LA EVALUACIÓN FORMATIVA A TRAVÉS DE LA BOA ABUNDANTE … · Por el contrario, resulta un andamio...
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LA EVALUACIÓN FORMATIVA A TRAVÉS
DE LA BOA ABUNDANTE EN
ESTUDIANTES DE SÉPTIMO SEMESTRE DE
LA LICENCIATURA EN EDUCACIÓN
PREESCOLAR
Daniela Patricia Martínez Hernández [email protected]
Elda de Lourdes Solís Espinosa [email protected] Alejandro Trejo Ávila [email protected]
Escuela Normal Oficial de Irapuato
RESUMEN
El presente documento, sistematiza la
experiencia de los profesores de la Escuela
Normal Oficial de Irapuato (ENOI), Guanajuato,
en función del diagnóstico realizado a
estudiantes de séptimo semestre de la
Licenciatura en Educación Preescolar, proceso
en el cual, se evidenció, la evaluación formativa
como área de oportunidad del proceso de
reflexión sobre la intervención.
Para su valoración diseñamos una
rúbrica con cuatro niveles de domino, mediante
la cual, identificamos que el dominio conceptual
de las estudiantes se centró entre los niveles
satisfactorio y suficiente, mientras el dominio
procedimiental, se valoró como insuficiente.
Por ello, empleamos la investigación-
acción, como metodología que nos permitiera
incidir en nuestro objeto de estudio, la
evaluación formativa y como unidad de análisis
para la intervención, la Base Orientadora de la
Acción, a través de un plan de acción con ocho
sesiones de trabajo.
Los resultados se centraron en tres
líneas: la necesidad de la transformación de la
intervención bajo el enfoque por competencias,
en particular, la vinculación de lo conceptual en
lo procedimental, el dominio disciplinar de las
estudiantes como referente de evaluación y la
necesidad de movilizar las habilidades
psíquicas superiores para corresponder a lo
enunciado en el trayecto de prácticas como
gradualidad, profundidad y secuencialidad.
PALABRAS CLAVE: Evaluación formativa, Base Orientadora de la Acción (BOA), retroalimentación, habilidades psíquicas superiores, competencias.
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PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA
En la actualidad, dentro de la “Agenda 2030 para México. Objetivos de desarrollo
sostenible”, la educación resulta un punto clave que se enuncia en el objetivo cuatro referido
a la Calidad Educativa, con el cual se busca asegurar que todos los estudiantes tengan
acceso a experiencias formativas que le brinde la escuela y el profesor como agente central
al respecto. Por ello, es que las escuelas formadoras de profesores tenemos la encomienda
de la formación inicial de docentes que, a palabras de Álvarez de Sayas, responda al encargo
social que los organismos internacionales proponen para la formación del ciudadano del siglo
XXI.
Derivado de lo anterior, los maestros que impartimos el curso de Práctica Profesional,
que corresponde al Trayecto de Prácticas Profesionales, en el Plan de Estudios 2012, de la
Licenciatura en Educación Preescolar, realizamos un diagnóstico a un total de 28 estudiantes
del séptimo semestre de la misma licenciatura, con la intención de valorar los conocimientos
y el grado de competencia, enmarcados en el perfil de egreso del Acuerdo 650 por el cual se
establece el Plan de Estudios para la Formación de Maestros de Preescolar.
En dicho perfil, se enuncian competencias profesionales que “expresan desempeños
que deben demostrar los futuros docentes de educación básica, tienen un carácter específico
y se forman al integrar conocimientos, habilidades, actitudes y valores necesarios para ejercer
la profesión docente” (Ibídem). En estas últimas, se hace evidente la demanda sobre el
conocimiento del docente, para alcanzar lo estipulado como encargo social.
Para valorar el nivel de dominio y conocimiento sobre la evaluación, contenido
enunciado en el perfil de egreso de nuestras estudiantes, construimos un cuestionario de seis
preguntas, enfocadas a recuperar los saberes de las normalistas sobre la evaluación. La
primera pregunta se enfocó a recuperar el concepto que tenían las estudiantes al respecto y
a partir de la segunda, en las respuestas, se buscó movilizar sus saberes para identificar en
un diario, instrumento anexo al cuestionario, diferentes indicadores referidos a la evaluación
por su función, los incidentes críticos, la reflexión en los tres momentos (antes, durante y
después) para la recogida de datos, los momentos de la evaluación, así como los
instrumentos y su caracterización,
Al responder las cuestiones enunciadas, las estudiantes leyeron el diario y de éste,
rescataron aquellas oraciones que les permitieran dar respuestas a las preguntas y, aunado
a ello, se les indicó evidenciar algunas funciones superiores como argumentar, reflexionar,
describir, entre otras.
Para evaluar las respuestas de las estudiantes, construimos una rúbrica de acuerdo a
lo propuesto por Díaz (2006), la cual constó de cuatro niveles de dominio. Se inició con la
columna que incluyó el indicador a valorar, seguido por la descripción de los niveles de
dominio destacado, satisfactorio, suficiente e insuficiente. Al final del mismo instrumento,
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colocamos un recuadro con observaciones, en donde puntualizamos el argumento sobre su
ubicación en un nivel de dominio u otro.
La valoración de las estudiantes sobre el instrumento, se los dimos a conocer durante
dos sesiones de trabajo, en las cuales, la finalidad fue recabar mayores aportaciones que nos
permitieran tener argumentos aún más precisos sobre los resultados de este primer
acercamiento.
En este proceso, encontramos que las estudiantes, evidenciaron conocimientos
conceptuales sobre los indicadores que enunciamos con anterioridad. Sin embargo, el
proceso mismo o la elaboración al respecto de lo solicitado, evidenció áreas de oportunidad.
Es decir, al plantear la primera pregunta, que refirió a que la estudiante escribiera el concepto
de evaluar, la mayoría (23 estudiantes) fueron ubicadas entre los niveles de dominio
satisfactorio y sobresaliente, al hacer explicitas en sus respuestas, la evaluación como un
proceso que implica principalmente a dos agentes (profesor y alumno) y retomando que los
tipos, instrumentos, momentos y funciones de la evaluación, se encuentran inmersos dentro
del mismo concepto.
Sin embargo, cuando se les solicitó que identificaran en el diario, el tipo de evaluación
por su funcionalidad y transcribieran el proceso que la evidenciaba, se identificó en la totalidad
de las estudiantes, una confusión al recuperar fragmentos en donde el profesor que elaboró
el diario, cuestionó a sus estudiantes sobre la misma dinámica de la jornada.
Durante la clase, al cuestionarles sobre sus respuestas, las normalistas hicieron
explícita la concepción de que, al entablar preguntas, el profesor se percata de lo que el
estudiante sabe, y por lo tanto, puede valorar formativamente, independientemente del tipo e
intención de las preguntas, así como de la interacción que se produjo dentro del aula.
En referencia al indicador que recuperó la reflexión en los distintos momentos, las
estudiantes respondieron, tanto de manera escrita como verbal, que la ubicación de éstos, se
dio desde la misma lógica de la elaboración de insumos por la temporalidad, no por la
intención y la movilización de la reflexión como habilidad superior.
Desde las aportaciones de Shon (1992) la reflexión se realiza antes de la acción. Por
ende, las estudiantes asumieron que la planificación resulta en sí misma, el reflejo de la
misma habilidad psíquica y que, la reflexión después de la acción, se da de por si, en el diario
de trabajo, independientemente del tipo de información que se escribe en el mismo.
Ante la caracterización de nuestras alumnas y en función de la problematización y
delimitación que, a palabras de Sánchez (1993) “resulta aquello que desencadena el proceso
de generación de conocimiento, es la guía y el referente permanente durante la producción
científica” (p.3) decidimos trabajar con las estudiantes el proceso de evaluación formativa,
pues la finalidad de esta “es mejorar o perfeccionar el procedimiento” (Casanova, 1998, p.
81) y, por ende, se encuentra inmersa dentro de los instrumentos para recuperar información,
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tal como el diario de trabajo, así como los momentos en los que se realiza el proceso de
valoración.
Además, el nivel Preescolar que corresponde a la educación Básica en nuestro país,
demanda que la evaluación que realice el profesor titular del grupo, tenga “un sentido
formativo con finalidades como valorar los aprendizajes de los alumnos, identificar las
condiciones que influyen en el aprendizaje y mejorar el proceso docente” (SEP, 2018, p. 174)
lo que implica que desde su formación inicial se adentren al ejercicio de este proceso.
Al evaluar en el enfoque por competencias, donde éstas generan la “posibilidad de
movilizar e integrar diversos saberes y recursos cognitivos cuando se enfrenta una situación-
problema inédita,” (SEP, 2011, p. 33) encontramos que el área de oportunidad de nuestras
estudiantes se centró en el proceso, pues como lo evidenciamos al inicio del presente
apartado, se valoró en los niveles satisfactorio y sobresaliente, en las cuestiones que les
implicaron emitir un concepto, no así en el dominio procesual, por lo que nuestra intervención
se centró en ampliar el concepto y generar espacios donde llevaran a la práctica la evaluación
formativa para corresponder a la primer valoración de nuestras estudiantes.
MARCO TEÓRICO
Una vez planteado y delimitado el problema que caracterizó a las estudiantes,
pasamos a la revisión de la literatura, considerando los antecedentes teóricos sobre las
unidades de análisis que ocupan la presente investigación.
Para la conducción de nuestra intervención optamos por trabajar la Base Orientadora
de la Acción (BOA), segunda etapa de la asimilación del conocimiento de acuerdo a la postura
socio-cultural, desarrollada por Galperín (1992) quien postuló la particularidad de la
intervención docente como mediador del conocimiento.
La BOA, tiene como antecedentes, la teoría de la actividad, que parte de la premisa en
la que, la actividad externa material y la actividad interna mental son una misma y se
desarrollan a través de cuatro elementos principales: acción, operación, habilidad y hábito.
En el primer concepto, el sujeto que aprende, desarrolla acciones en apoyo de un
“mayor” que le sirve como modelo. Enseguida la operación es la ejecución e internalización
del nuevo concepto, la habilidad se refiere a la exteriorización de este nuevo aprendizaje,
para que, a su vez, se de paso al hábito, mismo que resulta la aplicación del nuevo concepto
en diferentes circunstancias a lo largo de la vida, indicadores que fueron retomados por
Galperin (1992) para la conformación de la formación por etapas.
La BOA, como parte del proceso anterior, permite al profesor “mostrar el proceso
mismo de la solución” (Talizina, 2000, p.140) a sus estudiantes, sin que esto implique que el
alumno sea un receptor de información. Por el contrario, resulta un andamio cognitivo que le
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permitirá al estudiante, descubrir el contenido de la actividad y en consecuencia nuevas
alternativas para el desarrollo de las competencias, secuenciadas a través de acciones que,
en lo posterior se traducen a la etapa materializada, verbal y mental, cerrando un ciclo de
aprendizaje que se complejiza en cada experiencia.
En función de lo anterior, empleamos la BOA “abundante” como unidad de análisis
propia, en la cual “las orientaciones se representan en el tipo general que caracteriza toda
una clase de fenómenos” (Talizina, 2000 p. 150) lo que implicó habilitar a las estudiantes para
el proceso formativo de la valoración.
La segunda categoría de análisis, la evaluación formativa, refiere a “(…) la obtención
rigurosa de datos, a lo largo del proceso, de modo que, en todo momento, se posea del
conocimiento apropiado de la situación evaluada que permita tomar decisiones necesarias de
forma inmediata” (Casanova, 1998, p. 81), lo que implica la habilitación del profesor en la
observación.
Este proceso se complementa con la participación activa y la relación bidireccional
entre el docente y el alumno, siempre que el primero tenga “datos y valoraciones pertinentes
y permanentes a cerca de los aprendizajes que va realizando el alumno y su modo particular
de hacerlo” (Casanova, 1998, p. 81), lo que considera el planteamiento del feedback o la
retroalimentación objetiva durante el proceso.
Al respecto, la retroalimentación
(…) es el componente de la evaluación que evidencia el vínculo entre los procesos de
enseñanza y aprendizaje, pues permite explicitar cuál es el avance en los logros de los
alumnos y con ellos, da cuenta de la pertinencia de los métodos, estrategias y recursos
utilizados en la enseñanza. De esta forma, los resultados de la evaluación formativa se
convierten en un nuevo punto de partida (SEP, 2018, p. 4)
La evaluación caracterizada por la formación, implica necesariamente que el profesor
identifique la caracterización de los estudiantes al aprender, y por ende, le haga saber sobre
su propio proceso de movilización de saberes, así como las potencialidades a las que puede
llegar, considerando que la retroalimentación, como eje medular “consiste en analizar y
comunicar los resultados de evaluación para que los estudiantes (…) cuenten con la
información necesaria que les permitan saber si han logrado las metas de aprendizaje” (SEP,
2018, p. 5).
Para que las sugerencias se concreten en cambios en el desempeño del alumno, el
docente “deberá darle seguimiento constante, al proponer una segunda revisión del trabajo,
o bien diseñando un plan de mejora junto con el alumno” (SEP, 2013, p. 49) es decir,
replantear su intervención a través de los procesos de reflexión durante la acción.
Una vez definidas las categorías de análisis, pasamos a definir la metodología a partir
de la perspectiva de la transformación y mejora del objeto de estudio.
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METODOLOGÍA
A lo largo del planteamiento, enunciamos el proceso que llevamos a cabo para valorar
el perfil de egreso de nuestras estudiantes, en relación a su nivel de dominio sobre evaluación
y delimitando la función formativa como el objeto de estudio. Por ello, como parte del proceso
metodológico, pasamos a revisar las condiciones sobre las cuales podríamos intervenir, por
lo que optamos por la sistematización de la información e intervención, a través de la
metodología de investigación-acción.
En el enfoque cualitativo, al que pertenece la metodología enunciada “el investigador
se introduce en las experiencias individuales de los participantes y construye el conocimiento,
siempre consciente de que es parte del fenómeno estudiado” (Hernández, 2006, p. 8), es
decir, en este enfoque, se indaga a través de la participación activa del investigador como
miembro del grupo social.
La condición anterior se delimita en un proceso de investigación-acción, la cual se
define como:
(…) una familia de actividades que realiza el profesorado en sus propias aulas con fines
tales como (…) la mejora de los programas educativos (…). Estas actividades tienen
en común la identificación de estrategias de acción que son implementadas y más tarde
sometidas a observación, reflexión y cambio. Se considera como un instrumento que
genera cambio social y conocimiento educativo sobre la realidad social y/o educativa,
proporciona autonomía y da poder a quienes la realizan (Elliot, 2005, p. 79)
La implementación de esta metodología asume que el investigador, que, a su vez,
cumple el rol de profesor, se introduzca en una revisión exhaustiva sobre las acciones
docentes para la valoración sobre lo que se produce en torno a lo educativo. Una vez
diagnosticadas las condiciones iniciales, el profesor interviene con la intención de modificar
algún constitutivo o dimensión de la práctica.
En particular, el modelo de Elliot (2005), retoma los tres momentos del modelo cíclico
de Lewin, mismos que refieren a “elaborar un plan, ponerlo en marcha y evaluarlo, rectificar
el plan, ponerlo en marcha y evaluarlo y así sucesivamente” (p.36). En este modelo se
identifica y describe el problema a investigar, acción que desencadena el planteamiento de
una hipótesis y la intervención en el campo de investigación.
Este modelo propone que:
Es posible modificar la idea general.
El reconocimiento incluye el análisis y el descubrimiento de los hechos, reiterándose a
lo largo de la espiral de actividades, sin circunscribirse al comienzo del proceso.
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La implementación de una fase de la acción no siempre es fácil, no debiendo proceder
a evaluar los efectos de una acción hasta que se haya comprobado en qué medida se
ha implementado (Elliot, 1993, p. 89)
Por ende, el profesor se transforma en investigador de su propia intervención,
considerando que cada ciclo que se implementa, debe tener un argumento sólido de las
acciones que el profesor emprende en su aula, es decir, que el plan de acción y la reflexión
durante la acción, deben tener una priorización teórica a fin de gestionar el aprendizaje
Para que las condiciones anteriores generen productos formativos en la relación
bidireccional de la enseñanza-aprendizaje, el profesor-investigador, la elaboración de un plan
resulta “una acción estratégica que se diseña para ponerla en marcha y observar sus efectos
sobre la práctica” (Latorre, 2005, p. 45), y que, para nuestro caso, resultó a partir del diseño
de una secuencia didáctica.
DESARROLLO Y DISCUSIÓN
En relación a esta secuencia, que se desarrolló durante ocho sesiones de trabajo,
consideramos el inicio de la recuperación puntual de lo que las estudiantes conocían como
evaluación formativa y algunas experiencias al respecto, para dar paso, a la revisión de este
concepto a través de diversos textos y, posteriormente, resaltar indicadores observables de
este tipo de evaluación, desde lo caracterizado en la literatura.
Posteriormente, propusimos la revisión de estos indicadores, en los productos
elaborados en su formación respecto a los semestres anteriores. Una vez identificadas en
cada una de las normalistas las dificultades mostradas, pasamos a la elaboración de
indicadores que pudieran evaluar en sus escuelas de práctica y proseguir con la elaboración
de un texto de evaluación formativa, el cual resultó el producto final que nos daría pie a
analizar el nivel de dominio con respecto a la valoración de nuestras estudiantes.
Durante la aplicación del plan de acción, encontramos que las alumnas, manifestaron
elementos conceptuales de la evaluación formativa, por lo que en las sesiones de la revisión
de productos y cuestionaron sobre la caracterización del objeto de estudio, a fin de ampliar el
dominio conceptual. Sin embargo, en la parte del proceso, que refirió a la observación de los
indicadores de lo “formativo”, las estudiantes manifestaron confusión entre diversas
habilidades superiores, por ejemplo, entre la descripción e interpretación, como lo manifiesta
el siguiente diálogo.
N (Normalista)-. /mientras lee un fragmento de su diario/ por ello, le dije a Pedro que él
sabía mucho y que, por ello, me apoyaría en repartir el material.
M (maestro)-. Haber, hagamos un alto. Si la evaluación formativa es decirle al otro lo
que sabe, ¿Por qué esta frase es o no evaluación formativa?
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N-. Si. Porque le está diciendo que sabe mucho.
En el dialogo anterior, se evidenció un área de oportunidad en cuanto a la reflexión en
el mismo discurso. Por esto, y en función de la BOA abundante, pasamos a la revisión de los
conceptos empleados, así como los indicadores de valoración que consideraron las
normalistas en su planificación y que fueron insumos de evaluación, para ser caracterizados
desde lo objetivo/subjetivo. Lo anterior, considerando que, si el estudiante no posee el
conocimiento requerido para ser movilizado, la acción, se verá favorecida en menor medida.
De allí que la BOA aplicada se encaminara a generar también una ampliación sobre el dominio
conceptual.
En las sesiones de construcción de textos, caracterizados por nuestro objeto de
estudio y, una vez puntualizada la atención en el indicador a valorar, propusimos a las
estudiantes, comenzar por evaluar la intervención de una de las docentes que les impartió un
curso en el semestre en el cual se realizó el estudio, desde el supuesto de que, en su rol de
estudiantes, pudiera facilitarse la tarea de valorar y retroalimentar y como parte de la
ejercitación antes del producto final del presente ciclo de intervención y considerando que el
enfoque por competencias, demanda que el profesor proponga situaciones de la vida
cotidiana, donde el estudiante se pueda ejercitar.
Al respecto, las estudiantes, como parte de una primera valoración, enunciaron de
manera sistematizada y recurrente, que la profesora señalada, no resolvía las dudas
presentadas, pues la dinámica de la clase consistió en una serie de exposiciones asignadas
desde el inicio de semestre.
Después de haber caracterizado la intervención en mención, les pedimos a las
estudiantes que revisaran dentro de su repertorio cognitivo, qué propuestas podrían realizar
a la docente a fin de mejorar su intervención y además, que esta propuesta se hiciera
acompañar de argumentos que sirvieran a la docente como parte de un proceso de
retroalimentación.
Al entablar las propuestas, encontramos que las estudiantes “divagaron” con respecto
al agente que fungió el papel de evaluado, y por lo tanto, no hubo argumentos en su discurso,
tal como se evidencia a continuación.
M-. /después de plantear un indicador para valorar la intervención de una profesora con
el indicador “Resuelve las dudas de las estudiantes” /. Haber chicas, el indicador es
claro, ya me dijeron que no las resuelve porque son sólo exposiciones y las preguntas
se realizan entre ustedes ¿Qué tendría que hacer, para que su maestra deje de
producir lo que produce en relación a la resolución de dudas?
N-. Es que si nosotros le dijéramos qué necesitamos, quizá ella nos puede resolver las
dudas.
M-. haber chicas, otra vez, revisen el indicador y a quién estamos evaluando. ¿A quién?
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Ns-. A la maestra.
M-. Entonces ¿qué le proponemos?
N-. Pues que nos motive.
M-. Motivar ¿resuelve las dudas? O ¿cómo la motivación resuelve dudas?
Ns-. ¡No!
M-. Entonces tenemos que entablar una propuesta que retroalimente la intervención de
la maestra y que, a su vez, genere procesos formativos en ustedes, ¿qué proponen?
N-. Yo creo que hacer la clase más dinámica.
M-. Las clases dinámicas ¿Resuelven dudas?, ¿Qué es una clase dinámica? /no hay
respuesta/
Derivado del dialogo anterior, encontramos que las normalistas, al realizar un proceso
de valoración sobre el indicador propuesto, manifestaron una serie de dificultades referidas
no solo al agente evaluado, sino también al conocimiento sobre la problemática planteada.
En esta misma interacción se observa también que en nuestro rol de profesores, entablamos
una serie de preguntas cerrada, que evidenciaron una mayor participación del profesor, en
proporción al discurso de las estudiantes.
Por ello, durante la valoración y la construcción del discurso formativo, optamos por
rescatar el verbo del indicador en relación al contenido, a fin de que las estudiantes
describieran en función de la acción y en relación al contenido y, posteriormente, realizaran
una reflexión sobre las propuestas de mejora, pero en esta intervención, caracterizada por
preguntas abiertas que permitieran la interacción y el andamio cognitivo entre pares.
Para la elaboración del insumo final, pedimos a las estudiantes que durante su práctica,
intervinieran con el aprendizaje esperado “Identifica y nombra características personales:
¿cómo es físicamente?, ¿qué le gusta?, ¿qué no le gusta?, ¿qué se le facilita?, ¿qué se le
dificulta?”, que corresponde al área de Educación Socioemocional, con la finalidad de que,
posterior a la aplicación de la actividad, elaboraran el diario correspondiente, mismo que nos
serviría de insumo para la mejora.
En su análisis, encontramos que las estudiantes, durante la lectura de su diario, se
remitieron a describir las acciones de los estudiantes, y que las propuestas de mejora,
tuvieron un enfoque distinto al del propuesto para ser desarrollado en el área de Educación
socioemocional.
N-. /mientras lee su diario en plenaria/ Cuando yo les pregunté ¿qué les gustaba de
ellos? Iker me respondió que sus ojos, por lo que lo felicité por reconocer este gusto de
su cuerpo, luego Andrea me dijo que ella sabía que tenía dos ojos y dos brazos, y esto
lo aproveché para platicar sobre las partes de su cuerpo. Después de ello, les pedí que
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dibujaran su cara con los ojos y todo en su lugar y me dijeran si estaban contentos o
tristes. /Hace un alto en su lectura y comenta/ Cuando lo felicité le dije que que bueno
que ya sabía que hay partes de su cuerpo que le gustan y que por eso ahora iba a
reconocer qué otras partes le podían gustar
Durante la participación de la estudiante, se observa que la dirección de las
actividades, durante su implementación, se desvió a que sus alumnos identificaran su
esquema corporal, contenido del campo de formación de Pensamiento Matemático, y no a la
misma exploración de su cuerpo para el reconocimiento de sus potencialidades.
Sin embargo, aunque no lo escribió en el diario, la estudiante de forma verbal, expreso
“la felicitación” acompañada de una posibilidad de aprender, lo que caracteriza la condición
inicial de la retroalimentación.
Esta falta de información fue planteada por otra estudiante quien expresó
N-. Maestra, y en estos casos ¿podemos decirle al niño, ahora vas a aprender a
observarte para que te guste, no sé, tus piernas, o tus manos?
M-. Haber, las demás ¿qué piensan?
N-. Yo creo que mejor decirle que lo felicitas por que le gustan sus ojos y que va a
aprender a conocer su cuerpo y ahora preguntarle ¿qué otra parte de tu cuerpo te
gusta? o ¿por qué te gusta? para que nos de la explicación del por qué, porque quizá
lo dijo solo por decir y no sabe porque le gustan sus ojos. Incluso decirle que las
personas debemos aprender a que nos guste nuestro cuerpo.
Tal como se enuncia en la BOA, la función del profesor es conducir a que el estudiante
movilice sus estructuras cognitivas y logre, de acuerdo a la tercer y cuarta etapa de la
asimilación, externar posibilidades o alternativas de solución, en este caso, las respuestas
conjuntas entre estudiantes para realizar un proceso de retroalimentación durante la práctica
y la reflexión después de la acción.
Por ello, es que, en este tipo de situaciones, nuestra intervención se direccionó a
generar más el diálogo entre las estudiantes, que la propia respuesta del profesor, en donde,
como se evidenció, la interacción, generó que las normalistas, aportaran las posibilidades
sobre el feedback, pero en un primer nivel de dominio y con un repertorio limitado en cuando
a al bagaje técnico.
RESULTADOS Y CONCLUSIONES
Lo anterior, nos llevó a valorar que, de las 28 estudiantes, en los indicadores
“Reconoce en la evaluación la reflexión antes, durante y después de la acción” e “Identifica
los tipos de evaluación por su funcionalidad” de la rúbrica mencionada como nuestro
instrumento de evaluación, 14 pasaran del nivel de dominio insuficiente, al suficiente,
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considerando que manifestaron en algunas ocasiones, procesos de reflexión sobre la
indagación para el reconocimiento sobre la adquisición del aprendizaje y además, indicios
sobre la retroalimentación en el mismo discurso y reconociendo que no es un proceso
inacabado.
Además, sobre la aplicación de la BOA, encontramos que el profesor, genera un
proceso de mediación en función de la interacción con las estudiantes, a partir del propio
discurso. Lo anterior implica que el docente, reflexione sobre la construcción de sus
expresiones verbales, replanteando el repertorio oral a fin de que las estudiantes se apropien
de un repertorio de palabras cada vez más amplio.
Además, es importante considerar que el tipo de preguntas que se establecen en la
misma jornada de trabajo, resultan un elemento de reflexión para el profesor, pues el
planteamiento de estas, no solo en su carácter abierto o cerrado, permitirá la interacción.
Considerar en éstas, el planteamiento para la resolución de problemas en el otro, así como
la posibilidad de una estructura cognitiva que genere habilidades superiores, propiciara
prácticas con un sentido formativo.
También es importante mencionar, que en este primer ciclo de intervención,
encontramos tres problemáticas que pueden generar nuevas líneas de investigación.
De acuerdo a lo expresado por las alumnas, requieren aún del acompañamiento en
cuanto a la revisión de las propuestas que se emiten como parte de la complejidad del
aprendizaje y la construcción de andamios cognitivos en el otro, a fin de destacar la
congruencia entre lo que se evaluó y lo que se propone para mejorar.
Se destacó que la causa de ésta área de oportunidad, se debe en gran medida, a la
falta de dominio sobre el proceso de desarrollo del niño y el enfoque sobre el dominio
disciplinar que, referido a los diversos aprendizajes, así como el proceso que se sigue para
la adquisición de un contenido. La causa de ello, radica en que las observaciones no tienen
un referente teórico para que, durante la reflexión en la acción, las estudiantes identifiquen
en qué etapa se encuentra su estudiante y, por lo tanto, incrementar la complejidad en las
actividades.
Es importante mencionar que la dificultad de las estudiantes sobre el proceso de
identificar al sujeto que se evalúa, resultó un punto de reflexión, pues, aunque parezca una
lógica del proceso de valorar, no resulta de esta manera.
Lo anterior se manifiesta en reiteradas ocasiones, cuando se asume como rol de
evaluado, al estudiante, y en pocas ocasiones al profesor, aun cuando las manifestaciones
de los primeros se encaminen a la falta de reflexión sobre el último agente enunciado,
delegando la responsabilidad de aprender, así como lo que se produce, al propio alumno, por
lo que la guía del profesor resultará un punto detonante para el cambio sobre esta posibilidad
de valorar en su conjunto.
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Encontramos también que, desde el trayecto de prácticas profesionales, se enuncia
que los “Cursos están diseñados considerando tres aspectos fundamentales: secuencialidad,
gradualidad y profundidad” (SEP, 2012, p. 9). Con relación a esta caracterización,
encontramos que el diseño de los cursos, pone de manifiesto la condición anterior, puesto
que el diseño, considera una formación gradual del normalista con respecto a la construcción
de un modelo propio de intervención.
Sin embargo, la operación de los cursos que conforman el trayecto, no corresponde a
esta caracterización, puesto que los docentes, planificamos pensando en corresponder a los
contenidos solicitados desde lo propuesto en la currícula, no desde el diagnóstico de los
estudiantes que se integran a los distintos cursos. De ello, se derivan modelos de intervención
de corte receptivo trasmisivo, en los cuales, se asume que las bibliografías propuestas y la
lectura de las mismas, resultan un proceso de andamiaje para la formación inicial de los
profesores.
El último punto, resultó también un tema de análisis, pues desde nuestra experiencia,
el enfoque por competencias que se enmarcan en el perfil de egreso, desde el mismo
profesor, se ve desvirtuado y poco evidenciado, al seguir las tendencias de los modelos de
enseñanza tradicional y sin considerar que el discurso de los estudiantes, que refleje la
apropiación conceptual, debe ser trasladado al dominio procedimental.
Es decir, si la competencia desde su misma concepción, implica la movilización de
saberes desde el dominio conceptual, procedimental y actitudinal, es deber del profesor
diseñar ambientes, en donde el alumno se encuentre “en situación de aprender”, es decir,
verificar la disposición en la actitud para aprender y posteriormente, asegurar que el
estudiante posee el dominio conceptual para que este, sea llevado a la práctica a través de
la manifestación de las habilidades psíquicas superiores.
Estos últimos elementos, resultaron la última línea de investigación, pues como lo
mencionamos en un inicio, las estudiantes, al desconocer las particularidades sobre las
funciones ejecutivas, desde su concepto, manifestaron dificultades para poder llevar a cabo
el mismo proceso a partir de una arquitectura neuronal construida por la experiencia.
Como se observa, las alumnas, expresaron algunas alternativas que, en etapas
posteriores, les permitirán mejorar su práctica, lo que, si bien no se reflejó en el proceso de
intervenir, se evidenció en los discursos, la elaboración de instrumentos y las mismas
propuestas para evaluar de manera formativa y por ende, desarrollar las competencias que
se les demanda como parte de su formación docente, discusión mostrada al inicio del
presente documento.
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REFERENCIAS
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Habana, Cuba.
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• SEP (2012) El Trayecto de Práctica profesional: orientaciones para su desarrollo.
México, D.F.
• SEP (2013) La evaluación durante el ciclo escolar. México, D.F.
• SEP (2018) Evaluar con enfoque formativo. La importancia de la retroalimentación.
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• Talízina, N. (2000) Manual de Psicología Pedagogía. San Luis Potosí, México. Editorial
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