La guardadora de gansos

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  • 8/20/2019 La guardadora de gansos

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    L a   I l u s t r a c i ó n   A r t í s t i c a N ú m e r o   1 . 138

    L A G U A R D A D O R A D E G A N SO S

    (Véase la lámina de la página s iguiente)

    Erase una vez una reina anciana, viuda desdehacía muchos años, y con una hermosa hija que fueprometida al hijo de un rey. Llegado elmoment o en que debía verificarse la boday en que la princesa había de marcharse alreino de su futuro esposo, su m adre la proveyó abundantemente de ropas y alhajasde oro y plata, de jarrones y dijes, en unapalabra, de todo cuanto corresponde á una

    novia de tan ilustre estirpe, porque la bon ■dadosa reina quería entrañablemente á suhija. Además díóle por compañera unadoncella, con quien había de hacer el viajey que hab ía de dejarla en manos de suprometido, y á una y á otra entrególes sendos caballos* el de la princesa se llamabaFalada  y podía hablar.

    Cuando l lególa hora dé la despedida ,fuése la madre á su cuarto, y cogiendo uncuchillito se hizo algunos cortes en los dedos. De la sangre que de éstos salió dejócaer tres gotas en un trapito blanco, queentregó á su hija diciéndole; «Toma, hijaquerida; guarda esas tres gotas de sangre,que podrán serte de gran utilidad para elcamino.»

    Despidiéronse luego con gran pena, y laprincesa, metiéndose el trapit o en el pecho,montó á caballo y encaminóse hacia elpaís de su prometido. Al cabo de una hora

    sintió gran sed, por lo que dijo á su doncella: «Baja del caballo y en el vaso quepara mí llevas tráeme agua del torrente,porque tengo debeos de beber.» «Si tenéissed, respondió aquélla, bajad del caballovos misma é id á beber en el manantial,que yo no puedo ser vuestra criada.»

    La princesa, sedienta como estaba, descabalgó y bebió inclinando su cuerpo sobre el agua del torrente y sin poder servirse de su vaso de oro. «¡Dios mío!,» exclamó. Y las tres gotas de sangre le respondieron: «Si tu madre supiese esto, el corazón le estallaría en el pecho.» Pero la princesa era humilde y sin hablar palabra vo •vió á montar á caballo.

    Así anduvieron algunas millas más; peroel día era caluroso^ el sol quemaba y denuevo sintió sed la princesa, la cual, no acordando-S0   ya de las malas palabras de su acompañante, dí-

     jol e, al lle gar ju nt o á un arr oyo: «Baja y da me de

    beber en mi vaso de oro.» La doncella, con másaltanería aún que antes, le respondió: «Si queréisbeber, bebed sola, pues yo no puedo ser vuestracriada.» La princesa, muerta de sed, bajó del caballo é inclinándose sobre el agua echóse á llorar yexclamó: «¡Dios mío!» Y las gotas de sangre contestaron nuevamente: «Si tu madre supiera esto, elcorazón le estallaría dentro del pecho.»

    Cuando hubo bebido y se incorporó, cayósele deseno el trapito que contenía las tres gotas de sangrey que fué arrastrado por la corriente sin que la joven,en su gran angustia, sp percatara de ello. La criada,en cambio, lo había visto y se regocijaba del poderque así alcanzaba sobre su señora, pues ésta, perdidas las tres gotas de sangre, volvíase débil é impotente. Al querer la princesa montar de nuevo en sucaballo, que se llamaba Falada,  le dijo la criada:{{Faiada  es para mí; tií, monta en mi rocín.» Y asílo hizo.

    En seguida la criada o rdenó á la princesa, conpalabras duras, que se quitara sus regios vestidos y

    y se pusiera los que ella llevaba, y le hizo jurar, finalmente , que na da d ina d e ello en la corte derey, juramen to que aquélla hu bo de prestar , porquede lo contrario la habría asesinado allí mismo. PeroFalada  se enteró de todo y lo tuvo muy en cuenta.

    La criada montó en Falada  y la verdadera noviaen el mal jamelgo, y así prosiguieron su camin ohasta que por último llegaron al palacio real. Granalegría produjo su arribo; el hijo del rey les salió alencuentro, ayudó á la criada á bajar del caballo, ycreyendo que aquélla era su prometida, la hizo subir á las habitaciones principales, mientras abajo sequedaba la princesa auténtica.

    El anciano rey, que estaba asomado á una ventana, vió á la joven en el patio y admiró su hermosura,^ y entrando en la estancia, preguntó á lafalsa princesa quién era aquella muchacha que había llegado con ella y que estaba en el patio. «Esuna chica a quien he encon trado po r el camino y áquien me he traído para que me acompañara. O cu

    padla en algo, pues no quiero que esté ociosa.» Peroel anciano rey no tenía para ella ocupación alguna,y no sabiendo qué trabajo darle dijo: «Tengo unmuchacho que guarda gansos; vuestra acompañan tepodrá ayudarle.» El muchacho á^uien la verdaderanovia había de ayudar se llamaba Conradito.

    Beso perdido. cscuUura de Lamberto Escaler

    La falsa novia díjole muy pronto al hijo del rey:«Querido esposo, te suplico que me hagas un favor.-C on mi l amores , contes tó aquél . - Pues manda

    venir á los matarifes y ordénales que degüellen acaballo que me ha traído, porque en el camino me:ia hecho rab iar muc ho.» Pero lo que q uería conello era impedir que el animal explicara lo que ellalabía hecho con la princesa. El caso es que se saliócon la suya y el leal Falada   fué condenado á muerte. Cuando la princesa tuvo noticia de ello, prometió secretamente al matarife una moneda de oro sile prestaba un pequeño servicio, cual era que clavase la cabeza de Falada  en una puerta grande yobscura de la ciudad, por donde ella pasaba mañana y tarde con sus gansos, á fin de que pu diera verlaalgunas veces más. Así prometió hacerlo el matarife, y en efecto, despué s de cort ada la cabeza, laclavó en la puerta obscura.

    Por la mañana temprano, cuando en compañíade Conradito pasó por aquella puerta, la princesaexclamó: «¡Oh Falada,  que estás ahí clavado!» Y lacabeza respondió: «¡Y tú, joven reina, que guardasgansos! Si tu madre supiese esto, el corazón le estallaría en el pecho.»

    Silenciosamente salieron de la ciudad los doscompañeros y se fueron al campo con los gansos.Llegados á la pradera, sentóse la princesa en elsuelo y soltóse los cabellos, que eran como oro puro;Conradito, al verlos, quedóse admirado de su brilloy quiso arrancar un par de ellos. La princesa entonces exclamó: «¡‘Ay vientecito! Arre bátale á Con radoel sombrerito para que tenga que correr en su buscahasta que yo haya peinado, trenzado y recogido miscabellos.»

    En seguida levantóse un fuerte viento que arrebató el sombrero de Coniadito, el cual hubo deechar á correr por el campo en su seguimiento.Cuando volvió, la princesa ya estaba peinada y emuchacho no pudo arrancarle ningún cabello, poro que se enfadó y no habló ya con ella en todo e

    día, mientras guardaron juntos los gansos. Al anochecer regresaron al palacio.

    A la mañana siguiente repitiéronse las mismasescenas al pasar la princesa y Conradito por la

    puerta obscura de la ciudad y al llegar á la pradera.Por la noche, cuando hubieron regresado al pala

    cio, Conradito se presentó al anciano rey y le dijo:«No qu iero volver á guard ar los gansos con esamuchacha. - ¿Por qué?, preguntóle aquél. - Porqueme hace enfadar durante todo el día.» Entonces e

    rey le mandó que le explicase lo que pasaba. «Por la mañana, díjole Conradilo,cuando pasamos con la manada por lapuerta obscura, mi compañera, dir igiéndose á una cabeza de rocín que hay allí clavada, exclama: «¡Oh Falada,  que estás ahíclavado!» Y la cabeza le responde: «¡Y tú,

     jo ve n rei na, qu e gu ar da s ga nsos ! Si tu madre supiese esto, el corazón le estallaríaen el pecho.» Y luego siguió refiriéndoletodo lo que sucedía en la pradera y cómotenía él que correr tras de su sombreroque el viento le arrebataba.

    El anciano rey le ordenó que al día siguiente saliera como siempre al campo, yél mismo, por la mañana, situóse detrás dela puerta obscura y oyó cómo la joven ha-3laba con la cabeza de Falada;  luego lasiguió al campo y se ocultó detrás de unsotillo que hab ía en la pradera, desde donde no tardó en ver por sus propios ojoscómo los dos muchachos aparecían con lamanada y cómo, al cabo de un rato, sesentó la princesa y soltó su cabellera, cuyobrillo deslumbraba, diciendo al mismotiempo: «¡Ay vientecito! Arrebata á Conrado el sombrerito para que haya decorreren su busca hasta que yo haya peinado,trenzado y recogido mis cabellos.»

    Levantóse entonces el viento que arrebató el sombrero á Conradito, el cual hubo decorrer en su seguimiento, mientras la jovenpeinaba y trenzaba sus cabellos silenciosamente. El anciano rey, después que lo hu-30 observado todo, marchóse, sin que nadie le viera, y cuando por la noche la guardadora de gansos regresó al palacio, lamandó llamar y á solas con ella le preguntópor qué hacía todo aquello que él habíavisto. «No puedo decír telo, respondió laprincesa, ni puedo referir mis penas á nadie, pues así lo he jurado á fin de salvarmi vida.» Insistió el rey, pero por más quehizo no logró s acar nada de ella, por lo cuale dijo: «Ya que á mí nad a quieres decirme,

    cuenta tus pesares á esa chimenea.» Y diciendo esto, salió de la estancia. Entonces la princesa se encaramó á la chimen ea y comenzó á lame ntarse y á llorar, desahogando su corazón con estaspalabras: «Estoy abandonada de todo el mundo ysin embargo soy hija de rey. Una criada desleal mela obligado violentamente á quitarme mis vestidosy ha tomado mi puesto al lado de mi prometido,mientras yo he de desempeñar los más bajos oficioscomo guardadora de gansos. Si mi madre supieseesto, el corazón se le saltaría en el pecho.» El rey,que desde fuera la escuchaba por el tubo de la chimenea y que oyó todo lo que la princesa dijo, entróde nuevo en la habitación y mandó á la joven quesaliese de la chimenea. Después hizo que se vistierasus regios vestidos y quedó asombrado de lo hermosa que estaba, y llamando ásu hijo, le manifestóque la que había tomado por su prometida no eratal, sino una criada, y que la verdadera novia eraaquella que hasta entonces había guardado gansos.El príncipe regocijóse en extremo al contemplartanta b elleza y virtud tanta. Con este motivo cele-Dróse un gran banquete, al que fueron invitados todos los buenos amigos y otras muchas gentes. Ocu

    pábala presidencia el novio, teniendo á un lado ála princesa y al otro á la criada; pero ésta estabadeslumbrada y no reconoció á su ama en su espléndido atavío.

    Cuando hubieron comido y bebido y estaban todos de excelente humor, el anciano rey propuso áa criada la siguiente cuestión: «¿Qué castigo mere

    cería quien hubiese ofendido al Señor haciendo estoy lo otro y lo de más allá?» Y refirió toda la historia de lo sucedido. «Merecería, respondió la interpelada, que la pusieran en cueros vivos y la metieran en un tonel lleno de puntiagudos clavos, y quepuesta así la hicieran arrastrar por dos caballos átravés de calles y plazas hasta que hubiese pereci-do. —Pues esto es lo que tú mereces, exclam ó eanciano rey, y tú misma te has dictado la sentenciaHágase, pues, contigo lo que has dicho.»

    Y cuando se hubo cumplido la sentencia, el jovenpríncipe se casó con su verd adera novia y ambosgobernaron su reino en paz y dichosos.

    (De los cuentos de los hermanos Grimm.)

  • 8/20/2019 La guardadora de gansos

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