La filosofía medieval

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UNIDAD 5: LA FILOSOFIA MEDIEVAL HISTORIA DE LA FILOSOFIA 2º BACHILLERATO LA FILOSOFÍA EN EL IMPERIO ROMANO En el bloque anterior, dedicado a la filosofía griega, concluíamos con el período helenístico cuya duración se extiende desde la muerte de Alejandro Magno (323 a.C.), hasta la batalla de Actium (31 a.C.) que dio la victoria a Octavio, el que sería denominado Augusto. A partir de este momento histórico se inicia el Imperio Romano que se prolongará durante cinco siglos, hasta el siglo V (476) en que terminará derrumbándose bajo la presión de los bárbaros. Ya bajo la dirección de Octavio, el Imperio consolidó definitivamente sus fronteras en el norte fijándolas en la línea marcada por los ríos Rin y Danubio. Aun cuando a lo largo de su duración no faltaron conflictos internos (civiles) y externos (fronterizos), el Imperio se mantuvo sólido gracias a la capacidad organizativa, política y militar de los romanos. Su solidez llevó a muchos a pensar que se trataba de una organización política definitiva. Integrado por el Oriente predominante griego y por el Occidente latino y latinizado, terminaría por desmembrarse a finales del siglo IV, a la muerte de Teodosio I (395), dando lugar, de una parte, al Imperio Romano de Oriente con su capital en Constantinopla y de otra parte, al Imperio Romano de Occidente con su capital en Roma Tras la caída del Imperio Occidental bajo la invasión de los bárbaros, el Imperio Romano de Oriente sobreviviría hasta la conquista de Constantinopla en 1453. La composición grecolatina del Imperio hace que en el mundo de la cultura coexistan con pujanza las dos lenguas correspondientes, el latín y el griego. La lengua oficial del Imperio es ciertamente el latín, pero en los ámbitos más cultos se conocen las dos lenguas. Esta es una circunstancia especialmente relevante para la filosofía. En general, puede decirse que los romanos no hicieron grandes aportaciones a la filosofía. En el Imperio Romano se prolongan y desarrollan las escuelas filosóficas del periodo helenístico. Cicerón es un académico que fue a estudiar Filosofía y oratoria a Atenas y a Rodas, Marco Aurelio y Séneca son estoicos. Durante el Imperio Romano el acontecimiento cultural de mayor trascendencia histórica para Occidente fue la aparición y expansión del cristianismo. Sin embargo, en un principio, las autoridades romanas no vieron con buenos ojos una religión que proclamaba la dignidad humana de todas las personas, incluso de los esclavos. Perseguida y martirizado desde los tiempos de Nerón, la religión cristiana se propagó a una velocidad sorprendente. Además de satisfacer las ansias trascendentales de muchos intelectuales, la nueva religión comportaba un consuelo para muchos depauperados, a los que ni el Estado ni las religiones paganas ofrecían una solución o un sentido a su existencia. En el 313, el emperador Constantino proclamó el célebre Edicto de Milán, según el cual se garantizaba para todo el mundo la libertad de culto. El cristianismo dejó de ser una religión perseguida. Poco después, en el año 380, otro emperador, Teodosio, reconoció el cristianismo como religión oficial del Imperio con el Edicto de Tesalónica y así se consumó el triunfo definitivo del cristianismo como religión de todo el mundo mediterráneo. Parecía que, a finales del Imperio, las relaciones entre el poder político y el cristianismo no podían ser mejores, pero esto es sólo un espejismo. En esta época se produjo el primer conflicto entre el Estado y la religión oficial. Éste fue un problema que se repitió a lo largo de la Edad Media: la lucha por el reconocimiento de la máxima autoridad, la del emperador, príncipe o autoridad política o la de la Iglesia o autoridad religiosa. El encuentro del cristianismo con la filosofía griega fue un acontecimiento de enorme trascendencia para nuestra cultura. Suele decirse, en efecto, que nuestra cultura se asienta y crece a partir de dos raíces: la griega y la judeocristiana. La presencia de ambos orígenes resultará especialmente importante en la constitución y el desarrollo de la filosofía medieval. Platonismo, aristotelismo, epicureísmo y estoicismo fueron las cuatro escuelas filosóficas que se mantuvieron vigentes durante el imperio romano. Un filósofo insigne del estoicismo romano fue el cordobés Séneca. Platonismo, aristotelismo y estoicismo mantuvieron en este período un continuado e intenso intercambio entre sí: las tres se oponían conjuntamente a la doctrina epicúrea, considerándola atea y licenciosa; y todas ellas experimentaron un proceso de acercamiento mutuo en sus posturas doctrinales. En este proceso de “sincretismo”, el platonismo resultó ser más fuerte, convirtiéndose en la principal corriente filosófica y acogiendo dentro de sí elementos de las otras dos escuelas. A partir del siglo III, la doctrina más vigorosa y con filósofos de mayor categoría es el neoplatonismo. En realidad, la historia de la filosofía griega desde el siglo III hasta el siglo VI es fundamentalmente la historia del neoplatonismo. Con razón se ha afirmado que el neoplatonismo fue el único interlocutor de talla con que hubieron de enfrentarse los pensadores cristianos. El filósofo neoplatónico más importante fue Plotino (siglo III), pensador que influyó decisivamente en San Agustín.

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UNIDAD 5: LA FILOSOFIA MEDIEVAL HISTORIA DE LA FILOSOFIA 2º BACHILLERATO LA FILOSOFÍA EN EL IMPERIO ROMANO

En el bloque anterior, dedicado a la filosofía griega, concluíamos con el período helenístico cuya duración se extiende desde la muerte de Alejandro Magno (323 a.C.), hasta la batalla de Actium (31 a.C.) que dio la victoria a Octavio, el que sería denominado Augusto. A partir de este momento histórico se inicia el Imperio Romano que se prolongará durante cinco siglos, hasta el siglo V (476) en que terminará derrumbándose bajo la presión de los bárbaros. Ya bajo la dirección de Octavio, el Imperio consolidó definitivamente sus fronteras en el norte fijándolas en la línea marcada por los ríos Rin y Danubio. Aun cuando a lo largo de su duración no faltaron conflictos internos (civiles) y externos (fronterizos), el Imperio se mantuvo sólido gracias a la capacidad organizativa, política y militar de los romanos. Su solidez llevó a muchos a pensar que se trataba de una organización política definitiva. Integrado por el Oriente predominante griego y por el Occidente latino y latinizado, terminaría por desmembrarse a finales del siglo IV, a la muerte de Teodosio I (395), dando lugar, de una parte, al Imperio Romano de Oriente con su capital en Constantinopla y de otra parte, al Imperio Romano de Occidente con su capital en Roma Tras la caída del Imperio Occidental bajo la invasión de los bárbaros, el Imperio Romano de Oriente sobreviviría hasta la conquista de Constantinopla en 1453. La composición grecolatina del Imperio hace que en el mundo de la cultura coexistan con pujanza las dos lenguas correspondientes, el latín y el griego. La lengua oficial del Imperio es ciertamente el latín, pero en los ámbitos más cultos se conocen las dos lenguas. Esta es una circunstancia especialmente relevante para la filosofía. En general, puede decirse que los romanos no hicieron grandes aportaciones a la filosofía. En el Imperio Romano se prolongan y desarrollan las escuelas filosóficas del periodo helenístico. Cicerón es un académico que fue a estudiar Filosofía y oratoria a Atenas y a Rodas, Marco Aurelio y Séneca son estoicos. Durante el Imperio Romano el acontecimiento cultural de mayor trascendencia histórica para Occidente fue la aparición y expansión del cristianismo. Sin embargo, en un principio, las autoridades romanas no vieron con buenos ojos una religión que proclamaba la dignidad humana de todas las personas, incluso de los esclavos. Perseguida y martirizado desde los tiempos de Nerón, la religión cristiana se propagó a una velocidad sorprendente. Además de satisfacer las ansias trascendentales de muchos intelectuales, la nueva religión comportaba un consuelo para muchos depauperados, a los que ni el Estado ni las religiones paganas ofrecían una solución o un sentido a su existencia. En el 313, el emperador Constantino proclamó el célebre Edicto de Milán, según el cual se garantizaba para todo el mundo la libertad de culto. El cristianismo dejó de ser una religión perseguida. Poco después, en el año 380, otro emperador, Teodosio, reconoció el cristianismo como religión oficial del Imperio con el Edicto de Tesalónica y así se consumó el triunfo definitivo del cristianismo como religión de todo el mundo mediterráneo.

Parecía que, a finales del Imperio, las relaciones entre el poder político y el cristianismo no podían ser mejores, pero esto es sólo un espejismo. En esta época se produjo el primer conflicto entre el Estado y la religión oficial. Éste fue un problema que se repitió a lo largo de la Edad Media: la lucha por el reconocimiento de la máxima autoridad, la del emperador, príncipe o autoridad política o la de la Iglesia o autoridad religiosa. El encuentro del cristianismo con la filosofía griega fue un acontecimiento de enorme trascendencia para nuestra cultura. Suele decirse, en efecto, que nuestra cultura se asienta y crece a partir de dos raíces: la griega y la judeocristiana. La presencia de ambos orígenes resultará especialmente importante en la constitución y el desarrollo de la filosofía medieval. Platonismo, aristotelismo, epicureísmo y estoicismo fueron las cuatro escuelas filosóficas que se mantuvieron vigentes durante el imperio romano. Un filósofo insigne del estoicismo romano fue el cordobés Séneca. Platonismo, aristotelismo y estoicismo mantuvieron en este período un continuado e intenso intercambio entre sí: las tres se oponían conjuntamente a la doctrina epicúrea, considerándola atea y licenciosa; y todas ellas experimentaron un proceso de acercamiento mutuo en sus posturas doctrinales. En este proceso de “sincretismo”, el platonismo resultó ser más fuerte, convirtiéndose en la principal corriente filosófica y acogiendo dentro de sí elementos de las otras dos escuelas. A partir del siglo III, la doctrina más vigorosa y con filósofos de mayor categoría es el neoplatonismo. En realidad, la historia de la filosofía griega desde el siglo III hasta el siglo VI es fundamentalmente la historia del neoplatonismo. Con razón se ha afirmado que el neoplatonismo fue el único interlocutor de talla con que hubieron de enfrentarse los pensadores cristianos. El filósofo neoplatónico más importante fue Plotino (siglo III), pensador que influyó decisivamente en San Agustín.

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CRISTIANISMO Y PLATONISMO Se conoce con la expresión general de literatura patrística a los escritos cristianos de los primeros siglos que ayudaron a la elaboración de la doctrina, cuya obra ha sido asumida por la Iglesia. La Patrística tendrá como misión elaborar una terminología religiosa precisa y unificada, y acabar con las disputas entre las sectas (gnosticos, maniqueos, arrianos y pelagianos). A los autores cristianos se les conoce como Padres de la Iglesia. Se suelen distinguir tres etapas de actuación: hasta el 200 destacan los padres apologetas (Justino, Taciano, Ireneo, Clemente de Alejandría y Tertuliano); del año 200 al 450 la patrística media (Orígenes y San Agustín); finalmente, del año 450 en adelante su relevancia filosófica es escasa, quizás con la excepción del Pseudo-Dionisio. El cristianismo entró abiertamente en contacto con el pensamiento griego ya a partir del siglo II de nuestra era. Este contacto fue, en un principio, hostil, y es lógico que así fuera, dadas las profundas discrepancias existentes entre las doctrinas filosóficas griegas y las creencias cristianas. Inicialmente, pues, el cristianismo se opuso radicalmente a la filosofía, y la filosofía, a su vez, atacó duramente al cristianismo. Posteriormente, sin embargo, se produciría un proceso de asimilación de la filosofía griega por parte de los pensadores cristianos. De aquella filosofía tomarían estos buena parte de sus conceptos y argumentaciones. El acercamiento a la filosofía griega permitió que el cristianismo se formulara en un cuerpo doctrinal de conceptos básicamente platónicos. No podía ser de otro modo por dos razones: en primer lugar, porque la corriente platónica -definitivamente impulsada por el neoplatonismo- era, como acabamos de señalar, la más vigorosa y dominante; en segundo lugar, porque era la que ofrecía mayores semejanzas con la doctrina cristiana. Dios y el universo. Por lo que se refiere a la concepción de Dios y del mundo, el platonismo ofrecía múltiples doctrinas fácilmente asimilables por el cristianismo, como: La afirmación de la existencia de otro mundo (el de las ideas) más allá del mundo físico (en el desarrollo final del platonismo, las ideas se situaron en la mente divina, lo cual facilitó aun más la adopción cristiana de esta teoría). La doctrina de que este mundo ha sido hecho a imagen de las ideas: el mundo como vestigio o huella de Dios será una expresión permanente en el cristianismo. La doctrina platónica de la participación (los seres sensibles reciben y tienen su ser por participación de las ideas): los filósofos cristianos se sirvieron de este concepto de participación para subrayar la contingencia de lo creado y su dependencia del Creador. Los cristianos, por lo demás, creyeron encontrar la idea misma de creación prefigurada en la figura del Demiurgo platónico. A ello cabe añadir la afirmación platónica y neoplatónica de la trascendencia del primer principio (el Bien en Platón, el Uno en Plotino), situado más allá de la realidad. Los cristianos aprovecharon esta afirmación para subrayar su monoteísmo y la radical diversidad de Dios respecto de los seres creados.

El ser humano. También la concepción del ser humano propuesta por el platonismo resultaba afín a las doctrinas cristianas: En primer lugar, Platón había defendido la inmortalidad del alma con diversos argumentos que fueron asumidos plenamente por los filósofos cristianos. Existía, eso sí, un punto de discrepancia. Para Platón, como para los otros filósofos griegos, todo lo que es inmortal (es decir, lo que no tiene fin) es también inengendrado (es decir, no tiene comienzo). Por tanto, las almas existen desde siempre y para siempre, sufriendo sucesivas reencarnaciones. En cuanto al origen del alma, la filosofía cristiana de los primeros siglos se mostró a menudo vacilante, si bien acabó imponiéndose la afirmación de que las almas son creadas directamente por Dios. Platón había insistido, además, en que el verdadero lugar y destino del alma no se encuentra en este mundo, sino en el de las ideas, al cual pertenece por naturaleza y al que se halla naturalmente atraída: de acuerdo con las ideas expuestas en el Fedón, la vida no es sino un período de purificación y preparación para la existencia posterior a la muerte. Esta concepción del alma era perfectamente compatible con el pensamiento cristiano. Igualmente coincidente con el cristianismo resultaba la doctrina -expuesta por Platón mediante mitos- de que las almas son juzgadas tras la muerte y reciben el premio o el castigo correspondientes.

La constitución de un pensamiento cristiano de orientación platonizante durante el Imperio Romano culmina en la obra de San Agustín, el pensador más influyente a lo largo de la Edad Media hasta la aparición de la figura de Tomás de Aquino. San Agustín murió el año 430 de nuestra era. Tuvo tiempo, pues, de asistir atónito al saqueo de Roma por Alarico (403). Años después de su muerte acabaría definitivamente el Imperio Romano de Occidente (476), abriéndose con ello el período histórico.

Agustín de Hipona (354-430), natural de Tagaste, Numidia (actual Argelia) tras la lectura de las Enneadas de Plotino y de los textos platónicos se convierte al cristianismo y se ordena sacerdote. De sus obras destacamos sobre todo Las confesiones, Las retractaciones y La ciudad de Dios. No plantea una demarcación clara entre razón y fe, tema que le preocupa, si bien distingue entre el conocimiento de las reglas eternas (scientia) y el verdadero conocimiento de Dios (sapientia). No prueba la existencia de Dios, como hará Tomás de Aquino, centrándose en determinar qué es Dios, cual es su esencia, y tratando de dar respuesta a su naturaleza trinitaria y a los problemas del mal en el mundo (moral y físico) de del libre albedrío.

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ORIGEN Y CARACTERISTICAS DE LA FILOSOFIA MEDIEVAL La denominada Edad Media se prolonga aproximadamente durante diez siglos (siglos V-XV). Se inicia con la destrucción del Imperio Romano (siglo V), prolongándose hasta el Renacimiento (siglo XV). La destrucción del Imperio Romano trajo como consecuencia inmediata una decadencia generalizada y la pérdida de muchos logros de la civilización romana, especialmente en el ámbito de las comunicaciones (correos, rutas terrestres y marítimas). Esta decadencia general unida a una economía depauperada, se mantuvo en las poblaciones europeas hasta el siglo XI, al menos, exceptuando el breve intervalo del florecimiento de la corte de Carlomagno (coronado emperador en el 800). El sistema socioeconómico correspondiente a esta situación es el feudalismo, que divide las poblaciones en dos clases, la de los señores y la de los vasallos, que cultivan las tierras de aquellos. Ya a partir del siglo XII, sin embargo, comenzó a cambiar la situación, iniciándose un proceso ininterrumpido de recuperación en todos los aspectos. En el ámbito de la economía se produjo un crecimiento notable de la agricultura, y con él, un importante aumento de la población. Gracias a este crecimiento económico, se inició una cierta economía de mercado y las ciudades crecieron, aumentando su peso e importancia. De este modo se inició la ruptura del sistema feudal. El proceso de crecimiento y de transformación se acentuó en el siglo XIII. En este siglo floreció el arte gótico, se fundaron nuevas órdenes religiosas (como los dominicos y los franciscanos) y se crearon las primeras universidades (París, Oxford). Las consecuencias de este proceso se dejaron notar ampliamente a partir del siglo XIV. La política general en la Edad Media cristiana se articulaba en torno a dos poderes: el religioso (el papa) y el político (el emperador). La lucha de ambos por la supremacía fue constante y llegó a sus últimas consecuencias a partir del siglo XIV. La Edad Media se caracteriza, en fin, por el predominio cultural de la religión en todos los ámbitos (formas de vida, arte, literatura, pensamiento). La filosofía se puso al servicio de las creencias religiosas. A partir del siglo XIII, se inició, no obstante, un proceso de secularización, junto con una exigencia cada vez mayor de autonomía de la razón frente a las creencias religiosas.

El término escolástica viene del latín schola, "escuela". Inicialmente, significa el saber cultivado en las escuelas y enseñado bajo la dirección de un maestro. Más tarde, el término serviría para designar también la materia enseñada y el método empleado en la enseñanza de esa materia. La filosofía escolástica no se refiere a ninguna corriente específica de pensamiento, sino a la enseñanza que en la Edad Media se practicaba en las escuelas monacales, episcopales o palatinas. El carácter escolar, o la intención escolástica. Ahora bien, en estas diversas escuelas hay simultánea y sucesivamente pensadores de las más variadas tendencias: platónicos, neoplatónicos, agustinianos, aristotélicos; también autores árabes, judíos, cristianos... Por esta razón, al término escolástica hay que añadirle otros calificativos que determinen ese sentido genérico. Cabe hablar así, y ya con más propiedad, de escolástica cristiana, escolástica islámica, escolástica judía. Los pensadores escolásticos tienen en común el reconocimiento de dos tipos de conocimiento: el que proporciona la fe y el que se obtiene mediante el ejercicio de la razón y de los sentidos. El problema y la discusión entre los autores de las distintas confesiones religiosas y entre los autores cristianos de las distintas escuelas surge a la hora de señalar el alcance y la posible conciliación de estas dos fuentes de conocimiento. En la escolástica medieval pueden distinguirse cuatro corrientes: la platónico-agustiniana (siglos VI-XIII), el averroísmo (se inicia con el descubrimiento de Aristóteles por parte de los árabes (siglos XII-XIII), el tomismo (también aristotélico, en el siglo XIII), y nominalismo (siglo XIV).

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LA ESCOLASTICA MEDIEVAL La corriente platánico-agustiniana (siglos VI- XIII) Los primeros siglos de la Edad Media se caracterizan por el predominio de un pensamiento marcadamente platonizante. Esta corriente se configuró a partir de diversas aportaciones e influencias, de las cuales la más importante es la obra de San Agustín. A partir de su pensamiento, en continuidad con él surgió una corriente denominada «agustinismo medieval». Este, a su vez, recibió posteriormente la influencia del filósofo árabe Avicena (980-1037). En la corriente platónico-agustiniana destaca San Anselmo (siglo XI) y San Buenaventura (siglo XIII) El descubrimiento de Aristóteles. El averroísmo (siglos XII-XIII). La aparición y expansión del Islam a partir de la predicación de Mahoma (siglo VII) constituye un factor esencial en la historia de la Edad Media, también en los ámbitos de la cultura y del pensamiento. Muy pronto los árabes entraron en contacto con la filosofía griega, particularmente con las obras de Aristóteles. En un principio, los filósofos árabes adoptaron un aristotelismo muy platonizado. El máximo representante de este aristotelismo árabe platonizado es Avicena, cuya influencia en la tradición agustinista hemos señalado en el apartado anterior. Posteriormente (siglo XII), el cordobés Averroes comentó las obras de Aristóteles eliminando todas las influencias platónicas y ofreciendo un aristotelismo puro. Averroes fue el más grande comentarista del filósofo griego. La penetración de la filosofía griega a través de los árabes constituyó un estímulo para Occidente. En el siglo XII comenzó en Occidente una intensa actividad de traducción de las obras de Aristóteles directamente del griego al latín. Se tradujeron también las obras de los filósofos árabes. La universidad de París, capital intelectual de Europa en el siglo XIII, se conmocionó con la llegada de la obra aristotélica en versión íntegra, junto con los comentarios de Averroes, que ofrecían un aristotelismo puro. Se creó así un movimiento aristotélico conocido como averroísmo latino. El averroísmo se distinguió por tres afirmaciones o tesis, dos de las cuales eran de origen aristotélico y contrarias a la doctrina cristiana: En primer lugar, la eternidad del mundo, que parecía atentar abiertamente contra la afirmación cristiana de que el universo fue creado por Dios. En segundo lugar, la tesis de que el alma individual no es inmortal, sino perecedera y corruptible. Solamente es inmortal el entendimiento, que está presente en todos los hombres, pero que no es individual, sino único y el mismo para toda la humanidad. La tercera tesis de los averroístas fue la teoría de la doble verdad, a saber, que hay dos verdades, teológica o de fe la una, y filosófica o de la razón la otra: las afirmaciones, decían los averroístas, de que el alma es inmortal y el mundo es creado son verdaderas de acuerdo con la fe; las afirmaciones opuestas de que el alma es corruptible y el mundo es eterno son también verdaderas, según la razón y la filosofía.

La teoría averroísta de la doble verdad era un intento desesperado por defender la autonomía de la razón frente a la fe. Los averroístas fueron, condenados, y su máximo representante, Sigerio de Brabante, expulsado de la Universidad de París y condenado a cadena perpetua.

El aristotelismo no averroísta. Santo Tomás de Aquino (siglo XIII). La asimilación de la filosofía aristotélica dentro del marco de la ortodoxia cristiana fue llevada a cabo inicialmente por San Alberto Magno, y definitivamente por su discípulo Santo Tomás de Aquino, quien arguyó vigorosamente contra las tres tesis averroístas: Sobre la primera afirmación (la eternidad del mundo), Aquino se esforzó en mostrar que no hay contradicción alguna en que el mundo sea eterno y creado a la vez. En cuanto a la inmortalidad del alma, Aquino reinterpretó a Aristóteles afirmando que el entendimiento inmortal del que habla el Estagirita no es único para todos los hombres, sino la facultad superior del alma, que es inmortal. La tercera afirmación averroísta (la doble verdad) resultaba innecesaria, una vez negadas las otras dos. Aquino la combatió, no ya por considerarla innecesaria, sino por considerarla inadmisible.

Aquino, pues, se separó claramente de los averroístas en los puntos que resultaban contrarios a la fe cristiana. Su actitud ante la filosofía de Aristóteles fue, sin embargo, enteramente positiva. Estaba convencido de que el sistema aristotélico era, en sus líneas generales, compatible con la fe cristiana y que, además, ofrecía una interpretación de la realidad valiosa y aceptable en sí misma. La crisis de la escolástica. El nominalismo (siglo XIV). El siglo XIV fue un período de crisis en todos los ámbitos de la política y de la cultura, y lo fue específicamente en el ámbito del pensamiento filosófico. Desde el punto de vista de la filosofía, el siglo XIV representa la crítica y el rechazo de los grandes sistemas filosóficos cristianos (agustinismo, tomismo) elaborados sobre bases griegas. En esta línea, el filósofo más importante es el nominalista Guillermo de Ockham (1290-1349).

AVICENA AVERROES TOMAS DE AQUINO (980-1037) (1126-1198) (1225-1274)

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RELACIONES ENTRE LA FE Y LA RAZON La cuestión de las relaciones entre la fe y la razón constituye, sin duda, el tema de reflexión más importante a lo largo de la Edad Media. Cuatro son, en líneas generales, las posiciones fundamentales al respecto: La tradición agustinista no se preocupó en marcar fronteras entre ellas. Puesto que la única verdad última es la verdad revelada, los agustinistas pensaban que la fe y la razón tienen como objeto la verdad revelada. La fe ilumina a la razón y la razón ayuda a la fe haciendo comprensibles sus contenidos. La actitud agustinista se expresa perfectamente en la frase de Anselmo “Fides quaerens intellectum” (“La fe tratando de comprender”) A partir del siglo XIII, se reclamó la autonomía de la razón frente a la fe. Con el averroísmo latino, esta exigencia de autonomía para la razón se expresa en su teoría de la doble verdad, como veíamos anteriormente: la razón es capaz de establecer -y establece- autónomamente verdades, que pueden incluso ser contrarias a las afirmaciones de la fe. Santo Tomás, por su parte, se esforzó en formular una doctrina que garantizase tanto la autonomía de la razón frente a la fe como la armonía entre ambas. La doctrina tomista incluye la afirmación de que hay verdades que son de fe y de razón a la vez, como la existencia de Dios y la inmortalidad del alma. En el caso de estas verdades, habrá una necesaria coherencia y armonía entre lo que enseña la fe y lo que descubre la razón. El nominalismo del siglo XIV, en fin, rechazó que hubiese verdades comunes a la razón y la fe. Para Ockham, la razón y la fe tienen contenidos distintos. Las proposiciones que Aquino consideraba comunes a ambas (existencia de Dios, inmortalidad del alma) son declaradas ahora indemostrables racionalmente y, por tanto, exclusivamente objeto de fe religiosa.

DEMOSTRACION DE LA EXISTENCIA DE DIOS Los pensadores cristianos siempre habían mantenido que es posible demostrarla. Las posiciones más relevantes respecto a la demostración de la existencia de Dios en la Edad Media son las que analizaremos a continuación: La vía de la interiorización Siguiendo a San Agustín, el agustinismo siempre mostró predilección por la vía de la interiorización, del recogimiento del alma en sí misma. El alma capta, en el interior de si misma, las verdades eternas e inmutables, cuyo fundamento no puede ser otro que Dios, eterno e inmutable, ya que nuestra alma es mutable y, por tanto, las verdades son superiores a ella. El argumento ontológico. En el seno de la tradición agustiniana, San Anselmo formuló el denominado «argumento ontológico» para demostrar la existencia de Dios. El autor lo plantea en su obra Proslogium del siguiente modo: Todos los hombres (incluso el necio que afirma que Dios no existe) tienen una idea o noción de Dios, entendido un ser tal que es imposible pensar otro mayor que él. Ahora bien, un ser tal ha de existir no solamente en nuestro pensamiento, sino también en la realidad, ya que en caso contrario sería posible pensar otro mayor que él (uno que existiera realmente) y, por tanto, caeríamos en una contradicción. Luego, Dios existe no solo en el pensamiento sino también en la realidad.

Pruebas a partir del mundo (a posteriori). Aquino rechazó el argumento ontológico de San Anselmo por dos razones, una específica y otra de carácter general: Analizando específicamente el argumento, Aquino lo encuentra falaz. En efecto, el argumento parte de que «pensamos» la esencia de Dios como el ser mayor que el cual no es posible concebir ningún otro. Ahora bien, si partimos de la esencia pensada de Dios, solamente podemos concluir en su existencia pensada, pero no en su existencia real, fuera del pensamiento. De modo general, Aquino señala que nuestro conocimiento de Dios ha de basarse necesariamente en la experiencia que tenemos del mundo. Solamente a partir del conocimiento del mundo puede la mente humana elevarse hasta el conocimiento de Dios. Un razonamiento que parte del mundo para llegar a Dios es un razonamiento que va del efecto (mundo) a la causa (Dios). Y puesto que un efecto es siempre posterior a su causa, este tipo de razonamiento ha sido denomino «a posteriori» (expresión que significa literalmente «a partir de lo que es posterior»). Aquino formuló cinco pruebas a posteriori, conocidas como las cinco vías tomistas.

1ª VÍA: ARGUMENTO DEL MOTOR INMÓVIL: En el mundo creado vemos que existe movimiento. Tal y como afirmaba Aristóteles, todo lo que se mueve, es movido por algo; pero la sucesión infinita de motores es imposible; entonces, tenemos que llegar a un ser que mueve a los demás sin ser movido. De esta forma, llegamos a afirmar a Dios como Primer Motor Inmóvil. 2ª VÍA: ARGUMENTO DE LA CAUSA PRIMERA: Todos los seres del mundo creado tienen una causa, es decir, son el efecto producido por una causa. No pueden ser su propia causa, es imposible. Por otra parte, si no podemos aplicar hasta el infinito la sucesión de causas, llegamos a una causa primera e incausada, que sería Dios. 3ª VÍA: ARGUMENTO DEL SER NECESARIO. Todas las cosas y todos los acontecimientos del mundo son contingentes y posibles, es decir, tan pronto pueden estar como no estar, ya que son perecederos. Por tanto, su existencia depende de algo exterior a ellos, depende de otro ser. Es impensable que todos los seres, uno detrás de otro, sean contingentes; ha de existir una realidad que tenga en sí misma la razón de su existencia, ha de existir un Ser Necesario, que sería Dios. 4ª VÍA: ARGUMENTO DEL SER PERFECTO: En el mundo existen seres más o menos perfectos, seres con distintos grados de perfección. Esta gradación exige un término de comparación máxima, causante de todo grado de perfección. Es necesario que haya un punto de referencia perfectísimo que nos permita comparar, y es Dios, el Ser perfecto. 5ª VÍA: ARGUMENTO DEL SER INTELIGENTE: Todos los seres del mundo que carecen de razón actúan persiguiendo unas determinadas finalidades; en su comportamiento hay un propósito, un objetivo perseguido en su conducta: existe una teleología o finalidad en la naturaleza. Estas tendencias hacia determinadas finalidades, en seres que carecen de razón, ponen de manifiesto que han sido dictadas por un Ser Inteligente y Director del universo: Dios.

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Estas cinco vías tienen una estructura similar, desarrollándose en cuatro pasos sucesivos: Se parte de un determinado dato de nuestra experiencia

(“en el mundo creado vemos que existe movimiento”, etc.) Se aplica el principio de causalidad

(“todo lo que se mueve es movido por otro” etc.) Siguiendo la teoría aristotélica, se rechaza el recurrir a un proceso infinito

(“la sucesión infinita de motores es imposible”) Se llega a Dios como causa del dato empírico observado

(“llegamos a afirmar a Dios como Primer Motor Inmóvil”)

LA CUESTION DE LOS UNIVERSALES La cuestión de los universales fue uno de los temas centrales de la preocupación medieval. Pero se trata de una cuestión mucho más antigua, es la cuestión de Platón y Aristóteles sobre el tipo de realidad que tienen las ideas: Platón les atribuía una existencia independiente de las cosas, de las que eran la causa; Aristóteles afirmaba que las ideas existían precisamente en las mismas cosas, eran su forma. Caballo, árbol, hombre son nociones genéricas, son universales, términos abstractos que designan a muchos individuos concretos. En la vida cotidiana, vemos los individuos concretos designados por los términos abstractos o universales, pero no vemos los universales; esto hace que nos planteemos en qué consisten, cuál es su realidad. Así, la cuestión de los universales es la pregunta sobre el tipo de realidad que existe detrás de una expresión universal como león, hombre o círculo. Los escolásticos reconocían distintas posibilidades a la hora de responder a esta pregunta: La primera respuesta a la cuestión de los universales corresponde a una posición de tipo platónico, según la cual el universal es una esencia o sustancia separada del individuo singular, que existe independientemente de la experiencia humana. A esta respuesta se le ha llamado realismo, porque afirma la existencia real de las ideas. Así pues, cuando afirmo algo propio del universal hombre, lo que afirmo se dará en todo particular existente; y si, según la Biblia, fue la humanidad la que cometió el pecado original, entonces todo hombre concreto participa de esta tara inherente a la naturaleza humana. Así es como la postura realista explicaba que todo hombre nace afectado por el pecado original. La segunda respuesta se conoce con el nombre de conceptualismo; afirma que, ciertamente, los universales existen, pero no como ideas separadas del mundo, sino como ideas abstractas dentro de nuestras mentes. La tercera respuesta corresponde a la posición denominada nominalista, defendida por Roscelino de Compiégne en el siglo XI. El nominalismo afirma que sólo existen las cosas singulares e individuales. Los universales son simples nombres que los hombres inventan para designar una pluralidad de cosas individuales con cualidades parecidas. No existe la humanidad, que sólo es una palabra; únicamente existen seres humanos concretos.

VOCABULA FILOSOFIA MEDIEVAL ARRIANISMO: doctrina elaborada por Arrio (256-336) declarada herética en 325 en el Concilio de Nicea por radicalizar la tesis de Orígenes de que el Logos (Jesús) no es Dios CRUZADAS: guerra santa convocada por Urbano II en 1095 (luego la seguirían otras) cuyo objetivo era ayudar a los cristianos orientales (bizantinos) frente a los turcos. EMANACION: concepto que explica la génesis de las cosas, que hay que distinguir del concepto judeocristiano de creación, pues ésta es libre (por un acto de voluntad divina) mientras que la emanación es un proceso necesario e inalterado (sin cambio de esencia). FEUDALISMO: sistema de organización socio-política propio de la Edad Media cuyo rasgo característico es la división tripartita en tres estamentos: la aristocracia guerrera, la iglesia y los campesinos (vasallos al servicio del señor feudal, propietario de la tierra) GNOSTICISMO: (de gnosis, conocimiento) corriente de pensamiento que afirma tener el conocimiento de verdades últimas (frente a los agnósticos), mezclan concepciones cristianas con elementos tomados de la filosofía helenística y las religiones orientales. GOTICO: estilo artístico desarrollado entre mediados del siglo XII hasta mediados del siglo XVI, desarrollado en ciudades y no dominado en exclusiva por motivos religiosos. HIPÓSTASIS: concepto definido por Plotino como Uno, Nous o Alma del mundo, es similar al concepto de sustancia clásico: lo que es por sí mismo, lo que subsiste por sí) IMPERIO CAROLINGIO: conjunto de conquista realizadas por Carlomagno a partir de 768 entre los reinos lombardos, frisios y pomeranios que suponen un minirenacimineto. IMPETUS: teoría defendida Juan Buridán, frente a la explicación física aristotélica, que sostiene que no es necesaria la existencia de una causa del movimiento externa al móvil. ISLAM: religión monoteísta fundada por Mahoma (570-632) a partir de su personal interpretación de elementos judeocristianos y de las tradiciones religiosas árabes. La huida de Mahoma a Medina (15 de julio de 622) supone el inicio el calendario islámico. Tras su muerte, sus sucesores (los califas) continuaron con su actividad expansionista, que se concreta en todo el Mediterráneo hasta la llegada el Renacimiento. JUDAISMO: cultura religiosa de los judíos (conocidos también como pueblo de Israel) iniciada entre los años 2000 y 1250 a.C. y que se basa en la Torá: leyes que Dios reveló a Israel, y en las que se ofrecía una visión del mundo y una manera de vivir (la Halajá), la senda que se debía seguir por el mundo: las leyes, costumbres y prácticas judías. MANIQUEÍSMO: religión sincrética elaborada por Mani (216-276) con elementos tomados del mazdeísmo, el judaísmo, el cristianismo e incluso el budismo. Sostiene que existen dos sustancias o raíces eternas: la Luz (bien, Dios) y la Oscuridad (mal, materia) PATRISTICA: escuela de pensamiento cristiano de los primeros siglos que ayudan a la elaboración de la doctrina y cuya obra ha sido asumida por la Iglesia. Incluye en su seno a los llamados Padres de la iglesia (Clemente de Alejandría, Agustín, Pseudo-Dionisio). PELARGIANISMO: doctrina elaborada por Pelargio (360-425), afirma el libre albedrío y sostiene que el hombre nace sin pecado y solamente llega a él si lo comete libremente. ROMANICO: estilo artístico desarrollado a partir del siglo X y hasta el siglo XIII, de templos macizos y cerrados, antinaturalista y con una función didáctica apologética.

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SELECCIÓN DE TEXTOS MEDIEVALES I) EL ARGUMENTO ONTOLÓGICO DE ANSELMO DE CANTERBURY

Plegaria introductoria

«Así, pues, ¡oh, Señor! Tú que das inteligencia a la Fe, concédeme, cuanto conozcas

que me sea conveniente, entender que existes, como lo creemos, y que eres lo que

creemos. Ciertamente creemos que tú eres algo mayor que lo cual nada puede ser

pensado.

El problema

Se trata de saber si existe una naturaleza que sea tal, porque el insensato ha dicho en

su corazón: no hay Dios.

Primer paso

Pero cuando me oye decir que hay algo por encima de lo cual no se puede pensar nada

mayor, este mismo insensato entiende lo que digo; lo que entiende está en su

entendimiento, incluso aunque no crea que aquello existe.

Segundo paso

Porque una cosa es que la cosa exista en el entendimiento, y otra que entienda que la

cosa existe. Porque cuando el pintor piensa de antemano el cuadro que va a hacer, lo

tiene ciertamente en su entendimiento, pero no entiende todavía que exista lo que

todavía no ha realizado. Cuando, por el contrario, lo tiene pintado, no solamente lo

tiene en el entendimiento sino que entiende también que existe lo que ha hecho. El

insensato tiene que conceder que tiene en el entendimiento algo por encima de lo

cual no se puede pensar nada mayor, porque cuando oye esto, lo entiende, y todo lo

que se entiende existe en el entendimiento.

Tercer paso

Y ciertamente aquello mayor que lo cual nada puede ser pensado, no puede existir

solo en el entendimiento. Pues si existe, aunque solo sea en el entendimiento, puede

pensarse que exista también en la realidad, lo cual es mayor. Por consiguiente, si

aquello mayor que lo cual nada puede pensarse existiese solo en el entendimiento, se

podría pensar algo mayor que aquello que es tal que no puede pensarse nada mayor.

Conclusión

Luego existe sin duda en el entendimiento y en la realidad, algo mayor que lo cual

nada puede ser pensado..»

S. Anselmo, Proslogion, c. II

II) Dos amores fundaron pues dos ciudades, a saber: el amor propio hasta el desprecio de Dios, la terrena, y el amor a Dios hasta el desprecio de sí propio, la celestial. La

primera se gloria de sí misma, y la segunda, en Dios, porque aquella busca la gloria de

los hombres y ésta tiene por máxima gloria a Dios, testigo de su conciencia. Es aquella,

sus príncipes y las naciones avasalladas se ven bajo el yugo de la concupiscencia de

dominio, y en ésta sirven en mutua caridad los gobernantes aconsejando y los súbditos

obedeciendo. Aquella ama su propia fuerza en los potentados, y ésta dice a su Dios: a ti

he de amarte, señor, que eres mi fortaleza (Salmos 17,2). Por eso, en aquella, sus

sabios, que viven según el hombre, no han buscado más que, o los bienes del cuerpo, o

los del alma, o los de ambos, y los que llegaron a conocer a Dios no le honraron ni

dieron gracias como Dios sino que se desvanecieron en sus pensamientos y su necio

corazón se oscureció.

Creyéndose sabios, es decir, engallados en su propia sabiduría a exigencias de su

soberbia, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por imágenes

de hombres corruptibles, y de aves, y de cuadrúpedos, y de serpientes

San Agustín, La ciudad de Dios

III) Sobre lo que creemos de Dios hay un doble orden de verdad. Hay ciertas verdades de Dios que sobrepasan la capacidad de la razón humana, como es, por ejemplo, que

Dios es uno y trino. Hay otras que pueden ser alcanzadas por la razón natural, como

la existencia y la unidad de Dios, etc; las que incluso demostraron los filósofos guiados

por la luz natural de la razón.

Es evindentísima, por otra parte, la existencia de verdades divinas que sobrepasan

absolutamente la capacidad de la razón humana. Como el principio de toda ciencia que

la razón puede tener de una cosa es la captación de su sustancia, pues lo que es, dice el

Filósofo, es el principio de demostración, conviene que el modo como sea entendida la

sustancia de un ser sea también el modo de todo lo que conozcamos de él. Si, pues, el

entendimiento humano comprende la sustancia de una cosa, de la piedra, por ejemplo,

o del triángulo, nada habrá inteligible en ella que exceda de la capacidad de la razón

humana. Mas esto ciertamente no se realiza con Dios. Porque el entendimiento humano

no puede llegar naturalmente hasta su sustancia, ya que nuestro conocimiento en esta

vida tiene su origen en los sentidos y, por lo tanto, lo que no cae bajo la actuación del

sentido no puede ser captado por el entendimiento humano, a no ser en cuanto

deducido de lo sensible. Mas los seres sensibles no contienen virtud suficiente para

conducirnos a ver en ellos lo que la sustancia divina es, pues son efectos inadecuados a

la virtud de la causa, aunque llevan sin esfuerzo al conocimiento de que Dios existe y

de otras verdades semejantes pertenecientes al primer principio. Hay, en consecuencia,

verdades divinas accesibles a la razón humana, y otras que sobrepasan en absoluto su

capacidad"

Tomás de Aquino; Suma contra gentiles

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IV) «Los artículos de fe no son principios de demostración y tampoco conclusiones, y ni siquiera probables, ya que aparecen como falsos ante todos, o ante la mayoría, o ante

los sabios: entendiendo por sabios aquellos que se confían a la razón natural, puesto

que sólo se entiende de este modo el sabio en ciencia y en filosofía. »

«Que una única esencia simplicísima sea tres personas realmente distintas, es cosa de la

que no puede convencerse ninguna razón natural y sólo afirma la fe católica, como algo

que supera todo sentido, todo intelecto humano y casi toda razón»

Guillermo de Ockam, Comentario a las sentencias

V) LAS CINCO VÍAS DE TOMÁS DE AQUINO PRIMERA VÍA

«La primera y más clara se funda en el movimiento. Es innegable, y consta por el

testimonio de los sentidos, que en el mundo hay cosas que se mueven. Pues bien, todo lo

que se mueve es movido por otro, ya que nada se mueve más que en cuanto está en

potencia respecto a aquello para lo que se mueve. En cambio, mover requiere estar en

acto, ya que mover no es otra cosa que hacer pasar algo de la potencia al acto, a la

manera como lo caliente en acto, v.gr., el fuego hace que un leño, que está caliente en

potencia, pase a estar caliente en acto. Ahora bien, no es posible que una cosa esté, a la

vez, en acto y en potencia respecto a lo mismo, sino respecto a dos cosas diversas: lo

que, v.gr., es caliente en acto, no puede ser caliente en potencia sino que en potencia es,

a la vez, frío. Es, pues, imposible que una cosa sea por lo mismo y de la misma manera

motor y móvil, como también lo es que se mueva a sí misma. Por consiguiente, todo lo

que se mueve es movido por otro. Pero si lo que mueve a otro es, a su vez, movido, es

necesario que lo mueva un tercero y a este otro. Mas no se puede seguir

indefinidamente, porque así no habría un primer motor, pues los motores intermedios

no mueven más que en virtud del movimiento que reciben del primero, lo mismo que un

bastón nada mueve si no lo impulsa la mano. Por consiguiente, es necesario llegar a un

primer motor que no sea movido por nadie, y este es el que todos entienden por Dios. »

SEGUNDA VÍA «La segunda vía se basa en la casualidad eficiente. Hallamos que en este mundo de lo

sensible hay un orden determinado entre las causas eficientes; pero no hallamos que

cosa alguna sea su propia causa, pues en tal caso había de ser anterior a si misma, y

esto es imposible. Ahora bien, tampoco se puede prolongar indefinidamente la serie de

las causas eficientes, porque siempre que hay causas eficientes subordinadas, la

primera es causa de la intermedia, sea una o muchas, y ésta causa de la última; y pues

que, suprimida una causa, se suprime su efecto, si no existiese una que sea la primera,

tampoco existiría la intermedia ni la última. Si, pues, se prolongase indefinidamente la

serie de las causas eficientes, no habría causa eficiente primera, y, por tanto, ni efecto

último ni causa eficiente intermedia, cosa falsa a todas luces. Por consiguiente, es

necesario que exista una causa eficiente primera, a la que todos llaman Dios.»

TERCERA VÍA «La tercera vía considera el ser posible o contingente y el necesario, y puede formularse así. Hallamos en la naturaleza cosas que pueden existir o no existir, pues

vemos seres que se producen y seres que se destruyen, y, por tanto, hay posibilidad de

que existan y de que no existan. Ahora bien, es imposible que los seres de tal condición

hayan existido siempre, ya que lo que tiene posibilidad de no ser hubo un tiempo en que

no fue. Si, pues, todas las cosas tienen la posibilidad de no ser, hubo un tiempo en que

ninguna existía. Pero, si esto es verdad, tampoco debiera existir ahora cosa alguna,

porque lo que no existe no empieza a existir más que en virtud de lo que ya existe, y,

por tanto, si nada existía, fue imposible que empezase a existir cosa alguna, y, en

consecuencia ahora no habría nada, cosa evidentemente falsa. Por consiguiente, no

todos los seres son posibles o contingentes, sino que, entre ellos, forzosamente ha de

haber alguno que sea necesario. Pero el ser necesario, o tiene la razón de su necesidad

en sí mismo o no la tiene. Si su necesidad depende de otro, como no es posible, según

hemos visto al tratar de las causas eficientes, aceptar una serie indefinida de cosas

contingentes, es forzoso que exista algo que sea necesario por si mismo y que no tenga

fuera de sí la causa de su necesidad, sino que sea causa de la necesidad de los demás, a

lo cual todos llaman Dios.»

CUARTA VÍA «La cuarta vía considera los grados de perfección que hay en los seres. Vemos en los

seres que unos son más o menos buenos, verdaderos y nobles de otros, y lo mismo

sucede con las diversas cualidades. Pero el más y el menos se atribuye a las cosas

según su diversa proximidad a lo máximo, y por esto se dice lo más caliente de lo que

más se aproxima al máximo calor. Por tanto, ha de existir algo que sea verísimo,

nobilísimo y óptimo, y por ello, ente o ser supremo; pues, como dice el Filósofo, lo que

es verdad máxima es máxima entidad. Ahora bien, lo máximo en cualquier género es

causa de todo lo que en aquel género existe, y así el fuego, que tiene el máximo calor,

es causa del calor de todo lo caliente, según dice Aristóteles. Existe, por consiguiente,

algo que es para todas las cosas causa de su ser, de su bondad y de todas sus

perfecciones, y a esto llamamos Dios.»

QUINTA VÍA «La quinta vía se toma del gobierno del mundo. Vemos, en efecto, que cosas que

carecen de conocimiento, como los cuerpos naturales, obran por un fin, como se

comprueba observando que siempre, o casi siempre, obran de la misma manera para

conseguir lo que más les conviene; por donde se comprende que no van a su fin

obrando al acaso, sino intencionadamente. Ahora bien, lo que carece de conocimiento

no tiende a un fin si no lo dirige alguien que entienda y conozca, a la manera como el

arquero dirige la flecha. Luego existe un ser inteligente que dirige todas las cosas

naturales a su fin, y a este llamamos Dios.»

Tomás de Aquino; Suma Teológica, I -II, (artículos 1-3)

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LA EDAD MEDIA EL RENACIMIENTO