La experiencia histórica de la URSS vista desde adentro

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66 La experiencia La experiencia histórica de la URSS histórica de la URSS vista desde adentro vista desde adentro Análisis Boris Kagarlitsky* entrevistado por Ezequiel Adamovsky** * Uno de los sociólogos rusos de mayor importancia, y el más conocido, por sus obras, en occidente. Fue disidente en épocas de Brezhnev, por lo cual fue en- viado a prisión, donde permaneció por un año. Durante la perestroika, fundó el Frente Popular de Moscú. Más tarde, se transformó en dirigente del Parti- do Socialista y fue electo diputado del soviet de Moscú. Es autor de numerosos libros: El junco pensante: los intelectuales y el es- tado soviético de 1917 al presente (por el que recibió, en 1988, el premio Isaac Deutscher; de próxima aparición en castellano por la editorial El Cielo por Asalto), Dialectic of Change, Farewell Perestroika, Restoration in Russia, The mirage of Modernization, La desintegración del monolito (traducido al castellano y publicado por la editorial Ediciones del Pensamien- to Nacional). Boris Kagarlitsky será uno de los expositores del ciclo “La crisis de fin de si- glo ¿qué crisis?” (Ver pág. 127) ** Docente e investigador de las universidades de Buenos Aires y Luján, espe- cialista en historia contemporánea. Es autor del libro Octubre Hoy. Conver- saciones sobre la idea comunista a 150 años del Manifiesto y 80 de la Revolución rusa (ed. El Cielo por Asalto, 1998), de donde fue extraída la pre-

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La experiencia La experiencia histórica de la URSShistórica de la URSSvista desde adentrovista desde adentro

Análisis

Bor i s Kagar l i t sky*entr e v i s tado por Ezequi e l Adamovsky**

* Uno de los sociólogos rusos de mayor importancia, y el más conocido, por susobras, en occidente. Fue disidente en épocas de Brezhnev, por lo cual fue en-viado a prisión, donde permaneció por un año. Durante la perestroika, fundóel Frente Popular de Moscú. Más tarde, se transformó en dirigente del Parti-do Socialista y fue electo diputado del soviet de Moscú.Es autor de numerosos libros: El junco pensante: los intelectuales y el es-tado soviético de 1917 al presente (por el que recibió, en 1988, el premioIsaac Deutscher; de próxima aparición en castellano por la editorial El Cielopor Asalto), Dialectic of Change, Farewell Perestroika, Restoration inRussia, The mirage of Modernization, La desintegración del monolito(traducido al castellano y publicado por la editorial Ediciones del Pensamien-to Nacional).Boris Kagarlitsky será uno de los expositores del ciclo “La crisis de fin de si-glo ¿qué crisis?” (Ver pág. 127)

** Docente e investigador de las universidades de Buenos Aires y Luján, espe-cialista en historia contemporánea. Es autor del libro Octubre Hoy. Conver-saciones sobre la idea comunista a 150 años del Manifiesto y 80 de laRevolución rusa (ed. El Cielo por Asalto, 1998), de donde fue extraída la pre-

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EZEQUIEL ADAMOVSKY. Pasados15 años de tu libro El junco pen-sante1, el lector todavía se sor-prende de la agudeza de tus aná-lisis de la cultura y la sociedad so-viética. ¿Cómo llegó un ciudada-no soviético de tan sólo 24 años aapreciaciones críticas de esamagnitud? ¿Cuáles fueron tus in-fluenciass políticas e intelectua-les?

BORIS KAGARLITSKY. Yo soy unproducto de la vida intelectual so-viética y estoy orgulloso de ello.La gran variedad de pensamien-tos y discusiones en los últimosaños de la URSS, refuta la inter-pretación de nuestra sociedad co-mo “totalitaria”. En un sentido,nuestra sociedad estaba muyabierta tanto a influencias extran-jeras como a los impulsos del pen-samiento de años pasados. Y lasmismas restricciones actuabanestimulando nuestro interés.

Por supuesto, hay algunas parti-cularidades en mi caso. Yo crecíen el mismo barrio que Yegor Gai-dar, quien luego sería el PrimerMinistro neoliberal. Pertenecemosa la misma generación y aún tene-mos nuestras casas de campo enel mismo lugar, a 40 km de Mos-cú, de modo que no todo puedeexplicarse por el entorno cultural.

Nuestra generación estuvo muyinfluida por la generación de nues-tros padres, la “gente de los ‘60”.En el caso ruso, ésta tuvo poco

que ver con la idea occidental delos ‘60, los Beatles, revueltas es-tudiantiles y revolución sexual,etc. Los ‘60 rusos comenzaron en1956 y terminaron en 1968. Fue elmomento en que la gente empezóa pensar en reformas democráti-cas en el sistema soviético, en unsocialismo democrático. Ellos loconcebían en términos “iilustra-dos”: uno sólo tenía que educar ala burocracia para que impulseuna reforma desde arriba. La si-guiente generación vio el fracasodel proyecto de la intelligentzia delos ‘60 pero sus reacciones fuerondiferentes. Algunos se volvieronmuy cínicos. Otros, como yo, pen-samos que educar a los burócra-tas no sería suficiente. Por eso esque comenzamos a buscar algunaclase de explicación sociológicade lo que estaba sucediendo. Elmarxismo era la única fuente dis-ponible, y eso era lo típico para to-dos. Aun aquellos que más tardese volcaron a la derecha, tuvieronalgún paso por el marxismo: sivolvemos a Yegor Gaidar, él publi-có un artículo de crítica marxistaal neoliberalismo en el semanarioNoticias de Moscú , tan tarde co-mo 1989. De todos modos, el pro-blema no era tanto por dónde unocomenzaba sino adónde iba. Paramí, los textos marxistas clásicosfueron un puente hacia el marxis-mo occidental. Había todo un gru-po de personas interesadas enestas cuestiones (que luego fue

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1 Boris Kagarlitsky. The Thinking Reed. Intellectuals and the Soviet State from1917 to the Present, Londres, Verso, 1988 (de próxima aparición en castella-no, por la editorial El cielo por asalto)

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conocido por los “jóvenes socialis-tas” cuando la KGB nos arrestó en1982).El conocimiento de lenguasextranjeras era esencial para estaclase de estudios, y el entrena-miento de la educación soviéticaen lenguas era excelente.

Pasábamos mucho tiempo “ca-zando” libros. Muchos no estabanprohibidos, aunque tampoco auto-rizados. Por ejemplo, yo fui a Ber-lín Orientall y conseguí algunos li-bros allí; Marcuse, la Nueva Iz-quierda (inglesa), Fromm. Todosestaban disponibles en inglés enlas bibliotecas de Berlín, ya quelas autoridades se preocupabansólo de controlar los textos políti-cos en alemán, sin preoocuparsepor textos académicos en inglés.Mi amigo Pavel Kudiukin me ayu-dó, incluso, a obtener un permisofalso para entrar en el área restrin-gida de la Biblioteca de la Acade-mia, en Moscú. Así que todo estoera una suerte de deporte, en elque yo fui una especie de cam-peón.

E.A. Mencionaste tu participa-ción con los “jóvenes socialistas”.Contanos cómo fue tu experienciacon ellos y como preso político.

B.K. Publicamos dos periódicosclandestinos: Variantes y El giro ala izquierda. La tirada era de 40 ó50 copias, ya que algunas perso-nas hacían sus propias copias:eso era lo que se llamaba samiz-dat, editados con máquinas de es-cribir. Pero fue suficiente para queel estado se sintiera amenazado:

fuimos arrestados y liberados lue-go de la muerte de Brezhnev. Laprisión de Lafortovo tenía unabuena biblioteca (allí leí, por ejem-plo, el Leviatán de Thomas Hob-bes) . No se nos permitía estarjuntos, ni con otros prisioneros po-líticos, por lo que mis compañeroseran presos “económicos”: altosburócratas de la industria arresta-dos por recibir sobornos. Ellos meenseñaron mucho acerca del fun-cionamiento real de la economía,y eso fue crucial para mis poste-riores análisis socioeconómicosde Rusia. Pienso que una expe-riencia similar serviría para quemuchos economistas y reforma-dores rusos vieran la economía dedistinta manera. Quizá todavía es-tén a tiempo...

E.A. Sorprende particularmentede tu libro (El junco...) el trata-miento que hacés de la intelligent-sia como un grupo social autóno-mo con gran importancia en la so-ciedad rusa y en su historia. Inclu-sive, rechazás la famosa divisiónque hizo Lenin de los “tres perío-dos” del movimiento emancipato-rio en Rusia, que él relacionabacon tres clases sociales. Del mis-mo modo, sorprende la importan-cia que le das a la lucha culturalen la historia de Rusia. No es muycomún viniendo de un marxistasoviético. ¿Cuáles fueron tus in-fluencias político-filosóficas en es-te punto?

B.K. Creo que tenés una idea delmarxismo ruso basada sobre loslibros de texto oficiales soviéticos,

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y quizás en los textos de princi-pios de la década de los ‘20. Detodos modos, ya a fines del sigloXIX, cuando el marxismo aún noera conocido en Rusia, existía lallamada “escuela histórico-cultu-ral” de estudios sociales, que pre-paró el terreno para el marxismoy, además, puso énfasis en el de-sarrollo cultural como parte deldesarrollo histórico. Si pensamosen el pensamiento socialista rusopremarxista, no puede dejar deverse que en él la lucha culturalera esencial. Yo no sólo estuve in-fluido por el marxismo -occidentalo clásico- sino también por el so-cialismo ruso, particularmente porHerzen. Personalmente, Herzenodiaba a Marx: ambos eran ex he-gelianos, ambos vivían en Lon-dres, ambos eran emigrantes radi-cales y aparecían en las mismasmanifestaciones de solidaridadcon Polonia... Es probable que, enese tiempo, Londres fuera dema-siado pequeña para albergar atanta gente interesante. Volviendoa Herzen, creo que es muy impor-tante, justamente porque estudióla dimensión cultural de la política.

E.A. ¿Qué querés decir exacta-mente con “lucha cultural”? Pare-ce un concepto gramsciano...

B.K. Exactamente. La hegemo-nía se realiza a través de la cultu-ra, ya que la cultura forma a laspersonas. En ese sentido, el Ra-tón Mickey puede ser más peligro-so que los portaaviones. Sin em-bargo, no debemos olvidar que no

todo lo que viene de la cultura demasas occidental es, por defini-ción, reaccionario.

E.A. Según tu punto de vista, el“Thermidor” y la burocratizaciónde la sociedad soviética “desde elpunto de vista histórico-cultural,consistió en cómo el barbarismo,el despotismo asiático, se tomó surevancha con la tradición políticaoccidental en Rusia el dieciochoBrumario de Iván el Terrible”. Sinembargo, existe la tendencia, so-bre todo en la llamada “crítica pos-moderna”, a relacionar burocrati-zación y totalitarismo con el inten-to moderno (y occidental) de orde-nar el mundo y la sociedad deacuerdo con pautas “racionales”.Según este punto de vista, el co-munismo no es el hijo del “barba-rismo asiático” sino, como el fas-cismo, es el heredero del pensa-miento occidental moderno. ¿Cuáles tu opinión acerca de esta inter-pretación de la experiencia sovié-tica?

B.K. Hay un chiste judío: doshombres van al rabino y explicansus posturas, preguntando quiéntiene la razón. El rabino escucha,y responde que ambos están en locierto. Pero su esposa no está deacuerdo: “no es posible que doshombres que sostienen posturasopuestas estén ambos en lo cier-to”, dice ella, a lo que rabino res-ponde: “Sí querida, tú también tie-nes razón”.

Esto tiene mucho que ver con lahistoria del Thermidor soviético:

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resultó del intento de moderniza-ción y fue, en esencia, barbariza-ción. Aunque resulte extraño paraun occidental, es muy fácil de en-tender para un ruso. Pedro elGrande fue el más importante mo-dernizador de nuestra historia;también fue uno de los peoresbárbaros. Peleó contra el barba-rismo con métodos bárbaros, co-mo dicen algunos historiadores.Berdiaev lo llamó “un bolcheviqueen el trono”. Pero el problema noera sólo su crueldad: por ejemplo,para construir un ejército y una ar-mada modernos, para estableceruna economía moderna, reformóla agricultura rusa de modo que ladesmodernizó; necesitaba recur-sos, y transformó a los siervos enesclavos. La experiencia del stali-nismo fue similar.Yo trato el costa-do “ilustrado” del stalinismo en milibro El milagro de la moderniza-ción y su lado “asiático” en El jun-co... Ambos lados vienen juntos,pero eso no quiere decir que de-bamos culpar de todo a la Ilustra-ción. Debemos comprender la pa-radoja del sudesarrollo: aquellosque quieren “alcanzar y superar”necesitan recursos, y el modo deproducción asiático provee unasolución a corto plazo. En el largoplazo hay una contradicción quedestroza todo el proyecto. Peroeso en el largo plazo.

Con respecto a la crítica posmo-derna a la Ilustración, yo no com-parto sus intenciones. Existenenormes problemas con la Ilustra-ción: es autoritaria (la jerarquíadel conocimiento es antidemocrá-

tica), eurocéntrica, etc. Todo esoes cierto ¿Y eso qué? Si toma-mos el universalismo como la ideaprincipal de la Ilustración, debe-mos rechazar muchos de sus pro-pios conceptos y reconsiderar lapropia idea de conocimiento. Perosi sólo rechazas el universalismoy la “totalización”, tú y toda tu retó-rica “posmoderna” sencillamenteentran en colapso, hacia algunaforma de pensamiento tribal, algoprecientífico. El posmodernismoexpresa la crisis de la tradiciónilustrada, dice mucho acerca de labarbarización de Occidente comotal. En ese sentido, la tradición ru-sa es más universalista, auncuando rechaza la occidentaliza-ción. Y nosotros debemos prote-ger nuestra cultura rusa (aunquedesarrollada, a veces, por el pue-blo judío) de esta barbarizaciónoccidental; debemos mantenernuestra adhesión a la Ilustración,precisamente porque no quere-mos llegar a ser como los ameri-canos.

E.A. En un pasaje de El junco...sostenés que “los bolcheviquesinterpretaron el marxismo como laideología de la modernización y laeuropeización” y que “política-mente, el partido de Lenin eramás el partido de Pedro el Grandeque de Carlos Marx”. Desde estepunto de vista, los bolcheviques, apesar de la visión aceptada conposterioridad, “no fueron librescreadores de la historia sino, másbien, esclavos de la necesidad ob-jetiva que, en general, no les dejó

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ninguna elección”. A partir de estaconcepción trágica ¿Cuál creésque fue la responsabilidad, la “cul-pa” del atraso ruso en la burocra-tización? ¿Cuál sería la “culpa”,por otro lado, de una interpreta-ción errónea del marxismo (o, entodo caso, de una práctica políticaequivocada)?

B.K. La culpa está siempre allí,tengas elección o no. Siempre es-tá la elección de ser derrotado in-mediatamente luchando contra lacorriente de la historia, antes queganar en el largo plazo y destruirtu proyecto históricamente. Sosresponsable de todo lo que hacés,no importa si tenés elección o no.Pero es fácil hablar desde los ‘90:en 1917 muchas cosas se veíande diferente forma.

La interpretación bolchevique delmarxismo estaba equivocada: fue-ron crueles y, a veces, sin ningunanecesidad pragmática; no com-prendieron la importancia y el pa-pel de la democracia; su idea delsocialismo se limitaba al conceptode “disciplina fabril”; muchos deellos eran terribles como perso-nas.Y, sin embargo, fueron losmás grandes revolucionarios de lahistoria del mundo y los persona-jes más heroicos y trágicos de es-te siglo. Cualquier revolución esterrible: cuando millones de perso-nas actúan, no podemos esperarque haya menos crímenes y estu-pideces que en la vida “normal”;habrá muchos más. Pero sin revo-

luciones no habría historia, y¿quién puede decir que los perío-dos no-revolucionarios son nece-sariamente agradables y huma-nos? La reacción no es menosbrutal que la revolución, pero estambién más destructiva. Fijate enla Rusia de hoy: bajo el “democrá-tico” Yeltsin es asesinada másgente que bajo cualquier líder so-viético desde Stalin. Muchos másmorirán antes de que lleguemos aalgo parecido a una verdadera de-mocracia. La Historia tiene sus hé-roes trágicos, pero también tienesus villanos.

E.A. En particular, ¿cuál te pare-ce que fue la responsabilidad o“culpa” de la concepción leninistade Partido y de Vanguardia en elproceso de burocratización?

B.K. Era equivocada.No sólo po-líticamente sino también lingüísti-camente. La vanguardia no dirigeal ejército: su único privilegio esestar en la batalla primero, y reci-bir los peores golpes. Pero nopuede ni debe determinar adóndedebe ir el ejército. De todos mo-dos, en la Rusia de 1917, en laque los obreros eran una pequeñaminoría, y los obreros educadoseran una minoría dentro de la mi-noría, es fácil entender por qué ycómo Lenin y sus compañeros lle-garon a sus conclusiones. Y todoello formaba parte, en gran medi-da, de la tradición ilustrada con sumeritocracia del conocimiento.

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2 Cf. Rudolf Bahro: La alternativa, Madrid, Alianza, 1980; Cornelius Castoriadis,La sociedad burocrática (2 vol.), Barcelona, Tusquets, 1976

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E.A.: En otro pasaje de tu libroEl junco.. discutiendo acerca delTerror Rojo, criticás tanto a las re-voluciones “duras” como a las“humanas”: las primeras, porqueel derramamiento de sangre y elterror degeneran en el Thermidorque aplasta a la propia revolu-ción; las segundas porque, tratan-do de evitar el derramamiento desangre y la represión, terminansiendo aplastadas por los contra-rrevolucionarios. La cuestión se-ría encontrar un punto intermedio.¿Cuándo y por qué creés que losbolcheviques perdieron ese puntointermedio?

B.K.: No estoy seguro de quehubiera un punto intermedio, ni sécuan “intermedio” hubiera sido.Lo único que puede hacerse esbuscarlo. Hablar acerca del pasa-do con muchos “si ...” es un enfo-que erróneo. Simplemente, debe-mos aprender del pasado. Creoque, a veces, es mejor arriesgar auna derrota en el corto plazo, an-tes que comprometer las ideaspropias. Pero esa es una cuestiónde práctica política y, como rusode izquierda, hoy, puedo decirmuy poco acerca de la práctica.

E.A.: En tu libro El junco... des-cribís a la URSS como una “so-ciedad estadocrática”, dividida endos grupos sociales: el “productorcolectivo” (los trabajadores, inge-nieros, científicos y académicos)y el “consumidor colectivo” (la bu-rocracia). Además, habría estra-tos intermedios cuya posición es

contradictoria. Desde esta pers-pectiva, criticás a aquellas inter-pretaciones que consideran a laURSS como un “capitalismo deestado” o como “socialismo”, yaque ambas partirían de un con-cepto estrecho de “clase”. Resul-ta extraño, sin embargo, que noanalicés otras interpretacionesmuy difundidas en Occidente que,como las del disidente esteale-mán Rudolf Bahro o CorneliusCastoriadis2, también considerana la URSS como un sistema dis-tinto, sui generis, ¿Qué opinás delas contribuciones de esos auto-res?

B.K.: Bahro consideraba básica-mente al sistema soviético comoun socialismo deformado (y esopor su posición reformista). Su li-bro La alternativa produjo muchoimpacto en Occidente porque allíel público no estaba familiarizadocon los textos reformistas de Eu-ropa oriental, que circulaban tantocomo samizdat como en la formade “informes reservados” internosen las instituciones oficiales. Espor ello que ese libro produjo po-co o nada de impacto en Alema-nia oriental o en la URSS. Conrespecto a Castoriadis, descubríalgunos de sus textos en francésmientras escribía El junco..., yestuve de acuerdo con muchasde sus opiniones. Pero para el cír-culo al que yo pertenecía en esemomento, los artículos de un his-toriador soviético, Marat Chesh-kov, fueron mucho más importan-tes.

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E.A.: ¿Cuáles eran sus ideas?B.K.: Cheshkov hablaba de una

Estadocracia como una comuni-dad dirigente que no es una clase,aunque la formación social es deltipo de clase. Los trabajadorestampoco conforman una clase, si-no que son otra comunidad socialcon algunos elementos de estruc-turación de clase. Esto explica porqué la nomenklatura soviética,más tarde, se transformaría tanfácilmente, y por qué la resisten-cia de los trabajadores soviéticosfue tan débil.

E.A.: Hablando de la estructurasocial de la URSS, en tus últimoslibros como La desintegracióndel monolito, describís el proce-so actual de transformación de lavieja clase dirigente en la “nueva”clase mafiosa-capitalista, detrásde la máscara de una restaura-ción del capitalismo. Este procesome parece, en cierto sentido, simi-lar al que Trotsky predijo en su li-bro La revolución traicionada.¿Qué pensás de su interpretaciónde la burocracia y del destino dela URSS?

B.K.: Trotsky escribió acerca dela posibilidad de que la burocraciase transformara en capitalista co-mo “el peor escenario posible”;creo que él realmente no creía enesa posibilidd. En cualquier caso,su análisis era bueno para losaños ‘20 y principios de los ‘30. Yaen los ‘40 estaba desactualizado,a medida que la evolución del sis-tema continuaba. El problema del

trotskysmo después de la muertede Trotsky, es que permaneciópegado a sus interpretaciones, sinconsiderar que ellas pertenecíana su tiempo. Cuando los libros deTrotsky fueron finalmente publica-dos legalmente en Rusia, muchaspersonas quedaron impresiona-das por su pensamiento y la preci-sión de sus predicciones, pero lafalta de éxito político del trotskys-mo realmente existente, socavó lainfluencia de sus ideas en Rusia.

E.A.: Hablemos de la Perestroi-ka. ¿Cuáles son los puntos princi-pales en una explicación del fra-caso del “compromiso histórico” o“nuevo pacto social” que caracte-rizó la era Brezhnev? ¿Cuál fue elrol desempeñado por la intelli-gentsia, los grupos sociales y loscambios económicos?

B.K. Ya en mi libro La dialécticadel cambio (escrito entre 1983-1986) escribí acerca de los límitesdel compromiso de Brezhnev. Laélite soviética intentó una especiede “brezhnevismo sin Brezhnev”,pero ya era evidente que no fun-cionaría. El problema del brezhne-vismo fue su promesa de crearuna sociedad de consumo al esti-lo soviético. De hecho, ésta fueuna meta formulada ya por Jrus-hev, en el programa adoptado porel XXII congreso del Partido Co-munista de la Unión Soviética. Laimagen del comunismo que allí seplanteaba era la de un paraíso delos consumidores. Sin embargo,el sistema, que funcionaba perfec-tamente a la hora de producir co-

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hetes o de desarrollar áreas re-motas del extremo norte, fallócuando quiso producir bienes deconsumo. Las exportaciones depetróleo y armas ayudaron duran-te los ‘70, pero eso fue peor parael sistema: la gente se acostum-bró a los bienes de consumo im-portados y se dio cuenta, al mis-mo tiempo, de la imposibilidad delsistema de producir nada pareci-do. La élite burocrática, que teníamayor acceso a los bienes impor-tados, se echó a perder. La cultu-ra occidental de consumo setransformó en hegemónica y, dealguna manera, la Perestroika nofue un movimiento democráticosino una suerte de rebelión delconsumidor. Por supuesto, eraambas cosas, y la gente pensóque más bienes de consumo ymás libertad vendrían de la mano.De alguna manera, esto explica elcolapso de la Perestroika.

Naturalmente, también existíanotros problemas. 18 años de esta-bilidad socavaron el sistema so-viético. Este estaba basado sobreuna movilización sin precedentesde masas atomizadas, movilidadsocial tanto vertical como horizon-tal. Todo eso se había acabado.Las relaciones entre grupos ydentro de cada grupo se hicieronmás fuertes, mientras la capaci-dad del sistema de arreglárselascon los métodos tradicionales sehizo más débil. La demanda demayor libertad y participación pro-vino de este nuevo sentimiento de

que los grupos sociales podíanahora arreglárselas sin la buro-cracia. Lo mismo sucedía con lasempresas o colectivos de trabajoque se transformaron en “comuni-dades industriales”.

Paradójicamente, con el colapsode la Perestroika y el caos de laera Yeltsin, todo eso se desvane-ció: la gente está de nuevo másdependiente del estado. Es poreso que el régimen de Yeltsin estan estable: la capacidad de au-toorganización de la sociedad,que era relativamente alta a me-diados de los ‘80, es mínima a fi-nes de los ‘90.

Para la intelligentsia soviética elcolapso de la Perestroika fue unacatástrofe, a pesar de que nadielo comprendió así. Era la únicafuerza capaz de articular las nue-vas demandas en los ‘80 y todosla necesitaban. Hacia mediadosde los ‘90 perdió su posición y yano hay mucho que articular. Lanomenklatura y la Nueva Elite cri-minal rusa tienen lo que quieren yno necesitan a los intelectualescomo gente que expresa nuevasideas. Sólo necesitan sirvientesintelectualmente competentes, ypagan bien por ellos. Pero eso esel fin de la tradición de la intelli-gentsia: ahora se parece más alrol de los funcionarios ideológicossoviéticos. Asimismo, hay divisiónsocial: maestros y médicos ahorason pobres, están hambrientos,enojados y frustrados. Los inte-

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3 Las matrioshkas son las tradicionales muñequitas artesanales rusas, queocultan una figura dentro de la otra.

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lectuales de la élite son ricos, gor-dos, felices e indiferentes porcualquier idea. La intelligentsia enlos tiempos soviéticos podía ata-car el poder y apoyarlo al mismotiempo. Esa era una situacióncontradictoria, sólo posible por ladinámica del desarrollo posrevolu-cionario y por las contradiccionesdel marxismo soviético. Ahora yano es así: hay que elegir, se estácon los gordos o con los ham-brientos. Con el estado o contraél, y es muy difícil engañarse auno mismo como en tiempos so-viéticos. Naturalmente, los políti-cos de la oposición de la Dumaoficial tratan de engañarse a símismos y a los votantes, simulan-do oponerse a un régimen con elque cooperan día a día. Pero estoes más difícil para los intlectuales.

E.A. ¿A qué te referís exacta-mente con “rebelión del consumi-dor”?

B.K. La gente compara su están-dar de vida no con los del TercerMundo, sino con los del Oeste.Quisieron los bienes de consumoque tiene Occidente, pero no te-nían idea de los problemas socia-les de Occidente. Vivienda bara-tas y educación gratuita se toma-ban como dadas, pero la mala ca-lidad de los zapatos soviéticos eravista como una especie de ver-güenza nacional.

E.A. En El junco... encontramosuna historia de las tradiciones deoposición socialista y de derecha

en la URSS, pero la ideología másextendida durante los períodos deGorbachov y Yeltsin -el liberalis-mo económico- parece estar bas-tante ausente. ¿Es posible encon-trar una tradición “liberal” ya en elperíodo de Brezhnev, o se trata deuna “nueva ideología”? Si es nue-va ¿cómo se expandió tanto entan poco tiempo?

B.K. Había referencias al libera-lismo económico en El junco...,aunque a veces, en ese tiempo,estaba escondido dentro del refor-mismo socialista, como en unamatrioshka rusa3. Era una “ideolo-gía latente” a fines de los ‘80 y hayque recordar que El junco ... fueescrito en 1980-82. Fue la nomen-klatura soviética, o mejor dicho al-gunas secciones dominantes lasque eligieron el capitalismo y elneoliberalismo como una estrate-gia de reestructuración. En 1988la misma palabra “privatización”no estaba presente en la prensasoviética. En 1990 todas las publi-caciones soviéticas comenzaron aexplicar que nuestra economíanunca funcionaría sin una total ycompleta privatización. Y aún setrataba de medios controlados engran medida por el partido, la tele-visión era propiedad del estado. Ala izquierda no estalinista no se lepermitió hablar y, a pesar de queera muy visible en 1987-90, fueborrada hacia 1991 por medio deun verdadero terror informativo.En 1996, durante la elección pre-sidencial, los comunistas se que-jaron del terror informativo, peroentonces no era nada comparado

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con el de 1990-91. Desde la épo-ca de Stalin no se veía una propa-ganda tan fuerte, basada sobre elconcepto de propaganda totalEso significa que la propagandalo penetró todo. Estabas viendoun programa acerca del creci-miento de los tomates y te decíanque sin una privatización del100% los tomates nunca crece-rían.

E.A. En tus últimos libros puedeverse una descripción de los he-chos actuales en la que el presen-te se asemeja, en muchos puntos,al pasado. Parece como un juegode espejos: grupos políticos ac-tuales toman nombres y símbolosde los antiguos (prerrevoluciona-rios), etc. Aún el debate decimo-nónico entre occidentalistas y es-lavófilos parece estar siendo ree-ditado. ¿Qué es antiguo y qué esnuevo en la situación actual de lapolítica en Rusia? ¿Rusia se en-cuentra en una encrucijada simi-lar en algo a la que enfrentó en elsiglo XIX?

B.K. Es así en gran medida. Pe-ro recuerda a Marx: la historia serepite a sí misma como farsa.Otra cita que viene a la mente esesa de Lenin acerca de Rusia su-friendo tanto por el capitalismocomo por la falta de capitalismo. Yno existe una sollución capitalistaa esta contradición. Sin embargo,tampoco es visible ninguna solu-ción por izquierda. No hay nadasimilar a una “remake” de 1917.Se parece más a la situación de fi-nes del siglo XIX, cuando el país

objetivamente necesitaba una re-volución, pero los actores aún noestaban allí.

E.A. Pero los finales del sigloXIX en Rusia, también era un mo-mento en que los “actores” para laRevolución de Octubre se esta-ban desarrollando. ¿Pensás queen nuestros días, en Rusia o enOccidente, nuevos actores se es-tán desarrollando?

B.K. Espero que sí, aunque encierta forma hoy es más difícil.Los “actores” de fines del sigloXIX no recordaban el trauma de laderrota de la Revolución France-sa del siglo XVIII, o no la veíancomo su propia derrota, su propioproblema. Hoy, el fracaso de laRevolución Rusa es un problemapara toda la izquierda. Así, noso-tros no tenemos sólo problemastécnicos, políticos o sociales, sinotambién psicológicos y morales.Sin embargo, creo que los supe-raremos.

E.A. En este “juego de espejos”,¿dónde está la Revolución de Oc-tubre en la cabeza de la gente?¿Cómo la recuerdan? ¿Cómo teparece que será el 80º aniversariode la Revolución de Octubre enRusia?

B.K. La gente está confundida.Los jóvenes son los más positivosen su visión de la revolución, por-que no creen en la propaganda deYeltsin y la odian de la misma ma-nera que nuestra generación solíaodiar la propaganda de Brezhnev.

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No hay una juventud pro-régimenen Rusia, aunque los comunistastampoco son populares. Al mismotiempo, los jóvenes tienen pococonocimiento histórico: una perso-na de 19 años sabe hoy muy pocode la historia de nuestro país(aunque aún tienen una educa-ción histórica mejor que la de unnorteamericano promedio). En lageneración mayor, mucha genteaún cree en lo que le dijeron en elpasado, pero también los viejosson los más influidos por los me-dios. La mayoría es simplementecínica. No ven a la revolución co-mo un evento demasiado positivo.Sin embargo, mucha gente ve las“reformas” actuales como algomucho peor.

E.A. Tanto tu libro El junco co-mo La dialéctica de la esperan-za terminan con una frase optimis-ta: ”la URSS se encuentra en elumbral del socialismo democráti-co...” Quince años después, ¿quéopinás del futuro de Rusia y de latradición socialista?

B.K. Las soluciones socialistaseran posibles y óptimas en los ‘80,pero perdimos esa lucha. Aún sondeseables en los ‘90 pero la situa-ción ha cambiado. El socialismodemocrático como alternativa rea-lista para Rusia no será lo mismoque en los ‘80. Somos ahora unpaís pobre, que necesita movilizarsus recursos para salir de la pre-sente situación catastrófica. Esosignifica que se requerirá más diri-gismo. Y el principal problema es-tá en la naturaleza del estado: ne-

cesitamos una especie de revolu-ción democrática para cambiarlo.Pero eso no sucederá sin desafiarlas actuales relaciones económi-cas y de propiedad.

E.A. En un balance de tu activi-dad política de los últimos años,¿por qué creés que las solucionessocialistas para Rusia “perdieronla lucha”?

B.K. Las luchas de 1991-93 seperdieron y debemos ser hones-tos política e intelectualmente pa-ra admitirlo, y para aceptar lasresponsabilidades de cada uno enla izquierda. Sin embargo, yo creoque teníamos que perder. La “cul-pa”, si uno quiere hablar en térmi-nos trágicos, estaba en la falta decomprensión de nuestra propiadebilidad confrontando con lasfuerzas con las que estábamos lu-chando. Sin embargo, existíanoportunidades: la batalla decisivafue en 1993, cuando defendimosel Parlamento y la Constitución yfuimos golpeados. La oposicióncomunista luego de eso, aceptódesde el principio las reglas dejuego impuestas por la constitu-ción pseudodemocrática de Yelt-sin, y no fue de ningún modo unpartido de acción y lucha. Teníanmiedo de hacer enojar a la nuevaélite. Eso significa que no tuvochances. Pero habrá nuevasoportunidades en el futuro. Mien-tras estemos vivos y la vida cam-bie, habrá nuevas oportunidades.

Junio 1997

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