La Dolarizacion 2
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La dolarización es el proceso por el cual un país adopta una moneda extranjera
para su uso en transacciones económicas domésticas. La moneda extranjera
reemplaza a la moneda doméstica en todas sus funciones (reserva de valor,
unidad de cuenta, medio de pago).
La dolarización puede ser oficial o extraoficial. Es extraoficial cuando los agentes
económicos realizan la mayoría de las transacciones internas en moneda
extranjera y mantienen principalmente cuentas corrientes o depósitos bancarios.
La dolarización es oficial cuando un país adopta la moneda extranjera como la de
curso legal exclusivo o predominante.
Los países latinoamericanos dolarizados oficialmente son Ecuador, El Salvador y
Panamá.
Ecuador
En Ecuador se ha adoptado la dolarización oficialmente, luego de haber sufrido
una gran crisis económica a finales de la década de los 90 y una fuerte
devaluación del sucre, su anterior moneda. El proceso fue parcialmente exitoso,
pero con un alto grado de encarecimiento de la subsistencia. La dolarización le ha
dado una ventaja al Ecuador: por un lado, al tener una moneda internacional, pero
eso no ha logrado detener el aumento del costo de vida y la dificultad para la
inversión y la productividad, entre otros; en contraparte, la estabilidad económica
relativa está fortalecida por las remesas de los emigrantes ecuatorianos y por el
alto precio del petróleo en los últimos años.
Una de las grandes polémicas respecto de la dolarización ecuatoriana no sólo fue
la pérdida de soberanía monetaria, sino el tipo de cambio bajo al que se la adoptó,
a 25.000 sucres el dólar estadounidense, beneficiando a sectores de influencia
política y económica que ya estaban avisados de la futura dolarización y se
anticiparon a las medidas comprando dólares, mientras al resto de la población se
los animó a confiar en la moneda nacional, a través de propaganda gubernamental
favorable al nacionalismo económico, en que si cambiaban a sucres sus dólares o
que si invertían en sucres mejorarían la economía. Se suma a eso las acciones
contraproducentes del Banco Central de Ecuador y del Servicio de Rentas
Internas para poner trabas al proceso. Eso explica en gran parte -a pesar de la
relativa estabilidad inflacionaria- el por qué del aumento de la migración
ecuatoriana y el colapso de las clases medias.
Sin embargo, comparativamente, la dolarización estabilizó la economía
ecuatoriana impidiendo a los posteriores gobiernos de turno la devaluación de
moneda y eliminando el señoreaje, preservando de mejor forma el valor del dinero
de los ciudadanos, estabilizando los precios. La mayoría de la población
ecuatoriana la ve como una de las mejores decisiones tomadas en el campo
económico, si bien puede no estar de acuerdo en las políticas públicas usadas
para instaurarla y mantenerla.[3]
Ecuador: Dolarización y políticas alternativas
Globalización, dolarización y uniones monetarias
Es bien conocida en economía la llamada "trilogía imposible", es decir, la
imposibilidad de tener simultáneamente alta movilidad de capitales, una política
monetaria autónoma, y estabilidad cambiaria (1). Sin embargo, este viejo principio
ha sido de hecho transformado por el impresionante incremento de los flujos
financieros internacionales a partir de los años noventa. De esta forma, las
transacciones cambiarias diarias en el mundo alcanzan 1,2 trillones de dólares por
día, es decir, cerca de 40 veces la producción anual de un país como Ecuador.
Ante esta realidad, la trilogía probablemente se ha convertido en realidad en una
dúo logia, es decir, simplemente parece imposible para países pequeños y en
desarrollo tener -o al menos garantizar- una política monetaria autónoma y/o
estabilidad cambiaria en un mundo de alta movilidad de capitales.
Ante esta situación, básicamente existen dos caminos. Si políticas soberanas y
objetivos nacionales son deseables, el primero es, obviamente, reducir la
movilidad de capitales (2). De hecho, la alta movilidad de capitales es una de las
características más criticada de la globalización económica neoliberal,
precisamente por la pérdida de las políticas nacionales así como por los grandes
destrozos que la especulación financiera internacional ha causado en los países
en desarrollo, crisis que frecuentemente no son consecuencia de acciones
directas de los países que las sufren, sino que son producto de lo que hacen o
dejan de hacer los demás países, y hasta del humor de los inversionistas
internacionales. Por esta razón, muchos economistas desde hace ya varios años
vienen denunciando la necesidad de poner "arena en los ejes de la carreta" de la
globalización, es decir, determinadas barreras -tales como el impuesto Tobin (3)-
para disminuir la movilidad de capitales. Por supuesto, dada la orientación de la
globalización neoliberal, donde el interés que predomina no es el de los países en
desarrollo sino el del capital internacional, estas propuestas han sido largamente
obviadas.
Un segundo -aunque de ninguna manera excluyente- camino es, entonces, la
necesidad de conformar bloques económicos de mayor tamaño que, a diferencia
de los procesos de integración intentados anteriormente en Latinoamérica -los
cuales ponían énfasis en lo comercial-, se caractericen sobre todo por ser uniones
monetarias, para así disminuir la vulnerabilidad de las economías nacionales
frente a los embates del capital financiero especulativo. De hecho, con toda
seguridad el siglo XXI verá la extinción de las monedas nacionales y el
surgimiento de pocas pero fuertes monedas regionales, como la única forma de
sobrevivir en un mundo globalizado.
El tener una moneda común exige la coincidencia de los ciclos económicos, o, en
su defecto, una alta movilidad laboral al interior de la unión monetaria, para que el
ajuste a los episodios de desempleo o inflación se realice sin mayores costos por
medio del sector real de la economía y, básicamente, a través del mercado
laboral. En otras palabras, la renuncia a las monedas nacionales dentro de
verdaderas uniones monetarias, debe ser compensada con la movilidad laboral al
interior de la región, lo cual exige cierto grado de integración política. De esta
forma, los imperativos económicos y la necesidad de monedas y economías
regionales, impondrán también en un futuro no muy lejano el surgimiento de
nuevas unidades geopolíticas.
Uniones monetarias versus dolarización unilateral
Los requisitos para tener una moneda común están resumidos en la llamada
"Teoría de las Áreas Monetarias Óptimas" (Teoría AMO) iniciada por Robert
Mundell a principios de los años sesenta. De esta forma, y de acuerdo a la Teoría,
el beneficio de tener una moneda común es una función creciente del actual o
potencial nivel de integración comercial entre dos países, puesto que reduce
costos de transacción, mientras que el costo de renunciar a la moneda nacional es
una función decreciente del grado de coincidencia de los ciclos económicos y del
grado de movilidad laboral que exista entre las regiones. La simetría de los ciclos
económicos o la movilidad de la fuerza laboral harían innecesaria una moneda
nacional, ya que la alta movilidad de factores reemplaza al tipo de cambio nominal
como mecanismo de ajuste, mientras que una alta simetría de los ciclos
económicos hace innecesario el manejo del tipo de cambio nominal.
Por que entramos en la Dolarización?
Cierto es que la situación económica vigente el día de hoy no es lo que esperaba
la gente que fuera cuando decidió apoyar la dolarización. Cierto es se que
ofrecieron cosas que no debieron ofrecerse: reducción de las tasas de interés a
nivel internacional y aumento de la inversión extranjera; y que otras que se
ofrecieron y debieron conseguirse no se consiguieron oportunamente (la reducción
de la inflación a 3%, que se retrasó más de 3 anos por la falta de disciplina fiscal
en el último periodo del gobierno de Gustavo Noboa). Pero es que nos
esperanzamos en que la dolarización fuera “el caballo de Troya de las reformas”.
Sin embargo, no nos olvidemos de lo que nos llevó a la dolarización, y de que
probablemente las causas subyacentes de la crisis de 1999 existirán aun sin
dolarización. Si quisiéremos resumir las causas de la dolarización podríamos
mencionar las siguientes:
Ecuador es un país de increíble diversidad, pero también de increíbles riesgos
naturales: inundaciones, erupciones volcánicas y terremotos. Así mismo, tiene
una tradición de dependencia de un grupo de productos exportación con precios
muy variables: cacao, banano, petróleo, camarón. Esto no fuera un problema, si
pudiéramos distribuir bien el riesgo, pero lo es porque nuestro grado de
integración financiera con el resto del mundo no nos lo permite. ¿Cuánto tiempo
cree que pase para que con el Nuevo Sucre las empresas exportadoras presionen
por devaluaciones para licuar el costo de los salarios de sus trabajadores?
¿Cuánto tiempo cree que le toque al gobierno del Nuevo Sucre convencer al resto
del mundo de que ahora si el Ecuador es seguro debido a su nueva moneda?
Mediten esto cuando planeen sacarnos de la dolarización.
A principios de los años 70 el Ecuador experimentó una bonanza producto de la
nueva exportación del petróleo (bonanza que se restringió a esa década). Sin
embargo, en la bonanza de ese entonces se arraigó la costumbre de subsidiar la
energía. Estas decisiones de esa época hoy nos cuestan miles de millones de
dólares por año en subsidios a la energía: al gas, a la electrificación rural, a los
combustibles derivados del petróleo, entre otros. Esta conducta ha construido una
cultura paternalista en la sociedad que puede tumbar gobiernos. ¿Cuánto tiempo
cree que durará la solvencia del sector público con el Nuevo Sucre antes de licuar
la deuda de los subsidios que producen ésta práctica paternalista? ¿Cuánto
tiempo cree que le demore entrar en crisis a sistema monetario alguno (incluido
dolarización) con esta constante necesidad de aumentar el gasto público para
mantener precios subsidiados para toda la población? Mediten esto cuando
planeen sacarnos de la dolarización.
En fin, puede ser que no haya una elección óptima de sistema cambiario para el
Ecuador, y aún mas puede que ese sistema cambiario no sea conveniente en todo
momento. Sin embargo, para el Ecuador en el que vivimos hoy la mejor
alternativa sigue siendo sostener la dolarización debido a que las causas políticas
que le he mencionado.
Una decisión aparentemente inofensiva. En las condiciones actuales (altos precios
del petróleo e incremento de los ingresos por remesas privadas) no hemos sido
capaces de elaborar un Presupuesto General del Estado que refleje un
compromiso de materia fiscal con la dolarización. Por ejemplo, el aumento de
gasto del 2007 de no haber sido financiado por las rentas del petróleo hubiera
requerido un incremento del IVA del 12% al 16% (ver Observatorio de la Política
Fiscal - Noviembre del 2007). Y si en las condiciones actuales no somos capaces
de mantener una trayectoria del gasto sostenible cómo será cuando los precios del
petróleo bajen, y la economía no tenga suficiente liquidez. En consecuencia, la
idea de tener un sistema bimonetaria solo tiene sentido para sostener una política
fiscal expansiva.
En un contexto como este la nueva moneda sufrirá una pérdida de valor inmediata
y obligará al gobierno a una mayor emisión que finalmente se traducirá en mayor
pérdida de su valor. Me cuesta creer que el gobierno establezca una moneda con
el solo afán de verla devaluarse contra el dólar. Así que tarde o temprano, en este
gobierno o después de 4 anos (si Correa cumple su palabra) comenzará algún tipo
de control de capitales que finalmente terminará con la dolarización.
Si la Asamblea Nacional Constituyente desea hacer algo por el país, no deberá
permitir la existencia de un sistema bimonetaria. Es más, cuando traten el tema
del autonomía del Banco Central deberá tener cuidado con las facultades del
Gobierno Central para evitar cualquier plan que confabule en contra de la
dolarización.