La financiarización de la sociedad: revisión teórica y...

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1 La financiarización de la sociedad: revisión teórica y propuestas de análisis. Manuel Ángel Santana Turégano 1 , Nisamar Baute Dorta 2 . Universidad de La Laguna 1 Introducción .............................................................................................................. 2 2 El concepto de financiarización: definición. ............................................................. 3 3 La financiarización: origen del concepto y diferentes tradiciones. ........................... 5 4 La financiarización como financiarización de la vida cotidiana. .............................. 7 5 La financiación y los nuevos paradigmas de gestión. ............................................. 10 6 La financiarización y los nuevos regímenes de acumulación. ................................ 11 7 Conclusiones: financiarización y peformatividad. .................................................. 12 8 Referencias. ............................................................................................................. 18 Resumen: en los últimos años se viene hablando de la financiarización como un concepto central para comprender las sociedades contemporáneas. Al igual que sucede con otros términos que se popularizan en los medios de comunicación de masas, como el de la globalización, se trata de un concepto cuyo uso se ha popularizado sin que se tenga muy claro de sobre qué se está hablando. La financiarización ha sido definida como “un incremento del poder financiero en lo económico, lo político y lo social” (Benito Alonso y Rodríguez Fernández, 2012). Aunque estas definiciones amplias tienen la virtud de incluir la mayoría de aspectos que se pueden ver influenciadas por el fenómeno, resultan poco útiles para acometer un estudio empírico del mismo. En este sentido Van der Zwan (2014) distingue tres significados del término. Para la escuela de la regulación la financiarización sería una nueva fase del capitalismo en que la plusvalía de las empresas se obtiene, fundamentalmente en entornos y con medios asociados al campo financiero. Desde el punto de la gestión empresarial, la financiarización se asocia a la emergencia del shareholder value como principio gestor de la gestión de las corporaciones: las empresas se orientan a maximizar el valor para el accionista, lo que lleva, a menudo, a preferir procesos de externalización a los de orientación vertical, a una orientación hacia el cambio constante, para transmitir las señales adecuadas a los mercados financieros, y a un carácter cada vez más predominante de los departamento y profesiones asociadas a la contabilidad y las finanzas en la gestión de las empresas. Por último, la financiarización se ha entendido también, como la “financiarización de la vida cotidiana”. Es decir, la incorporación de elementos financieros, como el crédito al consumo o las hipotecas, como una parte cada vez más importante de la vida cotidiana de los habitantes del planeta. Estos tres significados del término comparten algunos elementos, por lo que puede llegar a afirmarse que la “financiarización” sería la fase actual del capitalismo. Siguiendo a de Beckert (2013, 2014), la financiarización implica la asunción de unos marcos mentales temporales determinados: la orientación hacia un futuro que se pretende predecible y cuantificable. En este sentido, la financiarización enlaza con tendencias de largo alcance como la burocratización que ya señalara Weber y la tendencia hacia la cuantificación que más recientemente estudiara Ritzer. Palabras clave: financiarización, régimen de acumulación, gestión empresarial, vida cotidiana, marcos temporales 1 Autor para correspondencia: correo electrónico: [email protected]; Teléfono móvil: 610 80 93 02. Dirección Postal: Universidad de La Laguna, Facultad de Economía, Empresa y Turismo, Departamento de Sociología y Antropología Social, Apartado 456, San Cristóbal de La Laguna- Tenerife. 2 Alumna del programa de Doctorado “Sociedad, Derecho y Turismo”, Universidad de La Laguna.

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La financiarización de la sociedad: revisión teórica y propuestas de

análisis. Manuel Ángel Santana Turégano

1, Nisamar Baute Dorta

2.

Universidad de La Laguna

1 Introducción .............................................................................................................. 2

2 El concepto de financiarización: definición. ............................................................. 3 3 La financiarización: origen del concepto y diferentes tradiciones. ........................... 5 4 La financiarización como financiarización de la vida cotidiana. .............................. 7 5 La financiación y los nuevos paradigmas de gestión. ............................................. 10 6 La financiarización y los nuevos regímenes de acumulación. ................................ 11

7 Conclusiones: financiarización y peformatividad. .................................................. 12 8 Referencias. ............................................................................................................. 18

Resumen: en los últimos años se viene hablando de la financiarización como un

concepto central para comprender las sociedades contemporáneas. Al igual que sucede

con otros términos que se popularizan en los medios de comunicación de masas, como

el de la globalización, se trata de un concepto cuyo uso se ha popularizado sin que se

tenga muy claro de sobre qué se está hablando. La financiarización ha sido definida

como “un incremento del poder financiero en lo económico, lo político y lo social”

(Benito Alonso y Rodríguez Fernández, 2012). Aunque estas definiciones amplias

tienen la virtud de incluir la mayoría de aspectos que se pueden ver influenciadas por el

fenómeno, resultan poco útiles para acometer un estudio empírico del mismo. En este

sentido Van der Zwan (2014) distingue tres significados del término. Para la escuela de

la regulación la financiarización sería una nueva fase del capitalismo en que la plusvalía

de las empresas se obtiene, fundamentalmente en entornos y con medios asociados al

campo financiero. Desde el punto de la gestión empresarial, la financiarización se asocia

a la emergencia del shareholder value como principio gestor de la gestión de las

corporaciones: las empresas se orientan a maximizar el valor para el accionista, lo que

lleva, a menudo, a preferir procesos de externalización a los de orientación vertical, a

una orientación hacia el cambio constante, para transmitir las señales adecuadas a los

mercados financieros, y a un carácter cada vez más predominante de los departamento y

profesiones asociadas a la contabilidad y las finanzas en la gestión de las empresas. Por

último, la financiarización se ha entendido también, como la “financiarización de la vida

cotidiana”. Es decir, la incorporación de elementos financieros, como el crédito al

consumo o las hipotecas, como una parte cada vez más importante de la vida cotidiana

de los habitantes del planeta. Estos tres significados del término comparten algunos

elementos, por lo que puede llegar a afirmarse que la “financiarización” sería la fase

actual del capitalismo. Siguiendo a de Beckert (2013, 2014), la financiarización implica

la asunción de unos marcos mentales temporales determinados: la orientación hacia un

futuro que se pretende predecible y cuantificable. En este sentido, la financiarización

enlaza con tendencias de largo alcance como la burocratización que ya señalara Weber

y la tendencia hacia la cuantificación que más recientemente estudiara Ritzer.

Palabras clave: financiarización, régimen de acumulación, gestión empresarial, vida

cotidiana, marcos temporales

1 Autor para correspondencia: correo electrónico: [email protected]; Teléfono móvil: 610 80 93 02.

Dirección Postal: Universidad de La Laguna, Facultad de Economía, Empresa y Turismo, Departamento

de Sociología y Antropología Social, Apartado 456, San Cristóbal de La Laguna- Tenerife. 2 Alumna del programa de Doctorado “Sociedad, Derecho y Turismo”, Universidad de La Laguna.

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1 Introducción

En los últimos tiempos se ha generalizado el uso del término “financiarización”, tanto

en ámbitos políticos y mediáticos como académicos. Como suele suceder a menudo con

los neologismos que alcanzan el favor del gran público, este término se suele usar de

manera un tanto ambigua y a menudo contradictoria, de manera que en ocasiones es

difícil saber de qué se habla cuando se habla de financiarización. Aun así, parece existir

la promesa implícita de que se trata de un concepto fundamental que permite entender

gran parte de las dinámicas fundamentales de las sociedades contemporáneas. Si

entendemos en qué consiste la “financiarización de la sociedad” podremos comprender

y analizar muchos de los fenómenos que están dando forma a las sociedades

contemporáneas, desde la crisis económico- financiera de 2007-08 a los procesos de

deslocalización productiva y globalización, los cambios en la importancia de los

distintos sectores productivos, ocupaciones y grupos sociales e incluso la emergencia (o

el declive) de países o grupos de países. En palabras de Lapavitsas (2011:611,

traducción y adaptación propia) “la financiarización es una de las ideas más

innovadoras surgidas de la economía política radical en los últimos años, cuyo

atractivo teórico reside en la capacidad para conectar la crisis actual con el

crecimiento de las finanzas. Puede arrojar luz sobre las transformaciones estructurales

de las economías capitalistas en los últimos treinta años, con sus implicaciones

sociales, pero aún no se ha definido adecuadamente”. En definitiva, la idea subyacente

a la hipótesis de la financiarización de la sociedad es que el rasgo definitorio de las

sociedades en los últimos años (aproximadamente, a partir de la década de 1990) sería

la financiarización. Si en el pasado reciente los fenómenos que han dado forma a la

sociedad han sido los procesos al desarrollo y evolución de la industria, y para el

análisis de los mismos se crearon conceptos como los de sociedades modernas,

industriales, de modernidad líquida, postmodernas o postindustriales (según el autor que

sigamos) en la actualidad lo que estaría dando lugar a nuevas formas sociales y

económicas serían los procesos asociados al auge de las finanzas, y la financiarización

sería el proceso que permitiría entender todos estos procesos.

Como sucede en el caso de todos los grandes cambios macro- sociales la

financiarización tendría causas tecnológicas y sociales, que se interrelacionan de forma

que resulta prácticamente imposible separar unas y otras. Al igual que sucedió con la

revolución agrícola o la revolución industrial, los cambios se relacionan con cambios

tecnológicos, o más concretamente con la implementación y las consecuencias sociales

de estos cambios tecnológicos. La que se ha dado en llamar revolución en las

tecnologías de las comunicaciones está en la base de los cambios hacia la

financiarización de la sociedad, pues ha hecho posibles formas de relacionarse

socialmente a través del dinero anteriormente impensables. A título de ejemplo piénsese

que, no hace tanto, el movimiento de capitales implicaba, físicamente, movimiento: para

llevar, pongamos por caso, un millón de dólares de un país a otro, había que llevarlo en

varios maletines, transportarlo físicamente, mientras que ahora el “movimiento de

capitales” es una expresión que alude a una movilidad “virtual”: los millones no van

físicamente de un lugar a otro, los movimientos de capitales a menudo son tan sólo

operaciones en los sistemas informáticos de la banca. Pero los cambios sociales nunca

son consecuencia directa, inmediata e inevitable (en el sentido de “natural”) de los

cambios tecnológicos. Los cambios en la regulación son un elemento clave que

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determina el sentido social de los cambios en la tecnología. Los avances tecnológicos

hacen posible determinados cambios, pero son los usos y la aceptación social lo que

acaba determinando el sentido de los cambios. La tecnología permite ahora el

movimiento de capitales en un grado y con una intensidad nunca vistos hasta ahora.

Pero para que estos movimientos se hayan convertido en realidades ha sido necesario un

determinado tipo de regulación macro y micro social.

En este trabajo, partiendo del convencimiento de que los cambios en cómo se organiza

la esfera de las finanzas tienen tal transcendencia social que cabe hablar de una

“financiarización” de la sociedad haremos un repaso por el surgimiento del concepto,

analizando los distintos significados en función de las distintas escuelas. Haremos

referencia a los motivos para la popularización del término, y su ambiguo estatus, entre

un concepto propiamente académico y otro más bien mediático. Repasaremos algunas

de las investigaciones empíricas que se han realizado utilizando el concepto, y por

último propondremos una propuesta de operacionalización. Tal y como aquí lo

planteamos el significado sociológico de la financiarización tiene que ver con un

cambio en la manera en que las personas se relacionan a través del dinero, que se da

tanto en el ámbito espacial como en el temporal. En el ámbito espacial establecemos

relacionas financieras con personas muy distantes, en un grado y con una intensidad

nunca vistas. En el ámbito temporal establecemos relaciones financieras a corto plazo;

pese a que esto tiende a naturalizarse, las relaciones financieras no tienen por qué ser

intrínsecamente a corto plazo. Para terminar realizaremos algunas apreciaciones acerca

de lo que implicaría una agenda de investigación sociológica para comprender la

evolución de las sociedades contemporáneas a través del concepto de financiarización.

2 El concepto de financiarización: definición.

La financiarización podría definirse, a grandes rasgos, como el predominio del mundo

de las finanzas en la sociedad. De la misma manera en que la industrialización supuso

un nuevo orden social en el que la producción masiva de bienes, mediante el uso de la

ciencia y la tecnología, estructuró el conjunto de la sociedad, la financiarización es

planteada a menudo como un nuevo orden social, en el que un nuevo sector

económico (las finanzas) sustituye a la industria como motor del crecimiento

económico y espejo en el que se mira el resto de la sociedad para copiar formas de

ser, de hacer y de ver el mundo. Nuevos actores sociales sustituyen a los antiguos en

los puestos de mayor relevancia social y los industriales e ingenieros del capitalismo

industrial se ven en la actualidad desplazados por banqueros y analistas financieros

como referentes en el imaginario colectivo. En las épocas de las sucesivas revoluciones

industriales la aplicación tecnológica de los conocimientos de ciencias como la física o

la química estaban en la base de las decisiones productivas que se tomaban, lo que

permitió el desarrollo de sectores productivos claves que estructuraron el sistema

productivo. En la época de la financiarización lo que se presenta como soluciones

“técnicas” de una supuesta ciencia “económico- financiera” constituye el discurso en

base al que se legitima la toma de decisiones. La asociación entre las tecnologías

(Internet, telefonía móvil, smartphones) y los procesos productivos que éstas facilitan

(deslocalización; nuevas formas de financiación como la titularización y el

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apalancamiento o leverage) transforman las estructuras productivas, sociales e incluso

mentales de las sociedades contemporáneas.

En este sentido la financiarización ha sido definida como “el incremento del poder

financiero en lo económico, lo político y lo social, hasta tal punto que (…) el complejo

entramado de mercados, actores, agencias, fondos, bancos, empresas, consultoras,

intermediarios, vendedores y comisionistas (…) han conseguido troquelar el

comportamiento de los demás agentes e instituciones públicas y privadas hasta llegar a

decretar qué es lo legítimo e hasta incluso qué es lo “real” (Benito Alonso y Fernández

Rodríguez, 2012:10, adaptación propia). En definitiva, la idea general vendría a ser que

la financiarización tiene que ver con la creciente importancia de las finanzas en la

economía, la sociedad y la política. En lo económico la creciente importancia de las

finanzas se traduciría en una participación cada vez mayor del sector financiero (como

quiera que éste se defina) en el Producto Interior Bruto, el empleo y otras variables

económicas clave. En cuanto al creciente peso de lo financiero en la sociedad, se

reflejaría en la preeminencia social, en términos de salarios, estatus y legitimidad en el

discurso que se otorga a las profesiones asociadas al sector financiero. Esto se refleja,

entre otras cuestiones, en el número de estudiantes que se matriculan en estudios

“financieros” (frente a la caída de matrículas en estudios de ingeniería, tradicionalmente

ligados a la industria), en el tratamiento mediático que reciben las acciones de la banca

(y sus representantes) e incluso en el surgimiento de obras de ficción dedicadas a

ensalzar el rol de algunos financieros. Por último, la influencia lograda por el ámbito de

lo financiero en lo político se traduciría en dos fenómenos relacionados. Por un lado, la

influencia de lo financiero en la política se refleja en la capacidad del sector financiero

de influir en la política, y en este sentido un ejemplo especialmente paradigmático son

los condicionantes que el pago de la deuda impone a las políticas públicas. Por otro

lado, esta influencia de las finanzas en lo político se ve también en que, cada vez más,

se tiende a ver como socialmente deseable o incluso necesario que los puestos más

importantes de una sociedad los ocupen profesionales de las finanzas o al menos

personas con formación en el área.

En definitiva, desde este punto de vista la financiarización sería una nueva fase de la

historia en que la financiación se convierte en un elemento clave en cómo se articulan

las sociedades humanas. Pero no cabe hablar de que esto sea una novedad, ya que, en

realidad es imposible pensar, si quiera en términos lógicos, en una sociedad para la cual

la financiación no haya sido una cuestión clave. Lo novedoso es cómo se gestiona la

financiación, no que ésta sea una cuestión socialmente clave. La financiarización no

tiene que ver con que la financiación se convierta en una cuestión social clave, sino

con que ésta se da a través de unos canales determinados. De hecho, un elemento

clave de la financiarización es el oscurecimiento del hecho de que la financiación es una

cuestión intrínsecamente social. Pues, en términos sociológicos, la financiación no es

más que el proceso mediante el cual los recursos de unos grupos sociales permiten a

otros grupos acometer actividades que no podrían hacer de tener que limitarse con sus

recursos propios. Durante su infancia todos los padres financian a sus hijos: con ayuda

del estado, de la banca o de la comunidad, les permiten llevar a cabo actividades

(estudiar, jugar) que no podría hacer, o al menos no durante tanto tiempo y con tanta

intensidad, de contar tan sólo con los recursos propios. Desde este punto de vista podría

plantearse que la vida de la especie humana es, por su propia condición animal,

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intrínsecamente “financiada”, ya que el período de crianza en los seres humanos es

incomparablemente mayor que el de otras especies. En Sociología Económica existe

una larga tradición de estudio de los tipos de relaciones que se dan en torno a la

economía y que permiten la transferencia de recursos entre grupos humanos

(reciprocidad, redistribución, relaciones de mercado; al respecto véase Mingione, 1994).

Al plantear sus tipos ideales de capitalismo (al respecto puede verse, por ejemplo,

Santana Turégano, 2007) Weber recordaba que uno de los mecanismos mediante el cual

los recursos de unos grupos sociales pueden financiar las actividades de otros es a través

de la apropiación mediante guerra o rapiña. En cuanto al crédito como mecanismo de

financiación, es un tipo de relación social con más de 5.000 años de antigüedad, es

decir, prácticamente desde que las sociedades humanas empiezan a complejizarse surge

algún tipo de relación de crédito (Beckert, 2013). Por lo tanto, lo novedoso en la

financiarización no es la financiación, sino el carácter que ésta toma.

3 La financiarización: origen del concepto y diferentes

tradiciones.

E concepto de financiarización intenta reflejar cómo el fenómeno de la financiación, un

tipo de relación social que se ha dado en todos los tiempos y culturas, se empieza a

manifestar de una forma significativamente distinta a partir de finales del siglo XX en

las sociedades capitalistas más avanzadas, lo que tiene importantes consecuencias

sociales. El concepto de surge a finales del siglo XX en el mundo académico anglosajón

(fundamentalmente en los EEUU) para dar cuenta de los importantes cambios

sociopolíticos que atravesaba la primera economía mundial (los Estados Unidos). Tiene

dos fuentes teóricas diferenciadas, la economía política y la sociología económica, que

se interrelacionan sólo parcialmente y que son periféricas respecto a la disciplina

hegemónica en la construcción del discurso dominante sobre la realidad socio-

económica, la corriente principal de la economía neo clásica, en la línea de la Escuela

de Chicago. Como señala García-Arias (2015), desde inicios del siglo XXI el término

inglés “financialization” se ha convertido en un concepto ampliamente usado en las

revistas académicas de más impacto en sociología, geografía, ciencia política y

economía no ortodoxa, pero es prácticamente inexistente en las revistas y ámbitos

académicos dominados por la economía ortodoxa. Esto es un reflejo del hecho de que

en Ciencias Sociales la mera conceptualización de un fenómeno implica una toma de

postura ideológica acerca del mismo. Como plantea dicho autor, para el pensamiento

económico convencional el término es difícilmente distinguible del concepto de

finanzas. No distinguir la financiarización de la financiación implica ver (y analizar) los

importantes cambios que se han dado en la manera en que se hace efectiva la

financiación en los últimos años como una cuestión meramente técnica (económico-

financiera), soslayando las importantes consecuencias sociales, en términos de

desigualdad y de nuevas formas de hacer políticas públicas y empresariales, que acaban

teniendo importantes consecuencias para la vida cotidiana de las personas.

Como suele suceder con los procesos multidimensionales con fronteras borrosas, el

término “financiarización” carece de una definición de consenso y no ambigua en la

literatura académica, como remarca García- Arias (2015). Haciendo una síntesis de la

literatura existente, plantearé aquí que existen fundamentalmente dos tradiciones en el

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análisis y conceptualización de la financiarización. Por un lado, la tradición de la

economía política, sintetizada en la obra de Lapavitsas (2013). Por otro, la tradición de

la Sociología Económica, sintetizada en la obra de Van der Zwan (2014). Son dos

tradiciones que se relacionan sólo parcialmente porque, tal y como plantea Beckert

(2013), compartiendo el distanciamiento de las premisas de la economía clásica y el

interés por los fenómenos socio- económicos, las tradiciones intelectuales de la

economía política y de la sociología económica difieren, entre otras cuestiones, en el

ámbito de análisis que se privilegia (macro frente a micro, respectivamente), en las

cuestiones a analizar (regímenes de acumulación frente a sistemas de gestión u

orientaciones temporales) y, a menudo también, en las técnicas y enfoques que se

aplican, por lo que no es sorprendente que estudiando un mismo fenómeno se llegue a

conceptualizaciones ligeramente distintas del mismo.

Desde el punto de vista de la Economía Política la financiarización sería “una

transformación sistémica de las economías capitalistas maduras que comprende tres

elementos: en primer lugar, las grandes corporaciones no financieras han reducido su

dependencia de los préstamos bancarios y han adquirido capacidades financieras; en

segundo lugar, los bancos han expandido sus actividades de mediación en los mercados

financieros, además de prestar a los hogares; en tercer lugar, los hogares se han

involucrado cada vez más en el ámbito de las finanzas, tanto como deudores como

titulares de activos financieros (Lapavitsas, 2013:611, traducción y adaptación propias).

Desde un punto de vista más cercano a la Sociología Económica, van der Zwan (2014)

define a la financiación como un conjunto de cambios en las economías y sociedades

contemporáneas con tres manifestaciones distintas en función de los ámbitos de análisis.

En primer lugar, a nivel macro, la financiarización se relaciona con la emergencia de un

nuevo régimen de acumulación, siguiendo la tradición de la escuela francesa de la

regulación, y de las aportaciones que desde la economía política marxista, en la línea de

la Monthly Review se han realizado. En segundo lugar, a nivel meso, la financiarización

se concreta en un nuevo paradigma en la gestión empresarial: las empresas pasan a

gestionarse en función del shareholder value. Siguiendo la línea iniciada ya a mitad de

la década de 1980 por sociólogos tan influyentes en la teoría de la organización

norteamericana como Fligstein (véase Fligstein, 1987), la financiarización se asocia con

cambios en los equilibrios de poder en el seno de las grandes empresas, que son, cada

vez más, propiedad de una multitud de accionistas, entre los que juegan un papel clave

los inversores institucionales, es decir, los fondos de pensiones o de inversión que

canalizan los ahorros de muchos pequeños (o no tan pequeños) inversores (particulares

o no) hacia unas u otras acciones. Esto cambia la forma en que se elaboran las

estrategias empresariales, que se orientan cada vez más al corto plazo 3

Por último, en

tercer lugar, la financiarización tiene que ver también con lo que se ha dado en llamar

“la financiarización de la vida cotidiana”: la penetración del ámbito de lo financiero en

ms y más aspectos de la vida cotidiana de un número cada vez más amplio de personas

en todo el planeta.

3 Se trata de un tipo de capital que es también, crecientemente transnacional. Por poner un ejemplo, gran

parte de las acciones de una gran empresa petrolífera española puede estar en manos de un fondo de

inversión que se gestiona desde otro país. Puede tratarse de un fondo soberano, como es el caso de los

países productores de petróleo; puede ser, en otros casos, el fondo de pensiones de los empleados

públicos del estado de California, conocido como Calpers).

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4 La financiarización como financiarización de la vida cotidiana.

Como podemos ver existe consenso acerca de la idea de que la financiarización

constituye una transformación de las economías (y sociedades) contemporáneas. Pero

existe bastante menos consenso acerca de en qué consiste esta transformación. De los

tres elementos señalados por Lapavitsas (2013), sólo uno resulta coincidente con la

caracterización que desde un enfoque más cercano a la Sociología Económica se hace

del fenómeno, lo que se ha dado en llamar “financiarización de la vida cotidiana” (Van

der Zwan, 2014; Kornrich y Hicks, 2015). En los últimos 50 años las finanzas han

dejado de ser un ámbito social especializado. A mitad del siglo XX sólo una reducida

parte de la población mundial tenía contacto cotidiano con dicho mundo, y su vida se

veía afectada por él. El número de personas que poseían cuentas corrientes y medios

financieros de pago (tarjetas de crédito y débito), que poseían activos financieros

(depósitos, acciones de empresas, bonos estatales) y/o que se relacionaban con la banca

en cuanto que deudores (tenían hipotecas o préstamos al consumo) era muy limitado:

afectaba tan sólo a una pequeña parte de la población de los países más centrales del

capitalismo. Lo que es nuevo no es el fenómeno en sí, sino su extensión, tanto

geográfica como entre las distintas clases sociales. Como relata de manera magistral

Piketty (2014), desde finales del siglo XVIII y principios del XIX existían en Francia y

el Reino Unido grupos sociales que basaban parte de su estilo de vida en lo que podría

considerarse el cobro de rentas financieras (bonos del estado)4.

¿Qué significado sociológico tiene esta “financiarización” de la vida cotidiana? Desde

la perspectiva sociológica la financiación no deja de ser una manera en que unas

personas se relacionan con otras. En este sentido, la financiarización de la vida cotidiana

implica que, a menudo sin ser conscientes de ello, mantenemos relaciones con otras

personas muy distantes geográfica, social y económicamente, y en un sentido que a

menudo se escapa a los sujetos que mantienen estas relaciones. Como plantea Piketty

(2014), usando ejemplos de las novelas de Jane Austen y Balzac, quien a finales del

XVIII o principios del XIX tenía capital (dinero) tenía dos maneras de mantenerlo /o

incrementarlo. Podía tener tierras en propiedad, y cobrar una renta por el uso de las

mismas a los agricultores que las ponían en explotación. O bien, y es una opción que se

va incrementando a medida que se va desarrollando el sistema financiero, podía vender

sus tierras e invertir el líquido resultante en activos financieros, que entonces eran

fundamentalmente bonos emitidos por los gobiernos para financiar sus actividades, en

menor medida acciones de empresas mercantiles5. Por su parte, quien en aquella época

4 En la primera mitad del siglo XX, en el período de entreguerras, obras literarias como la de Hemingway

retrataban el estilo de vida de una clase adinerada cuyas formas de vida se explicaban en gran medida, ya

entonces, por la evolución de las finanzas internacionales. La novela de 1926 “Fiesta” (en inglés “The

sun also rises”) retrata el estilo de vida de los expatriados americanos en París, donde se habían instalado

favorecidos por el tipo de cambio; algunos de los personajes eran adinerados ingleses que habían

invertido su fortuna en bonos de guerra franceses y que consecuentemente se habían arruinado.

5 La bolsa de Londres se había fundado en 1801, si bien existían antecedentes desde que finales del siglo

XVII. Ya entonces la Bolsa de Ámsterdam operaba, en el sentido moderno, desde la fundación de la

Compañía Holandesa de las Indias Orientales, que, según algunas estimaciones, pagó un dividendo medio

del 16% entre 1602 y 1650. Desde los inicios de la época moderna (en España, los Reyes Católicos) los

gobernantes han recurrido a métodos de financiación relativamente impersonales para financiar sus

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carecía de capital sólo tenía una forma de conseguir “financiación” para sus actividades:

solicitarlo a quien poseía el capital. Lo cual se traducía, en la mayoría de los casos, en

pagar por el uso del capital. Para los trabajadores agrícolas, entregar una parte de la

producción (agrícola) a quienes poseían el capital (los terratenientes). Para las personas

que deseaban tener una vivienda, pagar un alquiler al propietario que la posee. En una

economía poco financiarizada las relaciones económicas unen a personas concretas, con

nombres y apellidos: el terrateniente X, el medianero Y; el casero W, el inquilino Z. Se

trata de personas que están físicamente cercanas, si bien socialmente pueden vivir en

mundos aparte.

En la medida en que la sociedad se va financiarizando, las relaciones económicas se van

despersonalizando. Así, en vez de agricultores ingleses o franceses que entregan una

parte de la producción a los propietarios de la tierra (también ingleses o franceses) nos

podríamos encontrar con autónomos o pequeños empresarios indonesios que pagan una

parte de la producción (en concepto de “pago de intereses”) a los propietarios del capital

(el préstamo que solicitaron para iniciar la actividad), que puede ser una multitud de

pequeños ahorradores situados en distintos países y agrupados en un fondo de inversión.

En el mismo sentido, en lugar de pagar un alquiler a una persona concreta, a menudo

pagamos una cuota por una hipoteca a un banco. Cuando la actividad de la banca era

fundamentalmente local y no existía la titularización, ello implicaba que estábamos

pagando, de manera indirecta, una renta a los ahorradores o capitalistas locales. En la

actualidad mediante la titularización de las hipotecas, y dado que muchos fondos de

inversión invierten en gran medida en activos inmobiliarios, podríamos decir que, en

sentido figurado, al pagar una hipoteca en muchos casos es como si estuviéramos

pagando un alquiler a un conjunto de pequeños “caseros” que pueden estar unos en

Alemania y los otros en Australia.

Como muestra Van der Zwan (2014) existe una importante literatura en inglés que

estudia de manera empírica las formas que ha ido adoptando esta financiarización de la

vida cotidiana mediante estudios de casos, fundamentalmente en Estados Unidos. Así,

se han analizado cómo han ido surgiendo una “popularización de las finanzas”, que ha

incorporado a los hogares de clases medias y bajas a los mercados financieros, mediante

la inversión en fondos de pensiones, los créditos al consumo, las hipotecas y otros

productos financieros de masas. Como plantean Kornrich y Hicks (2015), el concepto

de financiarización, originado en el entorno académico anglosajón, responde en parte a

las particularidades de dichas sociedades, por lo que se cuestiona a veces su aplicación a

escala planetaria. En este sentido podría decirse que la popularización de la inversión,

sea en fondos o directamente en acciones, es un fenómeno más generalizado en los

países anglosajones que en España o en otros países, si bien está indudablemente en

ascenso en todo el mundo. Pero los otros dos fenómenos que se asocian a la

financiarización de la vida cotidiana, como son los créditos al consumo y las hipotecas

tienen una gran transcendencia para el conjunto del planeta, si bien evidentemente

existen variaciones por países. En España las hipotecas representan un papel clave en

esta financiarización de la vida cotidiana, al tratarse de unos de los países en que el

empresas y/o campañas, reclamando dinero de sus súbditos, nobles o pueblo llano. Esto es un cambio

respecto a métodos más feudales en que el carácter personal de las relaciones era más evidente. La

relación de vasallaje implicaba, obligación de realizar aportaciones económicas (de financiar) para el

vasallo y obligación de proveer de una serie de bienes y/o servicios (fundamentalmente, protección frente

al pillaje y la guerra) para el soberano.

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porcentaje de viviendas en propiedad es más elevado; en otros países europeos pueden

tener más importancia los créditos al consumo. Así por ejemplo, en Francia el nivel de

viviendas en propiedad es más bajo, pero los créditos al consumo se han desarrollado

más, lo que explica que empresas francesas como Cetelem o Cofidis jueguen un papel

clave en dichos mercados en nuestro país (sobre los créditos al consumo en Francia

véase Ducourant, 2012). Por último, en países en vías de desarrollo otros instrumentos

financieros como los microcréditos juegan quizá un papel más importante en la

financiarización de la vida cotidiana (véase García- Arias, 2015, sobre financiarización

y desarrollo).

En cualquier caso, este fenómeno ha sido posible por importantes cambios tecnológicos

e institucionales. Por un lado, los avances en las tecnologías de la información han

hecho posible que todo tipo de personas se conviertan en inversores, sin necesidad de

estar físicamente en la cercanía de las bolsas y de los grandes centros financieros. Al

mismo tiempo, para que este fenómeno se haya dado ha sido importante el papel de

intermediarios jugado por la banca, el desarrollo de productos novedosos como los

derivados financieros, modelos matemáticos y teorías económicas que legitiman estas

prácticas (MacKenzie, 2006) e instituciones globales que los monitoricen (Sinclair,

2014). Por último, la financiarización de la vida cotidiana implica la generalización de

unos determinados esquemas mentales. Van der Zwan (2014) pone de manifiesto como

la financiarización se ha dado en paralelo a la generalización de un ethos caracterizado

por discursos de asunción de riesgos, auto gestión y auto satisfacción. Boltanski (2015)

señala que la en los últimos treinta años se han dado cambios importantes en los

mecanismos de evaluación financiera, que han entronizado a determinados métodos de

evaluación financiera6, como los únicos posibles. Para esta autora, la financiarización

tiene que ver con la colonización de métricas y razonamientos propios de una

determinada concepción de las finanzas, lo que ella denomina “evaluación

financiarizada” de ámbitos de la vida de los que hasta entonces estaba ausente. La

evaluación financiarizada podría definirse como el uso de procesos de evaluación

basados en los modelos, instrumentos y representaciones mentales de las corrientes

dominantes entre los profesionales de las finanzas en los últimos años. Siguiendo a

Boltanski, la evaluación financiarizada colonizó en primer lugar las actividades

financieras. Estos sistemas de evaluación se han desarrollado recientemente, ya que

históricamente las propias actividades financieras han usado criterios de evaluación

distintos de los que ahora tienden a presentarse como únicos. Posteriormente, esta

evaluación financiarizada ha colonizado todo tipo de actividades, desde las actividades

artísticas al medio ambiente, para alcanzar por último a toda la vida cotidiana. De forma

coloquial, podría afirmarse que la financiarización tiene que ver con que al final todos

acabamos viendo todos los ámbitos de nuestra vida con la mentalidad de un analista

financiero contemporáneo, evaluando rentabilidades, probabilidades de éxito de la

inversión y otras cuestiones similares en función de estas herramientas conceptuales,

basados en conceptos estadísticos como la predicción de comportamientos futuros en

base a proyecciones del pasado que han sido fuertemente criticados (al respecto véase

por ejemplo Taleb, 2013). En cualquier caso, el primer paso de esta colonización ha

6 En concreto, el Valor actual neto (NPV, por sus siglas en inglés, Net Present Value), las estimaciones

del valor basadas en probabilidades (probability- based estimation of value) y los precios de mercado

(market prices)

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sido la victoria de este tipo de enfoques en la gestión de las empresas, por lo que es lo

que analizaremos a continuación.

5 La financiación y los nuevos paradigmas de gestión.

Como ya señalamos anteriormente la financiarización suele entenderse también como la

extensión de un nuevo paradigma de gestión empresarial basado en el shareholder value

y, en paralelo a esto, en la función cada vez más importante que juegan los

profesionales de las finanzas (entendidas en una manera determinada) en la gestión de

las empresas. Se trata de un proceso que, si bien se inicia en las grandes empresas

americanas (lo que en inglés se denomina “corporations”) se extiende posteriormente

como modelo a seguir para el conjunto del tejido empresarial. Sobre esta línea se han

realizado numerosos trabajos empíricos, tanto en los Estados Unidos como en otros

países como Japón, Reino Unido o Alemania, y aportaciones como la de Froud et al

(2006) han tenido una considerable influencia.

El concepto de valor para el accionista (shareholder value) es una teoría de la gestión

empresarial que prioriza al accionista frente a otros agentes que intervienen en empresa.

Van der zwan (2014), haciendo una exhaustivo repaso de la literatura existente señala

tres significados distintos que se dan a este concepto. En primer lugar, el shareholder

value ha sido definido como una concepción financiera de la empresa en la que la

eficiencia empresarial se redefine como la habilidad de maximizar los dividendos y

mantener elevados los precios de las acciones (Fligstein, 1990). En segundo lugar, el

concepto de shareholder value se ha asociado a un determinado conjunto de prácticas de

negocio, como la introducción de estándares internacionales de contabilidad y la

orientación al corto plazo, lo que acaba influyendo en cuestiones clave como la

externalización de actividades productivas por parte de las empresas. Por último, esta

idea de “valor para el accionista” o shareholder value ha sido conceptualizada también

como un constructo discursivo, un lenguaje de expectativas de los mercados financieros

que opera de manera independiente al rendimiento de una empresa, en la línea de los

trabajos de Froud et al (2006).

La preocupación central última de este enfoque de la financiarización como shareholder

value es cómo la evolución de los mercados financieros influye en la gestión cotidiana

de las empresas. Esta influencia puede darse a través de tres mecanismos. En primer

lugar, para las empresas que cotizan en bolsa, la influencia de los mercados financieros

en la gestión cotidiana de las empresas pasa por la manera en que los primeros han

evolucionado en los últimos años. Las tendencias en los últimos años, como la

automatización del comercio o trading y la liberalización del mercado de capitales han

ocasionado que, en la actualidad, quienes poseen acciones las mantengan durante

períodos de tiempo mucho más pequeños que antiguamente: “mientras que en 1965 los

fondos de pensiones norteamericanos mantenían las acciones durante un promedio de

46 meses, en el año 2000 gran parte de la cartera de estos inversores institucionales

cambió de mano cada 3,8 meses como promedio” (Sennet, 2006:39). Esto implica un

nuevo modo de gestionar las empresas. Cuando las acciones pueden comprarse y

venderse fácilmente en el mercado de capitales, y especialmente cuando la

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remuneración de los gerentes se relaciona con las participaciones en el capital (stock

options) la gestión se centra, más que en lograr incrementar los dividendos que se pagan

por cada acción, lo cual depende en último término de rendimiento de la empresa, en

lograr que se incremente el precio por acción: “la medida de los resultados estaba en el

precio de las acciones y no en los dividendos de la empresa. Comprar y vender

acciones en un mercado abierto y fluido redituaba más rápidamente- y más

abundantemente- que el mantener los valores accionarios durante un tiempo

prolongado” (Sennet, 2006: 39). En principio esta nueva manera de gestionar las

empresas afectaría de manera directa tan sólo a las grandes empresas cuyo capital está

repartido en acciones que cotizan en bolsa, y sus valores son por lo tanto fácilmente

intercambiables. Para el caso de España se trataría de las empresas cotizadas en “Bolsas

y Mercados Españoles (www.bolsasymercados.es). Siendo este estilo de gestión

originario de los Estados Unidos cabe pensar que existen importantes diferencias entre

países, en la línea de lo que señala la literatura denominada “variedades del capitalismo”

(al respecto véase, por ejemplo, Hall y Soskice, 2001; para una revisión actual,

Schneide y Paunescu, 2012). Van der Zwan (2014), haciendo un revisión de la literatura

existente sobre la financiarización como shareholder value muestra que existen

diferencias importantes entre países, y parece que estudiar el caso español podría

contribuir a rellenar un vacío en el conocimiento.

En cualquier caso, este nuevo paradigma de gestión empresarial, orientado a conseguir

incrementar el valor de las acciones, más que a incrementar el rendimiento por acción,

se extiende también a otro tipo de empresas que no cotizan en bolsa. Para aquellas que,

para financiarse, recurren fundamentalmente a la banca (a los mercados financieros), la

presión puede pasar por la manera en que se solicitan los documentos (contables) para

acceder a la financiación, lo que acabaría teniendo, en cualquier caso, un efecto

disciplinario. Por último, y en relación con esto, los nuevos paradigmas de gestión

empresarial, inspirados en empresas que cotizan en bolsa y en las cuales los gerentes

son directivos profesionales que cobran parte de su remuneración en forma de

participación en acciones (stock options) se convierten en una moda que los centros de

difusión del pensamiento (como, por ejemplo, la Harvard Business School) difunden

por todo el mundo, y que se tiende a enseñar y/o asumir como modelos a imitar también

para la dirección de empresas que, por financiarse de otra manera, podrían gestionarse

también de modo distinto.

6 La financiarización y los nuevos regímenes de acumulación.

Hemos dejado para el final el primer significado que Van der Zwan (2014), en la que

posiblemente es la revisión más sistemática sobre el tema, otorga al término de

“financiarización”. La financiarización ha sido definida como un nuevo régimen de

acumulación, en el que los beneficios se obtienen fundamentalmente a través de canales

financieros y no a través del comercio y la producción de mercancías (Krippner,

2005:274; citado en Van der Zwan, 2014:103, traducción propia). Desde este punto de

vista la financiarización se traduce en que no sólo se incrementaría el peso de la

industria financiera en el PIB de las economías más avanzadas, sino también en que los

beneficios que se consiguen a través de intereses, pago de dividendos y ganancias de

capital son mayores, para las grandes corporaciones no financieras, que los que se

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obtienen a través de la inversión productiva. Este enfoque, que sigue los planteamientos

de Arrighi (1994) sobre el declive de las economías, relaciona la financiarización con

una ralentización de la acumulación. Esta conceptualización de la financiarización surge

del análisis de la economía norteamericana. Desde este punto de vista, enfrentados a una

mayor competencia internacional y a las demandas de los titulares de las acciones de

una mayor remuneración por las mismas. Los fabricantes norteamericanos

externalizarían la producción a empresas extranjeras para rebajar los costes. En dicho

contexto, las ganancias de la productividad no se reinvierten en las empresa, sino que se

usan para adquirir productos financieros o se redistribuyen beneficios a los accionistas

(Van der Zwan, 2014).

Este tipo de planteamientos ha sido analizado de manera empírica en un número

monográfico de la prestigiosa Socio- Economic Review. Soener (2015) realiza un

análisis empírico en firmas del sector textil y del calzado en EEUU para comprender los

motivos por lo que las empresas se financiarizan. La financiarización, que ejemplifica

en el comportamiento empresarial de Nike, la considera la estrategia por la cual los

beneficios empresariales, que antes se dedicaban a fines como la reinversión, tienen en

el nuevo escenario dos destinos principales: por un lado, un mayor reparto de

beneficios. Por otra, la re- compra de inversiones financieras a corto plazo. Partiendo de

los enfoques de la economía institucionalista y de la economía política, incorporando

ideas como la de las “cadenas globales de valor”, identifica dos pautas distintas de

“financiarización”, concluyendo que el tipo de financiarización que efectivamente tiene

lugar se relaciona con el lugar que ocupa una empresa en la cadena global de valor.

Álvarez (2015) define la financiarización como dos procesos interconectados: por un

lado, la ascendencia creciente del sector financiero y su dominio de la economía; por

otra parte, la creciente participación de las corporaciones no financieras en los mercados

de capitales y en los servicios financieros, y analiza en qué medida esto puede influir en

la desigualdad salarial. De los resultados de su estudio para el caso de Francia deduce

que, en la medida en que las empresas dependen de los beneficios financieros en mayor

medida, tienden a disminuir la parte de los beneficios que dedican al pago de salarios.

En una línea de trabajo conectada parcialmente con ésta, Flaherty (2015), tras revisar las

distintas acepciones del término “financiarización”, plantea que en términos de

estructura de clases la era de la financiarización se relacionaría con el ascenso de una

“élite del poder financiero”, que obtiene su riqueza de los beneficios financieros e

inmobiliarias y de los pagos ejecutivos (executive pay) Por último, y en esta misma

línea, Hager (2015) explora la concentración de la deuda pública en las empresas

financieras, y plantea que ésta concentración se da en paralelo a cambios en las políticas

gubernamentales que benefician a estos poseedores de deuda pública

7 Conclusiones: financiarización y peformatividad.

De acuerdo a los datos expuestos por Godechot (2015), el peso del sector financiero en

el PIB se ha multiplicado por 1,7 desde la década de 1980, pasando de representar un

5% a un 8% de la economía, tanto para el conjunto de países de la OCDE como para los

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Estados Unidos. Aunque se trata sin duda de un crecimiento importante, no es

comparable al experimentado por la industria durante los procesos de industrialización.

A raíz de la Revolución Industrial el grueso de la población activa de los países

avanzados pasó de trabajar en la agricultura a hacerlo en la industria. En este sentido es

difícil plantear que la financiarización sea una transformación estructural comparable a

la industrialización. En teoría, el concepto de financiarización tendría su razón de ser en

que ayudaría a comprender las transformaciones estructurales de las economías

contemporáneas. Una primera precaución al respecto ya ha sido expuesta por autores

como Van der Zwan (2014): el término surge a partir del análisis de la sociedad y la

economía norteamericana y, como pone de manifiesto los trabajos de la literatura de las

“variedades del capitalismo”, es posible que los fenómenos que pretende recoger el

concepto de financiarización se den de manera relativamente distinta en otros países del

mundo. Por lo tanto, parece pertinente plantearse en qué medida el concepto puede

aplicarse a todo el mundo y en dónde residen las claves de su éxito, si tiene que ver con

su potencialidad para comprender las sociedades contemporáneas o con otros factores.

Y, sobre todo, es importante analizar en qué medida este nuevo concepto ayuda a

comprender mejor las sociedades contemporáneas.

En cuanto a la aplicabilidad del concepto a escala planetaria, empezando por el primero

de los significados de la financiarización que hemos revisado, parece evidente que la

“financiarización de la vida cotidiana” es mucho más intensa en países como los

Estados Unidos o el Reino Unido que en otros como Marruecos, Colombia o España. Es

innegable, en cualquier caso, que el rol que desempeña la cultura norteamericana en la

cultura mundial contribuye a difundir a escala planetaria fenómenos originariamente

anglosajones, y parece por tanto que un cierto grado de financiarización está presente

hoy en todas las sociedades del mundo. Entre otros motivos, porque instituciones como

el FMI o el Banco Mundial relacionan la ayuda que conceden al desarrollo con medidas

que acaban fomentando cierto grado de financiarización de la vida cotidiana. Así, por

ejemplo, podría plantearse que medidas como los microcréditos contribuyen al

surgimiento de una cierta mentalidad financiera, en entornos culturales para los cuales

ésta era completamente ajena hasta hace poco, al estilo de cómo ésta se ha desarrollado

históricamente en los centros capitalistas. En este sentido la “financiarización” puede

considerarse “la fase actual del capitalismo”, en la medida en que es un proceso que

implica la mercantilización, monetarización (y, en último término, financiarización) de

cada vez más ámbitos de la vida. En cuanto a la “financiarización como un estilo de

gestión” tendría un canal directo y otro canal indirecto de difusión. Por canal directo nos

referimos a que muchas compañías transnacionales, como las analizadas por Froud et al

(2006), provenientes o no de los USA, han acabado desarrollando estilos de gestión

cercanos al paradigma del sharholder value, porque se enfrentan a situaciones bastante

parecidas. Pero es que, además, a través de la literatura de gestión, como la analizada

por Fernández Rodríguez (2007), éste paradigma se convierte en una moda de gestión,

que pueden acabar copiando e implementando gestores de empresas que no cotizan en

bolsa y cuyo entorno puede estar por tanto sólo indirectamente influenciado por los

mercados financieros.

Por último, respecto a la financiarización como un nuevo régimen de acumulación,

creemos que las aportaciones que hace al respecto Lapavitsas (2013), apoyándose en el

concepto de Marx de “capital monetizado” son clarificadoras. Puede que las finanzas

tengan un peso cada vez mayor en la economía, pero no pueden considerarse un sector

productivo porque no producen, son más bien un pre- requisito para el funcionamiento

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de la economía, dirigiendo el capital hacia unas inversiones u otras. La idea de que “la

acumulación se da cada vez más a través de canales financieros”, que hace referencia

al concepto Keynesiano del “rentista”, alguien que tiene su capital invertido tan sólo

medios financieros olvidaría el hecho fundamental de que en último término las

inversiones financieras tienen una contrapartida en inversiones reales. Remitiéndonos al

escenario de muchas películas, con gran capacidad para configurar imaginarios

colectivos a nivel global, pareciera que si analizáramos el capitalismo en la ciudad de

Nueva York éste ha cambiado significativamente. Porque “la clase capitalista” (el rostro

del capitalismo) estaba compuesta antiguamente por personas como los Rockefeller

cuyo capital eran activos tangibles (pozos de petróleo o edificios) mientras que en la

actualidad podemos encontrar una clase capitalista cuyos activos son cosas tan

aparentemente intangibles como “fondos de inversión”. Pero no hay que olvidar que

todos los activos intangibles tienen contrapartidas tangibles. Y es que, al fin y al cabo,

esos fondos de inversión se acaban convirtiendo en activos bien tangibles para la start-

up de Silicon Valley o para la fábrica de televisores en Malasia en las cuales se acaban

invirtiendo el dinero del magnate que reside en la Park Avenue neoyorquina.

Recordemos, una vez más, que nuestra propuesta de investigación es considerar la

financiarización como una nueva manera mediante la cual las personas se relacionan

entre sí a través del dinero. Si bien los rentistas del XIX que citaba Piketty (2014) ya se

relacionaban, a través de sus inversiones, con personas muy distantes geográfica y

socialmente, y ello no es por tanto un fenómeno estrictamente nuevo, la extensión e

intensidad del fenómeno le da un carácter distinto al mismo. La novedad sería, en

cuanto al sistema de acumulación del capitalismo, no tanto que la financiarización

constituya un sistema de acumulación enteramente nuevo, sino la existencia de rentas,

promovidas por la desregulación financiera, como ya ha sido ampliamente tratado en la

literatura (para una revisión al respecto véase, por ejemplo, Godechot, 2015:37).

¿Por qué se ha convertido el neologismo “financiarización” en un término generalizado

en las Ciencias Sociales, especialmente entre algunas de estas? Porque lo que parece

innegable es que el concepto ha alcanzado un importante éxito, tanto mediático como

académico. En el ámbito más genérico y mediático, una consulta al buscador Google en

abril de 2016 por el término inglés “financialization” arrojaba un total de más de

300.000 entradas. A título de comparación, señalar que el término “liquid modernity”,

inspirado en las ideas del Zygmunt Bauman arrojaba tan sólo 177.000 resultados y

539.000 el término “postmodernity”. Para el mismo período de referencia (abril de

2016) la Wikipedia recoge entradas para el término financialization en inglés y términos

equivalentes en otros siete idiomas8. De nuevo a modo de comparación, la entrada para

el término “finance capitalism” tiene menos de la mitad de páginas de extensión y está

disponible en menos idiomas9. En definitiva, parece que, según se desprende de la

presencia del término en Google, el neologismo “financiarización” se está convirtiendo

en la palabra más usada para referirse, de manera sin duda a menudo imprecisa, a los

cambios en la economía y sociedad contemporánea.

7 En realidad, cabe pensar que películas como “Capitalismo una historia de amor” o “Inside Job” lo que

hacen es reflejar justamente esta idea: el sistema capitalista está funcionando mal porque permite la

existencia de rentistas: personas que se enriquecen sin aportar nada a la economía real, extrayendo rentas

como un “parásitos” de la economía. 8 Francés, español, sueco, neerlandés, alemán, griego y tamil.

9 En la versión para descargar como PDF, 3 páginas frente a las 7 del término “financialization”. En este

caso, los idiomas son: árabe, alemán, español, coreano, polaco y portugués.

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También en el ámbito académico el término inglés “financialization10

” y sus

traducciones parece estarse consolidando como un término cada vez más usado. Una

consulta a Google Académico, siempre para el mismo período de referencia (abril de

2016) arroja un total de casi 17.000 documentos para el término “financialization”.

Algunos de estos han sido citados en cerca de 1.000 ocasiones (Kripner, 2005; Epstein,

2005), mientras que otras obras, también muy influyentes, han sido citados en torno a

500 veces (Palley, 2007; Froud et al, 2006). En francés, el término “financiarisation”

arroja más de 6.000 resultados, si bien el autor más citado en dicha lengua bajo este

término (Salama, 1996) es bastante menos citado (en torno a las 50 citas). En español la

búsqueda por “financiarización” arroja un total de algo más de 3.000 resultados, si bien,

salvo el libro de López Hernández y Rodríguez López11

(2010), que ha sido citado más

de 100 veces, ninguno ha sido citado en más de 25 ocasiones. Por último, en italiano el

término “finanziarizzazione” arroja en Google Académico algo más de 1.800 resultados,

siendo la más citada la obra de los sociólogos Salento y Massino sobre financiarización

y empleo, con tan sólo 12 citas (Salento y Massino, 2013).

¿Cuáles son las claves que permite entender el éxito académico y mediático del

concepto? En un discussion paper publicado en diciembre de 2015, Godechot, figura

importante de la sociología económica francesa, señalaba que las denuncias del

movimiento Occupy Wallstreet (otoño de 2011) acerca del excesivo peso de las finanzas

en la economía y del enriquecimiento de la parte ya más rica de la población enlazaba

con el programa de investigación desarrollado en la década del 2000 en torno al

concepto de financiarización (Godechot, 2015:1). Ese movimiento estaba inspirado, al

menos parcialmente, por las protestas del 15 de mayo del mismo año en España, y

recibió cierto reconocimiento simbólico del presidente norteamericano B. Obama. Un

repaso a las figuras más prominentes en el campo teórico de la “financiarización”

refuerza la idea de la conexión entre lo político y lo científico. Los autores del

documento más citado en español con el término “financiarización” son, además de

periodistas, políticos del grupo que se considera a sí mismo heredero de las

movilizaciones del 15- M. En inglés, Lapavitsas, autor citado ampliamente en este

trabajo, no sólo colabora de forma regular en el periódico británico “The Guardian”,

sino que ha sido parlamentario en Grecia, inicialmente con el grupo Syriza. En enero de

2014 publicó un magistral artículo de opinión en dicho periódico, bajo el título

“Finance’s hold on our everyday life must be broken” en que explicaba en pocas

palabras los significados de la financiarización, cómo ésta se había convertido en una de

las causas principales del aumento de la desigualdad y abogaba por medidas concretas

para revertirla. En definitiva, desde el punto de vista político- mediático, el éxito del

concepto de financiarización tendría que ver, tal como aquí lo planteamos,

fundamentalmente con dos causas. Por un lado, es un concepto que permite canalizar las

preocupaciones por una sociedad más justa, estableciendo nexos causales que de otra

forma quedaría oscurecidos (enriquecimiento del sector financiero y empobrecimiento

de la población). Por otro lado, el éxito del término, frente a otros que podrían haberse

10

En algunos casos el término ha sido traducido en español como “financializatión”, que sería una

traducción más literal; en cualquier caso, dicho término es muchísimo menos usado, por lo que hemos

optado aquí por la convención de traducir el concepto originariamente anglosajón de “financialization”

por el término español “financiarización”. 11

Los dos son sociólogos, según la información buscada en Internet, Isidro López Hernández es

parlamentario en la Comunidad de Madrid del grupo Podemos, y colaborador en medios digitales como

Diagonal o “Rebelión”, mientras que Emmanuel Rodríguez López es colaborador del periódico digital

eldiario.es.

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utilizado, tiene que ver con el papel mediático que han sabido desempeñar sus

productores. Parafraseando a Lenin, podría decirse que la financiarización es la fase

actual del capitalismo. El color que tome el futuro dependerá posiblemente, en gran

medida, del papel que sepan jugar los Lenin del presente.

En cuanto al ámbito académico, el creciente uso del término tiene que ver con la

posición que ocupan algunos de los autores y revistas que han sido pioneras en el uso

del término, y con lo que podría considerarse un consenso creciente entre los científicos

sociales, más allá de la economía liberal ortodoxa, de que las transformaciones clave de

la socio- economía contemporánea se entienden mejor bajo el paraguas de este

concepto. La “financialization” parece ser el concepto a la moda, aquello de lo que todo

el mundo (todo el mundo que es alguien) habla. Neil Fligstein, uno de los sociólogos

estadounidenses más influyentes, fue uno de los pioneros, ya a finales de la década de

1980, en desarrollar la idea, a través de trabajos empíricos en empresas

norteamericanas, de que un nuevo estilo de gestión estaba surgiendo en torno al

paradigma del shareholder value. Boltanski, figura de la sociología francesa y europea

que en los noventas estudiara “el nuevo espíritu del capitalismo” publicó en 2015 un

artículo titulado “Financialization of Valuation”. Godechot, co- director de un centro de

investigación conjunto entre el Instituto Max Plank alemán y la Science Po francesa

publica el ya mencionado trabajo “Financialization is Marketization!” (Godechot,

201512

). La prestigiosa Socio- Economic Review, una de las revistas académicas con

mayor factor de impacto en las áreas de Sociología, Economía y Ciencia Política13

dedicó un número monográfico a la financiarización. Parafraseando en este caso a

Marx, podría decirse que “un fantasma recorre el mundo (académico) el fantasma de la

financiarización”. En lo que podría considerarse una relación circular y performativa

(las definiciones de la realidad crean realidad) criterios que se relacionan con la

financiarización explican la generalización en el uso del concepto. En la actualidad, los

académicos de todo el mundo se ven obligados a seguir un modelo de publicación en

revistas indexadas con factor de impacto, ya que las universidades son evaluadas

públicamente con criterios cercanos a los financieros: cuantificables, que prometan

rendimientos futuros y de alguna manera ayuden a la planificación. En este contexto,

para un académico español resulta “rentable”, si se nos permite la broma de usar un

término tan cargado de connotaciones financieras, publicar en una revista anglosajona

de impacto sobre la financiarización, porque es un concepto “a la mode” que maximiza

(volvemos a las reminiscencias del homo economicus) las posibilidades de ser publicado

en revistas de impacto. Aunque se trate de un concepto que hasta ahora no ha sido

operacionalizado del todo bien. O que algunos de los sentidos que se dan al mismo

resulten de difícil aplicación a la realidad social más inmediata al investigador.

En definitiva, y para ir concluyendo, ¿en qué medida resulta útil el concepto de

financiarización para comprender la evolución de sociedades del sur de Europa como la

española? ¿Cómo puede operacionalizarse para hacer aportaciones empíricas desde la

Sociología para comprender mejor nuestras sociedades? (y cambiarlas en el sentido que

cada quien desee). Lo primero que cabe decir al respecto es que financiarización y

12

Se trata del Max Planck Sciences Po Center on Coping with Instability in Market Societies,

www.maxpo.eu 13

Véase información facilitada por la propia revista en

http://www.oxfordjournals.org/our_journals/soceco/about.html

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globalización son dos fenómenos que se interrelacionan. Si pensamos en el primero de

los sentidos de la financiarización, un nuevo sistema económico en que las ganancias se

obtienen fundamentalmente mediante medios financieros, uno se siente tentado a decir,

en primer lugar, que se trata de un fenómeno fundamentalmente anglosajón y de

aplicabilidad limitada a sociedades como la española, quizá especialmente, como es el

caso, cuando se escribe desde lugares periféricos. La evolución de las finanzas en los

últimos años ha pasado por una gran concentración. En el mundo, en la Unión Europea,

en España, hay unos pocos centros en que se toman decisiones que estructuran en gran

medida el sector. Con la concentración bancaria y la desaparición de las cajas de ahorro,

en lugares como Canarias (y en muchos otros), las burguesías locales se han visto

desprovistas de instrumentos financieros propios. Por poner tan sólo un ejemplo, en los

últimos 50 años las Islas Canarias se han convertido en una potencia mundial en

turismo, y para ello se han construido multitud de establecimientos alojativos, en

muchos casos gracias al capital y las cajas de ahorro locales. Quien quisiera ahora

construir (o renovar) un establecimiento alojativo en estos lugares solicitará un

préstamo a una oficina bancaria local, que posiblemente lo remitirá para ser evaluado en

una central en Madrid, aplicando criterios de evaluación desarrollados entre la city

londinense y la Wall Street neoyorquina, y que tendrán que someterse a las regulaciones

desarrolladas y adoptadas en Bruselas. Esto puede considerarse, en cierta manera, un

cambio en el régimen de acumulación, y sin duda tiene que ver con la idea central de

este texto: la financiarización implica un cambio en las maneras en que las personas nos

relacionamos a través de las relaciones de financiación.

En cuanto al segundo de los sentidos del término financiarización, un cambio en los

paradigmas de gestión empresarial, creemos que para los ciudadanos de muchos lugares

de este planeta que no vivimos en el centro, es algo que tiene que ver casi tanto o más

con las modas (con los imaginarios) como con las realidades objetivas, al menos por el

momento. En la vida cotidiana es prácticamente inevitable no interactuar, en muchos

casos, con grandes corporaciones. Sin duda, la gestión de estas empresas, y las vidas

cotidianas de las personas que trabajan en las mismas, se ven influencias de manera

directa por la extensión del paradigma del shareholder value. Pero también, a menudo,

hacemos nuestra vida cotidiana relacionándonos con organizaciones que no son

empresas cotizadas en bolsa, y que por lo tanto no se pueden ver sujetas, directamente, a

dicho paradigma. La influencia del mismo pasa más bien porque, dada la importancia

otorgada a dichos modelos, quienes se forman ahora en gestión de empresa y

organizaciones dentro de unos años intentarán gestionar estas empresas siguiendo

modelos que fueron creados para otro tipo de empresas. Last but not least, si el

concepto de financiarización ayuda a comprender las transformaciones en las

sociedades contemporáneas, creo que ello pasa, sobre todo, por el tercero de los

significados del término: la financiarización de la vida cotidiana. En nuestra vida

cotidiana podemos interactuar con empresas en que el régimen de acumulación y el

paradigma de gestión han cambiado significativamente. También, con empresas cuyo

estilo de gestión puede haber cambiado, en parte por las modas. Pero la influencia de la

financiarización va más allá de las empresas. La universidad pública, que no es una

empresa, se ve cada día más colonizada por modas provenientes de una determinada

visión de las finanzas, como trataba Boltanski (2015). Los estudiantes piensan en

términos de créditos y ve a los compañeros y profesores como “activos”. La

universidad, prácticamente sin sonrojarse, considera a sus profesores un “activo”. En

algunas universidades españolas se ha dado considerable impulso en los últimos años a

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la “Economía del bien común”. Pese a los aspectos loables que pueda tener dicha

iniciativa, en la medida en que pretende realizar “balances del bien común”, no deja de

ser la colonización de la vida cotidiana por las formas, el lenguaje y la lógica de la

contabilidad. No sólo es que se pretenda que evaluemos nuestra vida como un balance

contable: con activos y pasivos, previsiones de ingresos futuros y demás. Sino es que,

aún, es más, la financiarización pasa porque veamos nuestra vida como un balance

contable y que para analizar el mismo utilicemos unos métodos (valor actual neto, como

trata Boltanski, 2015) que no son los únicos posibles, y que de hecho se han

generalizado tan sólo recientemente. Con lo cual, podemos terminar parafraseando lo

que afirmaba Lapavitsas en su artículo en The Guardian en 2014: es necesario revertir

muchos de los procesos de la financiarización para restablecer la superioridad de lo

social sobre lo privado, de lo colectivo sobre lo individual, y en último término, de la

vida sobre los balances contables.

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