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  • 8/7/2019 La estela que dej Anbal

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    La estelaque dej

    Anbal

    Esteban Schmidt

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    Publicado en 2006 en Los Trabajos Prcticos

    Como vena la mano, la leyenda popular de los aos 70 y sus

    desaparecidos no poda terminar de otra manera que convertida en

    un polvito para drogar el presente y que el presente ande tonto por la

    calle, como quien marcha a apoyar a Anbal Ibarra. Si cualquiera con

    dos vasos de vino en ayunas puede decir que el presente es lucha y

    el futuro es nuestro; puede tambin porque es barato y casi nadie

    se lo va a reprochar tomar un pedazo de pelcula del pasado,

    editarla como quiera y usarla con fines publicitarios para cualquier

    causa: una justa, una injusta o una rarsima, como es reclamar el

    indulto a Ibarra despus que 198 adolescentes murieran por varias

    causas asociadas a l, una de las cuales, la ms importante, es haber

    sido negligente, en la gestin de los organismos encargados de

    controlar que la gente no se muera en masa y as noms, en la

    ciudad.

    Estela de Carlotto prepar la mezcla, dando un volantazo

    inesperado en una trayectoria honesta. Aunque siempre severa y

    antiptica, como una laboratorista desdichada, Carlotto haba

    desempeado, desde la vuelta de la democracia, un papel que ayud

    mucho a que el pas no fuera un putero, haciendo una clara segunda

    voz en el coro de los familiares de las vctimas del terrorismo deestado, una voz contrastante con la exaltacin guerrera de Hebe de

    Bonafini y, luego, la de los HIJOS. De no haber habido personas como

    Carlotto, Alfredo Bravo, Emilio Mignone y Graciela Fernndez Meijide

    (sobre quien volveremos), expresando otra manera de enunciar el

    disgusto, el mea culpa de Martn Balza seguramente hubiera

    demorado ms. Incluso algunas restituciones de chicos tambin se

    hubieran demorado ms o no habran llegado. Estela de Carlotto fue

    el brazo superlgico de la causa de la reparacin por los crmenes

    contra la humanidad, concentrndose en la bsqueda de los nios

    robados a madres parturientas en los campos de concentracin, y de

    otros nios que fueron robados en sus sillitas de comer la papa,

    sorprendidos, como sus paps, por escuadrones de la muerte para

    llevarse a los tres con destino a la niebla.

    Carlotto, con hija, nuero y nieta secuestrados, podra haber

    sobreactuado al infinito su bronca y regulado histricamente el tono

    de su reclamo. Pero prefiri hacer foco en la devolucin de

    identidades y, cada tanto, en todo caso, darse el gusto del

    contrapunto con Bonafini, sacndose una foto con el Papa, con BillClinton, con gente que en la espiral nerviosa y chanta de la

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    presidenta de Madres, eran co-responsables de las fosas comunes,

    aunque en la prctica contribuyeran a darle marco favorable a las

    restituciones. Pero este gobierno de Nstor Kirchner, que tiene

    confundida a tanta gente, confundi tambin a Bonafini, que

    abandon los hbitos tirabombas que imaginbamos a prueba detodo y tambin a Carlotto que, tal vez ya ms grande, y ms

    necesitada de reconocimiento y afecto, sac a pasear su personaje

    consagrado de una manera ms vanidosa, esperando las palabras de

    agradecimiento, el aplauso, en la real conciencia de que se ha

    convertido en una Coca-Cola de la poltica. Y para conseguir ms

    cosas que la restitucin de identidades, cosas nuevas. Recontra

    legtimo.

    Los kirchneristas y Felipe Sol hicieron, entonces, a Remo, su

    hijo, diputado por la provincia de Buenos Aires, y no es moco de pavoeso en una familia. Parece, pero no es. Hay que ver cmo se visten

    las familias, cmo se visten las seoras y las hijas cuando los diez de

    diciembre de cada dos aos juran los nuevos diputados. Carlotto,

    envuelta en la poltica de los porotos, empez a recibir otros vueltos.

    Y finiquitado su duelo tcito con Bonafini comenz uno con Horacio

    Verbitsky, el periodista y presidente del CELS que, cuatro das antes

    de la marcha a favor de Ibarra, el domingo 26 de febrero de 2006,

    dej abierta la puerta para responderse sobre la procedencia del

    dinero de las coimas para pagar el sexto voto de la Sala Juzgadora encontra de la destitucin.

    Carlotto eluda insistir con su apoyo a Ibarra, tras haber sido

    corrida a los huevazos por los familiares de Croman, que le

    reprochaban no slo estar apoyando al gobierno municipal

    negligente, sino tambin haberlos ignorado de manera olmpica

    cuando fueron a pedirle solidaridad. Y hay que ver que las posiciones

    pblicas obligan y, si no se quiere estar obligado, hay que quedarse

    en casa y replegarse a sentencias privadas como hoy lavo yo. Pero

    la intervencin de Verbitsky en Pgina/12 bast para decidirla a jugarde nuevo a favor del intendente suspendido en sus funciones. Y lo

    que podra haber sido apenas testimonial, una foto o una presencia

    con pocas palabras, gir loco a una alocucin sin papeles, puro

    espontaneismo de abuela, pero en la plaza pblica, en la ms pblica

    de las plazas. Y dijo lo que no sabamos que pensaba o que ella no

    pensaba que saba.

    Venimos en nombre de nuestros hijos desaparecidos, quienes

    dieron la vida para que nadie interrumpa arteramente un proceso

    legal.

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    Dijo.

    Obvio que hubo aplausos en las cuatro columnas en que se

    dividi la manifestacin. La de los empleados municipales de todos

    los rangos, la de los pobres que reciben planes sociales y que, como

    en cualquier acto, son invitados a participar con el sobreentendido delos diez pesos ms la reproduccin calrica asegurada por lo que dure

    la jornada; y la columna de los funcionarios que, casi como todas las

    dems, se divide en dos mitades: los que les conviene que Ibarra se

    quede y los que no saben qu les conviene ms.

    Pero decamos: Aplausos para Carlotto por la cadena

    sintagmtica desaparecidos-Ibarra-proceso legal.

    La condicin de la supervivencia en esos lugares como el Frente

    Grande, el gobierno de Ibarra o el de prestador de un servicio algobierno de la Ciudad es: no escuchar, o escuchar y no pensar, o

    escuchar, pensar y no decir nada, o escuchar, pensar, y decir lo

    contrario de lo que penss. As se puede hacer carrera o plata, o

    carrera y plata. De lo contrario, no. La Carlotto 2.0 les dijo a todos

    que los desaparecidos eran todos unos pasantes de Amnesty, y que

    por ellos Ibarra deba salir indemne de este proceso. Y todos

    aplaudieron, en las cuatro columnas.

    Al ver ah a Carlotto (varias veces merecedora al Premio Nobelde la Paz, subrayemos esto una vez ms), en directo, a la Abuela,

    modificar los hechos de la historia, y especular con una audiencia que

    dir que s a todo, pens en lo injustos que pudimos ser con Graciela

    Fernndez Meijide

    Con todas sus limitaciones, Graciela, con las limitaciones

    propias de quien no puede aprender un oficio con cien variantes

    como el bridge, la poltica, a los cincuenta y pico de aos, y

    aprenderlo bien, como no se aprende a manejar a los cincuenta y

    pico. (Y ahora no se los ve tanto, pero cuando yo era chiquito yjugaba a la bolita en la plaza Primero de Mayo y haca el huequito en

    la tierra, el que de haber profundizado me hubiera llevado a descubrir

    crneos y fmures de compaeros muertos en el 1800, porque eso

    fue un cementerio anarquista, registr la existencia de algunos

    personajes que eran recin llegados al mundo del automvil,

    beneficiarios de los primeros planes Rombo para tener su primer

    coche a los cincuenta aos, unos seores que recuerdo con caras

    blancas y anteojos de marco negro y dos filas irregulares, como un

    empedrado, de dientes amarillos y peinados con raya, adems, conuna esposa que compraba tortas en Flambo y se enchufaba paos de

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    algodn al indisponerse, dentro de esas bombachas que eran

    gigantes de color verde claro, para sus culos gigantes de color verde

    claro tambin; esos hombres, deca, que imagino desvirgados

    tardamente, lanzando un chorro de leche desesperado y penoso un

    sbado a la tarde de invierno, en el departamento E de un edificio conportero espaol en la calle Pichincha, a una de estas Martas con las

    que se casaron; esos hombres que hoy estn muriendo todos los das

    en el Durand o en el Pieiro, existan an.) Y Meijide que entonces,

    cuando yo jugaba a la bolita, digamos 1973, estaba a la vanguardia

    de la enseanza del francs en un instituto privado de Belgrano, no

    soaba la poltica. No la soaba en los sueos, no como suean las

    actrices en los reportajes; no se le apareca el pap peinndola arriba

    de un banquito para ir al Senado en un velatorio de la abuela en

    Avellaneda. Tena que votar Graciela y no saba a quin, tena que

    conseguir una palanca para destrabar un trmite en el Mercado del

    Plata y no saba cmo.

    Por arquitectura biogrfica precaria es que Meijide tuvo que

    disimular un pasado de seora fuera de lo comn, presumir y simular,

    y si no se poda con ella hablar de nada humano y hondo, no poda

    uno preguntarle dnde estaba cundo muri Pern, o a quien haba

    votado en 1958, porque todo se le haba vuelto una ecuacin

    especulativa donde pasado, presente y futuro deban acomodarse

    tras el objetivo de la presidencia, o de un viaje exploratorio a Venuscon la Alianza, porque el Chacho de Palermo no se animaba, no poda,

    no le sala, porque su padre haba sido portero y l, resistente al

    psicoanlisis, tampoco poda salir de la puerta de casa para mirar el

    mundo o para hacerlo, tal la promesa con la que sala a baldear el

    Saln de los Pasos Perdidos. Con otra disposicin y empuje, Graciela

    lo hizo. Y la vimos y escuchamos una nochecita angustiante ingresar

    a un mundo de sufrimiento cuando explic la pendularidad entre

    civiles y militares dio clase! a tipos que si no inventaron la idea, la

    soaron, ilustrsimos como Hilda Sbato, Carlos Altamirano, Juan

    Carlos Portantiero o Beatriz Sarlo, por mencionar a algunos de los

    asistentes, que luego partieron al Congresito, un restaurant que ya no

    existe ms, en la esquina de Bartolom Mitre y Riobamba, a

    acompaar con San Felipes lo que haban presenciado, y a digerirlo.

    Pero con esos problemas, y con esos coros respetables que la

    celebraban pese a todo, a Graciela nunca se le ocurri joder con su

    hijo Pablo, efectivamente desaparecido a los 18 aos, la edad de

    muchos de los muertos de Croman y de un buen nmero de los

    soldados muertos en el Teatro de Operaciones del Atlntico Sur, elTOAS. Le preguntaron siempre y Graciela, de Pablo, jams dijo que

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    fuera un hroe ni un santo ni un defensor de los procesos legales;

    slo que era su hijo y que lo quera. Y que haba sido un golpe injusto

    e inesperado del que s se repuso, porque la gente tambin se repone

    de las cagadas de la vida, y rara vez dio permiso para que se jugara

    con el golpe bajo. No dijo que lo extraaba, ni dijo en ningn acto decampaa que lo esperaba con la sopa todos los das. Cuando le toc

    la mala, el bajn poltico, porque la inexperiencia permite que te

    acuesten por nombrar a tu cuado en un cargo pblico o darle trabajo

    a tu profesor de tenis, y tuvo que empezar a atajar penales, tampoco

    trajo al hijo para especular. No dijo, ey, no me acuesten, soy madre

    de un desaparecido. Siempre mantuvo el cdigo con el hijo muerto,

    como un dilogo honesto con su cra al que cada da le deca no te

    voy a usar.

    Como parte del gobierno de Ibarra y del gobierno nacional seabastece de las eminencias setentistas que sobrevivieron y de

    algunos hijos setentistas (aunque sepan ms de hostels que de casas

    operativas), es que vale traer al frente una forma de disciplinar

    polticamente que han tenido estos aos de ahora, los que vivieron

    los das del To Campora, relacionndola con el giro a la comedia que,

    inesperadamente, hace la declaracin solemne de nuestra Premio

    Nobel in pectore en defensa de este bobalicn egresado del ILSE.

    La comedia, el humor negro, eran patrimonio de los

    FAMILIARES, hijos, hermanos de desaparecidos, a los que escuchamos

    bromear con sus muertos. Vamos antes que lleguen nuestros

    viejos!, gritaba un pibe en la sede de FAMILIARES de Riobamba a

    punto de partir a un congreso de vctimas a Tucumn, pero como casi

    todos jugamos un poco con los propios (tengo una buena y una mala

    noticia, la buena es que mam resucit, la mala es que ES VERDAD).

    Buena parte de LOS FAMILIARES no permitan abrir ese chiste a sus

    compaeros de aula. S mostrarlo, como diciendo mir que fuerte soy

    que me permito el humorpero, para los dems, haban sido vctimas

    de la cagada ms grande del mundo. Eran nios en 1992, porubicarnos, aunque ya fueran hombres y mujeres en edad de

    reproducirse y abortar, con padres o hermanos muertos, haca ya no

    menos de quince aos, cuando la licencia en los laburos, por familiar

    muerto, de cualquier clase de muerte, es de dos o tres das.

    Victimizarse siempre tiene ventajas, y ms si engarza con un

    relato de los aos setenta y del golpe militar del 76 que ni en los

    talleres literarios de Miguel Bonasso y Patricio Echegaray se hubiera

    escrito igual que como se escribi aqu, como una leyenda popular,

    como Robin Hood o El pajarito y el abeto.

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    La dictadura y los muertos fueron un relato sencillo de buenos y

    malos redondos, con sus geografas del mal, los centros de detencin;

    sus fechas claves, el Mundial, los goles a Per, y su elenco

    multiestelar donde el gato y burcrata Oscar Smith avanz hacia el

    olimpo de los desgraciados en la compaa de los valientessindicalistas de la Mercedes Benz y, todos, con los chetos de Hidalgo

    Sol, Holmberg y Dupont, hechos pelota para simbolizar que fue a

    todos y a todas. (Como dijo la madre superiora del colegio de monjas

    a donde unos sucios entraron al grito de las vamos a violar a todas y

    las monjas ms jvenes suplicaron a la madre superiora, no, y la

    madre superiora las fulmin con la mirada y las corrigi: dijeron a

    todas).

    La vulgarizacin del relato de la guerra sucia, su aceptacin por

    todas las familias argentinas, en esos lunes de cincuenta puntos derating para La Historia Oficial y La Noche de los lpices, logr que

    cualquier narracin alternativa o que relativice el argumento bsico

    de jvenes macanudos / idealistas / lindos / solidarios luchando por un

    mundo mejor (o porque nadie interrumpa arteramente un proceso

    legal, ja, como nos enteramos ahora), contra satanes de verde oliva

    fuera demonizada. No nos referimos a lo que est probado y por lo

    que dimos cien mil vueltas a varias plazas: los secuestros, la

    desaparicin y la muerte o al plan criminal que tambin est probado.

    Lo otro, eh? Lo otro.

    Muchos de los que hubieran ayudado a pensar un poco en lo

    vivido y a pensar en lo que vivan, se engancharon en laburos que

    reclamaban lealtad al pensamiento nico. No por stalinismo sino

    porque as se reclamaba desde el extranjero, de donde vena el

    financiamiento. Y as, muchos organismos de derechos humanos se

    convirtieron en agencias de turismo, hasta el presente, para que sus

    abogados de la UBA (estos s, perfectos juniors de Amnista) lleven el

    testimonio del horror (de otros) a Valencia o Kitzbuhel y que, de

    regreso a casa, a la cunita del horror, compartan y repartan la colectadel free shop, esas canastitas de Disco con que arrasaban y arrasan

    con los After Eight para el caf y las Mont Blanc para firmar escrituras

    de casas nuevas con techos altos.

    Menemismo por arriba, negacin para los costados, olvido para

    atrs, en los noventa se prohijaron los horrores del siglo siguiente,

    como ese horror en el que 198 nenes, nenas, bebs y madres pobres

    bailaron el ltimo pogo antes del final, en diciembre del 2004. Ibarra

    fue el epgono de esa combinacin de formas de ganarse la vida y

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    procurar el prestigio pblico. Los desaparecidos siempre estuvieron

    por ah, para l.

    Recibi, adems, igual que Graciela, la carambola de la

    desercin del Chacho, una de las personas ms malas y egostas de la

    Argentina, quien le pas as la posta a una de las de peor corazn. Uncorazn que, desgarrado, rechazaran millones de gatos hambrientos

    de todo el mundo, por amargo. Si Pern nos dej a Isabelita (otra

    Estela), Chacho nos leg a Ibarra.

    Pero en la comparacin vuelve a perder Ibarra. Hay ms verdad

    en las lgrimas de Isabel anunciando por cadena nacional la muerte

    del General una Isabel que todava no haba tenido la menopausia,

    que se indispona con una frecuencia irregular y loca y que pona de

    la cabeza a Osvaldo Papaleo, que en el tono compungido de Ibarra,el da de su alegato final. Y buscando encontraremos siempre ms

    verdad. Mucha ms verdad (porque lo dijo en serio) en Balbn

    despidiendo a Juan Pern, adversario-despide-amigo. Ms verdad en

    el discurso de Leopoldo Moreau en el 87 en la Convencin Nacional,

    recordando cmo llevaban con Freddy el fretro de Sergio

    Karakachoff a pulso, y pidiendo con ello permiso para votar la

    obediencia debida. Hay ms verdad en unas palabras temblorosas del

    Coti Nosiglia en un acto casi a oscuras en Mina Clavero, un ao antes,

    ms verdad en Llamil Reston, una maana de viernes en el Parque

    Rivadavia durante un homenaje a Bolivar a principios del 83. Donde

    busque hay ms verdad que en las palabras que usa Ibarra para

    encontrarle la vuelta y volver a sentarse en el silln que, adems de

    su egosmo y negligencia, prueba su sadismo.

    Pero de Ibarra lo sabamos todo. Croman, penosamente, nos

    dio la oportunidad de que quede ms claro para muchos otros,

    porque los presupuestos abultados y las cabezas apuntando siempre

    hacia el televisor facilitan el desinters pblico y promueven la

    ignorancia. Casi nadie recuerda a Pancho Rabanal, nadie recordar aIbarra por algo bueno. Ser el intendente de la tragedia, de los

    adolescentes muertos en el Once.

    De Carlotto, no. Aun con esta intervencin siniestra podr ser

    recordada como una gran mujer, como alguien inspirador (un papel

    que Graciela, al enlodarse en nombre del cagn, no podr cumplir).

    Pero Carlotto tambin se puede perder el bronce, si el apoyo al hijo le

    come la neutralidad. En la poltica, que es la historia, no existen las

    contemplaciones que se le podan tener a Mercedes Sosa, por

    ejemplo, quien por Fabin, la luz de sus ojos negros tucumanos, suresplandor oscuro, vago y macrista, termin un lunes de una

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    campaa cualquiera apretando la mano del ingeniero, el zonzo de

    Barrio Parque, que slo le haba cantado, hasta ah, a la luna de

    Aspen, a la que encima confundi con un farol.-