del hombre y de la mujer a imagen y semejanza de Dios200 y se cierra con la visión de las «bodas del Cordero»201. De un extremo a otro la Iscritura habla del matrimonio y de su «misterio», de su institución y del sentido que Dios le dio, de su origen y de su fin, de sus realizaciones diversas a lo largo de la historia de la salvación, de sus dificultades nacidas del pecado y de su renovación «en el Señor»202

todo ello en la perspectiva de la Nueva Alianza de Cristo y de la Iglesia203

1.1.Il matrimonio en el orden de la creación

La vocación al matrimonio se inscribe en la naturaleza misma del hombre y de la mujer, según salieron de la mano del Creador. Il matrimonio no es una institución puramente humana a pesar de las numerosas variaciones que ha podido sufrir a lo largo de los siglos en las diferentes culturas, estructuras sociales y actitudes espirituales. Istas diversidades no deben hacer olvidar sus rasgos comunes y permanente. A pesar de que la dignidad de esta institución no se trasluzca siempre con la misma claridad, existe en todas las culturas un cierto sentido de la grandeza de la unión matrimonial. «La salvación de la persona y de la sociedad humana y cristiana está estrechamente ligada a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar»204.

Dios que ha creado al hombre por amor lo ha llamado también al amor, vocación fundamental e innata de todo ser humano. Porque el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, que es Amor. Habiéndolos creado Dios hombre y mujer, el amor mutuo entre ellos se

200 Gn 1,26-27.

201 Ap 19,7.9.

202 1 Co 7,39.

203 Ver If 5,31-32.

204 GS 47,1.

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convierte en imagen del amor absoluto e indefectible con que Dios ama al hombre. Iste amor es bueno, muy bueno, a los ojos del Creador. Y este amor que Dios bendice es destinado a ser fecundo y a realizarse en la obra común del cuidado de la creación. «Y los bendijo Dios y les dijo: "Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra y sometedla"»205.

La Sagrada escritura afirma que el hombre y la mujer fueron creados el uno para el otro: «No es bueno que el hombre esté solo». La m ujer, «carne de su carne», su igual, la criatura más semejante al hombre mismo, le es dada por Dios como una «auxilio», representando asI a Dios que es nuestro «auxilio»206. «Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne»207. Que esto significa una unión indefectible de sus dos vidas, el Señor mismo lo muestra recordando cuál fue «en el principio», el plan del Creador: «De manera que ya no son dos sino una sola carne»208.

1.2. Il matrimonio bajo la esclavitud del pecado

Todo hombre, tanto en su entorno como en su propio corazón, vive la experiencia del mal. Ista experiencia se hace sentir también en las relaciones entre el hombre y la mujer. In todo tiempo, la unión del hombre y la mujer vive amenazada por la discordia, el espIritu de dominio, la infidelidad, los celos y conflictos que pueden conducir hasta el odio y la ruptura. Iste desorden puede manifestarse de manera más o menos aguda, y puede ser más o menos superado, según las culturas, las épocas, los individuos, pero siempre aparece como algo de carácter universal.

Según la fe, este desorden que constatamos dolorosamente, no se origi- na en la naturaleza del hombre y de la mujer, ni en la naturaleza de sus relacio- nes, sino en el pecado. Il primer pecado, ruptura con Dios, tiene como consecuen- cia primera la ruptura de la comunión original entre el hombre y la mujer. Sus relaciones quedan distorsionadas por agravios recIprocos209; su atractivo mu- tuo, don propio del creador, se cambia en relaciones de dominio y de concupiscen- cia210; la hermosa vocación del hombre y de la mujer de ser fecundos, de multipli- carse y someter la tierra queda sometida a los dolores del parto y los esfuerzos de ganar el pan211.

«LA CREACIÓN DE EVA» DE LOS FRESCOS DE LA CAPILLA SIXTINA DEL VATICANO. MIGUEL ÁNGEL, 1509-1510.

Sin embargo, el orden de la Creación subsiste aunque gravemente perturbado. Para sanar las heridas del pecado, el hombre y la mujer necesitan la ayuda de la gracia que Dios, en su misericordia infinita, jamás les ha negado212. Sin esta ayuda, el hombre y la mujer no pueden llegar a realizar la unión de sus vidas en orden a la cual Dios los creó «al comienzo».

205 Gn 1,28.

206 Ver Sal 121,2.

207 Ver Gn 2,18-25.

208 Mt 19,6.

209 Ver Gn 3,12.

210 Ver Gn 3,16b.

211 Ver Gn 3,16-19.

212 Ver Gn 3,21.

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1.3. Il matrimonio bajo la pedagogIa de la antigua Ley

In su misericordia, Dios no abandonó al hombre pecador. Las penas que son consecuencia del pecado, «los dolores del parto», el trabajo «con el sudor de tu frente», constituyen también remedios que limitan los daños del pecado. Tras la caIda, el matrimonio ayuda a vencer el repliegue sobre sI m ism o, el egoIsmo, la búsqueda del propio placer, y a abrirse al otro, a la ayuda mutua, al don de sI.

La conciencia moral relativa a la unidad e indisolubilidad del matrimonio se desarrolló bajo la pedagogIa de la Ley antigua. La poligamia de los patriarcas y de los reyes no es todavIa prohibida de una manera explIcita. No obstante, la Ley dada por Moisés se orienta a proteger a la mujer contra un dominio arbitrario del hom bre, aunque ella lleve también, según la palabra del Señor, las huellas de «la dureza del corazón» de la persona humana, razón por la cual Moisés permitió el repudio de la mujer213.

Contemplando la Alianza de Dios con Israel bajo la imagen de un amor conyugal exclusivo y fiel214, los profetas fueron preparando la conciencia del Pueblo elegido para una comprensión más profunda de la unidad y de la indisolubilidad del matrimonio215. Los libros de Rut y de TobIas dan testimonios conmovedores del sentido hondo del matrimonio, de la fidelidad y de la ternura de los esposos. La Tradición ha visto siempre en el Cantar de los Cantares una expresión única del amor humano, en cuanto que éste es reflejo del amor de Dios, amor «fuerte como la muerte» que «las grandes aguas no pueden anegar»216.

1.4. Il matrimonio en el Señor

La alianza nupcial entre Dios y su pueblo Israel habIa preparado la nueva y eterna alianza mediante la que el Hijo de Dios, encarnándose y dando su vida, se unió en cierta manera con toda la humanidad salvada por él, preparando asI «las bodas del cordero».

In el umbral de su vida pública, Jesús realiza su primer signo — a petición de su Madre— con ocasión de un banquete de boda217. La Iglesia concede una gran importancia a la presencia de Jesús en las bodas de Caná. Ve en ella la confirmación de la bondad del matrimonio y el anuncio de que en adelante el matrimonio será un signo eficaz de la presencia de Cristo.

In su predicación, Jesús enseñó sin ambigüedad el sentido original de la unión del hombre y la mujer, tal como el Creador la quiso al comienzo: la autorización, dada por Moisés, de repudiar a su m ujer era una concesión a la dureza del corazón218; la unión matrimonial del hombre y la mujer es indisoluble: Dios mismo la estableció: «lo que Dios unió, que no lo separe el hombre»219.

Ista insistencia, inequIvoca, en la indisolubilidad del vInculo matrimonial pudo causar perplejidad y aparecer como una exigencia irrealizable220. Sin embargo, Jesús no impuso a los esposos una carga imposible de llevar y demasiado pesada221, más pesada que la Ley de Moisés. Viniendo para restablecer el orden inicial de la creación perturbado por el pecado, da la fuerza y la gracia para vivir el matrimonio en la dimensión nueva del Reino de Dios. Siguiendo a Cristo,

213 Ver Mt 19,8; Dt 24,1.

214 Ver Os 1-3; Is 54.62; Jr 2-3. 31; Iz 16,62;23.

215 Ver Mal 2,13-17.

216 Ct 8,6-7.

217 Ver Jn 2,1-11.

218 Ver Mt 19,8.

219 Mt 19,6.

220 Ver Mt 19,10.

221 Ver Mt 11,29-30.

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renunciando a sI mismos, tomando sobre sI sus cruces, los esposos podrán «comprender»222 el sentido original del matrimonio y vivirlo con la ayuda de Cristo. Ista gracia del Matrimonio cristiano es un fruto de la Cruz de Cristo, fuente de toda la vida cristiana.

Is lo que el apóstol Pablo da a entender diciendo: «Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sI mismo por ella, para santificarla»223, y añadiendo enseguida: «Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne. Gran misterio es éste, lo digo respecto a Cristo y a la Iglesia»224.

Toda la vida cristiana está marcada por el amor esponsal de Cristo y de la Iglesia. Ya el Bautismo, entrada en el Pueblo de Dios, es un misterio nupcial. Is, por asI decirlo, como el baño de bodas225 que precede al banquete de bodas, la IucaristIa. Il Matrimonio cristiano viene a ser por su parte signo eficaz, sacramento de la alianza de Cristo y de la Iglesia. Puesto que es signo y comunicación de la gracia, el matrimonio entre bautizados es un verdadero sacramento de la Nueva Alianza.

1.5. La virginidad por el Reino de Dios

Cristo es el centro de toda vida cristiana. Il vInculo con él ocupa el primer lugar entre

todos los demás vInculos, familiares o sociales226. Desde los comienzos de la Iglesia ha habido hombres y mujeres que han renunciado al gran bien del matrimonio para seguir al Cordero dondequiera que vaya, para ocuparse de las cosas del Señor, para tratar de agradarle, para ir al encuentro del Isposo que viene. Cristo mismo invitó a algunos a seguirle en este modo de vida del que él es el modelo: « Hay eunucos que nacieron asI del seno materno, y hay eunucos hechos por los hombres, y hay eunucos que se hicieron tales a sI m ism os por el Reino de los Cielos. Quien pueda entender, que entienda»227.

La virginidad por el Reino de los Cielos es un desarrollo de la gracia bautismal, un signo poderoso de la preeminencia del vInculo con Cristo, de la ardiente espera de su retorno, un signo que recuerda también que el matrimonio es una realidad que manifiesta el carácter pasajero de este mundo228.

Istas dos realidades, el sacramento del Matrimonio y la virginidad por el Reino de Dios, vienen del Señor mismo. Is él quien les da sentido y les concede la gracia indispensable para vivirlas conforme a su voluntad. La estima de la virginidad por el Reino y el sentido cristiano del Matrimonio son inseparables y se apoyan mutuamente.

2. LA CILIBRACIÓN DIL MATRIMONIO

In el rito latino, la celebración del matrimonio entre dos fieles católicos tiene lugar ordinariamente dentro de la Misa, en virtud del vInculo que tienen todos los sacramentos con el Misterio Pascual de Cristo. In la IucaristIa se realiza el memorial de la Nueva Alianza, en la que Cristo se unió para simpre a la Iglesia, su esposa amada por la que se entregó. Is, pues, conveniente que los esposos sellen su consentimiento en darse el uno al otro mediante la ofrenda de sus propias vidas, uniéndose a la ofrenda de Cristo por su Iglesia, hecha presente en el sacrificio eucarIstico, y recibiendo la IucaristIa, para que, comulgando en el mismo Cuerpo y en

222 Ver Mt 19,11.

223 If 5,25-26.

224 If 5,31-32.

225 If 5,26-27.

226 Ver Lc 14,26; Mc 10,28-31.

227 Mt 19,12.

228 Ver 1Co 7,31; Mc 12,25.

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la misma Sangre de Cristo, «formen un solo cuerpo» en Cristo. Según la tradición latina, los esposos, como ministros de la gracia de Cristo, manifestando

su consentimiento ante la Iglesia, se confieren mutuamente el sacramento del matrimonio. In las tradiciones de las Iglesias orientales, los sacerdotes —Obispos o presbIteros— son testigos del recIproco consentimiento expresado por los esposos, pero también su bendición es necesaria para la validez del sacramento.

Las diversas liturgias son ricas en oraciones de bendición y de epIclesis pidiendo a Dios su gracia y la bendición sobre la nueva pareja, especialmente sobre la esposa. In la epIclesis de este sacramento los esposos reciben el IspIritu Santo como Comunión de amor de Cristo y de la Iglesia. Il IspIritu Santo es el sello de la alianza de los esposos, la fuente siempre generosa de su amor, la fuerza con que se renovará su fidelidad.

3. IL CONSINTIMIINTO MATRIMONIAL

Los protagonistas de la alianza matri- monial son un hombre y una mujer bautizados, libres para contraer el matrimonio y que expre- san libremente su consentimiento. «Ser libre» quiere decir: no obrar por coacción de ninguna clase y no estar impedido por una ley natural o eclesiástica.

«LAS BODAS DE CANÁ» (1304-06) DE GIOTO. EL FRESCO ESTÁ EN LA CAPILLA SCROVEGNI DE PADUA.

La Iglesia considera el intercambio de los consentimientos entre los esposos como el elemento indispensable que hace el matrimonio. Si el consentimiento falta, no hay matrimonio. Il consentimiento consiste en un acto humano, por el cual los esposos se dan y se reciben mutuamente. Il consentimiento debe ser un acto de la voluntad de cada uno de los contrayentes, libre de violencia o de temor grave externo. Ningún poder humano puede reemplazar este consentimiento. Si esta libertad falta, el matrimonio es inválido.

Por esta razón (o por otras razones que hacen nulo e inválido el matrimonio), la Iglesia, tras examinar la situación por el tribunal eclesiástico competente, puede declarar «la nulidad del matrimonio», es decir, que el matrimonio no ha existido. In este caso, los contrayentes quedan libres para casarse, aunque deben cumplir las obligaciones naturales nacidas de una unión precedente.

Il sacerdote (o el diácono) que asiste a la celebración del matrimonio, recibe el consentimiento de los esposos en nom bre de la Iglesia y da la bendición de la Iglesia. La presencia del ministro de la Iglesia (y también de los testigos) expresa visiblemente que el matrimonio es una realidad eclesial.

Para que el «sI» de los esposos sea un acto libre y responsable, y para que la alianza matrimonial tenga fundamentos humanos y cristianos sólidos y estables, la preparación para el matrimonio son de primera importancia el ejemplo y la enseñanza dados por los padres y por las familias a quienes se preparan para el matrimonio, y el papel de los pastores y de la comunidad cristiana como «familia de Dios» que transmite los valores humanos y cristianos del matrimonio y de la familia. 4. LOS IFICTOS DIL SACRAMINTO DIL MATRIMONIO

4.1. Il vInculo matrimonial

Il consentimiento por el que los esposos se dan y se reciben mutuamente es sellado por

TERCER CUATRIMESTRE - UNIDAD 9 PÁGINA 101

el mismo Dios. De su alianza «nace una institución estable por ordenación divina, también ante la sociedad»229. La alianza de los esposos está integrada en la alianza de Dios con los hombres: «el auténtico amor conyugal es asumido en el amor divino»230.

Por tanto, el vInculo matrimonial es establecido por Dios mismo, de modo que el matrimonio celebrado y consumado entre bautizados no puede ser disuelto jamás. Iste vInculo que resulta del acto humano libre de los esposos y de la consumación del matrimonio es una realidad ya irrevocable y da origen a una alianza garantizada por la fidelidad de Dios.

4.2. La gracia del sacramento del matrimonio

In su modo y estado de vida, los cónyuges cristianos tienen su carisma propio en el Pueblo de Dios. Ista gracia propia del sacramento del matrimonio está destinada a perfeccionar el amor de los cónyuges, a fortalecer su unidad indisoluble. Por medio de esta gracia se ayudan mutuamente a santificarse con la vida matrimonial conyugal y en la acogida y educación de los hijos.

Cristo es la fuente de esta gracia. «Pues de la misma manera que Dios en otro tiempo salió al encuentro de su pueblo por una alianza de amor y fidelidad, ahora el Salvador de los hombres y Isposo de la Iglesia, mediante el sacramento del matrimonio, sale al encuentro de los esposos cristianos»231. Permanece con ellos, les da la fuerza de seguirle tomando su cruz, de levantarse después de sus caIdas, de perdonarse mutuamente, de llevar unos las cargas de los otros, de estar «sometidos unos a otros en el temor de Cristo»232 y de amarse con un amor sobrenatural, delicado y fecundo. In las alegrIas de su amor y de su vida fam iliar les da, ya aquI, un gusto anticipado del banquete de las bodas del Cordero.

5. LOS BIINIS Y LAS IXIGINCIAS DIL AMOR CONYUGAL

«Il amor conyugal comporta una totalidad en la que entran todos los elementos de la persona —reclamo del cuerpo y del instinto, fuerza del sentimiento y de la afectividad, aspiración del espIritu y de la voluntad—; mira una unidad profundam ente personal que, más allá de la unión en una sola carne, conduce a no tener más que un corazón y un alma; exige la indisolubilidad y la fidelidad de la donación recIproca definitiva; y se abre a fecundidad. In una palabra: se trata de caracterIsticas normales de todo amor conyugal natural, pero con un significado nuevo que no sólo las purifica y consolida, sino las eleva hasta el punto de hacer de ellas la expresión de valores propiamente cristianos»233.

5.1. Unidad e indisolubilidad del matrimonio

Il amor de los esposos exige, por su misma naturaleza, la unidad y la indisolubilidad de la comunidad de personas que abarca la vida entera de los esposos: «De manera que ya no son dos sino una sola carne». Istán llamados a crecer continuamente en su comunión a través de la fidelidad cotidiana a la promesa matrimonial de la recIproca donación total. Ista comunión humana es confirmada, purificada y perfeccionada por la comunión en Jesucristo dada mediante el sacramento del matrimonio. Se profundiza por la vida de la fe común y por la IucaristIa recibida en común.

«La unidad del matrim onio aparece ampliamente confirmada por la igual dignidad

229 GS 41,8.

230 GS 48,2.

231 GS 48,2.

232 If 5,21.

233 FC 13.

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personal que hay que reconocer a la mujer y el varón en el mutuo y pleno amor»234. La poligamia es contraria a esta igual dignidad de uno y otro y al amor conyugal que es único y exclusivo.

5.2. La fidelidad del amor conyugal

Il amor conyugal exige de los esposos, por su misma naturaleza, una fidelidad inviolable. Isto es consecuencia del don de sI mismos que se hacen mutuamente los esposos. Il auténtico amor tiende por sI mismo a ser algo definitivo, no algo pasajero. «Ista Intima unión, en cuanto donación mutua de dos personas, como el bien de los hijos exigen la fidelidad de los cónyuges y urgen su indisoluble unidad»235.

Su motivo más profundo consiste en la fidelidad de Dios a su alianza, de Cristo a su Iglesia. Por el sacramento del matrimonio los esposos son capacitados para representar y testimoniar esta fidelidad. Por el sacramento, la indisolubilidad del matrimonio adquiere un sentido nuevo y más profundo.

Puede parecer difIcil, incluso imposible, atarse para toda la vida a un ser humano. Por ello es tanto más importante anunciar la buena nueva de que Dios nos ama con un amor definitivo e irrevocable, de que los esposos participan de este amor, que los conforta y mantiene, y de que por su fidelidad se convierten en testigos del amor fiel de Dios. Los esposos que, con la gracia de Dios, dan este testimonio, con frecuencia en condiciones muy difIciles, merecen la gratitud y el apoyo de la comunidad eclesial.

Ixisten, sin embargo, situaciones en que la convivencia matrimonial se hace prácticamen- te imposible por razones muy diversas. In tales casos, la Iglesia admite la separación fIsica de los esposos y el fin de la cohabitación. Los esposos no cesan de ser marido y mujer delante de Dios; ni son libres para contraer una nueva unión. In esta situación difIcil, la mejor solución serIa, si es posible, la reconciliación. La comunidad cristiana está llamada a ayudar a estas personas a vivir cristianamente su situación en la fidelidad al vInculo de su matrimonio que permanece indisoluble.

5.3. La apertura a la fecundidad

«Por su naturaleza misma, la institución misma del matrimonio y el amor conyugal están ordenados a la procreación y a la educación de la prole y con ellas son coronados como su culminación»236.

Los hijos son el don más excelente del matrimonio y contribuyen mucho al bien de sus mismos padres. Il mismo Dios, que dijo: «No es bueno que el hombre esté solo», y que hizo desde el principio al hombre, varón y mujer, queriendo comunicarle cierta participación especial en su propia obra creadora, bendijo al varón y a la mujer diciendo: «Creced y multiplicaos». De ahI que el cultivo verdadero del amor conyugal y todo el sistema de vida familiar que de él procede, sin dejar posponer los otros fines del matrimonio, tienden a que los esposos estén dispuestos con fortaleza de ánimo a cooperar con el amor del Creador y Salvador, que por medio de ellos aumenta y enriquece su propia familia cada dIa más.

La fecundidad del am or conyugal se extiende a los frutos de la vida moral, espiritual y sobrenatural que los padres transmiten a sus hijos por medio de la educación. Los padres son los principales y primeros educadores de sus hijos. In este sentido, la tarea fundamental del matrimonio y de la familia es estar al servicio de la vida.

Sin embargo, los esposos a los que Dios no ha concedido tener hijos pueden llevar una vida conyugal plena de sentido, humana y cristianamente. Su m atrimonio puede irradiar una fecundidad de caridad, de acogida y de sacrificio.

234 GS 49,2.

235 GS 48,1.

236 GS 48,1.

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6. LA IGLISIA DOMISTICA

Cristo quiso nacer y crecer en el seno de la Sagrada Familia de José y de MarIa. La Iglesia no es otra cosa que la «familia de Dios». Desde sus orIgenes, el núcleo de la Iglesia estaba a menudo constituido por los que, «con toda su casa», habIan llegado a ser creyentes237. Cuando se convertIan deseaban también que se salvase «toda su casa»238. Istas familias convertidas eran islotes de vida cristiana en un mundo no creyente.

In nuestros dIas, en un mundo frecuentemente extraño e incluso hostil a la fe, las familias creyentes tienen una importancia primordial en cuanto faros de una fe viva e irradiadora. Por eso el Concilio Vaticano II llama a la familia, con una antigua expresión, «Iglesia doméstica»239. In el seno de la familia, «los padres han de ser para sus hijos los primeros anunciadores de la fe con su palabra y con su ejemplo, y han de fomentar la vocación personal de cada uno y, con especial cuidado, la vocación a la vida consagrada»240.

AquI es donde se ejercita de manera privilegiada el sacerdocio bautismal del padre de familia, de la madre, de los hijos, de todos los miembros de la familia, «en la recepción de los sacramentos, en la oración y en la acción de gracias, con el testimonio de una vida santa, con la renuncia y el amor que se traduce en obras»241. Il hogar es asI la primera escuela de vida cristiana y «escuela del más rico humanismo»242. AquI se aprende la paciencia y el gozo del trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso, incluso reiterado, y sobre todo el culto divino por medio de la oración y la ofrenda de su vida.

Is preciso recordar asimismo a un gran número de personas que permanecen solteras a causa de las concretas condiciones en que deben vivir, a menudo sin haberlo querido ellas mismas. Istas personas se encuentran particularmente cercanas al corazón de Jesús; y, por ello, merecen afecto y solicitud diligentes de la Iglesia, particularmente de sus pastores. Muchas de ellas viven sin familia humana, con frecuencia a causa de condiciones de pobreza. Hay quienes viven su situación según el espIritu de las bienaventuranzas sirviendo a Dios y al prójimo de manera ejemplar. A todas ellas es preciso abrirles las puertas de los hogares, «iglesias domésticas» y las puertas de la gran familia que es la Iglesia. «Nadie se sienta sin familia en este mundo: la Iglesia es casa y familia de todos, especialmente para cuantos están "fatigados y agobiados"»243.

resumen AQUÍ TIENES EL RESUMEN DEL TEMA QUE HEMOS DESARROLLADO EN LAS PÁGINAS PRECEDENTES.

OLa alianza matrimonial, por la que un hombre y una mujer constituyen una Intima comunidad de vida y de amor, fue fundada y dotada de sus leyes propias por el Creador. Por su

naturaleza está ordenada al bien de los cónyuges asI como a la generación y educación de los hijos. Intre bautizados, el matrimonio ha sido elevado por Cristo Señor a la dignidad de

237 Ver Hch 18,8.

238 Ver Hch 16,31 y 11,14.

239 LG 11; ver FC 21.

240 LG 11.

241 LG 10.

242 GS 52,1.

243 FC 85.

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sacramento.

øIl sacramento del matrimonio significa la unión de Cristo con la Iglesia. Da a los esposos la gracia de amarse con el amor con que Cristo amó a su Iglesia; la gracia del sacramento perfecciona asI el amor humano de los esposos, reafirma su unidad indisoluble y los santifica en el camino de la vida eterna.

OIl matrimonio se funda en el consentimiento de los contrayentes, es decir, en la voluntad de darse mutua y definitivamente con el fin de vivir una alianza de amor fiel y fecundo. Dado que

el matrimonio establece a los cónyuges en un estado público de vida en la Iglesia, la celebración del mismo se hace ordinariamente de modo público, en el marco de una celebración litúrgica, ante el sacerdote o el diácono, los testigos y la asamblea de los fieles.

OLa unidad, la indisolubilidad, y la apertura a la fecundidad son esenciales al matrimonio. La poligamia es incompatible con la unidad del matrimonio; el divorcio separa lo que Dios ha

unido; el rechazo de la fecundidad priva la vida conyugal de su don más excelente, el hijo.

OIl hogar cristiano es el lugar en que los hijos reciben el primer anuncio de la fe. Por eso la casa familiar es llamada justamente «Iglesia doméstica» o «Iglesia en miniatura», comunidad

de gracia y de oración, escuela de virtudes humanas y de caridad cristiana.

para reflexionar ESTE MATERIAL TE AYUDARÁ A ENTENDER MEJOR Y A PROFUNDIZAR EL TEMA.

La concepción del matrimonio.

1 Incuesta para definir la concepción del matrimonio. ¿QUÉ ES EL MATRIMONIO PARA¿QUÉ ES EL MATRIMONIO LA MAYORÍA DE LA GENTE?PARA TI?

1 Una salida más en la vida. 1 2 Un estado de perfección. 2 3 Un contrato bilateral por el que dos que están bien se ponen mal. 3 4 Una forma más sencilla de lograr la salvación. 4 5 Un acoplamiento perfecto de la pareja. 5 6 Unión de dos vidas para ayudarse. 6 7 El remedio de la concupiscencia. 7 8 La solución a muchos problemas. 8 9 Llegar a una experiencia plena de libertad. 9 10 La unión de dos personas con Dios para formar una familia. 10 11 El entendimiento sexual de la pareja. 11 12 Un estado en el que se deja uno querer para sufrir menos. 12 13 La convivencia de lo cotidiano. 13 14 La forma perfecta de un noviazgo. 14

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1

2

15 Algo a lo que es mejor no acercarse: demasiado compromiso. 15 16 Una complicación muy interesante. 16 17 Pensar siempre en plural. 17 18 Un problema sin solución. 18 19 Buscar la felicidad. 19 20 Un estado que ayuda a la pareja a tener las mismas opiniones. 20 21 El mejor remedio para la soledad. 21 22 Una carretera en la que hay siempre alguien que tira de uno. 22 23 Un compromiso mutuo de fidelidad en la comunidad eclesial. 23 24 Unirse a Cristo para su obra. 24 25 Una ayuda para pensar en los demás. 25 26 Un contrato jurídico dentro de una sociedad con una normativa. 26 27 Una realidad en la que se complican las cosas a medida que pasa el tiempo. 27 28 Un estado en el que se afirman los valores del amor humano como tal. 28 29 La opción fundamental de la vida de la pareja. 29 30 Lo más normal del mundo. 30

para escribir SIGUE LAS INSTRUCCIONES Y ESCRIBE TU REFLEXIÓN EN EL CUADERNO DE TRABAJO.

Ilige, de entre las definiciones de matrimonio enunciadas en el Para reflexionar, las cinco que, según tú, sean más importantes para la gente en general y también las cinco que te parecen a ti más importantes. Rodea con un cIrculo los números correspondien- tes. Ixplica por qué crees que la gente tiene ese concepto de matrimonio. Ixplica también las cinco respuestas que tú has elegido para tu definición de matrimonio.

Define, usando tus propias palabras, los siguientes términos: a) Consentimiento b) Unidad del matrimonio c)Fidelidad d) Indisolubilidad e) Iglesia doméstica

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Unidad 10 los sacramentales y las exequias cristianas

EN LA ILUSTRACIÓN, «LLANTO POR CRISTO MUERTO» (CA. 1490)DE ANDREA MANTEGNA. SE CONSERVA EN LA PINACOTECA DE BRERA, MILÁN.

LOS SACRAMENTALES SON SIGNOS SAGRADOS CON LOS QUE, IMITANDO DE ALGUNA MANERA LOS SACRAMENTOS, SE EXPRESAN EFECTOS, SOBRE TODO ESPIRITUALES, OBTENIDOS POR LA INTERCESIÓN DE LA IGLESIA. POR ELLOS, LOS HOMBRES SE DISPONEN A RECIBIR EL EFECTO PRINCIPAL DE LOS SACRAMENTOS Y SE SANTIFICAN LAS DIVERSAS CIRCUNSTANCIAS DE LA VIDA (SC 60).

Esquema ESTE ES EL ESQUEMA QUE SIGUE EL TEXTO. LÉELO ANTES DE PONERTE A ESTUDIAR.

1. LOS SACRAMINTALIS

1.1. CaracterIsticas de los sacramentales 1.2. Diversas formas de los sacramentales 1.3. La religiosidad popular

2. LAS IXIQUIAS CRISTIANAS

2.1. La última pascua del cristiano 2.2. La celebración de las exequias

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bibliografía LA UNIDAD HA SIDO CONFECCIONADA USANDO LAS OBRAS CITADAS MÁS ABAJO.

Catecismo de la iglesia católica, nn. 1667-1690.

para estudiar LEE EL TEXTO, HAZ UN ESQUEMA Y ANOTA LAS DUDAS QUE TE SURJAN.

1. LOS SACRAMINTALIS

1.1. CaracterIsticas de los sacramentales

Los sacramentales han sido instituidos por la Iglesia en orden a la santificación de ciertos ministerios eclesiales, de ciertos estados de vida, de circunstancias muy variadas de la vida cristiana, asI como del uso de cosas útiles al hombre. Según las decisiones pastorales de los obispos pueden también responder a las necesidades, a la cultura, y a la historia propias del pueblo cristiano de una región o de una época. Comprenden siempre una oración, con frecuencia acompañada de un signo determinado, como la imposición de la mano, la señal de la cruz, la aspersión con agua bendita (que recuerda el Bautismo).

Los sacramentales proceden del sacerdocio bautismal: todo bautizado es llamado a ser una «bendición»244 y a bendecir245. Por eso los laicos pueden presidir muchas de estas bendiciones. La presidencia de una bendición se reserva al ministerio ordenado (obispos, presbIteros o diáconos), en la medida en que dicha bendición afecte más a la vida eclesial y sacramental.

Los sacramentales no confieren la gracia del IspIritu Santo a la manera de los sacramentos, pero por la oración de la Iglesia preparan a recibirla y disponen a cooperar con a ella. «La liturgia de los sacramentos y de los sacramentales hace que, en los fieles bien dispuestos, casi todos los acontecimientos de la vida sean santificados por la gracia divina que emana del m isterio pascual de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, de quien reciben su poder todos los sacramentos y sacramentales, y que todo uso honesto de las cosas materiales pueda estar ordenado a la santificación del hombre y a la alabanza de Dios»246.

1.2. Diversas formas de sacramentales

Intre los sacramentales figuran en primer lugar las bendiciones (de personas, de la mesa, de objetos, de lugares). Toda bendición es alabanza de Dios y oración para obtener sus dones. In Cristo, los cristianos son bendecidos por Dios Padre «con toda clase de bendiciones espirituales»247. Por eso la Iglesia da la bendición invocando el nombre de Jesús y haciendo

244 Ver Gn 12,2.

245 Ver Lc 6,28; Rm 12,14; 1P 3,9.

246 SC 61.

247 If 1,3.

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habitualmente la señal santa de la cruz de Cristo. Ciertas bendiciones tienen un alcance permanente: su efecto es consagrar personas a Dios

y reservar para el uso litúrgico objetos y lugares. Por eso se llaman consagraciones o dedicaciones. Intre las que están destinadas a personas —que no se han de confundir con la ordenación sacramental— figuran la bendición del abad o de la abadesa de un monasterio, la consagración de vIrgenes y de viudas, el rito de la profesión religiosa y las bendiciones para ciertos m inisterios de la Iglesia (lectores, acólitos, catequistas, etc.). Como ejemplo de las que se refieren a objetos, se puede señalar la dedicación o bendición de una iglesia o de un altar, la bendición de los santos óleos, de los vasos y ornamentos sagrados, de las campanas, etc.

Cuando la Iglesia pide públicamente y con autoridad, en nombre de Jesucristo, que una persona o un objeto sea protegido contra las asechanzas del maligno y sustraIda a su dominio, se habla de exorcismo. Jesús lo practicó248, de él tiene la Iglesia el poder y el oficio de exorcizar249. In forma simple, el exorcismo tiene lugar en la celebración del Bautismo.

1.3. La religiosidad popular

Además de la liturgia sacram ental y de los sacramentales, la catequesis debe tener en cuenta las formas de piedad de los fieles y de religiosidad popular. Il sentido religioso del pueblo cristiano ha encontrado, en todo tiempo, su expresión en formas variadas de piedad en torno a la vida sacramental de la Iglesia: tales como la veneración de las reliquias, las visitas a santuarios, las peregrinaciones, las procesiones, el viacrucis, las danzas religiosas, el rosario, las medallas, etc.

Istas expresiones prolongan la vida litúrgica de la Iglesia, pero no la sustituyen: Por eso «conviene que estos ejercicios se organicen teniendo en cuenta los tiempos litúrgicos para que estén de acuerdo con la sagrada liturgia, deriven en cierto modo de ella y conduzcan al pueblo a ella, ya que la liturgia, por su naturale- za, está muy por encima de ellos»250.

Se necesita un discernimiento pastoral para sostener y apoyar la religiosidad popular y, llegado el caso, para purificar y rectificar el sentido religioso que subyace en estas devocio- nes y para hacerlas progresar en el conocimien- to del Misterio de Cristo.

La religiosidad del pueblo, en su núcleo, es un acervo de valores que responde con sabidurIa cristiana a los grandes interrogantes de la existencia. La sapiencia popular católica tiene una capacidad de sIntesis vital; asI conlle- va creadoramente lo divino y lo humano; Cristo y MarIa, espIritu y cuerpo; com unión e institu- ción; persona y comunidad; fe y patria, inteli- gencia y afecto. Isa sabidurIa es un humanis- mo cristiano que afirma radicalmente la digni- dad de toda persona como hijo de Dios, esta- blece una fraternidad fundamental, enseña a encontrar la naturaleza y a comprender el trabajo y proporciona las razones para la ale-

«EL ENTIERRO DE CRISTO» (160-1603) DE CARAVAGGIO. SE CONSERVA EN LA PINACOTECA VATICANA.

248 Ver Mc 1,25ss y otros.

249 Ver Mc 3,15; 6,7.13; 16,17.

250 SC 13.

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grIa y el humor, aun en medio de una vida muy dura. Isa sabidurIa es también para el pueblo un principio de discernimiento, un instinto evangélico por el que capta espontáneamente cuándo se sirve en la Iglesia al Ivangelio y cuándo se lo vacIa y asfixia con otros intereses251. 2. LAS IXIQUIAS CRISTIANAS

Todos los sacramentos, principalmente los de la iniciación cristiana, tienen como fin último la Pascua definitiva del cristiano, es decir, la que a través de la muerte hace entrar al creyente en la vida del Reino. Intonces se cumple en él lo que la fe y la esperanza han confesado: «Ispero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro».

2.1. La ultima pascua del cristiano

Il sentido cristiano de la muerte es revelado a la luz del Misterio pascual de la muerte y de la resurrección de Cristo, en quien radica nuestra única esperanza. Il cristiano que muere en Cristo Jesús «sale de este cuerpo para vivir con el Señor»252.

Il dIa de la muerte inaugura para el cristiano, al término de su vida sacramental, la plenitud de su nuevo nacimiento comenzado en el Bautismo, la «semejanza» definitiva a «imagen del Hijo», conferida por la Unción del IspIritu Santo y la participación en el Banquete del Reino anticipado en la IucaristIa, aunque pueda todavIa necesitar últimas purificaciones para revestirse de la túnica nupcial.

La Iglesia que, como Madre, ha llevado sacramentalmente en su seno al cristiano durante su peregrinación terrena, lo acompaña al término de su caminar para entregarlo «en las manos del Padre». La Iglesia ofrece al Padre, en Cristo, al hijo de su gracia, y deposita en la tierra, con esperanza, el germen del cuerpo que resucitará en la gloria253. Ista ofrenda es plenamente celebrada en el Sacrificio eucarIstico; las bendiciones que preceden y que siguen son sacramentales.

2.2. La celebración de las exequias

Las exequias cristianas son una celebración litúrgica de la Iglesia. Il m inisterio de la Iglesia pretende expresar también aquI la comunión eficaz con el difunto, hacer participar en esa comunión a la asamblea reunida para las exequias y anunciarle la vida eterna.

Los diferentes ritos de las exequias expresan el carácter pascual de la muerte cristiana y responden a las situaciones y a las tradiciones de cada región, aun en lo referente al color litúrgico.

Il Ritual de exequias de la liturgia romana propone tres tipos de celebración de las exequias, correspondientes a tres lugares de su desarrollo (la casa, la iglesia, el cementerio), y según la importancia que les presten la familia, las costumbres locales, la cultura y la piedad popular. Por otra parte, este desarrollo es común a todas las tradiciones litúrgicas y comprende cuatro momentos principales:

La acogida de la comunidad. Il saludo de fe abre la celebración. Los familiares del difunto son acogidos con una palabra de «consolación»254. La comunidad orante que se reúne espera también «las palabras de vida eterna». La muerte de un miembro de la comunidad (o el aniversario, o el séptimo dIa, según las costumbres de cada pueblo) es un acontecimiento que debe hacer superar las perspectivas de «este mundo» y atraer a los fieles, a las verdaderas perspectivas de la fe en Cristo resucitado.

251 Documento de Puebla, 1979, nº 448; ver IN 48.

252 2Co 5,8.

253 Ver 1Co 15,42-44.

254 In el sentido del Nuevo Testamento: la fuerza del IspIritu Santo en la esperanza; ver 1Ts 4,18.

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La Liturgia de la Palabra. La celebra- ción de la Liturgia de la Palabra en las exequias exige una preparación, tanto más atenta cuanto que la asamblea allI presente puede incluir fieles poco asiduos a la liturgia y amigos del difunto que no son cristianos. La homilIa, en particular, debe evitar el género literario de elogio fúnebre y debe iluminar el misterio de la muerte cristiana a la luz de Cristo resucitado.

El Sacrificio eucarístico. Cuando la celebración tiene lugar en la Iglesia, la Iucaris- tIa es el corazón de la realidad pascual de la muerte cristiana. La Iglesia expresa entonces su comunión eficaz con el difunto: ofreciendo al Padre, en el IspIritu Santo, el sacrificio de la muerte y resurrección de Cristo, pide que su hijo sea purificado de sus pecados y de sus consecuencias y que sea admitido a la plenitud pascual de la mesa del Reino. AsI celebrada la IucaristIa, la comunidad de fieles, especial- mente la familia del difunto, aprende a vivir en comunión con quien «se durmió en el Señor» , comulgando con el Cuerpo de Cristo, de quien es miembro vivo, y orando luego por él y con él.

El adiós al difunto es «su recomenda-

LA ESCENA DEL ESMALTE REPRESENTA A CRISTO RESCATANDO A ADÁN Y EVA DEL LUGAR DE LOS MUERTOS.

ción a Dios» por la Iglesia. Is el último adiós por el que la comunidad cristiana despide a uno de sus miembros antes que su cuerpo sea llevado a su sepulcro. La tradición bizantina lo expresa con el beso de adiós al difunto. Con este saludo final se canta por su partida de esta vida y por su separación, pero también porque existe una comunión y una reunión. In efecto, una vez muertos no estamos en absoluto separados unos de otros, pues todos recorremos el mismo camino y nos volveremos a encontrar en un mismo lugar. No nos separaremos jamás, porque vivimos para Cristo y ahora estamos unidos a Cristo.

resumen AQUÍ TIENES EL RESUMEN DEL TEMA QUE HEMOS DESARROLLADO EN LAS PÁGINAS PRECEDENTES.

OSe llaman sacramentales los signos sagrados instituidos por la Iglesia cuyo fin es preparar a los hombres para recibir el fruto de los sacramentos y santificar las diversas circunstancias

de la vida.

øIntre los sacramentales, las bendiciones ocupan un lugar importante. Comprenden a la vez la alabanza de Dios por sus obras y sus dones, y la intercesión de la Iglesia para que los

hombres puedan hacer uso de los dones de Dios según el espIritu de los evangelios.

OAdemás de la liturgia, la vida cristiana se nutre de formas variadas de piedad popular, enraizadas en las distintas culturas. Isclareciéndolas a la luz de la fe, la Iglesia favorece

aquellas formas de religiosidad popular que expresan m ejor un sentido evangélico y una sabidurIa humana, y que enriquecen la vida cristiana.

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OLa Iglesia que, como Madre, ha llevado sacramentalmente en su seno al cristiano durante su peregrinación terrena, lo acompaña al término de su caminar para entregarlo «en las manos

del Padre». In éstas, la comunidad expresa su fe en la resurrección de Cristo y de los cristianos y rodea con su afecto a los hermanos que sufren por la muerte de un ser a quien aman.

para reflexionar ESTE MATERIAL TE AYUDARÁ A ENTENDER MEJOR Y A PROFUNDIZAR EL TEMA.

Últimas noticias sobre la muerte del autor. José Luis MARÍN DISCALZO, Il testamento del pájaro solitario, Verbo Divino, Istella (Navarra (1991), 91-101.

I Se lo encontraron muerto una mañana de principios de otoño. Sonreía dando gracias al sol, que aún lamía su piel tras el cristal de la ventana. Dijeron que sonaba una campana y que él, desde la muerte, todavía la quería escuchar y que tendía las muertas manos a la voz lejana. Dicen que el cuerpo estaba acurrucado como el de un pequeño que quisiera regresar hasta el punto de partida. Aseguran que no estaba asustado y jugaba a morir, como si fuera el último recreo de su vida. II Antes que sus amigos, se enteraron de su muerte las cosas, las queridas cosas que tanto amó, que, sorprendidas, a su cuerpo caído se acercaron. «¿Por qué no ríe ya?» se preguntaron los bolígrafos viudos, las dormidas librerías, las sábanas caídas que por última noche le arroparon. Todo esperaba el roce de sus dedos, todos querían volver a su mano, porque, en su muerte, todos se morían. Y allí quedaron los objetos quedos, acariciando al pobre muerto humano con los últimos besos que tenían.

III Cuando llegó, la gente no entendía que estuviera tan muerto, tan dormido aquel muchacho que no había sabido más que vivir, vivir, mientras vivía. Qué vas a hacer, la gente le decía, ahora que estás tan muerto, tan herido, ahora que tus jardines han huido y que se te ha extraviado la alegría? ¿Cómo amará tu corazón parado? ¿Qué harás si la esperanza se te acaba? ¿Podrás vivir en la tiniebla fría? Pero él seguía allí, muerto y helado. Pero él estaba muerto y se callaba. Pero él estaba muerto y no sabía. IV E1 no sintió que el cuerpo iba quedando duro, de piedra solitaria y fría. No comprobó que el corazón dormía y que la última sed se iba apagando. Pero allá, en algún sitio, suplicando se oyó su muerta voz que repetía que aceptaba morir, pero quería salvar lo que se estaba marchitando. Salvar la pobre carne de la muerte, rescatar del gusano aquellas manos y el niño corazón que tanto amara. Pero estaba jugada ya su suerte: era el precio que pagan los humanos. Porque la vida siempre sale cara.

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1

2

V Y entonces vio la luz. La luz que entraba por todas las ventanas de su vida. Vio que el dolor precipitó la huida y entendió que la muerte ya no estaba. Morir sólo es morir. Morir se acaba. Morir es una hoguera fugitiva. Es cruzar una puerta a la deriva

y encontrar lo que tanto se buscaba. Acabar de llorar y hacer preguntas; ver al Amor sin enigmas ni espejos; descansar de vivir en la ternura; tener la paz, la luz, la casa juntas y hallar, dejando los dolores lejos, la Noche-luz tras tanta noche oscura.

para escribir SIGUE LAS INSTRUCCIONES Y ESCRIBE TU REFLEXIÓN EN EL CUADERNO DE TRABAJO.

Il texto que hemos transcrito en el Para reflexionar es la «descripción» de su propia muerte que hace su autor. José Luis MartIn Descalzo. Ahora te toca a ti: escribe alguna experiencia de fe que hayas tenido tú o alguien cercano a ti en torno a la muerte. No se trata de que haga una obra de arte ni un poema (no todos sabemos hacer eso), sino de que transmitas tu experiencia de fe (se supone que todos los cristiano la tenemos). Por favor, no dejes de ponerla por escrito, porque asI te resultará más fácil contarla al grupo la próxima semana.

Define, usando tus propias palabras, los siguientes términos: a) Bendición b) Dedicación c) Religiosidad popular d) Ixequias cristianas

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Unidad 11 la oración en el antiguo testamento

EN LA ILUSTRACIÓN, «ABRAHAM Y LOS ÁNGELES» DE GIAMBATTISTA TIÉPOLO.

LA ORACIÓN ES UN IMPULSO DEL CORAZÓN, UNA SENCILLA MIRADA LANZADA HACIA EL CIELO, UN GRITO DE RECONOCIMIENTO Y DE AMOR TANTO DESDE DENTRO DE LA PRUEBA COMO DESDE DENTRO DE LA ALEGRÍA (SANTA TERESA DEL NIÑO JESÚS).

Esquema ESTE ES EL ESQUEMA QUE SIGUE EL TEXTO. LÉELO ANTES DE PONERTE A ESTUDIAR.

1. QUÉ IS LA ORACIÓN

1.1. La oración como don de Dios 1.2. La oración como Alianza 1.3. La oración como Comunión

2. LA ORACIÓN IN IL ANTIGUO TISTAMINTO

2.1. La creación, fuente de la oración 2.2. La Promesa y la oración de la fe 2.3. Moisés y la oración del mediador 2.4. David y la oración del rey 2.5. IlIas, los profetas y la conversión del corazón 2.6. Los Salmos, oración de la Asamblea

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bibliografía LA UNIDAD HA SIDO CONFECCIONADA USANDO LAS OBRAS CITADAS MÁS ABAJO.

Catecismo de la iglesia católica, nn. 2558-2588.

para estudiar LEE EL TEXTO, HAZ UN ESQUEMA Y ANOTA LAS DUDAS QUE TE SURJAN.

1. QUÉ IS LA ORACIÓN

1.1. La oración como don de Dios

Il hombre busca a Dios. Por la creación Dios llama a todo ser desde la nada a la existencia. «Coronado de gloria y esplendor»255, el hombre es, después de los ángeles, capaz de reconocer «¡qué glorioso es el Nombre del Señor por toda la tierra!»256. Incluso después de haber perdido, por su pecado, su semejanza con Dios, el hombre sigue siendo imagen de su Creador. Conserva el deseo de aquél que le llama a la existencia. Todas las religiones dan testimonio de esta búsqueda esencial de los hombres.

Pero es Dios quien primero llama al hombre. Olvide el hombre a s u Creador o se esconda lejos de su faz, corra detrás de sus Idolos o acuse a la divinidad de haberlo abandonado, el Dios vivo y verdadero llama incansablemente a cada persona al encuentro misterioso de la oración. Ista iniciativa de amor del Dios fiel es siempre lo primero en la oración, el caminar del hombre es siempre una respuesta. A medida que Dios se revela, y revela al hombre a sI mismo, la oración aparece como un llamamiento recIproco, un hondo acontecimiento de Alianza. A través de palabras y de actos, tiene lugar un trance que compromete el corazón humano. Iste se revela a través de toda la historia de la salvación.

1.2. La oración como Alianza

¿De dónde viene la oración del hombre? Cualquiera que sea el lenguaje de la oración (gestos y palabras), el que ora es todo el hombre. Sin embargo, para designar el lugar de donde brota la oración, las Iscrituras hablan a veces del alma o del espIritu, y con más frecuencia del corazón. Is el corazón el que ora. Si éste está alejado de Dios, la expresión de la oración es vana.

Il corazón es la morada donde yo estoy, o donde yo habito (según la expresión semItica o bIblica: donde yo «me adentro»). Is nuestro centro escondido, inaprensible, ni por nuestra razón ni por la de nadie; sólo el IspIritu de Dios puede sondearlo y conocerlo. Is el lugar de la decisión, en lo más profundo de nuestras tendencias psIquicas. Is el lugar de la verdad, allI donde elegimos entre la vida y la m uerte. Is el lugar del encuentro, ya que a imagen de Dios, vivimos en relación: es el lugar de la Alianza.

La oración cristiana es una relación de Alianza entre Dios y el hombre en Cristo. Is acción de Dios y del hombre; brota del IspIritu Santo y de nosotros, dirigida por completo al Padre, en

255 Sal 8,6.

256 Sal 8,2.

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unión con la voluntad humana del Hijo de Dios hecho hombre.

1.3. La oración como Comunión

In la nueva Alianza, la oración es la relación viva de los hijos de Dios con su Padre infinitamente bueno, con su Hijo Jesucristo y con el IspIritu Santo. AsI, la vida de oración es estar habitualmente en presencia de Dios, tres veces Santo, y en comunión con Él. Ista comunión de vida es posible siempre porque, mediante el Bautismo, nos hemos convertido en un mismo ser con Cristo. La oración es cristiana en tanto en cuanto es comunión con Cristo y se extiende por la Iglesia que es su Cuerpo.

2. LA ORACIÓN IN IL ANTIGUO TISTAMINTO

La revelación de la oración en el Antiguo Testamento se inscribe entre la caIda y la elevación del hombre, entre la llamada dolorosa de Dios a sus primeros hijos («¿Dónde estás?... ¿Por qué lo has hecho?»257) y la respuesta del Hijo único al entrar en el mundo («He aquI que vengo a hacer, oh Dios, tu voluntad»258). AsI, la oración está ligada con la historia de los hombres, es la relación con Dios en los acontecimientos de la historia.

2.1. La creación, fuente de la oración

La oración se vive primeramente a partir de las realidades de la creación. Los nueve primeros capItulos del Génesis describen esta relación con Dios como ofrenda que Abel hace de los primogénitos de su rebaño259, como invocación del nombre divino por Inós260, como «marcha con Dios»261. La ofrenda de Noé es «agradable» a Dios que lo bendice y, a través de él, bendice a toda la creación262, porque su corazón es justo e Integro; él también «marcha con Dios»263. Una muchedumbre de hombres pertenecientes a todas las religiones siempre han vivido esta caracterIstica de la oración.

In su alianza indefectible con todos los seres vivientes264, Dios llama siempre a los hombres a orar. Pero, en el Antiguo Testamento, la oración se revela sobre todo a partir de nuestro padre Abraham.

2.2. La Promesa y la oración de la fe

Cuando Dios lo llama, Abraham parte «como se lo habIa dicho el Señor»265: todo su corazón se somete a la Palabra y obedece. La obediencia del corazón a Dios que llama es esencial a la oración, las palabras tienen un valor relativo. Por eso, la oración de Abraham se expresa primeramente con hechos: hombre de silencio, en cada etapa construye un altar al Señor. Solamente más tarde aparece su primera oración con palabras: una queja velada recordando a

257 Gn 3,9.13.

258 Hb 10, 5-7.

259 Ver Gn 4,4.

260 Ver Gn 4,26.

261 Gn 5,24.

262 Ver Gn 8,20-9,17.

263 Gn 6,9.

264 Ver Gn 9,8-16.

265 Gn 12,4.

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Dios sus promesas que no parecen cumplirse266. De este modo surge desde los comienzos uno de los aspectos de la tensión dramática de la oración: la prueba de la fe en la fidelidad a Dios.

Habiendo creIdo en Dios, marchando en su presencia y en alianza con él, el patriarca está dispuesto a acoger en su tienda al Huésped misterioso: es la admirable hospitalidad de Mambré, preludio a la anunciación del verdadero Hijo de la promesa267. Desde entonces, habiéndole confiado Dios su Plan, el corazón de Abraham está en consonancia con la compasión de su Señor hacia los hombres y se atreve a interceder por ellos con una audaz confianza268.

Como última purificación de su fe, se le pide a Abraham que sacrifique al hijo que Dios le ha dado. Su fe no vacila: «Dios proveerá el cordero para el holocausto». AsI, el padre de los creyentes se hace semejante al Padre que no perdonará a su propio Hijo sino que lo entregará por todos nosotros269. La oración restablece al hombre en la semejanza con Dios y le hace participar en la potencia del amor de Dios que salva a la multitud.

Dios renueva su promesa a Jacob, cabeza de las doce tribus de Israel270. Antes de enfrentarse con su hermano Isaú, lucha una noche entera con «alguien» misterioso que rehúsa revelar su nombre pero que le bendice antes de dejarle, al alba. La tradición espiritual de la Iglesia ha tomado de este relato el sImbolo de la oración como un combate de la fe y una victoria de la perseverancia271.

2.3. Moisés y la oración del mediador

Cuando comienza a realizarse la promesa (Pascua, Éxodo, entrega de la Ley y conclusión de la Alianza), la oración de Moisés es la figura cautivadora de la oración de intercesión que tiene su cumplimiento en «el único Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús»272.

También aquI, Dios interviene, el primero. Llama a Moisés desde la zarza ardiendo. Iste acontecimiento quedará como una de las figuras principales de la oración en la tradición espiritual judIa y cristiana. In efecto, si «el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob» llama a su servidor Moisés es que él es el Dios vivo que quiere la vida de los hombres. Il se revela para salvarlos, pero no lo hace solo ni contra la voluntad de los hombres: llama a Moisés para enviarlo, para asociarlo a su compasión, a su obra de salvación. Hay como una imploración divina en esta misión, y Moisés, después de debatirse, acomodará su voluntad a la de Dios salvador. Pero en este diálogo en el que Dios se confIa, Moisés aprende también a orar: se humilla, objeta, y sobre todo pide y, en respuesta a su petición, el Señor le confIa su Nombre inefable que se revelará en sus grandes gestas.

Pues bien, «Dios hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo»273. La oración de Moisés es tIpica de la oración contemplativa gracias a la cual el servidor de Dios es fiel a su misión. Moisés «habla» con Dios frecuentemente y durante largo rato, subiendo a la montaña para escucharle e implorarle, bajando hacia el pueblo para transmitirle las palabras de su Dios y guiarlo. «Él es de toda confianza en mi casa; boca a boca hablo con él, abiertamente»274.

De esta intimidad con el D ios fiel, tardo a la cólera y rico en amor, Moisés ha sacado la fuerza y la tenacidad de su intercesión. No pide por él, sino por el pueblo que Dios ha adquirido.

266 Ver Gn 15,2-3.

267 Ver Gn 18,1-15; Lc 1,26-38.

268 Ver Gn 18,16-33.

269 Ver Rm 8,32.

270 Ver Gn 28, 10-22.

271 Ver Gn 32,25-31; Lc 18,1-8.

272 1Tm 2,5.

273 Ix 33,11.

274 Nm 12,7-8.

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Moisés intercede ya durante el combate con los amalecitas275 o para obtener la curación de Myriam276. Pero es sobre todo después de la apostasIa del pueblo cuando se mantiene en la brecha ante Dios para salvar al pueblo277. Los argumentos de su oración (la intercesión es también un combate misterioso) inspirarán la audacia de los grandes orantes tanto del pue- blo judIo como de la Iglesia. Dios es amor, por tanto es justo y fiel; no puede contradecirse, debe acordarse de sus acciones maravillosas, su Gloria está en juego, no puede abandonar al pueblo que lleva su Nombre.

2.4. David y la oración del rey

La oración del pueblo de Dios se desa- rrolla a la sombra de la Morada de Dios, el Arca de la Alianza y más tarde el Templo. Los guIas del pueblo —pastores y profetas—- son los primeros que le enseñan a orar. Il niño Samuel aprendió de su madre Ana cómo «estar ante el Señor»278 y del sacerdote IlI cómo escuchar su Palabra: «Habla, Señor, que tu siervo escu- cha»279.

David es, por excelencia, el rey «según el corazón de Dios», el pastor que ruega por su

PARA HABLAR CON DIOS SON PRECISAS LA HUMILDAD Y LA LIMPIEZA DE CORAZÓN. ÉL ES EL «SANTO». POR ESO MOISÉS SE DESCALZA PARA PONERSE ENTE SU PRESENCIA EN LA ZARZA ARDIENTE. EN EL GRÁFICO UN DETALLE DE «ESCENAS DE LA VIDA DE MOISÉS» DE SANDRO BOTICCELLI (1481-1482). FORMA PARTE DE LOS FRESCOS QUE DECORAN LA CAPILLA SIXTINA DEL VATICANO.

pueblo y en su nombre, aquél cuya sumisión a la voluntad de Dios, cuya alabanza y arrepenti- miento serán modelo de la oración del pueblo. Ungido de Dios, su oración es adhesión fiel a la promesa divina280, confianza amante y alegre en aquél que es el único Rey y Señor. In los Salmos, David, inspirado por el IspIritu Santo, es el primer profeta de la oración judIa y cristiana. La oración de Cristo, verdadero MesIas e hijo de David, revelará y llevará a su plenitud el sentido de esta oración.

Il Templo de Jerusalén, la casa de oración que David querIa construir, será la obra de su hijo, Salomón. La oración de la Dedicación del Templo281 se apoya en la Promesa de Dios y su Alianza, la presencia activa de su Nombre entre su Pueblo y el recuerdo de los grandes hechos del Éxodo. Il rey eleva entonces las manos al cielo y ruega al Señor por él, por todo el pueblo, por las generaciones futuras, por el perdón de sus pecados y sus necesidades diarias, para que todas las naciones sepan que Dios es el único Dios y que el corazón del pueblo le pertenece por entero a él.

2.5. IlIas, los profetas y la conversión del corazón

Para el pueblo de Dios, el Templo debIa ser el lugar donde aprender a orar: las

275 Ver Ix 17,8-13.

276 Ver Nm 12,13-14.

277 Ver Ix 32,1-34,9.

278 Ver 1S 1,9-18.

279 Ver 1S 3,9-10.

280 Ver 2S 7,18-29.

281 Ver 1R 8,10-61.

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peregrinaciones, las fiestas, los sacrificios, la ofrenda de la tarde, el incienso, los panes de «la proposición», todos estos signos de la Santidad y de la Gloria de Dios, AltIsimo pero muy cercano, eran llamadas y caminos de la oración. Sin embargo, el ritualismo arrastraba al pueblo con frecuencia hacia un culto demasiado exterior. Ira necesaria la educación de la fe, la conversión del corazón. Ista fue la misión de los profetas, antes y después del Destierro.

IlIas es el padre de los profetas, «de la raza de los que buscan a Dios, de los que bus- can su rostro»282. Su nombre —Il Señor es mi Dios—, anuncia el grito del pueblo en res- puesta a su oración so- bre el Monte Carme- lo283.

«EL SACRIFICIO DE NOÉ» DE MIGUEL ÁNGEL FUE PINTADO EN 1509. FORMA PARTE DE LOS QUE DECORAN LA BÓVEDA DE LA CAPILLA SIXTINA.

Después de ha- ber aprendido la miseri- cordia en su retirada al torrente de Kérit, apren- de junto a la viuda de Sarepta la fe en la pala- bra de Dios, fe que con- firma con su oración insistente: Dios devuel- ve la vida al hijo de la viuda284.

In el sacrificio sobre el Monte Carmelo, prueba decisiva para la fe del pueblo de Dios, el fuego del Señor es la respuesta a su súplica de que se consume el holocausto «a la hora de la ofrenda de la tarde»: «¡Respóndeme, Señor, respóndeme!» son las palabras de IlIas que repiten exactamente las liturgias orientales en la epIclesis eucarIstica285.

Finalmente, repitiendo el camino del desierto hacia el lugar donde el Dios vivo y verdadero se reveló a su pueblo, IlIas se recoge como Moisés «en la hendidura de la roca» hasta que «pasa» la presencia misteriosa de Dios286. Pero solamente en el monte de la Transfiguración se dará a conocer aquél cuyo rostro buscan: el conocimiento de la Gloria de Dios está en la rostro de Cristo crucificado y resucitado287.

In el «cara a cara» con Dios, los profetas sacan luz y fuerza para su misión. Su oración no es una huida del mundo infiel, sino una escucha de la palabra de Dios, a veces un litigio o una queja, siempre una intercesión que espera y prepara la intervención del Dios salvador, Señor de la historia288.

2.6. Los Salmos, oración de la Asamblea

Desde David hasta la venida del MesIas, las Sagradas Iscrituras contienen textos de

282 Sal 24,6.

283 Ver 1R 18,39.

284 Ver 1R 17,7-24.

285 Ver 1R 18,20-39.

286 Ver 1R 19,1-14; Ix 33,19-23.

287 Ver 2Co 4,6.

288 Ver Am 7,2.5; Is 6,5.8.11; Jr 1,6; 15,15-18; 20,7-18.

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oración que atestiguan el sentido profundo de la oración para sI mismo y para los demás289. Los salmos fueron reunidos poco a poco en un conjunto de cinco colecciones.

Los Salmos alimentan y expresan la oración del pueblo de Dios como Asamblea, con ocasión de las grandes fiestas en Jerusalén y los sábados en las sinagogas. Ista oración es indisociablemente individual y comunitaria; concierne a los que oran y a todos los hombres; asciende desde la Tierra santa y desde las comunidades de la Diáspora, pero abarca a toda la creación; recuerda los acontecimientos salvadores del pasado y se extiende hasta la consumación de la historia; hace memoria de las promesas de Dios ya realizadas y espera al MesIas que les dará cumplimiento definitivo. Los Salmos, usados por Cristo en su oración y que en él encuentran su cumplimiento, continúan siendo esenciales en la oración de su Iglesia.

Il Salterio es el libro en el que la Palabra de Dios se convierte en oración del hombre. In los demás libros del Antiguo Testamento las palabras proclaman las obras de Dios en favor de los hombres y explican su misterio. In el salterio, las palabras del salmista expresan, cantándolas para Dios, sus obras de salvación. Il m ismo IspIritu inspira la obra de Dios y la respuesta del hombre. Cristo unirá ambas. In él, los salmos no cesan de enseñarnos a orar.

Las múltiples expresiones de oración de los Salmos se encarnan a la vez en la liturgia del templo y en el corazón del hom bre. Tanto si se trata de un himno como de una oración de desamparo o de acción de gracias, de súplica individual o comunitaria, de canto real o de peregrinación o de meditación sapiencial, los salmos son el espejo de las maravillas de Dios en la historia de su pueblo y en las situaciones humanas vividas por el salmista. Un salmo puede reflejar un acontecimiento pasado, pero es de una sobriedad tal que se puede rezar verdadera- mente por los hombres de toda condición y de todo tiempo.

Hay unos rasgos constantes en los Salmos: la simplicidad y la espontaneidad de la oración, el deseo de Dios mismo a través de su creación, y con todo lo que hay de bueno en ella, la situación incómoda del creyente que, en su amor preferente por el Señor, se enfrenta con una multitud de enemigos y de tentaciones; y que, en la espera de lo que hará el Dios fiel, mantiene la certeza del amor de Dios, y la entrega a la voluntad divina. La oración de los salmos está siempre orientada a la alabanza.

resumen AQUÍ TIENES EL RESUMEN DEL TEMA QUE HEMOS DESARROLLADO EN LAS PÁGINAS PRECEDENTES.

OLa oración es el encuentro entre el hombre que busca a Dios y Dios que sale al encuentro del hombre, incluso antes de que éste comience su búsqueda. La oración es Don, Alianza y

Comunión.

øDios llama incansablemente a cada persona al encuentro misterioso con él. La oración acompaña a toda la historia de la salvación como una llamada recIproca entre Dios y el

hombre.

OIn el Antiguo Testamento no encontramos con modelos de orantes y de oraciones: Abraham, Jacob, Moisés, David, los profetas, los salmos.

289 Ver Isd 9,6-15; Ne 1,4-11; Jon 2,3-10; Tb 3,11-16; Jdt 9,2-14.

PÁGINA 122 ESCUELA DE FUNDAMENTOS CRISTIANOS - DIÓCESIS DE JAÉN

para reflexionar ESTE MATERIAL TE AYUDARÁ A ENTENDER MEJOR Y A PROFUNDIZAR EL TEMA.

Il Nuevo Testamento ha heredado la el espIritu orante del Antiguo.

1 Comparación de dos cantos bIblicos de mujeres a Dios.

CÁNTICO DE ANA, MADRE DE SAMUEL (1S 2,1-10) Mi corazón se regocija por el Señor, mi poder se exalta por Dios; mi boca se ríe de mis enemigos, porque gozo con tu salvación. No hay santo como el Señor, no hay roca como nuestro Dios. No multipliquen discursos altivos, no echen por la boca arrogancias, porque el Señor es un Dios que sabe; él es quien pesa las acciones. Se rompen los arcos de los valientes, mientras lo cobardes se ciñen de valor; los hartos se contratan por el pan, mientras los hambrientos no tienen ya que trabajar; la mujer estéril da a luz siete hijos, mientras la madre de muchos se marchita. El Señor da la muerte y la vida, hunde en el abismo y levanta; da la pobreza y la riqueza, humilla y enaltece. Él levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre, para hacer que se siente entre príncipes y que herede un trono de gloria; pues del Señor son los pilares de la tierra, y sobre ellos afianzó el orbe. Él guarda los pasos de sus amigos, mientras los malvados perecen en las tinieblas, porque el hombre no triunfa por su fuerza. El Señor desbarata a sus contrarios, el Altísimo truena desde el cielo, el Señor juzga hasta el confín de la tierra. Él da fuerza a su Rey, exalta el poder de su Ungido.

CÁNTICO DE MARÍA, MADRE DE JESÚS (Lc 1,46-55) Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

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1

para escribir SIGUE LAS INSTRUCCIONES Y ESCRIBE TU REFLEXIÓN EN EL CUADERNO DE TRABAJO.

Ilige un salmo del Antiguo Testamento, el que más te guste o uno al que le tengas un especial aprecio. Léelo reposadamente varias veces. Ixplica después: A) ¿Por qué lo has elegido? B) ¿Qué situación vivió la persona que pronunciaba por primera vez esa oración? C) ¿Se puede aplicar ese salmo a Cristo? ¿In qué sentido? D) Se puede aplicar ese salmo a la Iglesia? ¿In qué sentido?

TERCER CUATRIMESTRE - UNIDAD 12 PÁGINA 125

Unidad 12 la oración EN la plenitud de los tiempos y en el tiempo de la iglesia

EN LA ILUSTRACIÓN, «LA ORACIÓN EN EL HUERTO» (CA. 1730) DE SEBASTIANO RICCI.

EL DRAMA DE LA ORACIÓN SE NOS REVELA PLENAMENTE EN EL VERBO QUE SE HA HECHO CARNE Y QUE HABITA ENTRE NOSOTROS. INTENTAR COMPRENDER SU ORACIÓN ES APROXIMARNOS AL SEÑOR JESÚS COMO A LA ZARZA ARDIENDO: PRIMERO CONTEMPLANDO A ÉL MISMO EN ORACIÓN Y DESPUÉS ESCUCHANDO CÓMO NOS ENSEÑA A ORAR, PARA CONOCER FINALMENTE CÓMO ACOGE NUESTRA PLEGARIA.

Esquema ESTE ES EL ESQUEMA QUE SIGUE EL TEXTO. LÉELO ANTES DE PONERTE A ESTUDIAR.

1. LA ORACIÓN IN LA PLINITUD DI LOS TIIMPOS

1.1. Jesús ora 1.2. Jesús enseña a orar 1.3. Jesús escucha la oración 1.4. La oración de la Virgen MarIa

2. LA ORACIÓN IN IL TIIMPO DI LA IGLISIA

2.1. La bendición y la adoración 2.2. La oración de petición 2.3. La oración de intercesión 2.4. La oración de acción de gracias 2.5. La oración de alabanza

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bibliografía LA UNIDAD HA SIDO CONFECCIONADA USANDO LAS OBRAS CITADAS MÁS ABAJO.

Catecismo de la iglesia católica, nn. 2598-2649.

para estudiar LEE EL TEXTO, HAZ UN ESQUEMA Y ANOTA LAS DUDAS QUE TE SURJAN.

1. LA ORACIÓN IN LA PLINITUD DI LOS TIIMPOS

Il drama de la oración se nos revela plenamente en el Verbo que se ha hecho carne y que habita entre nosotros. Intentar comprender su oración, a través de lo que sus testigos nos dicen en el Ivangelio, es aproximarnos al Señor Jesús como a la Zarza ardiendo: primero contemplan- do a él mismo en oración y después escuchando cómo nos enseña a orar, para conocer finalmente cómo acoge nuestra plegaria.

1.1. Jesús ora

Il Hijo de Dios hecho hombre también aprendió a orar conforme a su corazón de hombre. él aprende de su madre las fórmulas de oración; de ella, que conservaba todas las maravillas del Todopoderoso y las meditaba en su corazón290. Lo aprende en las palabras y en los ritmos de la oración de su pueblo, en la sinagoga de Nazaret y en el Templo. Pero su oración brota de una fuente secreta distinta, como lo deja presentir a la edad de los doce años: «Yo debIa estar en las cosas de mi Padre»291. AquI comienza a revelarse la novedad de la oración en la plenitud de los tiempos: la oración filial, que el Padre esperaba de sus hijos va a ser vivida por fin por el propio Hijo único en su Humanidad, con y para los hombres.

Il Ivangelio según San Lucas subraya la acción del IspIritu Santo y el sentido de la oración en el ministerio de Cristo. Jesús ora antes de los momentos decisivos de su misión: antes de que el Padre dé testimonio de él en su Bautismo292 y de su Transfiguración293, y antes de dar cumplimiento con su Pasión al Plan amoroso del Padre294; ora también ante los momentos decisivos que van a comprometer la m isión de sus Apóstoles: antes de elegir y de llamar a los Doce295, antes de que Pedro lo confiese como «el Cristo de Dios»296 y para que la fe del prIncipe de los Apóstoles no desfallezca ante la tentación297. La oración de Jesús ante los acontecimientos

290 Ver Lc 1,49; 2,19; 2,51.

291 Lc 2,49.

292 Ver Lc 3,21.

293 Ver Lc 9,28.

294 Ver Lc 22,41-44.

295 Ver Lc 6,12.

296 Lc 9,18-20.

297 Ver Lc 22,32.

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de salvación que el Padre le pide es una entrega, humilde y confiada, de su voluntad humana a la voluntad amorosa del Padre.

«Istando él orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discIpulos: "Maestro, enséñanos a orar"»298. Is, sobre todo, al contemplar a su Maestro en oración, cuando el discIpulo de Cristo desea orar. Intonces, puede aprender del Maestro de la oración. Contemplando y escuchando al Hijo, los hijos aprenden a orar al Padre.

Jesús se aparta con frecuencia a la soledad en la montaña, con preferencia por la noche, para orar299. Lleva a los hombres en su oración, ya que también asume la humanidad en la Incarnación, y los ofrece al Padre, ofreciéndose a sI mismo. Él, el Verbo que ha «asumido la carne», comparte en su oración humana todo lo que viven sus hermanos; comparte sus debilidades para librarlos de ellas. Para eso le ha enviado el Padre. Sus palabras y sus obras aparecen entonces como la manifestación visible de su oración «en lo secreto».

Los evangelistas han conservado dos oraciones más explIcitas de Cristo durante su ministerio. Cada una de e las comienza precisamente con la acción de gracias. In la primera300, Jesús confiesa al Padre, le da gracias y lo bendice porque ha escondido los misterios del Reino a los que se creen doctos y los ha revelado a los «pequeños» (los pobres de las Bienaventuran- zas). Su conmovedor «¡SI, Padre!» expresa el fondo de su corazón, su adhesión al querer del Padre. Toda la oración de Jesús está en esta adhesión amorosa de su corazón de hombre al misterio de la voluntad del Padre.

La segunda oración es narrada por San Juan en el pasaje de la resurrección de Lázaro301. La acción de gracias precede al acontecimiento: «Padre, yo te doy gracias por haberme escuchado», lo que implica que el Padre escucha siempre su súplica; y Jesús añade a continuación: «Yo sabIa bien que tú siempre me escuchas», lo que implica que Jesús, por su parte, pide de una manera constante. AsI, apoyada en la acción de gracias, la oración de Jesús nos revela cómo pedir: antes de que la petición sea otorgada, Jesús se adhiere a Aquél que da y que se da en sus dones. Il Dador es más precioso que el don otorgado, es el «tesoro», y en él está el corazón de su Hijo; el don se otorga como «por añadidura»302.

La llamada oración «sacerdotal» de Jesús303, que Juan sitúa en la Última Cena, ocupa un lugar único en la IconomIa de la salvación. Ista oración, en efecto, muestra el carácter permanente de la plegaria de Cristo Sumo Sacerdote, y al mismo tiempo contiene lo que Jesús nos enseña en la oración del Padrenuestro.

Cuando llega la hora de realizar el plan amoroso del Padre, Jesús deja entrever la profundidad insondable de su plegaria filial, no sólo antes de entregarse libremente («Abbá... no mi voluntad, sino la tuya»304), sino hasta en sus últimas palabras en la Cruz, donde orar y entregarse son una sola cosa: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen»305; «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el ParaIso»306 ; «Mujer, ahI tienes a tu Hijo»; «AhI tienes a tu madre»307; «Tengo sed»308; «¡Dios mIo, Dios mIo! ¿Por qué me has abandonado?»309; «Todo está

298 Lc 11,1.

299 Ver Mc 1,35; 6,46; Lc 5,16.

300 Ver Mt 11,25-27 y Lc 10,21-23.

301 Jn 11,41-42.

302 Ver Mt 6,21.33.

303 Ver Jn 17.

304 Lc 22,42.

305 Lc 23,34.

306 Lc 24,43.

307 Jn 19,26-27.

308 Jn 19,28.

309 Mc 15,34; ver Sal 22,2.

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cumplido»310; «Padre, en tus manos pongo mi espIritu»311, hasta ese «fuerte grito» cuando expira entregando el espIritu312.

Todos los infortunios de la humanidad de todos los tiempos, esclava del pecado y de la muerte, todas las súplicas y las intercesiones de la historia de la salvación están recogidas en este grito del Verbo encarnado. He aquI que el Padre las acoge y, por encima de toda esperanza, las escucha al resucitar a su Hijo. AsI se realiza y se consuma el drama de la oración en la IconomIa de la creación y de la salvación. Il salterio nos da la clave para su comprensión en Cristo. Is en el «hoy» de la Resurrección cuando dice el Padre: «Tú eres mi Hijo; yo te he engendrado hoy. PIdeme, y te daré en herencia las naciones, en propiedad los confines de la tierra»313.

La carta a los Hebreos expresa en términos dramáticos cómo actúa la plegaria de Jesús en la victoria de la salvación: «Il cual, habiendo ofrecido en los dIas de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podIa salvarle de la muerte, fue escuchado por su actitud reverente, y aun siendo Hijo, con lo que padeció experimentó la obediencia; y llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen»314.

1.2. Jesús enseña a orar

Cuando Jesús ora, ya nos enseña a orar. Il camino de nuestra oración es su oración a su Padre. Pero el Ivangelio nos entrega una enseñanza explIcita de Jesús sobre la oración. Como un pedagogo, nos toma donde estamos y, progresivamente, nos conduce al Padre. Dirigiéndose a las multitudes que le siguen, Jesús comienza con lo que ellas ya saben de la oración por la Antigua Alianza y las prepara para la novedad del Reino que está viniendo. Después les revela en parábolas esta novedad. Por último, a sus discIpulos que deberán ser los pedagogos de la oración en su Iglesia, les hablará abiertamente del Padre y del IspIritu Santo.

Ya en el Serm ón de la Montaña, Jesús insiste en la conversión del corazón: la reconciliación con el hermano antes de presentar una ofrenda sobre el altar315, el amor a los enemigos y la oración por los perseguidores316, orar al Padre «en lo secreto»317, no gastar muchas palabras318, perdonar desde el fondo del corazón al orar319, la pureza del corazón y la búsqueda del Reino320. Ista conversión está toda ella polarizada hacia el Padre, es filial.

Decidido asI el corazón a convertirse, aprende a orar en la fe. La fe es una adhesión filial a Dios, más allá de lo que nosotros sentimos y comprendemos. Se ha hecho posible porque el Hijo amado nos abre el acceso al Padre. Puede pedirnos que «busquemos» y que «llamemos» porque él es la puerta y el camino321.

Del mismo modo que Jesús ora al Padre y le da gracias antes de recibir sus dones, nos enseña esta audacia filial: «todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido»322.

310 Jn 19,30.

311 Lc 23,46.

312 Ver Mc 15,37; Jn 19,30b.

313 Sal 2,7-8; ver Hch 13,33.

314 Hb 5,7-9.

315 Ver Mt 5,23-24.

316 Ver Mt 5,44-45.

317 Mt 6,6.

318 Ver Mt 6,7.

319 Ver Mt 6,14-15.

320 Mt 6,21.25.33.

321 Ver Mt 7,7-11.13-14.

322 Mc 11,24.

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Tal es la fuerza de la oración, «todo es posible para quien cree»323, con una fe «que no duda»324. Tanto como Jesús se entristece por la «falta de fe» de los de Nazaret325 y la «poca fe» de sus discIpulos, asI se admira ante la «gran fe» del centurión romano326 y de la cananea327.

La oración de fe no consiste solamente en decir «Señor, Señor», sino en disponer el corazón para hacer la voluntad del Padre328. Jesús invita a sus discIpulos a llevar a la oración esta voluntad de cooperar con el plan de Dios329.

In Jesús «el Reino de Dios está próximo», llama a la conversión y a la fe pero también a la vigilancia. In la oración, el discIpulo espera atento a aquél que «es y que viene», en el recuerdo de su prim era venida en la humildad de la carne, y en la esperanza de su segundo adveni- miento en la gloria330. In comunión con su Maestro, la oración de los discIpulos es un combate, y velando en la oración es como no se cae en la tentación331.

San Lucas nos ha trasmitido tres pará- bolas principales sobre la oración:

La primera, «el amigo importuno»332, invita a una oración insistente: «Llamad y se os abrirá». Al que ora asI, el Padre del cielo «le dará todo lo que necesite», y sobre todo el IspIritu Santo que contiene todos los dones.

La segunda, «la viuda importuna»333, está centrada en una de las cualidades de la oración: es necesario orar siempre, sin cansar- se, con la paciencia de la fe.

La tercera parábola, «el fariseo y el publicano»334, se refiere a la humildad del corazón que ora. «Oh Dios, ten compasión de mI que soy pecador». La Iglesia no cesa de hacer suya esta oración: «¡Kyrie eleison!».

Cuando Jesús confIa abiertamente a sus discIpulos el misterio de la oración al Padre, les desvela lo que deberá ser su oración, y la nuestra, cuando haya vuelto, con su humanidad

ALBERTO DURERO: «ESTUDIO PARA LA MANOS DE UN APÓSTOL» (1508).

glorificada, al lado del Padre. Lo que es nuevo ahora es «pedir en su Nombre»335. La fe en él introduce a los discIpulos en el conocimiento del Padre porque Jesús es «el Camino, la Verdad y la Vida». La fe da su fruto en el amor: guardar su Palabra, sus mandamientos, permanecer con

323 Mc 9,23.

324 Mt 21,22.

325 Ver Mc 6,6.

326 Ver Mt 8,10.

327 Ver Mt 15, 28.

328 Ver Mt 7,21.

329 Ver Mt 9,38; Lc 10,2; Jn 4,34.

330 Ver Mc 13; Lc 21,34-36.

331 Ver Lc 22,40.46.

332 Ver Lc 11,5-13.

333 Ver Lc 18,1-8.

334 Ver Lc 18,9-14.

335 Jn 14,13.

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él en el Padre que nos ama en él hasta permanecer en nosotros. Más todavIa, lo que el Padre nos da cuando nuestra oración está unida a la de Jesús, es

el IspIritu Santo. Ista novedad de la oración y de sus condiciones aparece en todo el Discurso de despedida de Jesús.

1.3. Jesús escucha la oración

La oración a Jesús ya ha sido escuchada por él durante su ministerio, a través de los signos que anticipan el poder de su muerte y de su resurrección: Jesús escucha la oración de fe expresada en palabras336, o en silencio337, o en peticiones apremiantes338 . Curando enfermedades o perdonando pecados, Jesús siempre responde a la plegaria que le suplica con fe: «Ve en paz, ¡tu fe te ha salvado!».

San AgustIn resume admirablemente las tres dimensiones de la oración de Jesús: «Ora por nosotros como sacerdote nuestro; ora en nosotros como cabeza nuestra; a él dirige nuestra oración como a Dios nuestro. Reconozcamos, por tanto, en él nuestras voces; y la voz de él, en nosotros»339.

1.4. La oración de la Virgen MarIa

La oración de MarIa se nos revela en la aurora de la plenitud de los tiempos. Antes de la encarnación del Hijo de Dios y antes de la efusión del IspIritu Santo, su oración coopera de manera única con el designio amoroso del Padre: en la anunciación, para la concepción de Cristo; en Pentecostés para la formación de la Iglesia, Cuerpo de Cristo. In la fe de su humilde esclava, el don de Dios encuentra la acogida que esperaba desde el comienzo de los tiempos. La que el Omnipotente ha hecho «llena de gracia» responde con la ofrenda de todo su ser: «He aquI la esclava del Señor, hágase en mI según tu palabra».

Il Ivangelio nos revela cómo MarIa ora e intercede en la fe: en Caná la madre de Jesús ruega a su hijo por las necesidades de un banquete de bodas, signo de otro banquete, el de las bodas del Cordero que da su Cuerpo y su Sangre a petición de la Iglesia, su Isposa. Y en la hora de la nueva Alianza, al pie de la Cruz, MarIa es escuchada como la Mujer, la nueva Iva, la verdadera «madre de los que viven».

Por eso, el cántico de MarIa («Magnificat») es a la vez el cántico de la Madre de Dios y el de la Iglesia, cántico de la Hija de Sión y del nuevo Pueblo de Dios, cántico de acción de gracias por la plenitud de gracias derramadas en la IconomIa de la salvación, cántico de los «pobres» cuya esperanza ha sido colmada con el cumplimiento de las promesas hechas a nuestros padres «en favor de Abraham y su descendencia, para siempre».

2. LA ORACIÓN IN IL TIIMPO DI LA IGLISIA

Il dIa de Pentecostés, el IspIritu de la promesa se derramó sobre los discIpulos, reunidos en un mismo lugar, que lo esperaban «perseverando en la oración con un mismo espIritu». Il IspIritu que enseña a la Iglesia y le recuerda todo lo que Jesús dijo, será también quien la formará en la vida de oración.

In la primera comunidad de Jerusalén, los creyentes «acudIan asiduamente a las

336 Il leproso: Mc 1,40-41; Jairo: Mc 5,36; la cananea: Mc 7,29; el buen ladrón: Lc 23,39-43.

337 Los portadores del paralItico: Mc 2,5; la hemorroIsa que toca su vestido: Mc 5,28; las lágrimas y el perfume de la pecadora: Lc 7,37-38.

338 La petición apremiante de los ciegos: «¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!» (Mt 9,27) o «¡Hijo

de David, ten compasión de mI!» (Mc 10,48).

3S39

AN AG USTÍN, Enarraciones sobre los salmos 85,1.

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enseñanzas de los Apóstoles, a la com unión, a la fracción del pan y a las oraciones»340. Ista secuencia de actos es tIpica de la oración de la Iglesia; fundada sobre la fe apostólica y autentificada por la caridad, se alimenta con la IucaristIa.

Istas oraciones son en primer lugar las que los fieles escuchan y leen en las Iscrituras, pero las actualizan, especialmente las de los salmos, a partir de su cumplimiento en Cristo341. Il IspIritu Santo, que recuerda asI a Cristo ante su Iglesia orante, conduce a ésta también hacia la Verdad plena, y suscita nuevas formulaciones que expresarán el insondable Misterio de Cristo que actúa en la vida, los sacramentos y la misión de su Iglesia. Istas formulaciones se desarrollan en las grandes tradiciones litúrgicas y espirituales. Las formas de la oración, tal como las revelan las Iscrituras apostólicas canónicas, siguen siendo normativas para la oración cristiana.

2.1. La bendición y la adoración

La bendición expresa el movimiento de fondo de la oración cristiana: es encuentro de Dios con el hombre; en ella, el don de Dios y la acogida del hombre se convocan y se unen. La oración de bendición es la respuesta del hom- bre a los dones de Dios: porque Dios bendice, el corazón del hombre puede bendecir a su vez a aquél que es la fuente de toda bendición.

Dos formas fundamentales expresan este movim iento: o bien sube llevada por el IspIritu Santo, por medio de Cristo hacia el Padre (nosotros lo bendecimos por habernos bendecido342); o bien implora la gracia del IspIritu Santo que, por medio de Cristo, des- ciende del Padre (es él quien nos bendice343).

La adoración es la primera actitud del hombre que se reconoce criatura ante su Crea- dor. Ixalta la grandeza del Señor que nos ha hecho y la omnipotencia del Salvador que nos libera del mal. Is la acción de humillar el espIri- tu ante el «Rey de la gloria»344 y el silencio respetuoso en presencia del Dios siempre grande. La adoración de Dios tres veces santo y soberanamente amable nos llena de humildad y da seguridad a nuestras súplicas.

2.2. La oración de petición

EL GRECO: «MAGDALENA PENITENTE» (1585-1590). MUSEO CAU FERRAT, SITGES, BARCELONA.

Il vocabulario neotestamentario sobre la oración de súplica está lleno de matices: pedir,

reclamar, llamar con insistencia, invocar, clamar, gritar, e incluso «luchar en la oración»345. Pero su forma más habitual, por ser la más espontánea, es la petición: Mediante la oración de petición mostramos la conciencia de nuestra relación con D ios: por ser criaturas, no somos ni nuestro propio origen, ni dueños de nuestras adversidades, ni nuestro fin último; pero también, por ser

340 Hch 2,42.

341 Ver Lc 24,27.44.

342 Ver If 1,3-14; 2Co 1,3-7; 1P 1,3-9.

343 Ver 2Co 13, 3; Rm 15,5-6.13; If 6,23-24.

344 Sal 14,9-10.

345 Ver Rm 15,30; Col 4,12.

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pecadores, sabemos, como cristianos, que nos apartamos de nuestro Padre. La petición ya es un retorno hacia él.

Il Nuevo Testamento no contiene apenas oraciones de lamentación, frecuentes en el Antiguo. In adelante, en Cristo resucitado, la oración de la Iglesia es sostenida por la esperanza, aunque todavIa estemos en la espera y tengamos que convertirnos cada dIa. La petición cristiana brota de otras profundidades, de lo que San Pablo llama el gemido: el de la creación «que sufre dolores de parto»346, el nuestro también en la espera «del rescate de nuestro cuerpo, porque nuestra salvación es objeto de esperanza»347, y, por último, los «gemidos inefables» del propio IspIritu Santo que «viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos pedir como conviene»348.

La petición de perdón es el primer movimiento de la oración de petición349. Is el comienzo de una oración justa y pura. La humildad confiada nos devuelve a la luz de la comunión con el Padre y su Hijo Jesucristo, y de los unos con los otros350: entonces «cuanto pidamos lo recibimos de él»351. Tanto la celebración de la eucaristIa como la oración personal comienzan con la petición de perdón.

La petición cristiana está centrada en el deseo y en la búsqueda del Reino que viene, conforme a las enseñanzas de Jesús352. Hay una jerarquIa en las peticiones: primero el Reino, a continuación lo que es necesario para acogerlo y para cooperar a su venida. Ista cooperación con la misión de Cristo y del IspIritu Santo, que es ahora la de la Iglesia, es objeto de la oración de la comunidad apostólica353. Is la oración de Pablo, el Apóstol por excelencia, que nos revela cómo la solicitud divina por todas las Iglesias debe animar la oración cristiana354. Al orar, todo bautizado trabaja en la Venida del Reino.

Cuando se participa asI en el amor salvador de Dios, se comprende que toda necesidad pueda convertirse en objeto de petición. Cristo, que ha asumido todo para rescatar todo, es glorificado por las peticiones que ofrecemos al Padre en su Nombre). Con esta seguridad, Santiago355 y Pablo nos exhortan a orar en toda ocasión356.

2.3. La oración de intercesión

La intercesión es una oración de petición que nos conforma muy de cerca con la oración de Jesús. Él es el único intercesor ante el Padre en favor de todos los hombres, de los pecadores en particular357. Is capaz de «salvar perfectamente a los que por él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor»358. Il propio IspIritu Santo «intercede por nosotros y su intercesión a favor de los santos es según Dios»359.

Interceder, pedir en favor de otro, es, desde Abraham, lo propio de un corazón conforme

346 Rm 8,22.

347 Rm 8,23-24.

348 Rm 8,26.

349 AsI el publicano: «Ten compasión de mI que soy pecador»: Lc 18,13.

350 Ver 1Jn 1,7-2,2.

351 1Jn 3,22.

352 Ver Mt 6,10.33; Lc 11,2.13.

353 Ver Hch 6,6; 13,3.

354 Ver Rm 10,1; If 1,16-23; Flp 1,9-11; Col 1,3-6; 4,3-4.12.

355 Ver St 1,5-8.

356 Ver If 5,20; Flp 4,6-7; Col 3,16-17; 1Ts 5,17-18.

357 Ver Rm 8,34; 1Jn 2,1; 1Tm 2.5-8.

358 Hb 7,25.

359 Rm 8,26-27.

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a la misericordia de Dios. In el tiempo de la Iglesia, la intercesión cristiana participa de la de Cristo: es la expresión de la comunión de los santos. In la intercesión, el que ora busca no su propio interés sino el de los demás, hasta rogar por los que le hacen mal360.

Las primeras comunidades cristianas vivieron intensamente esta forma de participación361. Il Apóstol Pablo les hace participar asI en su ministerio del Ivangelio362; él intercede también por ellas363. La intercesión de los cristianos no conoce fronteras: «por todos los hombres, por todos los constituIdos en autoridad»364, por los perseguidores365, por la salvación de los que rechazan el Ivangelio366.

2.4. La oración de acción de gracias

La acción de gracias caracteriza la oración de la Iglesia que, al celebrar la IucaristIa, manifiesta y se convierte más en lo que ella es. In efecto, en la obra de salvación, Cristo libera a la creación del pecado y de la muerte para consagrarla de nuevo y devolverla al Padre, para su gloria. La acción de gracias de los miembros del Cuerpo participa de la de su Cabeza.

Al igual que en la oración de petición, todo acontecimiento y toda necesidad pueden convertirse en ofrenda de acción de gracias. Las cartas de San Pablo com ienzan y terminan frecuentemente con una acción de gracias, y el Señor Jesús siempre está presente en ella. «In todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros»367. «Sed perseverantes en la oración, velando en ella con acción de gracias»368.

2.5. La oración de alabanza

La alabanza es la forma de orar que reconoce de la manera más directa que Dios es Dios. Le canta por él mismo, le da gloria no por lo que hace sino por lo que él es. Participa en la bienaventuranza de los corazones puros que le aman en la fe antes de verle en la Gloria. Mediante ella, el IspIritu se une a nuestro espIritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios, da testimonio del Hijo único en quien somos adoptados y por quien glorificamos al Padre. La alabanza integra las otras formas de oración y las lleva hacia aquél que es su fuente y su término: «un solo Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas y por el cual somos nosotros»369.

San Lucas menciona con frecuencia en su Ivangelio la admiración y la alabanza ante las maravillas de Cristo, y las subraya también respecto a las acciones del IspIritu Santo que son los hechos de los apóstoles: la comunidad de Jerusalén370, el tullido curado por Pedro y Juan371, la muchedumbre que glorificaba a Dios por ello372, y los gentiles de Pisidia que «se alegraron y se pusieron a glorificar la Palabra del Señor»373.

360 Recuérdese a Isteban rogando por sus verdugos, como Jesús: ver Hch 7,60; Lc 23,28. 34.

361 Ver Hch 12,5; 20,36; 21,5; 2Co 9,14.

362 Ver If 6,18-20; Col 4,3-4; 1Ts 5,25.

363 Ver 2Ts 1,11; Col 1,3; Flp 1,3-4.

364 1Tm 2,1.

365 Ver Rm 12,14.

366 Ver Rm 10,1.

367 1Ts 5,18.

368 Col 4,2.

369 1Co 8,6.

370 Ver Hch 2,47.

371 Ver Hch 3,9.

372 Ver Hch 4,21.

373 Hch 13,48.

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«Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y salmodiad en vuestro corazón al Señor»374 Como los autores inspirados del Nuevo Testamento, las primeras comunidades cristianas releen el libro de los Salmos cantando en él el Misterio de Cristo. In la novedad del IspIritu, componen también himnos y cánticos a partir del acontecimiento inaudito que Dios ha realizado en su Hijo: su encarnación, su muerte vencedora de la muerte, su resurrección y su ascensión a su derecha375. De esta «maravilla» de toda la IconomIa de la salvación brota la doxologIa, la alabanza a Dios376.

La revelación «de lo que ha de suceder pronto», el Apocalipsis, está sostenida por los cánticos de la liturgia celestial377 y también por la intercesión de los «testigos»378. Los profetas y los santos, todos los que perdieron su vida en la tierra por dar testimonio de Jesús379, la muchedumbre inmensa de los que, venidos de la gran tribulación nos han precedido en el Reino, cantan la alabanza de gloria de Aquél que se sienta en el trono y del Cordero380. In comunión con ellos, la Iglesia terrestre canta también estos cánticos, en la fe y la prueba. La fe, en la petición y la intercesión, espera contra toda esperanza y da gracias al «Padre de las luces de quien desciende todo don excelente»381. La fe es asI una pura alabanza.

La IucaristIa contiene y expresa todas las formas de oración: es la «ofrenda pura» de todo el Cuerpo de Cristo «a la gloria de su Nombre; es, según las tradiciones de Oriente y de Occidente, «el sacrificio de alabanza».

resumen AQUÍ TIENES EL RESUMEN DEL TEMA QUE HEMOS DESARROLLADO EN LAS PÁGINAS PRECEDENTES.

OIn el Nuevo Testamento el modelo perfecto de oración se encuentra en la oración filial de

Jesús. Hecha con frecuencia en la soledad, en lo secreto, la oración de Jesús entraña una adhesión amorosa a la voluntad del Padre hasta la cruz y una absoluta confianza en ser escuchada.

øIn su enseñanza, Jesús instruye a sus discIpulos para que oren con un corazón purificado, una fe viva y perseverante, una audacia filial. Les insta a la vigilancia y les invita a presentar

sus peticiones a Dios en su Nombre. Él mismo escucha las plegarias que se le dirigen.

OLa oración de la Virgen MarIa, en su SI de la anunciación y en su Magnificat, se caracteriza por la ofrenda generosa de todo su ser en la fe.

OIl IspIritu Santo que enseña a la Iglesia y le recuerda todo lo que Jesús dijo, la educa también en la vida de oración, suscitando expresiones que se renuevan dentro de unas

formas permanentes de orar: bendición, adoración, petición, intercesión, acción de gracias y

374 If 5,19; Col 3,16.

375 Ver Flp 2,6-11; Col 1,15-20; If 5,14; 1Tm 3,16; 6,15-16; 2Tm 2,11-13.

376 Ver If 1,3-14; Rm 16,25-27; If 3,20-21; Judas 24-25.

377 Ver Ap 4,8-11; 5,9-14; 7,10-12.

378 Los mártires: Ap 6,10.

379 Ver Ap 18,24.

380 Ver Ap 19,1-8.

381 St 1,17.

TERCER CUATRIMESTRE - UNIDAD 12 PÁGINA 135

2

alabanza.

para reflexionar ESTE MATERIAL TE AYUDARÁ A ENTENDER MEJOR Y A PROFUNDIZAR EL TEMA.

La oración sacerdotal de Jesús.

1 Ivangelio de Juan 17.

No vale la pena en esta ocasión que te transcribamos aquí el texto, puesto que lo tienes en tu Biblia: léelo en ella.

para escribir SIGUE LAS INSTRUCCIONES Y ESCRIBE TU REFLEXIÓN EN EL CUADERNO DE TRABAJO.

Después de leer el texto evangélico indicado en el Para reflexionar, pon por escrito el

1 elenco de las peticiones que hace Jesús a su Padre.

Define, usando tus propias palabras, los siguientes términos: a) Oración de bendición b) Adoración c) Intercesión d) Oración de acción de gracias e) Oración de alabanza f) Postración

TERCER CUATRIMESTRE - UNIDAD 13 PÁGINA 137

Unidad 13 La tradición de la oración

EN LA ILUSTRACIÓN, LA «VIRGEN EN ORACIÓN» DE SASSOFERRATO (1640-1650). SE CONSERVA EN LA NATIONAL GALLERY DE LONDRES.

LA ORACIÓN NO SE REDUCE AL BROTE ESPONTÁNEO DE UN IMPULSO INTERIOR: PARA ORAR ES NECESARIO QUERER ORAR. NO BASTA SÓLO CON SABER LO QUE LAS ESCRITURAS REVELAN SOBRE LA ORACIÓN: ES NECESARIO TAMBIÉN APRENDER A ORAR. POR ESO, LA IGLESIA, EN SU TRADICIÓN, ENSEÑA A ORAR A LOS CREYENTES.

Esquema ESTE ES EL ESQUEMA QUE SIGUE EL TEXTO. LÉELO ANTES DE PONERTE A ESTUDIAR.

1. LAS FUINTIS DI LA ORACIÓN

1.1. La Palabra de Dios 1.2. La Liturgia de la Iglesia 1.3. Las virtudes teologales 1.4. La vida cotidiana

2. IL CAMINO DI LA ORACIÓN

2.1. La oración al Padre 2.2. La oración a Jesús 2.3. La invocación del IspIritu Santo 2.4. In comunión con MarIa, la madre de Jesús

PÁGINA 138 ESCUELA DE FUNDAMENTOS CRISTIANOS - DIÓCESIS DE JAÉN

3. MAISTROS Y LUGARIS DI ORACIÓN 3.1. Los santos, testigos de oración 3.2. Los servidores de la oración 3.3. Lugares favorables para la oración

bibliografía LA UNIDAD HA SIDO CONFECCIONADA USANDO LAS OBRAS CITADAS MÁS ABAJO.

Catecismo de la iglesia católica, nn. 2650-2696.

para estudiar LEE EL TEXTO, HAZ UN ESQUEMA Y ANOTA LAS DUDAS QUE TE SURJAN.

1. LAS FUINTIS DI LA ORACIÓN

Il IspIritu Santo es el «agua viva» que, en el corazón orante, «brota para vida eterna»382. Él es quien nos enseña a recogerla en la misma Fuente: Cristo. Pues bien, en la vida cristiana hay manantiales donde Cristo nos espera para darnos a beber el IspIritu Santo. Son los siguientes:

1.1. La Palabra de Dios

La Iglesia «recomienda insistentemente todos sus fieles... la lectura asidua de la Iscritura para que adquieran "la ciencia suprema de Jesucristo" (Flp 3,8)... Recuerden que a la lectura de la Santa Iscritura debe acompañar la oración para que se realice el diálogo de Dios con el hombre, pues "a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus palabra" (San Ambrosio)»383.

Los Padres espirituales parafraseando Mt 7,7, resumen asI las disposiciones del corazón alimentado por la palabra de Dios en la oración: «Buscad leyendo, y encontraréis meditando; llamad orando, y se os abrirá por la contemplación».

1.2. La Liturgia de la Iglesia

La misión de Cristo y del IspIritu Santo que, en la liturgia sacramental de la Iglesia, anuncia, actualiza y comunica el Misterio de la salvación, se continúa en el corazón que ora. Los Padres espirituales comparan a veces el corazón a un altar. La oración interioriza y asimila la liturgia durante y después de su celebración. Incluso cuando la oración se vive «en lo secreto», siempre es oración de la Iglesia, comunión con la SantIsima Trinidad.

382 Jn 4,14.

383 DV 25.

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1.3. Las virtudes teologales

Se entra en oración como se entra en la liturgia: por la puerta estrecha de la fe. A través de los signos de su presencia, es el rostro del Señor lo que buscamos y deseamos, es su palabra lo que queremos escuchar y guardar.

Il IspIritu Santo nos enseña a celebrar la liturgia esperando el retorno de Cristo, nos educa para orar en la esperanza. Inversamente, la oración de la Iglesia y la oración personal alimentan en nosotros la esperanza. Los salmos muy particularmente, con su lenguaje concreto y variado, nos enseñan a fijar nuestra esperanza en Dios: «In el Señor puse toda mi esperanza, él se inclinó hacia mI y escuchó mi clamor»384. «Il Dios de la esperanza os colme de todo gozo y paz en vuestra fe, hasta rebosar de esperanza por la fuerza del IspIritu Santo»385.

«La esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el IspIritu Santo que nos ha sido dado»386. La oración, formada en la vida litúrgica, saca todo del amor con el que somos amados en Cristo y que nos permite responder amando como él nos ha amado. Il amor es la fuente de la oración: quien saca el agua de ella, alcanza la cumbre de la oración.

1.4. La vida cotidiana

Aprendemos a orar en ciertos momentos escuchando la Palabra del Señor y participando en su Misterio Pascual; pero, en todo tiempo, en los acontecimientos de cada dIa, su IspIritu se nos ofrece para que brote la oración. La enseñanza de Jesús sobre la oración a nuestro Padre está en la misma lInea que la de la Providencia387: el tiempo está en las manos del Padre; lo encontramos en el presente, ni ayer ni mañana, sino hoy.

Orar en los acontecimientos de cada dIa y de cada instante es uno de los secretos del Reino revelados a los «pequeños», a los servidores de Cristo, a los pobres de las bienaventuran- zas. Is justo y bueno orar para que la venida del Reino de justicia y de paz influya en la marcha de la historia, pero también es importante amasar con la oración las hum ildes situaciones cotidianas. Todas las formas de oración pueden ser esa levadura con la que el Señor com para el Reino.

2. IL CAMINO DI LA ORACIÓN

In la tradición viva de la oración, cada Iglesia propone a sus fieles, según el contexto histórico, social y cultural, el lenguaje de su oración: palabras, melodIas, gestos, iconografIa.

2.1. La oración al Padre

No hay otro camino de oración cristiana que Cristo. Sea comunitaria o individual, vocal o interior, nuestra oración no tiene acceso al Padre más que si oramos «en el Nombre» de Jesús. La humanidad de Jesús es, pues, el camino por el que el IspIritu Santo nos enseña a orar a Dios nuestro Padre.

2.2. La oración a Jesús

La oración de la Iglesia, alimentada por la palabra de Dios y por la celebración de la liturgia, nos enseña a orar al Señor Jesús. Aunque esté dirigida sobre todo al Padre, en todas las

384 Sal 40,2.

385 Rm 15,13.

386 Rm 5,5.

387 Ver Mt 6,11.34.

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tradiciones litúrgicas incluye formas de oración dirigidas a Cristo. Algunos salmos, según su actualización en la Oración de la Iglesia, y el Nuevo Testamento ponen en nuestros labios y gravan en nuestros corazones las invocaciones de esta oración a Cristo: Hijo de Dios, Verbo de Dios, Señor, Salvador, Cordero de Dios, Rey, Hijo amado, Hijo de la Virgen, Buen Pastor, Vida nuestra, nuestra Luz, nuestra Isperanza, Resurrección nuestra, Amigo de los hombres...

Pero el Nom bre que todo lo contiene es aquel que el Hijo de Dios recibe en su encarnación: Jesús. Il nombre divino es inefable para los labios humanos388, pero el Verbo de Dios, al asumir nuestra humanidad, nos lo entrega y nosotros podemos invocarlo: «Jesús», «YHVH salva». Il Nombre de Jesús contiene todo: Dios y el hombre y toda la IconomIa de la creación y de la salvación. Decir «Jesús» es invocarlo desde nuestro propio corazón. Su Nombre es el único que contiene la presencia que significa. Jesús es el resucitado, y cualquiera que invoque su Nombre acoge al Hijo de Dios que le amó y se entregó por él389.

Ista invocación de fe bien sencilla ha sido desarrolla da en la tradición de la oración bajo formas diversas en Oriente y en Occidente. La invocación del Nombre de Jesús es el camino más sencillo de la oración continua. Repetida con frecuencia por un corazón humildemente atento, no se dispersa en «palabrerIas», sino que conserva la Palabra y fructifica con perseverancia. Is posible «en todo tiempo» porque no es una ocupación al lado de otra, sino la única ocupación, la de amar a Dios, que anima y transfigura toda acción en Cristo Jesús.

La oración cristiana practica el VIa Crucis siguiendo al Salvador. Las estaciones desde el Pretorio, al Gólgota y al Sepulcro jalonan el recorrido de Jesús que con su santa Cruz nos redimió.

2.3. La invocación del IspIritu Santo

«Nadie puede decir: "¡Jesús es Señor!" sino por influjo del IspIritu Santo»390. Cada vez que en la oración nos dirigimos a Jesús, es el IspIritu Santo quien, con su gracia preveniente, nos atrae al Camino de la oración. Puesto que él nos enseña a orar recordándonos a Cristo, ¿cómo no dirigirnos también a él orando? Por eso, la Iglesia nos invita a implorar todos los dIas al IspIritu Santo, especialmente al comenzar y al terminar cualquier acción importante.

La forma tradicional para pedir el IspIritu es invocar al Padre por medio de Cristo nuestro Señor para que nos dé el IspIritu Consolador. Jesús insiste en esta petición en su Nombre en el momento mismo en que promete el don del IspIritu de Verdad391. Pero la oración más sencilla y la más directa es también la más tradicional: «Ven, IspIritu Santo», y cada tradición litúrgica la ha desarrollado en antIfonas e himnos392.

Il IspIritu Santo, cuya unción impregna todo nuestro ser, es el Maestro interior de la oración cristiana. Is el artIfice de la tradición viva de la oración. Ciertamente hay tantos caminos en la oración como orantes, pero es el mismo IspIritu el que actúa en todos y con todos. In la comunión en el IspIritu Santo la oración cristiana es oración en la Iglesia.

2.4. In comunión con MarIa, la madre de Jesús

In la oración, el IspIritu Santo nos une a la Persona del Hijo Único, en su humanidad glorificada. Por medio de ella y en ella, nuestra oración filial comulga en la Iglesia con la Madre de Jesús.

388 Ver Ix 3,14; 33,19-23.

389 Ver Rm 10,13; Hch 2,21; 3,15-16; Ga 2,20.

390 1Co 12,3.

391 Ver Jn 14,17; 15,26; 16,13.

392 «Ven, IspIritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor» (secuencia de Pentecostés). «Rey celeste, IspIritu Consolador, IspIritu de Verdad, que estás presente en todas partes y lo llenas todo, tesoro de todo bien y fuente de la vida, ven, habita en nosotros, purifIcanos y sálvanos. ¡Tú que eres bueno! (Liturgia bizantina. Tropario de vIsperas de Pentecostés).

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Desde el sí dado por la fe en la anunciación y mantenido sin vacilar al pie de la cruz, la maternidad de MarIa se extiende desde entonces a los hermanos de su Hijo, que son peregrinos todavIa y que están ante los peligros y las miserias de la vida. Jesús, el único Mediador, es el Camino de nuestra oración; MarIa, madre suya y nuestra, es pura transparencia de él: MarIa «muestra el Camino», ella es su «signo», según la iconografIa tradicional de Oriente y Occidente.

A partir de esta cooperación singular de MarIa a la acción del IspIritu Santo, las Iglesias han desarrollado la oración a la santa Madre de Dios, centrándola sobre la persona de Cristo manifestada en sus misterios. In los innumerables himnos y antIfonas que expresan esta oración, se alternan habitualmente dos movimientos: uno «engrandece» al Señor por las «maravillas» que ha hecho en su humilde esclava, y por medio de ella, en todos los seres humanos393; el segundo confIa a la Madre de Jesús las súplicas y alabanzas de los hijos de Dios ya que ella conoce ahora la humanidad que en ella ha sido desposada por el Hijo de Dios.

Iste doble movimiento de la oración a MarIa ha encontrado una expresión privilegiada en la oración del Ave MarIa.

MarIa es la orante perfecta, figura de la Iglesia. Cuando le rezamos, nos adherimos con ella al designio del Padre, que envIa a su Hijo para salvar a todos los hombres. Como el discIpulo amado, acogemos a la madre de Jesús, hecha madre de todos los vivientes. Podemos orar con ella y a ella. La oración de la Iglesia está sostenida por la oración de MarIa. Le está unida en la esperanza. 3. MAISTROS Y LUGARIS DI ORACIÓN

3.1. Los santos, testigos de oración

Los testigos que nos han precedido en el Reino, especialmente los que la Iglesia reco- noce como santos, participan en la tradición viva de la oración, por el modelo de su vida, por la transmisión de sus escritos y por su oración actual. Contemplan a Dios, lo alaban y no dejan de cuidar de aquellos que han quedado en la tierra. Al entrar en la alegrIa de su Señor, han sido «constituidos sobre lo mucho»394. Su intercesión es su m ás alto servicio al plan de Dios. Podemos y debemos rogarles que interce- dan por nosotros y por el mundo entero.

In la comunión de los santos, se han desarrollado diversas espiritualidades a lo largo de la historia de la Iglesia. Il carisma personal de un testigo del amor de Dios hacia los hom- bres, por ejemplo el «espIritu» de IlIas a Iliseo395 y a Juan Bautista396, ha podido trans- mitirse para que unos discIpulos tengan parte en ese espIritu. In la confluencia de corrientes litúrgicas y teológicas se encuentra también una espiritualidad que muestra cómo el espIritu de oración incultura la fe en un ámbito humano

BARTOLOMÉ ESTEBAN MURILLO: «SAN FRANCISCO DE ASÍS EN ORACIÓN» (1645-1650).

393 Ver Lc 1,46-55.

394 Ver Mt 25,21.

395 Ver 2R 2,9.

396 Ver Lc 1,17.

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y en su historia. Las diversas espiritualidades cristianas participan en la tradición viva de la oración y son guIas indispensables para los fieles. In su rica diversidad, reflejan la pura y única Luz del IspIritu Santo.

3.2. Los servidores de la oración

La familia cristiana es el primer lugar de la educación en la oración. Fundada en el sacramento del matrimonio, es la «Iglesia doméstica» donde los hijos de Dios aprenden a orar «en Iglesia» y a perseverar en la oración. Particularmente para los niños pequeños, la oración diaria familiar es el primer testimonio de la memoria viva de la Iglesia que es despertada pacientemente por el IspIritu Santo.

Los ministros ordenados son también responsables de la formación en la oración de sus hermanos y hermanas en Cristo. Servidores del buen Pastor, han sido ordenados para guiar al pueblo de Dios a las fuentes vivas de la oración: la Palabra de Dios, la liturgia, la vida teologal, el hoy de Dios en las situaciones concretas.

Muchos religiosos han consagrado y consagran toda su vida a la oración. Desde el desierto de Igipto, eremitas, monjes y monjas han dedicado su tiempo a la alabanza de Dio s y a la intercesión por su pueblo. La vida consagrada no se mantiene ni se propaga sin la oración; es una de las fuentes vivas de la contemplación y de la vida espiritual en la Iglesia.

La catequesis de niños, jóvenes y adultos, está orientada a que la Palabra de Dios se medite en la oración personal, se actualice en la oración litúrgica, y se interiorice en todo tiempo a fin de fructificar en una vida nueva. La catequesis es también el momento en que se puede purificar y educar la piedad popular. La memorización de las oraciones fundamentales ofrece una base indispensable para la vida de oración, pero es importante hacer gustar su sentido.

Grupos de oración, es decir, «escuelas de oración», son hoy uno de los signos y uno de los acicates de la renovación de la oración en la Iglesia, a condición de beber en las auténticas fuentes de la oración cristiana. La salvaguarda de la comunión es señal de la verdadera oración en la Iglesia.

Il IspIritu Santo da a ciertos fieles dones de sabidurIa, de fe y de discernimiento dirigidos a este bien común que es la oración (dirección espiritual). Aquellos y aquellas que han sido dotados de tales dones son verdaderos servidores de la Tradición viva de la oración.

3.3. Lugares favorables para la oración

El templo es el lugar propio de la oración litúrgica de la comunidad parroquial. Is también el lugar privilegiado para la adoración de la presencia real de Cristo en el SantIsimo Sacramento. La elección de un lugar favorable no es indiferente para la verdad de la oración:

Para la oración personal, el lugar favorable puede ser un «rincón de oración», con las Sagradas Iscrituras e imágenes, para estar «en lo secreto» ante nuestro Padre. In una familia cristiana este tipo de pequeño oratorio favorece la oración en común.

In las regiones en que existen monasterios, una vocación de estas comunidades es favorecer la participación de los fieles en la Oración de las Horas y permitir la soledad necesaria para una oración personal más intensa.

Las peregrinaciones evocan nuestro caminar por la tierra hacia el cielo. Son tradicionalmente tiempos fuertes de renovación de la oración. Los santuarios son, para los peregrinos en busca de fuentes vivas, lugares excepcionales para vivir «en Iglesia» las formas de la oración cristiana.

TERCER CUATRIMESTRE - UNIDAD 13 PÁGINA 143

resumen AQUÍ TIENES EL RESUMEN DEL TEMA QUE HEMOS DESARROLLADO EN LAS PÁGINAS PRECEDENTES.

OMediante la Tradición viva, el IspIritu Santo, en la Iglesia, enseña a los hijos de Dios a orar.

La Palabra de Dios, la liturgia de la Iglesia, las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) y los acontecimientos de la vida cotidiana son las fuentes de la oración.

øLa oración está dirigida principalmente al Padre; igualmente se dirige a Jesús, en especial por la invocación de su santo Nombre: «Jesús, Cristo, Hijo de Dios, Señor, ¡ten piedad de

nosotros, pecadores!» Pero «nadie puede decir: "Jesús es Señor", sino por influjo del IspIritu Santo» (1Co 12,3). La Iglesia nos invita a invocar al IspIritu Santo como Maestro interior de la oración cristiana. In virtud de su cooperación singular con la acción del IspIritu Santo, la Iglesia ora también en comunión con la Virgen MarIa para ensalzar con ella las maravillas que Dios ha realizado en ella y para confiarle súplicas y alabanzas.

OIn su oración, la Iglesia peregrina se asocia con la de los santos cuya intercesión solicita. Las diferentes espiritualidades cristianas participan en la tradición viva de la oración y son guIas

preciosos para la vida espiritual.

OLa familia cristiana es el primer lugar de educación para la oración. Los ministros ordenados, la vida consagrada, la catequesis, los grupos de oración y la «dirección espiritual» aseguran

en la Iglesia una ayuda para la oración.

OLos lugares más favorables para la oración son el oratorio personal o familiar, los monasterios, los santuarios de peregrinación y, sobretodo, el templo que es el lugar propio

de la oración litúrgica para la com unidad parroquial y el lugar privilegiado de la adoración eucarIstica.

para reflexionar ESTE MATERIAL TE AYUDARÁ A ENTENDER MEJOR Y A PROFUNDIZAR EL TEMA.

Las enseñanzas de un singular maestro de oración.

1 Comienzo de El peregrino ruso.

Por la gracia de Dios soy hombre y soy cristiano; por mis actos, gran pecador; por estado, peregrino de la más baja condición, andando siempre errante de un lugar a otro. Mis bienes son: a la espalda, una alforja con pan duro, la santa Biblia en el bolsillo y basta de contar. El domingo vigesimocuarto después de la Trinidad entré en la Iglesia para orar durante el oficio; estaban leyendo la epístola de San Pablo a los Tesalonicenses, en el pasaje en que está escrito: Orad sin cesar. Estas palabras penetraron profundamente en mi espíritu, y me pregunté cómo es posible orar sin cesar, siendo así que todos debemos ocuparnos en diversos trabajos a fin de proveer a la propia subsistencia. Busqué en la Biblia y leí con mis propios ojos exactamente lo mismo que había oído: Orad sin cesar ; orad en todo momento en espíritu ; orad en todo lugar levantando unas manos puras.

PÁGINA 144 ESCUELA DE FUNDAMENTOS CRISTIANOS - DIÓCESIS DE JAÉN

Inútil reflexionar; yo no sabía qué partido tomar. ¿Qué hacer?, pensé. ¿Dónde encontrar una persona capaz de explicarme estas palabras? Iré

por las iglesias donde predican oradores famosos y acaso en ellas encontraré lo que busco. Y sin más, me puse en camino. Escuché muchos y excelentes sermones sobre la oración, pero todos eran instrucciones sobre la oración en general: qué es la oración, por qué se ha de orar, cuáles son los frutos de la oración. Pero cómo llegar a orar de verdad, de esto nadie hablaba. Oí un sermón sobre la oración de espíritu y sobre la oración continua; pero nada dijo el predicador del modo de alcanzar esta oración. De manera que la asistencia a los sermones no me había resuelto lo que yo buscaba. Por eso dejé de asistir a ellos, y determiné buscar con la ayuda de Dios un hombre sabio y experimentado que me explicara este misterio, ya que tan atraído me sentía hacia él.

Así anduve mucho tiempo; leía la Biblia y me preguntaba si no habría en alguna parte un maestro del espíritu o un guía sabio y lleno de experiencia. Una vez me dijeron que en un pueblecito vivía hacía mucho tiempo un señor que sólo se ocupaba de su salvación: tiene en su casa una capilla, nunca sale fuera y siempre está rezando o leyendo libros espirituales. Al oír estas palabras, me puse sin tardar en camino hacia aquel pueblo; llegué y me dirigí a mi hombre.

—¿Qué es lo que buscas en mi casa? —me preguntó. —Me han contado que sois un hombre piadoso y prudente; por eso os pido en nombre de

Dios que me expliquéis qué quiere decir esta frase del Apóstol: Orad sin cesar, y cómo es posible orar de esta manera. Esto es lo que deseo comprender sin poderlo conseguir.

El hombre permaneció un rato en silencio, me miró con atención y dijo: —La oración interior continua es el esfuerzo incesante del espíritu humano por alcanzar a

Dios. Para conseguir este saludable ejercicio, hay que pedir a menudo al Señor que nos enseñe a orar sin cesar. Ora más y con más celo y fervor, y la oración te hará comprender por sí misma cómo puede llegar a ser continua; pero para esto hace falta mucho tiempo.

Dichas estas palabras, me dio de comer, me puso algunas cosas para el camino y se retiró. Pero no me había explicado nada.

Me puse en marcha. Mientras caminaba, iba yo pensando, leía, reflexionaba como podía en lo que me había dicho aquel hombre, pero no podía comprender nada; pero eran tales mis deseos de llegar a interpretarle que pasaba las noches sin conciliar el sueño. Después de haber recorrido doscientas verstas , llegué a una ciudad cabeza de partido. En ella vi un monasterio. En la posada me dijeron que en él vivía un superior piadoso, caritativo y hospitalario. Me presenté a él, y me recibió con bondad, me hizo tomar asiento y me invitó a comer.

—Santísimo Padre —le dije—, yo no tengo necesidad de comida, sino que quisiera que me dieseis una lección espiritual: ¿Cómo he de obtener la salvación?

—¿Que cómo has de obtener la salvación? Vive según los mandamientos, ruega a Dios y serás salvo.

—-Me han enseñado que hay que orar sin cesar, pero no sé cómo hacerlo, y ni siquiera puedo comprender qué significa oración continua. Os ruego, Padre, que me queráis explicar estas cosas.

—No sé, hermano mío, de qué manera explicártelo mejor. Pero espera: aquí tengo un librito que trata de esta cuestión. —Y sacó la Instrucción espiritual del hombre interior de San Demetrio—. Toma, lee en esta página.

Y comencé a leer lo que sigue: «Estas palabras del Apóstol: Orad sin cesar, se aplican a la oración hecha por la inteligencia; la inteligencia puede, en efecto, estar siempre sumergida en Dios y orar a Él sin cesar.»

—Explicadme cómo puede la inteligencia estar siempre sumergida en Dios sin distracciones y orar siempre a él.

—Esto es cosa difícil, si el mismo Dios no concede esta gracia —respondió el superior.

TERCER CUATRIMESTRE - UNIDAD 13 PÁGINA 145

Pero no me había explicado nada. Pasé la noche en su casa y, por la mañana, habiéndole dado las gracias por su amable hospitalidad, me puse de nuevo en camino sin saber de modo preciso a dónde dirigirme. Estaba muy triste por no haber comprendido nada, y para consolarme leía la santa Biblia. Así fui adelante por el camino real, hasta que una tarde encontré a un anciano que tenía traza de ser un religioso.

A mi pregunta, respondió que era monje y que la soledad en que vivía con algunos hermanos estaba a unos diez kilómetros del camino, y me invitó a detenerme con ellos.

—En nuestra casa —me dijo— se recibe a los peregrinos, se los cuida y se les da de comer en la hospedería.

Yo no tenía ningún deseo de ir allí, y le dije: —Mi descanso no depende del hospedaje, sino de una enseñanza espiritual; no busco

comida, pues llevo mucho pan seco en mi alforja. —¿Qué clase de enseñanza es la que buscas y qué es lo que quieres comprender mejor?

Ven, ven a nuestra casa, querido hermano; en ella tenemos monjes experimentados que pueden darte una dirección espiritual y ponerte en el camino verdadero que lleva a la luz de la Palabra de Dios y de las enseñanzas de los Padres.

—Mirad, Padre, hace alrededor de un año que, estando en un oficio, oí este mandamiento del Apóstol: Orad sin cesar. No sabiendo cómo interpretar estas palabras, me puse a leer la Biblia, y también en ella, y en múltiples pasajes, he encontrado el mandamiento de Dios: hay que orar sin cesar, siempre, en toda ocasión, en todo lugar, no sólo durante las ocupaciones del día, no sólo en estado de vigilia, sino también durante el sueño: Yo duermo, pero mi corazón vela . Esto me admiró sobremanera y no puedo comprender cómo es posible cumplir tal cosa ni cuáles son los medios de conseguirlo; un gran deseo y una gran curiosidad se despertaron en mí: ni de día ni de noche se han apartado estas palabras de mi espíritu. Me puse también a visitar las iglesias y a oír sermones sobre la oración, pero en vano: nunca he podido saber cómo orar sin cesar; hablaban siempre en ellos de la preparación a la oración o de sus frutos, sin enseñar cómo orar sin cesar, ni qué significa tal oración. A menudo he leído la Biblia y en ella he vuelto a encontrar lo mismo que había oído; pero no he podido comprender lo que tanto ansío. Así que durante todo este tiempo ando lleno de incertidumbre e inquietud.

El monje hizo la señal de la cruz y tomó la palabra: —Da gracias a Dios, hermano muy amado, por haberte él revelado esa invencible atracción

que existe en ti hacia la oración interior continua. Reconoce en eso el llamamiento de Dios y tranquilízate pensando que así ha sido debidamente probado el acuerdo de tu voluntad con la palabra divina; te ha sido dado comprender que no es ni la sabiduría de este mundo ni un vano deseo de conocimiento lo que conduce a la luz celestial —la continua oración interior—, sino al contrario, la pobreza de espíritu y la experiencia activa en la simplicidad del corazón. Por eso no es de maravillar que no hayas oído ninguna cosa profunda acerca del acto de orar y que nada hayas podido aprender acerca del modo de llegar a esta perpetua actividad.

PÁGINA 146 ESCUELA DE FUNDAMENTOS CRISTIANOS - DIÓCESIS DE JAÉN

1

para escribir SIGUE LAS INSTRUCCIONES Y ESCRIBE TU REFLEXIÓN EN EL CUADERNO DE TRABAJO.

Revisa tu vida de oración. GuIate por el esquema de esta unidad. A) ¿Cómo utilizas las fuentes de la oración. B) ¿Cómo es tu camino de oración? C) ¿Hay algunos santos u otras personas que han sido o son tus «maestros» de oración? ¿Quiénes? D) ¿Cuáles han sido o son tus «servidores» de oración? I) ¿In que lugares sueles orar? ¿Por qué?

TERCER CUATRIMESTRE - UNIDAD 14 PÁGINA 147

Unidad 14 la vida de oración

EN LA ILUSTRACIÓN, «LIBRO DE ORACIÓN DE LORENZO DE MÉDICI» DE FRANCESCO ANTONIO DEL CHERICO. BIBLIOTECA MEDICEA-LAURENZIANA, FLORENCIA.

DICE SAN GREGORIO NACIANCENO QUE «ES NECESARIO ACORDARSE DE DIOS MÁS A MENUDO QUE DE RESPIRAR». PERO NO SE PUEDE ORAR «EN TODO TIEMPO» SI NO SE ORA, CON PARTICULAR DEDICACIÓN, EN ALGUNOS MOMENTOS: SON LOS TIEMPOS FUERTES DE LA ORACIÓN CRISTIANA, EN INTENSIDAD Y EN DURACIÓN.

Esquema ESTE ES EL ESQUEMA QUE SIGUE EL TEXTO. LÉELO ANTES DE PONERTE A ESTUDIAR.

1. LAS IXPRISIONIS DI LA ORACIÓN

1.1. La oración vocal y gestual 1.2. La meditación 1.3. La oración de contemplación

2. IL COMBATI DI LA ORACIÓN

2.1. Las objeciones a la oración 2.2. La necesidad de una humilde vigilancia 2.3. La confianza filial 2.4. Perseverar en el amor

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bibliografía LA UNIDAD HA SIDO CONFECCIONADA USANDO LAS OBRAS CITADAS MÁS ABAJO.

Catecismo de la iglesia católica, nn. 2697-2745.

para estudiar LEE EL TEXTO, HAZ UN ESQUEMA Y ANOTA LAS DUDAS QUE TE SURJAN.

La oración es la vida del corazón nuevo. Debe animarnos en todo momento. Nosotros, sin embargo, olvidamos al que es nuestra Vida y nuestro Todo. Por eso, los Padres espirituales, en la tradición del Deuteronomio y de los profetas, insisten en la oración como un «recuerdo de Dios», un frecuente despertar la «memoria del corazón». Dice San Gregorio Nacianceno que «es necesario acordarse de Dios más a menudo que de respirar». Pero no se puede orar «en todo tiempo» si no se ora, con particular dedicación, en algunos momentos: son los tiempos fuertes de la oración cristiana, en intensidad y en duración.

La Tradición de la Iglesia propone a los fieles unos ritmos de oración destinados a alimentar la oración continua. Algunos son diarios: la oración de la mañana y la de la tarde, antes y después de comer, la Liturgia de las Horas. Il domingo, centrado en la IucaristIa, se santifica principalmente por medio de la oración. Il ciclo del año litúrgico y sus grandes fiestas son los ritmos fundamentales de la vida de oración de los cristianos.

Il Señor conduce a cada persona por los caminos de la vida y de la manera que él quiere. Cada fiel, a su vez, le responde según la determinación de su corazón y las expresiones personales de su oración. No obstante, la tradición cristiana ha conservado tres expresiones principales de la vida de oración: la oración vocal, la meditación, y la oración de contemplación. Tienen en común un rasgo fundamental: el recogimiento del corazón. Ista actitud vigilante para conservar la Palabra y permanecer en presencia de Dios hace de estas tres expresiones tiempos fuertes de la vida de oración.

1. LAS IXPRISIONIS DI LA ORACIÓN

1.1. La oración vocal y gestual

Por medio de su Palabra, Dios habla al hom bre. Por medio de palabras, mentales o vocales, nuestra oración toma cuerpo. Pero lo más importante es la presencia del corazón ante aquél a quien hablamos en la oración. Porque el «que nuestra oración se oiga no depende de la cantidad de palabras, sino del fervor de nuestras almas», dice San Juan Crisóstomo.

La oración vocal es un elem ento indispensable de la vida cristiana. A los discIpulos, atraIdos por la oración silenciosa de su Maestro, éste les enseña una oración vocal: el «Padre Nuestro». Jesús no solamente ha rezado las oraciones litúrgicas de la sinagoga; los Ivangelios nos lo presentan elevando la voz para expresar su oración personal, desde la bendición exultante

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del Padre397, hasta la agonIa de GetsemanI398. Ista necesidad de asociar los sentidos a la oración interior responde a una exigencia de

nuestra naturaleza humana. Somos cuerpo y espIritu, y experimentamos la necesidad de traducir exteriormente nuestros sentimientos. Is necesario rezar con todo nuestro ser para dar a nuestra súplica todo el poder posible.

Ista necesidad responde también a una exigencia divina. Dios busca adoradores en espIritu y en verdad, y, por consiguiente, la oración que sube viva desde las profundidades del alma. También reclam a una expresión exterior que asocia el cuerpo a la oración interior, esta expresión corporal es signo del homenaje perfecto al que Dios tiene derecho.

La oración vocal es la oración por excelencia de las multitudes por ser exterior y tan plenamente humana. Pero incluso la más interior de las oraciones no podrIa prescindir de la oración vocal. La oración se hace interior en la medida en que tomamos conciencia de aquél a quien hablamos. Intonces la oración vocal se convierte en una primera form a de oración contemplativa.

1.2. La meditación

La meditación es, sobre todo, una búsqueda. Il espIritu trata de comprender el por qué y el cómo de la vida cristiana para adherirse y responder a lo que el Señor pide. Hace falta una atención difIcil de encauzar. Habitualmente, se hace con la ayuda de un libro, que a los cristianos no les faltan: las sagradas Iscrituras, especialm ente el Ivangelio, las imágenes sagradas, los

textos litúrgicos del dIa o del tiempo, escritos de los Padres espirituales, obras de espiritualidad, el gran libro de la creación y el de la historia, la página del hoy de Dios.

Meditar lo que se lee conduce a apropiárse- lo confrontándolo consigo mismo. AquI, se abre otro libro: el de la vida. Se pasa de los pensamien- tos a la realidad. Según sean la humildad y la fe, se descubren los movimientos que agitan el corazón y se les puede discernir. Se trata de hacer la verdad para llegar a la Luz: «Señor, ¿qué quie- res que haga?».

Los métodos de meditación son tan diver- sos como los maestros espirituales. Un cristiano debe querer meditar regularmente; si no, se parece a las tres primeras clases de terreno de la parábola del sembrador399. Pero un método no es más que un guIa; lo importante es avanzar, con el IspIritu Santo, por el único camino de la oración: Cristo Jesús.

La meditación hace intervenir al pensa- miento, la imaginación, la emoción y el deseo.

ADRIAEN JANNSZ VAN OSTADE: «ORACIÓN ANTE DE LA COMIDA» (1653). SE CONSERVA EN EL MUSEO BRITÁNICO DE LONDRES.

Ista movilización es necesaria para profundizar en las convicciones de fe, suscitar la conversión del corazón y fortalecer la voluntad de seguir a Cristo. La oración cristiana se aplica preferentemente a

meditar «los misterios de Cristo», como en la «lectio divina» o en el Rosario. Ista forma de reflexión orante es de gran valor, pero la oración cristiana debe ir más lejos: hacia el conocimien- to del amor del Señor Jesús, a la unión con él.

397 Ver Mt 11,25-26.

398

Ver Mc 14,36.

399 Ver Mc 4,4-7.15-19.

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1.3. La oración de contemplación

¿Qué es esta oración? Santa Teresa responde: «no es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama».

La contemplación busca al «amado de mi alma»400. Isto es, a Jesús y en él, al Padre. Is buscado porque desearlo es siempre el comienzo del amor, y es buscado en la fe pura, esta fe que nos hace nacer de él y vivir en él. In la contemplación se puede también meditar, pero la mirada está centrada en el Señor.

La elección del tiempo y de la duración de la oración de contemplación depende de una voluntad decidida reveladora de los secretos del corazón. No se hace contemplación cuando se tiene tiempo sino que se toma el tiempo de estar con el Señor con la firme decisión de no dejarlo y volverlo a tomar, cualesquiera que sean las pruebas y la sequedad del encuentro. No se puede meditar en todo momento, pero sI se puede entrar siempre en contemplación, independiente- mente de las condiciones de salud, trabajo o afectividad. Il corazón es el lugar de la búsqueda y del encuentro, en la pobreza y en la fe.

La entrada en la contemplación es análoga a la de la Liturgia eucarIstica: «recoger» el corazón, recoger todo nuestro ser bajo la moción del IspIritu Santo, habitar la morada del Señor que somos nosotros mismos, despertar la fe para entrar en la presencia de aquél que nos espera, hacer que caigan nuestras máscaras y volver nuestro corazón hacia el Señor que nos ama para ponernos en sus manos como una ofrenda que hay que purificar y transformar.

La contemplación es la oración del hijo de Dios, del pecador perdonado que consiente en acoger el amor con el que es amado y que quiere responder a él amando más todavIa401. Pero sabe que su amor, a su vez, es el que el IspIritu derrama en su corazón, porque todo es gracia por parte de Dios. La contemplación es la entrega humilde y pobre a la voluntad amante del Padre, en unión cada vez más profunda con su Hijo amado.

AsI, la contemplación es la expresión más sencilla del misterio de la oración. Is un don, una gracia; no puede ser acogida más que en la humildad y en la pobreza. La oración contemplativa es una relación de alianza establecida por Dios en el fondo de nuestro ser. Is comunión: en ella, la SantIsima Trinidad conforma al hombre, imagen de Dios, «a su semejanza».

La contemplación es también el tiem po fuerte por excelencia de la oración. In ella, el Padre nos concede «que seamos vigorosamente fortalecidos por la acción de su IspIritu en el hombre interior, que Cristo habite por la fe en nuestros corazones y que quedemos arraigados y cimentados en el amor»402.

La contemplación es mirada de fe, fijada en Jesús. «Yo le m iro y él me mira», decIa, en tiempos de su santo cura, un campesino de Ars que oraba ante el Sagrario. Ista atención a él es renuncia a «mI». Su mirada purifica el corazón. La luz de la mirada de Jesús ilumina los ojos de nuestro corazón; nos enseña a ver todo a la luz de su verdad y de su compasión por todos los hombres. La contemplación dirige también su mirada a los misterios de la vida de Cristo. Aprende asI el «conocimiento interno del Señor» para amarlo más y seguirlo más.

La contemplación es escucha de la palabra de Dios. Lejos de ser pasiva, esta escucha es la obediencia de la fe, acogida incondicional del siervo y adhesión amorosa del hijo. Participa en el «sI» del Hijo hecho siervo y en el «sI» de su humilde esclava.

La contemplación es silencio. Las palabras en la oración contemplativa no son discursos sino ram illas que alimentan el fuego del amor. In este silencio, insoportable para el hombre «exterior», el Padre nos da a conocer a su Verbo encarnado, sufriente, muerto y resucitado, y el IspIritu filial nos hace partIcipes de la oración de Jesús.

La contemplación es unión con la oración de Cristo en la medida en que ella nos hace participar en su misterio. Il misterio de Cristo es celebrado por la Iglesia en la IucaristIa; y el IspIritu Santo lo hace vivir en la contemplación para que sea manifestado por medio de la caridad

400 Ct 1,7; ver Ct 3,1-4.

401 Ver Lc 7,36-50; 19,1-10.

402 If 3,16-17.

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en acto. La contemplación es una comunión de amor portadora de vida para la multitud, en la

medida en que se acepta vivir en la noche de la fe. La noche pascual de la resurrección pasa por la de la agonIa y la del sepulcro. Son tres tiempos fuertes de la Hora de Jesús que su IspIritu (y no la «carne que es débil») hace vivir en la contemplación. Is necesario consentir en «velar una hora con él»403. 2. IL COMBATI DI LA ORACIÓN

La oración es un don de la gracia y una respuesta decidida por nuestra parte. Supone siempre un esfuerzo. Los grandes orantes de la Antigua Alianza antes de Cristo, asI como la MarIa y los santos con él nos enseñan que la oración es un combate. ¿Contra quién? Contra nosotros mismos y contra las astucias del Tentador que hace todo lo posible por separar al hombre de la oración, de la unión con su Dios. Se ora com o se vive, porque se vive como se ora. Il que no quiere actuar habitualmente según el IspIritu de Cristo, tampoco podrá orar habitualmente en su Nombre. Il «combate espiritual» de la vida nueva del cristiano es inseparable del combate de la oración.

2.1. Las objeciones a la oración

In el combate de la oración, tenemos que hacer frente en nosotros mismos y en torno a nosotros a conceptos erróneos sobre la oración. Unos ven en ella una sim ple operación psicológica, otros un esfuerzo de concentración para llegar a un vacIo mental. Otros la reducen a actitudes y palabras rituales. In el inconsciente de muchos cristianos, orar es una ocupación incompatible con todo lo que tienen que hacer: no tienen tiempo. Hay quienes buscan a Dios por medio de la oración, pero se desalientan pronto porque ignoran que la oración viene también del IspIritu Santo y no solamente de ellos.

También tenemos que hacer frente a mentalidades de «este mundo» que nos invaden si no estamos vigilantes. Por ejemplo: lo verdadero serIa sólo aquello que se puede verificar por la razón y la ciencia (ahora bien, orar es un misterio que desborda nuestra conciencia y nuestro inconsciente); es valioso aquello que produce y da rendimiento (luego, la oración es inútil, pues es improductiva); el sensualismo y el confort adoptados como criterios de verdad, de bien y de belleza (y he aquI que la oración es amor de la Belleza absoluta, y sólo se deja cautivar por la gloria del Dios vivo y verdadero); y por reacción contra el activismo, se da otra mentalidad según la cual la oración es vista como posibilidad de huir de este mundo (pero la oración cristiana no puede escaparse de la historia ni divorciarse de la vida).

Por último, en este combate hay que hacer frente a lo que es sentido como fracasos en la oración: desaliento ante la sequedad, tristeza de no entregarnos totalmente al Señor, porque tenemos «muchos bienes», decepción por no ser escuchados según nuestra propia voluntad, herida de nuestro orgullo que se endurece en nuestra indignidad de pecadores, alergia a la gratuidad de la oración... La conclusión es siempre la misma: ¿Para qué orar? Is necesario luchar con humildad, confianza y perseverancia, si se quieren vencer estos obstáculos.

2.2. Necesidad de una humilde vigilancia

A) Frente a las dificultades de la oración. La dificultad habitual de la oración es la distracción. In la oración vocal, la distracción

puede referirse a las palabras y al sentido de éstas. La distracción, de un modo más profundo, puede referirse a Aquel al que oramos, tanto en la oración vocal (litúrgica o personal), como en la meditación y en la oración contemplativa. Salir a la caza de la distracción es caer en sus redes; basta volver a concentrarse en la oración: la distracción descubre al que ora aquello a lo que su

403 Ver Mt 26,40.

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VICENT VAN GOGH: «LA IGLESIA DE AUVERS» (1890). MUSÉE D’ORSAY DE PARÍS.

corazón está apegado. Ista toma de conciencia debe empujar al orante a ofrecerse al Señor para ser purificado. Il combate se decide cuando se elige a quién se desea servir404.

Mirado positivamente, el combate contra el yo posesivo y dom inador consiste en la vigilancia. Cuando Jesús insiste en la vigilancia, es siempre en relación a él, a su Venida, al último dIa y al «hoy». Il esposo viene en mitad de la noche; la luz que no debe apagarse es la de la fe.

Otra dificultad, especialmente para los que quieren sinceramente orar, es la sequedad. Forma parte de la contemplación en la que el corazón está seco, sin gusto por los pensamientos, recuerdos y sentimientos, incluso espirituales. Is el momento en que la fe es más pura, la fe que se mantiene firme junto a Jesús en su agonIa y en el sepulcro. «Il grano de trigo, si muere, da mucho fruto»405. Si la sequedad se debe a falta de raIz, porque la Palabra ha caIdo sobre roca, no hay éxito en el combate sin una mayor conversión406.

B) Frente a las tentaciones en la oración. La tentación más frecuente, la más oculta, es

nuestra falta de fe. Ista se expresa menos en una incredulidad declarada que en unas preferencias de hecho. Se empieza a orar y se presentan como prioritarios mil trabajos y cuidados que se consideran más urgentes.

Otra tentación a la que abre la puerta la presunción es la acedia. Los Padres espirituales entienden por ella una forma de aspereza o de desabrimiento debidos al relajamiento de la ascesis, al descuido de la vigilancia, a la negligencia del corazón. «Il espIritu está pronto pero la carne es débil»407. Il desaliento, doloroso, es el reverso de la presunción. Quien es humilde no se extraña de su miseria; ésta le lleva a una mayor confianza, a mantenerse firme en la constancia.

2.3. La confianza filial

La confianza filial se prueba en la tribulación, particularmente cuando se ora pidiendo para sI o para los demás. Hay quien deja de orar porque piensa que su oración no es escuchada. A este respecto se plantean dos cuestiones: Por qué la oración de petición no ha sido escuchada; y cómo la oración es escuchada o «eficaz».

A) Queja por la oración no escuchada. He aquI una observación llamativa: cuando alabamos a Dios o le damos gracias por sus

beneficios en general, no estamos preocupados por saber si esta oración le es agradable. Por el contrario, cuando pedimos, exigimos ver el resultado. ¿Cuál es entonces la imagen de Dios presente en este modo de orar: Dios como medio o Dios como el Padre de Nuestro Señor Jesucristo?

404 Ver Mt 6,21.24.

405 Jn 12,24.

406 Ver Lc 8,6.13.

407 Mt 26,41.

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¿Istamos convencidos de que «nosotros no sabemos pedir como conviene»408? ¿Pedimos a Dios los «bienes convenientes»? Nuestro Padre sabe bien lo que nos hace falta antes de que nosotros se lo pidamos, pero espera nuestra petición porque la dignidad de sus hijos está en su libertad. Por tanto es necesario orar con su IspIritu de libertad, para poder conocer en verdad su deseo.

«No tenéis porque no pedIs. PedIs y no recibIs porque pedIs mal, con la intención de malgastarlo en vuestras pasiones»409. Si pedimos con un corazón dividido, Dios no puede escucharnos porque él quiere nuestro bien, nuestra vida. Nuestro Dios está «celoso» de nosotros, lo que es señal de la verdad de su amor. Intremos en el deseo de su IspIritu y seremos escuchados.

B) La oración es eficaz. La revelación de la oración en la economIa de la salvación enseña que la fe se apoya en

la acción de Dios en la historia. La confianza filial es suscitada por medio de su acción por excelencia: la Pasión y la Resurrección de su Hijo. La oración cristiana es cooperación con su Providencia y su designio de amor hacia los hombres.

In San Pablo, esta confianza es audaz, basada en la oración del IspIritu en nosotros y en el amor fiel del Padre que nos ha dado a su Hijo único410. La transformación del corazón que ora es la primera respuesta a nuestra petición.

La oración de Jesús hace de la oración cristiana una petición eficaz. Él es su modelo. Él ora en nosotros y con nosotros. Puesto que el corazón del Hijo no busca más que lo que agrada al Padre, ¿cómo el de los hijos de adopción se apegarIa más a los dones que al Dador?.

Jesús ora también por nosotros, en lugar de nosotros y en favor de nosotros. Todas nuestras peticiones han sido recogidas una vez por todas en sus Palabras en la Cruz; y escuchadas por su Padre en la Resurrección: por eso no deja de interceder por nosotros ante el Padre411. Si nuestra oración está resueltamente unida a la de Jesús, en la confianza y la audacia filial, obtenemos todo lo que pidamos en su Nombre, y aún más de lo que pedimos: recibimos al IspIritu Santo, que contiene todos los dones.

2.4. Perseverar en el amor

«Orad constantemente»412, «dando gracias continuamente y por todo a Dios Padre, en nombre de Nuestro Señor Jesucristo»413, «siempre en oración y suplica, orando en toda ocasión en el IspIritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los santos»414.» Iste ardor incansable no puede venir más que del amor. Contra nuestra inercia y nuestra pereza, el combate de la oración es el del amor humilde, confiado y perseverante. Iste amor abre nuestros corazones a tres evidencias de fe, luminosas y vivificantes:

Orar es siempre posible: Il tiempo del cristiano es el de Cristo resucitado que está con nosotros, todos los dIas, cualesquiera que sean las tempestades. Nuestro tiempo está en las manos de Dios. Is posible, incluso en el mercado o en un paseo solitario, hacer una frecuente y fervorosa oración. Cuando estamos en la tienda, comprando o vendiendo, o incluso trabajando en la cocina.

Orar es una necesidad vital: si no nos dejamos llevar por el IspIritu caemos en la

408 Rm 8,26.

409 St 4,2-3; ver todo el contexto St 4,1-10; 1,5-8; 5,16.

410 Ver Rm 8,26-39.

411 Ver Hb 5,7; 7,25; 9,24.

412 1Ts 5,17.

413 If 5,20.

414 If 6,18.

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esclavitud del pecado. ¿Cómo puede el IspIritu Santo ser «vida nuestra», si nuestro corazón está lejos de él?

Nada vale como la oración: hace posible lo que es imposible, fácil lo que es difIcil. Is imposible que el hombre que ora pueda pecar. Oración y vida cristiana son inseparables porque se trata del mismo amor y de la misma renuncia que procede del amor. La misma conformidad filial y amorosa al designio de amor del Padre. La misma unión transformante en el IspIritu Santo que nos conforma cada vez más con Cristo Jesús. Il mismo amor a todos los hombres, ese amor con el cual Jesús nos ha amado. Ora continuamente el que une la oración a las obras y las obras a la oración. Sólo asI podemos encontrar realizable el principio de la oración continua.

resumen AQUÍ TIENES EL RESUMEN DEL TEMA QUE HEMOS DESARROLLADO EN LAS PÁGINAS PRECEDENTES.

OLa Iglesia invita a los fieles a una oración regulada: oraciones diarias, Liturgia de las Horas, IucaristIa dominical, fiestas del año litúrgico. Pero cada creyente tiene su propio y personal

ritmo de oración. La tradición cristiana contiene tres importantes expresiones de la vida de oración del creyente: la oración vocal, la meditación y la oración contemplativa.

øLa oración vocal, fundada en la unión del cuerpo con el espIritu en la naturaleza humana, asocia el cuerpo a la oración interior del corazón a ejemplo de Cristo que ora a su Padre y

enseña el «Padre nuestro» a sus discIpulos.

OLa meditación es una búsqueda orante, que hace intervenir al pensamiento, la imaginación, la emoción, el deseo. Tiene por objeto la apropiación creyente de la realidad considerada,

que es confrontada con la realidad de nuestra vida.

OLa oración contemplativa es la expresión sencilla del misterio de la oración. Is una mirada de fe, fijada en Jesús, una escucha de la Palabra de Dios, un silencioso amor. Realiza la unión

con la oración de Cristo en la medida en que nos hace participar de su misterio.

OLa oración supone un esfuerzo y una lucha contra nosotros mismos y contra las astucias del

Tentador. Il combate de la oración es inseparable del «combate espiritual» necesario para actuar habitualmente según el IspIritu de Cristo: Se ora como se vive porque se vive como se ora.

OIn el combate de la oración debem os hacer frente a concepciones erróneas, a diversas corrientes de mentalidad, a la experiencia de nuestros fracasos. A estas tentaciones que

ponen en duda la utilidad o la posibilidad misma de la oración conviene responder con humildad, confianza y perseverancia.

OLas dificultades principales en el ejercicio de la oración son la distracción y la sequedad. Il remedio está en la fe, la conversión y la vigilancia del corazón. Las tentaciones frecuentes que

amenazan la oración son la falta de fe y la acedia que es una forma de depresión debida al relajamiento de la ascesis y que lleva al desaliento.

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para reflexionar ESTE MATERIAL TE AYUDARÁ A ENTENDER MEJOR Y A PROFUNDIZAR EL TEMA.

Breves notas sobre la meditación.

1 Anthony BLOOM, La oración día a día, Il Horeb, Quito 1996, 23-34.

MEDITAR CON DISCIPLINA Tenemos tantas ocasiones para dedicarnos a abundantes reflexiones; en muchas situaciones de la vida diaria nos hallamos sin nada que hacer, sólo nos toca esperar. Si tenemos disciplina —y esto hace parte de nuestra educación espiritual— seremos capaces de hallar rápidamente la concentración necesaria para fijar de inmediato la atención sobre el objeto de nuestros pensamientos, de nuestra meditación. Debemos aprender a hacerlo, obligando a nuestro pensamiento a que se adhiera a un punto focal muy exacto, dejando a un lado cualquier otra cosa. En un comienzo irrumpen en la mente pensamientos indeseados, pero, si los alejamos con constancia cada vez que se presentan, al final nos dejan en paz. Solamente cuando por el ejercicio, por el entrenamiento, por la costumbre, uno ha llegado a ser capaz de concentrarse profunda y rápidamente, puede seguir toda la vida viviendo en una situación de recogimiento, sin preocuparse de lo que está haciendo. MÉTODO PARA MEDITAR A menudo consideramos un par de puntos y después pasamos al siguiente. Es una actitud equivocada: en efecto, se necesita mucho tiempo para obtener el recogimiento, para volverse como aquellas personas que los Padres llaman «vigilantes», hombres capaces de prestar atención a una idea tan fielmente y con tanta constancia que nada de ella se pierde por el camino. Todas las personas espirituales del pasado y de la actualidad nos dicen: tome un texto, vuelva sobre el mismo una hora tras otra, un día tras otro, hasta agotar todos sus recursos para el intelecto y la afectividad. Gracias a la lectura atenta y al constante regreso a ese texto, has llegado a una actitud nueva. A menudo la meditación no consiste en otra cosa que en examinar el texto, dándole vueltas a las palabras que Dios nos dirige, hasta lograr una total familiaridad con las mismas, tan impregnados de su esencia que nos volvamos una cosa sola con aquellas palabras. En este caminar, aunque nos parezca no haber descubierto ninguna riqueza espiritual especial, en realidad hemos cambiado. EL CONTRASTE ENTRE ORACIÓN Y MEDITACIÓN Meditar es una actividad del pensamiento, mientras que la oración es el rechazo de todo pensamiento. De acuerdo a lo que enseñan los Padres de Oriente, hasta los pensamientos más espirituales y las consideraciones teológicas más profundas y sublimes, si se presentan en el curso de la oración, deben considerarse una especie de tentación y, consecuentemente, deben suprimirse. Como dicen los Padres, es una insensatez pensar en Dios y olvidar que estamos en su presencia. Todos los guías espirituales de la Ortodoxia nos advierten que no debemos sustituir el encuentro con Dios con una reflexión sobre él. La oración es esencialmente estar delante de Dios, cara a cara, conscientes de tener que luchar para quedar recogidos, absolutamente en silencio y atentos a la presencia, indivisos ante el Señor. No es nada fácil.

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Por mucho que hayamos aprendido de la educación recibida, se puede hallar un camino rápido en cualquier momento: la unificación puede alcanzarla aquella persona para la cual el amor de Dios lo es todo, que ha cortado todas las ataduras, que se ha ofrecido a Dios completamente. Entonces ya no hay lucha personal, sino sólo la obra luminosa de la gracia de Dios. LA FINALIDAD DE LA MEDITACIÓN El objetivo de la meditación no es la práctica de una reflexión de tipo académico; no se trata de una actividad puramente intelectual, ni de un esfuerzo para pensar sin consecuencias. La meditación quiere llegar a ser un reflexionar bajo la guía de Dios y «hacia Dios». Por esto debería llevarnos a sacar conclusiones acerca de nuestra manera de vivir. Es indispensable darse cuenta desde el comienzo de que la meditación llega a ser útil cuando nos lleva a vivir de manera exacta y concreta las exigencias del evangelio. Cualquier cosa tomemos, un versículo, un mandamiento o un acontecimiento de la vida de Cristo, debemos primeramente so pesar su contenido objetivo. Es extremadamente importante, porque la finalidad por la que se medita no es la construcción de estructuras fantásticas, sino la comprensión de una verdad. La verdad se encuentra allí, en la verdad de Dios, y la meditación se propone construir un puente entre nuestra falta de comprensión y la verdad revelada. Es un instrumento para educar nuestra inteligencia, para aprender poco a poco a «asumir el pensamiento de Cristo» como dice Pablo (ver 1Cor 2,16). VIVIR DE MANERA CREATIVA Nuestra jornada misma es bendecida por Dios. Esto, ¿no significa acaso que todo lo que ella contiene, todo acontecimiento que se da en su transcurso, es voluntad de Dios? Creer que las cosas suceden por casualidad es no creer en Dios. Y si recibimos todo lo que sucede y a todo persona con este espíritu, nos daremos cuenta de que estamos llamados a realizar la obra de los cristianos en cada cosa. Todo encuentro es un encuentro en Dios y en vista de él somos enviados a todos los que encontramos en nuestro camino, tanto para dar, como para recibir, a veces sin saberlo siquiera. Algunas veces experimentamos la maravilla de dar lo que no poseemos, no que aceptamos como nuestra una vida que en realidad resulta alimentada desde afuera. Nos hemos acostumbrado a acontecimientos que nos obligan a realizar algo no nuestro. ¡Qué difícil vivir simplemente gracias a la profundidad y la riqueza que se encuentran en nosotros mismos!

para escribir SIGUE LAS INSTRUCCIONES Y ESCRIBE TU REFLEXIÓN EN EL CUADERNO DE TRABAJO.

Responde por escrito a las siguientes cuestiones: A) ¿Crees que en la parroquia o comunidad o grupo al que perteneces se ora suficiente y se ora bien? Razona tu respuesta. B) ¿Cuáles son las principales causas que siente tu gente (y tú con ellos) a al hora de orar? C) ¿Qué se podrIa hacer para ayudar a los cristianos en su experiencia de oración?

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Unidad 15 el padrenuestro

EN LA ILUSTRACIÓN, «CRISTO» DE EL GRECO» (1590-95), CONSERVADO EN LA GALERÍA NACIONAL DE PRAGA.

LA ORACIÓN DOMINICAL ES EN VERDAD EL RESUMEN DE TODO EL EVANGELIO. CUANDO EL SEÑOR HUBO LEGADO ESTA FÓRMULA DE ORACIÓN, AÑADIÓ: «PEDID Y SE OS DARÁ». POR TANTO, CADA UNO PUEDE DIRIGIR AL CIELO DIVERSAS ORACIONES SEGÚN SUS NECESIDADES, PERO COMENZAN- DO SIEMPRE POR LA ORACIÓN DEL SEÑOR QUE SIGUE SIENDO LA ORACIÓN FUNDAMENTAL (TERTULIANO).

Esquema ESTE ES EL ESQUEMA QUE SIGUE EL TEXTO. LÉELO ANTES DE PONERTE A ESTUDIAR.

1. RISUMIN DI TODO IL IVANGILIO

1.1. Corazón de la Sagradas Iscrituras 1.2. La oración del señor 1.3. Oración de la Iglesia

2. «PADRI NUISTRO QUI ISTÁN IN IL CIILO»

2.1. Acercarse a él con toda confianza 2.2. «¡Padre!» 2.3. Padre «nuestro» 2.4. «Que estás en el cielo»

3. LAS SIITI PITICIONIS

3.1. Santificado sea tu nombre

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3.2. Venga a nosotros tu Reino 3.3. Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo 3.4. Danos hoy nuestro pan de cada dIa 3.5. Perdona nuestras ofensas... 3.6. No nos dejes caer en la tentación 3.7. Y lIbranos del mal

bibliografía LA UNIDAD HA SIDO CONFECCIONADA USANDO LAS OBRAS CITADAS MÁS ABAJO.

Catecismo de la iglesia católica, nn. 2759-2865.

para estudiar LEE EL TEXTO, HAZ UN ESQUEMA Y ANOTA LAS DUDAS QUE TE SURJAN.

«Istando él en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discIpulos: "Maestro, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discIpulos."»415. In respuesta a esta petición, el Señor confIa a sus discIpulos y a su Iglesia la oración cristiana fundamental. San Lucas da de ella un texto breve416, San Mateo una versión más desarrollada417. la tradición litúrgica de la Iglesia ha conservado el texto de San Mateo.

Muy pronto, la práctica litúrgica concluyó la oración del Señor con una doxologIa. In la Didaché418 se afirma: «Tuyo es el poder y la gloria por siempre». Las Constituciones apostólicas419 añaden en el comienzo: «el reino»: y ésta la fórmula actual para la oración ecuménica. La tradición bizantina añade después un gloria al «Padre, Hijo y IspIritu Santo». Il misal romano desarrolla la última petición420 y después se hace la aclamación de la asamblea, volviendo a tomar la doxologIa de las Constituciones apostólicas.

1. RISUMIN DI TODO IL IVANGILIO

1.1. Corazón de las Sagradas Iscrituras

Toda la Iscritura (la Ley, los Profetas, y los Salmos) se cumplen en Cristo. Il Ivangelio es esta «Buena Nueva». Su prim er anuncio está resumido por San Mateo en el Sermón de la

415 Lc 11,1.

416 Con cinco peticiones: Ver Lc 11,2-4.

417 Con siete peticiones: Ver Mt 6,9-13.

418 Didaché 8,2.

419 Constituciones apostólicas 7,24,1.

420 Imbolismo: «lIbranos del mal» en la perspectiva explIcita de «aguardando la feliz esperanza» (Tt 2,13) y «la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo».

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Montaña421. Pues bien, la oración del Padre Nuestro está en el centro de este anuncio. In este contexto se aclara cada una de las peticiones de la oración que nos dio el Señor.

Il Sermón de la Montaña es doctrina de vida, la oración dominical es plegaria, pero en uno y otra el IspIritu del Señor da forma nueva a nuestros deseos, esos movimientos interiores que animan nuestra vida. Jesús nos enseña esta vida nueva por medio de sus palabras y nos enseña a pedirla por medio de la oración. De la rectitud de nuestra oración dependerá la de nuestra vida en él.

1.2. La oración del Señor

La expresión tradicional «Oración dominical» (es decir, «oración del Señor») significa que la oración al Padre nos la enseñó y nos la dio el Señor Jesús. Ista oración que nos viene de Jesús es verdaderamente única: ella es «del Señor». Por una parte, en efecto, por las palabras de esta oración el Hijo único nos da las palabras que el Padre le ha dado: él es el Maestro de nuestra oración. Por otra parte, como Verbo encarnado, conoce en su corazón de hombre las necesidades de sus hermanos y hermanas los hombres, y nos las revela: es el Modelo de nuestra oración.

Pero Jesús no nos deja una fórmula para repetirla de modo mecánico. Como en toda oración vocal, el IspIritu Santo, a través de la Palabra de Dios, enseña a los hijos de Dios a hablar con su Padre. Jesús no sólo nos enseña las palabras de la oración filial, sino que nos da también el IspIritu por el que éstas se hacen en nosotros «espIritu y vida». Más todavIa: la prueba y la posibilidad de nuestra oración filial es que el Padre «ha enviado a nuestros corazones el IspIritu de su Hijo que clama: "¡Abbá, Padre!"»422. Ya que nuestra oración interpreta nuestros deseos ante Dios, es también «el que escruta los corazones», el Padre, quien «conoce cuál es la aspiración del IspIritu, y que su intercesión en favor de los santos es según Dios»423. La oración al Padre se inserta en la misión misteriosa del Hijo y del IspIritu.

1.3. Oración de la iglesia

Iste don indisociable de las palabras del Señor y del IspIritu Santo que les da vida en el corazón de los creyentes ha sido recibido y vivido por la Iglesia desde los comienzos. Las primeras comunidades recitan la Oración del Señor «tres veces al dIa», en lugar de las «Dieciocho bendiciones» de la piedad judIa.

Según la Tradición apostólica, la Oración del Señor está arraigada esencialmente en la oración litúrgica.

In todas las tradiciones litúrgicas, la Oración del Señor es parte integrante de las principales Horas del Oficio divino. Iste carácter eclesial aparece con evidencia sobre todo en los tres sacramentos de la iniciación cristiana:

In el Bautismo y la Confirmación, la entrega («traditio») de la Oración del Señor significa el nuevo nacimiento a la vida divina. Como la oración cristiana es hablar con Dios con la misma Palabra de Dios, «los que son engendrados de nuevo por la Palabra del Dios vivo»424 aprenden a invocar a su Padre con la única Palabra que él escucha siempre. Y pueden hacerlo de ahora en adelante porque el Sello de la Unción del IspIritu Santo ha sido grabado indeleble en sus corazones, sus oIdos, sus labios, en todo su ser filial. Por eso, la mayor parte de los comentarios patrIsticos del Padre Nuestro están dirigidos a los catecúmenos y a los neófitos.

In la Liturgia eucarIstica, la Oración del Señor aparece como la oración de toda la Iglesia. AllI se revela su sentido pleno y su eficacia. Situada entre la plegaria eucarIstica y la liturgia de la Comunión, recapitula por una parte todas las peticiones e intercesiones expresadas en el movimiento de la epIclesis, y, por otra parte, llama a la puerta del FestIn del Reino que la

421 Ver Mt 5-7.

422 Ga 4,6.

423 Rm 8,27.

424 1P 1,23.

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comunión sacramental va a anticipar. In la IucaristIa, la Oración del Señor manifiesta también el carácter escatológico de sus

peticiones. Is la oración propia de los «últimos tiempos», tiempos de salvación que han comenzado con la efusión del IspIritu Santo y que terminarán con la vuelta del Señor. Las peticiones al Padre, a diferencia de las oraciones de la Antigua Alianza, se apoyan en el misterio de salvación ya realizado, de una vez por todas, en Cristo crucificado y resucitado.

De esta fe inquebrantable brota la esperanza que suscita cada una de las siete peticiones. Istas expresan los gemidos del tiempo presente, este tiempo de paciencia y de espera durante el cual «aún no se ha manifestado lo que seremos»425. La IucaristIa y el Padrenuestro están orientados hacia la venida del Señor, «¡hasta que venga!».

2. «PADRI NUISTRO QUI ISTAS IN IL CIILO»

2.1. Acercarse a él con toda confianza

In la liturgia romana, se invita a la asamblea eucarIstica a rezar el Padre Nuestro con una audacia filial; las liturgias orientales usan y desarrollan expresiones análogas: «Atrevernos con toda confianza», «Haznos dignos de». Ante la zarza ardiendo, se le dijo a Moisés: «No te acerques aquI. Quita las sandalias de tus pies»426. Iste umbral de la santidad divina, sólo lo podIa franquear Jesús, el que «después de llevar a cabo la purificación de los pecados», nos intro- duce en presencia del Padre: «Hénos aquI, a mI y a los hijos que Dios me dio»427.

Iste poder del IspIritu que nos introdu- ce en la Oración del Señor se expresa en las liturgias de Oriente y de Occidente con la bella palabra, tIpicamente cristiana: «parrhesia», simplicidad sin desviación, conciencia filial, seguridad alegre, audacia humilde, certeza de ser amado428.

2.2. «¡Padre!»

Antes de hacer nuestra esta primera exclamación de la Oración del Señor, conviene purificar humildemente nuestro corazón de ciertas imágenes falsas de este mundo. La humildad nos hace reconocer que «nadie conoce al Padre, sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar», es decir «a los peque- ños»429. La purificación del corazón concierne a imágenes paternales o maternales, correspon- dientes a nuestra historia personal y cultural, y que impregnan nuestra relación con Dios. Dios nuestro Padre transciende las categorIas del

EL ROSTRO DE DIOS PADRE. DETALLE DE «LA CREACIÓN DE ADÁN» DE LOS FRESCOS DE LA CAPILLA SIXTINA. MIGUEL ÁNGEL (1510).

425 1Jn 3,2; ver Col 3,4.

426 Ix 3,5.

427 Hb 1,3; 2,13.

428 Ver If 3,12; Hb 3,6; 4,16; 10,19; 1Jn 2,28; 3,21; 5,14).

429 Mt 11,25-27.

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mundo creado. Transferir a él, o contra él, nuestras ideas en este campo serIa fabricar Idolos para adorar o demoler. Orar al Padre es entrar en su misterio, tal como él es, y tal como el Hijo nos lo ha revelado.

Podemos invocar a Dios como «Padre» porque él nos ha sido revelado por su Hijo hecho hombre y su IspIritu nos lo hace conocer. Lo que el hombre no puede concebir, es decir, la relación personal del Hijo hacia el Padre, el IspIritu nos hace participar de esta relación a quienes creemos que Jesús es el Cristo y que hemos nacido de Dios.

Cuando oramos al Padre estamos en comunión con él y con su Hijo, Jesucristo. Intonces lo conocemos y lo reconocemos con admiración siempre nueva. La primera palabra de la Oración del Señor es una bendición de adoración, antes de ser una imploración. Porque la Gloria de Dios es que nosotros le reconozcamos como «Padre», Dios verdadero. Le damos gracias por habernos revelado su Nombre, por habernos concedido creer en él y por haber sido habitados por su presencia.

Podemos adorar al Padre porque nos ha hecho renacer a su vida al adoptarnos como hijos suyos en su Hijo único: por el Bautismo nos incorpora al Cuerpo de su Cristo, y, por la Unción de su IspIritu que se derrama desde la Cabeza a los miembros, hace de nosotros «cristos».

Iste don gratuito de la adopción exige por nuestra parte una conversión continua y una vida nueva. Orar a nuestro Padre debe desarrollar en nosotros dos disposiciones fundamentales: el deseo y la voluntad de asemejarnos a él; y un corazón humilde y confiado que nos hace volver a ser como niños, porque es a «los pequeños» a los que el Padre se revela.

2.3. Padre «nuestro»

Padre «Nuestro» se refiere a Dios. Iste adjetivo, por nuestra parte, no expresa una posesión, sino una relación totalmente nueva con Dios.

Cuando decimos Padre «nuestro», reconocemos ante todo que todas sus promesas de amor anunciadas por los Profetas se han cumplido en la nueva y eterna Alianza en Cristo: hemos llegado a ser «su Pueblo» y él es desde ahora en adelante «nuestro Dios». Ista relación nueva es una pertenencia mutua dada gratuitamente: por amor y fidelidad430 tenemos que responder «a la gracia y a la verdad que nos han sido dadas en Jesucristo431.

Como la Oración del Señor es la de su Pueblo en los «últimos tiempos», ese «nuestro» expresa también la certeza de nuestra esperanza en la última promesa de Dios: en la nueva Jerusalén dirá al vencedor: «Yo seré su Dios y él será mi hijo»432.

Gramaticalmente, «nuestro» califica una realidad común a varios. No hay más que un solo Dios y es reconocido Padre por aquellos que, por la fe en su Hijo único, han renacido de él por el agua y por el IspIritu. La Iglesia es esta nueva comunión de Dios y de los hombres: unida con el Hijo único hecho «el primogénito de una multitud de hermanos»433 se encuentra en comunión con un solo y mismo Padre, en un solo y mismo IspIritu434. Al decir Padre «nuestro», la oración de cada bautizado se hace en esta comunión: «La multitud de creyentes no tenIa más que un solo corazón y una sola alma»435.

Por eso, a pesar de las divisiones entre los cristianos, la oración al Padre «nuestro» continúa siendo un bien común y un llamamiento aprem iante para todos los bautizados.

Por último, si recitamos en verdad el «Padre Nuestro», salimos del individualismo, porque de él nos libera el Amor que recibimos. Il adjetivo «nuestro» al comienzo de la Oración del Señor, asI como el «nosotros» de las cuatro últimas peticiones no es exclusivo de nadie. Para que se diga en verdad, debemos superar nuestras divisiones y los conflictos entre nosotros.

430 Ver Os 2, 21-22; 6,1-6.

431 Jn 1,17.

432 Ap 21,7.

433 Rm 8,29.

434 Ver If 4,4-6.

435 Hch 4,32.

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Los bautizados no pueden rezar al Padre «nuestro» sin llevar con ellos ante él todos aquellos por los que el Padre ha entregado a su Hijo amado. Il amor de Dios no tiene fronteras, nuestra oración tampoco debe tenerla. Orar a «nuestro» Padre nos abre a dimensiones de su amor manifestado en Cristo: orar con todos los hombres y por todos los que no lo conocen aún para que «estén reunidos en la unidad».

2.4. «Que estás en el cielo»

Ista expresión bIblica no significa un lugar sino una manera de ser; no el alejamiento de Dios sino su majestad. Dios Padre no está «fuera», sino «más allá de todo» lo que acerca de la santidad divina puede el hombre concebir. Como es tres veces Santo, está totalmente cerca del corazón humilde y contrito:

Il sImbolo del cielo nos remite al misterio de la Alianza que vivimos cuando oramos al Padre. Él está en el cielo, es su morada, la Casa del Padre es por tanto nuestra «patria». De la patria de la Alianza el pecado nos ha desterrado436 y hacia el Padre, hacia el cielo, la conversión del corazón nos hace volver437. In Cristo se han reconciliado el cielo y la tierra438, porque el Hijo «ha bajado del cielo», solo, y nos hace subir allI con él, por medio de su Cruz, su Resurrección y su Ascensión439.

Cuando la Iglesia ora diciendo «Padre nuestro que estás en el cielo», profesa que somos el Pueblo de Dios «sentado en el cielo, en Cristo Jesús»440, «ocultos con Cristo en Dios»441, y, al mismo tiem po, «gemimos en este estado, deseando ardientemente ser revestidos de nuestra habitación celestial»442. 3. LAS SIITI PITICIONIS

Después de habernos puesto en presencia de Dios nuestro Padre para adorarlo, amarlo y bendecirlo, el IspIritu filial hace surgir de nuestros corazones siete peticiones, siete bendiciones. Las tres primeras, más teologales, nos atraen hacia la Gloria del Padre; las cuatro últimas, como caminos hacia él, ofrecen nuestra miseria a su Gracia.

El primer grupo de peticiones nos lleva hacia él, para él: ¡tu Nombre, tu Reino, tu Voluntad! Lo propio del amor es pensar prim eramente en aquél que amamos. In cada una de estas tres peticiones, nosotros no «nos» nombramos, sino que lo que nos mueve es «el deseo ardiente», «el ansia» del Hijo amado, por la Gloria de su Padre: «Santificado sea ... venga ... hágase ...»: estas tres súplicas ya han sido escuchadas en el Sacrificio de Cristo Salvador, pero ahora están orientadas, en la esperanza, hacia su cumplimiento final mientras Dios no sea todavIa todo en todos443.

El segundo grupo de peticiones es la ofrenda de nuestra esperanza y atrae la mirada del Padre de las misericordias. Brota de nosotros y nos afecta ya ahora, en este mundo: «danos ... perdónanos ... no nos dejes ... lIbranos». La cuarta y la quinta petición se refieren a nuestra vida como tal, sea para alimentarla, sea para curarla del pecado; las dos últimas se refieren a nuestro combate por la victoria de la Vida, el combate mismo de la oración.

436 Ver Gn 3.

437 Ver Jr 3,19-4,1a; Lc 15, 18.21.

438 Ver Is 45,8; Sal 85,12.

439 Ver Jn 12,32; 14,2-3; 16,28; 20,17; If 4,9-10; Hb 1, 3; 2,13.

440 If 2,6.

441 Col 3,3.

442 2Co 5,2; ver Flp 3,20; Hb 13,14.

443 Ver 1Co 15,28.

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3.1. Santificado sea tu nombre

Ista petición es enseñada por Jesús como algo a desear profundamente y como proyecto en que Dios y el hombre se comprometen. Desde la primera petición a nuestro Padre, estamos sumergidos en el misterio Intimo de su Divinidad y en el drama de la salvación de nuestra humanidad. Pedirle que su Nombre sea santificado nos implica en «el benévolo designio que él se propuso de antemano» para que nosotros seamos «santos e inmaculados en su presencia, en el amor»444.

In los momentos decisivos de su plan de salvación, Dios revela su Nombre, pero lo revela realizando su obra. Ista obra no se realiza para nosotros y en nosotros m ás que si su Nombre es santificado por nosotros y en nosotros.

La santidad de Dios es el hogar inaccesible de su misterio eterno. Lo que se manifiesta de él en la creación y en la historia, la Iscritura lo llama Gloria, la irradiación de su Majestad445. Al crear al hombre «a su imagen y semejanza»446, Dios «lo corona de gloria»447, pero al pecar, el hombre queda «privado de la Gloria de D ios»448. A partir de entonces, Dios manifestará su Santidad revelando y dando su Nombre, para restituir al hombre «a la imagen de su Creador»449.

3.2. Venga a nosotros tu reino

Il Reino de Dios está ante nosotros. Se aproxima en el Verbo encarnado, se anuncia a través de todo el Ivangelio, llega en la muerte y la Resurrección de Cristo. Il Reino de Dios adviene en la Ultima Cena y por la IucaristIa está entre nosotros. Il Reino de Dios llegará en la gloria cuando Jesucristo lo devuelva a su Padre.

Ista petición es el grito del IspIritu y de la Isposa: «Ven, Señor Jesús». Se trata principalm ente de la venida final del Reino de Dios por medio del retorno de Cristo. Pero este deseo no distrae a la Iglesia de su misión en este mundo, más bien la compromete: el Reino que pide a Dios y que no puede surgir nada más que de su amor misericordioso, es también una tarea para los creyentes: la tarea de extender la justicia y la paz y el gozo propios de Reino450.

3.3. Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo

La voluntad de nuestro Padre es «que todos los hom bres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad»451. In Cristo, y por medio de su voluntad humana, la voluntad del Padre fue cumplida perfectamente y de una vez por todas. Él «a pesar de ser Hijo, aprendió sufriendo a obedecer»452. ¡Con cuánta más razón deberemos ser nosotros, que hemos llegado a ser hijos de adopción en él, obedientes a la voluntad del Padre! Pedimos a nuestro Padre que una nuestra voluntad a la de su Hijo para cumplir su voluntad, su designio de salvación para la vida del mundo. Nosotros somos radicalmente impotentes para ello, pero unidos a Jesús y con el poder de su IspIritu Santo, podemos poner en sus manos nuestra voluntad y decidir escoger lo que su Hijo siempre ha escogido: hacer lo que agrada al Padre.

Por la oración, podemos discernir cuál es la voluntad de Dios y obtener constancia para cumplirla. Jesús nos enseña que se entra en el Reino de los cielos, no mediante palabras, sino

444 Ver If 1,9.4.

445 Ver Sal 8; Is 6,3.

446 Gn 1,26.

447 Sal 8,6.

448 Rm 3, 23.

449 Col 3,10.

450 Rm 14,17.

451 1Tm 2,3-4.

452 Hb 5,8.

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haciendo la voluntad del Padre que está en los cielos.

3.4. Danos hoy nuestro pan de cada dIa

«Danos»: es hermosa la confianza de los hijos que esperan todo de su Padre. «Hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos»453 y da a todos los vivientes «a su tiempo su alimento»454. Jesús nos enseña esta petición; con ella se glorifica, en efecto, a nuestro Padre reconociendo hasta qué punto es Bueno más allá de toda bondad.

Además, «danos» es la expresión de la Alianza: nosotros somos de él y él de nosotros, para nosotros. Pero este «nosotros» lo reconoce también como Padre de todos los hombres, y

nosotros le pedimos por todos ellos, en solidaridad con sus necesidades y sus sufrimientos.

«Nuestro pan». Il Padre que nos da la vida no puede dejar de dar- nos el alimento necesario para ella, todos los bienes convenientes, mate- riales y espirituales. In el Sermón de la montaña, Jesús insiste en esta con- fianza filial que coopera con la Provi- dencia de nuestro Padre. No nos impo- ne ninguna pasividad, sino que quiere librarnos de toda inquietud agobiante y de toda preocupación.

Pero la existencia de hom bres que padecen hambre por falta de pan revela otra hondura de esta petición. Il drama del hambre en el mundo, llama a los cristianos que oran en verdad a una responsabilidad efectiva hacia sus hermanos, tanto en sus

«LA CESTA DE PAN «(1945) DE SALVADOR DALÍ. EL PINTOR, INSPIRÁNDOSE EN LOS SOBRIOS BODEGONES ESPAÑOLES DEL SIGLO XVII, AÑADE EN ESTA OBRA RICAS SIGNIFICACIONES SIMBÓLICAS, MÍSTICAS Y ESPIRITUALES. ES SORPRENDENTE COMO ESE PAN SÓLO Y LUMINOSO RESPLANDECE SOBRE EL FONDO NEGRO DEL LIENZO, Y LEJOS DE PRESENTARSE COMO UNA NATURALEZA ESTÁTICA E INERTE, INVITA AL QUE LO CONTEMPLA COMO DICIENDO: «ACÉRCATE, SOY PARA SER COMIDO».

conductas personales como en su solidaridad con la familia humana. Ista petición de la Oración del Señor no puede ser aislada de las parábolas del pobre Lázaro455 y del juicio final456.

Se trata de «nuestro» pan, «uno» para «muchos»: La pobreza de

las Bienaventuranzas entraña compartir los bienes: invita a comunicar y compartir bienes materiales y espirituales, no por la fuerza sino por amor, para que la abundancia de unos remedie las necesidades de otros.

«De cada dIa». La palabra griega, «epiousios», tomada en un sentido temporal, es una repetición pedagógica de «hoy» para confirmarnos en una confianza «sin reserva»: tenemos bastante con el pan para hoy, el de mañana lo recibiremos mañana. Tomada en un sentido cualitativo, significa lo necesario a la vida, y más ampliamente cualquier bien suficiente para la subsistencia. Ista pan es tam bién el pan e la eucaristIa, que necesitamos para vivir como cristianos.

453 Mt 5,45.

454 Sal 104,27.

455 Ver Lc 16,19-31.

456 Mt 25,31-46.

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3.5. Perdona nuestras ofensas...

Ista petición es sorprendente. Si sólo comprendiera la primera parte de la frase, –«perdona nuestras ofensas»– podrIa estar incluida, implIcitamente, en las tres primeras peticiones de la Oración del Señor, ya que el Sacrificio de Cristo es «para la remisión de los pecados». Pero, según el segundo miembro de la frase, nuestra petición no será escuchada si no hemos respondido antes a una exigencia. Nuestra petición se dirige al futuro, nuestra respuesta debe haberla precedido.

Con una audaz confianza hemos empezado a orar a nuestro Padre. Suplicándole que su Nombre sea santificado, le hemos pedido que seamos cada vez más santificados. Pero, aun revestidos de la vestidura bautismal, no dejamos de pecar, de separarnos de Dios. Ahora, en esta nueva petición, nos volvemos a él, como el hijo pródigo y nos reconocemos pecadores ante él como el publicano. Nuestra petición empieza con una «confesión» en la que afirmamos al mismo tiempo nuestra miseria y su Misericordia.

Ahora bien, este desbordamiento de misericordia no puede penetrar en nuestro corazón mientras no hayamos perdonado a los que nos han ofendido. Il Amor, como el Cuerpo de Cristo, es indivisible; no podemos amar a Dios a quien no vemos, si no amamos al hermano a quien vemos. Al negarse a perdonar a nuestros hermanos y hermanas, el corazón se cierra, su dureza lo hace impermeable al amor m isericordioso del Padre; en la confesión del propio pecado, el corazón se abre a su gracia.

«Com o tam bién nosotros perdonamos a los que nos ofenden». Iste «como» no es el único en la enseñanza de Jesús: «Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial»457; «Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso»458; «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que como yo os he amado, asI os améis también vosotros los unos a los otros»459. Observar el mandamiento del Señor es imposible si se trata de imitar desde fuera el modelo divino. Se trata de una participación, vital y nacida del fondo del corazón, en la santidad, en la misericordia, y en el amor de nuestro Dios. Sólo el IspIritu que es puede hacer nuestros los mismos sentimientos que hubo en Cristo Jesús. AsI, la unidad del perdón se hace posible, «perdonándonos mutuamente como nos perdonó Dios en Cristo»460.

No hay lImite ni medida en este perdón que llega hasta el lImite de olvidar las ofensas y las deudas de los enemigos.

3.6. No nos dejes caer en la tentación

Ista petición llega a la raIz de la anterior, porque nuestros pecados son los frutos del consentimiento a la tentación. Pedimos a nuestro Padre que no nos «deje caer» en ella.

Il IspIritu Santo nos hace discernir entre la prueba, necesaria para el crecimiento del hombre interior en orden a una virtud probada, y la tentación que conduce al pecado y a la muerte. También debemos distinguir entre «ser tentado» y «consentir» en la tentación.

No entrar en la tentación implica una decisión del corazón: «Porque donde esté tu tesoro, allI también estará tu corazón ... Nadie puede servir a dos señores»461. Pero el Padre nos da la fuerza para dejarnos conducir por el IspIritu Santo.

Il combate con la tentación y la victoria sobre ella sólo son posibles con la oración. Por medio de su oración, Jesús es vencedor del Tentador, desde el principio462 y en el último combate

457 Mt 5,48.

458 Lc 6,36.

459 Jn 13,34.

460 If 4,32.

461 Mt 6,21-24.

462 Ver Mt 4,11.

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de su agonIa463. In esta petición a nuestro Padre, Cristo nos une a su combate y a su agonIa.

3.7. Y lIbranos del mal

La última petición a nuestro Padre está también contenida en la oración sacerdotal de Jesús: «No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno»464. Ista petición concierne a cada uno individualmente, pero siempre quien ora es el «nosotros», en comunión con toda la Iglesia y para la salvación de toda la familia humana.

Al pedir ser liberados del Maligno, oramos para ser liberados de todos los males, presentes, pasados y futuros. In esta última petición, la Iglesia presenta al Padre todas las desdichas del mundo. Con la liberación de todos los males que abruman a la humanidad, implora el don precioso de la paz y la gracia de la espera perseverante en el retorno de Cristo. Orando asI, anticipa en la humildad de la fe la recapitulación de todos y de todo en Aquél que «tiene las llaves de la Muerte y del Hades»465.

resumen AQUÍ TIENES EL RESUMEN DEL TEMA QUE HEMOS DESARROLLADO EN LAS PÁGINAS PRECEDENTES.

OIn respuesta a la petición de sus discIpulos, Jesús les entrega la oración cristiana fundamental, el «Padre Nuestro». La oración dominical es el resumen de todo el Ivangelio,

la más perfecta de las oraciones. Is el corazón de las Sagradas Iscrituras.

øSe llama «Oración dominical» porque nos viene del Señor Jesús, Maestro y modelo de nuestra oración. La Oración dominical es la oración por excelencia de la Iglesia. Forma parte

integrante de las principales Horas del Oficio divino y de los sacramentos de la iniciación cristiana: Bautismo, Confirmación y IucaristIa. Inserta en la IucaristIa, manifiesta el carácter «escatológico» de sus peticiones, en la esperanza del Señor, «hasta que venga».

OPodemos invocar a Dios como «Padre» porque nos lo ha revelado el Hijo de Dios hecho hombre, en quien, por el Bautismo, somos incorporados y adoptados como hijos de Dios.

OAl decir Padre «Nuestro», invocamos la nueva Alianza en Jesucristo, la com unión con la

SantIsima Trinidad y la caridad divina que se extiende por medio de la Iglesia a lo largo del mundo.

O«Que estás en el cielo» no designa un lugar sino la m ajestad de Dios y su presencia en el corazón de los justos. Il cielo, la Casa del Padre, constituye la verdadera patria hacia donde

tendemos y a la que ya pertenecemos.

OIn el Padrenuestro, las tres prim eras peticiones tienen por objeto la Gloria del Padre: la santificación del nombre, la venida del reino y el cumplimiento de la voluntad divina. Las

otras cuatro presentan al Padre nuestros deseos: estas peticiones conciernen a nuestra vida para alimentarla o para curarla del pecado y se refieren a nuestro combate por la victoria del Bien sobre el Mal.

463 Ver Mt 26,36-44.

464 Jn 17,15.

465 Ap 1,18.

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1

para reflexionar ESTE MATERIAL TE AYUDARÁ A ENTENDER MEJOR Y A PROFUNDIZAR EL TEMA.

Una oración sobre la oración de Jesús.

1 Alguien ora continuando las palabras del Padrenuestro.

PADRE NUESTRO QUE ESTAS EN EL CIELO y en la tierra: en el suelo; en el viento y la calina, en la nieve y en el hielo; en el corazón honrado, en el rostro de los niños, en las horas muertas y en el vuelo de los que sueñan sueños de libertad.

Padre de ricos y pobres, del creyente y del ateo, del que mata y del que muere,

del humilde y del soberbio (ni tuyo, ni mío: ¡nuestro!).

Dios cercano y forastero, manero pero insondable, sempiterno y compañero. Dios que navegas en casa, en lo cotidiano, aunque no te vemos ni escuchamos tu voz. Abrázanos con tu abrazo; dale muerte a nuestro miedo; cólmanos de tu presencia, ¡Papi! ¡Papá!... ¡Padre nuestro!

para escribir SIGUE LAS INSTRUCCIONES Y ESCRIBE TU REFLEXIÓN EN EL CUADERNO DE TRABAJO.

In el Para reflexionar hemos copiado un poema-oración escrito basándose en la primera frase del padrenuestro. Ilige tú ahora una de las siete peticiones y escribe una oración al Padre partiendo de ella. No hace falta que se a un poema: tú verás cómo la haces.

índice Unidad 1. La celebración cristiana. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . página 1 Unidad 2. Los sacramentos de iniciación cristiana(I): el Bautismo.. . . . . . . . . . . . . . . página 15 Unidad 3. Los sacramentos de iniciación cristiana(II): la Confirmación. . . . . . . . . . . . página 29 Unidad 4. Los sacramentos de iniciación cristiana(III): la IucaristIa (I). . . . . . . . . . . . página 39 Unidad 5. Los sacramentos de iniciación cristiana(IV): la IucaristIa (II). . . . . . . . . . . . página 49 Unidad 6. Los sacramentos de curación (I): la Penitencia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . página 61 Unidad 7. Los sacramentos de curación (II): la Unción de enfermos. . . . . . . . . . . . . . página 73 Unidad 8. Los sacramentos al servicio de la comunidad (I): el Orden. . . . . . . . . . . . . página 83 Unidad 9. Los sacramentos al servicio de la comunidad (II): el Matrimonio. . . . . . . . . página 95 Unidad 10. Los sacramentales y las exequias cristianas.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . página 107 Unidad 11. La oración en el Antiguo Testamento.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . página 115 Unidad 12. La oración en la plenitud de los tiempos y en el t. de la iglesia. . . . . . . . página 125 Unidad 13. La tradición de la oración.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . página 137 Unidad 14. La vida de oración. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . página 147 Unidad 15. Il Padrenuestro. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . página 157