La filosofía para chicos - Alejandro Rozitchner
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Alejandro Rozitchner – La filosofía para chicos
1992. "La filosofía para chicos. Diario de una experiencia". Ensayo. Buenos
Aires, Libros del Quirquincho. (Reeditado en 2001, Buenos Aires, Santillana)
Este libro relata la experiencia de intentar hacer filosofía con un
grupo de preadolescentes. El objetivo fue el de ponerlos en el lugar
del filósofo, de quién se enfrenta con el mundo y dice cómo lo ve, y
no el de enseñarles filosofía. Se considera a la filosofía entonces más
como una acción del pensamiento que como un estudio de autores.
El método buscado indaga la invención de caminos propios,
experimentales, ligados al psicoanálisis, en el campo de trabajo
llamado "filosofía para chicos". Hay textos de los chicos y reflexiones
sobre ellos. También está el relato de mi relación con la filosofía, el
deslumbramiento inicial y posteriores ajustes.
Fragmento del Capítulo Uno
1. Las preguntas
¿Siento ser?
¿Qué es la vida?
¿Qué es vivir?
¿Dónde voy?
¿Siento ser?
¿Tengo objetivos?
¿Estoy vivo?
¿Cuándo muero?
¿Moriré algún día?
¿Seré inmortal?
¿Soy feliz?
¿Qué es la muerte?
¿Qué es estar muerto?
¿Algún día, cuándo tenga ya edad, podré vivir?
¿Voy a ser alguien?
¿Por qué los demás no me pueden conocer como soy?
¿Por qué todo?
¿Por qué a veces sueño y a veces no?
¿Por qué a veces soy masoquista?
¿Toda la gente piensa?
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Alejandro Rozitchner – La filosofía para chicos
¿Qué es pensar?
¿Cómo tiene qué ser una persona para que me guste?
¿Alguien realmente sabe lo qué pienso?
¿Es malo ser directa?
¿Todas estas preguntas tienen respuestas?
¿Está bien el mundo?
¿Para qué tanto vivir si nos vamos a morir?
¿Qué es morirse?
¿Me quiero morir?
¿Para qué vivir?
¿Existe Dios?
¿Y si después de todo Dios no existe?
¿Nos vamos a enterar algún día?
¿Qué es ser obediente?
¿Sirve para algo ser obediente?
¿Qué es querer a alguien?
¿Cómo estás?
¿Cómo te sentís?
¿Qué sentís?
¿Qué pensás?
¿Cómo miro?
¿Cómo siento?
¿Qué soy?
¿Por qué me siento como me siento?
¿Qué hago?
¿Qué pienso?
¿Qué es la vida?
¿Qué es el mundo?
¿Qué es ser grande?
¿Qué es ser chico?
¿Qué es ser un genio?
¿Qué es ser un bruto feliz?
¿Por qué duermo?
¿Por qué no duermo?
¿Quién piensa lo qué yo pienso?
¿Qué es un ser?
¿Me siento bien?
¿Me siento mal?
¿Me siento con orgullo?
¿Para qué vivo?
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Alejandro Rozitchner – La filosofía para chicos
¿Por qué soy un ignorante?
¿Por qué soy lindo?
¿Por qué soy feo?
¿Cuándo me voy a morir?
¿Por qué estoy viva?
¿A quién voy a conocer?
¿Por qué me pongo mal sin razón alguna?
¿Recordaré esto como algo triste cuando crezca?
¿Lo recordaré?
¿Siempre me gustará vivir de la forma en qué vivo?
¿Cuando sea grande seré como alguna gente que odio qué sea as¡?
¿Por qué hay gente qué se cree qué es alguien importante y no lo es?
¿Alguien me irá a hacer algo qué me cambiará la vida?
¿Por qué soy como soy?
¿Por qué no me banco a alguna gente?
¿Por qué me da vergüenza decir algunas cosas?
Estas preguntas fueron escritas por Nadina, Nicolás, Lara, Lucas, Mercedes, Julieta
y Emanuel, los chicos de 13 y 14 años que conforman el grupo de filosofía que recibía
en mi casa todos los sábados a la mañana. En rigor ya no eran niños sino adolescentes,
pero no es forzar demasiado las palabras hacerlos parte del conjunto que
denominamos desde la perspectiva de nuestra adultez como chicos.
Todos ellos eran chicos perfectamente normales. No eran de ninguna manera
ejemplares de precocidad intelectual ni estaban especialmente interesados en adoptar
un aire de seriedad cultural o metafísica. Iban a bailar, leían 13/20, escuchaban a
Roxette, Sumo, Charly García, se peleaban entre ellos con facilidad (con demasiada
para mi gusto), solían ser bastante vergonzosos y les costaba concentrarse cuando les
proponía algún trabajo. Todos ellos estaban en los primeros años de la escuela
secundaria y no concebían nuestro trabajo común como parte de su educación. En
líneas generales ni ellos ni yo fuimos capaces de formular con claridad el objetivo de la
experiencia que nos unía, pero la compartimos con interés. La filosofía o el
pensamiento no han sido sino ocasionalmente objeto de nuestro diálogo. De no haber
escrito los capítulos de este libro debo confesar qué ni yo sabría muy bien cuantas y
qué cosas hay en juego en este experimento.
El ejercicio que suscitó estas preguntas pedía qué cada uno de los chicos
escribiese cien preguntas. Es uno de los ejercicios qué más uso en cursos de filosofía,
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Alejandro Rozitchner – La filosofía para chicos
el que por lo general abre el fuego del pensamiento, y es notable la efectividad con la
que es capaz de captar las inquietudes más generales de la conciencia de quien lo
escribe.
Se trata de sentarse y escribir, sin pensar, 100 preguntas al correr de la mano.
“¿Cómo sin pensar? ¿No se trata precisamente de una experiencia de pensamiento?"
Ya veremos cómo el pensamiento no necesariamente funciona llevado por la intención.
La idea del ejercicio es que ninguna pregunta puede ser una pregunta mala, que ese
desborde de interrogaciones va a poner en evidencia necesariamente la carne del
propio pensamiento y que la intensidad que lo anima no va a poder escapar a este
requerimiento. Quien escribe este ejercicio vive una especie de mareo gnoseológico.
La pregunta es una modalidad vacilante, un tono que pesca la angustia y la duda,
y su expresión incentivada y sistemática cumple la función de activar el pensamiento.
La pregunta hace vacilar el contorno fijo de la realidad, produce un movimiento de las
formas en el cual aparece la posibilidad de la elaboración. Preguntar es de alguna
manera abrir el mundo, y esa apertura que trae angustia también llama a la acción y a
la respuesta.
Fragmento del Capítulo Dos
2. Perspectivas
Unas palabras dichas como si todo fuera muy serio
Para poder abordar el tema del libro tengo que exponer una gran mezcla de
experiencias, temas, problemas y posiciones. Tengo que explicar cuál es la concepción
de la filosofía que se maneja para hacer posible esta mezcla extraña de chicos y
filosofía, y porque en vez de hablar de filosofía sería tal vez más exacto hablar de
pensamiento. Tengo que tratar de entender qué pasa en la mirada de un chico cuando
crece y cómo esa experiencia se asemeja al trabajo de los autores filosóficos. Tengo
que aludir a la que fue mi situación como estudiante de filosofía y a una relación
ambigua con ese saber, a la vez poderoso y adormecido. Tengo que incluir mi
experiencia como docente que me permitió transformar mi pasada insatisfacción de
estudiante en nuevos métodos para lograr provocar e incentivar el pensamiento de los
alumnos. Tengo que hablar de la escritura como del camino más importante para la
constitución del saber en cada uno, de como me valí de ella para lograr claridad en
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Alejandro Rozitchner – La filosofía para chicos
problemas que de otra manera no me hubieran resultado accesibles, y de como
también llegó a ser el elemento principal en los ejercicios de los chicos. Tengo, en fin,
que contar detalladamente esta experiencia de trabajo de filosofía con chicos y
mostrar los problemas que plantea, los pasos que intenta y los resultados que
consigue.
Al ser de alguna manera este libro un diario de trabajo no puedo evitar hacer
referencia a mi historia y mis impresiones. Solemos creer que las de búsquedas
personales no entregan resultados útiles y compartibles, pero paradójicamente resulta
evidente que es en ellas donde se concretan los logros luego reconocidos como más
interesantes por los demás.
Lo cierto es que si no se habilita el lugar subjetivo o personal como espacio de
elaboración la experiencia del pensamiento no se produce. El pensamiento está al
servicio de la propia necesidad de comprensión y manejo del mundo. Esa necesidad de
comprender no es una intención intelectual, es un hecho orgánico, corporal, porque lo
que el pensamiento pueda elaborar, o lo que sea capaz de armar, es de valor
inmediato para la vida en la que ocurre.
Toda filosofía, toda imagen del mundo, por más abstracta y remota que pueda
parecer está indisociablemente ligada a una experiencia personal, a una interioridad
sin la cual el pensamiento no existe. Sin la asunción de un cierto valor, sin darse lugar
e importancia, la propia mirada no se pone en movimiento. Para la comprensión del
mundo, para el planteo y el trabajo de los problemas que la filosofía y cualquier
conciencia aborda, la primera indicación sería la de asumir el pleno valor del ser que
somos, de manera tajante y sin disculpas. Soy, estoy, miro el mundo y digo lo que veo.
¿Cuál es el problema? Sólo sirve el saber que uno ha armado, y nada puede armar
quien se considere carente de valor.
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