La cuestión criminal No. 24

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Eugenio Raúl Zaffaroni DECANO DE LA PRENSA NACIONAL 24

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Eugenio Raúl Zaffaroni

DECANO DE LA PRENSA NACIONAL

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Dos miércoles / 11 / julio / 2012

53. La criminología cautelar pre-ventiva de masacres

Después de mostrar la construc-ción de realidad de la criminologíamediática y de describir las agen-cias del sistema penal, vemos queen todo sistema penal anidan loselementos de una posible masacre,y con frecuencia una masacre porgoteo en curso. En todo sistemapenal se halla la venganza comomaterial de una potencial masacre,sólo que éste contiene tambiénelementos que impiden su desa-r ro l l o.

No obstante, como la naturalezade cualquier sistema penal es ines-table, un desequilibrio de origeninterno (entre sus agencias) o ex-terno (del ambiente), puede des-controlar a sus agencias ejecutivaso permitir que otras más agresivasasuman su función, provocando elefecto letal. Por eso, el sistemapenal es siempre un aparato pe-ligroso, cuyo funcionamiento debeser atentamente vigilado.

Dejemos a otros mejor dotadosintelectualmente la noble tarea depensar en sociedades futuras li-beradas de la venganza, pero hastaque semejante mutación tenga lu-gar –si es que alguna vez la tiene–,muchos aparatos podrían descon-trolarse y producir cientos de mi-les o millones de nuevos cadáveressilenciosos e incluso poner en ries-go la vida humana en el planeta.Por ello, ahora y aquí, es indis-pensable que el criminólogo in-dague cómo controlar en el corto ymediano plazo el aparato para pro-curar evitar que se desequilibre demala manera.

El camino táctico lo señaló en1631 Friedrich Spee. El jesuitapoeta no discutió si los aquelarreseran reales, todo es posible –dijo–,pero lo único cierto era que todasesas mujeres inocentes estaban

muertas. Su método consistió eneludir las abstracciones con que elpoder punitivo legitima sus des-bordes e ir a lo más concreto. Suúnica verdad era la realidad, y larealidad eran las cenizas de loscadáveres de mujeres inocentes.

En nuestro tiempo, la máximaabstracción es la idea mediática deseguridad. En todo gobierno existeun área de seguridad, porque dealgún modo es menester deno-minar a las policías y sus aledaños.A partir de esa denominación lacriminología mediática construyeuna realidad de seguridad bastantedifusa, pero de ella deduce de in-mediato –y los juristas degluten–un derecho a la seguridad.

En esa invención se halla el nú-cleo del discurso autoritario, plan-teado como la falsa opción entrelibertad y seguridad, en un planode máxima abstracción. La trampaconsiste en pretender la existenciade un volátil derecho a la se-guridad. Se trata de un recursoretórico de clonación de derechosy realidades. Ninguna víctima tie-ne afectado un abstracto derecho ala seguridad, sino un real y con-creto derecho a la vida, a la in-tegridad física, a la libertad sexual,a la propiedad, etc. Si alguien loduda bastaría preguntarle a cual-quier víctima de violencia qué es loque le han lesionado.

Siguiendo la táctica de Spee, lomás concreto que hallamos son loscadáveres. Al incorporar las ma-sacres a la criminología abrimosnuestros ojos a una realidad ca-davérica tan concreta que no dejalugar para ninguna abstracciónmanipulable. Por ello debemos irpor el camino de la cautela. Cau-tela proviene de la raíz indoeu-ropea keud, que indica prestaratención, percibir, que en sáns-crito da kaví que significa inte-ligente y en latín caveo, estar en

guardia. Es la palabra exacta, no envano escogida por Spee.

Ante las montañas de cadáveres,la civilización pareció inclinarsepor la vía de la cautela después dela Segunda Guerra Mundial. Peroeso no evitó nuevas masacres y alparecer hoy se perdió toda pru-dencia, en especial en los USA.

Quizá pueda alguien pensar queme ha dado un brote antinortea-mericano. Nada más equivocado,pues casi todo lo que hemos ob-servado no tiene otras fuentes quelos propios colegas criminólogosestadounidenses, quienes nos in-forman y advierten el riesgo, ma-nejando datos ciertos acerca de susistema penal, pues tienen accesoa la información y espacio parainvestigar la realidad.

Nosotros no disponemos de eseespacio: tememos a la criminologíamediática, no la denunciamos contodas las palabras que merece y, silo hacemos, no disponemos de loselementos que nos permiten evi-denciar su falsedad, porque ennuestra región todos los datos quehacen a la seguridad –si es quealguien los recoge– son secretospor razones de seguridad.

En Latinoamérica estamos in-timidados por el descrédito quenos puede acarrear la publicidadnegativa, por las difamaciones deque podemos ser víctimas, por lasrepresalias que en algunos paísespueden tomar las agencias eje-cutivas si nos involucramos con larealidad. Nuestra academia no seanima a decir lo mismo que mu-chos criminólogos norteamerica-nos dicen de su propio sistema(cuando ellos lo hacen nadie lesimpide circular por los EstadosUnidos y enseñar en sus univer-s i d a d es) .

A ellos les proporcionan fondospara que investiguen; a nosotrosno nos dan nada, y menos si nos

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saben críticos del poder punitivo,pues a nuestros ministros de turnono les hace gracia que nos me-tamos a ver lo que hacen las po-licías autonomizadas con las quepactan sus cuotas de recaudaciónautónoma. Nuestros gobiernosnunca sentarían en nuestrasasambleas a una criminóloga comola baronesa Vivien Stern, para quedenuncie que su sistema penalestá fabricando criminales.

Mucho es criticable de los USA yde la cultura anglosajona, pero tam-bién mucho tenemos que aprender eimitar. No podemos ignorar que enel juego de luces y sombras de lahistoria perdieron muchas vidasfrente a la brutalidad masacradoraque amenazó con dominar el pla-neta en la primera mitad del siglopasado. Podemos reprocharle su ac-tual irresponsabilidad planetaria aldesecharlos globalizando la crimi-nología mediática, pero los pará-metros desde los que formulamos elreproche son los que en buena me-dida han defendido ellos mismos, yque defienden hasta hoy los másinteligentes entre nuestros colegasacadémicos anglosajones que, conagudo sentido crítico y sin temores,nos muestran los efectos que en supaís hay un modelo cuyo discurso seg l o ba l i z a .

Nos corresponde a nosotrosmostrar los que tiene en nuestraregión y que, por cierto, no son losmismos, pues nuestra realidad co-rre el riesgo de volverse muchomás letal.

54. Los tres frentes de la cri-minología cautelar

El descontrol punitivo que lleva ala masacre responde desde tiem-pos inmemoriales a la misma di-námica. Lleva razón Girard al rein-terpretar la pasión de Cristo yrevelar que esa dinámica se ma-

nifiesta en el propio Evangelio.Cuando se pone de manifiesto estaconstante, y además se muestraque la venganza es el motor delpropio poder punitivo, suele caer-se en una depresión (algunos pro-ponen sentarse en el cordón de lavereda y abrirse las venas). Pero nose debe confundir la caída de mu-chos mitos e ilusiones con la faltade soluciones. Maria Lucia Karam,la excelente criminóloga brasileña,dice con razón que el mejor ejem-plo del delito de propaganda des-leal es el propio sistema penal, quenos vende un producto falso.

Lo que sucede es que siemprenos deprime saber que fuimos víc-timas de una estafa, pero la de-presión propia de la desilusiónvictimológica post-defraudatoriano tiene nada que ver con la pre-tendida falta de soluciones. Éstasexisten y la tarea de una crimi-nología cautelar es mostrarlas yrecorrerlas. Por cierto que estatarea no tiene límite temporal, espermanente, porque la peligrosainestabilidad del sistema penaltambién lo es.

Una criminología cautelar debeser una criminología militante,porque se enfrenta a verdaderosguerreros mediáticos que siempreestán fabricando nuevos ellos paraimpulsar la venganza hacia la ma-sacre. Los fabrican en serie: nohace mucho el gobierno francésdejó de lado a los africanos y ar-gelinos de sus suburbios y buscó alos gitanos. Así, con los elevadosniveles de violencia en el norte deMéxico muchos violentólogos co-mienzan a relegar un viejo ellos–los colombianos– para imponeruno nuevo: los mexicanos.

Por eso la criminología debe sermilitante si quiere ser cautelar, osea, estar siempre atenta y vi-gilante para evitar la trampa quenos tiende el discurso que dice:

bien, esos “e l l os ” no, pero estos“e l l os ” sí, son los malos en serio.Dejemos por un rato a los ado-lescentes del barrio precario, perovayamos contra todos los colec-tiveros, los taxistas, los ebrios, losfumadores, y así al infinito.

No es sencillo hacer una cri-minología militante, pues debe de-jarse el sosegado espacio acadé-mico para estar en la calle, en losmedios, en la formación de pro-fesionales, de operadores del sis-tema penal, del personal policial ypenitenciario, escribir para el granpúblico, participar en el sistema,comprender las vivencias de susoperadores, calmar sus angustias,hablar con las víctimas, con loscriminalizados, con sus parientes,estimular a quienes tienen la res-ponsabilidad de equilibrar o pre-venir el desequilibrio, investigarlos discursos mediáticos, no de-sanimarse por los fracasos y noamedrentarse, no dejarse llevarpor la ira, comprender motiva-ciones para prevenir errores deconducta, interferir en la política,acostumbrarse a ser mal visto,asumir el rol de portador de malasnoticias (advertir que somos víc-timas de una estafa es siempre unamala noticia) y, sobre todo, re-producir la militancia, porque noes una tarea individual sino querequiere de muchas voluntades, demuchas personas con conscienciadel problema y con compromiso enla tarea de imponer cautela.

Esta criminología cautelar –ym i l i ta n te – tiene tres frentes a losque atender:

(a) Debe estar atenta para ana-lizar las condiciones sociales fa-vorables a la creación mediáticadel mundo paranoico y desbaratarsus tentativas de instalación desdelas primeras manifestaciones or-g á n i ca s .

(b) Debe tomar muy en serio

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los daños reales del delito, es decir,la victimización y sus consecuen-cias, promoviendo en forma per-manente la investigación de campoy del efecto que a su respectotienen el propio poder punitivo y lacriminología mediática.

(c) Por último, debe investigar yproponer públicamente los mediosmás eficaces para la reducción delos anteriores.

En definitiva, se trataría de lostres capítulos principales de lacriminología cautelar, pero sin ol-vidar que esto sólo proporcionaríalos elementos para llevarla a lapráctica. Para eso debe establecertácticas, en especial en el espaciomediático, pero también en la co-municación personal directa:asambleas, conferencias, ONGs,ámbitos de reflexión, redes alter-nativas, entrevistas, etc.

Toda investigación debe tender aser investigación-acción y no aquedarse en el puro nivel del co-nocimiento resignado. Ningunaacción es nimia cuando se trata desalvar vidas humanas y la cri-minología cautelar debe respondera ese imperativo ético.

Así, las etapas de instalación delracismo que señala Michel Wie-viorka son las de cualquier mundoparanoide: un momento difuso,otro orgánico y otro de estado.

La etapa difusa no debe des-cuidarse, son gritos aislados sobrelos que se debe advertir, pero la luzroja debe encenderse cuando seempieza a instalar la etapa or-gánica, en la que aparecen or-ganizaciones, instituciones, publi-ca c i o n es .

En esta segunda etapa le in-cumbe un papel importante almundo académico latinoamerica-no si, en lugar de quedarse en suscubículos universitarios mirándo-se el ombligo, opta por una actitudmilitante de comunicación con las

personas: si es capaz de ir a losmedios y a los barrios, de co-municar lo que sabe y de organizarla neutralización de la pulsión vin-d i ca t i va .

Los académicos deben ir apren-diendo en el diálogo con las otraspersonas (con las víctimas, con losque tienen miedo a amenazas rea-les, con los operadores del sistemapenal y con los mismos infrac-tores), con la intención de llegar aun momento en que la crimino-logía sea un conocimiento de todosy a la vez una empresa común.

La actitud militante no puedeser otra que el diálogo; las per-sonas no son objeto de conoci-miento sino proveedoras de co-nocimiento. Por cierto que paraeso debe vencer obstáculos, entreotros el de la procedencia de clasedel propio criminólogo, que debeaprender a comunicarse con todoslos sectores sociales y detectar supropios prejuicios.

El diálogo rompe la comparti-mentalización del sistema penal,que retroalimenta prejuicios, en lamedida en que cada uno ve pocodel todo. El prejuicio más comúnes el de los académicos respectodel personal policial y peniten-ciario que, sin embargo, sufre gra-vísimas violaciones a sus derechosy en muchos casos está ávido deser escuchado.

En esta etapa es fundamental eldiálogo con los políticos, que debeevitar el prejuicio de que todos sonmalignos que impulsan el caminode las masacres, lo que sólo con-duce a la antipolítica, que no esmás que la antesala de las dic-ta d u ra s .

Los políticos están sometidos auna permanente competencia im-piadosa, marcada por la contiendaelectoral siempre cercana. Es fácildesde la academia reclamarle a unpolítico que enfrente sin más a la

criminología mediática, pero per-sonalmente no asumiría la respon-sabilidad de aconsejarlo sin ad-vertirle que sin previa preparaciónlleva todas las de perder, no sólofrente a sus opositores sino en elseno de su propio partido (lo digopor experiencia: por eso me bajaronde una lista de candidatos). Sinembargo, al mismo tiempo tenemosel deber de advertirles que su ac-titud suicida de ampliación cons-tante de la autonomía de las agen-cias ejecutoras y sus concesiones ala criminología mediática los llevana su perdición y al naufragio de la

propia democracia.Por cierto que los académicos

somos desconcertantes: por un ladoadvertimos a los políticos que sihacen lo correcto van al fracaso y,por otro, que si siguen haciendo loincorrecto también se hunden y noshundimos todos. Cuando la cri-minología mediática los ataca fie-ramente y la agenda electoral losurge, nos piden la fórmula mágicapara desbaratarla, y les responde-mos que no existe. Por cierto que lospolíticos no pueden menos que mi-rarnos con desprecio o –en el mejorde los casos– con conmiseración y

seguir su camino suicida.No es verdad que todos los po-

líticos estén sólo preocupados porla elección cercana o montados porpuro oportunismo sobre la cri-minología mediática. Por muchoque la mezquindad anide en buenaparte de la política, no cancela suaspiración a un mundo mejor y sinm a sa c res .

Lo que sucede es que, así comohay empresas de infraestructuravial, energética, etc., que requierenun trabajo que excede uno o dosmandatos, debemos ser conscien-tes que la tarea de convertir a lacriminología cautelar en crimino-logía de estado también es unaempresa de infraestructura socialy, si en otras materias se hanllevado a cabo obras de esa na-turaleza, no hay razón para dudarde la posibilidad de ésta. Por eso lacriminología cautelar debe cuidar-se y no aconsejar suicidios po-líticos, pero debe tener como ob-jetivo impulsar y demandar fuer-temente de los políticos su ins-talación como criminología de es-ta d o.

Así como se continuó con lailuminación a gas mientras se ibaexpandiendo la red eléctrica, o conla tracción a sangre mientras avan-zaba la motorizada, igualmente lospolíticos pueden seguir haciendoalgunas prudentes concesionesdiscursivas a la criminología me-diática mientras se va montando lacautelar y poner en marcha laconfrontación a medida que el es-tado va disponiendo de los ele-mentos capaces de llevarla ade-l a n te.

La criminología cautelar sólopuede llegar a erigirse como cri-minología de estado a través deuna adecuada institucionalizaciónde un órgano de monitoreo técnicode la violencia social.

Así como hay bancos centrales

que en alguna medida son au-tárquicos –lo que no significa queno respondan a la política eco-nómica general–, del mismo mododebe haber un día un órgano téc-nico que cuide del control de laviolencia, con capacidad de mo-nitorear al conjunto de agenciasdel sistema penal y de investigar yorientar a ese conjunto, como tam-bién de enfrentar a la criminologíamediática con datos ciertos y contácticas técnicamente planificadasconforme al saber comunicacio-nal.

Es dable observar que no hayningún responsable oficial delcontrol de la violencia y de lascausas de muerte violenta. Nadieestá en condiciones de confrontarseriamente los datos de la cri-minología mediática, que constru-ye la realidad según su conve-niencia coyuntural y mutable. Elestado y la sociedad están porcompleto indefensos frente a lacriminología mediática.

Brotes de modalidades delicti-vas saltan a la publicidad y semuestran como amenazas, sin quesepamos si en realidad se pro-ducen espontáneamente o sonproducto de una suerte de pro-ducción mafiosa de hechos vio-lentos en beneficio de cualquieragencia o incluso de los intere-sados en la venta de seguridadprivada. Al poco tiempo desapa-recen sin dejar huella y se olvidan.Nadie mide el efecto reproductorde la criminología mediática, nosabemos hasta qué punto repro-duce el delito o incrementa la con-flictividad social.

Disponemos de los conocimien-tos técnicos para llevar esto a caboy, además, no requiere mucho gas-to. En la mayoría de los paísesexisten excelentes estudios uni-versitarios de sociología, de cien-cia política, de psicología, de

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comunicación social, etc., con per-sonal técnico al que sólo sería me-nester convocar y entrenar míni-mamente para poder hacer diag-nósticos, pronósticos, detectar lassituaciones y fuentes de riesgo yllevar a cabo una labor coordinada deprevención en serio.

En ningún país pobre se inviertedinero en investigación crimino-lógica de campo, por lo que no sedispone de datos serios sobre laviolencia criminal. Además, ennuestros países las agencias eje-cutivas retacean la informaciónporque temen que revele datos de surecaudación autónoma. En estascondiciones es imposible confron-tar la realidad con los distorsio-nados datos de la criminología me-diática: estamos indefensos.

Esta carencia de informacióncientífica también es funcional alas cúpulas de las agencias, porqueles permite manipular la inversióndel presupuesto. Se confirma latesis foucaultiana de que el poderpunitivo no interesa tanto por suobjetivo manifiesto (prevencióndel delito), pues de lo contrario seextremaría el cuidado en el primerpaso de la prevención, que es sucuadro de situación. Es obvio quenadie puede prevenir lo que des-conoce y si no quiere conocerlo esporque no se propone como metala prevención.

5 5. La prevención del mundo pa-ra n o i d e

Todo criminólogo debe estar aten-to a las condiciones que favorecenla instalación del mundo para-noide por parte de la criminologíamediática. Ésta requiere un campode inseguridad existencial, quetanto en América como en Europaproviene hoy del desbaratamientode los estados de bienestar (de-sempleo, inseguridad laboral y

previsional, deterioro de los ser-vicios estatales, carestía, dificul-tades de vivienda, salud, educa-ción).

La violencia difusa se expresa enactitudes xenófobas, clasistas, ra-cistas, sexistas y en todas las for-mas posibles de discriminación,contra inmigrantes (Europa), gru-pos étnicos instalados desde an-tiguo (afroamericanos) o en cre-cimiento (latinos en los EstadosUnidos), sectores excluidos dentrode la propia sociedad (AméricaLatina) o etnias minoritarias(Á f r i ca ) .

La excesiva angustia social im-pulsa la búsqueda anárquica de res-ponsables de la inseguridad, que setraduce en violencia contra los másdispares grupos y personas (vio-lencia difusa, sin canalización do-minante). La criminología cautelardebe ponderar este marco, pues desu dimensión dependerá la mayor omenor facilidad para la creaciónmediática del mundo paranoide.

La violencia difusa y la angustiasocial se retroalimentan hasta quela última se vuelve insoportable,pero en cuanto se consigue im-putar a un chivo expiatorio comofuente de la inseguridad existen-cial (se instala el mundo paranoidecon un enemigo identificado), elnivel de angustia desciende por-que ésta se convierte en temor(miedo) a la amenaza de la emer-gencia desatada por el enemigo.

La angustia no tiene objeto co-nocido (tiene objetos erráticos yen última instancia la muerte); sinembargo, el miedo siempre reco-noce un objeto, pudiendo ser nor-mal o patológico, según que seaproporcional a la temibilidad delobjeto. En la medida en que espatológico la criminología lo hallamado pánico moral. Cuanto ma-yor es la angustia social, mayor esel espacio que dispone la crimi-

nología mediática para instalar ob-jetos no temibles.

Cuando la angustia se convierteen miedo todos los proyectos exis-tenciales bajan sus objetivos y apa-rece como primer paso de todos–por dispares que sean– la eli-minación del obstáculo para su rea-lización, que es la presencia delchivo expiatorio. Cuando las en-cuestas muestran que el principalreclamo es la seguridad, es porquela criminología mediática ha lo-grado instalar el mundo paranoide.

Esta base común perversa delconsenso da por resultado una de-formación incalificable del verda-dero consenso democrático: la pu-blicidad favorable al estado gen-darme logra cancelar todos los re-clamos de derechos que debierasatisfacer un estado razonablemen-te operativo y los unifica en unúnico reclamo de represión, alie-nando a la población, pues de esemodo no cae en cuenta que re-nuncia a exigirle al estado lo quecada uno necesita para la reali-zación de su propio proyecto exis-tencial, y sólo le reclama lo queservirá para que la controlen más yla repriman mejor cuando se leocurra pedirle otra cosa.

Los estados de bienestar se des-mantelaron en medio de un festivalde corrupción mientras el mundoparanoide –centrado en el delin-cuente o en el terrorista– funcionócomo una perfecta maniobra de dis-tracción. Es deber de la criminologíacautelar alertar a los sectores po-líticos acerca de estas tácticas.

Hoy es técnicamente difícil cerrarun país a la información –pues no esposible bloquear las noticias delexte r i o r –, lo que permite desba-ratar montajes mediáticos muy gro-seros, como fue la tentativa de des-viar la responsabilidad del crimende Atocha en Madrid en vísperaelectoral. No obstante, hubo crí-

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menes y mentiras que sólo tar-díamente salieron a la luz (torturas,secuestros antiterroristas, armasmasivas de Irak).

Cuando reina la libertad de in-formación son las empresas de co-municación las que ejercen el poderde instalación del mundo para-noide y lo deciden conforme a susintereses (rating y consiguienterenta publicitaria) y a los del sectorpolítico o económico en sintoníacon sus propietarios. La eleccióndel enemigo –que el nazista CarlSchmitt había señalado como esen-cia de lo político– ahora está enbuena medida en manos de lasempresas de comunicación social.De allí la importancia del plura-lismo mediático: tan negativa es lacensura estatal autoritaria como eloligopolio comunicacional, que endefinitiva es una censura privada.

Pero para instalar el mundo pa-ranoide también es indispensableun chivo expiatorio adecuado paraimputarle los crímenes que se pro-yectan como fuente de inseguridadexistencial. La historia muestra laenorme heterogeneidad de los ene-migos en diferentes mundos pa-ranoides: brujas, herejes, judíos,drogadictos, traficantes de drogas,comunistas, subversivos, sifilíti-cos, discapacitados, prostitutas,africanos, indios, inmigrantes,anarquistas, gays, minorías sexua-les, terroristas, alcohólicos, pedó-filos, ácratas, socialistas, delin-cuentes comunes, gitanos, burgue-ses, ateos, religiosos, etc.

Es difícil hallar algún rasgo co-mún entre todos ellos, pese a quealgunos han sido reiteradamentevictimizados. A veces el chivo ex-piatorio es idóneo por el simplehecho de pertenecer a un grupo(judíos, gitanos, minorías sexualesy étnicas), en tanto que en otrasalgunos miembros del grupo pro-mueven conflictos que los hacen

más vulnerables como candidatospara el mundo paranoide.

Las conductas de algunos miem-bros del grupo no deciden la con-dición de chivo expiatorio, peroson las que mediáticamente fa-cilitan la instalación paranoide yde este modo aumentan el riesgopara el grupo. En ciertos casosbasta con la violencia de uno solode sus integrantes para que con-tamine mediáticamente a todos.

La violencia política facilita mu-chísimo la pulsión de venganza,pero a falta de ésta la señalizaciónresidual de delincuentes comunesse usa para imputar indiferencia alos gobiernos que no son de orden.Es necesario alertar a los gruposvulnerables acerca de las conduc-tas paradojales que pueden agu-dizar su vulnerabilidad.

Al enemigo siempre se le asigna elrol de criminal que incurre en losdelitos de máxima gravedad, sinimportar si en verdad los comete,pues lo importante es que se lo crea.Cuando se selecciona como ene-migos a los delincuentes comunes,la estigmatización se orienta a todosu grupo de pertenencia, que ennuestra región son los jóvenes debarrios precarios. En este caso, losmales que se les puede atribuir sonlimitados. Si bien siempre tendrádelitos cometidos que sirvieran paraejercer sobre ellos un poder de con-trol muy amplio, lo cierto es que alos jóvenes y adolescentes no se lespuede imputar un elemento en ex-tremo útil para erigir un chivo ex-piatorio, que es la conspiración.Debido a eso, siempre se lo eligecomo enemigo en forma residual, osea, sólo se lo selecciona a falta deun candidato mejor o como acom-pañante de otros candidatos me-j o res .

Tampoco debe identificarse a lacriminología mediática con la to-talidad de los medios que la im-

pulsan, porque si bien no puedenegarse su condición manipula-dora, tampoco se puede pasar poralto que algunos medios sólo tie-nen funcionalidad por puro ratingy otros por mera ignorancia o im-prudencia. De allí que también seaimportante entablar el diálogo conlos propietarios y trabajadores dem e d i os .

Siempre debe tenerse muy pre-sente que la criminología mediá-tica prepara el mundo paranoideen base a técnicas de neutrali-zación, que pueden consistir in-cluso en discursos más o menossofisticados. En este aspecto tam-bién es necesario planear las tác-ticas de desbaratamiento, que nosiempre consisten en confrontar-las públicamente, lo que puedeotorgarles una resonancia no que-rida, como en el caso de los mo-vimientos de extrema derecha o dedifamaciones groseras, en el que elescándalo mediático es publici-dad. Cuando el chivo expiatorioson los jóvenes de barrio precario,las técnicas de neutralización dis-tan mucho de ser sofisticadas,pues en general consisten en gro-serías mediáticas.

Nunca debemos perder de vistaque la criminología mediática esun arma de lucha contra el estadode bienestar, que con el pánicomoral hace que las personas sesientan en constante peligro devida y, por ende, privilegien estebien sobre cualquier otro, con locual dejan de lado los reclamos quecorresponden al estado de bie-nestar para reducirse sólo al queinteresa al estado gendarme de losaños ochenta del siglo pasado, cu-yas consecuencias estamos pagan-do aún.

Equipo de trabajo:Romina Zárate, Alejandro Slokar, MatíasBailone y Jorge Vicente Paladines

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