La Clonacion- Lengua 2

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La clonacion Dr. Luis E. Ráez La clonación es un tema atractivo para muchos. Se argumenta que con la clonación, podríamos «inmortalizar» artistas famosos, políticos, estrellas de cine, etc. Por ejemplo, se podría clonar a Michael Jordan y obtener un equipo completo de jugadores de básquetbol idénticos a él para conformar el « dream team» del futuro. Otras personas con argumentos más conmovedores promueven la clonación humana para reemplazar a un hijo tempranamente muerto; permitir a personas infértiles tener descendencia; obtener órganos para gente enferma, etc. Si describiéramos todos los supuestos beneficios de la clonación, nunca terminaríamos de escribir esta reflexión. Aunque muchas expectativas de la gente a favor de la clonación no provienen de la ciencia-ficción, hay que considerar que entre lo que se promete y lo que pueda realmente ocurrir hay mucha diferencia. Entonces, ¿en qué consiste la clonación? La palabra «clonación» significa «división o aislamiento». Podemos decir que existen básicamente dos posibilidades de clonación. La primera es que después del proceso de unión entre la célula materna (óvulo) y la célula paterna (espermatozoide), el nuevo ser humano es una sola célula que se empezará a dividir para desarrollarse como un ser completo. Cuando se ha dividido en cuatro células, cada una de ellas todavía tiene toda la capacidad de desarrollar un ser humano completo. En 1993, la revista Science recogió las investigaciones de científicos de la George Washington University que dividieron (clonaron) por vez primera embriones humanos. Esta vez los científicos usaron embriones recién formados de cuatro células separando cada una de ellas, a este nivel cada una todavía tiene la capacidad de generar un ser humano completo. Esta posibilidad de clonación no goza del pleno respaldo de la comunidad científica justamente porque en este caso un mayor número de científicos acepta que se están manipulando seres humanos ya que el embrión está formado y ha sido concebido de una forma más «natural» (unión del óvulo y espermatozoide) que en el caso de la clonación «terapéutica» que explicamos a continuación. La segunda técnica consiste en tomar el núcleo de una célula madura - que tiene todo el patrimonio genético de un ser humano- de cualquier parte del cuerpo de un adulto y depositarla dentro del óvulo materno, al que previamente se le ha extraído su propio núcleo. De esta manera, el núcleo de la célula madura «ordenará» a la célula primitiva la formación de un embrión que será depositado en el útero de la madre. Esto se logró en 1997 cuando la revista Nature informó el nacimiento de

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La clonacion

Dr. Luis E. Ráez

La clonación es un tema atractivo para muchos. Se argumenta que con la clonación, podríamos

«inmortalizar» artistas famosos, políticos, estrellas de cine, etc. Por ejemplo, se podría clonar a

Michael Jordan y obtener un equipo completo de jugadores de básquetbol idénticos a él para

conformar el « dream team» del futuro. Otras personas con argumentos más conmovedores

promueven la clonación humana para reemplazar a un hijo tempranamente muerto; permitir a

personas infértiles tener descendencia; obtener órganos para gente enferma, etc.

Si describiéramos todos los supuestos beneficios de la clonación, nunca terminaríamos de

escribir esta reflexión. Aunque muchas expectativas de la gente a favor de la clonación no

provienen de la ciencia-ficción, hay que considerar que entre lo que se promete y lo que pueda

realmente ocurrir hay mucha diferencia. Entonces, ¿en qué consiste la clonación?

La palabra «clonación» significa «división o aislamiento». Podemos decir que existen

básicamente dos posibilidades de clonación. La primera es que después del proceso de unión

entre la célula materna (óvulo) y la célula paterna (espermatozoide), el nuevo ser humano es

una sola célula que se empezará a dividir para desarrollarse como un ser completo. Cuando se

ha dividido en cuatro células, cada una de ellas todavía tiene toda la capacidad de desarrollar

un ser humano completo. En 1993, la revista Science recogió las investigaciones de científicos

de la George Washington University que dividieron (clonaron) por vez primera embriones

humanos. Esta vez los científicos usaron embriones recién formados de cuatro células

separando cada una de ellas, a este nivel cada una todavía tiene la capacidad de generar un

ser humano completo. Esta posibilidad de clonación no goza del pleno respaldo de la

comunidad científica justamente porque en este caso un mayor número de científicos acepta

que se están manipulando seres humanos ya que el embrión está formado y ha sido concebido

de una forma más «natural» (unión del óvulo y espermatozoide) que en el caso de la clonación

«terapéutica» que explicamos a continuación.

La segunda técnica consiste en tomar el núcleo de una célula madura -que tiene todo el

patrimonio genético de un ser humano- de cualquier parte del cuerpo de un adulto y depositarla

dentro del óvulo materno, al que previamente se le ha extraído su propio núcleo. De esta

manera, el núcleo de la célula madura «ordenará» a la célula primitiva la formación de un

embrión que será depositado en el útero de la madre. Esto se logró en 1997 cuando la

revista Nature informó el nacimiento de la oveja «Dolly», clonada por científicos escoceses.

Este tipo de clonación se llama: «clonación terapéutica» y como el experimento parte de dos

células (y no embriones todavía) goza de mas aceptación y popularidad.

Pretender que estos experimentos iniciales puedan satisfacer todas las esperanzas puestas en

la clonación no sólo técnicamente es irreal por ahora, sino que presenta problemas morales

serios, ya que la clonación y el proceso que conlleva violan los derechos fundamentales del ser

humano y arriesga la vida del embrión. El experimento para la clonación de la oveja «Dolly»

implicó 277 intentos de fusión de células, los investigadores lograron engendrar con éxito ocho

embriones y de ellos uno sólo sobrevivió: «Dolly». Con estas cifras, se puede estimar la

cantidad de vidas humanas que se perderán durante los eventuales experimentos de clonación

mientras éstos ocurran con la tecnología actual. Por ello, el mismo Dr. Alan Colman que

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participó en la clonación de «Dolly» se opuso rotundamente en agosto de 2001 durante una

conferencia de expertos en clonación en Washington a los comentarios de algunos científicos

de tan dudosa reputación, como Severino Antinori de Italia, que ya aseguraban estar

dispuestos a intentar clonar seres humanos con la técnica escocesa.

No hay que usar mucha ciencia para darse cuenta que toda esta pretensión de la clonación de

seres humanos va en contra del sentido común. Retomemos el ejemplo inicial de este artículo.

Si clonásemos a Michael Jordan obtendríamos una copia de su figura, pero, ¿qué pasa si el

clon no tiene habilidades para el básquetbol?, ¿qué pasa si las tiene pero quiere hacerse

músico?, ¿serían estos clones propiedad de los que pagaron por clonarlos, violándose así los

derechos fundamentales de igualdad y libertad?, ¿qué pasaría si los dictadores quieren

clonarse o quieren clonar otros seres humanos para sus propios fines?

Las posibles preguntas son innumerables y sólo la irresponsabilidad puede justificar a quien

quiera seguir adelante sin dar respuesta a todas estas dudas. En este sentido, uno de los

puntos que debe quedar claro -especialmente para los que tienen esperanzas en la cura de

enfermedades con la producción de clones- es el hecho de que no existe actualmente forma de

conseguir células estaminales u órganos para trasplantes provenientes de un embrión humano

clonado sin matarlo.

La Iglesia Católica recuerda en documentos como la Instrucción Donum Vitae -publicada en

1987 sobre el respeto de la vida humana naciente y la dignidad de la procreación: «La

investigación científica, fundamental y aplicada, constituye una expresión significativa del

señorío del hombre sobre la creación. Preciosos recursos del hombre cuando se ponen a su

servicio y promueven su desarrollo integral en beneficio de todos, la ciencia y la técnica no

pueden indicar por sí solas el sentido de la existencia y del progreso humano. Por estar

ordenadas al hombre, en el que tienen su origen y su incremento, reciben de la persona y de

sus valores morales la dirección de su finalidad y la conciencia de sus límites» (Donum Vitae

2).

por Fernando Pascual

La sociedad tiene que promover, también en el mundo de la investigación y la ciencia, valores y

principios fundamentales. Los derechos humanos valen para todo hombre. El respeto de esos

derechos ha de ser exigido a toda persona capaz de actuar de modo responsable y libre,

también al científico.

Las Naciones Unidas no han sido capaces de alcanzar un acuerdo acerca de la prohibición de

la clonación humana. En la votación del 6 de noviembre de 2003 se decidió, con 80 votos a

favor, 79 en contra y 15 abstenciones, posponer el debate por dos años.

¿Por qué se ha llegado a esta situación? Se trata de un enfrentamiento de puntos de vista. Por

un lado, un amplio grupo de países apoyaban la propuesta de Costa Rica, en la que se prohibía

tanto la clonación reproductiva como la así llamada “clonación terapéutica”. Por otro, Bélgica y

un grupo minoritario de países, defendían prohibir sólo la clonación reproductiva y, al mismo

tiempo, dejar libertad a las naciones para legislar sobre la “clonación terapéutica”. Un tercer

grupo de países, encabezados por Irán, propusieron posponer la discusión hasta dentro de dos

años. Esta propuesta fue la que finalmente, con un mínimo margen de votos, fue aceptada.

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Detrás todas estas discusiones se esconde un problema más profundo. Hay que defender, por

una lado, la libertad de la investigación, ese margen de acción necesario para que los

científicos puedan trabajar, sobre todo cuando buscan caminos para promover el bien de otros

seres humanos. Por otro, hay que reconocer esa legítima intervención de la sociedad para

poner límites éticos que den garantías de respeto y de seguridad para toda la humanidad,

también por lo que se refiere a la investigación científica.

La ciencia busca conocer. Para ello, usa aquellos procedimientos más eficaces, lleva a cabo

aquellos experimentos que permitan mejores resultados. Pero no hay que ser un Platón para

reconocer que no todo lo que funciona, no todo experimento, es ético. Muchas veces los

hombres han buscado ser eficaces a través de la violencia, del robo, del crimen organizado u

ocasional. El caso de los médicos que colaboraron con el nacismo y realizaron experimentos

de una crueldad inimaginable no es un algo aislado. Ha habido, y hay, científicos (esperamos

que pocos) que engañan, que roban secretos a compañeros, que abusan de enfermos para

hacer experimentos inhumanos, que sueñan sólo en el dinero y la fama, que se someten a los

proyectos de gobernantes sin escrúpulos para descubrir nuevas armas de destrucción masiva o

sistemas para esterilizar a grupos sociales o raciales considerados “inferiores”, que practican el

aborto como si fuese lo más natural del mundo.

Encontrarnos ante estos científicos no debe ser motivo de escándalo. Hombres deshonestos

los hay en casi todos los grupos sociales, y la clase de los investigadores no está inmune de

las debilidades humanas. El hecho de que una persona tenga muchos títulos universitarios,

haya recibido premios o reconocimientos nacionales o internacionales por algún

descubrimiento o, incluso, haya promovido actividades filantrópicas, no garantiza el que un día

realice un experimento claramente injusto, o se decida a vender un secreto de laboratorio a una

empresa de armamento o a un dictador sin escrúpulos.

Por ello, la sociedad tiene que promover, también en el mundo de la investigación y la ciencia,

valores y principios fundamentales. Los derechos humanos valen para todo hombre. El respeto

de esos derechos ha de ser exigido a toda persona capaz de actuar de modo responsable y

libre, también al científico.

Aquí encuentra su sentido la discusión sobre temas como la clonación, el aborto, la eutanasia y

otras posibilidades técnicas que la medicina moderna tiene ante sus ojos.

Haber prohibido toda forma de clonación hubiese significado promover una cultura de respeto

al hombre, a cada hombre. No sólo al individuo que pueda ser resultado de una clonación, sino,

de modo especial, al científico y al personal que trabaja en un laboratorio, para que no se

degraden con un acto injusto, contrario a los principios éticos.

Aquí conviene aclarar una cosa que ha pasado desapercibida a algunos medios de

comunicación social. La así llamada “clonación terapéutica” es también clonación reproductiva,

en el sentido de que produce (“reproduce”) un individuo humano que tiene un material genético

casi totalmente idéntico (al menos en el núcleo) a otro individuo ya existente. ¿Cuál es,

entonces, la diferencia entre estos dos “tipos” de clonación? Mientras la clonación reproductiva

dejaría nacer al individuo clonado, la así llamada “clonación terapéutica” lo habría fabricado

para experimentar con él y luego destruirlo, lo cual es un acto que atenta gravemente contra el

respeto debido a todo individuo humano, incluso al que es “producido” por clonación. En otras

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palabras, es mucho más grave la “clonación terapéutica” que la reproductiva, y el hecho de que

algunos países y científicos defiendan la “terapéutica” no puede sino ser motivo de condena y

de rechazo por parte de quienes defienden los derechos humanos.

Conviene aclarar, por último, que no habría bastado con prohibir cualquier forma de clonación.

Los científicos gozan de una gran libertad de acción en sus laboratorios, libertad que les

permite realizar numerosos actos que no acabamos de comprender bien los que no poseemos

toda la ciencia que ellos han conquistado a través del estudio. Pero esa libertad implica una

mayor responsabilidad. A más margen de acción, mayor urgencia por comprender la

importancia del respeto a cada ser humano.

Cuando un laboratorio de reproducción artificial tiene en sus manos los óvulos de varias

mujeres, los espermatozoos de varios hombres, y otros tejidos de adultos, fetos o embriones,

de hombres y de animales, sabe muy bien que puede hacer, a escondidas, experimentos

ilegales. Puede clonar, puede crear embriones para investigación, puede hacer híbridos entre

hombres y animales. Los estados, ciertamente, deberán promover sistemas de control, pero lo

principal está en la formación ética del científico.

La ciencia ofrece a la humanidad un número creciente de descubrimientos. Cada nueva

frontera conquistada abre nuevas posibilidades. Orientar bien todo este cúmulo de saberes

depende de la ética. No basta con enseñar en la universidad lo que es posible hacer, sino lo

que es correcto. El respeto al hombre, a cada hombre, desde que inicia su existencia como

cigoto hasta que muere, debe ser el criterio de discernimiento fundamental para juzgar las

acciones de los científicos. Fuera de ese respeto podrán darse descubrimientos importantes,

pero será mucho más lo que se pierda. No vale la pena vivir en un mundo técnicamente

perfecto y éticamente inhumano.

ARGUMENTOS CATOLICOS

LIMA, Redacción Central, 26 Nov. 01 (ACI).- La generación de un embrión humano por

clonación por parte de un laboratorio privado en los Estados Unidos provocó una enérgica

condena en el ámbito católico alrededor del mundo. 

Además del explícito y enérgico comunicado dado a conocer por la Sala de Prensa de la Santa

Sede, Mons. Mauro Cozzoli, Profesor de Teología Moral de la Pontificia Universidad

Lateranense, recordó que a ser el embrión un individuo, "la clonación es un hecho abusivo y

moralmente censurable". "El hecho de que lo hayan hecho con fines terapéuticos agrava el

juicio, ya que no se puede crear un individuo para después suprimirlo en beneficio de otro",

agregó el Prelado, quien recordó que un embrión, aunque tenga pocas células, tiene el estatus

de persona.

Cozzoli agregó que la clonación "con éxito" anunciada por el laboratorio

estadounidense Advanced Cell Technology (ACT) "ofende la verdad de la procreación, que

debe realizarse con el encuentro de dos gametos", y recordó que el Papa Juan Pablo II había

condenado los experimentos con embriones, al afirmar que no hay hombre alguno ni autoridad

humana que pueda disponer libremente y de manera deliberada de una vida humana inocente,

y muchos menos para después destruirla. 

Card. McCarrick: El peligro de la arrogancia

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El Cardenal Theodore E. McCarrick, Arzobispo de Washington DC, señaló que el controvertido

experimento científico "tiene peligrosas implicaciones, pues el hombre está jugando a Dios y

devaluando la vida humana". 

"El informe es profundamente perturbador", dijo el Cardenal McCarrick, quien señaló que

"aunque debemos estimular a la comunidad científica a continuar con las investigaciones de

punta, ésta debe producirse dentro del marco ético de respeto al a la vida humana y el papel de

Dios como Creador de la vida".

"La arrogancia que lleva a alguien a creer que puede jugar el papel de Dios y reducir a los

seres humanos a mera fuente de piezas de recambio es una soberbia que puede llevar a

peligrosas consecuencias que no podemos anticipar plenamente", dijo también el Purpurado de

la capital norteamericana; y advirtió que "incluso buenas intenciones evidentes, como la

curación de una enfermedad, pueden tener efectos negativos, tales como la devaluación de la

vida humana con todo lo que ello implica". "El uso de embriones para clonación está

moralmente mal", subrayó el Cardenal. 

En una última entrevista concedida a Radio Vaticano, el Vicepresidente de la "Academia

Pontificia para la Vida", Mons. Elio Sgreccia, respondió a las interrogantes surgidas en torno a

la decodificación del genoma humano, al alcance de todo el mundo vía Internet, y sobre el uso

que de estas informaciones podrían hacer algunos científicos.

La Academia Pontificia para la Vida es la institución fundada por el Papa Juan Pablo II con el

objetivo de "estudiar, informar y formar sobre los principales problemas de la medicina y el

derecho relativos a la promoción y la defensa de la vida.

- Ante todo, monseñor Sgreccia, ¿la Iglesia está a favor o en contra de la investigación

biomédica?

Monseñor Elio Sgreccia: Es conocido el pensamiento oficial de la Iglesia católica, que ha

manifestado en repetidas ocasiones su aprecio y aliento por la investigación científica,

especialmente cuando está dirigida a la prevención y el tratamiento de enfermedades y el alivio

del sufrimiento humano. Este tipo de investigación es considerado como coherente con la fe en

Dios creador.

Se podrían citar muchos textos del Magisterio de la Iglesia en este sentido. Basta pensar, por

ejemplo, en el pasaje del Concilio Vaticano 11 que dice: "la investigación metódica en todos los

campos del saber, si está realizada de una forma auténticamente científica y conforme a las

normas morales, nunca será en realidad contraria a la fe, porque las realidades profanas y las

de la fe tienen su origen en un mismo Dios. Más aún, quien con perseverancia y humildad se

esfuerza por penetrar en los secretos de la realidad, está llevado, aun sin saberlo, como por la

mano de Dios, quien, sosteniendo todas las cosas, da a todas ellas el ser" "(Gaudium et Spes

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