La Concepción Del Hombre en El Filosofar Cínico _ Reflexiones Marginales

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20/9/2015 La concepción del hombre en el filosofar cínico | Reflexiones Marginales chromeextension://iooicodkiihhpojmmeghjclgihfjdjhj/front/in_isolation/reformat.html 1/9 La concepción del hombre en el filosofar cínico Fidel Argenis Flores Quiroz A lo largo de la historia del pensamiento filosófico la escuela cínica representa una constelación aislada que se ilumina con dos nombres tanto particulares como enigmáticos: Antístenes y Diógenes. El segundo discípulo del primero y este a su vez alumno directo del filósofo por excelencia: Sócrates. Ello nos dice entonces que el cinismo posee una herencia socrática innegable, ya sea por su fundador, “el gran can” Antístenes, ya por su alumno Diógenes “el perro”. Cabe destacar que a lo largo del tiempo a la filosofía cínica se le ha tachado de mera secta (escuela en el mejor de los casos), que presenta poco interés filosófico debido a la carencia de profundidad en sus argumentos, o a la falta de un pensamiento bien estructurado repleto de rigor y por ende serio, trascendente y verdaderamente filosófico. Ello impulsa a distinguidas mentes a ver en el período helenístico un ciclo de corrientes de autoayuda, escuelas de

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La concepción del hombre en el filosofarcínico

Fidel Argenis Flores Quiroz

A lo largo de la historia del pensamiento filosófico la escuela cínica representa unaconstelación aislada que se ilumina con dos nombres tanto particulares comoenigmáticos: Antístenes y Diógenes. El segundo discípulo del primero y este a su vezalumno directo del filósofo por excelencia: Sócrates. Ello nos dice entonces que elcinismo posee una herencia socrática innegable, ya sea por su fundador, “el gran can”Antístenes, ya por su alumno Diógenes “el perro”. Cabe destacar que a lo largo deltiempo a la filosofía cínica se le ha tachado de mera secta (escuela en el mejor de loscasos), que presenta poco interés filosófico debido a la carencia de profundidad en susargumentos, o a la falta de un pensamiento bien estructurado repleto de rigor y porende serio, trascendente y verdaderamente filosófico. Ello impulsa a distinguidasmentes a ver en el período helenístico un ciclo de corrientes de autoayuda, escuelas de

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autoestima que poco o nada aportan al engranaje que impulsa la maquinaria delpensamiento.[1] Lo que sobresale de este argumento es que prácticamente se desechaa Sócrates y sus enseñanzas, básicamente el padre de la filosofía deja tal lugar parahacer de sus discípulos directos unos optimistas y agentes, o apóstoles, de una vidafeliz y plena para los hombres.

Se desdibuja el helenismo, se tergiversa el socratismo[2] y la Historia de la filosofía sevacía mientras en el cinismo se aprecia una supuesta pobreza intelectual y teórica.Este último aspecto resulta ser cierto en determinada medida, porque para Antístenesy Diógenes, particularmente para el oriundo de Sínope, la teoría casi no importa, loque impulsa la filosofía y todo su entramado es el Hombre de carne y hueso, el quesufre, el que padece, el que es presa de placer y dolor, de hambre y sed, de vida ymuerte. ¿Por qué les importa el Hombre?, y más importante todavía ¿el Hombre en suconcepción cínica está alejado de la teoría? Responder estas preguntas es lo que nosocupará en las líneas que siguen, no sin antes señalar algunos aspectos importantesque estructuran el filosofar cínico.

Primeramente hay que señalar justo eso, el pensamiento cínico posee una estructura,un esquema que fundamenta y sostiene su quehacer vital y filosófico. Esta base seconstituye de tres puntos clave que, como un embudo, termina por caer y recaer en laclave de toda filosofía helenística: la felicidad. Los tres puntos necesarios paraestructurar el cinismo son: la ascesis, la autarquía y la vuelta a la naturaleza.

Ascesis es un término griego que significa entrenamiento capaz de generar reglas queimpliquen una rigurosa forma de vivir. La filosofía cínica rescata la palabra paraconceptualizar su manera de enfrentarse al mundo, consistente en construirse a símisma bajo una rigurosa moral que permita a la voluntad un esfuerzo constante derenuncia a todo aquello que enajene al cuerpo y la mente. Lo que aliena, pervierte yhace del hombre un ser precario y denigrante es la riqueza, la vanidad, el lujodesmedido, la ignorancia y las pasiones. Aquí vale la pena detenerse porque el cinismonos da ya un rasgo importante sobre lo que supone es, o debe ser el hombre: un seresforzado, voluntarioso y capaz de dominarse a sí mismo con intención de conocerse ymesurar sus pasiones. Así vemos a Diógenes pronunciar lo siguiente:

Soporte por ti, felicidad, como un gran mal, beber agua, comer berro y acostarmesobre la tierra. Y ella me respondió: Pues yo haré, por cierto, que sin ningúnsufrimiento esas cosas te resulten más gratas que los bienes de la riqueza, que loshombres honran más que a mí y no advierten que crían así a su propio tirano.[3]

La ascesis es un camino para alcanzar la felicidad; en el caso de la filosofía cínicarequiere dominar las propias pasiones al momento de renunciar al lujo, con ello el

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hombre se sitúa libre, conquistándose a sí mismo por medio de la ascesis,entrenándose no para padecer la pobreza, sino gozarla. Hablamos de que la ascesiscínica es ya una transmutación de los valores, lema diógenico por excelencia, porquela riqueza material es en realidad pobreza moral e intelectual, mientras que la pobrezamonetaria es riqueza filosófica en tanto solo deja al hombre consigo mismo, dueño desí y no poseído por sus pertenencias, sino únicamente avocado a resolver susnecesidades: dormir, defecar, comer y eyacular. Apegarse a estas necesidades es unacto difícil que solo los hombres más audaces son capaces de realizar porque y paraello se requiere concebirse a uno mismo como hombre libre, dueño de sí y con unrasgo definidor: animalidad. Nos señala Carlos García Gual al respecto:

Kynikos es un adjetivo que en griego significa “perruno”, y que fue aplicado a losmiembros de este grupo filosófico para destacar su modo de comportarse a loperro, es decir desvergonzadamente. Se ha aducido también que pudo inventarsetal apodo cuando Antístenes comenzó a predicar sus doctrinas en el gimnasioateniense de Kiynosarges (“el del perro raudo”). Pero no sabemos que el propioAntístenes y sus primeros discípulos lo recibieran. Fue Diógenes de Sinope quien sehizo famoso con el apodo de “el perro”. Tanto él como sus amigos, a la manera delos perros, hacían en público aquellos actos que la gente por pudor puede hacersolo en privado, y ellos también, como los perros, carecían del menor respeto hacialas instituciones y los objetos más sagrados de la comunidad. El perro era, en ellenguaje coloquial, el símbolo de la desvergüenza extrema […] Diógenes elogiabala frugal alegría del ratón con el que le tocaba convivir. De manera que lo quecomenzó como un insulto acabó convertido en emblema de la secta.[4]

El bestiario cínico, el propio nombre de la escuela, nos hablan de una humanizada

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animalidad que, sabia por natura al más puro estilo de Esopo y sus fábulas, muestraenseñanzas, comportamientos que a los ojos de los cínicos nos profesan la virtud en lafrugalidad, el autoabastecimiento y la inteligencia práctica. Peces, ratones, tortugas yperros son el ejemplo cínico de virtud porque por medio de su fortaleza se adaptan acualquier circunstancia, poseen la inteligencia para liberarse de las necesidadescorporales y los avatares de la fortuna. La animalidad cínica es sabiduría natural, peropara percatarse de ella es necesario ejercitar la mente y el cuerpo, aprender ycomprender que el hombre en frugalidad puede conocerse mejor y, así, ser feliz y sabioen tanto poseedor y dueño de sí, lo que implica que no hay turbación en él; es decir, haconseguido la ataraxia. Entendida como imperturbabilidad esta ataraxia se consiguepor medio de la ascesis porque requiere ejercitarse para no verse sorprendido por lafortuna, por ninguna pasión alienante que pervierta o esclavice el cuerpo o la mente.Por ello es que Diógenes come, se masturba y realiza todo tipo de actos corporales,animales y naturales en el ágora; su finalidad es la ataraxia, la no enajenación, la totalsoltura y libertad que conlleven felicidad.

Podemos decir que la ascesis cínica desnuda al hombre y lo que encuentra primero esun animal poseedor de un cuerpo que siente, padece y vive. Esto resulta de sumaimportancia porque nos presenta a Diógenes desvergonzado, incivilizado, pero antetodo, ser libre e individual que no se deja pervertir por la civilización y sus promesasde progreso. El cuerpo, la carne, la materia cínica son un instrumento filosófico queresulta indispensable para ser y estar; más aún, el cuerpo es la antítesis de la sociedadporque esta última es una masa sin rostro, un leviatán que devora las particularidadesde los hombres para exaltar sus semejanzas y así moldear y masificar a su antojo; elcuerpo cínico, la carne diogénica, muy al contrario, abre paso a la individualidad, a lasingularidad, al particular y único hábitat que todo ser vivo posee: la materia carnal.Filosofía materialista a todas luces, sensualista en cierta medida, al cinismo le importael hombre de carne y hueso, su cuerpo es el medio para realizar la ascesis porquetambién es receptáculo sensible y emocional que nos mueve, nos alimenta, nos hacevivir.

Tenemos ya una ascesis entendida como entrenamiento moral, mental y corporal quenos enseña a conformarnos con nuestra animalidad, nuestras necesidades yautoconocernos para conseguir la ataraxia, nos resta dilucidar la autarquía y el regresoa la naturaleza.

La autarquía es literalmente el gobierno de uno mismo sobre uno mismo, implica unatotal autosuficiencia que incita a desprenderse de todo aquello que es ajeno a la propiaindividualidad; tiene como propósito realizar la total libertad del cínico, forjando unautogobierno en el cual no se depende de nada ni de nadie, sino del propio ser. Laautarquía es una soberanía, libertad solipsista que hace del hombre ser virtuoso capaz

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de autorealizarse en sí, por sí y para sí; la autarquía domeña la temible fortuna paraenseñar el puro disfrute en la inmanencia, el autoconocimiento y la indispensablemoral de la autosuficiencia que nos permite controlar todo tipo de pasiones y deseos,no para negarlos, sino para enfrentarlos al tiempo que se dominan. Diógenes ycompañía se esfuerzan en permanecer autárquicos, y en ese continuo trabajoentienden que lo que es propio del hombre implica dolor y placer y estos interfieren enla felicidad o infelicidad; por eso es que evitan el displacer que implica el abstenersede comer, eyacular, tomar el sol o manifestar la animalidad y naturaleza que nospertenece.

Diógenes de Sínope

La autarquía es, en ese momento que nos enseña lalibertad más pura y fundamental, una pedagogía dela autocomplacencia, donde incluso el gozo y elplacer se hallan en la propia subjetividad, dando ala autoexploración física y mental un sentidofilosófico consistente en desarrollar en sumo gradola máxima délfica y socrática: “Conócete a timismo”. ¿Para qué conocerse? Justo para saber loque nos es propio y lo que nos es ajeno y así, poderser independientes, autosuficientes y dueños denosotros mismos. La autarquía nos dice PeterSloterdijk:

No se trata de una dogmática de pobreza, aunque si de un soltar falsos lastres queroban a uno la movilidad. La mortificación le parece a Diógenes, por supuesto, unatontería, pero bajo su mirada son, obviamente, más tontos aquellos que durantetoda su vida corren tras algo que él sin más ya posee; el ciudadano lucha con lasquimeras de la ambición y aspira a una riqueza con la que él, finalmente, nisiquiera puede emprender aquello que es una cosa natural cotidianamenteretornante en los placeres elementales de filósofo quínico: Estar tumbado al sol,observar el ajetreo del mundo, cuidar su cuerpo, alegrarse y no tener que esperarnada.[5]

Riqueza frugal y moral de férrea voluntad, la autarquía del cinismo busca y quierehombres libres que, al más puro estilo de Hércules, Menipo o el Mefistófeles deGoethe,[6] ante cualquier ínfimo gesto de esclavitud, muerden al pretendido amo ysacrifican su pitanza diaria por la libertad eterna; más todavía, el cinismo y suautarquía muerden toda correa, toda cadena que ancle la soltura e independencia delos individuos porque comprenden, entienden y saben que la libertad solo se hace

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posible cuando se es dueño de uno mismo, de los propios deseos y las propiaspasiones. Vagar, tomar el sol, comer a destiempo socia o al sentir hambre, dormir enuna tinaja, masturbarse a plena luz y a los ojos de la mayoría, aceptar el canibalismo yla comida cruda, salir por la entrada y entrar por la salida, censurar los ritos, reprendera los gobernantes, vivir de modo parco y desprenderse de toda obligación social sonmotivos y gestos autárquicos que el cínico realiza con beneplácito porque a través deellos hace de su libertad acto, escena encomiable de independencia razonada cuyoefecto en el espectador es la sorpresa, la reflexión y la curiosidad, motivos queresultan en invitación al modo de vida perruno. Es entonces que la desvergüenza delcínico cobra también sentido en tanto invitación y crítica a las formas de serconvencionales que, como lo hemos señalado ya, esclavizan o enajenan al hombreirrumpiendo su tranquilidad y tergiversando su felicidad.

Como toda filosofía Helenística el cinismo descree de la esclavitud de cualquier índoley, radical como solo se le permite al cínico, construye la autarquía como fórmulacaústica que desvanece los grilletes sociales, institucionales, filosóficos y morales quepervierten el sentido de libertad en retóricas gastadas o posturas ultramundanasdonde el sacrificio valdrá la pena porque la felicidad se instaura en un paraíso perdido,bella lejanía que como un oasis en el desierto, traza los fines y metas pero no es sinomera apariencia. Materialista y sensualista, el cinismo hace de la felicidad unarealidad fáctica que se manifiesta asequible vía el constante esfuerzo y la libreexistencia que razona por sí misma y encuentra en su subjetividad un hábitat sindueño dispuesto a ser habitado para que filosóficamente se encuentre la fortaleza deánimo necesaria para conseguir la dicha y una vida auténticamente libre, cínicamenteautárquica y conscientemente feliz.

La autarquía se presenta entonces como un recurso filosófico para lograr una vidaserena y feliz, como hemos podido apreciar hace del hombre un ser soberano quedomeña en su interior sus pasiones y deseos para congratular su ascesis hacia lafelicidad efectiva que haga del hombre un sabio sereno, consciente y autosuficienteque, como fuera la intención presocrática y socrática, se conoce a sí mismo y se afirmacomo ser pensante. Por mera consecuencia, y atendiendo a lo dicho hasta ahora, elcinismo busca un hombre sabio y sereno, libre y esforzado, consciente de suanimalidad, crítico, reflexivo y feliz. La manera de constituir un ser con esascaracterísticas requiere de la ascesis, la autarquía y finalmente de la vuelta a lanaturaleza.

Esta última se refiere al rechazo de los valores establecidos por convención, ya queestos y las instituciones que los erigen son una denigración de la animalidad quepromueve el cinismo. Se quiere una vuelta a la naturaleza porque ella es una cohesiónunitaria y vivificadora que dispone las causas y efectos de la existencia por medio de la

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inmanencia. La naturaleza es orden y necesidad que prescribe lo necesario para serfeliz: animalidad, libertad y parquedad, así como serenidad. La naturaleza es sobretodo una oposición a la cultura; según Carlos García Gual:

El sabio no obedece a las leyes particulares, sino a la ley de la naturaleza. Defiendela existencia de un Dios único y no semejante a los tradicionales, ya que “porconvención existen muchos dioses, pero por naturaleza uno solo”. Rechaza lasinstituciones sociales: el Estado, la religión, la familia, y también la educación y lacultura, al menos en sentido retórico.[7]

La vuelta a la naturaleza se inserta en el cinismo para completar la estructura delpensamiento perruno y manifestarnos que el hombre es por naturaleza un ser dotadode razón, la cual se inclina en su recto uso y esencia hacia el bien-estar, hacia lafelicidad que, lejos de toda idea de trascendencia o promesa futura que nunca sealcanza, es un hecho vivencial que puede manifestarse en la cotidianidad.

Las preguntas que nos hacíamos en un inicio se pueden responder ya: al cinismo leimporta el hombre porque lo que vive es justo eso, ni las ideas ni las teorías, ni lasfórmulas religiosas o políticas que prometen mucho pero no materializan nada. Solo elhombre, solo la materia que vive y muere es la preocupación central porque eso esprecisamente lo que somos y el pensamiento filosófico no sirve si no trae consigo unaactitud vital que trastoque nuestra existencia. Ahora bien, a la filosofía helenística leimporta más el hombre que la teoría, sin embargo es un hecho que se forma un idealde existencia que, quiérase o no, conlleva una mínima pero importante carga teóricaque supone felicidad; bajo esta perspectiva, el cinismo ciertamente es una reflexiónmarginal que se abre paso en la historia de la filosofía como una actividad reflexiva,moral y voluntariosa que da lugar a una existencia en consecuencia. El filósofo cínico(helenístico), es tal porque su vida lo demuestra, lo que dice es coherente con lo quehace y esto con lo que piensa.

En conclusión, el cinismo es una reflexión apta para la crítica reflexiva y conscienteque hoy en día nos serviría para pensar nuestra condición y, ante todo, revalorarmotivos e instituciones caducas que solo buscan su afirmación a costa de pisotear alotro. Finalmente, como ya lo habíamos manifestado con antelación:

El cinismo y su autarquía, su ascesis, su cosmopolitismo, su educación prácticaantes que teórica y erudita debe hablar hoy a una humanidad alienada que buscala felicidad en motivos y argumentos precarios que ante todo empujan a la miseriay la degradación. […] Hace falta, otra vez, correctores cínicos, censoresintolerantes capaces de vituperar la hipocresía social, aptos para rememorar quepara vivir libres es menester saber despojarse de las cadenas convencionales para

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mostrarse insolente ante los conformismos, ante el bovarismo alienante que lacultura ha forjado. Hoy el cínico debe provocar para salir de ese estado deirreflexión sobre el carácter relativo de nuestra moral, y, por consiguiente, debeincitar a una existencia más tolerante.[8]

Todo ello porque, hoy como siempre, la felicidad es lo que más anhela el hombre ytambién es lo que mínimamente puede exigir a la historia del pensamiento y a todoquehacer filosófico.

Bibliografía

1. Flores Quiroz, Fidel Argenis, La imagen de Heracles como ejemplo del hombre feliz enla filosofía cínica, UAEM, Toluca, 2012.

2. García Gual, Carlos, La Filosofía Helenística, Síntesis, Madrid, 2008.3. Gómez Robledo, Antonio, Sócrates y el socratismo, Fondo de Cultura Económica,

México, 1988.4. Hegel, Georg Wilhelm Friedrich, Lecciones sobre la filosofía de la historia, Madrid,

Alianza, 2004.5. Martín, García José A., Los filósofos cínicos y la literatura moral serioburlesca, vol. I,

akal/clásica, Madrid, 2008.6. San Agustín, La ciudad de Dios, Tecnos, Madrid, 2013.7. Sloterdijk, Peter, Crítica de la Razón cínica, Siruela, Madrid, 2006.

Notas

[1]Este es el caso de Hegel y San Agustín. Cfr. Georg Wilhelm Friedrich Hegel,Lecciones sobre la filosofía de la historia y San Agustín, La ciudad de Dios.[2] El socratismo, como lo dice su nombre, es la corriente o etapa del pensamiento quepretende seguir los pasos del filosofar socrático. Cfr. Antonio Gómez Robledo, Sócratesy el socratismo, Fondo de Cultura Económica, México, 1988.[3] José A., Martín, García, Los filósofos cínicos y la literatura moral serioburlesca, ed.,cit., vol. I, p. 419[4] Carlos, García Gual, La filosofía Helenística, ed., cit., p. 40[5] Peter, Sloterdijk, Crítica de la razón cínica, ed., cit., pp. 252-253[6] La influencia de Hércules en el cinismo la tratamos en el texto La imagen deHeracles como ejemplo del hombre feliz en la filosofía cínica, UAEM, Toluca, 2012. Elresto de personajes (Menipo y Mefistófeles), son tratados por Sloterdijk en su Críticade la razón cínica, Siruela, Madrid, 2006.[7] Carlos, García Gual, La filosofía Helenística, ed., cit., p. 44[8] Fidel Flores Quiroz, La imagen de Heracles como ejemplo del hombre feliz en lafilosofía cínica, ed., cit., p. 157

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