La hendidura del vacío

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J a c k F a r f á n C e d r ó n LA HENDIDURA DEL VACÍO

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LA HENDIDURA DEL VACÍO

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La Hendidura del Vacío [2006-2007] Primera Edición e-Book © Jack Farfán Cedrón, 2008 Carátula: Insecta Queen, by Alessandro Bavari Photograph, cm 45 X 70 - inch 17,8 x 27,6. Tiraje: 1 puto ejemplar. Esta Publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación, de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito del autor.

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PRÓLOGO Así como el vacío que hace girar a la rueda, La Hendidura del Vacío es a la herida que ha dejado una visión real del mundo. En plena devastación de los valores y frente a un orden establecido el ser humano está condenado a seguir integrando el rebaño. Pocos especimenes han evolucionado hacia una forma de pensamiento crítico y consciente de la lenta estupidización a través de la tecnología y la modernidad. La Internet, la televisión, el consumismo; toda la parafernalia de entretenimiento; en suma, el problema de existir, es, cada día que pasa, un veneno cada vez más efectivo para el avance del cáncer que poco a poco carcome la carne basada en el slogan repetitivo que a orden impuesta decreta: “Nace, crece, reprodúcete y duerme como rata borracha, más de la cuarta parte de tu vida”. La Hendidura del Vacío es la llaga por medio de la cual surgiremos desprovistos de todo piso terrenal hacia una luz salvadora, la de la palabra dicha con total desparpajo, una iluminación en el punto final de la existencia, cuando la certeza de estar vivos empieza en la perduración de La Poesía, muy a pesar de la rutina. Volumen pergeñado en aproximadamente año y medio, con sus descansos necesarios, como lo que obedece a una calma que recibe a una Poesía vital y sincera. Poco más que un extraño, jamás seré parte del redil, no menos feliz que estos acres y sinceros versos, mi descontento por un mundo que literalmente se cae a pedazos inscribe sus blasones en la tarde antigua de herrumbre asolada. Su lectura podrá no ser la salvación, pero es un hecho que la herida que dejará en los lectores sensibilizará el manto gris e indiferente que cada amanecer cae irremediable sobre los hombres. Jack Farfán Cedrón Caxamarca 22 de Marzo de 2008, 7:03 p.m.

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TU DOBLE NEGRO Las puertas cerradas para los corderos perdidos. A tanta herida abierta, a tanta espina clavada en la piel, sucumben los sueños de un muchacho que corre hasta alcanzar su propio clon encadenado y suicida. El padre ebrio, brutal, ha olvidado que alguna vez también se es hijo haciendo añicos el espejo que nos mira. La madre en un insomnio interminable desgrana rosarios rotos, negros, como si se pudiera cambiar el curso de las cosas que caen para sí en una lluvia podrida de vísceras muertas. Muchachos callejeros con una botella reventada en todo su ser. Un arma blanca en caso de que la gente sea como es y nada pudiera remediarse. Dejar que todo suceda como un pájaro destrozado en el parabrisas de un carro a toda velocidad en la noche cruel del pasado, a ciegas, atados a una cadena de vidrios que nos gritan que los hijos malos también tienen una lágrima escondida en el rostro desesperado, con sudor y remordimientos, una canción estridente en toda la esquina de palabras desperdigadas, cárceles de arena inamovible.

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HOMBRES RUDOS EN TIERRA BERMEJA

Sitiaban bosques al amanecer, enterrando sus sueños en el negro fango hasta llegar a un claro donde comían y reían; luego, al bajar a la aldea jugaban con el agua en el río, desnudos, libres de obligaciones y números, en un suave rito que llevaban las aves a la neblina, hasta que, al anochecer se acurrucaban a relatarse anécdotas inciertas, al sabor de un trago del lugar o alguna canción de Sanz que hacía suspirar las tablas y los pechos rudos, como siempre, separados de la lluvia caliente.

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EL RAPSODA ESPAÑOL DORMITA SOBRE EL TECLADO Mientras me la casco, el otro rapsoda dormita sobre el teclado, en el viejo continente. A fuerza de un vacuo reggaeton, instila cortinas de plástico azul protectoras de zopencos urbanos apertrechados de lo que es ajeno. La barra de estado busca prendas íntimas rasgadas por púber dentón que babea en senos decentes sobre minúscula plegaria de beatas que visten de bigote y lloran sobre el caldo frío sin pan reseco. El rapsoda activa la derecha y sale ensabanado al trabajo que bien le da los frejoles a rapto pasado.

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YO LAS PREFIERO USADAS Me gustan las mujeres no tan guapas ni tan grotescas; pálidas, mirando al pasado, sus ojeras desde un rosario oscuro y brillante, una marea de constelaciones en movimiento, una suerte quebrada desde muy jóvenes. Me gustan las peores, las que no muestran su instinto de rameras y las que bostezan en las sectas de palabras agusanadas; las que tienen un hijo gordo; las que no enseñan anillos ni moral puesta en mantel de hogar destrozado; las mujeres apagadas en una pared de sombra, azules y frías, con ese aspecto de plañideras en tierras santas; las mujeres enamoradas de un poeta cuyo mal es el remedio de los hombres; me gustan todas esas, mujeres rotas, muñecas de trapo sucio y orinado, sin ojos, con la boca y el ano cosidos; las dos piernas izquierdas y la grieta babosa, irritada hasta volver a casa llorando con un sabor a verga en la boca y una culpa enhiesta entre las tetas.

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MI PADRE Quien viaja siempre con un maletín verde que porto hasta el taxi en que desaparece con su gran cabeza cana; mi padre, quien visitó valles y pueblos calurosos; quien almorzó como a las 7 hígados muertos o corazones fritos y frotó contra una puta su miembro reseco y sembró mentiras blancas en el jardín de repollos helados; mi padre, aquel extraño que suele venir un par de días a los tiempos a aburrirnos con sus pingües mandados en cucharita de té; el extraño verde que oye a mi madre ladrar y duerme frente a la tele; el fanático que grita hasta la esquina goool; el que desmayaba sus brazos en el ropero y luego los bajaba hasta llegar gateando a la cama después de horas de jarana con sus patas de agronomía; mi padre, el viajero amarillo bajo un espino y un eructo de hígados muertos o corazones fritos cuando se prolonga la tarde hasta el fragor de los ríos.

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PARADOJA DE LOS BUENOS ACTOS El ave que prepara un lugar en el árbol para hacer su nido, el trabajador que recibe la charola y luce una alegría en los labios, el sepulturero que tendrá algo para el día con la tristeza de los muertos, el médico que vive de las enfermedades, el matarife que no siente el temblor de los animales con miedo, el cura que no puede bostezar en pleno sermón, la beata que no atina echar a rodar su rosario, la prostituta que es capaz de llorar en la oscuridad, el ingeniero que puede ser sensible, los dolores, los viajes, las letras que avanzan y cuentan una historia o poetizan una vivencia, Dios y su preocupación única y múltiple, El Fuego La Luz La Poesía, el silencio precediendo al gallo que ha cantado, el amanecer, el rumor encendido de los hombres.

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FUERA DE LAS CASAS Respirando el estentóreo espíritu de las calles. Todos duermen dentro de las casas bañadas de smog, duermen tirando las llaves a una canasta velando junto a una puerta que alguien despierte y por momentos me ausculte respirar en los relojes latiendo en las paredes corroídas por el tiempo de volver, oscilando sincronizadamente con los pinos que roncan tardes frías, aves celestes, suaves vigías del temblor de estudiantes deprimidos.

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LA TIERRA Y LOS HOMBRES Trépate a la Tierra en movimiento, a su vertiginosa maldad, a sus desastres naturales; que te sienta respirar con los dedos clavados, desnudo; que imite tu aullido al final del desierto, que ahume tus sueños, que haga explotar tu esperma con el calor de su centro. La Tierra es un ojo celeste con fieras aullando al compás del movimiento; nunca crece ni derrama sus aguas, nunca emite luz, sólo la recibe del Sol; lleva plantados postes concretos pendiendo luces que despiertan, cables que oscilan sincronizados con los viajes, tristes viajes como garzas que voltean, que vuelven y posan árboles gigantes y solos en una era de cambios climáticos, en una era de conciertos industriales, de latas rodando con el viento y siliconas y cirugías y gimnasios; Tierra en lenta desaparición, errando al vacío sus penas, su frío sideral y sus montañas; los hombres te trepan, Tierra nueva y rimbombante, día por día, gritando, envejeciendo a través de las ventanas.

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LO MEJOR DE LO PEOR Más de lo que puedes dar o tener, menos de lo que eres o puedes ser; el común denominador de todas las cosas está en mostrar el filo; qué tan animal puedes ser, qué tan duro, impenetrable; no siempre llueven rosas cuando adviene el amor; los charcos tienen un no sé qué de encanto cuando la Luna baña su hermosura en ellos. Ya no hay preguntas, espacios; un hombre cae en su verso, una mujer palidece entre sus manos; abraza todo esto, no siempre llueven rosas cuando adviene el amor, ni todos los charcos se ven tan mal cuando en ellos la Luna baña su hermosura; no todo en el mundo está mal, alguna línea te hará sonreír bajo un árbol de espinas.

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LOS OLORES El olor del arroz cocido después del mediodía, el olor de la paz del canto de las aves; el olor que producen las legiones de mariposas amarillas, las piedras blancas en el río, los esqueletos de algunos peces al sol, otrora en agonía; el olor que despiden los hornos donde se cuece el pan vespertino, el olor de una muchacha virgen, el de una papaya partida, el olor del cebiche y los mariscos, el olor que dejan los amantes después de su primera batalla, el olor de la amada tras partir; el olor de las bocas temblando en las estaciones interprovinciales; el vaho tumefacto de las discotecas, la pestilencia de las borracheras, el olor tibio de los caldos a las cinco de la mañana; una fragancia floral proveniente de la mesa de noche, sentado en la cama; el olor de los sueños al despertar vacío, a punto de llorar; el olor de los micros con pasajeros preocupados, el olor de los hospitales con almas muertas haciendo cola; la hacinación, el olor en los mercados, en las plazuelas, en los ejércitos, en los manicomios, en las cárceles con gritos desgarradores; la tufarada de los baños públicos, el olor de la violencia en medio de una madrugada; el olor de la muerte efervesciendo en plena vida cuando no hay un segundo para declinar con la sombra, cuando se ha evaporado el olor de una bestia que te llama.

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EXIT NIHIL

No sé por qué a la gente le afectan tanto los problemas, se preocupan y hasta lloran. Siempre he creído que para vivir sin temores ni preocupaciones es necesario optar por una actitud nihilista frente a la vida.

Si ves a un mendigo, déjalo, a veces tú tienes más hambre que él; si ves a una niña prostituyéndose, es cuestión de instinto; sólo toma la ruta más fácil, deja de batir las banderas del tiempo; no te compliques más, sólo únete a la indiferencia de las cosas.

Si no puedes hacer nada contra las desgracias, pues no hagas nada. Es simple, deja fluir las aguas. Tus manos no podrán contra la corriente. No eres salmón, no eres una cebra, no puedes otear como un águila; por lo pronto sólo camina, rumia tus teorías. No basta con desgarrarse el remordimiento. Hay que hacer algo respecto de tu perra suerte, arrójala como a un trapo viejo. Toma un baño de florecimiento con yerbas carnívoras y enfermas. Las plantas carnívoras suelen ser hermosas y fragantes. Tienes un problema, amigo suicida, tu muerte no apenará a nadie, y créeme, lo habrás hecho muy tarde. La idea autodestructiva es ahora sólo un cliché. Lo ideal sería experimentar con toda clase de sufrimientos, para así llegar a la luz final que nos redima.

Creer en lo que haces es fuente de las más enérgicas batallas del intelecto y un estado de feeling alterno. No cuezas tus penas, no asimiles tu amargura. El único estado que te protege es el poder soportar la soledad; soledad en los días, en la piedra donde duermes, en el plato de trigos solos terminándose.

Crees en el tiempo, en un abrazo; no crees en nada y todo se derrumba. Piensa que la gente son las hojas y tú eres el árbol. Eres como una llaga que escoce al enfermo.

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No tienes miedo ni culpas. Traes todos los días un poco de razón a las frases y no eres a la vez nadie. Una flor marchita en tu epitafio. Una mujer sola y atractiva llora tu regreso, mientras afuera, en alguna tarde futura, cambias a paso de jumento, tu destino que deshoja flores negras. Es todo cuanto debo estornudar.

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TODO ES CÍCLICO Todo es cíclico: el mar, la Tierra, el amor. Una canción inicia por el final y finaliza por el principio. En algún punto de la Tierra hundimos el cetro dorado y ahí fundamos nuestro paraíso. En algún punto anochece, en otro el día despunta. Una sola persona puede llorar y la misma persona reír. Mientras se creman cadáveres en algún lugar, nace una flor en otro. Crear para que otros lloren o guarden alguna esperanza; odiar a la persona que amas para que sepa del dolor que nos agobia en el rostro de la noche que crece al infinito como un rostro perdido en un firmamento que nace donde termina el mar. Todo es cíclico. Amas y dejas de amar, gritas, rasguñas tus sueños. Todo es cíclico y precario. Algo se renueva bajo el Sol. Una flor nace, un anciano llora. El mar es una canción infinita. Sólo somos lo que no vemos: un espacio entre dos personas diferentes.

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BROTHERS HANS Y CUSÍ Brothers Hans y Cusí. El tiempo está pasando, qué ironía. Un gris amanecer siempre me acompaña. No quería que esto fuese así, pero de alguna manera tenemos que aguantar todo, hasta el amor. Causas, compinches, el tiempo me ha dejado un sabor amargo en la garganta. Tengo que seguir en esto, mi mundo es La Poesía y lejanas como putas estrellas titilantes, las palabras, se instalan en mi razón, las únicas que han hecho de mis musas, seres inmortales, intocables, irreparables. Anoche soñé con la muerte, hoy no puedo ser más incomprensivo con ella, hoy no puedo dejar de escribir, aunque el tiempo malo me diga lo contrario. Sé de los crepúsculos, de los ensueños, de los amores contrariados, pero ¡vamos!, ¿y? ¿He logrado conseguir que alguna musa me clave en el corazón algún resto de rencor siquiera? No hay respuesta para este fragmento despatriado inexistencial, crudo. Siempre fui pésimo conquistador, y ahora merecer el dolor de las palabras que rebotan como gotas en el mar de la inconsciencia. Puedo correr, puedo gritar el nombre de alguna musa y ella siempre no responderá. Brothers, una botella gira en torno a mí, una botella de algo no me da solución a nada, o a nunca. Espero un descanso de espinas o de vidrios, pero nada; el amor, como una bestia, se ha instalado nuevamente en mi corazón, y él, mi corazón, sigue siendo un intruso viejo y gordo para ellas, todas ellas tan desgarradoras en cuanto se teja un poema. Amigos, hoy sentí la necesidad de escribirles, y aquí me tienen, aquí tienen mi alma corrompida por el rencor, la esperanza partida y por qué no, el cerebro quemado, como viejos y hollinizados tubos de escape de carros antiguos, muy antiguos. Sé de la necesidad de escribir palabras dulces, desgarradoras, infrecuentes; sé que La Poesía me salva a diario de este duro despertar, y sé que voy naciendo hacia la soledad de un ser solitario. Buenas noches, ya me siento peor. Loco.

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PABLO NERUDA Pablo mira al fondo de la oscuridad; Pablo, melancolía de zafiro, flor de arena; tu capa de poeta guarda pestillos dolorosos. Estabas en Isla Negra escribiendo una historia de cal y canto, estabas escribiendo olas de cristal, castillos de plata, bajo una Luna de cuerno mágico, Pablo, y recorrías el mundo hermanando masas que necesitaban tu palabra como redención para sus vidas apagadas. Pablo, en un rapto dices estrofas de siglo, instantes de polvo. Es tu verbo el bastión de la eternidad; en ti los bosques cantan, el agua llora, astillas de madera saltan hasta los helechos en bosques nublados cuando el leñador pronuncia el poema del trabajo en las mañanas. No te has ido,

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Pablo, no te irás, porque siempre amanece en la Tierra, porque donde hay un amor callado siempre nace tu palabra, tu Poesía de viento sombrío.

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CIERTO PUNTO EN EL PLANETA

Mediodía. La espera se hace larga. Aún falta mucho para que anochezca, aún mucho para distraerse del mundo, al dormir. Desde que desperté de ese letargo en donde todo era impredecible, ahora todo es predecible y tranquilo; no una tranquilidad que traiga paz, no, nada por el estilo; más bien es una tranquilidad torpe, fría y calculadora; ya no más esa suerte de cosas que pasaban por mi mente y mis ojos, cuando al mirar por la ventana del micro a veces me calentaba el sol; era como un pollito mojado buscando refugio al lado de la linterna, en la casa de campo que aún me acoge en los sueños. Ahora he asumido ser el eterno pasajero, el extraño sin nombre que todo lo soporta, como un animómetro, susceptible a los estados de ánimo que la persona es capaz de cambiar. Frecuentemente muestro predilección por las muchachas jóvenes; me gusta mirarlas, me gusta darme cuenta que ellas también se dan cuenta de que uno las mira. Todo está hecho de miradas y de sensaciones, todo consta de una bitácora de sentimientos. Hasta el blog en el que colgaré este escrito, está plagado de ellos. Y mucho mejor, fechado y ordenado por meses, por años. Un campo de sentimientos cibernético. Así es, los blogs nacieron como una forma de diario. Frecuentemente exploro muchos diarios de gente que nunca llegaré a conocer. La náusea siempre ronda sus estómagos vacíos de emociones y tan llenos de ellas…. Ahora nado en mi propio sudor. No recuerdo nada, sólo me dejo llevar por el sueño. Es como estar flotando en un río dorado y delicuescente por acción de la neblina. Explorar emociones. Es como no decir nada, sólo dejarse llevar por este río de palabras que van a dar al gran libro del mar. Sueño con volver a mi antigua vida, sueño con ser tocado por la magia de una chica que camina a mi lado sin decir palabra. Es la ruta final que ha escogido para mí el amor. El silencio que reza en la pasividad de los cerros pareciendo alertar que todo se vendrá abajo, y que de una vez por todas, ya no habrá ese eterno retorno. Un salto más y veremos los cambios. Nada empieza porque sí. Todo tiene un porqué, todo llega hacia algo. Hemos nacido por la única razón de hacer un solo milagro, luego irnos por la puerta

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de emergencia. Tira la ventana, suelta tu cuerpo al abismo; en el vehículo todos están dementes. Si sufres de claustrofobia, no te vendrá mal tomar aire. Para siempre. Afuera están las oportunidades. Únete al mundo de los sorprendidos. Nada es igual desde que empiezas a caminar.

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JORGE LUIS BORGES Busco la inmortalidad en mi simiente; si ella muere yo también habré muerto. Hay dos caminos: la vida, la muerte. No es lo mismo vivir que ser inmortal. El Sol se oculta. La mañana se abre. Un ave es toda la música y una fragancia un beso. Bestias, materia, corpúsculos, abrazados a este árbol de la vida soñamos y creemos ser soñados. La conmiseración no aplaca nada, ni al dolor. Los malos actos nos hacen temblar. Todo se olvida y al final todo se recuerda. El último instante es un agradable recuerdo, todo de lo que está hecha la vida. Amar, odiar, envejecer; nada detiene al motor de la vida. No busco nada, no planeo nada, sólo espero vivir un instante más para no sonreír ante esta dama infame que los hombres llaman felicidad. Es todo cuanto debo elucidar.

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ODIO AMARTE Odio ese cerco que había dolido tu nombre, odio sus púas clavadas hasta hoy en mis manos y la forma cómo te acurrucabas fuera de mí, fuera de mis brazos lejos de tu lado opuesto a mi vida, tu persona derecha pegada a la ventana del micro. Odio tu rechazo, tu silencio que me ausculta cada noche; odio tu silencio de flor sangrienta, tu rostro de mirada compasiva y tierna como una puta que hace su trabajo; odio tu manera de negarme un momento junto a ti, junto a mi miedo y esta confesión de día soleado; odio tener que olvidarte y recordar que siempre te recuerdo. La lluvia es nueva. La lluvia desaparece en el agua cayendo en el patio agrietado. No hay algo que huela a ti esta noche donde todos me faltan. No hay planes, odio, Internet, comentarios, piernas, sexos. No hay nada en este odio que me recuerda un día en que no me quisiste escuchar. No hay nada si ti, sin el lugar donde pudiste escucharme. Odio tener que apagarte y usar la mano a tu regreso, a tu nombre. La ciudad duerme. La lluvia ladra buenas nuevas,

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un festín con tu concha demasiado dilatada, un festín al menos, como un polvo vacío que después se fuma. El amor y La Poesía nunca dicen nada.

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PERO EL AMOR, ESA PALABRA… No es el momento en que evoco tu boca, ni los instantes repetidos que se multiplican en mi mente. A través de ti o de tu mirada bruja, nazco tibio en un vuelo de manos fugaces. Para pronunciar tu palabra, esa mágica palabra, es que pongo a hervir mi mente y mis ojos llenos de ti, hermosa palabra como una espada cayendo interminable. No me refiero a lo que significas, ni a tu sentido. Es esa rara esencia por la cual todas las manos se unen y todas las bocas se besan… el amor, esa palabra…

Así como vamos o volvemos, así en viento, en agua o fuego, el amor se instala como en un sueño, por un ala de magia y las notas de su memoria indeleble en cada eterno amante. Todos somos sus súbditos, y él, salvaje amigo, se divierte haciéndonos soñar y nadar como en un sopor de rosas benditas.

Amor, Amor, Amor, esa palabra dormida en el cielo de un patio silencioso, lloviendo pétalos milagrosos. Amor: música, rito, tempestad, locura y abismo, vértigo sinfónico: Amor.

Los países de viaje en una dimensión de agua. Un mapa de amor, un país de amor, un sueño de amor. Eres el momento en el que nos miramos y todo parece continuar en su letargo de largas olas, largos mantos como alfombras tocadas por un rayo luminoso. Palabra Amor, Roma dicha al revés, cálido fragor en la única noche de tu origen.

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CONCHA La concha es un animal dormido y enfermo; con sus dos valvas exteriores nos expresa cualquier variación del acto carnal; con las interiores, el cielo. Es lúbrica, amorfa y peluda; tibia y acogedora, electrizante a la vez que helada. La concha es la parte más fea de la mujer y a la vez la más hermosa, por la que todos los hombres trabajan, sueñan, dejan todo, hasta matan. La concha es un animal enfermo y húmedo, descansa en la parte más perfecta que pudo haber imaginado el Creador; él se la dio a la mujer para trastornarnos, para animalizarnos de manera salvaje. La concha es lo que nos mantiene animados. Es una exageración decir que es un órgano divino, pero cuando está saturada por la verga, aspira a serlo. Henry Miller en su Trópico de Capricornio sistematiza a los tipos de conchas; yo podría agregar algo más en lo que a ello respecta. Las hay egoístas, que succionan al pene cual esclavas abisinias, hasta provocarnos dolor; conchas hiperexcitantes que con sólo verlas lanzamos nuestra leche a sus estrellas y lloramos al dejarlas goteando esperma, dormidas, aún calientes, abrigadas por un césped de vellos, ora rubios en las mujeres frías, ora negros, de un negro azabache en las latinas calientes. Concha, concha, concha; existe un lenguaje de babosa para atraerte, una imagen roja para recordarte; concha, concha, concha, triunfadora en las batallas, ramera de los juicios endebles, locura de los hombres, cueva viscosa sumergida en una noche mojada, fermentando eyaculaciones de iceberg candente, batalla final de la carne, vencedora del destino, molusco que nos da la bienvenida siempre, que siempre nos acoge.

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CONCHA II Me pregunto cuántas veces al día —sino todo el día—, el hombre piensa en la jugosa, viscosa, valvada y peluda concha, ese animal que resume a toda la mujer. No hacen falta tetas, piernas, rostro, no; el resumen, la esencia de toda mujer, es la húmeda y exquisita concha. Al parecer, todo el día pensamos en ella. El trabajo, los proyectos, los suicidios, los matrimonios, los velorios, las borracheras, las juergas, los accidentes, todo ello se sustenta por la existencia de la atrevida, sugerente, húmeda, marina y salada concha. Hasta este mismo texto apologético no fuera posible sin su existencia. La concha fue una joya tierna y libidinosa a la vez, que Dios dio a la mujer. No me interesa averiguar en la Web cuántas veces exactas piensa el hombre en ella, pero estoy seguro que casi todo el día, parpadeante segundo a segundo, a través de sus pestañas que se confunden con el monte de venus, al final del sueño marcado por el paso final de un insomnio con una venida reconfortante que dura toda la mañana. A menudo, cuando nos presentan a una mujer y nos tiende la mano, inmediatamente imaginamos su concha, si será grande o pequeña, sinuosa, desplegable al contacto con los dedos, caliente, fría, viscosa, húmeda, acuosa, inundada de orines ámbar emergiendo de la cueva infernal. Concha, infierno y cielo, por la cual todos vivimos o morimos. Un polvo final antes de partir, por favor, una concha bien pelada. Durante la caza de venados, los cazadores llevan una mujer que está con su regla y el olor los excita tanto que se entregan a la muerte de las escopetas, sólo por el olor de tal secreción sanguinolenta proveniente de la concha. Cuando se descomponen los cadáveres de mujeres jóvenes, los gusanos que llegan a esa parte se convierten en faunos salvajes que violan almas en busca de verga, en los cementerios. Los gritos son sordos y no son escuchados por mortales comunes, pero sí por adolescentes demasiado excitadas en madrugadas de deseo, manipulándose la virgen concha.

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El símbolo de la mujer, la concha, es secreto para nosotros los hombres; es secreto y delicioso, delicadamente secreto, y como dije, es todo el resumen de su cuerpo. Una mujer asexuada, sería como una estatua. Si la mujer no habría venido al mundo para ser penetrada, taladrada, entonces qué sería de las vergas, las ciegas vergas penetrantes al vacío. La concha es fecunda y fructifica; el pene es explosivo y procrea dentro de ella. Es divina sólo en el acto sexual, divina, saturada, taladrada, maculada por la verga. La concha es la esencia, el resumen del cuerpo de la hembra, el punto final donde morimos extasiados, al final de un buen polvo.

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POEMA ASTRAL Desliza tus ropajes en la niebla que te inventa. El olor del viento es el olor de la mañana. Deslízate hasta rozarme y tocarme. Estoy vivo y no sangro, estoy vivo y un río de mañana me recorre. Ahora sitiamos el planeta devastado, las cumbres violadas. Una explosión inaugura el rito de inicio entre el lago y el polvo que escoce los ojos. Reza ante los ungidos, vuelve tu rostro hacia los astros insepultos. Es hora de volver, nena; es hora de mirar las puertas abiertas del silencio. Las eras, los días, los siglos. Mira la mañana y termina ya con todo. Desde la otra margen miras tu doble. Ya no bajaremos más a mojarnos.

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Como cada noche a la salida del colegio, mis pasos me conducían a la calma de los sabios consejos del padre Luis Rebaza Neyra. Corría un viento inclemente en el caos de mis demonios internos, hacia 1989. Tenía 15 años, un amor gris en el pecho y la sed de su palabra. Aquella noche, el padre me esperaba en una de las bancas traseras, en el templo La Recoleta. Hablamos de la vida, del caos que aquejaba al mundo. Su voz caía como la luz ámbar desde la cúpula del cielo. Algunos fieles pasaban, pero apenas escuchaba musitar sus rezos. De pronto, como venido desde otro sueño, me di cuenta que estaba solo. Para el Padre Luis Rebaza Neyra, el santo que calmó mis infiernos: EL PADRE LUIS Y SU DISCÍPULO, AÑO 1989 El padre Luis escucha a su discípulo bajo una luz ámbar guardada en el templo. Bajo la tibieza del discurso el discípulo parece dormitar. En un vaivén suave de puertas allá afuera el tiempo late, esto se evidencia por el pulso incansable de un reloj con agujas de agua bendita. El tiempo sigue latiendo. Una paloma llega a morir en un vuelo infinito, un hombre descansa hasta estar despierto. La música desteje hojas de invierno. Otra vez los ríos desde el pasado se abren paso hasta horizontes remotos. Un cordero da cabida a tres cuernos en su testa, otro resucita con un solo ojo hacia el mar. El templo simula ceder a la gravedad si a la Luna se mira sorprendido. Una golondrina nos guía hacia el Sur, esto por la cruz que hay del otro lado de la nave principal en el templo donde el discípulo deja caer sus rezos y el padre Luis cierra la historia de unos pasos, allá, en el templo sagrado.

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YAHVÉH DESDE LO ALTO Abraham, construye una hoguera para los restos de tu hijo Isaac; sé que no faltarás a la vieja orden pactada, por eso doy por sentado el crimen a prueba de daga. Pon el cadáver en la hoguera. Ni un milagro en la noche revivirá el cuerpo de tu hijo, quiero ver clamar tu fortaleza por el amor de los hombres. Toda fraternidad es vana si no hay orden que se cumpla. La posición de los astros. La barca futura. Las estatuas de sal, todo cuanto estaba dicho obedeció a mi orden. No es desdén ni capricho; todo cuanto sucede es mi orden sagrada. Levántate y abraza a tu hijo Isaac.

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LA MUERTE AUSCULTA Una vida gastada y ahora como una vieja resignación el corazón reflexiona como en un altar de sabiduría; ahora, es cuando uno se detiene a caminar, ausculta el reloj del corazón, sus ciegas palpitaciones y entre ellas la muerte, la muerte, una vieja calma en los límites de una vida que termina como el humo perdiéndose en el horizonte abrazando una vieja casa donde muere un canto en la fría hoguera del tiempo.

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PUERTAS AL VACÍO La ciega noche parece no terminar y desde un muro desciende una historia, una lluvia interminable apaga los ojos. Somos ciegos al amar, somos estatuas flotantes en un tiempo infinito. Otra vez ese lamento astral en las luces de la noche desteje constelaciones que no alcanzaremos otra vez. La sabiduría de Dios pasa, trasatlántico de luz, surca aguas inmensas. El amor ciego, el amor. Das todo y mueres en cada pensamiento. Al mar tus dudas, al mar y a la ciega noche, legión de luces inmortales. Oscura es la memoria.

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UN GRANO DE ARENA HACE LA DIFERENCIA En el desierto un grano de arena hace la diferencia. El tiempo no se evidencia en el viento. Un momento no es igual a un momento. Somos un todo que se reinventa, que nace siempre. Nadie bebe la misma agua dos veces. Todo crece, todo se alimenta, todo muere. Nada será igual desde el principio hasta el final. Más allá de la muerte está la nada. Sólo la nada. Aquí no hay cielo ni infierno; aquí, en la Tierra. Bebe de tu propia culpa, riega tu cuerpo con tu propia culpa. Un abismo no soluciona absolutamente nada. Siempre caemos al menos. Un grano de arena hace la diferencia, para mover la montaña.

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LA HENDIDURA DEL VACÍO Mira esa calle, mira el espacio que separa las personas, mira la distancia entre el asfalto y la Luna, el recorrido que experimenta el aullar de los perros, la ceguera de la noche empapada mientras callan espacios en que es muda la tempestad. Mira el silencio entre sístole y diástole, mira lo que precede al grito angustiado de tristeza por ese mal sueño que la trae, a ella que siempre dice no. Algunos rastros de estrellas desaparecidas, huecos en los maderos clavados. La cruz que se hizo carne para saber que se es hombre y se ha predicado, muerto y resucitado. Mira el vacío de la redención. Alumbra, alumbra la noche. La encrucijada te hace dudar el pie tembloroso. Sigue la ruta de la salvación, ese camino por donde todos siguen ausentes. El vacío es lo que mueve las cosas. Piensa, urde entre los espacios blancos de las cartas. Entre un momento y otro hay verdad. El decurso del tiempo será un destino, o una muerte que se sueña. Apaga la noche. La luz detenida en lágrimas, es el tiempo, espacio interminable.

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MANOS Las manos hablan de viajes, de tristes viajes; las manos navegan en los pianos, en violines y fagóts, en guitarras azules. Las manos transmiten vida, carácter; cuando aprietan son la sinceridad de las personas, un barco de arco iris en pleno viaje cuando acarician. Toda una vida dicen las manos cuando escriben. Una mano me dice adiós, una mano tomada con amor es el preludio al beso y una mano creó el paraíso. Suaves manos, perfectas, lisas, peces mágicos, frutos brillantes; al arrullar dan vida y la vida aprieta las manos y las manos a la vida y nos detienen para siempre.

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MICROMUNDO Si mueves únicamente un párpado al despertar, verás este mundo que aún no has visto, un mundo de perlas de agua y hojas vivas, un mundo en donde las hormigas trabajan para el invierno, una línea de agua que se confunde en el horizonte y se pierde hasta otra aurora. No pierdas el rastro, no declines conforme la tristeza de las puestas de Sol. El mundo es más pequeño de lo que imaginas. Cada día se nace nuevamente y cada día tomas un nuevo respiro. Un solo dedo toca la vida, la vida que atrapa a diario el creador en un instante que es sueño, que es realidad, unas manos. El orden de las cosas cada día en un pequeño mundo que aún no has visto del todo.

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HISTORIA DE UNA ESTRELLA Una estrella surca el asfalto. Su pelo amarillo me indica que ha viajado por el Sol; su mirada demoníaca me enternece y así, sube por el asfalto de una ciudad precipitándose desde el cielo evaporándose hacia él; su nombre pende, astro apocalíptico. Tiene una historia esta mujer delgada y me duele. Es una estrella. Su historia, mi historia, no es más que la historia del viento no registrada en la memoria; su pasado, mi pasado… ¡Ah!, es inútil describir lo que en ella me nace aquí dentro; es como descubrir una línea convertida en punto al mirarla; ella es un punto desde el cual parte toda mi historia.

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LA POESÍA En una leve pluma cayendo silenciosa, en una mujer delgada enrojeciendo al rojo latido de un amor hecho de silencio; en agrios trozos de fruta en un plato, se desliza La Poesía; La Poesía que en un canto llora, La Poesía que respira al lento oscilar de la cabellera de los árboles, La Poesía que cae a brotes de espanto al regazo de las musas, calientes musas apareciendo, no vuelven y se sueñan como nunca las veremos; así viene La Poesía, obviando los procesos que truncan, diseminando lamentaciones que afloran, explosiones de lágrimas para siempre en un solo latir de manos y de tinta, en los mártires que lo dieron todo, todo por La Poesía; en los poetas-dioses, en los crecientes soñadores derramando sus minutos, sus segundos; en la persistencia del tiempo evocado los ciegos para no saltar de una sola buena vez y terminar con todo, como si todo fuera un abismo tragándonos, como si todo fuera un solo parpadeo que de un golpe nos despierta para borrarlo todo, para olvidarlo todo, como si sólo fuese preciso recordar las cosas buenas,

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los buenos recuerdos, los sueños precisando instantes, sólo instantes al final de la memoria.

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ESTRELLAS Miremos las almas, luminosas vertientes lácteas iluminando el pasado. Somos perfectos en cuanto evidenciamos que el alma son los ojos y los ojos las estrellas. En una vaga sinfonía, Beethoven creía flotar en ellas. En verdad, uno flota al mirarlas. Y pasa muy seguido que encontramos una doble persona igual a la nuestra en los ojos cuya quietud se apaga en un negro flotante divagando cascabeles remotos en el tiempo.

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LÁGRIMAS INTEMPESTIVAS Si amanece con un chorro más de café derramando la taza, si la leche se derrama en la boca por las lágrimas que bajan, si al sol lloramos por estar de vacaciones bebiendo el cóctel de los niños hambrientos. Varios recogedores de basura lloran. El hombre que lava su auto llora como quien cae con una moneda a un charco. Al lavarse los dientes el hombre famélico se acuerda de un viejo dolor y entierra el rostro en el lavabo inundando el agua con dentífrico; la muchacha desvirgada con las nalgas apenas delineándose en la luz, llora por el sueño desaparecido a medio estertor de las lágrimas, lágrimas yendo a los charcos y los autos pasan y los choferes lloran; conductores de una vida trunca. Un abismo en el mar, unos ojos vertiendo cálidas tempestades sin remedio.

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UN POETA QUE BUSCABA LA FAMA Redactó varias autonotas necrológicas para los diarios de su ciudad, inundó los blogs con comentarios que condescendían en apurar la búsqueda de su nombre en Internet. Enviaba poemas y artículos a revistas, periódicos y demás farándula literaria. Todo fue inútil. Siempre oía una voz retumbando: Roots Bloody Roots viejas máquinas desengrasadas para mitigar la nota casi humana de amor que a diario sembraba en cuadernos rojos, amarillos, naranjas. Nadie lo reseñó a este poeta y todos se olvidaron de visitarlo en los tiempos en que terroristas invisibles habían tomado su casa. Nadie respiró a su oído. Ni una musa pudo sentirlo una mañana en su lengua derretida en chocolate. Un amor Sublime. Una rosa a la deriva en el viejo riachuelo. Perdió a sus amigos en una batalla huraña consigo mismo. Todos rezan al insomnio de sus poemas. Creo que fue tarde cuando la fama rodó en su tumba, como un corazón encadenado.

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CUANDO EL CORAZÓN ESTALLA La misma corriente de la sangre; la bondad de la gente que me persigue cada vez que voy y no regreso; los perfumes de las masas iguales; el transcurrir de las guerras y la paz ensangrentada; la continua falla de los relojes con agujas; las catedrales dobladas; las piletas vivificantes al tomar el té; la secreta respiración de las muchachas enamoradas; las secretarias cuyas 8 horas de trabajo las dedican a pensar en aquel joven; los no nacidos, los viejos exiliados; las madres desdentadas que ya no gritan tanto; las perlas que tragan los cerdos; los viles anónimos en los blogs basura; la paciencia de los rencorosos; los soles que cuestan sudor en la frente; el pan ausente, las rameras, las ventanas, las frutas podridas antes de ir a llorar al trabajo, los certificados, los trámites, la Coca-Cola con dos aspirinas; la mariposa apagada; la enumeración que sigue un rumbo de papeles tristes; el amor estallando cuando me respira la sangre de mi amada, mi amada llorando en la oscuridad de su trabajo; mi amada lluvia, mi amada agua, mi amada vida. Los ríos son y las montañas; los secretos contando tu historia y los rezos que en ella se tejieron. Lloro mi corazón y tú te desesperas; lloro tu sangre y tú respiras.

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Ama, ríe, canta, corre. La vida es un momento en el cual sonreímos con ganas; la vida son dos amantes cuya respiración se siente danzar en el aire como una batalla o una hecatombe, como un corazón que estalla en el cuerpo y vuelve a reconstruirse por la acción amada de escribir.

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ESTACIONES DE ESPERA La tía espera en la estación de canarios empolvados. Solía ser una niña que cantaba crepúsculos serranos, allá en la yunga de sol y cantos rodados. Cargó y dio de beber leche a los hijos sobrinos. El final es una piedra cuyo último rebote en el agua se ahoga, gota en el río del llanto. La abuela que fue madre, la que pronto fue la única matriarca de la aldea. En esa huaca hay malaire. Regresen pronto. Los viernes santos no llueven peces ni al sol los gallinazos se parten más de hambre que de dolor. ¡Ah!, el dolor de las madres viajando a ver a sus madres. Y los hijos se siguen quedando pegados a la Internet de las tardes con descansos de tabaco barato. No hubo camino ni días empolvados, no hubo quién vaya por un abrazo en el día de todos, de todas las razones, de todos los vientos helados de Marzo. Abrígate, ya es hora de salir a los puchos; tanto los frentes se buscan como en un cuarto de tres ángulos.

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ODISEA DE LA LOCURA Un atardecer de polvo de ladrillos clareaba su pelo. El hombre había despertado del sueño de la locura. Contó lo sucedido a su familia destrozada. “!Habían tomado la casa, madre; había tragado un cobayo entero y vivo!”. La oración continuó por el resto de la tarde, picante en los ojos. Su hermano mayor le sugirió que siga escribiendo, “tal vez un cambio de ambiente o cuando menos un paseo por la plaza”. El hombre, con las palmas abiertas, guardó la tarde a cuestas en su camino insalvable, desconsolado rezó bajo el manzano en flor y casi ingiere el raticida. Pero un viaje lo salvó, el recuerdo de un viaje. Su familia se quedó en la casa cercana al río y a los ladridos incesantes en la noche. No hubo más estrellas que las que viajaban junto a él en la ventana. Desde ahí vio cárceles, reparticiones injustas de comida, locos regados en un almacén enorme sin techo, ciegos, leprosos, paralíticos, camas a media mañana en playas desiertas, cielos vertiginosos, luces parpadeantes en la noche, árboles como fantasmas, hospitales, suicidios, ciudades corroídas por el smog, chicas apagadas, caminos secretos, bocinas, lenguas, extremidades…un polvo muerto en su ropa yendo a la basura, antes de ser conducido a la unidad de cuidados intensivos—2◦ pabellón—pacientes con esquizofrenia. El hombre se pensó muerto, pero una oración lo salvó. En medio de cualquier tumba siempre riega una lágrima. Tardes de visita, migas comiendo las palomas, alimento de los gatos.

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Una muchacha bonita cruza el césped y lo mira. Afuera, ciegas llantas surcan la autopista, como gritos en una invasión oscura.

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A LOS POETASTROS Quién les dijo, pequeñas mierdas, que La Poesía era dejar pasar por el colador de la mente los más ridículos sentimientos; siempre la mala poesía estuvo plagada de ellos. Poetas por todos lados, como pulgas gordas e infectas, abundan y se alimentan de sangre borracha, de buenos sentimientos. Los días más felices: San Valentín, las citas bañadas con jabón barato y estaciones de radio románticas idiotizando tiernas parejas de tarados que marean al paso de su perfume de catálogo, del viento monjil que levantan al pasar. Tener buenos modales, comer despacio, peinarse con peine de a quina y escribir sandeces, son algunas consignas de estos poetastros. Lo bueno de esos poemas románticos es que el fuego existe o las letrinas. Poetas-reptiles-gusarapos-alimañas, sus palabras apestan, su mente está llena de bazofia putrefacta; nunca dicen nada cuando creen escribir con los mejores sentimientos, embobados por ese estado divino que hace de los hombres enanos mentales, el falso y efímero amor mediático: pura basura, puras palabras falsas que no son realidad ni mucho menos. Odas a la musa bañadas en perfume de rosas, cartas de amor, libros enteros con una raja al medio.

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Poetastro, empieza por transplantarte la jodida cabeza, nunca cambiarán tus ideas y si mueres en el intento, créeme, nos habrás hecho un gran favor; la humanidad no necesita buenos sentimientos. Todo ya está dicho, todo lo educado y formal; necesitamos un cambio urgente, recuerda que tienes que golpear con las palabras y para el caso de los que van despertando, no les caería mal este baño de agua helada. No construimos el mundo con palabras falsas, el mundo es sucio, corrupto, inmoral, suda y apesta; vivir en el mundo es estar vivo dentro de esta mierda. Baja ya, poetastro, de tu nube arrebolada, despierta y escucha estas sinceras palabras, las gotitas de río azul se las bebió un burro con la verga más pequeña que la mía.

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EL BESO El beso alarga el tiempo en el sexto piso de un edificio donde tras la última ventana nos oprime un gris sin lluvia ni polvo. El beso es la conjunción babosa de dos bocas pequeñas alejadas de todo misticismo que en ese solo instante calma, se termina, como el helado de la niña golosa. Si algo se moviera en la Tierra mientras sucede la quietud de nuestros cuerpos, todo acabaría en una nefasta vergüenza de a centavo y nuestros ojos acallarían en Tierra firme o en el piso, mirando abajo los zapatos, únicos objetos sosteniendo la vergüenza, el incómodo hecho que hizo del beso una fría corriente de peces, de hilos retorciendo su lento ósculo neurótico, en un caldo de plata iridiscente, hirviendo, volviendo, derramando nuestros líquidos, en las bocas húmedas, chocan y se muerden, y los dientes chocan, no somos más experimentados en este asunto de besarnos, y los brazos recorren desesperados las puertas de nuestras ropas que son puertas al cuerpo, como cierres, pega-pegas, botones, escotes, braguetas, y él y ella se buscan, se tienen frío, se retuercen como dos anguilas de mercurio, como dos bocas ensayando un beso frío, la incómoda situación que termina con todo, y la magia se ha ido, se ha ido el solo hecho de pensarnos, el leve suceso de encontrarnos, de buscarnos más encontrándonos, imaginando que el beso tal vez hubiese sido la puerta al templo sagrado de la cópula, y no fue así, no lo fue ni lo será, ya que el amor no se resume en un beso, o tal vez sí, dependiendo de la diferencia de segundos que existe entre el principio y el término de los movimientos de rotación que no son iguales en el decurso del tiempo. El beso es frío, no sabe a nada y deja algo inconcluso en las bocas, saliva y baba enfriándose, resbalando, recreándose, como el amor que se destruye cuando son tocados los amantes en una fría mañana sin lluvia, sin polvo y sin smog en las ojeras que brillan como ojos sin ojos, como sombras sin noche, como almas que aleja más de su recuerdo una combi sin rumbo, sin carretera, sin viaje cuyo destino sea un beso, un beso frío nunca terminado, un beso prolongado en el recuerdo, por espacio de luces alternas, de ciegos peces que se rozan y resbalan y otra vez y otra vez y otra vez, la misma serpiente que se traga la cola, el infinito

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buscándose el principio eternamente, el principio de un beso que nunca termina.

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LA INCOMODIDAD DE LAS CAJAS Si queremos salir intempestivamente de la casa con algún cargamento de libros, de fruta, juguetes o de migas, nos topamos con que los objetos necesariamente tienen que ir acomodados en incómodas cajas. Normalmente esos objetos no caben en una mochila común y corriente, así que optamos por la incomodidad de las cajas. A unos pasos del trayecto empezamos a sentir un fastidio en la cintura, en los brazos, y un dolor progresivo de mitra, la mano temblando por el cansancio que nos otorga la incomodidad de las cajas. De golpe queremos abandonar la caja con el cargamento en cuestión, abandonarlo en medio de un parque o en alguna esquina remota, pero resulta que esos objetos podrían ser valiosos, como libros o candelabros extraídos de un sótano donde caímos una noche loca de lluvia de estrellas, y no podemos abandonar nada de eso, ni la lámpara de Aladino, ni los escapularios, ni las plaquettes de Moro adquiridas en una barata de libros viejos. Cuando acudimos a retirar las ediciones de nuestro primer libro, ahí están las incómodas cajas, encaletándose a los libros, cajas apoltronadas y pesadas como plomo en la parte de atrás de una station wagon; pero nosotros, felices por nuestra primera edición de un primer libro, torciendo la nuca para que ni una de ellas se vaya a ir por la borda en el vertiginoso y cementil trayecto de las carreteras que son amigas de las cajas que van acomodadas y temblando en camiones, en furgonetas, en triciclos o buses, en trailers y hasta en patinetas del diablo con una sola caja siquiera, aunque sea vacía. En alguna caja se apolilla un gran proyecto, una vieja libreta, un cuaderno añejo enchapado con lágrimas. Las cajas no luchan con las polillas, porque la lignina con la que están compuestas es de primera fase y es poco agradable al gusto de estas plagas que prefieren libros con hojas a punto de desaparecer, para remoler en el decurso de los años, dentro de las cajas; las polillas amigas de la tinta y las letras, hechas de tinta, que son la tinta que son las letras que son los libros dentro de las cajas. Las cajas encierran a grandes genios y peluches y siguen siendo incómodas cada vez que uno quiere abandonar objetos en desuso, cada vez que uno quiere migrar de vecindario, de ciudad o de mundo,

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demudados a otro cuerpo que es lo que nos confiere el migrar a un lugar diferente. Las cajas nos acompañan hasta que las soltamos, es cuando se abisman como cartas volando, no caen; divagan a través de ese espacio que está en los abismos, algo que circunda y nos rodea, como alguna desgracia que ya era vista, como el caer mismo de las cajas despegadas desde un cuerpo cansado y sudoroso en pleno trayecto, flotando en el cansancio, emitiendo un quejido a los ángulos de las cajas que chocan con la cintura, los hombros, las manos y los brazos. No somos un solo cuerpo con las cajas —Dios no lo quiera—, no somos nadie sin las cajas y su incomodidad nos hace alguien. No abrimos regalos sin abrir cajas, no abrimos cargamentos sin abrir cajas, ni prendemos cigarrillos sin abrir cajas, no advertimos algunas sorpresas fútiles sin abrir rápidamente algunas cajas. Las cajas encierran sorpresas, vítores, alabanzas, objetos, ediciones, antiguos y empolvados juguetes de madera que sueñan, y libros horadados por polillas, habitantes de las cajas, incómodas cajas en el propio encierro de sus espacios cerrados.

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LIMA Avernos de arena sostienen el vago mar de Pasamayo, mar plomo, cruel, helado, guerra final, eres el aliento de Lima la horrible, tu fragor es la memoria de hechos sangrientos sucedidos cada Viernes en avenidas estranguladas por aullidos de llantas y lluvias de pandillas enfrentadas a palos, fierros y cuchillos. Lima, la muerte y la locura danzan en tu pista de baile. Lima, entro en tu infierno con carteles fosforescentes anunciando ofertas de cerveza y bailes chicha y tecnocumbia. Lima, ciudad puta con tu noche virgen, ciudad de fantasmas vampiros que beben vino rojo y escriben poesía en noches de carne y ratas. Un hemolientero hace piruetas con las botellas de baba herbal. Una mujer pálida desaparece bajo un puente con graffitis con olor a yerba. Un niño cae entre sus cartones y ya no podrá desayunar jamás. Una mujer desdoblada viaja en combis diferentes hacia el Larco Herrera. Un hombre espera en la puerta de otro manicomio. Lima: personas ciegas hacia el abismo de sus manos. Inanición, estrés, caído vuelo de ceniza. Una tortuga vuela desde el mar. Las islas desaparecen de la cólera de un hombre que lanza una piedra enorme hacia el cielo. Lima, este gris podría ser un infierno lento mellando gibas de niños ancianos inhalando terokal de bolsas aceitosas mientras las piedras blancas de esta amplia cuenca del río reducen tu historia a un mugido de mar, mar cuya historia es el eco de las calles con escupitajos que no pudieron llegar al cielo.

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A la Luna caes, Lima, desprovista de toda furia sangrienta hirviente en charcos de semen donde flotan cenizas y jebes pisoteados por tacones de gays. Trozos de pizza en las mesas atraen el hambre de perros-poetas merodeando desde Quilca hasta el infierno, desde poemas vomitados en ventanas que intempestivamente se convierten en puertas. La extensión de la radio ronronea una voz sinusítica, gagos finales en las ramas-cables con planetas al fondo en el cielo, la noche en plena efervescencia, ovnis en una locura infausta, como un universo de luces locas que danzan y se precipitan hacia el infinito, aquella idea persiguiendo a marcianos, obsesión taladrante, rezos, ya no es prurito para los terrícolas creciendo en Lima de vómito de ceniza inundando cabezas encendidas en la noche, cae, reguero de luces creciendo en charcos de sangre y semen y jebes y lágrimas y un delicioso olor a mierda.

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MAGA Cómo íbamos tras de esas tiernas parejas, imitábamos sus movimientos, sus maneras de silenciarse a veces, Maga; tú nunca fuiste la que calmó mis ríos metafísicos, muy por el contrario, eras la llama que los avivaba. Cada encuentro casual nunca fue casual, y bien lo sabes, Maga, cruel musa llorando al borde del Sena por mi partida y mi final. Pero no era cierto, Maga, tú nunca me creías del todo, y tu manera de llorar era también una manera de atraerme como pidiéndote disculpas a ti misma o a mí, no lo sé bien, por lo rudo que a veces me ponía contigo. Casi siempre, digo, casi siempre callo algunos papeles invisibles que cayeron en el agua. Una vez no pude regalarte esa carta que tanto habías soñado que te diera. Se la llevó el agua o mis lágrimas. Habías sido acaso aquella mujer de la pequeña ventana, del cuadro de Juan Pablo Castel, esa mujer corriendo desesperada en una playa bajo invierno, bajo boca de mar; ese detalle que hacía que cada vez te acercaras más a mí, esa ventana donde la mujer vida solía correr mi manera de escribirte cada mañana al respirar, y al caminar luego de un café en las calles azules de París. Maga, me place recordarte así, como si estuvieras lejana, sobre todo lejana cuando miras el último incendio que acontece arriba de la noche en algún astro que se extingue. Somos mortales, de eso me doy cuenta, pero a la vez adivino una pequeña constelación en el fondo del café, cuando ya te has ido por haberme puesto melancólico demasiado pronto, cuando esta vez no has perdonado nada y mis ojos han llenado esta taza vacía de café, como un toro triste que agoniza bajo la espada.

*** MIRAS el esqueleto de una hoja, derrumbas el esqueleto ciego de una hoja; pareciera que con tu inocencia y tu sonrisa que lo pregunta todo volvieras a recrearla, a inventarla en un juego cerrado de dedos de luz que originas en la mañana. Vuelves a dejarla en su sitio, y echas de menos: “¿!cuántas hojas ha traído el otoño?!”

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Paseas, sigues tu rumbo fijo que te va cercando de pasos; respiras, vives, eres como una pequeña persona única en el mundo. No tendré que sonreírte para abrir tu felicidad; mueves las cosas y las dejas intactas, es decir que no agredes el orden de las cosas; como la magia que enciendes, dejas intactas las cosas, como a esa pequeña hoja que estuvo a punto de morir, pero que tus dedos la volvieron a dejar tal y como estaba, como cerrando el ciclo de la reencarnación, como cerrando el movimiento de las cosas, como en un inicio intacto, como cerrando el ciclo de lo que nace y pervive.

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CARTA A BORGES

Querido Borges, anoche tuve un sueño horrible. Soñé que me conducían a un manicomio. Te comento esto ya que tú nunca hablas de estos lugares en tus libros. Me los he leído todos, excepto algunos en colaboración. Los manicomios son lugares de reposo pero también de desesperación, querido Borges. A veces pasan mujeres silenciosas por los pasillos y a veces se me quedan mirando en la rotonda como queriendo salir de dudas blancas, de blancas arenas que son el tiempo que no se puede amonedar. Hay una muy joven, pálida ella, como las mujeres que te hacían sufrir, viejo lúcido, como aquellas que derramaron más de una lágrima en tus ojos de tigre de ocaso; quizá eso fue lo que te llevó a escribir casi nada sobre ellas. Todo fueron viajes, lugares antiguos, cosmogonías y animales fantásticos; algunos imaginarios, algunos reales. Un mapa extraviado en el fondo de una cueva, una esfera perfecta desde donde se podían vislumbrar todos los lugares que no habías conocido, todas las mujeres a las que no habías bendecido con el suave parpadear de tu mirada, tu mirada como un ocaso que fenece siempre, que siempre nos da el último calor de la tarde, que es el más tierno. Borges, encuentro una buena conversación en el manicomio y esperas y campos vacíos a las 6 de la mañana con la misma muchacha pálida y joven que me mira de una manera extrañamente tierna. Hay mundos, Borges, mundos en los manicomios, ya que estos sitios grises y húmedos son grandes convenciones de actos literarios, aunque no lo creas, ahí se gestan grandes poemas, grandes cuentos, grandes sueños. La locura es una lúcida manera de ver realmente al mundo como es: irreal. Tras de sí, una cortina de lluvia tenue dormita en tus párpados.

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CÉSAR VALLEJO Una grieta infinita es la vejez de tu rostro, su abismo el cansancio con que diste el último exhalo antes de encajonar tus últimas letras en aquel París lluvioso. Broncíneo, enjuto, enfermo de Dios y orfandad, cruzas la cuerda que separa al superhombre de la bestia. Al otro lado sonríes, con tu copa y tus llaves, con tu bastón largo y tu anillo pesado, al otro lado sonríes. Tu ceño fruncido bajo un frío que penetra huesos me dicta Viernes lluviosos, el último bostezo de un paria que ha muerto bajo los fresnos, antes del último gajo de mandarina que tú le diste, persona corriente, de noche y papelitos. Proscritos estamos a un ciego fervor que blasfema que esto no es vida, proscritos a la muerte de un grano de arroz que se ha desprendido del fondo de la garganta de alguien que come y sabe que alguien más debería estar comiendo este bocado que no merecemos. Rezo, rezo, sin pasado rezo, por todos los presos que lloran, por toda hecatombe y matanza, por todas las plagas que azotan el mundo;

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rezo hoy precisamente, frente a un porvenir de hiel, como el vómito último de una bilis amarilla y viscosa que el destino cruza como un trago, como un último llanto, rezo por todos los hombres que me rezan. Vuelve esta blasfemia a nombrarte, Oh Vallejo del mundo, del sistema solar, del caos en movimiento. Todo homenaje es un insulto para tu hambre que es blanco y de luz. De madre mueres, desgarrado ser de bronce, de hermanos, cuando un planeta gira y llora, cuando agrias copas esperan a un suicida pálido conducido a la cárcel del mundo. No cerraré mis manos a tu ciego perfil cansado, no cerraré mis oídos a tu agrio sermón, ni a tu línea, no caminaré sin escuchar tus latidos, ni vendré como quien retrocede a escuchar tus pasos apagándose.

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TOMO TU ENCUENTRO…

El tímido homenaje de un amor. Bioy Casares

Tomo tu encuentro por tu espalda semidesnuda y atada Yaces parada mirando mi aproximación del lado opuesto de donde vengo Tu espalda Las tiras del vestido negro que la atan, la hacen más suave Quisiera romper las tiras negras de tu vestido con la seda en la que se han convertido mis dedos Las tiras negras de tu vestido Una danza fugaz de estrellas musicales acompasa el brillo de nuestras vueltas, de nuestros pasos apenas distraídos; casi envueltos en un retorno agudo, casual Nuestros rostros Me preguntas mi nombre; te lo digo; callo; me preguntas mi nombre, completamente mi nombre; callo Tus ojos Escondida como al mirar una noche en tu vestido, sensual como una pradera pacida en tierras cálidas, en la noche; excitante al tacto, entre tus caderas y tus nalgas, y bajo y te incomodas y mi mano derecha cubre la mayor parte de tu único pudor de esperar a alguien que teme perderte, que teme verme dando vueltas alrededor de estrellas musicales cayendo, adormeciendo, aquietándose en la fiesta de agua de mis ojos que no los encuentran, que no te encuentran, ni a los tuyos, siempre escondidos. Tus manos frías asiéndome, aproximándome perdido y helado, nervioso, como un condenado a su primer beso que es como despertar intempestivamente y por segundos olvidar todo Tu boca se aproxima Las estrellas se detienen

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La música que irradian cae, velo podrido, desvanecido en el alcohol que no me permite escuchar que quieres que te bese, que piensas que te bese. Unidos de las manos; tú primera unida a mí y yo después unido a ti en una suerte de promesas diciéndome que espere del otro lado de tu amante; que me susurran desde lejos con tus labios empapados, relamidos de pecado Felina, Osa mayor, Abismo de mar, Noche oscura del alma, Galaxia de inicio, fuente acuosa de ojos más negros que la noche Me separo de ti Ahora los deseos han sido salvados El corazón está exaltado Me hacías falta, me recordabas a algo que tenía que sucederme algún día, me quemabas Morena de atar, broncínea de morder, suave asir y escapar, anguila eléctrica deslizándose hacia la noche desde mis manos llegando a la perfección de una pluma viva al caer, muerta como una mano dormida que recuerda la parte de tu espalda lisa cercana a tu derrier, tu espalda lisa como un pez llegando al cielo

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MUJER Es auditiva más que táctil, cree en los sueños y en las canciones de amor; es frágil, para muchos, el sexo débil. Huele divino y excita al tacto; su mirada puede matar de una impresión y su sonrisa de hiena en celo puede trastocar al hombre. Tengo acuñados en la memoria varios especimenes de mujer, y no me los puedo borrar fácilmente; la mayoría de estos me han traído malos ratos, más que buenos; la mayoría, poemas bonitos y uno que otro mamotreto desvergonzado. La mujer teje la historia del hombre, pero la teje a su manera; ella concibe las grandes obras de arte y las hace perdurar en el tiempo con tan sólo el aliento que exhala. Es omnipresente y una luz divina la trae cada mañana. Al abrir la ventana, al respirar el olor del pan cada amanecer, al beber de ella de una fuente donde antes se ha bañado desnuda. Soy el perseguidor de sus pasos. Si goteara todo su cuerpo durante 365 días de camino, yo sería la tierra que beba gota a gota su cuerpo, paso a paso hasta saciarme. Mujer de sal líquida, de savia verde y viscosa como el flujo de su orgasmo. Mapa de las constelaciones, clara pregunta lanzada a un precipicio de diamantes. Mi fuente, mi veta de oro cáustica, mi inspiración inabarcable, mis lágrimas. A veces se pone difícil, es cuando más me gusta; es cuando me hace bajar de mi trono de rey del universo. Las preocupaciones, la necesidad de conseguir dinero para sus placeres mundanos, todo ello es un placer, como dicen, “bajarle la Luna”. Gacela nocturna, la noche está a sus pies y la Tierra a sus brazos. La hierba que pisan sus menudos pies se vuelve plateada a su paso. Crea extrañas márgenes donde se vislumbran árboles de agua, crea las aves al exhalar su aliento y vuelve cada mañana con cestos de frutas y flores. Su solo paso por este mundo indica ya una dirección trazada por el de arriba.

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El Hacedor la imaginó suelta de pasos, cálida de aliento, acariciando con un viento suave de palabras al hombre que ella sueña a diario. El mundo viene hacia ella, el mundo parte de ella. Todo lo que gira, todo lo que persiste al tiempo y la memoria, tienen algo de ella. Ha contaminado de ternura al mundo. Con un suave respirar riega la tierra de orgasmo y hace crecer plantas de diamantes. Gacela nocturna, galaxia de inicio, catarata de orgasmo que escupe cuando ama.

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LA ESPERA Esperar es el mayor suplicio para mi paciencia en blanco. Aumenta mi desesperación porque el tiempo pase y a la vez se alargue algún buen momento. Pero la espera sigue siendo un lento envejecer de los hombres, una resta a los segundos de vida que persisten, que vuelven y se olvidan. Todos esperamos alguna vez, de hecho todos esperamos que el día pase, que los años, que toda una vida pase como un soplo, como un pedazo de barro que al convertirse en carne llega a la Tierra para esperar y para envejecer a merced de Dios que lo amasó a su imagen y semejanza. En los andenes, en las estaciones del bus interurbano, interprovincial; en los aeropuertos, en la estación de la Nasa, en los bancos, en las universidades, en los hospitales, en las cárceles, en los ejércitos, en los amotinamientos urbanos, en las huelgas sinfín, en todos esos lugares la espera es un consumidor cruel de tiempo, al igual que el alcohol y la marihuana, que lo alargan; pero a diferencia de la espera, ese alargamiento del tiempo ocasionado por el alcohol y la marihuana es un tiempo deleitable en los humanos. La espera es un suplicio que corroe y envejece. Los vicios tragan a la espera, la empequeñecen y alivianan, como una culpa que el tiempo traga. Si por un instante nos asomáramos a un caleidoscopio hecho de espera, podríamos ver todos los momentos bellos que se nos pasan como el tren descarrilado de los días que se nos escapa en esquirlas de cristal líquido hacia un hueco de luz infinita. Este caleidoscopio hecho de espera guarda todo un plan para soportarla, toda una gama colorida de cosas que podemos hacer que la espera sea un gusto y no un suplicio, y por más que sea un gusto —en caso de serlo—, siempre nos esclaviza como a los más viles perros, súbditos cuadrúpedos del hombre, habituados a nosotros, acostumbrados, viciados a nosotros, porque, ¡ay!, si no existieran los amos, la existencia de los esclavos y los perros sería un inútil pasar de los días sin tener a quién obedecer, por quién doblar una esquina hasta alcanzar el pan, la leche, las frutas que hagan la felicidad del amo.

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La espera es un cuervo esperando la carta de los días en la última casilla de correo oxidada en algún condado quieto desde hace cien años. La espera viene y va como un suspiro, la espera sigue, prosigue y pervive alcanzando a ratos felices a los hombres que la hacen imprescindible a sus vidas. El hijo que vendrá, el hermano que viaja no tan triste y menos preocupado, el porvenir lluvioso cuya matriz es una luz en medio de las nubes precipitándose a la Tierra, un taxi tocando el claxon afuera, diciendo que el tiempo es corto, que la vida pasa de largo como un sueño interminable, como un oscuro buque que aparece y desaparece en la aguas fantasmales del tiempo que pervive en la espera.

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PRECIOSA ¿En dónde respiras cuando me recuerdas? ¿En una hamaca? ¿Sobre una hoja de plátano, dormitando? ¿En una hoja de agua volátil?, ¿En dónde, en dónde me respiras, preciosa? Recuerdo que te pusiste roja al darte cuenta de que te estaba mirando, el otro día, en esa calle bendita. Siempre te veo apresurada, preciosa, siempre llegando a no sé dónde, pero nunca recuerdas ese momento en el que nos miramos como dos ciegos planetas mirándose desde su otro hemisferio sin luz. Guardo un ramillete de poemas en honor a ti, en honor a tu belleza escondida en una ciudad dormida. Preciosa, eres muy joven para saciar mi sed de expatriado en su propio país. Estoy inmerso en mis demonios interiores, en mis propios demonios interiores, y, sabes, preciosa, me sigues faltando en estas letras vacías que comienzan. Preciosa, respira, yo estaré aquí para oír tus susurros, tus deseos bien guardados en mi pecho. Preciosa, preciosa, una campana de mañana te riega de música los brazos desnudos, un ave maravillosa surca tu canto, y un ángel perdido acuna tus sueños. Tal vez nunca llegue a conocerte, preciosa, o tal vez sí. El amor es uno con nosotros, el amor vuelve y se va como las hojas, vuelve y rebrota como los eucaliptos, así que seré paciente y esperaré, por ti, por ti, por ti, preciosa. Te veo seria, otra vez apresurada, te veo así o así, o cuando menos así, y no dices nada, sólo pasas y me ignoras como a cualquier transeúnte gordo y viejo, como lo que hasta hace unos años me he convertido dada mi impaciencia para con las mujeres. Viejo de tanto esperarte, preciosa. He envejecido cada vez más este año, he muerto en la cruz de mi calvario de escribir para nadie. Espero escuchar desde el otro lado del sueño algún respiro tuyo; sé que esperas que el tiempo retroceda para mí y me cambie por completo, hasta ser de tu edad para poder conquistarte, preciosa. Crepúsculo dorado, rocío de lloro.

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Preciosa, canto callado, ascendiendo; preciosa, palabras de un río perfumado regando mis ojos.

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FUMA TU DESGRACIA Todo se resume a que el hombre introduzca desesperadamente la verga en la cueva infernal de la mujer, en el ojo cuya naciente es la matriz. En movimientos espasmódicos el hombre fricciona su miembro en las paredes vaginales hasta lograr la gran explosión; ahí se inicia todo. Luego viene la cuenta regresiva. 3, 2, 1, 0… aptos para martirizarnos en un mundo podrido….3, 2, 5, 0…ávidas bocas te tragan si eres el más débil en la selva de cemento…1, 2,… cambio y fuera….aprieta el botón y destruye. No admitir y se cortó la comunicación en el chat. Mal informa, topa al transeúnte hasta tumbarlo al suelo. Patea, rompe, revienta. Todo está en no ser el ángel maricón, sino el macho demonio. Para eso hemos nacido. Mata y paga tu culpa; mata y recibe el salario; repta hasta tu origen de espinas. Tú provienes de una matriz enferma, proscrita a la violencia. Tu tierna desesperanza es mi musa; mi musa, vieja decrépita flotando dentro de un traje usado y pringoso, rezando en una iglesia. Ahora vuelves a ti mismo. Ya no buscas perdón sino castigo, ya no vuelves la cabeza arrepentida a mitad del puente que está por caer. Las lágrimas al río, las lágrimas en blanco que te reduzcan a la miseria más ruin: tu existencia. Hemos venido a este mundo para llorar, para flagelarnos diariamente y morir al borde del charco. Un hilo de sangre recorre tu boca, una lágrima enferma al mundo, un sueño encerrado en la oscuridad dibuja palabras en el piso. El piso, el piso. Levántate y sufre, arráncate el corazón y trágatelo. Vomita tus culpas, vomita tus miedos. Nada está predestinado a un orden impuesto. Somos pandilleros que ordenan el caos de las calles, los justicieros de nuestro propio infierno de calles iluminadas, de caderas que revientan bajo una falda roja. Fricciona la cueva infernal, descarga, expira, fuma en el taxi afuera del prostíbulo. Tu alma es un reguero de escombros. Un manto de estrellas llora por nosotros.

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A la memoria de los muertos en Ica y a la memoria de los muertos que me rodean.

DIOS He dejado el mundo, he puesto unas flores al borde, en un precipicio que me espera. Nadie más que cambie mi ruta, nadie más que encuentre un camino florido en Setiembre; sólo tú, Dios, que creas y cambias los destinos tan sólo con un soplo, sólo tú que floreces en el desierto y calientas las noches de pena con un frasco de esperanza en los ojos. No soy culpable de nada, no soy nadie, excepto un ser que flota en tu presencia. Así, como el perfume que otorga la vida a la edad de tu hijo amado; así, a la edad divina te encuentro en el camino como un poema que se recoge en el cuerpo cuando nos bendice el rocío. En los años de sabiduría te respiro floral alrededor de la lámpara de mi habitación, Dios que acaso alargas la espera, mientras como en un lienzo en blanco vislumbras que todo haya cambiado. Se puede ser así, paciente, con el mejor carácter que nos otorga una mañana, Dios mío. Se puede ser bueno con todos.

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Sé que al final vendrá la luz de tu rostro a mi eterno sueño en blanco que predices, desde siempre, como recordando el primer soplo.

Caxamarca, a catorce de agosto del séptimo año de la segunda era

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ÉLAN VITAL A través de una flor veo al mundo, imagino el agua y su trabajo de venas y el recorrido de la savia que bajo una función fisiológica también cumple la función divina de una vida que nunca morirá. Veo al mundo y al ver al mundo hierve mi sangre y la luz que recorre mi sangre. A través de la ventana abierta de la vida absorbo la vida y el campo, las aves que van y vienen desde un solo nido albergando muchas generaciones de aves. Soy feliz y lloro por ser feliz ante la pequeña inmensidad de la vida.

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EL OLOR DE TU SALIVA QUE ME REPTA Si algo vibra en mi lengua, es tu saliva caliente; si algo cae, no es una flor que derrama su perfume en un basurero amaneciendo como todos los hombres. Somos diamantes en la oscuridad de un cielo inundado de llamas, somos todo lo que crece y cae antes del amanecer. Buscas la sombra o un alivio que te proteja las tetas untadas de esperma por alguna verga que ha desaparecido en un vientre durmiendo al costado de tu sexo; buscas ser un pecho flotando, un paño para tu propio rostro de perra volviendo, brillando en los ojos. Ante mí, gimes, me acaricias; eres un lunar perdido en la noche. No puedes apagar la luz que te nombra, como un viejo relato que se escribe en un sueño. No puedes calmar nada con esa sonrisa que más parece un llanto sacudiéndote. Sacudiéndome. Una vieja pinga apurada cumple su tiempo pagado, taladrándote los ovarios. Una o dos por noche.

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Apenas puedo alargar mi lengua hasta tu garganta y, ya veo, todo renace en las salivas juntándose y secándose en el piso tachonado de lágrimas, semen, culpas y monedas sudadas. La noche en que me miras y no sabes si reír o asustarte. La noche en que me miras y dejas que mi lengua atraviese tu garganta. La noche en que me abrazas ante este corazón enfermo embriagándose, durmiendo los domingos, después de una muerte de esas tantas que suele visitarme sin tus nalgas o tu lengua, sin tus piernas suaves, putas suaves que esperan que la noche les alivie la entrepierna fría. Me acechas tras la gente, vestida de gente. Me acechas, ya fuera de ese lugar oscuro, alguna noche que vendrá, como tu lengua haciéndome vomitar en una madrugada podrida sin ti.

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LA BORRASCA DEL AMANECER El viento cierra la puerta de hierro. Al paso de las hojas, al paso del invierno el tiempo nutre sus venas en el viento recorriendo la hora en donde todos duermen hacia una tarde vacía. Igual que nosotros que no poseemos nada y que compartimos un asiento común en un club nocturno, igual que nosotros que departimos un trago amargo y tibio, somos los parias que se embriagan los domingos y son meados por los perros; igual que las putas que fuman al final de la jornada y cuentan tickets y botones, y sellan su carta semanal con lágrimas de sangre, igual que todo esto que brota como un lago perdiéndose en la boca del amanecer, como un taxista escuchando gemidos, masturba, coquea, igual a ti que no sabes nada y escancias la última gota de agua que te da el desierto. Varias raíces originan y sostienen al árbol, varias hojas cierran un llanto creciendo en el cielo, humeando hasta cegarnos, hasta propagarnos la enfermedad común y corriente de la vida. Yo que nazco para originarte un mal momento en mi palabra, yo que nazco, sé que también hay un tiempo detenido a mirarnos, animal multiplicando los actos, voces llorando lentas caras risueñas en el agua de temblor, y crecen, parpadeando, sudando el fragor de una selva enferma.

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TE HE VUELTO A ENCONTRAR CON TU MIRADA APACIBLE La sed de encontrarte seguía viva, y desde mi garganta a mi pecho me corroía el amor sangrado. No tengo nada tuyo. Aun siquiera un rastro perdido en la noche, aun siquiera tu mirada que acabo de encontrar, tu mirada de tarde triste en la que llueven negras golondrinas cayendo heridas a una montaña de diamantes de sangre, diamantes. Todas las golondrinas llevan uno en el pecho. No quería seguir viviendo, pero al menos pasé por ese abismo al que llaman locura. Vi que no estabas y al prender uno y mil cigarrillos, decidí esperarte. Mi capa está impregnada de lágrimas, mis huesos huelen a ti, mi sangre es tu lento respirar. Cae tu mirada líquida de flor negra en la noche marchitando su hermosura. Cae todo, los telones, los restos después de un desastre, los restos, las desgracias; cae todo lo que cae, pequeña. Ruedo, ruedo por las montañas escarpadas y dejo rastros de mi sangre para que alguna fiera que lleva tu nombre en las fauces me encuentre y me devore. Me duele escribirte, me duele respirarte, me duele dolerme con tu dolor que es mi piel que aún vive y respira con todos sus poros, respira tu ser volviendo desde lejos. Las comisuras de mis labios lamidas por mi lengua ensangrentada, ahora que me sangras, ahora que te derramas desde toda mi pesadumbre, flor sangrienta, carnívora, acre. Haces lagrimear mis ojos cansados de buscarte. Pero he vuelto, he vuelto del abismo de la locura para encontrarte y saber que aún me aguarda tu mirada tranquila, tu mirada como un lago que va aquietándose a la luz de la Luna cansada iluminando la noche en que aúllo tu nombre como una bestia salvaje, tu nombre hirviendo en mi sangre, que irremediablemente derramo si no te vuelvo a tocar como la primera vez que callamos y nos dijimos todo, todo, menos que un par de ausencias equivalían a no estarnos mirando, no estarnos mirando, pensándonos, marchitando nuestro abrazo caído en una tarde de polvo y gente extraña palideciendo al

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tibio respirar del estío cáduco; un viaje lento recorriendo nuestros vientres enamorados, aletargados de embeleso, un viaje que nos aleja ya, hoy que nuestras miradas se han vuelto a encontrar, ya lejos del amor que todo lo complica.

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LAS LÁGRIMAS DEL MUNDO Algún grito que haga verter las lágrimas del mundo, lágrimas que caigan como piedras en un bosque cálido y tranquilo, lágrimas que arrastren piedras o lágrimas al mar de las lágrimas, lentas lágrimas que son el mar en que todos vierten sus lamentos. Una niña huérfana estira la felicidad de la gente hasta la Luna. Somos ciegos en un bosque fresco donde el viento nos hace llorar. Creas una acequia de lágrimas o piedras hacia el mar de los lamentos. Nadie entiende el llanto de los ciegos, nadie las manos estiradas para no dejarnos solos, al otro lado del mundo. Sólo llanto y polvo en la oscuridad de las razones, sólo gritos y quejidos en la madrugada aproximándose, dolor viniendo desde lejos. Dame una cruz para cambiar el mundo, dame todo el mar del dolor, la sal de los ojos, la sangre de los muertos, la paz de los vivos muriendo diariamente, dame los rezos suicidas para aplacar las lágrimas del mundo. Tengo un vacío en el pecho, un abismo en la mirada; miro a ambos lados a todos los hombres

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caminando hacia ningún lado; sangro, vomito, estornudo mis culpas, pero nada dentro mío me alcanza para calmar el dolor que nos aqueja; nada vuelve al cielo como las lágrimas que son el mar, nada vuelve al cielo y vuelve a regar los ojos de los hombres mirando la lluvia, volviendo a ver que el mundo nace, grita o llora, sucias lágrimas que vuelven.

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ÁRBOLES URBANOS Pálidas avenidas, lejanas como el silencio de los pasajeros de los micros, apurados al infierno de las luces; pálidas avenidas surcadas por árboles ennegrecidos y viejos, árboles de la ciudad, árboles que nos quisieran abrazar y llorar en el hombro todas sus penas; pobres pulmones de la Tierra, ellos podrían aliviarnos con muchas historias de amor tatuadas en sus troncos: “Tú y yo” “Te amaré por siempre” “Tu corazón y el mío” Cuánto falta nos hace el eco de una playa. Árboles mudos, pálidos, blancos como una noche que nunca vendrá; árboles urbanos enceguecidos por el polvo de la avenida y el smog de los trailers yendo o viniendo de la mina. Los árboles nos hablan a diario, nos abrazan y nos lloran, nos cuentan las lágrimas que derraman a las calles sucias de agua cuando llueve; estos árboles nacieron de alguna luz divina que a diario nos señala un camino que más que secreto es rutinario. Altos árboles sonrientes al sol y al celeste que estalla en esta sierra clara; altos árboles, viejos árboles, jóvenes árboles rumiando y abrazando una ceniza pálida

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que surca la pena de transeúntes y pasajeros de la avenida. Gentes asqueadas de despertar temprano, estudiar y tener hijos, formar colas aun para siquiera conseguir un trabajo de pocas monedas; o ser Dios mismo cada día; aterrados como peces en las redes, aterrados, ateridos en sus propios destinos, no sucumbiendo ante un abrazo verde o una verde guirnalda o rama acogiendo un nido que es lo mágico de la vida; pálidos pasajeros, a veces miran a los árboles urbanos y no encuentran nada, ni una respuesta, ni una duda, nada; pues no saben que oscilando junto con ellos, árboles urbanos y su calma y sus ramas, encontrarán la paz secreta que guardan. Árboles, almas verdes ya casi pálidas en la urbe surcada de risas lloradas.

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PARADA EN LA ÚLTIMA ESTACIÓN DEL MICRO Durante años creí en el amor, doce años para ser exacto, el tiempo justo, el tiempo premeditadamente kitsch. Cierto, tuve momentos de lucidez al escribir cosas ligeramente indigeribles, pero eso ya fue casi a seis años del oficio como poeta; y bueno, ya me cansé de esa ramera que le dio de comer la manzana al cojudo de Adán. Parece que se me quitó todo de encima, como una perra que se mueve y mueve, y después se quita, cansada de culearte. Y ahora veo a la mujer como un hoyo al que hay que cachar, cachar y cachar y luego despojar, como pulgas borrachas y pestilentes a semen. Bueno, todo cambia, qué le vamos a hacer. Eso es lo que sentí hoy, que me cansé de tanta cursilería. ¡Son doce años de sandeces rosadamente cursis! “Vamos, ya no escribas más basura” —me digo al oído. He tomado a la mula por las ancas ¡Suá! ¡Suá! ¡Suá!, ¡como a ratera contra el catre! Cachar, cachar, más y más cachema, eso es lo único que cuenta, ya no jodidos sentimientos o sino se buscan otro, es así amigos míos. El amor es una enfermedad que sólo les ataca a contados seres sensibles, pero habemos los que se cansan de él

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y lo tiran como un condón usado.

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EL QUE RENUNCIÓ AL TRABAJO Este que leéis, el signado por un camino de magia, el perdedor que pensáis; el que adora los caminos con flores como cintas de humo y plata; el que lo ve todo a través de un caleidoscopio de música y flores de agua danzando rocío; éste que leéis, supuestamente y según pensáis, es el perdedor, el que dejó su carrera de ingeniero por La Poesía, y el que ve al trabajo como un desperdicio de vidas, habiendo tanto por escribir, tanto por soñar. Elegí La Poesía y no me arrepiento, porque quién es un asalariado más, quién sino un pobre calvo con dolores de conciencia, trabajo y más trabajo, ni respirar; quién es más que yo, al que llaman perdedor y del que se ríen de sus ideas y proyectos literarios; quién es más, yo o una oveja más que va de un lado a otro, según el ánimo de sus jefes. Espectros, la vida es una, como dicen, y no he venido a desperdiciarla; tengo que escribir y escribir y escribir, publicar mi verso con dolor de oreja y conciencia de las almas desprendiéndose como lepra ante un mundo devastado; yo, el tuberculoso, el martillo que hace detonar las bombas repletas de hipocresía; yo, el que ve más allá que un escritorio o una ventanilla donde envejecen a centavos por minuto los asalariados, los proscritos a la vida deparándoles una muerte anónima; yo, el que dijo una vez que los rastros de la noche son fogatas danzando en oscuridades infinitas; yo, el encarcelado en su propia libertad para decir todo lo que se pueda, y así redimir la vida, la propia vida. No renunciaré jamás a las palabras que se suceden en mi mente por espacio de lágrimas o razones; no renunciaré jamás a ver la vida desde mi propio punto de vista. Que trabajen los que tengan que trabajar; mi trabajo es La Poesía.

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EN LA VIEJA BARCA DE LAS SOMBRAS En la vieja barca de las sombras, sumergidos en un lecho fantasmal, advienen los recuerdos como paños de lágrimas. Las extremidades colgando del lecho moribundo, vieja barca de las sombras en donde anidan, vagos, luces caminantes, los recuerdos enterrados. Creemos en la resurrección y somos esclavos del pecado, creemos en los viejos y pueriles sermones del cura gordinflón y amanerado; mas no creemos en la fantasía que anidan los niños, golondrinas en un manto de ceniza. Creemos en decir lo que no pensamos y creemos en vagas oraciones y creemos en la vieja barca de las sombras. Así enterrados, mustios, arañando, reptamos hasta un mar de contemplaciones y somos, vemos y creemos en los santos de plata forjada que aprietan nuestros pechos, cruces perdidas y sangrientas, trayendo a nuestra mente reflejos y cadencias, traeyendo trabajos forzados, miles de traseros desnudos, bajo el sol, en un campo desierto, soldados maricas domados a la fuerza por falos sangrientos. Así acostados en el lecho, acabados y profundos, con la mente reseca y los oídos,

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diariamente somos entregados a una violación necesaria. Viejos, haraposos, sedientos, ancianos en ruinas, con la fama brillando desde un diente de oro en calavera, en la vieja barca de las sombras.

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LA MUCHACHA DESPUÉS DE MISA Tú eres la mañana con el Sol al borde y la tarde con el mismo Sol a punto de caer; tú la niña sufrida, la madre soltera plegando sus rezos en manos de seda, los ruegos que no llegan ni al eco de un templo nuevo e iluminado; tú eres la niña que mira al hombre gordo de la esquina y refugia su recato en el frío que deja en el templo, sin versos y con flores tiradas cada Martes por la tarde; tú eres la Luna contemplando tras los árboles la pena del individuo de espaldas, tras tuyo, en el templo con personas pensando; tú sonríes al salir cada Domingo de un templo que te deja.

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VISIÓN DEL EXILIADO Llanos de esperanza y sin abrigo que azote la soledad acostumbrada, signos ilusos como al levantar con el alba los ojos, y ni la sonrisa forzada enmudeciendo en el lecho pasado, ni la nada que es un solo humo ahilando con la desesperación de todo principio volcado. Ni la nada, ni las cárceles, ni los manicomios, ni las putas sin piel ni alma. Esto que me pasa es el tiempo y no la aglutinación de recuerdos como clavos que sangran. Estoy como quisiera estarlo. Estoy aquí, sin otra recompensa que mis Sagradas Escrituras. Y, vagamente asumo, que allí abajo, en el reino de los desposeídos, migran a cada instante las luces, los fugaces parpadeos de un tiempo sin demora, como esa tos incesante de los tísicos clamando, llagando sus culpas sordas e inmunes al olvido, el olvido permanecido en la memoria de los ciegos sin temores ni esperanzas azotando el alba. Hasta que por fin habré dicho sin error alguno en la lengua: “esto es lo que miro, nada más”, como un resignado dios calmo. Pero ya me encuentro aquí, sentado, dueño de mi poder y de mi sombra. Tranquilo de poder mirar lo que siempre he sido.

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VENUS Cada madrugada alguien oye las voces guardadas en algún estrato de la atmósfera. Cada mañana el conocimiento se disemina en las mentes creadoras. Así como las ondas de radio que se guardan para siempre en la memoria del cosmos, así despertamos para abrir la conciencia o la mente al eco de voces removiendo recuerdos; voces apagando el último lucero de la mañana, con cantos shipibos anunciando que pronto nacerá una nueva alma después de tomar la pócima divina. Lucero de la mañana, ante ti, como un poeta arrepentido, canto desde mi nueva vida; canto la canción de la nueva vida en este pedazo de tierra inclinado ante la fuerza del agua que empuja y lleva a los viajeros bajo tu estro, estrella del alba. Ante ti canto, Venus valvada, cueva viscosa de carne y líquido femenino y animal, y aspiro el perfume de las orquídeas; respiro los cantos de las aves; soy hierba, soy agua, soy el fugaz aleteo de los peces que se alegran al verme Todo es tan fugaz que apenas puedo ver el viento de mi sombra aleteando. Soy tan fugaz y tierno como la estrella de la mañana. ¡Oh Venus sexuada!, llena de alma viscosa y tibia que me hace erupcionar toda mi esperma, Venus titilando tu risa que es alegría desde siempre.

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Me contengo toda esa paz en los días, en el fin de los días que ya me ven partir hacia otra alma, hacia otro porvenir esperándome, haciéndome crecer por dentro esta paz de agua viviendo en mi cuerpo.

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CHANIDA Una lluvia fina desvanece mi memoria Desde el cielo veo la totalidad de la luz En que te conviertes para apaciguar mi llanto Que trae tus lágrimas Veo tu rostro Pienso tu rostro No me canso de mirarte Pienso tu rostro Que esparce la desgracia De que al cerrar los ojos vea Que tu imagen se desvanezca Otra vez esta sombra de los ojos Que no me deja verte Otra vez estás ahí Sola con un jardín de porvenir De ángeles secundándote Y por fin puedo morir de embeleso De aspirar tu perfume Envolviéndome, trayéndote cada vez más alba e iluminada Luna Cuya lluvia la ha llorado para siempre Caen los telones de la noche Y no podré verte Como a cada segundo mi memoria Que no parpadea De mirarte Y de lamerte suavemente Mi sueño Que te crea Como el agua los ríos

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LO QUE AFUERA SUCEDE La claustrofobia de escuchar el mundo, el mundo siguiendo los pasos, risas, ecos, gemidos, lamentos de niños que literalmente garnan de hambre. Ni una moneda de sol que les calme las lágrimas sucias de polvo, de mugre inflamada con licor adulterado que absorben como hojas interceptando niebla, y así subsisten, ante la adversidad del tiempo. La claustrofobia de escuchar pasos Transitando, unos con tacones, otros apresurados como chancletas de pasado, otros llegando cansados, hambrientos, sudorosos a alimentar sus estómagos que llegan del trabajo, y luego a reparar el sueño en un cuarto parecido al mío, donde oigo lo que afuera sucede. No puedo hacer nada más que seguir las líneas que hacen, que hicieron, que harán la historia, porque un hombre que lee es la historia de todos a la vez, y ese libro que es leído es el lector mismo que lee a esos libros, lee esa historia de pasos, gritos, pelos quemados en una noche donde no deja de parpadear la lluvia, donde los carros surcan sin más remedio que surcar los charcos. Las aguas crecen desde la lluvia cuya alma es el ambiente frío donde resecos renacen los pensamientos

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encerrados en un cuarto como el mío, donde sucede noche a noche lo que suena y crece como una bombarda de tiempo encapsulado.

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DE FRENTE A LA VIDA, Y DE RABO A LA MUERTE Quienes tiraron la toalla después del fallido primer intento, porque nada mueve las montañas como la fe del primer paso, hasta que un grano de arena en el zapato nos derrumba todo el cuerpo; ésos, son los débiles, los que sucumben ante un chaparrón pasajero, los que nunca encuentran la aguja en el pajar y los que no mellan esfuerzos ni siquiera por intentarlo. A todo nos parecemos cuando no persistimos y dejamos de lado los libros o la pala, o la aritmética; a todo, menos a alguien que tenga el honor de llamarse humano, errante y cagón humano que todo lo persigue; porque las primeras caídas van haciendo el camino. Ningún camino está hecho. Ningún camino a escoger es necesariamente el más fácil. Por eso prefiero que todo me sea adverso en esta selva de ratas salvajes cuya envidia razonable me hace tener una idea de su pequeñez, de su sano juicio de idiota razonable. Porque las bestias destentadas entierran la cola en el ano, porque los búhos de la noche nunca traen mala suerte, es sólo que no hubo otra mentira en el repertorio de abuelas mariconas que temen a la oscuridad y atormentan igual a sus nietos. Nada como un buen pretexto para decir: hasta aquí he dado, ya no puedo más con esta prueba de ley que me tranca la vida; ya no puedo; hasta aquí he sido el esforzado héroe de la literatura que caminaba por las calles en busca de clientes que compraran sus libros y folletos de poemas lacrimógenos, o sus flacos proyectos magazinoides, literatosos, que colgaban largas historias que todo mundo creía, no eran de este mundo. Hasta aquí, he dicho. No, mentira, no es lo que piensan, no es el último nudo de esfuerzo que exhalo; la muerte no existe para mí; de hecho, a menudo salgo con ella, y créanlo, es como un miedo persistente a cada paso; la muerte es como cada paso que se va dejando; al final no podemos contar nada si no es por acción del avance que se percibe en lo dejado. Nada de recuerdos, nada de miradas atrás; empezaré como si todo fuera un inicio, el inicio de siempre; empezaré por no rendirme, ya que la cobardía es parte de una mediocridad peinada y con traje, que muerde las palabras y chismea en alguna novelita epistolar, plagada

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de jergas y burlas, de rajes sistemáticos y quejidos como vacas amnésicas o toros castrados; o los prados que sostienen poemas rurales de largas filas de ovejitas, como motas de nubes bajan en una sierra espantosa que enclaustra butacas detenidas, sombras bajo farolas colectivas cayendo su ámbar luz en la noche, a entristecerle su oscuridad. Planear como un ave rapaz que los nidos caigan, escuchar los piares de aves tiernas que pronto retomarán el vuelo, porque una caída es como un paso adelante, porque una caída es ir haciendo el camino que nos lleva cada vez más a lo desconocido, cada vez más a lo que no cuaja ni en verso ni en prosa, porque el arte más perfecto es la música, la que llevan las palabras cantadas en un sueño, que forman frases, silvas, cuartillas enteras, y al despertar no recordamos nada, porque la música se olvida, y es como La Poesía que nos dicta versos y nos musita en sueños que al menos una lágrima tañe en el fondo de toda existencia vacía, porque así como venimos a este mundo para caer y volver a incorporarnos, así también jamás nos rendiremos, porque somos lo que nunca más seremos, un solo soplo que no muere, un soplo eterno que no muere ni descansa la paz de las estatuas ahogadas que tiraron la manquéz y se dedicaron a señalar con un dedo de bronce el porvenir dejado, por cobardes; porque era difícil mirar de frente a la vida, y de rabo a la muerte.

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CÍRCULO MÁGICO La noche termina. Los ciegos escribas guardan sus palabras en la oquedad de un pasado inmediato, a la sombra de lo que uno pierde, a un sucesivo parpadeo prediciendo lágrimas. Nadie podrá guardar nada en su corazón. Todo será un recuerdo frío, una mujer pálida callada, escribe su silencio, mirándome apacible; su silencio a punto de congelarse en la memoria.

En la noche que termina soñé un círculo mágico que encierra a La Poesía. Ha de ser la perfección, la pura voluptuosidad de una muchacha de ojos calmados, de una legión calma, esmeralda, una puerta hacia un claro de bosque bañando cuerpos desnudos sin tocarse, mirándose hasta el infinito. Una calma esmeralda distendida en el mundo como niebla. Tal vez sea eso La Poesía: un mar oculto de calma distendida que todo lo predice, antes del amor que uno ni imagina, como lágrimas sangrando en el silencio.

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LOS POETAS Seres dotados de la imperfección que los origina hacia un nacimiento endeble muriendo con la palabra liberadora a destajo. Seres opacados por una luz regada en el prado, manto tranquilo de insectos, desesperadamente hacia una tarde inacabable. Su vida son las torres de lenguas azotadoras de soledad, de una tormenta que no pasa. Solos, abusados, tristes, los poetas. Dados al último abrazo que los enternece. Mis extremidades poetas. Ciegos de corazón hacia un camino de estrellas sangrantes. Guardan todo lo que guardo. Ojos, mirada, interior desnudo. Apilando rincones anímicos. Saben más sangrar que ajar su tierna ironía. Poetas, caídas vertiginosas en la calma de un abismo que todo, con todo termina. No podrán seguir con su vida agobiándolos. Frente a todo, una melancolía los tumba, como cuando da el último estoque de enterrar el pico las 6 infausta encegueciendo a las aves, como toda la hecatombe que nos cae de golpe y nos chamusca los hombros, en un cuadrado perfecto de vacíos. Desorejados silencios encegueciendo el alma que hostigan lentas palabras, en la punta reseca de la lengua.

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MALAS TARDES Los golpes que arrastraba el viento desde la puerta vieja, como un anuncio de esa desesperanza que no olía ni como cuando el hogar es tibio a mediodía; los golpes de un mal augurio que no cesa como un chorro de acequia que nunca deja de nacer, como si ante lo infausto de una boa premonición los labios de una abuela temblaran, sabiendo que un día la vejez helará su cuerpo de signos y bailes de brujas que hacían la vida imposible. Un torear la suerte en pueblecito arrullador al paso de rostros pálidos pendulares en tardes de velorio. El cañazo rueda las almas que lloran, el cañazo es signo voluntario de que sin embargo hay caminos que mueve el alcohol; ríos a las hojas, lloran, mientras los sauces mecen sus brazos besando el final del agua, transcurre; lluvia, corre, cae y cae, acoge tardes húmedas de peces e idilios en plantaciones de caña de azúcar; mientras un ocaso, sólo uno, muere oscureciendo lo que estaba signado por un encuentro de puertas que nada lamentan, porque no hay entradas que no sean un final, como un eco falaz, como una cruz oscilante al viento de la ruina.

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TARDES DE FUMADOR Fumas al paso de las tardes. Un cigarro, otro y otro. En total son diez más o menos los que fumas cual chino en quiebra y nadie pasa que mitigue tu sexo duro, tu panza abultada por la desmedida práctica de la haraganería. “Toda la mañana echadazo”, —me reprende mi madre. “No quieres hacer nada, sólo tragar, echarte y cagar; ¿así nomá va a ser tu vida?” Oigo el rezongar de mi vieja que me levanta, pero yo sigo ahí, echado, imaginando dibujar lo que veo en las paredes, pensando en la hora de fumarme los diez cigarrillos dispuestos para cada tarde de fumador. Diez cigarrillos pasando como el humo de las tardes que flamean, como banderas de sombra en tardes veraniegas, antes de Setiembre, bajo este limpio celeste que es propio de la sierra. Diez cigarrillos y toser y toser como perro tísico toda la madrugada. Carajo ya debo tener picados los pulmones, tanto tabaco barato que me meto diariamente, mientras asoman las chibolas exhibiendo sus tetitas, sus potitos y a veces sus piernitas, pero también hay tías ricototas, ya de más peso, con semejante chanchazo que me hace hinchar la wasamandraca. Fumar, fumar, fumar y dormir después de haber tragado. Una vida soledosa y aburrida. Me digo: “Ya vendrán los años verdes”. “Sigue así, que obtendrás la gloria”.

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Y no por eso dejo de soplarme los cigarros al paso de las horas celestes y tibias con jermas pasando, haciéndome querer con su sopino, en las tardes soledosas y tibias de antes de Setiembre. Jack Farfán Cedrón Cajamarca 26 de Junio de 2006–10 de Noviembre de 2007.

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Citas “dormir es distraerse del mundo” (Jorge Luis Borges) “Pero el amor, esa palabra…” (Julio Cortázar) “Trópico de Capricornio” (Henry Miller) “Roots Bloody Roots” (Sepultura) “distraerse del mundo” (Borges) “eterno retorno” (Nietzsche) “Lima la horrible” (César Moro) “El tímido homenaje de un amor.” (Adolfo Bioy Casares) “Noche oscura del alma” (San Juan de La Cruz) “Pienso tu rostro” (César Moro)

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ÍNDICE TU DOBLE NEGRO…………………………………………………………...…..6 HOMBRES RUDOS EN TIERRA BERMEJA…………………………………....7 EL RAPSODA ESPAÑOL DORMITA SOBRE EL TECLADO…………………………………………………………….8 YO LAS PREFIERO USADAS…………………………………………………....9 MI PADRE…………………………………………...…………………………...10 PARADOJA DE LOS BUENOS ACTOS………………..…………….………...11 FUERA DE LAS CASAS……………………………………..………………….12 LA TIERRA Y LOS HOMBRES…………………………………...…………….13 LO MEJOR DE LO PEOR……………………………………………...………...14 LOS OLORES………………………………………………………………...…..15 EXIT NIHIL…………………………………………………………………...….16 TODO ES CÍCLICO………………………………………………………...…….18 BROTHERS HANS Y CUSÍ………………………………………………...……19 PABLO NERUDA…………………………………………………………...……20 CIERTO PUNTO EN EL PLANETA………………………………………….....22 JORGE LUIS BORGES……………………………………………………..........24 ODIO AMARTE…………………………………………………………….........25 PERO EL AMOR, ESA PALABRA………………………………………...……27 CONCHA…………………………………………………………………………28 CONCHA II…………………………………………………………………...….29 POEMA ASTRAL…………………………………………………………...……31 EL PADRE LUIS Y SU DISCÍPULO, AÑO 1989……………………………….32 YAHVÉH DESDE LO ALTO………………………………………………….....33 LA MUERTE AUSCULTA…………………………………………………...….34 PUERTAS AL VACÍO………………………………………………………...….35 UN GRANO DE ARENA HACE LA DIFERENCIA………………………...….36 LA HENDIDURA DEL VACÍO……………………………………………….....37 MANOS……………………………………………………………………...……38 MICROMUNDO……………………………………………………………….....39 HISTORIA DE UNA ESTRELLA…………………………………….……….....40 LA POESÍA………………………………………………………………...……..41 ESTRELLAS…………………………………………………………………...…43 LÁGRIMAS INTEMPESTIVAS……………………………………………...….44 UN POETA QUE BUSCABA LA FAMA……………………………………......45 CUANDO EL CORAZÓN ESTALLA……………………………………...……46 ESTACIONES DE ESPERA…………………………………………………...…48 ODISEA DE LA LOCURA…………………………………………………….....49 A LOS POETASTROS………………………………………………………...….51 EL BESO……………………………………………………………………….....53 LA INCOMODIDAD DE LAS CAJAS…………………………….………….....55

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LIMA……………………………………………………………….......................57 MAGA……………………………………………………………………….........59 CARTA A BORGES………………………………………………….......………61 CÉSAR VALLEJO…………………………………………………………...…...62 TOMO TU ENCUENTRO…..……………………………………………...…….64 MUJER………………………………………………………………………...….66 LA ESPERA…………………………………………………………………...….68 PRECIOSA………………………………………………………………………..70 FUMA TU DESGRACIA……...………………………………………………….72 DIOS………………………………...…………………………………………….73 ELAN VITAL…………………………...………………………………………...75 EL OLOR DE TU SALIVA QUE ME REPTA……………..……………………76 LA BORRASCA DEL AMANECER…………………………...………………..78 TE HE VUELTO A ENCONTRAR CON TU MIRADA APACIBLE………......79 LAS LÁGRIMAS DEL MUNDO…………………………………………...……81 ÁRBOLES URBANOS……………………………………………………...……83 PARADA EN LA ÚLTIMA ESTACIÓN DEL MICRO…………………...…….85 EL QUE RENUNCIÓ AL TRABAJO……………………………………...…….87 EN LA VIEJA BARCA DE LAS SOMBRAS……………………………...…….88 LA MUCHACHA DESPUÉS DE MISA……………………………………...….90 VISIÓN DEL EXILIADO…………………………………………………...……91 VENUS……………………………………………………………………............92 CHANIDA…………………………………………………………………...……94 LO QUE AFUERA SUCEDE………………………………………………...…..95 DE FRENTE A LA VIDA, Y DE RABO A LA MUERTE……………….……...97 CÍRCULO MÁGICO…………………………………………………………...…99 LOS POETAS………………………………………………………………...….100 MALAS TARDES………………………………………………………….........101 TARDES DE FUMADOR……………………………………………….......….102 Citas……………………………………………………………………...………104

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La hendidura del vacío de Jack Farfán Cedrón se terminó de imprimir en los talleres gráficos

de tu culo, el 66 del 6 de 6666 y tuvo un tiraje de 1 puto ejemplar y pa’ concha numerado.