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    EPILOGOWirklich, ieh lebe in linsteren Zeiten!Das arglose Wort is tOricht. Eine glutte StirnDcutet auf Unempfindlichkeit hin. Del' l.achendeHal die furchtbare NachrichtNur noeh nicht empfungen.

    BERTOLT BRECHT, 1937-1938 IPor primera vez Ius decadas precedentes fueron consideradascomo un pe rlodo l argo y ca si de o ro de avunce const ant e e i nin -

    terrumpido. Asf como segun Hegel s610comenzamos a compren-der un perfodo cuando se baja e l tel6n (Ia lechuza de Minervas610despliega sus alas a lacalda de la tarde), apanentemente s610podemos rcconocer los rIIsgospositivos cuando iniciamos un pc-dodo posterior, cuyos aspectos problemillicosdeseamos subrayarestableciendo un fuerte contrastecon 10que ocurri6 antes.

    ALBERT O. HIRSCHMAN, 19862

    Si se hubiera mencionado la palabra cauistrofe entre los miernbros de lasclases medias europeas antes de 1913, 10habrfa sido casi con toda seguridaden relac i6n can unode los pocos acontec imientos dramat icos en los que sevieron implicados los hombres y mujeres en el curso de una vida larga y engeneral tranquila: par ejemplo, el incendio del Karltheater en Viena en 1881durante la representaci6n de los Cuentos de Hoffmann de Offenbach en elque murieron casi 1.500 personas, 0 el hundimiento del Titanic, con un mi-mero de vfctimas similar. Las catastrofes mucho mas graves que afectan a lasvidas de los pobres -como el terremoto de Messina de 1908, mucho masgrave y al que se ha prestado menos atenci6n que a los movimientos stsrni-cos de San Francisco (1905) - Y los riesgos permanentes para la v ida y lasalud que siempre han rodeado la existencia de las c1ases trabajadoras toda-via Ilaman rnenos la atenci6n de la opini6n publica.Podemos afi rrnar con toda seguridad que despues de 1914 esa pala brasugerfa otras calamidades mas graves incluso para aquellos que menos las

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    L A ER A DEI. IM PER IO . IK 7S -llJI4 EPiLOGO 31 9

    xufrieron en xu vidapersonal. La primera guerra mundial no result6 ser Losultimos dias de fa humanidad, como afirmo Karl Kraus en su cuasidrama dedenuncia. pero nadieque viviera una vida adulta antes y despues de 1914-1918en ~ualqllier lugar de Europa. y en muchas zonas del mundo no europeo ,pod ia dejar de darse cuenta de que los t iempos habfan cambiado de formadecisiva,

    81carnbio mas evidente e inmediato era que ahora la historia del mundopurecla proceder mediante una serie de sacudidas sfsmicas y cataclismos hu-manos. A nadie podia haberle parecido menos real Inidea de progreso y decambio continuo que a los que vivieron dos guerras rnundiales: dos estalli-dos revolucionarios globules despues de cada una de las guerras; un perfodode descolonizacion general. en cierta medida revolucionaria: dos episodios deexpulsiones de pueblos que cuhninaron en genocidio, y como mfnirno'unacrisis econ6mica Ian dura como para despertar serias dudas sobre el futurode aquellos sectores del capitalismo que no habian desaparecido por 'efectode la re~oluci6n. Fueron unas sacudidas que afectaron -8 continentes y parsesmuy alejados de la zona de guerra y de conflicto polftico europeo. Una per-sona nacida en 1900 habrfa experimentado todos esos acontecimientos direc-tamente 0 a traves de los medios de cornunicacion de masas que los hacfana~ce~i,blesde forma inmedial~, an~es de que hubiera lIegado a la edad de ju-bilacion, Y,desde luego, la historia iba a seguir desarrollandose a traves deun proceso de sacudidas violentas.Antes de 1914 , practicamente las unicas cantidades que se medfan en rni-llones, aparte de laastrononua, eran las poblaciones de los palses, los datosde produccion, el comercio y las ftnanzas. Desde 1914 nos hemos acostum-brado a utilizar esas magnitudes para referirnos al mimero de vfctimas: lasbajas producidas incluso en conflictos localizados (Espana, Corea, Vietnam)-en los conflictos mas importantes las bajas se calculan por decenas de rni-llones=-, el numero delos que se vefan obligados a la emigraci6n forzosa 0?I exilio (griegos. alemanes, musulmanes del subcontinente indio, kulaks),incluso el numero de los que eran rnasacrados en un acto de genocidio (arrne-nios, judios), por no hablar de los que morfan como consecuencia del ham-bre y de.las epidemias. Como es~s magnitudes humanas escapan a un regis-

    1':0 precise 0 eluden lacornprension de la mente humana. son objeto de unVIVO debate. Pero los debates giran en torno 8 si son mas 0 menos mil/ones.E~as.cif~a.sstron6micas ta.mpoco pueden explicarse por complete, y menosa.unjustificarse, por el rapido crecimiento de la poblaci6n mundial en estesig lo . La mayor par te de las veces se han dado enzonas que no experi rnen-taban un crecimiento exagerado.

    Las hecatombes de esta magnitud eran inimaginables en el siglo XIX, ylas que ocurrlan tenfan lugar en el mundo de atraso y barbarie que quedabafuera del progreso y de la civilizacion moderna y sin duda estaban desti-nadas a ceder ante el progreso universal, aunque desigual. Las atrocidadesdel Congo y el Amazonas, modestas por comparacion con 10que ocurreen la actual idad, causaron una tremenda impresi6n en la era del imperio

    --como 10 atestigua la obra de Joseph Conrad EI corauin de las tinieblas=-porque parecfan una regresi6n del hombre civilizado a la barbarie. La situa-c ion a laque nos hemos acosturnbrado , en la que la tor tu ra forma parte unavez mas de los metodos policiales en unos parses que se enorgul lecen de sunivel cfvico, no s610 habrfa repugnado profundamente a la opinion polftica,sino que habrfa sidoconsiderada, con razon, como un retorno a la barbarieque iba en contra de cualquier tendencia historica de desarrollo observabledesde mediados del siglo XVII I .Desde 1914, la catastrofe masiva y los rnetodos salvajes pasaron a ser unaspecto pleno y esperado del mundo civilizado, basta el punto de que enmas-cararon los procesos constantes y sorprendentes de la tecnologfa y de la ca-pacidad humana para producir, incluso el innegable perfeccionamiento de laorganizacion social humana ocurridos en muchas partes del mundo, hasta quefueron imposibles de ignorar durante el gran salto hacia adelante de la eco-norma mundial en el tercer cuarto del siglo xx. POI'10 que hace a la mejoramaterial del conjunto de Ia hurnanidad, sin mencionar la comprensi6n hurna-na y el control sobre la naturaleza, los argumentos para considerar el siglo xxcomo un perfodo de progreso son todavla mas c1aros que los que existen conrespecto al siglo XIX. En efecto, aunque se contaban pOI'millones los europeosque rnorfan y que se vefan obligados a huir, 10cierto es que los supervivien-tes eran cada vez mas numerosos, mas altos, mas sanos y mas longevos. Lamayor parte de ellos vivfan en mejores condiciones. Pero son evidentes lasrazones que nos han impulsado a no considerar nuestra historia como unaepoca de progreso. Aunque el progreso del siglo xx es innegable, las predic-ciones no apuntan hacia una evoluci6n positiva continuada, sino a la posibi-l idad, e inc luso la inminencia , de una catastrofe : ot ra guerra mundia l masmortffera, un desastre ecologico, una tecnologla cuyos triunfos pueden hacerque el mundo sea inhabitable por la especie humana, 0 cualquier otra for-ma que pueda adoptar la pesadilla. La experiencia de nuestro siglo nos ha en-sefiado a vivir en la expectativa del apocalipsis.Pero para los miembros cultos y confortables del mundo burgues que vi-vieron esa era de catastrofe y convulsion social, no parecfa tratarse, antetodo, de uncataclismo fortuito, una especie de huracan global que devastabaimparcialmente todo 10que encontraba en su camino. Parecla estar dirigidoespecfficamente a su orden social, politico y moral. Su consecuencia proba-ble, que el liberalismo burgues era incapaz de impedir, era la revoluci6n so-cial de las masas. En Europa, la guerra no produjo solo el colapso 0 la crisis

    de todos los estados y regfmenes al este del Rin y aloeste de los Alpes, s inotambien el primer regimen que inici6 la labor, de forma deliberada y siste-matica, de convertir ese colapso en el derrocamiento global del capitalismo,la destruccion de la burguesfa y el establecimiento de una sociedad socialis-taoFue este e l reg imen bolchevique, que accedi6 al poder en Rusia t ras e lhundimiento del zarismo. Como hemos visto, los movimientos de masas delproletariado que sustentaban ese objetivo teorico existfan ya en la mayor par-te del mundo desarrollado, aunque en los pafses parlarnentarios los politicos

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    340 LA ERA DEL IMPERIO, 1875- 1914habfan lIegado a laconclusi6n de que no constitufan una amenaza real parael statu quo, Pero la combinacion de la guerra, el colapso y la Revoluci6nrusa hicieron que ese peligro pasara a ser inmediato y casi abrurnador,EIpeligro del bolchevisrno domina no s610 la historia de los aftos in-mediatamente posteriores a la Revolucion rusa de 1917. sino toda la historiadel mundo desde esa fecha. Incluso durante mucho tiempo ha prestado a loscontlictos internacionales la apariencia de una guerra civil ideol6gica. En laspostrimerfas del siglo xx domina todavfa la retorica de la confrontaci6n delas superpotencias, al menos unilateral mente. aunque desde luego el analisismas superficial de la situaci6n del mundo del deeenio de 1980 muestra queeste no encaja en laimagen de una gran revoluci6n global que esta a puntode terminar con 1 0 que se llama en lajerga internacional las economfas demercado desarrolladas, y menos aun en lade una revoluci6n orquestada des-de un solo punto con el objetivo de construir un unico sistema socialista mo-nolftico decidido a no coexistir con el capitalismo 0 incapaz de hacerlo. Lahistoria del mundo desde la primera guerra mundial tomo forma a la sombrade Lenin, imaginaria 0 real , de la misma manera que la histor ia del mundooccidental del siglo XIX tom6 forma a la sombra de la Revoluei6n francesa.En ambos casos , acab6 de apartarse de esa sombra, aunque no completa-mente. Asf como todavfa en 1914 los politicos especulaban sobre si la situa-ci6n de los anos anter iores a 1914recreaba lade 1848, en la decada de 1980el derrocamiento de un regimen cualquiera en alguna parte de Occidente 0del tercer mundo despierta esperanzas 0 temores del poder marx ista ,EI mundo no se transform6 en un universo socialista, aunque eso parecfaposible en )917-1920, e incluso inevitable a largo plazo, nosolo para Lenin,sino. al menos durante cierto tiernpo, para aquellos que representaban y go-bernaban los regfmenes burgueses. Durante algunos meses, incluso los capi-talistas europeos, 0 al menos sus portavoces inteleetuales y sus administra-dores, parecian resignados a la eutanasia, al verse frente a unos movimientosobreros socialistas que se habfan fortalecido extraordinariamente desde J 914Yque en algunos pafsescomo Alemania y Austria constitufan las unices fuer-zas organizadas y capaees potencial mente 'de sustentar lin estado, que habianquedado en pie tras el hundimiento de los viejos regfrnenes, Cualquier cosaera mejor que el bolchevismo, incluso la abdicaci6n pacffica. Los prolonga-dos debates que se desarrollaron, sobre todo en 1919. respecto al grado enque las economfas tenfanque ser socializadas, sobre la forma en que debfanser socializadas y sobre 10que habfa que conceder a los nuevos poderes delos proletariados no eran simplemente rnaniobras tacticas para ganar tiempo.S610resultaron haber sido eso cuando el perfodo de peligro grave para el sis-tema. real 0 imaginario, result6 ser tan breve que despues de todo no fue ne-cesario realizar ningiin cambio drastico.Retrospectivamente podemos concluir que la alarrna era exagerada. EImomento de revoluci6n mundial potencial s61Qdej6 tras de sf un regimen co-rnunista en un pals extraordinariamente debilitado y atrasado cuyo principalactivo era su gran extension y sus grandes recursos, que 10habrfan de con-

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    EP[LOGO 34 1vertir en una superpotencia politica. Dej6 tambien tras de sfel importante po-tencial de una revoluci6n antiirnperialista, modernizadora y campesina, enese momento fundamental mente en Asia, que reconocia sus afinidades con laRevoluci6n rusa y, asirnismo, aquellas fracciones de los movimientos socia-l istas y obreros ahora divididos, que unieron su suerte a lade Lenin. En lospafses industriales. esos movimientos comunistas constituyeron una minorfade los movimientos obreros hasta la segunda guerra mundial. Como el futuroiba a demostrar, las econornfas y sociedades de las econornfas de mercadodesarrolladas eran muy resistentes. De no haberlo sido, no habrfan supera-do sin una revoluci6n social los treinta anos de tempestades hist6ricas quepodrfan haber hecho naufragar otros navlos menos s6lidos. En el siglo xx sehan producido muchas revoluciones sociales y tal vez haya otras antes de quetermine, pero las sociedades industriales desarrolladas se han visto mas in-munes que las otras a esas revoluciones, salvo cuando la revoluci6n se ha pro-ducido en elias como consecuencia de la derrota 0 la conquista miiitar.En definitiva, la revolucion ha dejado en pie los principales bastiones delcapitalismo mundial, aunque durante un tiempo incluso sus defensores pensa-ron que estaban a punto de derrumbarse, EI viejo orden eonsigui6 superar eldesaffo. Pero 10hizo=tenta que hacerlo- convirtiendose en algo muy dife-rente de 10que habfa sido antes de 1914. En efecto, despues de 1914, ellibe-ralismo burgues, enfrentado con 10que un destacado historiador liberal lIam6la crisis mundial (Elie Halevy), se sentfa perplejo. Podia abdicar 0 desapa-reeer. Alternativarnente, podfa asimilarse a algo como los partidos socialde-m6cratas no bolcheviques, no revolucionarios y reformistas que surgieronen la Europa occidental despues de 1917como garantes principales de la con-tinuidad social y polftica y,en consecuencia, pasaron de partidos de oposici6na partidos de gobierno potencial 0 real. En resumen, el Iiberalismo burguespodia' desaparecer 0 haeerse irreconocible. Pero de ninguna manera podiarnantenerse en pie en su antigua forma.EI italiano Giovanni Giolitti (1842-1928) (vease supra, pp. 97, 107 Y 112)constituye un ejemplo del primero de esos destines. Como hemos visto, ha-bia conseguido manejar con exito la polftica italiana de los primeros anosdel decenio de 1900: conciliando y apaciguando a la c1ase obrera, cornpran-do apoyos politicos. negociando, haciendo concesiones y evitando enfrenta-mientos. Pero esas tacticas fracasaron por completo en la situaci6n social re-volucionaria que conoci6 ese pafs en el perfodo de posguerra. La estabilidadde la sociedad burguesa fue restablecida por las bandas armadas de nacio-nalistas y fascistas de clase media. que libraban literal mente una guerra declases contra el movimiento obrero, incapaz de haeer una revoluci6n. Los po-lfticos (Iiberales) les apoyaron, con la esperanza de poder integrarlos en sus istema. En 1922, los fascistas ocuparon el gobierno, tras de 10cual la de-mocracia, el Parlamento, los partidos y los viejos politicos liberales fueroneliminados, EI caso italiano no fue mas que uno entre otros muchos. Entre1920 y 1939los sistemas democraticos parlamentarios desaparecieron prac-ticamente de la mayor parte de los estados europeos, tanto comunistas como

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    344Sin embargo, el mundo de finales del s iglo xx est Ii todavfamodel ado porla centuria burguesa y en especial por la era del impero, que ha s ide el temade este volumen. Modelado en el sentido literal. Por ejemplo, los mecanis-mos financieros mundiales que constituirfan el marco internacional para eldesarrollo global del tercer cuarto de este siglo se establecieron a mediadosdel decenio de 1940 por par te de unos hombres que eran yaadultos en 1914y que estaban totalmente dominados por la experiencia de la desintegraei6nde la era del imperio durante los veinticinco anos anteriores. Los iiltimos es-tadistas 0 Ifderes importantes internacionales que eran adultos en 1914 mu-

    r ieron en la decada de 1970 (por ejemplo, Mao, Tito , Franco, De Gaulle) .Pero, 10 que es mas s ignificativo, el mundo actual fue modelado por 10 quepodrfamos denominar el paisaje his t6rico que dejaron tras de sf la era delimperio y su hundimiento. ,EI elemento mas evidente de ese legado es la division del mundo en pal-ses socialistas (0 pafses que afirman serlo) y e l resto. La sombra de KarlMarx se extiende sobre una tereera parte de la especie humana como conse-euencia de los acontecimientos que hemos tratado de esbozar en los capftu-los 3, 5 Y 12. Con independencia de las predicciones que pudieran haberseestablecido sobre el futuro de la masa continental que se extiende desde losmares de China hasta el centro de Alemania , ademas de a lgunas zonas deAfrica y del continente americano, es indudable que los regfmenes que afir-man haber cumpJido los pron6sticos de Karl Marx no podrfan haber cumpli-mentado el futuro previsto para ellos hasta la aparici6n de los movimientosobreros socialistas de masas, cuyo ejemplo e ideologfa habfan inspirado a suvez los movimientos revolucionarios de las regiones atrasadas y dependien-tes 0 coloniales.Un legado igualmente evidente es la misma globalizaci6n del modelo po-lftico mundiaI. Si las Naciones Unidas de finales del siglo xx contienen unaimportante mayorfa numerics de estados de 10 que se ha dado en lIamar ter-cer mundo (por cierto, estados alejados de las potencias occidentales) ellose debe a que son las re1iquias de la divis i6n del mundo entre las potenciasimperialistas en la era del imperio. Asf, la deseolonizaci6n del imperio. fran-ces ha producido una veintena de nuevos estados; la del imperio britanico,muchos mas ,y, al menos en Africa (que en el momento deescribir este l ibroesta formada por mas de cincuenta estados nominal mente independientes ysoberanos), todos ellos reproducen las fronteras establecidas por la conquis-ta y por lanegociaci6n inter imperialista. Una vez mas, de no haber side porlos acontecimientos de ese perfodo,no cabrfa haber esperado que a finales de

    esta centuria la mayor par te deellos uti lizaran el ingles y elfrances en el go-bierno y en los estratos sociales mas cultos,Una herencia de la era del imperio menos evidente esque todos esos es-tados pueden ser calificados, y a menudo se califican a sfmismos, como na-clones. Ello se debe no solo a que, como he intentado poner de rel ieve, laideologfa de nacion y nacionalismo, producto europeo del siglo XIX,podia ser utilizada como una ideologfa de liberacion colonial y fue importada

    EPfLOGOA ERA DEL IMPERIO. 18751914 345v.i~ola especie humana. Por primera vez desde la edad de piedra, la pobla-clan del mundo dejo de estar formada por individuos que vivfan de la agr i-cul!ura y la ganaderfa. En todas las par tes del globo, excepto ( todavfa) enel Africa subsahariana y el cuadrante meridional de Asia, los campesinos eranahora una rninorfa, y en los pafses desarrollados, una reducida minorfa. Esoocurrio en el lapso de una sola generaci6n. En consecuencia, el mundo -y nosolo los viejos pafses desarrollados- se urbanize, mientras que el desarro-lloeconornico, incJuyendo una gran industrlalizacion, se internacionalizo 0 re-distribuyo globalmente de una forma que habrfa resultado inconcebible antesde 1914. La tecnologfa contemporanea, gracias al motor de combustion in-lerna, al trans istor , la calculadora de bolsi llo, el omnipresente avi6n, sinmencionar la modesta bicicleta, ha penetrado en los rincones mas remotesdel.planeta, que son accesibles al comercio de una forma que muy pocos ha-bfan imaginado incluso en 1939.Las estructuras sociales, al menos en las so-ciedades desarrolladas del capitalismo occidental, se han visto sacudidas deforma extraordinaria, y entre elias tambien la familia y el hogar tradicionales.Podernos reconocer ahora de forma retrospectiva hasta que punto rnuchos delos elementos que hacian que funcionara la sociedad burguesa del siglo XIXfueron heredados e incorporados de un pasado que los mismos procesos de~ubdesan'ollo iban a destruir. Todo eso ha ocurrido en un perfodo de tiempoincrefblernente breve para los esquemas historicos +-dentro del perfodo queabarcan los recuerdos de los hombres y mujeres nacidos durante la segundaguerra mundial-, como producio del mas extraordinario y masivo boom deexpansi6n econ6mica mundial que nunca se haya producido. Una centuria des-pues del Manifiesto comunista de Marx y Engels, sOSpredicciones sobre losefectos econ6micos y sociales delcapitalismo parecfan haberse realizado, perono, a pesar de que una tercera parte de la humanidad estaba regida por sus dis-cfpulos, la desaparicion del capitalismo a manos del proletariado.Sin duda alguna, en este perfodo la sociedad burguesa decimononica ytodo 10 que a ella corresponde per tenecen a unpasado que nodetermina yael presente de forma inmediata, aunque, por supuesto, el siglo XIX y los afiospostreros del siglo XX forman parte del mismo largo perfodo de transforma-cion revolucionaria de lahumanidad -y de la naturaleza- cuyo caracter re-volucionario se apreci6 en el ultimo cuarto del siglo XVIII. Los historiadorespueden sefialar la extrafia coincidencia de que el gran boom del siglo xx seprodujo exactamente cien afios despues del gran boom de mediados del s i-gJo XIX (1850-1873, 1950-1973), Yen consecuencia, el perfodo de perturba-ciones econ6micas de finales del siglo XX , que se inici6 en 1973, comenz6

    exactamente cien anos despues de que se produjera la gran depresi6n con laque comenzaba este libro, Pero no existe una relaci6n entre esos hechos, amenos que alguien pueda descubrir un mecanismo cfclico del movimiento dela econornfa que pudiera producir esa clara repetici6n cronologica, y esoresulta altamente improbable. Pero la mayor parte de nosotros no deseamosni necesitamos remontarnos a 1880 para explrcar 10 que perturbaba el mun-do en los decenios de 1980 0 1990.

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    346 LA ERA DEL IMPERIO. 1875-1914por algunos miembros de las elites occidentalizadas de los pueblos colonia-les, s ino lambien al hecho de que, como se ha afirmado en el capftulo 6, elconcepto de estado-nacion en este perfodo se hizo accesible a gruposde c~alquier tamano que decidieran autodenominarse asf y no s610, comoconsideraban los pioneros del principio de nacionalidad de mediados delsiglo XIX, a los pueblos mas grandes 0 de tarnano medio. En efecto, la ma-yor par te de los estados que han aparecido en el mundo desde f inales del si-glo XIX (yque han recibido, desde el momenta en queejerciera el poder elpresidente Wilson, el estatus de naciones) eran de tamafio y/o poblaci6nmodestos y,desde el comienzo de la descolonizaci6n, muchas veces de ex-tensi6n muy reducida. * La herencia de la era del imperio esta todavfa prc-senr ,een la medida en que el nacionalismo ha ido mas aUa del v~ejomundodesarrollado, 0 en la medida en que la poUtica no europea se ha asimila-do al nacionalim o. _Esa herencia esta tambien presente en la transformaci6n de las relacionesfamiliares tradicionales occidentales y, sobre todo, en I I i emancipaci6n de Iamujer. Sin duda alguna, estas transformaciones se han producido a escala

    mucho mas amplia desde mediados de siglo, pero de hecho fue durante la eradel imperio cuando la nueva rnujer apareci6 por vez primera como un fe-n6meno importante y cuando los movimientos polfticos y sociales de masas,defensores, entre otras cosas, de la emancipaci6n de la mujer, se convirtieronen fuerzas polfticas, muy en especial los movimientos obreros y socialistas.Los movimientos feministas occidentales iniciaron una nueva fase muchomas dinamica en eldecenio de 1960, en granmedida tal vez como resultadode la participaci6n mucho mas numerosa de la mujer, sobre todo de la mujercasada, en el empleo remunerado fuera del hogar, pero fue tan s610una fasede un gran proceso historico cuyos inicios se remontan al perfodo que estu-diamos,

    Ademas , como se ha intentado deja r claro en este l ibro, la era del im-per io conoci6 el nacimiento de casi todos aquellos rasgos que son todavfacaracterIsticos de lasociedad urbana moderna de la cultura de masas, desdelas formas mas intemacionales de espectaculos deportivos hasta la prensa yel cine, IncJuso t ecnicament e los medios de comunicaci6n modemos no cons-tituyen innovaciones fundamentales, sino procesos que han permitido quesean accesibles universalmente las dos grandes innovaciones introducidasdurante la era del imperio: la reproducci6n mecan i ca del sonido y la fo-tografIa en movirn ien to . La era de Jacques Offenbach no tiene continuidadcon el presente comparable a la era de los j6venes Fox, Goldwyn, Zukor yLa voz de su amo,

    Doce de los estados africanos tenIan menos de 600.000 habitantes y dos de ellos menosde 100 .000 en los primeros a lios del decen io de 1980_

    EP[LOGO 347

    IIINo es diffcil descubrir otras formas en que nuestras vidas estan todavfaformadas por -0 son continuaciones de- el s iglo XIX en general y por laera del imperio en particular- Sin duda, cualquier lector podrfa alargar la lis-taoPero i,esesta la reflexion fundamental que sugiere la contemplaci6n de lahistoria del siglo XIX'! Todavfa es diffcil, si no imposible, contemplar desa-pasionadamente esa centuria que cre6 la historia mundial porque cre6 la eco-

    nomfa capitalista mundial moderna. Para los europeos posefa una especialcarga de emoci6n, porque, mas que ninguna otra, fue laera europea de la his -toria del mundo y,para los britanicos es un perfodo unico porque el ReinoUnido ocupaba el lugar central y'no 5610en el aspecto econ6mico. Para losnorteamericanos fue el siglo en que los Estados Unidos dejaron de ser partede la per ifer ia de Europa. Para-el res to de los pueblos del mundo fue la eraen que toda la his toria pasada, por muy larga y notable que pudiera ser, sedetuvo necesariamente. Lo que les ha ocurrido, 0 10que les han hecho, desde1914 esta implicito en 1 0 que les sucedi6 en el perfodo transcurrido desde laprimera revoluci6n industrial hasta 1914.Fue la centuria que transform6 el mundo, no mas de 10.que 1 0 ha hechonuestro propio siglo, aunque sf mas notablemente, por cuanto esa transform a-ci6n revolucionaria y continua era nueva hasta entonces. Mirando retrospec-tivamente, vemos aparecer subltamente esta centuria de la burguesfa y la re-volucion, como la armada de Nelson preparandose para la acci6n, como estaincluso en 1 0 que no vemos: la tripulaci6n que gobernaba los barcos, pobre,azotada y bo r rach a, a l imen t andose de algunos pedazos de pan consumidos porlos gusanos. Mirando retrospectivamente podemos reconocer a quienes hicie-ron esa centuria y cada vez m as a esas masas siempre en aumento que parti-ciparon en ella en el Occidente desarrollado, que sabfan que estaba destina-da a conseguir logros extraordinarios, y que pensaban que habra de resolvertodos los grandes problemas de la humanidad y superar todos los obstaculosen el camino de su soluci6n.En ninguna otra centuria han tenido los hombres y mujeres tan elevadasy ut6picas expectativas de vida en esta Tierra: lapaz universal, la cultura uni-versal a traves de una sola lengua, una ciencia que no 5610probarfa sino quer esponder ia a las cuestiones mas fundamentales del universo, la emancipa-ci6n de la muj er de su historia pasada, la emancipaci6n de toda la humani-dad mediante la emancipaci6n de los trabajadores, la liberaci6n sexual, unasociedad de abundancia, un mundo en el que cada uno contribuirfa segun suscapacidades y obtendrfa 1 0 que necesitara. Estos no eran s610suefios revolu-cionarios. EIprincipio de la utopfa a traves del progreso estaba inserto en elsiglo de una forma fundamental. Oscar Wilde no brorneaba cuando dijo queno mereda la pena tener ningiin mapa del mundo en el que no figurara Uto-pfa. Hablaba tanto para el comerciante Cobden como para el socialista ~o~-rier, para el presidente Grant como para Marx (que no rechazaba los objeti-

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    ., 348 LA ERA DEL IMPERIO, 1875 1914 J;' EPfLOGOvos utopicos, sino unicamenre los proyectos utopicos), para Saint-Simon.cuya utop ia del industrial ismo no puede atribu irse n i al capi ta lismo nial socialismo, porque ambos pueden reclamarla, Pero la novedad sobre las.utopias mas caracterfsticas del siglo XIX era que en el ias la histor ia no sedetendrfa.EI burgues confiaba en una era de permanente perfeccionamiento mate-rial, intelectual y moral a traves del progreso liberador; los proletarios, 0quienes consideraban que hablaban en su nombre, esperaban alcanzarla a tra-ves de la revo luci6n. Peroambos la esperaban, Y ambos la esperaban. no atraves de algiin automatisrno hist6rico, sino mediante el esfuerzo y la lucha.Los artistas que expresaban mas profundamente las aspiraciones culturales dela centuria burguesa y que se convirtieron, por asf decirlo, en las voces quearticulaban sus ideales, eran aquellos caueactuaban como Beethoven, consi-derado el genio que luchaba por alcanzar la victoria a traves de la Iucha, cuyarmisica superaba las fuerzas oscuras del destino, cuya sinfonfa coral culmi-naba en el triunfo del espfritu humano liberado. .Como hemps visto, en la era del imperio hubo voces -y eran cierta-mente profundas e inftuyentes entre las c1ases burguesas- que prevefan re-sul tados diferentes . Pero enconjun to y para la mayor par te de la gente deOccidente, e l perfodo parecia acercarse mas que ningun otro anterior ala promesa de la centuria, A su promesa liberal, mediante el perfecciona-miento material, laeducaci6n y la cultura; a su promesa revolucionaria, porla aparicion, la enorme fuerza y la perspectiva del triunfo futuro inevitablede los nuevos movimientos obreros y socialistas. Como este Iibro ha inten-tado mostrar, para algunos laera del imperio fue un perfodo de inquietudesy temores cada vez rnayores. Para la mayor parte de los hombres y mujeresen el mundo transformado por la burguesfa era, s in duda, una epoca de es-peranza,Podemos remontar nuestra mirada hacia esa esperanza. Todavfa podemoscompartirla, pero ya no sin escepticismo e incertidumbre. Hemos visto reali-zarse demasiadas promesas de utopfa sin producir los resultados esperados.iAcaso no vivimos en una epoca en que en los pafsesmas avanzados, las co-municaciones, medios de transporte y fuentes de energfa modernos han hechodesaparecer las diferencias entre el campo y la ciudad, resultado que en otrotiempo se pensaba que s610podiaconseguirse en una sociedad que hubiera re-sueIto practicamente todos sus problemas? Pero, desde luego, la nuestra no losha resuelto. EI siglo xx ha contemplado demasiados momentos de Iiberaci6ny exrasis social como para tener rnucha confianza en su permanencia. ExisteIugar para la esperanza, porque los seres humanos son animales que tienen es-peranza. Hay lugar incluso paragrandes esperanzas, pues, pese a las aparien-cias y prejuicios en contrario, los logros del siglo xx por 10que respecta alprogreso material e intelectual -mucho men,osen los campos de la moral yla cultura- son extraordinariamente impresionantes e innegables,i,Hay lugar todavfa para la mayor de todas las esperanzas, la de crear unmundo en el que unos hombres y mujeres fibres, liberados del temor y de las

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    nccesidades materiales, vivan una buena vidajuntos en una buena socied~d '?iPor que no? EI siglo XIX nos ensefio que el deseo de una sociedad perfectlno se ve satisfecho con undesignio predeterminado devida, ya sea mormO(1-owenita 0 cualquier otro, y cabe pensar incluso que si ese nuevo designio HV-biera de ser la forma del futuro, 110sabriamos si podrfamos determinar, en IHactualidad, como serfa, La funci6n de labusqueda de la sociedad pertecta r10consiste en detener la historia, sino en abr!r sus poslbilidades desconocidas eimposibles de conocer a todos los hombresy mujeres, En este sentido, por for-tuna para la especie humana, el camino ~a