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LauraGallegoLahijadelanoche

ARGUMENTO:

FranciadelsigloXIX.EneltranquilopueblecitodeBeaufortempiezanasucedercosasextrañas.Todoellocoincideconel regresoaBeaufortde Isabelle,una lavanderaquesemarchó tiempo

atrásenposdesuamor,unjovennoble.Ahoraellaestámuycambiada;apesardequeparecequehahechofortuna,vistedelutoyapenassaledesucasa.ParecequesuúnicaventanaalmundoesMijaíl,unenormeyextrañocriadomudoquelasirvecongranfidelidad.

Queriendo resolver el misterio de Isabelle, Max, el joven gendarme del pueblo, empieza ainvestigar.Peroélesunhombretranquiloypacífico,ypuedequenoestépreparadoparaafrontarlaverdad…

Elamornosdafuerzasparatareasimposibles.

PAULOCOELHO,

AorillasdelríoPiedramesentéylloré

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Índice

Capítulouno……………………………………………….…..9Capítulodos………………………………………………..…..21Capítulotres…………………………………………………….33Capítulocuatro…………………………………………………44Capítulocinco……………………………………………….…56Capítuloseis……………………………………………………66Capítulosiete…………………………………………………..78Capítuloocho……………………………………………….….87Capítulonueve…………………………………………………100Capítulodiez……………………………………………………113Capítuloonce…………………………………………………..126Capítulodoce…………………………………………………….142Capítulotrece…………………………………………………..161Capítulocatorce………………………………………………..179Epílogo………………………………………………………….193

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Capítulouno

LaseñoraBonnardsedetuvounmomentopararecuperarelaliento.Veníacorriendodesdelaplazay su cuerpo rechoncho no estaba acostumbrado a semejante ritmo. Se disponía a reanudar suapresuradacarreracuandooyóunavoztrasella:

—¡Régine!¡Régine!LaseñoraBonnard,algocontrariada,esperóaquelaseñoraLavoinellegaraasualtura.—¿Dóndevastandeprisa,Régine?¿Novieneshoyalmercado?—Cómo,Marie… ¿Aún no lo sabes?—la señoraBonnard fingió sorpresa—. ¿No has oído la

noticia?LaseñoraLavoinenegótímidamente.Sabía,comolaquemás,quelaseñoraBonnardsiempreerala

primeraenenterarsede todos loschismes.Pero lapequeñaysumisaseñoraLavoineerademasiadoingenuacomoparadarsecuentadeque,además,suamigadisfrutabadejandopatentelaignoranciadesusvecinasenmateriadenovedades,yqueleencantabaserlafuentede informaciónde todas lascomadres deBeaufort.Poresoaceptósupapelenel juegodelaseñoraBonnard,poresoyporquetambién ella queríasaber qué era aquello tan importante que hacía correr y resoplar a su obesacompañera.

—No,¿dequésetrata?—Noloadivinarías…LaseñoraBonnardmiróalaseñoraLavoine,saboreandoelmomento.—Cuenta,cuenta…—¿Tedoyunapista?—¡Oh,Regine,noseasmala!¡Sabesquenosemedanbienlosacertijos!Porfavor,memuerode

curiosidad…LaseñoraBonnardpareciódarseporsatisfecha.SellevababienconlaseñoraLavoineporqueésta

no solía cuestionar su autoridad. En su lugar, la señoritaDubois, e incluso la señora Buquet, lehabríanrespondidoconundesplante.PerolaseñoraLavoineeralaconfidenteperfecta:sabíaescucharsininterrumpir,yporlogeneral,creíatodoloquelecontaban.

La señoraBonnard sonrió.Reanudó lamarcha callearriba, aun ritmomáscalmado,y la señoraLavoinese apresuró a colocarse a su lado. La señora Bonnardapoyó la mano en el brazo de sucompañera,enseñaldeconfianza.

—Marie,novasacreerlo—comenzó,enuntonoaltamenteapropiadoparacompartirchismes;hizounapausamuyteatralylaseñoraLavoinelamiró,expectante,perofinalmentelosoltó—:¡IsabellehavueltoaBeaufort!

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Lanoticianocausóel efectoque la señoraBonnardhabía esperado.Su amiga semantuvo con elsemblanteinexpresivo.

—¿Isabelle?—repitió.—Marie,porDios,nomedigasquenorecuerdasaIsabelle,lalavandera…¡Sifueunescándalo!

—l aseñora Bonnard pronunció esta última palabra con fruición, como quien saborea un deliciosomanjar.

ComenzóahacerselaluzenlamentedelaseñoraLavoine.—Isabelle…¿Lahuerfanita?—AquelladesvergonzadaquesefuedelpueblopersiguiendoalseñorLatour.—¡Ah,yarecuerdo!Éllaabandonó…—¿Quéesperaba?—dijolaseñoraBonnarddesdeñosamente—.¡Unjovendetanbuenafamiliano

ibaacomprometerseconunahijadenadiecomoella!—Eramuyjoven,pobrecriatura.Sehizoilusiones…—Era lo bastante mayor como para saber lo que esla decencia —zanjó la señora Bonnard,

dispuesta a arrancar de raíz cualquier sentimiento de conmiseración que la recién llegada pudieseinspirarensucompañera—.Yenlugardereconocerhumildementesuerrorytratardeenmendarse…¡Lamuygolfasefuetrasél,comounabusconacualquiera!¿Habríashechotúalgoasí,Marie?

—Bueno…,no.Tienesrazón,Regine—reconociólaseñoraLavoine.—Yahora,ellahavuelto.Jean-Michellahavistoenlaoficinadecorreoshaceunmomento…—¿Deveras?¿Ycómoestá?—Oh,Jean-Michelnomehadadomásdetalles.Yasabesqueloshombresnuncasefijanenlascosas

importantes. Pero imagino que vendrá vestida como unaandrajosa, igual que cuando semarchó, yandaráporahísuplicandoasilo—dijolaseñoraBonnard.

—Isabelle…Quiénlodiría.Hanpasado…—.. .Cinco años, amiga mía. Ella tendría dieciséiso diecisiete cuando se fue.No sé dónde va a

encontrartrabajo,laverdad.Despuésdeloquehizo,ydeldisgustoqueledioalpobrepadreRougier,ydelasuntodelamedalladeNicole…

—Perodijeronquenohabíasidoella…—¡Bah,bah, lagentehablamuchoynosabe loquedice!UnabribonacomoIsabelle,quedeja la

casade suprotectorparaperseguir aun jovennoble, esmuycapazde robarunamedalla…,ydostambién.Esloqueyodigo—prosiguió,recogiéndoselasfaldasparasubirafanosamenteunacuesta—,nadiequerráemplearladespuésdetodo.Yonolaadmitiríacomolavandera,nimuchomenoscomocriada.Esagolfa…¿YsiintentaseduciramiJerome?

—PerosiJeromeesunchiquillo.—TambiénIsabelleeraunachiquillacuandoengatusóalseñorLatour.¿Cómosehabráatrevidoa

volveraBeaufort?Nomeimagino…

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Nollegóaterminarlafrase,porqueentonces,súbitamente,lapuertadeunacasaparticularseabriójuntoa lasdos comadres,yde ella salióuna figuramenuday delgada, vestida de negro.Las dos sevolvieronalavezyretrocedieronunpoco,instintivamente.

Era unamujer joven, pero parecía un fantasma. Su severo traje negro, complementado con unsombreroyunveloquelecubríalapartesuperiordelrostro,ledabalaaparienciadeunamujerdemayoredad.Otalveznofueraeso,sinolaextremapalidezqueseadivinabaensusemblante.

—¿I…Isabelle?—preguntólaseñoraLavoine,vacilante.Ellaapenassonrió.—SeñoraLavoine.SeñoraBonnard.Mealegrodevolveraverlas—dijodelicadamente.Pero nohabía alegría en su voz.Tampoco ironía.Era, simplemente, unavozneutra, demasiado

indiferenteparalaorgullosaseñoraBonnard,quenoestabaacostumbradaaquelaignorasen.—Isabelle, querida. Qué maravilloso que te hallesde nuevo entre nosotros. Ha pasado mucho

tiempo,¿cómotehaido?¿Encontrasteloquehabíasidoabuscar?—dijocontonoempalagoso.Isabelle palideció aúnmás, si es que ello era posible.Cuando respondió, sin embargo, lo hizo

suavemente,sinalzarlavoz:—Esoescosadelpasado,señoraBonnard,yyohevueltoaBeaufortconlaintencióndeiniciaruna

nuevavida.—Porsupuesto,porsupuesto—seapresuróadecirlaseñoraBonnard;echóunvistazoalacasade

dondeacababadesalirIsabelle—.Y…¿vasatrabajarparaelseñorChancel,elnotario?IsabelleesbozóunamediasonrisaindulgentequenogustóalaseñoraBonnard.Aquellacriatura

parecíadulcey frágil,pero traselvelonegrosedistinguíaclaramente la llamadedeterminaciónycarácterqueardíaensusojos.

—Losasuntosqueme traenacasadel señorChancelsonmásburocráticos,metemo.Acabodeadquirirunapequeñapropiedadalasafuerasdelpueblo,yserequierenmuchosdocumentos…Yahora,simedisculpan…,hasidounplacervolveraverlas,perotengotodavíamuchoporhacer.

Seseparódelasdosconsternadascomadresconunelegantemovimiento.Ningunadelasdospudodecirnada. La señora Lavoine tenía los ojos abiertos como platos, y la señora Bonnard habíaolvidado cerrarla boca hacía rato. Isabelle se volvió unmomento hacia ellas y comentó, como deformacasual:

—¡Ah,loolvidaba!SeñoraBonnard,delerecuerdosaJeromedemiparte,¿lohará?Lasdosmujeressequedaronplantadasunbuenratojuntoalacasadelnotario,inclusodespuésde

quelanegrafiguradeIsabellehubiesedesaparecidotrasunaesquina.Sólolassacódesuestuporelchasquidodeunapuertaalabrirse,lamismaquemomentosanteshabíadejadosaliralajovenIsabelle.

—¡Régine,Marie!—susurróunavozapremiante—.¿Lahabéisvisto?Ambas reaccionaron y se volvieron hacia la puerta, donde se asomaba unamujer demediana

edad,altayhuesuda,cuyosojosbrillabandesdedetrásdeunaslentesredondas,queledabanunacierta

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aparienciadebúho.SetratabadeElaineChancel,laesposadelnotario.—EraIsabelle,¿verdad?—pudodecirlaseñoraLavoine—.Lahuerfanita, lalavandera.Lahija

deChristineyno-se-sabe-quién.—Lamisma—confirmólaseñoraChancel,conunenérgicoasentimiento—.Sóloquenocreoque

vuelvaalavaruntrapoensuvida.—No—reconociólaseñoraBonnard,algoconfusa—.¿Habéisvistoquétrajellevaba?¡Erasoso,

perodeterciopelopuro!¡Debedehaberlecostadounafortuna!LaseñoraChancelnegóconlacabeza.—Noparaella—dijo—.Puedepermitirseesoymuchomás,yloextrañoesquenovayavestidaa

laúltimamodadeParís.LasdoscomadressevolvieronhaciaElaine,interesadas.—¿Porquédiceseso?—Puesporqueacabadecomprar,comosinada,lamansiónGrisard.EstaúltimarevelaciónfuedemasiadoparalaseñoraBonnard.Abrióycerrólabocavariasvecesy

ensusmejillasaparecierondosbrillantesrosetones.—¿Yparaquéquerráeseviejocaserón?—sepreguntólaseñoraLavoineenvozalta.—¡Perosi…!—pudodecirlaseñoraBonnard—.¡Peronoesposible!—Esomismopenséyo.Peromiesposodicequeestántodoslospapelesenregla.Hubounbreveytensosilencio.—¿Creéisqueella…?—empezólaseñoraLavoine.—¿…LogrócazaralfinaljovenLatour?—completólaseñoraBonnard.—Porloquesé, laseñoritaIsabellesiguesoltera—informólaseñoraChancel—.Nosesabede

dóndeprocedesucuantiosafortuna.Talvezunaherencia…—¡Peroellanoteníaanadie!¡Sumadremurióaldarlealuz!LaseñoraChancelseencogiódehombros.—Nosabemosmás,Régine.—Pero, ¿por qué querría comprar la mansiónGrisard? —insistió la señora Lavoine—. Es

elegante, sí, y fue lujosa en su día, pero lleva décadas deshabitada. Y está tan lejos del pueblo, tanaislada…

—Siemprefueunamozarara—gruñólaseñoraBonnard.—Encualquiercaso,Régine,ahorayanoesuna«moza»,sino«laseñoritaIsabelle».Diossabe

cómohabráhechofortuna…—dijolaseñoraChancel.—NiDiosquerrá saberlo, te logarantizo.Noeramásqueunamujerzuela,y siempre seráuna

mujerzuela,pormuyseñoritaqueseconsidereymuchostraposfinosquegaste—rezongósuamiga.—¿Por qué vestirá de luto?—se preguntó la señora Lavoine,más interesada en elmisterio que

envolvíaelretornodeIsabellequeenunirsealasmurmuracionesdesuamiga.

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Denuevo,laseñoraChancelseencogiódehombros.Mucho tiempo después de que la señorita Isabellese hubiese retirado a su nuevo hogar en la

mansiónGrisard,lascomadresseguíanhablandodeella,preguntándoseporquélaantigualavanderahabíavuelto del pasado, comoun oscuro pájaro demal agüero,paraalterar la tranquilayaburridarutinadeBeaufort.

Efectivamente,durantelossiguientesdíashubonovedadesenelpueblo.Isabellehizorehabilitar lamansiónGrisard,peronocontratóparaellooperariosdelazona,sinoque,porloquesedecía,loshabía traídode París. Cuando se instaló en su nueva casa, lo hizo sola, a excepción de un enormecriadoquenuncahablaba.Susbruscosmodos, sugestoadustoy suextraño aspecto (su cabello eracompletamenteblanco,apesardesujuventud)inspiraronalprincipionopocassuspicaciasentreloshabitantesdeBeaufort,peroterminaronporacostumbrarseaél,porqueloveíantodoslosdíasenelpueblo, haciendo la compra para la señorita Isabelle. Todos los tenderos y comerciantesdel lugaracabaron por conocerle y por entenderle cuando gesticulaba y señalaba el género para pedir lo quequería comprar.Tampoco sabía escribir. Lo único queera capaz de trazar en un papel eran las seisletras desunombre:Mijaíl,nombrequelasgentesdeBeaufortnohabíanoídonunca,yportanto,nosabían pronunciar. De todos modos, al enorme criado no parecía molestarle oír su nombrechapurreadoalafrancesa,yenseguidasehabituóaello.

Así,mientrasenBeaufortcomenzabanaconoceryapreciaraMijaíl,suama,laseñoritaIsabelle,permanecía en la sombra.Desde el día de su llegada nadie más la había visto.Y como resultabainútilpreguntarporellaaMijaíl,fueinevitablequevolviesenacorrerrumores.

—¿Quéclasedeseñoritanotienenisiquieraunadoncellaencasa?—comentólaseñoraChancelunatardequetomabaneltéconlaseñoraLavoine.

—Esunanuevarica—sentenciólaseñoraBonnard,sinlograrocultarsuenvidia—.Lafortunalevienegrande.

—Perolosnuevosricossiemprealardeandesufortuna.Ellossonlosprimerosenbuscarsenouna,sinocuatroocincodoncellas,unejércitodecriadosyhastacarruajeparticular.

—Pues a mí me parece que comprar la mansiónGrisard es un buen alarde de nuevo rico—intervinolaseñoraBuquet,quien,apesardeserlaesposadelalcalde,nopodíapermitirsetenermásqueunacocinerayunadoncella.

—Pero,¿noospareceraroquenosalganuncadeesaviejamansión?Yeseextrañocriadoquenohabla…—añadiótímidamentelaseñoraLavoine.

—¿Quéquieresdecir,Marie?—Veréis.Yo creo que está enferma—la señora Lavoine bajó la voz—. Por eso se pasa el día

encerrada.Seguroquehacontraídotuberculosiso…—Tonterías—cortóautoritariamentelaseñoraBonnard—.Siestuviesetísica,sehabríabuscado

unhotelenlacosta.Esloquehacentodos.Oenlamontaña.HaybuenossanatoriosenSuiza.

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Hubounbrevesilencio,duranteelcualsóloseescuchóeltintineodelascucharillasremoviendoelté.Lascuatrocomadressehabíandadocuentadequelaquintamujerasistentealareunióntodavíanohabíadichonada,cosaquenoerahabitualenella.EstaquintamujereralaseñoritaDubois,unaancianadefuertecarácterque,aunquenosehabíacasadonunca,gozabadeunagranautoridadenBeaufort.

—Escuchad,ospropongounacosa:¿porquénovamosahacerleunavisita?—dijoentonceslaseñoritaDubois,rompiendosusilencio.

Cuatroparesdeojoslamiraronconestupor.—¿Aquién?¿AIsabelle?—bufólaseñoraBonnard.—Claro,Régine,¿aquiénsino?—replicólaseñoritaDubois,cáusticamente—.Setratadedarle

labienvenidaalpueblo.Podemosllevarleobsequios.Yohepensadoenregalarleunacestademanzanasdemihuerto.Mariepuedehacerunodeesospastelessuyostandeliciosos.Elaine,lasrosasdetujardínestán…

—Pero,¿paraquévamosahacerleregalosaesafulana?—¡Ah,Régine,sémásperspicaz!—lariñólaseñoraChancel,laesposadelnotario—.Setratade

unaexcusaparairaverlacasa,¿entiendes?Pero miró a la señorita Dubois de reojo, para ver sihabía acertado con la intención de su

propuesta.—Evidentemente—asintióella,paraaliviodelaseñoraChancel—.Isabellenoserátandescortés

comoparadejarnosenlapuerta.Asíveremoscómoviveypodremoscomprobarsi,enefecto,estáenfermaoessólounajovencitaextravagante.

—LomaloesquelamansiónGrisardestámuylejos—sequejólaseñoraLavoine,queerapequeñayfrágil—.Seráunalargacaminata…

—Sin embargo, Sophie tiene razón, deberíamos ir—dijo la señora Buquet, llena deremordimientos;setomabamuyenseriosupapeldeesposadelalcalde,yseconsiderabaresponsabledelasrelacionessocialesdelaalcaldíacontodosloshabitantesdeBeaufort,oalmenos,conlosmásinfluyentes—.Deberíamoshaberledadolabienvenidahacetiempo…

LaseñoritaDuboisasintióenérgicamente:—EntoncesMartineyyoiremosaveraIsabelle.Amínomeasustacaminar.—Tampocoamí,Sophie—serebelólaseñoraBonnard—.Osacompañaré.LosojosdelaseñoraChancelbrillarontrassuslentes.—¡Ah,nopenséisquevaisadivertirossinmí!Nomeperderíapornadadelmundolaoportunidadde

averiguarquéescondelapequeñaIsabelle.LascuatrosevolvieronentonceshacialaseñoraLavoine.—¿Quédices,Marie?Ellasuspiró.—Deacuerdo,iréconvosotras.Ypodéiscontarconesepastel.

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Capítulodos

Días después, las cincomujeres enfilaron por el camino que conducía a la mansión Grisard,hablandoanimadamente.LaseñoraLavoineteníarazón:eraunlargorecorrido.LaincansableseñoritaDuboisibaencabeza,apesardesuavanzadaedad,ylaseñoraLavoinecerrabalamarcha.Caminabaensilencio,sujetándoseelchal,queleresbalabasobreloshombros,porquehabíaolvidadoponerseunbrocheantesdesalirdecasa.JuntoaellaavanzabalaseñoraBonnard,sudandoyresoplandocomouna locomotora; sin embargo, todavía le quedaba aliento para contar con todo lujo de detalles a laseñora Lavoine, la única que parecía dispuesta a escucharla, que habíadescubierto que la hija delcarniceroseveíaaescondidasconelchicodelaherrería.

DelantedeellascaminabanlaseñoraChancelylaseñoraBuquet.Laprimeraportabaunacestaconu nramo de rosas recién cortadas de variados colores; la segunda llevaba un juego de pañuelosbordadosprimorosamenteconmotivosfloralesyla«I»deIsabelle.

LaseñoritaDuboisnosedetuvohastaquelamansiónGrisardaparecióantesusojosaldoblaru nrecodo. Entonces hizo un alto en el camino para contemplarla, con gran alivio de la señoraBonnard.Lascincocontemplaronelviejocaserón.

—Noparecequehayanhechomuchasmejoras,¿verdad?—comentólaseñoraBuquet,expresandoenvozaltalospensamientosdetodas—.Almenospodríanhaberpintadolafachada…

—Talveznoseatanricadespuésdetodo—rezongólaseñoraBonnard.—Oquizásehayaquedadosindinerodespuésdecomprarlacasa—apuntólaseñoraBuquet.—Puesamíesacasamedamalaespina—comentólaseñoraLavoineenvozbaja.—Tonterías —zanjó la señorita Dubois—. Si a mí me dieran miedo las cosas viejas, saldría

huyendocadamañanaalmirarmealespejo.¡Andando,señoras!YlascincoreemprendieronlamarchahacialamansiónGrisard.No tardaronen llegarasudestino,peroelpanoramaconqueseencontraronnoresultabamuy

alentador. Descubr ieron que el jardín parecía tanabandonado como el resto de la casa, y laseñoraChancel,cuyasrosaseranenvidiadasportodoBeaufort,contemplóapenadaelmagníficoramoquelellevabaaaquellajovenque,aparentemente,noapreciabalomásmínimolajardinería.

Elterrenoquerodeabalacasaestabainvadidopormatojosymalashierbas,ylaesposadelnotariodescubrió con desagrado algunasmatas de plantas tan poco ornamentales como cicuta,matalobos,ajenjo y especies peores. Se paró a examinar los raquíticos rosales silvestres que crecían junto a lapuertaybajolasventanas,ymoviólacabezatristemente.Aqueljardínparecíaunaselvasalvaje.

FuelaseñoraBonnardquien,conautoridad,descargólaaldabasobrelapuerta.Esperaronunbuenrato.

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—Mejorvámonos—susurrólaseñoraLavoine,temerosa.—Tienequeestarencasa—murmurólaseñoraBuquet.LaseñoraBonnardllamódenuevo.En esta ocasión oyeron pasos; sólo la señoraLavoine advirtió que se trataba de pasos

demasiado pesados para pertenecer a Isabelle, pero no se atrevió a hablar. Las otras cuatroprepararonsussonrisasymostraronsuscestasmientraslapuertaseabría…

Laluzbañóunafiguraenorme,imponenteysombría.LaseñoraLavoinenopudoevitarloygritó.Enseguidasediocuentadesuerror.SetratabadeMijaíl,elcriadomudodelaseñoritaIsabelle.Y

aunquetodasellaslohabíanvistoalgunavezenelpueblo,elgigantónpresentabaunaspectobastantemástétricoalalánguidaluzdelatarde.

La señora Buquet consideró que ella, como esposa del alcalde, era la representante de aquellacomitiva,demodoquesearmódevalorydijo:

—Buenastardes,Mijaíl,¿estálaseñoritaIsabelleencasa?Hemosvenidodevisita.

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Elmayordomo,quenoibavestidocomotal,observóalaseñoraBuquetyselaquedómirandounmomento.Después emitió un sonido que podría interpretarse como un gruñido de asentimiento ycerrólapuertadegolpe.

Cuandolascincosehubieronrecuperadodelasorpresa,laseñoraBuquetexclamó,disgustadísima:—¡Pero…pero…quégrosero!LaseñoritaDubois,muypálida,asentíasolemnemente,y laseñoraChancelsehabíaquedadosin

habla.—Vámonos—sugiriólaseñoraLavoine.—Desdeluego—convinolaseñoraBuquet—.¡Cuandoselocuenteamimarido…!Las cinco dieron la espalda a la casa y se recogieron las faldas para bajar las escaleras; pero

entoncesoyerontrasellaselchasquidodelapuertaalabrirse,yunavozfemenina,suaveyeducada,

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lespreguntó:—¿Puedoayudarlesenalgo?Se volvieron las cinco a una, y vieron a Isabellecontemplándolas desde la entrada. La joven

llevabaunsencillovestidooscuro;enestaocasiónpudieronverleelrostro,hermoso,comoellaslorecordaban, pero marcado por la huella de muchas penalidades. La piel de Isabelle estabaextremadamentepálida,y suslabiosparecíanresecosyagrietados.Profundasojerasenmarcabansusojos,iluminadosporunextrañobrillofebril.

LaseñoraBonnardnosedejóconmover.—¡SeñoritaIsabelle!¡Su…su…brutocriadonoshacerradolapuertaenlasnarices!—Lespidodisculpas—dijoellasuavemente—.Mijaílnosabetodavíacómotrataralasvisitas,

peronopretendíaecharlas.Simplemente,subióaavisarme.Lesruegoperdonensusrudosmodales.Lesaseguroquehablaréconélalrespecto.

Ya más calmada, la señora Bonnard fue a añadir algo más; pero la señora Buquet no estabadispuestaaquesuamigalerobaseelprotagonismoqueellamerecíaporserlaesposadelalcalde,demodoqueseapresuróahablar:

—Señorita Isabelle, hace tiempo que deseábamosdarle labienvenidaalpuebloque lavionacer,peronohemostenidolaoportunidad,yaquenuncaselaveporelmercado,nitampocoporlaiglesia—dijoestoentonomásbajo,comosinoseatrevieraapensarlosiquiera—.Nospreguntábamossinoestaríaustedenferma,ynoshemostomadolalibertaddeveniravisitarla,puestoquesu…Mijaíl…nopodíacontarnosnadaacercadeusted.

—Seloagradezco,señoraBuquet,peromeencuentroperfectamente—suaspectodesmentíasuspalabras,y laseñoraLavoiney laseñoritaDuboiscruzaronunamiradasignificativa—.Ylamentoquehayanhechoustedeselviajeenvano;enestosmomentos,nopuedorecibirlas.

—¡Pero,señoritaIsabelle,hemoshechounalargacaminatadesdeelpueblo!—Lo sé, y no saben ustedes cuánto lo lamento; pero la casa apenas tienemuebles, y no podría

ofrecerlesasientoatodas.Compréndanlo:nuncavienenadieavisitarme.—Le hemos traído regalos de bienvenida—dijo laseñora Lavoine con timidez,mostrándole la

cestaenlaquetraíaelpastel,cubiertoporunpaño.UndestellodecaloriluminóbrevementelosojoscansadosdeIsabelle.—¡Oh, qué amables! Pero no puedo aceptarlos, nodespués de lo mal que me he portado con

ustedes… Si no puedo ofrecerles ni una silla, ¿cómo voy a quedarme con sus regalos? ¡No losmerezco!

—Ande,niña,noseaustedridícula—zanjólaseñoritaDubois—.Sinoquiererecibirnos,dígaloclaramente,peronopongaexcusastontas,quenonacíprecisamenteayer.

—No es una excusa, señoritaDubois, es la verdad.Soy unamujer sencilla, como todas ustedessaben,ypocodadaalavidasocial.Lacasaapenasestáamuebladaporquenoloconsiderénecesario,ya

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queyomearregloconpocacosa.Además,nolacompréparaalardeardeella,sinoporquesetratabadeunlugartranquiloyaislado,dondepodríadisfrutardelasoledadquenecesito.Perosinomecreen,adelante,pasen—sehizoaunladoparafranquearleslaentrada—.Ysiencuentranentodalacasaunlugarapropiadoparacelebrarunareuniónsocial,estaréencantadadeatenderlas.

Como una solemne procesión, las cinco señoras recorrieron la mansión Grisard, guiadas porIsabelle.Descubrieronqueel interiorde lacasahabíasidoempapelado recientemente,quenohabíaunasolamotadepolvo,quelasventanaserannuevasyquehabíancambiadolamaderadelsuelo.Porlo demás, todo eracomo Isabeíle les había dicho: las habitaciones estaban vacías y las paredesdesnudas,ytodopresentabatalaspectodedesolaciónyabandonoquelaseñoritaDuboissedijoque,paraunamujerjovencomoIsabelle,vivirallíeracomoencerrarseenunatumbaprematuramente.

Tansólohallarondoshabitacionesamuebladas,perotanespartanasqueparecíanlasceldasdeunmonasterio.Una de ellas era la de Isabelle; la otra, la deMijaíl.Ambas estaban lo suficientementealejadaslaunadelaotracomoparaquelaseñoraBonnardnoconcibieseideasmaliciosasalrespecto,peronisiquieraellapodríahaberadivinadocuáldelasdoseraladelhombreycuálladelajoven.

El salón también estaba completamente desnudo, a excepción de un pequeño sofá, viejo ydeslucido,frentealachimenea.Tansólohabíaunamesitaydostaburetesenlacocina,quesíestabaconvenientementeequipada.

—¿Comenlosdosenlacocina?—seespantólaseñoraBuquet.—Sí, pero por separado, ya que nunca coincidimos.Verán, yo padezco de insomnio, y si logro

conciliarelsueñosueleserduranteeldía.Mijaíl,encambio,duermeporlanoche—sonriódébilmente—.Sinolotuvieseconmigo,metemoquenotendríaquécomer,puestoquetodoslosdíasllegaríaalmercadodemasiadotardeparahacerlacompra.Metemoquesoyunacriaturauntantonoctámbula.

Ninguna de las comadres correspondió a su sonrisa.Apesadumbradas, se dirigieron de nuevohacialapuerta.

—Lolamento—sedisculpóotravezIsabelle—.Creoquenosoyunavecinaaluso.—No se preocupe —decidió la señora Buquet, resueltamente—. Le damos la bienvenida

igualmente,conregalosincluidos.La señora Bonnard gruñó por lo bajo, pero dejó sucesto demagdalenas junto con los demás

obsequios(enelsuelo,porquenohallaronotrolugar),sinhacercomentarios.—Sonustedesmuyamables—dijoIsabelle—.Mijaíllollevarátodoalacocina.Silodesean,él

puedeacompañarlasenelcaminodevuelta.—Noesnecesario—replicólaseñoritaDubois—.Sabremosregresarsolas.Unatrasotra,lascomadressalierondelacasa.LaseñoritaDuboisfuelaúltima.Antesdebajarlas

escalerasdelaentrada,sinembargo,sevolviódenuevohaciaIsabelleylamiróalosojos.—Esustedunamujerextraña,¿losabía?Isabellenodijonada,perosostuvosumiradasinpestañear,ylaancianasepreguntócómopodían

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irradiartantafuerzalosojosdeunamujerdecuerpotanfrágilydelicado.—Cuídese—concluyólaseñoritaDubois—,ynohagatonterías.TampocoestavezrespondióIsabelle,peroasintió.LaseñoritaDuboisseunióasuscompañeras,y

lascincoabandonaronel jardínde lamansiónGrisardpresasdeunextrañoabatimiento.Ningunadeellasvolvióahablarhastaquetorcieronporelrecodoylacasayanofuevisibleasusespaldas.

—Estáloca—dijoporfinlaseñoraBonnard,rompiendoelsilencio.—Puesyocreoqueestáenferma,digaloquediga—lacontradijolaseñoritaDubois—.Puedeque

incluso haya venido aBeaufort amorir. Entonces todotendría sentido.Si no espera vivirmás queunas semanas, o unos meses… ¿para qué molestarse en amueblar la casa? ¡Mejor ahorrar para elentierro!

—Pues,siyoestuvieseensulugarytuviesemuchodinero—opinólaseñoraChancel—,viviríaalograndemisúltimosdías.Nomeencerraríaenuncaserónvacío…

—Cuando uno está muy enfermo no tiene ganas dediversiones. Puede que sufra horriblesdolores…

—¡Yporesonopuededormir!—comprendiólaseñoraLavoine,conmovida—.¡Pobrecilla!—¡Bah,bah!—resoplólaseñoraBonnard—.¡Yosigopensandoqueestácompletamenteloca!Unabrisaheladarecorrióelcamino.LaseñoraLavoineseestremeció,yfueentoncescuandose

diocuentadequehabíaperdidoelchal.Lascincomujeressemiraronunasaotras,indecisas.—Vosotras seguid hacia el pueblo —dijo la señorita Dubois, enérgicamente—. Marie y yo

volveremosabuscarelchal.—Pero,Sophie…—quisoprotestarlaseñoraBuquet—.Seosharádenoche…—Todavíanoestamosmuylejos.Sivolvemosmañana,talvezyanoloencontremos.Caminaremos

deprisa.DemodoquelaseñoraLavoineylaseñoritaDuboisregresaronsobresuspasoshasta lamansión

Grisard.Hallaronelchalenredadoenlosmatorralesdelsalvajejardín.MientraslaseñoraLavoinelosacudía

paravolveracolocárselosobreloshombros,suamigasegiróparacontemplarlasombradelacasaquesealzabaanteellas.Nohabíalucesenlasventanas,perounresplandorparpadeantesefiltrabaporunventanucoarasdesuelo.«Debedeserladespensa»,sedijolaseñoritaDubois,sincaerenlacuentadequeIsabellenoleshabíaenseñadoaquellapartedelacasa.

La señora Lavoine ya estaba lista para marcharse.Las dos dieron, de nuevo, la espalda a lamansiónGrisard.

Yentoncesungrito rasgóel silenciodel crepúsculo, un aullido inhumanoque les heló hasta eltuétano de los huesos, un alarido que parecía haber sido lanzado por un condenado al tormentoperpetuo en el infierno.Aquel escalofriante sonido, que no se parecíaa nada que las dosmujeres

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hubiesenescuchadoantes,seexpandióhaciaelpáramo,buscandoquizáluzenlastinieblas,otalvezunalmahumana en la que instalarse para poblar sus peores pesadillas por toda la eternidad, y quedóflotandoenelaireduranteunlargoyestremecedorsegundoantesdeextinguirseporcompleto.

LaseñoritaDuboissevolvióhacialacasacomomovidaporunresorte,perosuamigasehabíaquedado clavada en el sitio, aterrorizada y tan pálida que, por unmomento, su rostro rivalizó enblancuraconeldeladueñadelamansiónGrisard.

—¿Quéhasidoeso?—murmurólaseñoritaDubois,estremeciéndose.—Por el amor deDios, Sophie, ¡vámonos de aquí!—lavozde la señoraLavoine sonó extraña,

comoelchillidodeunratón.Apesardesuavanzadaedad,laseñoritaDuboiseravaliente,enérgicaydecidida.—Pero,¿ysialguienhaentradoenlacasadeIsabelle?LaseñoraLavoinepalidecióaúnmás,siesqueesoeraposible.Searrebujóensuchalyfueadecir

algo,peronolesalieronlaspalabras.Inspiróprofundamente,diomediavueltayechóacorrer.—¡Marie,espera,notevayassola!LaseñoritaDuboisnotuvomásremedioqueseguirasuamiga.NingunadelasdosvioelrostroquelasespiabadesdeunadelasventanasdelcaseróndeIsabelle.La sombra de lamansiónGrisard las persiguió durante un buen trecho, pero aquel espeluznante

gritonovolvióarepetirse.

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Capítulotres

MaximilienGrilletobservóatentamentealasdosmujeresquesehabíansentadofrenteaélensudespacho.Lasconocíadesdequeeraniño.LaseñoraLavoineeratímida,pequeñayasustadiza.Másdeuna vez,Max había tenido que acudir a su casa en plena noche, porque ella creía haber oído a unladróneneljardín,cuandoenrealidadsetratabadeungato,odelvientosacudiendolasramasdelosárboles.Y no ayudaba el hecho de que sumarido, que era comerciante, hiciese frecuentes viajes aParís,dejándolasolaencasaconunacriadaqueeracasitanmiedosacomoella.AlaseñoraLavoineraramenteselaveíasinsugranamiga,laseñoraBonnard.Maxdudabaquefueranrealmenteamigas,pero la señoraBonnarderamuyautoritaria,y talvezeso inspirabaseguridadalaseñoraLavoine,quien,porsuparte,constituíaunaoyentepacienteyabnegadaparatodosloschismesquelamaliciosaseñoraBonnardteníaparacontar.

PeroaqueldíalaseñoraLavoineveníaacompañadaporotramujerenérgica,laseñoritaDubois.MaxhabíaoídodecirquelaseñoritaDuboishabíarechazadoacuantoshombreslahabíanpretendidodesde que tenía quince años. Su fuerte carácter nunca había sentido la necesidad de compañíamasculina,oalmenosesoparecía.LaseñoritaDuboisseguíasolteraasusmásdesesentaycincoaños,perosemovíaconlaenergíadeunajovencita,hablabaconlaautoridaddeunamatronaygobernabasucasaconlaincuestionablepotestaddeunaviuda,yaquehabíasobrevividoatodossusfamiliaresynoteníamaridonihijosquepudiesendisputarleelmando.

AMaxnolehabríasorprendidooírde labiosdelaseñoraLavoineunahistoriacomolaqueleacababandecontar,peronoerapropiadelasensataseñoritaDubois.

—¿Esquenonoscree,señorgendarme?—preguntólaseñoraLavoine,abriendoalmáximosusojosazules.

LociertoeraqueMaxdudaba.—Mira,Max—la señoritaDubois no se andaba con rodeos, y no veía por qué debía tratar de

usted aun jovenalque,pormuygendarmeque fuera,habíavistocrecerdesdelacuna—.Tengomisaños,peroaúnnoestoysorda,graciasaDios.Ytedigoqueoímosungritoenesacasa.Bueno,másqueungrito…,unaullido,oalgoasí.¡Jesús!,mepusolospelosdepunta.Noséquiénpodríasercapazdechillarasí.Ylooímos…

—…Cuando fueron a recoger el chal —completó Max—. Sí, ya me lo han contado. Perocomprendanustedes que se hallaban en una situación extraña. Habían ido caminando hasta esatétricamansión,yelcomportamientodeIsabellenofueelqueesperaban.Enesascircunstancias,noesextrañoquecreyeranoír…

—¡Yono«creíoír»nada,Max!¡Yooí!

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—Nolediscuto,señoritaDubois,queustedoyóalgo.Peroesahistoriadelaullidoquenoparecíadeestemundo…Comprendaqueustedesdosestabanalteradasy…

—Nomedigascómoestaba,jovencito.Loséperfectamente,ytengolacabezamejorquetú.—De acuerdo, de acuerdo. Resumiendo: ustedestemen que haya podido ocurrirle algo a la

señoritaIsabelle, ¿no es así? Pero esta misma mañana he visto a Mijaíl en la plaza, y estaba tantranquilocomoenotrasocasiones.

—¡Tal vez ese grandullón haya atacado a la señorita Isabelle para quedarse con su dinero!—exclamólaseñoraLavoine.

PeroMaxnegóconlacabeza.—No,señora.Mijaílseráextraño,peroesunbuenhombre.Recordócómolohabíavistounatardejugandoconlosniños,permitiendopacientementequeellos

trepasenporsuenormecuerpocomosiescalaranunamontaña.—Puedequeseaalgorudo,peroyocreoquesedebeaquees extranjeroy, además,unhombre

sencillo.¿Sehanfijadoensusmanos?Sonmanosgrandes,morenasycallosas,manosacostumbradasatrabajarduro.

LaseñoritaDuboisesbozóunamediasonrisa.Noignorabaque,desdeniño,Maxhabíatenidofijaciónconlasmanosdelagente.Nuncalehabíapreguntadoquéopinabadesusmanos,peroMaxyalashabíacatalogado tiempo atrás. Las manos de la señorita Dubois eranpequeñas y de ademanes suaves. Secerrabanconfirmezaenpocasocasiones;sinembargo,cuandolohacían,raravezsoltabanloquehabíanatrapado. En cambio,las manos regordetas de la señora Lavoine se abrían ycerraban a menudo,buscandoalgoaloqueaferrarse.

—Tienesrazón.NocreoqueMijaílseauncriminal—dijofinalmentelaseñoritaDubois.Selevantódesuasiento,ylaseñoraLavoinelaimitó,algodesilusionada.Maxlasacompañóhastalapuertadelagendarmería.—DetodosmodosharíasbienenpasarteporlamansiónGrisard.Esamuchachaestágravemente

enferma,yqueyosepanolavisitaningúnmédico—añadiólaseñoritaDubois,ajustándoseelsombreroantesdesalir.

—¿Quién,Isabelle?—Muy agudo, señor gendarme —replicó la señorita Dubois ácidamente—. Y ahora, si nos

disculpa,llegamostardeaunareunióndelajuntaparroquial.Lasdosmujeressalierondelagendarmería,yMaxsequedósolodenuevo.Sepusoarevisarel

trabajopendiente,peroprontotuvoquereconocerquenoeramucho.EnBeaufortnuncapasabanada,ysólolasfalsasalarmasdelaseñoraLavoineledabanalgoquehacerdevezencuando.

En realidad, la última vez que había sucedido un hecho destacable en el pueblo había sido,también,acausadeIsabelle.

EntoncesMaxno estaba todavía a cargode la gendarmería, sino que era el ayudante del viejo

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señorGallois,elantiguogendarme.ÉlhabíasidoelencargadodeinvestigarlahuidadeIsabelle.Max teníasólounpardeañosmásque Isabelley,como todos los jóvenesdelpueblo, sehabía

fijadoenellaalgunavez.Perolamuchachaeradescaradayaltiva,yaquelloeraescandaloso,sobretodotratándosedeunahijadenadiecomoella.MujerescomolaseñoraBonnard,oinclusolamismaseñoritaDubois,habíancriticadoduramentesumododeactuar,peroIsabelleparecióserinsensibleasusobservaciones.

Para evitar que se descarriara, el párroco de Beaufort, el anciano señor Rougier, la habíaempleadoensucasacomoasistentadelamadellaves.Lehabíaenseñadoaleeryaescribirylahabíainiciadoenlalecturadeobraspiadosas.

FueentoncescuandoellaconocióaljovenPhilippedeLatour.Max no sabía dónde ni cómo habían entrado en contacto, puesto que procedían de clases muy

distintas.PhilippeerahijodeunnoblequeveraneabaenBeaufort,quehastanohacíamuchohabíasidolalocalidadelegidaporunpardefamiliasilustresparapasarlaépocaestival.

Cuando el idilio salió a la luz, el marqués de Latourenvió a su hijo a estudiar lejos, e Isabelle,simplemente,abandonó aquellamismanoche la casa del párroco,sin decir nada a nadie. Junto conIsabelle desapareciólamedalladeplatadelamadellaves,yporesemotivo,MaxyelseñorGalloishabíantenidoqueintervenir.

Isabellehabíasidounamuchachainsolenteytemeraria,peronuncaunaladrona.Sinembargo,loshabitantes de Beaufort la habrían tachado de cosas peoresporque les parecía que no era unamujerdecente.

Finalmente, lamedallaapareció.Sehabíadesprendidodelcuellodelamadellavesyhabíaidoacaerenunahendiduraentredosdelastablasdelsuelo.ProbablementesehabríaperdidomuchoantesdequeIsabellesemarchara,peroelseñorGalloisseabstuvodecomentarestoúltimoconnadiemásqueconsuayudante.

No,Isabellenoeraunaladrona,peronopudoevitarsequesunombrequedaraempañadoporunsucesoconelque,enelfondo,ellanohabíatenidonadaquever.LaseñoraBonnardhabríadichoalrespectoqueseloteníabienmerecidoyque,siellanohabíarobadolamedalla,eraporquenohabíatenidolaoportunidad.¿Quémuchachadecente,queviviesedelacaridaddeunprotector,huiríadesucasaparairtraselhijodeunnoble?

Maxsuspiróysepreguntó,porprimeravez,siIsabellehabríacambiadomucho.HacíayavariassemanasqueellasehabíainstaladoenlamansiónGrisard,peroélnolahabíavistoaún.

Sediocuentadequeenrealidadnoteníanadaquehaceraquellatarde.Seencogiódehombrosysaliódelagendarmería.

Loqueparalascincocomadreshabíasidounalargacaminataeldíaanterior,fueparaMaxGrilletunagradablepaseo.Contodo,entendióenseguidalaconsternaciónde lasmujeresalver lamansiónGrisardenelestadoenquesehallaba.RecordólospeonesvenidosdeParísysepreguntóquétrabajo

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habíanhechoallí.Cuando llamó a la puerta, fueMijaíl quien abrió.Max esperaba que le cerrase la puerta, pero

Isabelledebíadehaberhabladoconél,porqueelhombretónloinvitóapasaraunahabitaciónenlaquesólohabíaunasilla,viejaydesvencijada.

Maxsesentóconprecaución.Mientrasesperaba, lellegóundeliciosoaromaacaféreciénhecho.Apenasunosmomentosdespués,Isabelleaparecióenlapuerta.

MaxcomprendiódeinmediatolapreocupacióndelaseñoritaDubois.Lajovenestabamuyblanca,yparecíatanfrágilcomounamuñecadeporcelana.Maxreprimióelimpulsodecorrerhastaellaparasostenerla,porqueparecíaapuntodecaeralsuelo.

PeroIsabellenocayó.Avanzóhaciaél,seguraysonriente,yensusojostodavíalatíaaquelfuegointeriorque,cincoañosatrás,habíadesafiadoatodoBeaufort.

—MaxGrillet—dijoella;yélsesorprendiódequerecordarasunombre—.¿Odeberíadecir«señorgendarme»?

Maxsintióqueenrojecía,asupesar.—Max,sinolemolesta—farfulló—.Encantadodeverladenuevo,señoritaIsabelle.Ella sonrió con cierta amargura, y Max comprendio perfectamente a qué se debía. Hasta su

llegada,respaldadaporsunuevafortuna,IsabellehabíasidotenidaenBeaufortporpocomásqueunafurcia.

—Tambiényomealegrodeverle,Max.¿Aquédebosuvisita?—Bien,la…señoritaDuboisycompañíaestuvieronayeraquí.—Sí,esoescierto.—Nosellevaronmuybuenaimpresión.—Tampocolopretendía.Séexactamenteloquehabíanvenidoahaceramicasa.Lajovensevolvióhaciaél,conlosojosllenosdeunnuevobrillo:—¿Leapeteceuncafé?—Sí,gracias—aceptóMax,conscientedequeaquelloeramásdeloquelascincoseñorashabían

obtenidodeIsabelleeldíaanterior.La siguió hasta la cocina y ocupó una de las sillas. Observó a Isabelle en silencio mientras

preparabaelcafé.Demanerainconsciente,sefijóensusmanos;perollevabaunvestidodemangasmuylargasquesólodejabanverlosdedos,unosdedoslargosyfinos,perodegrandesnudillos,frutosindudadelosañosenlosquelajovenhabíatrabajadocomolavandera.

—¿Porquénocontrataaunadoncellaparaquelehagaestetipodetrabajo?—Porqueyo,adiferenciadeotras,séhacerlascosassola—fuelarespuesta;Isabelleleofrecióuna

tazadecaféydespuéssesentóasulado—.Y,dígame,¿laseñoritaDuboisycompañíahanvistoalgosospechoso enmi casa?Porquedebodecirle que, si no tengomuebles, es porque no los quiero.Yfíjese, si hubiese dispuesto de un salón como Dios manda, habríatenido que aguantar a esas cinco

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chismosastodalatarde,ynoesalgoquemeseduzcaespecialmente,¿sabe?Maxnopudoreprimirunasonrisa.—No,nocreoquehayanada sospechosoen sucasa, señorita Isabelle.Supongoque les llamaría

muchola atención la… eh… sencilla decoración de su nuevohogar, pero aún no han llegado alextremodellamaralgendarmeporeso.

—Oh,nosepreocupe;tratándosedeellas,todoseandará,nolodude.Asípues,¿ustedhavenidosóloparahacerunavisitadecortesía?

—Tampoco—confesóMax,avergonzado—.La señoraLavoine perdió el chal en el jardín de sucasa, yella y la señorita Dubois volvieron atrás para recuperarlo—miró a Isabelle, pero ella loobservabaimpasible,conlatazadecaféentrelasmanos—.Dicenqueoyeronungrito.

—¿Un…grito?—repitióIsabelleenvozbaja.—Ounaullido.Laverdadesquenoseponíandeacuerdoenesacuestión.Nohansabidodecirmesi

erahumanoopertenecíaaalgúntipodeanimal.Loquesíhanafirmadoesqueera:«escalofriante»,«espeluznante»,«estremecedor»…Yselodigoliteralmente.

MaxnotóquelasmanosdeIsabelletemblaban.Lajovendejólatazasobrelamesaylomiró.—Nomeasuste,Max.Nohayanimalessalvajesporlosalrededores.¿Quésesuponeque…?—Dicenqueveníadesucasa.—¿Deestacasa?La joven fruncióel ceño;entonces (¿fue la imaginacióndeMax, o se tratabadeungestopoco

natural,casicomoensayado?),ellasonrióampliamenteysedioungolpecitoenlafrente.—¡Oh,yarecuerdo!FueMijaíl.Alpobre,selecayóunmartilloenelpie.—¿Deverdad?Lohevistoestamañanayhaceunmomento,ynocojeaba.—Porque esunhombreduro,Max—replicóIsabelle, impertérrita—.Si llegaasaberqueesas

dosseñorasestabaneneljardín,seguroquenisiquierahabríagritado.Asíque,yave.Todoesdistintoalaluzdeldía.

—Sí, claro—murmuró Max; apuró su taza de café y se levantó—. Siento haberla molestado,Isabelle.

—Nolohahecho.Perolajovensemovióágilmentehacialapuerta,yelgendarmeadvirtióque,peseasuspalabras,

ellaestabadeseandoquedarseasolasotravez.Yaenlaentrada,Maxsevolvióhaciaella.—LaseñoritaDuboistambiénmepidióquemeinteresaseporsusalud.—¿Pormi…salud?—Ellaopinaqueestáustedenferma.Yamímedalasensacióndequetienerazón.Dígame,¿haido

ustedalmédico?—Noestoyenferma,sólocansada.Yaseloexpliquéa laseñoritaDubois.Noduermobienpor

lasnoches.

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Maxledirigióunamiradapenetrante.—Ysicontinúaustedtomandocaféalanochecer,seguirásinlograrconciliarelsueño.—¡Oh!—dijosolamenteIsabelle,comounaniñacogidaenfalta—.Lorecordaré.Max se alejó de lamansiónGrisard, no del todo convencido de las explicaciones de Isabelle.

Aunqueseguíaadivinándoseenellaaquellaenergíaque lahabíacaracterizadoensuadolescencia,elpálidofantasmaqueloobservabadesdelaentradadelacasapocoteníaqueverconlachiquillaresueltayvivazquehabíaabandonadoBeaufortenposdesuamado,cincoañosatrás.

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Capítulocuatro

MaxesperabaveraIsabelleaqueldomingoenlaiglesia,sufrióunadecepción.AunqueellahabíafaltadoalamisalostresdomingosquehabíantranscurridodesdesullegadaaBeaufort,aquéllaeralaprimeravezqueeljovengendarmenotabasuausencia.

Alterminarlosoficios,Maxsequedóunratomásenlaiglesia.LaseñoraBonnardpasójuntoaél,comentándolealaseñoraLavoine:

—¿Quétedije?Hoytampocohavenido.¡Ynosdijoquenoestabaenferma,luegonotieneningunaexcusaparadejardeasistiramisa!

AMaxnolecupolamenordudadequeambashablabandeIsabelle.Esperóunpocomáshastaquejuzgóqueerabuenmomento,yentoncessedirigióalasacristía.—PadreRougier…—dijodesdelapuerta,carraspeando.Elpárrocosevolvióhaciaél,todavíaconlacasullaentrelasmanos.—Buenosdías,Max…Pasa.Hablaron de asuntos intrascendentes durante unosminutos, hasta que un largo silencio obligó a

cambiardetema.—Padre Rougier…—dijo entonces Max, algo incómodo—. En realidad lo que yo quería era

preguntarleacercadealguien.Elviejovicariorióporlobajo.—¿Te ha llamado la atención alguna jovencita?Bien, me alegro de que hayas venido a

consultarme—añadióalverqueMaxparecía azorado—,porqueesosignificaquevaenserio.A tuedad,yadeberíasirpensandoensentarlacabeza…

—Miinterésessimplecuriosidad,padre.Sientodecepcionarle,perolociertoesquevengoahablarconustedporquelamujerquemeintriganoleesprecisamentedesconocida.

Elpárrocofijóenélunosojillosinquisitivos.—Ahoraerestúelquemedejaintrigado…¿Dequiénestamoshablandoexactamente?—De Isabelle… —de pronto, Max se dio cuenta deque no conocía su apellido, y trató de

subsanarlofacilitandootrosdatos—.Yasabe,lamuchachahuérfanaqueusted…—NoconozcoaningunaIsabelle—cortóelpadreRougierbruscamente.Max lo miró, perplejo. Iba a dar más detalles al párroco para refrescarle la memoria, pero

entoncessediocuentadeque,enrealidad,elpadreRougiernoqueríavolverasabernadadelajovenquehabíahuidodesucasacincoañosatrásyalaque,contodaseguridad,recordabamuybien.

No pudo evitar sentirse indignado. Sabía que el padre Rougier era un hombre muy estricto, ycomprendíaqueIsabellehabíaidodemasiadolejosfugándosetraseljovenLatour.Pero,¿porquédebíaalguienquedarmarcadoparasiempreporunerrordejuventud?

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Había captado perfectamente que el párroco no quería seguir hablando del tema, pero aun asíinsistió:

—¿SabíaustedquehavueltoaBeaufort,yqueahoraresideenlamansiónGrisard?ElpadreRougieralzólacabezaparamirarloalosojos.—No conozco a esa joven —repitió, despacio—.Y ahora, si me disculpas, tengo asuntos que

atender.Maxhizounaúltimatentativa:—Tengorazonesparapensarqueestáenfermay…Un carraspeo nervioso lo interrumpió. Los doshombres se volvieron hacia la puerta y

descubrieronallí a un tercero. Vestía una camisa vieja y unos pantalones que habían perdido suauténtico color muchotiempo atrás. Tenía la vista clavada en el suelo y sus manos jugueteabannerviosamenteconsugorra.

—Noqueríainterrumpir…—Nolohaces,Henri—leaseguróelpárroco—.ElseñorGrilletyaseiba.¿Hasvenidoadisculparte

pornohaberpodidoasistiraloficio?Comprendoque…—Noesporeso,señorcura,perodispenseusted.Esquehetenidounproblemaenlagranjay…

—susojossealzaronparaclavarseenMax—.Enrealidad,veníabuscándoleausted,señorgendarme.Momentosdespués,ambossalíandelaiglesiaendirecciónalasafuerasdeBeaufort,montadosen

el carro del granjero.HenriMorillon era un hombre de pocas palabras, peroMax había captado lofundamental,yestuvodándolevueltasmientraslosdoshombressedirigíanensilenciohacialagranja.

HenriMorillonnoeraelgranjeromásriconielmásviejodelacomarca,perosíelmásrespetado.Ningúnotroseaplicabacontantapasiónasutrabajoniconocíalasresestanbiencomoél.Poreso,Henrierasolicitadoamenudoporotroshacendadoscuandosusanimalescaíanenfermos.Yaunqueélapenassabíaleerniescribir,losotrosgranjerosconfiabanmásensucriterioqueenlasapreciacionesdecualquierveterinariodelaciudad.

ComotodosloshabitantesdeBeaufort,Maxsabíatodoesto.YporellonodejabadepreguntarsequéhabríasucedidoparaqueHenricorrieseabuscarlocontantaprisa,acausade,segúnhabíaentendido,unavacamuerta.

Elcarrosedesvióporuncaminoparticularhastallegaralagranja,ysedetuvojuntoalestablo.Henribajódeunsalto,yMaxloimitó.

—Anoche oímos ruidos —explicó el granjero—.Los animales estaban muy asustados, y elperro…,bueno,enlugardecorreraverquépasaba,sevolviócomolocoyqueríaentrarenlacasa,comosiestuviesemuertodemiedo,¿meentiende?Yosabíaquehabíaalgoenelestablo…

—¿Algo?¿Elqué?—Nolosé—surostroseendureció—.Mimujerestabamuyasustadaynoquisoqueabrierala

puerta.

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Noañadiónadamás.Entraronenelestablo.Habíacuatrovacasyuncaballopercheeron,quesegiróparaolisquearlo

concuriosidad.CuandolosojosdeMaxseacostumbraronalapenumbra,viodosfigurasalfondodelestablo,juntoaunaventanaqueparecíahabersidoarrancadadecuajodesumarco.

Eran la res muerta y un muchacho de unos once odoce años, que contemplaba el cadáver,acuclilladoenelsuciosuelodelestablo.SetratabadeFabrice,unodeloshijosdeHenri.

Elgranjerogruñó,yelchicoseapresuróasalirdeallí.—Entróporaquí—dijoHenri,señalandolaventanadestrozada.No hizo más comentarios, pero Max apreció que,fuera lo que fuese, poseía una fuerza

sobrehumana,porquenitreshombresrobustoshabríanpodidocausaraquellosdaños.EntoncesHenriseapartóparaqueMaxpudieseverelcuerpodelavaca,yélavanzó,algoinseguro,

paraecharunvistazo.Deseóenseguidanohaberlohecho.Muchosañosdespués,elcadáverdeaquellavacatodavíaseguiríapoblandosuspeorespesadillas.Aquellatarde,aúnalteradoporloquehabíavistoenlagranjadeHenriMorillon,acudióavisitar

alseñorChancel,elnotario,queeraaficionadoalacienciayalahistorianatural.Porelmomento,quería serdiscreto con respecto al caso, para que no cundiese el pánico entre los granjeros y los

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ganaderos de la zona; por ello no diomuchos detalles al notario, aunque erainevitable que éste semostraseintrigado.

—Demaneraqueusted, señorGrillet—dijo,mirándoloconel ceño fruncido—,desea saber siexistealgúntipodeanimalcapazdemataraunavacasindejarhuellas.

Maxnopudoreprimirunestremecimiento.Denuevoacudióasumenteelextrañoaspectodelaresmuerta,quenomostrabaseñalesdeviolencia,peroestabaanormalmentedelgadayconlapieltirante,yrecordabavagamenteaunanimaldisecado.

—Noexactamente:dejandodosmarcaspequeñas,rojasyredondas,comodecolmillos.Morillonlehabíamostradolasmarcasenelcuellodelavaca.AMaxlehabíacostadocreerqueuna

heridatanpequeñapudiesehaberresultadotanletal.—¿Colmillos?—repitió el notario, alzando una ceja—. Entonces no es tan difícil. Me está usted

hablandodealgúntipodevíbora.Maxhizounapausaantesderesponder,lentamente:—Podríaser.Pero,señorChancel,¿podríaunavíboradejarsinsangrealavacaencuestión?—¿Quieredecir,hacerquesedesangrase?—No.Hacerdesaparecersusangre.Como…siselahubiesebebido.MaxhabríadadoloquefueraporpoderolvidarelmomentoenqueMorillonlehabíarebanadoel

cuelloalcadáverparamostrarlequepordentroestabaseco,completamenteseco;ynohabíaunasolagotadesangreenelsuelo.

ElseñorChancelparpadeó,perplejo.—¿Comolosmosquitos,quieredecir?Maxapartólamirada.Peroaúnveíaantesí losojossinvidade lavacamuerta,ojosquetodavía

mostrabanunaexpresión tanhumanadeabsoluto terrorqueproducíaescalofríos.Ningúnmosquitohabríapodidohaceraquello.Niaunquetuvieseeltamañodeunhalcón.

—Supongoquesí.Elnotariomiróunmomentoalgendarme,yluegoseechóareír.—PorelamordeDios,señorGrillet,¿aquévienetodoesto?—Simple interés científico —replicó Max, encogiéndose de hombros; esperaba que el señor

Chancelnosediesecuentadequeestabamásalteradodelohabitual—.CuentanqueenunaocasiónsucedióalgoasícercadeNimes—mintió—.Supongoquesetratadeunasimplepatraña,perosentíacuriosidad.Leestaríamuyagradecidosiloaveriguasepormí.

Elnotariotardóunpocoencontestar.—Bien—dijofinalmente—,personalmentecreoqueesunapatraña,peroloinvestigarédetodos

modos.TengounprimoenChartresqueestudiaenlauniversidad,yseestáespecializandoenCienciaNatural.Leescribiré.

—Seloagradezco,señorChancel.

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Aquellaconversaciónhabíasidoprivada,pero,naturalmente,laseñoraChancelseenteró,yaquehabía estado espiando desde el otro lado de la puertacerrada, habilidad ésta en la que ella erasingularmentediestra.Lefaltótiempopararelatarlotodoenlareuniónqueaquellatardetuvolugarencasa de la señoritaDubois, donde el grupo de amigas había acudido,como era su costumbre, paratomarelté.

—¿Yqué tiene eso de particular,Elaine?—preguntó la señoritaDubois, frunciendo el ceño—.¿Porquéhabríandeinteresarnosanosotraslasvacas?

—Olosmosquitos—colaborólaseñoraLavoine.—Porqueleinteresanalgendarme,Sophie—replicólaseñoraChancel,conlosojosbrillantestras

suslentes—.Havenidoexpresamenteamicasaparapreguntar amimaridoporunanimal capazdebeberselasangredeunavaca.¿Sabesloqueesosignifica?

—¿Quealgoasíhasucedidoporaquícerca?—Peroesonopuedeser—intervinolaseñoraBuquet—.Unanoticiaasínotardaríaensaberseen

elpueblo.Además, daba por hecho que si algomedianamente grave sucedía, el alcalde debía enterarse en

primerlugar,yellotambiénincluía,naturalmente,alamujerdelalcalde.—Tal vez nosotras seamos las primeras en saberlo, querida—respondió la señora Chancel—.

Esperaunpardedíasyverás.Algoasínopuedemantenerseensecretomuchotiempo.—Pero…siese…animal…existedeverdad—dijolaseñoraLavoine,temblorosa—,¿noestamos

nosotrastambiénenpeligro?—Nolocreo,querida;anoser,claroestá,quecreasquetienesalgúnparentescoconlasvacas

—replicólaseñoritaDubois,ácidamente.La señora Lavoine enrojeció y bajó la vista; pero la señoraBeaufort se sentía especialmente

generosaaquellatarde,yacudióensuayuda.—¿Yporquécreerqueese…servaaconformarsesiempreconvacas?Hubounbrevesilencio.EntonceslaseñoritaDuboispreguntó:—¿Quéhasqueridodecircon…«eseser»?—¿Ysinoesunanimal?¿Ysies…undemonio,oalgoparecido?Lasseñoraslanzaronexclamacionesdeconsternación,yalgunassesantiguaron.—¡PorDios,Régine,quécosasdices!—protestólaseñoraBuquet—.¡Sinisiquierasabemoscon

seguridadqueexistaese…bebedordesangre,oloquesea!Algunasasintieron,aliviadas.PerolaseñoraChancelmoviólacabeza,pensativa.—Esperadunpardedías—pronosticó—,yentoncessaldremosdedudas.Alfinal,todosesabe.Eltiempoevidencióquelaesposadelnotarioteníarazón.TantoMaxGrilletcomoHenriMorillon

eranpersonasdiscretas, peroFabrice, el hijomenordelgranjero,nopudoresistir la tentacióndedescribir asus amigos la horriblemuerte de su vaca con todolujo de detalles.Además, el joven

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Fabrice era elmenor del grupo de muchachos liderado por JeromeBonnard, y estaba deseandollamarsuatenciónydejardeserelquemenoscontabaenlapandilla.Adornósurelatoconelementosescabrosos y se inventó horribles aullidos en la noche y huellas monstruosas sobre el barro (enrealidad,élsabíatanbiencomosupadreycomoelgendarmequenosehabíanhalladohuellasenlosalrededoresdelcobertizo,peroalaterceravezquecontólahistoriayaestabaconvencidodequesílashabía,yademásnopertenecíananadaconocidoporelhombre).

JeromeBonnard se burló del chico sin piedad, convencido de quementía. Pero su historia fuerepetidapor unos y por otros, como un chiste o un chascarrilloy, por supuesto, llegó a oídos delgrupodeseñoras,queestabaaguardandounaconfirmacióndeloescuchadoencasadelseñornotario.NolescostómuchoaveriguarquelafuentedelrumoreraelhijomenordeHenriMorillon.

YmuyprontotodoBeaufortsupo,agrandesrasgos,losucedidoenlagranjadelpadredeFabrice.Maxsepercatódeellocuando,enunasolamañana,recibiócuatrovisitasdegranjerosqueacudían,

recelosos,ainteresarseporlaseguridaddeloscampos.Todoselloseranhombressensatos,quetemíanhacerseecodeunrumorquepodíaserfalso.

Sóloelcuartohablóclaramente:—SéloqueocurrióenlagranjadeHenri.Sélodelavacamuerta.LollamabanRouquin,yeracorpulento,enérgico,impulsivo,obstinadoybravucón.Suespesabarba

pelirrojadestacabaensucara,ypocosseatrevíanallevarlelacontraria.Maxlomiróconciertacautela.—¿Lavaca…?—Lavacaalaquechuparonlasangre.—¿Cómo…cómotehasenterado?—Todoelmundolosabe.—Oh.—¿Porquéqueríamantenerloensecreto?—Paraquenocundieseelpánico,Rouquin.Todavíanosabemosquélepasóaesavaca.Quierodecir,

queesinusualy…—Escuche,señorgendarme—interrumpióelgranjero,apoyandosusmanazassobrelamesa—,hay

quedarcazaaeseanimal.Organicemosunabatida.—Peronoha habidomás incidentes.Ninguna resmás ha resultadoherida.Podría ser unhecho

aislado.—¿Quieredecirquecreequenovolveráapasar?—Rouquinmoviólacabezaydejóescaparuna

carcajadadespectiva—.Oiga,hehabladoconHenri,¿sabe?Ningúnanimalhaceloquelehizoasuvacaporcasualidad.Volveráapasar,seloaseguro.Ylopróximopodríanoserunavaca.Podríaserunniño.Podríaserunhombre.Podríaserusted.

Rouquin abandonó la gendarmería, yMax se quedó solo de nuevo. Sabía que el granjero tenía

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razón,perotemíaquecundieselaalarmaenelpueblo.Porotrolado,sipeinasenelmonteenbuscadelbebedordesangre,comosugeríaHenri,¿cómosabríanquéeraloquedebíanbuscar?

Max frunció el ceño y se preguntó hasta qué punto el incidente de la granja Morillon iba aperturbarlatranquilavidadeBeaufort.

Noibaatardarenaveriguarlo.

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Capítulocinco

Los rumores se convirtieron en un clamor. Tardeo temprano todos los granjeros de la zonaacudieronalapropiedadMorillonparahablarconHenrieinterrogarleacercadesuvaca.Aunqueélyasehabíadeshechodelcuerpodelanimal,ysiemprequerelataba lo sucedido lohacíademaneraescuetaysinentrarendetalles,suscompañerossealarmaronigualmente.Apartirdeentonces,ningunocaminabasoloporloscamposalcaerlatarde.Seacostumbraronairporparejasybienarmados;yporlasnoches,reforzabantodoslosaccesosalasgranjasydejabanlosperrossueltosenelexterior.

Susprecauciones resultaroncontagiosas.EnBeaufort,lasmadresprohibieronasushijossalirdecasaapartirdeciertahora,yellasmismasevitabanloslugaressolitariosyoscuros.

El granjeroRouquin seguía exigiendo incansablemente que se organizase una batida, y prontocontóconelapoyodeunbuennúmerodecampesinosyhombresdelpueblo.

Max sabía que la batida se llevaría a cabo tarde o temprano.Yaunque tenía susdudas sobre sueficacia,sabíatambiénquedebíaorganizaríaélmismo,desdelagendarmería;porque,delocontrario,Rouquinseencargaríadeella,conosinél.YMaxtemíaloquepodíahacerungrupodecampesinosarmados,descontroladosylideradosporRouquin.

—Nodigoqueseaunamala idea—leconfióaHenriMorillonunatardequeéstepasópor lagendarmería—,peroantesdesalirdecazaquerríasaberquéestamosbuscandoexactamente.

Enrealidad,élestabaaguardandonoticiasdelprimodelseñorChancel,queestudiabaenChartres.Aaquellasalturas,elnotarioyahabíacomprendidomuybienelinterésdelgendarmeporlosanimalesbebedoresdesangre,yesperabalarespuestadesuprimocontantaimpacienciacomoél.

—Nohahabidomásresesmuertas—opinóelgranjeroprudentemente—.Siseorganizaunabatida,nosabríamospordóndeempezarabuscar.Peroyomeuniríaaelladetodasmaneras.

Maxcabeceóenérgicamente;comprendíasupostura.Hubounbrevesilencio,yentoncesMaxdijo:—Perobueno,Henri,ustedhabíavenidoavermeporalgúnmotivoenconcreto,¿noesasí?Elgranjeroasintió.Bajólavista.Susmanosjugueteabanconsugorraconnerviosismo.—Vamos,hable,hombre—loanimóMax—.¿Hahabidoalgúnproblema?HenriMorillonalzólamiradaysesacódelbolsillounpapelcuidadosamentedoblado.—Ayerrecibíesto.Jean-Michel,delaoficinadeCorreos,medijoqueveníadeParís.Maxfruncióelentrecejo,desdoblólanotayestudióatentamentesucontenido.Setratabadeuna

únicafrase,garrapateadaconletraeleganteperoapresurada.Decíasolamente:«Porlaresperdida»,ynollevabafirma.

Maxmiróalgranjero,interrogante.—Séloquepone—dijoMorillon—,porqueJean-Michelmelohaleído.Veníaconungiropostal.

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Dinero,¿sabe?Noloheentendidomuybien,perocreoqueesparacompensarmeporlamuertedemivaca.

Maxparpadeó,perplejo.—¿Pero…peroquién…?—Jean-Michelnolosabía,señor.Maxtratódeponerenordensusideas.—Peroesoesabsurdo,Henri.¿Quiénseconsideraríaresponsabledelamuertedeunavacaatacada

porunanimalsalvaje?Elgranjeroseencogiódehombros.—Cuandounperroatacaaunanimaldeotragranja,supropietariodebepagar—dijo—.Perousted

sabequeningúnperromatóamivaca.—Ydígame…¿Eldinerodelgirocubrelapérdidadelavaca?Henritragósaliva.—Ampliamente,señor.Podríacomprartresvacascomolaquemurió.Maxestabacadavezmásintrigadoanteaquelmisterio.—Yo creo que debe de tratarse de un error, señor gendarme. Por eso no sabía si aceptar el

dinero…Max no contestó enseguida. Se quedó callado un momento, meditando la respuesta que debía

darle.—Mire,Henri—dijofinalmente—,elgiroibaasunombre.Lapersonaquelehaenviadoeldinero

sabía lo de su vaca. Son demasiadas coincidencias como para tratarse de un error. Considéreseafortunadodetenerunanónimobenefactorenalgunaparte,ynopequeporexcesodehonradez.

Elrostrocurtidodelgranjeroseiluminóconunaampliasonrisa.—Gracias,señorgendarme.Muchasgracias.—Sólolepido,Henri,quenocomenteestoconnadie.Esloúnicoquenosfaltaba,¿sabe?Cuando Max se quedó solo, sus pensamientos siguieron girando en torno a los misteriosos

sucesosacontecidos en la granja de Henri Morillon. Aquel anónimo benefactor parisino, que tangenerosamentehabíarecompensadoaHenri…,¿quésabíaexactamente?

Interrumpiósuspensamientoslavisitadeunadelegacióndegranjerosycampesinos, lideradosporRouquin.

—Oiga, señor gendarme—dijo éste sin rodeos—.Nosotros estamos dispuestos a buscar a esabestia,yloharemos,conosinusted.Estatardesaldremosdecaza.Usteddecide.

Maxcontemplóunmomentolosrostrosseriosygravesdeaquelloshombres.Entoncesselevantódeunsalto.

—Voyconustedes—decidió.Alcaerlatarde,unnumerosogrupodehombressereunióenlapropiedadMorillon.Lamayoríaera

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gentedelcampo,perotambiénhabíaallíhombresdelpueblo,yvariosjóvenesquenoqueríanperderselaacción.EntreellossehallabaJerome,elhijodelaseñoraBonnard.

Maxpasórevistaalgrupoconlamirada.Muypocosllevabanarmasdefuego;tansólolosmásacomodadosyalgunosaficionadosalacaza,comoRouquin.Elrestodelosgranjerosibanarmadosconrastrillos,guadañas,picas,hachasycuchillosdetodaclase.

Perotodos,sinexcepción,lomirabanaél,aguardandosusinstrucciones.—Bien,iremosporparejas.Cadaparejacubriráunasección—dijoMax.Lesmostróelplanoquehabíatraído,yaparceladoenlascorrespondientesáreasdeexploración,y

procedieronarepartírselas.EstabanenellocuandoMaxsefijóenJerome.Elchicoeraelmásjovendelgrupo.—¿Sabentuspadresqueestásaquí?Jeromeseencogiódehombros,peronodijonada.Maxestabaconvencidodequesumadreno

estabaenteradade laparticipacióndesuhijoen labatida.Encuantoasupadre,eraconstructor,ysehallabatrabajandoenunaciudadcercana.PoresemotivonoseencontrabaallíconJerome.

Maxsuspiró.—Tú,Jerome,vendrásconmigo—decidió.Másvalíatenerunojopuestoenél,porsiacaso.Elgruposedispersó,ycadaparejasedirigióasuzonamientraselsoldeclinabalentamente.Habían

elegidoaquellahoraporquelabestiahabíaatacadopor lanoche,ysospechabanquese tratabadeunanimaldecostumbresnocturnas.Elmejormomentoparacazarloseríaelcrepúsculo.Sinembargo,aúnfaltabanvariashorasparaquelanochesecerrasesobreloscampos.

Pronto, Max se arrepintió de haber elegido a Jeromepor compañero. El muchacho estaba tannerviosoyentusiasmadoquenohacíaotracosaquehablarporloscodos.

—¿Cómoseráesechupasangre,señorGrillet?—decía—.Seguroquedebedesermuygrande,porqueparadejarsecaaunavaca…Ustedviolavaca,¿noescierto?Ytambiénlashuellasquedejóenelbarro,¿verdad?

—Nohabíahuellas.—¡Oh,seguroquesílashabía!FabriceMorillonnoslohacontadotodo.Dicequeeraunmonstruo

peludodegrandescolmillos.—PerosiFabricenolovio…—¡Sí,desdelaventanadesuhabitación!Dijoqueelmonstruoteníacuernos,yeratangrandecomo

treshombres,y…—Jerome,bastaya,¿quieres?Maxhabíasospechadoqueel jovenMorillonhabíasidoelresponsabledequelosucedidoensu

granjafuesededominiopúblicoenBeaufort.Allíteníalaconfirmación.ConsiguióqueJeromesemantuviesecalladoduranteunrato,mientrastrepabanporlafaldadeuna

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colina,examinandoelsueloenbuscadealgúntipoderastro.Nohubosuerte.Seencontraronconunaparejadegranjeros,peroellostampocotraíannoticias.OscurecíayacuandoJeromedijo:—Mire,señorGrillet…,¿noesaquéllalacasadelaseñoritaIsabelle?Maxsedetuvoysevolvióparacontemplarlasombrade lamansiónGrisard.A la tenue luzdel

crepúsculo,lacasasemostrabatétricayamenazadora.MaxsediocuentaentoncesdequelamoradadeIsabelleestabaincluidaenlazonaqueélhabíaescogidoparapeinar.Sepreguntóhastaquépuntosuelecciónhabíasidocasual.

—¿Vamosaver?—preguntóJerome.—Nocreoquequieraquelamolestemos—respondióMax.—¡Perodebemosinvestigar!Talvezellahayavistoalgo…LociertofuequeMaxnosehizomuchoderogar.Apenasunosminutosmástarde,élyJeromese

hallabanantelapuertadelamansiónGrisard.Isabellesealzabaanteellos,pálidayespectral.—Señor gendarme, Jerome—dijo ella suavemente—. Qué agradable sorpresa. ¿A qué debo el

honordesuvisita?Jeromelamirabacondesconfianza.Habíaoídohablarmuchodeella,peroapenaslarecordaba.Él

eraunniñoenlaépocadelapartidadeIsabelle,ynolahabíavistodesdeentonces.Y,sinembargo,ellasíseacordabadeél.

—Venimosacazaraunmonstruochupasangre—dijoelchico.Isabelle palideció todavía más y pareció que le fallaban las piernas. Max se adelantó para

sostenerla,peroellalogrómantenersefirmeylelanzóunamiradadeadvertencia.Maxnoseatrevióatocarla.

Entonces,lajovenserió.—Esunabroma,¿verdad?Seburlanustedesdemí.—¿NosabeustedlodelavacadeMorillon?—Jerome,calla—loatajóMax—.Lepidodisculpas,señoritaIsabelle.Verá,nohacemuchoalgún

animal desconocido acabó con una res en la propiedad deMorillon. Como medida de precaución,hemosorganizadounabatida;estamosrastreandoelsuelo,registrandocadarecovecoypreguntandoencadacasa.Díganos,¿ustednohavistonioídonadafueradelocorriente?

Ellaledirigióunamiradainquisitiva.—¿Pretende usted asustarme, Max? ¡Ya es la segunda vez que viene a mi casa con historias

increíbles!¿Noseráqueustedessondemasiadopropensosafantasear?Jeromeestabaprestandomuchaatención.Casihabíaolvidadolahistoriadelaullidoescalofriante

quehabían escuchado la señorita Dubois y la señoraLavoine (historia que, para entonces,medioBeaufortconocía,incluyendolasencillaexplicaciónquehabíadadoIsabelle),ynolecuponingunadudadequeIsabellesereferíaaella.

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—Mire,yosóloséquelavacaestámuerta,ylosgranjerosestánasustados—repusoMax,concalma—. Si usted los tiene por unos palurdos ignorantesy supersticiosos, adelante, dígaselo a ellos.Estaránencantadosdeescucharla.

Sobrevinountensosilencio.Finalmente,Isabellesonriódébilmente.—Lo siento. Estoy nerviosa. No me acostumbro del todo a este lugar. Me trae demasiados

recuerdos.—Locomprendo.Nosepreocupe.—Nohevistonioídonadaextraño—añadióella,tratandodeayudar—.Perosiencuentranalgo,por

favor,háganmelosaber.Nodormiríatranquilasabiendoquehayunanimalpeligrososueltoporlosalrededores.

—ConMijaílparaprotegerla,nodebeustedtemernada.Esunverdaderogigante.Isabellesonrió,ycambióelpesodeunapiernaaotra.—Tieneustedrazón.Notengonadaquetemer—dijo.Echóunamiradaporencimadesuhombroylosvisitantesvierontrasella,alfondodelaestancia,

laenormefiguradeMijaíl.—Detodasformas—concluyó—,mealegrarásaberquehandadocazaaese…animalsalvaje.—No dude que lo haremos, señorita Isabelle. A propósito, ¿sigue usted con aquel problema de

insomnio?—preguntóMax,aldarsecuentadequeel rostrodela jovenaúnseguíamostrandounasprofundasojeras.

Ellaledirigióunalargamirada,yMaxcreyópercibirensusojosundestellodeadvertencia.—Lamentablemente,sí.Metemoquesoyunahijadelanoche,señorgendarme.Seestáponiendo

elsol;lajornadaparamínohahechomásqueempezar.LosojosdeIsabelleseperdieronenlalejanía;laúltimauñadesolseocultabaenelhorizonte,y

lajovencontemplósudébilresplandorconprofundamelancolía.Incómodo,Maxcarraspeó:—Enfin,señoritaIsabelle,nolamolestaremosmás.Ellavolvióalarealidadylesdedicóunasuavesonrisa.—Oh,nomemolestan.Peromásvalequesedenprisa,oselesharánochecerrada,yhaytodavía

unbuentrechohastaBeaufort.MaxyJeromesedespidierondeella.Isabellecerróentonceslapuerta,yMaxcreyóentreverfugazmenteunamarcarojaensumuñeca,

entre los encajes de la manga de su vestido. Quiso preguntarle por ella, pero la puerta de lamansiónGrisardvolvíaaestarcerradaparaél.

—Vámonos,chico—dijoaJerome.Losdossealejarondelacasaensilencio.InclusoJeromeestabacallado.Maxañadióalcabodeunrato:—Serámejorquenosdemosprisa.Tumadreestarápreocupadaporti.

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Elmuchacho no hizo ningún comentario.Antes dedoblar el recodo donde días atrás la señoraLavoinehabíanotado lapérdidadesuchal, Jeromesegiróparamirar lamansiónGrisardunavezmás.

Leparecióverluzenunodelosventanucosdelsótano,laluzdébilytemblorosadeunaúnicavela.

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Capítuloseis

La batida había sido un fracaso. Los hombres nohabíanencontradonadamásqueunoscuantoszorros y un viejo lobo despistado.Ni siquieraRouquin,quehabíadisparadocon rabia contra ellos,podíacreerseriamentequealgunodeaquellosanimalespudieraserelcausantedelamuertedelavacadeMorillon.

Los hombres no hablaronmuchodel asunto en losdías siguientes,pero lascomadres sí, a todashoras. Laseñora Bonnard seguía contando a quien quería escucharla que los granjeros nuncaencontraríanalabestia,puestoqueeraundemonio,ylosseresdeaquellacalañaposeíanlafacultaddetomarlaformadeotroanimal,oinclusoladehacerseinvisiblesalosojoshumanos.

—¿Ysabescuándoempezótodo?—ledecíaalaseñoraLavoine,quelaescuchabapacientemente—.¡Cuandoesamujervinoainstalarseentrenosotros!¡Ellatrajoconsigoaldiablo!

Curiosamente,suhijopensabademanerasimilar,aunqueporrazonesbiendistintas.Por suparte, tambiénMaxseacordabaamenudode Isabelle. Perono se produjeronnuevos

incidentes,yelpuebloparecióvolverasusoporhabitual.Sin embargo, varios días despuésdeque los hombres volvieran de su búsqueda con lasmanos

vacías,otranovedadvinoasernoticia.Unamañana, un hombre se acercó a la hostería deBeaufort para pedir una habitación. Su traje

elegante,susimpecablesmodalesysunegromaletínnopasarondesapercibidos.Porotrolado,pocosforasteros visitaban la localidad. Por tal motivo, cuando algunolo hacía, su presencia erainmediatamenteconocidaportodoelmundo.

—Esunmédico—leconfiólaseñoraBonnardalaseñoritaDubois—.CreoquevienedeParís.—¿Deveras?¿Yquéhavenidoahaceraquí?LaseñoraBonnardseencogiódehombros.—Esmuydiscreto—dijo,decepcionada—.Brigittenohapodidosonsacarlenada.Brigitte era la hostelera. Era demasiado joven como para integrarse en el grupo de la señora

Bonnardycompañía,peroestabahaciendoméritos,puestoqueleapasionabanloschismestantocomoaellas,ynodudabaenhacerlespartícipesdetodocuantoaveriguaba.

—Talvezelgendarmesepaalgo—dijolaseñoritaDubois,alveraMaxcaminandocalleabajo,endirecciónalagendarmería—.¡Oye,Max!Venasaludaraunapobrevieja.

Eljovensedetuvoalverlayseacercóaella.—Buenosdías,señoritaDubois.Hermosamañana,¿verdad?—Sí,sí—laseñoritaDuboishizoungestodeimpacienciayseapoyóenelbrazodeMax—.Túno

sabrásnadadeldoctorquehavenidoaBeaufort,¿verdad?—¿Doctor? ¿Hay un nuevo médico? Tenía entendido que el doctor Leblanc no tenía pensado

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retirarsehasta…—No,no—cortólaseñoritaDubois—.Parecequevienedevisita.Ynoesprecisamenteunmédico

depueblo,noseñor.PreguntaaBrigitte.—¿ABrigitte?—Yluegonoslocuentas,¿eh?Noloolvides.Quepasesunbuendía,Max.El gendarme se quedómirando, perplejo, cómo laseñoritaDubois proseguía su camino calle

arriba,acompañadadelaseñoraBonnard.Finalmente,seencogiódehombrosysepusoenmarchadenuevo.

Setopóconelmédicoenlaplazamayor.Supusoqueeraél,nosóloporelmaletínyporeltrajeoscuro,sinotambiénporsuporte,revestidodegravedadydignidad.

Contodo,elhombreparecíaalgoperdido.Maxsedirigióhaciaél.—Disculpe,¿necesitaayuda?No pudo evitar fijarse en susmanos, pequeñas y huidizas, que contrastaban con el resto de su

aspectogeneral.Elmédicoparecióaliviadoalversuuniforme.—¡Ah,señorgendarme!Leestaríamuyagradecido.

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Veráusted,acabodellegardeParísy…,peropermítamequemepresente:soyeldoctorAmédée

Delvaux.—MaximilienGrillet—sepresentóMax,estrechandosumano—.¿Yquéletraeporaquí,doctor

Delvaux?¿HavenidoparasustituiraldoctorLeblanc?—¡Oh,no,nadamáslejosdemisintenciones!Hevenidoparavisitaraunpaciente…Perometemo

queignorabaquesupropiedadestuviesetanalejadadelalocalidad.Ahoramismobuscabaaalguienquetuvieselaamabilidaddeindicarmeelcamino.

—Yomismoestaréencantadodehacerlo.Ydígame,¿adondesedirigeexactamente?—AlacasadeunajovenseñoritallamadaIsabelle.—¡Ah!—Maxsesobresaltó.—¿Ocurrealgo,señorgendarme?—Nada, doctor.Simplementeque la señoritaIsabellellevaunavidamuyretirada.Noselavea

menudoporelpueblo.EldoctorDelvauxasintió,peronohizoningúncomentario.Maxlomiródereojo.—Estáenferma,¿noescierto?—Notengoporcostumbredivulgarinformaciónsobreelestadodesaluddemispacientessinsu

expresoconsentimiento,caballero—replicóelmédico,muydigno.—Disculpe usted. Para serle sincero, me tranquiliza saber que la está tratando un médico

competente.Notienebuenaspecto.—Ydígame,¿quedamuylejoslaresidenciadelaseñoritaIsabelle?—preguntóeldoctorDelvaux,

cambiandodetema.—Sepuedeirapie,peroesunlargotrayecto.Sinembargo,enunahermosamañanacomoésta,

puederesultarunagradablepaseo.Eldoctornoocultósucontrariedad.—Llevoalgodeprisa,¿sabeusted?Micocheronoregresaráhastalanoche,ynopuedoesperartanto

tiempo.Hellegadocondosdíasderetraso.—Entalcaso,verésialguienpuedeacompañarlohastaallí.Unratodespués,Maxhabíalocalizadoaungranjeroquevolvíaasupropiedadencarro.Nopasaría

porlamansiónGrisard,perolodejaríacerca.—Leestoymuyagradecido—ledijoelmédicoaMaxdesdeelpescante—.Encantadodehaberlo

conocido.—Lomismodigo,doctor.Maxsequedóunmomentomásen laplaza,observandocómoelcarrosealejaba.Despuésdio

mediavueltayregresólentamentealagendarmería.Aquellamañananotuvomuchotrabajo,demaneraquesededicóaredactaruninformesobrela

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batidaenbuscadelanimalquebebíasangre.Dadoquenohabíanencontradonada,seleantojabauntrabajoinnecesario,peroquisohacerlodetodosmodos.

Por la tarde acabó el informe y atendió diversosasuntos sin importancia. Cuando terminó sujornada, se acordó del doctor Delvaux. Supuso que ya habríaregresado de su visita a la mansiónGrisard,ydecidiópasarseporlahosteríaparaversiestabadeuntalantemásconversadorqueporlamañana.

—Elseñordoctornohavueltotodavía—leinformóBrigitte.Maxparpadeó,algoperplejo.—¿Todavíano?—Siquiere,puedodejarleunanota…Max reflexionó sobre ello. En realidad, no teníamotivos oficiales para entrevistarse con el

doctorDelvaux,ynoloconocíatantocomoparatomarselalibertaddecitarlodemanerainformal.—No,Brigitte,déjelocorrer.Volvióunpardehorasmástarde,cuandoyacasieradenoche,peroelmédicoseguíasinaparecer.

AlverqueBrigittelomirabaconcuriosidad,decidiónovolverporlapensiónaqueldía.Sabíaquelaposaderaeraamigade laseñoraBonnard,ynoqueríadarpieanuevosrumores,niquelagentedelpuebloacabasecreyendoquelapolicíabuscabaaldoctorDelvauxporunmotivocriminal.

Pospusoportantosuvisitaaldíasiguiente.Aprimerahoradelamañana,antesdeabrirlagendarmería,sepresentóenlahostería.Antesdeque

pudiesepronunciarpalabra,Brigitteexclamó:—¡Llegatarde,señorgendarme!Eldoctorsemarchóanoche,demadrugada.—¿Qué?—Ayernovinoacenar,ydebodecirquetampocoadormir.Regresómuytarde,alteradísimo,y

medespertóparapagarmelahabitación.Entoncesrecogiósuscosasysefue.—¿Cómoquesefue?¿Demadrugada?—Sí; y en un coche de caballos, como un señor, e incluso con cochero. ¿No le parece muy

misterioso?—leconfiólaposaderaenvozbaja.—Seráunmédicodeprestigio—seleocurriócomentaraMax.—¿Novaaarrestarlo?—No,¿porqué?—¡Sihubiesevistoustedquécaratraía!Comoquienhavistounfantasma.Ocomoquienhacometido

uncrimen—añadióconojosbrillantes.«Melotemía»,pensóMax.—EldoctorDelvauxnohacometidoningúncrimen—replicóconfirmeza—,oyolosabría,¿nole

parece?Brigitteparecíadecepcionada.

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—Perosecomportabadeformatanextraña…-—Niunapalabramás,Brigitte.Lamujercalló,contrariada.EramayorqueMax,peroeluniformequeéstelucíaleconferíauna

autoridadquenadieenBeaufortponíaenduda.Excepto,quizá,laseñoritaDubois;ydealgunamanera,Isabelle.

SedespidiódeBrigittey regresóa lagendarmería,pensando todavíaen laprecipitadapartidadeldoctorDelvaux.LaposaderadesconocíaundatoimportantequeMaxsehabíaguardadoparasí:queelmédico parisino había ido a Beaufort para visitar a Isabelle. Sieste detalle llegaba a ser deconocimiento público, la joven volvería a ser, una vezmás, el centro de todoslos rumores. Por elmomento,queMaxsupiera,sóloélyelcampesinoquehabíaacercadoalmédicoensucarroconocíanquesudestinoeralamansiónGrisard.

PeroMaxdebíadarlelarazónaBrigitteenunaspecto:elcomportamientodeldoctorDelvauxhabíasidoextraño,muyextraño.YsilamisteriosaIsabelleestabadetrásdeello…,bueno,esoloconvertíaendoblementeextraño.

—¿Meditandosobrelasmusarañas,Max?—losobresaltóunavozconocidadesdelapuerta.Maxseenderezóensuasiento.—Buenosdías,señoritaDubois.Estabadistraído.—Sí,saltabaalavista.Laancianasesentódesenvueltamentefrenteaél:—Bueno,iréalgrano:túyasabesaquéhevenido,¿no?—¿Perdón?—dijoMax,algodesorientado.LaseñoritaDuboispusolosojosenblanco.—¡Elmédico,Max, elmédico!Te dije que queríaenterarmede todo loqueaveriguases.Aunque

Brigitteyamehacontadomuchascosas.Max logró por fin ponerse en situación. Carraspeóy dijo, intentando recuperar parte de la

dignidadquelaseñoritaDuboishabíaarrastradoporlossuelos:—Entoncesyasabetodoloquehadesaber,señoritaDubois.—Venga,Max,noseasasí.YaséqueesemédicoveníaaveraIsabelle.Laancianalogrósobresaltaralgendarmeporsegundavezencincominutos.—¿Cómo…cómosehaenteradousteddeeso?—Bueno;nolosabía,sólolosospechaba.Peroahorayalosé.Maxenterróelrostroentrelasmanosconunsuspirodecansancio.—Nopuedoconusted,señoritaDubois.¿Porquénomerelevaalcargodelagendarmería?—Porque no me atrae lo más mínimo, créeme. Perono te desvíes del tema. Sé que intentas

protegeraIsabelle…—¿Protegerla…?

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—…Ymeparecemuybien.Hayalgoextrañoenesacasa…,ytedigoestoatiporqueséquenolovasatomarporundesvaríodeviejaloca:puedequeIsabelleestéenpeligro.

—¿Enpeligro?—Dejaderepetirtodoloquedigo,Max,ypiensaunpoco.Estánsucediendocosasmuyextrañas

desde que Isabelle volvió aBeaufort. Ella no se da cuenta, pero hay algo en esa casa que la estámatandolentamente.

Maxaprovechólapausaparaponerenordensusideas.Eraunhombresensatoyracional,perorespetabamuchoalaseñoritaDubois,quesiempresabíavermásalládeloevidente.

—¿Ustedcree?—murmuróreflexivamente—.Peroyateníaeseaspectoenfermocuandovinoaquí.—Yonodigoqueese«algo»estuvieseenlacasaantesdequeellallegara,Max.Peroalgunacosa

haasustadoaesemédicohastaelpuntodehacerlosalirhuyendoenplenanoche.—Puedeque Isabelle lo echara con cajas destempladas—bromeóMax—.Esa jovendebede ser

terriblecuandoseenfada.—Sí,tienecarácter—asintiólaseñoritaDubois.Maxsepercatódequenoeraunacrítica.Lesorprendiódarsecuentadequelaancianahablabade

Isabelleconciertaadmiración,ysepreguntósinohabríasidoparecidaaellacuandoerajoven.—MesorprendegratamentecomprobarquehayalguienenBeaufortquenodetestaaIsabelle.—¿Detestarla,yo?Notengomotivos,yaves.Además,¿quéhahechodemaloesachiquilla?Tener

la lenguamuy largay enamorarsede lapersonaequivocada, esoes todo.Enmi religión, esonoespecado.

Unavezmás,aMaxleextrañóqueunamujercomolaseñoritaDuboisfrecuentaraapersonascomolaseñoraBonnardycompañía.

—Mira,Max,estoypreocupadaporIsabelle,ydespuésdelaestampidadeesemédico,conmayormotivoaún.ComociudadanadeBeaufortycomoamigatepidoqueaverigüesquéleestápasandoaesamuchacha.

—Yahetratadodepreguntarley…LaseñoritaDuboisnolodejóacabar.Chasqueólalenguacondisgustoyexclamó:—¡Oh,loshombres,quépocosutiles!¡Siempreestampándosecontraelmuroenlugarderodearlo!

¡Séunpocomásingenioso,porelamordeDios!Conestaspalabras,laseñoritaDuboisselevantóysevolvióacalarelsombrero.—Hastamañana,Max.Quepasesunbuendía.Yrecuerda:¡sutileza!LaancianasaliódeldespachodeMax,yéstesequedósolodenuevo,meditandosuspalabras.Aquellanochenopegóojo.NocompartíalaopinióndelaseñoritaDuboisdeque«algo»estaba

matandoaIsabelle,perosílepreocupabaelestadodesaluddelajovenyelhechodequeelmédicoquelatratabahubiesepartidotanprecipitadamente.Sinembargo,allínohabíahabidocrimenalguno,yélnoteníaporquéintervenir.MeterseenasuntosajenoseralaespecialidaddelaseñoritaDubois,no

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lasuya.Peroqueríasabermás.QueríasabersiIsabelleseencontrababien.Conlaslucesdelalbatomóporfinsudecisión.IríaaParísybuscaríaaDelvaux.

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Capítulosiete

El despacho de Jules Bronac era viejo, pequeño y oscuro. Los libros y los papeles seamontonabanen lasestanterías, lamesay losrincones,sinningúntipodeorden.Lahumedadhabíacomenzadoainvadirlasparedes,laventananocerrababienylassillasestabancojas.

Adecirverdad,Maxhabíaesperadoalgodiferente.Poresemotivoseguíaperplejo,mirandoasualrededor,sinestarmuysegurodehallarseenellugarcorrecto.Y,sinembargo,elhombrequesesentabafrenteaél,traselescritorio,eraexactamentelapersonaalaquehabíavenidoabuscar.

JulesBronacerapequeñoyrechoncho,perodemanossorprendentementerápidas,loquesugeríaunagranagilidadmental.ObservabaaMaxconcautela,comoevaluándolo.Finalmente,parecióestardeacuerdo,porqueasintióyserecostócontrasusilla.

—AmigoGrillet—dijo—.Hacíatiempoquenosabíadeusted.¿Cómolevapor…?—Beaufort—loayudóMax—.Bien,gracias.Bronacasintiódenuevo,conungruñido,yechóunvistazoporlaventana.Unbosquedetejadosy

callesestrechasylaberínticaseratodocuantosedivisabadesdeallí.—Confranqueza,creoqueyomemoriríadeaburrimientosivivieseenunlugarasí.—Encambio,amílaciudadmeabruma—replicóMax—.Soyunhombretranquilo,¿sabeusted?—Y eso me lleva de nuevo a preguntarme qué havenido usted a hacer en la capital, y

concretamente, qué le ha traído hastami despacho.Oí decir que su jefe, el señorGallois, se habíaretirado,dejándoleaustedencargadodelagendarmería.

—Oyóustedbien.ElseñorGalloisviveahoraenunapaciblepueblecitodelaCostaAzul.—Aja.Nohevueltoaverlodesdeaquelcursilloenelquenosconocimosustedyyo.Maxsonriólevemente.Lorecordaba.Cuatroañosatrás,elseñorGalloishabíaasistidoenParísa

un seminario sobre conducta criminal, impartido por un prestigioso inspector inglés, y se habíallevado a su ayudante consigo. Entre los participantes se hallabaMes Bronac. Ambos habíancolaboradoconjuntamenteenuncaso,cuandoGalloistrabajabaenParís.

AMax no le gustaba el aire prepotente deBronac,pero había acudido a él por dosmotivos.Enprimerlugar,porqueelseñorGalloisloconsiderabaunbuenprofesional.Yensegundolugar,porqueeraelúnicodetectivequeMaxconocía.

Había pasado dos días en París, buscando al doctorAmédée Delvaux, pero no había logradolocalizarlo.Habíapreguntadoacuatromédicosdiferentes,yningunohabíaoídohablardeél.MaxnopodíapermitirseellujodedejartantotiempodesatendidalagendarmeríadeBeaufort,ymenosconlosextrañosacontecimientosquehabíansucedidoenlasúltimassemanas.

—¿Yquiereustedtratarasuntosoficialesopersonales?—tanteóBronac.Maxlopensó.LaseñoritaDuboislehabíapedidoqueinvestigaraaldoctorDelvauxysurelación

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conIsabelle,peronohabíanada,aniveloficial,quejustificaratalpetición,puestoqueningunodelosdos,quesesupiera,habíacometidodelitoalguno.

—Deboconfesarquesetratamásbiendeunasuntopersonal.Hayunapersonaenelpuebloquesecomporta demanera ciertamente extraña, y aunque no haymotivos oficiales para investigarla, debodecirquemeintrigasobremanera.

—Hum.Yaveo.Ydígame,¿esbellalajoven?Asupesar,Maxsintióqueenrojecía.—Yonohedichoquesetrataradeunajoven.—Pero,evidentemente,asíes,amigomío.¿Meequivoco?—No.Maxsesentíaalgoestúpido.EldetectiveaveriguabadatosdelamismamaneraquelaseñoritaDubois.

«Esodebería tranquilizarme», se dijo. «Si utiliza los mismos métodos que esa anciana chismosa,seguroquedescubremuchomásqueyo.»

—¿Quierequelainvestigue?¿Setratadeeso?—Enciertosentido,sí.MaxprocedióacontarleloqueélsabíadelahistoriadeIsabelle:suorigenhumilde,suinfanciay

adolescenciaenBeaufort,surelaciónconeljovenhijodelmarquésdeLatour(Bronacsilbóporlobajo)ysumarchadelpueblo,envueltaenelescándalo.Pasódespuésarelatarlesuretorno,semanasantes,sumisteriosanuevafortuna,suenfermizoaspectoysuextrañomododecomportarse.

ConcluyóconlavisitadeldoctorDelvaux,tanbruscamentefinalizada.—Interesante—comentóeldetective.Maxadvirtióquenisiquierahabíatomadonotas,perosospechabaquenolehacíafalta,yqueno

olvidaríanadadecuantolehabíacontado.—¿CreeustedqueextorsionaalmarquésdeLatour?—Lo ignoro, señor Bronac. Sólo sé que esa jovenno está bien de salud, y sospecho que algo

terriblelesucede.Yséqueellanomelovaacontar.—Austedno,peropuedequeamísí.—Deesoqueríahablarle:Beaufortesunpueblopequeñodondetodosesabe.Siustedapareciesepor

allí,daría mucho de qué hablar, y ello no beneficiaría en absoluto a Isabelle, ni tampoco a lainvestigación.

—¿Pretendeusteddecirmequedeboinvestigaraesajovensinhaberlavistosiquiera?—Si hay algo que investigar en Beaufort, yo meencargaré de ello—«y también la señorita

Dubois»,añadió para sí mismo—. Pero necesito a alguien en París que busque a ese tal doctorDelvauxylesonsaqueacercadelestadodesaluddeIsabelle.Ysiesonoesbastanteparausted,podríatratardeaveriguarquéhizoellalosañosqueestuvoenParís,ysillegóareencontrarseconPhilippedeLatour.Silesigueustedlapista,talvezseenterededóndeprocedesunuevafortuna…

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Eldetectiveseechóhaciaatrásyseacaricióelbigote,pensativo.—Hum—dijo—.Bien.Sí,noestámalparaempezar.—Entonces,¿aceptaustedelcaso?—Ciertamente,señorGrillet.Mepondréatrabajarenello.Esperopoderenviarlenoticiaslasemana

próxima.Enmicartaleadjuntarétambiénuncálculoaproximadodemishonorarios.Bronacselevantóágilmente,cogiendoaMaxporsorpresa.Éstesepusotambiénenpie,perotardó

unossegundos en darse cuenta de que ello significaba queel detective había decidido dar porconcluidalaentrevista.Sedejóconducirhastalapuertasinunsolocomentario.Cuandoyabajabaporlasescaleras,Bronacllamósuatención.

—Unaúltimaobservación,señorGrillet.Headvertidoquesehafijadoustedenmidespacho—sonrióconciertaindulgencia—.Nosedejeengañarporlasapariencias.Lociertoesquesonmalostiemposparalosdetectivesprivados.

—¿Enserio?Teníaentendidoqueestabandemoda.—Poresoprecisamente—suspiróBronac—.Somosdemasiadoseneloficio.Maxnosupoquédecir.Eldetectivesonriódenuevo.—Perodalacasualidaddequehaidoustedatoparconunodelosbuenos—leaseguró—.Siesa

jovencitaocultaalgo,nodudequeyolosacaréalaluz.Maxdejóeledificio,todavíaconfuso.Noestabasegurodehaberobradobien,yaquenoleparecía

éticorebuscarenelpasadodeunapersonasinsuconsentimiento,ysinningunarazónaparente.Pero,po rotro lado, estaba sinceramente preocupado por Isabelle. Sospechaba que la señorita Dubois teníarazónconrespectoaella.

Finalmente,MaxmontóenladiligenciaquepasabaporBeaufort,resignándosealaideadequetendríaquepermanecerinactivo,aguardandonoticiasdeJulesBronac.

LadiligenciallegóaBeaufortalanochecer.Alaentradadelpueblosecruzóconunmuchachoquecaminabaendireccióncontraria.Elchicosedetuvoparamirarelcarruajequepasóasulado,peroenaquelmomentoMaxestabamediodormidoynolovio.Sihubieseechadounvistazoporlaventanilla,habríareconocidoaJeromeBonnard,quesedirigíaa lamansiónGrisardconlasúltimas lucesdeldía.

Nohabíansidoloscomentariosdesumadre,sinosuvisitaconMaxdurantelabatida,loquehabíallamadolaatencióndelmuchachosobrelamansiónysumisteriosadueña.Nohabíacontadoanadiequepensabaacercarsealacasa.Sospechabaquehabíaalgoextrañoenella,peroqueríaestarseguroantes de hablar sobre el tema con sus amigos. No temía acercarse solo. Jerome Bonnard estabaacostumbradoahacerloquelevinieraenganaenBeaufortysusalrededores,ynoleentrabaenlacabezaquepudieraocultarseensusdominiosalgoquepudieseamenazarle.

YacasieranochecerradacuandollegóalasproximidadesdelamansiónGrisard.Sequedóocultotraseltroncodeunárbolsolitario,lobastantegruesocomoparaescondersucuerpoporcompleto,y

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seasomóconprecaución.Lamansiónsemostróanteél,silenciosaysombría,adormecidasobresulechoentrecolinas.Nose

escuchabaun solo ruido, y estaba todo a oscuras, a excepcióndeun leve resplandor que surgía delventanucoarasdesueloqueJeromeyahabíavistolavezanterior.Inspiróhondoysearriesgóasalirdesuescondite,protegidoporlaoscuridad.Deslizándosedesombraensombra,llegóhastalospiesdelamansiónGrisardysepegóalapared.

Noseatrevióaasomarsealaventana,demomento,peroaguzóeloído.Escuchóunavozapagadaquehablabaensusurros,yreconocióaIsabelle.Peronologróentender

unapalabradeloquedecía,porquehablabaenvozmuybaja.Oyódespuésunaespeciedegruñidodeasentimiento,ysupoqueeraMijaíl.

Searriesgóaasomarseunpoco.El ventanuco daba, como había imaginado, al sótano. Era un sótano pequeño, y estaba

prácticamentevacíodemuebles.Tansólohabíaunamesa,unasillayunbancojuntoalapared,yuncandilquealumbraba los rostrosdeIsabelleyMijaíl, sentadoselunofrentealotro.Isabelleparecíaestar más pálida que decostumbre. Se había hecho un ovillo, sentada en elbanco, con la espaldaapoyadaenlaparedylacabezagacha,temblabacomounahojayparecíaquerespirabacondificultad.JeromeviocómoMijaílleechabaunamantasobreloshombros,ycómolajovenenvolvíaenellatodosucuerpo,dejandoversólosurostromarfileño.

Ningunodelosdosdijonadaduranteunbuenrato.Jeromesesentíacadavezmásintrigado.Sepreguntabaquéharíanaquellosdosenelsótano.Forzó

lavistaparaver sidistinguíaalgomás, enbuscadealgunapista.Apreciósobre lamesauncuencovacíoyotroobjetoquebrillaba.Estiróunpocoelcuelloparavermejor,peroelenormecorpachóndeMijaflseinterponíaensucampodevisión.

Jeromesemovióconprudencia.Suspiesavanzaronatientasenlasemioscuridad.Elmuchachoseagachólevementeparavolveramirarporlaventanilla,perotropezóconalgoyelpequeñosonidoqueprodujoseoyócomountruenoenmediodelsilencio.

Isabelle no reaccionó, pero Mijaíl se volvió haciaél, como movido por un resorte. Jeromeretrocedió unpaso; justo entonces vio con claridad el objeto que había sobre lamesa, y lanzó unaexclamación.Mijaflselevantódesuasiento,presumiblementeparasaliraperseguirlo,yJeromediomediavueltayechóacorrerenlaoscuridad.

Corrióycorrió sindetenerse,hastaquenopudomás.Sedetuvoentonces, jadeante,ysedio lavuelta.La mansión Grisard parecía muy lejana, pero su sombra amenazadora todavía se veía conclaridad,recortadacontraelcielonocturno.

Jerometratóderecuperarelaliento.Nadieloperseguía.Dejóqueloslatidosdesucorazónvolvieranasuritmonormal,yreflexionósobreloquehabía

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visto,preguntándosesobresusignificado.Cerró losojosyvolvióavisualizarlaescenadelsótano.QueIsabelleestabaenfermaeraevidente.Yparecíaque,dealgunamanera,Mijaíllacuidaba.Pero,¿quéestabanhaciendoenaquelsótano?

EvocódenuevoelmomentoenqueMijaíllohabíamirado.Nohabíaodioniiraensusojos,sino…miedo.

Jeromelohabíacaptadoinmediatamente,yporello,loquelehabíahechosalircorriendonohabíasidolamiradadeMijaíl,sinolaimpresióndehabervistosobrelamesaunpuñalensangrentado.

Elcorazónseleaceleró.¿Habríanmatadoaalguienaquellosdos?¿Mantendríansucadáverocultoenelsótano?

JeromecontemplódenuevolamansiónGrisardysintióque,dealgunamanera,ellaledevolvíalamirada,desafiándoloadescifrarsusmásrecónditossecretos.

Jeromeaceptóelreto.—Loaveriguarétodosobreti—juró,yniélmismohabríapodidodecirsisereferíaalacasa,a

IsabelleoalserqueloshombresdeBeauforthabíansalidoacazardíasatrás,siesqueteníarelaciónconlamisteriosajovenysuinhóspitacasa—.Mecontarástodosycadaunodetussecretos.

Lamansiónenterapareciósonreír.

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Capítuloocho

En los días siguientes, Jerome anduvo silencioso y pensativo. Los que lo conocían biensospechabanquetramabaalgunadelassuyasy,enciertosentido,asíera.Reflexionómuchosobreloque había visto enel sótanode lamansiónGrisard, intentando encontrarleunsentidoy tratandodedecidircuálseríasupróximomovimiento.Todavía no había contado suaventuraasusamigos, talvezporquelegustabasentirseporencimadeellos,teniendoinformaciónquenadiemássabíaacercadeIsabelley lamansiónGrisard.Peronopasómuchotiempoantesdequetodoaquelloleresultaseinsuficiente. Mientras planeaba su próxima expedición a la casa de Isabeile, empezóa pensar quenecesitabatestigosdesuhazaña,unoodos,quepudiesendarfedeloquesucedíaenaquellugar.Delocontrario,cuandoquisieserevelarloquesabía,nadieibaacreerlo.

MientrasJeromeseplanteabaquéibaahaceracontinuación,lavidadeMaxhabíacaídodenuevoenlarutinade siempre.Laúnicanovedadhabía sido lavisita del notario que unamañana, cinco díasdespuésdelregresodeMaxdeParís,pasóporlagendarmería.

—SeñorChancel,quéagradablesorpresa.¿Quéletraeporaquí?—saludóMax.—Ustedme traepor aquí, señorGrillet.Ustedy sus…curiosidadescientíficas—noocultóuna

sonrisa—.HoyherecibidonoticiasdeChartres.—¡Ah!—Maxcasisehabíaolvidadodeltema—.Paseytomeasiento,porfavor.Soytodooídos.ElseñorChancelsesentófrenteaél.—Comoledecía,hoyhallegadounacartademiprimo,enlaquerespondeamispreguntassobre

animaleshematófagos,esdecir,quesealimentandesangre.Endichacartamecomunicaqueexistenmuypocosespecímenesdeanimalesquetengantaleshábitosalimentarios.Todosconocemosaesosdesagradablesinsectosquesonlosmosquitos,alassanguijuelasdelospantanos…

—Ciertamente.Prosigausted,porfavor.—Puesbien,porloqueparece,algunasespeciesdemurciélagossontambiénhematófagas.Maxseinclinóhaciaadelante,interesado.—¿Hadichousted«murciélagos»?—Sí, murciélagos. Esos roedores con alas que comen insectos. Pero por lo visto, un tipo de

murciélagotropicaldegrantamaño,elDesmodusRotundas,necesitaalgomásparasusustento.Estosanimalesestánprovistosdeunosafiladoscolmillosqueclavanasuspresas,comolasserpientes.Pero,enlugardeinocularveneno,chupanlasangredesusvíctimas.Pareceserquetampocoesextrañoqueataquenalganado.

—Interesante—murmuróMax,pensativo—.¿Yesos…murciélagosatacanalossereshumanos?—Podrían llegarahacerlo.Noestamoshablandodemurciélagoscorrientes.Estosbebedoresde

sangresondegranenvergaduracomparadosconlasotrasespeciesconocidas.Inclusohayrumoresde

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laexistenciadeotra especiedemurciélago,muchomásgrandeque elRotundas,quepuedeproducirestragos aún mayores. Pero sólo tenemos conocimiento de él a travésde leyendas y relatos decampesinosy,aunquesehanrecogidodiversostestimoniosalrespecto,nosehademostradoqueexistaenrealidad.

Hubounbrevesilencio,mientrasMaxreflexionabasobrelanuevainformación.—Losdatosparecencoincidir—dijoelgendarmefinalmente,pensativo—.LavacadeMorillon

presentabamarcasdecolmillosenelcuello.¿Sedaustedcuentadeloqueellosignifica?—Medoycuenta,señorGrillet.¿Perodequémanerapuedehaberllegadohastaaquíunmurciélago

detalescaracterísticas?—Loignoro,señorChance!¿Diceustedquesetratadeunaespecietropical?—OriundadeAméricadelSur,concretamente.—Mmmm… Bien, ya tenemos un nuevo interrogante que resolver. Pero estos nuevos datos

aclaranotrascuestiones.Porejemplo:silacriaturaqueatacóaesapobrevacaestabaprovistadealas,no es de extrañar que no encontráramos sus huellas en parte alguna. Por otro lado, ¿dónde podríaocultarse?

—Nuestropaisajecarecedemontañasquepuedanpresentarcuevasogrutasoscuras.Peropodríahaberalgunagrietaenlascolinas.O,ensudefecto,talveznuestroaladoamigohayahalladorefugioenalgúnsótanooscuro,enelinteriordealgunacasaabandonada…

Max no contestó. Su mente estaba concentrada enaquellas nuevas piezas del rompecabezas.Finalmentesevolvióhaciaelnotarioyledijo:

—Bien; entonces, ahora que sabemos lo que andamos buscando, tal vez debería alertar a losvecinos.Hablaréconelseñoralcaldeparaconvocarunareunión.

ElseñorChancelsemostródeacuerdo.Momentosdespués,Maxseencaminóalaalcaldía.—¿Murciélagos?—repitióelseñorBuquetalzandounaceja.—Esunaposibilidad,señoralcalde.Esimportantequetodoslosvecinossepanquéaspectopuede

teneresemonstruochupasangre—MaxempleóinconscientementelaexpresiónquehabíautilizadoJeromeeldíadelabatida—.Creoqueunmurciélagonosecorrespondeexactamenteconlaimagenqueteníamosdeél.

—Hum—elalcaldeseacariciólabarbilla,pensativo—.¿Ynocreequeestamossacandolascosasdequicio?Entiéndame,unavacaessólounavaca.

—¿Quéquiereusteddecir?—Verá usted, ahora que las cosas se están calmando un poco, encuentro innecesario volver a

alarmaralapoblación.Esemonstruo,murciélagooloquesea,nohavueltoaatacar.Selehabuscadoporlosalrededores,sinresultado.Nadaindicaquesigaporaquí,¿meentiende?Sicayeseotrares,bueno,esoseríayaotrocantar…

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—Comprendo.Max no añadió mucho más. Se despidió del alcalde y salió de la estancia donde éste lo había

recibido.Alhacerlo,tropezóconlaseñoraBuquet,quelomiróconcuriosidad.Maxtuvolasospechadequelamujerhabíaescuchadofurtivamentegranpartedelaconversación.

Aquella tarde, después de comer,Max volvió a sacar del archivo el informe sobre la batida yañadióalfinallasobservacionesdelnotario.Dejóeltrabajoprecipitadamenteporquetuvoqueacudiratoda prisa a casa de la señora Lavoine, que estaba segura de haberoído ruidos sospechosos en susótano,ynoseatrevíaabajar.

—¿Usted creeque seráunmurciélagogigante,señorgendarme?—lepreguntó,con losojosmuyabiertos.

Maxseadmiró,unavezmás,delodeprisaquecorríanlasnoticiasenBeaufort,especialmentesielgrupodelaseñoraBonnardestabadepormedio.

—Sinceramente,señoraLavoine,lodudomucho.Peroellaseguíaaterrorizada,yMaxno tuvomásremedioque inspeccionarelsótano,palmoa

palmo,y desalojar a una gata preñada que andaba buscando un lugar tranquilo para parir.Cuandohubocomprobadoquenohabíamurciélagosbebedoresdesangreensusótano,laseñoraLavoinesesintiótanaliviadayagradecidaqueinvitóaMaxatomarelté.

En contra de lo que él temía, en los días siguientesno se desató el pánico, y nadie sugirió quevolviesenasaliralcampoalacazadelbebedordesangre.Maxconcluyósuinformeconlasopinionesdelalcaldeacercadelainconvenienciadeconvocarunareuniónparatratareltema,ydespuésvolvióasepultarloenelarchivo,convencidodequesetratabadeuncasocerrado.

Unatardesetopóporlacalleconunafigurafamiliar.Setratabadeunasiluetafemenina,frágilydelgada,yvestidadenegro.EstabadeespaldasaMax, intentandoponerse losguantesa lavezquesujetabavariospaquetes.

—¡SeñoritaIsabelle!—saludóMax,sorprendidodeverlaallí.Laapariciónsesobresaltóydejócaerunguante.—Ah…,esusted—dijosuavemente.Seagachóconprestezapara recogerelguante,antesdequeMax tuvieseocasióndehacerlopor

ella.Eljovenloconsideróunamalaseñal:eraunamanerasutildedecirlequenolonecesitaba.Probablemente,quenonecesitabaaningúnhombreensuvida.«¿QuéfuedeljovenLatour?»,quisopreguntarle.Peroenlugardeellodijo:—Quéagradablesorpresa,Isabelle.Esextrañoverla…alaluzdeldía,precisamenteausted,quese

definecomouna…hijadelanoche,¿eraasí?—Isabelleasintióconunasonrisa—.¿Quélatraeporaquí?Sinorecuerdomal,sóloselahavistoenotraocasiónporelpueblo,yfueeldíadesullegada.

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—Recuerdaustedmuybien—replicóella,mordaz,yañadió,conmayorsuavidad—.Enfin,austed

puedocontárselo,supongo.HeenviadoaMijaílalaciudadahacerunasgestionesenminombre.Noqueríaquenadie supieraque estoy sola en lamansión, ¿comprende usted?Perome temo que se haretrasadounpardedías,yyoyanopodíapasarsinunaseriedealimentos.Porsupuesto,mipresenciaaquíhasuscitadocomentarios,perohedichoatodosqueMijaflestáenfermo,congripe—sonrió.

Max le devolvió la sonrisa. Sumirada se detuvo porcasualidad en los abultados paquetes quellevaba.Rebosabancomida.

—Tieneustedbuenapetito—comentó—.Esraroquesigaestandotandelgadaypálida.Lamiradadeellavolvíaasercauta.—¿Quéinsinúa?—Losiento,nopretendíaserindiscreto,essóloquemehallamadolaatención.¿Mepermitequela

ayude?Isabellelomiródetenidamente,comoevaluándolo.Alfinal,seencogiódehombros.—Siasílodesea…Lepasóvariosdesuspaquetes,yMaxcomprobóquepesabanmásdeloquehabíaimaginado.De

nuevosepreguntócómopodíacontenertantaenergíauncuerpotanmenudoyfrágil.

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—Ydígame,¿encontraronalanimalsalvaje?—No,señorita.Lamuertedeaquellavacasiguesiendoungranmisterio.Esperabaqueellalepreguntaseporqué,peroIsabellepermaneciócallada.—¿Havenidoustedapie?—preguntóentoncesMax,cambiandodetema.—Sí,peroalavueltaregresaréenelcarrodelgranjeroBoutel.Yahehabladoconél.Maxdisimulósudecepción.DuranteellargocaminoalamansiónGrisardpodríanhaberhablado

demuchascosas…—Ah,allíestáBoutel—dijoIsabelle,señalandoelcarroqueyalaesperabaenlaplaza—.Hasido

ustedmuyamable,Max.Permítame…Alargó lasmanosparacogerle lospaquetes,yMaxobservóquenohabía llegadoaponerse los

guantes.YvioqueIsabelleteníaambasmuñecasvendadas.—¿Quélehapasado?—preguntó—.¿Sehahechodaño?Isabelleretirólasmanosrápidamenteyledisparóunamiradafuriosayamenazadora.—Losiento—replicóconvozgélida—,perometemoquenoesasuntosuyo.Max abrió la boca para responder, pero no dijo nada. Miró cómo se enfundaba los guantes

enérgicamente, en actitud molesta, y pensó que no podía dejarlamarchar así. Pero tampoco podíaobligarlaacontarlenadaqueellanoquisieracontar.

Isabellecogiólospaquetes,congestoadusto.—Seloagradezco—dijo,cortante.—Noqueríamolestarla—respondióMax.Losojosdeambosseencontraron,ylamiradadeIsabellepareciósuavizarseuntanto.—Noesculpasuya—dijo.Y, tras estas palabras, Isabelle dio media vuelta y echó a correr hacia el carro del granjero

Boutel.Cargadacomoiba,avanzabacongranligereza.Max se quedó plantado en la plaza un buen rato, hasta mucho después de que el carro y sus

ocupanteshubiesendesaparecidocalleabajo.Nosediocuentadequealguienlosestabaobservandodesdelejos.Sentado con sus amigos al otro extremo de la plaza, Jerome Bonnard también contemplaba,

pensativo,la negra figura de Isabelle en el pescante del carro deBoutel,yhabía sacado suspropiasconclusionesalrespecto.Losotroschicosconversabanentreellos,riendoestrepitosamentecuandoalgunodecíaalgoespecialmenteocurrente.SóloJeromeparecíaajenoatodo.

—Eh,Jerome,¿quétepasa?—Seguroqueestápensandoenalguien…—¿Ah,sí?¡Vaya,vaya!—Cuéntanoslo,hombre…—¿Quiénesella?

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—Venga,di,¿quiénes?Jeromevolvióalarealidadyviolosojosdesusamigosclavadosenél,expectantes.—Estabapensandoenlabatidadelotrodía.Enlosrostrosdetodossepintóunamuecadedecepción.—¿Otravezconeso?¡Perosinohabíaningúnmonstruoenelcampo!—Enelcampo,no.Peroyosédóndeestá.Seoyeronalgunascarcajadasybufidosdeescepticismo.Jeromeseencaróconellos.—¡Aver!¿Elmonstruoexisteono?—¡Claroquesí!—respondióinmediatamenteFabriceMorillon—.Nuestravaca…—Nosotros—lointerrumpióJerome—registramoslazonapalmoapalmoynovimosnada.Pero

hubounsitiodondenobuscamos.Calló.Losotroslomiraban.Ahorasíhabíacaptadotodasuatención.—¿Dónde,dónde?—EnlacasadelaseñoritaIsabelle.Nuevascarcajadas.Jeromeaguardópacientementehastaquesusamigosestuvieronendisposición

deseguirescuchándolo.—Esamujer esmuy rara—insistió—.Nuncaviene por el pueblo.Tampoco va a la iglesia.Mi

madredicequeesunabruja,yyocreoquetienerazón.—¡Vengaya,Jerome!¡Quenohemosnacidoayer!—Puesyohevistocosasmuyextrañasenesacasa,osloaseguro.Pasóacontarlesentonces,porfin,laextrañareaccióndeIsabellecuandoMaxyéllehablarondel

monstruochupasangre;suexpediciónensolitarioa lamansiónGrisardytodoloquehabíavistoatravés del ventanuco del sótano; y por si acaso alguien no conociese la historia todavía, les hablótambiéndelaullidoque laseñoritaDuboisy laseñoraLavoinehabíanescuchadoen lacasa, tiempoatrás.

—¿Nopensáisque todoesoesmuyraro?—concluyóJerome—.Además,vosotrosno lahabéisvistodecerca…Pareceunfantasmaysiemprevistedenegro,igualqueuncuervo.

—Estarádeluto…—¿Ycómoexplicaselcuchilloensangrentadoquevi,eh?Hubounbrevesilencio.Entoncesunodeloschicosañadió:—Perosifuesetansospechosa,elseñorGrilletlahabríadetenidoya.—¿Ése?—Jeromebufó condesprecio—. ¡Si bebelosvientospor ella!Oesmuy tonto,o esque

Isabellelotieneembrujado…Nadiedijonada.TodosapreciabanaMax,peroningunodeellosseatrevíaacontradecirenserioa

Jerome.—Voyademostrarosqueesverdadloquedigo,comomellamoJeromeBonnard.

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Loschicossemiraronunosaotros.—¿Yquévasahacer?—Voyavolveralacasayvoyaentrarenesesótano,aversiencuentromáspistasinteresantes.Si

vuelvoconpruebas,elseñorGrilletmeescuchará.—ComotepilleMijaíl…—Mijaílsehaido,¿esquenotenéisojosenlacara?¡AcabadepasarporaquíIsabellecargadade

paquetes!¿Cuándolahabéisvistovosotroshaciendolacompra,eh?—Bueno,peronopuedesestarseguro.Chasqueandolalenguaconimpaciencia,Jeromesepusoenpiedeunsalto.—YoséqueMijaílnoestá.Ahoraonunca.PiensoirestanochealamansiónGrisard.¿Quiénme

acompaña?Sólocosechódosvoluntarios,yunode ellos era elpequeñoFabriceMorillon, pero Jerome no

necesitabamás.—Está bien—dijo a sus dos compañeros—.Estanochenos acercaremos a lamansiónGrisard.

Estadpreparados.

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Capítulonueve

Asuregresoalagendarmería,MaxseencontróconlaseñoritaDubois.—¿Lahasvisto,Max?—preguntóellaconojosbrillantes.—SiserefiereaIsabelle,sí,lahevisto,yhehabladoconella.Procedióacontarlesubreveconversaciónconladesconcertantejoven.LaseñoritaDuboismovió

lacabezaconpreocupación.—Esachiquilla…Noséquéserádeellasinopermitequenadie laayude.Hoy lehedichoque

deberíavestirropamásalegre,másacordeconsuedad.«Parecesunaviuda,Isabelle»,lehedicho.¿Ysabes loquemehacontestado?«Talvezguarde lutopormímisma,señoritaDubois.»«¡Talvezguardelutopormímisma!»¿Peroquéclasederespuestaesésa?

—Mehaparecidoverqueestáherida—añadióMax.—¿Enserio?—Sí,llevabalasmuñecasvendadas.EldatoparecióimpresionarmuchoalaseñoritaDubois,quediounpasoatrásymirófijamentea

Maxconlosojosmuyabiertos.—¿Ocurrealgo?Laanciananorespondió.Sesantiguóunpardevecesymurmuró:—¡Queelcieloseapiadedeella!Y,sinunapalabramás,diomediavueltayechóaandarapasoligerocalleabajo.Maxdecidióquealdíasiguiente,cuandoestuviesemáscalmada,lepreguntaríaquéhabíaquerido

decir.Entróenlagendarmería,todavíacavilandosobreelmisteriodeIsabelle,yabriódistraídamenteelbuzón,enungestoautomático.Casinadieleescribíanunca,yporellolesorprendióhallarunacarta.Laabrió,intrigado,yleextrañóverquehabíasidoescritadesdeFrankfurt.

YestabafirmadaporJulesBronac.Maxnohabíaolvidadoaldetective,peronoesperaba recibirnoticias suyas tanpronto,ymucho

menosdesdetanlejos.Lacartadecíaasí:ApreciadoseñorGrillet:Le escribo para comunicarle que me encuentroen Frankfurt, cumpliendo con lo que usted me

encargó.MisinvestigacionescomenzaronenParís:busquéprimeroaldoctorDelvaux,peromeencontréconquenoexisteenlaciudadningúnmédicoconesenombre.Aunasí,melasarregléparaencontraralcochero quelo llevóhastaBeauforty lo trajodevuelta,ycuálnoseríamisorpresaaldescubrirquetrabajabanadamenosqueparaelmarquésdeLatour.Peseaello,no logré sacarmuchoenclaro.Elcocherosólocumplíaórdenes,ysumisiónconsistíaenconduciraldoctorDelvauxhastasupoblacióny

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traerlodenuevoaParís,cuandoélasílodecidiera.Siguiendoestapista,tratédeentrevistarmeconelmarquésdeLatour,peronologréqueaceptara

recibirme. Parece ser que se trata de un hombre ancianoy enfermo, que todavía no ha superado lamuertedesuúnicohijo,eljovenPhilippe.

Sí, amigomío.Por lo visto, el enamoradode suIsabellefallecióharácosadetresaños,lejosdeParís.Yo mismo he visitado su tumba en el panteón familiarde los Latour, aunque nadie ha sabidodecirmetodavíacómosucedió,dónde,nienquécircunstancias.

Comomeintrigabanlosmotivosquepudiesetenerelmarquésparaenviarunmédicoalamujerquesedujo a su hijo, decidí tratar de averiguar cómo fue surelacióndespuésdeque IsabelleabandonaseBeaufort.Por lo que sé, Philippe no sabía que ella lo seguiríahasta París. Su padre lo envió aFrankfurtparacontinuarconsusestudios,demodoque,cuandoIsabellellegóalaciudad,seencontróconqueélyasehabíamarchado.Ellatardóvariosmesesenreunireldineronecesarioparaemprenderelviaje.Trabajócomolavandera,comocamareraycomocriada,yfinalmente,sepusoencaminohaciaFrankfurt.Hehabladoconunaseriedepersonasquelaconocieronentonces,yningunadeellasvolvióa verla después desupartida.Tengoevidenciasdeque,cuandoregresóaFrancia, tresañosdespués,estuvoviviendoenParís;pero,porlovisto,fuesumamentediscreta,yaquesólodospersonasrecuerdanhaberlavisto.Unadeellas,significativamente,esuncriadodelacasadelmarquésdeLatour.Esdecir:queasuregresodeFrankfurt,Isabellefueahablarconelpadredesudifuntoenamorado.Nadiesabedequétratóesaconversación,salvolosdosimplicados,ycomoyalehecomentado,elmarquésnorecibeanadie.

Añadiréquepareceserque,cuandoregresódesuviaje,Isabelleyatraíaconsigoalcriadodelqueusted me habló, y estaba anormalmente pálida, pero no mostraba señales de haber incrementadosustancialmente su fortuna. Con esto quiero decir que consiguió el dinero a su regreso a París.Posiblemente,despuésdeentrevistarseconelmarquésdeLatour.

Siquierequeledémiopinión,lomásprobableesqueellaregresaradeFrankfurtembarazadadeljovenLatour, obligando así al marqués a mantenerla generosamente. Pero, como no he podidocomprobarlo,decidíacudirpersonalmenteaFrankfurtparatratardeaveriguarquésucediódurantelos tres años queIsabelleestuvo fueradeFrancia,ycuál fue lacausadel fallecimientodelhijodelmarqués.Acabodellegaralaciudadyestamismatardeiniciarémisinvestigaciones.

Cordialmente,,JulesBroncaP.S.:Leadjuntounpresupuestoaproximadodemishonorarios.IncluyenelviajeaFrankfurt.

Maxdejó la carta, perplejo y algomolesto.Nohabía contado con que JulesBronac tuviese que

desplazarse fueradeParíspara seguir lapistade Isabelle.Elpresupuestoera exorbitante,yMaxnoestabasegurodequesupagacomogendarmeruralpudiesealcanzaracubrirtodoslosgastos.

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Debíareconocer,sinembargo,queaqueldetectiveeracondenadamentebueno.¿CómoselashabíaarregladoparaencontraraaquelcocheroenunaciudadtangrandecomoParís?

Volvió a examinar la carta. Bronac tenía razón:quedaba aún una serie de interrogantes porresolver,perolosresultadosdelaprimerafasedelainvestigaciónarrojabanunanuevaluzsobrelahistoriadeIsabelle.

Asípues,eljovenaquienellahabíaseguidopormediaEuropaestabaahoramuerto.ElloexplicabaqueIsabellevistiesedeluto,einclusoquesumentehubieseresultadoafectadadespuésdelatragedia.

¿Pero qué relaciónmantenía Isabelle con el padre del difunto, un hombre que había tratado deapartarlaportodoslosmediosdeljovenPhilippe?LamuchachanohabíallegadoaBeaufortconunbebé enbrazos. Si le había dado almarqués un heredero, aunque fuese ilegítimo, ¿dónde estaba elniño?

Max sacudió la cabeza. Su conciencia le repetía insistentemente que aquello no era de suincumbencia,yquenodebíafisgarenlasvidasdelosdemás,comounaseñoraBonnardcualquiera.

Conunsuspiro,Maxtomólaplumayescribióunacartadecontestaciónenlaqueleconfesabaaldetectivequesushonorariossuperaban loqueélhabíaprevistoyque,por tanto, seveíaobligadoapedirlequeabandonaraelcaso.Porsupuesto,leabonaríalosgastosdelviajeylasmolestias,peronopodíapermitirsecontinuarvaliéndosedesusservicios.

Firmólacartaydejólaplumaaunlado.Pensóque,seguramente,quedaríacomounestúpido.Peroeramejorhablarconsinceridadydejarlascosasclaras.

AnochecíayacuandoMaxregresóasucasa.Pasóporlaplazaysaludóalostresmuchachosquesehabían reunido junto a la fuente, sin saber que en aquellos momentos planeaban una expediciónnocturnaalamansiónGrisard.

Jeromeesperóaqueelgendarmeseperdieradevista para subirse sobre el borde de la fuente.Estudióatentamentea susdoscompañeros.FabriceMorillonsacabapecho, tratandodeparecermásalto,perohabíatraídoelfarol,comoselehabíapedido.ElotrochicosellamabaArmandyerahijodelpanadero.Llevabaunacuerdaenrolladaalhombro.

Jeromeasintió,satisfecho.Lostreshabíansalidoahurtadillasdesuscasasylesesperabaunabuenareprimendacuandoregresaran,peroestabandispuestosacorrerelriesgo.

—¡Adelante!—dijosimplementeJerome.Saltóalsueloyechóaandar,ylosotrosdoslosiguieron.Llegaronalamansiónmediahoradespués,conlalunabrillandoenloalto.Apagaronelfarol,se

ocultarontraselárbolquehabíaservidodeesconditeaJeromelaprimeravezyobservaron.Nohabíaluzenlaventanadelsótano,perosíenunadelashabitacionesdelpisosuperior.—Muchomejor—murmuróJerome—.Podremosexplorarelsótanocontranquilidad.—No,Jerome,¡mira!—dijodeprontoArmand.Vieron que la luz se movía de ventana en ventana.La perdieron de vista y luego volvieron a

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descubrirlaenlaplantabaja.ParecíaevidentequeIsabelleestababajandoconunavelaenlamano.«Quenovayaal sótano, que no vaya al sótano…», rogó Jerome para susadentros; pero no hubo suerte.Enseguida,laluziluminóelventanucodelaestanciaquepretendíanregistrar.

—Bueno—lesdijoalosdemásenvozbaja—,veamosquésetraeentremanos.Los tres se acercaron a la ventana y se asomaron cautelosamente, pero se llevaron una

decepción.Isabelle estaba sentada junto a la mesa y leía atentamente un libro. No había nadasospechosooamenazadorensuactitud.Jeromebuscóconlamiradaelcuchilloensangrentado,peronolovio.

Sinembargo,elmuchachonoestabadispuestoarendirse.—Armand—ledijoenunsusurroasucompañero—,yasabesloquetienesquehacer.El chico asintió, sin una palabra, y desapareció enla oscuridad. Sus dos amigos esperaron

pacientemente.EntoncesIsabellecerródegolpeellibro,conademándecidido,yJeromesesobresaltóligeramente,

convencido de que los había descubierto. Pero la mujerparecía estar sumida en sus propiospensamientos.Selevantódesuasientoyseaproximóalotroextremodelahabitación,quedandofueradelcampodevisióndeloschicos.

—Vamos,Armand,deprisa…—murmuróJeromeparasímismo.Seoyerongolpesenlapuertadeentrada.Isabellevolvióaaparecerenelcentrode laestancia,

tensa.JeromeyFabricecruzaronunamirada.Ambosseestabanpreguntandolomismo:¿seatreveríaunamujerqueestabasolaenaquellacasa tanapartadaaabrirlapuertaaundesconocidoaaquellashorasdelanoche?

Isabelle se atrevió. Tomó el candil con unamano,se recogió la falda con la otra y subió losescalonesquellevabanalaplantabaja.

Loschicossabíanquenotendríanmuchotiempo.Jeromeabrióelventanuco,nosindificultades,ymiróabajo;comprobó, satisfecho,quenonecesitarían lacuerdaparaentrarporquenohabíamuchaaltura,ysedejócaerenelinteriordelsótano.Fabricelosiguió.

Jeromemiróasualrededor,perolaluzdelalunanobastabaparadistinguirnada.—Fabrice,enciendeelfarol.—¿Elfarol?—Sí,elfarol…,¿nolollevabastú?—Melohedejadodetrásdelárbol…Jerome soltó un juramento por lo bajo, pero trató de ver algo a través de la tenue luz que se

filtrabaporelventanuco.Mientras,Armandpermanecíaocultoeneljardín,espiandolasreaccionesdeIsabelle,queacababa

deabrirlapuertadeentrada.Lajovenlevantóenaltoelcandilparailuminarlassombras.—Mijaíl,¿erestú?—preguntóalaoscuridad.

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Nadiecontestó.Desde su escondite,Armand sopesó un guijarro queacababa de recoger del suelo, apuntó a una

ventana ylo lanzó.Nopretendía romperelcristal, sinosólodistraera Isabelle,perocalculómal lapotenciadellanzamiento…

Entretanto, sus compañeros seguían con su exploración. Jerome estaba examinando la parte delsótanoquenosedivisabadesdefuera,perosóloviounapareddesnuda.FabricehabíacogidoellibroqueIsabellesehabíadejadosobrelamesa;lediounpardevueltas,perocomonosabíaleer,volvióacolocarlodondeestaba.

—Jerome…—¡Sshhhhh!…¿Oyeseso?Fabricecallóyaguzóeloído.—No,¿elqué?Jerome estuvo a punto de decirle que se acercara hasta donde él se encontraba, pero estaba

demasiadoasustado.Habríajuradoquealguienrespirabaenalgunapartedeaquelsótano.Alguienmás,apartedeellosdos.Fueentoncescuandounsonoro¡crash!leshizodarunsaltoygritaralunísono.—¡Noshandescubierto!—dijoJerome—.¡Vamonosdeaquí!Acercaronunasillaa laparedpara trepardenuevohastaelventanuco.No tardaronensalirdel

sótanocomoalmaquellevaeldiablo,sinmolestarsesiquieraencerrarlaventanadenuevo.Jeromeechóacorrercaminoabajo,yFabricelosiguió.AmbosfueronvagamenteconscientesdequeArmandlosseguíaaunaciertadistancia.

—¡Vamos,corred!—gritóJerome;queríaevitaratodacostaqueIsabellereconocieseaalgunodelostres,ypreferíanodetenersehastaquelacasadejasedeservisibledesdeelcamino.

—¡Jerome,vienealguien!—loavisóFabrice.Jeromevioentoncesalolejosunafiguracorpulentaqueseacercabaporelcamino,ysedesvió

bruscamentehacialacuneta;peroelsuelocedióbajosuspies,yelchicocayóporunterraplén.Aterrizóvariosmetrosmásabajo,magulladoydolorido.Sediocuentaenseguidadequesupierna

izquierdasehabíallevadolapeorparte.Fabricenotardóencaerasuladoconunquejido.—¿Porquéhashechoeso,Jerome?¡Menudogolpenoshemosdado!—¡Calla!Todavíapuedenoírnos.¿DóndesehametidoArmand?Losdosmiraronhaciaarriba,haciaellugardondehabíanabandonadoelcamino,peronovieron

nada.Jerometratódeponerseenpie.Eldolorlehizogemir.Volvióadejarsecaerenelsuelo,yechóunvistazodesalentadoasupiernahinchada.

—¡Loquefaltaba!—murmuró.

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Mientras,Armandsehabíadetenidoenmediodelcamino.LamansiónGrisardhabíaquedadoocultatrasun recodo.Armand se sentía más seguro, pero habíaperdido de vista a sus compañeros y noentendíaporqué.Tambiénélhabíavistolasiluetaqueseacercaba,peronoloconsideróunaamenaza:se limitó a esconderse detrás de un árbol que crecía al borde delcamino, convencido de que elcaminantenoloveríacuandopasara.

Demomento,Armandestabamáspreocupadoporelcristalqueacababaderomper.SepreguntósiIsabellelodenunciaríaalgendarme.Enrealidad,ellanopodíasaberconseguridadquehabíasidoél.Nohabíallegadoaverlelacaracuandosehabíaalejadocorriendoenlaoscuridad.

Algoalicaído,apoyólaespaldacontraeltroncodelárbolpararecuperarelaliento.Deprontopercibióunmovimientoporelrabillodelojoysegiró,conelcorazónlatiéndolecon

fuerza.Escudriñólassombras,peronovionada.Sinembargo,esonolotranquilizó.Sinohubiesesidoporqueparecía demasiado descabellado, Armand habría jurado que la misma oscuridad se habíamovido.

Sevolvióhaciatodosloslados,conaprensión.Todoestabademasiadotranquilo.Noseoíanada.Lanocheparecíaestarconteniendoelaliento.

Armandtampocoseatrevíaarespirar.Elpesodeaquelsilencioleoprimíalasentrañas.Sediocuentadequelafiguradelcaminantehabíadesaparecido,yunmiedooscuroeirracionalseapoderódeél,envolviéndoloensumantodepesadilla.Unextrañoinstintoledecíaquealgoinvisibleacechaba

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enlaoscuridadyteníasusojosclavadosenél.Armandquisohuir,quisogritar,peroloúnicoquepudohacer fue quedarse clavado en el sitio, como petrificado, escuchando los alocados latidos de sucorazónconlahorriblesensacióndequecadaunodeellospodíaserelúltimo.

Armandcerrólosojos,rindiéndosealterror.Yentonces,súbitamente,algolesaltósobrelaespaldayloderribóenelsuelo.Armandtratóderespirar,horrorizado.Girólacabezaysólopudoverunosojosrojosybrillantesquerelucíanenlaoscuridad,yunoscolmillosquesecerníansobreél.

Armandgritó,antesdesumirseenlastinieblas.Abajo,enelfondodelterraplén,susamigoslooyeron.Inmediatamentedespués,oyeronotrogrito,unchillidoinhumano,escalofriante,queparecíahaber

sidocreadoenlasentrañasmismasdelterror.

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Capítulodiez

Max fue sacado de la cama a unas horas realmenteintempestivas por alguien que golpeabadesesperadamenteasupuerta.Parpadeó,perplejo,ytratódedespejarse.Lasllamadasseguíansonandoconinsistencia.Maxtanteóelsueloenbuscadesuszapatillas.

—¡Señorgendarme!—oyóquelollamabandesdefuera.Eraunavozmasculina,yesolodesconcertótodavíamás.Habíadadoporsupuestoquesetrataba

denuevodelacriadadelaasustadizaseñoraLavoine,aquiensuamahabíaenviadomásdeunavezdemadrugadaparabuscaralgendarmeporquehabíaoídoalgúnruidosupuestamentesospechoso.

—¡Señorgendarme!—insistiólavoz.—¡Yava,yava!Maxseapresuróacorrerhasta laentrada.Lapersonaqueloesperabafueraseguía llamando,y

cuandolapuertaseabrió,supuñocasigolpeóelrostrodelgendarme.Maxdiounpasoatrás.—¡Caramba,Michelet!¡Nohacefaltaquemeagredausted!Elhombrequehabíavenidoabuscarloerademedianaedad,pocaestaturayfaccionesrubicundas.

Surostro,habitualmentecolorado,sehallabaahoramortalmentepálido.—SeñorGrillet.Setratademihijo…MicheleteraelpanaderodeBeaufort.Yestabaaterrado.Momentosdespués, losdoshombresentrabanenlacasadondeyacíaeljovenArmand.Sumadre

lanzóunaexclamaciónaloírlosllegar.—¡GraciasaDios!—suspiró,llorosa,retorciéndoselasmanosdepurohisterismo.Maxseacercóalacamadelmuchachoyseinclinójuntoaél.Armandestabainconsciente,perosurostronomostrabasignosdeviolencia.Maxretiróunpocola

manta. Tampoco halló ninguna lesión en su cuerpo, almenos a simple vista. Movido por unpresentimiento,le volvió con cuidado la cabeza para examinar su cuello, pero no encontró las dosmarcasdecolmillosquehabíavistoenelcuerpodelavacadeMorillon.

—¿Quélehapasado?Micheletnegóconlacabeza.—Nolosabemos,señorGrillet.EstábamospreocupadosporquesehacíatardeyArmandnohabía

vueltoacasa,demaneraquedecidísalirabuscarlo.Recorrítodoelpueblo,peronadie lohabíavisto.Entoncesregreséacasaparaversimihijohabíavueltomientrasyolobuscaba.Yloencontrétendidoanteelumbral,inconsciente.

—¡Quéextraño!¿Quieredecirustedqueelchicosedesmayóenlapuertadesucasa?

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—¡Lohanatacado!—chillósumadre.—Pero,señora,elmuchachonopresentaseñalesdeviolencia.Porotrolado—añadió—,yonosoy

médico,ynosabríadecirlecuálhasidolacausadesudesvanecimiento.—PaséporcasadeldoctorLeblancantesdeiraavisarleausted.Debedeestarapuntodellegar—

dijoMichelet.Nohabíaterminadodepronunciarestaspalabrascuandosonóunaseriedegolpesenlapuerta.La

panaderacorrióaabrir,yreaparecióminutosmástardeacompañadaporelmédicoydoschicos.Unodeelloscojeaba.

—Disculpenelretraso—dijoeldoctorLeblanc—.Meencontréconestosdosmuchachosmientrasvenía.MehandichoqueestabanconArmand,ymehaparecidobuenaideatraerlos.

—¡Jerome!¡Fabrice!—exclamóMaxalreconocerlos—.¿Quéoshapasado?—Todoasutiempo—dijoelmédico—.PrimerovamosaverquélehaocurridoaArmand.Seinclinójuntoalmuchacho,letomóelpulsoyleexaminólaspupilas.Armandgemíadevezen

cuando, y se agitaba en un sueño intranquilo. Sus padres contemplaban la escena nerviosos, peromirandoaldoctor conunaconfianzaciegaen sushabilidades.MaxsabíaqueBeauforthabíatenidomuchasuerteconeldoctorLeblanc,quehabíatrabajadoenLondresyParísantesdeinstalarseenelpueblo. A diferenciade otrosmédicos rurales, el doctor Leblanc había visto mundo, y conocía eloficio.

Finalmente,elmédicoselevantó,dandoporconcluidosuexamen.—¿Quélehanhecho,doctor?—preguntóenseguidalapanadera,ansiosa.—Nomuestra señales de haber sido atacado,Blanche—respondió elmédico—, tranquilícese

usted.Lasúnicasheridasquepresentasonrasguñosenlasrodillasylaspalmasdelasmanos,comosisehubiesecaídoalsuelo.Pudohabertropezadootalvezloempujaron.Peroahoramismo,esoeslodemenos.Verán,estechicoparecehabersufridounshock.

—¿Unqué?—preguntólapanadera.—Unshock.Esunapalabrainglesaqueseusaparadesignarungolpeemocionalparticularmente

fuerte.Algolohaasustadooimpresionadotantoquelehahechoperderlaconsciencia.—Pero…despertará,¿noescierto?—Oh,no lequepaduda.Peronosabríadecirlecuándo.Puedetardardíasosemanas.Mientras

tanto,permaneceráasí,delirando.Puedequetengaalgunosmomentosdelucidez.Entalesocasiones,debendarlealgodecomerparaquenosedebilite,preferiblemente líquido: caldos, sopas, lecheyagua,muchaagua.Sumentetardaráuntiempoenreponersedelaimpresión.

—Pero,¿quéhavistoexactamente?—quisosaberMichelet,frunciendoelceño.EldoctorLeblancmoviólacabeza.—Tendremosqueesperaraqueélmismonoslocuentecuandodespierte.Anoser,claro—añadió,

volviéndosehacialosotroschicos—,queestosmuchachospuedandecirnosalgoalrespecto.

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JeromeyFabricecruzaronunamirada.Losdosestabanllenosderasguñosymagulladuras.Jeromeestabapálidoyrecostabalaespaldacontralapared.Parecíaquenopodíaapoyarelpie izquierdoenelsuelo.

Lapanaderaparecióentoncesrepararenellosporvezprimera.Loshizosentarseyfueaprepararalgocaliente.MientraselmédicoexaminabalapiernadeJerome,Fabriceempezó,vacilante:

—Fuimosalbosquey…bueno,senoshizotarde.—¿Cuándosalisteis?—interrumpióMax—.Porqueyoosvienlaplazaalanochecer.Fabriceenrojeció,peroJerometomólapalabra.—Salimosmuy tarde.Pensábamoscogerunpardenidosyvolverenseguida,perosenoshizode

noche…MaxsospechabaqueJeromementía,perolodejóhablar.—Echamos a correr de vuelta al pueblo, peroFabrice y yo resbalamos y nos caímos por un

terraplén.Armandibadetrás.Looímosgritar,yluegoescuchamosotrogrito…,comounaullidoderabia.Bueno…,algoparecido.

Habíabajadoel tonodevoz,comosinoseatrevieseaseguirhablando.Losdoschicoshabíanpalidecidonuevamenteyparecíantemblardepuroterror.

—Subimosotravezhastaelcamino—prosiguióJerome—.Noscostómucho,porquemedolíalapierna,yFabriceteníaquecargarconmigo…Pero,cuandollegamos,novimosanadie.TampocoseveíaaArmandporningunaparte,ynosasustamosmucho.Cuandologramosllegarhastaelpueblo,noscruzamosconeldoctor,yélnosdijoquehabíanencontradoaArmandenlapuertadesucasa.

Jeromecalló.Max intuíaque loschicos lehabíancontadounaverdadamedias,peronoestabasegurodequeaquél fueseelmejormomentopara interrogarlosalrespecto.Además,lapartedelahistoriaqueleparecíafalsaera,justamente,lamáscreíble,esdecir,laprimera.¿Porquéhabíanidoalbosquealanochecer?¿Quéleestabanocultando?Y,porotrolado,¿quéganabancontandolahistoriadelaullido?¿YporquéteníaMaxlaespantosasensacióndequeellossícreíanenloqueleestabancontando,almenosenloreferentealosúltimosdetallesdesurelato?

—Bueno, Jerome, tienes la pierna fracturada —intervino entonces el doctor Leblanc—. Te laentablillaré.No es grave, pero debes guardar reposo. Sifuerzas lapierna, elhuesono se soldarábien,ypuedesarrastrarunacojeraelrestodetuvida.

Jeromeasintió.Maxibaadeciralgo,cuandoalguienmásllamóalapuerta.EranHenriMorillonyBenoitBonnard,lospadresdelosotrosdoschicos,quehabíansidoavisadosporelayudantedeldoctorLeblanc.AMorillon lohabíaencontradovagandoporelpueblo,buscandoa suhijoperdido.Porsuparte,BonnardsehallabaaporreandolapuertadelacasadeMaxcuandoeljovenleavisódequeJeromeestabaencasadeMichelet.

Losmomentossiguientesfueronconfusos.Todoelmundohablabaalavez,yelmédicotuvoqueecharlos a todos de la habitación deArmand, para que elmuchacho pudiera descansar. Cuando el

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doctorLeblancterminódeentablillarlapiernadeJerome,Maxordenóquetodosvolviesenasuscasas.Aldíasiguientehablaríandelasuntoconmáscalma.

ÉlmismoregresójuntoconeldoctorLeblanc.—Entrenosotros,señorGrillet—dijoelmédico,unavezestuvieronlejosdeoídosindiscretos—,

loquelehapasadoaArmandnoesnormal.—Peronoesgrave,¿verdad?—Élesunchicofuerteysaldrádeésta.Mire,nolohedichoantesparanoalarmarasuspadres,pero

nuncahe visto nada parecido. Conozco de oídas el caso de una muchacha que quedó catalépticadespuésdepresenciarelasesinatodesuspadres.EnDijon,unniñoperdióelhablatrasserrescatadodeunedificioenllamas.LareaccióndeArmandnosealejadeestoscasos.

—Comprendo—asintióMax,inquieto.—Comove,enamboscasoselfactordesencadenantefueunsucesodecididamentetraumático.ElmédicosedetuvoparamirarfijamenteaMax:—Lapreguntaes:¿quélehapasadoaArmand?—¿CreeustedlahistoriadeJeromeyFabrice?—dijoMax.—¿Lacreeusted?—Noséquépensar.Parecíansincerosencuantoalodelacaídaporelterraplén,inclusocuando

hablabandeese…extrañogrito.Peroalmismotiempotengolasensacióndequeocultanalgo.Elmédicoasintió.—¿Sabeloquecreoyo?Creoqueesoschicossalierondenocheahaceralgoquenodebían,yse

toparon con lahormade su zapato.Noquieren contar adonde fueronparaquenadiedescubraqueellosnodebíanestarallí.

—Esomismopensabayo—convinoMax—.ElproblemaesqueArmandvioalgoterriblequelohallevadoalestadoenelqueseencuentra,ynosseríademuchautilidadqueellosdijeranexactamentedóndeseencontrabancuandoesosucedió.MañanamismoiréahablarconJerome.

—Serálomejor.Max asintió, pero nodijo nada.Los dos hombressiguieron caminando calle abajo en silencio.

Finalmente,llegaronantelapuertadelacasadelmédico.—Cambiandode tema,doctor—dijoMaxentonces—,megustaríahacerleunaconsulta.Dígame,

¿quépensaríausteddeunamujerquellevalasmuñecasvendadas?—Muysencillo:quehatratadodequitarselavida.—¿Cómo?—Esunodelosmétodosmásempleadosalahoradesuicidarse,¿nolosabíausted?Elotroesel

tiroenlasien,perosonloshombresquienesmásrecurrenaél.Lasmujerestomansomníferosobiensecortanlasvenas.Dostajosenlasmuñecasylavíctimasedesangrasinremedio.Lamuertenotardaenllegar.

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Max abrió la boca para añadir algo, pero se lo pensómejor. Se despidió del doctor Leblanc ysiguiósucaminocalleabajo.

Lecostóvolveradormirseaquellanoche.AsimplevistanohabíanadaquerelacionaseaArmandconlaseñoritaIsabelle.Elchicohabíavistoalgoquelohabíaaterrorizadohastaelpuntodeperderelsentido.Isabellesecomportabademaneraextrañayhabíatratadodesuicidarse,probablementeacausadelamuertedePhilippedeLatour.

Tampoco parecía haber conexión entre ambos hechos y la insólita muerte de la vaca de losMorillon.

Peroerantresacontecimientosextraordinariosocurridosenunlapsomuybrevedetiempo,enunapoblaciónenlaquenuncaocurríanadafueradelocorriente.Parecíainevitableestablecerrelaciones,aunquefuesenmásintuitivasquelógicas.

YMaxsabíaque,tardeotemprano,lasgentesdeBeaufortbuscaríanuncabezadeturco.«YnolosculparíasiseñalasenaIsabelle»,pensó.«YomismopedíaBronacquelainvestigara.»

Todavíaseresistíaareconocerquesuinterésporellaibamásalládelasimplecuriosidad,perodebíaadmitirqueloqueeldoctorLeblanclehabíacontadohabíahechoaumentarsupreocupaciónporel estadode saludde la joven.Con todo, Isabelle seguía siendounenigmaparaMax.Vestíade luto,vivía de noche,estaba enferma y había tratado de quitarse la vida, pero ardía en sus ojos un fuegointerior,unadeterminaciónyunafuerzaquenoeranpropiosdeunajovendelicadadesalud.

Maxsiguiódandovueltasenlacamahastaquelosgalloscantaronalquebrarelalba.Entonces,selevantóe hizo tiempo hasta que le pareció que era una hora prudente para visitar a Michelet ypreguntarcómoseencontrabaArmand.

IsabelleysusparadojastendríanqueaguardaraquelascosasvolvieranasucauceenBeaufort.Nopasómuchotiempoencasadelpanadero,porquenosehabíanproducidocambiosenelestado

deArmand.Max tranquilizó una vezmás a la preocupadamadre y se dirigió entonces a casa de losBonnard.Lecostóunpocoquelepermitiesenhablarconelchicoasolas,porquelaseñoraBonnardnoqueríasepararsedeél,perofinalmenteestuvieronlosdosfrenteafrente.

—Yaséporquéhavenido—dijoJerome,aladefensiva—.Nonoscree,¿verdad?—Síyno,Jerome.Puedequeseaverdadquecaísteisporunterraplén,queoísteisungritoextrañoy

queluegonoencontrasteisaArmandporningunaparte,pero,confranqueza,meparecealgoestúpidosaliracogernidosdespuésdecenar.¿Meentiendes?

Jeromelelanzóunamiradadesoslayo.—Ah.Comprendo.Ellahahabladoconusted,¿verdad?Max cazó aquella información al vuelo y reaccionó a tiempo, ocultando el interés que había

producidoenélaquellanuevainformación.—Bueno—dijoconciertacautela—,aestasalturastodoelmundosabeloqueospasóanoche,y

ellaestabapreocupada…

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—Sí,claro—replicóJeromeconciertosarcasmo—.Nometomeelpelo.Maxsequedócallado,esperandoqueelchicosiguiesehablando.Jeromeseremovió,incómodo.—Mire,tampocoestangrave.Sóloerauncristal,¿entiende?Además—vacilóunmomento,yluego

añadió—,loquelehapasadoaArmandesculpasuya.Estoysegurodequeellaescondealmonstruoensusótano.Yolooírespirar,¿sabe?

Estavez,Maxnopudoevitarpareceralgoperplejo;peroJeromeestabademasiadoagitadoparadarsecuenta.

—¡Escuche!Tienenque atraparlo.Sale por las noches, ¿entiende?Nospersiguiódesde la casa.SiFabriceyyononoshubiésemoscaídoporelterraplén,tambiénnoshabríacogidoanosotros.

—Enesecaso—dijoMax—,seríadegranayudaquemedijesesdóndecaísteisexactamente…parabuscarhuellas,¿comprendes?

Jeromemiróalgendarmecondesconfianza.Empezabaasospecharquehabíahabladomásdelacuenta.

—Yalosabe,¿no?Cercadelacasadeella.Max no las tenía todas consigo, pero la única manera de averiguar si estaba en lo cierto era

lanzandoundardoalazar.—PeroelcaminoquevadesdeBeauforthasta lacasadeIsabelleesbastantelargo.¿Dóndefue,

exactamente?Porlaexpresióndelmuchacho,supoinmediatamentequehabíaacertado,ybendijointeriormente

alaseñoritaDuboisporhaberleenseñadolosmétodossutiles.—Mire,señorGrillet,yolellevaréhastaallíencuantoestébiendelapierna,peronoselodigaa

mispadres,porfavor.Nosotrosnoqueríamoscausardaños.Yosólopretendíaentrarenelsótano,yArmandteníaquedistraera laseñorita Isabelle,perosupongoquenofuesu intención romperesecristal…

Max empezó a ver más clara la historia. Jeromele contó todo cuanto sabía, y el gendarme leprometióqueinvestigaríaesesótano.Trasconfesarlealmuchachoqueenrealidadnohabíahabladocon Isabelle,ledijoque, si ellanopresentabaunaqueja, lospadresde loschicosno teníanporquéenterarse.Perointeriormentedudabadequelahistoriasemantuvieraensecretomuchotiempomás.

Dejó a Jerome y se encaminó a la granjaMorillon.La historia que le contó Fabrice no diferíamucho dela de Jerome, salvo en algunos de los detalles fantásticos. Él no había visto el cuchilloensangrentadonioídoaquellarespiraciónenelsótano,perosíhabíaescuchadoelgrito,aligualqueJerome.

—Nosésieraelmonstruo,señorGrillet—dijo—.Yasabeusted,elmonstruoquematóanuestravaca.Perosonabahorrible.Aunqueyonovinadararoenaquelsótano.Erapequeño,yelmonstruoesmuygrande.Nohabríacabidoallí.

—Entiendo—asintióMax.

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Sinembargonoestabamuysegurodeentenderlo,yestabaempezandoapreocuparseseriamente.Sihubiese sido un incidente aislado, Max no le habría concedido mayor importancia, atr ibuyendoaquelladescabellada historia a la desbordante imaginación dedosmuchachos. Pero el caso era quehabíaunavacamuerta,unchicoenestadodeshockycuatropersonasquedecíanhaberescuchadounextrañogritocercadelacasadeIsabelle.

Cuandosaliódelahabitación,Henriseacercóaélparahablarleasolas.Porunaveznoparecíatímidoyazorado,yaunquehablóenvozbaja,sutonoerafirme,decididoyseguro.

—Mire,señorgendarme—empezó—,cuandomuriólavaca,Rouquindijoqueelpróximopodíaserunhijomío.DiossabequenoledeseoningúnmalalhijodeMichelet,peromealegrédequemiFabricevolvieraacasasanoysalvo.Sinembargo,mire,noséquévieronallí,peropudohabersidopeor,muchopeor.Tenemosquehaceralgunacosa,señorgendarme.Porelbiendenuestroshijos.

Max volvió a la gendarmería con una espantosasensación de desaliento. No sabía a qué seenfrentaban,siesqueestabanenfrentándoseaalgo,perosísospechabaqueMorillonteníarazón,yquelostresjóvenesdeBeauforthabíansentidoenlanucaelheladoalientodelamuerte.

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Capítuloonce

Enlosdíassiguientes,Maxtrabajóadestajo.VolvióaentrevistarseconJeromeyFabricey tomónotasdetodocuantoledijoelmédicoacercadelestadodeArmand,que seguía inconsciente.Fueco nFabrice y su padre a examinar la zona donde, supuestamente, algo había atacado a Armand.Encontraronellugarporqueeltaludtodavíamostrabaelrastroquehabíanproducidoloscuerposdeloschicosalcaerporallí,peronohallaronnadamás.Porotrolado,latierradelcaminoestabaresecaynohabíahuellas.

Después,Morillonordenóa suhijoquevolviera acasa,y élyMax sedirigierona lamansiónGrisard.Cuandollegaron,Maxsefijóporprimeravezeneljardínquetantatristezahabíacausadoalaesposadelnotario.¿PorquéIsabellenohabíahechonadaporarreglaraquellugartandesolado?¿Quéhacíaencerradaencasatodoeldía?

Maxsacudiólacabezaytratódeconcentrarseensutrabajo.Llamóalapuerta.Losdoshombresesperaronunrato,yfinalmentelapuertaseabrió.

—SeñoritaIsabelle—dijoMax.Henrisequitólagorraysaludóconunainclinacióndecabeza.—SeñorGrillet.Señor…¿Morillon?—sonriócuandoHenriasintiósinunapalabra—.Mealegrode

volveraverle.Hapasadomuchotiempo.Max cayó en la cuenta de que, efectivamente,Isabelle y Henri no se habían visto en todo el

tiempoqueellallevabaenBeaufortdespuésdesuregreso,locualeraunindicativodehastaquépuntovivíaretiradalajoven,puestoquesusrespectivaspropiedadesestabanrelativamentecerca.

Henrihabíabajadolacabezay jugueteabanerviosamenteconsugorra.Nadie lo llamabanunca«señor».

Maxseaclarólagarganta.—Señorita Isabelle, lamentomolestarla denuevo,perosehaproducidoun incidentegraveenel

pueblo,ymetemoquesucediócercadeaquí.Ellasellevóunamanoaloslabios,reprimiendounaexclamación.Maxadvirtióque,denuevo,las

largasmangasdesuvestidoocultabansusmuñecas.—¡No!Dígame,¿quéhapasado?—¿Nolosabía?EljovenArmandMicheletestáinconsciente.Susamigosdicenquealgoloatacó.—¿Ydice…quehaocurridoporaquícerca?—Cuandoregresabandesucasa,paraserexactos.—¿Demi casa…? ¡Oh, ya recuerdo! ¡Los chicos de la otra noche! Intentaron asustarme, ¿sabe

usted?Merompieronuncristal…—Losabemos,señoritaIsabelle—respondióMax.

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EntoncesechóunvistazoaHenriy sediocuenta,porsuexpresión,dequeélnoconocíaaqueldetalledelaexpediciónnocturnadesuhijo.

—Porsuerteeslaventanadeunahabitaciónquenouso—prosiguióIsabelle—.Peromedieronunsustodemuerte.Penséeniraquejarme,peroMijaílharegresadoestamañana,ynocreoqueseatrevanavolver.

—Tampocoyocreoqueseatrevanavolver,señorita,conMijaílosinél—replicóMax,conciertasequedad—.Huyendodesucasa,JeromesefracturóunapiernayArmandquedóenestadodeshock.

Esperabaqueellalepreguntasequésignificaba«estadodeshock»,peronolohizo.—¿Quéintentadecirme?Unosgamberrosvienenporlanocheaasustarmeyacausardesperfectos

enmicasa,quedanheridosenlahuida…,¿yustedinsinúaqueesculpamía?—No he dicho eso, señorita Isabelle, pero le agradecería que tratase el asunto con menos

frivolidad.AlgohaaterrorizadoaArmandhastahacerleperderelsentido,yJeromeBonnardjurayperjuraqueesealgosaliódesusótano.

Isabellepalideció.—¿Demisótano?Peroesoesabsurdo,Max.Nohaynadaenmisótano,exceptomuchopolvo.MaxyHenricruzaronunamirada.—¿Nospermitiríaentraracomprobarlo?—dijoMax.Encontradeloqueesperaba,Isabellesehizoaunladoconsorprendentepresteza.—Adelante—dijo, muy digna—. Espero que, cuando se haya convencido de lo ridículo de sus

acusaciones,dejarándemolestarmeconsospechasinfundadas.Maxhizooídossordosyentróenlacasa,seguidodeMorillon.—¿DóndeestáMijaíl?—Supongoquepreparandoelté.Lediréquehagaunpocomás.—Nosemoleste,Isabelle.Nosiremosenseguida.Ellalosguiócorredorabajo,conlaligerezadeunagacela.Pasaronfrentealacocinayvieronque,

efectivamente,elenormecriadodeIsabelleestabacolocandounateteraenelfuego.Depronto,ellasedetuvoysehizoaunladoparamostrarlesalgo.—Estasescalerasllevanalsótano—dijo—.Abajosóloguardamosalgunasherramientas.Debodecir

queestábastantevacío,comparadoconotrossótanos.En cuanto pusieron los pies en él, se dieron cuentade que Isabelle tenía razón. El sótano era

sorprendentemente pequeño y estaba sorprendentemente vacío.Max miró a su alrededor,preguntándosequédiabloshabíallamadolaatencióndeJeromecomoparaquehubieseidodosvecesaexaminarlo.

—¿Sabíaqueloschicosentraronensusótanoanoche,señoritaIsabelle?—Adecirverdad,no.Nosuelobajaraquí,¿sabeusted?—Jeromeafirmalocontrario.

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Isabelleriódesdeñosamente.—MepareceamíqueJerometienemuchaimaginación.Maxdescubrióentoncesundetalleinteresante.—La ventana está cerrada. Fabrice dice que se la dejaron abierta.Y dejaron también una silla

apoyadacontralapared.—Mijaíl lo habrá vuelto a colocar todo en su sitio.Él guarda aquí sus herramientas, ¿no lo he

dicho?Henriasintió;enaquelmomentoestabaexaminandoelarmariodondesehallabanlospertrechosque

habíamencionadoIsabelle.Maxestabaechandounvistazoaunaestanteríaviejaquecolgabadeunapared.Enellasólohabía

unoscuantos cuadernos viejos y un libro.Max leyó eltítulodel lomo:«Hijosde lanoche,porMar tinDagenham». Iba a sacar el libro para hojearlo cuandorecordó la conversación que habíasostenidoconelnotario,ymiróaltecho,porsiunmurciélagogiganteseocultabaentrelasvigas.Perohabía demasiadas sombras como para comprobarlo desde allí. Max pidió entonces un candil y unaescaleraysubióconprecaución.

—¿Quéestábuscandoallí?—preguntóIsabelle,aprensiva.—HayquiendicequeelmonstruoqueaterrorizaaBeauforttienealasygustadeesconderseenlos

sitiososcuros.—¿Metomaustedelpelo?—Enabsoluto,señoritaIsabeíle.Pero,concluidosuexamen,tuvoquereconocerquenohabíaningúnmurciélagotropicalocultoen

elsótanodelamansiónGrisard.Examinarondespuéselrestodelavivienda,yenseguidadescubrieronquenohabíamuchoquever.

LoqueMaxhallóencasadeIsabeílenofuemuydiferentealoquehabíanvistolascomadresensuprimerayúnicavisitaalamansión:escasomobiliario,pocosefectospersonalesyunadesesperanzadorasensacióndesoledadyabandono.

Cuando bajaron de nuevo, les llegó el aroma del térecién hecho, y Max supo que no podríaresistirseaunataza.Porfortuna,Mijaílhabíahechotésuficienteparatodos.Sólohabíadossillasenlacocina, yMaxrogó a Isabelle que se sentara, pero ella permanecióde pie, demodoque las sillasquedaronlibres.

Bebieroneltéensilencio,hastaqueMaxdijo:—No puedo evitar sentir curiosidad, señoritaIsabeíle. Lleva usted ya tiempo viviendo entre

nosotrosy,sinembargo,sucasasiguesiendotan…—¿Precaria?—loayudóIsabelleyclavóenélunamiradapenetrante—.Tieneustedrazón.Sucede

queno consideroquevalga la pena arreglar nada, porqueesperopoder abandonarBeaufort el añopróximo.

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—¿Deveras?Isabelleasintió.—MideseoesbuscarunabellafincaenItalia,juntoalmar—suspirólevemente;sumiradaseperdía

enelsuelodeunlugarlejano,unlugarmejor—.Conmuchosol.Muchosol—repitió.Dejó la taza sobre lamesa ymiró aMax a los ojos.La nostalgia había desaparecido de ellos,

siendoreemplazadaporunaciertadureza.—Nopiensoquedarmeaquíelrestodemivida—concluyó.Max asintió, pero no dijo nadamás, aunque Isabeílleparecía desafiarlo a que siguiera hablando.

Tambiénéldejósutazasobrelamesa.—Bien,señoritaIsabelle.Lamentohaberlamolestado.Yanosvamos.—Nosepreocupen.Esperoqueencuentrena…eseanimal.—Hayquienjuraqueesundemonio.Lagenteyanosabequépensar.Isabellepalidecióunpocomás.Losacompañóhastalapuerta.—Graciasporelté—dijoMax.Lajovenseapoyócontralapared.Parecíaexhausta,perosuvozsonófirmeyseguracuandodijo:—Lesdeseomuchasuerte.EsperoqueArmandserecupere.Iríaavisitarlo,¿sabeusted?,perome

temoquenoseríamuybienrecibida.Maxnohizocomentarios.Sedespidiódeellay,seguidodeHenri,abandonólacasa.Unpardedíasmástarde,recibióunacartadeJulesBronac.DesdePolonia.Parpadeó,perplejo.¿QuédiabloshacíaBronacenPolonia?¿Esquenolehabíallegadolacarta

en laque lepedíaqueabandonase la investigación? IbaaabrirelsobrecuandoMicheletasomólacabezaporlapuerta.

—¡SeñorGrillet!Tienequeveniracasa.—¿Quéhapasado?—Mihijoharecuperadolaconsciencia.Maxseguardólacartaenelbolsilloycorrió,presuroso,trasMichelet.Cuando llegaron a la casa, el médico les explicóque el muchacho se encontraba confuso y

desorientado,ynorecordabanadadelosucedidolanochedesuexpediciónnocturna.—¿Quenorecuerdanada?—repitióMax,desconcertado—.¿Cómo?¿Haperdidolamemoria?—Sóloenloreferenteaaquellanocheenconcreto.Noesextrañoquesumentehayaolvidadolo

quelecausótantoterror.Recuerdaunpardedetalles,sinembargo.Creoquedeberíaustedhablarconél,porsilesirvedeayuda.Peronolocansenileobligueatocartemasdelosquenoquierahablar.Estátodavíamuydébil.

MaxentróenlahabitacióndeArmand,perosumadresenegóadejarlosasolas.Elgendarmesesentójuntoalacama.

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—Armand—dijoconsuavidad—.¿Meoyes?—¿Mmmm?—Elchicoabriólosojosylomirócongestocansado—.Ah,señorGrillet.Eldoctor

medijoquevendría.—Sí.Mepreguntabasiqueríascontarmealgunacosa.Elmuchachofruncióelentrecejo,tratandodepensar.—Selohecontadoamimadre,yaldoctor.Recuerdoquesalídemicasaaquellatardeyanduvepor

uncamino.Ydespués…,nosé.Hizounapausa,parecíaquevacilaba.—Ojos—dijofinalmente.—¿Ojos?—repitióMax,desorientado.Armandasintió.—Ojosrojosquebrillabanenlaoscuridad.Parecíanhumanos,peronoloeran—cerrólosojosy

sacudiólacabeza,comosiquisieraolvidarlo—.Luegotodosevolvióoscuro.Yelsuelosemovía.—Elsuelosemovía—reiteróMax,perplejo.—Nosésipasódeverdadosólolosoñé,señorGrillet.Peroyo…—Estábien,estábien—lointerrumpióalverquecomenzabaaalterarse—.Notepreocupespor

eso,Armand.Tratadedormirunpoco.—Noquierodormirmás.Hedormidomucho,señorGrillet.Noquierodormirmás.A pesar de sus palabras, parecía muy cansado, y Max no quiso fatigarlo más. Se levantó, se

despidiódeélysaliódelahabitación.FueraloesperabaeldoctorLeblanc.—¿Ybien?¿Lehacontadoaustedlodelosojosrojos?—¿Creequelohasoñadomientrasestabainconsciente,doctor?—Pudieraser.Lamentehumanaesunmisterio.Peroloquemepreocupaesquevayacontandoesa

historiaporahí,¿meentiende?—Perfectamente.—Me temo que nos aguardan tiempos extraños, señor Grillet.Verá, podemos enfrentarnos a un

animalsalvaje,inclusoaunmonstruooundemonio.Peroesmuchomásdifícilenfrentarsealmiedo.—¿Almiedoalodesconocido?—Almiedo,sinmás.Armandlosabe.Poresohaolvidadotodoloquevio.Maxnoestabamuysegurodehabercomprendidosuspalabras.Aquellatardeseencerróenlagendarmeríaparaponerenordensusnotas.Loestabahaciendocuando

sepresentólaseñoritaDubois.—Meheenteradodequehaybuenasnoticias.—Sí,Armand se ha despertado, gracias aDios. Perono recuerda casi nada de lo que sucedió

aquellanoche.

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Max le contó la conversación que había mantenido con el muchacho, y las valoraciones deldoctorLeblanc.

—EsunalástimaqueArmandnohayapodidocontarnadamás—comentólaanciana—.Apropósito,heoídoporahíqueIsabelletienealgoqueverconloquelehapasadoalchico.¿Quésabestúdeeso?

—Verá,señoritaDubois,porloquehepodidoaveriguar,lostreschicosfueronaquellanochealamansiónGrisardconlaintenciónderegistrarelsótanodeIsabelle.

—¿Yesoporqué?—Jeromeestabaconvencidodequehabíaalgoextrañoenél.Porloquesé,yaestuvoespiandoen

otraocasiónatravésdelaventana,yvioaIsabelleyaMijaílconuncuchilloensangrentado.Noséquépensó,niporquécreequeesesótanoguardarelaciónconlamuertedelatristementecélebrevacadeMorillon…

—ElgritoqueoímosMarieyyo—dedujolaseñoritaDubois.—Sí,JeromeyFabricedicenquetambiénlooyeron.—¿Enelsótano?—No,enelcamino.Peroveráusted,acaboderegistrarlacasadeIsabellepalmoapalmoynohe

encontradohuellasdeesesupuestomonstruo.MaxlecontóalaseñoritaDuboistodocuantohabíaaveriguado.Laancianafruncióelceño.—Hastaelmomento—concluyóMax—, loshechossonlossiguientes:enprimer lugar, Isabelle

vuelveaBeaufortdespuésdellorarenFrankfurt lamuertedesuamado,yvivedemanerasolitariayexcéntrica,con la única compañía de un criado extranjero, y queno habla, para más datos.Sospechamosquepuedeestarenferma,nosólodecuerpo,sinotambiéndemente,yaquehaintentadoquitarselavida.TalvezahíencajeelcuchilloensangrentadoquevioJerome,siesqueviotalcuchillodeverdad.Ensegundolugar,ustedesoyenungritoextrañocercadesucasa.Díasdespués,lavacadeMorillon es hallada muerta, atacadapor algún insólito animal, posiblemente un murciélago deltrópico, que la ha desangrado por completo.Nosotrosbuscamosalanimalen losalrededoresynohallamosnada,peroJeromepareceserdedistintaopinión,puestoqueespíaaIsabelle,nouna,sinodosveces.Lasegundavez,diceoíraalguienoalgorespirandoenesesótano,yestáconvencidodequeesealgoatacóaArmand,aunqueélnollegóaverlo.PeroelcasoesquealgoasustóaArmandaunquenolecausó daños físicos. Por otro lado, ¿cómo sucedió todo? ¿PerdióArmand el conocimiento en elcamino?Y, si es así, ¿cómo llegó luego hasta su casa? Si fue allí por su propio pie, ¿por qué sedesmayóalaentrada?Todoestoesmuyextraño.YsucediócercadelacasadeIsabelle,unacasaqueheregistradominuciosamente.

—Teolvidasdelmédico,esetalDelvaux.—Cierto.Otro que se acerca a lamansiónGrisardyhuyedespavorido.Pero Isabelle sigue allí,

diciendoquenosonmásque imaginacionesdechiquillos…Yhablandodelmédico,¿lehecontadoquefueenviadoporelmarquésdeLatour,elpadredeldifuntoPhilippedeLatour?

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—Sí,melocomentasteensudía,ydebodecirquemedejastebastanteperpleja.Losdoscallaronunmomento.LaseñoritaDuboisteníaelceñofruncidoenseñaldeconcentración.

Finalmenteexhalóunsuspiroyserecostósobresuasiento.—Merindo,Max.Senosescapaalgo,peronologroadivinarelqué.Metemoquelasituaciónse

noshaidodelasmanos.Todoelmundohabladeello.Maxhabíaestado todoeldía trabajandoynohabía tenido tiempodeprestaratencióna loque se

decíaporahí,peropodíaimaginarlo.—La gente está asustada—prosiguió la señorita Dubois—. Dicen que hay algo maligno que

acechaBeaufort.Nosé,Max,noestoyseguradequeseconformencontuteoríadelosmurciélagostropicales.

—No,esometemo.¿SospechandeIsabelle?—Algunossí,otrosno.Peroesoesporquenotodoelmundosabequeelataqueseprodujocerca

delamansiónGrisard.—Notardaránenenterarse.Tengoqueactuarinmediatamente.—¿Yquévasahacer?—Organizar otra batida. Si encontramos algo, mejor que mejor; si no lo hacemos, al menos

mantendrécalladosahombrescomoRouquinyBonnard.ParecióquelaseñoritaDuboisibaareplicar,perofinalmentenodijonada.Los hombres semostraron enseguida dispuestos a cooperar, yRouquin expresó su satisfacción

ruidosamente.—Estavez—decía—,loharemosbien.Registraremoscasaporcasa.Buscaremosencadasótano,

encadagranero,encadaescondrijo,encadaagujero,debajodecadapiedra.Yloencontraremos.Pero,porsegundavez,nohallaronnada.Enestaocasión,nofueMaxelencargadodeacudirala

mansión Grisard, que fue registrada nuevamente, pero supo que el grupo formado por el señorChancel, Boutely un receloso Bonnard examinó hasta el último rincónsin encontrar al hipotéticomonstruo,nielmásmínimorastrodeél.

Rouquinestabafurioso.—¿Dóndeteescondes,condenado?—rugió,cuandoloshombressereunierondenuevo,despuésdel

rastreo—.¿Dónde?MicheletsevolvióhaciaMax,yéstesupoloqueibaadecirantesdequehablara.—¿Quéhacemosahora,señorgendarme?—¿CómoseencuentraArmand?—Muchomejor,apesardequesiguesinrecordarnada.—Lapreguntacontinúaenpie—intervinoRouquin—.¿Cómocazamosaesemalditobastardo?—Hay varios problemas al respecto—dijoMax—.Primero, no tenemos idea de lo que andamos

buscando.Segundo,tampocoestamossegurosdequeelchicoylavacafueranatacadosporlamisma

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criatura,yporelamordeDios,nisiquierasabemossiArmandhasidoatacado.Micheletabriólabocaparaprotestar,peroMaxlodetuvoconungesto.—Tercero—prosiguió—, ya hemos registrado todo Beaufort y no hemos encontrado nada. Es

decir:¿quémáspodemoshacer?Sialguientienealgunaidea,estaréencantadodeescucharla.Maxcallóyesperó,pero,comoimaginaba,nadiedijonada.—Bien—concluyóelgendarme—,creoque sólonosquedavolver a casayestar alerta.Sihay

algoahífuera,lapróximavezqueseacerqueestaremosesperándole.Ynoescapará.Esteargumentoparecióconvenceralamayoría.InclusoRouquinasintióconungruñido.Unotrasotro,loshombresvolvieronasusquehaceres,denuevoconlasmanosvacías.Jeromelosviodesdelaventanadesuhabitación.Pasabalosdíasobservandolacalle,pensando.Y

aunquedisponíadeunasmuletasparapoderdesplazarsedeun ladoaotro,no solía salirdecasaamenudo.

Generalmente,pensabaenArmand.Sesentíaculpableporhaberarrastradoasusamigosaunaaventuraquehabíaresultadosermás

peligrosadequelohabíasupuestoenunprincipio,yqueríaarreglarlodealgunaforma.Porque,dijesenloquedijesenlosadultos,JeromesabíaquealgomorabaenelsótanodelamansiónGrisard.

Jerome echó unamirada a su pierna entablillada.«Vapor ti,Armand», pensó. «Cuandopuedavolveraandar,mataréaesemonstruoconmispropiasmanos.Teloprometo.»

Las primeras estrellas que adornaban el crepúsculo fueron los únicos testigos del juramento deJeromeBonnard.

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Capítulodoce

En los días siguientes, los granjeros llevaron a cabo más expediciones por los campos, losmontes y las casas, connulos resultados.Pese a ello, nadiese atrevía a salir de su casadespuésdelanochecer,ylasmadressufríanataquesdehisteriasiunodesushijosseretrasabademasiado.Losquenoposeíanarmasfuerona laciudadparacomprarlas,yderepente, todoelmundoquería tenerunperro fiero a la puertade su casa. No había noche en queMax no fuese despertado por una falsaalarma,ymenosdelamitaderancausadasporlaseñoraLavoine.

TodoBeaufortvivíapresodeunaespeciedehisterismocolectivo.«¿Ytodoporqué?»,sepreguntabaMaxaveces.«Porunavacamuerta,unchicoinconscientey

otroconunapiernafracturada.EldoctorLeblancteníarazón:eselmiedoloquenoscausaterror.»Armandnotardóenlevantarsedelacama,ynadaensuactitud,alegreyoptimista,hacíapensarque

habíapasadoporuntranceaterrador.Sólocuandoalguienlerecordabalossucesosdeaquellanoche,unasombrademiedocruzabasusojos,peseaqueseguíasinrecordarabsolutamentenada.Inclusoeldetalledelosojosrojosparecíahaberseborradodesumemoria.

Curiosamente,JeromeBonnardestabamásafectadoqueél.Yacaminaba,aunqueconayudadeunamuleta, y volvía a reunirse con sus amigos en la plaza. Sin embargo, se había vuelto silencioso yreservado.SuactitudcontrastabaconelbuenhumordequehacíagalaArmand.

TodoestointrigabaaMax,peroteníasiempremuchotrabajoquehacer,ynoencontrabaocasionesparacharlarconloschicos.

Una tardequevolvíaacasaatravesandolasdesiertascallesdeBeaufortlellamólaatenciónunafornidafiguraqueestabadepiejuntoalafuentedelaplaza.

—Hola,Mijaíl—saludó—.¿Quéhacesaquítantarde?Elhombretóngruñóyechóunvistazopreocupadoalcielo,queempezabaaoscurecerse.Después

señalóellugardondesedeteníaladiligenciaqueveníadeParístodoslosmartesylosviernes.Aqueldíaeraviernes.

—¿Estásesperandoladiligencia?Mijaílasintió,yvolvióaseñalarelcielo.—Aja. Se retrasa. ¿Estás esperando a alguien?—Mijaíl volvió a asentir—. Pero ya es tarde,

¿no?NopuedesdejarsolaaIsabelledespuésdequeoscurezca.Mijaílgimió,yMaxcomprendiósudilema.—Siquieres,esperaréaquíporti—seofreció—.Nocreoqueseaprudenteacompañaratuinvitado

hasta lamansión en plena noche, pero, en el caso de quelleguemuy tarde, puedo guiarle hasta laposada.

Mijaíl pareció aliviado.Asintió enérgicamente y sonrió a Max, mostrando una hilera de dientes

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amarillos.Sedespidióconungestoyechóaandarcallearriba.Maxsesentóenelbordedelafuente.Ladiligenciapasabaportodaslaspoblacionesimportantesde

lacomarca,y lamayorpartede lasvecesnosedeteníaenBeaufort,porquepocaspersonasviajabanhastaallí.SepreguntóaquiénestaríaesperandoMijaíl.¿VolveríaaBeauforteldoctorDelvaux?

Eranochecerradacuandooyóelruidodeloscascosdeloscaballos.Ladiligenciasedetuvo,ydeellasalióunhombrederopasgastadas,rostrocurtidoymiradapenetrante.Maxseacercóaél.

—Buenasnoches.Elhombrelomiró,comoevaluándolo.—Buenas noches —respondió, con un marcadoacento extranjero, que Max identificó como

inglés—.Llegoconretraso.BuscoaMijaíl.—Haestadoaquíesperándolo,perohatenidoquemarcharse.Viveenunacasaaciertadistancia

deBeaufort,yenestosdías,noessegurorecorrerelcaminodespuésdelanochecer.Elreciénllegadoasintió,comosiesperaraaquellarespuesta.—Mijaíl me ha pedido que lo acompañe a la posada. Mañana, si lo desea, lo llevaré hasta la

mansiónGrisard,señor.—Dagenham.—Dagenham —repitió Max y frunció el entrecejo: aquel nombre le resultaba familiar—. Mi

nombreesMaximilienGrillet.ElextranjeroestrechólamanoqueMaxletendía.Supropiamanoeraduraymorena,ysemovía

confirmezayseguridad.—Bien—dijoDagenhamfinalmente, atravesándolo con lamirada—, si ellos estánde acuerdo,

acudiréavisitarlosporlamañana.Max asintió y lo acompañóhasta la posada, dondeunamuy interesadaBrigitte lehizo todauna

sartadepreguntasqueelextranjerodeclinóresponder.Maxsevolvióhaciaélparadespedirse.—Pasaréabuscarloporlamañana,señor,yloguiaréhastasudestino.—Seloagradeceré,señorGrillet,porquemedijeronqueeraurgente.Mañana…ElseñorDagenhamnollegóaterminarlafrase.LaseñoraBonnardirrumpiócomounaexhalación

enelrecibidordelaposada,sevolvióhaciaMaxyexclamó,dramáticamente:—¡SeñorGrillet,mihijohadesaparecido!MaxsevolvióhaciaelseñorDagenham,quehabíafruncidoelceño,yhaciaBrigitte,quemirabaa

laseñoraBonnardconlosojosmuyabiertos.—¿Jerome?—dijo—.¿Jeromesehaido?—¡SeñorGrillet,élsabequedebeestarencasaalanochecer,ynohaaparecidoaún!—Cálmese,señoraBonnard.Sehabráentretenido…Peroentoncesrecordóalgoconespantosaclaridad.Mijaílhabíaestadotodalatardeenlaplaza,unaplazaqueJeromepodíaverdesdesuventana.El

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muchachosabía,portanto,queelcriadodeIsabellenoestabaenlamansiónGrisard.—Maldita sea—murmuró—.Ha vuelto allí. Discúlpenme—les dijo al señor Dagenham y a la

asombradaBrigitte—,hedemarcharme.Saliócorriendodelaposada,seguidodelaseñoraBonnard.—Voyabuscarmiarma,señora.Dígaleasumaridoquesereúnaconmigoenmidespacho.Poco después, él y el señor Bonnard recorrían en silencio las calles de Beaufort. El padre de

JeromenodijonadacuandoMaxloguió,sindudar,porelcaminoquellevabaalamansiónGrisard.MaxnocreíaquehubiesenadapeligrosoenelsótanodeIsabelle,peroArmandhabíavistoalgodecaminoasucasa,yeraesecaminoelqueMaxsospechabaquehabíaemprendidoelmuchacho,solo,denocheyconmuletas.

Llevabanunbuenratocaminandobajolasestrellascuando,depronto,Bonnardlosujetódelbrazo.—¡Mire,Grillet!—susurró—.¿Quéeseso?Max alzó el farol y preparó su pistola.Una formaoscura, robusta y encorvada avanzabahacia

ellos.—¿Quiénva?—preguntóBonnard.Nohuborespuesta.Lafiguraseretiróalassombras.—¡Seescapa,señorGrillet!¡Corra!Maxechóacorrertraslasombraquesearrastrabaporelcamino.Estuvoapuntodetropezar

conBonnard,quesehabíadetenidoyalzabaelfarol,desconcertado.

—¿Dóndesehametido?Maxmiróasualrededor.Elcorazónlelatíaconfuerza.Nopodíaevitarpreguntarsesisehallaban

anteelmonstruoquehabíaaterrorizadoBeaufortenlosúltimostiempos,ylepreocupabaelhechodeque se tratara de una figura que parecía humana. Por un lado, eso explicaría que no hubiesen

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encontradohuellas,yaqueentodomomentohabíandadoporhechoquesetratabadeunanimal,ynohabían prestado atencióna las pisadas humanas. Pero, por otro lado, recordaba las palabras deArmandsobrelosojosquelohabíanmiradodesdelasentrañasdelterror:«Parecíanhumanos,peronoloeran».

Bonnardsehabíaaproximadoalbordedelcaminoyexaminabaelterrenoconelfarolenalto.Maxsepreguntó, inquieto,sidoshombresarmadospodríanreduciraaquelloque losacechabadesde laoscuridad,fueraloquefuese.

Sevolvióparaescudriñar lassombrasdelotroladodelcamino.Elsilencioylaoscuridaderanmaloscompañeros.Maxsesentíacadavezmásinquieto.

—¡Seaquiensea,salgaalaluz!—exclamó,sobresaltandoaBonnard.—¡Jerome!—llamóéste—.¡Jerome!¿Estásahí?Depronto,Maxoyóuncrujidoasuespalda,ysevolvióalzandoelfarolenalto.Bonnardhizolo

propio,comomovidoporunresorte.Los dos haces de luz iluminaron una escena aterradora: los enormes brazos de Mijaíl,

sorprendido mientras trataba de deslizarse tras ellos sin ser visto,sostenían a un muchacho,espantosamentepálidoeinerte.Lacabezadelchicocolgabahaciaunlado,mostrandoensucuellodosmarcasredondas,gemelas,ensangrentadas.

—¡¡Jerome!!—aullóBonnard,locoderabiaydolor.AlzólaescopetayapuntóaMijaíl.Éste,sinembargo,noparecióasustarse.Gruñóporlobajoy

susojosdestellaronalaluzdelaslámparas,ylosdoshombresretrocedieronunpaso,instintivamente.EntoncesMijaíl,aunllevandoenbrazoselcuerpodeJerome,seprecipitóhaciaellos,cogiéndolosporsorpresa.MaxyBonnardperdieronelequilibrioycayeronalsuelo.ElpadredeJeromeselevantódeunsaltoydisparócontralafigurafugitivadeMijaíl,quehabíaabandonadoelcaminoyseperdíaentrelosárboles.Maxdetuvosumano.

—¡Espere!—¿Quéhace?—aullóBonnard,locodedolor—.¡Esebastardohamatadoamihijo!—Jerome estaba vivo, señorBonnard, he visto cómo respiraba. Si dispara contraMijaíl, puede

herirloaéltambién.Bonnardvaciló,perobajólaescopeta.—Maldito…bastardo—jadeó,todavíaconlágrimasenlosojos—.Mihijoteníarazón.Denoche

seescondíaenlamansiónGrisard.Dedíasepaseabapornuestropueblo,antenuestrosojos.Pero,¿sabeloqueledigo,señorGrillet?Estaveznoescapará.

Diomediavueltayechóacorrercaminoabajo,haciaBeaufort.—¡Bonnard!¿Adondevausted?—¡Alpueblo!—lellególavozdeBonnard—.¡VoyadespertaratodoBeaufort,ysaldremosacazar

aesemalditodepravado!

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Maxsequedóquietoenelcamino,algodesconcertado.Sentíaquehabíaalgoqueseleescapaba,algoquenoencajabaen todaaquellahistoria.Unapartedeélgritabaquedebíacorrer trasBonnard,pero otraledecíaquedebíapararseapensary tratardededuciradonde llevabaMijaílelcuerpodeljoven Jerome. Ibaendirecciónalpueblocuandosehabíancruzadoconél.¿Adondelollevaba?¿Almédico,talvez?Denoserasí…¿QuéandababuscandoenBeaufort?

RecordódeprontoalhombrequeMijaílhabíaestadoesperandoporlatarde.Habíadichoquelonecesitabanconurgencia.Ysunombre…

Súbitamente,levinoalamemoriadequélesonabaaquelnombre.Dagenham.MartinDagenham.LohabíavistoescritoenlacubiertadellibroqueestabasobrelamesadelsótanodeIsabelle.Yel

librosetitulabaHijosdelanoche.Depronto,Maxtuvounarepentinainspiración,ysupoexactamenteadondeteníaqueir.Noerauna

idearacional, sino más bien un presentimiento, pero se dejó llevar por ella, y echó a correr endirecciónaBeaufort,rogandoquenofuerademasiadotardeparaJeromeBonnard.

LlegóalaposadasinalientoysacóaBrigittedelacamatirandoinsistentementedelacampanilla.—¡SeñorGrillet!—dijoella—.¿Sepuedesaberqué…?—¿DóndeestáelseñorDagenham?—preguntóél,impaciente.—¿Elinglés?¡Pero,señorGrillet,sisefueconustedes!—¿Con…?—ConustedyconelseñorBonnard.LaseñoraBonnardyyovimoscómosalíadeaquítrasusted.

¡Nomedigaquenollegóaalcanzarlos!Maxabriólabocaparadeciralgo,peronolesalieronlaspalabras.Nolocomprendía.Bonnardy

él no habían caminado tan rápido como para queDagenham no lograse alcanzarlos. Deberíanhabersetopadoconél.

—¿HavenidoaquíMijaíl,Brigitte?—No,señorGrillet.Pero,porDios,dígamequéestásucediendo.Max lamiró,perono fuecapazdedecirnada.EsperabaqueDagenhampudieradarlealgunas

respuestas,perosehabíamarchado,yMaxnosabíaquésesuponíaquedebíahacerél.DecidióentoncesqueseuniríaaBonnardylosdemás,ynoimportabasiteníanrazónono.Había

quesalvaraJeromeatodacosta.SedespidiódeBrigitteysealejódelaposadaapresuradamente.Mientrascorríaporlascalles,una

vozlodetuvo:—¡Max!¿Quéestásucediendo?¡Hapasadogentearmadahaciendomuchoruido!Maxsedetuvoyalzó lamiradahaciaelbalcóndeunade lascasas.Asomadaaél, sehallaba la

señoritaDubois, con un chal sobre los hombros, una redecilla en el pelo y una cierta expresión

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perplejaquenoerahabitualenella.—VanalamansiónGrisard.JeromehasidoatacadoyMijaílestabaconél.LaseñoritaDuboisahogóunaexclamación.—¡Mijafl!¡Pero…nopuedeser!—Yomismolovisosteniendoelcuerpodelmuchacho,señoritaDubois.—¿Ytúquévasahacer?—Voyconellos.Laancianalomirócongravedad.—Deesonada,Max—dijo,conuntonoquenoadmitíaréplica—.Pasayhablaremos.Maxquisonegarse,peronodijonada.Comounautómata,obedeció.MomentosdespuéssehallabasentadofrentealaseñoritaDubois,quehabíapreparadodostazas

d eté, y sentía que su mundo estaba derrumbándose. Sabíaque, en aquellosmismos instantes, BenoitBonnardestabaponiendoenpieatodosloshombresfuertesdeBeaufort.SabíaquenotardaríanencercarlacasadeIsabelle,ysabíaquerodaríancabezas.

YnopodíaevitarpreguntarsesiconellosalvaríanlavidadeJerome.Aquellasituaciónleparecíaabsurda.Todoelpuebloseestabalevantandoenarmasyélestabaallí,

tomandoeltéconunaanciana.Seodióasímismoporello.NopodíaculparaBonnard.Alfinyalcabo, élno se había quedado lamentándose ante una taza de té mientras la vida de Jerome corríapeligro.Maxnosabíaquéhacer.Yeltiempocorríaensucontra.

—Semehaidodelasmanos,señoritaDubois.Notardaránenreunirsetodos,yentoncesiránalamansiónGrisardy laarrasarán,yesmuyprobablequealguien salgaherido,o algopeor. Isabelle,Mijaíl,eseseñorDagenham…SobretodoMijaíl.Lomatarán.Eslajusticiacampesina.CreenqueélhaatacadoaJerome,ysielmuchachomuere…

—¿Ytúquécrees,Max?—Yo no sé qué pensar. Creía que conocía aMijaíl,pero yomismo lo he visto esta noche con

Jerome,ynofueagradable.Siustedlohubiesevisto,señoritaDubois…,parecíaunanimal.—Max…—Mire,noséquiéntienelaculpa,peroyoqueríaevitarquehubieseunbañodesangre.Ymetemo

queno lo he logrado. He pecado de excesiva pasividad. Ojalá fuese un hombre de acción, comoBronac.Él…—secallóderepente,recordandoalgo—.¡Cómohepodidosertanestúpido!—exclamó,sobresaltandoalaseñoritaDubois.

Elladiounrespingo,peroserehizoinmediatamente.—¡Max,compórtate!—loriñó—.¿Aquévieneesodegritarenmicasaaestashoras?Elgendarmerebuscabafrenéticamenteensusbolsillos.Finalmentesacódeunodeellosunsobre

arrugado.—¡LacartadeBronac!—anunció—.Llegóhaceunosdías,peronolaleíporque…

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—Ahórratelasexplicaciones—cortólaseñoritaDuboissecamente—.¿CómovasasalvarlavidadeJeromeconeso?

Maxnolaescuchaba.Abriólacartacondedostemblorosos,rogandoquehubiesealgoenellaqueleaportasealgunapista.

Eldetectivedecía:

EstimadoseñorGrillet:Leescribodesdeunpequeñopueblopolaco,adondehellegadoenmicaminohaciaSanPetersburgo.

«¡San Petersburgo!»,Max se permitió unmomento de alarma al pensar en la enorme suma que

deberíapagaraBronacsihabíallegadohastaallítraslapistadeIsabelle.Siguióleyendo:

NoestuvemuchotiempoenFrankfurt,porqueresultóquePhilippedeLatournohabíafallecidoallí.PareceserquelaseñoritaIsabellesereunióconéltiempodespuésdesupartidadeFrancia,locualfue una agradable sorpresa para el desventurado joven,que ignoraba que ella hubiese abandonadoBeaufortpara ir en subusca.Por lo visto, lapareja vivió enFrankfurtun felizyapasionadoidilio,lejosdelaoposicióndelafamiliadeél.Perollegóaoídosdelmarquéslanoticiadequesuhijoseguíaviéndose con lalavandera, y leordenópartirhacia la cortedeSanPetersburgo,puesconocíaaunprimo del zar que seencargaría de situarlo allí. El marqués envió a un hombre de confianza paraasegurarsedequeeljovenpartíasolo,pero,porloqueheaveriguado,Philippee Isabelleacordaronque ella se reuniría con él más tarde. Él debía de confiar mucho en ella, puesto que ledejó unaimportantesumadedineroparaquepudieseemprenderelviajesinsobresaltos.

Heseguidolarutaquetomaron,primerounoyluegoelotro,ensucaminohacialacortedelzar.Estepueblonoeramásqueunaescalaenmiviaje,ynoteníaprevistoenviarlenoticiashastallegaraSanPetersburgo,peroheencontradoaquíalgoquehaalteradomisplanes.

EnestelugarolvidadodelmundofallecióPhilippedeLatour.Eljovenhijodelmarqués,portanto,nuncallegóaSanPetersburgo.

La historia que cuentan los lugareños (y creo quehe encontrado un intérprete fiable) esmanifiestamenteabsurda,perose lareferiréde todosmodos.Dicenqueporaquíhabitaundemonioquesealimentadelasangredeloshombres,yquefueélquienmatóaPhilippedeLatour.Cuentanque,díasmástarde, llegóuna señoritaque seatrevióa enfrentarseaaqueldemonio.Regresóviva,peromuycambiada,yemprendióelviajedevueltaaParís,llevándoseconsigoelcuerpodesuamadoparasepultarlo en elpanteón familiar. La acompañaba un campesino dela región. Los lugareños seapartabanasupasoporquedecíanquehabíanregresadodelamuerteyestabanmalditos.

Lamento decir que esto es todo cuanto he podido averiguar: estúpidas leyendas y burdassupersticiones que sólo la gente ignorante podría creer. Si le interesa mi opinión, yo diría que fue

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IsabellequienmatóaLatourporqueellosdossehabíancasadoensecreto, yde estamanera suhijoheredaríalafortunadelúnicohijodelmarquésdeLatour,juntoconsutítuloysusposesiones.Nodejodepreguntarme si elmarquéshabrá creído toda esaneciahistoriadedemonios ymaldiciones, y siIsabelle no se aprovecharíade su ancianidad y creciente deterioro mental para lograr que él laincluyeseensutestamento.

Por mi parte, nada más me queda por hacer aquí.Regreso a París; a mi vuelta, espero poderentrevistarmeconustedparasacarconclusionesyhablardemishonorarios,cuyocálculoaproximadoestádetalladoenlahojaadjunta.

Atentamente,JulesBroncaP.S.:Eltiempoaquíesespantoso.MaxnollegóaleerlahojadeloshonorariosdeBronac.Selevantódeunsalto,presadeungran

nerviosismo.—¡Aquíestá,señoritaDubois,larelaciónentreIsabelleyelmonstruochupasangre!Laanciananocomentónada.Terminódeleerlacarta,yluegodijo,consternada:—Ese condenado detective. «…Estúpidas leyendas y burdas supersticiones que sólo la gente

ignorantepodría creer», dice. ¿Por qué no será más explícito? Toda esa historia del demoniomeparecemuy confusa.Quiero decir que ningúndemonio semolestaría en seguir a unamuchacha pormedia Europa hasta un pequeño pueblo francés, ¿verdad? Creo que el señorBronac hamalinterpretadoalgunoshechos.

Max la escuchaba a medias. Estaba releyendo la carta de Bronac. Había en su mente unpresentimientoquepugnabaportomarformaysaliralexterior.

—Por ejemplo —estaba diciendo la señoritaDubois—, esa tontería del niño. Está claro queIsabellenotieneningúnhijo.¿Dóndeibaaesconderlo,eh?¿Ensupequeñosótano?

Maxalzólacabeza,tocadoporunasúbitarevelación.—No, no puede ser —murmuró, muy pálido—.Claro que… todo coincide…, aunque sea

descabellado…—Max,¿quédices?Meestásasustando.—Es…absurdo…pero…¡malditasea,podríaserverdad!Eldemonioquesealimentadesangre

humana…y losmalditos…yLatour…yel autordeHijos de la noche…¡yel sótano…pequeño!—añadió,triunfalmente.

Selevantódeunsalto.—Señorita Dubois —le dijo muy serio—, debo irinmediatamente a la mansión Grisard. Debo

llegarantesdequelohaganellos.—Pero,Max…—Lavidadeesaspersonasdependedeello,señoritaDubois.

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Ellalomiróunmomento.Despuésasintióconseriedad.—Enelestablotengouncaballo.Lousaelmozoparaelcarrocuandovaalaciudad,peroesun

buenanimal, fuertey rápido.Si atajaspor el caminodelEste, llegarásantesqueellos.¿Losoyes?Todavíaestánenlaplaza,esperandoalosúltimosrezagados.

—Gracias,señoritaDubois…,Sophie.Nuncaolvidaréloquehahechopormí.Leestampóunbesoenlafrenteysalióatodaprisadelacasa,haciaelestablo.LaseñoritaDubois

abriólaboca,peronollegóadecirnada.Porprimeravezensuvida,unhombrehabíalogradodejarlasinpalabras.

Momentosmás tarde,Maxsalíade lacallecomounaexhalación,montadoenelcaballoque lehabíaprestadolaseñoritaDubois.NollevabaningunaluzynoconocíabienelcaminodelEste,quenoeramásqueunasendadepastores,peroesperabapoderorientarsealaluzdelasestrellas,yllegarasudestinoantesdequefuesedemasiadotarde.Emprendióunalocacarreraatravésdeloscampos,ysólosedetuvounavezcuando vio a lo lejos una hilera de antorchas que salía delpueblo y enfilaba por elcaminoprincipal.«Yasehanpuestoenmarcha.Notengomuchotiempo»,pensó.

Sabíaquenolograríadeteneraunahordadecampesinosfuriosos,peroesperabapoderllegaratiempodeponerasalvoaloshabitantesdelamansiónGrisard.Lasospechaquelatíaensuinterioribacreciendoconcadaminutoquepasaba,yelloacentuabaparalelamentesuadmiraciónporIsabelle.Si era cierto lo que pensaba acerca de lo que había sucedido enPolonia, aquella joven habíademostradomuchovaloryungranespíritudesacrificio.Sieracierto…

Maxclavólostalonesenlosflancosdelcaballoyambosseperdieronenlaoscuridad.LlegóporfinalamansiónGrisardynolesorprendióverquehabíavariaslucesencendidas.

Desmontórápidamenteyllamóalapuerta.Nadiecontestó.—¡Isabelle,abra!¡Séqueestáustedahí!Nohuborespuesta.—¡Isabelle!¡Vienenaporusted!¡Abralapuertaoserádemasiadotarde!Oyóunruidoalotrolado,ysupoqueellaestabaallí,escuchandotraslapuerta.—Isabelle,quieroayudarla. ¡Déjemehablarconusted, déjemehablar conDagenham!—hizouna

pausayañadió,conotrotonodevoz—:¡Déjemeverle!Finalmente,lapuertaseabrió,yelrostroasustadodeIsabelleapareciótrasella.—Max,vayase—susurróIsabelle—.Jeromeestáenbuenasmanos.—Pordesgracia,haymuchaspersonasenBeaufortquenoopinanlomismo,Isabelle.Vienenhacia

aquí.Estándispuestosahacérselopagar.—Yalosé,Max,peroesoahoranoesimportante.DebemosocuparnosdeJerome,él…—¿Dónde está? —cortó Max bruscamente, cogiendo a Isabelle por los hombros con cierta

rudeza;ellalanzóunaexclamaciónahogada—.Dígamedóndeestá,Isabelle.

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—En…enmihabitación.ElseñorDagenhamestáconély…PeroMaxnegóconlacabeza.—NoestoyhablandodeJerome,Isabelle.LeestoypreguntandoporPhilippedeLatour.Séqueestá

aquí.Isabellelomiróunmomento,confusa,ydespuéssedesmayó.

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Capítulotrece

Lacriaturaestabainquietayalerta.Sentíaqueestabasucediendoalgofueradelocorriente,yesoleponíanervioso.Oíavoces,muchasvoces,ysentíaoloresnuevosydesconocidosqueavivabansused.Caminóhacialapareddedondeproveníanlasvoces,moviéndosecontotalsolturaatravésdelacompletaoscuridaddesusótano.Lasvocesseaproximaban,yconellas,elolor;perolacriaturahabíabebidoyaaquellanoche,ydemomentohabíaaplacadosused.Porellolaprudenciaseantepusoalanecesidad,yretrocedióhastaunrincónoscuro.Sabíaquealguienentraríayconélllegaríalaluz.Yaquellacriaturadelanocheodiabaytemíalaluz.

Esperó.Laparedenterasedesplazóhaciaunlado,peroesonolosorprendió,porquenoeralaprimeravezquesucedía.

Entraron personas, personas que traían luz.El ser que se escondía en las sombras percibió suolor, unolor nuevo, y pese a haber bebido recientemente, la sed volvió, insaciable, urgente yapremiante.

Conunchillido,lacriaturaselanzócontralapersonaqueestabamáscercadeél,perodeprontooyóunavozqueconocía,unavozque,dealgunamanera,ejercíaunaextrañainfluenciasobreél.

Era lavozdeella.Lacriaturavacilóysevolvióparamirarla,yentoncesotrapersona,grandeyfuerte,aquientambiénconocía,losujetóyloapartódesupresa.Elserdelsótanochillóderabia.Sucaptorlepusoalgohúmedoenlacara,ylacriaturasintióunolorfuerte,pegajosoydulzón,quenoleeradesconocido.Poresosabíaloquesucederíadespués,yvolviólacabeza,paramirarelrostrodeella,unrostroqueletraíaalamenterecuerdosdedíaspasadosylehacíaolvidarlasedquesentía.

Sinapartarlamiradadelosojosdeella,lacriaturasesumióenlaoscuridad.—Virgensantísima—dijoMax,todavíaconelcorazóndesbocado—.¿Es…PhilippedeLatour?Isabellesehabíaarrodilladojuntoa lafiguraqueyacía,desmadejadaeinconsciente,enelsuelo

delsótano,lohabíaabrazadoyloacunabaconinfinitocariño.AquelserqueunavezhabíasidoelhijodelmarquésdeLatoureraahoraunaextrañamezclaentrebestia,demonioyserhumano.Surostroestaba pálido como elmármol, y sus incisivos eran anormalmentelargos y brillaban bajo la luz delcandil.Sucuerpo,encogidosobresímismo,estabacubiertoporropasquenohacíamuchohabíansidonuevas, pero que, probablemente, él mismo había destrozado a base de mordiscos y arañazos. Susmanosparecíangarrasmásqueextremidadeshumanas.

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PeroIsabelleleacariciabaelcabellolargo,sucioylacio,contantaternuraqueelhorrordejópaso

alacompasiónenelcorazóndeMaxGrillet.—Esunvampiro—dijoDagenhamenvozbaja—.Sealimentade lasangredeotrosseresvivos,

preferentementehumanos.Maxseestremeció.—NomurióenPolonia,¿verdad?—murmuró—.Lotrajeronenaquelataúd,drogado.—Otrovampirolomordió.Asísetransmitelaenfermedad.Ahoraesunodeellos:necesitabeber

sangre,elajolorepele,laluzdelsolesmortalparaél…Peroellalohamantenidoconvidatodoestetiempo.

—Yonoqueríaquehiciesedañoanadie—murmuróIsabelle—.¡Loestabacurando!Cuandoseescapólaprimeraveznoatacóaningúnserhumano…

—No,matóaunares—reconocióMax—.YfueelmarquésdeLatourquienenvióaMorilloneldineroporgiropostalparacompensarlapérdidadelavaca,¿noesasí?

Isabelleasintió.—YotrajeaPhilippedevueltaaParíscuandotodoslodabanpormuerto.Cuandosupadrelovio…

dijoquemejorqueestuviesemuerto.—Perofueélquienfinanciólacompradelamansión,¿verdad?—Ledijequepodríacurarlo,yquenecesitabaunlugartranquiloyapartado.Hiceprogresos,¿sabe,

Max?Logrécalmarsused.Logréinclusoquehablaseotravezcomounserhumano.Yelmarquésmedijoquemedaríatodoloquepidiesesilograbadevolverleasuhijo.

—Usted ha dicho que necesitaba un lugar tranquilo y apartado, ¿no? Pero, ¿por qué eligió

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Beaufort?—Porque aquí ya teníamala fama, y supuse que lagente no querría acercarse pormi casa.De

cualquiermodo,meconveníatenerlosalejados.—Y construyó usted este falso sótano…—añadióMax,mirando a su alrededor—. Jerome lo

sospechaba,peroyohe tardadoendarmecuentadequeel sótanoquenosenseñabaerademasiadopequeñoparaperteneceraunacasatangrande.LapartedelsótanodondeescondíaaPhilippequedabaocultatrasestaparedcorredera…,muy ingenioso.Fue. esto loquehicieron los trabajadoresquesetrajo deParís, ¿verdad?Cuandoveníamos a ver la casa, usted nos entreteníaen lapuertael tiemposuficiente para que Mijaíldrogase a Philippe y asegurase la pared corredera. Deese modo nadiesospechabaquehabíaalguienmásaquí.

Isabelle suspiró.Philippe seagitóen sueños.La joven acarició el rostro del vampiro, cubrió sucuerpoconunamantayselevantó.

—SubamosavercómoestáJerome—dijocondecisión.Hallaronalmuchacho tendidoen lacamadeIsabelle.Estabainconsciente,peroparecíasumido

enunsueñotranquilo.Lasheridasdesucuelloestabanocultasbajounpulcrovendaje,enelcual,sinembargo,eranclaramentevisiblesdospequeñasmanchasdesangre.Dagenhamsesentójuntoaélyletomóelpulso.

—Elremediopareceestarhaciendoefecto—dijoalcabodeunosmomentos—.Conunpocodesuerte,lamordeduranoledejarásecuelas.

—Lo detuvimos a tiempo —susurró Isabelle—.¡Qué loco! Abrió la puerta de la cámara dePhilippe,yélllevabadíassinbeber.Porfortuna,elseñorDagenhamyaestabaenBeaufort.

—CuandonosencontramosconMijaílenelcamino,ibaabuscarlo,¿verdad?LlevabaaJeromealapensión,paraquelovieseDagenham.

—Peroyoloencontréantesaél—dijoDagenham—.Aloírenlaposadaqueaquelmuchachosehabíaperdido,temílopeor,ylosseguíaustedesaciertadistancia.Oídisparosymeacerqué.MeencontréconMijaíl,quellevabaenbrazosalchico,yentendíloquehabíapasadosinnecesidaddepalabras.

—El señor Dagenham es un aventurero —explicóIsabelle—. Ha explorado los rincones másoscuroseignotosdelplaneta.Yhaencontradootrosvampiros.

—¿Otrosvampiros…comoPhilippe?Dagemhamnorespondióenseguida.Rebuscabaensusbolsillosenbuscadetabacoparasupipa.

Finalmentelogróencenderla,ydiounascuantaschupadas.—Loshaydemuchasclases,amigo—respondióporfin—.Losmáscomunessonlosqueyollamo

«salvajes», que viven en espacios rurales porque temen alserhumano,quea suvez es su alimento,¿comprende? Después de ser mordidos, se comportan como animales y matan por necesidad. Soncompletamenteincapacesderazonarcomounserhumano.Lasedlosvuelvelocos.

—¿La…sed?

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—Ellosnecesitanbebersangreparaseguirvivos.Esloúnicoqueentienden.Eselúnicoimpulsoquelosguía.LaconcienciaracionaldelseñorLatourfueahogadaporlasedhaceyatiempo…

—¡No!—exclamóIsabelle,alzandolacabezaymirándolosdesafiante—.YoséquePhilippepuedevolverconnosotros.Séquemeescucha.Yustedlosabetambién,señorDagenham.Loleíensulibro.Ustedafirmaqueelvampirismopuedesercurado.

Dagenhamlamiróunmomentoyluegosuspiró.—En las estribaciones delHimalaya hallé una planta cuyas raíces son utilizadas por losmonjes

tibetanosparacuraralasvíctimasdelosvampiros.HeempleadoconJeromeunasgotasdeextractodedichasraíces,ytengolaesperanzadequeserecuperarásinconsecuencias.PeroelseñorLatourllevayamucho tiempoalimentándosede sangre…Nopuedomalgastarmipreciososueroconcriaturascomoél,cuandohayotrosquepuedensersalvados.

—¡Pero no es un asesino, señor Dagenham! —lodefendió Isabelle, desesperada—. Yo hemantenidodespiertasupartehumana.

—Señorita,ensucartadecíaquehaceyatresañosqueelseñorLatoursehallaentanlamentableestado.HaatacadoalseñorGrilletenelsótano.¿Cómopretendequecreaquesiguesiendohumano?

—Sinolocree,¿porquéhavenido?—intervinoMax.—Paracumplirconmideber:parasalvarasusvíctimasyacabarconelvampiro.Isabelleahogóunaexclamación.—¡Yseatreveustedaentrarenmicasaconsemejantesintenciones?¡Usted…mehaengañado!

¡EsotroDelvaux!—¡Delvaux!—repitióMax—.Elnovinoaverlaausted,¡vinoaveraPhilippe!—Convenció al señor Latour de que podría curarlo pero tenía de médico tanto como yo de

duquesa.DecíaquePhilippeestabaposeídoporeldemonio,ypretendíaexorcizarle.—¿Quieredecirustedqueeraunsacerdote?—Esodijo.Sehizopasarpormédicoparaqueyolodejaseentrarenmicasa,perolodejéasolas

conPhlippeysalióhuyendo.—Puesnoandabamuydesencaminado,señorita—dijoDagenham—.Algunosvampirossonsin

dudademonios,ohijosdeldemonio.Otrosregresandesustumbasysonunaespeciedenomuertosquesealimentandevidasajenas.Algunossoninmortales.Algunosotrosposeenunainteligenciayunacrueldadmásalládelarazónhumana.

Hizounapausayluegoañadió,conunarisaseca:—RecuérdemealgúndíaquelecuenteloqueencontréenTransilvania.—PeroPhilippenoesasí—dijoellaenvozbaja.—No.Afortunadamentepara todosnosotros, esunvampirosalvajequeactúapor instintoypor

necesidad,ynoporodioycrueldad.Perohaatacadoagente,¿noesverdad?—Cuandoesos chicosvinieronami casa—rememoró Isabelle—,yoestaba sola conPhilippe,

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señorDagenham.HabíaenviadoaMijaílaverasucontactoenParísparaentregarleunacartamía,enlaquelepedíaquevinieseaveraPhilippe.

Dagenhamasintió.—Ellos querían entrar en el sótano —prosiguióIsabelle—, y llamaron a la puerta para

distraerme.Pensé que eraMijaíl. Salí del sótano, pero no cerrébien la falsa pared.Cuando elloshuyerondemicasa,PhilippefuetrasellosyalcanzóaArmandenelcamino.GraciasaDios,Mijaíltambiénestabaallí.RegresabaacasaenesemismomomentoypudoimpedirquePhilippeatacaraaArmand,queestabaparalizadodepuroterror.

—Ydespués,Mijaíl llevó al chico a cuestashastalapuertadesucasay lodejóallí…—dedujoMax,recordandolaspalabrasdeArmandacercadel«sueloquesemovía»—.Supongoquenoqueríaquelovieranadie.Habríanpensado…,exactamenteloquepensamosBonnardyyocuandolovimosconJeromeenbrazos.

—¿Love?—dijoDagenham—.Loquehahechoustedesloable,señoritaIsabelle,peroeseserespeligrosoparatodos.PorDios,míresealespejo.Todoestolaestádestrozando.Estáviviendocomounacriaturanocturna,igualqueél.

Isabellereprimióunsuavesuspiro.—Y seguiré haciéndolo el tiempo que haga falta,señorDagenham.Si esnecesario…, seréuna

hijadelanoche,comoPhilippe,elrestodemivida.Dagenhamnegóconlacabeza,preocupado.—Ustednosabeloquedice,muchacha.Ustednoesunadeellos,eshumana,comoyo,comoel

señorGrillet,comoestemuchachoalquesuamado,unverdaderovampiro,acabademorder.Yloqueustednecesitaesalejarsedeaquí,empezarunanuevavida,salirdecasa,tomarelsol,encontrarunhombre que pueda cuidarla… ¿De verdad está dispuesta a vivir de noche el resto de sus días…,atendiendolassangrientasnecesidadesdeunvampiro?

ParecióqueIsabelleibaaderrumbarse,yMaxintuyólosterriblessacrificiosquehabíatenidoquehacerparamantenerconvidaaPhilippedeLatour.UnaterriblesospechanacióensuinteriorcuandorecordólasmuñecasvendadasdeIsabelle.«Nopuedeser.¿Tanlejoshallegado?»,pensó.

—Isabelle—dijo,temblando—,¿dequésealimentaexactamentePhilippe?Ellalomiró,sonriendoamargamente.—¿Nolohaadivinadotodavía?Sealimentademisangre,señorGrillet.—Peronolahamordido,¿verdad?—dijoDagenham,mirándolafijamente.Ellasostuvosumiradasinpestañear,alzóunamanoyseremangóelvestidoparaqueDagenham

viesesumuñecavendada.Nisiquieraelduroaventureropudoreprimirunestremecimiento.—¿Porqué…porquéusted?—pudodecirMax—.Mijaílesunhombrefuerte.Él…—No. Estoy tratando de enseñar a Philippe que nodebe tomar nada que no le den. Se está

acostumbrando a ello, Max. Es la única manera de que no mate anadie. Además…—vaciló un

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momento—.Nomepareceríajusto.PhilippefuelacausadequeMijaílperdieseelhabla.Éleramiguíacuando decidí exploraraquel bosque polaco en busca de Philippe, a pesar deque los aldeanosmedijeron que eso sería nuestra perdición. No quise escucharlos. Philippe saltó sobre nosotros y nossorprendió;porfortuna,reconociómivozcuandoleordenéquesedetuviese.PeroMijaílhabíaestadotan cerca de la muerte que dejó de hablar desde ese mismo instante, y su cabello se volviócompletamente blanco. Cuando volvimos al pueblo, todoscreyeron que Mijaíl estaba maldito. Loecharondesuscasasydesusvidas.VinoconnosotrosaFrancia,ymehaayudadodesdeentoncesacontrolaraPhilippe,queahoraesmuchomásfuerte…

MaxmiródereojoaMijaíl,queestabadepiejuntoaIsabelle,conelrostroimpasible.—¿Yporquélesirvetanfielmente?Quierodecir,Philippeintentómatarlo…—Déjemeadivinarlo—dijoDagenham,chupandoelextremodesupipa—.Ustedlesalvólavida

haciendoalgomásqueordenaralvampiroquesedetuviera,¿noescierto?Isabellevaciló.—YocomprendíenseguidaloquePhilippenecesitaba.Yotraíaunpuñalconmigoyledejébeber

demisangre.Deesamaneralocalmé.CreoqueMijaílnuncahaolvidadoloquehiceentoncesporél…

—NopermitióquePhilippelamordiera,porsuerte—comentóDagenham—.¿Cómolosupo?—Porloquedecíanloscampesinos.Lamordeduradeldiablo.Elbesodelamuerte.Nosupemás

detallesacercadelosvampiroshastamástarde,peroellosmedijerontodoloquenecesitabasaberenesemomento:Philippesealimentabadesangre,ylaluzdelsoleraletalparaél.Fueentoncescuandosupeque,siéldebíaocultarsedelsol,tambiényoviviríadenochehastaquelograracurarelmalqueloaquejaba.Desdeentoncesintentocalmarsusedparaquenosevuelvaloco.Nopuedohacerlotodaslasnoches,porsupuesto,porqueesomemataría,ynecesitomantenermeconvidaparacuidardeél.

Dagenhamlamirófijamente.—Noestáustedbiendelacabeza,niña.Seestásacrificandodemasiadoporalgoquenisiquieraes

humano.¿Hamiradobienalacriaturaqueescondeensusótano?LaindomablejovenalzólacabezayclavóunamiradacentelleanteenDagenham.—¿Quiereustedpruebasdeloquedigo?Lastendrá.Acompáñenmeabajo.Volvieronabajar,eIsabellecorriólafalsapared.Alfondovieronlasombradeloquehabíasido

PhilippedeLatour.Parecíaqueyaestabadespertando.CuandoMaxalzóelcandil,elvampirogruñó,enseñandoloscolmillosytapándoselosojosconlamano.

—Philippe,soyyo—dijoIsabelle.Lacriaturaseguíamirandoaloshombrescondesconfianza.Isabellesuspiró.—Haprobado la sangrede Jerome,y eso lohavueltomás salvaje. Por suerte para elmuchacho,

llegamosatiempodeimpedirquebebierademasiada.Perosigueteniendosed.Tendió lamanohaciaMijaü y éste depositó en ellaun cuenco y un cuchillo.Max intuía lo que

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Isabellequeríahacer.—¡Isabelle,no!Seprecipitóhaciaella,peroMijaílleimpidióacercarse.—Déjela—dijoDagenham—.Llevaañoshaciéndolo,yyoquieroversiesciertoquesusangrees

capazdehacermáshumanoaestevampiro.Siesasí,conunpocodesuerte,ellanotendráquehacerestonuncamás.

La joven se había retirado las vendas de las muñecas, marcadas por profundas y horriblescicatrices.Max apretó los puños, pero Isabelle no vaciló. Aplicóla hoja del puñal a la muñecaizquierda, y la deslizó suavemente, casi conmimo. El corte fue rápido; enseguida, un torrente desangremanósobrelapieldelajoven,cayendoenelcuenco.

—PorDios bendito—susurróDagenham—. Si nolo veo, no lo creo.O este vampiro estámuydrogado,ocomprendeperfectamenteelsacrificiodeella.

—¿Porqué…diceeso?—pudopreguntarMax.—Cualquierotrovampirosalvajesehabríavueltolocoysehabríaabalanzadosobre laherida

sangrante.MaxmiróaPhilippe.Elvampiroestabaacurrucadocontralapared,ysuaspectoeratansiniestro

quedabaescalofríos.Peronosemovía.MirabaaIsabellefijamente,esperando.Lajovensesentóenelsuelo,exhausta.Mijaílsearrodillójuntoaella,yconextremadelicadeza,se

aplicóalatareadedetenerlahemorragia,algoque,adivinóMax,noeralaprimeravezquehacía.Pronto,elolorayodoseextendióportodalahabitación.

Mientrasduró laoperación, el cuencoque contenía elpreciado líquido seguía reposandoenelsuelo,juntoaIsabelle.PeroPhilippecontinuabaquietoyensilencio.

—No ha bebido bastante —murmuró Dagenham—.Jerome apenas ha perdido sangre.Ahora elvampirodeberíaestarcomolocoysinembargo…

MijaílterminódecuraraIsabelle,yellasequedótodavíaquietaunosminutosmás,recuperandofuerzas.Entoncesseincorporó,tomóelcuencoentrelasmanos,seacercóaPhilippeylomiróalosojos.Elvampirocaptólaintensidaddesumiradayquedóatrapadoenella,ignorandoelcuencoqueellaletendíayquesuinstintopedíaagritos.

—I…Isabelle—dijoél.—Bebe—respondióella.Philippetomóelcuencocondelicadezaybebió.Inmediatamentemostróotroaspecto.Susmejillasadquirieronalgodecolor,susojosbrillabany

supielpresentabaunanuevatersura.Perotambiénsuexpresióneradiferente.—I…Isabelle—repitió.Suvozeragrave,gutural,primitivaysalvaje.Perohablabaconpalabrashumanas.Isabellenopudoevitarqueunpardelágrimasrodasenporsusmejillas.Temblabacomounahoja,

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estabaextremadamentepálidayrespirabacondificultad.—¿Estáustedbien?—preguntóMax,inseguro.Peseatodo,nuncalahabíavistollorar.—Merecuperaré—respondióella,secándoselaslágrimasconeldorsodelamano—.Sólonecesito

descansar,dormirycomermucho.—Perosucuerponoaguantaráestassangríasconstantes, Isabelle—dijoDagenhammuyserio—.

Lasheridas pueden infectarse. Además, si insiste en abrírselas una y otra vez, un día dejarán decicatrizar.

IgnorandoaDagenham,IsabellesevolvióhaciaPhilippe.—Tenemosquemarcharnos,Philippe—ledijo—.Nonosquierenaquí.Vendránabuscarnos.Élsequedócalladounmomento.Despuésasintió.—El…chico—dijo,condificultad—.¿Está…bien?—Estarábien—respondióella—.Milagrosamenteestávivo.—Yo… lo… siento —pudo decir Philippe; parecíaque su garganta encontraba extrañas las

palabras,perolaspronunciaba,nocabíadudadequelaspronunciaba—.Tenía…sed.Sacudiólacabezayenterróelrostroentrelasmanos,desesperado.—Nopuedocreerlo—musitóDagenham—. ¡Unvampiroque siente remordimientospor serun

vampiro!PhilippehabíatomadolamanodeIsabelleconincreíbledelicadeza,ycontemplabadesconsolado

susmuñecasvendadas.—Nunca…más,I…Isabelle.Me…mataré.—Noloharás—losojosdeIsabellebrillabandenuevo—.Nolopermitiré.Hetraídoaunhombre

quepuedecurarte.Élpuedehacerquevuelvasaverlaluzdelsol.PhilippepareciórepararporprimeravezenMaxyDagenham.—La luz… del sol—musitó, y sacudió la cabeza,como si aquello fuera un sueño imposible;

entoncesmiró aDagenhama los ojos y suplicó—:Sálvela.Por…favor.Elladice…quees…unahijadelanoche…como…yo.Pero…noes…verdad…Debeviviralaluz…deldía…

DagenhamapartólamiradadelvampiroparaclavarlaenIsabelle.—¿Porquéhaceesto?—¿Porquémehaceesapreguntasiyalosabe?—Dígamelousted,Isabelle.¿Porquélohace?Ellanovacilócuandorespondió:—Poramor.—Ydígame,¿fueelamorloquelallevóacortarselasvenasenunbosquepolacoparaalimentar

aunvampiro?Amímeparecemásbienunagranlocura.Ellanegóconlacabeza.

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—No lo sé.Lohabía dejado todopor seguirle, porquemi corazón había decidido que él era elhombreaquienyoamaba.Nopodíaconformarmeconmenos.Habríasidotraicionarmeamímisma,¿comprende?Cuandovihastadóndehabía llegadoporélcomprendíqueel infierno sóloestabaunpasomásallá.Sóloteníaquedaresepasoyretroceder,ytraeraPhilippedevuelta.

Dagenhamlamiróconsusojosdehalcónviejo.—Digaloquediga,ustedvaaseguirprotegiéndolo,¿noescierto?Isabellelerespondióconunamiradadesafiante.—Entalcaso—concluyóelaventurero—,másvaleintentarquesuamigovuelvaaverlaluzdeldía,

porelbiendetodos.El semblante pálido de Isabelle se iluminó con un nuevo resplandor. Trató de levantarse para

acercarseaDagenham,peroestabademasiadodébil.—Quieta, chiquilla. No se precipite. Necesitarétiempo para tratar al señor Latour. Y a ser

posible,unlugartranquilodondelosaldeanosnotratendelincharnosatodos.—ElseñorDagenhamtienerazón—intervinoMax—.Tienenquemarcharseahoramismo.—¡Pero no podemos irnos ahora! —exclamóIsabelle, angustiada—. Nos alcanzarán. Y no

estaremosacubiertoantesdelamanecer.SilosrayosdelsoltocanaPhilippe…Maxlamiró.Losojosdeellaseclavaronenlossuyos.Maxsupoenesemismomomentoque la

amaba,aligualquesupotambiénqueella,poralgunamisteriosarazón,jamásamaríaaotrohombrequenofuesePhilippedeLatour.MaxsepreguntósieljoveneradignodeIsabelle,ysihabríaestadodispuestoasacrificarseporellade lamismamanera.Comprendióqueno.Perotambiénsupoqueélmismotampocohabríatenidovalorparahacerloqueellaestabahaciendo.SiemprehabíaintuidoqueIsabelleeraunamujerextraordinaria.Ahoralosabía.

Y pensó que ellamerecía ser feliz junto al elegido de su corazón, y que ambosmerecían unasegundaoportunidad.

Maxseirguiódeunsalto.—Noloharánsiyopuedoimpedirlo.Hemosdeescapardeaquí.Tengounaidea.

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Capítulocatorce

UnacoléricacomitivaavanzabaporelcaminoquellevabaalamansiónGrisard.Enelgruponosólohabíahombres,sinotambiénmujeresyancianos.Rouquin,Morillon,Boutel,Bonnard,Michelet…Todosestabanallí,incluidoelpadreRougier,queexhortabaatodosaexpulsaraldemoniodeBeaufort;ademássehallabanenelgrupoelalcaldeysumujer,queavanzabanunpardepasosdetrásdelaseñoraBonnard, lacualllorabadesconsoladaygritabaenfurecidaapartesiguales,llevandoenunamanoungrancuchillodedegollaryclamandojusticiaparasuhijo.Bajolaluzdelasantorchas,lossemblantesde las gentes deBeaufort parecían diferentes, casi grotescos, deformados por una furia salvaje.Costabatrabajo,porejemplo,relacionaralatímidaseñoraLavoineconlamujerque,arropadapor lamultitud,gritabaenardecidacontraIsabelleysucriado,empuñandounapesadasarténqueagitabaenelaire,completamentedecididaadescargarlasobreelcráneodesuenemigo,fueracualfueseéste.SuvozsemezclabaconladelosdemáshombresymujeresdeBeaufort,quecoreabaninsultosyamenazascontralosasesinosdeniños.

Los rostros de aquellas personas eran máscaras desfiguradas por la ira y el odio, máscaras demuertequeocultaban,sinquefueranconscientesdeello,unaemociónaúnmásprimitivaeirracional,unsentimientoqueloshabíavueltolocos,violentosysalvajes:elmiedo.

Rouquin,queibaencabeza,sedetuvodeprontoycogióaBonnardporunbrazo.—¡Mira,Benoit!¿Veslomismoqueyo?El constructor asintió, ceñudo. Una sombra habíasalido de la mansión Grisard. Parecía un

enormejinete.—Larataabandonaelbarco—gruñóBonnard—.¡Vamos!Seseparódelgrupoysaliódelcamino,seguidoporcincohombresmás.Esperaban interceptaral

jineteunpocomásallá.Maxestabadepiefrentealacasa,conlosojosclavadosenlaoscuridad.Habíapuestoadisposición

d eIsabelle el caballo de la señorita Dubois. Ella lo habíamirado con la emoción pintada en suscansadosojososcuros.

—Graciasportodo,Max—habíadicho—.Nuncaolvidaréloquehahechoustedpormí.Habíamontadosobrelagrupadelcaballo,juntoconMijaílyPhilippe.Dagenhamhabíaexpresado

susdudas acerca de si resistiría el animal tanto peso, peroMax había señalado que ni Philippe niIsabellepesabandemasiadoyque,porotrolado,noteníanalternativa.

Después,Isabellesehabíaido.Maxsabíaquejamásvolveríaaverla,yalgoparecidoaunamanogélidaleoprimióelcorazón.—Cuesta ver cómo la mujer de tu vida escapa conel hombre de su vida, ¿eh? —comentó

Dagenham.

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Maxignoróelcomentario.—EsperoquelogrenllegaraSoissonsantesdelamanecer.Dagenhammiróporencimadesuhombroydijo:—YoesperoquelogrenllegaraSoissonsypunto.Maxmiró,yloquevionolotranquilizóenabsoluto.Elgrupoqueveníaporelcaminosehabía

dividido.AlgunoshombressehabíanpercatadodelahuidadeIsabelle,ysemovíanhaciaelNorte,conlaintencióndeinterceptarla.

—Hanpartidodemasiadotarde.¡Loshandescubierto!—Elcaballonopuedecorrermásdeprisacontantopeso—murmuróMax—.Losalcanzarán.—Ahoradebemospreocuparnosporotrascosas,señorGrillet.¡Tenemoscompañía!ElrestodeloshabitantesdeBeaufortfranqueabalapuertadeljardíndelamansiónenarbolando

armasyvociferandoamenazas.MaxyDagenhamcruzaronunamiradayasintieron.—¿Dóndeestálabruja?—gritóalguien.—¡Labruja!—exigieronlosdemás—.¿Dóndesehaescondido?—¡ElseñorDagenhamlahaderrotadoyhasalvadoaJerome!—gritóMax.Hubomurmullosdedescontento.—¡Escierto!—gritóDagenham—.¡Crucifijos,dientesdeajo,aguabendita!¡Nadadeesoagrada

a los demonios! ¡He expulsado a demonios de mediomundo, desdeMongolia a Jamaica, de losCárpatos alNilo, y sé cómohayque tratar a esas criaturasmalditas ! ¡ElseñorGrilletyyohemosrescatadoaJeromedelasgarrasdelamuerte!

Seoyóungemido.LaseñoraBonnardavanzóunospasos,llorosa.—¡Mihijo!¿Mihijoestávivo?PeroelpadreRougierseadelantóymiróaDagenhamcondesconfianza.—¿Conquéautoridadpuedeustedexpulsaralosdemonios?¿Acasoessacerdote?Dagenhamabriólabocaparacontestar,peroalguienvociferó:—¡Miente!¡Estáprotegiendoalosasesinosdeniños!Ylamultitudvolvióarugir.Mientrastanto,Mijaílclavabalostalonesenlosflancosdelcaballo,obligándoloacorreramás

velocidad.Protegidapor suenormecorpachón,y rodeando a su vez con sus brazos la cintura dePhilippe,Isabelle temblaba. Se sentía muy débil y le costabarespirar, pero no era eso lo que lapreocupaba, sinoel interrogante de si el caballo aguantaría aquel ritmohasta llegaraSoissons.Silograbanalcanzarlaciudadantesdelamanecer,nolescostaríatrabajoencontraruncobijomientrasbrillase el sol. El objetivoera viajar hastaCalais, siempre de noche, y tomar allí un barco que losllevaseaInglaterra.SereuniríanconDagenhamenLondres…

Depronto,algocayósobreellosdesdelosárboles,sombrasquegritabanfuriosasenlaoscuridad.ElcaballoseencabritóeIsabellesintióunfuriosodolorenelhombro,allídondeunadagalahabía

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golpeado.Mijafllogrócontrolaralcaballo,perocuatrohombreslesbloqueabanelpaso.EranRouquin,Bonnard,Boutel yMichelet.Boutelsosteníaunaantorcha.RouquinyBonnard los

apuntabanconsusarmas.InclusoMichelet,elpacíficopanadero,empuñabaladagaquehabíaheridoaIsabelle.

—Niunpasomás,bruja—gruñóRouquin—.Dileatubrutoquenohagaunmovimientoenfalso,odispararé.Yahora,bajaddelcaballo.

Obedecieron.Isabelleinspiróprofundamente.—Porfavor—suplicó—.Nopodemosdetenernos.Debemos…—¡Silencio!—cortóBonnard—.¿Quéhashechoconmihijo,maldita?Isabellenopudoresponder.Micheletlanzóungritodeespanto,ytodosretrocedieron.Philippehabíadadounpasoalfrente,ylaluzdelaantorchailuminabaahorasurostro.—¡Monstruo!—gritóBonnard.Rouquindisparó.—¡¡NO!!—chillóIsabelle.

Dagenhamretrocedióunospasos.La turbaavanzabahaciaélprofiriendo insultosyamenazas.En

aquellosmomentos loshabitantesdeBeaufort leparecíanmás inquietantesque lacoloniadecruelesvampirosinteligentesquelohabíaapresadoenAnatolia.

—Sondurosdepelar,Grillet—murmuróelaventureroentredientes—.¿Grillet?Noobtuvorespuesta.Maxsehabíaesfumado.Soltandounamaldiciónporlobajo,Dagenhamdiomediavueltaysedispusoasalirhuyendo.

MijaílseprecipitóhaciaadelanteparaprotegeraIsabelle,peroelcuerpodePhilippeseinterpuso

entre ellayRouquin.Labala logolpeóenel estómago,pero el vampironodiomuestras de sentirdolor.Gruñócomounloboenfurecidoysaltósobresuagresor.

Rouquineraunhombrefuerte,peroPhilippeloderribósindificultad.Volvió lacabezahacia loshorrorizadoscompañerosdesuvíctimaylanzóunchillidodeadvertencia.Suaspectoeraaterrador.Laluz de laantorcha iluminabasu rostro,pálidocomoeldeunespectroyenmarcadopor loscabellosnegrosyrevueltos,que ledabanunaaparienciaprimitivay salvaje;sus largosyblancoscolmilloseranclaramentevisiblesporqueestabagruñendo,y susojos relucíanconunsiniestrobrillorojizo.Habíaadoptadounaposturamásfelinaquehumana,ytodoensuactitudparecíademostrarqueestabaapuntodesaltarsobreellostambién.

Perolopeorhabíasidoaquelchillidoinhumano,muysemejantealquehabíaasustadoalasensataseñoritaDubois,parecidotambiénalquehabíanescuchadoJeromeyFabricedíasatrás.Micheletquisogritar.Bouteldejócaerlaantorcha,querodóporelsueloyseapagó.

Los ojos del vampiro seguían brillando en la oscuridad. Sus colmillos también relucieron un

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momentosobreelcuellodelcaídoRouquin.—¡Philippe,nolohagas!—gritóIsabelle.Philippevaciló.LajovenhabíavueltoasubiralcaballojuntoconMijaíl.Elvampirosedispusoa

saltarhaciaella,peroalgologolpeóenlacabezaylolanzóaunlado.—¡Maldito… engendro! —jadeó Rouquin, tratando de ponerse en pie—. ¡Pagarás por tus

crímenes!Philipperetrocedióychillódenuevo,enseñandolosdientes.Rouquinalzósuarma.Elvampiro

tensólosmúsculosparasaltarsobreél.—¡¡Philippe!!Rouquindisparóporsegundavez.Peroelvampiroyanoestabaallí.EstabajuntoaIsabelle,sobrelagrupadelcaballoquesealejabaagalopetendido.Rouquinbajóelarma.—Undemonio—murmuró—. ¡Unmalditodemonio!—sevolvióhacia sus compañeros—. ¡Hay

queacabarconél!Esecaballonoaguantarámucho…¡Vamos!Losotrostreshombresobedecieron,comoautómatas,ysiguieronaRouquin,queyacorríaenpos

deIsabelle.

Mientras Dagenham trataba de razonar con los habitantes de Beaufort en el lenguaje que ellosqueríanescuchar,MaxhabíasubidoabuscaraJerome.Seinclinójuntoaélytratódedespertarlo,peroelmuchachonoreaccionó.

—Vamos,Jerome,tenecesito—murmuróMax,preocupado—.Despierta,porfavor…Optópormojarleunpocolassienesylafrenteconagua,ylogróhacerloreaccionar.—¿Señor…Grillet?—murmuró.—Sí,Jerome.¿Puedesoírme?—¿SeñorGrillet?Estoyvivo,¿verdad?—Sí,chico.Estásvivo.Yvasadecírseloatuspadres,¿deacuerdo?Jeromeasintiódébilmente.Maxlocogióenbrazosyvolvióabajarlasescaleras.

—¿Mijaíl?¿Quésucede?Elhombretónechóunamiradahaciaatrásygruñó,preocupado.Unaluzlosseguíaenladistancia.—¡No!¿Todavíanospersiguen?Mijaíl la miró preocupado, e Isabelle supo que losalcanzarían. El caballo había hecho un

tremendoesfuerzoparahuirdesusperseguidoresyacusabaelcansancio.—Nopuedeser—murmuróella,desesperada—.No,ahoraqueestábamostancerca.Entonces Mijaíl tiró de las riendas e hizo que el caballo se detuviese. Isabelle lo miró sin

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comprender.ElhombretóndesmontódeunsaltoyentrególasriendasaIsabelle.—No…nopodréllegaryosola—protestóella—.Estoymuydébil.—No…estás…sola—susurróPhilippe.MijaíllamiróalosojosycerrólamanodeIsabellesobrelasriendas.—Corra—dijoconvozronca—.Nomireatrás.Isabelleabriólaboca,sorprendida,peronollegóadecirnada.LaenormemanazadeMijaílcayó

sobrelagrupadelcaballo,yésterelinchóysaliógalopandoatodavelocidad.IsabelleseaferróaPhilippe,quemontabafrenteaella.Volviólamiradahaciaatrásyviolafigura

deMijaílsobrelacampiña,cadavezmáspequeña…

CuandoMaxsalióaljardín,descubrióaDagenhamenunamuypocoairosasituación.Elaventurerohabía trepado por la pared de lamansión y se esforzabapor guardar el equilibrio sobre el tejado,mientrasalgunoshombresenfurecidostratabandealcanzarlo.

Maxsupoquenoteníademasiadotiempo.AlzóaJeromeygritó:—¡Jeromeestávivo!Nadieparecióescucharlo,porloqueMaxvolvióagritar:—¡Jeromevive!Se oyóun grito.La señoraBonnard se abrió pasoentre lagentey seabalanzósobreMaxpara

comprobarqueloquedecíaeracierto.Lamultitudcallódepronto,vacilante.Dagenhamsesentósobreeltejado,sacólapipayhurgóensusbolsillosenbuscadetabaco.—Caramba,Max,—comentó—.Unpocomásynolocuento.

PhilippeeIsabellecabalgabanagalopetendidoatravésdecampiñasdesiertasysolitarias.Hacía

ratoquehabíandejadoatrásasusperseguidores;noobstante,Isabelletemíaaotroenemigotodavíamás implacable que acechaba tras el horizonte, aguardando aque llegaseelmomentodemostrar surostro.Lajoveneramuyconscientedequeelgalopedelcaballoeracadavezmásirregularyque,deseguirasí,nollegaríanaSoissonsantesdelamanecer.

Isabellesuspiró,preocupada.LaaterrabalaideadeseralcanzadosporlaslucesdelaaurorayvercómoPhilippesemarchitabaentresusbrazosigualqueunhelechoenplenodesierto.

—¿Esnecesariotodoesto?—susurróMax.—Enestascircunstancias, ladestruccióndeunaviejamansiónesunmalmenor—respondióel

aventurero—.Hanvenidoconganasdemataraalguien.Hayquedarlesalgoquehacer,opuedequelomatenausted.

Maxcontempló,impotente,cómolasgentesdeBeaufortentrabanenlacasaydestrozabantodolo

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quehallabanasupaso.Cuandoyanoencontraronnadaqueromper,leprendieronfuego,ylasllamasenvolvieronloquehabíasidolamoradadeIsabelleydelmásterribleyocultodesussecretos.

Maxcontemplólalíneaclaraqueemergíatraslasmontañas.—Corre,Isabelle—murmuró.

Nohabríasabidodecircuántotiempoestuvieroncabalgandoatravésdepáramosdespoblados,ni

cómosabíaPhilippequellevabaladireccióncorrecta.Isabellehabíacaídoenunextrañosopor,ysólosalióde él cuando oyó gruñir a su compañero y vio que a su espalda el horizonte comenzaba aclarear.

—Oh,no—suspiró—.¡Oh,no!Espolearontodavíamásasuagotadocaballo,enundesesperadointentoporllegaraunrefugio

antesdequeelsollosalcanzase.VieronlostejadosdeSoissonsalolejos,cuandoelalbacomenzabaacubrirlascampiñasconsumanto.Isabelle,quenuncahabíasidocreyente,cerrólosojosyrezó,rezócontodasualma,rogandoquePhilippetuvieseunasegundaoportunidad,queelsolnoseloarrebatasecuandoacababadeaparecerunaposibilidaddequevolvieseacaminaralaluzdeldía.

Isabelle rezó, mientras el caballo galopaba exhausto,y Soissons parecía un sueño lejano bajo laclaridaddelalba.

CuandolosrayosdelamanecertocaronlosdespojosennegrecidosdelamansiónGrisard,Maxsedejócaer sobre el borde del camino. Todos habían regresado ya a Beaufort, después de aquellaespantosanochedeodioyfuego.DagenhamestabaencasadelosBonnard,cuidandodeJerome,peroelgendarmehabíasidoincapazdesepararsedelaviejamansiónquehabíasidoelhogardeIsabelle,deMijaílydePhilippe.

Ahoraquetodossehabíanido,sesentíasoloymuyvacío.SabíaquelavidaenBeaufortvolveríaasupulsohabitual,sinsorpresasnisobresaltos,yél,queseteníaporunhombretranquilo,sehabíadadocuentadequeecharíademenosaquellosdías,lassonrisasfugacesdeIsabelleylasconversacionesconlaseñoritaDuboissobreelmisteriodelamansiónGrisard.

—Demodoquesehanido,¿eh?Max sonrió. Junto a él estaba la anciana que, sin duda, se había apresurado a recorrer

afanosamenteellargocaminodesdeBeaufortconlasprimeraslucesdelamañana.—Quémadrugadoraesusted…—Sentíacuriosidad.Contemplólosrestosdeloque,tiempoatrás,habíasidounedificiomagnífico,ysuspiró:—¿Porquéhanhechoesto?Maxllevabaunbuenratopreguntándoselo,peroporfinhallóunarespuesta.—Porquelonecesitaban.Paraconjurarelmiedo,¿sabe?Porqueelodionacedelmiedo.LaseñoritaDuboisladeólacabezaymiróaMax,pensativa.

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—¿Sabes,Max?, puede que tengas razón.Me alegro de que no te dejases llevar por toda estalocura.Mealegrodequefuesesvaliente.

—¿Valiente,yo?—Maxsonrió—.No.Simplemente…,nopodía tenermiedode Isabelle.Deella,no.Ella…

—Losé—dijolaanciana—.Sécómotesientes.Séexactamentecómotesientes.Sumirada estaba preñada de una profundamelancolía, yMax comprendió, de pronto, que ella

tambiénhabíadejadoescaparasuhombre,muchotiempoatrás.PensóenIsabelle.Descubrióquenoleguardabarencor.Nisiquierasesentíaceloso.—Ojalálohayanconseguido—murmuró.—Yotambiénlodeseo.Hubounbrevesilencio.EntonceslaseñoritaDuboisseestremeció.—Empiezoatenerfrío,Max.Volvamosacasa.Tienesmuchasnovedadesquecontarme.Maxleofrecióelbrazoalaancianaylosdos,lentamente,dieronlaespaldaalosdespojosdela

mansiónGrisardyseinternaronporelcaminoquellevabaaBeaufort,devueltaalatranquilidadyalosdíasapacibles,perosintiendoque,traslapartidadeIsabelle,nadavolveríaaserigual.

Trasellos,sólounmontóndenegras ruinasquedabacomorecuerdode lacasaquealbergóunamorimposible,másalládelavidaydelamuerte.

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Epílogo

Perkinssalióacubiertapocoantesdelalba.Acababadedespertarseyestabaaúnmedioadormilado,perodisponíadeunosminutoslibresparadespejarseantesdequelollamaseeloficial.Seacodósobrelabordaycontemplóelmarsombríoyencalma.ElPhoebushabíasalidodeDoverunosdíasantes,ynotardaríaenhacerescalaenMarsella,paraseguirdespuéshastaNápoles.

Perkinsbostezó.LlevabavariosmesestrabajandoabordodelPhoebusymuchosañoscruzandolosmaresenotrosbuques,peroesperabaqueaquélfuesesuúltimoviaje.DespuésregresaríaaDoveryseharíapescador,ypodríavermásamenudoasumujeryasuhija.Aquelpensamientoloanimaba.

Oyóun ruido a su espalda y vio una figura sentadacercade él.Lo reconoció comounode lospasajeros.

—Esustedmadrugador,¿eh?—Megustaaprovechareldía.El hombre hablaba con un perfecto acento londinense, y fumaba en pipa. Sus ojos escrutaban a

Perkinsdesdeunrostroásperoymoreno.—Seráunhermosodía—dijoelmarinero—.Mire,haytodavíaalgunasbrumas,peronotardaránen

deshacerse.—Tantomejor—asintióelpasajero.Otrasdosfigurasaparecieronenlacubierta.Unadeellaseraunajovendeserenabelleza.Elotro

eraunhercúleoextranjerodecabellocompletamenteblanco,quecontrastabaconsurostrojuvenildegestoserioyreconcentrado.

—SeñoritaIsabelle—dijoelhombrequeestabasentado—.Venga,desdeaquísedivisaunavistamaravillosa.

Ellasonrióyseacercóaél.Elhombregrande lasiguió.Sólocuandoambosestuvieronsentados,Perkinssediocuentadequehabíauncuartoindividuoconellos,untipodelgadoypálidoquevestíadenegroyescondíasurostrobajoelaladesusombrero.

Habíaalgoextrañoenaquellaspersonas,yPerkinssesintióinquieto.—Buenosdías,señores—saludó,inseguro.—Apártese,Perkins—gruñóeldelapipa.Elmarinerosesobresaltó,nosóloporsusbruscosmodos,sinoporelhechodequeélconociesesu

nombre.—¿Cómodice?—Apártese.Nostapalavista.Perkinsobedeció.Enaquelmomentoelsolcomenzóaemergerporelhorizontecomoundisco

dorado,bañandolosrostrosdeloscuatropasajeros.

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Perkins los contempló.Elhombrede lapipaparecíamuysatisfechode símismo,y sonreía.Elgigantónsemostrabaemocionado.Lamujerllorabasilenciosamente.

Yencuantoalcuartopasajero…ElcuartopasajeroeraelhombremáspálidoquePerkinshabíavistoensuvida,yestabasegurode

nohaberse topadoconélabordodesdequezarparondeDover.Aunquenoeradeextrañar,yaqueparecíaestarrealmenteenfermo.

Sin embargo, sus ojos brillaban con una intensidadimpropia de un convaleciente, y su manoestrechabaconfuerzaladelamujer.HabíaalgoenlaexpresióndesurostroquePerkinsnolograbacomprender.

Volvióaobservardenuevoaloscuatroextrañosviajerosysediocuentaentoncesdequeloquecontemplabancontantosentimientoeraelamanecer.Sefijóenelhombrepálido,ydescubrióquesurostroeralaexpresióndelafelicidadmáspurayexultante.

Perkins oyó la voz del oficial llamándolo, y se alejó de aquella extraña escena, moviendo lacabeza.

—¡Porfavor!—gruñó—.¡Sisóloesunamanecer!A sus espaldas, los cuatro viajeros seguían contemplando el sol naciente, y el hombre pálido

sentíaque,porprimeravezenmucho tiempo, los rayosdelaauroracalentabansupielfríacomolamuerteyblancacomolalunaquehabíagobernadosuexistenciahastaentonces.

A su lado, la mujer que lo había devuelto a la vida lloraba de felicidad, porque sabía que lapesadilla había terminado y ella ya no tendría que vivir como una hija de la noche nuncamás.Ysonreía,y soñabacon lanuevavidaque losaguardabaal finalde la travesía, enunabella finca enItalia,juntoalmar,conmuchosol.Muchosol.

FIN