La Guarimba y La Democracia Por Jose Ignacio Hernandez

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1 Prodavinci La guarimba y la democracia, por José Ignacio Hernández José Ignacio Hernández G. · Saturday, February 22nd, 2014 Soy alérgico a la penicilina. Una de esas cosas que arrastro desde niño y que debo advertir a cualquier médico que me receta algún medicamento. Para tratar de curar una sinusitis que me ha fastidiado en los últimos días, tome un antibiótico sin leer el prospecto. Shithappens, dirían los americanos. El antibiótico en cuestión tenía penicilina. No es que me encontraba en peligro inminente de muerte, pero era necesario tomar algunas cautelas. Así que me dirigí en carro a una clínica muy cercana. Un trayecto de no más de diez minutos. Pero cuando algo puede fallar, va a fallar, dice Murphy. Había una cola terrible. Muy raro para la hora, pues las callesen esta ciudad de la furiasuelen estar desiertas por estos días. Algunos minutos después descubrí la causa: unos vecinos habían trancado la calle como propuesta. “Una guarimba”, como se le dice. El panorama no era bueno. Aquella cola no se movía y todavía faltaba mucho por llegar a la clínica. Intentar ir caminando no parecía buena opción, sobre todo porque no sabíaexactamentequé significaban las consecuencias de“seralérgico a la penicilina”. No quedó más remedio que dejar mi carro estacionado y pedirle a un motorizado que estaba en la calle que por favor me acercara a la emergencia. Entre mi trastorno de somatización, o los efectos de la alergia, y mi absoluta fobia a las motos, tuve tiempo de contemplar la protesta. Algunos vecinos habían cerrado la vía en un sentidocon diversos objetos que parecían quemados. La policía intentaba dialogar con ellos. ** Mientras la solución intravenosa descendía por aquel tubo, tuve algún tiempo para reflexionar si la guarimba puede ser considerada un mecanismo legítimo de protesta. Comparto esas conclusiones, convencido que no serán del agradado de todos. Pero, como dijo Manuel Caballero, a quien ya he citado antes: no escribo para complacer, sino para tratar de comprender. *** Prodavinci - 1 / 4 - 03.09.2015

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Protestas sociales en Venezuela Febrero a abril 2014

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La guarimba y la democracia, por José Ignacio HernándezJosé Ignacio Hernández G. · Saturday, February 22nd, 2014

Soy alérgico a la penicilina. Una de esas cosas que arrastro desde niño y que deboadvertir a cualquier médico que me receta algún medicamento. Para tratar de curaruna sinusitis que me ha fastidiado en los últimos días, tome un antibiótico sin leer elprospecto.

Shithappens, dirían los americanos. El antibiótico en cuestión tenía penicilina. No esque me encontraba en peligro inminente de muerte, pero era necesario tomar algunascautelas. Así que me dirigí en carro a una clínica muy cercana. Un trayecto de no másde diez minutos.

Pero cuando algo puede fallar, va a fallar, dice Murphy. Había una cola terrible. Muyraro para la hora, pues las callesen esta ciudad de la furiasuelen estar desiertas porestos días. Algunos minutos después descubrí la causa: unos vecinos habían trancadola calle como propuesta. “Una guarimba”, como se le dice.

El panorama no era bueno. Aquella cola no se movía y todavía faltaba mucho porllegar a la clínica. Intentar ir caminando no parecía buena opción, sobre todo porqueno sabíaexactamentequé significaban las consecuencias de“seralérgico a lapenicilina”. No quedó más remedio que dejar mi carro estacionado y pedirle a unmotorizado que estaba en la calle que por favor me acercara a la emergencia.

Entre mi trastorno de somatización, o los efectos de la alergia, y mi absoluta fobia alas motos, tuve tiempo de contemplar la protesta. Algunos vecinos habían cerrado lavía en un sentidocon diversos objetos que parecían quemados. La policía intentabadialogar con ellos.

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Mientras la solución intravenosa descendía por aquel tubo, tuve algún tiempo parareflexionar si la guarimba puede ser considerada un mecanismo legítimo de protesta.

Comparto esas conclusiones, convencido que no serán del agradado de todos. Pero,como dijo Manuel Caballero, a quien ya he citado antes: no escribo para complacer,sino para tratar de comprender.

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No hace falta invocar la Constitución y los Tratados de Derechos Humanos parajustificar el derecho a protestar. Todo ciudadano, por cuanto es libre pornaturaleza,tiene derecho a protestar y hacer, de esa manera, la democracia. Laexistencia de un sistema democrático no depende sólo de un Gobierno democrático.En realidad, el presupuesto primero de toda democracia es la existencia de unasociedad democrática, es decir: una sociedad que comparta los valores, principios yvirtudes que hacen de la democracia un sistema que garantiza la convivencia socialpacífica.

Tampoco creo necesario enumerar las muchísimas razones que los venezolanos tienenpara protestar en estos días. A ello ya se ha referido, recientementeacá en Prodavinci,Luis Vicente León.

Pero no se trata de protestar por protestar ni de protestar por cualquier medio. Laprotesta, como derecho civil, debe hacer democracia,debe promover la convivenciapacífica en respeto a la libertad de los demás. Fue bajo esta perspectiva que elderecho a la protesta fue reconocido por quienes pensaron e hicieron a nuestraRepública Liberal, en 1811: el derecho a la protesta se asoció con el principio según elcual el ciudadano no puede tener una “obediencia ciega” al Poder. Como advirtió JuanGermán Roscio: “una obediencia ciega, una obediencia obscura, bien presto abriría elcamino a la tiranía y destruiría la libertad”.

El ciudadano, por cuanto es ciudadano libre por naturaleza, tiene legítimo derecho aprotestar, pues debe tener siempre desconfianza hacia el Gobierno.Pero para lograr elobjetivo de toda propuesta –que sólo puede ser tener más y mejor democracia– laprotesta debe ser democrática.

También lo advirtió Roscio: la soberanía popular no puede ser ilimitada. El derecho ala protesta tampoco puede ser ilimitado.

Trancar a una calle no conduce a tener más y mejor democracia, por una razón básica:tal modo de protesta se basa en la imposición de la fuerza de unos sobre otros. Y–vuelvo a citar a Roscio– donde reina la fuerza, no hay libertad. Ni democracia.

Cuando he conversado con algunos vecinos que asumen este método de protesta,suelen darme tres argumentos: “No se puede ser respetuoso con un Gobierno que noes respetuoso”; “No se puede ser democrático con un Gobierno que no esdemocrático” y “Las barricadas son un método de protección contra acciones violentasde grupos armas”.

Tratando de tener empatía con quienes piensan así, creo sin embargo que ninguna deesas razones justifica la guarimba, asumiéndola protesta con un genuino sentidodemocrático.

La democracia, insisto, no depende sólo del Gobierno. Antes que nada, depende de laexistencia de una sociedad democrática que, para ser tal, debe basarse en ciudadanosque asumen, con convicción, asumir su libertad promoviendo un marco de convivenciapacífica. Por eso no podemos condicionar nuestro respeto hacia los demás al respetodel Gobierno, o nuestros modos democráticos a los modos democráticos del Gobierno.

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En realidad, la protesta siempre debe conducirse por métodos democráticos, incluso,frente a actuaciones arbitrarias del Poder. Y agregaría que mientras más arbitrariedadexista, más democrática debe ser la protesta, pues la arbitrariedad no se combate conarbitrariedad. La arbitrariedad se combate con más y mejor democracia.

Por supuesto, tampoco puede caerse en el juego de la violencia, como pretendenaquellos que quieren que las policías –especialmente municipales– disuelvan “a todacosta” las guarimbas. He escuchado a quien dice que la policía “debe darles contodos”.

El asunto es que el Gobierno no puede “actuar con todo”,como incluso se haamenazado en estos días, si con ello entendemos una actuación que apela a la fuerza ya la arbitrariedad. Como dijeron nuestros padres fundadores, en lo que Luis CastroLeiva ha denominado la elocuencia de la libertad, “donde reina el poder arbitrario sonsinónimos el derecho y la fuerza”. No le toca al Gobierno (si quiere ser un Gobiernodemocrático) “vencer” a las guarimbas ni actuar con métodos violentos, pues esosmétodos violentos para “vencer” sólo generarán más violencia.

Más que vencer, parafraseando a Unamuno, hay que convencer. Justo lo contrario alas actuaciones que, por el uso de la fuerza de cuerpos de seguridad, hemos visto enlos últimos días, en abierta violación a cualquier estándar mínimo de protección dederechos humanos.

Queda todavía la razón según la cual la guarimbaes un mecanismo de “auto-protección” a la cual se acude para enfrentar métodos violentos. Me parece la razónmás sugerente, por cuanto apunta a lo que creo es uno de nuestros principalesproblemas como sociedad: que los ciudadanos perciben que nuestro Estado es unEstado fallido.

Cuando el ciudadano acude a métodos de “auto-protección”, sencillamente, es porqueno se siente protegido por el Estado. Pero “hacerse justicia por su propia mano” no esuna conducta que se orienta a rescatar o reconstruir al Estado. Por el contrario:agrava, todavía más si cabe, las fallas de ese Estado.

Alguien me dirá que el método de protesta democrático es muy largo, mientras que laguarimba puede ser más efectiva. Sin embargo, como reza el título de la autobiografíade Nelson Mandela, el camino a la libertad es largo. Y repito, invocando ahora aMartin Luther King Jr.: la obscuridad no puede sacar a la obscuridad: solo la luz puedehacerlo.

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