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1 La espiritualidad como mediación reconciliadora de la persona vista desde el Libro de la Vida de santa Teresa de Jesús Oscar Fabián Álvarez Castillo Trabajo de grado para optar por el título de Teólogo Directora Edith González Bernal Pontificia Universidad Javeriana Bogotá D.C. 2018

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La espiritualidad como mediación reconciliadora de la persona vista desde el Libro de la

Vida de santa Teresa de Jesús

Oscar Fabián Álvarez Castillo

Trabajo de grado para optar por el título de Teólogo

Directora

Edith González Bernal

Pontificia Universidad Javeriana

Bogotá D.C.

2018

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AGRADECIMIENTOS

Doy gracias a Dios por permitirme llevar a cabo este proceso de formación profesional, por

cada uno de mis maestros en la facultad, que con sencillez lograron impregnar en mí el celo

por la verdad y la justicia. Como no agradecer al Carmelo por permitirme beber de ese bello

espíritu de Teresa de Jesús y Juan de la Cruz. A mi directora de trabajo por su paciencia y

colaboración, a esos amigos del alma, que con sus sonrisas y lealtad han sacado siempre lo

mejor de mí, a la comunidad de San Pablo que abriendo las puertas de su carisma me han

permitido hacer experiencia en la sencillez y dulzura de la misión y en especial a mi abuela

que con su ternura siempre celebra cada uno de mis logros.

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DEDICATORIA

Alma, buscarte has en Mí, y a Mí buscarme has en ti.

De tal suerte pudo amor, alma, en mí te retratar, que ningún sabio pintor

supiera con tal primor tal imagen estampar.

Fuiste por amor criada hermosa, bella, y así en mis entrañas pintada,

si te perdieres, mi amada, Alma, buscarte has en Mí.

Que yo sé que te hallarás en mi pecho retratada,

y tan al vivo sacada, que si te ves te holgarás, viéndote tan bien pintada.

Y si acaso no supieres dónde me hallarás a Mí, No andes de aquí para allí,

sino, si hallarme quisieres, a Mí buscarme has en ti.

Porque tú eres mi aposento, eres mi casa y morada,

y así llamo en cualquier tiempo, si hallo en tu pensamiento estar la puerta cerrada.

Fuera de ti no hay buscarme, porque para hallarme a Mí, bastará sólo llamarme,

que a ti iré sin tardarme y a Mí buscarme has en ti.

Cfr. Alma, buscarte has en mí, Santa Teresa de Jesús.

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Nota de aceptación

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Firma del presidente del Jurado

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Firma del jurado

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Firma del jurado

La Universidad no se hace responsable por los conceptos emitidos por los alumnos en sus

trabajos de síntesis; sólo velará por que no se publique nada contrario al dogma y la moral

católica y porque las tesis no contengan ataques o polémicas puramente personales, antes

bien, se vea en ellas el anhelo de buscar la verdad y la justicia (Reglamento General de la

Pontificia Universidad Javeriana. Artículo 23 de la Resolución No. 13 del 06 de junio de

1964). Bogotá, D.C., 2013

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TABLA DE CONTENIDO

I. INTRODUCCIÓN………………………………………………….…… 6

II. CAPITULO 1…………………………………………………………… 11

Teresa de Jesús, su contexto y vida espiritual….……………………...……… 11

1.1. Rasgos bibliográficos ………………………………………...………......... 11

1.1.1. Teresa escritora………………………………………………………..…... 16

1.2. Composición del libro de la vida – antecedentes………………...………...... 23

1.3. Mística teresiana…..………………………………………..……………...... 25

1.3.1. Mística ‘comunional’……...………………………………..…………….... 29

1.3.2. Mística apostólica………..………………………………..……………...... 33

1.4. Mística carmelitana en el Siglo XVI…..……………………………..….….. 40

III. CAPITULO 2………………..………………………………………….. 46

Fundamento espiritual y reconciliador en Teresa de Jesús………………….. 46

2.1. la espiritualidad y la experiencia teresiana…………………….......……........ 47

2.1.1. Lenguaje integral de la espiritualidad……………………………….……... 51

2.1.2. Vida en el espíritu…………………………………..……............................ 55

2.2. La unión con Dios: Lenguaje espiritual de la misericordia divina....................56

2.3. Pecado y reconciliación….………………………………………...……….... 62

2.3.1. Reconciliación en clave redentora…………………………………...…….. 63

2.4. Reconciliación transformadora……...……………………………...….…….. 67

IV. CONCLUSIONES…...…………………………………………….......... 71

V. BIBLIOGRAFIA………...………………………………….…...…….... 75

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1. Introducción

Hablar de espiritualidad es hablar de un asunto que puede tener varios matices: por un parte

es casi una realidad abstracta, inalcanzable, en donde se viven experiencias místicas fuertes

o en su defecto éxtasis que dejan a la persona suspendida y sin deseos de más1, y por otro

lado, una que es comprendida en base a las energías, que muchas personas usan para poder

obtener bienestar y futuro. A partir de aquí, se considera que debe haber una purificación del

tema mismo y de la forma de vivirlo. A diario las personas que llegan a nuestras

comunidades, con el interés de querer ser espirituales, pero desde la dinámica misma de que

les vaya bien en la vida o en los trabajos, se confunde espiritualidad con tener paz y armonía.

Una de las dificultades que con más frecuencia se experimentan en la vida eclesial es la falta

de conocimiento e interpretación de la reconciliación y también de la espiritualidad, como

eje fundamental de la persona misma. La vida humana es un camino en donde la persona se

va haciendo y a la vez realizando gradualmente, y es en este proceso donde la persona llega

a vivir entre las luces y las sombras, y esta realidad lleva al ser humano a ponerse de cara

frente al misterio que lo desborda, por eso el hombre y la mujer de hoy necesitan entrar en

relación con Dios y con los demás, y todo esto se hace desde un proceso espiritual en donde

el afecto es el toque más delicado hacia uno mismo y hacía los demás.

Es en este horizonte, las relaciones con Dios y con los demás, y por ende la relación propia

entra en un quiebre, por eso la constante exigencia de una reconciliación, purificación del

ser, en donde la exigencia evangélica de reconciliación es continua2.

En los libros de espiritualidad se encuentra que en ellos hay un gran contenido en cuanto al

tema, principalmente abordado desde muchos santos que han legado toda su doctrina

especialmente la de la santa de Ávila y Teresa de Jesús. Ricardo Sanabre afirmará que en el

Libro de la Vida encontramos una gran riqueza espiritual, en donde ella narra mediante la

1 Gamarra. Teología Espiritual, 23-24. 2 Cfr. Maccise, Santa Teresa y la liberación, 70.

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oración todo su proceso de conocimiento, ella como mística entabla y habla de su relación

directa con Dios, y sin mediación alguna de doctrinas previas que le ayuden; la experiencia

se situará entonces por delante de la ciencia, dando paso a una corriente teológica

innovadora. Por eso esta mística, Teresa de Jesús, valorará la experiencia del hombre y la

mujer.3

Ahora bien, al hablar de reconciliación, se traza un camino de espiritualidad, es decir, una

búsqueda de sí mismo, donde cada uno se haga responsable de su historia y de todo lo que

ella es; es necesario un conocimiento de la totalidad de la persona, un conocimiento

integrador bajo la mirada amorosa del padre que abraza a sus hijos para re-hacerlos, un

abrazo restaurador, capaz de unir lo roto por el pecado.

Para esto se abordará la experiencia espiritual de santa Teresa de Jesús, para acercarse a lo

que a diario se presenta en la vida pastoral de las comunidades, y ella como maestra espiritual

tiene una palabra frente a esta situación. Por esto, la pregunta que se plantea y que se pretende

responder en este trabajo de investigación teológica es: ¿Qué fundamentos teológicos

encontramos en el Libro de la Vida de Santa Teresa de Jesús que aportan a una espiritualidad

reconciliadora de la persona?

Este trabajo de investigación se realiza con el fin de dar respuesta en lo que a diario se vive

en los procesos pastorales y en los fieles laicos a los cuales se han acompañado durante estos

años de formación tanto religiosa como teológica; y es que viviendo con ellos la experiencia

de evangelización siento que hay una ruptura fuerte en cuanto al conocimiento de sí, y por

ende del proceso reconciliador. Muchos de los que se acercan a las casas nuestras4 llegan

con las historias de vida rotas, buscando la posibilidad de sanación y de reconciliación.

Por esto, viendo esta gran necesidad, se quiere ahondar en la espiritualidad y vemos en ella

un medio para la reconciliación, ya que la espiritualidad y especialmente la que plantea

3 Sanabre, Sobre El Género Literario Del “Libro De La Vida”, 772.

4 Comunidades Parroquiales.

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Teresa de Jesús en su Libro de la Vida es un itinerario de reconciliación y de reparación de

la persona misma. Todo parte de la imagen que se tenga de Dios y de cada uno para poder

ayudar a las personas a generar procesos de reconciliación y de acompañamiento en donde

haya un conocimiento y responsabilidad de la historia de cada uno.

Esta investigación, presenta una novedad frente a otras experiencias de reconciliación que

adolecen justamente de un proceso de conocimiento propio en el ser humano, mientras que

este trabajo pretende partir de la propuesta teresiana del conocimiento interior de donde

brotará precisamente ese proceso sanador y reconciliador.

Asumimos en este trabajo de investigación dos categorías fundamentales: Espiritualidad y

reconciliación. La espiritualidad como una experiencia que saca al ser de sí mismo, que le

ayuda a comprenderse a la luz del acontecimiento revelador y salvador y la reconciliación

como una realidad que tiene su trasfondo en la que es de reconciliar al hombre y a la mujer

consigo mismo, con la naturaleza y con Dios. Es así como la persona puede llegar al

reconocimiento de que es creada por Dios, y a partir de aquí, como el ser humano puede

entrar en relación de amor con su entorno y con Dios, pues su pecado no es más que Dios.

Para responder a la pregunta que nos hemos formulado, trazamos como ruta de camino los

siguientes objetivos:

Objetivo general:

Identificar en el Libro de la Vida de Santa Teresa de Jesús los fundamentos teológicos que

aportan a la vivencia cristiana de una espiritualidad reconciliadora de la persona.

Objetivos específicos:

1. Presentar a Teresa de Jesús y su obra El Libro de la Vida dentro de un contexto

histórico y de las corrientes espirituales que de allí surgieron.

2. Analizar en qué consiste la espiritualidad y la reconciliación como eje reparador de

la persona en el Libro de la Vida.

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3. Identificar los aportes de Santa Teresa de Jesús que son vigentes hoy para la vida del

cristiano y para la reflexión en la construcción de una teología espiritual.

Esta investigación se realiza siguiendo el método hermenéutico, ya que, para acercarse a la

experiencia reconciliadora de Teresa de Jesús, es necesario hacer una exploración por el

Libro de la Vida, para descubrir los elementos reconciliadores y que llevan a comprender a

la persona a partir del sentirse habitado por Dios como parte de su obra creadora.

Es así como la hermenéutica en su arte de comprender brindará un manejo práctico en la

interpretación del texto mismo de Teresa y de los diferentes autores que han planteado la

espiritualidad como eje trasversal del encuentro con Dios y la reconciliación como eje

reparador de la persona misma, posibilitando un encuentro con Dios, con los demás y

consigo mismo.

La hermenéutica ayudará a rastrear las categorías que subyacen al problema de la

investigación y como los diferentes autores van a contribuir a la experiencia humana, y a

responder a lo que se plantea. Dentro del método hermenéutico se comprenden tres niveles

de interpretación: uno es un nivel histórico literario, el cual posibilita comprender la época

en la que Teresa escribe y toda la realidad social en la que ella se desenvuelve. Nivel

teológico: comprender los elementos teológicos que Teresa aborda en el libro de la vida. Por

último, el nivel actualizante: qué elementos reconciliadores aporta Teresa para la

construcción de la persona, cómo su mensaje sigue calando en la experiencia de las personas.

Por otro lado, la hermenéutica ayuda a interpretar desde lo literario la experiencia de Teresa

de Jesús, buscando lo esencial de la interpretación, comprendiendo la existencia misma de

Teresa de Jesús, pues es la base primera de la interpretación, como lo afirmará Heidegger:

“la hermenéutica se convierte en la interpretación de la auto comprensión y de la

comprensión humana del ser” en donde el objeto interpretado es la experiencia misma hecha

palabra de Teresa de Jesús.

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En este trabajo se desarrollarán dos capítulos centrales en los que se recogen los objetivos

específicos con relación a la pregunta y el objetivo general de la investigación. El primer

capítulo tendrá como tema central la presentación de la vida de la Santa y el segundo se

recogerán las categorías espiritualidad y reconciliación desde el tema teológico y su vínculo

con la experiencia Teresiana.

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Capítulo 1

Teresa de Jesús, su contexto y vida espiritual

Hablar de santa Teresa de Jesús dentro de la mística es acercarnos a una de las grandes

maestras de esta experiencia para la Iglesia de su tiempo y de los siglos posteriores. Una

mujer que vivió su condición femenina a plenitud, en donde supo entrar en diálogo con las

diversas realidades de su tiempo, que ofrece un aporte válido y significativo para la Iglesia

de su contexto y para la Iglesia universal y que sigue teniendo vigencia. Sus planteamientos

a cerca de la comunión divina y la construcción de un proceso de identidad y de humanidad

vividos y leídos en el horizonte divino, siguen siendo actuales para el hombre de hoy como

lo ha sido en cada época de la historia.

Por ello, abordaremos el presente capítulo describiendo el contexto de santa Teresa de Jesús,

para dejar entrever que la mística hace cuentas con la historia, su experiencia se teje en un

contexto muy particular y, al no ser otra cosa que la vida bautismal vivida en plenitud, es

decir, vida cristiana, acaece con la profundidad, el realismo y la novedad con que Dios

mismo actúa en la historia de todos los tiempos.

1.1 Rasgos Biográficos

El “camino” recorrido por Teresa de Cepeda y Ahumada tiene un arco de tiempo de 67 años,

por los cuales haremos un recorrido que desembocará en Teresa de Jesús, pues como diría

su primer biógrafo, Francisco de Ribera ya en 1590, “fue llamada doña Teresa de Ahumada,

hasta que fundó el primero de sus monasterios, que fue san José de Ávila y desde entonces

se comenzó a llamar Teresa de Jesús, profesando con el nombre lo que ella tenía en su

corazón”.5 Nace en Ávila en 1515 y muere en 1582 en Alba de Tormes. Su vida generalmente

viene tratada en tres etapas: los primeros años de vida (infancia y juventud 1515-1535), es

decir, el tiempo que pasa en su hogar hasta su entrada en el monasterio de la Encarnación;

5 Ribera, La vida de la madre Teresa de Jesús, 99.

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los años de religiosa en dicho monasterio (1535-1562); y, su periodo de fundadora que

abarca los últimos 20 años de su vida (1562-1582)6.

Ella misma nos presenta la historia de su vida durante los primeros cincuenta años, relato

plasmado en su autobiografía o “Libro de la Vida”, que no sólo es la narración de su vida

cronológica, sino que también nos muestra su itinerario espiritual, pues cabe recordar que

cuando la santa escribe este texto ya vive en la cumbre de su experiencia espiritual y, por lo

tanto, todo está traspasado por la mirada divina, por lo que ha sido el acontecer de Dios en

ella.

Nace el 28 de marzo de 1515 del hogar conformado por don Alonso Sánchez de cepeda y

doña Beatriz de Ahumada. Teresa es hija del segundo matrimonio de don Alonso, del cual

hubo nueve hijos, la mayor de ellas, Teresa, quien recibe el apellido materno, según la usanza

del tiempo, aunque su nombre de familia era Teresa Sánchez de Cepeda y Ahumada. Cuenta

con 11 hermanos (algunos biógrafos hablan de doce). Nace en el seno de una familia con

antecedentes conversos, si bien la santa no lo menciona en el libro de su vida.

La ciudad de Ávila en la cual se desenvuelve la mayor parte de la vida de Teresa es una

población importante en la Vieja Castilla del siglo de oro. A poca distancia de Madrid-

Valladolid-Salamanca. Instalada en lo alto de la meseta castellana, a más de 1100 m. sobre el

nivel del mar. Ceñida por el cinturón guerrero de sus murallas medievales, que en lo más alto

incorporan el bastión de la catedral. Climáticamente adusta, de cariz y estructura guerrera,

de población sobria y caballeresca, fiel a su historia secular, constelada de palacios y

blasones nobiliarios. El de los Vela se yergue cercano a la casa solariega de Teresa.

Justamente definida o apodada 'Ávila de los caballeros'.7

6 Cfr. Pacho, El Apogeo de la mística moderna: historia de la espiritualidad clásica española, 1018. 7 Álvarez, 100 Fichas sobre Teresa de Jesús, 10.

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Era una ciudad “en pleno apogeo artístico, económico, urbanístico y social. La época de

mayor esplendor que haya podido conocer la ciudad”.8 Contaba Ávila con aproximadamente

unos 10.000 habitantes9, gobernada por el concejo o los señores “regidores” que gobernaban

en nombre del rey. Una ciudad en la que convivieron las tres grandes religiones del momento

en la España y, particularmente en la Castilla medieval, es decir, cristianismo, judaísmo e

islamismo (moriscos, como eran entonces denominados). Esta convivencia se desarrollaba

entre una relativa calma y ciertas tensiones. Con la caída de Granada en 1492 y la expulsión

de los judíos, esta convivencia en medio de tensiones se trasladó a los judíos conversos, en

todo lo que tuvo que ver con la pureza de sangre o hidalguía ‒hijos de algo, hijos de alguien‒

y, que principalmente consistía en la marginación social en cuanto a puestos de importancia

se refiere. Por cuanto tiene que ver con los moriscos, la misma santa nos deja ver en el libro

de su vida la concepción que de estos había, cuando describiendo un episodio de su niñez,

nos dice que quería “irse a tierra de Moros” y ser martirizada por Cristo10.

Los tres principales sectores de la economía eran el sector agrario, el sector artesanal y el

sector de servicios; siendo el primero el de mayor importancia y, evidentemente, el que daba

sustentamiento a los otros dos, en la medida que era la principal fuente de empleo para

artesanos y obreros. “Había en la ciudad: 20 molineros, 25 escribanos y otros tantos

hortelanos, 28 arrieros, 31 labradores, 32 calceteros, 47 canteros, 64 tejedores de paños o de

lienzos, 81 carpinteros, 95 sastres, 100 zapateros, 102 perailes [“oficiales de la lana”]”.11

Paradójicamente, la ciudad a la vez que era próspera y pujante, contaba con un grado de

pobreza significativa y una desocupación bastante grande. Para atender a los pobres existían

los llamados hospitales, que no sólo atendían enfermos, sino que eran lugares donde alojar

temporalmente quien no tenía techo. En cuanto a la desocupación, encontramos que del total

de la población, un gran número de personas no desempeñaban ninguna labor. Hacia el año

8 González, Vida de santa Teresa de Jesús, 12. 9 Tapia, «Las fuentes demográficas y el potencial demográfico de Ávila en el

siglo XVI», Cuadernos Abulenses, 2. 10 Cf. Vida 1,4. 11 Álvarez, 100 Fichas sobre Teresa de Jesús, 10.

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de 1561 encontramos que eran alrededor de 1175 personas consideradas “ociosas”, es decir,

un porcentaje bastante alto, entre las cuales, encontramos 665 viudas12. Dentro de este

contexto económico de la ciudad, “la familia de Teresa niña pertenecía al grupo de los

mercaderes de paños, que sumaban en total 16 oficiales”.13

Encontramos una sociedad divida en tres grandes grupos: los Pecheros ‒quienes pagan

impuestos directos‒, dentro de los cuales hay una gran diversidad, de ricos y pobres; la

nobleza, dividida en alta nobleza, caballeros y simples hidalgos y el clero ‒secular y regular‒

, dividido en la élite eclesiástica y el bajo clero. Había 7 conventos masculinos con 180

miembros y 7 femeninos con 335 miembros14. En este contexto se desenvuelve la vida de

Teresa y, será Ávila un determinante en toda su experiencia.

Estos primeros años de su vida, la santa nos lo narrará en los primeros tres capítulos del libro

de la vida. A los 14 años queda huérfana de Madre, un episodio que marcará desde entonces,

no sólo su juventud, sino la vida espiritual de Teresa, pues como ella misma lo cuenta en el

libro de la vida:

Acuérdome que cuando murió mi madre quedé yo de edad de doce años, poco menos. Como

yo comencé a entender lo que había perdido, afligida fuime a una imagen de nuestra Señora

y supliquéla fuese mi madre, con muchas lágrimas. Paréceme que, aunque se hizo con

simpleza, que me ha valido; porque conocidamente he hallado a esta Virgen soberana en

cuanto me he encomendado a ella y, en fin, me ha tornado a sí. Fatígame ahora ver y pensar

en qué estuvo el no haber yo estado entera en los buenos deseos que comencé.15

Posteriormente, viene el matrimonio de la hermana mayor, dos de sus hermanos emprenden

viaje a las Indias y Teresa cumple las labores de mujer del hogar. Relatará en su vida cómo

sus años juveniles trajeron en ella inquietudes, a las cuales le sale el paso don Alonso

internándola en el convento de las agustinas de Santa María de Gracia, a donde llega a

disgusto y donde empezará madurar su vocación religiosa.

12 Cfr. Tapia, «Las fuentes demográficas y el potencial demográfico de Ávila

en el siglo XVI», Cuadernos Abulenses 2 (1984). 13 Álvarez, 100 Fichas sobre Teresa de Jesús, 10. 14 Cfr.Tapia, «Las fuentes demográficas y el potencial demográfico de Ávila

en el siglo XVI», Cuadernos Abulenses 2 (1984). 15 Teresa de Jesús, Vida 1, 7.

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En 1532, Teresa se enferma gravemente y, tiene que abandonar el monasterio de las

agustinas. En 1533, estando encasa de su tío Pedro, en Hortigosa, entra en contacto, a través

del mismo, con buenos libros, como ella misma lo describe, “Su ejercicio era buenos libros

de romance, y su hablar era -lo más ordinario- de Dios y de la vanidad del mundo. Hacíame

le leyese y, aunque no era amiga de ellos, mostraba que sí”.16 Allí continúa su proceso de

maduración vocacional y, en 1535, cuando contaba 20 años, el 2 de noviembre, entra en el

monasterio de la Encarnación, comenzando así su vida religiosa y la segunda grande etapa

de su vida que tendrá una duración de veintisiete años.

El año de 1537 profesará sus votos religiosos. Hacia el otoño de 1538, se enferma

fuertemente y debe volver a la casa paterna para curarse. “Pasando el invierno en Hortigosa

y Castellanos de la Cañada. Desgrana el tiempo en casa de su tío don Pedro leyendo libros

espirituales, entre otros, el Tercer Abecedario de Osuna (V 4, 7) y el comentario bíblico de

san Gregorio al libro de Job conocido como Los Morales”.17

Ante la gravedad de su enfermedad, viene trasladada el mes de abril 1539 a Becedas, ciudad

ubicada en la parte occidental de la provincia de Ávila donde residía una curandera de fama

por toda la región. No obstante, su mejoría no tuvo lugar y, regresando a Ávila hacia agosto

del mismo año, sufría un decaimiento total de salud, como ella misma lo narra:

Diome aquella noche un paroxismo que me duró estar sin ningún sentido cuatro días, poco

menos. En esto me dieron el Sacramento de la Unción y cada hora o momento pensaban

expiraba y no hacían sino decirme el Credo, como si alguna cosa entendiera. Teníanme a

veces por tan muerta, que hasta la cera me hallé después en los ojos.18

16 Ídem. Vida 3,4. 17 Pacho, El Apogeo de la mística moderna: historia de la espiritualidad clásica

española, 1018. 18 Teresa de Jesús, Vida 5,9.

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Una vez superada la gravedad del episodio, durante el cual no fue sepultada por la terquedad

de su padre, insistiendo que estaba viva, “que teniendo día y medio abierta la sepultura en mi

monasterio, esperando el cuerpo allá y hechas las honras en uno de nuestros frailes fuera de

aquí, quiso el Señor tornase en mí”,19 regresó al monasterio de la Encarnación, pasando ocho

meses totalmente tullida y siguiendo una recuperación que tardaría tres años.

Recuperada su salud, debe enfrentarse con la enfermedad y muerte de su padre en 1543;

contaba Teresa 28 años de edad. A partir de este momento, inicia en Teresa un proceso de

maduración espiritual que culminará en el año de 1554 con lo que se ha denominado

comúnmente como «la segunda conversión», que ella misma describe con detalle:

Acaecióme que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allá a

guardar, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy

llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien

lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas

llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme cabe El con grandísimo

derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle.20

1.1.1. Teresa Escritora

Aquí inicia una nueva etapa, o mejor dicho, una nueva vida para Teresa. Una vivencia

profunda del misterio cristiano que tendrá implicaciones en todas las facetas de su existencia.

Busca la ayuda y el discernimiento de personas “letradas” frente a sus experiencias

oracionales profundas, porque como ella misma lo dice “buen letrado nunca me engañó”21

y, busca la luz eclesial. Por este tiempo se encuentra con el libro de las confesiones de san

Agustín, se intensifican sus experiencias fenomenológicas de tipo místico y, también,

durante este tiempo busca la luz de sus directores espirituales, especialmente Jesuitas y

dominicos, lo cual da tranquilidad y sosiego a la santa frente a la evaluación positiva por

parte de los mismos, de todos estos fenómenos. Experiencias que se hacen intensas y

19 Ídem. 5,10. 20 Ídem. 9,1. 21 Ídem. 5,3.

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variadas, las cuales, ella misma describe a lo largo de diversos capítulos de su autobiografía.

Entre estos personajes ilustres encontramos las figuras de san Francisco de Borja, el padre

Baltasar Álvarez, el padre Pedro Bañez y el franciscano san Pedro de Alcántara, conocido

como “el caballero santo”. Hacia el año de 1560 encontramos su primer escrito ya detallado

y extenso, la cuenta de conciencia primera, dirigido al Padre Pedro Ibáñez, relatando su

manera de proceder en la oración. Con este relato empieza la etapa de Teresa escritora.

Dentro de etapa nos encontramos con el Libro de la vida, cuya primera redacción

posiblemente tuvo lugar en 1562, pero del que se desconoce su destino. La redacción que

poseemos tiene lugar, probablemente, entre 1565-1566. Durante este mismo año de 1562

empieza la tercera grande etapa de la vida de Teresa, es decir, su etapa de fundadora, la cual

abarcará el periodo de los últimos veinte años de su vida. Teniendo la autorización de Roma,

fechada el 7 de febrero de 1562, que llega a sus manos en el mes de julio, el 24 de agosto del

mismo año se inaugura el Carmelo de san José, primer monasterio de la reforma Teresiana,

con las cuatro primeras monjas.

Pues todo concertado, fue el Señor servido que, día de San Bartolomé, tomaron hábito

algunas y se puso el Santísimo Sacramento, y con toda autoridad y fuerza quedó hecho

nuestro monasterio del gloriosísimo padre nuestro San José, año de mil y quinientos y sesenta

y dos. Estuve yo a darles el hábito, y otras dos monjas de nuestra casa misma, que acertaron

a estar fuera.22

Un periodo, este último de su vida, de intenso trabajo a nivel apostólico, de saber sortear los

diversos conflictos y obstáculos que la santa encontró: el lidiar con la inquisición, la reforma

de los frailes y la fundación de sus monasterios. Todo esto lo podemos corroborar en su

enorme epistolario, donde se ve que entró en relación con todos los estamentos sociales,

políticos, religiosos y económicos de su tiempo. El tiempo que va de 1563 a 1567 lo

transcurre en su “palomarcico” de san José, donde escribirá “las constituciones para sus

monjas, la redacción definitiva de la vida, cuyo autógrafo se conserva en el Escorial, y las

dos redacciones del camino de perfección”,23 libro que escribe para sus monjas y, en donde

22 Ídem. 36,5. 23 Pacho, El Apogeo de la mística moderna: historia de la espiritualidad clásica

española, 1024.

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traza el proyecto y el estilo de vida de la comunidad teresiana. Tiempo fecundo a nivel de

escritura, donde la pluma teresiana evidenciará toda su majestuosidad.

Después de la visita del general de la Orden, P. Juan Bautista Rubeo a inicios de 1567, en el

mes de abril, Teresa recibirá autorización para fundar otros conventos como el de Ávila,

exceptuando la región de Andalucía. Este mismo año, con patente del 10 de agosto, el mismo

general le autoriza la fundación de los conventos de frailes en Castilla, al estilo planteado

por Teresa. Con la aprobación del general, el 15 de agosto de 1567 funda el convento de

Medina del campo. Allí tuvo oportunidad de encontrar a fray Juan de Santo Matías, más

tarde fray Juan de la Cruz, a quien convence de iniciar con ella la reforma de los frailes, que

se inaugura el 28 de noviembre de 1568 en Duruelo. El mismo año de 1568 fundará los

Carmelos de Malagón y Valladolid; en 1569 funda Toledo, Pastrana (tanto monjas como

frailes); en 1570 Salamanca; en 1571 Alba de Tormes; en 1574 Segovia; en 1575 Beas de

Segura; en 1576 Sevilla; en 1580 Villanueva de la Jara y Palencia; en 1581 Soria; en 1582

Burgos.

Es de anotar aquí, que contando Teresa 62 años de edad, se suspende su período fundacional

por un tiempo de cuatro años. Momentos difíciles que empieza a vivir la reforma, tanto entre

las monjas como entre los frailes, más acentuados en estos últimos y, específicamente, las

figuras de Antonio de Jesús, Jerónimo Gracián, Juan de la Cruz y, de ella misma como

fundadora. Lo describe así en el libro de las fundaciones, “libro de su madurez, de la última

década de su existencia”,24 al capítulo 28:

Acabada la fundación de Sevilla, cesaron las fundaciones por más de cuatro años. La causa

fue que comenzaron grandes persecuciones muy de golpe a los Descalzos y Descalzas, que,

aunque ya había habido hartas, no en tanto extremo, que estuvo a punto de acabarse todo.

Mostróse bien lo que sentía el demonio este santo principio que nuestro Señor había

comenzado y ser obra suya, pues fue adelante. Padecieron mucho los Descalzos, en especial

las cabezas.25

24 Egido, «Libro de las fundaciones», en, Obras completas Teresa de Jesús, 303. 25 Teresa de Jesús, Fundaciones 28,1.

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Enfrenta dificultades con el nuncio Felipe Sega: “murió un Nuncio santo que favorecía

mucho la virtud, y así estimaba los descalzos. Vino otro que parecía le había enviado Dios

para ejercitarnos en padecer”.26 Finalmente, interviene el rey Felipe II y da su apoyo a los

descalzos:

Sea Dios alabado, que favorece la verdad. Y así sucedió en esto que, como nuestro católico

rey Don Felipe supo lo que pasaba y estaba informado de la vida y religión de los Descalzos,

tomó la mano a favorecernos, de manera que no quiso juzgase sólo el Nuncio nuestra causa,

sino diole cuatro acompañados, personas graves y los tres religiosos, para que se mirase bien

nuestra justicia.27

Otro asunto de suma importancia en la vida de Teresa durante este periodo, en su papel como

monja y fundadora, es lo referente a la inquisición.

En la Iglesia, lo mismo que en la sociedad española de aquel siglo, una de las instituciones

más determinantes y perniciosas fue la inquisición. También en la vida de Teresa. Las

intervenciones inquisitoriales cuestionan tanto su persona como el primero y principal de sus

escritos, el libro de la vida. Teresa, por su parte, quizás inconscientemente, replicará al

famoso índice de libros prohibidos de 1559.28

Sin embargo, en un siglo de tensiones y temores ante el actuar del tribunal eclesiástico, de

calumnias enconadas para satisfacer venganzas, de un miedo latente a vivir la realidad de

Dios en la vida y en la historia del hombre, Santa Teresa plantea una posibilidad real de vivir

la experiencia de Dios en medio de la prueba y de la dificultad, sin el temor que acompaña

a los que viven en la verdad del Evangelio y que son capaces de trascender cualquier

estructura de poder. Defiende con argumentos y sin temores su experiencia orante, genera

confianza en el ambiente generalizado de desconfianza frente a las nuevas formas de vida,

trasciende los rígidos esquemas de discriminación machista y, vence ante las acusaciones

hechas en su contra. Como nos dice Enrique Llamas:

Si el oro se prueba en el crisol y el acero se templa en la lucha, si la prueba del fuego sirve

para graduar los quilates del metal… el crisol, la persecución y el fuego de una oposición

26 Idem. 28,3. 27 Idem. 28, 6. 28 Álvarez, Cultura de mujer en el siglo XVI. El caso de santa Teresa de Jesús, 357.

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abierta contra la Madre Teresa, atizada con tensiones pasionales y con la yesca de mil

intereses humanos, fueron la prueba contundente y la constatación definitiva desde el lado

humano y ante el tribunal de los hombres de su santidad, por una parte, y de la veracidad y

autenticidad de su doctrina por otra. Y en definitiva, de la altura y sublimidad de sus

enseñanzas, a la que no pudieron remontarse sus acusadores.29

La misma santa describe esta parresía en la cual se desenvuelve su vida con la magistralidad

de su pluma. Hablando de la fundación de san José, primer monasterio de la reforma nos

dice:

También comenzó aquí el demonio, de una persona en otra, procurar se entendiese que había

yo visto alguna revelación en este negocio, e iban a mí con mucho miedo a decirme que

andaban los tiempos recios y que podría ser me levantasen algo y fuesen a los inquisidores.

A mí me cayó esto en gracia y me hizo reír, porque en este caso jamás yo temí, que sabía

bien de mí que en cosa de la fe contra la menor ceremonia de la Iglesia que alguien viese yo

iba, por ella o por cualquier verdad de la Sagrada Escritura me pondría yo a morir mil

muertes.30

La atención fijada por el tribunal de la inquisición sobre la vida y la persona de Teresa como

sobre sus escritos, que abarca un extenso periodo de tiempo, condiciona momentos puntuales

de la vida de la santa y aún más allá de su existencia. Situaciones motivadas por el temor

creciente al alumbradismo y, por la sospecha que toda experiencia espiritual con matices

nuevos y desconocidos suscitaba en quienes tenían la misión de conservar la ortodoxia, así

como por las acusaciones infundadas, sobre criterios de veracidad para nuestro modo de ver

incomprensibles pero factibles en su momento, trajo dificultades a la persona y a la obra de

la Madre Teresa.

En el fondo, la acción inquisitorial contra la Madre Teresa en sus diversos hitos históricos

tiene una uniformidad temática, que ofrece verdadero interés para la historia del movimiento

religioso de entonces. Se trata de una lucha, no contra sus normas jurídicas de vida religiosa,

ni contra manifestaciones particulares, o prácticas concretas; es una oposición radical a su

sistema espiritual, a su doctrina sobre la oración, llamada a renovar la espiritualidad de la

Iglesia, llevando a las almas a una comunicación más íntima con Dios. La acusación

inquisitorial puso en litigio la enjundia del mensaje espiritual teresiano: su enseñanza sobre

la oración mental; su pedagogía, su doctrina sobre los diversos modos de vivir el misterio de

la unión espiritual con Dios; sus atinadas y sutiles observaciones sobre las visiones y

revelaciones, con sus diversas formalidades y matices; en una palabra: todo cuanto santa

29 Llamas, Santa Teresa de Jesús y la inquisición española, 9. 30 Teresa de Jesús, Vida 33,5.

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Teresa significó y ha venido a significar en el mundo de la espiritualidad de la Iglesia fue

sometido a crisis ante los tribunales de la inquisición.31

Estas dificultades pudieron ser superadas después de acuciosos exámenes, investigaciones

exhaustivas y testimonios diversos que daban cuenta de la veracidad de su doctrina y de la

autenticidad de su experiencia de vida. Bien lo plantea el P. Llamas en su obra: “El juicio

final absolutorio de la inquisición vino a ratificar la rectitud de su conducta y la autenticidad

de su doctrina, podía irradiar y difundir su mensaje espiritual, sin temor a yerros ni

equivocaciones”.32

Durante estos cuatro años se da también una intensa vida espiritual como lo narra en las

Cuentas de conciencia 39 a 66. Es el tiempo donde escribe el castillo interior, que “ofrece

la síntesis más lograda de experiencia y doctrina”,33 “ofreciendo un itinerario espiritual en

siete etapas para quienes deseen acercarse al Dios de Jesucristo”.34 Magistralmente describe

el itinerario de estos cuatro años el P. Tomás Álvarez:

A la vez, es intensa su actividad de pluma: en esos 4 años escribe el Castillo Interior y el

modo de visitar los conventos, organiza el torneo del Vejamen, prepara la primera edición del

Camino y escribe infinidad de cartas: de ese cuadrienio nos han llegado 220, entre ellas

algunas de sumo valor, por ejemplo, las tres cartas al P. General, las dirigidas a don

Teutonio (de Braganza, obispo de Évora) o al jesuita Pablo Hernández exponiendo el

atolladero en que se halla su obra, más de 60 cartas a Gracián, y las dirigidas al Carmelo de

Sevilla con ocasión del grotesco proceso.35

El conflicto termina con el breve “Pia Consideratione” de Gregorio XIII, el 20 de junio de

1580, en el cual se zanjan las diferencias y santa Teresa puede continuar su actividad

fundacional. Después de la fundación de Burgos, el 19 de abril de 1582, luego de haber

renunciado a viajar a Madrid para fundar allí, por lo deteriorado de su salud, emprende viaje

de regreso hacia Ávila, llegando a Alba de Tormes el 20 de septiembre, muy enferma y, el 4

de octubre fallece en dicha ciudad. Con la reforma Gregoriana, el día siguiente del calendario

coincidiría con el 15 del mismo mes. Fue beatificada por Paulo V el 24 de abril de 1614,

31 Llamas, Santa Teresa de Jesús y la inquisición española, 52. 32 Ídem. 53. 33 Pacho, El Apogeo de la mística moderna: historia de la espiritualidad clásica española, 1024. 34 Mas Arrondo, Acercar el cielo, 18. 35 Álvarez, 100 Fichas sobre Teresa de Jesús, 91.

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canonizada por Gregorio XV el 12 de marzo de 1622 y proclamada Doctora de la Iglesia por

Pablo VI el 30 de septiembre de 1970. Junto con Santa Catalina de Siena, fueron las dos

primeras mujeres en recibir este título en la Iglesia.

De sus escritos, como lo hemos visto a lo largo de su recorrido, fue una pluma bastante

productiva. Entre las obras mayores encontramos el libro de la Vida, es decir, su

autobiografía a nivel cronológico y espiritual durante sus primeros cincuenta años. Camino

de perfección (en sus dos redacciones, códice del Escorial y códice de Valladolid), que tiene

como destinatarias las monjas de San José de Ávila, aunque en realidad, la santa escribe para

un público más amplio, pues es sabedora del valor de su doctrina. Fundaciones, libro de

carácter narrativo donde describe los hechos alrededor de las fundaciones de sus monasterios

y, donde también deja una enorme doctrina espiritual. El Castillo Interior (Moradas), obra

culmen de su magisterio, “una manera de interpretar el Evangelio de Jesucristo como una

historia de seguimiento y progresivo acercamiento a su persona desde lo más profundo del

ser humano”.36

Dentro de los escritos menores encontramos las Cuentas de Conciencia, los Conceptos del

amor de Dios, Las Exclamaciones, Poesías, Respuesta a un desafío, El Vejamen,

Constituciones, Modo de visitar los conventos y el Epistolario (casi 500 cartas existentes,

pero un número muy grande se perdió por diversas circunstancias).

Protagonista de una apasionante aventura espiritual, colmada por Dios de una de las

experiencias místicas más profundas de todos los tiempos, y llamada a ser, desde el

comienzo, reformadora y maestra de oración, Teresa de Jesús tiene que recurrir al único

instrumento comunicativo, capaz de traducir su experiencia mística, el lenguaje literario.37

Para finalizar este esbozo biográfico sobre la figura de Teresa, es interesante ver la gran

influencia que la santa Abulense ha tenido en todos los ámbitos. No en vano hasta el año

2008, se habían escrito doce mil seiscientos cuarenta y siete títulos sobre estudios

36 Mas Arrondo, Acercar el cielo, 18. 37 Izquierdo, Teresa de Jesús, una aventura interior. Estudio de un símbolo, 17.

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relacionados con Teresa de Jesús desde los más diversos ámbitos. De la teología a la

literatura no podemos olvidar que es una de las figuras más destacadas de la literatura del

siglo de oro española, de la mística a la piscología y a la psiquiatría, de la poesía a la

economía38. Todo lo anterior, para caer en la cuenta de la magnitud y de la importancia de

la figura de Santa Teresa para la Iglesia y la humanidad entera.

Concluido este esbozo biográfico de Santa Teresa, a continuación, entramos en lo que

concierne a la mística carmelitana, de cuya escuela la Santa es fundadora y maestra junto a

San Juan de la Cruz. Trazaremos las líneas fundamentales de la mística carmelitana,

adentrándonos en la doctrina teresiana.

1.2. Composición del libro de la vida-Antecedentes vitales

El Libro de la Vida de Santa Teresa de Jesús ha pasado -con el correr de los años-, a ocupar

un puesto relevante, tanto a nivel literario como a nivel de clásicos de la espiritualidad. Junto

con las Confesiones de San Agustín es considerado como uno de los libros espirituales de

mayor impacto, por su lenguaje y por el contenido. Muchos han osado definir el libro como

una biografía teológica, y creemos que tienen razón. Un ejemplo claro de la fuerza interior,

y si queremos “mistérica”, que encierra el libro, es el impacto profundo que produjo en una

mujer intelectual y no fácil de convencer: Edith Stein. En este libro ella reconoció la Verdad,

y ya no pudo resistirse ante ella. Esta santa alemana, es uno de los ejemplos admirables

entre los lectores que han sucumbido al gancho espiritual de la autobiografía de Teresa.

Una pregunta que no se puede eludir al tratar de recomponer la historia de la composición

del Libro de la Vida es el Por qué escribe Teresa. La respuesta más inmediata sería: por

obediencia, naturalmente. Pero no se puede decir que esta sea del todo la respuesta después

de hacer una lectura calmada y atenta de esta obra. Posiblemente, el empuje último para que

Teresa pusiera por escrito su vida de oración, fue la petición de sus confesores de que así lo

38 Cfr. Sánchez, Bibliografía sistemática de Santa Teresa de Jesús.

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24

hiciera. Sin embargo, se sigue pensando que fue la ocasión inmediata para que se pusiera a

escribir.

Siguiendo la trayectoria de Teresa, en el Libro de la Vida ella misma va señalando algunos

factores que predeterminan el futuro nacimiento del libro. Desde los inicios de su vida de

oración, fundamentalmente a partir de su “conversión” “ante un Cristo muy llagado” (V 9,

1 ss.), allá por la Cuaresma de 1554, ella no sólo busca luz y guía en este camino, sino que

cuando las gracias místicas comienzan a hacerse presentes, ella busca clarificar lo que

experimenta (V 23, 3). Esta búsqueda de comprensión de lo que está viviendo, va a ser la

causa primera que originará este escrito.

Las continuas consultas con confesores o con “hombres santos”, que no la entienden o son

“ignorantes” en el campo de las gracias místicas, provocan los primeros intentos de darse a

entender por escrito. Pero Teresa no es tampoco capaz de hacer esto. Como ella bien dirá,

una cosa es tener la gracia, y otra muy distinta el entenderla y saberla expresar (cfr. V 23,

11). Y aquí radicará una de sus principales dificultades al inicio.

Cuando le pidieron por escrito sus vivencias, ella será muy capaz de narrar su vida y pecados,

pero hablar de esas gracias le resultara una empresa casi imposible. Por eso recurrirá a un

método más simple: subrayar en un libro ya leído aquello que ella experimenta. Quizás así

puedan comprender lo que ella está viviendo (cfr. V. 23, 12). Entrega estos subrayados a

Gaspar Daza y Francisco Salcedo, junto con una “relación de mi vida y pecados”. Pero o ella

no se hizo comprender, o ellos estaban ciegos, pues su respuesta fue que “era demonio (V

23, 14). Esto ocurría hacia 1555, a los comienzos de la vida mística de Teresa, que se sitúa

exactamente un año antes.

Será su primer fracaso de comunicación lo que acelera psicológicamente la necesidad de

aclararse a sí misma lo que le sucede, y que cuanto le sucede es cosa de Dios. Esta situación

de lucha interior por la que está pasando, acelera la preparación del Libro de la Vida. Los

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25

encuentros con diversos confesores y grandes personajes39 que la consuelan certificando ser

de Dios sus oraciones, no terminan de tranquilizar a la Santa. Y Teresa no ha terminado de

clarificar su experiencia, aunque ya comienza a comprender lo que vive y es capaz de

explicarse, tal como certifican las páginas escritas por ella.

Comenzará a tomar cuerpo el libro cuando el P. García de Toledo le pida que escriba “el

modo de oración y las mercedes que el Señor me ha hecho (Pról. 1). No olvidemos, sin

embargo, que antes de componer Vida, ya ha preparado algún retazo escrito de lo que vive

en su interior (cfr. V 28, 3), junto con sus primeras Relaciones (1-4), dichas relaciones, son

una serie de escritos en los que ella va contando su experiencia personal de oración y todas

las gracias que el Señor fue dando en su vida espiritual y estas vivencias van selladas de

secretos entre los confesores y su director espiritual bajo el voto de obediencia.

1.3. Mística Teresiana

Al presentar la realidad de la mística teresiana es imprescindible presentar el panorama

social, cultural, económico y religioso en el cual la santa se mueve y registra su experiencia.

Teresa, como “todos los santos tiene un rostro humano, una tierra donde enraizó y cuajó la gracia

y sin la cual ésta hubiera corrido el riesgo de la semilla evangélica caída entre piedras, entre

zarzas o al borde del camino”.40 Específicamente, debemos hacer referencia a la situación

eclesial ya que es determinante en el contexto de la época. Es de anotar como nos lo plantea

el P. Tomás Álvarez, uno de los más asiduos estudiosos de la mística teresiana, que,

Como en el resto de la Iglesia europea, la vida de la Iglesia española en tiempo de Teresa

discurre en dos momentos fuertes: el que precede al concilio de Trento, y el que prosigue a

la promulgación de sus decretos, ya muy entrada en la década de los años 60. Teresa se forma

humana y cristianamente en la fase primera. Y actúa como mística, como escritora y

fundadora, en el periodo segundo.41

39 Entre ellos se cuentan el P. Cetina (V 23, 16), Francisco de Borja (V 24, 4) y Fray Pedro de Alcántara

(V 30, 7b). 40 Barrena, El rostro humano de Teresa de Ávila, 310. 41 Álvarez, Cultura de mujer en el siglo XVI. El caso de santa Teresa de Jesús, 340.

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Teresa de Jesús es hija de su tiempo, vivió las consecuencias de los grandes cambios que se

producían en el siglo XVI y tomó parte activa también en dichos cambios. Sobre todo, en el campo

que a ella atañe directamente: el religioso. Si bien es cierto que los siglos posteriores le

reconocerán su aporte fundamental en el campo cultural. España vive una crisis económica desde

el inicio del siglo, justamente en el tiempo que nace Teresa y que se irá acentuando a lo largo de

los años. Padece también durante este siglo la experiencia de la peste y el hambre, fruto de las

cosechas pobres, teniendo en cuenta que era una economía de tipo rural. Crisis a la cual no es

ajena la familia de la santa y, ella misma al momento de sus fundaciones.

Pero no solo asistimos a una crisis económica: en el campo cultural las cosas no fueron muy

diversas, una sociedad estamental en la cual la religión marcaba su gran influencia. La “honra”,

que determinaba el lugar asignado para cada quien y, que desdecía mucho del pluralismo vivido

a lo largo del siglo XV. La España del siglo XV había sido pluralista y de una fecundidad cultural

de gran atracción. La España del siglo XVI, heredera de esta riqueza cultural, promotora de un

movimiento reformista de carácter popular, terminará con el triunfo de los intolerantes, como lo

muestra el índice del inquisidor Valdés en 155942.

En el ámbito religioso las cosas no fueron diversas, más allá de las reformas del cardenal Cisneros,

que implicaron también el siglo XVI; el fenómeno de los alumbrados, el erasmismo, el

protestantismo, la inquisición y la contrarreforma católica; todo esto, marcó profundamente el

acontecer teológico y religioso del siglo en curso e influyó marcadamente en los prejuicios

existentes frente a la experiencia espiritual. La división entre intelectuales y espirituales y, los

temores frente al conciliar estas dos posturas. Todo esto llevó a una creciente intolerancia

ideológica. La Inquisición persiguió erasmistas desde la llegada de Felipe II (1559), el Índice

de libros prohibidos, el Control ideológico dado a través del control a la importación de

libros, la prohibición de estudiar en universidades extranjeras; la reactivación de los estatutos

de limpieza de sangre a mediados del XVI y que afectaba a judeoconversos, moriscos y a

procesados por la inquisición y a sus familiares por tres generaciones.

42 Ídem. 25.

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27

En el terreno de las creencias, el homo religiosus del siglo XVI, protagonista de la

religiosidad popular, vive intensamente, con amor y temor su vinculación con Dios, con

Jesucristo redentor, con la virgen María, los santos y la Iglesia. Vive en un ambiente de

«Sacralización». Este sujeto de la religiosidad popular, vivía inmerso en la realidad de Dios,

que daba sentido a su misma vida. Interpretaba en sentido de providencia la pobreza, el

trabajo y la enfermedad…, dominado por los misterios de la escatología, por el

“maravillosismo”, y por un espíritu de “localismo”, o de sacralización del espacio y del

tiempo.43

El papel secundario que desempeñaba la mujer durante este siglo, ya que era considerada

como un ser ignorante, discriminada a nivel social y eclesial. Frente a esta realidad, santa

Teresa, hija también de este siglo, utilizando los esquemas propios de la época y, a través de

sus escritos y su obra, reivindica el lugar correspondiente. Un texto de capital importancia

es el número uno, del capítulo cuatro de su libro Camino de Perfección, códice del Escorial,

donde la santa expresa sin ambages su punto de vista, un texto que, aunque un poco extenso,

merece ser reproducido por la magistralidad y el significado que dentro del contexto

adquiere:

Confío, Señor mío, en estas siervas vuestras que aquí están, que veo y sé, no quieren otra

cosa ni la pretenden, sino contentaros; por Vos han dejado lo poco que tenían, y quisieran

tener más para serviros con ello. Pues nos sois vos, Criador mío, desagradecido para que

piense yo que daréis menos de lo que os suplican, sino mucho más; ni aborrecisteis, Señor

de mi alma, cuando andabais por el mundo, las mujeres, antes las favorecisteis siempre con

mucha piedad y hallasteis en ellas tanto amor y más fe que en los hombres, pues estaba

vuestra sacratísima Madre, en cuyos méritos merecemos, y por tener su hábito, lo que

desmerecimos por nuestras culpas. ¿No basta, Señor, que nos tiene el mundo acorraladas e

incapaces para que no hagamos cosa que valga nada por vos en público ni osemos hablar

algunas verdades que lloramos en secreto, sino que no nos habíais de oír petición tan justa?

No lo creo yo, Señor, de vuestra bondad y justicia, que sois justo juez, y no como los jueces

del mundo, que como son hijos de Adán y, en fin, todos varones, no hay virtud de mujer que

no tengan por sospechosa.

Sí que algún día ha de haber, Rey mío, que se conozcan todos. No hablo por mí, que

ya tiene conocido el mundo mi ruindad, y yo holgado que sea pública, sino porque veo los

tiempos de manera que no es razón desechar ánimos virtuosos y fuertes, aunque sean de

mujeres.

Cuando os pidiéremos honras, no nos oigáis, Señor mío, o dineros, o cosa que sepa

a mundo; más para honra de vuestro Hijo, ¿por qué no habéis de oír, Padre Eterno, ¿a quién

perdería mil honras y mil vidas por Vos? No por nosotras, Señor, que no merecemos nada,

sino por la sangre de vuestro Hijo y sus méritos.44

43 Álvarez, Religiosidad popular, en Diccionario de Santa Teresa, 512-519. 44 Teresa de Jesús, Camino de perfección, CE 17,6.

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Todo esto, está estrechamente relacionado con Teresa de Jesús en el momento particular

donde vivió y, donde la religión ocupaba un papel preponderante y rector frente a la sociedad

en la cual ella desarrolló su misión. Frente al ambiente pesimista que imperaba, al cual, ya

las reformas del cardenal Cisneros y todo el rico acervo bibliográfico en ambiente

franciscano y dominicano trataron de responder dando una visión nueva y esperanzadora de

la vida, Teresa inserta su pensamiento y obra, ya que debemos tener en cuenta que Santa

Teresa no es sólo una mujer y religiosa de su tiempo, sino también, una exponente

cualificada de la experiencia mística.

Frente a este panorama de su tiempo, Teresa presenta una experiencia que genera identidad,

autonomía, originalidad, que no incite a imitar modelos, sino, a apuntar la mirada sobre el

horizonte de Dios mismo. Experiencia que lleve a saber verdaderamente quiénes somos y, a

adoptar posturas frente a los mecanismos de represión a la hora de vislumbrar un horizonte

diferente al que nos ha tocado vivir.

Dentro de una experiencia que tiene que ver necesariamente con la vida de la Iglesia, la

mística teresiana se enraíza en una realidad de unidad y comunión. La unidad significa la

permanencia dentro del campo de la revelación, mantenerse en el mundo sin ser del mundo.

El fundamento de dicha unidad es la revelación de Dios en Jesucristo, y el modelo, la unidad

que existe entre el Padre y el Hijo. En el hombre esta unidad se traduce en la aceptación de

la misma fe y en la participación en el mismo amor.45

Teresa se preocupa de vivir y comunicar frente a la Iglesia de su tiempo una experiencia

mística que eduque para brindar dignidad a partir del conocimiento de lo que el hombre y

mujer son, conciencia, posibilidad de criticar, analizar, relacionar y enfrentar las situaciones

que se presenten y por ende buscar soluciones. Todavía es necesario señalar que todo lo

anterior, claramente debe darse dentro de una dinámica eclesial, nunca fuera de ella, y más

aún, una dinámica de comunión.

45 Ramos, Diccionario del mundo Joánico, 990.

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Compartirá la tensión polémica antiluterana, pero elevándola al plano constructivo del ideal

contemplativo-apostólico que ella propone insistentemente a sus monjas y que les deja

codificado en las páginas del camino. Ella no comparte la idea de que la contención de la

herejía requiere el uso de las armas, sino la intensificación de la vida cristiana.46

Reconoce dentro de su experiencia eclesial que como discípulos debemos considerar que la

“común- unión”, es un fruto precioso de la Pascua de Jesús. No podemos construirla

nosotros, si Él, antes no nos funda en la unidad. No obstante, Teresa nos hace caer en la

cuenta de que la unidad, que viene de Dios, no crece sola. Es primero un don de Dios; luego,

la comunión debe hacerse en nosotros una actitud espiritual. Es el momento en que nos

apropiamos del don, lo hacemos carne. Todo regalo de Dios va siempre unido a una tarea, a

una misión. Recibir el don de la comunión va inseparablemente unido a la misión de la

unidad. Generar unidad es colaborar al don de la comunión que Jesús ha conquistado y dado

a los hombres con su Pascua. A la unidad es necesario engendrarla, darla a luz y hacerla

fecunda. Experiencia de comunión que exige adherir nuestra vida al plan de Dios y hacerlo

vida.

Y como me vi mujer y ruin e imposibilitada de aprovechar en lo que yo quisiera en el ser

servicio del Señor, y toda mi ansia era, y aún es, que pues tiene tantos enemigos y tan pocos

amigos, que ésos fuesen buenos, determiné a hacer eso poquito que era en mí, que es seguir

los consejos evangélicos con toda la perfección que yo pudiese y procurar que estas poquitas

que están aquí hiciesen lo mismo, confiada en la gran bondad de Dios, que nunca falta de

ayudar a quien por él se determina a dejarlo todo; y que siendo tales cuales yo las pintaba en

mis deseos, entre sus virtudes no tendrían fuerza mis faltas, y podría yo contentar en algo al

Señor, y que todas ocupadas en oración por los que son defendedores de la Iglesia y

predicadores y letrados que la defienden, ayudásemos en lo que pudiésemos a este Señor

mío, que tan apretado le traen a los que ha hecho tanto bien, que parece le querrían tornar

ahora a la cruz estos traidores y que no tuviese adonde reclinar la cabeza.47

1.3.1 La mística ‘comunional’

La mística que la santa de Ávila nos presenta, no se funda simple o solamente dentro de una

dimensión ascética. Más allá de esto, es la dimensión ‘comunional’(o comunal) la que abarca

los rasgos esenciales de su experiencia. Dimensión comunional que se encuadra dentro del

46 Álvarez, Cultura de mujer en el siglo XVI. El caso de santa Teresa de Jesús, 340. 47 Teresa de Jesús, Camino de perfección, 1,2.

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horizonte de la santidad, entendida ésta última, como la vida que se enmarca en Dios, cual

origen, destino y realización del hombre. Santidad que encuentra en Cristo el modelo pleno

y acabado. Por eso, “a la hora de hacer una hermenéutica de la existencia y de la doctrina de

Teresa, la palabra clave que orienta toda la lectura de la misma, el hilo conductor que enhebra

todas las etapas y les da coherencia y dirección es Cristo”.48

Mística que implica una existencia teologal, en fe, esperanza y caridad; que lleva a la toma

de conciencia que en “Cristo, modelo de cada creatura el hombre fue hecho capaz de la

participación a la naturaleza divina (Cfr. 2 Pt 1,4) porque fue constituido en su condición de

hijo de Dios”.49 Una mística que se desliga absolutamente de toda experiencia de intimismo

y aislamiento para centrarse en la realidad de la caridad ya que es la caridad-amor la que

hace que nosotros podamos generar unidad. Esto lo comprendió muy bien la Santa. Por ello,

es una mística asentada en la realidad, fiel a la doctrina cristiana, donde la historia es una

categoría que no se puede obviar. Este es un aporte fundamental que la santa propone a la

Iglesia de su tiempo, desde el estilo y modo de vivir de sus pequeños “palomarcitos”, donde

ella misma percibe y sus monjas aprenden que el amor, la falta de egoísmo, la humildad y la

paciencia que caracterizan las relaciones unidas, comienzan a decir al mundo que Dios envió

a Jesús y que Dios nos ama.

De igual modo, la mística teresiana es una mística que no se circunscribe en una experiencia

de tipo espiritualista, que desconozca el valor de la razón como don de Dios y posibilidad de

abrir horizontes nuevos. Todo lo contrario, Teresa modeló una experiencia de búsqueda, de

apertura y de recepción exquisitas.

A lo largo del siglo, en coincidencia con la etapa formativa de Teresa, la Iglesia española

vive un intenso cruce de corrientes doctrinales y espirituales, desde las que provienen de

Europa como el erasmismo, y los últimos coletazos de la espiritualidad medieval y la devotio

moderna, hasta las tensiones de origen autóctono como el alumbradismo y la religiosidad

oficial, o bien el prolongado enfrentamiento entre teólogos y espirituales. Teresa no tercia en

la liza. Pero no oculta su preferencia por los primeros –los letrados-, aun manteniendo

48 Castro, Cristologia teresiana, 72. 49 Vitali, Esistenza Cristiana, fede, speranza e carità, 49.

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óptimas relaciones con los últimos –los espirituales-, Cuales Pedro de Alcántara, Juan de

Ávila, Luis de Granada… pero tiene la fortuna de estrechar relaciones con los más cotizados

teólogos de las universidades de Salamanca, Alcalá, Sigüenza, etc.50

Como creyente convencida y religiosa consciente de la importancia de su respuesta cualificada

frente a los sucesos de su tiempo, Teresa vive una experiencia mística que manifiesta una

vocación eclesial y de comunión por excelencia. “Ser intensamente contemplativos,

intensamente orantes e intensamente santos, para ser de más ayuda a la Iglesia”.51 Se sentía

llamada en su propia experiencia de Dios a iluminar todas las realidades del hombre.

Realidad de vida que se traduce en vocación de servicio, en historia que plasma el acontecer

de la divinidad, que lleva al ser humano a comprender que, Dios, hombre y amor son tres

realidades que se plasman en una cuarta llamada historia. Por esto mismo, es una mística

que traduce la vida en respuesta, porque, viviendo en Dios, construye una humanidad que se

lee y se contempla en Dios mismo.

De aquí también gané la grandísima pena que me da las muchas almas que se condenan (de

estos luteranos en especial, porque eran ya por el bautismo miembros de la Iglesia), y los

ímpetus grandes de aprovechar almas, que me parece, cierto, a mí que, por librar una sola de

tan gravísimos tormentos, pasaría yo muchas muertes muy de buena gana. Miro que, si

vemos acá una persona que bien queremos, en especial con un gran trabajo o dolor, parece

que nuestro mismo natural nos convida a compasión y, si es grande, nos aprieta a nosotros.

Pues ver a un alma para sin fin en el sumo trabajo de los trabajos, ¿quién lo ha de poder

sufrir? No hay corazón que lo lleve sin gran pena. Pues acá con saber que, en fin, se acabará

con la vida y que ya tiene término, aun nos mueve a tanta compasión, estotro que no le tiene

no sé cómo podemos sosegar viendo tantas almas como lleva cada día el demonio consigo”.52

Ella es testigo exquisito de esta verdad, sin desconocer todos los límites que su época le

representaba dada su condición de mujer y la realidad de la Iglesia de su contexto, vinculada

estrechamente a otro tipo de poderes. Ante este panorama, no permanece inerme, ni entra en

conflictos desgastantes e inútiles, sino que genera una alternativa de vida enmarcada dentro

del contexto eclesial.

50 Álvarez, Cultura de mujer en el siglo XVI. El caso de santa Teresa de Jesús, 341. 51 ID. Santa Teresa y la Iglesia, 99. 52 Teresa de Jesús, Vida, 32, 5.

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32

Sin duda, Teresa conoció las taras y sombras de aquella Iglesia española, demasiado

sometida a los poderes políticos, pero mantuvo a la vez una actitud de innovación emergente

y persistente, y de confianza en los poderes fácticos. Su relación con el alto clero pertenece

a la segunda fase de su vida, precisamente también cuando la jerarquía española está más

influenciada por las presiones regias, y ya más condicionada por la intervención conciliar de

Trento.53

Ella se convierte en respuesta viva frente a los acontecimientos de la Iglesia de su momento

y por ende, a la manera como ésta traza los derroteros de la sociedad en que se desenvuelve.

Particularmente tienen eco en su vida interior, en el desarrollo de su vocación religiosa, en

la intensidad de su experiencia de Dios y en su rol de fundadora; tanto la experiencia de la

reforma en las noticias que a ella le llegan, pues no conoce el fenómeno en su complejidad

e integralidad; el papel de la religión en la vida del continente americano y el concilio de

Trento, quizá el acontecimiento más significativo para la Iglesia durante su tiempo y por

algunos siglos.

El concilio de Trento fue para la Iglesia el gran acontecimiento del siglo. También lo fue

para Teresa. Congregado, en sus diversas etapas, desde 1545 a 1563, coincide con los años

centrales de la vida de la Santa, desde los 30 a los 48 de edad. Con escasa resonancia en ella

durante el periodo de las primeras sesiones. Algo más en la última fase de 1562 a 1563. Para

entonces ya navega ella en alta mar de la vida mística. Ya ha comenzado su proyecto de

fundaciones. Ha iniciado ya su tarea de escritora.54

Frente a todo esto, ella vive con un pensamiento crítico que analiza lo que se vive y la lleva

a ser un gran actor, comprometida en el ejercicio eclesial, no simplemente como alguien que

haga memoria de momentos históricos que vive la Iglesia y la sociedad de su tiempo, que

viva de añoranzas, de bellos recuerdos; que trate de responder con complejos términos a su

no respuesta frente a la historia concreta. Ante todo, Teresa hace de su experiencia una vida

que signifique fidelidad al sentido bíblico de la comunión y, a la misión de la Iglesia de todos

los tiempos en su llamado a ser respuesta y propuesta frente al hombre, el mundo y el tiempo

en un momento concreto de la historia.

53 Álvarez, Cultura de mujer en el siglo XVI. El caso de santa Teresa de Jesús, 341. 54 Ídem. 349.

Page 33: La espiritualidad como mediación reconciliadora de la ...

33

¡Oh Hijo del Padre Eterno, Jesucristo, Señor nuestro, Rey verdadero de todo! ¿Qué dejasteis

en el mundo? ¿Qué pudimos heredar de Vos vuestros descendientes? ¿Qué poseísteis, Señor

mío, sino trabajos y dolores y deshonras, y aun no tuvisteis sino un madero en que pasar el

trabajoso trago de la muerte? En fin, Dios mío, que los que quisiéremos ser vuestros hijos

verdaderos y no renunciar la herencia, no nos conviene huir del padecer. Vuestras armas son

cinco llagas. ¡Ea, pues, hijas mías!, ésta ha de ser nuestra divisa, si hemos de heredar su

reino; no con descansos, no con regalos, no con honras, no con riquezas se ha de ganar lo

que El compró con tanta sangre. ¡Oh gente ilustre! Abrid por amor de Dios los ojos. Mirad

que los verdaderos caballeros de Jesucristo y los príncipes de su Iglesia, un San Pedro y San

Pablo, no llevaban el camino que lleváis. ¿Pensáis por ventura que ha de haber nuevo camino

para vosotros? No lo creáis. Mirad que comienza el Señor a mostrárosle por personas de tan

poca edad como de los que ahora hablamos”.55

En un tiempo donde suceden muchos fenómenos en el ámbito religioso que tienen a la base

la búsqueda de Dios, el plasmar la idea que del mismo se tenía, idea que vale la pena aclarar,

variaba dependiendo del sujeto que lo vivía, aunque estuviera todo regido por el tronco

dogmático y de verdades establecidas que enmarcaban la ortodoxia. En ese entramado de

vivencias, Teresa de Jesús logra ir mucho más adelante y encuadrarlo todo dentro de la

experiencia mística y con un rostro auténticamente eclesial. “El potente espíritu místico de

Teresa, sus escritos y sus fundaciones se inyectarán como un hálito más de vida en la reforma

conciliar, al lado del movimiento renovador promovido por san Ignacio, por San Juan de

Ávila, por prelados y teólogos posconciliares”.56

1.3.2. Mística apostólica

En el ámbito de eclesialidad, santa Teresa validará toda su experiencia y, será la fuente y el

criterio de discernimiento de toda su realidad religiosa, mística y apostólica. Frente al

concebir la vida religiosa como una “fuga mundi” y, la experiencia mística como una

vivencia suprasensible y supraterrenal, Teresa inserta su propio testimonio de vida como una

respuesta histórica que hace creíble su experiencia de Dios.

La experiencia mística teresiana es, a la vez, teologal, cristológica y eclesial. De suerte que

en la historia de los grandes místicos cristianos, quizá ninguno haya vivido y testificado, tan

55 Teresa de Jesús, Fundaciones 10,11. 56 Álvarez, Cultura de mujer en el siglo XVI. El caso de santa Teresa de Jesús, 349.

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consciente y constantemente como ella, la inclusión del carisma místico en la institución

eclesial.57

Frente a todos los fenómenos del alumbradismo, Teresa inscribe su experiencia mística como

una realidad interesada por el mundo, es decir, que trasciende la mera fenomenología, que

va más allá de lo que aparece, de la idea del sentimiento y de cualquier intimismo. Inscribe

su realidad mística como historia de salvación que lee en ella misma, para sus monjas y las

personas con las cuales trata, el acontecer de Dios en sus vidas. Todo ello, enmarcado dentro

del discernimiento de la Iglesia, así como traducido en obras concretas, esto es, sus

fundaciones. Caro Baroja hablando de los místicos y su papel dentro del fenómeno religioso

nos dice:

En la vida religiosa puede darse la posición desinteresada del mundo, como una forma

elevada a la que llegan estos, según es sabido, pero tampoco se deja de admitir la posición

vuelta hacia el mundo, de varias maneras. Ahora bien, la posición desinteresada puede

conducir a formas que la sociedad ha considerado peligrosas, equívocas u oscuras, mientras

que la mundanal ha producido otras, muy aceptadas y valoradas.58

La misma Santa Teresa nos permite contemplar con todo realismo esta experiencia. Dos

textos, uno del Camino de perfección y otro del libro de la Vida, nos dejan ver con toda

claridad que su experiencia se aísla de cualquier rastro de “espiritualismo” y se asienta con

todo realismo en la vida concreta:

No guardamos unas cosas muy bajas de la Regla -como el silencio, que no nos ha de hacer

mal- y no nos ha dolido la cabeza, cuando dejamos de ir al coro, -que tampoco nos mata-, y

queremos inventar penitencias de nuestra cabeza para que no podamos hacer lo uno ni lo

otro. Y a las veces es poco el mal, y nos parece no estamos obligadas a hacer nada, que con

pedir licencia cumplimos.59

Comencé a hacer devociones de misas y cosas muy aprobadas de oraciones, que nunca fui

amiga de otras devociones que hacen algunas personas, en especial mujeres, con ceremonias

57Ídem. 368. 58 Baroja, Las formas complejas de la vida Religiosa (religión, sociedad, y carácter en la España de los siglos

XVI y XVII), 37. 59 Teresa de Jesús, Camino de perfección, 10,6.

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que yo no podía sufrir y a ellas les hacía devoción; después se ha dado a entender no

convenían, que eran supersticiosas.60

En cuanto concierne a la realidad de la reforma, Teresa responde no con simples

argumentos, sumándose a la ya creciente corriente de descalificación y condena del

movimiento pero sólo desde el plano de las ideas; sino, coherente con su ideal y su manera

de vivir, se implica en la realidad eclesial de tal manera que su obra sea una respuesta de tipo

práctico frente a la decadencia de la religión criticada por los reformistas y, a la vez, una

manera de vivir que interpelara los fundamentos religiosos y que planteara nuevas

alternativas en la fidelidad al Evangelio.

Ofrecióse una vez, estando con una persona, decirme a mí y a otras que si no seríamos para

ser monjas de la manera de las descalzas, que aun posible era poder hacer un monasterio…

Habiendo un día comulgado, mandóme mucho Su Majestad lo procurase con todas mis

fuerzas, haciéndome grandes promesas de que no se dejaría de hacer el monasterio, y que se

serviría mucho en él, y que se llamase San José, y que a la una puerta nos guardaría él y

nuestra Señora la otra, y que Cristo andaría con nosotras, y que sería una estrella que diese

de sí gran resplandor, y que, aunque las religiones estaban relajadas, que no pensase se servía

poco en ellas; que qué sería del mundo si no fuese por los religiosos; que dijese a mi confesor

esto que me mandaba, y que le rogaba El que no fuese contra ello ni me lo estorbase.61

Frente a la demonología pululante e imperante en el ambiente del siglo XVI y de su cultura,

de la cual Teresa es hija; de la corriente netamente ascética que traduce la vida en una

continua y eterna lucha contra este enemigo a través de las privaciones, los castigos

corporales, las penitencias exhaustivas y el auxilio de un Dios lejano, atemorizante, cargado

de ira y condena para el ser humano; frente a este panorama, la mística teresiana, si bien

asume las características de su tiempo, da una respuesta cualificada con un Dios “amigo” del

hombre, deseoso de hacerlo partícipe de su divinidad, necesitado de entregar su misericordia

y lleno de ternura y compasión.

Estando pensando una vez en la gran penitencia que hacía doña Catalina de Cardona y cómo

yo pudiera haber hecho más, según los deseos me da alguna vez el Señor de hacerlo, si no

fuere por obedecer a los confesores, que si sería mejor no les obedecer de aquí adelante en

60 Ídem. Vida 6,6. 61 Ídem. 32, 10-11.

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eso, me dijo: Eso no, hija; buen camino llevas y seguro. ¿Ves toda la penitencia que hace?

En más tengo tu obediencia.62

En un siglo que inscribe la experiencia de la santidad como algo lejano del hombre cotidiano,

como el resultado de una cantidad de esfuerzos del mismo hombre para agradar a Dios,

Teresa concibe el proyecto de santidad como una experiencia de gratuidad y de disposición

para que el hombre se descubra espacio de la divinidad y reciba el don que, por naturaleza,

al ser creado a imagen y semejanza Dios, le está reservado. “Ella es incapaz de

“experimentar” nada que no sea Dios o la lleve a Él”.63

Verdad es que no en todas las moradas podréis entrar por vuestras fuerzas, aunque os parezca

las tenéis grandes, si no os mete el mismo Señor del castillo. Por eso os aviso, que ninguna

fuerza pongáis, si hallareis resistencia alguna, porque le enojaréis de manera, que nunca os

deje entrar en ellas. Es muy amigo de humildad. Con teneros por tales que no merecéis aún

entrar en las terceras, le ganaréis más presto la voluntad para llegar a las quintas; y de tal

manera le podéis servir desde allí, continuando a ir muchas veces a ellas, que os meta en la

misma morada que tiene para Sí.64

La mística teresiana es una experiencia de libertad, un proceso que se concibe como integral

y unitario, que tiende hacia la realización completa de la persona como tal, mediante el

progreso gradual de su relación con Dios, de acuerdo con sus circunstancias individuales. El

hombre que, leído en la experiencia de Dios debe desarrollar todas las potencialidades en él

contenidas en virtud de su condición de creación a imagen de la divinidad; desarrollar sus

fuerzas creadoras, su capacidad relacional y trabajar para convertir la experiencia mística en

el mundo físico como instrumento de su libertad. Para Teresa eso se traduce en humildad

ante la divinidad:

Estas virtudes grandes, hermanas mías, querría yo estudiásemos mucho e hiciésemos

penitencia, que en demasiadas penitencias ya sabéis os voy a la mano, porque pueden

hacer daño a la salud si son sin discreción. En estotro no hay que temer, porque por

grandes que sean las virtudes interiores, no quitan las fuerzas del cuerpo para servir

62 Ídem. Cuentas de conciencia, 20. 63 Cfr. Kaufmmann, La fascinación de una presencia, 54. 64 Ídem. Moradas, Epílogo 2.

Page 37: La espiritualidad como mediación reconciliadora de la ...

37

la religión, sino fortalecen el alma; y de cosas muy pequeñas se pueden -como he

dicho otras veces- acostumbrar para salir con victoria en las grandes.65

Realización de la persona y actitud humilde ante el actuar de Dios que en la mística teresiana

no se puede concebir fuera de la institución eclesial, como bien nos lo dice el P. Tomás

Álvarez:

Su inserción progresiva en la sociedad eclesial, también histórica y terrestre, pero con

apertura a lo trascendente. Y ello no sólo porque en la España de su tiempo era ininteligible

la sociedad sin la componente eclesial, sino porque Teresa es ante todo, “religiosa carmelita”,

y la Iglesia es factor determinante de su personalidad, de su mentalidad y de su doble tarea

es escritora y fundadora.66

Bien lo anota la misma santa cuando recuerda a sus hermanas el objetivo y la razón de ser

que las ha reunido, para junto con ella, darle vida a la reforma:

Tornando a lo principal para lo que el Señor nos juntó en esta casa y por lo que yo mucho

deseo seamos algo para que contentemos a Su Majestad, digo que viendo tan grandes males

que fuerzas humanas no bastan a atajar este fuego de estos herejes, con que se ha pretendido

hacer gente para si pudieran a fuerza de armas remediar tan gran mal y que va tan adelante,

hame parecido es menester como cuando los enemigos en tiempo de guerra han corrido toda

la tierra, y viéndose el Señor de ella apretado se recoge a una ciudad, que hace muy bien

fortalecer, y desde allí acaece algunas veces dar en los contrarios y ser tales los que están en

la ciudad, como es gente escogida, que pueden más ellos a solas que con muchos soldados,

si eran cobardes, pudieron, y muchas veces se gana de esta manera victoria; al menos, aunque

no se gane, no los vencen; porque, como no haya traidor, si no es por hambre, no los pueden

ganar. Acá esta hambre no la puede haber que baste a que se rindan; a morir sí, mas no a

quedar vencidos.67

En Teresa de Jesús, ser cristiana, religiosa –entendida ésta en la acepción del religare- y

mística, son realidades que concuerdan y se armonizan completamente. Para ella, no existe

esa separación que se ha intentado hacer entre la mística y la teología, partiendo del hecho

que todo lo que comunica ha pasado por el rasero de la propia experiencia y, allí no es posible

dividir o separar estas realidades. Ella fue dejando a su paso, por donde llevó adelante su

obra, la certeza de que la mística ocupa un papel fundante en la sociedad, en la medida que

hecha experiencia de libertad, de configuración con la divinidad, se vive partiendo del

65 Teresa de Jesús, Camino de perfección, 15,3. 66 Álvarez, Cultura de mujer en el siglo XVI. El caso de santa Teresa de Jesús, 340. 67 Teresa de Jesús, Camino de perfección, 3,1.

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hombre y, busca revelarle su auténtica identidad de comunión con la divinidad misma.

Cuando el alma ha madurado en la amistad con Dios, ya no rebusca ni piensa, sino que toda

ella respira amor y todo cuanto hace es ya oración; lo demás, de sólo dedicar ratos y formas

especiales era cosa de “espíritus encapotados”68. Ella misma lo hace evidente cuando expresa

a sus monjas lo fundamental del proyecto iniciado:

No penséis, amigas y hermanas mías, que serán muchas las cosas que os encargaré, porque

plega al Señor hagamos las que nuestros santos Padres ordenaron y guardaron, que por este

camino merecieron este nombre. Yerro sería buscar otro ni deprenderle de nadie. Solas tres

me extenderé en declarar, que son de la misma Constitución, porque importa mucho

entendamos lo muy mucho que nos va en guardarlas para tener la paz que tanto nos

encomendó el Señor, interior y exteriormente: la una es amor unas con otras; otra,

desasimiento de todo lo criado; la otra, verdadera humildad, que aunque la digo a la postre,

es la principal y las abraza todas.69

Teresa vive y muestra una mística que admita a todos y, lo haga por la dignidad que les da

el ser humanos, el ser Hijos de Dios, algo que extraordinariamente recuperará el Concilio

Vaticano II, una mística que señale un horizonte nuevo, respaldado en que dicha realidad no

es ajena al mundo ni a la historia, sino, que nace de la experiencia vivida por personas

concretas y, que construye la comunión, máximo en la vida de todo hombre. Esta mística

que se convierte en fuente de liberación, salvación y planificación vital del hombre en todas

sus dimensiones y expresiones, es la que vive Teresa de Jesús.

La mística teresiana, es una realidad que expande, que permite vislumbrar el horizonte de

infinitud como realización en la finitud, que lleva a la historia particular y concreta, al más

acá, al hoy que nos circunda, para evidenciarnos, que este mundo es nuestro y que la

presencia de la divinidad en él y en nosotros, sólo puede ser fuente de comunión, porque ella

es la expresión más vital y concreta de Dios. Mística que al igual que la comunión, debe ser

entendida como una «común participación a los bienes de la salvación70.

68 De La Madre De Dios – O. Steggink, Santa Teresa y su tiempo II, 1, 22. 69 Teresa de Jesús, Camino de perfección, 4,4. 70 Kasper, La Chiesa di Gesú Cristo, 298.

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Esto quiero yo, mis hermanas, que procuremos alcanzar, y no para gozar, sino para tener

estas fuerzas para servir: deseemos y nos ocupemos en la oración; no queramos ir por camino

no andado, que nos perderemos al mejor tiempo; y sería bien nuevo pensar tener estas

mercedes de Dios por otro que el que Él fue y han ido todos sus santos; no nos pase por

pensamiento; creedme, que Marta y María han de andar juntas para hospedar al Señor y

tenerle siempre consigo, y no le hacer mal hospedaje no le dando de comer. ¿Cómo se lo

diera María, sentada siempre a sus pies, si su hermana no le ayudara? Su manjar es que de

todas las maneras que pudiéremos lleguemos almas para que se salven y siempre le alaben.71

La mística teresiana nos lleva a ser plenamente conscientes que nuestra existencia debe ser

leída y vivida en Cristo, plenitud de nuestra humanidad, a caer en la cuenta que “Dios ha

entrado como hombre (sa.rx evge,neto) en la temporalidad de la historia mundana,

transformándola como ella misma no puede absolutamente transformarse”72. En este punto

está la clave de lectura de la experiencia mística teresiana como una vivencia real, profunda

y eclesial del Bautismo. Teresa sabe que la vida leída en Cristo es esencial en la experiencia

que vive, porque no solamente es observar el transcurrir de eventos, sino que, como el mismo

Jesús, se está llamado a dinamizarla en el propio testimonio de vida.

A lo largo de su existencia, tan rica en experiencias religiosas personales, la mística de Ávila

llegó a hacerse una idea coherente del vivir cristiano. La vida se expresa en actividad, el ser se

especifica por sus obras y el árbol se conoce por sus frutos. Parece como si ella tuviera siempre

presente estos principios cuando habla de la actitud o mejor de las actitudes del cristiano. Las

metas más radicales de su vida eran la difusión del Evangelio en el mundo, y la trasformación

de su "yo" en Jesucristo. Dos metas que no podían llevarse a término si no era a través de

la actividad religiosa. La vida cristiana fue para ella como para el apóstol Pablo una carrera,

un combate (agón) y una lucha por alcanzar una meta; y esta meta era Cristo.73

Llegados a este punto y, con una visión de conjunto de la mística carmelitana, seguidamente

entraremos en el estudio de dos dimensiones fundamentales del presente trabajo, que son: la

espiritualidad y la reconciliación y cómo estas se vuelven experiencia teresiana donde se ve

cómo la mística desemboca en una auténtica vida cristiana. La conciencia del hombre leído

en el horizonte divino, lo lleva a una realidad de transformación personal y compromiso con

la historia.

71 Teresa de Jesús, Moradas, 7M 4,12. 72 Jüngel, Dio, mistero del mondo, 392. 73 Castro, Cristologia teresiana, 147.

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1.4. Mística Carmelitana en el siglo XVI

Ahondar en la realidad de la mística carmelitana es hablar del hecho revelador del Dios de

la vida, pues ese mismo Dios que se manifestó con Jesús, es el mismo quién habló a los

santos fundadores del Carmelo, el proceso de reforma se da en unas constantes búsquedas

entre Cristo y Teresa. “A esto corresponde una progresiva revelación de Cristo con una

gracia de presencia continua, con fulgores de gracias extraordinarias en momentos

cumbres”.74

“El hecho Fontal no es tanto la doctrina cuanto la experiencia de sus fundadores ‒santa

Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz‒, que rompe los moldes de toda experiencia anterior

y lleva la mística española a su cima”.75 Por ello, para hablar de mística dentro del horizonte

carmelitano, es necesario encuadrar quién es un místico desde nuestra perspectiva.

Asumimos aquí la descripción que de un místico hace Baldomero Jiménez Duque estudioso

del tema, cuando nos señala:

El místico es un hombre que vive el misterio cristiano con profundidad y con exigencia,

y que ante sí mismo, y quizá ante los demás, registra y patentiza esa su vivencia

religiosa cristiana. Nos situamos desde el primer momento en una perspectiva de

normalidad, no de rarezas. Dios explica al hombre. Él es su dimensión esencial y

fundante. Por eso el hombre, ser inteligente y libre, capaz por ello de amar con amor

humano (no sólo instintivo), está abierto a la trascendencia, a Dios. Y puede por lo tanto

encontrarle y dialogar con El. Puede detectar, desde su finitud esa Infinitud en la que es

y se realiza. Puede descubrir esa presencia de Dios en él, que, por sus efectos, podríamos

distinguir en presencia existenciante (le da la existencia), presencia deificante (le da

participar de su vida divina, es decir, de su caridad divina), y presencia vivencial (en cuanto

el hombre toma conciencia de esa presencia, de manera no sólo refleja, sino

experimentalmente vital)”.76

Con esta premisa podemos decir que la mística carmelitana es una mística

contemplativa,77con lo cual entendemos no un aislamiento de la realidad, sino, todo lo

74 Castellanos, “Espiritualidad Teresiana. Rasgos y vivencias” 151 75 García, La mística del Carmelo, 20. 76 Jiménez, «Santa Teresa y la «historicidad»», en, Teresianum, XXXIII, I/II, (1982) 100. 77 Cfr. García, La mística del Carmelo, 8.

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contrario, un estrecho vínculo con la historia, el tiempo y la realidad donde los místicos del

Carmelo han vivido, fieles al contemplare.

A la base de esta escuela está la experiencia de los dos grandes maestros, Santa Teresa de

Jesús y San Juan de la Cruz. Experiencia que como han plasmado en sus escritos, tiene

como fin “guiar las almas a Dios”.78 Luego la escuela continuará en los siglos posteriores,

con una variedad de figuras eximias entre las cuales sobresalen Santa Teresa de Lisieux ‒

también doctora de la Iglesia y patrona universal de las misiones, siendo una monja

contemplativa‒, Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein), Santa Teresa de los Andes

y la Beata Isabel de la Trinidad entre otros muchos.

El horizonte de la mística carmelitana, como el de toda vida cristiana, es la configuración

del llamado a la comunión divina. Sin embargo, nos conviene precisar a qué nos referimos

cuando hablamos de unión con Dios. El “diccionario de mística”, hablando de la unión con

Dios, nos dice que “es difícil precisar exactamente el alcance de esta expresión, que, no

obstante, es clásica en el vocabulario de la oración”.79 Pero, también nos aclara que es un

tema esencial de la “antropología religiosa”, donde se descubre que el hombre “no puede

realizarse si no es en la unidad, y el deseo, en su realidad más profunda, se expresa entonces

en una fórmula del tipo “ser uno con el Uno”… que en el cristianismo se le llama Dios y se

le reconoce mediante la contemplación del misterio de Cristo”.80 Por esto, la mística del

Carmelo, como toda mística cristiana, es una experiencia centrada siempre en el misterio de

Cristo, textos claves como el capítulo 22 del libro de la vida en el caso de Santa Teresa y el

número 5 del capítulo 22, del segundo libro de la subida al monte Carmelo en el caso de san

Juan de la cruz nos lo evidencian, y que insustituiblemente desemboca en una realidad

comunitaria y apostólica. “Por eso, si hemos imaginado que la espiritualidad de los santos

carmelitas es una versión reprimida, introvertida y cerrada de la piedad, cuyo representante

78 Trueman, La mística carmelitana, la doctrina de santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz, 53. 79Borriello, Caruana, Del Genio,Suffi, «Mística», en, Diccionario de Mística, 1707.

80 Ídem. 1707.

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o seguidor se aísla del mundo, para verse libre de sus contaminaciones, no hemos entendido

sus más elementales principios”.81

Santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz, elevan la experiencia de la vida de cualquier

cristiano al horizonte divino, de tal manera que “cayendo el alma en la cuenta”82 que debe

leerse en el horizonte de Dios mismo, tenga comportamientos divinos, es decir, plasmar la

acción de Dios en todo lo que vive y en todo lo que hace. Tanto santa Teresa como san Juan

de la Cruz descubren el culmen de esta experiencia en la gracia del “matrimonio

espiritual”, donde, “queda el alma, digo el espíritu de esta alma, hecho una sola cosa con

Dios»83 o «porque no solamente en este estado consigue el alma muy alta pureza y

hermosura, sino también terrible fortaleza por razón del estrecho y fuerte nudo que por

medio de esta unión entre Dios y el alma se da”.84

Unión entre Dios y el alma que lleva a quien vive la experiencia a una realidad de encuentro

con el mundo y con la historia, a una vivencia intensa de la cotidianidad, a vivir la vocación

bautismal en toda la amplitud de su existencia. “La espiritualidad alumbrada por Teresa de

Jesús contemplaba la relación entre vida interior y servicio apostólico a la manera

tradicional, en el contexto de la “vida contemplativa”. Reafirmaba, sin embargo, con claridad

y decisión el valor apostólico y eclesial de la vida interior: la contemplación conducía

naturalmente a la acción”.85

Al respecto, escribe a sus monjas Santa Teresa:

Acuérdense que es menester quien le guise la comida, y ténganse por dichosas en andar

sirviendo con Marta. Miren que la verdadera humildad está mucho en estar muy prontos en

contentarse con lo que el Señor quisiere hacer de ellos, y siempre hallarse indignos de

llamarse sus siervos. Pues si contemplar y tener oración mental y vocal y curar enfermos y

81 Ídem. 58. 82 Juan de la Cruz, Cántico espiritual B, CB 1,1. 83 Teresa de Jesús, Moradas séptimas 2,3. 84 Juan de la Cruz, Cántico espiritual B, CB 20,1. 85 Pacho, El Apogeo de la mística moderna: historia de la espiritualidad clásica española, 1015.

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servir en las cosas de casa y trabajar -sea en lo más bajo-, todo es servir al Huésped que se

viene con nosotras a estar y a comer y recrear, ¿qué más se nos da en lo uno que en lo otro?”.86

En cuanto a San Juan de la Cruz, la unión es igualmente el tema fundamental que comenta

a lo largo de todos sus escritos. Tema que le da sentido al caminar buscando llegar a la cima

del “Monte de la Perfección”. Es la fuerza para recorrer el proceso de la «noche», la

motivación por la cual se explaya en la búsqueda y encuentro del “Amado” a lo largo del

“cántico espiritual”. Es el fundamento del deleite, gozo y plenitud que nos canta en la

“Llama de amor viva” y, el asidero sobre el cual fundamenta toda la doctrina que nos dejó

en sus escritos menores.

Unión que traduce la historia del hombre en el paso de Dios por la humanidad. Se percibe

que es una llamada universal y, por lo tanto, que ningún tiempo es mejor o peor que otro,

sino que cada momento se presenta como oportunidad única para vivir dicha experiencia.

Pero el mismo san Juan de la Cruz va más allá, en el libro de la “Llama de amor viva”,

cuando nos presenta la más “íntima unión” a que el alma puede llegar en esta vida, nos

muestra cómo dicha alma debe traducir en vida y compartir con la humanidad misma lo que

de Dios recibe siendo luz y esperanza para la historia que le ha correspondido vivir. El

místico se reconoce como regalo y don de Dios para la humanidad y la Iglesia, llamado a

conocerlo todo desde el mismo Dios.

Dicha unión se presenta, entonces, y se propone como el objetivo-meta que permea toda la

obra sanjuanista y determina todo: el camino y la forma de hacerlo, también la vocación del

creyente. Tanta vigencia tuvo en su tiempo y sigue teniéndola para el hoy de la Iglesia, que

casi a cuatro siglos de esta propuesta sanjuanista, el Concilio Vaticano II afirma: “La razón

más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la unión con Dios....

Es llamado como hijo a la unión con Dios y a la participación de su felicidad”87 En la obra

del santo,

86 Teresa de Jesús, Camino de perfección 17,6. 87 Concilio Vaticano II, “Constitución pastoral Gaudium et spes sobre la Iglesia en el mundo actual”, 19.21.

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Más de 500 veces aparecen términos de la familia Unión. Con brevedad y sencillez, condensa

en sólo tres palabras, toda la vida teologal-cristiana: Dios, hombre, unión. Es la clave

hermenéutica, en una perspectiva unitaria, de la historia de amor de Dios por el ser humano,

su proyecto de salvación, su palabra dada en su hijo Jesucristo. Y cómo a su vez la persona

acoge este proyecto, misterio de Amor, con libertad, que le permitirá, devenir una nueva

“recreación” con un grado de profundidad cada vez mayor, dependiendo de los grados de

amor a Dios que vaya adquiriendo, en la imagen y semejanza de Aquel por quien fue creado,

por medio de la fe, la esperanza, y la caridad”.88

Tanto en Santa Teresa como en San Juan de la Cruz, esta unión que pasa por el entramado

histórico de la existencia lleva al místico a una vida teologal. Por esto, la mística carmelitana

se inscribe en la esencia misma de la vida cristiana, una vida de fe, esperanza y caridad.

Hablamos de experiencia unitiva, porque el místico hace de las virtudes teologales el centro

y el horizonte de toda experiencia de Dios. Son ellas quienes trazan el derrotero que lleva a

la “divina Unión”, eje y centro de nuestra vocación humana. Así lo ilustra San Juan de la

Cruz, hablando del proceso de la “noche” que lleva a la “divina unión”:

“Lo cual hecho, se verá claro cuánta necesidad tiene el alma, para ir segura en este camino

espiritual, de ir por esta noche oscura arrimada a estas tres virtudes, que la vacían de todas

las cosas y oscurecen en ellas. Porque, como habemos dicho, el alma no se une con Dios en

esta vida por el entender, ni por el gozar, ni por el imaginar, ni por otro cualquier sentido,

sino sólo por la fe según el entendimiento, y por esperanza según la memoria, y por amor

según la voluntad”.89

Finalmente, la mística carmelitana, como mística cristiana que es, lee su dinamismo y tiene

su horizonte de comprensión en la unión con Dios. Mística que lleva a quien se acerca a su

experiencia a una vida teologal. Además, es una mística plenamente eclesial. Esto lo

podemos corroborar fácilmente tanto en San Juan de la Cruz como en Santa Teresa de Jesús.

Esta última, que vive con pasión su ser Iglesia. Particularmente en la Santa, la dimensión

fuertemente cristológica de su experiencia, que finalmente desemboca al igual que la

realidad de san Juan de la Cruz en una experiencia Trinitaria, la lleva a un deseo de servir a

la prolongación de la obra de Cristo en el tiempo, es decir, la Iglesia.

88 Merí, Llama de amor viva, Unión con Dios en San Juan de la Cruz, 19. 89 Juan de la Cruz, Subida al Monte Carmelo, libro segundo 6,1, 2S 6,1.

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Ese encuentro con Cristo se prolonga en encuentro con la Iglesia. Cristo y ella son el

Cristo total. Una presencia eclesial de Cristo aquí y ahora, Cristo y la Iglesia que viven,

que luchan, que, sufren, que gozan... Es a partir de 1560 cuando se va haciendo más

amplio y más profundo ese descubrimiento…. Teresa toma parte en ese misterio,

institucionado en los hombres, con su jerarquía y sacerdocio ministerial, con sus tareas

evangelizadoras y doctrinales, con su dinamismo misionero y apostólico... Con sus graves

quebrantos (ella, libre de toda sombra de fariseísmo, no se escandaliza de nada). Pero

sufre, ora, trabaja: los sacerdotes y “letrados”, los herejes (“los luteranos”), los “moros”,

los “indios” infieles, todos los hombres... están ante su mirada deseosa. Y su aportación

concreta a ese quehacer urgente y universal ha sido aparte de su vivir endiosado y

entregado, su reforma carmelitana, sus “palomarcitos de la Virgen”, sus frailes

contemplativos y misioneros. Y han sido sus escritos, que se le cayeron casi sin querer ni

saber de las manos. Grandiosa y fecunda aportación90.

Con todo lo expuesto hasta aquí, luego de haber hecho un recorrido por la vida de Teresa de

Jesús y haber descrito los rasgos esenciales de la mística carmelitana, podemos avanzar y

adentrarnos en la experiencia Teresiana con sus diversos matices.

90 Jiménez, «Santa Teresa y la «historicidad»», en, Teresianum, XXXIII, I/II, (1982) 131.

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Capítulo II

Fundamento espiritual y reconciliador en Teresa de Jesús

En este segundo capítulo se abordarán las categorías de espiritualidad y reconciliación.

Realizaremos un acercamiento a estas categorías, haciendo un rastreo por lo que significan

en el contexto teológico y experiencial una interpelación y conocimiento de sí mismo a la

luz del acontecimiento revelador, articulándolo con la experiencia mística teresiana en donde

se comprende no como una realidad de intimismos, un pretender la construcción a la luz

divina de un ‘hombre sin el hombre’, aislado del mundo. Veremos concretamente cómo esta

realidad mística no es otra cosa que llevar a término lo que el Concilio Vaticano II91 mostrará

con fuerza, es decir, llevar a plenitud nuestra condición de Hijos de Dios, llamados a la vida

divina, y que en esto último es donde radica la reconciliación, vivir como Hijos de Dios.

En un primer momento se abordará el tema de la espiritualidad, y cómo ésta ayuda a la

persona a descubrirse desde su misma condición de creatura, comprendiendo, de esta

manera, que no es un ser creado para la nada, sino, para el Todo y, asimismo, se adentrará a

lo que en Santa Teresa se considera espiritualidad ya que ella no habla explícitamente de lo

que es espiritualidad, pues su vida es un trasegar por el mar de la espiritualidad. Ya en un

segundo momento examinaremos la categoría de reconciliación, como el mismo eje reparado

de la persona, confrontado a la luz del acontecimiento revelador, que interpela y reconcilia

al ser humano con su historia, con su entorno y con Dios. Esta dinámica se lleva a cabo

mediante la constante búsqueda del ser humano para encontrar en lo trascendente el sentido

de la existencia, y veremos cómo ese encontrarse con lo trascendente lo lleva a su propio

descubrimiento. Estas dos realidades con las que santa Teresa nos mostrará un panorama

amplio sobre lo que significa la dimensión mística de la vida cristiana son la realidad del

pecado y la experiencia de la misericordia, que se traduce en experiencia profunda de

espiritualidad y reconciliación.

91 Cfr. Concilio Vaticano II, “Constitución pastoral Gaudium et spes sobre la Iglesia en el mundo actual”,

21.

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2.1. La espiritualidad y la experiencia Teresiana.

La espiritualidad tiene como fundamento y tema la experiencia misma del hombre y la

mujer. Es en esta experiencia donde el ser humano responde a las preguntas más hondas de

su existencia, que le permiten conocerse y emprender el camino hacía el encuentro del otro.

Dicha experiencia posibilita el encuentro de Dios con el hombre y la mujer, con ese Dios

que interpela y a la vez escribe historia en la realidad misma del ser. debemos establecer que

la mística teresiana es una realidad de experiencia. Sólo en un segundo momento viene el

traducir, en aquello que la capacidad del lenguaje permite, la realidad vivida. Por esto es

necesario establecer como presupuesto lo que entendemos por experiencia. Razón por la cual

debemos tener claro que la experiencia, más que un saber lógico, es una realidad que ‘tiene

sabor’. Un sabor que el hombre va adquiriendo en el transcurrir de su existencia cada vez que

sale de sí y se enfrenta consigo mismo, con los otros y con todo lo que lo rodea, teniendo una

actitud de apertura y acogida ante todo y ante todos, donde el mismo hombre aprende a

soportar, corregir, perfeccionar e incluso sufrir su propio saber. Toda experiencia es un saber

crítico, resultado y contraste de múltiples ensayos, que provoca certeza, inmediatez de

conocimiento.

La experiencia proporciona una evidencia que no pueden dar las exposiciones o los

argumentos. Quien habla por experiencia usa un lenguaje narrativo. El lenguaje de Santa

Teresa, como el de la mayoría de los místicos, es de experiencia, narrativo, no argumentativo.

Santa Teresa es una mujer de experiencia: “Hay mil bienes que no los osaría decir si no

tuviese gran experiencia”92; “no era nada lo que entendía hasta que su majestad por

experiencia me lo daba a entender”;93 “lo que dijere, helo visto por experiencia”.94

Teresa fue, ante todo, una mujer de experiencia. Su infancia transcurrió en el seno de una

familia numerosa; seguidamente, transcurrió un año y medio en el monasterio de las

agustinas. En la encarnación se le ofrece un espectáculo bastante contrastante; ciento ochenta

monjas, no todas con una verdadera vocación; agitación para algunas, miseria para otras,

algunas con buena salud, otras, enfermas. Los encuentros con ciertas personas camino hacia

Becedas fueron muy importantes: un sacerdote desviado de su camino, un tío inclinado

92 Teresa de Jesús, Vida, 7, 22. 93 Ídem. 22,3. 94 Idem. 22,5.

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fuertemente a la espiritualidad, la curandera que la llevó muy pronto cerca a la muerte. Al

fundar sus diecisiete monasterios encontró una variedad de personas: obispos, religiosos,

religiosas, nobles, obreros, gente entusiasta como en Sevilla, o incluso, gente poco

recomendable a lo largo de sus viajes.95

Es así como la vivencia espiritual recorre todas las diversas situaciones del ser humano, dicha

vivencia le permite a la persona reconocerse como ser totalmente lleno de Dios (somos, por

tanto, divinizados con Dios). No obstante, no pocas veces hemos entendido, erróneamente,

que esta realidad divina del ser humano suprimía la misma corporeidad (dimensión humana)

de la persona.

De acuerdo con José María Castillo, considero que en nuestros tiempos la espiritualidad, se

ha venido enfrentado a ciertos peligros, que han dificultado su comprensión y experiencia.

La espiritualidad se ha entendido como algo tematizado y carente de su sentido original y

profundo ya que, el término mismo viene de lo que conocemos como: “espíritu”. A mi forma

de ver, en esta falta de comprensión se da el “peligro”, ya que se ha asumido que esta realidad

del espíritu no podría encajar en la realidad de lo corpóreo, en vista de que lo espiritual

aniquila o suprime lo material (corpóreo) del ser humano. En este sentido, la espiritualidad

ha sido percibida por muchos como una realidad que imposibilita la capacidad de felicidad

del ser humano, debido a que, a su entender, el “espíritu” no encaja en la realidad corpórea

del ser, y esta visión lleva a que la persona viva en una constante tensión, tensión que la

divide internamente.96

Por lo tanto, es fundamental subrayar que la espiritualidad no se puede entender como una

realidad que aniquila y que suprime la dimensión corporal del ser humano. Al contrario, es

una experiencia que se da desde lo hondo, en el que el hombre y la mujer descubren la

posibilidad de comprenderse y mirarse desde la óptica de Dios. En este punto es importante

tener en cuenta que a lo largo de la historia, autores cristianos como Rimbaldo de Lieja han

hecho reflexiones sobre la dimensión espiritual, negando y denigrando totalmente la realidad

95 Huguenin, la experiencia de la divina misericordia en Teresa de Jesús, 139. 96 Cfr. Castillo, Espiritualidad para insatisfechos. 15

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corpórea del hombre y la mujer: hacia el año 1.120, afirmará de manera terminante: “Si

queremos ver las cosas propias de Dios, es necesario que depongamos la animalidad y

asumamos la espiritualidad”97, concluyendo que “la espiritualidad es lo que se opone a la

corporalidad, incluso a la sensualidad o a lo que algunos autores llaman brutalidad”.98

Frente a esta realidad, Teresa vive la experiencia que se nos presenta en el evangelio y

que muestra cómo Dios va conquistando todos los espacios del ser humano con una

lógica distinta a la que muchas veces aplica el hombre a las realidades oscuras y no

deseadas de su propia existencia. Aquí la santa nos evidencia que el pecado no puede

traducirse en otra cosa más que en ausencia de amor, desconocimiento de la propia

identidad y una actitud de no apertura al actuar de Dios en cada ser humano

imposibilitándose vivir espiritualmente.99

Históricamente, ha habido en la tradición teológica cristiana un notable desprecio por todo

lo sensible, esto es, por lo corporal, por la realidad sensorial del ser humano (con un énfasis

particular en la negación de cualquier dimensión positiva de la sexualidad). Se ha entrado

así en un lenguaje dual de la realidad del ser humano (lo divino y lo humano), en el que no

se logra comprender la unidad del ser en cuanto su esencia: alma-cuerpo; la espiritualidad

entonces se enmarca en el ámbito de lo divino, quedando así lo humano postergado e

identificado con todo lo que se debe despreciar, dominar y someter100.

Esta comprensión de la espiritualidad ha llevado a la persona a mirar la realidad espiritual

como la negación de una parte fundamental en su vida, sin la plena comprensión y armonía

del verdadero querer de Dios, que es mirar y vivir lo corporal y lo espiritual como el don de

Dios al ser humano. Bien lo dice el texto: habiendo creado el mundo material y la persona,

“vio Dios que era bueno” (Gn 1, 31). Santa Teresa experimenta la misericordia a lo largo de

97 Cfr. Castillo, Espiritualidad para insatisfechos, 16. Nota al pie No. 5. “De vita canónica, 11 ed. De C. de

Clercq, CCM 4, 1966. 28. 98 Cfr. Ídem. 16 99 Cuartas, el otro cielo, la presencia de Dios en el hombre según la experiencia de Santa Teresa, 34-35 100 Cfr. Castillo, Espiritualidad para insatisfechos, 17.

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su vida, sintiéndose imagen de Dios (Gn 1, 26-27) y, por tanto, llamada a participar

plenamente del ser y de la vida divina. “Basta decir su majestad que es hecha a su imagen

para que apenas podamos entender la gran dignidad y hermosura del ánima”;101 “con ser de

natural tan rica y poder tener su conversación no menos que con Dios”.102

La donación de Dios es redentora y santificadora lo que Dios salva y santifica es a toda la

persona y esta realidad no se ha sabido comprender, pues creemos que lo espiritual es lo más

puro y lo que Dios se enfoca para salvar, dejando a un lado la realidad corporal.

Esta comprensión de la corporalidad y lo espiritual, han llevado a identificar la espiritualidad

como una mera experiencia mística, en donde lo que se vive y se experimenta es una realidad

individualista y que solo afecta a la persona en su dimensión espiritual que no permite el

encuentro consigo mismo y con los demás.

Dichas experiencias mencionadas antes y que se complementan con lo que a menudo se dice

que son vivencias místicas, lo que dejan en el ser son realidades totalmente aisladas del

mundo real en donde no participan los sentidos y que no permiten el contacto con el mundo

exterior. A partir de aquí se considera que el hablar o pensar en lo que despierta los sentidos

es algo que va en contra del espíritu ya que los sentidos son corporales y engañosos. Por

tanto, se asume que cuando menos se sienta más se vive en la presencia de Dios: es lo que a

menudo se escucha en los ambientes religiosos. Se evidencia, desde lo que se ha mencionado

hasta aquí, que hay en la tradición espiritual una fuerte sospecha hacia la totalidad del ser

humano, poca comprensión de que ha sido creado por Dios a su imagen y semejanza.

Nuestra convicción es que la espiritualidad no se debe comprender como una realidad

intimista sino como una experiencia que debe llevar necesariamente al ser humano a

descubrirse totalmente habitado por Dios. Esto se da mediante el acontecer del espíritu

mismo, que le permite abrirse a otras realidades y a mundos totalmente nuevos, que le ayuda

101 Teresa de Jesús, Moradas, 1M 1,1. 102 Ídem. 1M 1,6.

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a comprenderse a la luz del acontecimiento revelador y salvador; ésta es una realidad que

abarca toda la persona, no solo su espíritu sino, también su cuerpo y que le posibilita vivir

experiencias comunitarias tanto positivas o negativas en el seno de una sociedad.103

En Camino de perfección, Teresa nos enseña que el primer paso para entrar en esta

experiencia de espiritualidad es el realismo frente a la relación con Dios. Tal realismo

consiste en el ser conscientes de la relación que estamos llamados a vivir y, desde allí,

sabernos ubicar en la justa dimensión. La santa cuenta lo que experimenta, describe aquello

que sucede en su alma; no pretende explicar exclusivamente de manera racional en qué

consiste la unión con Dios cual camino de espiritualidad, ni siquiera acude a categorías

desconocidas, solo acude a su propia experiencia para comunicar a los otros la alegría del

encuentro con Dios. Para Teresa, todo habla de Dios, es decir, todo es espiritualidad.

Si habéis de estar, como es razón se esté, hablando con tan gran Señor, que es bien estéis

mirando con quién habláis y quién sois vos, siquiera para hablar con crianza. Porque ¿cómo

podéis llamar al rey Alteza, ni saber las ceremonias que se hacen para hablar a un grande, si

no entendéis bien qué estado tiene y qué estado tenéis vos? Porque conforme a esto se ha de

hacer el acatamiento, y conforme al uso, porque aun esto es menester también que sepáis. Si

no, enviaros han para simple y no negociaréis cosa.104

2.1.1. lenguaje integral de la espiritualidad

Vista de esta forma, la espiritualidad debe afectar todo lo que es el hombre y la mujer, en su

integridad y sin dualismos. Paradójicamente, en este tiempo no se puede seguir

comprendiendo al hombre y a la mujer en una dimensión dualista, ya que dicho dualismo no

ha permitido que las personas lleguen a descubrirse en su integridad como seres finitos pero

con una gran ansia de trascendencia. Como lo planteará José María Castillo, “el espíritu es

lo que contrapone a la materia, al cuerpo, a lo que inmediatamente se nos mete por los ojos

y palpamos, es decir, a lo más sensible, lo más cercano, incluso se podría decir que a lo más

nuestro”.105

103 Cfr. Castillo, Espiritualidad para comunidades. 11. 104 Teresa de Jesús, Camino de perfección, 22,1. 105 Cfr. Ídem,15.

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Desde esta perspectiva, las personas creen y consideran que la realidad espiritual entra en

conflicto con la realización propia del ser del hombre y la mujer de hoy. El conflicto fundante

aquí es impedirle al ser humano la felicidad; felicidad que se ha comprendido desde lo

abstracto y no desde una realidad de intimidad, en el que lo esencial sea su yo más profundo.

Esta esencialidad debe pasar por el proceso de discernimiento, ya que no a todo se le puede

llamar experiencia espiritual.

Esta dificultad tiene su explicación, en buena medida, en la historia misma de la palabra

“espiritualidad”. En efecto, durante muchos siglos los autores que han hablado de este asunto

han asociado la palabra “espiritualidad” a la negación de la corporalidad, de la materia, o

también de lo que llamaron “animalidad”. El término “espiritualidad” no es demasiado

antiguo”.106

Vemos como en esta manera de pensar es claro que existe una contraposición entre lo

humano y lo divino. Se sugiere que la espiritualidad es meramente un asunto del ámbito

divino, que difícilmente se comprende al hombre y la mujer como una realidad integrada,

sino más bien como una realidad interior – intimista. En el manual de espiritualidad de

Auguste Saudreau, él define la espiritualidad como: “la ciencia que enseña a progresar en la

virtud y particularmente en el amor divino”.107

Luego del proceso llevado hasta ahora, se puede afirmar que toda la realidad del amor, aparte

de ser una constante vivencia progresiva de las virtudes, es esencialmente comprender que

el amor pasa generalmente por tensiones que no permiten su eficacia y armonía, ya que su

ser se desarrolla en el ambiente de la política, el progreso y en particular el gozo y el disfrute

de las cosas del mundo con pasión, y cuando no hay una buena lectura de la misma, el mundo

y lo espiritual entran en tensión, como se ha venido mencionando.

Cuando hablamos de experiencia, es necesario pasar esta realidad por la dimensión

espiritual, pues quien experimenta es el ser humano y esta experiencia sea positiva o negativa

106 Ídem, 15-16 107 Cfr. Castillo, Espiritualidad para insatisfechos. Nota al pie, 10.

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necesita ser contada. Nos encontramos, pues, en el mundo interior de una mujer atrapada por

Dios, con toda la riqueza de sentimientos y acontecimientos que desbordan, al inicio, su

capacidad de comprensión. El alma de Teresa, tal como en este libro ella misma nos lo

presenta, es el espacio donde acontece el gran misterio de Dios que se acerca al hombre: su

presencia, la de Cristo, la del espíritu, la de María, la de los santos y ángeles... Es como si

de repente se nos abriesen los mismos cielos. Y es que Teresa nos va descubrir que Dios

habita en el centro del alma, y allí se encuentra con Él, y a lo que dirá Saturnino G. en donde

expresa:

Esta experiencia religiosa se entiende como presencia vivida y como encuentro de comunión

con Dios; no puede tratarse de una percepción inmediata del absoluto como realidad

observable. En la espiritualidad cristiana, la experiencia religiosa debe llevar la impronta del

vivir en Jesús por el Espíritu. Esta sería la experiencia religiosa fundante en la que

descansaría el proceso posterior de la vida cristiana.108

La experiencia espiritual no está en las renuncias que hacen el hombre y la mujer a ciertas

realidades, como antes ya se había mencionado, sino que está en poder articular lo que a

diario se vive con la acción y acontecer de Dios en todo. Esto quiere decir que Dios mismo

se hace experiencia del hombre y la mujer, que Dios se atraviesa en la vida de cada ser, sean

estas (experiencias) positivas o negativas. De acuerdo con José María Castillo, es la vivencia

plena del don mismo de la vida, en la línea misma de la búsqueda de la plenitud, mediante

la dignidad que da el sentirse hijo de Dios, en esto sabemos que el goce y disfrute de la vida

toman su valor absoluto, cuando el hombre y la mujer dan uso adecuado de su libertad, pues

para Jesús lo más sagrado que existe es la persona es su libertad. De este modo, el vivir desde

la perspectiva de hijos de Dios es asumir los valores del Reino, como los impregnó en sí la

persona misma de Jesús, y esto se vive en la medida que el hombre y la mujer se abren a la

experiencia mística; es ahí donde se vive y se lleva a plenitud la experiencia del Reino de

Dios. Por lo tanto, la espiritualidad se vive bajo la pasión por lo utópico, y esto desde la

vivencia del evangelio, del aquí y del ahora de ese reino que llega a su plenitud en la medida

en que el hombre y la mujer se abren a la acción salvadora de Jesucristo.109

108 Cfr. Gamarra. Teología espiritual. II. 48. 109 Cfr. Castillo, Espiritualidad para insatisfechos. 15 – 17.

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Con todo lo que se ha indagado se puede comprender que la espiritualidad no se entiende

como vida interior, sino que se comprende cómo vida integral, vida integral que abarca toda

la persona. Y también, que vida espiritual es la vida en el “espíritu”, y que ser “espirituales”

es ser personas que se dejan guiar en sus vidas por el soplo suave del Espíritu Santo, que

saca lo mejor de sí del ser humano. Afirmará Saturnino Gamarra que:

es común presentar la espiritualidad como sinónimo de vivir bajo la acción del Espíritu. Vida

espiritual y vida en el Espíritu se presentan como la misma realidad. Todos los autores de

teología espiritual comienzan hoy su tratado con la referencia al Espíritu. No cabe duda de

que la presencia del Espíritu es lo más radical en la espiritualidad. Pero se necesitan, además,

otros datos. Se presenta también la espiritualidad como la forma envolvente y unificadora de

entender toda la vida: Dios, el hombre, la muerte, el universo, la historia, el amor” también

lleva la referencia de Hans Urs Von Balthasar en la que describe: “La actitud básica, práctica

o existencial, propia del hombre y que es consecuencia y expresión de una visión religiosa

—o, de un modo más general, ética — de la existencia.110

Es necesario recalcar lo que sigue planteando José María Castillo: “la espiritualidad abarca

la vida entera de la persona. No solo su espíritu, sino también su cuerpo; no solo su

individualidad, sino además sus relaciones sociales y públicas, su condición de miembro de

la iglesia y de ciudadano del mundo. Todo eso entra dentro de lo que entendemos por una

vida guiada por el Espíritu”111. Se entiende, por tanto, que el ser humano es una armonía en

la que no existe dualidad ni yuxtaposición de lo que es materia – alma, sino que es una

totalidad que el ser mismo debe descubrir y asumir.

La espiritualidad se entiende en referencia a la estructura de toda la persona, no como algo

que se sobreañade o como algo accidental a la persona. En esta estructuración de toda la

persona deben estar presentes todas las dimensiones de la persona —también la inserción en

el mundo y las relaciones con los demás—. Nada queda fuera: actitudes, comportamientos,

relaciones. La espiritualidad se presenta como resultado de dicha integración; no como una

programación que responde a un deseo o a una aspiración. La espiritualidad es vida, se

vive.112

110 Gamarra, Teología Espiritual. II. 36-37. 111 Castillo, Espiritualidad para insatisfechos. 20. 112 Gamarra, Teología Espiritual. II. 38.

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De acuerdo con la referencia anterior de Gamarra, que hace un marcado énfasis en la

integridad de la persona, se comprende que el camino a la interioridad es algo que se ha

hecho presente a lo largo del tiempo. El hombre y la mujer siempre se han encontrado en la

constante búsqueda de su ser más auténtico, esto es, de la búsqueda de lo absoluto, de hallarle

sentido a todo lo que vive y experimenta, una gran ansia de lo eterno, del cielo. Afirmará

Hans Urs von Balthasar: “El camino hacia el interior es fruto de la tendencia elemental de

orientar todo hacia ese punto absoluto del espíritu en la persona. El hombre se entiende a sí

mismo como espíritu y se define como espíritu. El espíritu es el que hace patente la totalidad

del ser”.113

2.1.2. Vida en el espíritu

La vida en el espíritu lleva a la persona a la búsqueda de lo trascendente, y para ello el

hombre y la mujer han buscado un espacio donde poder llegar a la plenitud, donde

encontrarse con su ser totalmente pleno, y es aquí donde la dimensión religiosa, ha tenido a

lo largo de la historia una palabra a lo que significaría e implicaría vivir en el espíritu.

Citando al apóstol Pablo que menciona en su primera carta a los Corintios 2,13-15; 9,11;

14,1, en donde hace referencia al espíritu como la sabiduría Divina y quién deja actuar al

mismo espíritu es un ser lleno de Dios, puesto que el espíritu es el que impulsa al

discernimiento y a vivir en Dios. tomando siempre lo bueno y lo que plenifica al ser mismo,

lo que lo hace vivir o morar en Dios, no negando la corporalidad sino asumiendo la condición

misma de ser frágiles y apoyando la debilidad en la fuerza misma del espíritu que lleva al

hombre y a la mujer a hacer una opción fundamental por el ser mimo de Dios, pase lo que

pase. Ignacio de Loyola dirá que el fin de los ejercicios espirituales es “vencerse a sí mismo

y ordenar su vida, sin determinarse por afección alguna que desordenada sea” (n. 21).114

El cristianismo es claro exponente de la relación de la espiritualidad con lo trascendente. Es

esencial a la espiritualidad cristiana sacar su fuerza vital de la acción salvífica de Dios en

113 Cfr. Balthasar, “El Evangelio como criterio y norma de toda espiritualidad en la Iglesia”, en Concilium 9

(1965) 7-8. 114 Cfr. Garrido, “proceso humano de gracia de Dios” 73

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Jesucristo, presente en la Iglesia y transmitida por su palabra y los sacramentos. Esta es la

línea que se ha seguido en la historia de la espiritualidad cristiana: la espiritualidad ha estado

más pendiente de los hechos salvíficos que se viven en la fe de la Iglesia que de las

reflexiones sobre el hombre creyente. Esta es su originalidad y su riqueza.115

2.2. Unión con Dios: lenguaje espiritual de la misericordia divina

La vida de la persona se pone bajo la mirada misericordiosa de Dios, una mirada que ahonda

en lo más esencial del ser. En el libro de las Moradas, Teresa vive la experiencia de la

misericordia, como la experiencia de la unión con Dios, de la intimidad indisoluble donde

el amor funde a la creatura con su creador. La forma como estamos llamados a amar es la

forma como Dios nos ama. Debemos hacer la experiencia del Padre, reconociéndonos

primero hijos, ya que la característica del hijo es el recibir, el acoger el don, para ser

don, regalo y bendición. Es la experiencia de la cristificación, el abandono absoluto en la

voluntad del Padre, confiados en su amor infinito, en su bondad sin límites y en la ternura

y fidelidad propias de quien no da cosas ni regalos, sino, se da Él mismo como Don

maravilloso, regalo pleno y experiencia desbordante. “Teresa sabe que sólo la aceptación

de este Dios será capaz de lanzar al hombre por el camino de la generosa respuesta y del

compromiso totalitario”.116 Ser misericordiosos, porque es la misericordia misma la que

habita en nosotros. Así lo vivió Teresa de Jesús, se hizo misericordia con quien es la

Misericordia, para derramar por sus poros, olor a misericordia, por sus ojos miradas de

misericordia, en fin, todos sus gestos hacerlos expresión de misericordia.

La santa percibe claramente que la dinámica que nos lleva a esta unión con Dios es la

experiencia de la vivencia espiritual y al mismo tiempo la misericordia, camino de verdad,

configuración vocacional y fraternidad fecunda. Espiritualidad y Misericordia hecha

fecundidad de vida, que nos invita a no temer los tropiezos, a darle el valor verdadero a la

crisis; nos enseña a no temer la tentación porque sabemos “en quien hemos puesto nuestra

confianza” (2 Tim 1,12). Misericordia, fe y vida, la triada que nos asegura serenidad del

115 Gamarra, Teología Espiritual. II. 35. 116 Herraiz, Solo Dios Basta, 91.

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corazón, intensidad y cualidad en nuestra relación con Dios, con el hombre y con la creación.

Experiencia que debe acompañar todos los momentos de la vida en el espíritu. “¡Bendita sea

tanta misericordia, y con razón serán malditos los que no quisieren aprovecharse de ella y

perdieren a este Señor!”.117

De lo anterior, resulta necesario hacer un rastreo por lo que es la vida en el espíritu en los

evangelios, y como Jesús asume su vida desde la perspectiva o dinamismo espiritual para

llevar a feliz término su obra. También cabe resaltar que dentro de la realidad

neotestamentaria no se habla en sí de espiritualidad, ni en la primitiva tradición de la iglesia;

solo se acuña este término en el siglo IV. Sin embargo, es claro que cuando se habla de

espiritualidad se entiende que espiritualidad es la vida en el espíritu.

En este sentido, afirma José María Castillo:

Ahora bien, según el evangelio, el Espíritu se comunicó a Jesús en el momento en que fue

bautizado por Juan (Mc 1, 10; Mt 3, 16; Lc 3, 22; Jn 1, 32). Y el relato de Lucas indica, con

toda claridad, cómo y de qué manera Jesús se dejó llevar por el Espíritu de Dios. Es decir, el

evangelio de Lucas explica, sin lugar a dudas, en qué consistió la <<espiritualidad>> de Jesús.

El texto es bien conocido: “con la fuerza del Espíritu, Jesús volvió a Galilea” (Lc 4,14).118

En este pasaje se ve que Jesús se deja mover por el Espíritu del Señor, espíritu que lo pone

en camino al encuentro de los más desamparados, de los excluidos, a aliviar y revindicar al

mismo ser humano, consigo mismo, con la creación y con la sociedad. Su opción son

fundamentalmente los “pequeños” del Reino de los Cielos, dando el lugar que tiene el ser

humano en la sociedad, y ese lugar es el ser dignos Hijos de Dios en la dinámica del dejar

acontecer al Espíritu del Señor en cada hombre y mujer.

Esto significa que la espiritualidad que presenta el evangelio funde la causa de Dios con la

causa de la vida hasta tan punto, que la predicación y el comportamiento de Jesús nos

vinieron a decir lo siguiente: los seres humanos encontramos a Dios en la medida, y sólo en

la medida, en que defendemos la vida, respetamos la vida y dignificamos la vida. Aquí se

sitúa el centro de la espiritualidad cristiana.119

117 Teresa de Jesús, Moradas, 7M 4,12. 118 Castillo, Espiritualidad para insatisfechos. 33. 119 Ídem.

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58

Ahora bien, si se comprende toda la realidad espiritualizada de Jesús, se entiende que la vida

de Jesús fue una vida integral, marcada por el Espíritu, que, abarca toda su vida, sus actos y

pensamientos, que hacen de la experiencia una historia marcada por el paso de Dios en la

vida, en donde no existen las elaboraciones abstractas del tiempo, sino que este se mueve en

el aquí y el ahora del reino de Dios. La vida del ser humano no es una vida atemporal, en

donde el sujeto pareciera desaparecer, o mejor donde la presencia del sujeto no es presencia

sino ausencia total de sí mismo; la vida en Dios implica entrar en un dinamismo en donde

su característica es la fe y, esta fe exige una eficacia, marcada por el impulso del Espíritu

Santo, que lleva a la persona a salir de sí misma para darse a los demás. “La espiritualidad que

presenta el evangelio es un proyecto centrado en los otros, orientado a los demás, con la intención

puesta de aliviar el sufrimiento ajeno, o, más exactamente, se trata de un proyecto centrado en la

defensa de la vida, el respeto de la vida y la lucha por la dignidad de la vida”.120

Es así como el evangelio es revelación espiritual y cómo esta revelación en sí misma, impulsa

a hacer discernimientos claros a la luz del acontecimiento de Cristo, ya que ella ofrece una

mirada integral de lo que debe ser la experiencia cristiana, evitando así la visión

reduccionista que impulsa el ser a abrirse a otras realidades, no únicamente vivir la

experiencia desde la unilateralidad de su vida, sino a leer con delicadeza la experiencia que

las otras personas experimentan desde la fe.

Como se subrayaba al inicio del capítulo, en muchos periodos de la tradición la mirada que

se efectuaba sobre la espiritualidad era sesgada, ya que no se podía concebir una

espiritualidad que aniquilara el cuerpo y, “como la iglesia frente a esta problemática, en

algunas épocas, ha subrayado y resaltado la bondad del cuerpo, como obra creadora de Dios,

dando respuesta a las teorías que se proponen de hablar de un espiritualismo que condenaba

totalmente la realidad materialista del ser humano. A lo que, el santo Juan Pablo II ha

señalado que el hombre por ser imagen y semejanza de Dios, se parece más a Dios que a la

naturaleza”:

120 Ídem. 34

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59

Son conocidas las numerosas tentativas que la ciencia ha hecho y continúa haciendo en varios

ámbitos para demostrar los lazos del hombre con el mundo natural y su dependencia de él, a

fin de insertarlo en la historia de la evolución de las diversas especies. Respetando tales

investigaciones, no podemos limitarnos a ellas. Si analizamos al hombre en lo más profundo

de su ser, vemos que se diferencia del mundo de la naturaleza más de cuanto se asemeja a

ese mundo. En este sentido proceden también la antropología y la filosofía cuando intentan

analizar y comprender la inteligencia, la libertad, la conciencia y la espiritualidad del hombre.

El libro del Génesis parece salir al encuentro de todas estas experiencias de la ciencia y,

hablando del hombre como "imagen de Dios", permite comprender que la respuesta al

misterio de su humanidad no se encuentra en el camino de la semejanza con el mundo de la

naturaleza. El hombre se parece más a Dios que a la naturaleza. En este sentido dice el salmo

82, 6: "Sois dioses", palabras que más tarde citará Jesús.121

En este sentido, la Constitución Dogmática Gaudium et spes del Concilio Vaticano II:

En la unidad de cuerpo y alma, el hombre, por su misma condición corporal, es una síntesis

del universo material, el cual alcanza por medio del hombre su más alta cima y alza la voz

para la libre alabanza del Creador. No debe, por tanto, despreciar la vida corporal, sino que,

por el contrario, debe tener por bueno y honrar a su propio cuerpo, como criatura de Dios

que ha de resucitar en el último día. Herido por el pecado, experimenta, sin embargo, la

rebelión del cuerpo. La propia dignidad humana pide, pues, que glorifique a Dios en su

cuerpo y no permita que lo esclavicen las inclinaciones depravadas de su corazón.122

La espiritualidad se encuentra testimoniada por muchos e importantes aspectos de la

experiencia humana, y esto cuando se comprende que toda la espiritualidad, es una realidad

integradora del ser, en donde sus capacidades humanas le llevan a trascender todo el nivel

material de la naturaleza. Y prosigue:

No se equivoca el hombre al afirmar su superioridad sobre el universo material y al

considerarse no ya como partícula de la naturaleza o como elemento anónimo de la ciudad

humana. Por su interioridad es, en efecto, superior al universo entero; a esta profunda

interioridad retorna cuando entra dentro de su corazón, donde Dios le aguarda, escrutador de

los corazones, y donde él personalmente, bajo la mirada de Dios, decide su propio destino.

Al afirmar, por tanto, en sí mismo la espiritualidad y la inmortalidad de su alma, no es el

hombre juguete de un espejismo ilusorio provocado solamente por las condiciones físicas y

sociales exteriores, sino que toca, por el contrario, la verdad más profunda de la realidad.123

121http://www.unav.es/cryf/espiritualidad.html#nota19 (Consultado: Diciembre 3 de 2015, hora: 10:32 am)

Juan Pablo II, Audiencia general, L'uomo immagine di Dio, 6.XII.1978: Insegnamenti, I (1978), 286. 122 Concilio Vaticano II, “Constitución pastoral Gaudium et spes sobre la Iglesia en el mundo actual”,14 123 Idem.

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60

Es así como el hombre y la mujer, siendo capaces de sus habilidades y cómo estas le permiten

ahondar en la realidad misma de su ser se adentra en el conocimiento de Dios y de sí mismo

y que le permite tener una lectura purificada de su acontecer en el mundo. Esta lectura de sí

mismos, le posibilita al hombre y a la mujer de hoy, comprenderse siempre en la unidad de

su ser: materia – alma, llevándolo a descubrirse como un ser en constante salida de sí mismo,

en la dinámica de descubrirse para más conocerse, y lo que debe conocer el ser humano es

su propia interioridad. Realizar esta experiencia en la vivencia espiritual teresiana implica,

ante todo, una teología de la mirada. Teresa nos invita a vivir la experiencia de la mirada,

nos invita a vivir mirando a Jesús:

No os pido ahora que penséis en El ni que saquéis muchos conceptos ni que hagáis

grandes y delicadas consideraciones con vuestro entendimiento; no os pido más de

que le miréis. Pues ¿quién os quita volver los ojos del alma, aunque sea de presto si

no podéis más, a este Señor? Pues podéis mirar cosas muy feas, ¿y no podréis mirar

la cosa más hermosa que se puede imaginar? Pues nunca, hijas, quita vuestro Esposo

los ojos de vosotras.124

Una mirada que se hace palabra, diálogo en la sinceridad y verdad total como presupuesto

fundante de la misericordia. En Él todo es materia de conversación, de oración, horizonte de

posibilidad. No es posible comprender todo el horizonte y el significado de la concepción

teresiana de la espiritualidad sin comprender cómo esta mirada la hace consciente del querer

de Dios para ella, de la bondad que ella descubre y que le viene dada a través de la invitación

a compartir estos bienes que no son suyos. En esta vivencia de la espiritualidad se descubre

y a la vez se aprende la «paciencia de Dios», el amor, la fraternidad como expresión exquisita

del amor mismo; se encuentra la fuerza para ir hacia adelante, es la puerta de todas las

gracias, experiencia de sabiduría, manifestación sublime de la divinidad.

Vivir la espiritualidad en la mística teresiana implica un camino de amistad. El hombre que

ora ‒ “el gran encuentro con el mejor Amigo tiene para Teresa un nombre concreto,

oración”125‒ y, en su oración es consciente de su realidad de creatura, que mira hacia el

124 ID., Camino de perfección, 26,3. 125 Barrena, El rostro humano de Teresa de Ávila, 142.

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61

creador, entra en la experiencia de la amistad, una amistad viva y comprometida, que

convoca en la máxima libertad y que nos lleva a la necesidad de este trato en el transcurrir

de la vida. Descubre que frente a Dios la amistad se traduce en un “amor correspondido”,

responsable, vigilante y que encuentra su sentido más profundo y su asidero más fuerte en

la realidad del “hermano”.

Espiritualidad que se traduce en misericordia, compromiso con la historia y la realidad que

nos acompaña, una vivencia que nos lleva a hacer opciones radicales por nosotros mismos,

opciones maduras que se traducen en “transfiguración” de nuestros corazones, que aparecen

distintos porque dejamos transparentar a Dios. espiritualidad, comunión de corazones,

expresión exquisita del amor, fruto de la cruz del Señor y vivencia del perdón al extremo.

Signo del Reino, porque construimos la vida, no damos por supuesto absolutamente nada.

Deseo profundo de creer y confiar en el “hermano” don por excelencia de Dios. Camino en

esperanza porque nos invita a abrirnos a la novedad.

Este reino de la misericordia ha llegado de manera plena y definitiva en el misterio pascual

de Jesucristo. Recordemos, por tanto, que tanto el testimonio evangélico como la narración

teresiana reciben su consistencia de la experiencia culminante vivida en los encuentros con

el resucitado, que funda la fe pascual y el testimonio de nuestra Santa.126

Construyendo el reino en la esperanza que fuimos salvados como nos dice Pablo (Cfr. Rm

8, 24), una esperanza que no defrauda (Cfr. Rm. 5,5), anuncio de la presencia del Espíritu

en nuestros corazones, testigos del amor inconmensurable de Dios que sigue apostando por

cada uno de nosotros y nos invita a apostar por los hermanos. Como se ha desarrollado a lo

largo de este capítulo, la espiritualidad tiene su punto de partida en la persona misma en su

ser integral, es la que le posibilita darle sentido a la vida llevándola a su plenitud. Esto se

traduce en su capacidad de vivir con gozos y esperanzas.

126 Cuartas, La espiritualidad trinitaria de santa Teresa de Jesús, 272.

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62

2.3. Pecado y reconciliación

La segunda parte del este capítulo estudiará la categoría de la reconciliación, y no vista desde

la dimensión sacramental, sino desde el acto mismo de reconciliar al hombre y a la mujer

consigo mismo, con la naturaleza, con los demás y con Dios. Es importante ver cómo esta

mirada le permite al ser humano reconocerse como creatura de Dios: al hacerlo, la persona

comprende que está también llamada a reconciliarse y a entrar en relación de amor con su

entorno.

Partiendo del presupuesto de que el hombre y la mujer han sido creados por Dios, él ha

recibido de Dios la existencia, por su palabra creadora; Dios es su origen y el último término

al que está orientado.127 El modo de ser, por tanto, de la existencia creatural, radica en el

reconocerse dependiente de Dios, en deuda con él, y su respuesta a este Dios que lo ha

creado y le ha llenado de su gracia y libertad, no ha de ser sino responder con generosidad

a su proyecto salvador y agradecerle. Es así, que tanto el pecado como la misericordia

en Santa Teresa son fundamentalmente una experiencia. La experiencia del encuentro

en la dinámica que plantea el misterio. Éste es el camino que ella nos traza, ilustra y

acompaña. La experiencia de la misericordia de Dios reconcilió a Teresa con su naturaleza,

al punto de hacerla saber amar y, como decía san Pablo, “gloriarse de la propia debilidad”

(cf. 2 Co 2,19).128 En Santa Teresa todo se hace experiencia de la grandeza de Dios. Todo

en ella, incluso la experiencia del pecado, reclama primero y, ante todo, la misericordia

divina.

Por cuanto se refiere a la realidad del pecado, para Teresa no hay clasificación de pecados,

aunque sí utiliza las categorías propias de su época, es decir, habla de pecados veniales y

mortales (cf. V 4,7; 5, 10; 25,20; 40,5), para enmarcar dentro de las categorías existentes,

o que ella vivía, pero que no era más que una única realidad, “lo que no era Dios en ella”.

“Más pecado, muy de advertencia, por chico que sea, Dios nos libre de él”;129 “Pluguiese a

127 Cfr. Rosato, Introducción a la teología de los siete sacramentos. 84. 128 Huguenin, la experiencia de la divina misericordia en Teresa de Jesús, 34 129 Teresa de Jesús, Camino de perfección, 41,3.

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su majestad temiésemos a quien hemos de temer y entendiésemos nos puede venir mayor

daño de un pecado venial que de todo el infierno junto, pues ello es así”.130

Con lo que plantea Santa Teresa y de acuerdo con Robert J Schreiter, que afirmará, que la

experiencia de la reconciliación, no se muestra como una estrategia, sino como una

espiritualidad o un modo de ser en el que actúa en nosotros como curación. Es así como la

reconciliación es la curación con efecto de la gracia de Dios, es todo el proceso que vive el

pueblo de Israel que lo lleva a salir de sí, de romper todas las cadenas que le oprimen y poder

caminar bajo la luz del Espíritu que conduce la vida a nuevos horizontes de paz y de

perdón.131

2.3.1. Reconciliación en clave redentora

Dado que el tema de la reconciliación, es clave en la acción salvadora de Dios en Jesucristo,

lo mencionará Pablo en la carta a los Romanos, reflejando así, el gran proyecto de Dios a la

humanidad, que es reconciliar al ser mismo con Dios, en la muerte y Resurrección de

Jesucristo: “Si cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su

Hijo, con cuánta más razón, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no

solamente eso, sino que también nos gloriamos en Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por

quien hemos obtenido ahora la reconciliación” (Rom. 5, 10-11).

Ahora bien, el primer acto reconciliador o reparador que Dios hace en el hombre y la mujer

es con la historia misma, esa que cada uno vive y que posibilita vivir el presente y el futuro

aunque este último sea incierto. Reconciliarse es posibilitarse tener una mirada a su yo más

profundo, porque es allí donde se da el reconocimiento de lo que el hombre y la mujer son.

Cabe resaltar lo que significó en Teresa la experiencia de la reconciliación, ya que la vivencia

del místico, en la experiencia del misterio, va mucho más allá del lenguaje aún en sus formas

130 Teresa de Jesús, Vida 25,20. 131Cfr. Schreiter, Violencia y reconciliación. (Misión y ministerio en un orden social de cambio). 9- 10

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más profundas. También es importante tener en cuenta que a Teresa lo que interesa es plasmar

la obra creadora que el Padre, en su hijo Jesucristo, con la fuerza del Espíritu Santo, fue

haciendo en ella, pues nos muestra la experiencia de la reconciliación, sacando a la luz la

experiencia del pecado. Es decir, Teresa nos presenta su experiencia de pecado a la luz de la

misericordia y reconciliación divina. Por eso, necesita comunicar su experiencia y, busca la

manera de hacerlo, porque necesita plasmar el evangelio que Dios quiso escribir según Teresa

de Jesús. “Quisiera yo que, como me han mandado y dado larga licencia para que escriba

el modo de oración y las mercedes que el Señor me ha hecho, me la dieran para que muy por

menudo y con claridad dijera mis grandes pecados y ruin vida”.132

Lo que no permite, que el hombre y la mujer de hoy, sean seres reconciliados, es su mirada

sesgada de lo que es sentirse perdonados y restaurados por ellos mismo, por Dios y por la

sociedad. Más allá de las oscuridades de la vida, es comprender que es posible una mirada

hacia lo hondo del ser mismo, por ende, a su propia historia. Cuando el ser humano, logre

mirarse desde su hondura, reconocer su historia con ternura y misericordia, podrán

posibilitar que en él se dé una experiencia de reconciliación.

Es necesario entonces, una urgente reconciliación del hombre y la mujer de hoy, con la

totalidad de su ser, el hombre y la mujer deben tocar su propio fondo, aceptar con

misericordia lo que es el ser mismo, sin dejar nada obvio y poder mirar con esperanza el

futuro, lo que se está llamado a ser.133

La vida del hombre es una tensión entre grandeza y miseria. Pero hay momentos en que el

hombre hace experiencia, de un modo especial, de su miseria, de su fragilidad e impotencia,

de su no poder todo lo que quiere, ni querer todo lo que puede. Tal sucede, por ejemplo, en

la enfermedad, el fracaso personal, la imposibilidad de plena comunicación…134

Es así como el hombre y la mujer logran superar un primer obstáculo, que es abrirse a su

propia verdad con sinceridad y poder ver con delicadeza sus luces y sombras. Es el ser el

132 Prólogo 1. Vida 25,20. 133Cfr. Borobio, Penitencia Reconciliación, 10 134 Ídem. 9

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que se posibilita pensarse y verse de otra manera, su verdad más honda es Jesús, es toda la

expresión Trinitaria dada en el ser mismo, y cuando el hombre y la mujer se abren a esta

realidad, también se abren a un proceso de conversión, en donde el dialogo consigo mismo

es constante. Pero es necesario reconocer como lo sigue planteando Borobio,

El hombre no es ni un “no” ni un “ya”, sino un “todavía-no”, ante el cual debe estar abierto

y ser creativo, por lo cual debe luchar y avanzar. La posibilidad de reconciliación para el

hombre está en la auto-reconciliación con su propia posibilidad, y no en la absolutización ni

en la liquidación de uno de sus polos. Reconciliarse consigo mismo es, entonces, reconocer

lo que se es y lo que se está llamado a ser, aceptando con esperanza la tarea y la aventura de

una lucha por el ideal.135

El ser humano debe tomar conciencia de su verdad absoluta, pues esta es la que pesa a la

hora de emprender el viaje hacia el interior mismo de su ser, no es la culpa ni los pecados lo

que llevan a definir al ser humano, sino, que es su verdad y esa verdad tiene rostro y nombre

propio y es Dios mismo en el ser, frágil y fracturado por el paso del tiempo.

La espiritualidad y la reconciliación han de afrontar toda la realidad del ser humano en donde

las experiencias traumatizantes han calado en el ser mismo del hombre y la mujer, que no lo

han dejado vivir en autenticidad su condición de hijo de Dios y comprenderse como seres

sociales. La espiritualidad debe ayudar al hombre y a la mujer ir en busca de su interioridad

y buscar allí su mismo ser, ahí donde falta luz es donde el ser debe ponerse bajo la luz misma

del Espíritu Santo, para que sea éste quien, de la fuerza necesaria para seguir adelante y no

quedarse bajo el peso de la culpabilidad de su historia y sus pecados, esto abre paso a la

reconciliación del ser con su misma realidad llevándolo a ponerse en camino al encuentro

con Dios y con los demás.

La experiencia de la propia limitación del ser humano lleva a predisponer al hombre y a la

mujer, a reconciliarse consigo mismo y por ende con los demás, es necesario en esta misma

dinámica que el ser tenga la convicción necesaria para pertenecerse mutuamente y una vez

se abra a esta dinámica, debe salir de sí toda la realidad solidaria, abierto a la experiencia del

135 Ídem. 13

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66

perdón y la reconciliación. Una de las claves de la espiritualidad es la empatía, si no hay

empatía en el ser humano este es difícil que se abra a la acción del espíritu, ya que este

permite ponerme en relación con el otro, no mediante prejuicios sino desde lo más noble y

sencillo que él mismo ser humano ha descubierto en él y que le permite descubrir en los

demás. El reconocimiento humilde y sincero de la propia historia, de los pecados de las luces

y sombras de la vida del ser humano, evoca el arrepentimiento, que es la antesala de la

reconciliación.

Cuando el ser humano se abre a la experiencia reconciliadora, ésta le permite humanizarse

más, pues su mirada a lo interior es más humanizante, permitiéndose romper las ataduras

del pasado, de ese pasado asfixiante y subyugante que no le permite vivir en la libertad de

Hijo de Dios, posibilitándose un nuevo comienzo y una esperanza tanto en él mismo, como

en el mundo. Como lo vemos en Mc 1,15, propiamente Jesús no se refiere doctrinalmente a

Dios su Padre sino, que, valiéndose de una figura sacada de la simbólica política de su

tiempo, muestra cómo actúa Dios. Y Dios, su Padre, actúa inaugurando y construyendo el

reino, que no es un territorio o un dominio político, social o económico, sino el modo de

acontecer Dios en el interior de su criatura, mediante el cual se hace Señor de todo, no por

dominio o sometimiento, sino por amor y entrega. Es un ejercicio de la paternidad por

saturación progresiva de la reconciliación en la criatura a la que va liberando del pecado, en

toda su extensión, y en la que va inaugurando el cumplimiento del designio último de su

amor que es vida en comunión, fraternidad y justicia.136

La experiencia del pecado en Santa Teresa se configura como desconocimiento de la

semejanza divina, deshumanización de sí mismo, de la verdad más íntima, aislamiento,

la no correspondencia a la relación con la divinidad. En la experiencia de la deshumanización,

el hombre pierde lo más hermoso con que ha sido dotado: el ser creación divina. En esta

medida, Teresa es consciente de que la realidad del pecado en ella no es otra que el no llevar

a plenitud su proceso identidad con la divinidad y por tanto es necesario un proceso

reconciliador con ella misma y con la idea que ella tiene de Dios:

136 Cuartas, La espiritualidad trinitaria de santa Teresa de Jesús, 270.

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Pues guardaos también, hijas, de unas humildades que pone el demonio con gran inquietud

de la gravedad de nuestros pecados, que suele apretar aquí de muchas maneras, hasta

apartarse de las comuniones y de tener oración particular (por) no lo merecer, les pone el

demonio); y cuando llegan al Santísimo Sacramento, en si se aparejaron bien o no, se les va

el tiempo que habían de recibir mercedes. Llega la cosa a término de hacer parecer a un alma

que, por ser tal, la tiene Dios tan dejada, que casi pone duda en su misericordia.137

Esto la lleva a un desconocimiento, a un no saber, porque no hay sabor, es la experiencia del

camino con los ojos cubiertos. Es el camino del engaño, de la no verdad, del sinsentido. El

pecado lleva a perder de vista el horizonte por la bruma del camino (cf. V 15,3). Es la

experiencia del aislamiento de Dios, pérdida de la libertad, camino de esclavitud, lo que

bíblicamente se nos presenta en la realidad de Caín (Gn 4). «Aquí veo el mal que nos causa el

pecado, pues así nos sujetó a no hacer lo que queremos de estar siempre ocupados en Dios»138

(Cf. 1M 2,1; CC 1,13).

2.4. Reconciliación transformadora

La transformación no es hacer mejor lo que ya se está haciendo, sino hacer algo

completamente diferente. La transformación tiene lugar en la misión. La transformación

supone asumir riesgos y es muy desafiante. “Para ser transformados, primero debemos

conocer a la gente que es diferente, no a nuestros familiares, amigos y vecinos que son como

nosotros. Conozcámonos a través de las diferencias –intelectuales, culturales, nacionales,

raciales, religiosas y de cualquier otro tipo–".139

Con referencia al texto anterior, cabe comprender que a diario nos encontramos con

situaciones que ponen en tensión nuestras relaciones interpersonales. Ser seres sociales y

tener nuestras diferencias, que no las comprendemos como posibilidades de encuentro, las

usamos para desencadenar problemas y diferencias marcadas que no ayudan al desarrollo de

la persona, de la comunidad y de la sociedad.

Esta realidad se da ya que, como se había mencionado anteriormente, el ser humano de hoy

no se posibilita el encuentro consigo mismo y por ende se le dificultan las relaciones con los

137 Teresa de Jesús, Camino de perfección, 39,1. 138 ID., Vida 17, 5. 139 Schieler, Carta pastoral a los hermanos: una experiencia del evangelio fuera del campamento, 25 de

diciembre de 2015, 32.

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demás. Cuando esta mirada un tanto sesgada de sí mismo son una constante, ello lleva a la

discordancia social, familiar, eclesial. Es por ello que urge hacer un proceso de

reconciliación como lo dirán los expertos en el tema140 en las dos facetas: reconciliación

individual y social. La primera radica necesariamente al proceso ya antes mencionado que

es el de restaurar a la persona misma con su historia. La segunda con la construcción de un

sistema social más justo, en donde los seres humanos se unan en una misma acción la de una

restauración social, donde la violencia y el dolor no vuelvan a desencadenarse y someter a

las personas a la violencia y el dolor.141

Así mismo, la Santa experimenta constantemente este dolor con lo que ella llama la realidad

del pecado como autosuficiencia, egoísmo, inconformidad, suciedad. Teresa experimenta el

pecado como el aparecer ella, ocultando a Dios, esto no gratuitamente, sino para evitar el

encuentro con la divinidad que es a la vez el encuentro consigo mismo y la verdad más profunda

que lleva dentro de sí, el revelarnos la miseria y oscuridad con que cargamos (cf. V. 2,2).

En esa autosuficiencia no se permite la sutileza, delicadeza y sencillez del actuar de Dios, en su

simplicidad absoluta. Cuando algo aparece, necesariamente, algo se oculta, y en la experiencia

del pecado que hace Teresa, nos muestra como aparece el egoísmo como sustento y base de

nuestra propia mentira, es decir, como sustento de la ruptura que hemos hecho a la

correspondencia que debemos a la divinidad. «Ya sabéis que la primera piedra ha de ser buena

conciencia».142

Teresa experimenta su inconformidad y su apariencia fangosa sintiendo la vergüenza

de Adán, optando por el esconderse, por el temor “...Como crecieron los pecados,

comenzóme a faltar el gusto y regalo en las cosas de virtud. Veíalo muy claro, Señor mío,

que me faltaba esto a mí por faltaros yo a Vos”.143

140 Cfr. Schreiter, El ministerio de la reconciliación, 155-162. 141 Cfr. Uriarte, La reconciliación, 20. 142 Teresa de Jesús, Camino de perfección, 5, 3. 143 Ídem, Vida 7, 1.

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Padece el pecado como el vacío, la incapacidad de Dios. En este experimentar la incapacidad

de Dios, Teresa experimenta el desasosiego, la intranquilidad, reconoce su ignorancia, y el

oscurecimiento de la experiencia del amor en su vida. Vive la experiencia del infierno, que no

es otra cosa que la ausencia de Dios, la pérdida del hombre, la desesperanza y la ausencia de

posibilidades (cfr. V 14,6). También se siente desasosegada, sin horizonte, a tal punto que con

una gran fuerza nos interpela: “Miren esto, por amor de Dios, todos los que tratan oración. Sepan

que el tiempo que estuve sin ella era mucho más perdida mi vida; mírese qué buen remedio

me daba el demonio y qué donosa humildad; un desasosiego en mí grande”.144

Viviendo esta realidad, se siente incapaz de Dios y, la incapacidad no es otra cosa que la

carencia del amor, carencia de verdad, carencia de intimidad y, por lo tanto, carencia de arrojo,

que es lo propio del corazón enamorado que no conoce las fronteras ni los límites porque en el

amor todo se expansiona y se hace inconmensurable. “Acuerdóme mucho del daño que nos

hizo el primer pecado, que de aquí me parece nos vino ser incapaces de gozar de tanto bien

en un ser, y deben ser los míos, que, si yo no hubiera tenido tantos, estuviera más entera en

el bien”.145 Ella, mejor que nadie, conoce que cuando el ser humano mantiene una relación

fluida con Dios nada le puede detener en el plasmar su obra y en el configurar el corazón a la

medida de la divinidad. Bien nos lo dice en las cuentas de conciencia: “Más cuando estoy en

oración, y los días que ando quieta y el pensamiento en Dios, aunque se junten cuantos

letrados y santos hay en el mundo y me diesen todos los tormentos imaginables y yo quisiese

creerlo, no me podrían hacer creer que esto es demonio, porque no puedo”.146

Teresa se encuentra con la visión del infierno y utiliza lo que puede del lenguaje para narrar

la experiencia inefable de dolor y sufrimiento ante la ausencia de Dios:

Estando un día en oración me hallé en un punto toda, sin saber cómo, que me parecía estar

metida en el infierno. Entendí que quería el Señor que viese el lugar que los demonios allá me

tenían aparejado, y yo merecido por mis pecados... Esto no es, pues, nada en comparación del

agonizar del alma: un apretamiento, un ahogamiento, una aflicción tan sentible y con tan

144 Ídem. 19,11. 145 Ídem. 30,16. 146 Ídem, Cuentas de conciencia, CC 1,34.

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desesperado y afligido descontento, que yo no sé cómo lo encarecer. Porque decir que es un

estarse siempre arrancando el alma, es poco, porque aún parece que otro os acaba la vida; más

aquí el alma misma es la que se despedaza.147

Toda esta realidad lleva a Teresa a ser consciente de que la realidad de pecado llega a su

punto más alto en la experiencia de la ingratitud, culmen del pecado en la medida que es un

desconocimiento continuo de la misericordia y el amor de Dios, del cual ella misma ha hecho

experiencia en lo cotidiano, lo sencillo y, también en todos los favores y gracias recibidas,

más allá de la pura fenomenología. Como ella misma lo expresa: “Basta ya para ver sus

grandes misericordias, no una sino muchas veces que ha perdonado tanta ingratitud. A San

Pedro una vez que lo fue, a mí muchas; que con razón me tentaba el demonio no pretendiese

amistad estrecha con quien trataba enemistad tan pública. ¡Qué ceguedad tan grande la mía!

¿Adónde pensaba, Señor mío, hallar remedio sino en Vos?”.148

Esas tensiones y conflictos que vivió la Santa, no están lejos de nosotros a diario nos

encontramos con situaciones de conflictos en diferentes aspectos de la vida: personal,

familiar, social, religioso, político entre otros. Para que se dé una verdadera reconciliación

transformadora, es necesario que el hombre y la mujer entren a ese lugar que llamamos

“lugar de memoria” donde se posibilita la contemplación del rostro del que camina al lado,

aquel que ayuda hacer memoria de lo el hombre y la mujer es, desde sus limitaciones. Es

caminando con el otro, cuando el ser se posibilita caminar con otros se abre al encuentro

consigo mismo y se da una nueva identidad que transforma su mundo y entra en diálogo con

los diversos aspectos de la vida.

Los capítulos 25 al 33 del libro del Génesis, nos relatan un conflicto que se da entre dos

hermanos Esaú y Jacob y dicho conflicto, sumerge a toda la familia. Pues desde el primer

momento, son humillados por Isaac y no se les reconoce la dignidad que ambos poseen y

esto lleva a que haya una brecha entre los dos, manteniéndolos separados por más de 25

años. Pero es significante como Dios sale al encuentro de Jacob y permite que él se ponga

147 Ídem, Vida 32, 1-2. 148 Ídem. 19,10.

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encamino al encuentro de su hermano. El abrazo y el beso de Esaú, deja entrever el rostro

amoroso y misericordioso de Dios. La reconciliación es un camino que va desde el conflicto

de hermanos hasta la transformación, un encuentro que tiene lugar en el corazón mismo de

Dios, que se traduce en generosidad y gracia, en donde la dignidad humillada de ambos se

ve restaurada.

Los cuatro pasajes paulinos comportan implícitamente la perspectiva de la reconciliación

entre personas, grupos y pueblos. Si se lee el texto de efesios (cfr. Ef 2, 11-22) desarrolla la

eficacia de la muerte de Cristo en el proceso de reconciliación que se da en un modo

interhumana. "Porque él es nuestra paz: el que de los dos pueblos hizo uno, derribando el

muro que los separaba, la enemistad, anulando en su carne la Ley de los mandamientos con

sus preceptos, para crear en sí mismo, de los dos, un solo Hombre Nuevo, haciendo la paz,

y reconciliar con Dios a ambos en un solo Cuerpo, por medio de la cruz, dando en sí mismo

muerte a la Enemistad. Vino a anunciar la paz: paz a ustedes que estaba lejos, y paz a los

que están cerca. Pues por él, unos y otros tenemos libre acceso al Padre en un mismo Espíritu.

" (vv. 14-19). Esto evidencia que no puede haber una autentica reconciliación si no se da una

reconciliación con Dios, pues ella posibilita la reconciliación del hombre y la mujer consigo

mismo. Pues la reconciliación vertical posibilita la reconciliación horizontal. Pues cuando

vivimos reconciliados con Dios las relaciones fluyen de una manera natural y posibilita

encuentros sanos entre los demás.149

4. Conclusiones

Como conclusiones se puede señalar que en la actualidad son muchas las personas que

desean tener experiencias espirituales totalmente desvinculadas con su historia personal, y

enmarcan dichas experiencias en un ámbito optimista de la fe cristiana; mucha gente vive

diseñando constantes proyectos para su vida, para su trabajo, para el año que empieza. Por

esta razón, se hace una mirada panorámica de la propuesta de Santa Teresa de Jesús para

149 Cfr. Uriarte, La reconciliación, 69-70.

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descubrir principalmente la hondura, la experiencia y la vivencia espiritual que ella en su

vida realizó a partir de la integración de su ser en la dinámica de la revelación de Dios.

Según lo mencionado anteriormente, el objetivo general que se propuso en esta investigación

tiene su cumplimiento al profundizar en la espiritualidad como posibilidad reconciliadora

del ser humano, desde la propuesta de Santa Teresa. Dicha propuesta le posibilita al ser

humano conocerse, interpelarse a la luz del acontecimiento revelador, ya que la persona es

constantemente testigo de su misma realidad precaria, en la que se topa con sus propias

incoherencias y se experimenta pecadora, pero no por un moralismo sino por una realidad

interior que asiduamente está diciendo que se ha sido infiel al proyecto de vida. También el

ser humano es testigo del sufrimiento, del dolor y también de la experiencia del mal del que

él mismo es artífice.

De este modo, la investigación pudo integrar la vivencia espiritual del ser humano en la

dinámica reconciliadora del mismo. Esta experiencia revela que la integración del sujeto en

la espiritualidad cristiana permite asumir que la acción del espíritu de Dios se presenta en el

hombre, haciendo de la espiritualidad y la reconciliación una realidad totalmente encarnada

en la persona, para llevar al creyente a un ejercicio constante que busca desarrollar una

madurez espiritual que lo lleve a comprender que la identidad misma de su ser asume la

presencia del Señor en la historia de cada individuo. Esto hace que la espiritualidad sea

mediación reconciliadora de la persona, pues le posibilita conocerse y emprender el camino

hacia la felicidad.

En este sentido, la experiencia de Santa Teresa de Jesús ayuda al ser humano de hoy a

conocerse y experimentarse habitado por Dios, pues es Dios mismo quien ha dado la

existencia y lo ha llenado de posibilidades, entre ellas la de conocerse y amarse a la luz de

Jesús.

Santa Teresa, en el Libro de la Vida canta las grandezas, la misericordia, la creación, la

hazaña y el misterio de Dios tocando la vida de esta gran mujer del Siglo de Oro,

seduciéndola para un proyecto vital de su existencia; pero también se canta en ese Libro de

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la Vida la precariedad de lo que es ella misma, la limitación que tiene el ser humano, el dolor,

la queja y el agobio que tanto la hizo padecer.

Teresa cantará desde la confesión inicial de su fe que el Señor es el creador, el artífice de la

vida, el Señor de la alianza y de la bendición.

Es así como el segundo capítulo de esta investigación plantea la espiritualidad como un

medio para conocerse, para entender la participación del ser de Dios en la experiencia vital

del ser humano. Es decir, revela que el llamado por parte de Jesús y la vinculación con todo

su ser son realidades que hacen parte del núcleo fundamental de toda experiencia cristiana.

De esta manera la espiritualidad ocupa un lugar central en la vida cristiana, para descubrir

que no se puede plantear una espiritualidad cristiana sin tomar conciencia de la realidad. Por

otro lado, también se investiga la dinámica reconciliadora del ser, propuesta desde la

espiritualidad, el conocerse y comprender el actuar de Dios en el ser humano es

comprenderse no a la luz del pecado, de la opacidad, del dolor, de la enfermedad, de la

incoherencia y menos de la muerte, pues estas realidades, aunque yacen en el ser humano,

no definen lo que es y a lo que está llamado por vocación, que es a la felicidad.

Es así que la espiritualidad cristiana necesita contar con el reconocimiento de la realidad

para asumir con determinación lo que es el ser mismo, en su esencia, con una profunda

filiación que le permite llegar a vivir la vinculación con Jesús: “De esta forma, se puede

entender que la teología espiritual, que asume la filiación como dato radical de la vida

cristiana, no puede olvidar el proceso de la conformación con Cristo, o transformación en él,

como exigencia de la misma filiación (Rm 8, 29; Gal 4,19; 2 Cor 3, 18; Col 3, 10; Flp 2,5; 1

Jn 3,2)”.150

Desde esta comprensión se entiende que el hombre y la mujer de hoy son capaces de Dios.

Y este Dios se deja experimentar en su interior. Por lo tanto, todas las experiencias nos

hablan de Dios, sean estas positiva o negativas; Dios se atraviesa en la vida de todos los seres

150 Cfr. Gamarra, Teología espiritual, 75

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humanos, es Dios quien busca al hombre, como lo vemos en la experiencia de santa Teresa

muchas veces mencionado en el Libro de la Vida. Lo afirmará también K. Rahner: la

dimensión mística espiritual es esencial en la dinámica interior del ser humano y dicha

dinámica, será siempre buscada por el hombre: “en todo hombre hay algo así como una, al

menos anónima, confusa, reprimida experiencia fundamental de un reclamo hacia Dios

(nacida del mismo ser del espíritu y de la gracia de la autodonación de Dios ofrecida siempre

a todo hombre). Esta experiencia fundamental es constitutiva del hombre en su concreta

composición (de naturaleza y gracia). Y esta experiencia es mística”.151

Este recorrido por la experiencia teresiana sobre la espiritualidad y la reconciliación fortalece

la confianza en la que se nos permite profundizar en nosotros mismos para crecer cada vez

más en la conciencia de nuestra verdadera identidad y dignidad, y encontrar así el verdadero

sentido de nuestra vida.

Ordinariamente el énfasis se pone más en lo que no somos que en lo que somos; nuestra

mirada se concentra más en los accidentes que en la sustancia misma de lo que podemos

llegar a ser, más en lo superficial que en la realidad más honda de nuestro ser. Dichas

limitaciones que nos han llevado a plantearnos y a definirnos han hecho de nosotros personas

casi inconscientes y muy determinadas por nuestras limitaciones, por el pecado más que por

la gracia. Pero sobre todo carecemos de posibilidades para mirarnos dentro. Muy a menudo,

escuchamos personas que viven escasas de tiempo, nos movemos en una sociedad en donde

el tiempo no es nuestro mejor aliado, sociedades fatigadas por la híperresponsabilidad que

cargamos y que no nos permite ahondar en nosotros mismos. Teresa no estuvo ajena a esta

realidad, tal vez ella también escuchó este tipo de argumentos, y se adelanta a respondernos:

“no lo echen a los tiempos, que para hacer Dios grandes mercedes a quien le sirve, siempre

es tiempo”.152

151 Rahner, La experiencia personal de Dios más apremiante que nunca, en Revista de Espiritualidad 29

(1970) 320. 152 Teresa de Jesús, Fundaciones 4, 5.

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Siempre es tiempo de conocernos y reconocernos a nosotros mismos en nuestra verdadera

identidad y dignidad, de saber que aquel en quien Dios habita nunca puede renunciar a su

propia dignidad ni pretender ignorar la dignidad de los demás. Somos creados a su imagen

y siendo conscientes que somos almas en las que el Señor tanto deleite tiene, el camino no

es la dominación o la exclusión, sino que es fraternidad y solidaridad.

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