LA ERA DE LA POSVERDAD: realidad vs. percepción · ASCENSO DE LA POSVERDAD O CÓMO construir...

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2017 nº 27 LA ERA DE LA POSVERDAD: realidad vs. percepción

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    LA ERA DE LA POSVERDAD:realidad vs. percepción

  • DESARROLLANDO IDEAS

    Desarrollando Ideas es el Centro de Liderazgo a través del Conocimiento de LLORENTE & CUENCA.

    Porque asistimos a un nuevo guión macroeconómico y social. Y la comunicación no queda atrás. Avanza.

    Desarrollando Ideas es una combinación global de relación e intercambio de conocimiento que identifica, enfoca y transmite los nuevos paradigmas de la sociedad y tendencias de comunicación, desde un posicionamiento independiente.Porque la realidad no es blanca o negra existe Desarrollando Ideas.

    UNO

    UNO es una publicación de Desarrollando Ideas dirigida a clientes, profesionales del sector, periodistas y líderes de opinión, en la que firmas invitadas de España, Portugal y América Latina, junto con Socios y Directivos de LLORENTE & CUENCA, analizan temas relacionados con el mundo de la comunicación.

    DIRECCIÓN Y COORDINACIÓN: Desarrollando Ideas de LLORENTE & CUENCA

    CONCEPTO GRÁFICO Y DISEÑO: AR Difusión

    ILUSTRACIONES: Marisa Maestre

    IMPRESIÓN: naturprint.com

    Impreso en EspañaMadrid, marzo 2017

    Desarrollando Ideas no asume necesariamente como suyas las opiniones vertidas en los artículos de los colaboradores habituales e invitados de UNO.

    WWW.DESARROLLANDO-IDEAS.COMWWW.REVISTA-UNO.COM

  • 2017 Nº 27

    Todos los derechos reservados. Queda terminantemente prohibida la reproducción total o parcial de los textos e imágenes contenidos en este libro sin la autorización expresa de Desarrollando Ideas.

    QUIÉNES SON LOS colaboradores

    4

    ENTENDIENDO EL “NO” AL acuerdo de paz EN COLOMBIA

    31

    EN EL REINO DE LA POSVERDAD, LA irrelevancia ES EL castigo

    33

    FAKE NEWS VS PERIODISMO LIBRE E independiente

    36

    AMIGOS DE LA VERDAD: LOS LÍMITES JURÍDICOS DE LAS fake news

    41

    EL ENEMIGO DE LA verdad

    44

    VERDAD, TRANSPARENCIA Y STORYTELLING VERSUS verdad

    46

    POSVERDAD, UNA NUEVA FORMA DE mentira

    49

    VERIFICAR DESPUÉS DE LA tormenta global

    51

    ¿CÓMO CONTAR MI VERDAD? LA oportunidad RENOVADA

    53

    PREMIOS conseguidos POR UNO

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    LLORENTE & CUENCA

    58

    ASCENSO DE LA POSVERDAD O CÓMO construir dioses A MEDIDA

    38LA ERA DE LA POSVERDAD:realidad vs. percepción

    8

    COMUNICACIÓN, PERIODISMO Y `fact-checking´

    11

    OS PERIGOS DA INDIFERENÇA À verdade

    23

    LA MENTIRA DE LA posverdad

    26

    LA POSVERDAD: ENTRE LA falsedad Y EL engaño

    29

    EN POS DE LAS verdades

    14

    CUANDO EL FUTURO NOS ALCANZA, EL PASADO YA NO DA Y DONDE Descartes PUEDE SER UNA REFERENCIA

    17

    BURBUJAS informativas

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    SUMARIO

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    José Antonio Zarzalejos

    Licenciado en Derecho por la Universidad de Deusto y periodista. Fue Director de El Correo de Bilbao, Secretario General de Vocento y Director de ABC en España. Está vinculado a LLORENTE & CUENCA como Asesor externo permanente y ha sido Director General de la firma en Espa-ña. Distinguido con varios galardones profesionales, tales como el Premio Mariano de Cavia, el de la Federación de las Asociaciones de la Prensa de España, el Javier Godó de Periodismo y el Luca de Tena. [España]

    Anthony Gooch

    Se incorporó a la OCDE en 2008 como responsable estratégico de las relaciones exteriores y comunicación. Coordinó el proceso de reflexión que culminó con la redefinición de la misión de la organización. Anteriormente, trabajó en la Comisión Europea durante 13 años como ne-gociador en las relaciones comerciales entre la UE-América Latina y asesor especial de Pascal Lamy. Encabezó las oficinas de Medios y Diplomacia Pública de la Comisión en EE. UU. y Reino Unido. Tiene un posgrado en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de Sciences Po Paris y una Maestría en Historia Moderna por la Universidad de Cambridge. [España – Reino Unido]

    Adalberto Palma

    Es director ejecutivo de The Aspen Institute México, organización de la sociedad civil que desarrolla actividades vinculadas a la educación, el liderazgo y las políticas públicas, a través de la promoción de diálogos abiertos, plurales y apartidistas, sobre asuntos y temas de importancia para la sociedad. Es presidente del consejo de la Unión de Instituciones Financieras Mexicanas, A.C. y socio fundador de las firmas APERTURE, S.C. y Proxy Gobernanza Corporativa, S.C. Ha colaborado con la Universidad Anáhuac en sus programas de liderazgo y ha impartido la cátedra de Gobierno Corporativo. Participa como consejero independiente en corporativos y entidades sin fines de lucro. [México]

    Victoria Prego

    Es presidenta de la Asociación de la Prensa de Madrid. Es también adjunta al director en el periódico digital El Independiente.com. Anteriormente, trabajó en televisión, radio y en prensa escrita. Durante 16 años trabajó en el diario El Mundo, del que fue adjunta al director. Es consi-derada una referencia del periodismo español y la mejor relatora de la transición española, hito sobre el que ha escrito dos libros: Así se hizo la transición y Diccionario de la transición. Ha sido reconocida con varios premios: el Luca de Tena a toda una trayectoria, la Antena de Oro por su labor en radio y el Víctor de la Serna. [España]

    Armando Medeiros

    Vice-presidente da ABCPública - Associação Brasileira de Comunicação Pública, mestrado em Ciências da Comunicação pela USP, foi diretor de comunicação e marketing do Banco do Brasil e coordenador na Secretaria de Comunicação da Presidência da República. www.cone-xaopublica.com.br. [Brasil]

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    QUIÉNES SONLOS colaboradores

    Fernando Berckemeyer

    Es el director periodístico del diario El Comercio desde noviembre de 2014. Escribió también para Perú 21, El Nuevo Herald (Miami), El País, CNN en Español y la revista Expansión. Es abo-gado por la PUCP y magíster en Leyes por la Universidad de Harvard. Cuenta con un Diplomado en Estudios Filosóficos de la PUCP y con estudios en la Maestría de Literatura Iberoamericana de la Universidad de Nueva York. Además, ha sido asociado senior en el Estudio Olaechea. [Perú]

    Manuel Cruz

    Es uno de los filósofos contemporáneos españoles más reconocidos. Catedrático de Filosofía de la Universidad de Barcelona y portavoz del PSOE en la comisión de Educación del Congreso de los Diputados. Ha sido también profesor visitante en universidades europeas y americanas. Ha escrito treinta ensayos filosóficos, obteniendo el Premio Anagrama en 2005 (Malas pasadas del pasado), el Espasa en 2010 (Amo, luego existo), el Internacional de Ensayo Jovellanos en 2012 (Adiós, historia, adiós) y el Unamuno en 2016 (La flecha hace blanco en la historia). Ha sido presidente de Federalistas de Izquierdas en Cataluña, siendo uno de los pen-sadores de referencia en El País, El Confidencial y otros medios. [España]

    Miguel García Sánchez

    Es Ph.D. en Ciencia Política de la Universidad de Pittsburgh y Máster en Estudios Políticos del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (IEPRI) de la Universidad Nacional de Colombia. Actualmente es profesor asociado del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes y codirector del Observatorio de la Democracia. Ha publicado diversos artículos y capítulos de libros, realizado múltiples ponencias y participado en proyectos de investigación sobre estudios electorales y de opinión pública, relacionados con el impacto de los contextos sociales sobre el comportamiento político individual y la formación y cambio de opiniones políticas. [Colombia]

    Albert Medrán

    Es director de comunicación de Change.org en España. Especializado en comunicación corporativa, digital y política, ha sido miembro del equipo digital de la campaña de Hillary Clin-ton. Inició su carrera en LLORENTE & CUENCA, donde fue consultor de comunicación online. Colabora habitualmente como analista político en medios de comunicación como La Sexta o Ràdio Flaixbac. [España]

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    Eduardo A. Quirós

    Presidente del Grupo Editorial El Siglo & La Estrella de Panamá. Es licenciado en Derecho y Ciencias Políticas por la Universidad de Panamá. Ha sido viceministro de Finanzas del Ministerio de Economía y Finanzas, miembro del Consejo Económico Nacional y gobernador alterno del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Ministro de Obras Públicas. Fue miembro de la Junta Directiva de la Autoridad del Canal de Panamá. Por ocho años profesor de Derecho Constitucio-nal de la Universidad Latina de Panamá. Miembro del consejo asesor del International Business School ADEN-Panamá. Vicepresidente regional de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP/IAPA) para Panamá desde 2011. [Panamá]

    Carlos de Angelis

    Sociólogo, analista político y consultor. Profesor de Sociología de la Opinión Pública de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA). Especialista en estadísticas aplicadas a las Ciencias Socia-les. Investigador en temas de opinión pública, medios, clima social y cultural. Director del Centro de Opinión Pública y Estudios Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Autor de Radiografía del voto porteño (Atuel, 2010) y coautor de Investigación social para el análisis de la Opinión Pública y el comportamiento electoral (Editorial Antigua, 2013). Columnista en Diario Perfil y colaborador de diarios de diversas partes del mundo. [Argentina]

    Carolina Pina

    Licenciada en Derecho por la Universidad de Alicante, Máster en Derecho Internacional y De-recho Comparado por la “City of London Polytechnic” de Londres y postgrado en Dirección de Asuntos Públicos por ICADE. Ha obtenido el título de Agente de Propiedad Industrial. Desde 1997 trabaja en el Departamento de Propiedad Industrial e Intelectual de Garrigues, fue nombrada socia en el año 2005. Premio Internacional Prix Monique de la UIA (Union Interna-tional des Avocats) 2009. Autora de numerosos libros sobre derecho de medios y deporte. Ha sido recomendada en los rankings de Legal 500 y Chambers en Propiedad Intelectual, Marcas, Deportes, Tecnología de la Información y Medios de Comunicación. [España]

    Rosa Townsend

    Es periodista de política e investigación en EE. UU. Desde 1988 fue editora y reportera en The Miami Herald /El Nuevo Herald y formó parte del equipo que ganó el premio Pulitzer en 1993. Una década después trabajó como corresponsal en EE. UU. del diario El País, donde cubrió diferentes historias, desde los ataques terroristas del 11/9, hasta exclusivas en Guantánamo. Asimismo, ha cubierto las elecciones presidenciales estadounidenses durante veinte años. A lo largo de su carrera ha escrito para otros medios como Yahoo News, BBC, Agence France-Presse y The Sun Sentinel. Hace cuatro años regresó a The Herald como columnista, actividad que com-pagina con la de comentarista política en CNN y otras cadenas de televisión. [EE. UU. - España]

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    Iván Weissman

    Fundador y director del primer diario electrónico de negocios chileno, El Mostrador Merca-dos, además de subdirector del diario electrónico El Mostrador, que fue lanzado el 1 de marzo de 2000 y es el primer diario exclusivamente digital de Chile. Iván fue gerente editorial para Europa, África y Medio Oriente para el servicio de noticias Bloomberg, además de head para Reino Unido de Televisión para la misma compañía. Anteriormente se desempeñó como senior producer para CNBC Business News. Tiene un BA en Economics & Political Science de la Univer-sidad de California, Berkeley además de un Master de la American University. [Chile]

    Francisco Rosales

    Es socio fundador y presidente de Corral Rosales Carmigniani Pérez. Es doctor en derecho y abogado por la Pontificia Universidad Católica de Ecuador. Tiene amplia experiencia en la asesoría legal de empresas y negocios. Ha sido ministro de Industrias y Comercio e Integra-ción, así como miembro y presidente de los consejos de bancos y varias empresas industriales y comerciales en Quito, Guayaquil y Cuenca. Desempeñó el cargo de editorialista, durante 36 años, en diarios como El Comercio y Hoy, de Quito, en los que comentaba sobre temas políticos, económicos e internacionales. [Ecuador]

    Myriam Redondo

    Es periodista y doctora con una tesis sobre Internet como fuente de información en el perio-dismo internacional. Profesora asociada de Redes Sociales y Ciberperiodismo en la Universidad Camilo José Cela. Profesora asociada de Ciencia Política y Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense de Madrid. Miembro del comité editorial de La Revista de ACOP (Aso-ciación de Comunicación Política). [España]

    Arturo Pinedo

    Es socio y director general para España y Portugal de LLORENTE & CUENCA. Con más de 27 años de experiencia como consultor, es experto en comunicación de crisis y corporativa. Ha gestionado la comunicación de empresas y organizaciones nacionales e internacionales y asesorado a sus principales directivos, tanto en el diseño de estrategias integrales de comunica-ción como en la gestión de riesgos. Licenciado en periodismo y Master en Marketing & Comu-nicación, fue director general de Issues Consultores de Comunicación y director en la Agencia A. Durante siete años ejerció como periodista en los servicios informativos de la Cadena SER. Actualmente es vicepresidente de Dircom (Asociación de Directivos de Comunicación). [España]

    Iván Pino

    (A Coruña -España, 1974) es director senior del Área Digital en LLORENTE & CUENCA. Periodista, licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. Máster en Sostenibilidad y Responsabilidad Corporativa por la UNED-UJI. 20 años de expe-riencia en Comunicación y Reputación Corporativa. Especializado en Comunicación Digital. Coautor de Claves del nuevo Marketing. Cómo sacarle partido a la Web 2.0 (2009, Gestión 2000). Conferenciante y profesor del Máster en Comunicación Corporativa e Institucional de la Universidad Carlos III y Unidad Editorial. [España]

  • LA ERA DE LA POSVERDAD:realidad vs. percepción

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    Surgen nuevas formas de relación con la opinión pública y se consolidan los medios alternativos

    En 2016, “post-truth” fue nombrada palabra del año según el Diccionario de Oxford. Este hecho no debe sorprender a muchos, siendo el 2016 un año lleno de polémicas sorpresas y eventos inespera-dos. El panorama político y social de los próximos meses vendrá marcado por esta coyuntura de la posverdad en la que lo objetivo y lo racional pierde peso frente a lo emocional o a la voluntad de sos-tener creencias a pesar de que los hechos demues-tren lo contrario.

    En Europa, varapalos que pocos vaticinaban como la decisión de abandonar la Unión Europea por parte de los ciudadanos británicos, o la negativa italiana al referéndum para la reforma constitucio-nal propuesto por Matteo Renzi. Y por qué no men-cionar, también, el constante crecimiento en las en-cuestas de partidos políticos como Frente Nacional en Francia, liderado por Marine Le Pen, o el Partido de la Libertad (PVV) en Holanda liderado por Geert Wilders.

    Al otro lado del océano, el discurso fake de la polí-tica populista, o sorpresas como el rechazo colom-biano en el referéndum sobre el acuerdo de paz con las FARC, o la controvertida victoria de Trump en las elecciones estadounidenses.

    Todos estos hitos tienen un denominador común: las creencias personales, irrefutables para muchos, han ganado fuerza frente a la lógica y a los he-

    chos, y han acabado asentándose como asuncio-nes compartidas por la sociedad, provocando el desconcierto de la opinión pública.

    En este entorno, surgen nuevas formas de relación con la opinión pública y se consolidan los medios alternativos. Las formas tradicionales de periodis-mo pierden peso frente al auge de nuevos canales de comunicación como los blog personales, You-tube, los canales de mensajería instantánea como Whatsapp, Telegram y Facebook Chat, o las redes sociales como Snapchat o Twitter. Un mero tuit pue-de movilizar a masas y provocar resultados impen-sables hace unos pocos años.

    La divulgación de noticias falsas desemboca en una banalización de la mentira y, por ende, en la relativización de la verdad. El valor o la credibili-dad de los medios de comunicación queda mer-mado frente a las opiniones personales. Los hechos pasan a un segundo plano, mientras el “cómo” se cuenta la historia retoma importancia y le gana al “qué”. No se trata entonces de saber lo que ha ocurrido, se trata de escuchar, ver, leer, la versión de los hechos que concuerde más con las ideolo-gías de cada uno.

    En este número de UNO abordamos este escenario incierto y cuál debe ser el papel de los medios de comunicación para conectar con las audiencias.

    José Antonio Llorente

    Socio fundador y presidente de LLORENTE & CUENCA / EE. UU.-España

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    Desde agosto de 2016, antes de que arrancasen los debates presidenciales en la campaña estadounidense, hasta la vís-pera de la jornada electoral, las plataformas de verificación –en ejercicio de lo que se de-nomina fact-checking– conta-bilizaron hasta 217 falsedades en los discursos e intervencio-nes de los candidatos, el 79 % atribuibles a Donald Trump y el 21 % a Hillary Clinton. La Unidad de Datos de Univisión Noticias, en Miami, determinó que una semana antes de la elección presidencial por cada mentira de la candidata demócrata, el republicano esparció cuatro. Estos datos los aporta de manera sistemática y completa el periodista Borja Eche-varría en el último número (enero 2017) de Cua-dernos de Periodistas. Este profesional es ahora el director editorial de Univisión Noticias Digital con base en el estado de Florida, y se ha convertido en una referencia en el mundo de la comunicación y el periodismo al propugnar una, relativamente, nueva actividad para combatir las fake-news, las verdades alternativas y los bulos, todos esos con-ceptos que se refugian en el paraguas semánti-co de la posverdad: el fact-checking, que sería el antídoto contra la palabra –mejor sería calificarla de concepto– que el Diccionario Oxford ha con-siderado como la expresión más novedosa y más manejada durante el pasado año.

    La posverdad no es sinónimo de mentira sino que “descri-be una situación en la cual, a la hora de crear y modelar la opinión pública, los hechos ob-jetivos tienen menos influencia que las apelaciones a las emo-ciones y a las creencias perso-nales”. La posverdad consiste en la relativización de la vera-cidad, en la banalización de la objetividad de los datos y en la

    supremacía del discurso emotivo. Tampoco es un fenómeno nuevo. Ralph Keyes ya escribió en 2004 el libro Dishonesty and Deception in Contemparary Life y, como relata Luis Meyer en la revista Ethic de febrero de este año (No lo llames posverdad, llámalo posperiodismo). Su colega Eric Alterman lo definió definitivamente como “arma política de desinformación”. El mismo autor cita a Noam Chomsky que, eludiendo la palabra posverdad, elaboró una célebre lista: 10 Estrategias de Ma-nipulación entre las que incluye las técnicas para ablandar emotivamente los mensajes con la fina-lidad de cortocircuitar el sentido crítico y analítico de los ciudadanos.

    La confusión sobre la realidad, la gestión de ma-niobras conspiratorias para excitar el recelo o la hostilidad de grupos sociales, el victimismo o la mitomanía políticas, son instrumentos de persua-sión de las masas que se remontan a la antigüe-dad, pero que en el siglo XX causaron los peores

    La Unidad de Datos de Univisión Noticias, en Miami, determinó que una semana antes de la elección presidencial por cada mentira de la candidata demócrata, el republicano esparció cuatro

    COMUNICACIÓN, PERIODISMO Y `fact-checking´

    José Antonio Zarzalejos

    Periodista, exdirector de ABC y El Correo / España

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    desastres, siendo dos de ellos auténticas fallas en la historia de la humanidad: el nazismo y el esta-linismo.

    Los Protocolos de los Sabios de Sión, una fabu-lación contra el judaísmo redactado durante la última época de la Rusia zarista, resultó una de las palancas más falsarías empleadas por Hitler para introducir, en el período de entreguerras, el antisemitismo en Alemania y en otros países eu-ropeos. Aún lo estamos pagando. En realidad, todos los movimientos políticos que refutan a las clases dirigentes convencionales en las democra-cias liberales y representativas echan mano de los elementos más sentimentales que racionales y no sólo se aprovechan del malestar, sino que coad-yuvan decisivamente a crearlo y a magnificarlo. El populismo de ahora, y de siempre, ha manejado más las persuasiones emotivas que los criterios de racionalidad y veracidad. El rigor y el populismo son conceptos contradictorios.

    Ha acontecido, sin embargo, una alineación de circunstancias que ha generado una casi convulsa preocupación: la verdad no tiene éxito y las des-cripciones que no se ajustan a ella –ni siquiera se aproximan– sí lo logran y, además, resultan impu-nes. Como afirma el escritor Adolfo Muñoz (El País de 2 de febrero de 2017) “el bulo político triunfa porque tiene las cualidades necesarias para triun-far, convirtiéndose en lo que Richard Dawkins llamó meme”. El meme es una unidad de conocimiento viral en la ideación de este autor que se difunde al margen de sus atributos de veracidad. Vivimos en el universo de los memes y carecemos de cri-terios para discriminar lo auténtico de lo falso, lo seguro de lo probable, lo cierto de lo dudoso. Y nos hacemos preguntas cada vez más angustiosas: ¿es el Photoshop, por ejemplo, una técnica de la posverdad?, ¿es la descontextualización un recurso falsificador?, ¿podría el insulto ser considerado una mera descripción?, ¿son los efectos especiales en el cine, por ejemplo, o las experiencias de realidades virtuales un atentado a la integridad de la verdad tal y como la hemos venido entendiendo hasta ahora?

    Son preguntas que vienen a cuento. Porque las mo-das populistas requieren que el poder se obtenga como un fin en sí mismo, sin importar los métodos. Los británicos han salido de la Unión Europea cre-yendo –o aceptando como buenas– afirmaciones falsas o meramente probables, y los norteamerica-nos han dado crédito a las más burdas falsedades porque con ellas –esta tesis es también del citado Luis Meyer– han contestado al poder de las clases dirigentes, tumbándolas. Ciertamente, en la políti-ca la mentira o la media verdad siempre han sido recursos manejados con desenvoltura, pero, aho-ra, la respuesta al status quo político y económico ha introducido elementos sentimentales, emotivos, en sus mensajes falsos dotándolos de una fuerza arrasadora. El maestro en estas nuevas técnicas es el norteamericano Steve Bannon, director en su momento del portal de noticias Breibart News, portavoz de los extremistas de All-Right. Bannon es el inspirador de la ruptura del paradigma conven-cional que regía en la política norteamericana –en la occidental– y ha ido construyendo una enorme burbuja de tensión y hostilidad creando la energía que necesita un político como Trump para resultar del todo imprevisible y voltear la cultura pública de los sistemas políticos de las democracias más desarrolladas.

    La posverdad no es sólo una práctica que se desenvuelve en el terreno de la política. Lo hace también de forma peligrosa y arbitraria en la pu-blicidad y en el ámbito empresarial. La comuni-cación de las grandes compañías –especialmente de los sectores estratégicos como el energético y el financiero– debe revisar sus protocolos de ac-tuación: su comunicación no consistirá sólo –ni

    La posverdad consiste en la relativización de la veracidad, en la banalización de la objetividad de los datos y en la supremacía del discurso emotivo

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    quizás principalmente– en transmitir conocimien-tos, sino en deshacer bulos, versiones alternativas, rumores y, en ocasiones, abiertas falsedades. La política y la empresa han perdido –en realidad, lo ha perdido la sociedad entera– un mecanismo de defensa frente a la posverdad: la intermedia-ción periodística. Pocas reflexiones más atina-das al respecto que la elaborada por Katharine Viner, publicada en The Guardian el 12 de julio de 2016, bajo el título “¿Qué es la verdad? Re-flexiones sobre el estado del periodismo actual”. Sostiene esta ensayista que el tránsito del papel a los medios digitales nunca ha sido sólo una cuestión tecnológica. Cierto: ha sido una cuestión esencialmente de pérdida de deontología profe-sional, de desistimiento en el relato de la verdad, de aceptación del bulo y del rumor en el circuito informativo. La tecnología, con el arrasamiento de la intermediación periodística, ha desmoralizado el relato periodístico y ha difuminado los atributos que le aseguraban un rol social de control y fiela-to de la verdad.

    La nueva comunicación y el nuevo periodismo va a centrarse de ahora en adelante, no tanto en contar –eso ya lo hacen los ciudadanos por su cuenta a través de la larguísima mano de la tecnología digi-tal a su disposición– como en verificar, en realizar el fact-checking de manera sistemática, mediante plataformas de las que ya existen muchas (decenas en Estados Unidos). Recuerda Borja Echevarría que una de las últimas encuestas de Gallup arroja una cifra sobrecogedora para los mass media: sólo el 32 % de los encuestados mantienen su confianza en ellos. La única manera de idear el periodismo y la comunicación corporativa futuros consiste en el chequeo de los datos, de las tesis de los discursos y en la proactividad informativa para detectar en ellos las falsedades y destruirlas y desproveerlas de cualquier reputación. O sea, el periodismo, por una parte, y la comunicación deontológica, por otra, deben regresar a rescatar el relato veraz, contener el sentimentalismo, apaciguar y moldear los peores instintos y proclamar la superioridad de la inteligen-cia sobre la visceralidad. Ese es el fact-checking.

    La posverdad no es sólo una práctica que se desenvuelve en el terreno de la política. Lo hace también de forma peligrosa y arbitraria en la publicidad y en el ámbito empresarial

  • Una vez se reunieron seis sa-bios hindúes curiosos por saber cómo era un elefante. Sufrien-do ceguera, decidieron salir en busca de dicho paquidermo para poder despejar sus dudas. Tras un largo camino, encon-traron un enorme y manso ele-fante. Cada uno de los sabios se acercó al animal dispuesto a tocarlo. El primero acarició su trompa, que pronto comparó con una serpiente. El segundo, tocó sus colmillos que le hicieron pen-sar en una lanza. El tercero, posó la mano en la peluda cola diciendo que se trataba de una esco-ba. Así hasta seis descripciones distintas del mismo animal se dieron esa tarde. Todos creían conocer el verdadero aspecto del elefante sin ponerse de acuerdo. Al intercambiar posiciones, se dieron cuenta que existía más de una verdad para poder realmente ver al animal.

    El propósito de esta breve historia consiste en ilus-trar y recordar que la noción de la verdad y su búsqueda son tareas complejas y existenciales del ser humano. En efecto, la verdad requiere analizar hechos objetivos, argumentar la evidencia, unas exigencias que le dan un gran valor que los pro-fesionales de cualquier ámbito deben saber con-servar.

    En los últimos meses, numerosos medios de comu-nicación debaten sobre la creciente devaluación

    de la verdad refiriéndose a na-rrativas en boca de políticos, influencers y medios de comu-nicación que apelan al sensa-cionalismo y la conveniencia en la selección de información. Este fenómeno bautizado como posverdad ha sido definido por el Diccionario Oxford como una circunstancia en las que los hechos objetivos son menos

    influyentes en la opinión pública que las emocio-nes y las creencias personales y galardonado con el premio palabra del año 2016. Ligado a él han irrumpido en las últimas semanas conceptos como los “hechos alternativos” y las “noticias ficticias”.

    Cabe recordar que la banalización de la mentira no es nada nuevo del siglo XXI. Sin embargo, sí que lo es el profundo arraigo de la posverdad en la sociedad de la información y su efervescencia en un contexto de desafección política y desilusión ante una globalización, en algunos casos, desca-rrilada.

    Hoy en día, la accesibilidad a contenidos infor-mativos, así como su inmediatez y volumen, no tiene precedente. El impacto de la digitalización en el mundo de las comunicaciones ha significado una revolución en la forma en la que las perso-nas producen información. Un notable ejemplo de esta democratización mediática es el periodis-mo ciudadano. Asimismo, ha cambiado cómo la

    Aprovechar la oportunidad que nos brinda la digitalización para canalizar nuestra inteligencia colectiva y así evitar la deriva hacia la estupidez colectiva

    Director de Relaciones Exteriores y Comunicación, OCDE / España-Reino Unido

    Anthony Gooch

    EN POS DE LAS verdades

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  • consumen y digieren. Según un estudio de 2016 del PEW Research Center, el 62 % de la pobla-ción americana utilizaría redes sociales para estar conectado con la actualidad. La paradoja es que pese al flujo incesante de noticias podemos llegar a estar más desinformados que antes.

    En septiembre pasado, The Economist dedicaba su cobertura “Art of the Lie” a la posverdad. Entre las páginas de este número cabe resaltar una gráfi-ca1 mostrando que contenidos en Facebook con información falsa se compartían el mismo número de veces que aquellos con información veraz. Este fenómeno se vuelve aún más alarmante cuando consideramos la influencia de los algoritmos y las presiones financieras. Los algoritmos generan eco-sistemas virtuales que reflejan opiniones afines, en muchos casos generando que la gente se crea su propia verdad. Mientras, los campeonatos para lo-grar el primer puesto en los motores de búsqueda premian la cantidad de likes. Como señala Kathe-rine Viner, redactora jefe de The Guardian, en su artículo “How technology disrupted the truth”: se privilegia la viralidad ante la calidad y la ética2.

    La denominada posverdad permeó las elecciones presidenciales en Estados Unidos e incluso antes, el referéndum en Reino Unido. La OCDE vivió muy de cerca este último acontecimiento.

    Presentamos un informe3 en la London School of Economics, meses previos a la votación, sobre cuáles serían las consecuencias económicas del Brexit para la economía del Reino Unido. ¿Qué ocurrió? Medios sensacionalistas distorsionaron nuestras estadísticas para reforzar su posición so-bre una política migratoria restrictiva y la necesi-dad de “recuperar el país’’. Desde la campana del Leave se señaló que los “ciudadanos de a pie” ya no confiaban en los “expertos”, incluidos los de la OCDE a los que buscaron deslegitimar ale-gando que dicha organización estaba financiada por la UE.

    De esta experiencia sacamos importantes lecciones.

    La primera es que la autocrítica es necesaria. Nos preguntamos si no erramos al producir un infor-me denso y repleto de datos económicos, en un trasfondo de apelaciones emotivas y esperanza-doras (pero ilusorias) promesas. Fuimos a pre-dicar a los conversos yendo a Londres en vez de haber llevado nuestro mensaje a los ciudadanos más escépticos más allá de la gran metrópolis. No hicimos suficiente énfasis en los avances positivos en la calidad de vida de los ciudadanos británi-cos, ligados a la membresía del Reino Unido en la UE. Ha llegado el momento de desarrollar datos objetivos más relevantes para las sociedades que llevan tiempo siendo testigo de una creciente des-igualdad y falta de oportunidades. Fusionando un llamado al alma y a la lógica de las personas.

    La segunda lección es que debemos dedicar más tiempo a la vertiente frecuentemente olvidada de la comunicación: escuchar. Interesarse por lo que ve el otro, transmitir pero también recibir. La tec-nología cívica y las plataformas digitales como el Índice para una Vida Mejor4 de la OCDE nos están permitiendo conocer mejor las prioridades de las personas en materia de bienestar a través de la participación y el involucramiento cívico. Ser más inclusivo para ser más relevante y así conectar nuestro trabajo con las aspiraciones e inquietudes de las personas.

    En resumen, frente al exceso de ruido mediático y la falta de confianza aprendamos a ser mejores guías y a dejarnos guiar. Aprovechar la oportuni-dad que nos brinda la digitalización para canalizar nuestra inteligencia colectiva y así evitar la deriva hacia la estupidez colectiva.

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    1 Art of the Lie, The Economist. 10 de septiembre de 2016.

    http://www.economist.com/news/briefing/21706498-dishonesty- politics-nothing-new-manner-which-some-politicians-now-lie-and

    2 How technology disrupted the truth, The Guardian, 12 de julio 2016. https://www.theguardian.com/media/2016/jul/12/how-technology-disrupted-the-truth

    3 Informe: The Economic Consequences of Brexit. A Taxing Decision. OECD, 28 de abril de 2016. http://www.oecd-ilibrary.org/economics/the-economic-consequences-of-brexit_5jm0lsvdkf6k-en

    4 Índice para una Vida Mejor, OCDE. http://www.oecdbetterlifeindex.org/es

  • Digámonos la verdad: antes de lo que llamamos hoy, el perio-dismo en la era de la posver-dad, no todo lo que conocía-mos como proveniente de la prensa era “la pura verdad”. Y no podía ser de otra mane-ra porque si solo nos atenemos a la definición que nos ofrece la RAE, el periodismo –además de una profe-sión–: “consiste en la captación y tratamiento es-crito, oral, visual o gráfico de la información en cualquiera de sus formas y variedades”. Debería agregarse que esa actividad es realizada por seres humanos susceptibles de tener impresiones distin-tas de la realidad (que no “hechos alternativos”) a pesar del esfuerzo de objetividad a que están obligados sus protagonistas.

    Pero no nos equivoquemos, ni dejemos espacio a la tergiversación, una distinta percepción de la realidad no se equipara, en modo alguno, a la mentira intencional que hoy estamos atestiguan-do, reiteradamente, desde el más alto nivel de go-bierno del país más poderoso del mundo. Y esta mentira intencional, explicada después como una pretendida verdad encubierta, viene aparejada de un operativo que busca el descrédito de la prensa formal para evitar, sin éxito, ser puestos en eviden-cia una y otra vez. Los ejemplos abundan.

    Recientemente en México, se registró el intento de tergiversación o confrontación entre las verdades

    histórica, jurídica y oficial en el caso de los 43 normalistas des-aparecidos en Iguala cuando, el 27 de enero del 2015 el ex titular de la Procuraduría Ge-neral de la República aludió a “la verdad histórica” como sali-da a la responsabilidad corres-pondiente al tema.

    Tiempo antes, el papel del vocero del ex presiden-te Vicente Fox, podría en cierto sentido ser con-siderado como un antecedente de la posverdad sin ser, en modo alguno, comparable a cualquier intento por inducir una mentira intencionada sólo para salir airoso de una exposición ante la pren-sa. En su libro La Comunicación Presidencial en México2, el autor –recordado por la frase “lo que quiso decir el presidente”– explica que cuando el ex presidente Fox se refirió, por ejemplo, a “las lavadoras de dos patas” o “el trabajo que ni los negros quieren hacer” en Estados Unidos, lo hacía intencionalmente con una estrategia de comunica-ción en la cabeza; fueron estas, a mi parecer, una forma de expresión básica, coloquial o simplista distante del deseo de confundir a la sociedad con una afirmación sin sustento en la realidad.

    Preguntémonos pues cuál deberá ser hoy el método ideal y el papel del comunicador en una época digital de alto consumo de tecnología

    Director ejecutivo de The Aspen Institute México / México

    Adalberto Palma

    CUANDO EL FUTURO NOS ALCANZA, EL PASADO YA NO DA Y DONDE Descartes PUEDE SER UNA REFERENCIA1

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    1 Apoyo editorial de Cesar Rojas Belaunde. 2 La Comunicación Presidencial en México, Instituto de Investigaciones Sociales y el gobierno de Coahuila.

  • “La radio está más cerca de la gente” fue el lema de una antigua publicidad radial cuando la televi-sión empezaba su inevitable auge y se pretendía que el oyente del campo y el obrero puede que no tuvieran tiempo de ver televisión, pero siempre podrían contar con una radio a transistores en sus bolsillos para obtener la diaria información no-ticiosa. El avance tecnológico que ha puesto las señales informativas, desde el papel a las ondas electromagnéticas, ha ido de la mano con una evolución de la estructura de la información mis-ma desde lo factual a la búsqueda de la empatía emocional con el destinatario de la información.

    Contar un hecho hoy ya no es suficiente, es ahora imprescindible involucrar con el mismo al destina-tario de la información para que con un simple clic deje constancia de su “endoso” con la misma y sea capaz, como nunca antes, de extender una opinión o una nueva información, que regresará al mercado –verdad o mentira– para competir con la información elaborada periodísticamente.

    A lo anterior es necesario agregar que la exigen-cia para trasmitir se ha vuelto superlativa por la calidad exigida en el menor tiempo posible para adelantarse a la competencia y obtener la mayor cantidad de respuestas antes que otra trasmisión similar.

    El periodismo tiene, pues, un sinfín de competido-res empezando por sus similares, pasando por la propia tecnología que le ayuda a trasmitir y cul-minando en el destinatario de la información que, de facto, puede lograr una sintonía mayor que el más acucioso de los medios de comunicación for-males.

    Preguntémonos pues cuál deberá ser hoy el méto-do ideal y el papel del comunicador en una época digital de alto consumo de tecnología, poco tiem-po para el análisis y una masiva competencia en la producción de información noticiosa y con la “inmediatez” como referencia.

    Recurrir a la filosofía y las referencias históricas podría no ser en vano. René Descartes en sus 12 Reglas para la Dirección de la Mente3 podría ser una referencia útil –¿imprescindible?– en toda re-dacción periodística, para evitar perderse en los inevitables como interminables vericuetos de la tecnología y la exigencia emocional del lector en los tiempos actuales.

    En su primera regla señala que el fin de los estu-dios es proveer a la mente de una dirección firme que permita formular juicios sólidos y veraces so-bre los temas bajo análisis. En la segunda regla sugiere ocuparse estrictamente de aquellos temas en los que tengamos la competencia de conocer su certeza fuera de toda duda en lo que respecta

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    3 12 Reglas Para La Dirección De La Mente De René Descartes. http://www.cs.buap.mx/~agarces/descargas/ReglasDM

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    a los temas considerados. La tercera regla reco-mienda dedicar los esfuerzos a aquellos en los que podamos opinar con claridad, evidencia y certeza de la misma manera en que se adquiere el cono-cimiento científico.

    La cuarta y quinta regla apuntan a la necesidad del método adecuado para la investigación de la verdad de las cosas, empezando por el análisis de lo simple a lo complejo, tratando siempre (regla número seis) de reducir lo complicado a conceptos simples poniendo el debido orden en la investiga-ción, para luego abarcarlas y enumerarlas metódi-camente de acuerdo a la regla número 7.

    La octava regla propone no pasar por encima de lo que no se comprende sino detenerse en tal cuestión hasta lograr su comprensión cabal para no realizar un trabajo superfluo. Y la novena regla sugiere trabajar metódicamente desde lo que es menos importante y más fácil hasta que hayamos adquirido el hábito de ver la verdad por intuición de una manera distinta y clara.

    Para ganar en sagacidad, dice la regla 10, que es necesario ejercitarse en lo que ha sido ya tra-bajado por otros y en recorrer las artes u oficios que suponen el fortalecimiento en las habilidades propias. Después, dice la siguiente regla, que a fin de tornar más cierto nuestro conocimiento, es útil recorrer las conclusiones una a una, y en su conjunto también, incluso concibiendo de manera distinta varias de ellas a la vez, si fuera posible.

    Finalmente recomienda la regla doce que es preci-so servirse de todas las ayudas del entendimiento, de la imaginación, de los sentidos y de la memoria para tener una intuición distinta de las proposicio-nes simples, o para establecer entre las cosas que uno busca y las que ya conoce una vinculación adecuada que permita reconocerlas mejor.

    Descartes conoció la imprenta en sus inicios, pero no así la radio, la televisión, ni la era digital en que se trasmite sin cesar la información actual. Sus reglas, sin embargo, trascienden los avances tecnológicos porque acertó al suponer que el que tenía que perfeccionarse siempre era el hombre en cualquiera de los roles asignados en los extremos de la información, como emisor o receptor.

    Tiempo de recurrir al pasado no obstante los retos que el presente ha diseñado y que el futuro de la comunicación no permite prever dónde y cómo se reconciliará la emoción con la verdad.

    A fin de tornar más cierto nuestro conocimiento, es útil recorrer las conclusiones una a una, y en su conjunto también

  • Por si no tuviera el ejercicio del periodismo suficientes amena-zas a las que enfrentarse, en un momento en que empieza a caminar por una senda poco conocida, la que marcan las nuevas tecnologías en constan-te cambio en un mundo globa-lizado, también en la comuni-cación y cuyos límites, si es que existen, estarían aún por descu-brir, la información se enfrenta ahora a un fenómeno creciente que ha sido piadosamente nombrado con un evi-dente eufemismo: la posverdad.

    Estamos hablando de la mentira por más que elija-mos términos anglosajones para describir lo que en castellano tiene multitud de equivalentes precisos que se resumen en la palabra apuntada al comien-zo de esta frase.

    La multiplicación de noticias falsas es un hecho que amenaza muy seriamente la salud de los siste-mas democráticos tal y como los hemos conocido hasta hoy, y frente al que los profesionales hones-tos de la información se sienten impotentes, y en realidad lo son. Porque la verdad incontestable es que los medios de comunicación tradicionales han perdido crédito para la mayor parte de la pobla-ción, que ha sustituido la confianza que antes de-positaba en esos medios por una fe, casi infinita,

    en la información que le llega a través de las redes sociales.

    Y es explicable esta inclinación entusiasta y entregada del ciu-dadano hacia la nueva mane-ra de comunicarse y de recibir información porque prescinde de los intermediarios, que eran hasta ahora los periódicos o las televisiones, y lo entronizan a él como dueño y también autor de su propio ámbito informativo.

    Pero precisamente ahí está el problema, en que los servidores como Facebook envían a cada uno aquella información que responde a sus necesida-des y a su interés, de manera que el sujeto vive definitivamente inmerso en una campana, o una burbuja de la que no necesita, y en realidad no puede, salir. En ese ámbito todos los datos y las co-municaciones que recibe están destinados a refor-zar sus aficiones, sus intereses y sus opiniones. La exposición a ideas contrarias a su propia posición sobre cualquier asunto considerado de interés ge-neral, no existe porque, o esas ideas no aparecen en su burbuja, o lo hacen para ser desacreditadas.

    Los ciudadanos pasan a formar parte, así, de gru-pos compactos e impermeables.

    La exposición a ideas contrarias a su propia posición sobre cualquier asunto considerado de interés general, no existe porque, o esas ideas no aparecen en su burbuja, o lo hacen para ser desacreditadas

    Presidenta de la Asociación de la Prensa de Madrid / España

    Victoria Prego

    BURBUJAS informativas

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    Esto en sí es grave en la medida en que se produce una atomización de infinitas burbujas autorreferen-ciales, monolíticas y en las que no tienen cabida las opiniones divergentes.

    En ese mundo atomizado que se hace fuerte so-bre sí mismo anida, por el contrario, una inmensa debilidad porque es el perfecto caldo de cultivo para la difusión de las noticias falsas –lo que ahora se llama posverdad–, que no tienen necesidad de confrontarse con una realidad que desmontaría su mentira porque el receptor de la falsedad la asu-me como cierta en la medida en la que refuerza sus opiniones o sus convicciones, y la reenvía a aquellos con los que comparte su particular bur-buja. Eso significa que son miles de millones las noticias falsas circulando por el mundo a velocidad formidable, a caballo de las redes sociales, sin que sea posible desmontar con una mínima eficacia las supercherías. Y aunque el fenómeno tiene tantos años como el desarrollo de las plataformas digi-tales, ha sido, recientemente con el desarrollo de la campaña presidencial en EE. UU. y la victoria de Donald Trump, cuando el problema ha pasado a primera fila de la conciencia de una parte de la opinión pública occidental.

    Es verdad que se han desarrollado con éxito, en los últimos años, proyectos de verificación de hechos, lo que en el mundo anglosajón recibe el nombre de fact-checking, pero mientras ese esfuerzo no sea in-corporado por las grandes compañías como Goo-gle o Facebook, la batalla contra la viralización de las mentiras o de las medias verdades no producirá efectos sociales con una mínima relevancia. Y eso es así porque la actividad de los periodistas dedi-cados a la verificación de hechos se circunscribe, todavía, a un consumo muy reducido, fundamen-talmente de las élites, y no del gran público.

    Mientras no haya una implicación masiva de lucha contra la manipulación interesada de las poblacio-nes, a base de presentar como ciertas informacio-nes falsas que tienen en su mayor parte el objetivo de dirigir a la ciudadanía hacia una dirección o unas posiciones determinadas, el periodismo es-tará muy seriamente amenazado y, en la medida en que lo esté el periodismo, lo estará también la salud de las democracias occidentales. Es decir, el mundo libre.

    La actividad de los periodistas dedicados a la verificación de hechos se circunscribe, todavía, a un consumo muy reducido, fundamentalmente de las élites, y no del gran público

  • Apelos emocionais e que mo-bilizam crenças pessoais são mais eficazes para conquistar a opinião pública do que fatos objetivos. Este é o significado de post-truth (pós-verdade), a palavra emblemática do ano de 2016, de acordo com o Oxford Dictionaries.

    Mas o que é realmente novo nesta definição? O enfoque sobre as pessoas assimilarem conteú-dos a partir de um processo de memorização e percepção seletivas, de acordo com seu repertório de convicções, está presente nas teorias de comu-nicação que buscaram, no século passado, des-vendar os caminhos da persuasão.

    A psicanálise demonstrou o poder dos aspectos subjetivos e inconscientes nas ações dos indiví-duos. Mal entendidos também são frequentes na trajetória científica de teorias políticas, econômi-cas, sociais e seu confronto com a realidade social repleta de releituras e reinterpretações das certe-zas produzidas pelo conhecimento objetivo.

    Na política brasileira, há uma antológica frase, cuja autoria é atribuída a várias raposas minei-ras (Antônio Carlos de Andrade, José Maria Alk-min, Gustavo Capanema, Tancredo Neves) que diz: “em política, o que importa é a versão, não o fato”.

    Embora não seja exatamente uma nova descoberta o concei-to de pós-verdade foi revigo-rado a partir da explosão de informações geradas ou repro-duzidas na web. O fenômeno produz sinais de alerta inquie-tantes. Nas mídias sociais, a

    ausência de uma instância para estabelece filtros, separar o joio do trigo e colocar em perspectiva visões distintas, cria um quadro propício para não acreditar em nada do que o outro diz, e se agarrar em sua própria convicção.

    As novas tecnologias conectam núcleos familiares, amigos, grupos de discussões. Neste território – em que Facebook e Whatsapp são os principais vetores – descobrimos crenças, pensamentos e va-lores que referenciam pessoas e comunidades, se-jam próximas ou distantes, inclusive parentes lon-gínquos. Estabelecemos cumplicidade e memes esbanjam humor e irreverência. Mas surpresas e decepções se materializam também neste espaço. Discussões acirradas e ácidas são corriqueiras. Laços são desfeitos. Só mesmo os espíritos pacien-tes e imbuídos de avançado grau de tolerância conseguem se deliciar. O irreversível contexto da pós-verdade atropela um espaço que poderia fa-vorecer a convivência e o diálogo.

    Na era da pós-verdade, pródiga de acontecimen-tos marcantes como a saída da Grã-Bretanha da União Europeia e a disputada campanha eleitoral

    O conceito de pós-verdade foi revigorado a partir da explosão de informações geradas ou reproduzidas na web

    Vice-presidente da ABCPública / Brasil

    Armando Medeiros

    OS PERIGOS DA INDIFERENÇA À verdade

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  • norte-americana, fica claro que guerrilheiros da “verdade” e guerrilheiros da “mentira” – ambos alternando posições – prosperam em contextos altamente inflamáveis e radicalizados. A disputa entre aqueles que gritaram “é golpe” e aqueles que gritaram “é constitucional”, no Brasil, durante a queda de Dilma Rousseff, cristalizam a ideia de um mundo movido a paixões e crenças. Onde a verdade não é mais necessária.

    O fenômeno remete à pergunta de como o jorna-lismo, ou a imprensa, convive com novos tempos, extremamente polarizados, além de caracterizados por audiências fragmentadas e dispersas. O cenário brasileiro pré-impeachment da presi-dente Dilma Rousseff e a trajetória de Trump rumo ao cargo de presidente dos Estados Unidos – re-vela realidades distintas nas quais o novelo con-trovertido da pós-verdade envolveu fontes oficiais e a imprensa.

    No Brasil, durante o processo de impeachment (fenômeno claramente recheado de verdades al-ternativas), as promessas de um futuro radiante, sobretudo na economia, alardeados pelos anti-dilmistas, foram endossadas com baixo grau de questionamento por significativa parte da mídia brasileira. A então presidente pouco investiu nes-ta disputa de narrativas e suas reações mais con-tundentes no campo da comunicação ocorreram somente no mês de março de 2016, três meses após o acolhimento do pedido de impeachment na Câmara dos Deputados.

    Se a então presidente brasileira jamais colocou o dedo em riste em direção à imprensa, postu-ra oposta tem sido adotada pelo atual presidente norte-americano.

    Nos EUA, para sustentar sua narrativa, o candi-dato e hoje titular da Casa Branca disparou du-ras críticas sobre o comportamento da imprensa. Trump, conhecido por disseminar crenças e abor-dagens extremistas, utiliza amplamente as redes sociais, um ambiente onde a checagem tem crité-rios frouxos. E é exatamente nas redes sociais que o presidente e seu núcleo duro ecoam, aos qua-tro cantos, o que ele próprio dissemina como sua “verdade”: “a imprensa é mentirosa”. As tensões chegaram ao ponto de o próprio Trump declarar os jornalistas como as espécies mais desonestas do planeta.

    Em ambos os casos, a disputa crucial é quem tem poder para é estabelecer a “verdade” numa era de (pós) verdade. É uma realidade na qual os emissores de notícias – na concepção de apurar, checar, ouvir diferentes vozes – não são mais facil-mente identificáveis.

    Os novos capítulos na equação comunicativa Es-tado, Imprensa e Cidadãos talvez sejam caracteri-zados pela apropriação do burburinho digital das redes sociais e de escancaradas lutas em torno da “verdade” (brigas com a imprensa).

    Para o jornalismo a pós-verdade significa ameaça e oportunidade.

    Em um primeiro momento, o jornalismo sai en-fraquecido neste cenário no qual “todo mundo” é produtor de conteúdo e cujo imperativo é com-partilhar nas redes sociais imediatamente. Ler a íntegra de um post raramente é a prática. Verifi-car a credibilidade da fonte, questionar o teor ou levantar dúvidas, são comportamentos ignorados. O importante é dar um clique e transmitir man-chetes que, via de regra, apontam culpados, criam

    O desafio determinante é a capacidade do jornalismo de enfraquecer os construtores interessados em meia-verdades, ou falsidades inteiras

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  • bodes expiatórios e oferecem soluções rasas para temas complexos.

    Mas em um segundo momento, com tantas infor-mações desencontradas, espera-se o triunfo da apuração rigorosa sobre as inconsistências do re-lato. O exercício trivial de checar a veracidade da informação – na concepção do jornalismo como um bem social e serviço ao público - poderá res-taurar o papel do jornalismo como fonte confiável de informação, mesmo que num modelo adapta-do aos novos tempos, em que a multiplicação e emissão dos fatos estejam sob a égide das novas redes. O desafio determinante é a capacidade do jornalismo de enfraquecer os construtores interes-sados em meia-verdades, ou falsidades inteiras.

    Para o jornalismo retomar seu referencial de ver-dade circunstancial é necessário investimento, ino-vação, equipes estruturadas. O quadro atual é de uma indústria em crise financeira e de identidade, cuja redução de custos se faz à custa de demis-sões que fragilizam as esperanças do surgimento de combatentes da pós-verdade. Ao contrário, o que assistimos hoje, inclusive no noticiário televi-sivo, é um jornalismo debilitado que acaba por jogar mais gasolina no território incendiado das paixões e crenças.

    Seja como for, o momento de separar o joio do trigo abre a oportunidade de desmontar ardis de spin doctores, ou de interesses políticos e ideoló-gicos, dispersos no anonimato das redes. Existem atores ávidos para estimular crenças radicais, cul-tivar preconceitos e posições extremas que são abraçadas com fervor, principalmente nas redes onde os haters, trollers, portais fakes ou páginas especializadas em boatos se proliferam. Sem falar que muitos ainda gozam do anonimato.

    Nas conjunturas polarizadas, quando a maioria da sociedade fica à mercê de agentes cuja habili-dade é criar cortinas de fumaça e manipular infor-mações, vale pensar em mecanismos de proteção

    social. É necessário avançar em regulações que possam punir os inventores de mentiras e meias-verdades.

    Apresentar convicções com base em desinfor-mações pode ser compreensível, mas oferece ris-cos. Quando ninguém acredita mais que exista uma verdade, ou algo aproximado, quando o que vale é simplesmente acreditar na sua própria ra-zão, parece que a verdade está sendo abolida ou expulsa da convivência social.

    As consequências sociais deste contexto são in-quietantes. Na política, o enfraquecimento da noção e do valor da verdade é um perigo para a sociedade. O roteiro previsível aponta o acirra-mento da intolerância e o estímulo ao totalitaris-mo.

    A pós-verdade pode custar caro.

    Bibliografia:ALMEIDA. Rodrigo de. À sombra do poder: bastidores da crise que derrubou Dilma Rousseff. São Paulo: Leya, 2016.GIANNETTI. Eduardo. O Mercado das Crenças. São Paulo, Cia. das Letras, 2003.MARCONDES. Ciro. Sociedade Tecnológica. São Paulo, Scipione. 1994.

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  • Hablar de posverdad está de moda. Como todo lo que lle-ga a estarlo, sin embargo, la posverdad no es más que una reelaboración de algo que ya existía. Es un odre nuevo, que acaso quiere parecer contem-poráneo –“posmoderno”–, para un vino tan viejo como la opi-nión pública. Uno de esos tér-minos que los especialistas de tal o cual espacio del saber humano se inventan para hacer sonar más esotérica su jerga y, por con-siguiente, más exclusivo su conocimiento. “Espíritus que enturbian el agua para que parezca más pro-funda”, como los llamaba Nietzsche.

    El Diccionario de Oxford consagró el término pos-verdad como la palabra del año del 2016, afir-mando que se usa para referirse a “las circunstan-cias en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública, que los llama-mientos a la emoción y a la creencia personal”. Pues bien, siguiendo a esta prestigiosa institución, resulta bien difícil pensar que con esta palabra los estudiosos de la política han descubierto un nue-vo planeta dentro de su galaxia. No es por gusto que ahí donde nació la democracia y, por lo tanto, la relevancia de lo que pudiese pensar el público (por muy restringidamente que este se entendiera), quienes se dedicaban a enseñar el arte de hablar en las plazas –los sofistas– llegaron a ser también

    conocidos como “embaucado-res”.

    Decir, como lo decía hace poco un sesudo artículo de The Eco-nomist, que la diferencia entre la política de la posverdad y la de la simple mentira es que en la segunda “la verdad no es falsificada o discutida, sino de secundaria importancia”,

    porque de lo que se trata con ella es de “reforzar prejuicios”, da una impresión de distinción sofisti-cada pero no es en realidad más que palabreo sin fondo. No ha habido populista en la historia de la humanidad –y, nuevamente, populistas registrados los hay desde Grecia– para el que la verdad no sea “de secundaria importancia” y “reforzar prejui-cios”, la base del éxito.

    El componente emocional, por otra parte, tampo-co es nada nuevo: para “reforzar prejuicios” pocas cosas han sido más eficientes y practicadas que manipular emociones.

    Creo, pues, que Alex Grijelmo está en la dirección correcta cuando escribe que “podemos pregun-tarnos sobre todo si posverdad no formará par-te de lo que la propia palabra denuncia, si no estará desplazando a vocablos más indignantes, como ‘mentira’, ‘ estafa’, ‘bulo’, ‘falsedad’. A lo que me atrevería a agregar que no sólo podemos

    El componente emocional, por otra parte, tampoco es nada nuevo: para “reforzar prejuicios” pocas cosas han sido más eficientes y practicadas que manipular emociones

    Director periodístico del diario El Comercio / Perú

    Fernando Berckemeyer

    LA MENTIRA DE LA posverdad

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    preguntárnoslo, sino que también podemos res-pondérnoslo.

    Dicho eso, sí pienso que nuestra época tiene una peculiaridad que ha hecho que los populistas y las mentiras de siempre posean hoy una potencia de fuego mayor a las de otros tiempos. Las redes sociales han dado un megáfono y una audiencia en el debate público a millones de personas que antes podían participar del mismo sólo dentro de los alcances limitados de sus casas, trabajos y ba-rrios. Personas que hoy pueden ponerse en contac-to en tiempo real con todos los que piensan –o no piensan– de la misma forma que ellos, y crear una verdadera “tendencia” de opinión que cambie el rumbo del debate público.

    Desde la perspectiva más pesimista, podría decirse con Umberto Eco que la web y las redes socia-les le han dado “derecho de hablar a legiones de idiotas” donde antes no tenían voz. No obstante, autorizado como es, este punto de vista no deja de ser eminentemente elitista. Después de todo, la sofisticación intelectual no va siempre de la mano de la sabiduría, y viceversa. Puede que sean más susceptibles en términos generales a los “argu-mentos” emocionales, pero las grandes masas no tienen, ni de lejos, el monopolio de los prejuicios, en la misma forma en que las élites carecen, por mucho, del de la lucidez. Algo significa que demo-rase muy poco que las declaraciones del profesor Eco se volvieran virales en las mismas redes socia-les a las que se referían.

    Sea como fuere, una cosa es clara frente al ar-tificioso concepto de posverdad: como todas las modas, pasará. Y cuando se haya ido volveremos a hablar todos de la mentira en el espacio públi-co. No habremos avanzado mucho en el interme-dio, pero al menos habremos librado al tema de la capa de misterio con la que este pretencioso término lo ha cubierto y Nietzsche, en algún lugar, podrá sonreír aliviado.

    Sea como fuere, una cosa es clara frente al artificioso concepto de posverdad: como todas las modas, pasará

  • ¿Qué alcance discursivo cabe atribuir a la irrupción en los debates actuales del término “posverdad”? Ensayar una res-puesta, por aproximada que sea, obliga a transitar por el territorio de los matices. A este respecto, convendría empezar puntualizando que quienes celebran la presunta novedad teórica de la posverdad lo que en reali-dad sostienen es que, al haber quedado obsoleta, según ellos, la noción clásica de verdad, su caída ha arrastrado a la que suele ser considerada su ineludible pareja: la mentira, que habría dejado de constituir algo condenable per se para pasar a ser relativizada ella también.

    La puntualización resulta fundamental no solo para interpretar adecuadamente los términos en discusión, sino también para entender de manera correcta el diferente eco que está teniendo el de-bate, en cuanto tal, según el contexto en el que se plantee. Porque, empezando por lo último, no es casualidad que donde más alboroto ha provocado este cuestionamiento de la verdad sea en los am-bientes culturales norteamericanos, donde, debido al enorme peso que en ellos ha tenido secularmen-te la tradición puritana (George Steiner ha dejado escritas en Pasión intacta luminosas páginas sobre este asunto), la mentira es considerada algo de todo punto inaceptable, tanto en la esfera pública como en la privada. Parece claro, en cambio, que en nuestra cultura –católica, por simplificar– no

    tienden a plantearse las cosas de idéntica manera. Así, es un hecho que el mismo comporta-miento –pongamos por caso, un engaño en el ámbito más íntimo–, que en el mundo an-glosajón expulsa a su protago-nista de la vida pública, entre

    nosotros sea juzgado con enorme benevolencia y reciba un reproche social francamente menor.

    Ahora bien, señaladas las diferencias contextua-les, conviene entrar en el detalle del contenido de los términos en disputa. Probablemente, los apo-logetas de la posverdad se hayan beneficiado, de manera torticera, de un elemento crítico que, debi-damente utilizado, no debería generarnos mayores problemas. La crítica a determinados usos “rígidos” de la verdad sin duda resultó saludable en su mo-mento en muchos contextos. Así, lo que funciona en la esfera del conocimiento científico-positivo no puede ser trasladado, y menos mecánicamente, a cualesquiera otras esferas. A fin de cuentas, La Verdad –absoluta y con mayúsculas– hace tiempo que quedó identificada con el dogmatismo. Frente a ella, apenas nadie pone en discusión que –por poner solo un ejemplo– en el ámbito de la cultura resulta tan ineludible como conveniente introducir la adecuada dosis de relativismo.

    Pero extrapolar este necesario punto de escepti-cismo anti-dogmático para convertirlo en una negación absoluta de la posibilidad de ponernos

    La mentira es considerada algo de todo punto inaceptable, tanto en la esfera pública como en la privada

    Catedrático de Filosofía de la Universidad de Barcelona / España

    Manuel Cruz

    LA POSVERDAD: ENTRE LA falsedad Y EL engaño

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    de acuerdo sobre qué es verdadero y qué no lo es, qué es información y qué es mera opinión, qué es descripción fiel y qué mera interpretación, constituye una falacia de todo punto inadmisible. Una falacia que se basa en una confusión, la de pensar que en la esfera de lo científico la pareja de la verdad es la mentira, cuando en realidad ese lugar lo ocupa la falsedad. Los “errores” del científico no son mentiras, sino falsedades y, desde luego, no parece que nadie ponga en cuestión su estatuto de tales –¿o es que alguien consideraría una posverdad atendible el cuestionamiento de la caída de los graves?–. Por su parte, las mentiras se predican en el ámbito humano y se contraponen a la sinceridad. Si hubiera que enunciar esto de una manera rotunda, diríamos que “algo” es fal-so, mientras que “alguien” dice una mentira. Por formularlo aún más sintéticamente: mentira es ese error que depende del hablante –no se miente sin querer–.

    No rehuyamos de poner ejemplos: los datos utili-zados antes del referéndum por los partidarios del Brexit para convencer a los ciudadanos británicos de la conveniencia de abandonar la UE eran en sí mismos falsos, y además, mentira, desde el mo-mento en que eran difundidos por los primeros a sabiendas de su falsedad. Referirse a los mismos en términos de posverdad no deja de ser una for-ma de marear la perdiz, si se me permite la expre-sión coloquial. Pero, al propio tiempo, convendría desestimar un diseño que no dejara más opción que la de plan-tear el asunto en el terreno o bien de lo científico, o bien de lo moral –el uno tan incuestionable, el otro tan resbaladizo–. Frente a tal disyuntiva, tal vez resulte oportuno introducir la hipótesis de que el valor último por defender no es la verdad, ni la sinceridad; el valor último es la comunicación en el espacio público, en la perspectiva de de-batir democráticamente acerca de aquello que a todos concierne. En este horizonte se han de en-marcar cualesquiera propuestas teórico-políticas,

    posverdad incluida. De ahí que valga la pena intentar atinar con una formulación lo más pon-derada posible, que evite vernos arrastrados por tajantes, y a menudo confusas, dicotomías como las que hemos venido comentando hasta aquí –por no hablar ahora del recentísimo concepto de alternative facts, acuñado por Kellyanne Conway, consejera de la presidencia del ejecutivo de Do-nald Trump–.

    Quizá el hecho de plantear las cosas en términos de posverdad, lejos de clarificar nada, cumpla con sus provocadoras resonancias –a medio camino entre la epistemología y la moral–, la función de apartar nuestra atención de aquello que más im-porta, que no es otra cosa que el imperativo con el que tendría que regirse el debate público. Dé-jenme que lo diga así para terminar: no debería resultar admisible, bajo ningún concepto, y de nin-guna forma, llamar a engaño a los ciudadanos en la esfera pública.

    Una falacia que se basa en una confusión, la de pensar que en la esfera de lo científico la pareja de la verdad es la mentira, cuando en realidad ese lugar lo ocupa la falsedad

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    En lo transcurrido del 2017 es evidente que la confrontación armada entre el Gobierno co-lombiano y las Fuerzas Arma-das Revolucionarias de Colom-bia (FARC) ha llegado a su fin. Cerca de seis mil guerrilleros se han movilizado hacia los sitios de concentración y, próximamente, se dará inicio al proceso de deja-ción de armas. Al mismo tiempo, el Congreso se ocupa de una agenda legislativa diseñada para poner en marcha el contenido de los acuerdos. Esta incluye una ley de amnistía, los mecanismos de justicia transicional y las garantías para la parti-cipación política de los excombatientes, entre otros aspectos.

    Hace apenas cuatro meses, a pesar de que el Go-bierno y las FARC habían logrado cerrar cuatro años de negociaciones, la implementación de la paz parecía incierta después de que el 50,22 % de quienes votaron en el plebiscito del 2 de octubre le dijera no a los acuerdos de La Habana. ¿Por qué los colombianos rechazaron un acuerdo que pone fin a 50 años de guerra?

    La opinión de los colombianos sobre “la paz” es multidimensional y compleja. La encuesta del Ba-rómetro de las Américas que hace el Observatorio de la Democracia de la Universidad de los Andes muestra que, desde 2004, cerca del 60 % de los co-lombianos apoya una solución negociada al con-flicto. Desde este punto de vista, los resultados del

    plebiscito serían sorprendentes. No obstante, según la versión de 2016 de este estudio, ape-nas el 40 % de los encuestados apoyó el acuerdo logrado entre Gobierno y las FARC. Si se trata de la participación en política

    de los excombatientes menos del 20 % la acepta. En síntesis, los colombianos ven con buenos ojos la idea de una negociación para resolver el conflicto, pero les cuesta mucho aceptar algún tipo de con-cesión que beneficie a las FARC. Para el Gobierno colombiano no era fácil “vender” un acuerdo que es visto por muchos ciudadanos como extremada-mente generoso con los insurgentes.

    A la dificultad de “vender” el acuerdo, se sumó un ambiente político polarizado. En 2010, Juan Manuel Santos ganó las elecciones con una plata-forma que suponía continuar la política de mano dura contra las guerrillas de Álvaro Uribe. Una vez en la presidencia, Santos cambió el rumbo de su Gobierno al anunciar los primeros acercamientos con las FARC, decisión que no fue bien recibida por Uribe, quien ya en 2012 lideraba una fuer-te oposición a la política de paz del Gobierno. El distanciamiento entre Santos y Uribe condujo a un proceso de polarización de las élites que tuvo re-percusiones en la opinión pública. Desde 2012, entre los simpatizantes del expresidente, la con-fianza en las instituciones políticas se desplomó, lo mismo que su apoyo a una salida negociada al conflicto. Para el 2016, 5 de cada 10 “uribistas”

    ¿Por qué los colombianos rechazaron un acuerdo que pone fin a 50 años de guerra?

    Codirector del Observatorio de la Democracia de la Universidad de los Andes / Colombia

    Miguel García Sánchez

    ENTENDIENDO EL “NO” AL acuerdo de paz EN COLOMBIA

  • apoyaban una salida negociada al conflicto. En contraste, 8 de cada 10 “no uribistas” favorecían esta alternativa. Si a la oposición de Uribe se suma la enorme popularidad del primero y el poco ca-risma del segundo, es fácil entender cómo el lide-razgo del expresidente llevó a muchos votantes a rechazar el acuerdo.

    Finalmente, la campaña por el “no” logró activar el miedo al acuerdo. Mientras los promotores del “sí” trataron de difundir los principales componen-tes de un acuerdo largo y complicado, los parti-darios del “no” fueron muy hábiles promoviendo el miedo al acuerdo. En un país en el que menos del 10 % de los ciudadanos votaría por un candi-dato de las FARC, la campaña del “no” convenció a muchos de que el acuerdo pavimentaría la ruta a un inminente cambio de régimen. Además de anunciar la llegada del “castro-chavismo” a Co-lombia, los opositores al acuerdo fueron hábiles en difundir mentiras o verdades a medias. La justicia transicional fue presentada como total impunidad; a los pensionados les dijeron, falsamente, que la paz se financiaría con un impuesto a sus mesadas; a los trabajadores les vendieron la idea, también mentirosa, de que de los excombatientes recibirían un sueldo superior al salario mínimo. En un país en el que buena parte de la ciudadanía no vive la guerra, la campaña del “no” logró convencer a muchos de que los costes de la paz serían mayores que los de continuar el conflicto.

    A la luz de esta reflexión, lo realmente memorable es que un presidente impopular haya logrado con-vencer a la mitad de los colombianos de los bene-ficios de pactar un acuerdo de paz con una orga-nización en la que apenas el 6 % de la población confía. El escollo del plebiscito fue superado y los acuerdos están siendo implementados. Es probable que el apoyo a la paz con las FARC aumente a medida que los ciudadanos vean que los elevados costes de la paz no son tales. Sin embargo, dada la enorme influencia de Uribe sobre la opinión, mientras se siga oponiendo a “la paz de Santos” el futuro del acuerdo seguirá siendo incierto. Las elec-ciones presidenciales de 2018 se presagian como un segundo plebiscito sobre los acuerdos de paz.

    Las elecciones presidenciales de 2018 se presagian como un segundo plebiscito sobre los acuerdos de paz

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    Aunque la mentira se vista de posverdad, mentira se que-da. Hemos decidido, como sociedad, sucumbir al mundo orwelliano. Aceptamos que el neolenguaje se imponga con el uso de conceptos que no hacen más que esconder una realidad muy poco atractiva. Aceptamos ser controlados por millones de pantallas que nos observan cada día. Aceptamos, día a día, dejar de ocupar nuestro lugar en la defensa de sociedades libres y democráticas. Lo hacemos sin darnos cuenta. Endulzando la realidad con conceptos que actúan como el placebo de un trending topic. La posver-dad no es más que el reino de la mentira.

    La posverdad no es un fenómeno nuevo. Ni mu-cho menos. A lo que hoy llamamos posverdad, en otras décadas lo llamábamos propaganda. La creación de realidades alternativas bajo el man-do del control de los medios de comunicación. Realidades alternativas que no se basan en los hechos, sino en las emociones. Realidades alter-nativas que se basan en la percepción, no en el dato. La diferencia con otras épocas es que hoy tenemos a nuestro alcance herramientas de doble filo. Por un lado, nos permiten tener acceso a las fuentes de información necesarias para señalar y combatir la mentira. Y a la vez, dan un impulso jamás visto a la mentira, que corre como la pól-

    vora y permanece en la super-ficie durante años. Es a la vez posible e imposible.

    Pero no todo es culpa de in-ternet. Internet no es más que un canal. Una herramienta. El lugar en el que ocurre. Es el uso de los que quieren crear esa realidad alternativa lo que debemos poner en el centro

    de la pista. Lo que debemos analizar es por qué dejamos que los que quieren construir su reali-dad a base de mentiras lo puedan hacer. Lo que debemos discernir es cómo podemos usar todas las herramientas a nuestro alcance para que la verdad impere y podamos vivir en democracias fuertes. Y en ello, la comunicación tiene mucho que decir.

    Desde el ascenso de Donald Trump a la presiden-cia de los Estados Unidos una imagen sale como una seta en mi timeline de Facebook. Es un gráfico muy sencillo con los logotipos de los principales medios en ese país, organizados según su fiabi-lidad y según su espectro ideológico. Esa imagen que aparece de forma intermitente en los muros de millones de personas cada día no hace más que recordarnos que el día en el que nos rendi-mos en tener una mejor educación, perdimos esta guerra sin ni siquiera presentarnos en el campo de batalla.

    Lo que debemos discernir es cómo podemos usar todas las herramientas a nuestro alcance para que la verdad impere y podamos vivir en democracias fuertes

    Director de comunicación de Change.org en España / España

    Albert Medrán

    EN EL REINO DE LA POSVERDAD, LA irrelevancia ES EL castigo

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    Nuestras sociedades siguen sin ofrecer mejores herramientas educativas para discernir la verdad de la mentira. Vivimos en sociedades con niveles de lectura ínfimos, con programas educativos aco-sados por los recortes y en los que lo online ape-nas ha entrado en el aula. Si no nos educamos, somos vulnerables a la mentira. Podemos estar alfabetizados, pero seremos unos ignorantes. Las condiciones perfectas para que el virus de la men-tira se propague.

    Hemos dejado de confiar en las instituciones, en la política, en las empresas. Los ratios de confianza en lo que antes era casi sacrosanto no han hecho más que bajar a lo largo de la última década. So-mos vulnerables a la mentira y no confiamos en los que son objeto de esos ataques. Si antes una institución tenía el beneficio de la duda, hoy otros se benefician de ella.

    Tenemos, pues, un caldo de cultivo que solo puede hacernos daño. A las instituciones, a los gobier-nos, a las empresas… a nuestras sociedades en su conjunto. Y la estrategia de respuesta ante esta amenaza no puede venir de la tradición. No se puede luchar contra la posverdad con una nota de prensa. Ni con un artículo en Expansión. Esta guerra se juega en la red. Los tanques no sirven.

    Esta guerra se libra en sus espacios. Hay que ata-car a la mentira allí dónde se produce. No esperar que la acción en otros campos permita llegar a todos aquellos que ya la creyeron a pies juntillas. Ya no hay tiempo para valorar si estar o no estar presente en la red es una buena o mala decisión. Ya no hay tiempo para creer si tal o cual red so-cial es buena o no para un interlocutor. La mentira viaja a una velocidad pasmosa y la batalla debe librarse en el mismo campo.

    Esta guerra precisa de una nueva cultura de la res-puesta. Las instituciones deben de perder el miedo de una vez por todas a relacionarse con los ciuda-danos. Las empresas deben entender que la mejor

    manera de incrementar las ventas es relacionarse con sus clientes. Cuando una mentira puede afec-tar a la reputación, y por ende, a la confianza que las personas tienen en una institución o empresa, es imperativo responder. En Change.org vemos diariamente, como plataforma, el uso que hacen muchas personas para iniciar peticiones a institu-ciones y a empresas. No gestionar esas peticiones y decidir no responder en el lugar en el que se pone en entredicho a la propia institución es un suicidio. Tenemos las herramientas para respon-der. No podemos escudarnos en artillería comuni-cativa del siglo XX.

    Debemos hablar como personas normales a per-sonas normales. Hablar allí donde están las perso-nas que hablan de nosotros. Debatir con emoción lo que dice la razón. Si no, las instituciones sobre las que se sustentan nuestras democracias corren el riesgo de ser irrelevantes. Ese es el gran riesgo de la posverdad. Ser tan atacados y estar tan des-conectados que las instituciones y empresas pasen a ser irrelevantes. Que su realidad alternativa ba-sada en la mentira pase a ser la alternativa a la realidad.

    Esta guerra precisa de una nueva cultura de la respuesta. Las instituciones deben de perder el miedo de una vez por todas a relacionarse con los ciudadanos

  • Nunca antes los seres humanos han tenido tanta información, a tan fácil alcance, ni las socie-dades han estado tan interco-nectadas. Todo esto ha ocurri-do a una velocidad en la que las generaciones actuales de edad media –40/50 años– han sido testigos de la más grande revolución tecnológica de la humanidad. Se dice rápido, pero la reflexión sobre ello es limitada.

    El mundo está ante una capacidad de aprovecha-miento práctico del conocimiento científico impen-sada hace un par de décadas. La imaginación ha sido la chispa que enciende el motor de realizacio-nes transformadoras.

    Sin análisis y reflexión, los más grandes avances se pueden convertir en enormes desastres. Una de las expresiones más elevadas de la utilización de la imaginación como fuente de innovación y crea-tividad, en el siglo XX, fue Walt Disney: “Si puedes soñarlo, puedes hacerlo”. En su mundo mágico hay una atracción, de las más antiguas y continúa abierta: “Carousel of Progress” que, según dicen los biógrafos de Walt Disney, era su favorita.

    En este carrusel se representa la vida de una fami-lia estadounidense a lo largo del siglo XX y cómo los cambios tecnológicos han transmutado la con-vivencia familiar, para llegar a la actualidad y dejar

    a la audiencia ante la duda de si los maravillosos avances y la automatización de la vida son realmente provechosos o un desastre. Cada cual se forma su propia opinión a la salida.

    Ante el mismo dilema estamos en los tiempos del Internet, re-

    des sociales, información en tiempo real y dispo-sitivos que nos permiten –u obligan– a estar co-nectados permanentemente, con la diferencia de que no hay una estación en la que nos podamos bajar de este mundo que, además de dinámico, es invasivo.

    Si como individuos tenemos poco espacio para discernir o meditar sobre lo influyentes que son es-tas nuevas realidades en nuestras vidas, como so-ciedades mucho menos. Qué difícil es, como co-lectividad, reflexionar sobre lo que racionalmente tiene sentido frente a los componentes emotivos en los que una imagen o un meme, ya no solo valen más que mil palabras, sino que hacen imposible que se produzcan razonamientos o se lleguen a leer, antes de que una “opinión general” esté for-mada.

    En 2016, durante el plebiscito que consultó al pueblo colombiano los acuerdos de paz, una de las conclusiones a las que arribé fue que Colom-bia no tuvo un debate real, a pesar de los múltiples

    La polarización y la incapacidad de escuchar la opinión del otro, llevan a un estadio en el que la opinión pública no se forma, sino se deforma

    Presidente del Grupo Editorial El Siglo & La Estrella de Panamá / Panamá

    Eduardo A. Quirós

    FAKE NEWS VS PERIODISMO LIBRE E independiente

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    e interesantes argumentos de cada sector. Cuando acudí a observar la consulta popular quedé bajo la impresión, de manera figurada, de que los del SÍ estaban en AM, los del NO en FM y no se en-contraban en un terreno común para una discu-sión fructífera.

    Colombia o Brexit son solo ejemplos del con-trasentido de sociedades hiperconectadas y con amplia interacción comunicacional, pero que, al mismo tiempo, la polarización y la incapacidad de escuchar la opinión del otro, llevan a un estadio en el que la opinión pública no se forma, sino se deforma.

    En medio de este tipo de escenarios impactan las famosas fake news. En otros tiempos, tal vez, las llamaríamos rumores, sátiras o hasta propaganda. Lo que sí tienen es un fuerte impacto, principal-mente por la masiva divulgación y por encontrar audiencias fértiles que las aceptan sin contrastar. La fuerza del rumor o bulo estaba en la credibili-dad de quien lo propalaba. Hoy, esa fuerza está en lo fácil y masivamente que se distribuyen y en el deseo de quienes los reciben de creerlos. Tanto así, que el reconocido creador de noticias falsas, Paul Horner, dijo: “Creo que Donald Trump está en la Casa Blanca por mi culpa” y, en Estados Unidos, no pocos analistas le dan un valor determinante en la pasada contienda electoral.

    Vale traer a cuento que la mayoría de las noticias falsas no tienen una génesis ideológica, política o proselitista. Después, su distribución es otra cosa, pero su origen es mayoritariamente crematístico. La reveladora investigación del periodista Sa-manth Subramanian dejó al descubierto el caso del chico en Veles, ciudad en Macedonia, que con dos sitios web pro-Trump llegó a cobrar 4 mil dólares mensuales con publicidad en línea, tipo AdSense de Google. The Guardian reveló que en Veles, de 55 mil habitantes, se llegaron a registrar más de 100 sitios web pro-Trump, con contenidos sensacionalistas. Cuando Subramanian entrevistó

    al chico macedonio detectó que no tenía ningún interés en si Donald Trump ganaba o perdía, todo lo que quería era ganar dinero.

    Ante esta situación, se requiere que sigan existien-do medios de comunicación comprometidos con el papel responsable que les corresponde desem-peñar en las sociedades democráticas para que el ciudadano pueda contrastar la veracidad de la in-formación y encontrar espacios de expresión. Tam-bién, es cierto que los medios requieren autocrítica y elevar los códigos que aseguren la confianza y credibilidad de sus audiencias.

    La realidad es compleja y apabullante. Los avances tecnológicos puestos al servicio de la humanidad exigen reflexión. Si a esa realidad le agregamos, ahora sí, los intereses que se benefician con la mentira, manipulación, demagogia y populismo, al ciudadano le quedan pocas herramientas para defenderse y proteger la democracia. La principal, como en otras ocasiones en la historia, es la liber-tad asociada al ejercicio de un periodismo libre e independiente. Si se preserva esta libertad, las demás estarán salvaguardadas.

    Se requiere que sigan existiendo medios de comunicación comprometidos con el papel responsable que les corresponde desempeñar en las sociedades democráticas

  • La misma idea de la posverdad quizás puede, a simple vista, resultar una moda efímera tras la elección por parte del Dic-cionario Oxford como la pala-bra más relevante de 2016. Sin embargo tras ese concepto se esconden cambios profundos que ponen en jaque la propia idea de sociedad, pues si la humanidad caminó durante siglos en busca de la “verdad”, ahora apunta a relativizarla.

    Una de las transformaciones más importantes de la humanidad fue el paso de las religiones poli-teístas a las monoteístas. En la tradición greco-romana se adoraba un sinfín de dioses que pro-tegían cada actividad humana. El surgimiento del cristianismo fue un organizador del sentido colec-tivo, generando referencias “verdaderas”, donde la Iglesia pasa a ser central en la regulación de la vida social e íntima de las personas, produ-ciendo una relativa estabilidad en la generación de verdad. Sin embargo, a partir del siglo XVI se comenzará a generar una alternativa: Copérnico, Descartes y Darwin entre muchos otros producirán un nuevo régimen de verdad: la ciencia, despla-zando a la creencia como explicación de los he-chos naturales.

    Las “revoluciones burguesas” llevan al fin de las monarquías absolutas, y al surgimiento de los es-tados nacionales, con la aparición de dos nuevas fuentes de “verdades”: la jurídica y la estadística.

    También florecen nuevos acto-res: la burocracia, el sistema político, la opinión pública, y el periodismo. La opinión pú-blica será el espacio social de legitimación de la verdad so-cialmente aceptada.

    A partir de las últimas décadas del siglo XX se comienza a producir un cambio radical en las sociedades contemporáneas. La caída del Muro de Berlín y el bloque soviético marcan el fin de un mundo divido en dos bloques antagónicos. Luego, la revolución de las tecnologías info-comunicacionales basadas en Internet, aceleran los tiempos de un mundo que se globaliza a una velocidad sin precedentes. Los medios de comu-nicación se multiplican, tanto como los soportes que transportan un cúmulo información incesante y discordante.

    Sin embargo, y como paradoja, lejos de confor-marse nuevos valores globales, los sujetos viran hacia la individuación y la búsqueda de la reali-zación personal. Uno de los virajes que marcan el terreno de este cambio es el pasaje de la religión a la espiritualidad. Mientras que las religiones solían sostener un cuerpo doctrinario rígido, las nuevas formas de espiritualidad son flexibles, fomentando el “vivir el presente”, movilizando sentimientos y emociones que instan a la “auto-realización”, a la satisfacción instantánea, al “verse bien” como paso imprescindible al “sentirse bien”.

    Si la humanidad caminó durante siglos en busca de la “verdad”, ahora apunta a relativizarla

    Sociólogo, analista político y consultor / Argentina

    Carlos De Angelis

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    ASCENSO DE LA POSVERDAD O CÓMO construir dioses A MEDIDA

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    La contrapartida de la individuación es la renun-cia a sentirse parte de una comunidad, surgien-do una creciente apatía por la cosa pública. En cambio las personas tienden a involucrarse emo-cionalmente en redes sociales por afinid