La cuestión criminal No. 20

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Eugenio Raúl Zaffaroni DECANO DE LA PRENSA NACIONAL 20

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La cuestión criminal No. 20

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Eugenio Raúl Zaffaroni

DECANO DE LA PRENSA NACIONAL

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Dos miércoles / 13 / junio / 2012

4 6. ¿Cuándo se cometen las ma-sa c res ?

Las masacres siempre pretendie-ron un control territorial para lim-piar y homogeneizar, higienizar,desinfectar, que comenzó dentrode la propia Europa y que éstaexpelió hacia el resto del mundomediante el colonialismo y el neo-colonialismo, hasta que rebotó yvolvió brutalmente a Europa, de-jando múltiples estelas postcolo-nialistas en su camino. Pero eneste proceso milenario hubo so-ciedades que no incurrieron enmasacres. Veamos, pues, cuándose cometen.

Cuando se practican en el propioterritorio requieren estados de po-licía, salvo que se trate de masacresque –como continuación del co-lonialismo– se practiquen sobrepueblos originarios: la campaña aldesierto argentina, el robo de niñosa los originarios australianos, etc.Cuando se cometen fuera del pro-pio territorio del estado genocida,pueden ser practicadas por estadosmás o menos liberales, como su-cedió en el neocolonialismo o en elcaso de Serbia.

Girard lanza la hipótesis de quelas masacres se llevan a cabo porestados débiles, que procuran salirde sus crisis reafirmando su podermediante la construcción del chivoexpiatorio, mostrado como res-ponsable de todos los males. Sidejamos de lado la abstracciónestado y nos referimos al grupohegemónico masacrador, esto sue-le ser verdad. Las masacres dentrodel territorio casi siempre fueronun instrumento de consolidacióndel poder de un grupo hegemónicoque se sentía débil.

La inquisición consolidaba el po-der papal debilitado por los gruposdisidentes y por el poder terrenal.Los nazis eran un pequeño partido

que llegaba al poder, con disiden-cias internas y que se proponíamontar un estado totalitario, paralo cual necesitaba concentrar mu-chísimo poder. El imperio otomanose hallaba en una crisis de di-solución cuando Talât y su bandade jóvenes turcos comenzaron amasacrar a los armenios. Pol-Pottomó el poder en Camboya con unpartido que contaba con pocoscuadros. Serbia asistía a la di-solución yugoslava y perdía su he-gemonía. Stalin montó un poderenorme partiendo de una situacióncatastrófica, heredera de un im-perio que amenazaba disolverse,asolado además por una guerrainternacional, una revolución yuna guerra civil. Las minorías pri-vilegiadas que apoyaron las dic-taduras de seguridad nacional su-damericanas estaban sitiadas pormayorías que habían cobradoconsciencia de ciudadanía.

Todo parece indicar que el chivoexpiatorio aparece cuando un gru-po hegemónico débil opta porcrearlo como forma de acumularpoder. Esto no significa que sea unmedio eficaz para conseguir eseobjetivo, pues en la mayoría de loscasos, en el mediano y no muylargo plazo, no dio el resultadoesperado. El imperio otomano sedisolvió y Turquía hasta hoy noconsigue entrar en la Unión Eu-ropea; la Alemania nazi acabó en eldesastre que todos conocemos; elrégimen de Pol-Pot se derrumbó yCamboya se quedó sin profesio-nales ni servicios. Como máximopuede afirmarse que los benefi-ciarios fueron algunos corruptos.

La regla del grupo hegemónicodébil no parece cumplirse en elcaso del neocolonialismo, pero sinembargo la diferencia radica enque se produce un desplazamientoterritorial de la masacre y del es-tado de policía que presupone.

Los grupos hegemónicos euro-peos eran débiles en la segundamitad del siglo XIX: las revolu-ciones de 1848, la Comuna de Parísen 1871, el socialismo y el anar-quismo, la miseria, las masas ur-banas, las amenazas de los vecinosy del equilibrio de opereta delcontinente, hablan más bien dedebilidad y de la violencia difusade Girard.

La identificación de los crimi-nales con los salvajes no fue uninvento de Lombroso, sino un es-tereotipo que tendía a unificar ados chivos expiatorios, es decir, almarginado interno y al colonizadoexterno, lo que justificaba la im-portación a la metrópoli de la po-licía de ocupación territorial de lasco l o n i a s .

Lo curioso es que en todos loscasos en que un grupo hegemónicodecide masacrar, emite antes se-ñales claras que por lo general seignoran, incluso por las propiasvíctimas. El signo más inequívocoson las técnicas de neutralizaciónen el sentido de Sykes y Matza quevimos en su momento. Cuandoéstas dejan de ser difusas paradifundirse y reiterarse en el pú-blico y en particular cuando de-vienen del discurso del poder, elriesgo se hace inminente.

La masacre no puede llevarse acabo si no cuenta con el apoyo o laindiferencia de la población y conla convicción de las agencias eje-cutoras. Este presupuesto dependede la creación previa de realidadmediática que instale el pánicomoral (mundo paranoide) neutra-lizando los valores dominantes.

Hubo polacos y lituanos lin-chando judíos, la población hutumatando tutsis, etc. Además, no esverdad que los ejecutores inte-grados a un cuerpo jerarquizadoactúan por obediencia o temor; nose tiene conocimiento de que los

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nazis hayan dado muerte a nadieporque se hayan excusado de ma-tar judíos.

La observación de que la tesis deSykes y Matza de 1957 parece estarhecha a la medida de las masacresestatales no es nueva, aunque loscriminólogos que la mencionanpor lo general lo limitan al caso dela Shoah (Frank Neubacher, Ale-xander Alvarez). Por nuestra partecreemos que pueden extenderse atodas las masacres.

Recordemos los tipos de téc-nicas enunciados por Sykes y Mat-za que hemos visto en su mo-mento: (1) negación de la propiaresponsabilidad; (2) del daño; (3)de la víctima; (4) condenación delos condenadores; y (5) apelacióna lealtades superiores. Veamos có-mo operan estas categorías en eldiscurso de los masacradores.

La negación de la propia res-ponsabilidad en las masacres secaracteriza por definir situacionescomo de extrema necesidad y crea-das por el grupo al que se pretendeaniquilar. Por ende, el chivo ex-piatorio en toda masacre debe seralguien que haga creíble la atri-bución de un enorme poder capazde generar el pánico moral.

Para eso se acude a una cau-salidad mágica, basada siempre enuna urgencia de respuesta. El re-clamo autoritario siempre es deurgencia: Deme una respuesta. Siesto no le gusta ¿qué propone?Baje a la realidad. ¿Qué me dicefrente a esto? Son expresiones queescuchamos todos los días por par-te de los formadores de opinión dela criminología mediática.

Cuando el contenido mágico esmuy evidente, se lo disfraza decientífico: cuando quedó demodéatribuir a la relación con Satanás lacapacidad de los judíos para causarlas pestes, se les imputó la posesiónde un veneno tan potente que podía

matar a toda la población; se pasódel diablo a la química.

El nazismo se rodeaba de cien-tíficos para legitimar sus dispa-ratadas tesis y los renacimientoscíclicos de la frenología lo con-firman. Recordemos el experimen-to de Stanley Milgram en la Uni-versidad de Yale: invitó a estu-diantes a participar de una su-puesta prueba científica en la queun actor simulaba sufrir descargaseléctricas progresivas que el in-vitado produciría con un aparato,verificando que entre el 60 y el80% de los invitados no se de-tenían ante la simulación de dolordel actor. La autoridad de la cien-cia generó un verticalismo obe-diente en personas normales, queno pararon ante el sufrimiento.

Cabe aclarar que el pánico morales casi siempre ilusorio pero noalucinado, es decir, que deforma larealidad, pero rara vez la inventadel todo. Esto obedece a que esmás sencillo alterar la percepciónde un objeto real que promover lade uno inexistente. La existenciade un objeto portador de algo depeligro o dañosidad facilita la tareade manipularlo hasta hacer creerque es necesario aniquilarlo paraso b rev i v i r.

En ocasiones se alimenta el pá-nico moral con un hecho desen-cadenante, cuya autoría queda enel misterio, como el incendio delReichstag en Berlín o el misil quemató al presidente de Ruanda. Enmenor medida las agencias po-liciales autonomizadas se valen deiguales tácticas: dejan que se cau-sen robos y homicidios, provocan oincitan saqueos o desórdenes, li-beran zonas, todo para precipitarel pánico moral.

Si bien la fuente de la pretendidaemergencia es un hecho defor-mado, sería demasiado ingenuocreer que este hecho desata las

masacres, pues implicaría que deno haber existido las masacres nose producirían, lo que terminaríapor atribuir la responsabilidad alas víctimas, que es justamente loque pretenden los masacradores.

A nuestro juicio, más bien pa-rece que cada uno de esos hechosfue sólo una condición, porque deno haber existido hubiese costadoun poco más de esfuerzo, pero se lohubiese inventado o creado. Esobvio que si de cada peligro, con-flicto o riesgo real, derivase en unamasacre, ninguno de nosotros es-taría vivo. Hay hechos muy gravesque desencadenan incluso guerrasciviles, pero no masacres.

Estos hechos dan lugar a la tesisde la provocación suficiente, me-diante la cual el masacrador sepresenta como alguien al que lascircunstancias históricas coloca-ron en la triste función masa-cradora, y que para salvar a lacomunidad, a la civilización, a laraza, a la república o al prole-tariado (o a su santa madre, suelenagregar en el café) no tiene másremedio que sacrificar algunas vi-das como único medio de pre-servar al resto. Esta es la nadanovedosa fórmula de Caifaz. En laArgentina se la ha llamado la teoríade los dos demonios.

La negación del daño (segundatécnica de Sykes y Matza) es unatécnica de comunicación, resul-tante de que ningún masacradorquiere espantar a su poblaciónmostrando sus atrocidades, sinoasustarla mostrando las que segúnél comete el chivo expiatorio. Coneso busca la participación activade la población, aunque la formamás frecuente de ésta son las de-laciones, que abren el espacio paramúltiples crímenes triangularesoriginados en cualquier odio ofrustración. Mientras el poder pu-nitivo está contenido, la delación

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o la denuncia falsa traen pocosinconvenientes, pero ante el podermasacrador se vuelven asesinas,porque cualquiera tiene a mano unaparato homicida.

Es más fácil negar el daño cuan-do los hechos tienen lugar fueradel territorio; por eso, cuando ocu-rren en el propio territorio se fo-menta una resistencia a creer. Loshabitantes de los barrios residen-ciales de las grandes ciudades seresisten a creer en las ejecucionessin proceso que tienen lugar en lasáreas marginales de la misma urbe,mostradas como enfrentamientos.

La revolución comunicacionalno eliminó la negación del daño,como lo prueban los casos de Bos-nia y Ruanda; por el contrario, laRadio de las Mil Colinas de Ruandaincitaba públicamente a la ma-sacre, valida de un tono juvenil,desinhibido, con música populardel Zaire, que contrastaba con laaburrida radio oficial y que re-cuerda a algunos medios espe-cializados de nuestros países.

La negación de la víctima es otratécnica de neutralización indis-pensable en la preparación de lamasacre. El chivo expiatorio seconstruye siempre sobre un pre-juicio previo, que es una discri-minación que jerarquiza seres hu-manos: negros, indios, judíos, al-baneses, islámicos, croatas, arme-nios, tutsis, hutus, gays, burgue-ses, comunistas, degenerados,asociales, inmigrantes, discapaci-tados, pobres, ricos, habitantesurbanos, todo lo que sustancia-lizado permite considerarlos sub-humanos o menos humanos y atri-buirles los peores crímenes cons-truyendo un ellos de malvados ydañinos que deben ser eliminadospara poder sobrevivir.

Dado que la negación de la víc-tima nace de una discriminación,el correspondiente chivo expia-

torio no siempre está bien de-limitado, ni siquiera cuando seapela a racismos. Así, la conta-minación de la sangre de la eu-genesia norteamericana es unbuen ejemplo: no sólo eran losnegros, sino los que tenían algúngen negro; lo mismo pasó con losgitanos en Alemania; entre hutus ytutsis no hay diferencias notorias(hablan la misma lengua y hastapractican la misma religión); etc.En las masacres políticas, como enCamboya y en la URSS, la iden-tificación fue progresiva, pues losenemigos se iban descubriendo so-bre la marcha y los amigos de hoyeran los enemigos de mañana; elconcepto stalinista de enemigo delpueblo era tremendamente poro-so, tal como lo puso de manifiestoKruschev al relatar los crímenes deBeria en su famoso discurso se-c reto.

El chivo expiatorio deja de serpersona porque pasa a formar par-te de un ellos a través del fe-nómeno de la sustancialización ala que hicimos referencia: se ins-tala una categoría de pensamiento,el otro diferente es parte de untodo maligno. No se puede pensaren el otro como individuo, sinocomo perteneciente a una tota-lidad que tiene un para qué ma-ligno, con lo que pasa a ser unacosa y deja de ser una persona. Elsoviético Ilja Ehrenburg lo definiómuy claramente: Ninguno de ellosera culpable de nada, pero per-tenecían a una clase culpable deto d o.

A medida que se extiende laideología masacradora en la lla-mada opinión pública el que di-siente siente miedo a la soledad, aquedarse solo en medio de la mul-titud, se siente como el personajede Enrico IV de Luigi Pirandello,preguntándose si el loco es él o sontodos los demás.

La cosa se va poniendo peligrosa amedida que se imputan a ellos crí-menes más graves, con lo cual cadavez se les niega más la condición devíctimas y se atribuye la crisis acausas morales (así en todas lasproclamas dictatoriales latinoame-ricanas). En primer lugar se le im-putan crímenes violentos; en se-gundo lugar, crímenes sexuales. Entercer lugar crímenes contra lo sim-bólico y sagrado (históricamente laprofanación de hostias, en muchoscasos el ultraje a símbolos nacio-

nales). En alguna medida estas ca-racterísticas se han imputado ra-cistamente sobre la nacionalidadcolombiana en Ecuador.

Cabría pensar que cuanto mayorsea la inmediatez con los masa-cradores y la opinión pública, elchivo expiatorio debería ser másdiferente para hacer creíble su con-dición de todo maligno. No es así:las víctimas locales son demasiadoparecidas a los masacradores o con-viven con éstos desde mucho tiem-po antes.

La masacre del vecino requiereque éste no sea totalmente di-ferente, sino que por efecto delnarcisismo –según Freud– o delmimetismo –según Girard– la di-ferencia se establezca potenciandocaracteres muy secundarios. Condetalles mínimos se lo convierte enun extranjero, a partir de que noentiende las jerarquías de la so-ciedad y, por eso, es un anormal. Siel que no se aviene al respeto a lasjerarquías es diferente, se lo erigeen enemigo de la sociedad másfácilmente, pero si es muy parecidoes necesario elaborar la diferencia,crear al extraño que siempre generasospecha y desconfianza, abrir elespacio de la paranoia.

Siguiendo con los tipos de téc-nicas de neutralización que nospueden colocar en la pista de cuán-do se producen o avecinan lasmasacres, otro de los comúnmenteusados es la condenación de loscondenadores, pues los masacra-dores pretenden identificar a to-dos los que condenan sus crímenescomo traidores, idiotas útiles queno ven el peligro del enemigo,obstáculos, o encubridores de loscrímenes que se imputan a ellos.

No obstante, la condenación delos condenadores no es un simplerecurso defensivo de los crimi-nales de masa, pues éstos neu-tralizan sus valores hasta el ex-tremo en que no pueden retro-ceder, no sólo porque perderían suliderazgo, sino porque cuando sehunden en la ejecución de la ma-sacre, el más mínimo reconoci-miento de sus atrocidades impor-taría su desmoronamiento psíqui-co: no hay aparato psíquico queresista el formidable grado de cul-pa que generaría ese reconoci-miento. Girard dice que odian sincausa pero no lo saben. Agrega-ríamos que no pueden permitirsesaberlo, ni siquiera dudar en lo

más mínimo: la duda los llevaría ala catástrofe psíquica.

De allí que no haya masacra-dores arrepentidos, salvo entre losniveles participativos más bajos oentre los corruptos que se les su-man para cometer latrocinios onegociados, pero los auténticosresponsables sólo pueden admitiralgunos excesos inevitables comoefectos colaterales de la guerra queilusionan.

El último tipo de técnica deneutralización es un componenteideológico presente en todas lasmasacres, que es la invocación delealtades superiores, donde en-contramos todas las construccio-nes megalómanas que hacen que elnosotros adquiera dimensionesmíticas: el homo sovieticus, la Vol-ksgemeinschaft, la Gran Serbia, elpoder hutu, la Camboya demo-crática, la Indonesia occidental, eloccidente cristiano, etc. Por reglageneral, estos criminales no sequedan cortos en materia de pro-yectos delirantes.

47. ¿Con qué? y ¿Quiénes?

Al responder la quinta pregunta deoro –¿Con qué se cometen lasm a sa c res ?– nos enfrentamos alpunto crucial para la criminología,pues la respuesta, a la luz de laexperiencia histórica, es rotunda:con el poder punitivo.

La Gestapo, las SS y la KGBfueron agencias policiales; la ma-sacre camboyana fue netamentepolicial; en el genocidio armenioparticiparon presos liberados alefecto; en el de los tutsis se li-beraron presos con HIV para en-cargarles la violación de las mu-jeres hutus. Las agencias ejecu-tivas del sistema penal han estadopresentes en todos los genocidios.En ocasiones fueron fuerzas ar-madas, pero no en función bélica,

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sino asumiendo funciones policia-les, como en las dictaduras de se-guridad nacional.

La fragmentación del gobiernodisimula esta realidad, en parti-cular en el caso de las empresascolonizadoras, porque no fueronllevadas a cabo por las policíasurbanas de las metrópolis, así co-mo tampoco las dictaduras de se-guridad nacional estuvieron co-mandadas por policías uniforma-dos como tales, aunque las agen-cias policiales en sentido estrictotuvieron una participación impor-tante: la investigación históricaprueba la cooperación del aparatopenal con las SS, en las dictadurasde seguridad nacional la coope-ración policial fue indispensable.

De cualquier manera, lo impor-tante es que, sea el cuerpo armadoque fuese (policías, militares, or-ganizaciones políticas uniforma-das, parapoliciales, paramilitares,capataces, bandas), siempre ac-tuaron en función punitiva.

No es esta la visión tradicionalrespecto del neocolonialismo, por-que pareciera que estas empresasnada tienen que ver con los con-troles policiales metropolitanos.Pero insistimos en algo que cambiala perspectiva: no fue la funciónpolicial metropolitana que se ex-tendió al colonialismo, sino la ocu-pación colonialista que inspiró laextensión de la función policial alas metrópolis, quitándoselas almás bien laxo control militar paradotarla de especificidad contro-ladora. Por eso –como vimos– nohubo guerras coloniales sino ocu-paciones policiales de territorio.

Controlar el territorio, masacrara los rebeldes y a los ocupantesindeseables, forzar al trabajo, cas-tigar a los remisos, son actividadespropias de una función policial decontrol territorial. Las represionesa los indios revoltosos y a los

esclavos prófugos son tareas pro-pias de ocupación policial del te-rritorio y poco importa cómo sehayan denominado sus ejecutoresni el uniforme que hayan llevado,pues lo que interesa es la na-turaleza de la función que cum-p l i e ro n .

En el siglo pasado, cuando lamasacre se produjo en estados conagencias policiales y militares dealto nivel técnico especializado, lascúpulas debieron proceder a unadepuración, separando a los re-sistentes o relegándolos a acti-vidades secundarias y privilegian-do a los guerreros ideológicos quese ponen al frente de la ejecución.Por lo general, éstos son opor-tunistas que están ávidos de es-calar posiciones en la agencia sal-tando grados y jerarquías mediantesobreactuaciones, como suele su-ceder en toda corporación.

Esto cumple una doble función:por un lado facilita la ejecución y,por otro, ofrece cobertura a lascúpulas, que pueden alegar excesosno autorizados, cuando en realidadno son más que consecuencias ine-vitables de sus directivas.

En cualquier caso es menesterdistinguir diferentes niveles deejecutores. Los ejecutores mate-riales por regla general son muyjóvenes y a veces hasta adoles-centes, en tanto que es posible quelos masacradores de escritorio nohayan ejercido personalmente nin-guna violencia.

En particular, sobre los primerosexiste una atracción fascinante alsentimiento de omnipotencia queprovoca disponer de la vida de unsemejante, tenerlo a disposición,sentir su miedo. De allí que elreclutamiento de los ejecutoresmateriales seleccione de preferen-cia a jóvenes y adolescentes o aadultos con trastornos de perso-nalidad, pues es sabido que la om-

nipotencia es signo de inmadurezemocional y el masacrador explotaesta falencia, así como el psicólogoindustrial malvado aconseja al em-presario acerca de cómo explotar lapatología del empleado, pues nocualquiera está dispuesto a masa-c ra r.

El caso camboyano es muy su-gerente, pues llegaron a reclutar amarginales, vagos, alcohólicos, tra-ficantes, malvivientes, analfabetas,y les dieron autoridad policial.

Los historiadores de esa masacrese asombran del cambio de per-sonalidad experimentado por estaspersonas. En rigor, se trata de unproceso inverso al de estigmati-zación: si un segregado pasa a serrespetado y temido y a tener unlugar en el mundo, su autoper-cepción cambia totalmente. Pordescontado, que el soporte de estatransformación fue la obedienciaciega. El reclutamiento de margi-nales no fue extraño tampoco a latáctica del partido nazi.

Si bien impresiona muchísimo alcriminólogo verificar que las ma-sacres han sido cometidas por lasagencias del poder punitivo o por lasque asumieron esa función, lo ciertoes que las agencias ejecutivas nuncamasacran sin previa decisión de lascúpulas gubernamentales que lastoleran o desean, cuando no lasi m p u l sa n .

En el caso más caótico de lasúltimas décadas –que fue el deRu a n d a – la aparente espontaneidadno era tal, pues estaban involu-crados los jefes comunales, eranestimulados por una banda en elpoder e instigados por una radio,todo ante la aparente indiferenciaomisiva de las fuerzas armadas yp o l i c i a l es .

Esto nos lleva a la sexta preguntade oro de la criminología: ¿Quién?Esta pregunta no puede respon-derse con referencia a los ejecutores

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materiales y ni siquiera a los ma-sacradores de escritorio, que bienpueden ser burócratas. Cuandopreguntamos quién o quiénes nosestamos refiriendo a las cúpulas delpoder masacrador y a sus ideó-l ogos .

Lo sorprendente es que en casitodos los casos nos hallamos conintelectuales que elaboraron sustécnicas de neutralización y quecon frecuencia las llevaron a lapráctica, como en el caso de AlfredRosenberg, que no sólo hizo suaporte intelectual, sino que tam-bién fue quien comandó las ma-sacres en la Europa ocupada.

Ziya Gökalp fue un sociólogo quemezclaba a Durkheim con Herder yFichte y de esa mezcla obtenía elnacionalismo que postulaba el ge-nocida Mehmet Talât, ejecutadopor los armenios en una calle deBerlín. Otro intelectual del nacio-nalismo fue Yusuf Akçura, quienteorizaba que los armenios eran uncuerpo extraño en una Turquía de-finida étnicamente.

Está fuera de toda duda que laelite dirigente del nazismo que pla-nificó las más atroces masacres,estaba integrada en su casi tota-lidad por universitarios con títulomáximo. También Hendrik FrenschVerwoerd –el creador del régimendel apartheid en Sudáfrica y queademás dispuso los desplazamien-tos masivos de población negra–fue un académico.

El ideólogo serbio que mezclabaargumentos psicoanalíticos, reli-giosos y nacionalistas para alimen-tar la limpieza étnica fue un psi-quiatra, miembro de la Academia yvisiting professor en varias uni-versidades europeas: Jovan Rasko-vic. Sus afirmaciones eran talescomo: La realidad humana se en-riquece con la destrucción de mun-dos interiores. Es en los cataclismosque se revela la realidad étnica del

pueblo serbio… Pueblo del destinotrágico, divino, pueblo de la vida yde la muerte. La conjunción delcielo y de nuestro destino nacionalse halla en el origen de nuestraidentidad étnica.

Raskovic consideraba que loscroatas estaban feminizados por lareligión católica, padeciendo uncomplejo de castración que los so-metía a una total incapacidad paraejercer cualquier autoridad, quelos musulmanes y las poblacionesvecinas eran víctimas de frustra-ciones rectales, que los llevan aacumular riquezas. Por último, losserbios ortodoxos son el puebloedipiano destinado a liberarse delpadre. Semejante fanesca de Freudcon Adler, Darwin y mística, noobstante, no dejaba de ser unaelaborada técnica de neutraliza-ción.

A su muerte, le sucedió otropsiquiatra, Rodovan Karadzic, queahora está siendo juzgado en LaH aya .

Con esto no agotamos la lista deideólogos de regímenes masacra-dores, algunos mucho más finos ysofisticados que el cambalacheropsiquiatra serbio: hemos mencio-nado en forma reiterada a CarlSchmitt, como profundo teórico ygran trepador nazista; CharlesMaurras fue un hábil periodistaque lograba mezclar todo para pro-porcionarle cierta ideología a losenemigos de Dreyfus y al régimenvergonzante de Vichy; GiovanniGentile fue sin duda un filósofoconsistente y acompañó al fas-cismo hasta el final.

Quizá el caso más interesante seael de Camboya, pues Pol-Pot y sugrupo se formaron en las univer-sidades francesas, casi todos comopedagogos, entre los que se hallabaDuck, el encargado de las purgas yejecuciones, que forzaba confesio-nes con tortura, que después leía y

marcaba con el temible lápiz rojode nuestra infancia escolar.

Las ideas de los maoístas fran-ceses tuvieron eco en estos in-telectuales durante su formación,pero estamos seguros de que losestudiantes franceses no imagina-ron el efecto de esas ideas en lamente de quienes volvieron a unarealidad en que Nixon y Kissingerhabían lanzado sobre Camboyamás bombas que sobre Japón en laSegunda Guerra, con vuelos ra-santes que aniquilaron pequeñospoblados campesinos y dejaron unresentimiento enorme.

Cabe preguntarnos si las ma-sacres cometidas en nuestra regióntuvieron ideólogos. Sin duda que sinos referimos a las del siglo XIX yen particular a las que sufrieronnuestros pueblos originarios, in-cluso después de la emancipación,los tuvieron: toda la criminologíapositivista y racista, en alguna me-dida lo fue. Pero no me refiero amasacres tan antiguas, sino a lasmás recientes, de la segunda mitaddel siglo XX y en especial las de laseguridad nacional.

Creo que no podemos confundir aun ideólogo, que por lo menos pre-sente algunos ribetes originales–por disparatados que sean– co nrepetidores de tesis francesas o nor-teamericanas. Gobery do Couto eSilva y Augusto Pinochet escribie-ron libros, pero con elaboraciónsimplista e importada, reiterandolos elementos emponzoñados delautocolonialismo. Por cierto quehubo intelectuales al servicio denuestras dictaduras masacradoras,pero estos escribas ocasionales nomerecen ese nivel de consideración.La ideología de nuestras masacresera por completo colonizada.

Equipo de trabajo:Romina Zárate, Alejandro Slokar, MatíasBailone y Jorge Vicente Paladines

Eugenio Raúl Zaffaroni

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