La Funcion Del Dogma en La Investigación Científica

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  • V

    la f111i1 . del d1111a

    11 la i1111ti1aci1 ci11tifica

    T.S. Kuhn

  • VOLMENES APARECIDOS DE FILOSOFA DE LA CIENCIA 21 A. J. Ayer, E. Gellner, l. V. Kuznetsov

    FILOSOFA Y CIENCIA 5/M. O. Beckner

    EL DARWINISMO

    7 /P. K. Feyerabend CMO SER UN BUEN EMPIRISTA

    19 /C. Lvi-Strauss CRITERIOS CIENTFICOS EN LAS DISCIPLINAS SOCIALES Y HUMANAS

    201 J. D. Garca Bacca FILOSOFA Y TEORA DE LA RELATIVIDAD

    22/ J. Stuart-Mill DE LOS CUATRO MTODOS DE INDAGACIN EXPERIMENTAL

    23/P. Lorenzen PENSAMIENTO METDICO

    31 /A. E. Musgrave LOS SEGUNDOS PENSAMIENTOS DE KUHN

    35/H. Skolimowski RACIONALIDAD EVOLUTIVA

    37 /Th. S. Kuhn LA FUNCIN DEL DOGMA EN LA INVESTIGACIN CIENTFICA

    53/P. Feyerabend, A. Naess EL MITO DE LA "CIENCIA" Y SU PAPEL EN LA SOCIEDAD POR QU~ NO CIENCIA TAMBIN PARA ANARQUISTAS?

    VOLMENES EN PRENSA 29/H. Feigl, St. Toulmin

    EL LEGADO DEL POSITIVISMO LGICO 39/ J. D. Sneed, Th. S. Kuhn

    PROBLEMAS FILOSFICOS EN LA CIENCIA EMPRICA DE LA CIENCIA EL CAMBIO DE TEORA COMO CAMBIO DE ESTRUCTURA

    40/ Konrad Lorenz LA DOCTRINA KANTIANA DEL A PRIORI A LA LUZ DE LA BIOLOGA CONTEMPORNEA

    42/E. Laszlo, L. von Bertalanffy HACIA UNA FILOSOFA DE SISTEMAS

    THOMAS S. KUHN

    LA FUNCION DEL DOG EN LA

    INVESTIGA CI ON CIENTIFICA

    Traduccion de

    DAMASO ESLAVA

    REVISTA TEOREMA

    VALENCIA

    1979

  • El ensayo de Th. S. Kuhn "The function of dogma in scientific research" fue originalmente pu-blicado como captulo 11 del libro compilado por Alistair Crombie, Scientific Change, New York: Heineman Educational Books, 1963. Teorema agra-dece a la editorial Heineman su amable permiso pa-ra publicar la presente versin castellana.

    DEPARTAMENTO DE LOGICA DELA UNIVERSIDAD DE VALENCIA

    PRINTED IN SP AIN

    IMPRESO EN ESP ANA

    1.5.B.N. 84-370-0125-0

    DEPSITO LEGAL: V. 89 - 1980 ARTES GRFICAS SOLER, S. A. - UVERETA, 28 - VALENCIA (18) - 1980

    El presente ensayo recoge el texto de una confert::ncia pro-nunciada en 1961 por Th. S. Kuhn en Worcester College~' oxford~ y viene a significar un "avance" del libro La estructura deJas re-voluciones cientficas (1962), que ha sido centro de polnca'en la filosofa de la ciencia de las dos ltimas dcadas. ' ~ .,'

    El lector no familiarizado con la teora kuhniana de las re-voluciones cientficas encontrar en este texto una sinttica intro-duccin a los ingredientes bsicos de esa teora:* la nocin de pa-radigma como modelo o patrn de autoridad por el que se inculca a la comunidad cientfica "un hondo compromiso en favor de un modo particular de ver el mundo y de practicar la ciencia en l"; y los dos modos o fases capitales del desarrollo cientfico: la cien-cia normal o madura, basada-en-paradigma, cuyo progreso consis-te en la gradual adecuacin del paradigma a la naturaleza por me-ra resolucin de "puzzles", y la ciencia extraordinaria, que es episdicamente suscitada por las anomalas o fenmenos recalci-trantes que detecta la ciencia normal, e implica un tipo de pro-greso ms fundamental e innovador por cambio revolucionario de paradigma.

    Pero el ensayo sobre "La funcin del dogma" contiene pers-pectivas que son tambin iluminadoras para quien haya ledo las obras de Kuhn ya traducidas al castellano. Aqu, como advierte Toulmin, pasa primero su autor del uso meramente descriptivo del trmino "revolucin" -empleado en su anterior libro La revo-lucin copernicana (1957)- al uso explicativo del mismo como clave de una teora del progreso cientfico; y al cargar el acento sobre la idea de "dogma", sugiere una audaz analoga entre cien-cia y teologa, de la que har omisin en ulteriores escritos. De otro lado este artculo es complemento de un importante ensayo anterior de 1959, "The essential tension" (La tensin esencial) -que precisamente da el ttulo al ltimo libro de Kuhn, Essential Tension (1977), del cual forma parte.

    Informacin bibliogrfica sobre el posterior desarrollo del pensamiento de Kuhn, se indica en los Cuadernos Teorema 31 y 39.

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  • CONTENIDO

    Introduccin La tesis del dogmatismo de la ciencia madura (3-7) El modelo de educacin caracterstico de la ciencia (7-1 O)

    Paradigmas Los paradigmas de la ciencia (11-14) La diferencia entre las fases pre y post-paradigmtica

    en el desarrollo de la ciencia (14-21) Precisiones sobre la idea de paradigma (21-24)

    Investigacin cientfica normal La investigacin cientfica madura es

    basada-en-paradigma (2 5-26) Lo que el paradigma deja por hacer a la

    comunidad cientfica (26-28) El cientfico como solucionador-de-rompecabezas (29-31)

    Anomalas e innovaciones revolucionarias La ciencia normal y sus lmites (33-35) La ciencia normal y su capacidad para

    detectar anomalas (3 5-36) Las anomalas como preludio de

    nuevos descubrimientos (36-39) Las anomalas como preludio de nuevas

    teoras. Las crisis (39-42)

    La tensin entre tradicin e innovacin

    Pgs.

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    33

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    En algn momento de su carrera, estoy seguro, se le habr presentado a todo miembro de este Simposio la imagen del cientfico como la de un indagador imparcial que slo se atiene a la verdad. El cientfico es el explora-dor de la naturaleza: el hombre que se desprende del prejuicio en el umbral de su laboratorio, que recoge y examina los hechos objetivos y desnudos, y que se some-te a ellos y slo a ellos. Estas son las caractersticas que hacen tan valioso el testimonio de los cientficos cuando avalan productos industriales en los Estados Unidos. Ni siquiera para una audiencia internacional requerira esto mayor elaboracin. Ser cientfico es, entre otras cosas, ser objetivo y de espritu abierto.

    Probablemente ninguno de nosotros crea que, en la prctica, el cientfico de la vida real obtenga un xito completo en la realizacin de dicho ideal. El trato perso-nal con los cientficos, las novelas de Sir Charles Snow, o una lectura superficial de la historia de la ciencia pro-porcionan abundante evidencia en contra. Aunque la empresa cientfica pueda tener un espritu abierto, sea como fuere lo que el uso de esta frase pueda significar, muy a menudo sucede que el cientfico individual no tiene ese espritu. Si bien es cierto que su trabajo es pre-dominantemente terico o experimental, el cientfico parece conocer usualmente, incluso antes de que su pro-

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  • yecto de investigacin est definitivamente encarrilado, el resultado global, a excepcin de nfimos detalles, que dicho proyecto alcanzar. Si se llega rpidamente al re-sultado, mejor que mejor, si no, el cientfico luchar con sus aparatos y con sus ecuaciones hasta que, en la medi-da de lo posible, den los resultados que se adecen al ti-po de modelo que l desde el principio haba previsto. No es nicamente a travs de su propia investigacin co-mo expone el cientfico sus firmes convicciones acerca de los fenmenos que puede ofrecer la naturaleza yace-ca de los modos en que puedan stas ser ajustadas a la realidad. A menudo esas mismas convicciones se mues-tran ms claramente en su respuesta al trabajo produci-do por otros. Desde la aceptacin por Galileo de la in-vestigacin de Keplero hasta la aceptacin por Nageli de la de Mendel, desde el rechazo por parte de Dalton de las conclusiones de Gay Lussac hasta el rechazo de Max-well por parte de Kelvin, las novedades inesperadas fcti-cas y tericas han encontrado una resistencia caracters-tica y, frecuentemente, han sido rechazadas por muchos de los miembros ms creativos de la comunidad cientfi-ca profesional. El historiador, cuando menos, apenas si necesita que Planck le recuerde que: "Una nueva verdad cientfica no se presenta usualmente de manera que con-venza a sus oponentes ... ; lo que sucede es ms bien que stos se van muriendo unos tras otros, y una generacin naciente se familiariza con dicha verdad desde el princi-pio" .1

    Hechos familiares como stos -que fcilmente podran multiplicarse- no parecen denunciar una em-

    1 Wissenschaftliche Selbstbiographie (Leipzig, 1948), p. 22. La tra-duccin es ma.

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    presa cuyos realizadores sean hombres de espritu no-tablemente abierto. Cabra reconciliar de algn modo esos hechos con nuestra imagen usual de la investigacin cientfica productiva? Si una tal reconciliacin no pare-ce haber planteado problemas fundamentales en el pasa-do, ello se debe probablemente a que la resistencia y el prejuicio han sido, por lo normal, considerados como algo extrao a la ciencia. Pues no son, se nos ha dicho a menudo, ms que el producto de insalvables limitacio-nes humanas; en un mtodo cientfico apropiado no hay lugar para ellos; y este mtodo es lo suficientemente po-deroso como para que la mera idiosincrasia humana no pueda impedir su xito por mucho tiempo. Desde esta perspectiva, los ejemplos de parti pris cientfico suelen ser reducidos al nivel de ancdotas, y es esta evaluacin de su relevancia lo que se pretende desafiar en el presen-te ensayo. La sola verosimilitud de lo indicado sugiere que dicho desafo es necesario. El prejuicio y la resisten-cia parecen ser ms bien la regla que la excepcin en ... el desarrollo maduro de la ciencia. Por aadidura, y b~jo circunstancias normales, caracterizan tanto a la mejor y ms creativa como a la ms rutinaria de las investigacio-nes. Ni tampoco parece ser gran problema el saber de dnde proceden. Ms que caractersticas de un individuo aberrante, son caractersticas de la comunidad, que echan profundas races en los procedimientos mediante los cuales se adiestra a los cientficos para su trabajo profesional. Las convicciones firmemente sostenidas que son previas a la investigacin, parecen constituir a me-nudo una precondicin del xito en las ciencias.

    Obviamente, estoy adelantando acontecimientos, pero quiz al hacerlo as he indicado ya el tema princi-

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  • pal de mi ensayo. Aunque el prejuicio y la resistencia a las innovaciones podran muy fcilmente obstruir por completo el progreso cientfico, su omnipresencia es, sin embargo, sintomtica de caractersticas de las que de-pende la continua vitalidad de la investigacin. A estas caractersticas las llamar, tomadas colectivamente, el dogmatismo de la ciencia madura, y en las pginas que vienen a continuacin intentar elaborar acerca de ellas los siguientes extremos. La educacin cientfica inculca lo que la comunidad de cientficos ha alcanzado previa-mente con dificultad: un hondo compromiso en favor de un modo particular de ver el mundo y de practicar la ciencia en l. Dicho compromiso puede -y as sucede de vez en cuando- ser reemplazado por otro, pero no se puede renunciar a l sin ms. Y mientras contine carac-terizando a la comunidad de profesionales cientficos, demuestra ser, en dos aspectos, fundamental para la in-vestigacin productiva. Al definir para el cientfico indi-vidual tanto los problemas legtimos que han de ocupar-le como la naturaleza de las soluciones aceptables de ellos, ese compromiso es efectivamente constitutivo de investigacin. Lo que normalmente hace el cientfico es, al igual que el jugador de ajedrez, solucionar rompecabe-zas o embrollos, y el compromiso al que es inducido por educacin le suministra las reglas de juego que tienen vi-gencia en su poca. Sin ese compromiso, no sera un fsi-co, o un qumico, o un especialista en campo alguno en que hubiera sido instruido.

    Adems, el referido compromiso juega un segun-do, y en buena medida incompatible, papel en la investi-gacin. Su gran solidez y la unanimidad con que lo sus-cribe el grupo de profesionales, provee al cientfico indi-6

    vidual de un detector extraordinariamente sensible a los focos de perturbacin de los cuales resultan, casi inevi-tablemente , innovaciones fcticas y tericas de impor-tancia. En las ciencias, la mayora de los descubrimien-tos de hechos. inesperados y todas las innovaciones fun-damentales de la teora son respuestas a una ruptura pre-via en el ejercicio de las reglas del juego anteriormente establecido. Por lo tanto, aunque un compromiso cuasi dogmtico es, por una parte, una fuente de resistencia y de controversia, contribuye tambin instrumentalmente a hacer de la ciencia la ms consecuentemente revolucio-naria de todas las actividades humanas. No es preciso trocar la resistencia y el dogma en virtudes para advertir que sin ellos no podra existir una ciencia madura.

    Antes de examinar ms ampliamente la naturaleza y efectos del dogma cientfico, considerar el modelo educativo que lo transmite de una generacin de profe-sionales a la siguiente. Los cientficos no son, por su-puesto, la nica comunidad profesional que adquiere por educacin un conjunto de normas, instrumentos y tcnicas, que ms tarde despliega en su propio trabajo creativo. No obstante, incluso un rpido anlisis de la pedagoga cientfica sugiere que sta se presta mucho ms a inducir la rigidez profesional que la educacin en otros campos, exceptuando, quiz, la teologa sistemti-ca. Admito que el eptome que sigue est mediatizado por el modelo americano, que es el que mejor conozco. Sin embargo, los contrastes a que apunta deben hacerse tambin visibles, con los cambios oportunos, en la edu-cacin britnica y europea.

    Quiz el rasgo ms llamativo de la educacin cien-7

  • tfica es que, en una medida bastante inslita en otros campos creativos, se lleva a cabo mediante libros de tex-to, mediante obras escritas especialmente para estudian-tes. Antes de estar preparado, o casi preparado, para ini-ciar su propia disertacin doctoral, rara vez se le pide al estudiante de qumica, fsica, astronoma, geologa, o biologa, que intente proyectos de investigacin experi-mental o que exponga los productos inmediatos de las investigaciones llevadas a cabo por otros -esto es, las comunicaciones profesionales que los cientficos escri-ben para sus colegas. Las "antologas o colecciones de fuentes" juegan un papel sin importancia en la educa-cin cientfica. Tampoco se anima al estudiante de cien-cias a la lectura de los clsicos en la historia de su cam-po -obras en las cuales podra encontrar otros modos de enfocar las cuestiones discutidas en su texto, pero en las que encontrara tambin conceptos y patrones de so-lucin que su futura profesin ha desechado y reempla-zado desde hace largo tiempo.2 En alguna ocasin, White-head capt este rasgo tan peculiar de las ciencias al escri-bir: "Una ciencia que vacila en olvidar a sus fundadores est perdida".

    La confianza casi exclusiva en los libros de texto no es todo lo que distingue a la educacin cientfica. Despus de todo, los estudiantes de otros campos recu-rren tambin a tales libros, aunque muy rara vez despus del segundo afio de graduacin y ni siquiera exclusiva-

    2 Las ciencias particulares muestran alguna variacin en este aspecto. Los estudiantes de las ms modernas ciencias tericas y tambin de las me-nos tericas, p .ej., partes de la biloga, geologa, y ciencia mdica, tienen ms probabilidades de encontrar materiales relativos a fuentes histricas Y contemporneas que los estudiantes de astronoma, matemtica, o fsica.

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    mente durante los primeros afios de sta. Pero en las ciencias, los diferentes libros de texto se limitan a expo-ner sus diferentes materias en vez de ejemplificar apro-ximaciones diferentes a una problemtica particular, co-mo sucede en el caso de las humanidades y de muchas ciencias sociales. Incluso los libros que rivalizan para ser adoptados como texto en un curso de alguna ciencia particular, difieren principalmente en el nivel y los deta-lles pedaggicos, pero no en sustancia ni en estructura conceptual. Sera difcil imaginar a un fsico o a un qu-mico diciendo que se ha visto forzado a partir casi desde los primeros principios en su tercer ao educativo, por haber obtenido su orientacin previa en ese campo me-diante libros que vio~aban consistentemente su concep-cin de la disciplina. S'in embargo, observaciones de este tipo no carecen en absoluto de antecedentes en algunas ciencias sociales. Aparentemente, los cientficos estn de acuerdo acerca de lo que todo estudiante de su campo debe saber. La razn de ello est en que para disear el curriculum previo al ejercicio de la profesin pueden re-currir al uso de libros de texto, y no a muestras eclcti-cas de investigacin.

    Ni tampoco es la tcnica caracterstica de presen-tacin en libros de texto completamente igual en las ciencias que en otros lugares. Si se exceptan las ocasio-nales introducciones que rara vez leen los estudiantes, los textos cientficos no se esfuerzan mucho en describir los tipos de problemas cuya solucin se puede pedir ai profesional, o en discutir la variedad de tcnicas que la experiencia ha puesto en marcha para su solucin. Por el contrario, estos libros exhiben desde el principio concre-tas soluciones-de-problemas que la profesin ha llegado

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  • a aceptar como paradigmas, y entonces se pide al estu-dian te que resuelva por s mismo, bien sea con lpiz y papel o bien en el laboratorio, problemas cuidadosamen-te diseados, metodolgica y sustancialmente, sobre la base de aquellos otros que haba estudiado en el texto. Slo en el aprendizaje del lenguaje elemental o en el adiestramiento en instrumentos musicales es tan amplio o tan esencial el uso de los "ejercicios de dedos". Y s-tos son precisamente los terrenos en los que la finalidad de la instruccin es producir, con el mximo vigor y ra-pidez, "disposiciones mentales" o Einstellungen. Yo di-ra que en las ciencias el efecto de esas tcnicas es casi el mismo. Aunque el desarrollo cientfico es particular-mente fecundo en consecuencias novedosas, la educa-cin cientfica sigue siendo una iniciacin relativamente dogmtica a una tradicin preestablecida de solucin de problemas, para cuya evaluacin no se estimula ni se prepara a los estudiantes.

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    El modelo de educacin sistemtica mediante li-bros de texto que acabamos de describir, no exista en ningn lugar ni en ninguna ciencia (exceptuando quiz a la matemtica elemental) hasta principios del siglo dieci-nueve. Pero con anterioridad a esta fecha, algunas de las ciencias ms desarrolladas mostraban claramente las ca-ractersticas especiales que antes indicbamos, y en al-gunos casos contados se ha hecho as durante mucho tiempo. Donde no haba libros de texto, sola haber pa-radigmas universalmente aceptados para la prctica de determinadas ciencias. Tales paradigmas eran logros cientficos relatados en libros que todos los cultivadores de un campo dado conocan ntimamente y admiraban, logros en funcin de los cuales modelaban su propia in-vestigacin y que les suministraban una medida de sus propias realizaciones. La Fz'sica de Aristteles, el Alma-gesto de Ptolomeo, los Principia y la Optica de Newton, la Electricidad de Franklin, la Quz'mica de Lavoisier y la Geologz'a de Lyell -stas y muchas otras obras sirvieron durante cierto tiempo para definir implcitamente los problemas y mtodos legtimos de un campo de investi-gacin para sucesivas generaciones de profesionales. En su da cada uno de estos libros, junto con otros estrecha-

    ' mente modelados sobre la base de ellos, jugaron un pa-pel muy parecido en su campo al que actualmente jue-

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  • gan los libros de texto en estos mismos y en otros terre-nos.

    Todas las obras que acabo de mencionar son, por supuesto, clsicos de la ciencia. En tanto que tales, su papel puede considerarse similar al de los principales cl-sicos en otros campos creativos, por ejemplo, las obras de un Shakespeare, un Rembrandt o un Aqam Smith. Pero al llamar para igmas, en vez de clsicos, a esas obras o a las realizaciones que subyacen tras ellas, quiero dar a entender que hay algo ms de especial acerca de las mismas, algo que las separa de algunos otros clsicos de la ciencia y de todos los clsicos de otros campos creati-vos.

    Parte de ese "algo ms" es lo que llamar el carc-ter exclusivo de los paradigmas. En cualquier momento los profesionales de una determinada especialidad pue-den reconocer a numerosos clsicos, algunos de ellos -como las obras de Ptolomeo y Copmico o de Newton y Descartes- en buena medida incompatibles entre s. Pero este mismo grupo, si es que tiene algn paradigma, slo puede tener uno. A diferencia de la comunidad de artistas -que puede inspirarse simultneamente en las obras de, por ejemplo, Rembrandt y Czanne y que, por tanto, los estudia a ambos-, la comunidad de astrno-mos no tiene alternativa al elegir entre los modelos riva-les de actividad cientfica suministrados por Copmico Y Ptolomeo. Adems, una vez hecha su eleccin, los astr-nomos podran acto seguido abandonar la obra que- hu-bieran rechazado. Desde el siglo dieciseis ha habido slo dos ediciones completas del Almagesto, ambas realizadas en el siglo diecinueve y dirigidas exclusivamente a especia-listas. En las ciencias maduras no hay una funcin defi-12

    nida para el equivalente de un museo de arte o de una biblioteca de clsicos. Los cientficos saben cundo los libros, y hasta las revistas, quedan anticuados. Y aun cuando no lleguen entonces a destruirlos, s que los trasladan, como cualquier historiador de la ciencia pue-de testificar, de la biblioteca departamental en uso acti-vo al desusado depsito general de la Universidad. Las obras que estn al da han conquistado el lugar que ellas ocupaban, y constituyen todo lo que requiere el ulterior progreso de la ciencia.

    Esta caracterstica de los paradigmas est estre-chamente relacionada con otra que precisamente tiene una particular relevancia para mi seleccin del trmino. Al adoptar un paradigma la comunidad cientfica se compromete, conscientemente o no, con el punto de vista de que los problemas fundamentales por l resuel-tos, de hecho, han sido resueltos de una vez por todas. Esto es lo que Lagrange quera significar cuando dijo de Newton: "Hay solamente un universo, y puede suceder que slo un hombre en la historia del mundo sea el in-trprete de sus leyes". 3 Tanto el ejemplo de Aristteles como el de Einstein demuestran que Lagrange no estaba en lo cierto, pero esto no hace menos rico en conse-cuencias para el desarrollo cientfico al hecho de su compromiso. Al creer que lo que Newton haba llevado cabo no necesitaba ser realizado de nuevo, Lagrange no se senta tentado a acometer reinterpretaciones fun-

    3 e Th ttado en esta forma por S.F. Mason, Main Cu"ents of Scientifi ide'out~ht (New York, 1956), p. 254. La frase original, que es esencialme ~

    n tea aunque ' 1 . gi d var1en as palabras, parece derivar del contemporneo 1: 16)e Dela~bre, Mmoires de ... l'Institut ... , anne 1812, Parten ( . , , P. xlv1. ..,,,

    -" ......

  • damentales de la naturaleza. En vez de ello, poda reanu-dar la tarea all donde los hombres que compartieron su paradigma newtoniano la haban dejado, esforzndose por conseguir formulaciones ms ntidas de este paradig-ma y una articulacin que lo pusiera cada vez ms de acuerdo con las observaciones de la naturaleza. Este tipo de trabajo es emprendido slo por aquellos que estn convencidos de que el modelo elegido es totalmente se-guro. No hay nada que se parezca a esto en las artes, y cualquier paralelismo con las ciencias sociales es, en el mejor de los casos, parcial. Los paradigmas determinan para la ciencias maduras modelos de desarrollo que no se asemejan al que es familiar en otros terrenos.

    Esta diferencia podra ilustrarse comparando el desarrollo de una ciencia basada-en-paradigma con el de, por ejemplo, la filosofa y la literatura. Pero puede obte-nerse el mismo efecto ms econmicamente contrastan-do el primitivo modelo de desarrollo de casi todas las ciencias con el modelo caracterstico del mismo campo en su madurez. No puedo dejar de insistir en este punto con toda firmeza, pero lo que tengo en mente es como sigue: excepto en los campos que, como el de la bioqu-mica, surgieron por la combinacin de especialidades ya existentes, los paradigmas son una adquisicin relativa-mente tarda en el curso del desarrollo cientfico. Du-rante sus primeros aos la ciencia procede sin ellos, o, al menos, sin unos patrones tan inequvocos y tan restricti-vos como los anteriormente mencionados a modo de ilustracin. La ptica fsica antes de Newton o el estu-dio del calor antes de Black y Lavoisier ejemplifican el modelo de desarrollo pre-paradigmtico que examinar 14

    inmediatamente en la historia de la electricidad. Mien-tras avanza hasta alcanzar un primer paradigma, el desa-rrollo de una ciencia se asemeja en mayor grado al de las artes y al de la mayora de las ciencias sociales que al modelo que la astronoma, por ejemplo, haba adquirido ya en la antigedad, o al modelo con el que todas las ciencias naturales nos han familiarizado hoy.

    Para captar la diferencia entre desarrollo cientfi-co pre y post-paradigmtico, consideraremos un solo ejemplo. En los comienzos del siglo dieciocho, y tam-bin en el siglo diecisiete e incluso ms temprano, haba casi tantas opiniones acerca de la naturaleza de la elec-tricidad como experimentadores importantes: hombres como Hauksbee, Gray, Desaguliers, Du Fay, Nollet, Wat-son, y Franklin. Todos sus numerosos conceptos de elec-tricidad tenan algo en comn: se derivaban en parte del experimento y la observacin, y, tambin en parte, de una u otra versin de la filosofa mecnico-corpuscular que guiaba todas las investigaciones cientficas del mo-mento. Sin embargo, tales elementos comunes no daban a sus trabajos ms que un mero aire de familia. Nos ve-mos obligados a reconocer la existencia de diversas es-cuelas y su bescuelas rivales, derivando su fuerza cada una de ellas de su relacin con una particular versin (cartesiana o newtoniana) de la metafsica corpuscular, Y haciendo hincapi cada una de ellas en el grupo parti-cular de fenmenos elctricos que su propia teora po-da explicar mejor. Las otras observaciones fueron trata-das mediante elaboraciones ad hoc, o quedaron como Problemas pendientes para investigaciones posteriores. 4

    4 Puede obtenerse abundante documentacin sobre esta concepcin

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  • Un primer grupo de investigadores de la electrici-dad sigui la prctica del siglo diecisiete y, en conse-cuencia tom como fenmenos elctricos fundamenta-

    ' les la atraccin y la generacin frfocional. Tendan a considerar la repulsin como un efecfo secundario (du-rante el siglo diecisiete se haba atribuido la repulsin a algn tipo de rebote mecnico), y asimismo a posponer cuanto fuera posible tanto la discusin cqmo la investi-gacin sistemtica de la conduccin elctrica, el i:ecien-temente descubierto efecto de Gray. Otro grupo estre-chamente relacionado con el anterior consideraba la re-pulsin como el efecto fundamental, mientras-tr~ .gru-po ms tomaba la atraccin y la repulsi0.n cqm:manifes-taciones igualmente bsicas de la electricidad. Cada uno de estos grupos modificaba su teora y su investigacin de acuerdo con tales presupuestos, pero tuvieron tanta dificultad como el primero para dar razn de cualesquie-ra efectos de conduccin, exceptuando los ms simples. Dichos efectos proporcionaron el punto de partida para un tercer grupo, que tenda a hablar de la electricidad como un "fluido'' que circulaba a travs de conductores ms bien que como un "effluvium" que emanase de los no-conductores. A su vez este grupo tuvo dificultades para reconciliar su teora con una serie de efectos de re-

    del desarrollo de la electricidad en Duane Roller Y Duane H.D. Roller, The Development of the Concept of Electric Charge: Electricity from the Greeks to Coulomb, Harvard Case Histories in Experimental Science, VIII (Cambridge , Mass., 1954), y en LB. Cohen, Franklin and Newton: An In-quiry into Speculative Newtonian Experimental Science and Franklin 's Work in Electricity asan Example Thereof (Philadelphia, 1956). Para los detalles del anlisis, estoy muy en deuda, sin embargo, con un artculo an no publicado de mi discpulo John L. Heilbron, que me ha ayudado tambin en la preparacin de las tres notas que siguen.

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    pulsin y atraccin. 5

    En varias ocasiones hicieron todas estas escuelas contribuciones significativas al cuerpo de conceptos, fe-nmenos y tcnicas a partir del cual esboz Franklin el primer pa!adigma para la ciencia elctrica. Toda defini-cin del cientfico que excluya a los miembros de dichas escuelas, excluir asimismo a sus modernos sucesores. Sin embargo, cualquiera que examine el desarrollo de la electricidad anterior a Franklin puede llegar fcilmente a la conclusin de que, si bien los profesionales de ese cam-po eran cientficos, el resultado inmediato de su actividad era algo que no llegaba a ser ciencia. Como el cuerpo de creencias que se podan dar por sentadas era muy peque-o, cada experimentador de la electricidad se vea obli-gado a empezar por construir nuevamente su campo desde los cimientos. Al obrar as, su eleccin de obser-vaciones y experimentos de soporte era relativamente li-bre, pues el conjunto de mtodos estndar y fenme-nos que todo investigador de la electricidad deba em-plear y explicar era extraordinariamente pequeo. Como resultado, a lo largo de la primera mitad del siglo las in-vestigaciones en electricidad tendan a retomar una y otra vez sobre el mismo fundamento. Nuevos efectos

    5 Esta divisin en escuelas resulta todava demasiado simplista. Des-pus de 1720, la divisin bsica es la que se da entre la escuela francesa (Du Fay, Nollet, etc.), cuyas teoras se basan en efectos de atraccin-repulsin, Y la escuela inglesa (Desaguliers, Watson, etc.), que se centra en efectos de conduccin. Cada uno de estos grupos encontr inmensa dificultad para ex-plicar los fenmenos que el otro grupo consideraba bsicos. (Vase, por ejemplo, el informe de Needham sobre las investigaciones de Lemonier, en Philosophical Transactions, XLIV (1746), 247). Dentro de cada uno de es-tos grupos, y particularmente del ingls, se podra trazar una ulterior sub-divisin, segn que fuese la atraccin o la repulsin el efecto elctrico que se considerara ms fundamental.

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  • eran repetidamente descubiertos, pero muchos de ellos rpidamente volvan a perderse. Entre los efectos perdi-dos se contaban muchos de los debidos a lo que noso-tros podramos ahora describir como acumulacin in-ductiva, y tambin el famoso descubrimiento de Du Fay de los dos tipos de electrificacin. Franklin y Kinnersley quedaron sorprendidos cuando, unos quince aos ms tarde, este ltimo descubri que una bola cargada que era repelida por un vidrio previamente frotado sera atrada por mbar o lacre asimismo frotado. 6 En ausen-cia de una teora bien articulada y ampliamente acepta-da (un desideratum que ninguna ciencia posee desde su nacimiento y que pocas ciencias sociales, si es que algu-na, han conseguido en la actualidad), difcilmente po-da haber sido otra la situacin. Durante la primera mi-tad del siglo dieciocho no hubo modo alguno de que los cientficos distinguieran consistentemente entre efectos elctricos y no elctricos, entre accidentes de laborato-rio y novedades esenciales, o entre una demostracin chocante y experimentos que revelasen la naturaleza

    6 El descubrimiento de Du Fay de que hay dos tipos de electricidad que se atraen mutuamente, aunque se auto-repelen, est relatado y docu-mentado con gran cantidad de detalles experimentales en la cuarta de sus famosas memorias sobre electricidad: "De l'Attraction & Rpulsion des Corps Electriques", Mmoirea de ... l'Acadmie ... de l'anne 1733 (Pars, 1735), 457-76. Estas memorias eran muy conocidas y ampliamente citadas, pero Desaguliers parece ser el nico investigador de la electricidad que, du-rante casi dos dcadas, mencion siquiera que algunos cuerpos cargados se atraan entre s (Philoaophical Tranaactiona ... , XLII, 1741-42, 140-43). So-bre la "sorpresa" de Franklin y Kinnersley, vase I.B. Cohen, ed., Benjamin Franklin 'a Experimenta: A New Edition of Franklin 'a Experimenta and Ob-aervationa on Electricity (Cambridge, Mass., 1941), 250-55. Ntese tam-bin que, aunque fue Kinnersley quien produjo el efecto, ni l ni Franklin parecen haber reconocido jams que dos cuerpos cargados con resina se re-pelan el uno al otro, fenmeno que contrariaba directamente a la teora de Franklin.

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    esencial de la electricidad. Este es el estado de cosas que Franklin cambi. 7

    Su teora explicaba tan tos efectos elctricos -aunque no todos- reconocidos por las diversas escuelas anterio-res, que, en el plazo de una generacin, todos los inves-tigadores de la electricidad se haban convertido a algn punto de vista muy similar al de dicha teora. Aunque no resolvi todos los desacuerdos, la teora de Franklin fue el primer paradigma de la electricidad, y su existen-cia daba un nuevo tono y un sabor diferente a las inves-tigaciones elctricas de las ltimas dcadas del siglo die-ciocho. La terminacin del debate entre las distintas es-cuelas acab con el constante replanteamiento de fun-damentos: la confianza de hallarse sobre la pista segura anim a los investigadores de la electricidad a emprender tipos de trabajo ms precisos, esotricos y absorbentes. Al sentirse liberados de la obligacin de ocuparse de to-dos y cada uno de los fenmenos elctricos, el grupo re-cin unificado poda dedicarse a fenmenos selecciona-dos con el mximo detalle, diseando un equipo muy especial para sus tareas y emplendolo ms insistente y sistemticamente de lo que antes lo haban hecho los in-

    7 Por supuesto que el cambio no se debi nicamente a Franklin, ni ocurri de la noche a la maana. Otros investigadores de la electricidad, y muy notablemente William Watson, haban anticipado ya partes de la teo-ra de Franklin. Y lo que es an ms importante, slo despus de esencia-les modificaciones, principalmente debidas a Aepinus, pudo ganar la teo-ra de Franklin el general consenso que es requisito de un paradigma. E in-cluso entonces continuaron existiendo dos formulaciones de la teora: la forma de-un-fluido de Franklin-Aepinus y la forma de-dos-fluidos debida principalmente a Symmer. Los investigadores de la electricidad llegaron pronto a la conclusin de que ningn test elctrico podra proporcionar la Posibilidad de discriminar entre las dos teoras. Hasta el descubrimiento de la batera, en que la opcin por la teora de un fluido comenz a introdu-cir una diferencia ocasional en el diseo y anlisis de experimentos, las dos teoras fueron equivalentes.

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  • vestigadores de la electricidad. En manos de un Caven-dish, un Coulomb, o un Volta, la compilacin de hechos elctricos y la articulacin de la teora de la electricidad fueron, por vez primera, actividades en alto grado dirigi-das. Como consecuencia aumentaron enormemente la eficiencia y la efectividad de la investigacin sobre la electricidad, suministrando as evidencia para una ver-sin societaria del agudo aforismo metodolgico de Francis Bacon: "La verdad emerge ms fcilmente del error que de la confusin".

    Obviamente, estoy exagerando la prontitud y la rotundidad con que tiene lugar la transicin a un para-digma. Pero eso no hace menos real a dicho fenmeno. La maduracin de la electricidad como ciencia no es co-extensiva con el entero desarrollo de este campo. Los escritores sobre electricidad durante las primeras cuatro dcadas del siglo dieciocho posean mucha ms informa-cin acerca de los fenmenos elctricos de la que haban tenido sus predecesores de los siglos dieciseis y diecisie-te. Durante el medio siglo que sigui a 1745, muy pocos nuevos tipos de fenmenos elctricos se aadieron a sus listas. Sin embargo, en aspectos im:portantes, los escritos sobre electricidad de las dos ltimas dcadas del siglo pa-recieron estar ms alejados de los de Gray, Du Fay e inclu-so Franklin, de lo que lo estaban los escritos de los prime-ros investigadores de la electricidad respecto de sus prede-cesores cien aos antes. En algn momento entre 1740 y 1780 los investigadores de la electricidad, como grupo, consiguieron lo que los astrnomos haban logrado en la Antigedad, los estudiosos del movimiento en la Edad Media, de la ptica fsica a finales del siglo diecisiete, y de la geologa histrica en el siglo siguiente. Haban con-20 /!

    seguido, pues, un paradigma cuya posesin les permita dar por sentada la fundamentacin de su campo y pro-seguir la investigacin con problemas ms concretos y recnditos.8 Si no es con la ventaja de la visin retros-pectiva ,de lo ya sucedido, es difcil encontrar otro crite-rio que proclame tan claramente un campo de la ciencia.

    Estas observaciones deberan empezar a poner en claro lo que yo entiendo por paradigma. Un paradigma es, en primer lugar, un logro o realizacin cientfica fun-damental que incluye a la par una teora y algunas apli-caciones ejemplares a los resultados del experimento y la observacin. Y lo que es ms importante, es una realiza-cin cuyo trmino queda abierto, que deja an por ha-cer toda suerte de investigaciones. Y, finalmente, es una realizacin aceptada en el sentido de ser recibida por un grupo cuyos miembros no intentan ya rivalizar con ella ni crearle alternativas. Por el contrario, dichos miembros intentan extenderla y explotarla en una varie-dad de modos sobre la que en breve volver. Esta discu-sin del trabajo que los paradigmas dejan por hacer, con-tribuir a clarificar an ms tanto su papel como las ra-zones de su especial eficacia. Pero primero hay que ha-cer una consideracin sobre ellos de carcter bastante di-ferente. Aun cuando la recepcin de un paradigma pare-ce ser histricamente un prerrequisito de los ms efecti-

    8 Obsrvese que este primer paradigma de la electricidad no fue plena-mente efectivo hasta el ao 1800, cuando el descubrimiento de la batera y la multiplicacin de efectos electro-qumicos inici una revolucin en la teora elctrica. Hasta que emergiera de esta revolucin un nuevo paradig-ma, la literatura sobre la electricidad, particularmente en Inglaterra, retro-cedi en muchos aspectos al tono caracterstico de la primera mitad del si-glo dieciocho.

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  • vos tipos de investigacin cientfica, los paradigmas que aumentan la efectividad de la investigacin no ne-cesitan ser, ni usualmente lo son, permanentes. Por el contrario, el modelo de desarrollo de la ciencia madu-ra es usualmente de paradigma a paradigma. Y difiere del modelo caracterstico del perodo inicial o pre-para-digmtico, no por la total eliminacin del debate sobre los fundamentos, sino por la drstica restriccin de di-cho debate a perodos ocasionales de cambio de paradig-ma.

    El Almagesto de Ptolomeo, por ejemplo, no fue menos paradigma por el hecho de que la tradicin inves-tigadora que de l derivara haya sido reemplazada, en definitiva, por otra incompatible derivada de la obra de Copmico y de Keplero. Tampoco la Optica de Newton fue menos paradigma para los estudiosos de la luz en el siglo dieciocho por haber sido ms tarde reemplazada por la teora ondulatoria del ter de Young y Fresnel, pa-radigma este ltimo que a su vez dio paso a la teora del desplazamiento electromagntico que proviene de Max-well. Indudablemente, el trabajo de investigacin que permite cualquier paradigma dado se resuelve en cons-tantes contribuciones al cuerpo de conocimientos y tc-nicas de la ciencia, pero los paradigmas como tales son con gran frecuencia rechazados y reemplazados por otros totalmente incompatibles con ellos. No podemos, pues, recurrir a nociones tales como las de "verdad" o "validez" de paradigmas en nuestro intento de compren-der la especial eficacia de la investigacin que su adop-cin permite.

    Por el contrario, el historiador puede percatarse con frecuencia de que al declarar trasnochado un para-22

    h'\ ~, -~ & ~ '-..: ~.> ... ,, .,

    --

    digma ms antiguo o al rechazar el planteamientd de al- -.... ~ gunas de las escuelas pre-paradigmticas, una com-tinfda

  • con la que comenz el siglo veinte. Avanzar de paradig-ma a paradigma, y no a travs de la continua competen-cia entre clsicos reconocidos, puede ser una caractersti-ca no slo factual, sino tambin funcional del desarrollo cientfico maduro.

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    Mucho de lo que hasta ahora se ha dicho tiene la intencin de sealar que -excepto en los ocasionales pe-rodos extraordinarios de los que se tratar en la ltima seccin de este ensayo- los profesionales de una espe-cialidad cientfica madura estn profundamente com-prometidos con algn modo basado-en-paradigma de ver y de investigar la naturaleza. Su paradigma les habla de los tipos de entidades que pueblan el universo, y del mo-do de comportarse de los miembros de esa poblacin; adems les informa de los problemas que pueden ser le-gtimamente planteados acerca de la naturaleza y de las tcnicas que pueden ser convenientemente usadas en la bsqueda de respuestas para tales problemas. De hecho, un paradigma les dice tanto a los cientficos, que los . problemas que les deja por investigar rara vez tienen gran inters intrnseco para quienes son ajenos a la pro-fesin. Aunque los hombres cultos, en general, pueden sentirse fascinados al oir hablar acerca del espectro de las partculas fundamentales, o acerca de los procesos de replicacin molecular, lo usual es que su inters se vea prontamente agotado con la mera exposicin de las creencias previamente subyacentes a la investigacin de estos problemas. El resultado de un proyecto de investi-gacin individual les es indiferente, y es poco probable que vuelva a despertarse su inters antes de que, como

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    (,

  • 1)

    en el caso de la no-conservacin de la paridad, la investi-gacin conduzca inesperadamente a un cambio de para-digma y a las consiguientes alteraciones en las creencias que guan la investigacin. Esto se debe, sin duda, al he-cho de que tanto los historiadores como los divulgad.ores de la ciencia han dedicado muchsima atencin a los epi-sodios revolucionarios que tienen por resultado un cam-bio de paradigma y han descuidado considerablemente el tipo de trabajo que, incluso los ms grandes cientfi-cos, necesariamente hacen durante la mayor parte del tiempo.

    Mi punto de vista resultar ms claro si pregunto ahora qu es lo que la existencia de un paradigma deja por hacer a la comunidad cientfica. La respuesta -tan obvia como la ya mencionada existencia de la resistencia a la innovacin y tan frecuentemente pasada por alto-es que los cientficos, dado un paradigma, luchan con toda su fuerza y su habilidad para llevarlo a un acuerdo

    , cada vez ms estrecho con la naturaleza. Gran parte de ; sus esfuerzos, particularmente durante los primeros esta-. dios de desarrollo de un paradigma, estn dirigidos a ar-ticularlo, confirindole una mayor precisin en las reas donde su formulacin original haba sido inevitablemen-te vaga. Por ejemplo, sabiendo que la electricidad era un fluido cuyas partculas individuales actan unas sobre otras a una cierta distancia, los investigadores de la elec-tricidad posteriores a Franklin pudieron intentar la de-terminacin de la ley cuantitativa de fuerza entre las par-tculas elctricas. Otros investigadores pudieron tratar de hallar la interdependencia mutua existente entre la dura-cin de la chispa elctrica, la desviacin del electrosco-pio, la cantidad de electricidad y la configuracin del 26

    conductor. Tales fueron los tipos de problemas sobre los cuales trabajaron Coulomb, Cavendish y Volta en las l-timas dcadas del siglo dieciocho, y pueden encontrarse muchos problemas paralelos en el desarrollo de cual-quier otra ciencia madura. Los intentos contemporneos de determinar las fuerzas de la mecnica cuntica que gobiernan las interacciones de nucleones caen precisa-mente en esta misma categora de articulacin de los pa-radigmas.

    Sin embargo, este tipo de problemas no constitu-ye el nico reto que lanza un paradigma a la comunidad que lo adopta. Hay siempre muchas reas en las que se supone que un paradigma es operante, pese a que, de he-cho, an no ha sido aplicado a ellas. La adecuacin del paradigma con la naturaleza en dichas reas es una tarea que frecuentemente ocupa a muchos de los mejores ta-lentos cientficos de cualquier generacin. Los intentos llevados a cabo durante el siglo dieciocho para desarro-llar una teora newtoniana de las cintas vibrantes pro-porcionan un ejemplo significativo, y el trabajo normal en una teora de los slidos en mecnica cuntica pro-porciona otro. Adems, hay siempre mucho trabajo inte-resante por hacer en orden a mejorar la adecuacin entre un paradigma y la naturaleza en un rea donde, al me-nos, ciertos limitados acuerdos han sido ya demostrados. El trabajo terico acerca de problemas como stos pue-de ilustrarse mediante las investigaciones del siglo dieci-ocho sobre las perturbaciones que causan la desviacin de los planetas de sus rbitas keplerianas, as como tam-bin mediante la teora de los espectros de tomos y molculas complejos elaborada en el siglo veinte; en adi-cin a todos estos y otros muchos problemas, encontra-

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  • mos una serie recurrente de dificultades instrumentales. Se invent y construy aparatos especiales para permitir la determinacin por Coulomb de la ley de fuerza elc-trica. Se necesitaron nuevos tipos de telescopios para las observaciones que, al ser completadas, exigieron una teora mejorada de la perturbacin newtoniana. El dise-fio y la construccin de aceleradores ms flexibles y po-derosos es un continuo desideratum dentro del intento de articular teoras ms potentes de las fuerzas nucleares. Estos son los tipos de trabajo en cuya realizacin la in-mensa mayora de los cientficos consume la mayor par-te de su tiempo.9

    Probablemente este eptome de la investigacin cientfica normal no requiera mayor elaboracin en el presente lugar, pero hay dos puntos concernientes a este respecto que deben tratarse ahora. El primero es que to-dos los problemas ya mencionados eran problemas de-pendientes-de-paradigma, y a menudo de diversas mane-ras. Algunos -por ejemplo, la derivacin de los trminos de la perturbacin en la teora planetaria newtoniana-ni siquiera habran podido enunciarse en ausencia de un paradigma apropiado. Con la transicin de la teora new-toniana a la teora de la relatividad, algunos problemas se transformaron y no todos se resolvieron. Otros -por ejemplo, el intento de determinar una ley de fuerzas elctricas- podran enunciarse, y de hecho se enunciaron, siquiera sea vagamente, antes de la emergencia del para-digma con el que fueron finalmente resueltos. Los hom-

    9 La discusin de este prrafo y del siguiente est considerablemente desarrollada en mi artculo "The function of measurement in modern phy-sical science", /sis' , LII (1961 ), 161-93.

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    bres que describieron las atracciones y repulsiones elc-tricas en trminos de "efluvio" intentaron medir las fuerzas resultantes colocando un disco cargado a una distancia determinada debajo de uno de los platos de una balanza. Bajo estas circunstancias no se obtuvo nin-gn resultado consistente ni interpretable. El requisito previo para el xito result ser un paradigma que redu-ca la accin elctrica a una accin similar a la de la gra-vedad entre partculas puntuales a determinada distan-cia. Despus de Franklin, los investigadores de la electri-cidad consideraron la accin elctrica en tales trminos; tanto Coulomb como Cavendish disefiaron sus aparatos de acuerdo con ello. Finalmente, en estos dos casos y tambin en todos los dems, fue necesario un compro-miso con el paradigma simplemente para proporcionar las motivaciones adecuadas. Quin diseara y construi-ra aparatos elaborados con un propsito especial, quin consumira meses enteros tratando de resolver una ecua-cin diferencial particular, sin una garanta absoluta de que sus esfuerzos, si lograsen xito, produciran el anti-cipado fruto?

    Esta referencia al resultado anticipado de un pro-yecto de investigacin indica la segunda caracterstica sorprendente de lo que he llamado investigacin normal, o sea, investigacin basada-en-paradigma. El cientfico que se ocupa de ella no se adapta a la prevalente imagen del hombre de ciencia como explorador o como inven-tor de nuevas y originales teoras que permiten predic-ciones sorprendentes e inesperadas. Por el contrario, en todos los problemas anteriormente discutidos, todo, ex-cepto los detalles del resultado, era ya conocido de ante-mano. Ningn cientfico que aceptara el paradigma de

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  • Franklin poda dudar de que haba una ley de atraccin entre pequeas partculas de electricidad, y poda razo-nablemente suponer que dicha ley tomara una forma algebraica sencilla. Alguno de ellos incluso haba conje-turado que se tratara de una ley de cuadrado inverso. Tampoco los astrnomos y los fsicos newtonianos du-daron de la posibilidad de hacer que finalmente las leyes del movimiento y la gravitacin de Newton dieran cuen-ta de los movimientos observados de la luna y los plane-tas, pese a que durante ms de un siglo la complejidad de los requisitos matemticos impidi la obtencin de un acuerdo uniforme. En todos estos problemas, como en casi todos los emprendidos por los cientficos, lo que se pretende no es descubrir lo desconocido, sino obtener lo conocido. Su inters no reside en qu sea lo que su xito pueda desvelar, sino en la dificultad de obtener xito alguno. Ms que asemejarse a una exploracin, la investigacin normal es algo parecido al intento de en-cajar las piezas de un cubo chino, el acabado de cuyo contorno es desde el principio conocido.

    Estas son las caractersticas de la investigacin normal que yo tena en mente cuando, al inicio de este ensayo, describa al hombre en ella comprometido como un solucionador-de-rompecabezas, como un jugador de ajedrez. El paradigma que ha adquirido a travs de un entrenamiento previo le proporciona las reglas del juego, describe las piezas con las que se ha de jugar e indica la naturaleza del resultado requerido. La tarea de un cien-tfico tal es manipular esas piezas sin salirse de las reglas de manera que se produzca el resultado requerido. Si fracasa, como suele sucederles a la mayora de los cien-tficos al menos en sus primeros ataques a cualquier pro-30

    blema dado, ese fracaso delata slo su falta de habilidad. Pero no puede poner en entredicho las reglas que ha su-ministrado su paradigma, pues sin esas reglas no habra desde un principio rompecabezas con el que enfrentarse. No es extrao, pues, que los problemas (o rompecabe-zas) que el profesional de una ciencia madura normal-mente aborda, presupongan un profundo compromiso con un paradigma. Y, afortunadamente, tal compromiso no se abandona a la ligera. La experiencia muestra que, en casi todos los casos, los reiterados esfuerzos, ya sean del individuo o del grupo profesional, logran obtener dentro del paradigma una solucin incluso para los ms recalcitrantes problemas. Este es uno de los modos en que la ciencia avanza. Bajo estas circunstancias, puede sorprendemos que los cientficos se resistan al cambio-de-paradigma? Lo que estn defendiendo, despus de todo, no es ni ms ni menos que la base de su modo de vida profesional.

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  • Por el momento, pues, una de las principales ven-tajas de lo que comenc llamando dogmatismo cientfi-co sera manifiesta. Como mostrar una ojeada a cual-quier historia natural baconiana o un repaso del desarro-llo pre-paradigmtico de cualquier ciencia, la naturaleza es, en muy vasta medida, demasiado compleja para ser explorada al azar, siquiera sea aproximativamente. Tiene que haber algo que diga al cientfico dnde mirar y qu buscar, y este algo es el paradigma que le ha proporcio-nado su educacin como cientfico, aunque pueda no perdurar ms all de su generacin. Una vez dados dicho paradigma y la requerida confianza en l, el cientfico deja en buena parte de ser un explorador en absoluto, o al menos deja de ser un explorador de lo desconocido. En lugar de ello, lucha por articular y concretizar lo co-nocido, diseando diversos aparatos de propsito espe-cial y mltiples adaptaciones asimismo de propsito es-pecial para esta tarea. En la solucin de estos rompeca-bezas de diseo y adaptacin obtiene todo su placer. Y, a menos que tenga una suerte extraordinaria, su reputa-cin depender del xito que obtenga en ello. Inevitable-mente, la empresa que le ocupa se caracteriza, en todo momento, por una visin drsticamente restringida. Pero dentro de la regin sobre la que se enfoca dicha visin, el continuo intento de adecuar los paradigmas con la na-

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  • turaleza vendra a parar en un conocimiento y una com-prensin de detalles esotricos que no hubiera sido posi-ble alcanzar de otra manera. Desde Copmico y el pro-blema de la precesin hasta Einstein y el efecto fotoelc-trico, el progreso de la ciencia ha dependido, precisa-mente, una y otra vez, de tales detalles esotricos. Una gran virtud del compromiso con paradigmas es que libe-ra a los cientficos de tener que ocuparse con rompeca-bezas triviales.

    Con todo, esta imagen de la investigacin cientfi-ca como resolucin-de-rompecabezas o adecuacin-de-paradigmas debe resultar, cuando menos, bastante in-completa. Aunque el cientfico no puede ser un explora-dor, los hombres de ciencia descubren una y otra vez nuevos e inesperados tipos de fenmenos. O dicho de otro modo, aunque el cientfico no pretende normal-mente inventar nuevos tipos de teoras bsicas, tales teo-ras han surgido en repetidas ocasiones de la prctica continua de la investigacin. Pero ninguno de esos tipos de innovacin habra surgido si la empresa que yo he lla-mado ciencia normal hubiera tenido siempre xito. De hecho, los cientficos que se comprometen en la solu-cin-de-rompecabezas ofrecen muy frecuentemente re-sistencia a la novedad sustantiva, y no sin buenas razo-nes. Para ellos significa un cambio de las reglas del juego, y todo cambio de reglas es intrnsecamente subversivo. Dicho elemento subversivo se hace, ciertamente, ms pa-tente en las innovaciones tericas ms grandes, como las que estn asociadas a los nombres de Copmico, Lavoi-sier o Einstein. Pero el descubrimiento de un fenmeno inesperado puede tener los mismos efectos destructivos, aunque usualmente sobre un grupo ms pequeo y du-34

    rante un perodo de tiempo ms breve. Una vez que Rontgen efectu sus primeros experimentos con xito, su pantalla incandescente demostr que el equipo de ra-yos catdicos que anteriormente haba funcionado co-mo estndar se comportaba de maneras que nadie haba previsto. Haba 'una invariable imprevista a controlar; las investigaciones ms tempranas, ya en trance de conver-tirse en paradigmas, requeriran una nueva evaluacin; los viejos rompecabezas habran de resolverse de nuevo sobre la base de un conjunto de reglas algo diferente. In-cluso cuando un descubrimiento es rpidamente asimila-ble, como el de los rayos X, puede violar un paradigma que previamente guiaba la investigacin. En consecuen-cia si la actividad normal de la resolucin de rompeca-

    ' bezas tuviera siempre xito, el desarrollo de la ciencia no dara lugar en absoluto a innovacin alguna.

    Pero, por supuesto, la ciencia normal no siempre tiene xito, y al admitir este hecho nos encontramos con lo que yo considero la segunda gran ventaja de la investi-gacin basada-en-paradigma. A diferencia de muchos de los primeros investigadores de la electricidad, el pro-fesional de una ciencia madura conoce con bastante pre-cisin el tipo de resultado que debera alcanzar en su investigacin. Como consecuencia de ello, se encuentra en una posicin particularmente favorable para percatar-se de cundo un problema de investigacin se ha extra-viado. Quiz, como Galvani o Rontgen, encuentre un efecto cuya ocurrencia sabe que no debera darse. O qui-z, como Copmico, Planck o Einstein, concluya que los reiterados fracasos de sus predecesores en la adecua-cin de un paradigma a la naturaleza, constituye presu-miblemente una evidencia de la necesidad de cambiar

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  • las reglas sobre cuya base se ha de buscar una tal adecua-cin. O quiz, como Franklin o Lavoisier, decida despus de varios intentos que no se puede articular ninguna teo-ra existente para dar razn de algn efecto recientemente descubierto. En todos estos casos y en otros parecidos, la prctica de la ciencia normal solucionadora de rompe-cabezas puede conducir, e inevitablemente conduce, a la concrecin y reconocimiento de una anomala. Dicho reconocimiento proporciona, segn creo, el requisito previo de casi todos los descubrimientos de fenmenos de nuevo tipo y de todas las innovaciones fundamentales en la teora cientfica. Despus de la realizacin de un primer paradigma, una ruptura en las reglas del juego preestablecido es el preludio usual de innovaciones cien-tficas significativas.

    Examinemos primero el caso de los descubrimien-tos. Muchos de ellos, como la ley de Coulomb o un nue-vo elemento para llenar un lugar vaco de la tabla peri-dica, no presentan problema. No eran "nuevos tipos de fenmenos", sino descubrimientos anticipados merced a un paradigma y realizados por expertos en la resolucin-de-rompecabezas: semejante tipo de descubrimiento constituye un producto natural de lo que yo llamo cien-cia normal. Pero no todos los descubrimientos son as: muchos no podan haber sido anticipados por ninguna extrapolacin de lo conocido: en cierto sentido, tenan que darse "por accidente". Por otra parte, el accidente mediante el cual surgieron no podra ocurrirle ordina-riamente a una persona que se limita a mirar a su alrede-dor. En las ciencias maduras el descubrimiento exige en gran medida un equipo especial, tanto conceptual como instrumental, y ese equipo especial ha sido invariable-36

    mente desarrollado y desplegado para proseguir la reso-lucin de los rompecabezas de la ciencia normal. Los descubrimientos tienen lugar cuando ese equipo deja de funcionar como debiera hacerlo. Sin embargo, puesto que algn tip? de fracaso ocurre, al menos temporal-mente, en casi todo proyecto de investigacin, el descu-brimiento slo tiene lugar cuando es particularmente rei-terado o sorprendente y slo cuando parece suscitar pro-blemas en tomo a las creencias y procedimientos acepta-dos. Los paradigmas establecidos constituyen as, fre-cuentemente, un doble requisito previo de los descubri-mientos. Sin ellos no se hubiera emprendido este pro-yecto que se desva de la norma. E incluso cuando el proyecto se ha desviado de la norma, como es el caso por un tiempo la mayor parte de las veces, el paradigma puede ayudar a determinar si vale la pena seguir investi-gando el fracaso. La respuesta usual y adecuada ante un fracaso en la resolucin de rompecabezas consiste en echar la culpa al talento de uno o a los instrumentos de que dispone, y pasar a otro problema. Si no quiere per-der el tiempo, el cientfico debe ser capaz de distinguir entre una anomala esencial y un mero fallo.

    Esta pauta -descubrimiento a travs de una ano-mala que pone en duda las tcnicas y creencias estable-cidas- se ha repetido una y otra vez en el curso del desa-rrollo cientfico. Newton descubri la composicin de la luz blanca al ser incapaz de reconciliar la dispersin me-dida con la predicha por la recientemente descubierta ley de refraccin de Snell. 10 La batera elctrica fue des: ..

    ~-Q " lO Vase mi "Newton's optical papers" en Isaac Newton ')ers &

    -., Letters on Natural Philosophy, ed., I.B. Cohen (Cambridge, M !,.. 1958), pp. 27-45. . -;

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  • cubierta cuando los detectores existentes de cargas est-ticas dejaron de comportarse del modo prescrito por el paradigma de Franklin. 11 El planeta Neptuno fue descu-bierto cuando se intent dar una explicacin de las ano-malas reconocidas en la rbita de Urano. 12 El elemen-to cloro y el compuesto monxido de carbono emergie-ron durante los intentos de reconciliacin de la nueva qumica de Lavoisier con las observaciones de laborato-rio.13 Los llamados gases nobles fueron resultado de una larga serie de investigaciones iniciadas por una pequea, aunque persistente, anomala en la medida de la densi-dad del nitrgeno atmosfrico. 14 El electrn fue pro-puesto para explicar algunas propiedades anmalas de la conduccin elctrica a travs de los gases, y su spin fue sugerido para dar razn de otros tipos de anomalas ob-servados en el espectro atmico. 15 Tanto el neutrn co-mo el neutrino proporcionan otros ejemplos, y la lista de ellos podra acrecentarse indefinidamente. 16 En las

    11 Luigi Galvani, Commentary on the Effects of Electricity on Mus-cular Motion, trad. de M.G. Foley, con introduccin y notas de 1.8. Cohen (Norwalk, Conn., 1954), pp. 27-29.

    12 Angus Armitage, A Century of Astronomy, (London, 1950), pp. 111-15.

    13 Para el cloro, vase Ernst von Mayer, A History ofChemistry from the Earliest Times to the Present Day, trad. de G. M'Gowan (London, 1891), pp. 224-27. Para el monxido de carbono, vase Hermann Kopp, Geschichte der Chemie (Braunschweig, 1845), 111, 294-96.

    14 William Ramsay, The Gases of the Atmosphere: the History of their Discovery, (London, 1896), Caps. iv y v.

    15 J.J. Thomson, Recollections and Reflections, (New York, 1937), pp. 325-71; T.W. Chalmers, Historie Researches: Chapters in the History of Physical and Chemical Discovery (London, 1949), pp. 187-217; y F.K. Richtmeyer, E.H. Kennard y T. Lauritsen,Introduction to Modem Physics, 5th ed. (New York, 1,955), p. 212.

    16 /bid., pp. 466-70 ; y Rogers D. Rusk, Introduction to Atomic and Nuclear Physics (New York, 1958), pp. 328-30.

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    ciencias maduras las novedades inesperadas son descu-biertas principalmente despus de que algo haya ido mal.

    Si bien las anomalas son significativas en la pre-paracin del camino para nuevos descubrimientos, jue-gan un papel an mayor en la invencin de nuevas teo-ras. Contrariamente a una creencia prevalente, aun cuando en modo alguno universal, las nuevas teoras no son inventadas para dar razn de observaciones que no han sido en absoluto previamente ordenadas por la teo-ra. Por el contrario, lo que casi siempre sucede en el de-sarrollo de cualquier ciencia avanzada es que todos los hechos cuya relevancia es admitida parecen o bien ajus-tarse convenientemente a la teora ya existente, o estar en proceso de conformarse a ella. La tarea de hacerlos ms conformes con la teora suministra muchos de los problemas tpicos de la ciencia normal. Y casi siempre, los cientficos comprometidos en dicha tarea resuelven con xito esos problemas. Pero no siempre alcanzan tal xito, y cuando su fracaso es repetido y crece el nmero de aquellos a quienes as ocurre, entonces el correspon-diente sector de la comunidad cientfica se encuentra con lo que he llamado en otro lugar "crisis". Al recono-cer que hay algo fundamentalmente en desacuerdo con la teora en la cual se basa su trabajo, los cientficos in-tentarn articulaciones de la teora ms fundamentales que las anteriormente admitidas. (Es tpico, en pocas de crisis, encontrarse con numerosas versiones diferentes de la teora paradigma). 17 Simultneamente, empezarn

    1 7 Un ejemplo clsico, para el cual puede verse la referencia citada ms abajo en la nota siguiente, es la proliferacin de sistemas astronmicos geocntricos en los aos anteriores a la reforma heliocntrica de Coprnico.

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  • a ensayar con frecuencia experimentaciones ms prxi-mas al azar dentro del rea donde aparece la dificultad, con la esperanza de descubrir algn efecto que indique un camino para corregir la situacin. Sugiero que nica-mente bajo tales circunstancias son inventadas y acep-tadas las innovaciones fundamentales en las teoras cientficas.

    El estado de la astronoma ptolemaica, por ejem-plo, era ya un reconocido escndalo antes de que Copr-nico propusiera un cambio bsico en la teora astron-mica; el prefacio en que Copmico describi sus razo-nes para la innovacin proporciona una descripcin cl-sica del estado de crisis. 18 Las contribuciones de Galileo al estudio del movimiento tenan su punto de partida en reconocidas dificultades de la teora medieval, y Newton reconcili la mecnica de Galileo con el copemicanis-mo .19 La nueva qumica de Lavoisier fue producto de las anomalas creadas conjuntamente por la prolifera-

    Otro ejemplo, a propsito del cual puede consultarse el trabajo de J.R. Par-tington Y D. Mckie, "Historical studies of the ph}ogiston theory", Annals of Science, II (1937), 361-404, 111(1938),1-58, 377-71, y IV (1939), 113-49, es la multiplicidad de "teoras del flogisto" producidas como respuestas al reconocimiento general de que hay siempre un aumento de peso en la com-bustin, Y al descubrimiento experimental de muchos gases nuevos despus de 1760. La misma proliferacin de versiones de teoras aceptadas tuvo lu-gar en mecnica y electromagnetismo durante las dos dcadas que precedie-ron a la teora de la relatividad de Einstein (E.T. Whittaker, History of the Theorl'!_s of Aether .. and Electrlcity (2nd ed.), 2 vols. (London, 1951-53), I, Cap. xu Y 11, cap. u. Yo estoy de acuerdo con la difundida opinin de que este tipo de libro constituye una estimacin muy parcial acerca de la gne-sis de la teora de la relatividad, pero lo cierto es tambin que contiene pre-cisamente los detalles necesarios para elaborar el punto que aqu se discute.

    18 T.S . Kuhn, The Copernican Revolution: Planetary Astronomy in the Development of Western Thought (Cambridge, Mass., 1957) pp. 133-40

    19 P G l'l ' ' ara ateo, vease Alexandre Koyre, Etudes Galilennes, 3 vols. (Pars, 1939); en cuanto a Newton, vase Kuhn, op. cit. pp. 228-60 y 289-91.

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    cin de nuevos gases y los primeros estudios sistemticos de las relaciones de peso.20 La teora ondulatoria de la luz se desarroll en medio del creciente inters por las anomalas aparecidas en la relacin de los efectos de di-fraccin y polarizacin en la teora corpuscular de New-ton. 21 La termodinmica, que ms tarde lleg a tener la apariencia de una superestructura de las ciencias existen-tes, se estableci slo al precio de tener que rechazar la teora calrica previamente paradigmtica. 22 La mecni-ca cuntica naci a partir de una gran variedad de difi-cultades en tomo a la radiacin de los "cuerpos negros", al calor especfico y al efecto fotoelctrico. 23 Esta rela-cin de casos podra continuar acrecentndose, pero el punto en cuestin debe estar ya claro. Nuevas teoras surgen a partir del trabajo realizado bajo la orientacin de otras antiguas, y ello sucede solamente cuando se ha observado algo que va mal. El preludio de esas nuevas

    20 Sobre la proliferacin de gases, vase Partington, A Short History of Chemistry (2nd. ed.) (London, 1948), cap. vi; en cuanto al papel de las relaciones de peso, vase Henry Guerlac, "The origin of Lavoisier's work on combustion", Archives internationales d'histoire des sciences, XII (1959), 113-35.

    21 Whittaker, Aether and Electrlcity, II, 94-109; William Whewell, History ofthe Inductive Sciences (ecl. revisacla), 3 vols. (London, 1847), 11, 21371 ; y Kuhn, "Function of measurement", p. 181 n.

    22 p . . , d . d 1 . , . ara una esttmac1on general e los comienzos e a termodmam1ca (que incluye abundante bibliografa relevante), vase mi "Energy conserva-tion as an example of simultaneous discovery", en Crltical Problems in the History of Science, ed. Marshall Clagett (Madison, Wisc., 1959), pp. 321-56. En cuanto a los problemas especiales que present la conservacin de la energa a los tericos del calor, vanse los artculos de Carnot all citados en n. 2, Y tambin S.P. Thompson, The Life of William Thomson, Baron Kelvin of Largs, 2 vols. (London, 1910), cap. vi.

    23 R' h tc tmeyer et . al., Modern Physics, pp. 89-94; 124-32, y 409-14; Gerald Holton, Introduction to Concepts and Theorles in Physical Science (Cambridge, Mass., 1953), pp. 528-45.

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  • teoras es una anomala ampliamente reconocida, y este reconocimiento slo puede efectuarlo un grupo que sabe perfectamente lo que significara que las cosas marcha-ran bien.

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    Limitaciones de espacio y de tiempo me fuerzan a detenerme en este punto, razn por la cual mi tesis so-bre el dogmatismo no podr menos de resultar esquem-tica. No tratar ni siquiera de entrar en los detalles de la estructura que el desarrollo cientfico exhibe en todas las pocas. Pero hay otra cualificacin ms positiva de mi tesis que requiere un comentario final. Aunque la in-vestigacin afortunada presupone necesariamente un se-rio compromiso con el status quo, sigue siendo la inno-cin el ncleo de la empresa cientfica. Los cientficos estn adiestrados para operar como solucionadores-de-rompecabezas a partir de las reglas establecidas, pero se les ensea tambin a considerarse a s propios como ex-ploradores e inventores que no conocen otras reglas que las dictadas por la misma naturaleza. El resultado es que se adquiere una tensin, en parte dentro del indi-viduo y en parte dentro de la comunidad, entre las habi-lidades profesionales por un lado y la ideologa profe-sional por otro. Es casi seguro que dicha tensin y la ca-pacidad de soportarla son importantes para el xito cientfico. En la medida en que me he ceido exclusiva-mente a la dependencia de la investigacin respecto de la tradicin, mi discusin es inevitablemente unilateral. Sobre la totalidad de este asunto hay mucho ms que decir.

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  • Pero ser unilateral no significa necesariamente es-tar equivocado, sino que ello puede constituir un esen-cial prembulo para un examen ms penetrante de los requisitos del trabajo cientfico afortunado. Casi nadie, o quiz absolutamente nadie, necesitar que se le diga que la vitalidad de la ciencia depende de que continen surgiendo las ocasionales innovaciones que quebrantan la tradicin. Pero la dependencia, aparentemente opues-ta, de la investigacin respecto a un hondo compromiso para establecer instrumentos y creencias, recibe muy poca atencin. Y o insistira en que se le prestara ms. Mientras no se haga as, algunas de las caractersticas ms llamativas de la educacin y el desarrollo cientfico resultarn muy difciles de comprender.

    NOTA. Las ideas desarrolladas en este ensayo han sido extradas, en forma drsticamente condensada, del primer tercio de mi obra monogrfica The Structure of Scientific Revolutions, Chicago: University of Chicago Press, 1962 [La estructura de las revoluciones cienti'ficas. Trad. de Agustn Contn. Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 1971]. Algunas de esas ideas fueron tambin parcialmente desarrolladas en un ensayo anterior, "The essential tension: tradition and innovation in scientific research", que apareci en Calvin W. Taylor, ed., The Third (1959) University of Utah Research Conference on ldentification of Creative Scientific Talent (Salt Lake City, 1959).

    Sobre esta materia en conjunto, vase tambin I.B. Cohen, "Ortho doxy and scientific progress", Proceedings of the American Philosophical Society, XCVI (1952), 505-12, y Bernard Barber, "Resistance by scientists to scientifc discovery", Science, CXXXIV (1961), 596-602. Estoy en deu-da con Mr. Barber por haberme facilitado una copia anticipada de este va-lioso artculo. Sobre todo, aquellos a quienes interese determinar la impor-tancia de los compromisos cuasi-dogmticos como requisito de la investiga-cin cientfica productiva deberan consultar las obras de Michael Polanyi, en particular su Personal Knowledge (Chicago, 1958) y The Logic of Liber-ty (London, 1951). Aunque Mr. Polanyi y yo diferimos un tanto acerca de aquello a lo que estn comprometidos los cientficos, eso no debe, sin embargo, enmascarar el amplio margen de nuestro acuerdo sobre estos ex-tremos.

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    dogmadogma 000dogma 001dogma 002dogma 003dogma 004dogma 005dogma 006dogma 007dogma 008dogma 009dogma 010dogma 011dogma 012dogma 013dogma 014dogma 015dogma 016dogma 017dogma 018dogma 019dogma 020dogma 021dogma 022dogma 023