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La esperanza que nos une Carta Pastoral a los campesinos de Chile Fecha: Viernes 01 de Julio de 1977 Pais: Chile Ciudad: Santiago Autor: Los Obispos de Chile Nos dirigimos a todos los campesinos del país a quienes saludamos en nombre de Jesucristo. Nos dirigimos de un modo especial a los campesinos cristianos, hijos de la Iglesia. A todos los que trabajan la tierra deseamos llevar una voz de aliento y esperanza. 1. UNA CRISIS DE ESPERANZA Durante muchos años los Obispos hemos visto caminar a los campesinos sin ninguna seguridad en sus esperanzas. Ustedes se han sentido utilizados por diversas ideologías, sufriendo la humillación de ser tratados como cosas y no como personas. Vemos el sufrimiento de tantas familias campesinas que trabajaron con esfuerzo y con amor la tierra. Hicieron todo lo que podían, pero al vender su producción vieron que el dinero obtenido no les permitió pagar sus compromisos y ahora están afligidas por no saber cómo seguir viviendo en forma digna y decente. Los precios de venta los han dejado endeudados y con pocas posibilidades de seguir trabajando la tierra y con menos posibilidades de educar a sus hijos. Vemos por una parte la alegría de las familias campesinas que han logrado quedar como dueños de la tierra; pero también vemos que por carecer de capitales y de asistencia técnica para trabajar sus predios corren peligro de perderlos. Sabemos lo que sufren algunos campesinos al tener deudas y cómo prefieren vender la tierra a mal precio para evitarlas. Percibimos la confusión de los campesinos que ven debilitadas sus organizaciones. Constatamos la falta de unión de los hombres del campo. Vemos la pobreza y las inseguridades, a veces causadas por la falta de trabajo, otras veces por la prepotencia del que tiene más poder; pero más allá de estas situaciones difíciles nos preocupa la crisis de esperanza en tantos hogares campesinos. La falta de esperanza trae consecuencias que afectan todas las relaciones humanas. Se produce la incomunicación entre padres e hijos. Surge el problema del licor y de los vicios que destruyen la vida familiar. Un hombre sin esperanza fácilmente es un hombre que se envilece y se disminuye como persona humana. Esta realidad nos parece más grave y de mayores consecuencias que todos los problemas concretos anteriormente enumerados. 2. LO QUE DIOS QUIERE Y LO QUE DIOS MALDICE Es necesario confrontar estas realidades con la voluntad de Dios. Los invitamos a leer la Sagrada Biblia que es la Palabra de Dios. Especialmente les pedimos meditar en sus palabras al comienzo de la historia, cuando fueron creados el hombre y la mujer.

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La esperanza que nos une

Carta Pastoral a los campesinos de Chile

Fecha: Viernes 01 de Julio de 1977Pais: ChileCiudad: SantiagoAutor: Los Obispos de Chile

Nos dirigimos a todos los campesinos del país a quienes saludamos en nombre de Jesucristo. Nos dirigimos de un modo especial a los campesinos cristianos, hijos de la Iglesia. A todos los que trabajan la tierra deseamos llevar una voz de aliento y esperanza.

1. UNA CRISIS DE ESPERANZA

Durante muchos años los Obispos hemos visto caminar a los campesinos sin ninguna seguridad en sus esperanzas. Ustedes se han sentido utilizados por diversas ideologías, sufriendo la humillación de ser tratados como cosas y no como personas.

Vemos el sufrimiento de tantas familias campesinas que trabajaron con esfuerzo y con amor la tierra. Hicieron todo lo que podían, pero al vender su producción vieron que el dinero obtenido no les permitió pagar sus compromisos y ahora están afligidas por no saber cómo seguir viviendo en forma digna y decente. Los precios de venta los han dejado endeudados y con pocas posibilidades de seguir trabajando la tierra y con menos posibilidades de educar a sus hijos.

Vemos por una parte la alegría de las familias campesinas que han logrado quedar como dueños de la tierra; pero también vemos que por carecer de capitales y de asistencia técnica para trabajar sus predios corren peligro de perderlos.

Sabemos lo que sufren algunos campesinos al tener deudas y cómo prefieren vender la tierra a mal precio para evitarlas.

Percibimos la confusión de los campesinos que ven debilitadas sus organizaciones. Constatamos la falta de unión de los hombres del campo. Vemos la pobreza y las inseguridades, a veces causadas por la falta de trabajo, otras veces por la prepotencia del que tiene más poder; pero más allá de estas situaciones difíciles nos preocupa la crisis de esperanza en tantos hogares campesinos.

La falta de esperanza trae consecuencias que afectan todas las relaciones humanas. Se produce la incomunicación entre padres e hijos. Surge el problema del licor y de los vicios que destruyen la vida familiar.

Un hombre sin esperanza fácilmente es un hombre que se envilece y se disminuye como persona humana.

Esta realidad nos parece más grave y de mayores consecuencias que todos los problemas concretos anteriormente enumerados.

2. LO QUE DIOS QUIERE Y LO QUE DIOS MALDICE

Es necesario confrontar estas realidades con la voluntad de Dios. Los invitamos a leer la Sagrada Biblia que es la Palabra de Dios. Especialmente les pedimos meditar en sus palabras al comienzo de la historia, cuando fueron creados el hombre y la mujer.

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Y Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, hombre y mujer los creó. Y los bendijo y les dijo: \'Creced y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla\'. Y dijo: \'Mirad, os entrego todas las yerbas sobre la faz de la tierra: todos los árboles y todos los animales les servirán de alimento\'. (Génesis 1,28 y 29).

Dios quiere hombres y mujeres que vivan en dignidad, en libertad. Dios no quiere que el hombre sea una cosa o un objeto que produce cosecha y que se usa o se explota.

En el plan de Dios el hombre debe crear condiciones de trabajo en que la tierra sea sometida a la inteligencia humana y que el hombre sea el señor de la tierra.

Los árboles, las yerbas del campo, los animales están al servicio del hombre; pero el verdadero dueño de la tierra es el Señor. Los campesinos y todos los hombres sólo son administradores de los bienes de Dios.

En la voluntad de Dios todo campesino tiene derecho a tener una familia en la cual los hijos puedan crecer y desarrollarse en forma verdadera. Dios quiere familias en donde la mujer sea una persona tratada con igual respeto que su marido. Dios quiere educación para los hijos. El Señor quiere para todos los campesinos una habitación digna, una casa propia y decente.

Sólo en esas condiciones, entendiendo al hombre como imagen de Dios, valorando las dignidades del trabajo, se hará realmente la voluntad divina y viviremos en una sociedad cristiana.

Esto es lo que pide Dios y éstos son los criterios del Evangelio.

Meditando en lo que Dios quiere, aparece rápidamente lo que Dios no puede bendecir.

Dios no puede bendecir que el hombre valga menos que el trabajo y que la dignidad humana sea pisoteada. El no puede bendecir que una familia viva hacinada en dos piezas. Dios no puede bendecir una sociedad en que el dinero y el poder valen más que los hombres. Buscar la ganancia a costa de la pobreza ajena va contra toda ley divina y serán malditos de Dios los que contribuyen a crear condiciones inhumanas e injustas.

Algunos piensan que vivimos en una sociedad poco humana, en una ley de la selva en que el león se come al cordero, en donde el poderoso suele aplastar al débil.

En las manos de Dios está el juicio de las naciones y de los hombres. El juzgará a cada cual según su grado de responsabilidad en la vida de un país, de una familia, de una persona.

Todo aquel que ayuda o favorece a crear una sociedad en la cual se compra, se usa y se bota a las personas, está pecando directamente contra Dios y en el juicio final recibirá el rechazo divino por no haber conocido el rostro de Cristo en el rostro de los hombres.

Si leemos con fe y con seriedad las palabras de San Mateo en el capítulo 25, podremos entender mejor lo que Dios bendice y lo que Él rechaza.

La Iglesia y todos los hombres de buena voluntad sufren al ver estas situaciones. A todos nos llama -autoridades, agricultores y campesinos- a unir los esfuerzos para superadas en bien de la dignidad, del progreso y de la paz social que el Señor, Dios y Padre, quiere para todos sus hijos.

3. ¿QUÉ PODEMOS HACER

Reflexionando la realidad y en lo que Dios quiere, los Obispos sugerimos:

a) La conversión del corazón

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Si el corazón está enfermo por el odio, por el orgullo, por la amargura, no se pueden superar las dificultades.

El primer paso necesario será la conversión del corazón hacia Dios. Será abrir el corazón al amor para dejamos invadir por la gracia y la bondad de Jesucristo.

Jesucristo puede transformar nuestro corazón y limpiarlo del egoísmo, del rencor y de la tristeza. Así lo hizo con tantos hombres y mujeres que supieron buscarlo con humildad.

Él nos lleva a mirar a cada persona con respeto y con cariño. El nos llama a superar el egoísmo que está escondido en nuestros corazones.

Jesucristo puede transformarnos para que seamos hermanos del vecino, del que no tiene trabajo y de todo aquel que sufre.

La conversión significará darle al dinero y al poder el lugar que les corresponde.

Tal vez estamos enfermos porque nuestro corazón está lejos de Dios y tenemos preocupaciones que no son las preocupaciones del Señor.

Existe mucho desaliento y desconfianza. Es necesario volver el corazón y la mente a los caminos de Dios, y esto es posible solamente por la conversión del corazón.

Si no estamos por una verdadera vuelta a Dios, al Evangelio de Jesucristo, será imposible mejorar la triste condición de tantas familias campesinas.

b) Trabajar por la Unidad

El campesinado, de hoy y de siempre, debe trabajar por la unidad. El individualista que quiere vivir sin pensar en los otros, corre la misma suerte de los suicidas.

La unidad se construye con esfuerzo, aprendiendo a escuchar, compartiendo. Por esta razón busquemos caminos para trabajar la tierra en sociedades, sean cooperativas o sean de otras formas, porque si bien es cierto que la situación favorece al agricultor poderoso, también el pequeño propietario, si se organiza, puede elevar sus condiciones de vida. Busquemos caminos de unidad entre las organizaciones campesinas, mirando los intereses de las personas por sobre los intereses subalternos.

Recientemente han sido publicadas y anunciadas nuevas disposiciones legales que otorgan bonificaciones para la asistencia técnica, para la contrtación de trabajadores y permite las medierías y el arrendamiento, medidas que podrían favorecer al pequeño propietario si éste sabe asumirlas uniéndose y trabajando en forma solidaria.

Si los campesinos están unidos, podrán trabajar mejor por la verdad, por la justicia.

Sólo al haber unidad es posible hacer respetar los derechos del mundo rural.

Pero, por amor a la verdad, no olviden que los derechos están muy relacionados con los deberes, y es falso, o al menos ingenuo, creer que la verdad está en los derechos sin recordar los deberes. Vean la cuota de responsabilidad que tienen los campesinos en los graves problemas del agro.

Así, mirando la vida y los problemas con verdad, con realismo, se logrará la unidad de quienes trabajan la tierra y viven de sus frutos y de su trabajo.

c) Afrontar el futuro con esperanza

Ser propietarios de la tierra debe ser un motivo de esperanza y alegría. El hombre que tiene una parcela deberá luchar

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por no venderla y por no perder ese pedazo de tierra. La tierra lo ayudará a ser más persona. Podrá organizarse mejor y así tener mayor libertad. Todo eso le dará mayor dignidad y alegría.

Existen problemas y situaciones dolorosas; pero sabemos que trabajando unidos a Jesucristo en la verdad y en el amor podremos pensar en un futuro de mayores esperanzas.

Jesucristo entregó su Evangelio a hombres y mujeres que vivían una situación mucho más difícil que la situación de los campesinos chilenos y los habitantes de Palestina creyeron a Jesucristo y encontraron caminos de superación.

Lo mismo pasa entre nosotros. Tenemos que pasar por la cruz, por el sufrimiento, para entender la Resurrección y la Vida. La cruz es sólo una pregunta; pero la respuesta está siempre en la Resurrección. A veces estamos como los discípulos de Emaús, desalentados y sin comprender que Jesucristo estaba con ellos en el camino.

Jesucristo siempre está cerca. Entre ustedes aparecen realizaciones que indican caminos de salida. Con alegría y esperanza estamos observando que en numerosas familias está creciendo el amor cristiano, el diálogo entre padres e hijos. Se están formando grupos de campesinos que se organizan en cooperativas y sociedades agrícolas, con verdadero espíritu solidario.

Les pedimos que abran las puertas al Señor para que en todos los rincones de la vida rural sea Jesús el Único y Verdadero Señor. Conozcan más y más a Cristo y sean seguidores de su bondad, de su amor.

Les pedimos a ustedes, padres e hijos, afmnar la familia. Conversen más. Compartan las dificultades, las alegrías. Hablen con franqueza entre ustedes, manteniendo eso sí el respeto por cada uno. Sepan escuchar y consulten todo lo que les parece dudoso.

Es importante fomentar las comunidades cristianas, las organizaciones locales, las cooperativas, los centros de madres, los sindicatos, los centros juveniles.

Trabajen, levanten la cabeza, tengan confIanza.

Tal vez algún lector de esta carta estará pensando que los Obispos estamos pidiendo falsa resignación, pasividad. No es ésa la idea cristiana, porque el cristiano siempre debe luchar con valor por la justicia y la verdad.

Vemos los problemas, sufrimos con ustedes las dificultades y entendemos que muchas realidades no pueden solucionadas ustedes totalmente solos.

La solución total depende también en parte de los empresarios, de los economistas, de las autoridades del agro.

La solución verdadera está en transformaciones estructurales y en cambios de mentalidad.

Para que el dinero esté al servicio del hombre y para que el hombre sea persona y no mercadería, se requieren transformaciones en el corazón, en la familia y en la sociedad.

Iniciemos o continuemos un trabajo con alegría. Construyamos una sociedad de hombres y mujeres libres, respetados y con dignidad.

A los agricultores cristianos les pedimos que junto a los campesinos trabajen por ellos, los apoyen, les presten su colaboración y así puedan los trabajadores del agro vivir en la tranquilidad y en la esperanza a la cual tienen derecho ante Dios y ante la Patria.

Les saludan con cariño y amistad,

� Juan Francisco Fresno L.Presidente de la CECH

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Arzobispo de La Serena

� Raúl Cardenal Silva HenríquezCardenal Arzobispo de Santiago

� Francisco Valenzuela R. Obispo de San Felipe

� Carlos González C.Obispo de Talca

� Sergio Valech A. Obispo Auxiliar de Santiago

� Francisco José Cox H.Obispo de Chillán

� Bernardino Piñera C.Obispo de Temuco,

Secretario de la Conferencia Episcopal de Chile

Santiago, 1º de julio de 1977.

(*) Publicada por la Vicaría de la Solidaridad.