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La gestión turística de los m u s e o s · Para potenciar el turismo cultural resulta...
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Ponencia presentada en el I CONGRESO INTERNACIONAL DEL TURISMO CULTURAL
Salamanca, 5 y 6 de noviembre 2002
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Carlos Fernández de Henestrosa y Argüelles
Director Gerente del Museo Thyssen
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1. INTRODUCCIÓN
Intuyo que cabe enfocar la gestión turística cultural desde múltiples
puntos de vista, aunque, a los efectos del tema que nos ocupa, haré
referencia a los dos que me parecen más significativos. Por una parte, creo
que la gestión turística cultural se puede analizar desde la vertiente que
podríamos denominar macro, es decir desde un punto de vista global y, en
definitiva, de la gestión que pueden hacer los poderes públicos, tomando
como referencia la totalidad de los recursos culturales. Por otra, estaría el
enfoque desde la base, es decir, desde el propio recurso cultural y de lo que
este, por su propia iniciativa, puede hacer en materia de gestión turística.
Para potenciar el turismo cultural resulta imprescindible actuar en los
dos frentes. Sin embargo, creo que el primer paso le corresponde a las
autoridades turísticas ya que si no se produce una toma de postura, previa
y decidida, por parte de estas, difícilmente podrán los “recursos culturales”
de base tomar, con una mínima convicción, medidas en materia de gestión
turística.
2. EL MARCO DE LA GESTIÓN TURÍSTICA DE LOS MUSEOS
Es evidente que la gestión turística cultural que actualmente llevan a
cabo nuestras autoridades no se articula por medio de un plan de carácter
tradicional, y entiendo que esto es así como consecuencia de una opción
política deliberada. Hoy por hoy, la planificación al estilo de los antiguos
planes de desarrollo se considera superada, al tiempo que las circunstancias
concretas de España no son, en cualquier caso, las más propicias para ello,
aunque solo sea porque la mayor parte de las competencias en esta
materia se encuentran transferidas a los ayuntamientos y a las
comunidades autónomas.
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Lo que sí que han hecho las autoridades centrales que detentan
competencias en materia de turismo cultural, es tomar la iniciativa al
establecer una serie de prioridades o ejes de actuación, enmarcadas dentro
del denominado Plan para Impulsar el Turismo Cultural e Idiomático que
tiene por objeto apoyar la creación y mejora de la oferta cultural, así como
su promoción y comercialización por medio de los canales propios del
sector turístico.
La elaboración del Plan pone en principio de manifiesto la decidida
voluntad de la Administración Central en esta materia, aunque, como es
lógico la prueba de fuego definitiva se produce, en el momento de asignar
los correspondientes recursos.
Para implementar dicho Plan, tal y como se señala en el mismo, se
cuenta con obtener la colaboración de todos los agentes con
responsabilidades en la materia. En primer lugar, será necesario contar con
las autoridades autonómicas, seguidas de las locales, y, por último, de las
distintas instituciones, organismos, asociaciones, etc. que gestionan, día a
día, los “recursos culturales”, ya sean de carácter público, privado o mixto.
La gestión turística de los museos no es, como ya he señalado, más
que un capítulo de la gestión turística de los recursos culturales, pero al igual
que el resto de ellos, es decir, de los monumentos, las rutas turísticas, los
parques temáticos, los festivales, las exposiciones, etc. la acción desde
arriba debe completarse desde la base, es decir, desde cada uno de dichos
recursos y, en particular, de los museos.
3. LOS GRANDES EVENTOS CULTURALES
Antes de continuar, me gustaría hacer referencia a una fórmula que
se considera uno de los pilares principales de la promoción del turismo
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cultural y que forma parte de las acciones que, por envergadura, sólo cabe
realizar desde la cúspide. Se trata de la organización de grandes eventos
culturales, como los festivales, las macro-exposiciones temporales, etc.
realizados con la sana intención de estimular la afluencia de turistas hacia
nuestro país.
El público habitual de una exposición temporal y, en general, de
cualquier evento cultural, lo conforman, en primer lugar y
fundamentalmente, las personas que residen en el entorno de donde este
se celebra. El propio evento define su entorno, siendo su tamaño, variable,
en función del, mayor o menor, interés que este genere.
Un gran evento cultural atraerá, al margen de los residentes del lugar
donde se celebra, a otros segmentos de público en función de la capacidad
que estos tengan de vencer lo que algunos economistas denominan la
fricción de la distancia. Para superar esta fricción, es imprescindible que los
potenciales visitantes cuenten con un grado suficiente de motivación. Esta,
obedecerá a múltiples razones, y su intensidad podría describirse
gráficamente como una especie de círculos concéntricos cuyo foco central
sería el lugar de celebración del evento, siendo necesario un mayor grado
de motivación a medida que nos alejamos del referido centro.
Sin ánimo de ser exhaustivos, cabría decir que los residentes locales
que, por supuesto también necesitan motivación, estarían en el primero de
los círculos concéntricos. En el más alejado quizá habría que situar a los
apasionados del tema de que trate el evento, los melómanos, los grandes
aficionados al arte, etc. para los cuales, al parecer, no existen distancias
insalvables. En alguno de los otros círculos estarían las personas, que por su
alto nivel económico, y/o por tener mucho tiempo a su disposición, el
esfuerzo del viaje no supone un inconveniente insuperable, aún a pesar de
no tener tan alto nivel de motivación.
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Si el gran evento cultural se utiliza como un elemento de prestigio,
como un reclamo a partir del cual crear una imagen que a su vez arrastre a
otro tipo de turistas culturales, probablemente de menor nivel económico
pero, en todo caso, culturalmente motivados, resulta imprescindible que los
recursos culturales que estos vayan a consumir, y en particular los museos,
se encuentren a la altura de las expectativas generadas por la imagen del
gran evento.
Para un turista, todas las actividades que se desarrollan en el lugar
que visita son, por la propia naturaleza del viaje, de carácter temporal. Por
tanto, tan temporal le resulta el Monasterio del Escorial, como la exposición
Carolus, si es que coincide con ella. Y lo mismo se puede decir de los que
repiten viaje.
Por tanto el esfuerzo, no sólo tiene que concentrarse en el gran
evento cultural que para tener impacto efectivo debe ser muy importante
ya que compite en un ámbito mundial con visitantes potenciales de alto
nivel que tiene a su disposición una variada oferta, sino también en lo que,
dentro de la lógica del gran evento y expresado en términos coloquiales, se
podría considerar, como su rebufo, es decir, las personas que no vienen a
España en función de un evento concreto, sino simplemente de viaje,
cultural o no, con la expectativa de disfrutar de unas instalaciones culturales
a la altura de un país que presume de saber organizar, como paradigma de
sus actividad cultural, grandes eventos de carácter internacional.
La inmensa mayoría de los visitantes, motivados por la cultura, lo que
quieren es encontrarse con unas instalaciones adecuadas orientadas a
satisfacer sus expectativas y es a esta finalidad a la que deben contribuir
con su esfuerzo todos los museos.
Y además, ¿qué mejor exposición que el propio museo?. ¿Qué mejor
exposición sobre Sorolla que el propio Museo Sorolla? ¿Qué muestra más
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completa sobre la historia naval española que el Museo Naval?. Sin
renunciar al gran evento cultural, que por su propia naturaleza tiene que ser
excepcional, tanto por el esfuerzo económico que supone, como por la
capacidad de organizarlo, hay que potenciar simultáneamente los recursos
culturales existentes que, a efectos de la inmensa mayoría de los viajeros o
turistas, pueden cumplir la misma función que el gran evento cultural.
4. LA PROMOCIÓN EN EL EXTERIOR DESDE EL PROPIO MUSEO
La pregunta, que hay que hacerse es ¿Qué se puede hacer desde un
museo en materia de gestión turística?. Esta pregunta tiene múltiples
respuestas en función de los factores que se tengan en cuenta y, en cierta
medida depende del tamaño y del tipo de museo.
Hoy en día, algunos museos, muy pocos, se encuentran saturados de
público. Estos por supuesto, no deben atraer más visitantes y, en todo
caso deberán procurar adecuar sus instalaciones con el fin de poderlos
recibir cómodamente y sin que peligren estas, ni los fondos que albergan.
La mayoría, sin embargo, tiene como objetivo aumentarlos, siendo
estos a los que me referiré a continuación.
Aunque, a decir verdad, nada más lejos de las funciones que,
tradicionalmente se les viene asignando a los museos que la gestión
turística. En mi opinión, la renuncia a esta función obedece a un
planteamiento restrictivo de la misión de un museo, ya que en contra de
una opinión bastante extendida la divulgación de los contenidos es un
objetivo tan prioritario como su propia conservación. La captación de
visitantes es, hoy por hoy, una tarea irrenunciable por parte de los museos,
ya que con ello no hacen más que contribuir al cumplimiento de uno de sus
principales objetivos.
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Como es lógico, cuanto más grande sea un museo y disponga de
más recursos, mayor será su capacidad de gestión en materia de turismo.
Sin embargo, desde el punto de vista cualitativo la mayoría de las medidas
son aplicables con carácter general, si bien en el caso de los pequeños
museos, deberán circunscribirse a un menor ámbito territorial.
Por empezar por lo más ambicioso, cabría plantearse la posibilidad de
realizar actividades de promoción en el extranjero con el fin de atraer
turistas de otros países. Esta función, parece más propia de instancias
superiores al museo ya que, en principio, cabe pensar que, para ser
efectivas, necesitan movilizar abundantes recursos. Por eso, normalmente,
su realización recae sobre instituciones con capacidad suficiente, ya sea la
propia administración en sus distintos niveles, las cámaras de comercio, las
asociaciones de empresarios, las cadenas hoteleras, etc.
A pesar de todo, y en ausencia de medidas de promoción exterior de
carácter institucional explícitamente dirigidas a museos, el Museo Thyssen
realizó un pequeño experimento en este campo que puede servir para
ilustrar las limitaciones que, en materia de promoción exterior tienen los
museos cuando la hacen por su propia cuenta.
Hace unos tres años, con motivo de la exposición denominada
“Venus, la imagen de la mujer en la pintura veneciana” y por tratarse de una
muestra extraordinaria, ya que se iba a mostrar en España por primera vez,
y probablemente por última, la escultura de las Tres Gracias de Canora, el
museo quiso probar suerte, lanzándose por su cuenta a la captación de
nuevos visitantes.
Con el fin de promocionar la exposición, y al margen de las medidas
habituales de difusión como la rueda de prensa de presentación, la
recepción inaugural, la elaboración de folletos, los anuncios, etc., se
organizó una pequeña campaña destinada a alertar sobre el evento a
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determinado público extranjero con el fin de hacerle venir directamente al
museo.
Se convocaron en el museo a las agencias de viaje con conexiones
en Europa, fundamentalmente Francia, Alemania, Inglaterra e Italia, a fin de
conocer su opinión sobre la forma en que el Museo pudiera canalizar
turistas de esos países hacia sus instalaciones. La respuesta fue que lo que
básicamente se necesitaba era tener información sobre el evento
correspondiente con antelación suficiente para poderlo ofertar como un
aliciente adicional del viaje a España y, en particular, a Madrid. Con más de
seis meses de antelación, se elaboró el oportuno folleto y se envío, con
preferencia, a agencias extranjeras dedicadas al turismo cultural.
El resultado fue desalentador ya que, una vez terminada la muestra,
no se pudo detectar la llegada de un solo grupo que hubiera sido motivado
por la pequeña campaña de promoción. Entre, otras dificultades, fue
prácticamente imposible hacer un mínimo seguimiento a fin de averiguar si
las agencias realmente “vendían” la exposición a sus clientes, al margen de
que quizá los seis meses de antelación no fueran suficientes.
La responsabilidad de las grandes promociones, fundamentalmente
las que se realizan en el exterior, debe, por razones operativas y
económicas, recaer sobre organismos con capacidad suficiente para
desarrollarlas y, en definitiva sobre las autoridades con competencias en la
materia. En nuestro país, esas instancias son las administraciones públicas
que, por otra parte, son las titulares de la inmensa mayoría de los museos.
El que la responsabilidad recaiga sobre dichas administraciones, no
significa que, siempre la asuman, aunque, es cierto que la organización del
presente Congreso pone de manifiesto la firme voluntad de la
Administración, en este caso de la Central, de acometer con decisión, y
esperemos que también con la necesaria financiación, la puesta en marcha
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de medidas encaminadas a promocionar nuestros recursos culturales y, en
particular, a nuestros museos.
5. LA PROMOCIÓN DE CARÁCTER LOCAL
Ahora bien, aunque determinados objetivos se sitúen fuera del
alcance de los museos, incluso de los más grandes, esto no quiere decir que
no deban tomar, cada uno según su capacidad y sus particulares
circunstancias, las acciones que contribuyan a complementar las medidas
que en materia de turismo cultural realicen los órganos correspondientes de
la Administración.
En este sentido, una primera posibilidad, al alcance de la mayoría de
los museos, es la de captar nuevos públicos en el ámbito local, incluso con
pocos recursos, mediante la conversión de simples viajeros o turistas en
visitantes.
De la gente que viaja, un porcentaje muy alto tiene decididas las
actividades que va a realizar con antelación y, concretamente, de los
viajeros europeos aproximadamente un 28% tienen una motivación
cultural.
Mientras España capta el 13,8% del total del turismo europeo, solo
capta el 8% de los que en ese mismo ámbito tiene motivación cultural. Esto
supone unos 3 millones de viajes culturales. Si se considera la media como
un objetivo razonable, nuestro país tiene un potencial de crecimiento de
unos 2 millones de turistas culturales.
Aunque, la comparación que voy ha hacer a continuación pueda ser
técnicamente objetable, ya que los datos se refieren a Estados Unidos, no
creo que sean muy diferentes en Europa y, en todo caso, sirven para poner
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de relieve un campo de actuación potencialmente fértil para nuestros
museos.
En Estados Unidos, el 47% de los viajeros, incluidos los que tienen
una motivación cultural, planifican las actividades de su viaje con antelación.
El 53% restante las planifican al llegar a su destino. De estos últimos, el
67% se va a un buen restaurante, el 45% se va de compras y el 26% visita
un museo.
Este dato permite sospechar que existe un significativo porcentaje de
viajeros que pueden ser captados in situ. Naturalmente, no pretendo
descubrir nada nuevo, sino sólo subrayar la existencia de ese mercado de
potenciales visitantes que los museos no tienen por que dejar escapar. Para
ello habrá que tomar, en primer lugar, las medidas habituales, tales como
inundar de folletos los hoteles, los centros turísticos, algunos restaurantes,
anunciarse en la guía de la ciudad, etc., pero también se pueden hacer otras
cosas.
Volviendo a las estadísticas americanas, resulta que el 30% de la
gente que va a un museo confía en la opinión de parientes y amigos, el
famoso boca a boca, lo que, a efectos de captar nuevos visitantes,
aconseja que los primeros fans del museo sean sus propios vecinos. Para
ello habrá que lograr que estos se sientan orgullosos de él, para lo cual
resulta conveniente diseñar acciones diversas que estimulen su identificación
con el museo, así como establecer y mantener lazos especiales que le
vinculen con los residentes locales.
Por otra parte, puede ser una buena idea actuar sobre los potenciales
prescriptores de esos viajeros, como es el caso de los conserjes de hotel,
los taxistas o los maitres de los restaurantes mas concurridos,
preparándoles, por ejemplo, una visita guiada al museo, incluyendo unos
canapés y no necesariamente todos el mismo día.
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Esto, a su vez puede facilitar otras acciones como la colocación de
folletos en las habitaciones de los hoteles o en otros lugares interesantes.
La creación de paquetes, cuya adquisición otorgue facilidades para
visitar el museo, es otra iniciativa que puede nacer desde el propio museo.
Esta medida puede adoptar, en principio, tres modalidades distintas.
?? En primer lugar, el museo se puede asociar con otros museos de la
misma localidad ofreciendo al usuario un paquete de varios museos
con la consiguiente ventaja, cómo puede ser una reducción del
precio. El paradigma de esta modalidad es el Paseo del Arte de Madrid
que permite, mediante la adquisición de una única entrada, con un
descuento global del 25%, acceder a los tres grandes museos de la
Capital. Esta fórmula tiene un alcance limitado ya que se dirige a un
segmento de publico minoritario, integrado por personas muy
motivadas que, en un plazo relativamente corto de tiempo, están
dispuestas a visitar tres museos.
?? La segunda modalidad consiste también en asociar el museo con
otras actividades culturales, pero de distinta naturaleza, cómo, por
ejemplo, una obra de teatro o un festival de cine. Esta modalidad
tiene mayor alcance que la anterior ya que se dirige a un espectro de
público más amplio.
?? Por último, estaría el paquete integrado por un museo y cualquier
otra actividad, incluso completamente distinta, como puede ser un
hotel, un parque de atracciones o incluso un restaurante. Esta
fórmula resulta muy atrevida, y apenas me atrevo a sugerirla, pero
podría ser muy efectiva a la hora de incorporar nuevos públicos a los
museos.
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6. ASPECTOS DE CARÁCTER INTERNO
De puertas adentro, la gestión turística desde el propio museo
requiere la adopción, por parte de este, de una determinado óptica que
implique dirigir la mirada que, habitualmente se dirige a la propia
organización, hacia los visitantes.
Se trata de que el Museo satisfaga las expectativas de sus visitantes.
Por supuesto que, si consigue superarlas, mejor.
Enfocar las acciones del museo hacia la satisfacción de los deseos del
visitante requiere, como primera medida, conocer dichos deseos. Para ello,
la mejor fórmula es preguntar, a continuación escuchar y, por último
responder mediante la puesta en práctica de las medidas adecuadas. Y, por
si no se ha acertado a la primera, volver a preguntar.
No se trata de salir corriendo a encargar una encuesta, aunque
también pueda resultar conveniente para detectar algún matiz que se
pudiera escapar, sino de adoptar un nuevo enfoque que,
fundamentalmente, consiste en ponerse en la piel del visitante. De esta
forma se podrán orientar las acciones, no en función de las necesidades de
la propia organización, sino de los deseos de sus visitantes. Esto, por
supuesto, no significa que haya que poner hamacas o juegos recreativos en
la recepción del museo, ni ninguna otra medida más o menos extravagante,
ya que el cambio de enfoque desde la organización hacia el visitante sólo
tiene sentido, en tanto que por esa vía se contribuya al cumplimiento de los
objetivos del museo. En definitiva, lo que esto supone, tiene que ver con
cosas tan sencillas como ajustar un horario, poner un sitio para cambiar
pañales, explicar el criterio de presentación de los fondos del museo, etc.
Cualquiera que sea el potencial de atracción de sus contenidos, la
premisa previa para que un museo capte nuevos visitantes es que sus
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instalaciones resulten acogedoras, que sea un placer visitarlas, y que el que
venga se vaya, al menos, con la sensación de que se le ha querido agradar,
al margen de alcanzar otros logros más sofisticados como el de que haya
aprendido algo o, incluso, que hayamos estimulado su capacidad creativa.
Previamente a la vista, es posible, y cada día más probable, que, para
organizar su viaje o simplemente para tener información anticipada sobre
los lugares a visitar, nuestro potencial visitante se haya dado una vuelta por
Internet. Esto requiere la existencia de una buena página WEB orientada,
fundamentalmente, a facilitarle la visita y no sólo a la mayor gloria del
museo y su organización.
Cuando llega a la ciudad correspondiente el viajero debe poder
localizar el museo sin dificultad, lo que implica una buena señalización en los
aeropuertos, las estaciones, las calles, información en los hoteles, anuncios,
etc.
Cuando el visitante entra por la puerta del museo, lo que resulta
absolutamente familiar y comprensible para cualquiera visitante habitual,
puede suponer un absoluto desconcierto para el primerizo. El recién llegado
debe poder hacerse una idea del conjunto lo más rápidamente posible, debe
tener un plano a la vista, un lugar para obtener información personalizada,
debe poder conocer con facilidad cual es el criterio “objetivo” de
presentación de la colección, no debe esperar cola y si no le queda más
remedio, hay procurar suministrarle información para que vaya preparando
el recorrido. Una vez dentro, la información sobre el museo debe tener
diversos niveles adaptándose a los distintos públicos que lo visitan, es
recomendable poder contar con audio guías y, las personas que vigilan el
museo, así como el resto del personal en contacto con los visitantes, deben
de contribuir a facilitar la vista prestando la atención necesaria.
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Los distintos servicios del museo, como el guardarropa, la cafetería,
la tienda, etc. deben ser como su nombre indica servicios y se deben
prestar con criterios comerciales, en el mejor sentido de la palabra, es decir,
dándole al visitante el trato de cliente y no precisamente el de cliente
cautivo.
Estar orientado al público significa muchas cosas, que no es posible
enumerar ahora y que tienen mucho que ver con el análisis pormenorizado
del publico potencial, mediante su segmentación en distintos grupos:
jubilados, escolares, extranjeros, residentes locales, por su formación, etc.,
de tal forma que la visita al museo se adapte a las características de cada
uno de sus integrantes mediante la creación de una atmósfera que
produzca la sensación de que se ha vivido un momento memorable y, en
definitiva, si me permiten usar la expresión, un tanto cursi, que se pone en
los folletos turísticos “un momento mágico”.