La economía de la provincia de Málaga · 10 La economía de la provincia de Málaga El análisis...

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  • La economíade la provincia

    de MálagaJoaquín Aurioles Martín

    Antonio Parejo Barranco

    Coordinadores

  • La Fundación Cajamar no se responsabiliza de la información y opiniones contenidas en esta publicación, siendo responsabilidad exclusiva de sus autores.

    Edita: CAJAMAR Caja Rural, Sociedad Cooperativa de CréditoProducido por: Fundación CajamarDiseño y maquetación: Francisco J. FernándezImprime: Escobar Impresores, S.L. El Ejido (Almería)ISBN-13: 978-84-95531-38-4Depósito legal: AL-2921-2007Fecha de publicación: Noviembre 2007

    © Del texto: autores.© De la edición: CAJAMAR Caja Rural, Sociedad Cooperatica de Crédito.

    La economía de la provincia de Málaga

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  • En memoria deAdolfo Aurioles Martín,malagueño de raíz y vida,

    universitario de vocación y compromiso

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    1. El marco histórico (1833-2000) ..................................................................................... 25Antonio Parejo Barranco

    2. Málaga en el contexto regional, nacional y europeo ..................................................... 97Joaquín Aurioles Martín

    3. Características del sistema productivo de la provincia de Málaga ............................ 143Mª Luisa Gómez Moreno

    4. La población de la provincia de Málaga ...................................................................... 213Carmen Carvajal Gutiérrez

    5. La ordenación del territorio en la provincia de Málaga ............................................... 261Alfredo Rubio Díaz y Eduardo Serrano Muñoz

    6. Málaga ante los retos de la nueva economía ............................................................. 355Salvador Moreno Peralta

    7. Los malagueños frente al crecimiento: reconquista de la estructua y procesosde integración social .................................................................................................... 399Mercedes Camarero Rioja

    8. Desequilibrios en el mercado de trabajo .................................................................... 447Félix Borrego Gil

    9. Innovación y Parque Tecnológico ................................................................................ 467Álvaro Simón de Blas

    Presentación .......................................................................................................................... 9

    Introducción .......................................................................................................................... 11

    Índice

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    La economía de la provincia de Málaga

    10. El sector de la construcción en la provincia de Málaga .............................................. 523Isabel Rodríguez Navarro

    11. El turismo en la provincia de Málaga .......................................................................... 549Carmelo Pellejero Martínez

    12. Comercio, territorio y consumo en la provincia de Málaga: el tiempo de lasgrandes transformaciones .......................................................................................... 603Alfredo Rubio Díaz

    13. Una economía emergente: Antequera ........................................................................ 669Mª Luisa Gómez Moreno y Antonio Parejo Barranco

    Índice de autores ............................................................................................................... 729

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    Presentación

    Con un claro y acertado pensamiento de mi respetado y admirado José AntonioMuñoz Rojas sobre "Málaga y su provincia" inician la introducción D. Joaquín Auriolesy D. Antonio Parejo, coordinadores de este trabajo, sobre La economía de la provinciade Málaga.

    Siendo nuestra economía malagueña una gran conocida, como se demuestra por lasnumerosas publicaciones periódicas que hacen el seguimiento de su evolución, y por lostrabajos y estudios de carácter específico y sectorial que últimamente se han realizado.

    Espero que esta publicación de carácter estructural, nos dé una visión de conjunto dela economía malagueña y nos aproxime al devenir de la provincia.

    Las luces y sombras del discurrir histórico de nuestra provincia desde 1833, cuandoJavier de Burgos dibuja el mapa de las actuales provincias españolas, van conformando laMálaga que hoy conocemos y que se proyecta hacia un futuro en el que intervienen deforma vigorosa la globalización y la competitividad.

    Agricultura, pesca, comercio, industria, turismo y la actual y creciente demanda denuestro propio suelo, incluso del que llamamos turismo residencial, han ido conformandopoblación y territorio y definiendo la morfología de la provincia. Quizás, el resultado másdestacado de este tejer y destejer a lo largo del tiempo, haya sido la configuración de unapoblación, de unos malagueños, plurales en procedencia, formación y cultura, que nosenriquecen, y como en otras épocas su integración y convivencia se conseguirá y perfeccio-nará con el transcurrir del tiempo.

    Luis de la Maza GarridoCOPRESIDENTE DE CAJAMAR

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    La economía de la provincia de Málaga

    El análisis de los cambios estructurales producidos en los distintos sectores econó-micos de la provincia, es el objeto de la publicación que tienen entre sus manos. Cada sectorproductivo debe continuar desarrollando un tejido empresarial que dé respuesta a los nue-vos desafíos derivados de la globalización y de la competencia creciente entre países. Perono podemos olvidar que es necesario crear estrategias de diversificación productiva, princi-palmente en actividades con alta aportación de valor añadido, que infundan un mayorequilibrio en la generación de empleo y riqueza. Importantes proyectos de comunicaciónterrestre, aérea y marítima, demandadas durante muchos años, como tren de alta velocidad,carreteras, ampliación del aeropuerto internacional, desarrollo del puerto de contenedoresy recinto terminal de cruceros, como más destacados, ayudarán a poner en valor el poten-cial económico de nuestra provincia malagueña.

    La Fundación Cajamar ha querido contribuir con esta publicación, al reconocimien-to del papel desempeñado por esta provincia trabajadora y emprendedora, en el procesode modernización de la economía andaluza y española. En este meritorio proyecto hantrabajado un nutrido grupo de profesores universitarios, así como reconocidos profesio-nales. Todos ellos han sido coordinados por D. Joaquín Aurioles y D. Antonio Parejo,prestigiosos profesores de la Universidad de Málaga, a los que queremos agradecer públi-camente su aportación y la de todos sus colaboradores a una obra que, sin duda, se conver-tirá en un referente para el conocimiento de la economía de la provincia de Málaga.

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    Introducción

    Joaquín Aurioles y Antonio ParejoUniversidad de Málaga

    "La provincia tiene un cuento distinto. Si la Naturaleza hubiera estudiado Dere-

    cho Administrativo (pero ¿cómo va a estudiar Derecho Administrativo la Naturale-

    za?), seguramente hubiera señalado distintos límites a la de Málaga. Quiero decir que

    los límites administrativos y naturales de Málaga tienen poco que ver. Cualquier

    parecido con la realidad es puramente accidental. Pero de lo accidental y de estos

    juegos con la naturaleza pueden surgir grandes cosas y no lo ha sido chica la de

    encerrar en un recinto administrativo tal variedad de paisaje, de hermosura y contras-

    te, como se contiene en eso que se llama provincia de Málaga. Es la capital natural de

    una región de la costa de Guadiaro a Adra, poco más o menos. Los límites del norte

    son menos precisos geográficamente y por lo tanto más poéticos. Allí donde el aire

    es dulce y nunca hiela, donde se piensa en la nieve cuando los almendros dejan caer

    sus pétalos sobre los montes con un mes de adelanto, o como dijo el poeta, la nieve

    se equivoca y donde dijo blanco puso almendro. Coincide esta línea con el perfil de

    unos montes que en unos sitios se alejan y en otros se acercan más a la costa"

    José Antonio Muñoz Rojas (1998): "Málaga y su provincia"; en Antequera, norte de mipluma. Antequera, Fundación Unicaja; p. 148.

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    La economía de la provincia de Málaga

    Abrir un libro de economía con las palabras de un poeta implica asumir -intentandohacer de ello cómplice al lector- que el tronco común en el que descansan todas lasciencias sociales debe soportar esfuerzos y compromisos muy diversos. Que todos, endefinitiva, aspiramos a lo mismo, aunque nuestras herramientas y caminos sean distintosy los objetivos que pretendemos alcanzar aparentemente diversos: intentar comprender loque nos rodea; cambiar aquello que no nos gusta; beneficiarnos de lo que satisface nues-tras necesidades; asegurar el futuro de los que nos sucederán. Quizá demasiados argu-mentos; tantos que no siempre son posibles ni compatibles entre sí, pero que al caboexplican la tensión permanente que agobia a las sociedades actuales: sujetas a recursosfinitos (cuyo límite, además, parece vislumbrarse con mayor certeza que nunca en losinicios del siglo XXI), pero dependientes de un imaginario tecnológico que desde la revolu-ción industrial identificó progreso, crecimiento y consumo con bienestar hasta convertirlosen los iconos definitorios del hombre (y la mujer) contemporáneos.

    Valga lo anterior para comenzar definiendo el sentido último de este libro: instrumen-tal en la medida que ayuda a conocer mejor el marco económico (en última instanciasocial) que nos define; didáctico desde el momento en el que se plantea hacer partícipe deese conocimiento al más amplio número de personas posible; también comprometido ybeligerante porque al menos intenta aportar gotas de reflexión, elementos de debate ydiscusión y en definitiva propuestas de cambio para un territorio compartido en estosmomentos por cerca de un millón y medio de personas. Un territorio de encuentros ydesencuentros seculares -hasta milenarios- y por ello sostén físico de grandes iniciativassociales y económicas aunque también de sonados fracasos. Solar de agentes innovadores,comprometidos con proyectos de futuro, pero asimismo de aquella función empresarialque William Baumol calificaba como "destructiva", es decir la que no aporta riqueza parala región y en la que el empresario simplemente se identifica como una especie de depre-dador de rentas y consumidor suntuario.

    Tal es el marco físico y sobre él la sociedad malagueña se ha agrupado histórica-mente en núcleos urbanos de distinto tamaño -casi siempre más en el litoral que en elinterior, estableciendo lazos de compromiso desde lo individual a lo colectivo, desde loprivado a lo público; en el fondo, generando relaciones sociales y económicas entreellos y con el exterior, dependientes de la posición que cada agente social ocupe en laestructura productiva y de la cantidad de recursos que sea capaz de extraer de su propioterritorio o de adquirir fuera del mismo. Recursos resueltos en factores de produccióncuya variable composición ha condicionado la sucesión de determinados modelos de

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    IntroducciónJoaquín Aurioles Martín y Antonio Parejo Barranco

    crecimiento económico y desarrollo social (unos más exitosos que otros; algunos efí-meros, los restantes más perdurables), en una secuencia en la que nunca debe olvidar-se la participación exterior: tanto privada (inversiones, mercados, acceso a materiasprimas y bienes intermedios) como públicas (el papel de la Administración en cualquierade sus versiones: sea el Estado español o más recientemente la propia comunidadautónoma y la Unión Europea).

    Pues bien, de acuerdo con los anteriores argumentos, durante el último sexenio delsiglo XX y el primero del siglo XXI la provincia de Málaga ha tenido un comportamientoeconómico impecable. En ese periodo, sus tasas de crecimiento y generación de empleohan contribuido a situarla en el primer lugar de las españolas, lo que le he permitido reducirsensiblemente las distancias que la separaban de la media nacional y superar con ampli-tud la regional: datos que en última instancia parecen acercarla al sueño de la convergen-cia con la Unión Europea.

    Tal dinamismo, acompañado de un aumento demográfico en el que los movimientosmigratorios desempeñan un papel fundamental, se ha conformado sin embargo en base auna limitada aportación sectorial, en la que la construcción y el turismo, seguidos a dis-tancia por determinados servicios y ramas manufactureras -estas últimas intensivas encapital, incluido el capital humano- se han convertido en los ejes básicos de la actividadproductiva provincial. Inversiones procedentes de los fondos estructurales europeos, decapitales originados fuera de las fronteras de la Unión -a veces de dudosa procedencia- ydel propio medio local, que han inyectado una extraordinaria liquidez al sistema, tantocomo para permitir que se haya producido -se esté produciendo- una mejora sustancial desu dotación de infraestructuras, que sus niveles de desempleo se reduzcan a niveles delfinal de la dictadura franquista, y que la renta familiar disponible haya experimentado unaumento superior al 15% a lo largo de la última década.

    El presente volumen analiza los componentes fundamentales de esta fase expansiva,pero no se limita exclusivamente a ello. La intención de los dos coordinadores de la obraera ir más allá de ofrecer a los potenciales lectores una puesta al día de nuestros conoci-mientos sobre el comportamiento actual de la economía malagueña. Se señalan, obvia-mente, las líneas que acaban de resumirse en los párrafos anteriores, pero también lassombras que permanecen de épocas pasadas y acechan en un futuro inmediato. Tambiénse aportan argumentos que ayuden a definir opciones para hacer frente lo mejorpertrechados posible a un futuro más o menos inmediato sobre el que por ahora sólo

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    La economía de la provincia de Málaga

    tenemos constancia del alto grado de incertidumbre que genera, al menos entre aquéllosque nos dedicamos al oficio social que por encima de las distintas especialidades nosengloba a todos los científicos.

    La cuestión no es, ni mucho menos, irrelevante, sobre todo porque la alternativaactual tiene unos límites territoriales y temporales que inevitablemente harán que se plan-tee a corto o medio plazo la viabilidad de un modelo generador de rentas y riqueza peroconsumidor intensivo de suelo y recursos no renovables, y que además se basa en elempleo intensivo de trabajo escasamente cualificado; factores que en última instancialastran su productividad y terminan trasladando el problema al ámbito de la competitividadinternacional.

    Ésta es la otra razón por la que el futuro es todavía más incierto. La globalizaciónestá conformando un nuevo marco de competencia internacional que penalizará especial-mente a aquellas zonas en las que sus ventajas comparativas (y competitivas) no seacompañen de ganancias sensibles de su productividad. Competir en un mundo globalizadosignifica no sólo especializarse, sino también apostar decisivamente por el conocimiento,y tal asignatura se encuentra entre las pendientes de este rincón del Mediterráneo. Resul-ta indispensable, por tanto, conocer nuestras debilidades para intentar corregirlas, comotambién apuntar posibles alternativas que permitan asumir otros modelos de desarrollo notan dependientes de un medio tan extraordinariamente frágil como el que nos sustenta.

    Todo lo anterior se encuentra, explícita o implícitamente, en el libro que el lector tieneentre sus manos. No hemos pretendido, sin embargo, exhaustividad; ni tampoco consen-so. Quien lea detenidamente las páginas que siguen encontrará enfoques, planteamientose interpretaciones diferentes, que en última instancia son el reflejo de los matices con quela propia comunidad científica -representada aquí por arquitectos, economistas, geógra-fos, historiadores y urbanistas- asume como resultado del estudio de la problemáticaactual de la provincia.

    Por nuestra parte, la labor de coordinación se ha limitado a señalar unos mínimosindispensables para la homogeneización de contenidos y mantener varias reuniones juntoal resto de los autores, donde se han discutido las cuestiones fundamentales; a partir deahí, cada especialista, en función del encargo inicial, ha asumido el desarrollo de un temadeterminado. Los textos arrancan con una introducción histórica sobre la trayectoria eco-nómica de la provincia malagueña desde su creación en 1833 hasta finales del siglo XX,

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    IntroducciónJoaquín Aurioles Martín y Antonio Parejo Barranco

    continúan con el necesario encuadre comparativo y sectorial, para adentrarse posterior-mente en el análisis de los recursos humanos (desde la perspectiva demográfica, perotambién social y del mercado de trabajo) y físicos (la función territorial) concluyendo conenfoques que atienden puntualmente a sectores productivos definitorios de la economíaprovincial en el alba del tercer milenio (la construcción, el turismo, y las actividades co-merciales) y a uno de los municipios que está protagonizando en estos momentos una delas transformaciones más profundas de toda la provincia: Antequera.

    Es lo que viene tras estas páginas de introducción. Mientras tanto, hasta que ellector llegue a ese punto, sí nos interesa proporcionarle el hilo que le permita ensartar, enun solo collar, los numerosísimos argumentos desplegados a lo largo del texto. Lo hace-mos con la única intención de facilitarle una mínima guía de referencia, que le permitatransitar por espacios desbrozados por primera vez en muchos casos, y además porespecialistas pertenecientes a ciencias sociales quizá no excesivamente distantes entresí, pero sí lo suficientemente retiradas como para que cada uno utilice su propio utillajemetodológico y su particular lenguaje narrativo. El apretado resumen de todas las contri-buciones recogidas en el libro que viene a continuación debe entenderse desde tal pers-pectiva, aunque también a modo de justificación de las conclusiones generales que cie-rran estas líneas introductorias y que nos ha parecido más oportuno incluir al principio queal final del volumen.

    El acuerdo es prácticamente unánime a la hora de establecer la gran cesura de lahistoria económica malagueña más reciente o, expresado de otra forma, los orígenes dela situación actual. Fue, en efecto, la década de los 60 la que actuó de bisagra entre dosrealidades, la de una economía marcada por la tradición y la autarquía característica de lamiopía económica del franquismo y la del intenso proceso posterior de terciarización afian-zado en torno al turismo. Se estaba produciendo el tránsito desde una actividad que poraquel entonces no dejaba de ser más que testimonial o incipiente, pero que en la termino-logía de estos tiempos reconoceríamos como emergente. No habría de pasar demasiadotiempo para que comenzasen a aparecer otros calificativos representativos de la rapidezcon que evolucionaba. En los años 80 se comenzaba a hablar del turismo de sol y playacomo segmento maduro dentro del sector y, posteriormente, de agotamiento de un mode-lo que algunos pretendían enterrar cuando tan sólo habían transcurrido tres décadas des-de su nacimiento.

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    Tuvo lugar un profundo cambio estructural que, en el caso de Málaga, tenía en elturismo su principal rasgo diferenciador, pero que también participaba de otros comunes alresto de España, como el proceso de industrialización. En cualquier caso, el atractivoindustrial de Málaga se veía fuertemente limitado, no tanto por su incompatibilidad con eldesarrollo turístico, como en algún caso se ha argumentado, como por encontrarse aisla-da y rodeada de los importantes incentivos a la localización industrial de los polos indus-triales en Granada, Córdoba y Sevilla, además del Plan de Promoción Económica delCampo de Gibraltar. La consecuencia, junto con los efectos de las crisis industriales y elfuerte protagonismo del turismo, es que la industria nunca llegó a cuajar de manera signi-ficativa en la economía malagueña hasta fechas recientes. Una de sus consecuencias esel progresivo abandono de la tradicional vocación comercial de la zona, hasta el punto deque se reduce significativamente el tradicional grado de apertura comercial y que el saldode los intercambios se vuelve acusadamente deficitario.

    En cualquier caso, la economía malagueña ha crecido intensamente a lo largo deestas últimas cuatro décadas de profundas transformaciones. En Málaga ha crecido lapoblación y todavía más el producto, por lo que, en última instancia, también ha crecido elnivel de vida de sus ciudadanos. El crecimiento ha sido incluso mayor que en el conjuntode España y de Andalucía y, sobre todo, las diferencias a su favor han sido especialmenteacusadas desde la última década del siglo pasado. A pesar de todo, resulta difícil despren-derse de una cierta sensación de frustración cuando al abandonar el siglo XX el PIB porhabitante de los malagueños equivalía al 80% de la media española, y el de los españolesal 80% de la Europa de los 15.

    En el último medio siglo la economía malagueña ha experimentado grandes cambiosy avances, aunque con desigual distribución de sus consecuencias. De entrada, el progre-so no ha servido para corregir las desigualdades de renta, sino más bien para lo contrario.En este proceso se ha conseguido también la quiebra definitiva de la agricultura tradicio-nal, y de sus abundantes connotaciones de subsistencia, además de haber podido con-templar como la emigración hacia el norte de Europa y de España golpeaba con particularintensidad a algunas comarcas del interior. También se generaliza el desastre urbanísticoy ecológico, especialmente en el litoral, pero no se consigue consolidar una base indus-trial lo suficientemente potente como para convertirse en foco de innovación y de integra-ción comercial con el exterior.

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    IntroducciónJoaquín Aurioles Martín y Antonio Parejo Barranco

    Con la década de los 80 tienen lugar dos efemérides que condicionarán decisivamen-te el futuro de la economía malagueña. Por un lado, la constitución de Andalucía en Comu-nidad Autónoma y el surgimiento de un nuevo poder político regional con importantesimplicaciones sobre la ordenación del territorio. Por otro, la entrada de España en laComunidad Europea, con el consiguiente acceso a los fondos de ayuda al desarrollo que enpocos años contribuirá a corregir el endémico déficit de infraestructuras heredado del régi-men anterior. Tras unos años de profundas convulsiones políticas, derivados del cambio derégimen, y económicas, consecuencia de las crisis del petróleo, de la reconversión indus-trial y de la explosión del fenómeno del desempleo, al que también contribuye la inversiónde los flujos migratorios, la economía malagueña se adentra en los años más críticos desu historia reciente por la magnitud con que recibe el impacto de la crisis del 93.

    El proceso de recuperación que comienza a percibirse en 1994, tras tres devaluacionessucesivas de la peseta entre septiembre de 1992 y mayo de1993, que se dejaron sentir enun repunte inmediato de los ingresos por turismo y por exportaciones, tendrá una especialrepercusión en la economía malagueña. Como es lógico, su especialización turística leconcedía una importante ventaja de partida para engancharse al tirón de la demanda exter-na, pero si esto era algo común al conjunto de las zonas turísticas españolas, en caso dela Costa del Sol hay que reconocer una particular habilidad para adaptarse a las transfor-maciones que son consustanciales a todo cambio de ciclo. Actividades que hasta enton-ces aparecían como incipientes o emergentes, como el turismo rural, el de golf o la inte-gración del conjunto de Andalucía en una oferta de circuitos turísticos cuya base de parti-da era la Costa del Sol, se terminan de consolidar con la superación de la crisis. Ademásestaba el turismo residencial, que hacia el final de la década protagonizará, junto con lademanda interna y el conjunto del boom inmobiliario, una etapa de crecimiento sin prece-dentes, no tanto por la intensidad del mismo, como por la longitud del periodo durante elque transcurre.

    La economía malagueña es, durante estos años, el mejor escaparate de lo que estáocurriendo en la economía española, aparentemente inmune al contagio de la crisis quese extiende por Europa desde el comienzo del nuevo siglo, que sigue manteniendo en elturismo el principal baluarte de su economía y de su imagen a nivel internacional. Lainestabilidad característica de los años 2000-2004, con los atentados del 11-S, las crisissanitarias, los conflictos bélicos y los costes de la prevención del terrorismo, parecenpasar por la economía española y por su sector turístico sin causar excesivos destrozos.En particular, la Costa del Sol parece beneficiarse, no solamente de su condición de

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    La economía de la provincia de Málaga

    destino maduro y, en consecuencia seguro, sino también de la evolución en el comporta-miento de las empresas hacia posiciones más conservadoras en la valoración del riesgode sus proyectos de expansión. Puede afirmarse, en consecuencia, que las crisis deseguridad y sanitarias, junto con las convulsiones en sectores estratégicos, como el delpetróleo, han terminado por favorecer la estabilidad de la demanda turística hacia la Costadel Sol en lo que va de siglo.

    Pero la decisiva contribución del turismo al extraordinariamente dinámico comporta-miento de la economía malagueña desde la última crisis se limita al tramo que discurre enla década anterior. A partir de 1997 se comienza a componer la fórmula que permitirá alconjunto de la economía malagueña quedar al margen de la crisis turística, que sin embar-go afecta a otros destinos, como los archipiélagos, y subirse al tren que mantendrá alconjunto de la economía española en tasas elevadas de crecimiento y creación de em-pleo, mientras que en la mayor parte de Europa se instala la recesión. El componenteprincipal es la recuperación de la demanda interna, tanto del consumo de las familiascomo de la inversión empresarial, al que acompañan desde el principio una escalada en elprecio de la vivienda y una mejora en las condiciones de financiación, en ambos casos sinprecedentes. El turismo también mantiene su contribución positiva a la coyuntura, perofundamentalmente a través del turismo residencial (el alojamiento en establecimientoshoteleros pierde cuota con respecto a otras formas alternativas), y con el turismo interioren el lugar que años antes correspondió al extranjero. Con el paso del tiempo se vanintegrando nuevos componentes entre los que destaca la entrada en circulación del Euro,que no sólo facilita la movilidad de capitales dentro de la zona, sino también un importanteaumento de la liquidez, probablemente auspiciado por el afloramiento de capitales hastaentonces opacos al fisco. Aunque se trate de procesos difícilmente observables, existeninvestigaciones que sugieren la posibilidad de que la Costa del Sol, y más concretamentesu mercado inmobiliario, haya figurado entre los destinos preferidos por los capitalesaflorados por este procedimiento a nivel europeo.

    Puede afirmarse que la economía malagueña de estos últimos años es el reflejo de lasuperposición de acontecimientos cuyos efectos expansivos han coincidido con el co-mienzo de la decadencia de otros. Como consecuencia de todo ello, Málaga se ha conse-guido situar a la cabeza del ranking provincial español durante lo que llevamos de ciclo. Elproceso, no obstante, viene acompañado de una serie de características que introducenincertidumbre no solo respecto a su sostenibilidad, sino también sobre la conveniencia deinsistir en la misma dirección que hasta ahora.

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    IntroducciónJoaquín Aurioles Martín y Antonio Parejo Barranco

    El fuerte sesgo terciario de la economía malagueña puede ayudar a entender el redu-cido peso de la industria en la composición de su valor añadido, pero resulta más difícil dejustificar que el peso se vaya reduciendo significativamente, excepto en lo que se refiere ala industria auxiliar de la construcción. La industria es la puerta de entrada de la innova-ción y el cambio tecnológico, además de contribuir como ningún otro sector de actividad ala generación de tejido productivo por la intensidad de sus vínculos con otras actividadesauxiliares y transformadoras. Además la industria influye, más que ninguna otra actividad,en la competitividad del conjunto de la economía, como demuestran los países emergen-tes, que vienen ganando cuota de manera ininterrumpida desde que comenzó el siglo enlos mercados internacionales y creciendo bastante más intensamente que los países dela OCDE. El hecho tiene tres importantes implicaciones a nuestros efectos: a) por unlado, que su estrategia se basa en la competencia a base de bajos costes en la produc-ción de manufacturas; b) por otro, que cada año es mayor la porción de riqueza internacio-nal generada con salarios reducidos, lo que en la práctica se traduce en que desde haceaños se viene asistiendo a una reducción del salario real internacional; c) por último, queEuropa, consciente de la imposibilidad de defender su privilegiada posición en un mundoque camina en la dirección señalada, ha plasmado su elección estratégica en la denomina-da Agenda de Lisboa, cuyos elementos básicos se resumen en capital humano (empleos decalidad y estables), medio ambiente y sostenibilidad y sociedad del conocimiento.

    La economía malagueña, ubicada en la periferia española, que a su vez sigue siendoparte de la periferia europea, parece sentirse identificada con las características propiasde un modelo de producción emergente, en lugar de un sistema propiamente occidental.Las principales contradicciones se perciben en la intensidad de la urbanización del litoral,denunciadas y ampliamente documentadas por diferentes organizaciones no guberna-mentales (ver, por ejemplo, el informe Destrucción a toda costa 2005 de Greenpeace) y laextensión de las prácticas de corrupción política, hasta propiciar la preocupante presenciade delincuencia organizada, pero sobre todo en que no avanza en la dirección que señalanlas recomendaciones de la UE.

    La importante labor del PTA no impide apreciar la escasa permeabilidad de su activi-dad sobre el conjunto de la actividad productiva provincial, especialmente sobre la indus-tria, cuyo peso en VAB es inferior en menos de la mitad al de la industria de la construc-ción desde 2003. Por otra parte, también se estaría produciendo un deterioro en la calidaddel empleo que se percibe a través del descenso relativo en el nivel de cualificación de lapoblación ocupada, sobre todo si nos comparamos con le media española, y en el aumen-

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    to de la precariedad laboral. Todo ello da como resultado un descenso en la evolución delsalario real medio, en la línea de lo que ocurre en el resto del mundo, pero con doscaracterísticas importantes. Por un lado, que la causa está en un proceso de renovaciónen el mercado de trabajo en el que la mayoría de las entradas corresponde a jóvenes einmigrantes y las salidas a personal con altas retribuciones. Por otro lado, que tras lasalida de estos últimos, las condiciones de retorno son tan complejas que con frecuenciaterminan por provocar su expulsión del mercado laboral.

    De acuerdo con este punto de vista, la economía malagueña se ha movido durante laúltima década por un territorio difícilmente catalogable. La habilidad para dar acogida a losimpulsos que han movido al conjunto de la economía española durante la pasada décadale ha permitido definirse como la provincia más dinámica de toda España, pero también seha visto impelida a admitir una profunda transformación en sus estructuras productivasbásicas, que habrían evolucionado hacia formas de producción menos expuestas a lacompetencia. Este proceso se ha realizado gracias a una serie de circunstancias cuyapermanencia en el tiempo está amplia y razonablemente cuestionada. Una de estas hasido la inmigración, que no sólo ha permitido que los extraordinarios niveles de producciónse hayan conseguido en el contexto de salarios reales a la baja dominante a nivel interna-cional, sino que ha asumido la imprescindible función de cubrir el creciente vacío entre unaeconomía basada en el turismo y la construcción y una oferta local de trabajo que sedesarrolla de espaldas a este proceso.

    En cualquier caso, el encaje sin tensiones de la inmigración, tanto laboral comoresidencial, en el modelo de crecimiento que se ha desarrollado en los últimos años es elreflejo de una sociedad con experiencia en materia de hospitalidad derivada de su ampliatradición turística. Este atributo adquiere una relevancia especial cuando, en el contextode un mundo globalizado y frente a nuestra condición de periferia de una de las zonas másdesarrolladas del mundo, se plantean cuestiones como ¿cuáles son nuestras oportunida-des? o ¿qué cabe esperar de la acción política?

    Si se extrae del concepto de aldea global la idea de compatibilidad entre el desmem-bramiento de las funciones de producción y la creciente concentración de la propiedad delcapital, a la economía malagueña no le queda otra opción que profundizar en su "nicho decompetitividad", definido en torno al turismo y los servicios personales. Tan radical inter-pretación contiene implicaciones de dos órdenes. Por un lado, que si hay que aceptarlocomo un postulado inamovible, los movimientos de los últimos tiempos apuntan en una

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    IntroducciónJoaquín Aurioles Martín y Antonio Parejo Barranco

    dirección equivocada. En efecto, el tópico recurrente de la aberración que supone la Costadel Sol, que tan fácilmente se difunde, con independencia de que se ajuste o no a larealidad, supone un lastre de imagen incompatible con la pretensión de mantenerse en unmercado tan volátil como el turístico-residencial. Si el objetivo de la Costa del Sol esfigurar en el catálogo de elección de turistas e inmigrantes, la decisión de acabar con elmodelo de explotación intensiva e irresponsable del medio físico y natural se haceinapalazable. Por otro, que el exceso de radicalismo impide percibir oportunidades alter-nativas de crecimiento, entre las que incluso podría tener cabida el concepto de creci-miento urbano como factor estructurante de un nuevo modelo crecimiento económico.

    Esta perspectiva, sin duda discutible por su notable carga de confianza en la existen-cia de un orden subyacente en la forma en que se manifiestan los acontecimientos, tienela ventaja de asignar funciones compatibles a elementos tan cercanos como el ParqueTecnológico de Andalucía o la propia Universidad, asignando al sector público como fun-ción principal la de proveer infraestructuras, fundamentalmente de movilidad, tanto internacomo con el exterior, y servicios básicos y no privatizables. La opción exige, no obstante,una elección comprometida e igualmente radical, basada en la idea de que el crecimientourbano tiene que levantarse sobre la contribución de los inmigrantes y que la elección dellugar para emigrar normalmente combina calidad de vida y/o oportunidades de empleo.

    En lo que se refiere a lo que cabe esperar de la acción política, todo depende delmodelo económico. Si se insiste en la trayectoria de las últimas décadas, basada en elpredominio del binomio turístico-inmobiliario, nuestra condición de periferia europea y laspropias orientaciones de la política regional europea aconsejarían evolucionar en el senti-do de reforzar el componente cosmopolita del modelo y frenar el especulativo. Se trata, endefinitiva, de impulsar un nuevo modelo de relaciones sociales y económicas que mantie-ne la acusada extraversión del anterior, es decir, su dependencia de mercados exteriores,pero que incorpora como novedad el reforzamiento de su marca de hospitalidad a través dela restitución de la deteriorada imagen de la provincia en relación con el medio ambiente,con la transparencia y honestidad de las instituciones y con la calidad de los serviciosprivados. Desde un punto de vista estrictamente económico, todo esto plantea exigenciasde accesibilidad y hospedaje, servicios residenciales básicos de calidad (oferta educativay cultural, asistencia social y sanitaria, servicios técnicos especializados) y el estableci-miento de una estrategia territorial que defina su función en la red de territorios europeos yel papel de su economía en el conjunto de Andalucía, España y el Mediterráneo.

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    La economía de la provincia de Málaga

    Desde este punto de vista, resulta de utilidad extraer de la Estrategia Territorial Euro-pea (1999) las ideas básicas de que la realidad territorial europea es profundamente des-igual y de creciente complejidad, con algunas implicaciones relevantes:

    • Se refuerza las funciones de red en la definición del papel territorial de los grandescentros urbanos.

    • Se modifica el papel de las zonas rurales, que asumen funciones residenciales ymodifican las productivas tradicionales.

    • Aparición de problemas de frontera en regiones periféricas.

    • Aumento de los desequilibrios en materia de innovación y conocimiento.

    • Amenazas sobre la diversidad natural y cultural.

    Como conclusión, tres tipos de propuestas: impulsar un desarrollo urbano policéntricoque reconsidere las tradicionales relaciones entre el campo y la ciudad; estrategias inte-gradas de transporte que favorezcan el desarrollo policéntrico del territorio comunitario; yprotección del patrimonio natural y cultural.

    Desde la perspectiva de la economía malagueña, el interés de la Estrategia TerritorialEuropea se centra en dilucidar si a medio plazo puede convertirse en el sustituto de lapolítica de cohesión, es decir, si en el futuro se limitará a mantener su actual condición deestrategia orientadora sobre usos del suelo, o puede constituirse en la base sobre la quelevantar un modelo de planificación estratégica. La opción es trascendente y adquierenotoriedad en la medida en que la política de cohesión convencional se ve desbordada porla magnitud de las desigualdades territoriales, tras las últimas ampliaciones de la Uniónhacia el este de Europa. La valoración de esta posibilidad hay que realizarla en el contextode las iniciativas comunitarias al respecto y del fracaso de política de cohesión surgida dela Estrategia de Lisboa, lo que obliga a considerar el alcance de la iniciativa de la Junta deAndalucía sobre el Plan de Ordenación del Territorio de Andalucía.

    La cuestión es que el POTA plantea tres planes subregionales diferentes para laaglomeración urbana de Málaga, la Costa del Sol oriental y la occidental y esta fragmen-tación plantea un debilitamiento de la posición estratégica de la provincia de cara a su

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    IntroducciónJoaquín Aurioles Martín y Antonio Parejo Barranco

    encaje en cualquiera que sea el futuro de la política regional europea. Tanto desde unaperspectiva estrictamente funcional, es decir, considerando exclusivamente razones deeficacia interna, como desde una perspectiva estratégica, es decir, desde la búsqueda deun posicionamiento adecuado en virtud de los derroteros por los que la Unión Europeadecida finalmente abordar el problema de los desequilibrios territoriales y regionales, laconcepción de un espacio metropolitano fragmentado y ajeno a realidades tan complejasy potentes como las comarcas de Antequera y el Guadalhorce, juega en contra de lasposibilidades futuras de zona.

    Las anteriores son algunas de las ideas que los autores que participan en este volu-men desarrollan de forma sistemática a lo largo de las páginas que siguen. El apretadoresumen que ha conformado esta introducción sólo ha pretendido destacar las aportacio-nes fundamentales que un primer recorrido por sus textos puede proporcionar. Pero setrata, en todo caso, de una selección subjetiva, y por tanto susceptible de modificar: enúltima instancia, son las colaboraciones incluidas en este libro las que deben de propor-cionar al lector interesado la información necesaria para explorar alternativas de futuro losuficientemente respetuosas con los recursos, humanos y físicos, presentes y futuros,capaces de garantizar un bienestar corrector de desequilibrios sociales, compatible con elcrecimiento y viable en un mundo crecientemente globalizado.

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    El marco histórico(1833-2000)

    Antonio Parejo BarrancoUniversidad de Málaga

    1. Introducción

    El 30 de noviembre de 1833 un Real Decreto firmado por la regente María Cristinasancionaba el proyecto elaborado desde el Ministerio de Fomento por Javier de Burgos,para la reforma de la división civil del territorio español. Con escasas modificaciones, lasprovincias entonces conformadas son, con su nombre, capital y límites, las mismas quehan llegado a nuestros días. Sin duda, se trata de la reforma territorial más exitosa de lasnumerosas que han ocurrido en la España contemporánea: la división provincial ha sidocapaz de atravesar periodos constitucionales e inconstitucionales, monarquías, dictadu-ras y repúblicas; convirtiéndose en el elemento territorial básico en periodos de centraliza-ción estatal; manteniéndose escasamente discutida en etapas tan descentralizadas comola que vivimos en estos momentos1.

    Y sin embargo, su secular consolidación contrasta con el escaso peso alcanzadocomo objeto de análisis en los medios académicos. Al menos en la historiografía econó-mica -y presumo que algo similar ocurre en otras especialidades afines- lo cierto es que laprovincia no ha tenido demasiado predicamento2. Quizá por su condición de territorio inter-medio entre la ciudad -muchos especialistas han hecho de la historia local el destino casiexclusivo de sus inquietudes investigadoras- y la región, que en su vertiente histórico-administrativa ha absorbido un porcentaje elevado de recursos intelectuales en las tresúltimas décadas3; quizá porque implica sumir algo que a los historiadores económicosnos hace sentir sumamente incómodos: el hecho de que unidades administrativas, denaturaleza política y como tales conformadas por zonas no necesariamente articuladasentre sí ni productivamente interdependientes, configuren regiones económicas; en otraspalabras, que sean aquellas las que puedan terminar definiendo el sentido de nuestrasinvestigaciones.

    1 Sobre la creación de las provincias y sus antecedentes, véase CALERO (1987).2 Tanto es así que sólo conozco la publicación de una única historia económica de una provincia española: la de Granada,

    un proyecto reciente dirigido por TITOS (1998).3 Véanse, por ejemplo, NADAL y CARRERAS, comps. (1990), y más recientemente GERMÁN; LLOPIS; MALUQUER y

    ZAPATA, dirs. (2000).

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    La economía de la provincia de Málaga

    No obstante, como tendremos ocasión de comprobar en lo que sigue para el casoespecífico malagueño, la creación de las provincias no fue sólo un proyecto político destina-do a consolidar el marco centralizado del primer estado liberal español, sino el resultadodefinitivo de un proceso que hincaba sus raíces al menos en el último tercio del siglo XVIII,en el que, entre otros factores, desempeñaron un papel central los de naturaleza económi-ca. En realidad no podía ser de otra forma: el nuevo régimen liberal basaba su supervivenciaen el apoyo de los grupos económicos que participaban de las reglas del juego capitalista,entonces emergente. Independientemente de que el poder social se encontrase todavía enla tierra, las relaciones de mercado no sólo definían a esas alturas un porcentaje muyelevado del marco productivo agrario, sino que además exigían del medio urbano para sureproducción: se dirigiese al consumo inmediato, a la comercialización interior o exterior oa asuntos tan diversos como la sanción legal de las transacciones o el necesario recursoa medios externos de financiación. Todas estas funciones las cubrió la ciudad del siglo XIX-la expresión "burguesa" o "industrial" es ahora secundaria-. Los núcleos urbanos queademás fueron distinguidos con la capitalidad se beneficiaron de inversiones públicas -enforma de infraestructuras, mejores servicios o simplemente rentas del trabajo de los fun-cionarios-, lo que las convirtió en más atractivas para la inversión privada y a la postre endestino preferente de movimientos migratorios. De nuevo la productividad más elevada delos sectores que alimentaban su crecimiento -la industria y los servicios- impulsó el dife-rencial salarial con respecto a las zonas rurales, generando las primeras economías deaglomeración, y con ellas la articulación de un espacio económico crecientementehomogeneizado y dependiente de la capital. Pero, repito, ni el hecho de fijar unos límitesdeterminados ni el de la elección de una ciudad concreta como capital fueron decisionesexclusivamente políticas, ni mucho menos aleatorias: en el fondo, la inspiración francesa deaquella reforma implicaba aceptar implícitamente los planteamientos de los economistasclásicos, quienes pensaban en la ampliación del mercado como el único factor capaz desuperar las contradicciones que atenazaban la economía del antiguo régimen (en definitiva,la incapacidad de alimentar a una población en crecimiento) y en ese momento tal requisitolo cumplían aquellas ciudades más pobladas y mejor comunicadas, especialmente por víamarítima. En el caso del litoral español ese doble criterio se impuso en todas las provincias-con la excepción de Granada, en Andalucía, y las cuatro gallegas- y entre ellas, por su-puesto, en la malagueña. Desde los primeros proyectos destinados a reformar la divisiónadministrativa del Estado -la creación de las provincias marítimas en 17994- Málaga siem-

    4 Ese año, un Real Decreto ordenó la creación de seis nuevas provincias "marítimas", con el objetivo explícito de mejorarla recaudación fiscal, entre ellas la de Málaga, aunque sus límites eran bastante distintos -mucho más litorales- a los queconformarían el proyecto definitivo. Más cercano a éste se encontraba la división propuesta por Felipe Bauzá en 1813,y similar el de 1822. GARRIGÓS PICÓ (1982).

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    El marco histórico (1833-2000)Antonio Parejo Barranco

    pre fue considerada como la capital natural de ese espacio económico. Puede que suinfluencia no alcanzara con la misma fuerza a todas las comarcas que finalmente queda-rían incluidas en sus límites provinciales -las de Antequera y Ronda estaban igualmenteabiertas a las de Sevilla, Cádiz y Granada; aquella perteneció al reino de Sevilla durantetodo el antiguo régimen, aunque, paradójicamente, su diócesis dependía del obispadomalagueño-, pero, como comprobaremos más adelante, no existe discusión posible encuanto al potencial demográfico o económico de la Málaga de finales del siglo XVIII ocomienzos del XIX con respecto a las ciudades entonces más pobladas del interior.

    Por todo lo que acaba de apuntarse, creo que ha llegado el momento de rehabilitar ala provincia como marco territorial específico para la historia económica. Y para ello, nadamejor que comenzar a hacerlo en un libro de economía como éste, dotado de un acusadocomponente de interdisciplinariedad. Además, el encuentro entre varias materias científi-cas que aquí se propone resume su expresión más acabada en un territorio que, desdesus orígenes como unidad administrativa, encierra las singularidades físicas y económi-cas características de toda Andalucía. Entre las primeras, debe recordarse que las cuatrograndes unidades físicas de la región se asoman a esta provincia: la depresión del Guadal-quivir lo hace a la depresión de Antequera; las cordilleras béticas a la Serranía de Ronda,el surco intrabético al valle del Guadalhorce y la Axarquía. Unas regiones geográficas enlas que históricamente han convivido iniciativas productivas de marcada vocación agraria,de naturaleza muy distinta en cuanto a la estructura de la propiedad, las formas de gestióny los usos del suelo, pero también otras vinculadas a las actividades comerciales y fabriles:baste recordar en este sentido la vocación exportadora malagueña y el carácter precursorde gran parte de sus impulsos manufactureros en el siglo XIX y en las primeras décadasdel XX. En última instancia todos y cada uno de los modelos de crecimiento que handefinido a la región durante los dos últimos siglos y medio.

    Implícita y explícitamente, acabo de mencionar las dos grandes líneas argumentalesque sostendrán el texto que sigue. La primera alude al territorio, a la conformación ydesarrollo de regiones económicas unidas por un determinado lazo administrativo5. Lasegunda, a la materialización de los distintos tipos de crecimiento y cambio estructural

    5 Sutil en ocasiones si se quiere, pero válido desde la perspectiva que aquí me interesa plantear, sobre todo si se tiente encuenta que ofrece una ventaja no siempre asumida por los especialistas: el hecho de que hasta fechas recientes todoslos datos elaborados por la administración central lo hacen con este nivel de desagregación. Lo que resulta aplicable atodas las fuentes de origen fiscal (la contribución territorial, el subsidio industrial, los consumos, etc), así como a lasrecopilaciones estadísticas publicadas desde mediados del siglo XIX a nuestros días (desde el primer Anuario Estadístico-1859- al resto de las estadísticas sectoriales, tanto económicas como sociales).

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    La economía de la provincia de Málaga

    que se han sucedido desde el último tercio del siglo XVIII a nuestros días. La dimensiónpuramente territorial remite en última instancia a la existencia de ciudades medias –con lareciente excepción de la capital- que han sido capaces de polarizar un determinado espa-cio económico definible tanto por sus recursos físicos y humanos como por su orientaciónproductiva. Antequera, Ronda, Marbella, Málaga o Vélez-Málaga son los núcleos urba-nos que todos asociamos con una actividad económica concreta, a los queconsideramos dominantes dentro de una zona de influencia de contornos conocidos ya los que asimismo percibimos dotados de unas señas de identidad cultural que lossingulariza y diferencia de cada uno de los restantes. Por su parte, la vertiente relativaa los modelos de crecimiento alerta sobre el carácter esencialmente dinámico delcapitalismo y más concretamente acerca del papel desempañado por los dos grandesfenómenos que han marcado su trayectoria contemporánea: la ampliación de los mer-cados (un factor que debe entenderse en el sentido más amplio posible: desde elcrecimiento demográfico a la mejora de los niveles de renta y la articulación del territo-rio) y la innovación tecnológica. Con los límites impuestos por la disponibilidad derecursos -los físicos pero también los humanos- y la intervención del Estado, estosmodelos de crecimiento han terminado impregnando comportamientos sociales, que a suvez han condicionado adaptaciones locales más o menos exitosas.

    ¿Cómo conciliar territorio y crecimiento en perspectiva histórica manteniendo comomarco de análisis una determinada unidad administrativa? Adelantaré que mi interés fun-damental con el texto que sigue reside en ofrecer nuevos argumentos que, desde la histo-ria económica, permitan responder más adecuadamente a los interrogantes que dan sen-tido a este libro. Trasladar al lector que la situación actual de la economía de la provinciade Málaga que comenzará a diseccionarse en el capítulo siguiente es el resultado de unproceso iniciado hace más de dos siglos, que es necesario conocer en sus líneas funda-mentales para poder llevar a cabo un diagnóstico adecuado de las circunstancias ycondicionantes que alumbran o asombran los inicios del siglo XXI. Un proceso acumulativo,dinámico -ya se ha apuntado-, pero no siempre lineal ni homogéneo. Al contrario, surcadode profundas desigualdades -territoriales y sociales- y punteado por momentos extraordi-nariamente críticos que, generalmente, han desembocado en rupturas más o menostraumáticas. Estos momentos de inflexión permiten identificar al menos tres grandes se-cuencias cronológicas, que serán las que estructuren el presente trabajo en otros tantosperiodos. A cada uno de ellos correspondería una determinada presión sobre los recursos,un característico modelo productivo y una particular articulación (interior y exterior) delterritorio. Una distribución que, como veremos a continuación, escapa de la que suele ser

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    El marco histórico (1833-2000)Antonio Parejo Barranco

    usual en trabajos de historia económica -pese a su naturaleza, todavía pendientes decoyunturas políticas- pero que considero útil para los objetivos que pretendo alcanzar eneste capítulo y que he ido desgranando en los párrafos anteriores. En definitiva, me intere-sa sobre todo el largo plazo, los grandes movimientos de fondo; estoy convencido que esen su identificación donde podremos avanzar un diagnóstico más acertado sobre la situa-ción actual y las posibilidades que se abren en un futuro inmediato, lo que ocupa y preocu-pa en este volumen.

    El primero de los periodos en los que se divide este trabajo se extiende entre 1765y1833. Escapa por ello cronológicamente a la historia de la provincia, considerada strictosensu, pero resulta de tratamiento obligado porque durante esas décadas -lasinterseculares entre el Setecientos y el Ochocientos- se pusieron gran parte de lasbases que marcarían el desarrollo posterior de la provincia. Su cronología coincide, agrandes rasgos, con lo que los especialistas denominan economía orgánica avanzada.La periodización elegida (1765 es una fecha simbólica: el año en el que el puerto deMálaga fue autorizado a comerciar directamente con las colonias; 1833 no sólo señalael nacimiento efectivo de la provincia, sino también la fecha, no menos simbólica, en laque Heredia comenzó la fabricación de hierros a la inglesa) resulta suficientementeilustrativa de la singularidad malagueña, insertada en un marco general dominado toda-vía por una agricultura extensiva de bajos rendimientos pero vinculadas a especialidadesproductivas vinculadas al sector terciario.

    El segundo periodo seleccionado (1833-1959) marca la larga transición de la econo-mía orgánica a otra basada en la explotación de los recursos de origen mineral. Su largorecorrido abraza la materialización de los dos grandes paradigmas tecnológicos en laprovincia (la primera y la segunda revolución industrial), pero también el de la plenadisponibilidad de los factores de acuerdo con las reglas de la economía liberal, unacondición que afectó a la modernización agraria, de los transportes y a la ampliación delos mercados. Se trata, sin duda, de la etapa más brillante aunque asimismo más frus-trante y crítica, en sus resultados finales, de toda la historia de la economía malagueña:la de los grandes proyectos modernizadores de los Heredia y los Larios -y de los menosconocidos de los empresarios del primer tercio del siglo XX- pero también la de la profun-da depresión abierta a comienzos de los años treinta y prolongada con la Guerra y lalarga posguerra Civil (1959, el año del Plan de Estabilización, supone el retorno a lospresupuestos económicos liberales, sustraídos, junto con el resto de las libertades, porla dictadura franquista).

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    La economía de la provincia de Málaga

    La tercera y última de las etapas contempladas en este trabajo (1960-2006), repre-senta, indudablemente, la época de la gran transformación provincial: el salto de unaeconomía que, pese a los proyectos manufactureros, continuaba siendo todavía a media-dos del siglo XIX básicamente agraria, a otra crecientemente terciarizada. Precisamenteen el periodo en el que otras economías estaban transitando a la tercera revolución tecno-lógica, el turismo, la construcción y determinados servicios vinculados comenzaban aimponerse como base de la estructura productiva malagueña, definiendo un modelo depresión sobre los recursos que retornaba al suelo, aunque con componentessustancialmente distintos a los de etapas anteriores. Ahora ya no se trataba de la agricul-tura -progresivamente convertida en una actividad marginal- sino de las posibilidades queotorgaban el sol, el clima y su localización litoral.

    Esta triple secuencia cronológica que acaba de resumirse se traduce en un dobleproceso de crecimiento económico y cambio estructural; ambos son mucho más pro-fundos en la etapa más reciente a nosotros que en cualquier otra anterior. El primerose alcanza gracias a una asignación cada vez más eficiente de los recursos disponi-bles -tanto humanos como físicos, lo que termina repercutiendo en la productividad delos factores- y supone aumentos perceptibles de los niveles de renta. El segundo es unfenómeno bastante más complejo, pero que a la postre implica cambios en la distribuciónde la población activa, urbanización o mejor dotación de capital humano. De ambos parti-cipa el conjunto de la provincia y de manera diversa, según los factores que irán exponién-dose a continuación, cada una de las regiones económicas que la conforman. Los dosdeben de considerarse sin perder en ningún caso la perspectiva comparativa: de un lado,los resultados malagueños responden asimismo a la pertenencia de la región a un paísque transita del antiguo al nuevo régimen de imperio a nación, una mudanza con conse-cuencias económicas negativas que a la postre terminará convirtiendo a España en unapotencia media durante todo el siglo XIX y gran parte del XX, y que sólo en las décadasfinales de esta última centuria, al amparo de su integración en la Unión Europea, lograráque el país homologue su estructura productiva y sus niveles de renta a los de sus vecinoscontinentales. En fin, tampoco debe olvidarse que las competencias asumidas desdehace aproximadamente un cuarto de siglo por la comunidad autónoma de que forma partela provincia de Málaga han terminado de condicionar la trayectoria de sus actividadeseconómicas.

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    El marco histórico (1833-2000)Antonio Parejo Barranco

    2. Las bases del crecimiento económico liberal (1765-1833)

    A finales del siglo XVIII, Málaga compartía las características fundamentales de laseconomías orgánicas, más o menos avanzadas, que aún definían al conjunto del continen-te. Economías agrarias, fuertemente vinculadas al medio natural, relativamente relaciona-das con los mercados -como suministradores de materias primas e insumos intermediosy destinatarios de la producción final- y sujetas a una tensión casi permanente entrepoblación y recursos: expresado en otros términos, su capacidad por alimentar a unapoblación en crecimiento se encontraba limitada por la reducida productividad de los fac-tores empleados, y por la escasa comercialización de sus excedentes.

    Lo anterior es cierto pero, como cualquier reduccionismo teórico, resulta insuficientepara aprehender todos los matices que conforman cualquier realidad histórica, sobre todoen el caso de una zona como la malagueña, tradicionalmente abierta al exterior -los ante-cedentes podían remontarnos al menos a los tiempos de la Bética romana-, y por ello conuna relación históricamente intensa con el mercado, renovada con la aparición del comer-cio colonial a partir del siglo XVI y especialmente desde 1765, cuando el puerto de Málagafue autorizado a comerciar directamente con las colonias ultramarinas y cuando tambiénse revitalizaron las relaciones comerciales con el norte de Europa. Factores que condicio-naron la extensión de una agricultura tempranamente acostumbrada a producir para elmercado, y con ella el crecimiento de núcleos urbanos polarizadores de todas estasiniciativas -por encima de todos la propia ciudad de Málaga-, que canalizaban ese exce-dente en base al establecimiento de redes mercantiles, financieras y de servicios engeneral, imprescindibles para sostener unas actividades muy lejanas del autoconsumocampesino característico de otras zonas europeas.

    Sin embargo, pese a esa indudable dimensión urbana, es preciso insistir en la impor-tancia del medio físico para las economías de finales del antiguo régimen y en el factordemográfico como elemento básico de presión ante la limitada intervención de la tecnolo-gía en los procesos productivos. También, en la importancia de la agricultura y la ganade-ría como base productiva del territorio analizado.

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    La economía de la provincia de Málaga

    a) Recursos físicos y humanos

    Como es sabido, los recursos naturales han ejercido, históricamente, una influenciaconsiderable sobre las actividades económicas. La situación geográfica, el relieve, lascondiciones climáticas o las características del suelo y el subsuelo, actuaron y actúancondicionando orientaciones y especializaciones productivas, límites de aprovechamientoenergético y asentamientos humanos. En el periodo que nos ocupa en este epígrafe lapresión humana sobre esos recursos se ejercía fundamentalmente sobre el suelo. Conse-cuentemente, como ocurría en el resto de España y prácticamente en toda Europa Occi-dental, la economía del territorio que luego conformaría la provincia de Málaga era, comolas restantes europeas, básicamente orgánica, una definición que implica el predominiode las actividades productivas vinculadas al factor tierra, pero también su sujeción a unrecurso finito, que en las condiciones tecnológicas de la época y de acuerdo con lasestrictamente físicas -especialmente las climatológicas- cabía aumentar sobre todo me-diante nuevas roturaciones, y bastante menos recurriendo a la irrigación, al drenaje de lasmarismas o a la especialización.

    Las economías orgánicas tenían además un grado de autosuficiencia muy elevado:apenas incorporaban insumos procedentes del exterior -fertilizantes o tecnología, por ejem-plo-, mientras que comercializaban un porcentaje variable de su producción en el mercado,y en cualquier caso lo hacían preferentemente en mercados locales o comarcales. En talescondiciones, la tierra satisfacía la mayor parte de las necesidades: alimentos, vestido, cal-zado, combustible y materiales de construcción. Tal dependencia descansaba en un equili-brio inestable, en el que el suelo, el sol y el agua eran los elementos fundamentales: suconfluencia proporcionaba la energía renovable necesaria para los procesos productivos,aseguraba la reproducción del ciclo anual de las cosechas y el mantenimiento de una caba-ña ganadera imprescindible como fuente de nutrientes para la población y de abono para latierra, pero también el de los pastos y bosques que exigía la alimentación del ganado y lasatisfacción de las necesidades energéticas y de materias primas de los consumidores.

    Estas restricciones ecológicas variaban en función de las características del mediofísico, lo que explica que tanto la localización del territorio considerado como su relieve o suclima se conviertan en elementos básicos para entender la naturaleza de la estructura pro-ductiva así como los resultados alcanzados por estas economías preindustriales. Y en estepunto, la situación malagueña, como la del conjunto andaluz, no resultaba particularmentefavorable, especialmente en comparación con las zonas más húmedas del continente.

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    El marco histórico (1833-2000)Antonio Parejo Barranco

    Para empezar, el relieve malagueño es especialmente montañoso. Una montaña"media" pero peor dotada de recursos y con algunas singularidades negativas con respec-to a otras áreas montañosas peninsulares: entre otras, dificultades para avanzar haciauna orientación ganadera de carácter intensivo, especialización agrícola volcada al merca-do -pero un agricultura "pobre" como comprobaremos más adelante- y mayor presióndemográfica. Una caracterización que, utilizando criterios no restrictivos de altitud, pen-diente y desnivel relativa afecta a un porcentaje muy elevado de la extensión superficial dela provincia y especialmente a los extremos oriental y occidental de la misma6.

    Por lo que respecta a la climatología, el clima mediterráneo es el dominante, y ellosupone amplios periodos de insolación -coincidentes además con temperaturas elevadas- yun régimen de lluvias no demasiado abundante (entre los 500 y 700 mm anuales), recibidopreferentemente en los meses de invierno. Tales rasgos ofrecen variaciones temporalesacusadas (ciclos secos; precipitación intensa) y también diferencias espaciales que engeneral implican el traslado de la precipitación al otoño y primavera conforme sustituimosla influencia atlántica -más presente en la depresión de Antequera- por la mediterránea y laescasez progresiva de las lluvias a medida que nos desplazamos hacia el Este7.

    Por último, la suma de relieve y clima configura una determinada estructura hidrográfica.Una red fluvial más o menos apropiada para desempeñar las tres grandes funciones vincu-ladas a la actividad productiva: regadío para la agricultura, aprovisionamiento energético ymedio de comunicación. Pero en esta materia, la posición de Málaga ha sido tradicional-mente deficitaria. El río de mayor caudal es el Guadalhorce -el Genil, apenas la roza por elnorte-, pero ni sus características ni las de los restantes -elevado estiaje, torrencialidad-los ha hecho particularmente adecuados para regar grandes extensiones de terreno, quesólo permitieron las obras hidráulicas del siglo XX8, ni mucho menos navegables, lo que haimpedido la construcción de una red de canales que antes del ferrocarril permitiera movergrandes volúmenes de mercancías.

    6 GÓMEZ MORENO (1989), pp. 18-37.7 Estas diferencias pueden contrastarse en RODRÍGUEZ MARTÍNEZ (1977); GUARNIDO OLMEDO (1977) y JUSTICIA

    SEGOVIA (1988).8 Los datos disponibles sobre la extensión del regadío apuntan a que a mediados del siglo XVIII no debía sobrepasar el 5%

    del suelo cultivado. El porcentaje se mantuvo prácticamente inalterable en el medio siglo siguiente. GÁMEZ AMIÁN(1986), p. 104.

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    La economía de la provincia de Málaga

    En tales condiciones, y teniendo en cuenta las características del relieve malagueño yespecialmente las dificultades orográficas para comunicar el interior y el litoral, los medios ylos modos de transporte disponibles no sufrieron apenas modificación con respecto a épo-cas anteriores, ni tampoco se llevaron a cabo grandes obras de infraestructura9. Con lasalvedad de la construcción del camino real entre Málaga y Antequera (abierto al tráfico en1797) y del que iba de la capital a Málaga (finalizado en 1787), el resto de las carreterasmantenían unas condiciones que las hacían intransitables durante buena parte del invierno.

    En cuanto a los recursos humanos, como el resto de Andalucía, el territorio corres-pondiente a la posterior provincia de Málaga nunca ha estado excesivamente pobladohasta fechas recientes. La afirmación resulta valida en toda su extensión para el AntiguoRégimen. A finales del siglo XVI la suma de la población censada en todo el obispado -deextensión coincidente, a grandes rasgos, con la división administrativa creada en 1833-apenas alcanzaba las 100.000 personas; a comienzos del XVIII la cifra apenas se habíamodificado, aunque en los últimos compases de esa centuria ya se superaban los 250.000.La tasa de crecimiento demográfico malagueño durante el Setecientos fue, por tanto, muyelevada (cercana al 1% anual), pero no se repartió de manera homogénea ni territorial nicronológicamente: el aumento fue generalizado en la primera mitad -sin duda como res-puesta a la profunda crisis demográfica del siglo anterior- pero no tanto en la segunda:entonces se desplazó casi exclusivamente al litoral, benefició especialmente a Málaga yperjudicó sobre todo a la depresión de Antequera, que tuvo un crecimiento negativo entre1752 y 179710. Los dos municipios son representativos del fenómeno que afectó en esaépoca al resto de la región y a casi toda España: la crisis de las ciudades medias delinterior y la emergencia de núcleos urbanos situados en la periferia y vinculados a merca-dos exteriores. En 1650 Málaga y Antequera, con 24.000 y 22.000 habitantes respectiva-mente eran la octava y la novena ciudades más pobladas de España; en 1797 la primerase había estancado en los 16.000 habitantes (lo que la desplazó al puesto 19 del rankingnacional), mientras la segunda ya superaba los 51.000 (en el 8º lugar de las españolas)11.

    Por lo demás, todas las poblaciones malagueñas presentaban entonces rasgos pro-pios de una demografía de tipo antiguo, con elevadas tasas vitales y participación funda-mental de la mortalidad infantil (posiblemente superior al 250 por mil) y todavía de la de

    9 Quizá con la excepción de la construcción de obras de captación y traída de agua a Málaga (el acueducto de San Telmo)10 El comportamiento demográfico de la primera se estudia en SANZ SAMPLEAYO (1998); la segunda en SANZ SAMPELAYO

    y SÁNCHEZ-LAFUENTE (1995).11 PAREJO (2002).

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    El marco histórico (1833-2000)Antonio Parejo Barranco

    carácter catastrófico. Es cierto que la incidencia de estas últimas fue menor y más espa-ciada que en el siglo XVII, pero ello no impidió que continuase distorsionandocoyunturalmente las cifras de entierros anuales de muchas poblaciones malagueñas: yademás, no sólo debido a epidemias, sino también, pese a los indudables avances de laproducción de alimentos y de los intercambios, y al menos hasta mediados del XVIII,como consecuencia de la subalimentación que a su vez provocaban las malas cosechas.Aunque paradójicamente, la más grave de todas estas crisis de sobremortalidad no ocurrioen el siglo XVIII sino en el XIX: la epidemia de fiebre amarilla de 1803 y 1804, que enAntequera elevó la mortalidad a más de 2.500 personas (lo que significaba nada menosque un 18% de la población) y en Málaga, por las estimaciones disponibles, a más de4.00012. El siglo XIX comenzaba por tanto con una nueva y profunda recesión demográfica,si bien las cifras disponibles -pese a su carácter fragmentario y escasa fiabilidad- indicanque se superó con relativa rapidez, probablemente gracias de nuevo al aporte migratorioprocedente del interior de la región, que a su vez debe relacionarse con la tempranarecuperación económica del litoral, a la que se aludirá más adelante. En cualquier caso, elaño del nacimiento de la provincia se encontraban censados alrededor de 390.000 mala-gueños (un 56% más que en 1797): más de 65.000 vivían en la capital, 17.000 en Antequera,14.000 en Vélez, 13.000 en Ronda y 8.000 en Coín y Estepona, las ciudades entoncesmás pobladas de la provincia.

    b) Los limites del crecimiento agrario

    La confluencia de relieve, temperaturas y pluviosidad ha condicionado históricamentelos aprovechamientos agrarios, no permitiendo en ningún caso, de acuerdo con las condi-ciones tecnológicas del antiguo régimen, rendimientos elevados. Tampoco avanzar en ladirección apuntada en la Europa húmeda: incrementar los rendimientos elevando la dota-ción de estiércol disponible, pero sin aumentar el terreno dedicado a pastos, mediante laintroducción de plantas forrajeras que garantizasen la alimentación del ganado y permitie-sen el crecimiento de la cabaña. En tales condiciones, la producción debía aumentarsepor la vía extensiva, precisamente en perjuicio de los otros dos pilares que garantizaban laestabilidad del sistema: la ganadería y los bosques.

    12 Para Málaga, CARRILLO y GARCÍA BALLESTER (1980).

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    Teniendo en cuenta lo que acaba de apuntarse, cualquier valoración que se hagasobre el comportamiento del sector agrario malagueño en la última fase del Antiguo Régi-men debe coincidir en señalar que se consiguió un moderado aumento de la producciónde alimentos, pero también que este crecimiento se alcanzó sobre todo con la roturaciónde nuevas tierras y apenas mediante la elevación de los rendimientos por unidad de super-ficie cultivada. Una agricultura extensiva, que en el caso del cereal producía esencialmen-te para el abastecimiento de los núcleos urbanos más cercanos -la concentración de lapoblación y el dominio ejercido por las oligarquías locales que acaban de apuntarse abun-dan en esta dirección-, y en lo que se refiere al viñedo y a determinados cultivos leñososhacia mercados exteriores, pero cuya expansión estaba obstaculizada al menos por laincidencia de tres tipos de factores: las limitaciones medioambientales -disponibilidadesde agua y abono orgánico, fundamentalmente-, las referidas a la innovación tecnológica ya la introducción de nuevos cultivos y las de carácter institucional. Estas últimas puedenplantearse desde las restricciones que afectaban a la utilización de los factores, y espe-cialmente a la tierra: amortizada y vinculada en un porcentaje elevado -esto es, al margendel mercado-; pero también, de manera más concreta, teniendo en cuenta los interesesde aquellos grupos no excesivamente interesados en una ampliación de la superficie cul-tivada a costa de las tierras públicas: oligarquías locales beneficiadas de la elevación de larenta de la tierra que había condicionado su propia escasez y la necesidad de aumentar laproducción de alimentos para atender a una población en crecimiento.

    La confluencia de las anteriores variables explica los moderados avances consegui-dos en los niveles de producción y las todavía menores ganancias en la productividad.Cosechas sometidas a bruscas oscilaciones anuales, que además aportaban volúmenesmedios que apenas experimentaron modificaciones sustanciales, y que incluso tuvieronnumerosos problemas para mantener los niveles de producción alcanzados a mediadosdel siglo XVIII. Un fenómeno paralelo a otro aún de mayor calado: el descenso secular dela producción de grano en las comarcas del litoral, que sin duda debe relacionarse con unligero avance de otros esquilmos y con las mayores posibilidades de importación de ce-real. A la postre, la depresión de Antequera y el Campo de Cámara, tradicionalesabastecedores de cereal panificable de la capital terminaron perdiendo esa condición anteel empuje demográfico de ésta y la mayor competitividad de los trigos procedentes delnorte de África o de otros puntos del Mediterráneo.

    Tales circunstancias explican que el dominio de las sementaras de grano no fueratan abrumador en esta zona como en el conjunto de los reinos andaluces. En este senti-

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    do, el balance entre productos agrarios para el consumo interior y productos de exporta-ción resultó claramente favorable a los segundos debido sobre todo a la especializaciónvitícola de la costa oriental. Así, los cálculos más aproximados sobre la distribución delsuelo cultivado en lo que décadas más tarde conformaría la provincia de Málaga, señalanque el viñedo ocupaba en la segunda mitad del siglo XVIII alrededor de un 20% del suelocultivado, aunque se trataba de un esquilmo repartido muy desigualmente: desde el mono-cultivo que prácticamente representaba en muchos municipios de la zona de la Axarquíahasta presencias marginales en la depresión de Antequera o la Serranía de Ronda13. Por elcontrario, estas eran claramente zonas cerealisticas -especialmente la primera, cuyo por-centaje de tierra cultivable era bastante más elevado que la de la rondeña14- un cultivo quecon más del 70% de superficie ocupada en el total provincial empujaba a los restantes aposiciones poco menos que marginales: apenas un 6% de la superficie agrícola para elolivar y alrededor del 4% para los restantes cultivos leñosos y los productos de huerta.

    La estructura de la propiedad que sustentaba la anterior trayectoria presentaba unacusado desequilibrio: en la zona incorporada en fechas más tempranas a Castilla(Antequera lo fue en 1410), las grandes explotaciones tenían un protagonismo indudable;en las tierras de Málaga y en la Axarquía, la pequeña propiedad era dominante. En aque-llos, primero la compensación al apoyo militar recibido y luego la necesidad de asegurarsu defensa, llevó a la Corona a efectuar grandes donaciones de tierras a los señores quehabían intervenido en las distintas campañas, y más tarde también a los propios Ayunta-mientos; en las comarcas orientales, la permanencia inicial de sus anteriores pobladoresprovocó pocas modificaciones en la propiedad de la tierra, en la que las explotaciones depequeño tamaño representaban la norma, aunque, salvo en el caso de Málaga, los conce-jos también llegaron a ser grandes propietarios15.

    Con todo, a lo largo del Antiguo Régimen la situación evolucionó hacia una progresivaconcentración de la propiedad de la tierra: las oligarquías que controlaban los concejosincrementaron sus patrimonios mediante la inversión de parte de las rentas que la tierra lesproporcionaba, pero también usurpando baldíos y comunales, que la Corona terminaríaconfirmando en su mayoría a cambio de compensaciones económicas. El resultado fue la

    13 JUSTICIA SEGOVIA y RUIZ SINOGA (1987).14 En su término municipal, el cereal ocupaba en 1752 el 82,5% de la superficie cultivada (lo que significaba alrededor de

    30.000 ha), seguido a mucha distancia del olivar (en torno a las 4.000), el viñedo (600 ha) y los cultivos hortofrutícolas(sobre las 500 ha). PAREJO (1985).

    15 A mediados del siglo XVIII las tierras municipales representaban un 31,5% del término municipal de Antequera; un 33,9%del de Archidona; un 39,2% del de Vélez; y sólo un 10,7% del de Málaga. FERNÁNDEZ PARADAS (2002), p. 44.

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    conformación de grandes patrimonios rústicos, que en ningún caso alcanzaron las dimen-siones de la depresión de Guadalquivir o de la campiña cordobesa, pero que ocasional-mente fueron notables. La inversión rústica fue común también a la Iglesia, que además sebenefició -sobre todo después del Concilio de Trento- de donaciones de fieles cada vezmás frecuentes e importantes, hasta tal punto que a mediados del Setecientos sus pro-piedades -amortizadas- llegaban a superar el 15% de la superficie provincial.

    El avance de la gran propiedad se acompañó también de una mayor presión sobre losrecursos del suelo por parte de aquellos grupos con capacidad legal para hacerlo. Doscuestiones deben señalarse en esta dirección: la progresiva extensión del régimen seño-rial y la práctica cada vez más frecuente de las vinculaciones. El primero hincaba susorígenes en los tiempos de la repoblación medieval, y en rigor suponía la asunción dedeterminadas funciones -fiscales, políticas, judiciales- por parte de los señores, delega-dos de la Corona en aquellos territorios en los que ejercían su jurisdicción16, que en lastierras malagueñas no tuvieron, sin embargo, una presencia excesivamente elevada: en eloeste destacaba el señorío de Casares y los de Cañete y Teba; en las comarcasnororientales, los del duque de Osuna, señor de Archidona. Junto a ellos, la condiciónrealenga siguieron manteniéndola las ciudades, y con ellas sus términos, de mayor pobla-ción -Málaga, Antequera, Ronda, Coín o Vélez.

    Junto a estos señoríos de origen feudal, durante los siglos XVII y XVIII fue ampliándosela consideración señorial a aldeas y donadíos situados en concejos realengos. El fenóme-no debe relacionarse directamente con el crecimiento de un nuevo grupo social, conforma-do inicialmente por los grandes arrendatarios de fincas municipales, eclesiásticas ynobiliarias, cultivadores directos de la tierra que en muchos casos llegaron a consolidarparalelamente un patrimonio inmueble muy importante, lo que les permitió controlar comoregidores el poder municipal y beneficiarse de los numerosos ennoblecimientos dictadospor los últimos austrias y los primeros borbones para aliviar sus penurias económicas.Esta nueva elite local recibió también pequeñas competencias jurisdiccionales que aten-dían más al prestigio del linaje que al montante de los ingresos que les suponían, yacostumbró a vincular al mayorazgo sus mejores fincas, que de esta manera quedabanfuera del mercado de la tierra. En cualquier caso, el protagonismo alcanzado por estasoligarquías resultará básico para entender la posterior transición al Nuevo Régimen: en los

    16 No obstante, las investigaciones disponibles parecen confirmar que en los compases finales del antiguo régimen losingresos percibidos por los señores por este concepto ya no eran tan elevados y que además se encontraban gravadoscon numerosas cargas. Véase el caso del duque de Osuna en Archidona en ATIENZA (1987) y ALMOHALLA (1986).

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    concejos pertenecientes a los dominios señoriales ejercieron una activa oposición frenteal intento de la antigua aristocracia por convertir en propiedades de pleno derecho aquellassobre las que sólo habían recibido la jurisdicción; en los de realengo, desempeñarían unpapel nuclear en el control de las casi siempre extensas propiedades municipales, hastaterminar sancionando los términos en los que se llevaría a cabo su privatización.

    Señores, pequeña nobleza urbana, grandes propietarios seglares o laicos, todoshacían descansar en la tierra la base de sus rentas y de su prestigio. Una realidad comple-ja, que desde la perspectiva productiva completaban pequeñas y medianas explotacionesy desde la social un amplio y heterogéneo grupo de campesinos, conformado por peque-ños propietarios, arrendatarios y jornaleros, categorías que a menudo podía compartir unmismo individuo. Explotaciones de carácter familiar en todos los casos, numéricamenteimportantes, resultado en ocasiones de los repartos de tierras concejiles llevados a cabopor los políticos ilustrados en la segunda mitad del siglo XVIII17; en otras de las sucesivasparcelaciones realizadas sobre fincas ajenas a la existencia de cualquier vinculación, ytambién, sobre todo en la zona más oriental, de una situación de partida claramenteinclinada al dominio de la pequeña propiedad18.

    Las actividades vinculadas a la economía agraria se completaban con la explotación delos bosques, la ganadería, la pesca y también con otras de carácter protoindustrial. Las dosprimeras desempeñaban una función básica en el modelo de economía orgánica dominanteen la época. El monte público -conformado en un porcentaje muy elevado por los comunalesde los ayuntamientos- se encontraba sujeto a una intensa y extendida explotación vecinal(suministraba energía, fertilizantes, materiales de construcción y alimentos para personas yganado), lo que le otorgaba una múltiple dimensión ecológica (garante del equilibriomedioambiental que permitía la reproducción del sistema), económica (ingresos comple-mentarios para familias campesinas) y social (amparo para la pobreza de los grupossociales más desfavorecidos). La ganadería ofrecía a su vez los nutrientes necesariospara la tierra, pero también proporcionaba energía, alimentos y materias primas para laindustria. Sobre la extensión de aquella y el número de cabezas de ésta disponemos dedatos fragmentarios y no siempre fiables correspondientes a la etapa final del Antiguo

    17 La privatización de las tierras municipales afectó en la segunda mitad del siglo XVIII prácticamente a todos los concejos,aunque su trayectoria y consecuencias económicas y sociales fueron muy distintas. En cualquier caso, contribuyó a laconsolidación de la pequeña y la mediana propiedad bastante más de lo que aceptaba la historiografía económica hastahace unos años. Véase la más completa revisión de este asunto en FERNÁNDEZ PARADAS (2002).

    18 JUSTICIA SEGOVIA (1988), pp. 87-91.

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    Régimen: ya se ha señalado que algunos de los ayuntamientos malagueños fueron losmayores propietarios de su término municipal, y debe apuntarse ahora que en un porcen-taje elevado se trataba de tierras comunales, por lo que no sería muy aventurado afirmarque la extensión del monte malagueño debía rondar las 100.000 hectáreas a finales delsiglo XVIII; en cuanto a la ganadería, las estimaciones disponibles para ese periodo cifranlas cabezas en torno a las 600.000, con predominio del ganado menor -lanar y caprino- yen general de carácter estante Una cabaña que en las comarcas dominadas por la granpropiedad, dependía de grandes propietarios y arrendatarios agrícolas y también ganade-ros que aprovecharon las grandes extensiones de sus fincas, propias o arrendadas, paradesarrollar un modelo mixto de explotación en el que la integración agropecuaria era muyintensa y la participación ganadera imprescindible como suministradora de abonos, ren-tas y trabajo agrícola. Una situación, que pese a la marginación de algunos de sus prota-gonistas como consecuencia de las reformas institucionales -señores y conventos funda-mentalmente-, se mantuvo al menos hasta los primeros compases de la revolución liberal,si acaso con una mayor participación el ganado de labor (del 6 al 12% entre ambasfechas) y el de cerda (del 11 al 17%), frente al descenso porcentual experimentado por ellanar (del 47 al 43%), el cabrío (del 27 al 20%) y el vacuno (del 9 al 7%).

    c) Industria dispersa e inicios de la industrialización

    Como se ha apuntado en el caso del sector agrario, la situación de las actividadesindustriales en el periodo anterior a la industrialización era también la propia de una econo-mía de base orgánica: esto es, se encontraba dominada por la elaboración de alimentos,el textil, los curtidos y la madera, presentando una estructura organizativa de caráctertradicional, tanto por lo que se refiere a los sistemas de trabajo, la escasa comercializaciónde sus productos o su bajísimo nivel de mecanización. En definitiva, peso abrumador delos bienes de consumo, todos ellos con bajos niveles de elaboración incorporados, depen-dientes en mayor o menor medida de materias primas e insumos intermedios procedentesdel inmediato medio agrario (grano, vid, aceituna o caña de azúcar en el caso de lasalimenticias; lana, seda, lino, cuero, barrilla o esparto para los textiles, los curtidos, eljabón y el papel). Tampoco las diferencias eran excesivas en cuanto a los modelos en losque se organizaba la producción y comercialización de estos productos, ni en lo que serefiere a la naturaleza de los mercados atendidos. En cuanto a la estructura producti-va, la industria agremiada urbana convivía con el trabajo disperso a tiempo parcial y

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    con las manufacturas estatales concentradas. Por lo que respecta a la composiciónde la demanda -salvo en puntos especializados y en épocas concretas- ésta no acos-tumbraba a sobrepasar los límites regionales, situándose preferentemente en merca-dos locales o comarcales.

    La dimensión agroindustrial de estas actividades fue, en cualquier caso, muy eleva-da. En algunos casos, como la harina, el azúcar o el aceite, vinculada entonces al merca-do interior; en otros con una clara vocación hacia mercados exteriores. Alimentos y bebi-das marcaron esa especialización, presente en la mayoría de los espacios económicosagrarios malagueños -desde la depresión de Antequera a la Axarquía o el litoral- y