LA CENTENARIA Y NUEVA ERMITA DE REGLA

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E L verano torna a encen- der las calles y poner sombras azules en las viejas plazas de no menos vie- jos laureles de Indias. El mar, sereno y claro, pier- de su poderío mientras el ba- rrio antiguo —ese antiguo Santa Cruz que algún día será nue- vo— tiene en las casas que aún se alzan una opaca, doliente y dulce claridad. En el barrio Gabo-Llanos, ca- mino paralelo al mar, calles con aire marino. Y, allá lejos, la ciudad pierde en el campo inmenso de los Miílcíós que el sol dora. El hormigón viejo de la ciudad vieja recorta sobre el ocaso "dramático sus pardos pueblos de piedra, cal, yeso centenario. El ocaso, de par en par abierto, bulle y palpita en el viejo barrio sonoro, en el vie- jo barrio que, una vez más, ar- de en fiestas junto a la centena- ria ermita reconstruida de ma- nera ejemplar por los que a su sombra nacieron y vivieron. H viento limpio del mar trae «1 bramido de la sirena de un petrolero que, a longo de la cos- ta, demanda práctico. Él barco, lento y rápido a la vez, vence al mar, mas no al cielo. Lo azul queda atrás, abierto en plata viva, y está otra vez delante de la proa acerada y desafiadora. Juegos de sombra azul y sol. Rojean las elegantes y humil- des tejas del barrio que, brus- camente, se torna industrial y portuario. Pero allí, en la mis- ma orilla del mar —allí donde nació Santa Cruz al filo de la ilí S&* SÍSS:*:^ ||:| Reconstruida por los hombres del viejo barrio, la centenaria ermita luce junto a la ciudad que crece Santa Cruz de ayer y de faoy La centenaria y nueva ermita de Regla ola, donde el agua abre sus frescos abanicos de plata— la dulce y pequeña campana, en- tre humo y luz canta con ale- gría de bronce. Vieja playa, so- la ry retraída. Y < sobre ella la musculosa -desnudez de piedra negra del castillo de San Juan y, en la margen derecha, el no menos pétreo polvorín —«La Pólvora» se le llamaba antaño— que, con la ermita de Regla, es otra de las reliquias que allí se conservan. Hoy, gracias al esfuerzo de hombres de corazón derecho —de los que llevan la verdad como arma en la vida—, la er- mita ha sido restaurada y, co- mo antaño, se abre a todos los que a su sombra fabricaron sueños, a los descendientes de aquellos hombres ejemplares que hicieron el barrio. Hoy, con la injusta manía de los olvidos, la justa manía de los recuerdos. Por ello evocamos a los pesca- dores de la mar profunda, a los hombres del carbón y la carga blanca, a todos los que hacían sus vidas donde el mar alzaba sus bríos, donde era haz de es- pumas. De la centenaria ermita, en su «Historia de Santa Cruz» nos dice don Alejandro Cioranescu: «La ermita de Regla estaba de- dicada a Nuestra Señora de Guadalupe: la había fundado en 1643 el Cabildo de La Lagu- na, para servir a las devociones de la guarnición del castillo de San Juan, de. reciente creación. En 1666 el capitán Domingo Díaz Virtudes, vecino de Santa Cruz y piloto de la carrera de Indias, dejaba por su testamen- to un capital de 4.000 reales a la ermita de Regla y otro igual a la capilla de Regla, que él mismo había fundado en el convento de Santo Domingo, Ho sabemos qué relación pudo haber entre la ermita y la capi- lla. Su imagen titular se consi- dera de procedencia america- na: es posible que haya sido re- galada por el mismo Díaz Vir- tudes. En realidad ignoramos casi todo su pasado. Su fiesta, celebrada el 8 de septiembre, fue muy popular en Santa Cruz». Esta es la fiesta que renace junto a los muros centenarios. Esta es la fiesta que atrae, des- de los diferentes barrios de la ciudad, a los que en aquel am- plio sector nacieron y vivieron. Como siempre, en el barrio —y pese a las obras portuarias— aún hay olasí de sal y cristal, olor de mar desnudo. Allí nació la ciudad y/con la centenaria ermita, dos reliquias de anta- ño, dos reliquias que hay que conservar a toda costa. El castillo dé San Juan, cuya construcción se inició allá por 1625, no se concluyó hasta 1641, cuando, con motivo de la sublevación de Portugal, el en- tonces Capitán General, don Luis Fernández de Córdoba, de- cidió completar el torreón dé la Caleta de Negros. Dos años más tarde quedó listo el nuevo fuerte que dejaba asomar —ad- vertencia muda, pero significa- tiva— las negras bocas de su artillería. En el camino de Regla, o del Calvario, se construyó en1753 un edificio para depósito de pólvora. «Como para el uso a que se destinaba este edificio se necesitaba que fuese sólido, se fabricó con las condiciones ne- cesarias para ello, sin atender a ninguna otra circunstancia, por lo que presenta un aspecto por demás sombrío e imponen- te»;; ••;-•:.':-'.. r .p ti O.ÍT'i j . - lífj Soledad casi absoluta. Silen- cio humano en la tarde que muere. ¡Y el alma se va en su barcorde paz a todos sus sue- ños; Y vive largamente, en una tarde, en las tierras bellas tan cercanas a todas sus atrevidas fantasías. Amontonamiento de barrio viejo, barrio sabio y pescador, barrio que ha sabido realizar con fe plena la reconstrucción de la ermita que le vio nacer y le bendijo con las lágrimas so- noras de la campana, sencilla como el alma de un bendito. En la calle rojiza por el sol poniente —entre la tierra fresca y la mar dura— el silencio desli- za su alteroso navio. Santa Cruz se envuelve en velo tenue de calima y hay sobre la ciu- dad, proyectada sobre un fon- do de montañas, como un vi- drio de ilusión. Solares, campo en la ciudad, hierba y abando- no, y, al fondo —siempre al fon- do— Santa Cruz reluce con los últimos ecos del sol. Si se es de donde se viene y de donde se nace, también se es —y mucho- de donde se muere. Por ello nadie olvida el punto donde nacieron a la muerte sus mayores que, cualquiera que fuera punto de procedencia, allí, en Cabo-Llanos, para siem- pre se afincaron y allí, a la vera de la mar inquieta, vivieron con felicidad. El barrio tenía la bondad del buen pan en la mesa y, como el dolor a la herida, está atado a los que en él vivieron entré la dicha y la dureza. Hoy, su au- sencia hiere y duele pero, una vez al año, allí vuelve el regoci- jo, las guitarras que cantan y encantan, el jugo de oro de las viñas que perfuma el dolor. Todo se va en la vida. Se va o perece. Pero esta fe de los hombres del Cabo y Los Llanos es algo que a todos llega hasta el corazón del corazón. Ya lejos retumba la queja azul de la mar y sobre la tristeza de hoy debemos evocar la grandeza del ayer, la antigüedad salada, portuaria y llena de donaire del viejo barrio que, como Ave Fé- nix, canta, muer e y renace. En la playa, luz marina que cae de los cántaros del cielo, que sube de la espuma, como luz de sal. Y, cerca, la ermita —como una ola que arde de blancura— de los hombres de corazón sencillo, de los que siempre han llevado la verdad como arma en la vida.— Juan A. Padrón Albornoz. CAJA DE INVERSIONES FILATÉLICAS DE CANARIAS, S.A. Domicilio Social: Av. de Escalentas, 40 - bajo Teléfono: 203231 LA SOCIEDAD DE VALORES AL SERVICIO DEL PUEBLO CANARIO INVERSIÓN: Base de todo desarrollo. AHORRO: Su seguridad. PIÉNSELO BONOS FILATÉLICOS, A 3 AÑOS, CON UN INTERÉS ANUAL NETO DEL 1 7% DELEGACIONES: LAS PALMAS, TENERIFE, VIGO Y SALAMANCA Tenerife: C/ Matilde Martín. 2 (Esquina Salamanca). Tfno.: 2812OO ASISTENTES La matrícula para el próximo curso 1982/83 quedará abierta del 6 al 2O de septiembre. Avenida Reyes Católicos 7. Teléfono: 225771,

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Artículo de Juan Antonio Padrón Albornoz, periódico El Día, sección "Santa Cruz de ayer y hoy", 1982/09/05

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EL verano torna a encen-der las calles y ponersombras azules en las

viejas plazas de no menos vie-jos laureles de Indias.

El mar, sereno y claro, pier-de su poderío mientras el ba-rrio antiguo —ese antiguo SantaCruz que algún día será nue-vo— tiene en las casas que aúnse alzan una opaca, doliente ydulce claridad.

En el barrio Gabo-Llanos, ca-mino paralelo al mar, callescon aire marino. Y, allá lejos, laciudad sé pierde en el campoinmenso de los Miílcíós que elsol dora. El hormigón viejo dela ciudad vieja recorta sobre elocaso "dramático sus pardospueblos de piedra, cal, yesocentenario. El ocaso, de par enpar abierto, bulle y palpita enel viejo barrio sonoro, en el vie-jo barrio que, una vez más, ar-de en fiestas junto a la centena-ria ermita reconstruida de ma-nera ejemplar por los que a susombra nacieron y vivieron.

H viento limpio del mar trae«1 bramido de la sirena de unpetrolero que, a longo de la cos-ta, demanda práctico. Él barco,lento y rápido a la vez, vence almar, mas no al cielo. Lo azulqueda atrás, abierto en plataviva, y está otra vez delante dela proa acerada y desafiadora.

Juegos de sombra azul y sol.Rojean las elegantes y humil-des tejas del barrio que, brus-camente, se torna industrial yportuario. Pero allí, en la mis-ma orilla del mar —allí dondenació Santa Cruz al filo de la

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Reconstruida por los hombres del viejo barrio, la centenaria ermita luce junto a la ciudad que crece

Santa Cruz de ayer y de faoy

La centenaria y nueva ermita deRegla

ola, donde el agua abre susfrescos abanicos de plata— ladulce y pequeña campana, en-tre humo y luz canta con ale-gría de bronce. Vieja playa, so-la ry retraída. Y < sobre ella lamusculosa -desnudez de piedranegra del castillo de San Juany, en la margen derecha, el nomenos pétreo polvorín —«LaPólvora» se le llamaba antaño—que, con la ermita de Regla, esotra de las reliquias que allí seconservan.

Hoy, gracias al esfuerzo dehombres de corazón derecho—de los que llevan la verdadcomo arma en la vida—, la er-mita ha sido restaurada y, co-mo antaño, se abre a todos losque a su sombra fabricaronsueños, a los descendientes deaquellos hombres ejemplaresque hicieron el barrio. Hoy, conla injusta manía de los olvidos,la justa manía de los recuerdos.Por ello evocamos a los pesca-dores de la mar profunda, a loshombres del carbón y la cargablanca, a todos los que hacíansus vidas donde el mar alzabasus bríos, donde era haz de es-pumas.

De la centenaria ermita, ensu «Historia de Santa Cruz» nosdice don Alejandro Cioranescu:«La ermita de Regla estaba de-dicada a Nuestra Señora deGuadalupe: la había fundadoen 1643 el Cabildo de La Lagu-na, para servir a las devocionesde la guarnición del castillo deSan Juan, de. reciente creación.En 1666 el capitán DomingoDíaz Virtudes, vecino de SantaCruz y piloto de la carrera deIndias, dejaba por su testamen-to un capital de 4.000 reales ala ermita de Regla y otro iguala la capilla de Regla, que élmismo había fundado en elconvento de Santo Domingo,Ho sabemos qué relación pudohaber entre la ermita y la capi-lla. Su imagen titular se consi-dera de procedencia america-na: es posible que haya sido re-galada por el mismo Díaz Vir-tudes. En realidad ignoramoscasi todo su pasado. Su fiesta,celebrada el 8 de septiembre,fue muy popular en SantaCruz».

Esta es la fiesta que renacejunto a los muros centenarios.

Esta es la fiesta que atrae, des-de los diferentes barrios de laciudad, a los que en aquel am-plio sector nacieron y vivieron.

Como siempre, en el barrio—y pese a las obras portuarias—aún hay olasí de sal y cristal,olor de mar desnudo. Allí nacióla ciudad y/con la centenariaermita, dos reliquias de anta-ño, dos reliquias que hay queconservar a toda costa.

El castillo dé San Juan, cuyaconstrucción se inició allá por1625, no se concluyó hasta1641, cuando, con motivo de lasublevación de Portugal, el en-tonces Capitán General, donLuis Fernández de Córdoba, de-cidió completar el torreón dé laCaleta de Negros. Dos añosmás tarde quedó listo el nuevofuerte que dejaba asomar —ad-vertencia muda, pero significa-tiva— las negras bocas de suartillería.

En el camino de Regla, o delCalvario, se construyó en 1753un edificio para depósito depólvora. «Como para el uso aque se destinaba este edificio senecesitaba que fuese sólido, se

fabricó con las condiciones ne-cesarias para ello, sin atendera ninguna otra circunstancia,por lo que presenta un aspectopor demás sombrío e imponen-te»;; • • ; - • : . ' : - ' . . r .p t i O.ÍT'i • j . -

líf j Soledad casi absoluta. Silen-cio humano en la tarde quemuere. ¡Y el alma se va en subarcorde paz a todos sus sue-ños; Y vive largamente, en unatarde, en las tierras bellas tancercanas a todas sus atrevidasfantasías.

Amontonamiento de barrioviejo, barrio sabio y pescador,barrio que ha sabido realizarcon fe plena la reconstrucciónde la ermita que le vio nacer yle bendijo con las lágrimas so-noras de la campana, sencillacomo el alma de un bendito.

En la calle rojiza por el solponiente —entre la tierra frescay la mar dura— el silencio desli-za su alteroso navio. SantaCruz se envuelve en velo tenuede calima y hay sobre la ciu-dad, proyectada sobre un fon-do de montañas, como un vi-drio de ilusión. Solares, campoen la ciudad, hierba y abando-no, y, al fondo —siempre al fon-

do— Santa Cruz reluce con losúltimos ecos del sol.

Si se es de donde se viene yde donde se nace, también se es—y mucho- de donde se muere.Por ello nadie olvida el puntodonde nacieron a la muerte susmayores que, cualquiera quefuera eí punto de procedencia,allí, en Cabo-Llanos, para siem-pre se afincaron y allí, a la verade la mar inquieta, vivieroncon felicidad.

El barrio tenía la bondad delbuen pan en la mesa y, como eldolor a la herida, está atado alos que en él vivieron entré ladicha y la dureza. Hoy, su au-sencia hiere y duele pero, unavez al año, allí vuelve el regoci-jo, las guitarras que cantan yencantan, el jugo de oro de lasviñas que perfuma el dolor.

Todo se va en la vida. Se vao perece. Pero esta fe de loshombres del Cabo y Los Llanoses algo que a todos llega hastael corazón del corazón. Ya lejosretumba la queja azul de lamar y sobre la tristeza de hoydebemos evocar la grandezadel ayer, la antigüedad salada,portuaria y llena de donaire delviejo barrio que, como Ave Fé-nix, canta, muer e y renace.

En la playa, luz marina quecae de los cántaros del cielo,que sube de la espuma, comoluz de sal. Y, cerca, la ermita—como una ola que arde deblancura— de los hombres decorazón sencillo, de los quesiempre han llevado la verdadcomo arma en la vida.— JuanA. Padrón Albornoz.

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