La Celestina. Daniel Calero

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LA CELESTINA Sainete cómico erótico Daniel Calero

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Sainete cómico-erótico

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LA CELESTINA

Sainete cómico erótico

Daniel Calero

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A Modo de Prólogo

Al escribir este sainete cómico-erótico, fruto de la casualidad más que

de hecho buscado, he pretendido romper tabúes y hábitos, de

disimular y esconder la sensualidad bajo hipócritas maneras, sin

regodearme en lo erótico, llevando de una forma clara, llana y sencilla,

una serie de palabras y situaciones, todas ellas bajo un prisma de otra

época, pero que sin duda están presentes en la actualidad.

Las consideraciones finales, no tienen otro propósito que criticar la

hipocresía, sin pretender dar lecciones de moralidad, alejado tanto de

lo obsceno como de la pulcritud.

De otra parte, no ha estado nunca en mi ánimo, el plagiar obra alguna.

Lo único tomado ha sido el espíritu de Celestina y los nombres, sin otro

motivo ó deseo, que el de plasmar pasajes que estaban presentes

entonces, lo están en el presente y lo seguirán estando, en tanto exista

la especie humana.

PERSONAJES

CELESTINA: Vieja Alcahueta

MELIBEA: Gentil Doncella

CALIXTO: Gentil Doncel

TRISTAN: Criado

ELICIA: Vecina

ALISA: Vecina

ALGUACIL: Pregonero

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ACTO UNICO

ESCENA I

La escena representa un pequeño salón con muebles rústicos, y en un

lateral, la pared está un poco inclinada con cara al espectador. En alto

se encuentra como una pequeña balconada rodeada de flores. Desde su

interior se situará, en la escena VI, Melibea.

Entran, como hablando, Calixto y su criado Tristán ataviados a la

vieja usanza, y alzando la voz le pregunta al criado:

CALIXTO.-- ¿Hicísteme el recado que te dije?

TRISTÁN.-- Sí, mi Señor, pero la vieja me apabulló.

CALIXTO.-- ¿Pues que dijo?

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TRISTÁN.-- Que no hablaba conmigo de cosas que están por debajo del

ombligo; cosa es que a los mozos os da gozo, que enseguida montáis la

cañería y a la zambomba le dais sin más porfía. Nada más hemos de

hablar.

CALIXTO.-- ¿Y que habías de escuchar que no pudiera hacerlo

mortal?

TRISTÁN.-- No lo sé mi Señor, me insinuó, que a Melibea, si Vos

quisiera, le picaría un bicho las semanas venideras.

CALIXTO.-- ¿Y qué bicho era?

TRISTAN.-- Nada me dijo de cómo era, pero, sí que vomitaba

cuando al correr se aceleraba.

CALIXTO.-- ¿Te dió algo para mí?

TRISTÁN.-- No, mi Señor, pero sí pareciome entender, que vuestras

desventuras por la gentil Melibea, su trabajo le acarrea.

CALISTO.-- ¿Dijístele, que si una cita me lograba, sería por mi parte

compensada, y más que ello bien pagada, el día que a mi amada

tuviera entre mis brazos desposada?

TRISTÁN.-- Sí, mi Señor, pero me enseñó el camino de la puerta,

diciéndome, que en breve tendríais respuesta.

CALIXTO.-- Gracias mi fiel Tristán, quiera Dios que muy pronto me

vea, estrechando entre mis brazos a Melibea. Fiel te siento y por buen

criado te tengo, pero si no logro salir de estas tinieblas, que la muerte

que alivia a los afligidos venga a mí, bueno pero que no se dé prisa,

pues tiempo hay, no la llames si yo no te lo digo.

(Se retiran ambos)

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ESCENA II

Entran, Celestina y su vecina Elicia, ataviadas a la vieja usanza; delante

Celestina que dice:

CELESTINA.-- Pasa, pasa Elicia, que largo y tendido hemos de hablar, pues

se trata de un galán domesticar.

ELICIA.-- Soy toda oídos, y contenta yo me hallo de poderte ayudar en tu

trabajo, cuenta con mi licencia.

CELESTINA.-- Ocúrrele a la doncella Melibea, que un gentil hombre la desea,

pero nadie sabe ni su futuro marido ha de saber, la falta de virginidad de su

merced; por ello hemos de poner toda ciencia y sabiduría para lograr cien

ducados, que de alguna manera irán a nuestra faltriquera. He llamado a Alisa,

muy sabia y atenta, y sobre todo, gran experta en cornamenta. Llaman a la

puerta, debe ser ella. ¡Hola Alisa!, ¿Cómo estás?, bien hallada seas.

ALISA.-- ¡Encantada Celestina!, ¿Quién es esta vecina?

CELESTINA.-- Es Elicia, la platera, así llamada por los bienes que ganó en

gran manera, pues una mocedad sin beneficio, la obligó a tomar un buen oficio;

fue planchadora de sábanas, miles… de sábanas planchadas sobre los colchones

que ella visitaba, eso sí, de forma muy honrada.

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ELICIA.-- ¿Cómo estás Lisa?, digo Alisa, ¡Huy! que prisas, pensaba en la

cama, que ésta siempre da muy buena fama. Me decías antes Celestina, que

hemos de ser muy recatadas, para que no se nos vaya de las manos la tajada, ya

que previsoras hemos de ser, pues no está muy lejos la vejez, y no está de más

sentir la dicha, de ayudar a una doncella en sus desdichas, puesto que si ello

hemos logrado, podremos disponer de los ducados. Pero dinos Celestina

querida, para que hemos sido requeridas.

CELESTINA.-- Os digo, que han sido solicitados mis servicios por un gentil y

rico caballero, enamorado platónicamente de la bella y hermosa Melibea, a la

cual desea desposar lo antes posible. Ésta se encuentra sola y un mucho

desesperada, pues el tiempo pasa y sus bienes flaquean, pero ocúrrele, que no

ha mucho fue desflorada por un tío suyo, llamado Don Arturo, que viéndola un

día apesadumbrada, le dijo: Ven donde las almenas que te quitaré las penas,

así lo hizo, y llegada allá, frotola, prometiola y ardiola, que cuando se dió

cuenta solo se veían fuera las bolas. Esto díjomelo ella en confidencia, y es

secreto que hemos de guardar si los ducados queremos lograr, por ello solicitó

mis consejos, para así poder llegar muy lejos.

ALISA.-- Propongo, que para la noche de bodas, hemos de decirle al caballero,

que ha de ser en sumo complaciente, y no entrar al aposento muy demente, que

ella deberá apagar las velas, para así guardar su pudor entre las telas.

ELICIA.-- Asunto que precisa compostura, es que habrá de repararse la

abertura. ¿Qué os parece si en ese momento, le hacemos que se aplique un buen

ungüento?, pues así harto el doncel vendrá contento.

ALISA.-- Puede que también sea necesario, poner un poco de color al

escenario. ¿Qué os parece si al ungüento le hacemos que gotee en el momento?

CELESTINA.-- Mataremos ese día una gallina, guardaremos la sangre como

pócima, y al llamar el esposo al aposento, procederá a regarse el ungüento.

Elicia, mañana llevarás las nuevas a la doncella, nos dé su aprobación, si es

conforme, a la sazón, y le daremos el buen recado al Duque de Cambrón.

(Se retiran las tres)

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ESCENA III

(Baja la luz y entra Elicia como embozada con un abrigo llamando a

una puerta)

MELIBEA.-- ¡Quien va! (desde dentro)

ELICIA.-- Soy yo señora Melibea, me envía mi vecina Celestina.

MELIBEA.-- Esperar un momento, enseguida os recibo, me pondré

para bajar algo de abrigo.

ELICIA.-- Salud os dé Dios, mi señora Melibea; gratas noticias os

traigo para aliviar vuestro agravio.

MELIBEA.-- Decidme, vivo impaciente, pues no sé como a este hueso

he de clavar el diente.

ELICIA.-- Gran fortuna es la vuestra, de encontrar ama tan diestra, que

negocia mal de amores, en escuchando razones, pues hila, hila que hila, deja

nuevas las vaginas y espera sin desazón, que deis vuestra aprobación.

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MELIBEA.-- ¡Por los ángeles del cielo, quiero salir de este Averno! ¿Qué he

de hacer?, que nervios tengo; ¿He de nuevo confesarme?, decidme, ¿Cómo he

de comportarme?

ELICIA.-- En vuestra noche de bodas, serena habréis de estar, para así

lograr con tino, gobernar vuestro destino.

(Empieza a hablarle al oído a Melibea en voz baja, y poco a poco va alzando la

voz hasta que se la escucha)

Os ponéis el ungüento tres días antes de la boda para que se seque, éste

tomará grosura y cerrará la rotura, y cuando el esposo os pida entrar en el

aposento, le hacéis esperar un momento, y con cuidado os dais un retocado del

elixir que os hemos preparado; después gritar con sufrimiento moderado y

quejas de dolor acompasado.

MELIBEA.-- Genial la idea me parece, y si la cosa florece, decidle a

Celestina que os recompensaré con creces.

ELICIA.-- Dormir tranquila señora que todo se hará correcto, pues pensad

que no es el primero que ha sido llevado al huerto. Sabed que cantan juglares

poemas de mil colores, y entre ellos uno dice: “Que los hombres son sin

cuernos, como macetas sin flores”.

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ESCENA IV

(A la supuesta casa de Don Calixto, llama Celestina, es de noche y con mucho

sigilo dice:)

CELESTINA.-- ¡Señor Don Calixto, abrid, soy Celestina, nuevas os traigo,

nuevas buenas!

CALIXTO.-- Pasad, pasad, bienvenida seáis. ¿Que nuevas me traéis?, con

ansiedad esperaba vuestra visita, pero decidme, ¿me quiere, desea que la

despose, sueña conmigo? ¡OH, pero cuan nervioso estoy!, mi impaciencia es

tal que no os dejo hablar. Tomaré vuestro consejo como si una madre me lo

aconsejara, siendo vos partera de oficio, no podréis por menos que alumbrar

el gozo de este amor, decidme las nuevas buenas.

CELESTINA.-- En primer lugar os diré, con todos los respetos para vuestra

gentil doncella, que la he encontrado deseosa de caer en vuestros brazos,

aunque su recato no le permite expresarlo, de esto nada me dijo, es algo que

saqué de mi botijo (se señala con el dedo la cabeza), Pero harto prudente

habréis de ser, para el buen fin no entorpecer. Como sabéis vive encerrada en

su castillo, como una perla en su concha, concha que jamás nadie ha abierto.

Aceptó de muy buen grado el recibiros, y confesóse que el caballero que la

desposase fuera delicado en su noche nupcial, modoso en el envite,

permitiendo que una tenue luz alumbrara el aposento, para así poder guardar

su pudor en el evento. ¡De virgen será su gran dolor, os lo aseguro, pues no vi

nunca jamás algo tan puro!

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CALIXTO.-- No dudéis que seguiré vuestro consejo, por aquello de que más

sabe el viejo….., os quedo altamente agradecido, y para que jamás me echéis

en el olvido, aquí están los cien ducados prometidos. Id con Dios y en paz,

señora Celestina, que vuestra honra guíe mi amor, es lo que desea mi humilde

corazón. Tristán… Tristán, acompaña a la señora y vuelve raudo, pues has de

llevar recado.

TRISTÁN.-- Señor, con toda modestia he de deciros, que un mal sueño esta

pasada noche he tenido, se me presentó mi hada madrina y me dijo que no era

de fiar la Celestina, pues hablan mucho y mal de ella sus vecinas; mirad y

ved…

CALIXTO.-- ¡Basta ya!, tus félidos alientos me acongojan, más te valiera

callar, ingrato, y no hacer mal a quién del arroyo te sacó. Retira tus palabras

pobre necio, si no quieres caer en mi desprecio.

TRISTÁN.-- Perdón señor, clemencia os pide vuestro siervo humildemente,

pues gracias a Vos come caliente, y a vuestros pies quedo postrado, aunque hace

un año que no os los habéis lavado; a partir de hoy seré el vigía, que os lave los

pies todos los días, para que mi señora Melibea no vea nunca jamás de que cojea.

CALIXTO.-- Quedas perdonado y tengamos la fiesta en paz, pues mucho te has

de alegrar de servir a tan gran señora, ya verás como me adora acogida en mi

regazo, cuando ella se vea rodeada por mis brazos. ¡OH!, amada Melibea, tu

virginidad, tu pureza y belleza del alma llenen mis ojos, y mi corazón, pleno de

amor, reciba el candor y dulzura, que portaré como blasón a mi sepultura;

gracias al cielo por estos dones y a Dios pongo por testigo de todo este bien que

recibo. Tristán, recado llevarás a mi bien amado, de quien aquí queda

sacrificado, pidiéndole con fervor me otorgue audiencia, que alivie de una vez mi

penitencia.

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ESCENA V

(Entran Elicia y Alisa, vienen hablando y gesticulando muy enfadadas)

ELICIA.-- En verdad te digo amiga Alisa, que Celestina nos ha hecho

buena sisa, he sentido en mis espaldas como clavada una daga, y creída

soy agora de que es una traidora, y pido que la mozuela se lo gaste en

sanguijuelas.

ALISA.-- Cierto es, pues si juntas buscamos soluciones, justo es que

por igual habrían de ser las particiones.

ELICIA.-- No ha de saber nada de matemáticas, pero buena ladrona

es en la práctica, pues si cien ducados dividimos entre tres, nos da poco

más de treinta y tres.

ALISA.-- Así es, y no los veinticinco que nos ha enviado cual pedrisco,

ya has visto que no ha querido dar la cara, y de ese modo se esconde la

muy marrana.

ELICIA.-- Lejos está de ser buena compañera, y ello me hace recordar de

una grifera, que agarrando en pelea a una del moño, le decía: ¡Tú eres puta

de corazón y no de coño!

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ESCENA VI

En alto se encuentra una ventana ó balcón cubierta de flores y tras ella

aparece Melibea, dejándose ver de vez en cuando. Todo esto a media luz.

CALIXTO.-- ¡Ah de la casa!, abrid, os lo ruego, a quien de amor viene ciego,

para que mi placer sea, ver de nuevo a Melibea, que mis ojos y mi alma

puedan conocer la calma.

MELIBEA.-- ¡OH!, sois Vos Don Calixto, tened calma por favor, que presta

seré con Vos. Excusar tome prudencia, hemos de mostrar paciencia, pues no

es buena la imprudencia. Gracias por la cortesía de rendirme pleitesía, os

escucho por favor.

CALIXTO.-- Señora mía, a sus pies queda postrado, mi corazón desbocado,

que ya presiente la euforia, de alcanzar con Vos la gloria, y bien que prendió

la llama, el día que vio vuestra cara, quedando de Vos cautivo, me siento más

muerto que vivo, pediros quiero la mano, y daros todo mi amor, mi sangre y

mi corazón.

MELIBEA.-- (Dice para ella: Buena labia tiene el deudo, veremos llegado el

tiempo, si sabe llevar los cuernos)

CALIXTO.-- Decíais algo señora, vuestra voz tan dulce y tierna a mis oídos

no llega; ¿Sois feliz, estáis contenta, os alegra mi presencia, que he de hacer

por contentaros?, pedid Vos, soy vuestro esclavo.

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MELIBEA.-- ¡OH! mi señor Don Calixto, no me creáis recelosa, pues un

mucho soy dichosa y pienso en Vos mi dueño, que será para mí un sueño.

(Vuelve a hablar para ella): Ya veré yo con el tiempo si ha de llevar más

cuernos

CALIXTO.-- ¡OH, mi señora!, vuestro candor me enloquece, me turba y me

embelesa, y siento que estas cadenas, no han de causarme pena, pues

prisionero me siento, todo feliz y contento.

MELIBEA.-- (Vuelve de nuevo a hablar para ella): Parece será buen buey, y

el yugo muy bien encaja, ya veremos si su peso, no le causa la mortaja

CALIXTO.-- Estoy celoso del viento, pues no me deja escucharos, habéis

dicho algo de ley…, que si dudo…, de una caja…, decid que necesitáis, todo lo

que Vos pidáis, será más que orden ruego que me quema como fuego, y que

con mi amor os entrego, mis blasones, mis escudos, adornaran vuestro cuello,

pedid por favor bella dama, que os daré con ello el alma, a sus pies caigo

rendido, y con ésta me despido.

MELIBEA.-- Id con Dios caballero, acogeré vuestros ruegos, que me

encuentro muy ansiada, de ser por Vos desposada, esta flor que aquí os espera

de la virgen es compañera.

(Vuelve a hablar para ella): No lo dudo ni un momento, todo lo pensado es

cierto, a éste me lo llevo al huerto

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ESCENA VII

(Entra el alguacil en escena, detrás de él, Tristán que le llama diciéndole):

TRISTÁN.-- Señor pregonero, señor pregonero, buenos días tengáis Vos. De

parte de mi señor, aquí está lo prometido por vuestro escrito, y así pues por que

hagáis públicas las amonestaciones, para que nadie, el día de mañana, pueda

tocarle los….., usted ya sabe.

ALGUACIL.-- Así lo haré, cumpliendo con los preceptos que manda el

Ayuntamiento.

(Se marcha Tristán, él saca una trompeta, la toca y comienza a pregonar)

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De parte del Señor Alcalde, hago saber:

Que quedan abiertas las amonestaciones….

Para celebrar los esponsales….

De Doña Melibea Pureza y Flor de Granada….

Doncella de esta villa….

Con Don Calixto Orgulloso de Corzo….

Marqués de Cordón….

Y Duque de Cambrón….

Que aquel o aquella….

Que algo tuviera que alegar….

habrá de decirlo….

En el plazo de cuatro semanas….

Antes de que reciban….

Los Sacramentos de la Santa Madre Iglesia….

Por si existiera elemento….

Que suponga impedimento….

Pues nunca será caballero….

Por dama tan bien servido….

Y que altivo luzca celada….

Con la frente despejada….

Para no sufrir afrenta….

Por toda la ornamenta….

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Que decir de la doncella….

Cuando tome esposo ella….

Su sangre por él daría….

Amorosa cada día….

Lozana blanca y esbelta….

Será su mejor ofrenda….

Ambos han de firmar tratado….

Por todo lo aquí pactado….

Si alguien tuviera algo que alegar….

Dígalo por delante y no por detrás….

(Desde dentro una voz de hombre dice):

No sabemos si la gentil doncella….

Lleva cuernos ella.

(Desde dentro una voz de mujer dice):

Sí sabemos que el gentil doncel….

Lleva cuernos él.

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(El alguacil toma de nuevo la palabra, como si no hubiera

oído nada, Y prosigue):

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ESCENA VIII

(El alguacil se va hacia la puerta de entrada, toca la trompeta, y, haciendo

gestos con la mano, invita a todos a entrar en escena. Se planta de nuevo, toca

otra vez la trompeta, y sacando otro pergamino, dice):

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