La construcción de la ciudadanía en México en los albores del siglo XXI

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5/18/2018 LaconstruccindelaciudadanaenMxicoenlosalboresdelsigloXXI-slidepd... http://slidepdf.com/reader/full/la-construccion-de-la-ciudadania-en-mexico-en-los-albores La construcción de la ciudadanía en México en los albores del siglo XXI ALBERTO J. OLVERA RIVERA' INTRODUCCIÓN Z A ALTERNANCIA POLÍTICA alcanzada el 2 de julio del 2000 consti tuye un parteaguas en la historia de los derechos políticos en México. Por vez primera los ciudadanos alcanzaron su mayoría de edad e impusieron al régimen autoritario su voluntad política. Sin embargo, lo que es una verdad en el nivel macro-social no lo es en el nivel regional. Como cualquier análisis de las cifras muestra, el régimen autoritario conserva una enorme capacidad para coaccionar y comprar el voto de los sectores más pobres de la población. En el plano de la ciu dadanía política persiste un grave déficit que no es posible ignorar. Pero la ciudadanía, cabe recordarlo, no se agota en su dimensión política. 1  Como ya lo indicó el autor clásico en el tema, T. H. Marshall,* la ciudadanía implica el goce efectivo de los derechos humanos, civiles, políticos y sociales. Aun sin compartir la visión evolucionista de este autor, estamos de acuerdo en que la ciudadanía constituye un conjunto articulado y coherente de derechos de diferente índole cuyo ejercicio irrestricto constituye la prueba de existencia de la ciudadanía misma. En otras palabras, el criterio empírico de definición de la ciudadanía es, pre cisamente, la aplicación y el goce de los derechos que hoy por hoy incluyen formalmente la inmensa mayoría de las constituciones de los Estados nacionales del mundo. nstituto  de  nvestigaciones  Histótico-Socialcs Universidad  Veracruzana. 1  RAMÍREZ SAIZ,  1995. 2  MARSHALL 1976. 35

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La construcción de la ciudadanía en México en los albores del siglo XXI

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  • La construccin de la ciudadana en Mxico en los albores del siglo XXI

    ALBERTO J. OLVERA RIVERA'

    INTRODUCCIN

    ZA ALTERNANCIA POLTICA alcanzada el 2 de julio del 2000 consti-tuye un parteaguas en la historia de los derechos polticos en Mxico. Por vez primera los ciudadanos alcanzaron su mayora de edad e impusieron al rgimen autoritario su voluntad poltica. Sin embargo, lo que es una verdad en el nivel macro-social no lo es en el nivel regional. Como cualquier anlisis de las cifras muestra, el rgimen autoritario conserva una enorme capacidad para coaccionar y comprar el voto de los sectores ms pobres de la poblacin. En el plano de la ciu-dadana poltica persiste un grave dficit que no es posible ignorar.

    Pero la ciudadana, cabe recordarlo, no se agota en su dimensin poltica.1 Como ya lo indic el autor clsico en el tema, T. H. Marshall,* la ciudadana implica el goce efectivo de los derechos humanos, civiles, polticos y sociales. Aun sin compartir la visin evolucionista de este autor, estamos de acuerdo en que la ciudadana constituye un conjunto articulado y coherente de derechos de diferente ndole cuyo ejercicio irrestricto constituye la prueba de existencia de la ciudadana misma. En otras palabras, el criterio emprico de definicin de la ciudadana es, pre-cisamente, la aplicacin y el goce de los derechos que hoy por hoy incluyen formalmente la inmensa mayora de las constituciones de los Estados nacionales del mundo.

    Instituto de Investigaciones Histtico-Socialcs, Universidad Veracruzana. 1 RAMREZ SAIZ, 1995.

    2 MARSHALL, 1976.

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    Si seguimos este criterio, el estado de la ciudadana en Mxico en este arranque de siglo se ve severamente cuestionado. No toda la poblacin tiene garantizados sus derechos humanos y civiles ms elementales. Lo mismo puede decirse de los derechos sociales plasmados en la Constitucin, que histricamente han sido letra muerta. Incluso los derechos polticos estn presentes de manera precaria y segmentada, en tanto que grandes sectores de la poblacin no pueden ejercer de manera libre y autnoma su voto.

    En las pginas que siguen esbozaremos un mapa del estado de la ciu-dadana en Mxico siguiendo los tres ncleos bsicos de derechos sugeri-dos por Marshall. Se trata de un ejercicio muy elemental cuyo propsito es llamar la atencin de la opinin pblica sobre los grandes dficit que an padece nuestro pas en la construccin de la ciudadana. Con esto no pretendemos negar los relativos avances logrados en aos recientes, sino, ms bien, poner de relieve que el camino que queda por delante es tan largo como el que hemos dejado atrs.

    Deseamos combatir el prejuicio comn de que la garanta del derecho poltico al voto libre significa la plenitud de la ciudadana. Lejos de ello, consideramos que los derechos polticos son tanto ms frgiles y aleato-rios cuanto menos consolidados estn los derechos civiles y sociales. No puede haber ciudadanos libres y plenos en ausencia de seguridad pblica, empleo, educacin, salud, vivienda y espacios pblicos suficientes para manifestar sus deas y asociarse libremente. Vale la pena recordar esto en una coyuntura histrica en la que el entusiasmo por la derrota electoral del rgimen autoritario puede hacernos olvidar que quedan muchas tareas pendientes en la construccin de la ciudadana.

    BREVE DIGRESIN SOBRE EL CONCEPTO DE CIUDADANA

    La ciudadana es un concepto que admite diversas aproximaciones. Tradicionalmente se asume que es la conciencia de pertenencia a una colectividad fundada sobre el derecho y la situacin de ser miembro activo de una sociedad poltica independiente.3 Como puede observarse,

    JTOURAINt. 1992.

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    implica un referente de pertenencia territorial, jurdica y poltica a una entidad o Estado nacional. Desde la perspectiva que asumimos en este ensayo, sin embargo, es mejor aproximarse al concepto de ciudadana a partir de la nocin de derechos. Hannah Arendt ofrece al respecto la definicin ms conocida: la ciudadana es el derecho a tener derechos, los cuales slo es posible exigir a travs del pleno acceso al orden jurdico que nicamente la ciudadana concede.4 Por lo tanto, el ciudadano es un sujeto de derechos, alguien que conoce sus derechos y tiene la posibilidad y la capacidad de defenderlos.

    Es evidente que desde el punto de vista jurdico-formal la construccin de la ciudadana se asocia histricamente a la creacin y la consolidacin de los Estados-nacin. Ahora bien, desde la perspectiva de los derechos la ciudadana tiene que analizarse a partir del desarrollo del Estado de dere-cho (que no es lo mismo que el Estado-nacin), vale decir, de la confor-macin de las instituciones que materializan la aplicacin y la exigibilidad de los derechos. En este sentido, la ciudadana jurdica, que tiene un carcter ms bien simblico e identitario, no se correlaciona con la ciu-dadana real, entendida como el ejercicio pleno de los derechos. Lo que debe lograrse en una democracia plena es, precisamente, la confluencia de estos dos conceptos.

    Diversos analistas nos han enseado que el proceso histrico de cons-truccin e institucionalizacin de la ciudadana ha sido largo y acciden-tado. Tanto Giroux5 como Gellner,0 Turner7 y Mann" insisten en que la legalizacin de los derechos es el resultado de grandes luchas sociales, principalmente en los pases europeos, que sentaron un precedente de carcter universal en el contexto de la occidentalizacin del mundo. En las naciones en las que se dio la innovacin jurdica c institucional de los derechos de ciudadana se present una correlacin histrica entre

    ARENDT, 1949. ' GIROUX, 1993. 6 GELLNER, 1996.

    7 TURNER, 1992.

    8 MANN, 1987.

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    conflicto social, aprendizaje normativo e institucionalizacin jurdica. En otras palabras, la ley expres no slo un horizonte normativo deseable, sino tambin un compromiso social exigible.

    Hall9 retoma el eje de las luchas sociales como factor explicativo de la formacin de las instituciones de la democracia liberal y de una cultura poltica de la tolerancia, con lo que se establece la centralidad de la poltica en la conformacin de la ciudadana y, sobre todo, de la sociedad civil. Para l, la creciente integracin poltica de la mayora de la poblacin al Estado es la clave del proceso. As, la extensin de la ciu-dadana se convierte en el eje de la formacin de la sociedad civil. Turner apoya esta lnea de interpretacin histrica (no obstante que rechaza las interpretaciones clasistas de la formacin de la ciudadana) en un esfuerzo por mostrar que las diferencias histricas entre las naciones tienen que ver no slo con la particular conformacin de las clases y las estrategias de las clases dominantes, sino tambin con factores poltico-culturales como la existencia o la ausencia de espacios pblicos, la presencia de clivajes tni-cos y regionales, la fuerza de culturas racistas de diversa ndole y las histo-rias particulares de las luchas sociales.

    Este ltimo argumento ofrece una salida a marcos conceptuales que visualizan la ciudadana como una especificidad de Occidente que implica una correlacin ms o menos directa entre procesos de cambio econmico, social y cultural. En efecto, la existencia real de la ciudadana debe verse como un proceso contingente, segmentado e irregular que adquiere dimensiones especficas en cada pas.

    Retomemos ahora el conjunto de derechos implcitos en la nocin de ciudadana. Como es sabido, la gama de derechos ciudadanos se ha venido ampliando a lo largo de la historia en un proceso sumamente irregular que apenas en la fase posterior a la Segunda Guerra Mundial alcanz cierta estabilizacin en los pases del mundo occidental. De esta manera, los derechos civiles, que protegen al individuo frente al Estado y crean la nocin misma de individuo como sujeto autnomo; los derechos polticos, que definen las formas de participacin de los individuos

    9 HALL, 1995.

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    autnomos en la conformacin y la operacin del Estado, y los derechos sociales, que, a diferencia de los anteriores definen prerrogativas univer-sales para todos los miembros de la comunidad poltica, constituyen hoy da la columna vertebral de los modernos Estados-nacin y definen un estatuto de ciudadana complejo y de carcter holstico.10 En efecto, den-tro del complejo de derechos que hoy da puede considerarse como nor-mativamente aceptado y paradigma necesario de toda accin poltica, hay un equilibrio tal que implica que no puede haber un tipo de derecho en ausencia de otro. Una ciudadana parcial no puede ser considerada una ciudadana verdadera.

    CIUDADANA Y DERECHOS EN MXICO: BREVE DIGRESIN HISTRICA En Mxico siempre hemos vivido en la contradiccin entre el pas legal y el pas real. Como lo han sealado Escalante,11 Guerra12 y tantos otros, en Mxico no hubo correspondencia alguna entre el marco jurdico plas-mado en las constituciones decimonnicas, que amparaban un concepto democrtico-liberal de la vida pblica, y las formas reales de dominacin poltica. Los ciudadanos imaginarios (Escalante) o la ciudadana ficticia (Guerra) son expresiones que caracterizan la realidad histrica del pas en el siglo XIX, y que se extienden de manera conspicua a lo largo del XX. La imitacin institucional13 que caracteriz a las constituciones latinoameri-canas en general y a las mexicanas en particular cre un abismo estruc-tural entre el derecho y la prctica social.

    Claudio Lomnitz14 ha sealado que en las cinco primeras dcadas del Mxico independiente la invocacin de la ciudadana era una necesidad simblica derivada de la inestabilidad nacional y la amenaza externa. Se trataba ante todo de un debate sobre cmo y a quin incluir en el campo

    "iSUNZA. 1999. 1 ESCALANTE, 1992.

    2 GUERRA, 1999.

    3AVRITZER, 1999.

    * LOMNITZ, 2000.

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    poltico y a quin excluir del mismo. Las clases populares eran el objeto del debate, y su inclusin relativa slo poda darse como convocatoria a participar en las guerras civiles o en la resistencia al invasor. Sin embargo, como hemos sealado antes, este tipo de invocacin era intil para todo fin prctico en la medida en que no existan individuos autnomos que pudiesen ser portadores de derechos. En la dictadura porfirista este pro-blema se resolvi mediante un sistema complejo de pactos entre el Estado nacional y los actores corporativos representados por grupos tnicos, pueblos, caciques regionales y la Iglesia.

    La Constitucin revolucionaria de 1917 introdujo en Mxico el con-cepto de derechos sociales de una manera creativa. Al mismo tiempo, sin embargo, cre una nueva forma de concebir el derecho: como un pro-grama a cumplirse en el futuro. En efecto, la Constitucin de 1917 fue entendida como un horizonte normativo cuya materializacin sera misin del Estado. Bajo esta visin, se justificaba la falta de correspondencia entre la ley y la prctica, pues la mayora de la poblacin era tan pobre y estaba sujeta de tal manera a lazos de dependencia y subordinacin que la primera misin del Estado consista precisamente en romper esas formas de sumisin y modernizar al pas de manera tal que la ley contara con bases materiales para su aplicacin. Por lo tanto, la integracin poltica de la poblacin al Estado deba darse por otras vas adecuadas a la realidad histrica. La solucin que el rgimen encontr fue el corporativismo y el partido nico, solucin que, evidentemente, viol los derechos polticos plasmados en la Constitucin y dej en manos del Estado la capacidad de decidir arbitrariamente cundo y cmo respetar los derechos civiles y de qu manera aplicar los derechos sociales.15

    Durante muchos aos, la escasa discusin pblica en materia de dere-chos estuvo dominada por cmo hacer efectiva la justicia social o cmo materializar los derechos sociales. Este tipo de debate se dio en el mismo territorio simblico y bajo los mismos parmetros normativos impuestos por el rgimen. Slo a partir de mediados de los aos ochenta del siglo XX la crtica a la violacin a los derechos polticos empieza a tomar rele-

    OlVERA. 1998.

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    vancia bajo la forma de crtica al fraude electoral y exigencia de elecciones limpias y libres.w Como es sabido, este reclamo se convirti en un vasto movimiento social nacional que tuvo expresiones civiles y partidarias, y que forz al rgimen a abrir una larga fase de liberalizacin progresiva y ulterior democratizacin.17

    Este proceso coincidi histricamente con la crisis estructural del viejo modelo econmico desarrollista y la apertura de una fase de ajuste neoli-beral de la economa. Las viejas formas de integracin poltica corporativa se hicieron inviables, y la capacidad del Estado para instrumentar una poltica social de carcter general decreci enormemente. As, al mismo tiempo que los derechos polticos se fueron ampliando gradualmente hasta llegar a un punto decisivo en el ao 2000, los derechos civiles y sociales se fueron deteriorando y se hicieron cada vez ms precarios den-tro de su ya histrica segmentacin y parcialidad.

    De esta manera, los indudables xitos en materia de ampliacin de los derechos polticos se ven limitados por los grandes retrocesos en materia de derechos civiles y sociales. Esto implica que un amplio segmento de la poblacin todava no alcanza el estatuto de ciudadana y que, especial-mente, no puede usufructuar los derechos polticos hoy disponibles.

    BALANCE DE LOS DFICIT ACTUALES EN MATERIA DE DERECHOS CIU-DADANOS

    La inseguridad pblica,18 la ineficacia de las instituciones de justicia y las violaciones a los derechos humanos de los grupos indgenas" y otros sec-tores desprotegidos constituyen factores definitorios de la vida cotidiana

    CANSINO, 2000; WOLDENBERG ttd., 2000. 17OLVERA, 1998.

    La inseguridad pblica es, sin duda, uno de los mis graves problemas que afectan al pas, sobre todo en la capital y el Estado de Mxico. El nmeto de delincuentes (presuntos y sentenciados) se increment 125 % entre 1980 y 1997. Vase Bu Pa, julio del 2000, nm. 112, p. 68.

    Desde 1994 la gravedad de los abusos hizo que la Comisin Mexicana de Defensa y Promocin de los Derechos Humanos solicitara formalmente ante instancias internacionales una inspeccin a Mxico. Iri 1998, ante un escandaloso nmero de denuncias, observaciones y recomendaciones, la Comisin de Derechos Humanos de la Organizacin de las Naciones Unidas (ONU) se vio obligada a intervenir. Al mismo tiempo,

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    del Mxico actual. La inviolabilidad de la persona, los derechos de libre expresin y movimiento, reunin y manifestacin, e incluso el derecho de propiedad se ven cuestionados por la inseguridad y la inoperancia del aparato judicial y del ministerio pblico. En el caso de la ciudad de Mxico, de todos los delitos denunciados por las propias vctimas, slo 3 % llega hasta los jueces y es sujeto de resolucin judicial.20 La impunidad de los delitos en el pas es alarmante y explica el hecho de que el sistema judicial sea la institucin que merezca el nivel ms bajo de con-fianza y aprobacin de los mexicanos.21 Los grupos de derechos humanos han denunciado reiteradamente la detencin arbitraria e ilegal de miles de mexicanos y el hecho de que las crceles estn llenas de pobres, inca-paces de pagar un abogado que les ayude a resolver su situacin.22 Los mismos propietarios de bienes muebles e inmuebles y de grandes empre-sas se quejan de la corrupcin de los tribunales, de la lentitud de su operacin y de la incoherencia de las leyes.23

    El reciente caso de la quiebra de los bancos y su multimillonario rescate por el gobierno24 muestra hasta qu punto la sociedad est inerme ante los abusos de la oligarqua financiera creada durante el gobierno de Carlos Salinas. La impunidad no se refiere slo a los robos y asesinatos, sino tambin a los delitos de cuello blanco, que suelen ser mucho ms costosos que la delincuencia comn. La crisis bancaria mexicana consti-tuye un ejemplo paradigmtico de colusin de intereses, aprovechamiento indebido de los vacos jurdicos por parte de los banqueros e imperdon-able falta de regulacin por parte del gobierno. En este caso, la

    apareci el informe de Erika Dan, prenden del Grupo de Trabajo sobre Poblaciones Indgenas, en el que categricamente afum que Turqua, Mxico y Chipre son los tres pases en los que ocurren las situaciones ms serias de violaciones. IjJomaJ*. 22 de noviembre de 1999, p. 5.

    2 0 MAGALONI, 2000.

    21 hit Pa, agosto del 2000, nm. 113. Informe de la Comisin Nacional de Derechos Humanos, 1996. Una de las razones por las que hace muchos anos dej de construirse vivienda para renta es que los pro-

    cedimientos de cobranza y expulsin de inquilinos en caso de incumplimiento de contrato son sumamente largos y costosos.

    Costo del Hobaproa: R*> mil millones de dlares hasta julio de 1999 (IPAB). Mttitsrt, suplemento de UJnntuU. 29 de agosto de 1999.

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    impunidad se funda en la ausencia de leyes y reglamentos apropiados, adems de la tradicional discrecionalidad del gobierno en materia de pri-vatizaciones. Otro ejemplo de las dramticas consecuencias de la falta de regulacin estatal de las actividades financieras es la sbita quiebra de diversas cajas de ahorro popular a lo largo y ancho del pas.25

    Ms grave an para la vida democrtica del pas es la violacin sis-temtica de la libertad de asociacin. Como es sabido, en Mxico es imposible registrar legalmente a los sindicatos sin la anuencia de la Secretara del Trabajo.26 Lo mismo vale para el estallido de los movimien-tos de huelga27 e, incluso, para la eleccin de los dirigentes sindicales. Esta sobredeterminacin estatal de la vida interna de los sindicatos se ha traducido en la anulacin de facto de la libertad de asociacin en este terreno, lo que en buena medida explica la extraordinaria debilidad social y poltica de estos organismos. Esta situacin constituye uno de los condicionantes histricos del bajsimo nivel relativo de los salarios y, por lo tanto, de la pobreza relativa de la clase trabajadora mexicana. Una de las grandes tareas de un gobierno de transicin debe ser, precisamente, garantizar la libertad de asociacin a escala sindical y permitir que traba-jadores y patrones arreglen sus diferencias sin la interferencia del Estado.

    Estas restricciones se aplican tambin, aunque en menor grado, a las organizaciones empresariales que existen por ley, como las cmaras de Industria, Comercio y Servicios.28 Histricamente, el control estatal sobre ellas se articul a travs de una relacin particularista entre altos fun-cionarios pblicos y grandes empresarios privados. El control poltico de los empresarios permiti la selectividad y la discrecionalidad estatal en sus

    No es extrao que la Organizacin para la Cooperacin y Desarrollo Econmico (OCDE) seale que Mxico ocupa un lugar muy bajo en materia de competitividad internacional (47 entre 53 pases considera-dos) debido, ante todo, a la ineficacia de su sistema judicial y a la casi total falta de regulacin financiera.

    2 6 MlDDLEBROOK, 1995.

    27 Recurdese el caso (agosto del 2000) de la requisa de Aeromxico por parte del gobierno ante el esta-

    llido de una huelga del sindicato de sobrecargos, asf como la declaratoria de inexistencia de huelga en el caso de la Volkswagen.

    28 El caso de la Confederacin de Cmaras Nacionales de Comercio (CONCANACO) tambin ilustra este

    problema. A principios de 1999 la Secretara de Comercio consider ilegal el nombramiento de una nueva direccin, abriendo un largo y penoso conflicto del que finalmente el gobierno sali derrotado.

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    tratos con este sector. Grupos completos de la burguesa mexicana se for-maron y crecieron al amparo del proteccionismo estatal, la corrupcin, licitaciones poco transparentes o directamente amaadas y privatizaciones manejadas discrecionalmente. En este caso, el nuevo rgimen tiene que darle a los empresarios el trato de ciudadanos, es decir, negociar con ellos sin preferencias ni particularismos y bajo criterio de transparencia y visi-bilidad, adems de respetar sus propias organizaciones.

    En el campo, durante aos la vida interna de los ejidos y de todo tipo de asociaciones para la produccin entre campesinos o entre stos y pequeos propietarios estuvo totalmente regulada por diversos aparatos de Estado.29 En la prctica, esta regulacin signific la imposicin de diri-gentes y el control de operaciones y decisiones. En el caso de las organiza-ciones campesinas, el control estatal tambin se ejerci por la va del sub-sidio directo a los grupos, normalmente incapacitados para asegurarse una mnima autonoma financiera. Hoy da esta situacin ha cambiado ligeramente junto con la prdida de importancia poltica de este tipo de organizaciones. En cuanto a la vida cotidiana en las comunidades campesinas, el manejo de los subsidios estatales sigue orientndose a la compra de lealtades polticas en un esquema de alta discrecionalidad y absoluta falta de transparencia.

    Las asociaciones profesionales tambin sufren la sobreregulacin estatal y la injerencia poltica de rgimen.30 Estas limitaciones bloquean el desarrollo de este sector de la sociedad civil, cuya libertad y fortalecimiento son esen-ciales para reforzar la autonoma de la sociedad frente al listado y trans-parentar los intereses de los diversos sectores que la componen.

    Derechos garantizados por la Constitucin, bsicos para que la sociedad ejerza un control relativo sobre el ejercicio del gobierno, como los de peticin e informacin, son letra muerta para todo fin prctico. La experiencia de Alianza Cvica, con su programa Adopte un Funcionario, confirma lo anterior. Este programa fue un esfuerzo bien planeado y

    OT OLVERA. 1997.

    Mxico ei tal vez el nico pal imprtame de America Latina que carece de asociaciones profesionales inlliivemo y |

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    organizado para, a travs de vas legales y la presin de la opinin pblica, obligar a ciertos funcionarios de alto rango a ofrecer pblicamente infor-macin elemental que debe ser del dominio pblico. Pero ni siquiera un movimiento pro democrtico de carcter nacional oblig al gobierno a ofrecer pblicamente informacin tan elemental como el monto del salario del presidente y el nmero de empleados a su servicio, la distribu-cin real del gasto pblico del gobierno de Tabasco, o el uso del pre-supuesto por parte del presidente municipal de Celaya.31 En los tres casos Alianza Cvica fracas ante los tribunales. Los elementos de la ciudadana poltica, que en teora deberan empoderar a los ciudadanos frente al Estado, slo existen en la letra de la ley fundamental pero no tienen apli-cacin prctica.

    Los derechos a la educacin, la salud y la vivienda son derechos sociales plasmados en la Constitucin que, al igual que toda la cons-telacin de derechos ciudadanos, no slo no se cumplen ni se aplican, sino que, incluso, no son exigidos por los ciudadanos. Las estadsticas indican que cerca de 8% de los nios en edad escolar no tienen acceso a la educacin primaria y un porcentaje mucho mayor no goza de edu-cacin secundaria (la escolaridad de la poblacin mexicana es de 7.6 aos en promedio);32 hay que recordar, al respecto que, segn la Constitucin, ambas enseanzas son obligatorias. Los estudios ms serios muestran que ms de 40% de la poblacin no goza de los servicios de salud o cuenta con una atencin absolutamente deficiente y relativamente costosa frente a sus magros ingresos.33 El acceso a la vivienda es altamente selectivo y a nivel nacional hay un alarmante dficit en este terreno. Todo esto sin hablar de la muy baja calidad de los servicios ofrecidos por la mayora de las escuelas pblicas y los hospitales que atienden a la poblacin abierta. De igual forma, el acceso a una vida digna es cada vez ms difcil para un

    Sobre este cajo velse OLVERA, 2001, y el estudio interno de Alianza Cvica titulado Balance del Programa Adopte un Funcionario, 1998.

    3 2 Vase Este Pas, julio del 2000, nm. 112, p. 70. Aun reconociendo que ha habido avances en la reduccin de las tasas de mortalidad infantil y materna,

    no se puede dejar de lado que en el medio rural la desnutricin infantil es especialmente grave y que en todo el pas 6 7 % de la poblacin carece de seguridad social. Este l'ai, julio del 2000, nm. 112, pp. 69 y 71 .

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    considerable nmero de mexicanos: el porcentaje de la poblacin que vive en situacin de pobreza extrema pas de 15% en 1984 a 28% en 1999.34 Por lo unto, los derechos sociales plasmados en la Constitucin slo los ejercen aquellos sectores de la poblacin que tienen la capacidad organizativa y poltica para hacerlos valer. Como estos sectores son suma-mente reducidos, la mayora de la poblacin termina careciendo de ciu-dadana social.

    La no exigibilidad de los derechos sociales constituye una de las grandes limitantes en la construccin de la ciudadana. Todas las consti-tuciones de Amrica Latina, incluyendo las redactadas durante la dcada de 1990, incluyen un catlogo amplio y ambicioso de derechos sociales. Sin embargo, casi todas ellas carecen de los mecanismos que permitan hacerlos exigibles. Incluso las que crean figuras innovadoras, como la defensora del pueblo (Colombia, Per, Bolivia, Brasil), se enfrentan al problema de generalizar en los hechos la aplicacin de esta clase de dere-chos. Por lo tanto, el rgimen de transicin tambin tendr quehacer frente a la necesidad de crear las instancias y la reglas que permitan a los ciudadanos obligar al Estado a cumplir los derechos sociales.

    De 1994 a la fecha Mxico ha aprendido a reconocer que la poblacin indgena, que comprende cerca de 10% de la poblacin nacional, carece de toda clase de derechos, incluidos los referidos al respeto a su identidad tnica, a la defensa de su cultura y al reconocimiento legal de sus propias formas de gobierno y sus costumbres. La inexistencia del concepto de derechos indgenas en la Constitucin mexicana y, en general, en el ima-ginario colectivo nacional, muestra hasta qu punto los indgenas carecen por completo de derechos ciudadanos. Como es sabido, la insurreccin de los indgenas chiapanccos en enero de 1994 dio lugar a una serie de negociaciones entre stos y el gobierno federal que se tradujeron en los llamados Acuerdos de San Andrs, que incluan diversas formas de reconocimiento a los pueblos indgenas y a su legalidad especfica. La oposicin del presidente de la repblica a estos acuerdos ha prolongado indefinidamente la legalizacin de este reconocimiento y, por lo tanto, la

    Ver grficas de condiciona de vivienda y de ingreso mnimo en Eitr P*is, julio del 2000. nm. 112. p. 71.

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    crisis poltica creada por la falta de inclusin de los grupos tnicos en el acuerdo nacional. Esta es tambin una tarea pendiente en el camino de construccin de la ciudadana para los sectores populares de la nacin.

    A MANERA DE CONCLUSIN La construccin de la ciudadana en Mxico es un proceso que apenas se encuentra en su fase inicial. La derrota electoral del rgimen autoritario ha dado paso a un acercamiento entre el pas legal y el pas real, es decir, a una etapa en la que la implantacin del Estado de derecho debe significar la aplicacin real de los derechos consagrados de manera generalizada y no segmentada. El relativo respeto a los derechos polticos de los ciu-dadanos no debe confundirse con la llegada a la mayora de edad en tr-minos de ciudadana en Mxico. Por lo contrario, apenas es el primer paso de un largo camino que no tiene garantizado el xito y cuyo devenir depende en gran medida de las contingencias de la poltica.

    La tradicin histrica mexicana ha anulado sistemticamente la exis-tencia plena de la ciudadana. El gran reto del presente es combinar en un solo movimiento poltico, por un lado, el respeto a los derechos civiles, polticos y sociales plasmados en las leyes, y por otro, la ampliacin de los mismos a travs de los llamados derechos de tercera generacin, es decir, los derechos de gnero, los derechos indgenas y los derechos de las minoras y las personas de la tercera edad. Al mismo tiempo, deben crearse las instituciones y las leyes que posibiliten la exigibilidad de estos derechos y su generalizacin a toda la poblacin. Slo bajo estas circun-stancias podr hablarse en Mxico de una ciudadana universal para toda la poblacin. Mientras tanto, seguiremos teniendo una ciudadana par-cial, incompleta o segmentada.

    BIBLIOGRAFA ARENDT, Hannah, The Human Condition, Chicago University Press, Chicago, 1949. AVRITZKR, Leonardo, "Modelos de Sociedad Civil: un anlisis de la especificidad del

    caso brasileo", en Alberto J. Olvera, La sociedad civil de la teora a la realidad, El Colegio de Mxico, Mxico, 1999.

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    CANSINO, Csar, La transicin mexicana, Centro de Estudios de Poltica Comparada, AC, Mxico, 2000.

    ESCALANTE, Fernando, Ciudadanos imaginarios. El Colegio de Mxico, Mxico, 1992. GELLNER, Erncst, Condiciones de libertad. La sociedad civil y sus rivales, Paidos,

    Barcelona, 1996. GlROUX, H. A, La escuela y la lucha por la ciudadana. Siglo XXI, Mxico, 1993. GUERRA, Francois-Xavier et ai, Los espacios pblicos en Iberoamrica. Ambigedades y

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