La fuga #2

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la fuga boletin del observatorio de presos politicos boletin gorgona en colombia con dignidad lxs presxs politicxs resisten La libertad de conciencia en Colombia es un delito. “Las ideas no necesitan ni de las armas, en la medida en que sean capaces de conquistar a las grandes masas.” Fidel Castro El conflicto interno colombiano, ha suscitado para los autores de la doctrina penal una serie de categorías que según su importancia enen disnto valor condenable. En nuestro país hablar de presos polícos y de conciencia es un imprope- rio. Sumado a esto, el papel que han jugado los medios masivos de comunicación, esgmazando 2 no. hp://www.facebook.com/ObservatorioGorgona www.feucolombia.org www.marchapatrioca.org

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Publicación del Observatorio de delito político Gorgona, de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá

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la fugaboletin del observatorio de presos politicosboletin

gorgonaen colombiacon dignidad

lxs presxs politicxs resisten

La libertad deconciencia enColombia es undelito.“Las ideas no necesitan ni de las armas, en la medida en que sean capaces de conquistar a las grandes masas.”Fidel Castro

El conflicto interno colombiano, ha suscitado para los autores de la doctrina penal una serie de categorías que según su importancia tienen distinto valor condenable. En nuestro país hablar de presos políticos y de conciencia es un imprope-rio. Sumado a esto, el papel que han jugado los medios masivos de comunicación, estigmatizando

el lenguaje y ocultando una realidad que ha dejado la confrontación política, social y militar en Colom-bia. Este conflicto que ha desencadenado toda serie de ultrajes a la dignidad humana, condenando a quienes se oponen al régimen, ya sea desde cualquier orilla, o desde cualquier método, a través de la música, el periodismo, el arte, la política, la movilización y todas aquellas formas legitimas de expresión del pueblo Colombiano. Son muchas las denuncias, los carteles, los foros, los comunicados que inten-tan sensibilizar a una sociedad acostumbrada a la barbarie y a la indiferencia para quienes hoy están privados de su libertad, teniendo que soportar las inhumanas condiciones de las cárceles colombianas. Por otra parte la decidida campaña de invisibilizacion orquestada por el Estado Colombiano a nivel nacional e internacional afirmando que en Colombia no existen prisioneros políticos, descalificando la calidad política de quienes han ejercido su derecho a pensar diferente, pero sobre todo por denunciar el injusto sistema que tiene sumergido al país en la pobreza . Nadie cuestiona la vulneración a los derechos más elementales de la persona humana, el aislamiento a su núcleo familiar, las constantes dilataciones en los procesos judiciales, los montajes, la tortura psicológica, los hacinamientos en los centros penitenciarios, el mal trato al que se ven expuestos sus familiares, el fatídico y paupérrimo sistema de salud carcelario, todos estos atropellos constituyen una violación a la dignidad y honrra de quienes hoy están privados de su libertad. Por lo tanto la paz duradera con justicia social debe ser el camino que conduzca a la superación de estos males que aquejan al pueblo de Colombia, caracterizado por heredar hombres y mujeres que decididamente han escogido el camino de defender causas comu-nes, que hoy con tristeza hay que decirlo se convirtieron en su principal enemigo en los estrados judiciales; Se ha diseñado todo un sistema doctrinario que sustentan la posibilidad de acallar y conde-nar cualquier acción o intento de protesta social, que tendrá necesariamente que ser discutida en la actual mesa de dialogo entre el Gobierno e insurgencia con la participación activa de todos los sectores sociales y las victimas de las atrocidades cometidas por el estado Colombiano.

Por ultimo debe seguir siendo una consigna histórica de todos los sectores sociales y populares que no han claudicado en el intento por conseguir la paz, para que se aclare, se diga la verdad y se conde-nen las violaciones de los derechos humanos en general, y que se tenga en cuenta aquellas violacio-nes en contra de los prisioneros políticos y sociales que ha arrojado este conflicto, el cual tiene hoy la posibilidad de acabarse, pero solamente si se resuelven las causas estructurales que le dieron origen y lugar a quienes hoy están privados de la libertad en esta condición.

2no.

http://www.facebook.com/ObservatorioGorgona

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la fugaLa libertad de conciencia en Colombia esun delito.Situación Carcelaria y el MovimientoNacional Carcelario.El papel de la cárcel en la resocialización.Los prisioneros políticos también merecenuna silla.

Un año de encierro, Un año de resistenciaEducarse en las Mazmorras.

“Las ideas no necesitan ni de las armas, en la medida en que sean capaces de conquistar a las grandes masas.”Fidel Castro

El conflicto interno colombiano, ha suscitado para los autores de la doctrina penal una serie de categorías que según su importancia tienen distinto valor condenable. En nuestro país hablar de presos políticos y de conciencia es un imprope-rio. Sumado a esto, el papel que han jugado los medios masivos de comunicación, estigmatizando

el lenguaje y ocultando una realidad que ha dejado la confrontación política, social y militar en Colom-bia. Este conflicto que ha desencadenado toda serie de ultrajes a la dignidad humana, condenando a quienes se oponen al régimen, ya sea desde cualquier orilla, o desde cualquier método, a través de la música, el periodismo, el arte, la política, la movilización y todas aquellas formas legitimas de expresión del pueblo Colombiano. Son muchas las denuncias, los carteles, los foros, los comunicados que inten-tan sensibilizar a una sociedad acostumbrada a la barbarie y a la indiferencia para quienes hoy están privados de su libertad, teniendo que soportar las inhumanas condiciones de las cárceles colombianas. Por otra parte la decidida campaña de invisibilizacion orquestada por el Estado Colombiano a nivel nacional e internacional afirmando que en Colombia no existen prisioneros políticos, descalificando la calidad política de quienes han ejercido su derecho a pensar diferente, pero sobre todo por denunciar el injusto sistema que tiene sumergido al país en la pobreza . Nadie cuestiona la vulneración a los derechos más elementales de la persona humana, el aislamiento a su núcleo familiar, las constantes dilataciones en los procesos judiciales, los montajes, la tortura psicológica, los hacinamientos en los centros penitenciarios, el mal trato al que se ven expuestos sus familiares, el fatídico y paupérrimo sistema de salud carcelario, todos estos atropellos constituyen una violación a la dignidad y honrra de quienes hoy están privados de su libertad. Por lo tanto la paz duradera con justicia social debe ser el camino que conduzca a la superación de estos males que aquejan al pueblo de Colombia, caracterizado por heredar hombres y mujeres que decididamente han escogido el camino de defender causas comu-nes, que hoy con tristeza hay que decirlo se convirtieron en su principal enemigo en los estrados judiciales; Se ha diseñado todo un sistema doctrinario que sustentan la posibilidad de acallar y conde-nar cualquier acción o intento de protesta social, que tendrá necesariamente que ser discutida en la actual mesa de dialogo entre el Gobierno e insurgencia con la participación activa de todos los sectores sociales y las victimas de las atrocidades cometidas por el estado Colombiano.

Por ultimo debe seguir siendo una consigna histórica de todos los sectores sociales y populares que no han claudicado en el intento por conseguir la paz, para que se aclare, se diga la verdad y se conde-nen las violaciones de los derechos humanos en general, y que se tenga en cuenta aquellas violacio-nes en contra de los prisioneros políticos y sociales que ha arrojado este conflicto, el cual tiene hoy la posibilidad de acabarse, pero solamente si se resuelven las causas estructurales que le dieron origen y lugar a quienes hoy están privados de la libertad en esta condición.

ses seculares de los más poderosos del país en pro de los intereses colectivos de la sociedad colom-biana, también lo han hecho los campesinos, trabajadores, defensores de derechos humanos, acadé-micos e intelectuales, líderes sociales y políticos, indígenas, negros y muchos compatriotas más que han apostado por propuestas y plataformas políticas distintas a las aceptadas en este país, es decir, distintas a las convenientes para los intereses económicos de una minoría poderosa, sujetos que han sido víctimas de la calumnia, que han sido desplazados, desaparecidos, encarcelados, torturados, acallados, amenazados, deshonrados, estigmatizados, en fin, sujetos que se han convertido en prisioneros políticos, en asilados, en cadáveres en fosas comunes, en “terroristas” por ejercer por distintas vías formas democráticas de participación política, por querer tomar parte en la toma de decisiones colectivamente vinculantes, por soñar por una Colombia para los colombianos, una Colombia digna, democrática, una Colombia con verdadera justicia social, una Colombia en donde verdaderamente cada colombiano viva en paz.

Todo lo anterior nos lleva a reflexionar sobre el tipo de supuesta democracia que en Colombia existe, cosa que nos demuestra que en Colombia el conflicto social, político y armado ha sido siempre alimentado por aquellos guerreristas, aquellos que no están dispuestos a aceptar una verdadera democracia en nuestro país y por ello la participación de miles de colombianos con ideas y perspecti-vas distintas, aquellos que ponen sus intereses económicos por encima de los intereses de sus com-patriotas, aquellos que nos han engañado, que nos han dado falsas promesas, que nos han traiciona-do, aquellos que ven en la educación crítica, pensante, propositiva y deliberativa una piedra en sus zapatos, que se han dado cuenta que más fácil nos dominan a través de la ignorancia generalizada que por las armas, pero ellos no contaban con la valentía de miles de estudiantes colombianos, que como Jorge Gaitán, Carlos Lugo y Omar Marín salieron a las calles a reclamar su legítimo derecho a la educación, que salieron con ideas y propuestas para la educación del país, que con toda la rebeldía y espíritu soñador que caracteriza a la juventud decidieron ejercer la política desde abajo, con las masas, con la gente y de cara al país, no a puerta cerrada y arbitrariamente como siempre lo han hecho los políticos tradicionales, estudiantes que le demostraron al país que en realidad si se pueden forjar caminos de unidad entre personas con diversas posturas políticas, pues el estudiantado se caracteriza además por su heterogeneidad de ideas y posiciones pero sin embargo, ha logrado tumbar la reforma a la ley 30, aquella que buscaba hacer de la educación un negocio y también ha logrado construir colectivamente una propuesta de ley de educación superior, ha demostrado que el

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contenido

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la fuga

Situación Carcelaria y elMovimiento Nacional Carcelario.

Un año de encierro, Un año deresistencia

“Las ideas no necesitan ni de las armas, en la medida en que sean capaces de conquistar a las grandes masas.”Fidel Castro

El conflicto interno colombiano, ha suscitado para los autores de la doctrina penal una serie de categorías que según su importancia tienen distinto valor condenable. En nuestro país hablar de presos políticos y de conciencia es un imprope-rio. Sumado a esto, el papel que han jugado los medios masivos de comunicación, estigmatizando

el lenguaje y ocultando una realidad que ha dejado la confrontación política, social y militar en Colom-bia. Este conflicto que ha desencadenado toda serie de ultrajes a la dignidad humana, condenando a quienes se oponen al régimen, ya sea desde cualquier orilla, o desde cualquier método, a través de la música, el periodismo, el arte, la política, la movilización y todas aquellas formas legitimas de expresión del pueblo Colombiano. Son muchas las denuncias, los carteles, los foros, los comunicados que inten-tan sensibilizar a una sociedad acostumbrada a la barbarie y a la indiferencia para quienes hoy están privados de su libertad, teniendo que soportar las inhumanas condiciones de las cárceles colombianas. Por otra parte la decidida campaña de invisibilizacion orquestada por el Estado Colombiano a nivel nacional e internacional afirmando que en Colombia no existen prisioneros políticos, descalificando la calidad política de quienes han ejercido su derecho a pensar diferente, pero sobre todo por denunciar el injusto sistema que tiene sumergido al país en la pobreza . Nadie cuestiona la vulneración a los derechos más elementales de la persona humana, el aislamiento a su núcleo familiar, las constantes dilataciones en los procesos judiciales, los montajes, la tortura psicológica, los hacinamientos en los centros penitenciarios, el mal trato al que se ven expuestos sus familiares, el fatídico y paupérrimo sistema de salud carcelario, todos estos atropellos constituyen una violación a la dignidad y honrra de quienes hoy están privados de su libertad. Por lo tanto la paz duradera con justicia social debe ser el camino que conduzca a la superación de estos males que aquejan al pueblo de Colombia, caracterizado por heredar hombres y mujeres que decididamente han escogido el camino de defender causas comu-nes, que hoy con tristeza hay que decirlo se convirtieron en su principal enemigo en los estrados judiciales; Se ha diseñado todo un sistema doctrinario que sustentan la posibilidad de acallar y conde-nar cualquier acción o intento de protesta social, que tendrá necesariamente que ser discutida en la actual mesa de dialogo entre el Gobierno e insurgencia con la participación activa de todos los sectores sociales y las victimas de las atrocidades cometidas por el estado Colombiano.

10 Por ultimo debe seguir siendo una consigna histórica de todos los sectores sociales y populares que no han claudicado en el intento por conseguir la paz, para que se aclare, se diga la verdad y se conde-nen las violaciones de los derechos humanos en general, y que se tenga en cuenta aquellas violacio-nes en contra de los prisioneros políticos y sociales que ha arrojado este conflicto, el cual tiene hoy la posibilidad de acabarse, pero solamente si se resuelven las causas estructurales que le dieron origen y lugar a quienes hoy están privados de la libertad en esta condición.

En las cárceles de Colombia, las palabras Derechos Humanos parecen no tener significado. Cuando un preso atraviesa la frontera que separa su vida anterior y su futura condena entre las rejas de una

de las prisiones del país, pareciera que deja atrás también su dignidad.

Tanto los presos, organizaciones sociales y populares, ONGs instituciones del orden nacional e internacional han denunciado las condiciones en las que viven: hacinamiento, propagación de

enfermedades, negación de asistencia sanitaria, violencia y limitación del acceso al agua, entre otras agresiones.

En el caso de los que están recluidos por motivos políticos derivados del conflicto colombiano, la situación se agrava, la persecución política no termina tras las rejas sino por el contrario se agudiza

como mecanismo de castigo por intentar transformar las injustas estructuras que originan su lucha, traslados, aislamientos, tratos crueles inhumanos y degra-

dantes. Se han denunciado casos en los que la comida que se les ha sumi-nistrado contenía vidrio molido, así como presos a los que se les ha

negado la asistencia médica tras ser capturados en combate.

En el debate que se desarrolló en el Congreso de la República sobre el tema, se expuso que el problema del hacinamiento de las cárceles es de un índice que supera el 200 por ciento a pesar de la

basta inversión presupuestal en materia penal expresada en la construcción de 14 nuevos establecimientos de reclusión. Una

situación que hace que se vulneren de una manera sistemática los derechos de las personas privadas de libertad una vez mas el

estado colombiano está incumpliendo tratados, convenios de dere-chos humanos y lo que en el país conocemos como el bloque de

constitucionalidad.

Lo que históricamente ha demostrado el problema carcelario en Colombia es que, como no existe una política estatal que aborde el problema del hacinamiento, el

aparato legislativo aumenta cada vez más las penas y crea nuevos tipos penales. Esto hace que las cárceles se rebosen y si son construidas, pongamos, para 100, 200 o 300 personas, nos encontramos

con que hay 3.000 o 4.000. Los presos viven de una forma indignante. La Corte Constitucional Colombiana, en una sentencia histórica, manifestó que en las cárceles existía un estado de elemen-

tos inconstitucional y le dio un plazo al Estado para que solucionara el problema. Después de más de diez años, ha hecho caso omiso.

¡Todos, como estudiantes, maestros, trabajadores, campesinos, desempleados… Todos los colombia-nos! Debemos perder la venda de los ojos, y rechazar la tortura institucionalizada que emplea el

Estado Colombiano sistemáticamente para irradiar el miedo y sujetar con barrotes las gargantas que denuncian cualquiera del sinnúmero de los atropellos contra la mayoría de la gente, ejecutados por el

estado colombiano, y en función de la acumulación desmedida para oligarcas y multinacionales. Compañeros, la lucha es por la educación, esa que tiene origen y fin en la transformación y la justicia

social.

Bibliografía

-Entrevista de Colprensa a General Gustavo Adolfo Ricaurte. “Mientras tengamos hacinamiento, no habrá resocialización” -http://www.vanguardia.com/actualidad/colombia/160293-

mientras-tengamos-hacinamiento-no-habra-resocializacion-Constitución Política Nacional. Derecho a la Educación.

-http://www.unal.edu.co/estatutos/eestud/p01_0002.html-Código Penitenciario y Carcelario. Finalidad Del Tratamiento Penitenciario

-http://www.secretariasenado.gov.co/senado/basedoc/ley/1993/ley_0065_1993.html#10- TORO VALENCIA, Blanca Nelly. Educación Superior en las cárceles colombianas. Instituto Internacio-nal de la Unesco para la Educación Superior en América Latina y el Caribe: Asociación Colombiana de

Universidades. Bogotá 2005.

Los prisioneros políticos del movimiento estudiantil “Les dimos batalla en el debate y no pudieron vencernos […] salimos armados de ideas y de proyectos, fueron testigos de nuestra victoria esta tierra y este cielo”Carlos Lugo.

La labor silenciadora la han cumplido, la tortura la están practicando, el dolor lo siguen causando, pero no por ello la dignidad y moral trasformadora se han disminuido, nuestros prisioneros políticos resisten, con pocas herramientas luchan, todavía sueñan y saben que no han dado ningún paso en vano, saben que lo que ayudaron a construir fue tan grande que hizo temblar los seculares intereses de la clase gobernante en Colombia, por eso se convirtieron merecedores de tan despreciable tortu-ra, de la calumnia y el silenciamiento, pero aun así sus voces nos alcanzan, sus luchas siguen desarro-llándose y sus pasos han marcado un camino que no podrán borrar.

Para nosotros, nuestros compañeros prisioneros políticos de conciencia, Jorge Gaitán, Carlos Lugo y Omar Marín son ejemplos de resistencia y de lucha pues aún conservan intactas sus posiciones y apuestas políticas que lastimosamente en nuestro país parecieran ser un crimen, no se han arrepen-tido de haber ayudado a construir el avance organizativo más importante de la historia del movi-miento estudiantil, la Mesa Amplia Nacional Estudiantil, aún recuerdan las luchas estudiantiles que libraron en sus universidades y como aportaron un grano de arena para lo que hoy es la nueva ley de educación superior que ha construido democráticamente el estudiantado colombiano. Pero el tortuoso camino que han tenido que recorrer nos demuestra la vigencia y valerosa que es nuestra apuesta política, pues así como el estudiantado colombiano ha logrado poner en jaque ciertos intere-

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la fuga

la fugaEl papel de la cárcel en laresocialización.

Cansados de las indignantes condiciones de reclusión, la población reclusa de alrededor de 21 cárceles, aglutinados en el movimiento nacional carcelario escenario impulsado por los colectivos de prisione-ros políticos pero que recoge el sentir del resto de reivindicaciones de la población prisionera del país

desde el 2 de agosto de 2012, en 21 cárceles y penitenciarias se desarrolla la jornada nacional de protesta pacífica carcelaria en exigencia de la instalación de una mesa nacional de concertación con representación de voceros de la población reclusa, que inicialmente resuelva los siguientes puntos:

Declarar la Emergencia Carcelaria en ColombiaRegionalización de los prisioneros – Acercamiento familiar.

Rebaja del 20% de la pena, otorgamiento de subrogados penales y beneficios administrativos.Solución a los problemas de salud, salubridad y hacinamiento.

No a la extradición.

Estas demandas del Movimiento Nacional Carcelario se ha extendido prácticamente por todas las cárceles del país, sumándose a esta pelea familiares y amigos de detenidos, organizaciones sociales

políticas, de DDHH, ONGs que respaldan esta justa reivindicación de la población reclusa del país, exigiendo al gobierno nacional las garantías al tratamiento de la población en su condición de presos,

abogando por la discusión amplia sobre la política penal y penitenciaria en Colombia que ponga por encima la dignidad humana antes que el odio y el castigo.

El sistema penitenciario en Colombia desde el siglo pasado enfrenta una crisis permanente por el hacinamiento de los reclusos en las distintas cárceles del país, la latente corrupción administrativa que se presenta por la negligencia de los mismos funcionarios penitenciarios y una permanente violación a los derechos humanos de los reclusos, lo que ha causado una aguda profundización en la marginalidad social de los mismos, ocasionando una ruptura en la finalidad misma de la cárcel y obstruyendo y dificultando el proceso de resocialización del delincuente.

La resocialización es aquel proceso que busca incorporar al delincuente -entendido como aquella persona que inflige la norma penal- a la vida civil, dando como presupuesto que las personas reclui-das o bien son peligrosas para la sociedad o para los intereses del Estado, y para realizar este proceso hay que propiciar unas condiciones mínimas de vida, unas condiciones mínimas de orientación profesional, unas condiciones mínimas de reincorporación a la sociedad, entre otros mínimos que hacen parte del este proceso.

Antes estos grave acontecimientos nos planteamos ¿Cuál es la función que tiene la pena privativa de la libertad, resocialización o represión y aislamiento? como ya lo hemos mencionado antes, la función de la pena privativa de la libertad es resocializar y reincorporar al delincuente a la sociedad para no reincidir en acciones delictivas ni ninguna otra, pero está demostrado empíricamente que la cárcel es un lugar de represión y aislamiento total, donde frecuentemente, estos reclusos son someti-dos a tratos inhumanos, que lo único que trae como consecuencia es su posible reiteración del acto por el que fue a parar en ese lugar represivo y castigador.

Para que el proyecto resocializador pueda llevarse a cabo ante una aguda crisis carcelaria se debe

implementar unas políticas penitenciarias claras, en donde se propugne por eliminar las causas que condujeron a que se incurriera en actos delicti-vos, esto en concordancia con políticas que reduzcan la marginalidad social, la desigualdad y la pobreza eficazmente, es decir, que se erradi-quen las causas de la criminalidad desde aden-tro de los centros penitenciarios y desde afuera a partir de la inversión social y eliminación de la desigualdad y pobreza, teniendo en considera-ción que la gran mayoría de personas en la cárcel son provenientes de los más bajos estratos sociales.

La reflexión sobre el papel de la cárcel en nuestra sociedad, el que está cumpliendo y el que pensaría-mos que debería cumplir es necesaria para lograr las transformaciones para la construcción de Paz en nuestro país. Si la cárcel en Colombia esta solamente abstrayendo a los delincuentes como castigo, poniéndolos ante degradantes situacio-nes de vida, de convivencia, de relacionamiento etc., pues no podemos esperar que los prisioneros salgan de la cárcel a hacer algo distinto que reincidir en las prácticas que los condujeron a la misma.

prisión a sus agredidos, estos conservan Derechos que son reconocidos –al menos formalmente- por los lúgubres raseros del Estado Colombiano.

Dentro de estos derechos reconocidos por el Estado Colombiano se encuentra el que tienen lxs privadxs de libertad a educarse, a desarrollarse individual y colectivamente en beneficio de la integri-

dad de la sociedad. La educación no solo constituye un derecho en sí mismo, sino una parte de la supuesta funcionalidad y objeto del cautiverio en sí, que residiría en la transformación del preso o

presa mediante doctrinas de estudio y trabajo de otras funciones, comportamientos e ideas, que le permitan desarrollarse una vez recobre la ansiada libertad, y que eliminen, o por lo menos hagan

frente, a las causas que originan la condena.

Pero ¿Qué educación puede estar brindando el Estado, cuando la mayor razón para engrosar el decadente hacinamiento de las cárceles colombianas es ser pobre? Y ¿Qué salida ofrece este, o

cuales son las medidas puntuales que adopta, para eliminar las causas de esta avalancha de conde-nas? Son preguntas cuya respuesta no están al alcance de la mano, por así decirlo; Podemos, no

obstante, hacer un análisis de las dinámicas educativas que arroja el INPEC como soluciones estruc-turales al pozo sin fondo que resultan ser las cárceles colombianas, nos acerca un poco a solucionar

lo interrogantes planteados.

El Abandono es el Libro y el Pan de Cada Día

“En esta prisión, donde impera la tristeza, no se castiga el delito, sino la pobreza”Anónimo.

Según un estudio realizado por la UNESCO casi la mitad (40%) de la población carcelaria el país tiene un nivel educativo de secundaria sin terminar, una gran parte (32%) solo tendría estudios de

primaria incompleta; y es mayor proporción de internxs condiciones de analfa-betismo (7%), que la suma de aquellos que tiene un grado profesional,

técnico o tecnológico( 2%). (Toro, 2005; P. 68)Hacia el año 2005, en que se generó el último reporte de la

UNESCO entorno a la educación en las cárceles colombianas, se señala claramente la insuficiencia de esfuerzos y de

condiciones para brindar la mínima educación a los inter-nos, señalando que el INPEC contaba para entonces, a

pesar de los supuestos programas mejorados de educa-ción, con tan solo 74 licenciados en todo el país, para

atender las necesidades educativas de más de 70.000 internos de entonces, es decir, casi 1 licenciado por cada

1000 internos.

Según este mismo informe, solo el 20% de los estableci-mientos carcelarios cuentan con centros educativos, haciendo claridad que las bibliotecas son en su mayoría Esbozos incipien-tes de estas, y que además sus únicas fuentes de alimentación son

la donación y las campañas de concienciación, cuando no directamente un desecho de otro sitio. (Toro, 2005; P. 87-88)

¡EDUCACIÓN PARA TODOS!

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la fuga

la fugaLos prisioneros políticos también

merecen una silla.

El sistema penitenciario en Colombia desde el siglo pasado enfrenta una crisis permanente por el hacinamiento de los reclusos en las distintas cárceles del país, la latente corrupción administrativa que se presenta por la negligencia de los mismos funcionarios penitenciarios y una permanente violación a los derechos humanos de los reclusos, lo que ha causado una aguda profundización en la marginalidad social de los mismos, ocasionando una ruptura en la finalidad misma de la cárcel y obstruyendo y dificultando el proceso de resocialización del delincuente.

La resocialización es aquel proceso que busca incorporar al delincuente -entendido como aquella persona que inflige la norma penal- a la vida civil, dando como presupuesto que las personas reclui-das o bien son peligrosas para la sociedad o para los intereses del Estado, y para realizar este proceso hay que propiciar unas condiciones mínimas de vida, unas condiciones mínimas de orientación profesional, unas condiciones mínimas de reincorporación a la sociedad, entre otros mínimos que hacen parte del este proceso.

Antes estos grave acontecimientos nos planteamos ¿Cuál es la función que tiene la pena privativa de la libertad, resocialización o represión y aislamiento? como ya lo hemos mencionado antes, la función de la pena privativa de la libertad es resocializar y reincorporar al delincuente a la sociedad para no reincidir en acciones delictivas ni ninguna otra, pero está demostrado empíricamente que la cárcel es un lugar de represión y aislamiento total, donde frecuentemente, estos reclusos son someti-dos a tratos inhumanos, que lo único que trae como consecuencia es su posible reiteración del acto por el que fue a parar en ese lugar represivo y castigador.

Para que el proyecto resocializador pueda llevarse a cabo ante una aguda crisis carcelaria se debe

implementar unas políticas penitenciarias claras, en donde se propugne por eliminar las causas que condujeron a que se incurriera en actos delicti-vos, esto en concordancia con políticas que reduzcan la marginalidad social, la desigualdad y la pobreza eficazmente, es decir, que se erradi-quen las causas de la criminalidad desde aden-tro de los centros penitenciarios y desde afuera a partir de la inversión social y eliminación de la desigualdad y pobreza, teniendo en considera-ción que la gran mayoría de personas en la cárcel son provenientes de los más bajos estratos sociales.

La reflexión sobre el papel de la cárcel en nuestra sociedad, el que está cumpliendo y el que pensaría-mos que debería cumplir es necesaria para lograr las transformaciones para la construcción de Paz en nuestro país. Si la cárcel en Colombia esta solamente abstrayendo a los delincuentes como castigo, poniéndolos ante degradantes situacio-nes de vida, de convivencia, de relacionamiento etc., pues no podemos esperar que los prisioneros salgan de la cárcel a hacer algo distinto que reincidir en las prácticas que los condujeron a la misma.

“Por eso se ha dicho siempre que el delito político es el derecho de los vencidos, porque el delito, cuando los delincuen-tes políticos logran la victoria, pues es la virtud de los que regentan las medidas del estado”Jaime Pardo Leal

¡La Paz! Alcanzarla es hazaña para muchos, pero claramente no es lo mismo para todos; aun así, su búsqueda atraviesa por algo que es inevitable, caracterizar el conflicto. Algunos insisten en restarle su carácter político, arguyendo pequeñeces y anecdóticos sucesos de crueldad que, la historia nos lo ha enseñado, suelen ocurrir en las guerras. Otros le reconocen su carácter político y dan por sentada la necesidad de dialogar. Unos últimos mencionan que atraviesa, no solo el campo de lo político, sino que realmente impregna lo social, lo económico y hasta lo cultural. No es de mi interés hablar en esté articulo de como se concibe por cada postura lo que es la Paz, pero ya podrán imaginar, por esas ideas, a que nociones se aproximan.

El tema del delito político y los que son prisioneros de guerra y conciencia en medio de las nacientes conversaciones de paz entre el gobierno Santos y la insurgencia es lo que a éste articulo compete. Tema delicado éste, empezando por la caracterización de los mismos, pasando por su posible excar-celación o por el debate presentado entre impunidad-amnistía e indulto para la reconciliación, y demás. Vayamos punto por punto.

El maestro y abogado Eduardo Umaña Luna menciona: “el área de los delitos políticos resulta

rehabilitación social, y la presupuesta intención de llevar a cabo, mediante estas fábricas de silencio y terror ortopédico, una supuesta ayuda al conjunto de la sociedad, y la apertura de nuevas pers-pectivas y posibilidades de vida para el interno, enjaulando su cuerpo en un botadero, lejos de su mente, pero además de su familia, sus compañerxs, y de paso la sociedad a la que predican estar

incorporándolo.

Vale la pena revisar un poco quienes acaban siendo los beneficiarios directos de estas sistemáticas mutilaciones de aquellas partes de la humanidad, que se niegan a ser tan solo espectadores cotidia-

nos de esta sociedad colombiana desplomada ante seculares intereses, que de paso sea dicho, son de aquellos que nunca irán a las cárceles siquiera a visitar a los de la corbata, pues están ante un sistema judicial permeado por la corrupción y por ello gran arbitrariedad que tiende a funcionar

según las demandas y necesidades de una poderosa minoría del país.

Las declaraciones mencionadas del general Ricaurte nos pueden orientar hacia dónde se dirige este supuesto beneficio social de las instituciones carcelarias. Afirma el director del INPEC: “Tengo que hacer un llamado a la empresa privada, (…) Las Cárceles podrían considerarse unas zonas francas, es decir yo tendría 142 zonas francas.” Haciendo luego, una generosa propaganda: “Las personas

que invierten en las cárceles están libres de impuestos, o sea que el empresario debería poner los ojos en las cárceles, para así sacar productos de alta calidad y ganarse una plata en la exención de

impuestos.”

La falacia de concebir la cárcel como una institución liberadora es un engranaje incorporado al gran sistema de explotación de mano de obra, pues una diferencia únicamente formal marca la brecha entre las capturas de esclavos de hace 500 años, y las capturas en nombre de la “resocialización” que realiza el Estado colombiano y que administra el INPEC, para surtir las empresas de mano de

obra robada a aquellos que cometieron el delito de tener voz. En la actualidad un empresario puede obtener a cada segundo el reporte del trabajo de su mano de obra encarcelada, pero ningu-

no de los que realizan dichas labores productivas puede conocer lo básico acerca de sus hijos y su vida antes de ser arrestada.

Sin duda alguna el argumento esgrimido por los defensores de la cárcel del supuesto papel resocia-lizador que identifica las prisiones, constituye una falange de la gran pantomima social para disfra-

zar de justa una sociedad que opera estructuradamente para sostener y expandir las desigualdades, y que avanza a compás del látigo.

El Derecho a la Educación.

“La educación formará al colombiano en el respeto a los derechos humanos, a la paz y a la demo-cracia; y en la práctica del trabajo y la recreación, para el mejoramiento cultural, científico, tecnoló-

gico y para la protección del ambiente…”. Art. 67 Constitución Política de Colombia.

“El tratamiento Penitenciario tiene la finalidad de alcanzar la resocialización del infractor de la ley penal, mediante el examen de su personalidad y a través de la disciplina, el trabajo, el estudio, la formación espiritual, la cultura, el deporte y la recreación, bajo un espíritu humano y solidario.”

artículo 10. “finalidad del tratamiento penitenciario” Código Penitenciario y Carcelario.

Un tema que no podríamos dejar en el tintero es el relacionado a los Derechos que se reconocen al interno en su condición de reo. Aun cuando el olvido es uno de los principales daños que inflige una

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la fugaEducarse

en las Mazmorras.6diferente en cada modo de producción, con sus particularidades en cada formación social y en consonancia con la coyuntura política que se presente a examen” (Umaña, 1982: p.30); esto al respecto de la fuerte crítica que hace hacia algunos filósofos, especialmente en el campo del dere-cho penal, de tratar de teorizar este concepto de una forma única; lo llama él “ingenua ilusión”. Y es que el Delito Político, al tener móviles exclusivos de su accionar a pesar de recurrir acciones de crímenes comunes, no puede ser un elemento de igual tratamiento; no podemos olvidar que es el derecho penal el que se encarga de castigar y controlar dichas acciones en perjuicio de la sociedad y sus miembros, mientras el delincuente político se organiza y actúa en torno a solucionar las proble-máticas sociales, luchando por la justicia, la libertad, y los principios altruista, buscando avanzar, en una disputa contra el Estado y sus leyes, y para lo cual recurre en muchos casos a la organización en armas.

Está claro, el debate no se puede abordar desde el campo netamente jurídico, la definición y el tratamiento a los delincuentes políticos son una mera institución iuspolítica, queriendo decir que su razón de ser y fundamento histórico está profundamente relacionado con la violen-cia política y que busca contener la crisis de la guerra, esto es, evitar el resquebraja-miento de la sociedad y su estructura. Debe quedar entonces la claridad del carácter mismo de estos delitos para no envolverlos en simplicidades que lleguen a pecar en la injusticia, tal y como pasa en el caso colombiano. Volviendo a Umaña Luna, quien citando al Maestro Carrara en sus frustraciones al respecto, menciona: “en otro tiempo creí ingenuamente que la política de los regímenes libres no era la misma política de los déspotas; (…) cuando la política entra por la puerta del templo, la justicia atemorizada huye por la ventana para regresar a los cielos” (Umaña, 1982; p. 33).Es inexistente el reconocimiento a los delincuentes políticos, pero las mesas de negociación aproximan al reconocimiento del carácter político de la insurgencia, una cosa lleva a la otra. El dilema que acongoja a muchos parla-mentarios y juristas colombianos es el tema referente al derecho punitivo, para algunos una posible concesión de indultos y amnistías es un grave golpe a la justicia y por ello a la democracia colombiana; equiparando la no impunidad y la justicia con el castigo tras las rejas, omitiendo que la privación a la libertad no lleva automáticamente a la reconciliación y reparación de las victimas. ¡Vulgar concepción la que tienen! parece ser que están olvidando la historia.

Está muy claro, que el proceder de los indultos y las amnistías son efecto de las guerras políticas entre liberales y conservadores, y que la ley colombiana lo acoge con el fin de evitar las graves crisis generadas por la guerra. El objetivo de estás figuras jurídicas buscan, así como en los primeros procesos de transición tal y como en la guerra de los mil días o el fin del periodo de “la Violencia”, evitar el resquebrajamiento social, la perpetuación de la violencia y los enfrentamientos civiles. Quienes ahora legislan para el actual proceso de paz que busca poner fin a este histórico conflicto deben tener en cuenta estos aspectos, omitirlos seria herramienta para que la guerra continúe. Si los indultos y las amnistías se hacen ausentes, muy seguramente la reconciliación sea inexistente y la carencia del reconocimiento de la verdad y la reparación es inminente. Pero está claro que a pesar de ser indispensables no pueden ser lo único.

Partamos del simple hecho que la Paz debe poseer elementos básicos para su consecución: una transformación estructural que de fin a los orígenes de la guerra, acompañada naturalmente -pro-ducto de las atrocidades de la misma- de un perdón, una reconciliación y reparación a las víctimas

de uno y otro lado, garantes éstas del renacer social. Si Colombia no esta dispuesta a rehacer su historia, a transformar su vida política, económica y social, y a buscar la reconciliación nunca podrá llegar a ser un país con una verdadera paz duradera y con justicia social. No podemos esperar que el Estado o los Gobiernos sean árbitro en una guerra a la cual han buscado perpetrar para su propio beneficio; quien es verdadero juez en esta guerra es el pueblo colombiano, y esté último ya se ha pronunciado: no queremos más violencia y si queremos la paz con justicia social.

Bibliografía.

* PARDO LEAL, Jaime. El delito político en Colombia. http://issuu.com/ehmanrique/docs/jaime_pardo_leal___el_delito_pol_tico_en_colombia#download

* RIVERA, Ennio. ¿Necesidad o Impunidad? Las leyes de amnistía en los procesos de paz, de los conflictos de carácter no internacional. U. Externado. Bogotá. 2003.

* UMAÑA, Eduardo. La Violencia y la Paz. Ediciones Tercer Mundo. Bogotá. 1982.

Colombia, el país con el tercer lugar de desigualdad del mundo, y en el que se hacen monedas para recordar los recursos naturales que extraen, disfru-

tan y/o destruyen las potencias extranjeras, en el tristemente tradicional desarrollo económico contenido en las cadenas de una minoría económica-

mente poderosa; existen y luchan más de 8.000 prisioneros políticos, de conciencia, montaje judicial y de guerra, cifra que avanza a ritmo galopante,

trágico y que resulta más desolador al mirar hacia el futuro.

En una entrevista realizada por Colprensa, y publicada el 8 de junio de este año por el diario La Vanguardia; al preguntarle por el problema de hacinamiento en las

cárceles, el general Gustavo Adolfo Ricaurte, Director del INPEC desde 2010, declaró:

“El Inpec hace 18 meses diseñó una serie de estrategias para bajar la superpoblación de los centros carcelarios. Lo que no se tenía previsto era la entrada en vigencia de la Ley de Seguri-

dad Ciudadana y otros subrogados penales de unos 20 meses para acá. Porque la población nues-tra calculada para 2014 es la que actualmente tenemos. Para ese año se tenía presupuestado tener

unos 111 mil internos y a hoy tenemos unos 118 mil. ”

Ante hechos como estos nos surgen inquietudes entorno a el verdadero papel que cumple este aparato punitivo, y alrededor de la función social del encierro, que tan diligentemente cumple este

Estado que garantiza poder matar un ciudadano en cualquier punto de la recóndita geografía colombiana- y fuera de esta-, o curar un cáncer “de sangre azul” en una semana, pero se manifiesta

impotente de brindar educación o salud a escasos metros de los palacios de gobierno.

La Falacia de la Resocialización.

El primer punto que proponemos para ser analizado es aquel pregón que anuncia la sacrosanta

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la fuga

“Las ideas no necesitan ni de las armas, en la medida en que sean capaces de conquistar a las grandes masas.”Fidel Castro

El conflicto interno colombiano, ha suscitado para los autores de la doctrina penal una serie de categorías que según su importancia tienen distinto valor condenable. En nuestro país hablar de presos políticos y de conciencia es un imprope-rio. Sumado a esto, el papel que han jugado los medios masivos de comunicación, estigmatizando

el lenguaje y ocultando una realidad que ha dejado la confrontación política, social y militar en Colom-bia. Este conflicto que ha desencadenado toda serie de ultrajes a la dignidad humana, condenando a quienes se oponen al régimen, ya sea desde cualquier orilla, o desde cualquier método, a través de la música, el periodismo, el arte, la política, la movilización y todas aquellas formas legitimas de expresión del pueblo Colombiano. Son muchas las denuncias, los carteles, los foros, los comunicados que inten-tan sensibilizar a una sociedad acostumbrada a la barbarie y a la indiferencia para quienes hoy están privados de su libertad, teniendo que soportar las inhumanas condiciones de las cárceles colombianas. Por otra parte la decidida campaña de invisibilizacion orquestada por el Estado Colombiano a nivel nacional e internacional afirmando que en Colombia no existen prisioneros políticos, descalificando la calidad política de quienes han ejercido su derecho a pensar diferente, pero sobre todo por denunciar el injusto sistema que tiene sumergido al país en la pobreza . Nadie cuestiona la vulneración a los derechos más elementales de la persona humana, el aislamiento a su núcleo familiar, las constantes dilataciones en los procesos judiciales, los montajes, la tortura psicológica, los hacinamientos en los centros penitenciarios, el mal trato al que se ven expuestos sus familiares, el fatídico y paupérrimo sistema de salud carcelario, todos estos atropellos constituyen una violación a la dignidad y honrra de quienes hoy están privados de su libertad. Por lo tanto la paz duradera con justicia social debe ser el camino que conduzca a la superación de estos males que aquejan al pueblo de Colombia, caracterizado por heredar hombres y mujeres que decididamente han escogido el camino de defender causas comu-nes, que hoy con tristeza hay que decirlo se convirtieron en su principal enemigo en los estrados judiciales; Se ha diseñado todo un sistema doctrinario que sustentan la posibilidad de acallar y conde-nar cualquier acción o intento de protesta social, que tendrá necesariamente que ser discutida en la actual mesa de dialogo entre el Gobierno e insurgencia con la participación activa de todos los sectores sociales y las victimas de las atrocidades cometidas por el estado Colombiano.

Por ultimo debe seguir siendo una consigna histórica de todos los sectores sociales y populares que no han claudicado en el intento por conseguir la paz, para que se aclare, se diga la verdad y se conde-nen las violaciones de los derechos humanos en general, y que se tenga en cuenta aquellas violacio-nes en contra de los prisioneros políticos y sociales que ha arrojado este conflicto, el cual tiene hoy la posibilidad de acabarse, pero solamente si se resuelven las causas estructurales que le dieron origen y lugar a quienes hoy están privados de la libertad en esta condición.

ses seculares de los más poderosos del país en pro de los intereses colectivos de la sociedad colom-biana, también lo han hecho los campesinos, trabajadores, defensores de derechos humanos, acadé-micos e intelectuales, líderes sociales y políticos, indígenas, negros y muchos compatriotas más que han apostado por propuestas y plataformas políticas distintas a las aceptadas en este país, es decir, distintas a las convenientes para los intereses económicos de una minoría poderosa, sujetos que han sido víctimas de la calumnia, que han sido desplazados, desaparecidos, encarcelados, torturados, acallados, amenazados, deshonrados, estigmatizados, en fin, sujetos que se han convertido en prisioneros políticos, en asilados, en cadáveres en fosas comunes, en “terroristas” por ejercer por distintas vías formas democráticas de participación política, por querer tomar parte en la toma de decisiones colectivamente vinculantes, por soñar por una Colombia para los colombianos, una Colombia digna, democrática, una Colombia con verdadera justicia social, una Colombia en donde verdaderamente cada colombiano viva en paz.

Todo lo anterior nos lleva a reflexionar sobre el tipo de supuesta democracia que en Colombia existe, cosa que nos demuestra que en Colombia el conflicto social, político y armado ha sido siempre alimentado por aquellos guerreristas, aquellos que no están dispuestos a aceptar una verdadera democracia en nuestro país y por ello la participación de miles de colombianos con ideas y perspecti-vas distintas, aquellos que ponen sus intereses económicos por encima de los intereses de sus com-patriotas, aquellos que nos han engañado, que nos han dado falsas promesas, que nos han traiciona-do, aquellos que ven en la educación crítica, pensante, propositiva y deliberativa una piedra en sus zapatos, que se han dado cuenta que más fácil nos dominan a través de la ignorancia generalizada que por las armas, pero ellos no contaban con la valentía de miles de estudiantes colombianos, que como Jorge Gaitán, Carlos Lugo y Omar Marín salieron a las calles a reclamar su legítimo derecho a la educación, que salieron con ideas y propuestas para la educación del país, que con toda la rebeldía y espíritu soñador que caracteriza a la juventud decidieron ejercer la política desde abajo, con las masas, con la gente y de cara al país, no a puerta cerrada y arbitrariamente como siempre lo han hecho los políticos tradicionales, estudiantes que le demostraron al país que en realidad si se pueden forjar caminos de unidad entre personas con diversas posturas políticas, pues el estudiantado se caracteriza además por su heterogeneidad de ideas y posiciones pero sin embargo, ha logrado tumbar la reforma a la ley 30, aquella que buscaba hacer de la educación un negocio y también ha logrado construir colectivamente una propuesta de ley de educación superior, ha demostrado que el

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“Las ideas no necesitan ni de las armas, en la medida en que sean capaces de conquistar a las grandes masas.”Fidel Castro

El conflicto interno colombiano, ha suscitado para los autores de la doctrina penal una serie de categorías que según su importancia tienen distinto valor condenable. En nuestro país hablar de presos políticos y de conciencia es un imprope-rio. Sumado a esto, el papel que han jugado los medios masivos de comunicación, estigmatizando

el lenguaje y ocultando una realidad que ha dejado la confrontación política, social y militar en Colom-bia. Este conflicto que ha desencadenado toda serie de ultrajes a la dignidad humana, condenando a quienes se oponen al régimen, ya sea desde cualquier orilla, o desde cualquier método, a través de la música, el periodismo, el arte, la política, la movilización y todas aquellas formas legitimas de expresión del pueblo Colombiano. Son muchas las denuncias, los carteles, los foros, los comunicados que inten-tan sensibilizar a una sociedad acostumbrada a la barbarie y a la indiferencia para quienes hoy están privados de su libertad, teniendo que soportar las inhumanas condiciones de las cárceles colombianas. Por otra parte la decidida campaña de invisibilizacion orquestada por el Estado Colombiano a nivel nacional e internacional afirmando que en Colombia no existen prisioneros políticos, descalificando la calidad política de quienes han ejercido su derecho a pensar diferente, pero sobre todo por denunciar el injusto sistema que tiene sumergido al país en la pobreza . Nadie cuestiona la vulneración a los derechos más elementales de la persona humana, el aislamiento a su núcleo familiar, las constantes dilataciones en los procesos judiciales, los montajes, la tortura psicológica, los hacinamientos en los centros penitenciarios, el mal trato al que se ven expuestos sus familiares, el fatídico y paupérrimo sistema de salud carcelario, todos estos atropellos constituyen una violación a la dignidad y honrra de quienes hoy están privados de su libertad. Por lo tanto la paz duradera con justicia social debe ser el camino que conduzca a la superación de estos males que aquejan al pueblo de Colombia, caracterizado por heredar hombres y mujeres que decididamente han escogido el camino de defender causas comu-nes, que hoy con tristeza hay que decirlo se convirtieron en su principal enemigo en los estrados judiciales; Se ha diseñado todo un sistema doctrinario que sustentan la posibilidad de acallar y conde-nar cualquier acción o intento de protesta social, que tendrá necesariamente que ser discutida en la actual mesa de dialogo entre el Gobierno e insurgencia con la participación activa de todos los sectores sociales y las victimas de las atrocidades cometidas por el estado Colombiano.

Por ultimo debe seguir siendo una consigna histórica de todos los sectores sociales y populares que no han claudicado en el intento por conseguir la paz, para que se aclare, se diga la verdad y se conde-nen las violaciones de los derechos humanos en general, y que se tenga en cuenta aquellas violacio-nes en contra de los prisioneros políticos y sociales que ha arrojado este conflicto, el cual tiene hoy la posibilidad de acabarse, pero solamente si se resuelven las causas estructurales que le dieron origen y lugar a quienes hoy están privados de la libertad en esta condición.

ses seculares de los más poderosos del país en pro de los intereses colectivos de la sociedad colom-biana, también lo han hecho los campesinos, trabajadores, defensores de derechos humanos, acadé-micos e intelectuales, líderes sociales y políticos, indígenas, negros y muchos compatriotas más que han apostado por propuestas y plataformas políticas distintas a las aceptadas en este país, es decir, distintas a las convenientes para los intereses económicos de una minoría poderosa, sujetos que han sido víctimas de la calumnia, que han sido desplazados, desaparecidos, encarcelados, torturados, acallados, amenazados, deshonrados, estigmatizados, en fin, sujetos que se han convertido en prisioneros políticos, en asilados, en cadáveres en fosas comunes, en “terroristas” por ejercer por distintas vías formas democráticas de participación política, por querer tomar parte en la toma de decisiones colectivamente vinculantes, por soñar por una Colombia para los colombianos, una Colombia digna, democrática, una Colombia con verdadera justicia social, una Colombia en donde verdaderamente cada colombiano viva en paz.

Todo lo anterior nos lleva a reflexionar sobre el tipo de supuesta democracia que en Colombia existe, cosa que nos demuestra que en Colombia el conflicto social, político y armado ha sido siempre alimentado por aquellos guerreristas, aquellos que no están dispuestos a aceptar una verdadera democracia en nuestro país y por ello la participación de miles de colombianos con ideas y perspecti-vas distintas, aquellos que ponen sus intereses económicos por encima de los intereses de sus com-patriotas, aquellos que nos han engañado, que nos han dado falsas promesas, que nos han traiciona-do, aquellos que ven en la educación crítica, pensante, propositiva y deliberativa una piedra en sus zapatos, que se han dado cuenta que más fácil nos dominan a través de la ignorancia generalizada que por las armas, pero ellos no contaban con la valentía de miles de estudiantes colombianos, que como Jorge Gaitán, Carlos Lugo y Omar Marín salieron a las calles a reclamar su legítimo derecho a la educación, que salieron con ideas y propuestas para la educación del país, que con toda la rebeldía y espíritu soñador que caracteriza a la juventud decidieron ejercer la política desde abajo, con las masas, con la gente y de cara al país, no a puerta cerrada y arbitrariamente como siempre lo han hecho los políticos tradicionales, estudiantes que le demostraron al país que en realidad si se pueden forjar caminos de unidad entre personas con diversas posturas políticas, pues el estudiantado se caracteriza además por su heterogeneidad de ideas y posiciones pero sin embargo, ha logrado tumbar la reforma a la ley 30, aquella que buscaba hacer de la educación un negocio y también ha logrado construir colectivamente una propuesta de ley de educación superior, ha demostrado que el

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