La Herencia Maldita

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LA HERENCIA MALDITA Por Avelina Lésper Yoko Ono, 81 años. James Turrel, 70 años. Nam June Paik, nació en 1932, hoy tendría 81 años. John Baldessari, 82 años. Barbara Kruger, 70 años. Gina Pane, nació en 1939. Estos son algunos de los artistas que comparten la paternidad de las expresiones que explota el arte contemporáneo VIP para etiquetarse a sí mismo como el arte de los jóvenes o el arte emergente. La rebeldía de la juventud inicia con el distanciamiento de los padres, con la renuencia a seguir un ejemplo y la decisión de crear un camino propio. El arte emergente VIP, en cambio, niega emanciparse y sigue sin cuestionar lo que sus padres les han estructurado y heredado como arte. Con resignación atávica repiten las ideas, utilización de las herramientas, lenguajes y medios que sus padres usaron hace décadas y desfasados en la cronología insisten en presentarlos como actuales y como síntoma de rebeldía. No hay novedad y tampoco son un rasgo de la juventud independiente, la brecha generacional no existe porque son una copia obediente. Tampoco necesitan librar las batallas en contra de la disciplina, el rigor de la técnica y la enseñanza porque eso ya lo hicieron generaciones anteriores, hoy los vástagos depredan la cosecha. Se refugian en el legado de ser “artistas”, por contagio o por transfusión conceptual, para negarse a aceptar que no están aportando a lo que ya dejaron sus antecesores. Si su mamá Barbara Kruger hace c-prints con letreros “críticos” los hijitos emergentes se van detrás de ella. Quieren hacer una instalación de video, no hay que inventar nada, ya su abuelo Nam June Paik, que en paz descanse, hizo esculturas con monitores y usó el video para, según él, desbancar a la pintura y ahora los nietos no saben pintar, ni hacer video, o esculturas de monitores, porque lo que un artista grabe en video es arte aunque no tenga calidad. La herencia del apellido “video-artista” cubre las carencias de la nueva generación. El performance legó la venganza bíblica del sufrimiento, Gina

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Ensayo de análisis realizado por la crítica mexicana Avelina Lésper en torno al arte contemporáneo y sus autores

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LA HERENCIA MALDITA Por Avelina Lésper

Yoko Ono, 81 años. James Turrel, 70 años. Nam June Paik, nació en 1932, hoy

tendría 81 años. John Baldessari, 82 años. Barbara Kruger, 70 años. Gina Pane,

nació en 1939. Estos son algunos de los artistas que comparten la paternidad de las

expresiones que explota el arte contemporáneo VIP para etiquetarse a sí mismo

como el arte de los jóvenes o el arte emergente. La rebeldía de la juventud inicia

con el distanciamiento de los padres, con la renuencia a seguir un ejemplo y la

decisión de crear un camino propio. El arte emergente VIP, en cambio, niega

emanciparse y sigue sin cuestionar lo que sus padres les han estructurado y

heredado como arte. Con resignación atávica repiten las ideas, utilización de las

herramientas, lenguajes y medios que sus padres usaron hace décadas y

desfasados en la cronología insisten en presentarlos como actuales y como síntoma

de rebeldía. No hay novedad y tampoco son un rasgo de la juventud

independiente, la brecha generacional no existe porque son una copia obediente.

Tampoco necesitan librar las batallas en contra de la disciplina, el rigor de la técnica

y la enseñanza porque eso ya lo hicieron generaciones anteriores, hoy los vástagos

depredan la cosecha. Se refugian en el legado de ser “artistas”, por contagio o por

transfusión conceptual, para negarse a aceptar que no están aportando a lo que ya

dejaron sus antecesores. Si su mamá Barbara Kruger hace c-prints con letreros

“críticos” los hijitos emergentes se van detrás de ella. Quieren hacer una

instalación de video, no hay que inventar nada, ya su abuelo Nam June Paik, que en

paz descanse, hizo esculturas con monitores y usó el video para, según él,

desbancar a la pintura y ahora los nietos no saben pintar, ni hacer video, o

esculturas de monitores, porque lo que un artista grabe en video es arte aunque no

tenga calidad. La herencia del apellido “video-artista” cubre las carencias de la

nueva generación. El performance legó la venganza bíblica del sufrimiento, Gina

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Pane hacía videos cortándose los brazos con una cuchilla y sus legatarios siguen

cumpliendo la condena de mutilarse y flagelarse. Sobre verbalizar un readymade

con discursos para convertirlo en arte es ley porque Kosuth así les transmitió que lo

hicieran. Generaciones que pretenden clasificarse como productos de juventud

están haciendo obras que nacen envejecidas, y padecen este estilo como un mal

congénito.

Aprender de los mayores lo hace todo el mundo, es parte de nuestra educación, el

pasado del arte existe para crear escuelas y evolucionar en las obras. Sin embargo,

en el arte contemporáneo VIP el pasado no es para aprender, es para copiar y no

hay evolución porque niegan la autoría y afirman que es imposible la creación de

una obra original. Innovar para romper con los ancestros fundacionales está

vetado, la obra parte precisamente de la no renovación. Esa es la esencia de la

apropiación, rechazar que una obra es original y clonar su ADN para crear miles de

duplicados. Hicieron del material el significado y el sentido de la obra al grado de

que es una desobediencia intolerable la transformación de ese material a través de

la expresión individual.

Cuando vemos una obra no podemos adivinar la fecha de nacimiento del creador.

La vitalidad y contundencia de una manifestación artística no está en la edad del

autor, está en la resolución del tema, en el manejo de los materiales, en las

decisiones que toma. La juventud como tal no es un valor artístico ni existen

herramientas que puedan hacer de una obra un producto joven, lo que sí existe es

la falta de sabiduría en la utilización de esas herramientas. La deshumanización de

las obras y de la expresión artística, la negación de una personalidad individual para

crear una gran familia de miles de hijos y hermanos idénticos a sus ancestros, nos

obliga a ver en cada instalación, en cada video-obra, en los performances la

reproducción en serie, trabajos clonados como hijos de la oveja Dolly. Este es el

arte VIP de los jóvenes que no quieren matar al padre, que siguen alimentándose

del pecho de su madre, que se niegan a aprender a volar. No estamos ante el

regreso el hijo pródigo, estamos viendo la manutención del hijo parásito.