La Enseñanza de La Filosofía 145

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LA ENSEÑANZA DE LA FILOSOFÍA 145 7 octubre 2015 at 7:53 Tomás Abraham 3 comentarios ¿Qué nos dice Camus cuando nos habla de “método intelectual”, y lo adjudica al modo de operar de Sartre y sus amigos? En este caso, se trata de un saber que oficia de creencia. No es suficiente con sostener desde el punto de vista de la ciencia, que la historia es la sucesión discontinua de los modos de producción, y que el materialismo dialéctico es el cuerpo de conceptos que confirma esta tesis. El marxismo inventó lo que no pudieron inventar Platón ni Hegel: un saber absoluto convertido en creencia. Se puede decir que la política en cuanto militancia no es más que la aplicación de este saber en la práctica social y en la subjetividad. Para reforzar la idea se habla de conciencia de clase. ¿Qué diferencia existe entre una ciencia convertida en creencia y la fe religiosa? Dios. La diferencia, el resto no asimilable, es la divinidad. La otra diferencia radica en esto que Camus llama “método intelectual”. Este modo de operación puede tener o no tener el ingrediente de la fe. La labor de depuración de contenidos con un objetivo de fiscalización y la correspondiente penalidad, puede estar en manos tanto de un pastor, de un censor, de un burócrata o de intelectuales. La grilla a aplicar tiene pocos casilleros. En el caso de Jeanson como en el de Sartre, en lo que se refiere a Camus como cualquier otro autor llamado a comparecer ante un tribunal, se trata de saber si es víctima, cómplice, culpable, o traidor. ¿De qué? De estar con o contra el capitalismo, la libre empresa, el imperialismo y la explotación del hombre por el hombre. Y, además, de estar a favor o en contra de la URSS que representa el bastión nacional desde el cual se lucha por la emancipación de la humanidad. El diagnóstico es frío, no puede hacerse por un ímpetu pasional, sino que requiere la aplicación de reglas estrictas y una mano experta, que sepa mostrar las pruebas del delito. Luego de una pericia crítica en nombre del realismo socialista o de otro paradigma fiscal, Kafka, Kierkegaard, Dostoievski, pueden calificarse de escritores burgueses, nihilistas, difusores de las más extremas tendencias del irracionalismo, como la suerte puede depararles a otros artistas o científicos laureles, glorias, honras y otras formas de sacralización. ¿Podemos inferir de esto que no hay alternativa a esta propuesta hermenéutica? Es un lugar común afirmar que toda lectura es “culpable”, un término confesional de una de las expresiones del relativismo que pretende descartar la idea de una verdad objetiva. En este caso, no se trata de un mea culpa universal que define a la interpretación como tal, sino de un juicio sobre la conducta de un sujeto respecto de una verdad que auna justicia y justeza. ¿Puede Camus “despolitizar” sus ensayos y proponer un ideario basado en puntos de vista morales sin que impliquen la aplicación del mismo método intelectual? ¿Sin

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LA ENSEÑANZA DE LA FILOSOFÍA 145

7 octubre 2015 at 7:53 Tomás Abraham 3 comentarios

¿Qué nos dice Camus cuando nos habla de “método intelectual”, y lo adjudica al modo de operar de Sartre y

sus amigos? En este caso, se trata de un saber que oficia de creencia. No es suficiente con sostener desde el

punto de vista de la ciencia, que la historia es la sucesión discontinua de los modos de producción, y que el

materialismo dialéctico es el cuerpo de conceptos que confirma esta tesis. El marxismo inventó lo que no

pudieron inventar Platón ni Hegel: un saber absoluto convertido en creencia.

Se puede decir que la política en cuanto militancia no es más que la aplicación de este saber en la práctica

social y en la subjetividad. Para reforzar la idea se habla de conciencia de clase. ¿Qué diferencia existe entre

una ciencia convertida en creencia y la fe religiosa? Dios.

La diferencia, el resto no asimilable, es la divinidad.

La otra diferencia radica en esto que Camus llama “método intelectual”. Este modo de operación puede tener

o no tener el ingrediente de la fe. La labor de depuración de contenidos con un objetivo de fiscalización y la

correspondiente penalidad, puede estar en manos tanto de un pastor, de un censor, de un burócrata o de

intelectuales.

La grilla a aplicar tiene pocos casilleros. En el caso de Jeanson como en el de Sartre, en lo que se refiere a

Camus como cualquier otro autor llamado a comparecer ante un tribunal, se trata de saber si es víctima,

cómplice, culpable, o traidor. ¿De qué? De estar con o contra el capitalismo, la libre empresa, el imperialismo

y la explotación del hombre por el hombre. Y, además, de estar a favor o en contra de la URSS que

representa el bastión nacional desde el cual se lucha por la emancipación de la humanidad.

El diagnóstico es frío, no puede hacerse por un ímpetu pasional, sino que requiere la aplicación de reglas

estrictas y una mano experta, que sepa mostrar las pruebas del delito.

Luego de una pericia crítica en nombre del realismo socialista o de otro paradigma fiscal, Kafka, Kierkegaard,

Dostoievski, pueden calificarse de escritores burgueses, nihilistas, difusores de las más extremas tendencias

del irracionalismo, como la suerte puede depararles a otros artistas o científicos laureles, glorias, honras y

otras formas de sacralización.

¿Podemos inferir de esto que no hay alternativa a esta propuesta hermenéutica? Es un lugar común afirmar

que toda lectura es “culpable”, un término confesional de una de las expresiones del relativismo que pretende

descartar la idea de una verdad objetiva. En este caso, no se trata de un mea culpa universal que define a la

interpretación como tal, sino de un juicio sobre la conducta de un sujeto respecto de una verdad que auna

justicia y justeza.

¿Puede Camus “despolitizar” sus ensayos y proponer un ideario basado en puntos de vista morales sin que

impliquen la aplicación del mismo método intelectual? ¿Sin ser otro sermoneador?

Leamos la respuesta de Sartre.

Le dice a Camus que la amistad tiende a ser totalitaria. Pensemos en esta afirmación. ¿Será cierto? ¿Un

hombre de izquierda puede tener un amigo de derecha? ¿O a la inversa? ¿Amigo? Pongo la palabra entre

paréntesis porque me pregunto si la amistad es un tipo de vìnculo único y si no hay distinto tipo de amistades.

Puede existir algo así como “el amigo”, el de siempre, que nos conoce desde la infancia, o aquel que alguna

se vez se jugó por nosotros de tal manera que se creó un pacto tácito de lealtad que es irrompible e

incorruptible. Cuestiones de deberes, de reciprocidades incondicionales.

En otros años decían los jóvenes que les era inconcebible tener una novia que no compartiera su ideología.

Tiempos en que a la pareja se le decía “compañera”.

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En tiempos de Sartre, y por las mismas características del filósofo, en el terreno de las ideas se decidían las

amistades. Así fue con Camus y con Merleau Ponty. Pero no es así con todos los intelectuales, y tampoco lo

era en tiempos de Sartre. André Malraux no tenía pruritos en considerar con respeto y manifestar sus

sentimientos con gestos solidarios a alguien pro-eje y antisemita como Drieu la Rochelle. El poeta resistente

René Char no andaba con vueltas cuando ungía a Heidegger como un gran filósofo. Quizás las cosas

sucedieran de este modo porque ambos habían sido combatientes y miembros activos de la Resistencia y no

se jugaban siempre y sólo en las palabras. A los `duros´les gustan otros duros.

Sartre no era más que palabras, y Char, como Malraux, supieron de tiempos en que consideraron que la

“historia” exigía actuar y dejar de lado la pluma. Por eso matizaban sus apreciaciones en eso de “ser” de

acuerdo a una ideología, es decir según una “representación” que autorizaba a un sujeto decir lo que “era”.

`Dime cuál es tu representación del mundo y cómo te representas a ti mismo y te dirés quien eres´, una frase

así, no satisface a un guerrero.

Sartre comenzaba con esa apreciación sobre la amistad su respuesta al texto de Camus, con aire de letanía,

y una expresión de lamento por la relación fisurada. Dice que el autor de “El hombre rebelde” se pasea con un

pedestal portátil, y se detiene cada tantos metros, se sube al dispositivo, y declama su verdad a metros sobre

el nivel del resto de los humanos.

Agrega que se siente sonrojar cuando Camus invoca a muertos y víctimas de guerras, de mártires por torturas

y campos de concentración, para que acudan en auxilio de sus argumentos. Decirle algo así al director del

periódico invocado por todos los resistentes y por quienes combatieron a los nazis, sugerir que un hombre

que arriesgaba su vida con la palabra clandestina hace demagogia con los caídos, es tener el alma bien

tranquila, más aún en quien durante la Ocupación no redujo su trabajo de escritor público sino que solidificó

su carrera literaria.

¿Por qué acudir al espionaje propio de inquisidores matriculados? ¿Acusar a Camus de arrogante? Sartre es

bastante más inteligente y talentoso como para detenerse en defectos de carácter, es mordaz. Para equilibrar

la balanza, le recuerda que Jeanson también es un combatiente y que estuvo detenido en cárceles

franquistas.

Dice que es un abuso de confianza hablar en nombre de quienes tienen hambre, de los miserables y de los

resistentes. Esa compasión por los sufrientes de la historia y la admiración por las rebeliones de espíritus

intensos siempre que no aspiren a ningún poder, vale para engalanarse con frases, pero no para mucho más.

La carta de Camus le parece demasiado escrita, no sabemos por qué, para nosotros es quizás un poco

confusa, propia de un corazón herido, de un narcisismo en apuros. Pero en términos de prosa, estos dos

polemistas saben de sintaxis y de puntuación, eligen bien las palabras.