La Crónica de Roberto Navia

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La crnica de Roberto Navia "Tribus de la Inquisicin" (crnica completa)

Viernes, 06 de febrero de 2015

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Roberto Navia - EL DEBER Roberto fue probablemente el hombre ms infeliz del mundo durante 17 horas continuas, entre la maana del 1 y la madrugada del 2 de julio de 2013. En ese tiempo, una multitud lo acus de liderar el robo de un camin Nissan Cndor, lo amarr de pies y manos, lo golpe con mangos de picotas en la cabeza, en las costillas y en el culo, y cuando el sol arda bajo el dominio de las tres de la tarde, su cuerpo recibi chorros de gasolina y una mano de hombre sin pena prendi el cerillo y lo transform en una antorcha medieval y l iba de tumbo en tumbo, revolcndose como una culebra en la plaza del pueblo, rogando a ciegas a sus verdugos que le libren de ese calor enorme que le coma como una piraa hambrienta cada pedazo de piel.

- Quiero agua, dir varias veces despus en el hospital y lo dir a las dos de la madrugada por ltima vez, antes de que su cuerpo ya no robusto, con el 90% carbonizado, achicado por las llamas, emita su ltimo suspiro.

A las seis de la tarde, la multitud de Ivirgarzama regres a paso lento a sus labores cotidianas, con el alma desahogada como quien sale apaciguado de la misa dominical, con la certeza de haber sancionado a mano propia y dura a un delincuente y aportado con un granito de arena en la lucha contra el crimen.

A la misma hora, Roberto ngel Antezana, de 27 aos de edad, moreno, padre de un nio de siete aos y cortador de rboles madereros de oficio, fue socorrido por su pap Melquiades y su mam Isabel, que bajo los efectos de una soledad evidente y de una tristeza eterna, solo atinaron a echarle tierra a su hijo para que las ltimas bocas de fuego se extingan. Despus espiaron a los costados y cuando vieron que ya no haba mucho peligro, lo cargaron al hospital en una camilla improvisada que hicieron con dos bolsas de tela que compraron en el mercado que est a media cuadra de la plaza, porque el chofer de la ambulancia municipal se negaba a socorrerlo por temor a despertar de nuevo a los llamados amos de los linchamientos.

Ivirgarzama es un pueblo adulto que ya cumpli 45 aos de su fundacin, y tambin es la casa donde habitan 10.000 personas en su ncleo urbano y en sus campos hmedos hacen vida ms de 70.000 campesinos y colonos que llegaron del occidente de Bolivia en busca de algo. Est anclada en la provincia Carrasco y forma parte del famoso trpico de Cochabamba, cuya imagen ms visible es Chapare, la cuna poltica del presidente Evo Morales y el territorio frtil del circuito de la hoja de coca, esa planta milenaria que va a los cachetes de los consumidores tradicionales y a las fosas de maceracin donde se cocina la cocana made in Bolivia.

El trpico de Cochabamba es tambin la tierra brava donde desde el 2005 hasta septiembre de 2013, grupos eufricos de varios pueblos llevaron a la hoguera a 13 hombres de entre 18 y 45 aos de edad, acusados de haber robado vehculos usados o motocicletas que no cuestan ms de 300 dlares. En ese polvorn, Ivirgarzama fue el epicentro donde por lo menos 20 personas ms, segn reportes policiales, soportaron golpes de manada o fueron asfixiados con alambres de pas como medida de presin para que canten sus pecados.

Pero estadsticas anteriores que maneja el estudio de la misin de Verificacin de las Naciones Unidas en Guatemala y que no estn registradas en los libros del Ministerio Pblico ni de la Polica nacional, elevan o descienden a Bolivia al pedestal nmero dos del ranking de ajusticiamientos por manos de civiles. Ese informe le da al pas el ttulo de subcampen de linchamientos al haberse registrado entre 1996 y 2002, un total de 480 incidentes de ese tipo, de los que 133 terminaron en muerte en diferentes ciudades y zonas rurales de la nacin.

Para el ministerio pblico y la Polica, para los habitantes ms antiguos y para los recin llegados de Ivirgarzama, para los comerciantes de vehculos indocumentados y vendedores de chucheras, esta zona del pas que se encuentra en el corazn del territorio nacional, a 350 km de Santa Cruz de la Sierra y a 800 de La Paz, es una especie de lejano oeste, un Estado dentro de un Estado, donde la justicia y la seguridad ciudadana se asumen por cuenta propia.

- Siempre fue as, dice Jos Luis Hervas, que lleg de Cochabamba en 1985, con sus 29 aos de edad y su flamante ttulo de mdico general debajo del brazo.

Ese mismo ao, ante la ausencia estatal, junto al prroco, a la directora de la escuela y al corregidor, el mdico ayud a formar un tribunal de sentencia para frenar a los ladrones de gallinas que en aquel tiempo malhumoraban a los habitantes.

La primera sentencia que dieron fue cuando un vecino denunci a otro que le haba robado tres pollos. La decisin unnime del comit fue obligar al ladrn a que devuelva los animales, vivos o muertos, y someterlo a 20 chicotazos a espalda pelada, amarrado a un poste en el centro de la plaza, para que pase vergenza, para que se sepa que en Ivirgarzama habita gente de ley.

- Supuestamente hacamos justicia.

Eso cree ahora el mdico que recuerda que la justicia ordinaria y oficial dio seales de vida en 1990, cuando desde La Paz lleg el primer polica al pueblo, y siete aos despus, el 2002, baj de un bus el primer fiscal permanente, ms que para combatir los delitos de bagatela, para estar alerta ante los brotes de violencia anunciados por la Federacin de Cocaleros, que haba amenazado con bloquear la carretera asfaltada que va de Santa Cruz a Cochabamba, como represalia al gobierno de Jorge Quiroga, cuyos parlamentarios aprobaron en enero la expulsin definitiva del diputado Evo Morales del congreso, bajo acusacin de ser el autor intelectual de la muerte de un oficial del ejrcito y de un polica en la localidad de Sacaba, a manos de campesinos.

Las cifras no han mejorado mucho. Ivirgarzama estren hace dos aos un edificio de tres plantas donde funciona el Comando de la Polica, que est casi deshabitado porque para la poblacin solo estn destinados tres efectivos de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen (Felcc), que se visten de civil cuando ocurren los linchamientos. Los dos fiscales que ahora existen, trabajan en una casita sin bao, sin conexin telefnica ni internet y donde est guardada una camioneta Mitsubishi color roja del ao 2000 que el Ministerio Pblico envi desde Cochabamba, pero que no funciona porque no tienen presupuesto para reparar el problema de motor ni para comprar gasolina.

Marcos Vidal tiene su carta de renuncia en la punta de la lengua, al cargo de fiscal, porque est cansado de destinar el 60% de sus 800 dlares de sueldo para gastos operativos de su oficina, y de cargar a nombre de la justicia boliviana el peso de impedir las matanzas y de investigar a los autores que estn amparados en un cdigo del silencio que la gente ha instaurado para protegerse de las investigaciones del Ministerio Pblico.

La tarde en que quemaron vivo a Roberto ngel Antezana, el fiscal busc ocultar su investidura con una polera negra entre las ms de mil personas que enarbolaban la muerte en la plaza. Pero alguien reconoci su cuerpo de nio grande, su cabello ondulado y su voz de papagayo y de una botella de plstico le dispar combustible. -Sent el fro de la gasolina en mi espalda y escuch una voz que me dijo: Apartate fiscal de mierda!

Dio un paso hacia atrs y ahora cree que esa reaccin lo libr de la muerte. Pero aquel pasaje no es el peor tormento que habita en los recuerdos de este fiscal cruceo que, por problemas con una autoridad superior, lleg a Ivirgarzama como castigo en enero del 2013, supuestamente solo por dos meses. Marcos Vidal, a sus 47 aos de vida, ya no duerme como un beb. Sus sueos son un nido de araas porque no puede olvidar la cara perdida de un hombre con cuerpo de pajarito que a las tres de la tarde de ese 1 de julio, encendi un fsforo y lo lanz a otro hombre que desde las nueve de la maana empez a ser castigado en las entraas de una especie de inquisicin del siglo XXI.

Otro caso

Roberto no fue el nico al que esa tarde quemaron vivo. Pero fue el primero. Casi inmediatamente despus, sus hermanos lvaro, Nelson y Melquiades, su sobrino Gunnar Antezana ngel y su yerno Rubn Aguilar Cullar, maniatados y con la cabeza metida en bolsas de nailon, tambin pasaron por el patbulo autoritario de la turba, alimentada por moto taxistas y choferes del transporte interprovincial, por campesinos y por curiosos que a voz en cuello decan que estaban en contra de los criminales que no dejan dormir en las noches calientes y hmedas del trpico de Cochabamba.

lvaro pas por 20 cirugas y le amputaron dos dedos de la mano derecha y la mano izquierda est convertida en un puete que no puede soltar. El fuego le deform la piel de sus brazos y el diagnstico mdico dice que sufri quemaduras de primer, segundo y de tercer grado. Por eso estuvo cinco meses en cama y los representantes del Ministerio Pblico acudan a una clnica de Cochabamba no para investigar sobre lo que le hicieron, sino para tomarle declaraciones dentro del proceso por el supuesto robo del camin Nissan Cndor instaurado a los linchados.

La cara redonda y plana de lvaro delata a un hombre que aparenta ms de los 32 aos que tiene, porque a partir de aquella tragedia - l mismo lo dice - los aos se le vaciaron encima de la noche a la maana. Desde su casa paterna de Bulo Bulo, donde est ahora, a orillas del ro Ichilo y a 50 kilmetros del lugar aquel que bautiz como la cuna de sus peores dramas, este sobreviviente deshilvana su reciente pasado: Todos los que fuimos linchados aquel da, menos Roberto, salimos de aqu a las 5:00 a sacar simbao peces que sirven de carnada para pescar - de los atajados de Puerto Gretter. Fuimos en la camioneta de mi pap, en la Hilux plateada que compr en 11.000 dlares. A las 6:00 ya estbamos de retorno, chupando mandarinas y planificando la jornada de pesca. Viajbamos despacio y relajados, pero dos hombres vestidos de uniforme policial se bajaron de una vagoneta y nos hicieron parar.

No nos asustamos porque sabemos que sta es una zona roja donde opera el narcotrfico y se esconden los ladrones de vehculos, y que de vez en cuando llegan desde Santa Cruz policas para realizar operativos. Como no tenamos nada que temer, les hicimos caso. Pero sent una mala espina, llam a mi casa y no me acuerdo quin contest. Solo dije que nos haban detenido unos uniformados. Cuando los cinco ya estbamos fuera de nuestro vehculo, salieron del monte por lo menos 20 personas con palos y piedras y los supuestos policas desaparecieron o quiz se cambiaron de ropa. Eso fue a 20 km de Bulo Bulo. Nos acusaron de haber robado un camin y despus hicieron lo que quisieron, nos colocaron bolsas en la cabeza, nos inmovilizaron con nudos ciegos en las manos y en los pies y nos tiraron como a chancho a la carrocera de nuestro propio vehculo. Uno de ellos le quit la llave a mi hermano Melquiades y nos llevaron hasta un cruce de camino que est a 5 km de aqu. Ah fue que escuch la voz de mi pap.

Don Melquiades ngel Roca es de estatura pequea, tiene bigotes despoblados y una cara que confirma que la desgracia toc la puerta de su vida a los 60 aos de edad, cuando pensaba que la tranquilidad le vendra como un regalo que siempre mereci, despus de criar a sus 12 hijos con el esfuerzo de hombre de campo, cultivando esas 40 hectreas que compr en las mejores pocas de su existencia.

Naci en Todos Santos, un ranchero metido en alguna esquina de Villa Tunari, dentro de la provincia Chapare. Ahora est sentado junto a su hijo lvaro y a su esposa Isabel, amparados por una cabaa que es la antesala de su dormitorio y donde hasta el 30 de junio del 2013, un da antes de los sucesos, junto a su mujer diriga un restaurante de comida tpica. La rocola, ese gramfono que funciona con monedas expulsando canciones a la carta, era la alegra de los clientes a la hora del almuerzo. Recib una llamada de lvaro, me dijo que estaban en problemas, que los haban detenido. Fui con mi esposa y con mi hijo Roberto a buscarlos y los encontramos tirados en la carrocera, como si fueran animalitos. Dos hombres dispararon al aire con sus escopetas y lo rodearon a Roberto, lo ataron y lo alzaron donde estaban los cinco. Lo acusaron de ser el hombre orquesta de una banda que se dedica a robar vehculos.

Les insist en que si eso era verdad por qu no acuden a la Polica. Me contestaron que no creen en la justicia. Me desesper y les dije que si eran machitos que se agarren a puo uno a uno conmigo. Para ese momento, que era cerca de las 9:00, ellos ya pasaban de 80 porque haba llegado en un bus ms gente alterada. Mi mujer se desplom de dolor y tuvo que volver a la casa para reponerse. Luego se los llevaron a Ivirgarzama y yo los segu de lejitos, en un auto que en Bulo Bulo haba contratado por horas.

En la camioneta, para ponerlo a la par con los otros, a Roberto lo agarraron a patadas con modales de barbarie. Eso cuenta lvaro, que tiene recuerdos intermitentes:En el vehculo perda y recordaba el conocimiento. Lo volv a recuperar cuando me estaban azotando y despus me enter que todo haba ocurrido en la plaza, al frente de la Alcalda y a un costado de la iglesia.

La gasolina que me echaban encima me sacaba y me devolva a la vida. Porque cuando me perda su olor fuerte me despertaba pero despus me mareaba y me volva a dormir. Intu que me prendieron fuego, me revolqu en el piso para intentar apagarme. No senta dolor, estaba adormecido de tanto palo. Nunca pude ver el fuego pero saba que me estaba quemando. No me acuerdo si grit.

Grit como bala un cordero que va camino al matadero.

Eso lo asegura su pap, que estaba prisionero en la carrocera de un camin estacionado a metros de los condenados. Ah lo subieron por la fuerza. Desde ese lugar estiraba el cuello para ver el circo romano instalado en el centro del pueblo, donde el pblico febril esa tarde acosaba a seis gladiadores atormentados.

Desde esa carrocera de camin, vi a un hombre que estaba con la cara reventada. Le pregunt a Jeison, mi hijo de 17 aos que me acompaaba, quin era ese pobre tipo. El muchacho no me respondi, solo se puso a llorar y yo entend que se trataba de Roberto. Tan mal estaba el pobre que no lo reconoc.

Desde ah vio gritar a Roberto y a lvaro, a Nelson y Melquiades, a Gunnar y a Rubn. Todos jvenes de entre 18 y 32 aos de edad. Escuch decir a la gente que lvaro ya estaba muerto y le cortaron las pitas de las manos y de los pies porque el fuego no las haba quemado. Pero de pronto despert y se arrastr a una banqueta de la plaza. Pidi una frazada no s si porque le haca fro o porque estaba casi desnudo, pero una vendedora de refresco le alcanz un vaso y mi pobre hijo se acost como una guagua. Cuando ya estaban todos tirados y sin fuerza, con el cuerpo negro y destrozado, los que me tenan prisionero me preguntaron si quera bajarme de la carrocera. Les respond que depende de ustedes. Y una voz hipcrita me dijo que si yo no hice nada por qu estaba ah. Entonces brinqu, corr a socorrer a las vctimas y en ese trajn encontr a mi mujer que gritaba como loca.

A Roberto, a lvaro, a Nelson y a Gunnar los llevaron de a uno al hospital, cargados en la misma camilla improvisada. Pero Rubn y Melquiades, que presentaban evidencias de no estar al borde de la muerte, fueron trasladados a las celdas por dos policas que solo llegaron al escenario para eso.

lvaro despert en el hospital.

Ah me di cuenta que Roberto estaba todava vivo. Una enfermera grit: Doctor, doctor, un paciente est mal, agonizando! Antes yo lo haba visto en estado consciente y vendado todo, menos su cara. Peda agua y no le daban. Yo quera llorar y no poda. Supuse que era de madrugada. Cuando amaneci llamaron a mi mam para decirle que uno de los gordos haba muerto. Los policas me contaron despus que por el fallecimiento de mi hermano se preocuparon del resto de los linchados y nos llevaron a un hospital de Cochabamba.

A la muerte de Roberto se sum la de Gunnar, que se fue de este mundo en enero pasado, a los 26 aos de edad, a causa de un cncer que le diagnosticaron en ese pie derecho que la tarde de furia la multitud annima le haba destrozado a patadas.

lvaro recibi de la justicia ordinaria el beneficio de detencin domiciliaria y por eso ahora est aqu con sus padres, masticando el drama de los hechos. Pero Melquiades, Nelson y Rubn continan detenidos en la crcel de El Abra de Cochabamba. Sus familiares vendieron dos terrenos para pagar a un abogado y Melquiades pap no ha recuperado su camioneta Hilux.

-Es como si la tierra se la hubiera tragado.

Pero la prdida de las cosas materiales no es lo que acongoja a don Melquiades. Lo que lo llena de espanto es que incluso en pleno velorio de Roberto le llegaron amenazas de que iban a sacar el cuerpo del difunto despus de que lo entierren.

Si fuera cobarde me hubiera ido de aqu, no lo hago porque estoy con Dios y porque mis hijos no son ladrones. A esa gente le hice saber que aqu estamos y que si quieren vengan a matarnos. Total, con todo lo que pas ya estamos medio muertos.

Para defenderse, los ngel Antezana tenan dos armas que consideraban eficientes: machetes y once perros. Estos ltimos, dice doa Isabel, morena, de 51 aos, de una boca que vive con la sonrisa extraviada y de ojos enormes y nublados, los perros se portaron como verdaderos guardianes, porque a falta de policas, los animales se desgaitaban ladrando cuando sentan ruidos de hombres extraos en los alrededores de la casa. Varias veces intentaron hacernos algo. Nos llama la atencin que de los once solo queden siete. Se fueron muriendo, tal vez ellos los mataron.

Y ellos son todos y son nadie. La justicia ordinaria no sentenci a ningn autor de linchamiento que se haya producido en el trpico y, por el contrario, cuando la Polica detuvo a algn sospechoso, los pobladores, campesinos y colonos reaccionaron como un solo hombre, se quejaron y amenazaron al Gobierno nacional. El 3 de febrero de 2010, el magno congreso ordinario de la Federacin Sindical de Comunidades Carrasco Tropical, emiti un pronunciamiento y envi una carta con el rtulo de urgente al entonces ministro de Gobierno Sacha Llorenti.

Parte de la carta dice: "No logramos entender cmo la justicia est a favor del delincuente. Ante la constante aparicin de robo de motos y a domicilios, la gente se siente desprotegida, y al respecto no se hace ninguna investigacin. Pero cuando aparece muerto un ladrn, rpidamente acta la Polica. Un compaero nuestro fue detenido acusado de instigar un linchamiento y enviado a la crcel de Sacaba de Cochabamba. Rogamos a su autoridad que se lo libere y que se deje sin efecto las investigaciones en su contra. Por otro lado, le pedimos que pueda gestionar la reestructuracin de la Polica y de los administradores de justicia, con los que no nos sentimos protegidos.

El 2 de marzo de 2010, la Federacin Sindical de Mujeres Carrasco Tropical, le envi otra carta a la ministra de Justicia, Celima Torrico, en la que se le pide que libere a un afiliado que detuvieron y al que se lo involucra en el ajusticiamiento del 14 de diciembre de 2009 por parte de una multitud a los ladrones de motocicletas, y que, en caso de no ser escuchadas, amenazaron con movilizaciones, pero le aclararon que no quisieran llegar a esa extrema medida.

Los dirigentes de las instituciones que forman parte de la federacin Carrasco Tropical guardan un silencio de cementerio para referirse personalmente sobre los linchamientos y desde la vereda del anonimato coinciden con el discurso del ciudadano comn: "Le hemos perdido la fe a la Polica, a los jueces, a los fiscales y por eso nos vemos obligados a sancionar a los delincuentes, porque cuando los policas los mete a la crcel, a los pocos das los liberan en nuestras narices.

El moto taxi es el principal servicio de transporte pblico en Ivirgarzama y sus conductores se ganaron el apodo de verdugos', porque como tienen la facilidad de movilizarse cuando han descubierto a un supuesto ladrn, alborotan a la poblacin y preparar la hoguera para ejecutarlo.

Si uno les pregunta, qu hacen ustedes cuando descubren a un ratero de motos? Lo quemamos, contestan, siempre que la pregunta no la haga un periodista identificado. Y se justifican argumentando que lo nico que hace el pueblo es aplicar la justicia comunitaria que est amparada por la nueva Constitucin Poltica del Estado y por la Ley de

Deslinde Jurisdiccional que se aprob el ao 2010.

- Pero no existe ningn artculo que mande que se aplique la pena de muerte. Los castigos de la justicia comunitaria y ancestral apuntan solo a tareas fsicas, asegura el fiscal Vidal.

El jurista habla con conocimiento de causa porque a l, una vez, lo sentenciaron y castigaron los aimaras del lago Titicaca. Fue el 2005 cuando acudi a la comunidad indgena Chua, para detener, junto a un polica, a un profesor de escuela sobre el que pesaba la acusacin seria de haber violado a varias estudiantes de 15 aos.

-Pero usted cometi un error, le dijo el Mallku, el lder poltico de la comunidad que de poncho rojo, con su bastn de mando en una mano y un chicote en la otra, lo invit a que explique por qu ha detenido al profesor sin su permiso, causando un perjuicio para los estudiantes, porque es sabido que le enfatiz - cuesta que el Estado les enve a un nuevo maestro a ese rincn de la patria que si se viaja en un vehculo se llega en solo tres horas de La Paz.

Lo pusieron al medio de un crculo formado por otros dirigentes. Desde las 16:00 hasta las 18:00 lo llevaron a un juicio bajo las normas de la justicia comunitaria. Lo sentenciaron a que haga 200 adobes en lo que quedaba del da. Como ya era tarde y haca fro, le dieron una especie de indulto: que compre 10 cajas de gaseosa popular a cambio de bajar a la mitad la pena.

- Por suerte tena dinero y haba una venta en la esquina de una cuadra, cuenta ahora el fiscal con buen humor, sentado en un restaurante del centro de Ivirgarzama.

Mira de a rato su telfono celular de 20 dlares y dice: Ya son siete las llamadas que me hicieron de un nmero privado desde que estoy hablando contigo. Y de eso hace cuatro horas.Deduce que en el pueblo ya se enteraron que el fiscal est hablando con un periodista y que los telefonazos podran ser una advertencia para que no estire la lengua, para que no hable de los misteriosos linchamientos. Pero l ha decidido no contestar las llamadas que les hagan desde un nmero privado, porque ya est cansado de las amenazas. Por eso, prefiere recordar cmo termin su historia de reo a orillas del Titicaca.Aquella tarde-noche se sac los zapatos y se arremang el pantaln. Le dieron baldes para que saque agua del lago, le entregaron un montculo de paja, otro de tierra y empez a trabajar'.

Cuando iba por los 20 adobes tembl de fro y los efectos de los 3.800 metros de altura sobre los que se asienta el Titicaca, era un taladro pesado que le perforaba la cabeza. - Pero igual segu. Se haba armado una muralla de gente en mi alrededor y en coro contaban cuando iba por el adobe 98, por el 99, por el 100.

Eran las 10 de la noche cuando el Mallku lo despidi con un abrazo de amigo y le dio un mensaje que Marcos Vidal nunca olvidar: Ya sabe fiscal, siempre hay que pedir permiso a la comunidad y si el maestro es culpable de lo que se le acusa, estamos de acuerdo que pague en la crcel. El profesor ahora tiene 36 aos de edad y cumple una condena de 20 aos de prisin en la crcel de San Pedro de La Paz.

Un ao antes, Marcos Vidal se estren en su lucha contra los linchamientos como suele ocurrirles a quienes estn notoriamente marcados por el sello de la muerte. En El Alto de La Paz, esa ciudad montada sobre 4.000 metros de altura sobre el nivel del mar, descubri que la muerte purga los pecados de una de las urbes ms altas del mundo. El 2004 l se estren como fiscal de homicidios y su primera misin fue rescatar con vida a un paisano que haba sido sorprendido robando una garrafa en un barrio de la zona de Ro Seco. Cuando lleg al lugar de los hechos, a eso de las 18:30, vio que en una cancha de fulbito estaba un hombre ensangrentado y con el cuerpo mojado con gasolina, listo para lo conviertan en un mechero humano. Primero se abri paso sin identificarse. Cuando estuvo frente al amarrado, se present como el doctor Vidal, representante del Ministerio Pblico de Bolivia, seores. Solicit que le den permiso para trasladar al acusado a una oficina judicial para someterlo a una audiencia de medidas cautelares.

Amenazaron con sacarlo a patadas.

Los policas que lo acompaaban no se asomaron al escenario. Se quedaron a unas cuadras de la cancha, con el vehculo encendido, listo para escapar por si la gente agarre su bronca contra los agentes de la ley.

- Quin garantiza que a este ladrn no lo soltarn despus que nosotros se lo entreguemos?, recuerda que alguien de entre la masa le grito de frente.

- Yo garantizo, cuenta Vidal que respondi con aplomo.

Le tomaron la palabra, soltaron al supuesto hombre de mal hacer y agarraron al fiscal, lo ataron al arco de fulbito y le aclararon que si el juez libera al detenido, ser a l a quien torturen.

Un juez de El Alto, enterado sobre la vida dura por la que atravesaba Marcos Vidal, termin la audiencia en 30 minutos y orden que al ladrn de garrafas se lo traslade a San Pedro, a esa crcel que luce sus muros de adobes centenarios a pocas cuadras del centro de la sede de Gobierno.

El fiscal no saba que a partir de esa noche iba a evidenciar la ejecucin de por lo menos 20 linchamientos, que salvar a algunos y que no podr hacer nada por otros, que su ritmo de trabajo alocado y franciscano ser la causa para que fracase su matrimonio con la mujer con la que procre dos hijos y que un 1 de julio de 2013, en plena plaza de Ivirgarzama, alguien de la manada de ejecutores le rociar con gasolina en la espalda y le dir: Apartate de ah fiscal de mierda.

Odian a muerte a ladrones

Los acusados de ladrones en Ivirgarzama son odiados a muerte cuando estn vivos, pero dos de ellos, cuando cruzaron el umbral del ms all, pasaron de chicos malos a santos' y ahora les ponen velas y les rezan para pedirles milagros los lunes y los viernes, cuando la creencia popular asegura que las almas vuelven de visita a la tierra para ayudar o hacer la vida imposible a los mortales.

Pero la gente les claman por una ayuda no en el templo del pueblo, sino, y aunque cueste creerlo, en la mera Polica. Los devotos no son solo los hombres o mujeres de civil, los uniformados tambin les piden que interpongan sus oficios para un montn de peticiones.

En un lugar privilegiado del Comando de la Polica, en la cabecera del comedor y encima de una mesita de tocador, duerme una urna de madera donde estn guardados los restos seos de dos hombres sin nombre que hace cinco aos fueron quemados vivos y acusados de un robo que no figura en los expedientes policiales.

El suboficial Pedro Nez Pacheco, director de la Felcc, se re con vergenza cuando admite que las calaveritas estn ah, acompaando a los pocos policas que trabajan en Ivirgarzama y a las que elevan plegarias cuando se avecina un linchamiento, para que desinflen el ventarrn de la furia de la gente, para que no permitan que otros caigan en desgracia.

Son los patrones de la guarda de los sentenciados a muerte, sentencia el suboficial Nez, el polica que lleg al trpico de Cochabamba el 2010, cuando los crneos y otras partes del cuerpo de esos seres annimos ya estaban en la casa policial. Como no existe nada escrito, se remite a testimonios de sus camaradas antiguos que ya no estn, los que le contaron que fue a orillas del ro Ichilo donde se encontraron dos cuerpos carbonizados, que luego fueron llevados al Comando para que las almas de los fallecidos hagan el milagro que la seguridad ciudadana del Estado no consigue: impedir las ejecuciones de civiles contra otros civiles.

Tanta fe les tienen los policas a esos restos, que fueron ellos los que pusieron cuota para comprar la urna. Cuando la noticia lleg a las casas de los vecinos, stos se sumaron a la romera y ahora tienen la costumbre de acudir a la Polica para rezar por el alma de los esqueletos y para pedirles milagros: Una ayudita en el negocio o el trabajo, alejar a los delincuentes de la casa y velar por los seres queridos para que siempre lleguen sanos a casa.

Los que acuden en las noches no solo prenden velas, se quedan en silencio durante horas para pijchear (masticar hojas de coca) y as entablar una comunicacin espiritual con esos hombres de los que no se sabe quines fueron, de dnde son, ni qu hacan en el trpico antes de que se les corte el hilo de la vida.

El suboficial Nez incluso cree que algunos de los fieles podran ser quienes participaron del linchamiento. Suele ver a algunos que se sientan a llorar como un beb, que levantan las manos y hablan despacito, como si se estuvieran quejando de algo, como si un pecado mayor les sofocara en el pecho.

La mayora de los linchados queda como NN porque ningn familiar o amigo llega para reclamar el cuerpo y por eso no se consigue identificarlos. El mdico forense Pedro Cejas Surez, 58 aos de edad y con voz de sacerdote en estado de gracia, cree que los parientes de los difuntos no aparecen por miedo a que el pueblo los apunte o porque quiz son de otros rincones del pas y desconocen en qu termin su ser querido.

- Despus de 48 horas son sepultados en fosas comunes. No hace falta cavar un pozo hondo porque el fuego achica los cuerpos. A veces nos hemos encontrado con amputaciones trmicas, donde solo quedan parte de la columna y de la cabeza.

Pedro Cejas trabaja en un consultorio que est en la segunda planta de las instalaciones de la Polica, y desde ah ve pasar la vida y las muertes que ocurren en Ivirgarzama, el pueblo con casas de dos o de tres pisos sin revocar, con techos de calamina y con terrazas donde las mujeres tienden las ropas lavadas, con calles de tierra y con perros que saben hacerles zigzag a las motos, a las miles de motos sin placas que conforman el parque automotor.

No hay estadsticas serias que sirvan para hacer comparaciones. Ni la Polica ni el Ministerio Pblico manejan datos de ajusticiamientos que nunca se saben, que quedan ocultos entre los barbechos de la jungla tropical. Pero lo que se puede percibir a travs de las pocas denuncias sobre el ndice de delitos, entre cinco o 10 cada mes con el robo de motos en la cima del ranking el mdico forense cree que los ajusticiamientos asustan a los delincuentes y por eso desaparecen un tiempo, hasta que se les pasa el miedo.

La ltima muerte a mano de vecinos fue el 7 de noviembre del ao pasado. El informe forense dice que Gerardo Mrida Garca, de 25 aos, fue encontrado colgado de un rbol de palo santo, con signos de violencia y hematomas en toda su humanidad y que la causa de su muerte fue probablemente por asfixia mecnica por estrangulamiento con soga delgada.

Desde aquel da no se presentaron denuncias oficiales de robo de motocicletas, revela el director de la Felcc, sin ningn tono de orgullo, porque sabe lo afirma que la lucha contra el delito se apoya ms en la poltica del terror que en los esfuerzos de sus pocos hombres.

Los policas se sienten con las manos atadas y creen que sus vidas, si se hicieran los machitos, penderan de un hilo. El 2009, el Comando fue reducido a mero observador de una matanza. La Unidad Mvil de Patrullaje Rural (Umopar) detuvo a cuatro personas que corran por la carretera en un vehculo tipo taxi. En el interior del motorizado encontraron armas y los metieron a la celda policial. Solo bast una hora para que miembros de un sindicato de transportistas lleguen hasta ah para hacer saber que esos cuatro tipos' haban intentado robar 45.000 dlares del interior de la casa de uno de sus afiliados.La gente se alborot y a los detenidos se los quitaron a la Polica de las manos.

La masa se entr por la parte trasera del edificio y mientras cortaban el candado de la prisin con una sierra, los presos Bladimir Herrera Tintaya (32), Edgar Alba Caero (21), Eldy Eliot Villalba Chvez (28), desesperados como cebras atacadas por felinos, rompieron la ventana de la crcel y cayeron de las brasas al sartn, directo a los brazos de sus enemigos que primero les dieron con palos y luego los colocaron encima de una llanta de camin donde estuvieron ardiendo horas hasta convertirse casi en cenizas.

(TOMADO DEL DIARIO EL DEBER)

Esclavos made in Bolivia

Roberto Navia Gabriel - 23-02-2012

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Todo es real. Hay explotacin laboral, trata de personas y reduccin a servidumbre. Existe retencin indebida de documentos, nios trabajando, promiscuidad sexual y tuberculosis. Tambin se registran jornadas de trabajo que duran ms de 20 horas, salarios miserables a cambio de un cuartucho, un raqutico plato de comida y, sobre todo, hay muchas mquinas de coser.

Todo ello ocurre a diario y sin frenos en los cientos de talleres de costura clandestinos, camuflados en casas de familia, que operan de lunes a domingo en las ruidosas ciudades de So Paulo y Buenos Aires que aterran a los miles de bolivianos que, sentaditos en las mquinas de coser, estn siendo sometidos a un sistema de esclavitud que no es un secreto y que ya no avergenza a ninguna autoridad, a no ser que uno de los tantos desgraciados muera trgicamente.

Las vctimas son los bolivianos pobres y desempleados que sobreviven en los rincones olvidados del pas. Pero tambin son bolivianos sus verdugos que ejecutan tcnicas persuasivas para arrancarlos de sus lugares y llevarlos con engaos a esas tierras lejanas donde, en vez de llamarlos por sus nombres, les dicen los bolitas, y donde los encierran para que costuren cientos de prendas de vestir, desde las siete de la maana hasta las dos o tres de la madrugada del da siguiente.

Los consulados que Bolivia tiene en ambas ciudades revelan cifras aterradoras: de ms de un milln de inmigrantes bolivianos, muchos viven bajo este rgimen en Buenos Aires. Lo mismo sucede en So Paulo, donde hay cerca de 80.000 inmigrantes. Como es de suponer, esto lo saben las autoridades en Bolivia, pero tambin lo saben sus pares en Brasil y Argentina, la Iglesia catlica y tambin la Polica. Pero el viaje de tres semanas que hice a So Paulo y a Buenos Aires no slo sirvi para escuchar a esas fuentes oficiales sino, y sobre todo, para meterme en el estmago de la bestia, es decir, internarme en la vida de esos hombres y mujeres, aquellos morenitos de baja estatura, livianitos de peso y de cabeza gacha, para comprobar y escuchar sus historias y tambin las historias de los dueos de los talleres y descubrir cmo se origina y cmo crece y se fortalece ese trfico de carne humana, cuyo movimiento econmico, por ser tan grande, nadie ha podido medir todava. La persona que me ayud a ganar la confianza de los involucrados, de los buenos y de los malos de esa pelcula de terror, fue Charly su nombre es Marco Antonio Hinojosa (62), aquel hombre que con el paso de los aos dej de parecerse fsicamente a la estrella hollywodiense de los 80, Charles Bronson, para ahora asemejarse al expresidente brasileo Luis Incio Lula da Silva.

Quiero que cuenten todo a este periodista que vino de Bolivia, les deca con su voz imperativa y ronca a los bolivianos que haban sido rescatados de aquel mundo sin Dios, como ellos lo llaman. A Charly lo respetan porque l les ayuda a tramitar ante el consulado sus documentos de residencia y en detectar y llevar al hospital a los compatriotas que tienen sntomas de desnutricin y de tuberculosis.

Una treintena de testimonios revela que fueron reclutados con engaos en Bolivia a travs de anuncios que se emiten por radio, prometindoles vivienda y alimentacin como la gente, y un sueldo de 300 dlares por trabajar ocho horas diarias. Pero nada de eso ocurre. Cuando llegan a la ciudad les quitan sus documentos y les dicen que no salgan a la calle porque la Polica Federal odia a los inmigrantes y que los llevarn a la crcel. Les dan la triste noticia de que la paga no ser por mes, sino por prendas, entre 0,10 y 0,30 centavos de dlar por cada costura; y les recalcaban que no recibirn ningn sueldo hasta que no terminen de pagar el pasaje que les costearon desde Bolivia.

Al pasar por la casa nmero 404 de la rua (calle) Cajur en el barrio Beln de So Paulo, nos saluda temeroso un muchacho de 25 aos con traza de costurero (tiene la misma pinta que los otros compatriotas que entrevist das y horas antes). Parado detrs de las rejas de fierro de esa vivienda, dice que se llama Rder Mamani Limachi y que es paceo. Era cerca de la una de la tarde de un acalorado sbado de junio y el boliviano empez a quejarse de que no poda salir de esa casa porque su patrn se haba llevado la llave, que siempre que se ausenta hace lo mismo porque no quiere que sus empleados salgan y porque desconfa que le vacen la casa donde funciona el taller de costura. Slo si me duele mi muela, le digo que tengo que ir a hacrmela sacar, comenta resignado.

A Yenny Mendieta (23) la encontramos refugiada en la Pastoral del Migrante de la rua do Glicrio 225. Vomit una historia que dice que necesita olvidar. Ella sali embarazada de La Paz hace un ao y medio hacia So Paulo con el nombre de Zulma y su marido Limberg Nogales (24) como Teodoro. De los apellidos ya ni se acuerdan porque dicen que eran raros.

A finales de 2004 fueron tentados por un anuncio radiofnico, que escucharon en la ciudad de El Alto, para viajar a Brasil como costureros. Se contactaron con un tal Eduardo, que les prometi una vida con mucho futuro. Empezaron a suceder cosas raras desde un comienzo, recuerda Yenny Mendieta. La mujer se refiere a los carns que le entreg Eduardo a ella y a su marido, los que en realidad pertenecan a otras personas. Los nombres eran ajenos y tambin las fotos. Pero esa gente extraa se pareca a nosotros, afirma con una voz que a cada minuto baja de volumen.

Recuerda que el primer da de trabajo fue tal como haban convenido en Bolivia, pero despus les exigan que se queden hasta la una de la madrugada y luego hasta las dos. Despus result que no les daran sueldo hasta que paguen los 180 dlares que haban gastado en los pasajes de cada uno, pero nunca terminaban de cubrir esa deuda.

En realidad, aclara, que solamente sali una vez de esa casa cuya direccin nunca pudo memorizar, horas antes de que su beb pataleara para salir de su vientre. La llevaron caminando y escoltada por dos hombres a un hospital que quedaba a seis cuadras del taller. Dio a luz un viernes, a su hijo lo llam Ayrton (igual que al corredor de Frmula 1 de apellido Senna); el sbado volvi a su centro de reclusin, descans el domingo y el lunes ya estaba de nuevo sentada al lado de su mquina de costura.

El tal Eduardo me rea cuando me levantaba para dar de chupar a mi beb, es por eso que lo cri con mamadera, porque el patrn dijo que prefera darme un vale de 20 reales para la leche. l mismo iba a comprarla porque yo tena prohibida la salida, rememora.

Cuando terminaron de pagar la deuda, el marido de Mendieta logr que le dieran permiso para salir un sbado en la tarde. Se encontr con otros bolivianos y visit sus casas y en una de ellas escuch a travs de una radioemisora conducida por bolivianos que aconsejaban que no tengan miedo a la Polica y que podan caminar por las calles de So Paulo. Fue como despertar. Nos dimos cuenta que habamos estado encerrados 10 meses, dice Mendieta, y muestra una sonrisa que la tena archivada desde que sali de Bolivia, escapando del desempleo, pero que, como sucede con miles de bolivianos, afirma que se encontr con una vida de perros.

Los bolivianos son los que hacen el gasto fsico y sus patrones y los patrones de stos que en muchos casos son ciudadanos coreanos son los que se llevan las ganancias.Autoridades consulares y de organizaciones de derechos humanos revelan que en la cadena de explotacin un costurero gana entre diez y treinta centavos de dlar por cada prenda, el dueo del taller recibe dos dlares o tres del propietario de la mercadera, que es el que le encarga que le confeccione miles de prendas y ste las vende a los mercados y boutiques en por lo menos veinte dlares. La cooperativa La Alameda y la Unin de Trabajadores Costureros de Buenos Aires revelan que afamadas marcas de ropa de primer nivel se valen de este sistema de explotacin para obtener fabulosas ganancias a costa de la servidumbre de los bolitas que son comprados a precio de gallina muerta.

Los esclavos de ayer son los amos de hoyGracias a Charly el boliviano que ahora se parece a Lula da Silva encontr al hombre perfecto para comprobar incontables afirmaciones que haba escuchado a lo largo del viaje. Muchos de los que ahora manejan los talleres son los que antes eran esclavos de los empresarios coreanos. Son bolivianos que han reunido algo de plata y han aprendido la maa de lucrar sacando provecho del ms dbil, me haban dicho el cnsul de Bolivia en So Paulo, Jaime Valdivia, el cnsul en Buenos Aires, miembros de la Pastoral del Migrante de Corumb y varios testimonios de quienes fueron sometidos a ese tipo de servidumbre.

dgar S. me llamo, dijo el amigo de Charly, al que visitamos en la zona de Buen Retiro de So Paulo, que desde un comienzo aclar que ahora que tiene su taller de costura ha visto la realidad tal cual es. Eso quiere decir, explic seguidamente, que ahora entiende a sus ex patrones y que l tambin tiene motivos para exigir ciertas cosas a sus dependientes. Un costurero tambin se equivoca, te hace renegar, a veces te reclama de todo y de nada, y hay que soportarlo, relata con voz pausada, y sus quejidos siguen: Cuando somos costureros no nos damos cuenta de los problemas por los que pasa el patrn, pensamos que llevar un taller es bien fcil, pero no es as, cuesta, hay que esforzarse. Hay costureros que quieren vivir bien, pero tienen que tener en cuenta que si han venido de Bolivia es a trabajar. Qu se va a hacer, hay que soportarlos.

Hay denuncias de que no les dan de comer bien.

Mi esposa es la que cocina, por suerte mi gente no es escogedora de la comida. Cuando yo era costurero, un poquito reclamaba, pero ahora he visto que la realidad no es as, porque hay que comer callado, tranquilo. Yo les estoy dando surtido, no un solo plato, no puro saice, les doy mixturado: fideo, arroz, ms carne le meto.

Tambin hay denuncias de que los talleristas no les pagan a los costureros.Otros deben ser. Yo les pago por pieza, por modelo de prenda que costuran.

Cuntos empleados tiene?

Tres. Ahora tengo que irme.

La jaula de los sueos

Encierro. Los que tienen algo de privilegio sacuden sus penas una vez por semana. Los otros, piensan en la libertad en silencio.

Para los costureros con suerte, la libertad comienza el domingo. Es el nico da cuando esos bolivianos que viven en So Paulo pueden salir de sus jaulas donde trabajan, duermen, comen y defecan, para hacer lo que les d la gana. Martn Pealoza Alba (38), por ejemplo, entre semana, mientras est sentado frente a la mquina de coser, donde trabaja 16 horas al da para el cochabambino Francisco Tejerina, suea con el picante de lengua y panza que preparan en el restaurante Illimani de don Jorge Merubia, el paceo ms famoso de la calle Coimbra, porque adems tiene un televisor de 25 pulgadas conectado a una antena parablica de donde baja la seal de cuatro canales de televisin y de seis radioemisoras bolivianas. A don Jorge tambin lo han hecho famoso sus resmenes que les hace a sus clientes sobre lo que informaron entre semana Doa Justa (PAT) y los conductores de El Maanero (Red Uno) y Al Despertar (Unitel).

A Pealoza el domingo no le alcanza para sacudirse de la dura semana que padece encerrado en un ambiente con escasa ventilacin, chipado de cables parchados que transportan electricidad para dar vida a las mquinas de coser, pero que amenazan con electrocutar a quien no camine con cuidado por los estrechos espacios entre costureros.

Pero una cosa era escuchar los testimonios de personas que relataban sus desgracias y otra era ver personalmente esos ambientes que segn decan eran detestables, inhumanos e irnicamente los nicos lugares que garantizaban a los costureros dormir bajo techo y llenar el estmago aunque sea con comida que ms llena que alimenta.

Cuando visit un taller al que ingres como un comerciante interesado en comprar pantalones cortos para luego venderlos a las mujeres gorditas que llegan hasta las playas de Ro de Janeiro observ a gente con las cabezas inclinadas, con los ojos puestos en las agujas que costuraban, con sus manos encima de las telas, sus pies en los pedales y sus orejas atentas a una radio destartalada que roncaba a ritmo de cumbia.

Cumbia en castellano?, pregunt a una costurera joven que tena cerca. Es una radio de bolivianos, me contesta sin mirarme y trato de sacarle ms palabras preguntndole quin cantaba. Es Sebastin y el tema se llama T no ests junto a m, me responde y sigue cosiendo.

La curiosidad para conocer todos los rincones de aquel lugar me consuma, pero, cmo decirle al dueo del taller que quiero llegar hasta los dormitorios y a la cocina si un comerciante no tiene porqu conocer esos secretos? Tengo ganas de orinar, le dije, y me muestro impaciente como pidiendo auxilio para que me indique dnde puedo desaguar.

Me seala, con ademanes, que siga recto y que cruce un biombo descolorido que separa el taller de costura de los habitculos donde sus costureros se meten en la madrugada para dormir y salen bien tempranito para seguir manipulando las mquinas.

Pero para llegar hasta el nico bao tengo que pasar por entre medio de catres de dos y tres pisos donde en uno de ellos est tirada de espaldas una mujer que me mira con sus ojos hundidos y amarillos como si estuviera azotada por la anemia. No me responde el saludo, pero igual siento pudor al meterme en el bao porque no puedo hacer lo que me pide el cuerpo porque la puerta es ms ancha que el marco y no puedo cerrarla.

El dueo del taller luego me aclara que la mujer que vi est dbil y que la culpa es de los gobiernos bolivianos incapaces que no garantizaron una buena alimentacin a los nios del campo, y que por eso cuando son grandes y tienen que trabajar no aguantan y se desmayan de nadita.

Le pregunto si el fin de semana que viene ir con sus empleados a jugar fulbito a la canchita de cemento de la feria La Kantuta que es exclusiva para los bolivianos. Me dice que en su taller existe la premisa de trabajar de corrido para garantizar la entrega de las costuras a los empresarios coreanos que son los que encargan las prendas de vestir.

Entonces me acuerdo del administrador de la Pastoral de los Migrantes de So Paulo, Juan Arturo Plaza, un chileno amable con lentes de vidrios gruesos y medio canoso, que das antes me haba revelado que a muchos costureros les son vedadas las salidas para que no tengan la posibilidad de conocer a otra gente que pueda ofrecerles un trabajo ms digno y mejor pagado.

Si para los costureros con suerte la libertad comienza el domingo, para los que no la tienen porque no pueden salir ni un da a la semana la libertad permanece en el pensamiento, calladita, sin hacer aspaviento. Lo asegura con conocimiento de causa Zenn Bernal (36), un treintaero pequeo y de nariz chata que un domingo de junio lo encontr atendiendo a los clientes del restaurante Illimani, el mismo donde acude Martn Pealoza Alba a comer picante de lengua y panza.

Zenn Bernal revela su fantasma que lleva dentro. Cuenta que ni bien entr al taller donde lo contrataron para que costure lo encerraron tres meses bajo el pretexto de que lo cuidaban para que los brasileos no lo encarcelen porque estaba de ilegal.

Durante todo ese tiempo dice que so que era libre, que caminaba por la avenida ms famosa de So Paulo, la Paulista, y que poda hacer lo que le viniera en gana, incluso armarse de valor para luchar contra los malditos esclavizadores.

Las tribus del subsuelo

No se los ve en la calle, ni en los metros, tampoco se los observa en los buses, en los mercados, ni en los baos pblicos. Y eso que se estima hay ms de un milln de bolivianos en Buenos Aires, y en So Paulo cerca de 80.000. La mayora forma parte de las tribus de subsuelo, donde las buenas costumbres y los gobernantes los dejan subsistir a cambio de un silencio sepulcral que no revele la ineptitud o la complicidad de las autoridades para controlar a las mafias que reclutan inmigrantes.

Sobreviven en esos galpones, donde poco se duerme porque sus ocupantes, los bolivianos que salieron de los recovecos de Bolivia donde las fuentes de trabajo son un lujo, se dedican a costurar, luchando contra el reloj y el sueo, las prendas de vestir que son cotizadas en los mercados y tiendas donde tambin va la gente de clase media para arriba.

Los argentinos y los brasileos slo saben que los bolivianos tienen fama de ser trabajadores y humildes, y como dice Ral Hctor Snchez (48), nacido en Buenos Aires, los bolitas saben ser inmigrantes, son muy calladitos.

Tan calladitos son que a finales de marzo de este ao tuvieron que morir dos adultos y cuatro nios bolivianos en el incendio de un taller textil de dos plantas en la calle Luis Viale 1269, en Caballito, para que las autoridades argentinas se atrevieran a desnudar una realidad que no haba sido admitida hasta entonces: la esclavitud se campea por las narices de autoridades argentinas.

Tan calladitos son los bolivianos que la mayora (unos 50 por lo menos) de los que lograron salvar la vida del incendio, prefirieron escapar por miedo a que la Polica los encarcele por estar trabajando de ilegales.

Por qu no se los ve en los mercados comprando verduras o abarrotes? Porque todos los que trabajan en los talleres desayunan, almuerzan y cenan en el mismo lugar donde trabajan.

Por qu no se los ve utilizando los metros ni los mnibuses? Porque los bolivianos no necesitan transportarse porque no salen a las calles y cuando se ponen graves de salud o cuando a las mujeres embarazadas les llega el momento de dar a luz los llevan caminando a las clnicas pblicas ms cercanas del lugar donde son reducidos a servidumbre.

Por qu no salen a las calles? Porque tienen miedo de orinarse en sus pantalones cuando ven a un polica, responde Norma Andia, la directora de la Asociacin de Residentes 6 de Agosto de Buenos Aires, que a las seis de la maana est transmitiendo su programa Sin Fronteras por la radio 92.9, Chacaltaya, que funciona clandestinamente y a travs de la cual aconseja a los bolivianos que dejen de ser calladitos y denunciar a todos los que se atreven a daarlos fsica y moralmente.

Estamos viviendo muy mal

Mario Jeremas (Pastoral del Migrante): Hay mucha esclavitud en Brasil y las vctimas son los ciudadanos bolivianos que llegan en busca de trabajo. Los dueos de los talleres de costuras, donde los explotan, los hacen trabajar ms de 20 horas por da. Eso para la ley brasilea es esclavitud porque las reglas jurdicas dicen que en este pas se debe trabajar solamente 8 horas diarias y ganar 500 reales al mes como mnimo. Sin embargo, los bolivianos ganan mucho menos que esa cantidad de dinero. Eso ocurre de una manera frecuente en Brasil y los malos tratos suceden entre paisanos (de boliviano a boliviano), y hay veces que son los coreanos los que los esclavizan y tambin suelen estar involucrados los brasileos. Es por eso que la Pastoral del Migrante a nivel mundial tiene la tarea de escuchar las historias de los que sufren, darles alojamiento, comida, ropa, apoyo jurdico y espiritual. Por ejemplo, el ltimo domingo de cada mes hay una misa para los emigrantes latinos. Esta realidad dura, que yo creo que afecta a por lo menos 150.000 bolivianos en Brasil, no puede seguir as. Sin embargo, mientras el capital excluya a las personas no habr solucin al drama de la esclavitud laboral que est creciendo cada da. Si entre los gobiernos, la iglesia y la sociedad civil no nos reunimos y nos unimos para cambiar este sistema econmico en el cual vive el planeta, no habr solucin. Eso tiene que quedar claro. Pero tambin estoy obligado a decir que creo que es estructural el problema. Vale decir, o todos entendemos que hay que repartir los bienes, o no hay solucin. Lamentablemente la riqueza est en pocas manos.

La ruta de la esclavitud

Tentacin. A los emigrantes tambin los utilizan como paquetes humanos para cargar droga. Los llevan por Corumb y Asuncin

Los coyotes bolivianos tambin existen. Son especialistas en traficar con carne humana, pero viva, sacarla de su tierra rumbo a So Paulo o a Buenos Aires, reducirla a niveles de esclavitud y tratarla como a una bestia de carga en los talleres de costura.

El nico error de las vctimas es haber cado en la boca negra como una cueva sin fondo del desempleo. Cuando no encuentran ninguna luz que los gue hacia una fuente de trabajo, muchos, como Clara Justiniano (36), que vive en un pueblo de la provincia Murillo de La Paz, tienen la desgracia de escuchar por casualidad una radioemisora que justo en ese momento difunde una invitacin para viajar a un pas lejano y ajeno como costurera. Otras, como M. S. (mujer de 24 aos que pide el anonimato porque est presa en Corumb), conocen un da cualquiera a una mujer con cara de buena gente, que las convence para emigrar con el estmago lleno, es decir, aprovechar el viaje para llevar droga en el cuerpo y despus, con platita en mano, quedarse a trabajar como costureras. Claudia Justiniano y M. S. se van rumbo a So Paulo, pero con diferentes coyotes y por distintos caminos. A una la llevan por Asuncin (Paraguay) y a la otra por Puerto Quijarro (poblacin fronteriza al este de Bolivia).

Ambas rutas coinciden en algo: son las utilizadas para el trfico de drogas, segn la Polica Federal de Brasil y la Fuerza Especial de Lucha contra el Crimen de Bolivia, cuyo comandante, Juan Pea Flores, afirma que la trata de personas y el trfico de emigrantes es comn en el pas y un delito penado por la Ley 3325, que fue promulgada el 18 de enero de 2006.

Pero ni Clara Justiniano ni M. S. saban mucho de leyes y cuando ellas se fueron (2004) la trata de personas y el trfico de emigrantes no eran delitos, por lo menos para la justicia boliviana, puesto que hasta antes de enero de 2006 slo estaba en vigencia el artculo 321 del Cdigo Penal, que castigaba la trata nicamente si a la vctima se la obligaba a tener relaciones sexuales contra su voluntad y para fines comerciales.

Claudia Justiniano parti grvida de Bolivia. Embarazada, aclara enseguida con su tonito brasileo que se le peg en la lengua irremediablemente, mientras come una empanada tucumana en la salteera Doa Rosa, ubicada en La Kantuta, que es una feria dominical metida en tres cuadras de la calle Pari, de So Paulo, donde los compatriotas curan sus desgracias comiendo picante de gallina, bebiendo cerveza y bailando hasta el amanecer los huayos y morenadas interpretados por grupos musicales de mediopelo trados de varios rincones de Per.

Cuenta que despus de salir de La Paz, junto a otras ocho personas, todas inocentes como ovejitas que van camino al matadero, su primer destino fue Santa Cruz de la Sierra, donde estuvo tres horas porque su coyote, don Jos (as le dijo que se llamaba el hombre que la contrat en La Paz), utiliz ese tiempo para ir a recoger carns falsos que les fueron entregados con mucha reserva en la terminal donde abordaron el siguiente bus para viajar a la capital paraguaya, Asuncin.

De aquella primera etapa de su largo viaje recuerda el polvo que comi desde que ingres a Paraguay, y el mal momento que pasaron todos los morenitos cuando llegaron al puesto de control de Mariscal Estigarribia. All les hicieron preguntas y todos respondieron: Voy a Asuncin a hacer turismo, obedeciendo las instrucciones de Jos, el coyote flaco de cabellos oscuros que llevaba siempre alborotados hacia atrs como un cantante de cumbia vishera.

Una vez en Asuncin, el contingente de emigrantes bolivianos, vidos por llegar a destino, tomar las mquinas de coser y empezar a confeccionar bonitas prendas para vestir a los brasileos, fue embarcado en otro bus hacia Ciudad del Este, la ltima poblacin fronteriza de Paraguay, antes de cruzar a territorio brasileo. Fue ah, en esa lnea fronteriza donde el ruido reina sin que haya autoridad alguna que pueda evitarlo, debido al trfico de las ms de 10.000 personas que diariamente van y vienen desde Foz de Iguaz (Brasil) hasta Ciudad del Este (Paraguay), que Claudia Justiniano se dio cuenta de por qu los estaban llevando por Paraguay hacindoles dar una vuelta de ms de mil kilmetros. Porque en esa frontera no controla nadie. Entramos a Brasil como si furamos brasileos, cuenta la boliviana, que durante un ao estuvo tomando sopita de fideo y comiendo segundo de arroz y huevo, y compartiendo el mismo cuarto con ocho personas que no eran sus familiares.

De Ciudad del Este partieron hacia la terminal de Foz y de ah los llevaron en moto hacia un hotel que Justiniano no pudo identificar porque los metieron por una puerta trasera y en ese lugar los tuvieron una semana, sin poder salir, porque el coyote Jos dijo que se le acab la plata y tuvo que esperar a que uno de sus socios llegase de So Paulo con varios reales. Llegaron a la capital paulista despus de 14 das de haber salido de Bolivia. Les dieron un da y una noche para que hicieran reposar sus cuerpos cansados y despus se pusieron a trabajar, no ocho horas por cada jornada, como era el trato, sino 12, luego 14 y tambin 16. Despus de varios meses, los que superaban el miedo de salir y de ser perseguidos por la Polica, buscaban pretextos para dejar el taller de tortura, cuenta la mujer y remata: El que sala nunca ms volva. Ella fue libre al ao de su llegada.

M. S. agarr la ruta que toda persona cuerda tomara si es que quiere llegar a So Paulo sin romperse la espalda, tal como le haba garantizado la mujer con cara de buena gente que la haba contratado en Santa Cruz: Quince horas de viaje en tren desde Santa Cruz hasta Quijarro y 22 horas ms hasta So Paulo, si es que el destino no tena planificado otra cosa, le haba dicho su contratante. Pero el destino le tena otra cosa preparada a M. S. En el puesto policial de Campo Grande le detectaron los 450 gramos de cocana taconeados en su estmago y en el acto se le acab el viaje. Ella dice que sinti profundamente que se le fuera al diablo el trabajo de costurera que tena garantizado en Brasil.

M. S. est en la crcel desde hace dos aos y medio y tiene una sentencia de seis aos y ocho meses. Mi destino era convertirme en prisionera, se queja desde su centro de reclusin en Corumb (Brasil). Me he enterado de que a los que se van como confeccionistas de ropa los encierran y no los dejan salir. Me libr de ese martirio, pero no de ste, dice mientras llora y hace un silencio largo. Era que se estaba acordando de sus cuatro hijos que viven en Santa Cruz, con los que habla cada cierto tiempo por telfono. Son an pequeitos.... Con la voz quebrada revela el motivo verdadero que la llev a traficar con droga. Pensaba estar un tiempo como costurera en Brasil hasta juntar los 1.200 dlares que necesitaba para irse a trabajar a Madrid.

Pero ese proyecto no ha muerto para ella. Dice que tiene hermanos en Espaa, que piensa irse para all y que cuando le den su libertad volver a Santa Cruz para juntar plata para su pasaje. Estoy decidida a salir de los apuros de la vida. Es por eso que la gente emigra, dice y vuelve a callarse.

Un bus lleno de mulas

R. N. G. (Mi crnica): Para la Polica Federal de Brasil, todos los bolivianos que viajamos por tierra somos mulas hasta que no se demuestre lo contrario. As me sent: una mula, no precisamente un animal de cuatro patas, sino un pobre boliviano experto en tragar cpsulas envueltas con un material a prueba de rayos X para que los capos policas no descubran la droga que creen que llevo en uno de mis dos intestinos. Viajaba yo a finales de junio, junto al fotgrafo Clovis de la Jaille (quien me revel que tambin lleg a sentirse una mula), rumbo a So Paulo en busca de quienes son tratados como animales en Brasil desde que dejan este pas: primero son los agentes de la Polica los que los intimidan en el viaje, y luego sus compatriotas, los bolivianos, que los esperan en los talleres de costura donde les hacen conocer todos los rincones oscuros de esos lugares que se convierten en sus celdas. Las requisas de los agentes antidroga ocurren por lo menos cuatro veces a lo largo de las 23 horas de viaje desde Corumb hasta So Paulo. Algunas llegan en silencio y por sorpresa mientras todos duermen, y otras, suceden en los puestos fijos de control. Ya en la gran ciudad, en la estacin de Barrafunda, cuando todos demostramos un hasto que se manifiesta en la cara, en las cabezas despeinadas y en las ropas desaliadas, se presenta el golpe de gracia que nos dan a los que nacimos en este pas. El bus est detenido y la puerta se abre y tres sujetos vestidos de civil ordenan en un castellano a medias que hay que hacer fila para el ltimo control. La fila se hace a un costado del vehculo y el ambiente se pone pesado y empeora cuando uno de los agentes le dice amablemente a una pareja de rubios europeos que no es necesario que hagan cola. Llega mi turno y el polica de civil me pregunta qu hago en Brasil y le respondo, y tambin le pregunto por qu a los choquitos no los revisaron. Es que los bolivianos traen droga en sus estmagos. Ya hemos pillado a 50, me responde. Sabe algo del trfico de emigrantes, le pregunto. Castigamos el delito del narcotrfico, me dice con una voz firme.

Taller de enfermedades

Amenaza. Los centros de costura son los lugares donde hay contagios de tuberculosis y otros males.

Las autoridades sanitarias de Brasil dieron la alarma de que ese pas registra 90.000 casos de tuberculosis por ao, y que la mayora de ellos se presenta en la colectividad boliviana. Este dato, que fue revelado el 24 de abril de 2006, cuando se celebraba el da mundial de combate a la tuberculosis, puso en alerta a la Cmara Municipal de So Paulo y sta encarg a un equipo de especialistas que investigara por qu los pulmones de los bolivianos son los ms vulnerables a esa enfermedad.

Como resultado de aquello, descubrieron que muchos de los talleres de costura, donde trabajan y viven en condiciones miserables, aparte de confeccionar prendas de vestir, son los lugares perfectos para propagar el bacilo de Koch, que es el que ocasiona la tuberculosis.

La investigacin tambin sac a la luz que los contagios masivos que se dan por va area sucedan porque los talleres de costura, al ser ilegales, trabajaban con las puertas y ventanas cerradas y en muchos casos, remachadas con tela y madera.

Otro dato en contra de los bolivianos, segn la Cmara Municipal de So Paulo, es que por lo general stos no reciben en su pas de origen la vacuna BCG porque gran parte de los que emigran proceden de zonas rurales miserables que nunca tienen acceso a ningn tipo de servicio de salud antes de llegar a Brasil.

Esos datos rojos que ofrecieron los mdicos brasileos son desconocidos por los compatriotas, incluso por los que ya viven con el pulmn a media mquina por el desgaste que les provoca la enfermedad. Por esa amarga experiencia atraves Juan Carlos Aramayo, que fue a parar al hospital slo cuando empez a escupir sangre. Me dijeron que ya tena una pata en el cementerio y los doctores me rieron por no haber ido antes a curarme, comenta con una tranquilidad como si nunca hubiera estado en riesgo su vida.

En el hospital fue donde se enter que de acuerdo con el Ministerio de Salud todos los ciudadanos que emigran a Brasil, documentados o no, tienen los mismos derechos que los brasileos para recibir tratamiento contra la tuberculosis. A m me salvaron de milagro, dice ms emocionado.

Jorge Merubia Gutirrez, el dueo del restaurante Illimani de la calle Coimbra de So Paulo, un gordo grande, ojoso y con cara de tipo rudo hasta antes de que sonra, es de los que cree que los patricios, as les dice a los compatriotas, se matan en vida los fines de semana porque al calor del alcohol todos beben de la misma botella sin darse cuenta de que por lo menos uno del grupo puede estar con tuberculosis.

Pero la mayor amenaza sigue estando en los talleres que no son capaces de garantizar las condiciones higinicas bsicas, asegura el cnsul de Bolivia en So Paulo, Jaime Valdivia, y coincide con l su homlogo en Buenos Aires, lvaro Gonzales Quint. Ambos se refieren al hacinamiento de muchas personas que viven en un solo lugar compartiendo los mismos platos y cubiertos para comer sus alimentos, y haciendo uso del nico bao que existe en ese cobijo, pero que a la vez explota a los bolivianos.

La tuberculosis no es el nico enemigo que atenta contra la humanidad de los bolivianos. Segn el Programa de la Salud de la Familia de Brasil, los costureros son perseguidos por el dengue, enfermedades de la piel, no practican una higiene bucal y en el caso de las mujeres embarazadas, los exmenes se los hacen tardamente. A ello se suman los problemas de columna, pues el trabajo de costura les obliga a estar sentados durante varias horas ininterrumpidas.

En la feria de La Kantuta en So Paulo y en la zona de Bajo Flores de Buenos Aires, las autoridades de sanidad se propusieron aplicar una poltica agresiva para pedir a los bolivianos que estn tosiendo por ms de dos semanas que vayan al mdico porque puede que tengan tuberculosis.

Los nios no slo son los ms vulnerables a la tuberculosis y a otras enfermedades cuyas bacterias y virus circulan en los ambientes cerrados, sino que tambin deben luchar contra la mirada molesta de muchos dueos de talleres de costura, que sienten que son un estorbo para que sus padres produzcan aceleradamente.

Alciro Vaca, que no soport el ritmo del trabajo esclavo y que ahora se dedica a trabajos agrcolas, cuenta que los nios menores a cuatro aos de edad, duermen debajo de las mquinas de coser porque as las madres pueden estar en contacto con ellos. Cuando estn ms grandes, se quedan en los dormitorios, y cuando ya pueden manipular las telas se sientan frente a una mquina para confeccionar prendas de vestir.

Bendita basura!

Libertad. Escapando del fantasma de la esclavitud, ms de 300 bolivianos han tomado la decisin de buscarse la vida en los basurales de la ciudad de Buenos Aires

Mario Trrez (34) tiene una mujer trabajadora, seis hijos bolivianos, dos hijos argentinos y una casa repleta de remiendos. Mara Condori Colque, su cmplice y esposa, de 30 aos y dos cesreas, abre la boca para pedir disculpas por las costuras a mano que le hicieron a su vivienda: las paredes eran de cartn, el techo de venesta prensada, las puertas de tela y los colchones de plastoformo.

La familia Trrez-Condori, al igual que otros 55 clanes bolivianos, vive en el barrio Los Pinos de Buenos Aires, instalado en un rea de 100 metros de largo por 40 de ancho, cuyas casas estn construidas a punta de desperdicios que bota la gente normal de esa ciudad grande.

Los lotes pequeos el ms grande mide tres por cinco metros los han comprado de los loteadores argentinos a 800 y 1.000 dlares, pero no les han dado papeles y ninguno de los interesados sabe cundo les darn.

El barrio Los Pinos aterra desde afuera. Los que lo ven desde el tren, cuya estacin est a tres cuadras de aquel lugar donde moran bolivianos, dicen que ni muertos pasaran cerquita de ah porque esa gente es capaz de matar.

Pero la boliviana Norma Andia, la jefa de la Asociacin de Inmigrantes 6 de agosto, famosa entre los desdichados compatriotas por dedicarse a ellos las 24 horas del da, desmiente los atropellos verbales que la gente de otros lados les suele disparar.

Es por eso que sale de su oficina de la calle Ana Mara Janer 3.180, donde tiene levantada una montaa de documentos son de los bolivianos que han acudido hasta ella para que les ayude a tramitar sus certificados de residencia, y camina dos cuadras con su andar de Mercedes Sosa y su porte amachado de Horacio Guaran.

En el temido barrio Los Pinos la saludan como a una santa y los habitantes con caras de inmigrantes de Bolivia abren las puertas de sus casas, cuentan sus historias y dicen que se sienten orgullosos de haber sido capaces de montar un barrio con las cosas que los ricos de Buenos Aires crean que ya no servan para ms.

Es de ese barrio la familia Trrez-Condori y es de ah tambin el clan Villanueva-Vela, que junto al resto de quienes moran en aquel lugar salen todos los das del ao a caminar por encima del lomo de la gigante ciudad de Buenos Aires para profanar sus basureros y aduearse de sus contenidos, que luego vendern a las empresas de reciclaje.

Los Trrez-Condori y los Villanueva-Vela aseguran que por mes ganan como 300 dlares y que la tendencia es que mejorar este ingreso porque se han dado cuenta de que la gente de la ciudad, la que vive en casas de verdad, hechas con ladrillo y cemento, cada da que pasa se hacen ms duchos para fabricar basura.

Desahogo. Cada vez que un inmigrante abre su boca, es para sacar sus demonios, y a veces, sus historias color rosa. Siente que en Bolivia se han olvidado de l.

Cinco aos sin salir ni a la esquina

Despus de cinco aos de vivir en la sombra, Eugenia Vargas (25), nacida en alguna zona rural de La Paz, fue echada de su crcel porque sus compatriotas verdugos, Nancy Paco y Antonio Ticona, tuvieron miedo que ella los contagie de tuberculosis o en el peor de los casos, que se muera y que la noticia se expanda como plvora. sta es la conversacin con Eugenia Vargas que ahora est refugiada con dos amigas que tuvieron mejor suerte, y una acalorada y corta entrevista con un miembro del clan que la mantuvo sometida.

En qu consista tu trabajo?Amanecamos trabajando. Limpiaba prendas aparte de costurar. A veces dorma una hora. Cunto te pagaban?Por prenda me pagaban. Ellos me contaban las piezas que haca. Con 15 pesos argentinos sal el primer mes. Esa plata ellos la agarraban, decan que la iban a guardar, slo me la mostraban. Cmo lograste liberarte?Me dio tuberculosis y me botaron.Te pagaron?Me dieron 2.000 dlares con 800 por los cinco aos de trabajo. Eso era la mitad, no ms. Pero esa plata se la di al hermano de Antonio Ticona, a Plcido, que tena una mujer de nombre Cristina. Por qu se la diste a l?Porque yo no conoca nada y tena miedo de que me roben. Podas salir a la calle?No me dejaban salir ni a la puerta. Cinco aos estuve as. Me decan que no tena documentos y que la Polica me iba a buscar. Yo tena miedo. Ellos tenan mi carn.Plcido Ticona te devolvi tu dinero?No quiere.

Fuimos con Eugenia Vargas al pasaje Las Provincias 3024, donde ella dice que estuvo encerrada, en busca de los Paco-Ticona para escuchar sus versiones. Tocamos el timbre de la casa despintada y sale una mujer delgada.

S?Est don Plcido Ticona?Yo soy la esposa de Plcido Ticona, l no est ac.La seorita Eugenia denuncia que aqu se la esclaviz y que le deben dinero.Ahora no puedo decir nada. Hable con mi abogado.

La mujer nos da la espalda y entra temblando.

Charly, el inspector de ojos

Marco Antonio Hinojosa tiene la cara de Lula, una peta ronca del 68 y una hija bonita que no lleg a los 18. Charles Bronson o Lula da Silva? A medida que se hace viejo se parece al presidente de Brasil, pero igual le dicen Charly, como si se tratara del mismo muchacho de bigotitos despeinados y no del hombre que ya ha pasado los umbrales de los 60.

Charly es un tipo bueno, dicen los costureros que lo conocen. Y son muchos los que saben de su existencia. l les hace los trmites para sacar los documentos de residencia. Les cobra, por supuesto, pero tambin cuentan por ah que est pendiente de los ojos de los bolivianos porque cuando ve que algunos se ponen amarillos, emite un grito de alerta. Carajo chango!, vos ests con anemia, com feijo (frejol).

Como hombre que sabe de trmites, pide a Evo Morales ordenar que en el carn de los bolivianos vaya el nombre del padre y de la madre del portador, tal como ocurre en Brasil.

La maga de la cocina

A sus 23 aos, Mery Suaznbar ya fue esclava, supo lo que es el parto normal y aprendi a vivir en una villa miseria con casas de un solo cuarto pequeo y en lotes donde no queda campo para el patio.

Lo que le pone amarga su saliva no es ese cuartucho con techo de hule instalado en Los Pinos donde vive con su hijo recin nacido y su esposo Desiderio Arancibia de 22 aos, sino, es ese cuarto de kilo de carne que le haca comprar cada da la duea del taller de costura donde estaba encerrada, para que haga magia dando de comer a 12 personas. Y encima lamenta que en la venta le daban espinazo. Cuenta que en el taller las mujeres dorman en un solo cuarto y los hombres en otro. Pero se pone roja cuando acuerda que los changos se entraban a la pieza de las chicas y que haban algunas parejas que lo hacan sin sentir pudor. Una vez un tipo me sorprendi en mi cama, le avis a la duea y ella se enoj, el hombre me dijo que yo iba a morir, dice sin dejar de sonrojarse.

Jos Bolivia no necesita el portugus

Sus amigos lo critican porque no habla bien el portugus y l les responde que no le interesa profundizarlo. En trminos reales, a Jos Ortiz Dorado poco o nada le puede servir dominar la lengua de los brasileos. Es cierto que vive en So Paulo, pero tambin es cierto que desde que entra a trabajar hasta que se retira est rodeado de bolivianos y con ellos, como es de suponer, habla castellano, aunque tambin, aclara sorprendido, hay compatriotas que se hacen los brasileos.

Ortiz Dorado, que dentro de dos aos cumplir 60, de cuerpo menudo y de ojos alegres, trabaja en el consulado boliviano desde el 10 de septiembre del 1973 y su especialidad es atender al pblico. En su oficina bromean que l es el que decide cundo un cnsul debe irse a su casa. Jos Bolivia es su nombre artstico. Canta y toca charango en el grupo floclrico Raza India y tiene grabados seis discos LP y un CD.

Vivi en la Ciudad Oculta

Maribel Aguilar (17) lleg al pas argentino cuando tena 10 aos y nunca fue a la escuela. Qued embarazada a los 15 y cuando se le empez a notar la barriga, sus patrones, que la contrataron en Mar del Plata para que trabaje en las plantaciones de frutilla, dejaron de quererla y cuando tuvo a su hijo le abrieron la puerta para que se fuera. La joven nacida en Nor Chichas (Potos), emigr a Buenos Aires y ah fue contratada para labores de casa, pero corri la misma suerte y a los tres meses volvi a toparse con la indiferente y fra calle. Carg con su hijo y fue a cobijarse en un espacio donde no estorbara en la estacin de buses de Liniers. De ah la recogi una mujer adulta y la llev a una villa donde viven bolivianos conocida como la Ciudad Oculta, un sitio tenebroso que la otra gente apenas se atreve a mirarla de lejos. Fue rescatada por personas especialistas en ayudar al prjimo.

Licencia para existir

Exigencia. Cuando un migrante pide trabajo digno, le preguntan si tiene papeles. Es como si para respirar se necesitara poseer documentos, comparan los afectados

El boliviano que vive en Buenos Aires o en So Paulo y no tiene su documento de radicatoria (residencia), es un hombre muerto. Si va a pedir trabajo, no se lo dan, a no ser para esclavo a tiempo completo. Cuando se ha quedado sin plata y sus familiares de ac le quieren mandar dinero por un banco, no puede recogerlo porque en esos pases es un pecado mortal que los ilegales hagan trmites financieros.

As deambula en el abandono y para librar sus batallas se junta con otros desdichados con los que va formando villas miserias. Para no morir de hambre se somete a los trabajos indignos que le impiden el sueo, y cuando su salud est quebrada, la sociedad y los derechos humanos, para lavar su conciencia, le dan permiso para que entre a los hospitales pblicos, y si es que el sujeto se muere, hacen campaas pblicas para asegurarle el fretro.

Los cnsules de Bolivia en So Paulo, Jaime Valdivia, y en Buenos Aires, lvaro Gonzales Quint, coinciden en que esta realidad les duele y por eso apuestan a una solucin que ellos creen que terminar o, por lo menos, le dar pelea al trabajo esclavo: luchar para que todos tengan una licencia para existir; es decir, un papel de radicatoria. Aseguran que se han puesto manos a la obra.

Jaime Valdivia hace un llamado para que los ms de 80.000 compatriotas que cree que subsisten en la clandestinidad acudan a su oficina para beneficiarse con el acuerdo de regularizacin migratoria entre Bolivia y Brasil, suscrito el 15 de agosto de 2005 y que estar vigente slo hasta septiembre. Es que la gente no est yendo y l cree que es porque muchos ingresaron a Brasil sin carn y sin certificado de nacimiento, documentos vitales para pretender ser legal. Adems, es consciente de que cada miembro de la familia tiene que pagar una multa de ms de $us 300 al Estado brasileo y sabe que eso les duele a los compatriotas, pero les pide que hagan un esfuerzo. El consulado en Buenos Aires aprendi que la burocracia es el peor obstculo para que los bolivianos no puedan sacar sus papeles. Es por eso que la Cancillera envi una comisin, compuesta por abogados y policas, para que por tres dlares se les entregue en 48 horas el certificado de nacimiento, el de nacionalidad y el de antecedentes penales, que son los que pide Argentina a todos los bolivianos que quieren beneficiarse con el programa Patria Grande. La noticia se extendi como plvora y los bolivianos se van la noche antes al Consulado para alimentar una fila de tres cuadras, llena de gente que quiere empezar a existir.

Roberto Navia Gabriel (Bolivia, 1975) es coautor de Un tal Evo, biografa no autorizada del presidente Evo Morales que escribi con Darwin Pinto. A cuenta de este reportaje, que fue originariamente publicado en el diario boliviano El Deber, de Santa Cruz, escribe: Cada vez que esta crnica hace noticia, uno o dos talleres de costuras clandestinos son clausurados en Brasil o Argentina o por lo menos alguna autoridades promete que van a luchar contra los grilletes del siglo XXI. Eso ocurri el 2007, cuando se supo que este texto gan el premio Ortega y Gasset. Ahora que Alfaguara ha elegido un captulo para el libro Antologa de crnica latinoamericana actual: Compran bolitas a precio de gallina muerta, el asunto ha resucitado en el debate pblico. Por eso lo traemos a FronteraD, y para celebrar la publicacin de la antologa, coordinada por Daro Jaramillo Agudelo.