La Enseñanza de La Filosofía 133

3
LA ENSEÑANZA DE LA FILOSOFÍA 133 3 septiembre 2015 at 11:50 Tomás Abraham 4 comentarios En el final de este libro, Badiou divide el territorio y separa las aguas. Le dice a Milner, que nunca entendió eso que llama “nombre”. Le parece un recurso nominalista vaciado de toda connotación histórica. Más aún, cree que es una moda. Supone que algunas personas decepcionadas por lo que le pasó al movimiento Izquierda Proletaria, ante la imposibilidad de conquistar el poder, decidieron eliminar de su ideario, la palabra `obrero´, y hacer del `judío´, un nombre hiperbólico. No sólo eso, se hicieron sionistas. Convirtieron un fracaso patente en una lucidez elevada. Así, siempre vuelan con viento a favor. Por otra parte, hacen del nombre judío el filtro que divide la historia contemporáneam cuando bien saben que después de la última guerra, las víctimas que podemos contar no son los judíos, y que en Israel y sus fronteras, el recuento de muertos es de cien palestinos por un hombre judío. Parece ser, insiste Badiou, que a Milner lo que sucede en Francia con la inmigración árabe y los indocumentados y náufragos de raza negra de África del norte, no le merecen nombre alguno. Además, señala, un nombre es político si las divisiones que produce se inscriben en una unidad superior. Y una política que se basa en una identidad jamás puede hacerlo. La palabra política, concluye, es un nombre si afirma un Bien, y Milner sólo piensa desde el mal. Badiou comprende que alguien como Milner que nunca tuvo la menor experiencia ni práctica política, sólo rescate la moral de la supervivencia de los cuerpos, y que ignore la única alternativa válida para nuestros días: comunismo o barbarie. Milner responde que el mundo para él, es un desorden indefinido, y que no piensa, al contrario de su interlocutor, que el desorden

description

Texto

Transcript of La Enseñanza de La Filosofía 133

Page 1: La Enseñanza de La Filosofía 133

LA ENSEÑANZA DE LA FILOSOFÍA 133

3 septiembre 2015 at 11:50 Tomás Abraham 4 comentarios

En el final de este libro, Badiou divide el territorio y separa las aguas. Le dice a Milner, que nunca entendió eso que llama “nombre”. Le parece un recurso nominalista vaciado de toda connotación histórica. Más aún, cree que es una moda. Supone que algunas personas decepcionadas por lo que le pasó al movimiento Izquierda Proletaria, ante la imposibilidad de conquistar el poder, decidieron eliminar de su ideario, la palabra `obrero´, y hacer del `judío´, un nombre hiperbólico. No sólo eso, se hicieron sionistas.

Convirtieron un fracaso patente en una lucidez elevada. Así, siempre vuelan con viento a favor. Por otra parte, hacen del nombre judío el filtro que divide la historia contemporáneam cuando bien saben que después de la última guerra, las víctimas que podemos contar no son los judíos, y que en Israel y sus fronteras, el recuento de muertos es de cien palestinos por un hombre judío.

Parece ser, insiste Badiou, que a Milner lo que sucede en Francia con la inmigración árabe y los indocumentados y náufragos de raza negra de África del norte, no le merecen nombre alguno.

Además, señala, un nombre es político si las divisiones que produce se inscriben en una unidad superior. Y una política que se basa en una identidad jamás puede hacerlo. La palabra política, concluye, es un nombre si afirma un Bien, y Milner sólo piensa desde el mal.

Badiou comprende que alguien como Milner que nunca tuvo la menor experiencia ni práctica política, sólo rescate la moral de la supervivencia de los cuerpos, y que ignore la única alternativa válida para nuestros días: comunismo o barbarie.

Milner responde que el mundo para él, es un desorden indefinido, y que no piensa, al contrario de su interlocutor, que el desorden sea un mal. Para eso habría que ser platónico como Badiou, y él no lo es.

Fin de la conversación entre estos compañeros de ruta, siempre interesante por la consistencia de sus argumentos, la rigurosa formación de ambos en disciplinas complejas como las matemáticas y la lingüística, y el conocimiento pormenorizado de la historia de la filosofía, ya sea en lenguas muertas o vivas.

Por eso el chicaneo es sutil, arrogante, rebuscado e instructivo.

¿Cuál es el resultado? Bastante pobre, como los chop de cerveza con abundante espuma que una vez evaporada deja medio vaso vacío. Pero lo importante es el camino, no la meta ni la llegada. El libro citado es del 2012, y en un reportaje al diario El País de España el 19 de julio del 2015, a propósito de un nuevo libro de Badiou, “Á la recherche du réel perdu” (A la búsqueda de lo real perdido), a la entrevistadora, la escritora peruana Patricia de Souza que lo interroga sobre la situación mundial en tiempos de globalización, el filósofo le dice que hay una aceptación del orden

Page 2: La Enseñanza de La Filosofía 133

establecido por el capitalismo global, y que la mayoría parece convencida de que nada puede cambiar. Subraya que hay pasividad y resignación.

Pregunta de la periodista: ¿cómo se explica esa pasividad?

Respuesta: esa pasividad es consecuencia del sistema dominante. Pero hay formas de resistir: la poesía, el arte…

Pregunta: ¿no es algo que se está quedando caduco?

Respuesta: no se crea. Ahora lee más gente que en los siglos XVIII o XIX, cuando era un hecho restringido a las clases pudientes.

…..

Reproduje esta entrevista, para que podamos ubicarnos en el dominio de las expectativas, pero también en el de las conclusiones después de tanto análisis epistémico. “Resistir con el arte y la poesía…” “hoy hay más gente que lee que en el año 1756”, por ejemplo, y podríamos seguir con que hay más gente que come, que es más alta, que vive más años, que viaja en avión…que piensa m…¿por qué la entrevistadora empleó la palabra “caduco”? El hecho de haber remitido el atributo a un “algo” y no a un “alguien”, nos da ciertas esperanzas.

Entonces podemos concluir: ante el fin de la idea de revolución, la resistencia a la opresión globalizadora del capitalismo financiero y mercantil, al sojuzgamiento de multitudes colonizadas y explotadas, la resistencia, se expresa, para algunos con el arte y la poesía, y para otros con la religión.

Esta es la salida teórica y práctica de una generación que se identificó con el mayo francés, y que luego extremó sus posiciones políticas con el modelo de una revolución cultural que convivió con el costo de millones de masacrados que se oponían a la generacion del nuevo hombre socialista. Algunos admitieron sus excesos, como Lévy o Milner, otros reafirman sus convicciones, como Badiou, pero todos, sin distingos, se refugian en sus casas, para escribir sus canciones, ya sea para cantarlas en nombre de dios, o de las musas.