LA CIUDAD DE CHICHEN ITZA, CASA DE QUETZALCOÁTL

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EL REGRESO DEL POCHTECATL POR: Roberto Laguna Luna Clementina Mendoza Carrillo TRILOGÍA DEL CICLO NAHUATL EL REGRESO DEL PCHTECATL KUKULKAN BAJA AL MICTLÁN LA CONJURA DE TLATELOLCO Editorial 234 dec-l Derechos reservados

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EL REGRESO DEL POCHTECATL

POR: Roberto Laguna LunaClementina Mendoza Carrillo

TRILOGÍA DEL CICLO NAHUATL

EL REGRESO DEL PCHTECATL

KUKULKAN BAJA AL MICTLÁN

LA CONJURA DE TLATELOLCO

Editorial 234 dec-lDerechos reservados

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XIX. LA CIUDAD DE CHICHEN-ITZA CASA DEQUETZALCÓATL

Por espacio de quince kilómetros, los comerciantes han transitado por las calles deChichen-Itza; los caminos divergen de los centros importantes como luces irradiadas

 por una estrella y desembocan en las amplias calzadas. Huertas, plazuelas, castillos,

santuarios, templos, escuelas, comercios, barriadas, bodegas, mercados, zonasresidenciales, etc., forman una gigantesca urbe, que no sospecharon existiera detrás delnombre de Chichen-Itza. En el pasado, desde esta capital se resolvieron los problemasque agobiaban a la región. Otlica imagina la cantidad de responsabilidades que debieronagitar las almas de millones de mayas antiguos. Hoy la ciudad está venida a menos, se

 percibe en: los baldíos invadidos por la maleza, las casas viejas sin reparar, los caminosmal cuidados y la pobreza de la gente. Cuando por primera vez escucharon el nombre de Chichen-Itza, no percibieron la tristerelación que guarda con el Katún-ocho; ahora saben que miles de gentes saldránafectadas en su vida. La secuela del daño será paulatina: sueños truncados, familiasdestruidas, carencia de víveres, enfermedades, guerras intestinas, plagas, muerte,desolación y ruina; pero ningún mortal puede cambiar el curso del destino, al menosesto cree el viejo Otlica.

Al día siguiente, mejor ubicados en el entorno citadino, los mercaderes y sus cargadoresson conducidos por un guía al centro cívico. En la zona residencial la situación lucediferente: calles barridas, casas encaladas con lindas fachadas de madera, niños jugandoy corriendo, gente por todos lados entretenida en sus actividades.

La riqueza escultórica de la ciudad va de la mano con su decadencia, pero el juicio seles nubla cuando llegan al centro mayor. ¡Oh, Quetzalcóatl! Ahí se dan cuenta de lagloria y poder de este Dios, al que los mayas llaman Kukulkán. Chichen-Itza, obra de

los altísimos, es la maqueta a escala de un plano estelar, donde cada templo oconstrucción representa una estrella, cuerpo celeste o singularidad, como los quasares,

 pulsares, estrellas dobles, agujeros negros, etc. Las columnas indican la ubicación de lasfranjas de asteroides. Conjuntos de edificios aluden con claridad a las constelaciones deOrión, Osa Mayor y Las Pléyades (Grupo de estrellas en la constelación de Taurus),además de otros cuadrantes. Los templos, dentro de sus múltiples funciones místico-religiosas, tienen como propósito señalar el corrimiento o velocidad a la que sedesplazan los astros en el universo: fuego=rojo, agua=azul, maíz=blanco, etc. Lascalzadas señalan la separación entre los astros, incluso los aparentes hundimientos odesniveles que se advierten en los edificios, representan la profundidad a que sonobservadas las luces en el espacio. La supuesta irregularidad en el diseño de la urbe,

engaña sólo a los neófitos, porque la edificación de Chichen-Itza requirió de lacolaboración de las mejores mentes del mundo maya. Los constructores, para dejar testimonio de su sapiencia, tomaron los cenotes, el de los Sacrificios y Xtoloc, como ejede simetría que señala al norte magnético, y construyeron el templo principal Noh ek (actualmente llamado El Castillo) a una distancia proporcional; así los cenotes cumplencon la triple función de: señalar el norte magnético; ser el eje de simetría, utilizado parael despliegue tecnológico que erigió la ciudad, e indica que el cociente de la proporciónentre las distancias antes señaladas es igual a 3.1416; razón que los llevó a considerar el

 paso cíclico de los eventos que atañen al universo. Para los que no están familiarizadoscon estos asuntos, expondré, de forma clara, cómo calculaban el valor de pi:

La distancia del templo central Noh ek (El Castillo), al cenote de Xtoloc es de *3.115Km = 3115m.; la distancia del templo central Noh ek (Venus, El castillo) al cenote de

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los Sacrificios es de *5.521 Km = 5521m. Las distancias antes mencionadas,comprenden un deslinde que abarca los diámetros de las circunferencias de los cenotes,

 pasando exactamente por el centro de la pirámide Noh ek (El castillo) Una distancialineal = 3115m. más 5521m. = 8636m. (* No tomo números decimales en lasmediciones para encontrar el valor exacto de π (pi), porque los arqueólogos,

encargados de investigar la civilización de Yucatán, aseveran que los mayas noocupaban decimales en sus operaciones) Ahora bien, si dividimos 3115m./5521m.obtenemos 0.5642093; y si dividimos 5521m./3115m. obtenemos como resultado1.7723916; dividiendo los resultados 1.7723916/0.5642093 obtenemos el valor de pi =3.1413725 (muy aproximado al valor actual de π = 3.141554, redondeado a 3.1416).¡Magistral! Un conocimiento oculto a la vista de todo el mundo, tal y como semencionaba en el documento chene.

Amplias calzadas enmarcan los templos, palacios, juegos de pelota y adoratorios. La bóveda del mercado principal es sostenida por cientos de columnas que dan pulcritud ysobriedad al conjunto arquitectónico, donde se desarrolla el intercambio comercial.Extensas áreas cubiertas de árboles alegran la ciudad; pero una vez más, los aztecas sequedan atónitos al contemplar el templo de Kukulkán, porque el diseño correspondeexactamente al del templo Tolteca dedicado a Quetzalcóatl en Tollan (Tula Hidalgo,México). Los nahuas, arrodillados, solicitan al Dios les sea propicio en el viaje deregreso.

Con el transcurso de los días los comerciantes se percatan que la situación entre lositzaes es complicada: la ciudad se encuentra en un marcado retroceso; los trabajos en vía

 pública no se realizan; el autoritarismo coarta cualquier tipo de expresión; los impuestosson elevados; la corrupción y la prepotencia alcanzan todos los niveles; el comercio estárestringido a las familias más pudientes y todos los productos tienen sobreprecio. Ensuma, no hay libertades y las clases bajas no comprenden a donde va a parar el producto

de su esfuerzo. Efecto del mismo mal son la descomposición social que se refleja en elvandalismo; la venganza arroja como saldo algún muertito a diario. La falta dealimentos básicos debido a la sequía que ya dura años provoca hambrunas. Losdestrozos y saqueos amenazan con llevar a los estamentos sociales a la bancarrota; elorden se resquebraja y la autoridad es rebasada por los desmanes. De un momento aotro, la ciudad se paralizará. Entonces, Otlica decide enviar de regreso al pochtecahAhatzin y sus cargadores.

Ahatzin piensa que para viajar ligeros es conveniente llevar carga valiosa, manejable yligera, por eso adquieren las preciadas plumas multicolores que podrán comercializar a

 buen precio. Terminado el negocio, empacan cuidadosamente la carga y salen de la

ciudad.Otlica no permanece mucho tiempo solo, pues a escasos trece días de la marcha de suscompañeros, Comitl, acompañado de su estado mayor, entra a Chichen-Itza, y debido aque ahora sí respetó las reglas de la guerra, llega con vida. No hay nadie que comalumbre, piensa el viejo Otlica cuando el guerrero le platica su aventura.

Comitl Aca, indiferente a la belleza de la ciudad, de inmediato se apersona ante elhalach-huinic Chac-Xib-Chac, un hombre moreno, enorme de estatura, redondo deformas, pulcramente vestido y muy agradable en su trato. El ahau recibeceremoniosamente el mensaje del tlatoani Itzcóatl. Con un semblante marcado por latristeza, Chac-Xib-Chac revisa la pictografía de la misiva escrita en papel amate, laobserva con curiosidad y al no entender el contenido la devuelve para que Comitl la lea.Durante la lectura del documento, Chac-Xib-Chac no se cansa de ver a un guerrero tan

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alto, delgado y musculoso, un perfecto asesino, piensa el ahau. Comitl Acatzin visteintachablemente el uniforme de guerra de la isla, las protecciones de piel para lascoyunturas, el ixcahuipilli (armadura de algodón y sal), la capa confeccionada con

 plumería fina, y el hermoso penacho. El tlacatécatl (general) como acostumbra tratar con reyes se comporta con gracia y naturalidad. A pesar de su estatura y fortaleza física,

se nota que ha cultivado la mente y atrae con su elocuencia la atención de losdignatarios que, entre risitas, no se explican cómo el extranjero domina tan bien sulengua. La dignidad ante la calamidad es lo único visible en la nobleza itzae, al parecer están resignados a padecer los efectos de la catástrofe que se avecina. En el contenidodel mensaje, el tlatoani Itzcóatl les ofrece ayuda para enfrentar a sus enemigos. Chac-Xib-Chac, agradeciendo la oferta, responde:

 ─Querido Comitl, si el rey Itzcóatl, viéndote a ti, es como lo imaginamos, le auguramosun futuro brillante; pero nosotros debemos decaer en lo material, no así en la fuerza delespíritu, para que otros se alcen. Y cumpliremos con nuestro deber. Explícale a nuestroamigo Itzcóatl que después del gran estruendo, cuando esta parte del mundo se quedósin dueño, a una orden de las estrellas, en la región del Ziyancaán Bakhalal se reunieronlos sabios que supieron leer el mensaje estelar. Los constructores vinieron de lasregiones más alejadas del orbe y aún, cuando les era difícil comunicarse entre sí por ladiferencia en el habla, de común acuerdo se apegaron al designio divino y construyeronChichen-Itza, cumpliendo con las estrictas normas del diseño que, por razonesclimáticas, preestablecían un ciclo de desarrollo y de vida para la ciudad. Así lo hicieron

 para no torcer ni entorpecer los caminos del destino, porque todo el mundo sabe, que enel laberinto tortuoso de lo incognoscible, una cosa conduce a otra en una cíclica danzacósmica. Ahora, con la tierra empobrecida y un exceso de población, hemos llegado alfinal de nuestro desarrollo, como lo demuestran: las sequías, incendios, inundaciones,huracanes, epidemias y otras mil señales que, año tras año, son más agresivas. Por eso,obedeceremos y abandonaremos la metrópoli, pese a quien le pese, porque esto es lo

correcto y no vamos a deshonrar a nuestros abuelos y aún, cuando tenemos un ejército poderoso, no lo usaremos contra nadie, simplemente nos iremos y construiremos laciudad de Tayasal, donde nuestros nietos harán resistencia a los nuevos dueños delmundo─.

Así dijo el rey y los nobles asienten pues son del mismo parecer. Terminada larecepción el ahau y la corte se dirigen al salón de fiestas para departir con Comitl y suestado mayor.

En un ambiente más informal, el rey Chac bromea y ríe festejando las ocurrencias de suinvitado y, sin proponérselo, la reunión se convierte en una fiesta; llegan músicos y la

nobleza, hombres y mujeres de lo más fiestero organizan el baile. El rey Chac-Xib-Chaccanturrea acompañado de Comitl; el banquete no se hace esperar. Ix Nahau Mohoc, unadoncella de lindas formas, se prende del brazo de Comitl y no se despega de él, dehecho se convierte en su compañía femenina durante el resto de su estancia.

Con todo y la infausta profecía, Comitl se ofrece a proteger la salida de la gente. El ahauChac-Xib-Chac, impresionado por las cualidades de Comitl y considerándolo su amigo,accede al ofrecimiento y le permite introducir al diezmado ejército azteca, que esperaestacionado a una distancia prudente de la populosa urbe; autorizándole a establecer 

 puestos defensivos en coordinación con los militares itzaes.

El guerrero, en compensación a su buena voluntad, recibe alojamiento, dulce compañíay alimentos en abundancia, todas, cosas dignas del buen Comitl.

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En el palacio que nombran Ah Uitz (La montaña), que el rey Chac-Xib-Chac cede aComitl, el guerrero se reúne con Otlica. Bellas mujeres sirven la comida, cantan y bailandeleitando a los invitados, parte de la nobleza maya que se encuentra prendida de losencantos de Comitl. El general, de muy buena gana, plática a Otlica sobre el encuentroque sostuvo con las fuerzas enemigas:

 ─A dos días que te fuiste y la manera de un viento impetuoso salí con mis hombres en busca de los desertores. Cruzamos ríos, ciénagas y pantanos; terrenos insalubres, muydifíciles de transitar. La vegetación, los insectos y el clima fueron a diario enemigosacérrimos. Lo demandante de la región ocasionó que muchos hombres enfermaran,aunque desgraciadamente los tuvimos que abandonar, para no retrasar la cacería, asílibrándonos de los estorbos y con la ayuda de los guías superamos en poco tiempo unagran distancia.

Los renegados, que de seguro conocen el modo de pensar del rey Itzcóatl, dejaron espíasque los mantuvieron informados sobre nuestros movimientos.

Los generales confiados en su numeroso ejército y contando con información de primera mano, quisieron sacar provecho de la ventaja que les suponía el escaso numerode mis hombres y decidieron enviar una fracción de sus fuerzas a terminar con laamenaza que les significábamos, así buscaron la posición más favorable para ocultarsede nuestra vista, y prepararon la emboscada. Debido a la prisa que teníamos por alcanzarlos y a la espesa vegetación, no nos dimos cuenta de la acechanza hasta que fuedemasiado tarde. El comerciante Quetolzonzin Cozupa y el grupo que enviaste, llegaron

 justo a tiempo para ver el atolladero en que nos encontrábamos. Ceti Miquini a pleno pulmón gritaba aquí y allá, exhortándonos para que detuviéramos el ataque, puesdeseaba salir a investigar, y en disfraz de mono cumplió su propósito pues no tardo en

 perderse entre la arboleda; a su regreso me informó que no lograríamos salir del cerco

que nos tendía una tropa de aproximadamente dos mil quinientos guerreros. Nuestroshermanos, vistiendo a la usanza de Xicalanco, asomaban entre la vegetación, paragritarnos amenazas, y hacer sorna de nuestra precaria situación; nosotros escuchábamos

  boquiabiertos los gritos e injurias que nos lanzaban, como si fuéramos extraños.Entonces, no nos cupo la menor duda de que todos ellos estaban coludidos en latraición. Y por primera vez tuvimos miedo de que esas bien adiestradas tropas nahuasfueran nuestra perdición. Sin pensar en otra cosa más que en salvar a mis guerreros,envié a Teteme Ahuetl a conferenciar, negociábamos la rendición; gente iba y venía con

 propuestas en ambos sentidos. A los generales les parecía buena idea que me les uniera,sobre todo porque entre nosotros iba el invencible Axayacaci Xihutototzin, decían entono conciliador que prosiguiéramos el camino juntos, que habría de sobra para todos.

Dándole tiempo al tiempo, les hacía creer que sus proyectos me interesaban; y trasalgunas horas de intensa negociación, cansados de darle vueltas al asunto, me presionaron con demandas; querían que les entregara a mi estado mayor, argumentandoque necesitaban una muestra de buena voluntad para confiar en mi palabra.

A Taltezco Ocelotl, Axayacaci Xihutototzin y Águila Omometl, les costaba trabajomantener el orden; entre las filas olía a vómito, orín y mierda. Las sombras avanzabanajenas a la tragedia que estaba a punto de alcanzarnos, cuando los generales lanzaron elultimátum: o les entregaba a mi estado mayor o tendría que pelear. Viendo que lasituación era insostenible, pedí a los guerreros, vía cucuahunochtin, aligeraran la carga,y entonces di la orden de avanzar. Taltezco Ocelotl, sirviendo de punta de lanza,

anticipó la falange y nos abrió paso con una celeridad sorprendente. Axayacaci,incontenible como siempre y sin cansarse de matar, nos brindo cobijo entre el infiernoque descubría a nuestro paso, el gigante Taltezco. Así entramos como cuña al interior de

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la jungla. El enemigo, atónito por la pronta ejecución de la maniobra y amilanado por la  bravura de mis tropas, nos permitió huir, retrayéndose a la aventura de seguirnos, porque la tarde cedía paso a la noche. Los evadimos riendo gozosos y al mismo tiempo,incrédulos de que el ardid hubiera funcionado; pero cantamos victoria demasiado

  pronto, porque apenas amaneció, se lanzaron como perros sobre nuestros pasos.

Mientras continuábamos con la fatigosa huida, buscaba el lugar más conveniente parahacerles frente; entonces, al vadear un pantano colmado de lagartos, preví claramenteque las aguas cenagosas serían un buen aliado y paramos ocultándonos detrás de laespesura. Los cucuahunochtin, siguiendo las disposiciones de Axayacaci, distribuyerona los hombres en cuadros maniobreros para aprovechar mejor la situación. TaltezcoOcelotl y sus quinientos guerreros, sirviendo de señuelo, esperaron a que el enemigoestuviera visible y fingieron seguir en fuga. Lo que impulsó a que los traidores vadearanel pantano con sobrada imprudencia diría yo. Taltezco, pasando de largo nuestras líneas,siguió con lo convenido que consistía en atraer a nuestra posición las tropas traidoras yregresar en U para caer de golpe sobre su flanco. En una situación inversa a la del díaanterior, le comenté al estado mayor que nosotros no parlamentaríamos, con lo queestalló la risa nerviosa. En condiciones de superioridad estratégica, los mirábamosatravesar el lodazal, estaban seguros de acarrearnos la ruina. ¡Ingenuos! Nosospechaban que los aguardábamos dispuestos a destruirlos de una vez por todas;entonces, recordé a los hombres que tenían prohibido rendirse, que no aceptaría laderrota y que ningún enemigo debería salir con vida, ni nosotros mismos si eranecesario. Cuando el pantano quedó a sus espaldas, al grito de: ¡México en guerra! Elcaballero águila Axacayaci Xihutototzin, al frente de los hombres, cargó contra ellos.Mientras tanto, el estado mayor y yo nos retiramos a un lugar seguro para supervisar eldesarrollo del combate. La lucha instantáneamente se levantó sangrienta, el batir de lasarmas crecía por momentos; gritos horrísonos quebraban la atmósfera e invadían laselva de malestar. Los lagartos enloquecieron con el olor de la sangre y atacaron a losque estaban en el agua. Las noticias, que me llagaban algunas veces eran alentadoras yotras, desesperadas. Cuando la disputa alcanzó su punto álgido, me quedé sin hombresque disponer al frente. Águila Omometl, sin poder contenerse, me pidió permiso paraentrar a la reyerta con el piquete de hombres que nos custodiaban. Viendo la cara de losguardias, consideré que no tenía derecho a retenerlos y accedí a su petición. Nuestralínea retrocedía hasta casi alcanzar mi posición, pero los hombres no cedían por puro

 pundonor, y aunque el enemigo era numeroso, caían como moscas ante la versatilidadde mis águilas y ocelotes. Cuando ordenaba al estado mayor prepararse para entrar a larefriega, Taltezco Ocelotl, saliendo de entre los árboles con sus quinientos bravos,golpeó el flanco derecho de las tropas enemigas. Nunca imaginé lo que este gigante

 podía representar para sus compañeros; pero lo cierto fue, que con más violencia sedefendió la posición. El combate se prolongó toda la mañana y parte de la tarde, pues

los aztecas de ambos bandos fuimos educados para no aceptar la derrota, y con elmismo orgullo cerril nos infligíamos mutuamente la destrucción, hasta que finalmentelogramos desalojarlos de la selva.

Doscientos cincuenta prisioneros quedaron en nuestro poder, a los que obligué a cavar fosas donde sepultamos a los muertos. Como no podíamos cargar con ellos y para nocomplacerlos en su deseo de morir, ordené se les cercenara la mitad del pie derecho ylos envié de regreso a Xicalanco para que fueran vendidos como esclavos, por ciertoque aproveche para mandar de regreso a Quetolzonzin Cozupa y sus cargadores. Acontinuación me aboqué a hostigar al enemigo con los arcos, al puro estilo zapoteca, sin

 presentarme nunca de frente, porque mi contingente quedó muy mermado. Cuando

comprendimos que no los detendríamos, decidimos cambiar el rumbo y venimos directoa Chichen-Itza.

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A pesar de la distancia hemos mantenido abierta la comunicación con México, y elemperador Itzcóatl expidió una misiva que ya entregué al ahau Chac-Xib-Chac, en laque ofrece su ayuda contra los traidores; mientras que a mí, me ha reiterado la orden deno regresar a la isla sin la cabeza de esos siete; por eso, vamos a esperar los refuerzosque ya vienen de Tenochtitlan, y ahora esos cobardes temerán la cólera de Itzcóatl,

 porque si nosotros, un puñado de hombres mal armados, no les tenemos miedo, el rey,con sus incalculables recursos, menos miedo les tendrá.─ 

En los días siguientes, Comitl y sus hombres pusieron manos a la obra y se dedicaron ainspeccionar los puestos defensivos de la ciudad; pero todo es inútil porque Chichen-Itza es tan grande, que puede ser asaltada con éxito desde muchos puntos, y aún cuandose pone el mayor empeño en protegerla, nada se puede hacer, porque Chichen-Itzaagoniza afectada por un virus invisible y fatal, llamado Katún-ocho.

Para colmo de males, Comitl y sus guerreros quedan solos y abandonados a su suerte, arazón de una inundación que se registra en la isla de Tenochtitlan donde muere ahogadoel tlatoani Itzcóatl. ¿Qué pasa con la misión en tierras mayas? Simplemente quedarelegada al olvido.