La Hispania tardorromana y visigoda. Siglos V-VIII · Fragmentación política y formación del...

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La Hispania tardorromana y visigoda. Siglos V-VIII Economía

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  • La Hispania tardorromanay visigoda. Siglos V-VIII

    Economa

    La Hispania tardorromanay visigoda. Siglos V-VIII

    Economa

  • PROYECTO EDITORIAL

    HISTORIA DE ESPAA 3.er MILENIO

    Direccin:

    Elena Hernndez Sandoica

    PROYECTO EDITORIAL

    HISTORIA DE ESPAA 3.er MILENIO

    Direccin:

    Elena Hernndez Sandoica

  • La Hispania tardorromanay visigoda. Siglos V-VIII

    Economa

    M. Isabel LoringDionisio PrezPablo Fuentes

    EDITORIALSINTESIS

    La Hispania tardorromanay visigoda. Siglos V-VIII

    Economa

    M. Isabel LoringDionisio PrezPablo Fuentes

    EDITORIALSINTESIS

  • M. Isabel LoringDionisio PrezPablo Fuentes

    EDITORIAL SNTESIS, S. A.Vallehermoso, 34 - 28015 Madrid

    Tel.: 91 593 20 98http://www.sintesis.com

    Reservados todos los derechos. Est prohibido, bajo las sanciones penales y el resarcimiento civil previstos en las leyes, reproducir,

    registrar o transmitir esta publicacin, ntegra o parcialmente, por cualquier sistema de recuperacin y por cualquier medio,

    sea mecnico, electrnico, magntico, electroptico, por fotocopia o por cualquier otro, sin la autorizacin previa por escrito

    de Editorial Sntesis, S. A.

    Depsito Legal: M-43.493-2007ISBN: 978-84-975652-0-2

    Impreso en Espaa - Printed in Spain

    Consulte nuestra pgina web: www.sintesis.comEn ella encontrar el catlogo completo y comentado

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    ISBN: 978-84-9756 -0-2

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  • ndice

    Introduccin 9

    PARTE IDECLIVE DE LA AUTORIDAD IMPERIAL Y FORMACIN DE

    LOS REINOS ROMANO-BRBAROS EN OCCIDENTE (395-569)

    1. Hispania y el Imperio romano a comienzos del siglo V 17

    1.1. La divisin del Imperio: Oriente y Occidente 171.2. La autocracia imperial y la centralizacin de las estructuras

    administrativas 221.3. Reformas militares y barbarizacin del ejrcito 301.4. La polarizacin de la sociedad y las relaciones de patrocinio 351.5. Cristianizacin de la sociedad y del Estado 46

    2. Los brbaros en el mundo romano (376-455) 57

    2.1. De la irrupcin de los godos a la ruptura del limes renano 572.2. Usurpaciones y guerras civiles 652.3. Asentamiento y asimilacin de los visigodos 752.4. La hegemona vndala 842.5. El reino suevo y su expansin meridional 96

    3. Ocaso del Imperio de Occidente y ascenso del reino de Tolosa (455-507) 107

    3.1. Hundimiento de la autocracia imperial y fin del Imperio de Occidente 107

    3.2. La creciente intervencin militar visigoda en Hispania 112

    ndice

    Introduccin 9

    PARTE IDECLIVE DE LA AUTORIDAD IMPERIAL Y FORMACIN DE

    LOS REINOS ROMANO-BRBAROS EN OCCIDENTE (395-569)

    1. Hispania y el Imperio romano a comienzos del siglo V 17

    1.1. La divisin del Imperio: Oriente y Occidente 171.2. La autocracia imperial y la centralizacin de las estructuras

    administrativas 221.3. Reformas militares y barbarizacin del ejrcito 301.4. La polarizacin de la sociedad y las relaciones de patrocinio 351.5. Cristianizacin de la sociedad y del Estado 46

    2. Los brbaros en el mundo romano (376-455) 57

    2.1. De la irrupcin de los godos a la ruptura del limes renano 572.2. Usurpaciones y guerras civiles 652.3. Asentamiento y asimilacin de los visigodos 752.4. La hegemona vndala 842.5. El reino suevo y su expansin meridional 96

    3. Ocaso del Imperio de Occidente y ascenso del reino de Tolosa (455-507) 107

    3.1. Hundimiento de la autocracia imperial y fin del Imperio de Occidente 107

    3.2. La creciente intervencin militar visigoda en Hispania 112

  • 3.3. El reino de Tolosa 1173.3.1. Proyeccin sobre la Pennsula Ibrica 1183.3.2. Del generalato a la monarqua 122

    3.4. El nuevo poder franco y el fin del reino de Tolosa 131

    4. De la hegemona ostrogoda a la restauracin imperial (507-569) 137

    4.1. El proyecto de Teodorico el Amalo y su fracaso 1374.2. Fragmentacin poltica y formacin del reino visigodo

    de Toledo 1404.2.1. La hispanizacin del reino visigodo 1404.2.2. El establecimiento de los imperiales:

    la provincia de Spania 1454.2.3. El reino suevo 148

    PARTE IIEL REINO VISIGODO DE TOLEDO (569-711)

    5. La monarqua visigoda de Toledo 155

    5.1. La casa de Leovigildo 1575.1.1. Ampliacin del marco territorial 1585.1.2. Consolidacin y reorganizacin del reino 1635.1.3. La unificacin religiosa 166

    5.2. Reyes, nobles y obispos: la monarqua toledana de Viterico a Tulga 1715.2.1. Viterico (603-610) 1725.2.2. Gundemaro (610-612) 1735.2.3. Sisebuto (612-621) y Recaredo II (621) 1745.2.4. Suintila (621-631) 1775.2.5. Sisenando (631-636) 1785.2.6. Chintila (636-639) y Tulga (639-642) 181

    5.3. La casa de Chindasvinto y el fortalecimiento del poder regio 1835.3.1. Chindasvinto (642-653) 1845.3.2. Recesvinto (649/653-672) 187

    5.4. El proceso poltico de feudalizacin y el final de la monarqua 1915.4.1. Vamba (672-680) 1925.4.2. Ervigio (680-687) 196

    La Hispania tardorromana y visigoda. Siglos V-VIII6

    3.3. El reino de Tolosa 1173.3.1. Proyeccin sobre la Pennsula Ibrica 1183.3.2. Del generalato a la monarqua 122

    3.4. El nuevo poder franco y el fin del reino de Tolosa 131

    4. De la hegemona ostrogoda a la restauracin imperial (507-569) 137

    4.1. El proyecto de Teodorico el Amalo y su fracaso 1374.2. Fragmentacin poltica y formacin del reino visigodo

    de Toledo 1404.2.1. La hispanizacin del reino visigodo 1404.2.2. El establecimiento de los imperiales:

    la provincia de Spania 1454.2.3. El reino suevo 148

    PARTE IIEL REINO VISIGODO DE TOLEDO (569-711)

    5. La monarqua visigoda de Toledo 155

    5.1. La casa de Leovigildo 1575.1.1. Ampliacin del marco territorial 1585.1.2. Consolidacin y reorganizacin del reino 1635.1.3. La unificacin religiosa 166

    5.2. Reyes, nobles y obispos: la monarqua toledana de Viterico a Tulga 1715.2.1. Viterico (603-610) 1725.2.2. Gundemaro (610-612) 1735.2.3. Sisebuto (612-621) y Recaredo II (621) 1745.2.4. Suintila (621-631) 1775.2.5. Sisenando (631-636) 1785.2.6. Chintila (636-639) y Tulga (639-642) 181

    5.3. La casa de Chindasvinto y el fortalecimiento del poder regio 1835.3.1. Chindasvinto (642-653) 1845.3.2. Recesvinto (649/653-672) 187

    5.4. El proceso poltico de feudalizacin y el final de la monarqua 1915.4.1. Vamba (672-680) 1925.4.2. Ervigio (680-687) 196

    La Hispania tardorromana y visigoda. Siglos V-VIII6

  • 5.4.3. Egica (687-702) y Vitiza (698/702-710) 1995.4.4. Rodrigo (710-711) y la extincin del reino visigodo

    de Toledo 204

    6. Actividad econmica y organizacin social 209

    6.1. La debilidad demogrfica 2096.2. Recursos materiales y de produccin 212

    6.2.1. La gran propiedad agraria 2126.2.2. Artesana y comercio 217

    6.3. Una sociedad polarizada 2216.3.1. La extensin del patrocinio 2216.3.2. Libertad y dependencia 226

    7. Estructuras de encuadramiento poltico y social 235

    7.1. La ciudad 2357.1.1. Pervivencia y funcin 2357.1.2. El gobierno del obispo 2367.1.3. El ritmo de la vida cotidiana y la cristianizacin

    de las costumbres 2457.2. La monarqua 258

    7.2.1. Rex et patria Gothorum: la territorializacin del poder regio 258

    7.2.2. La uncin regia: de la tradicin bajoimperial a los fundamentos teocrticos 267

    7.2.3. El juramento de fidelidad 2697.2.4. Legitimacin teocrtica y exclusiones:

    judos, herticos y paganos 2827.2.5. Las reinas 286

    7.3. Gobierno y consenso 2987.3.1. La Iglesia como instrumento de gobierno 2987.3.2. El Oficio Palatino 3037.3.3. La articulacin territorial: condes y duques 3057.3.4. Derecho y justicia 3077.3.5. Ejrcito, fiscalidad y moneda 309

    7.4. La Iglesia 3247.4.1. Organizacin e instituciones eclesisticas 3247.4.2. La Iglesia y la transmisin cultural 331

    ndice 7

    5.4.3. Egica (687-702) y Vitiza (698/702-710) 1995.4.4. Rodrigo (710-711) y la extincin del reino visigodo

    de Toledo 204

    6. Actividad econmica y organizacin social 209

    6.1. La debilidad demogrfica 2096.2. Recursos materiales y de produccin 212

    6.2.1. La gran propiedad agraria 2126.2.2. Artesana y comercio 217

    6.3. Una sociedad polarizada 2216.3.1. La extensin del patrocinio 2216.3.2. Libertad y dependencia 226

    7. Estructuras de encuadramiento poltico y social 235

    7.1. La ciudad 2357.1.1. Pervivencia y funcin 2357.1.2. El gobierno del obispo 2367.1.3. El ritmo de la vida cotidiana y la cristianizacin

    de las costumbres 2457.2. La monarqua 258

    7.2.1. Rex et patria Gothorum: la territorializacin del poder regio 258

    7.2.2. La uncin regia: de la tradicin bajoimperial a los fundamentos teocrticos 267

    7.2.3. El juramento de fidelidad 2697.2.4. Legitimacin teocrtica y exclusiones:

    judos, herticos y paganos 2827.2.5. Las reinas 286

    7.3. Gobierno y consenso 2987.3.1. La Iglesia como instrumento de gobierno 2987.3.2. El Oficio Palatino 3037.3.3. La articulacin territorial: condes y duques 3057.3.4. Derecho y justicia 3077.3.5. Ejrcito, fiscalidad y moneda 309

    7.4. La Iglesia 3247.4.1. Organizacin e instituciones eclesisticas 3247.4.2. La Iglesia y la transmisin cultural 331

    ndice 7

  • PARTE IIIDEBATES HISTORIOGRFICOS

    Y NUEVAS CORRIENTES DE INVESTIGACIN

    8. Espaa y el reino visigodo en la tradicin historiogrfica 337

    8.1. Orgenes y difusin de la tradicin goticista 3378.2. Liberalismo, nacionalismo y goticismo 3398.3. La influencia del Historicismo y el Organicismo 3418.4. Germanismo y romanismo 3458.5. La renovacin metodolgica 3478.6. Nuevas tendencias: la construccin de las comunidades tnicas 349

    9. Temas para el debate 353

    9.1. Los pueblos brbaros: etnognesis e identidad 3539.2. Personalidad o territorialidad del derecho visigodo 3579.3. El feudalismo visigodo 3609.4. Los pueblos del norte peninsular: cntabros, astures y vascones 364

    Apndice documental 369

    Bibliografa 387

    La Hispania tardorromana y visigoda. Siglos V-VIII8

    PARTE IIIDEBATES HISTORIOGRFICOS

    Y NUEVAS CORRIENTES DE INVESTIGACIN

    8. Espaa y el reino visigodo en la tradicin historiogrfica 337

    8.1. Orgenes y difusin de la tradicin goticista 3378.2. Liberalismo, nacionalismo y goticismo 3398.3. La influencia del Historicismo y el Organicismo 3418.4. Germanismo y romanismo 3458.5. La renovacin metodolgica 3478.6. Nuevas tendencias: la construccin de las comunidades tnicas 349

    9. Temas para el debate 353

    9.1. Los pueblos brbaros: etnognesis e identidad 3539.2. Personalidad o territorialidad del derecho visigodo 3579.3. El feudalismo visigodo 3609.4. Los pueblos del norte peninsular: cntabros, astures y vascones 364

    Apndice documental 369

    Bibliografa 387

    La Hispania tardorromana y visigoda. Siglos V-VIII8

  • Introduccin

    La historia de los visigodos ha sido objeto de mltiples estudios por parte dela historiografa espaola y extranjera, que han puesto el acento de maneradesigual en los pretendidos elementos distintivos y caractersticos de este pue-blo. Adems, y puesto que en el ao 589 se produce su conversin al catoli-cismo bajo el rey Recaredo, el reino toledano no escapa en muchas ocasio-nes a interpretaciones en clave religiosa. Efectivamente, durante muchos aos,la historia de este perodo estuvo sujeta mayoritariamente a visiones histo-riogrficas con un marcado sesgo eclesistico, que ponan el acento en la opo-sicin arrianismo-catolicismo como uno de los aspectos clave de la convi-vencia.

    Pero sobre todo, y ligado en ocasiones a lo anterior, existe una corrienteque ha puesto de relieve la anttesis entre romanidad y germanismo, quemuchas veces es sinnimo de civilizacin y barbarie, respectivamente. Deacuerdo con esta opinin, la idea de barbarie constituir una pesada cargaque no abandonar a los visigodos en ningn momento, ni siquiera tras suconversin. Segn esta idea, la superioridad romana se manifiesta a lo largode todo el perodo de vigencia de las formaciones polticas de los germanos,que no pasarn por tanto de ser un remedo de la superior y civilizada socie-dad imperial.

    La vecindad geogrfica y poltica entre romanos y visigodos se incrementade forma sustancial cuando stos son atacados en sus asentamientos al norte del bajo Danubio por los hunos, en el ao 375, lo que les obliga a soli-citar asilo en tierras imperiales. La negativa del emperador Valente a esta-blecerles bajo unas condiciones de vida tolerables suscita protestas y en-frentamientos que culminarn con la batalla de Adrianpolis (378), en la que

    Introduccin

    La historia de los visigodos ha sido objeto de mltiples estudios por parte dela historiografa espaola y extranjera, que han puesto el acento de maneradesigual en los pretendidos elementos distintivos y caractersticos de este pue-blo. Adems, y puesto que en el ao 589 se produce su conversin al catoli-cismo bajo el rey Recaredo, el reino toledano no escapa en muchas ocasio-nes a interpretaciones en clave religiosa. Efectivamente, durante muchos aos,la historia de este perodo estuvo sujeta mayoritariamente a visiones histo-riogrficas con un marcado sesgo eclesistico, que ponan el acento en la opo-sicin arrianismo-catolicismo como uno de los aspectos clave de la convi-vencia.

    Pero sobre todo, y ligado en ocasiones a lo anterior, existe una corrienteque ha puesto de relieve la anttesis entre romanidad y germanismo, quemuchas veces es sinnimo de civilizacin y barbarie, respectivamente. Deacuerdo con esta opinin, la idea de barbarie constituir una pesada cargaque no abandonar a los visigodos en ningn momento, ni siquiera tras suconversin. Segn esta idea, la superioridad romana se manifiesta a lo largode todo el perodo de vigencia de las formaciones polticas de los germanos,que no pasarn por tanto de ser un remedo de la superior y civilizada socie-dad imperial.

    La vecindad geogrfica y poltica entre romanos y visigodos se incrementade forma sustancial cuando stos son atacados en sus asentamientos al norte del bajo Danubio por los hunos, en el ao 375, lo que les obliga a soli-citar asilo en tierras imperiales. La negativa del emperador Valente a esta-blecerles bajo unas condiciones de vida tolerables suscita protestas y en-frentamientos que culminarn con la batalla de Adrianpolis (378), en la que

  • Valente fue vencido y muerto. A partir de este momento, y en funcin de lasrelaciones concretas, los testimonios que nos transmiten los historiadores dela poca oscilan entre la caracterizacin de los visigodos como la expresinmxima de la barbarie o, por el contrario, su identificacin con el mundoromano, al que sirven y en el que se integran. De este modo, cuando el reyAtanarico se dirige como aliado o federado del Imperio a Constantinopla, esrecibido por Teodosio como una alta personalidad y poco despus, cuandose produce la muerte del monarca godo, es el propio gobernante hispanoquien se pone al frente de la comitiva fnebre.

    Los textos de poca bajoimperial nos informan del inters de los visigo-dos por asentarse de manera definitiva en regiones en las que pudieran lle-var a cabo una vida de acuerdo con los parmetros romanos, dedicndose alcultivo de la tierra y reproduciendo las relaciones sociales caractersticas delmomento. Adems, se haba producido otro elemento de contacto impor-tante, como es su conversin al cristianismo, bien es cierto que en su moda-lidad arriana, que sirve para aproximar an ms a ambos pueblos, pero queno evita conflictos cuando el Imperio se resiste a conceder subsidios o tierrasa los germanos. As, Alarico entrar en el ao 410 con su ejrcito en Roma,no por un afn meramente destructivo, sino con la finalidad ltima de pre-sionar al emperador Honorio para que le entregara las provisiones y el dine-ro prometidos.

    De esta manera, la romanizacin de los visigodos se incrementa de mane-ra sobresaliente con su cristianizacin, que es valorada de manera muy posi-tiva por historiadores como el hispano Orosio, discpulo de san Agustn, alafirmar que este pueblo aspiraba a formar parte de la Romania. De hecho,sabemos que los nobles visigodos se establecen en la Galia en ciudades, y ocu-pan tierras que explotan de la misma manera que lo hacan los aristcratas.El tratado o foedus del ao 418 firmado entre el rey Valia y el patricio Cons-tancio sirve para legitimar este asentamiento, que supondr la progresivacoincidencia de intereses entre ambos pueblos, como lo pone de manifiestola colaboracin que se produce durante la existencia del reino visigodo deTolosa.

    Las razones del establecimiento son fundamentalmente de ndole mili-tar, pues Roma haba sido incapaz de evitar las invasiones de suevos, vnda-los y alanos que, tras atravesar el Rin, haban cruzado los Pirineos y se ha-ban instalado en Hispania. Adems, en la medida en que los visigodosmantenan todava una estructura militar modelada sobre la organizacinromana, se consideraba que su incorporacin a estas tierras poda compen-sar el progresivo vaco imperial y mantener el ansiado orden. Durante loscasi cien aos de historia del reino tolosano asistimos a episodios funda-mentales, como la alianza entre el rey visigodo Teodorico I y el general roma-

    La Hispania tardorromana y visigoda. Siglos V-VIII10

    Valente fue vencido y muerto. A partir de este momento, y en funcin de lasrelaciones concretas, los testimonios que nos transmiten los historiadores dela poca oscilan entre la caracterizacin de los visigodos como la expresinmxima de la barbarie o, por el contrario, su identificacin con el mundoromano, al que sirven y en el que se integran. De este modo, cuando el reyAtanarico se dirige como aliado o federado del Imperio a Constantinopla, esrecibido por Teodosio como una alta personalidad y poco despus, cuandose produce la muerte del monarca godo, es el propio gobernante hispanoquien se pone al frente de la comitiva fnebre.

    Los textos de poca bajoimperial nos informan del inters de los visigo-dos por asentarse de manera definitiva en regiones en las que pudieran lle-var a cabo una vida de acuerdo con los parmetros romanos, dedicndose alcultivo de la tierra y reproduciendo las relaciones sociales caractersticas delmomento. Adems, se haba producido otro elemento de contacto impor-tante, como es su conversin al cristianismo, bien es cierto que en su moda-lidad arriana, que sirve para aproximar an ms a ambos pueblos, pero queno evita conflictos cuando el Imperio se resiste a conceder subsidios o tierrasa los germanos. As, Alarico entrar en el ao 410 con su ejrcito en Roma,no por un afn meramente destructivo, sino con la finalidad ltima de pre-sionar al emperador Honorio para que le entregara las provisiones y el dine-ro prometidos.

    De esta manera, la romanizacin de los visigodos se incrementa de mane-ra sobresaliente con su cristianizacin, que es valorada de manera muy posi-tiva por historiadores como el hispano Orosio, discpulo de san Agustn, alafirmar que este pueblo aspiraba a formar parte de la Romania. De hecho,sabemos que los nobles visigodos se establecen en la Galia en ciudades, y ocu-pan tierras que explotan de la misma manera que lo hacan los aristcratas.El tratado o foedus del ao 418 firmado entre el rey Valia y el patricio Cons-tancio sirve para legitimar este asentamiento, que supondr la progresivacoincidencia de intereses entre ambos pueblos, como lo pone de manifiestola colaboracin que se produce durante la existencia del reino visigodo deTolosa.

    Las razones del establecimiento son fundamentalmente de ndole mili-tar, pues Roma haba sido incapaz de evitar las invasiones de suevos, vnda-los y alanos que, tras atravesar el Rin, haban cruzado los Pirineos y se ha-ban instalado en Hispania. Adems, en la medida en que los visigodosmantenan todava una estructura militar modelada sobre la organizacinromana, se consideraba que su incorporacin a estas tierras poda compen-sar el progresivo vaco imperial y mantener el ansiado orden. Durante loscasi cien aos de historia del reino tolosano asistimos a episodios funda-mentales, como la alianza entre el rey visigodo Teodorico I y el general roma-

    La Hispania tardorromana y visigoda. Siglos V-VIII10

  • no Aecio, que consigue derrotar al huno Atila en la batalla de los CamposCatalunicos, acaecida en el ao 451. Del mismo modo, tenemos constan-cia de esta unin en las postrimeras del reino, cuando los francos al mandode Clodoveo vencen en Vouill al rey Alarico II en el ao 507.

    El reino de Tolosa constituye una etapa crucial en la historia de los visi-godos, en la medida en que se implanta un nuevo rgimen poltico de carc-ter independiente que sucede a las caducas instancias imperiales, desapare-cidas en la parte occidental en el ao 476. Un aristcrata galorromano comoSidonio Apolinar, obispo de Clermont-Ferrand, no dudar en dirigirse al reyEurico llamndole seor o dominus, ttulo que se reservaba en el plano pol-tico al emperador romano. El mismo autor pone como ejemplo de gober-nante ideal a Teodorico II, de acuerdo con los modelos ideales de la teorapoltica, realzndose su papel de defensor de la civilizacin frente a la bar-barie, a la vez que describe el palacio y las costumbres del rey, que reprodu-cen en pequea escala la vida de la corte imperial. Del mismo modo, enambos ejemplos nos encontramos con nobles galorromanos que participanactivamente en las tareas de gobierno del reino.

    No obstante, a medida que la integracin se consuma, los aspectos quedefinen la sociedad del momento, que se concretan en el predominio de loprivado sobre lo pblico, condicionan el desarrollo poltico y exigen el reco-nocimiento tcito de estas realidades. De alguna manera, se est prefiguran-do el futuro estado toledano, que surge tras un perodo de inestabilidad deaproximadamente cuarenta aos tras la derrota de Vouill, que supone la pr-dida de gran parte de los territorios, a excepcin de la llamada Septimania.

    Ya en Hispania, sabemos de la existencia del llamado Intermedio Ostro-godo, que consisti en la tutela por parte del rey ostrogodo Teodorico de sunieto Amalarico, y que se prolong hasta el ao 549 con el reinado de losgenerales ostrogodos Teudis y Teudisclo. Los aos siguientes, hasta el 555,tambin estn marcados por la debilidad del monarca, lo que impide un con-trol efectivo del reino. No obstante, a pesar de esta inestabilidad poltica, sesigue avanzando en el proceso de integracin y asimilacin, como lo mues-tra el matrimonio de Teudis con una rica propietaria hispanorromana, quele permiti levar de las propiedades de sta un ejrcito privado de dos milsoldados, fundamental para sus aspiraciones al trono. Con Atanagildo (555-567) parece que se reconduce la situacin, puesto que este rey no es vctimade ninguna conspiracin y morir de forma natural en la ciudad de Toledo,convertida a partir de ahora en capital del reino.

    Pero es con Leovigildo cuando se lleva a cabo un robustecimiento y unareforma en profundidad de la institucin monrquica. Leovigildo (571-586)concluye con xito el dominio efectivo de casi todo el territorio peninsular, aexcepcin de las regiones habitadas por los pueblos del norte y las conquista-

    Introduccin 11

    no Aecio, que consigue derrotar al huno Atila en la batalla de los CamposCatalunicos, acaecida en el ao 451. Del mismo modo, tenemos constan-cia de esta unin en las postrimeras del reino, cuando los francos al mandode Clodoveo vencen en Vouill al rey Alarico II en el ao 507.

    El reino de Tolosa constituye una etapa crucial en la historia de los visi-godos, en la medida en que se implanta un nuevo rgimen poltico de carc-ter independiente que sucede a las caducas instancias imperiales, desapare-cidas en la parte occidental en el ao 476. Un aristcrata galorromano comoSidonio Apolinar, obispo de Clermont-Ferrand, no dudar en dirigirse al reyEurico llamndole seor o dominus, ttulo que se reservaba en el plano pol-tico al emperador romano. El mismo autor pone como ejemplo de gober-nante ideal a Teodorico II, de acuerdo con los modelos ideales de la teorapoltica, realzndose su papel de defensor de la civilizacin frente a la bar-barie, a la vez que describe el palacio y las costumbres del rey, que reprodu-cen en pequea escala la vida de la corte imperial. Del mismo modo, enambos ejemplos nos encontramos con nobles galorromanos que participanactivamente en las tareas de gobierno del reino.

    No obstante, a medida que la integracin se consuma, los aspectos quedefinen la sociedad del momento, que se concretan en el predominio de loprivado sobre lo pblico, condicionan el desarrollo poltico y exigen el reco-nocimiento tcito de estas realidades. De alguna manera, se est prefiguran-do el futuro estado toledano, que surge tras un perodo de inestabilidad deaproximadamente cuarenta aos tras la derrota de Vouill, que supone la pr-dida de gran parte de los territorios, a excepcin de la llamada Septimania.

    Ya en Hispania, sabemos de la existencia del llamado Intermedio Ostro-godo, que consisti en la tutela por parte del rey ostrogodo Teodorico de sunieto Amalarico, y que se prolong hasta el ao 549 con el reinado de losgenerales ostrogodos Teudis y Teudisclo. Los aos siguientes, hasta el 555,tambin estn marcados por la debilidad del monarca, lo que impide un con-trol efectivo del reino. No obstante, a pesar de esta inestabilidad poltica, sesigue avanzando en el proceso de integracin y asimilacin, como lo mues-tra el matrimonio de Teudis con una rica propietaria hispanorromana, quele permiti levar de las propiedades de sta un ejrcito privado de dos milsoldados, fundamental para sus aspiraciones al trono. Con Atanagildo (555-567) parece que se reconduce la situacin, puesto que este rey no es vctimade ninguna conspiracin y morir de forma natural en la ciudad de Toledo,convertida a partir de ahora en capital del reino.

    Pero es con Leovigildo cuando se lleva a cabo un robustecimiento y unareforma en profundidad de la institucin monrquica. Leovigildo (571-586)concluye con xito el dominio efectivo de casi todo el territorio peninsular, aexcepcin de las regiones habitadas por los pueblos del norte y las conquista-

    Introduccin 11

  • das recientemente por el emperador bizantino Justiniano, dentro de su pro-psito de renovatio imperii. Adems, este monarca adapta a la realidad del rei-no prcticas y modelos polticos provenientes de Bizancio, que sirven para real-zar la figura del gobernante, a la vez que son sntoma de la afinidad existenterespecto a toda una tradicin imperial. En otro orden de cosas, Leovigildolevanta la prohibicin legal vigente de que se celebraran matrimonios entrevisigodos e hispanorromanos, que se producan con frecuencia, al mismo tiem-po que intenta una aproximacin, fallida, entre el credo arriano y la mayori-taria poblacin hispanorromana, de confesin catlica.

    Todas estas polticas parecen poner en entredicho la idea de que el reinovisigodo hubiera implantado un exclusivismo basado en su diferente etnia,y que se aplicaba a materias tales como la administracin y la aplicacin dela justicia. Creemos que hoy da est superado el pretendido carcter nacio-nalista de la legislacin, frente a la idea de una aplicacin territorial, que lostextos de la poca avalan mayoritariamente.

    Pero la culminacin de este proceso se conseguir de forma plena bajoel reinado del hijo y sucesor de Leovigildo, Recaredo. As, en el III Conciliode Toledo, celebrado en el ao 589, se produce la conversin al catolicismo delos visigodos, conversin que con carcter individual ya haba tenido lugaren gran nmero de casos, como los protagonizados por el obispo catlico dela ciudad de Mrida, Masona, o el cronista Juan de Bclaro.

    A partir de este momento la religin catlica desempear un papelfundamental de intermediacin entre el monarca y sus sbditos los nobles,tanto de condicin laica como eclesistica. A travs de los concilios ecle-sisticos, el rey, los grandes propietarios y la alta jerarqua de la Iglesia fija-rn un corpus terico-poltico que, basado en la preeminencia del lengua-je cristiano y de modelos bizantinos, intentar establecer cauces a travs delos cuales se produzca un entendimiento. Figuras tan relevantes como Isi-doro de Sevilla establecern en el IV Concilio de Toledo (633) las bases delpoder real, anclado en la idea de que el poder proviene de Dios, al mismotiempo que se propugna un modelo de buen gobernante, vinculado conlos valores que definan al buen emperador. Por tanto se establece quelas obras del rey estn influidas de manera decisiva por la idea de justicia,de una justicia que ha de perseguir ante todo el bienestar del pueblo, y quese concreta en la aplicacin de virtudes como la clemencia y la misericor-dia, tendentes en ltima instancia a conseguir el necesario consenso conlos grandes propietarios.

    De esta manera, se intentar preservar la unidad del reino mediante laconsecucin de pactos polticos que procuren superar las dificultades surgi-das de la prctica concreta del poder monrquico, que en ocasiones se tra-duce en levantamientos y derrocamientos, claros indicios del descontento

    La Hispania tardorromana y visigoda. Siglos V-VIII12

    das recientemente por el emperador bizantino Justiniano, dentro de su pro-psito de renovatio imperii. Adems, este monarca adapta a la realidad del rei-no prcticas y modelos polticos provenientes de Bizancio, que sirven para real-zar la figura del gobernante, a la vez que son sntoma de la afinidad existenterespecto a toda una tradicin imperial. En otro orden de cosas, Leovigildolevanta la prohibicin legal vigente de que se celebraran matrimonios entrevisigodos e hispanorromanos, que se producan con frecuencia, al mismo tiem-po que intenta una aproximacin, fallida, entre el credo arriano y la mayori-taria poblacin hispanorromana, de confesin catlica.

    Todas estas polticas parecen poner en entredicho la idea de que el reinovisigodo hubiera implantado un exclusivismo basado en su diferente etnia,y que se aplicaba a materias tales como la administracin y la aplicacin dela justicia. Creemos que hoy da est superado el pretendido carcter nacio-nalista de la legislacin, frente a la idea de una aplicacin territorial, que lostextos de la poca avalan mayoritariamente.

    Pero la culminacin de este proceso se conseguir de forma plena bajoel reinado del hijo y sucesor de Leovigildo, Recaredo. As, en el III Conciliode Toledo, celebrado en el ao 589, se produce la conversin al catolicismo delos visigodos, conversin que con carcter individual ya haba tenido lugaren gran nmero de casos, como los protagonizados por el obispo catlico dela ciudad de Mrida, Masona, o el cronista Juan de Bclaro.

    A partir de este momento la religin catlica desempear un papelfundamental de intermediacin entre el monarca y sus sbditos los nobles,tanto de condicin laica como eclesistica. A travs de los concilios ecle-sisticos, el rey, los grandes propietarios y la alta jerarqua de la Iglesia fija-rn un corpus terico-poltico que, basado en la preeminencia del lengua-je cristiano y de modelos bizantinos, intentar establecer cauces a travs delos cuales se produzca un entendimiento. Figuras tan relevantes como Isi-doro de Sevilla establecern en el IV Concilio de Toledo (633) las bases delpoder real, anclado en la idea de que el poder proviene de Dios, al mismotiempo que se propugna un modelo de buen gobernante, vinculado conlos valores que definan al buen emperador. Por tanto se establece quelas obras del rey estn influidas de manera decisiva por la idea de justicia,de una justicia que ha de perseguir ante todo el bienestar del pueblo, y quese concreta en la aplicacin de virtudes como la clemencia y la misericor-dia, tendentes en ltima instancia a conseguir el necesario consenso conlos grandes propietarios.

    De esta manera, se intentar preservar la unidad del reino mediante laconsecucin de pactos polticos que procuren superar las dificultades surgi-das de la prctica concreta del poder monrquico, que en ocasiones se tra-duce en levantamientos y derrocamientos, claros indicios del descontento

    La Hispania tardorromana y visigoda. Siglos V-VIII12

  • protagonizado por la poderosa nobleza. Podemos as establecer parejas dereyes, normalmente emparentados entre s, que representan las dos caras delejercicio del poder: el tirano y el buen prncipe, respectivamente. Leovi-gildo-Recaredo, Viterico-Gundemaro, Chindasvinto-Recesvinto o Vamba-Ervigio, constituyen ejemplos claros, y testimonian en ltima instancia lacapacidad del reino por reconducir la situacin a travs del establecimientode nuevos pactos en el marco de una monarqua hereditaria.

    Todos estos hechos tienen lugar en una sociedad feudal, en la cual exis-te un claro predominio del patrocinio, consistente en la unin en la figuradel gran propietario de la condicin de seor y patrono, respectivamente.Con ello asistimos a la asuncin por parte de los poderosos del reino tantode la instancia econmica como de los aspectos extraeconmicos en la rela-cin con el campesinado dependiente. Dicha fuerza de trabajo, de acuerdocon la evolucin sufrida desde el Bajo Imperio, ver progresivamente igua-lada su situacin, a pesar de tener una condicin jurdica diversa.

    Es en este contexto en el que debemos de inscribir la historia del reinovisigodo de Toledo, capaz de asumir los valores de la herencia romana, perosin renunciar a la introduccin de elementos nuevos, sntoma de una socie-dad dinmica. De este modo, la continuidad y la innovacin son conceptosdefinitorios de un modelo poltico original, en busca de frmulas eficacesacordes con los problemas concretos derivados de la progresiva confusinentre las instancias pblicas y privadas. La invasin musulmana pondr fina un proceso que, no obstante, ser tomado como referente por los reinoscristianos surgidos de la Reconquista.

    No podemos terminar esta introduccin sin hacer un recuerdo emocio-nado de la Profesora Marisa Loring, impulsora y primera firmante de estaobra, fallecida cuando el libro se encaminaba ya al final de su laborioso reco-rrido. Su magisterio, su saber hacer, su fortaleza han sido fundamentales parala elaboracin del mismo. Vaya para ella nuestro agradecimiento y nuestramemoria.

    Introduccin 13

    protagonizado por la poderosa nobleza. Podemos as establecer parejas dereyes, normalmente emparentados entre s, que representan las dos caras delejercicio del poder: el tirano y el buen prncipe, respectivamente. Leovi-gildo-Recaredo, Viterico-Gundemaro, Chindasvinto-Recesvinto o Vamba-Ervigio, constituyen ejemplos claros, y testimonian en ltima instancia lacapacidad del reino por reconducir la situacin a travs del establecimientode nuevos pactos en el marco de una monarqua hereditaria.

    Todos estos hechos tienen lugar en una sociedad feudal, en la cual exis-te un claro predominio del patrocinio, consistente en la unin en la figuradel gran propietario de la condicin de seor y patrono, respectivamente.Con ello asistimos a la asuncin por parte de los poderosos del reino tantode la instancia econmica como de los aspectos extraeconmicos en la rela-cin con el campesinado dependiente. Dicha fuerza de trabajo, de acuerdocon la evolucin sufrida desde el Bajo Imperio, ver progresivamente igua-lada su situacin, a pesar de tener una condicin jurdica diversa.

    Es en este contexto en el que debemos de inscribir la historia del reinovisigodo de Toledo, capaz de asumir los valores de la herencia romana, perosin renunciar a la introduccin de elementos nuevos, sntoma de una socie-dad dinmica. De este modo, la continuidad y la innovacin son conceptosdefinitorios de un modelo poltico original, en busca de frmulas eficacesacordes con los problemas concretos derivados de la progresiva confusinentre las instancias pblicas y privadas. La invasin musulmana pondr fina un proceso que, no obstante, ser tomado como referente por los reinoscristianos surgidos de la Reconquista.

    No podemos terminar esta introduccin sin hacer un recuerdo emocio-nado de la Profesora Marisa Loring, impulsora y primera firmante de estaobra, fallecida cuando el libro se encaminaba ya al final de su laborioso reco-rrido. Su magisterio, su saber hacer, su fortaleza han sido fundamentales parala elaboracin del mismo. Vaya para ella nuestro agradecimiento y nuestramemoria.

    Introduccin 13

  • PARTE I

    DECLIVE DE LA AUTORIDAD IMPERIAL Y FORMACIN DE

    LOS REINOS ROMANO-BRBAROSEN OCCIDENTE (395-569)

    PARTE I

    DECLIVE DE LA AUTORIDAD IMPERIAL Y FORMACIN DE

    LOS REINOS ROMANO-BRBAROSEN OCCIDENTE (395-569)

  • 1

    Hispania y el Imperio romano a comienzos del siglo V

    1.1. La divisin del Imperio: Oriente y Occidente

    En 395, a la muerte del emperador Teodosio el Grande, quedaron al frentedel Imperio sus dos hijos. Arcadio, de diecisiete aos, pas a gobernar Orien-te y permaneci en Constantinopla, mientras que Honorio, de once, quedal frente de Occidente y mantuvo su corte en Miln hasta 402, ao en el quetras sufrir el asedio de los visigodos la traslad a la ciudad de Rvena en lacosta del Adritico. Ambos haban sido asociados al trono imperial en vidade su padre, Arcadio fue proclamado Augusto en 383 y Honorio en 393, unprocedimiento que estaba destinado a garantizar la estabilidad poltica delImperio, haciendo primar el principio dinstico sobre el electivo.

    En teora, la institucin imperial no tena carcter hereditario y la desig-nacin de los emperadores corresponda al senado. Sin embargo, el funda-mento de su poder se lo proporcionaba el mando absoluto (imperium) questos pasaban a detentar sobre el ejrcito. En poca republicana muchos gene-rales obtuvieron el imperium y fueron, por tanto, emperadores, pero su man-dato tena carcter temporal, ya que no se prolongaba ms all de la dura-cin de la campaa o campaas. Cuando la Repblica dio paso al Imperiola novedad consisti en limitar a una sola persona la concesin del imperiumy adems otorgrselo de forma permanente hasta el final de su vida (Lot,1956: 17). La eleccin imperial, por tanto, era el resultado de un equilibrioentre el senado y el ejrcito: la eleccin por el senado necesitaba de la ratifi-cacin del ejrcito y a la inversa, si era ste el que promova el candidato.Ahora bien, el ejrcito fue desplazando progresivamente al senado e impo-niendo candidatos en funcin de sus intereses o mejor dicho de los intereses

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    Hispania y el Imperio romano a comienzos del siglo V

    1.1. La divisin del Imperio: Oriente y Occidente

    En 395, a la muerte del emperador Teodosio el Grande, quedaron al frentedel Imperio sus dos hijos. Arcadio, de diecisiete aos, pas a gobernar Orien-te y permaneci en Constantinopla, mientras que Honorio, de once, quedal frente de Occidente y mantuvo su corte en Miln hasta 402, ao en el quetras sufrir el asedio de los visigodos la traslad a la ciudad de Rvena en lacosta del Adritico. Ambos haban sido asociados al trono imperial en vidade su padre, Arcadio fue proclamado Augusto en 383 y Honorio en 393, unprocedimiento que estaba destinado a garantizar la estabilidad poltica delImperio, haciendo primar el principio dinstico sobre el electivo.

    En teora, la institucin imperial no tena carcter hereditario y la desig-nacin de los emperadores corresponda al senado. Sin embargo, el funda-mento de su poder se lo proporcionaba el mando absoluto (imperium) questos pasaban a detentar sobre el ejrcito. En poca republicana muchos gene-rales obtuvieron el imperium y fueron, por tanto, emperadores, pero su man-dato tena carcter temporal, ya que no se prolongaba ms all de la dura-cin de la campaa o campaas. Cuando la Repblica dio paso al Imperiola novedad consisti en limitar a una sola persona la concesin del imperiumy adems otorgrselo de forma permanente hasta el final de su vida (Lot,1956: 17). La eleccin imperial, por tanto, era el resultado de un equilibrioentre el senado y el ejrcito: la eleccin por el senado necesitaba de la ratifi-cacin del ejrcito y a la inversa, si era ste el que promova el candidato.Ahora bien, el ejrcito fue desplazando progresivamente al senado e impo-niendo candidatos en funcin de sus intereses o mejor dicho de los intereses

  • particulares de aquellos generales que pretendan culminar su carrera acce-diendo al trono imperial. Esto daba origen a una gran inestabilidad polticaque alcanz su paroxismo en las dcadas centrales del siglo III, cuando a razde las continuas intervenciones de las legiones se multiplicaron las procla-maciones simultneas y las deposiciones violentas de emperadores. La salidaa esta crtica situacin llegara con los emperadores Diocleciano (284-305)y Constantino (306-337). El primero multiplic las figuras imperiales y elimperio pas a estar regido por un cuerpo colegiado de cuatro emperadores,la llamada tetrarqua, dos de ellos con rango de Augusto y otros dos con elde Csar. Los tres nuevos colegas imperiales fueron designados personalmentepor el propio Diocleciano en base a sus atribuciones y atendiendo a la efica-cia militar de los candidatos. Ahora bien, los Csares, que se hallaban subor-dinados a los Augustos, quedaron estrechamente vinculados a stos, que pasa-ron a adoptarlos y enlazarlos matrimonialmente con sus hijas. El sistema dela tetrarqua estaba destinado a reforzar la accin de gobierno de un impe-rio extraordinariamente vasto, pues al deslindarse distintas reas de accinpara cada uno de ellos se facilit la defensa de las fronteras y la atencin a losproblemas internos. Al mismo tiempo eliminaba las incertidumbres de lassucesiones, ya que los Csares habran de suceder a los Augustos y nombrara su vez nuevos Csares, con lo que se lograba sustraer la institucin impe-rial de las exigencias del ejrcito y el senado (Remondon, 1967: 45-46). Dehecho, el sistema ideado por Diocleciano en un primer momento fracas, yaque tras su abdicacin en 305 no tardaron en estallar las disensiones entrelos distintos miembros del colegio imperial, dando lugar a un largo perodode guerras civiles. No obstante, Constantino, tras vencer a Licinio en 324 yquedar como nico Augusto, recurri de nuevo al sistema colegiado de gobier-no, reforzndolo con el principio dinstico, que ya haba sido practicado conxito en el Alto Imperio. De este modo el emperador confi el gobierno departe del Imperio a sus hijos, que gobernaron en calidad de Csares y que lesucedieron tras su muerte en 337.

    A partir de Constantino, los emperadores, salvo contadas excepciones,designaron uno o varios colegas con los que compartir la direccin del Impe-rio y mientras sobreviviera un miembro del colegio imperial nadie poda serpromovido a la prpura sin su consentimiento. Slo en el caso de la desapa-ricin de todos ellos se proceda a nombrar un nuevo emperador, cuya elec-cin era controlada de hecho por los dignatarios de la corte o los generalsi-mos del ejrcito, aunque aquel era luego ratificado por el senado y aclamadopor el ejrcito. Todo ello no evit el alzamiento de usurpadores, promovidossiempre por alguna fraccin del ejrcito, pero su legitimacin ya no depen-da tanto de su ratificacin por el senado de Roma o Constantinopla, sinode su aceptacin por el emperador o emperadores legtimos (Jones, 1964:

    Parte I: Declive de la autoridad imperial y formacin de los reinos romano-brbaros18

    particulares de aquellos generales que pretendan culminar su carrera acce-diendo al trono imperial. Esto daba origen a una gran inestabilidad polticaque alcanz su paroxismo en las dcadas centrales del siglo III, cuando a razde las continuas intervenciones de las legiones se multiplicaron las procla-maciones simultneas y las deposiciones violentas de emperadores. La salidaa esta crtica situacin llegara con los emperadores Diocleciano (284-305)y Constantino (306-337). El primero multiplic las figuras imperiales y elimperio pas a estar regido por un cuerpo colegiado de cuatro emperadores,la llamada tetrarqua, dos de ellos con rango de Augusto y otros dos con elde Csar. Los tres nuevos colegas imperiales fueron designados personalmentepor el propio Diocleciano en base a sus atribuciones y atendiendo a la efica-cia militar de los candidatos. Ahora bien, los Csares, que se hallaban subor-dinados a los Augustos, quedaron estrechamente vinculados a stos, que pasa-ron a adoptarlos y enlazarlos matrimonialmente con sus hijas. El sistema dela tetrarqua estaba destinado a reforzar la accin de gobierno de un impe-rio extraordinariamente vasto, pues al deslindarse distintas reas de accinpara cada uno de ellos se facilit la defensa de las fronteras y la atencin a losproblemas internos. Al mismo tiempo eliminaba las incertidumbres de lassucesiones, ya que los Csares habran de suceder a los Augustos y nombrara su vez nuevos Csares, con lo que se lograba sustraer la institucin impe-rial de las exigencias del ejrcito y el senado (Remondon, 1967: 45-46). Dehecho, el sistema ideado por Diocleciano en un primer momento fracas, yaque tras su abdicacin en 305 no tardaron en estallar las disensiones entrelos distintos miembros del colegio imperial, dando lugar a un largo perodode guerras civiles. No obstante, Constantino, tras vencer a Licinio en 324 yquedar como nico Augusto, recurri de nuevo al sistema colegiado de gobier-no, reforzndolo con el principio dinstico, que ya haba sido practicado conxito en el Alto Imperio. De este modo el emperador confi el gobierno departe del Imperio a sus hijos, que gobernaron en calidad de Csares y que lesucedieron tras su muerte en 337.

    A partir de Constantino, los emperadores, salvo contadas excepciones,designaron uno o varios colegas con los que compartir la direccin del Impe-rio y mientras sobreviviera un miembro del colegio imperial nadie poda serpromovido a la prpura sin su consentimiento. Slo en el caso de la desapa-ricin de todos ellos se proceda a nombrar un nuevo emperador, cuya elec-cin era controlada de hecho por los dignatarios de la corte o los generalsi-mos del ejrcito, aunque aquel era luego ratificado por el senado y aclamadopor el ejrcito. Todo ello no evit el alzamiento de usurpadores, promovidossiempre por alguna fraccin del ejrcito, pero su legitimacin ya no depen-da tanto de su ratificacin por el senado de Roma o Constantinopla, sinode su aceptacin por el emperador o emperadores legtimos (Jones, 1964:

    Parte I: Declive de la autoridad imperial y formacin de los reinos romano-brbaros18

  • 126-127). De esta forma los emperadores lograron asegurar su sucesin, neu-tralizar los efectos ms perniciosos de las usurpaciones y al tiempo dotar deuna mayor eficacia a su accin de gobierno, sin por ello comprometer la uni-dad del Imperio. Fueran cuatro, tres o dos los emperadores, componan uncuerpo colegiado, de forma que las leyes dictadas por cualquiera de ellos tenanalcance general y eran promulgadas en nombre de todos. Por otra parte, eldeslinde de reas diferenciadas de actuacin no estaba reido con una acti-va colaboracin, cuando las necesidades defensivas o la sofocacin de pro-nunciamientos lo requeran. A la hora de designar otro Augusto o un Csarlos emperadores optaron preferentemente por sus propios hijos o algn otropariente prximo, pero tambin alzaron a la prpura a hombres con brillantescarreras en la administracin o en el ejrcito. ste fue el caso de Teodosio,promovido a la prpura por el emperador Graciano en 379, tras una bri-llante campaa militar en la cuenca media del Danubio contra los srmatas,y al que confi el gobierno de las provincias orientales del Imperio. Sin embar-go, Teodosio prim el sistema dinstico y no dud en proclamar Augustosy, por tanto, colegas a sus dos hijos siendo an nios.

    El principio dinstico estaba ya lo suficientemente arraigado como paraque a la muerte de Teodosio la edad de los jvenes soberanos no fuera impe-dimento para que stos, que ya formaban parte del colegio imperial desde lafecha de su proclamacin como Augustos, le sucedieran al frente del Impe-rio. Ahora bien, fueron los primeros emperadores de los que se puede decir,con toda propiedad, que reinaban, pero no gobernaban y que su funcin eraesencialmente representativa (Stein, I: 225). Para entonces, la autocracia impe-rial se hallaba firmemente asentada, pues las reformas emprendidas por Dio-cleciano y continuadas por Constantino terminaron de sustraer al senado susltimas competencias poltico-administrativas, convirtiendo a los emperado-res en fuente de todo honor y derecho. El nuevo sistema ha sido calificadopor la historiografa como Dominado, porque el emperador dej de ser unprinceps, es decir, el primero de los ciudadanos, para transformarse en un domi-nus, es decir, en un dueo de sus sbditos tal como el dominus lo era de sus escla-vos, siendo ste el ttulo que adopt. A partir de entonces los emperadores gober-naron con una autoridad absoluta, aunque en este caso la extrema juventud de Arcadio y Honorio favoreci la concentracin de poderes en manos de losgenerales del ejrcito y los altos dignatarios de la corte.

    A finales del siglo IV, el Imperio romano era un vasto organismo poltico,centrado en el Mediterrneo y constituido por una red de ms de dos mil ciu-dades. Su funcionamiento dependa, casi exclusivamente, de los tributos quegravaban la produccin agrcola. Gracias a ellos, el gobierno imperial garanti-zaba los suministros del ejrcito, los sueldos de soldados y funcionarios, el man-tenimiento del aparato cortesano y la distribucin gratuita de alimentos a los

    Hispania y el Imperio romano a comienzos del siglo V 19

    126-127). De esta forma los emperadores lograron asegurar su sucesin, neu-tralizar los efectos ms perniciosos de las usurpaciones y al tiempo dotar deuna mayor eficacia a su accin de gobierno, sin por ello comprometer la uni-dad del Imperio. Fueran cuatro, tres o dos los emperadores, componan uncuerpo colegiado, de forma que las leyes dictadas por cualquiera de ellos tenanalcance general y eran promulgadas en nombre de todos. Por otra parte, eldeslinde de reas diferenciadas de actuacin no estaba reido con una acti-va colaboracin, cuando las necesidades defensivas o la sofocacin de pro-nunciamientos lo requeran. A la hora de designar otro Augusto o un Csarlos emperadores optaron preferentemente por sus propios hijos o algn otropariente prximo, pero tambin alzaron a la prpura a hombres con brillantescarreras en la administracin o en el ejrcito. ste fue el caso de Teodosio,promovido a la prpura por el emperador Graciano en 379, tras una bri-llante campaa militar en la cuenca media del Danubio contra los srmatas,y al que confi el gobierno de las provincias orientales del Imperio. Sin embar-go, Teodosio prim el sistema dinstico y no dud en proclamar Augustosy, por tanto, colegas a sus dos hijos siendo an nios.

    El principio dinstico estaba ya lo suficientemente arraigado como paraque a la muerte de Teodosio la edad de los jvenes soberanos no fuera impe-dimento para que stos, que ya formaban parte del colegio imperial desde lafecha de su proclamacin como Augustos, le sucedieran al frente del Impe-rio. Ahora bien, fueron los primeros emperadores de los que se puede decir,con toda propiedad, que reinaban, pero no gobernaban y que su funcin eraesencialmente representativa (Stein, I: 225). Para entonces, la autocracia impe-rial se hallaba firmemente asentada, pues las reformas emprendidas por Dio-cleciano y continuadas por Constantino terminaron de sustraer al senado susltimas competencias poltico-administrativas, convirtiendo a los emperado-res en fuente de todo honor y derecho. El nuevo sistema ha sido calificadopor la historiografa como Dominado, porque el emperador dej de ser unprinceps, es decir, el primero de los ciudadanos, para transformarse en un domi-nus, es decir, en un dueo de sus sbditos tal como el dominus lo era de sus escla-vos, siendo ste el ttulo que adopt. A partir de entonces los emperadores gober-naron con una autoridad absoluta, aunque en este caso la extrema juventud de Arcadio y Honorio favoreci la concentracin de poderes en manos de losgenerales del ejrcito y los altos dignatarios de la corte.

    A finales del siglo IV, el Imperio romano era un vasto organismo poltico,centrado en el Mediterrneo y constituido por una red de ms de dos mil ciu-dades. Su funcionamiento dependa, casi exclusivamente, de los tributos quegravaban la produccin agrcola. Gracias a ellos, el gobierno imperial garanti-zaba los suministros del ejrcito, los sueldos de soldados y funcionarios, el man-tenimiento del aparato cortesano y la distribucin gratuita de alimentos a los

    Hispania y el Imperio romano a comienzos del siglo V 19

  • habitantes de las dos capitales. Unos cincuenta millones de personas se decla-raban sbditos de Roma. Esta cifra se hallaba distribuida de manera muy desi-gual. Asia Menor, Siria, Palestina y Egipto eran las reas ms densamente pobla-das; en tanto que las provincias danubianas, Britania, el norte de las Galias yde Hispania presentaban grandes extensiones de monte y bosque vacas de habi-tantes. Desde que, en 212, el emperador Caracalla promulgase la clebre cons-titutio Antoniniana, todos los hombres libres del Imperio gozaban de la plenaciudadana romana, sin importar cul fuese su lugar de nacimiento o residen-cia, ni a qu redes de solidaridad local estuviesen adscritos. El derecho, la len-gua latina, la administracin imperial y las vas de comunicacin actuabancomo elementos de cohesin cultural entre la lite gobernante. Cada ciudadera una Roma en miniatura. Sus foros, baslicas y mercados, sus acueductos ytermas, sus circos y teatros, daban testimonio de la unidad del Imperio. En rea-lidad, el Imperio, segn la acertada expresin de Jones, era un mosaico de ciu-dades-territorio (Jones, 1964: 237). stas eran las unidades bsicas de articu-lacin social y territorial, e ineludiblemente todo ciudadano romano pertenecaa alguna ciudad. Con todo, existan importantes diferencias regionales. EnOccidente, la densidad de centros urbanos era inferior y, adems, la propiedaddel suelo, principal fuente de riqueza, se concentraba en manos de unas pocasfamilias de aristcratas, lo que favoreca el desarrollo de una estructura socialbipolar. Por el contrario, en las populosas provincias orientales, la presencia deun buen nmero de ciudades, con una intensa actividad mercantil y artesanal,y el acceso a la propiedad del suelo del pequeo y mediano campesinado ase-guraban la pervivencia de una sociedad plural y un reparto ms igualitario dela riqueza (Jones, 1964: 712-718; Maier, 1972: 16-27).

    Estas diferencias estructurales son las que explican el paulatino distancia-miento que experimentaron Oriente y Occidente a partir de 395, ya que ladivisin administrativa efectuada por Teodosio contribuy a acentuarlas. Enprincipio, el reparto del ao 395 slo fue uno ms de los que se haban veni-do realizando desde las postrimeras del siglo III, como consecuencia del nue-vo sistema colegiado del gobierno imperial. Sin embargo, a partir de enton-ces se impuso la frmula de dos nicos colegas imperiales, por lo que los lmitesentre las dos reas deslindadas en 395, que partan por la mitad el Mediterr-neo a la altura del estrecho de Otranto en el mar Adritico, permanecieronestables y terminaron fomentando diferencias institucionales. Adems, duran-te la primera mitad del siglo V el incremento de la presin de los brbarossobre la frontera renano-danubiana funcion como otro factor diferenciador.Occidente, a pesar de su menor dinamismo econmico, en virtud del citadoreparto pas a tener a su cargo la defensa de los principales tramos de dicholimes, lo que hizo ms costosa y complicada su defensa. Finalmente, incapazde imponer la retirada a sus antiguas bases a los pueblos que traspasaron por

    Parte I: Declive de la autoridad imperial y formacin de los reinos romano-brbaros20

    habitantes de las dos capitales. Unos cincuenta millones de personas se decla-raban sbditos de Roma. Esta cifra se hallaba distribuida de manera muy desi-gual. Asia Menor, Siria, Palestina y Egipto eran las reas ms densamente pobla-das; en tanto que las provincias danubianas, Britania, el norte de las Galias yde Hispania presentaban grandes extensiones de monte y bosque vacas de habi-tantes. Desde que, en 212, el emperador Caracalla promulgase la clebre cons-titutio Antoniniana, todos los hombres libres del Imperio gozaban de la plenaciudadana romana, sin importar cul fuese su lugar de nacimiento o residen-cia, ni a qu redes de solidaridad local estuviesen adscritos. El derecho, la len-gua latina, la administracin imperial y las vas de comunicacin actuabancomo elementos de cohesin cultural entre la lite gobernante. Cada ciudadera una Roma en miniatura. Sus foros, baslicas y mercados, sus acueductos ytermas, sus circos y teatros, daban testimonio de la unidad del Imperio. En rea-lidad, el Imperio, segn la acertada expresin de Jones, era un mosaico de ciu-dades-territorio (Jones, 1964: 237). stas eran las unidades bsicas de articu-lacin social y territorial, e ineludiblemente todo ciudadano romano pertenecaa alguna ciudad. Con todo, existan importantes diferencias regionales. EnOccidente, la densidad de centros urbanos era inferior y, adems, la propiedaddel suelo, principal fuente de riqueza, se concentraba en manos de unas pocasfamilias de aristcratas, lo que favoreca el desarrollo de una estructura socialbipolar. Por el contrario, en las populosas provincias orientales, la presencia deun buen nmero de ciudades, con una intensa actividad mercantil y artesanal,y el acceso a la propiedad del suelo del pequeo y mediano campesinado ase-guraban la pervivencia de una sociedad plural y un reparto ms igualitario dela riqueza (Jones, 1964: 712-718; Maier, 1972: 16-27).

    Estas diferencias estructurales son las que explican el paulatino distancia-miento que experimentaron Oriente y Occidente a partir de 395, ya que ladivisin administrativa efectuada por Teodosio contribuy a acentuarlas. Enprincipio, el reparto del ao 395 slo fue uno ms de los que se haban veni-do realizando desde las postrimeras del siglo III, como consecuencia del nue-vo sistema colegiado del gobierno imperial. Sin embargo, a partir de enton-ces se impuso la frmula de dos nicos colegas imperiales, por lo que los lmitesentre las dos reas deslindadas en 395, que partan por la mitad el Mediterr-neo a la altura del estrecho de Otranto en el mar Adritico, permanecieronestables y terminaron fomentando diferencias institucionales. Adems, duran-te la primera mitad del siglo V el incremento de la presin de los brbarossobre la frontera renano-danubiana funcion como otro factor diferenciador.Occidente, a pesar de su menor dinamismo econmico, en virtud del citadoreparto pas a tener a su cargo la defensa de los principales tramos de dicholimes, lo que hizo ms costosa y complicada su defensa. Finalmente, incapazde imponer la retirada a sus antiguas bases a los pueblos que traspasaron por

    Parte I: Declive de la autoridad imperial y formacin de los reinos romano-brbaros20

  • entonces sus fronteras termin limitndose a controlar su asentamiento ensuelo imperial, en regiones alejadas de las orillas del Mediterrneo. En cam-bio Oriente, una vez desembarazado de los visigodos tras su traslado a Occi-dente en 401, mantuvo relativamente inalteradas sus fronteras durante la pri-mera mitad de la centuria al contener la presin de los hunos y sus aliadosmediante pagos peridicos de ingentes cantidades de oro.

    Por otra parte, la cohesin poltica y cultural de la cuenca Mediterrneanunca lleg a plasmarse en el terreno lingstico. La lengua latina era la len-gua de la administracin y el ejrcito, aunque en las provincias orientales slola milicia era enteramente latina, en tanto que la administracin civil utili-zaba tambin el griego. Se traducan a este idioma los instrumentos legisla-tivos y administrativos edictos, actas, correspondencia oficial y adems suuso estaba admitido en los tribunales. El griego, en cambio, era la lengua dela cultura, por lo que en el sistema de estudio de los pases latinos, introdu-cido en el siglo II a. C. sobre el modelo helnico, figuraban junto al apren-dizaje de la gramtica y retrica latinas el de la gramtica y retrica griegas.Las lites culturales latinas dominaban, por tanto, la lengua y la oratoria grie-ga, mientras que las lites griegas slo aprendan latn si estaban interesadasen servir en la milicia o aspiraban a las altas carreras administrativas. Estadivisin del Imperio en dos mbitos lingsticos, que evidentemente se super-ponan a otras muchas lenguas vernculas, en su mayora lenguas no escri-tas, se fue acentuando a partir del momento en que la lengua latina demos-tr su capacidad como lengua literaria. Desde las postrimeras del siglo Id. C. ser persona culta en el Occidente latino no implicaba ya necesariamenteconocer a Homero, sino sobre todo a Cicern y Virgilio. Se inici entoncesen el mbito latino un retroceso del bilingismo o para ms precisin delgriego, aunque ste nunca dej de estar presente en el programa de estudios,retroceso que se hizo ms acusado a partir del siglo III d. C. (Marrou, 1985:330-340). A la hora de ilustrar esa evolucin se suele citar el caso de san Agus-tn, una de las figuras intelectuales ms potentes en el entorno del ao400 d. C., que, sin embargo, nunca lleg a dominar el griego. Segn l mis-mo nos cuenta (Confesiones, 14), en su infancia lleg a aborrecer dicha len-gua debido a la aridez de su estudio y a los inapropiados mtodos emplea-dos amenazas y castigos por sus maestros. La lnea que separaba estos dosmbitos lingsticos vena a coincidir, salvo algunas incursiones del griegoen el sur de Italia y Sicilia, del latn en las provincia, danubianas orientales,con la que delimitaba las dos reas administrativas deslindadas en 395, porlo que tambin contribuy a marcar distancias entre las dos partes del Impe-rio: un Oriente griego y un Occidente latino.

    Oriente tena su capital en Constantinopla, la ciudad fundada por el empe-rador Constantino en 324 en el emplazamiento de la antigua ciudad de Byzan-

    Hispania y el Imperio romano a comienzos del siglo V 21

    entonces sus fronteras termin limitndose a controlar su asentamiento ensuelo imperial, en regiones alejadas de las orillas del Mediterrneo. En cam-bio Oriente, una vez desembarazado de los visigodos tras su traslado a Occi-dente en 401, mantuvo relativamente inalteradas sus fronteras durante la pri-mera mitad de la centuria al contener la presin de los hunos y sus aliadosmediante pagos peridicos de ingentes cantidades de oro.

    Por otra parte, la cohesin poltica y cultural de la cuenca Mediterrneanunca lleg a plasmarse en el terreno lingstico. La lengua latina era la len-gua de la administracin y el ejrcito, aunque en las provincias orientales slola milicia era enteramente latina, en tanto que la administracin civil utili-zaba tambin el griego. Se traducan a este idioma los instrumentos legisla-tivos y administrativos edictos, actas, correspondencia oficial y adems suuso estaba admitido en los tribunales. El griego, en cambio, era la lengua dela cultura, por lo que en el sistema de estudio de los pases latinos, introdu-cido en el siglo II a. C. sobre el modelo helnico, figuraban junto al apren-dizaje de la gramtica y retrica latinas el de la gramtica y retrica griegas.Las lites culturales latinas dominaban, por tanto, la lengua y la oratoria grie-ga, mientras que las lites griegas slo aprendan latn si estaban interesadasen servir en la milicia o aspiraban a las altas carreras administrativas. Estadivisin del Imperio en dos mbitos lingsticos, que evidentemente se super-ponan a otras muchas lenguas vernculas, en su mayora lenguas no escri-tas, se fue acentuando a partir del momento en que la lengua latina demos-tr su capacidad como lengua literaria. Desde las postrimeras del siglo Id. C. ser persona culta en el Occidente latino no implicaba ya necesariamenteconocer a Homero, sino sobre todo a Cicern y Virgilio. Se inici entoncesen el mbito latino un retroceso del bilingismo o para ms precisin delgriego, aunque ste nunca dej de estar presente en el programa de estudios,retroceso que se hizo ms acusado a partir del siglo III d. C. (Marrou, 1985:330-340). A la hora de ilustrar esa evolucin se suele citar el caso de san Agus-tn, una de las figuras intelectuales ms potentes en el entorno del ao400 d. C., que, sin embargo, nunca lleg a dominar el griego. Segn l mis-mo nos cuenta (Confesiones, 14), en su infancia lleg a aborrecer dicha len-gua debido a la aridez de su estudio y a los inapropiados mtodos emplea-dos amenazas y castigos por sus maestros. La lnea que separaba estos dosmbitos lingsticos vena a coincidir, salvo algunas incursiones del griegoen el sur de Italia y Sicilia, del latn en las provincia, danubianas orientales,con la que delimitaba las dos reas administrativas deslindadas en 395, porlo que tambin contribuy a marcar distancias entre las dos partes del Impe-rio: un Oriente griego y un Occidente latino.

    Oriente tena su capital en Constantinopla, la ciudad fundada por el empe-rador Constantino en 324 en el emplazamiento de la antigua ciudad de Byzan-

    Hispania y el Imperio romano a comienzos del siglo V 21

  • tium, que se alzaba en la orilla europea del Bsforo. Su refundacin como resi-dencia imperial responda a sus excepcionales condiciones estratgicas, puespermita acceder con prontitud a las dos fronteras ms expuestas de Oriente:el bajo Danubio y el ufrates. A partir de ese momento la ciudad conoci unextraordinario desarrollo, que se vio favorecido por los privilegios que otorgConstantino a sus habitantes: exenciones fiscales a los propietarios que esta-blecieran all su residencia y distribucin gratuita con cargo al erario pblico,tal como tradicionalmente se vena haciendo en Roma, de 80.000 raciones dia-rias de pan. Constantino hizo de ella su residencia habitual y tanto l como sussucesores la dotaron con esplndidos edificios pblicos, slidas defensas y nume-rosas iglesias. Constantinopla mostr desde sus inicios un neto perfil cristianoen su urbanismo, lo que la diferenciaba de Roma, que permanecera todavapor mucho tiempo vinculada a los cultos tradicionales. La ciudad de Roma,aunque continu gozando de su tradicional prestigio, sufri durante la tardaAntigedad un inexorable declive. As, mientras que Constantinopla no hizoms que aumentar el nmero de habitantes hasta alcanzar a mediados del si-glo VI el medio milln, Roma los fue perdiendo y se ha calculado que por esasmismas fechas contara con unos trescientos mil habitantes (Jones, 1964: 49-50 y 230-231). Una de las razones de este declive fue su abandono por partede la corte imperial, pues desde los tiempos de la tetrarqua en las postrime-ras del siglo III los emperadores apenas residieron en la misma, al quedar rele-gada en favor de ciudades mejor situadas para articular la defensa. Trveris enla Galia septentrional y luego Miln en la Italia anonaria fueron las residenciasfavoritas de los emperadores durante el siglo IV, y finalmente a comienzos delsiglo V la corte termin desplazndose a Rvena. De nuevo fueron las condi-ciones estratgicas las que determinaron su eleccin. La ciudad se hallaba empla-zada en las proximidades de la desembocadura del Po rodeada de tierras pan-tanosas, lo que prcticamente la haca inexpugnable desde tierra. Al mismotiempo, su puerto Classis sobre el Adritico, adems de garantizar el suminis-tro de vveres y la llegada de tropas de refuerzo en caso de asedio, favoreca lascomunicaciones con el resto del Imperio y en especial con la residencia de losemperadores de Oriente, Constantinopla. El traslado tuvo lugar poco despusdel asedio de Miln por los visigodos en 402 y a partir de entonces Rvena seconvirti en la residencia habitual de los emperadores de Occidente.

    1.2. La autocracia imperial y la centralizacin de las estructurasadministrativas

    Como ya se ha sealado, los emperadores de la Antigedad Tarda goberna-ron con un poder absoluto. Su nuevo ttulo de dominus refleja ya una rela-

    Parte I: Declive de la autoridad imperial y formacin de los reinos romano-brbaros22

    tium, que se alzaba en la orilla europea del Bsforo. Su refundacin como resi-dencia imperial responda a sus excepcionales condiciones estratgicas, puespermita acceder con prontitud a las dos fronteras ms expuestas de Oriente:el bajo Danubio y el ufrates. A partir de ese momento la ciudad conoci unextraordinario desarrollo, que se vio favorecido por los privilegios que otorgConstantino a sus habitantes: exenciones fiscales a los propietarios que esta-blecieran all su residencia y distribucin gratuita con cargo al erario pblico,tal como tradicionalmente se vena haciendo en Roma, de 80.000 raciones dia-rias de pan. Constantino hizo de ella su residencia habitual y tanto l como sussucesores la dotaron con esplndidos edificios pblicos, slidas defensas y nume-rosas iglesias. Constantinopla mostr desde sus inicios un neto perfil cristianoen su urbanismo, lo que la diferenciaba de Roma, que permanecera todavapor mucho tiempo vinculada a los cultos tradicionales. La ciudad de Roma,aunque continu gozando de su tradicional prestigio, sufri durante la tardaAntigedad un inexorable declive. As, mientras que Constantinopla no hizoms que aumentar el nmero de habitantes hasta alcanzar a mediados del si-glo VI el medio milln, Roma los fue perdiendo y se ha calculado que por esasmismas fechas contara con unos trescientos mil habitantes (Jones, 1964: 49-50 y 230-231). Una de las razones de este declive fue su abandono por partede la corte imperial, pues desde los tiempos de la tetrarqua en las postrime-ras del siglo III los emperadores apenas residieron en la misma, al quedar rele-gada en favor de ciudades mejor situadas para articular la defensa. Trveris enla Galia septentrional y luego Miln en la Italia anonaria fueron las residenciasfavoritas de los emperadores durante el siglo IV, y finalmente a comienzos delsiglo V la corte termin desplazndose a Rvena. De nuevo fueron las condi-ciones estratgicas las que determinaron su eleccin. La ciudad se hallaba empla-zada en las proximidades de la desembocadura del Po rodeada de tierras pan-tanosas, lo que prcticamente la haca inexpugnable desde tierra. Al mismotiempo, su puerto Classis sobre el Adritico, adems de garantizar el suminis-tro de vveres y la llegada de tropas de refuerzo en caso de asedio, favoreca lascomunicaciones con el resto del Imperio y en especial con la residencia de losemperadores de Oriente, Constantinopla. El traslado tuvo lugar poco despusdel asedio de Miln por los visigodos en 402 y a partir de entonces Rvena seconvirti en la residencia habitual de los emperadores de Occidente.

    1.2. La autocracia imperial y la centralizacin de las estructurasadministrativas

    Como ya se ha sealado, los emperadores de la Antigedad Tarda goberna-ron con un poder absoluto. Su nuevo ttulo de dominus refleja ya una rela-

    Parte I: Declive de la autoridad imperial y formacin de los reinos romano-brbaros22

  • cin desigual con aquellos a los que gobiernan. No es lo mismo ser el pri-mero (princeps) de los ciudadanos romanos y resultar elegido por un conse-jo el senado integrado por sus iguales, que ser el seor o dueo (dominus)de esos mismos ciudadanos, que de esta forma se transforman en sbditos(subiecti), es decir, en subordinados o sometidos. El mando absoluto (impe-rium) que los emperadores detentaban sobre el ejrcito se encuentra a la basede esa transformacin, pues esta circunstancia fue la que les permiti relegaral senado a un segundo plano. No obstante, tambin intervinieron otros fac-tores y ms concretamente la divinizacin o mejor sacralizacin de la figu-ra imperial. Segn Jones, ya los primeros emperadores revistieron carcterdivino, si bien no respecto a los ciudadanos romanos, sino slo respecto alos provinciales, diferencia que se borrara en el siglo III con la extensin dela ciudadana romana a todos los habitantes del Imperio en 212. Es a par-tir de entonces cuando algunos emperadores adoptaron ttulos divinos: elemperador Aureliano se proclam dominus et deus y Diocleciano asumiel sobrenombre de Iovius. Pese a todo no resulta fcil discernir el significa-do real de estos ttulos y sobrenombres. Es posible que sus portadores fue-ran considerados verdaderos dioses, pero tambin que el alcance de dichastitulaciones fuera ms limitado y remitiera slo a una especial comunin delos emperadores con los dioses. En todo caso, la legalizacin de la prcticadel cristianismo por Constantino en 313 favoreci el triunfo de la segundaopcin: el emperador ya no sera Dios sino su representante en la tierra(Jones, 1964: 122). La imagen del emperador como instrumento del cielo,encargado de velar por el mantenimiento del orden instituido por Dios,se encuentra ya en las epstolas de san Pablo (Roms. XIII,1-4). Una idea queConstantino no tard en hacer suya, pero fue el obispo Eusebio de Cesareaquien se encarg de darle forma discursiva con ocasin del panegrico quepronunci en 335, durante la celebracin en Jerusaln de los tricenalia lostreinta aos de acceso al trono del emperador. Segn Eusebio, Dios habaconfiado la misin de ejercer el poder sobre el mundo terrenal a su Hijo,quien, a su vez, lo haba delegado en el emperador de Roma. ste era el ama-do de Dios, partcipe del reinado celestial, porque haba sido coronado conlas virtudes inherentes a Dios y haba recibido en su alma los efluvios queprovenan de l (Eus. De Laud. V, 1-7).

    La doctrina poltica de Eusebio brind a Constantino y sus sucesores unexcelente soporte ideolgico sobre el que cimentar la sacralizacin de la monar-qua y legitimar as el absolutismo imperial. A travs de las insignias impe-riales, la liturgia palatina y los retratos del soberano se manifiestaba ante todosel origen divino de su poder. Junto a la diadema de perlas, el manto de pr-pura, el cetro y el orbe, que simbolizaban el carcter universal de la autori-dad que ostentaba, el uso escenogrfico de la luz de las velas, el perfume del

    Hispania y el Imperio romano a comienzos del siglo V 23

    cin desigual con aquellos a los que gobiernan. No es lo mismo ser el pri-mero (princeps) de los ciudadanos romanos y resultar elegido por un conse-jo el senado integrado por sus iguales, que ser el seor o dueo (dominus)de esos mismos ciudadanos, que de esta forma se transforman en sbditos(subiecti), es decir, en subordinados o sometidos. El mando absoluto (impe-rium) que los emperadores detentaban sobre el ejrcito se encuentra a la basede esa transformacin, pues esta circunstancia fue la que les permiti relegaral senado a un segundo plano. No obstante, tambin intervinieron otros fac-tores y ms concretamente la divinizacin o mejor sacralizacin de la figu-ra imperial. Segn Jones, ya los primeros emperadores revistieron carcterdivino, si bien no respecto a los ciudadanos romanos, sino slo respecto alos provinciales, diferencia que se borrara en el siglo III con la extensin dela ciudadana romana a todos los habitantes del Imperio en 212. Es a par-tir de entonces cuando algunos emperadores adoptaron ttulos divinos: elemperador Aureliano se proclam dominus et deus y Diocleciano asumiel sobrenombre de Iovius. Pese a todo no resulta fcil discernir el significa-do real de estos ttulos y sobrenombres. Es posible que sus portadores fue-ran considerados verdaderos dioses, pero tambin que el alcance de dichastitulaciones fuera ms limitado y remitiera slo a una especial comunin delos emperadores con los dioses. En todo caso, la legalizacin de la prcticadel cristianismo por Constantino en 313 favoreci el triunfo de la segundaopcin: el emperador ya no sera Dios sino su representante en la tierra(Jones, 1964: 122). La imagen del emperador como instrumento del cielo,encargado de velar por el mantenimiento del orden instituido por Dios,se encuentra ya en las epstolas de san Pablo (Roms. XIII,1-4). Una idea queConstantino no tard en hacer suya, pero fue el obispo Eusebio de Cesareaquien se encarg de darle forma discursiva con ocasin del panegrico quepronunci en 335, durante la celebracin en Jerusaln de los tricenalia lostreinta aos de acceso al trono del emperador. Segn Eusebio, Dios habaconfiado la misin de ejercer el poder sobre el mundo terrenal a su Hijo,quien, a su vez, lo haba delegado en el emperador de Roma. ste era el ama-do de Dios, partcipe del reinado celestial, porque haba sido coronado conlas virtudes inherentes a Dios y haba recibido en su alma los efluvios queprovenan de l (Eus. De Laud. V, 1-7).

    La doctrina poltica de Eusebio brind a Constantino y sus sucesores unexcelente soporte ideolgico sobre el que cimentar la sacralizacin de la monar-qua y legitimar as el absolutismo imperial. A travs de las insignias impe-riales, la liturgia palatina y los retratos del soberano se manifiestaba ante todosel origen divino de su poder. Junto a la diadema de perlas, el manto de pr-pura, el cetro y el orbe, que simbolizaban el carcter universal de la autori-dad que ostentaba, el uso escenogrfico de la luz de las velas, el perfume del

    Hispania y el Imperio romano a comienzos del siglo V 23

  • incienso y las genuflexiones de los cortesanos revelaban a cuantos asistan alas recepciones cortesanas su participacin de la divinidad, en definitiva, sucarcter sagrado. Sus entradas ceremoniales constituan una autntica epifa-na, una manifestacin del poder del Altsimo sobre la tierra. El nimbo conque se representaba al emperador en los retratos oficiales (sacrae imagines)recordaba que ste haba recibido la diadema del cielo. l era la luz del mun-do. De ah que su figura, esculpida o pintada, se colocase ante un mesa cere-monial, alumbrada con velas y coronada de flores (Hopkins, 1981: 258).Tambin el lenguaje palatino reflejaba el origen transcendente de su poder.Todo lo que tuviera que ver con el soberano y su entorno era sagrado o divi-no. Personalmente reciba los tratamientos de sacra maiestas y divina cle-mentia; los miembros de su familia eran las divinae personae; su residencia,el sacrum palatium; su consejo, el sacrum consistorium; y sus comunicados alos gobernadores provinciales, las litterae divinae.

    El emperador gobernaba con ayuda de dos cuerpos consultivos, el sena-do y el consistorio. El senado, rgano colegiado que haba regido Roma enla etapa republicana, tras las reformas llevadas a cabo por Diocleciano yConstantino perdi sus ltimas competencias poltico-administrativas, que-dando confinado al mbito estrictamente representativo. Los senadores, queconstituan la lite econmica y social del Imperio, continuaban eligiendocandidatos para las antiguas magistraturas, pero stas ya slo tenan valorhonorfico. Tambin seguan promulgando leyes (senatus consulta) y fun-cionando como tribunal de justicia para sus miembros, pero las primeras yasiempre a iniciativa imperial y los segundos tambin quedaron sujetos a lajurisdiccin imperial (Jones, 1964: 14-15). Los emperadores del siglo IV,convertidos en fuente de todo poder y derecho, no tanto como delegadosdel senado sino como representantes en la tierra de la autoridad divina,gobernaron el Imperio con la ayuda de burcratas profesionales, que actua-ban a su vez como delegados de la autoridad imperial. Cuatro de ellos, miem-bros permanentes del consistorio, es decir, del consejo privado del empera-dor, estaban al frente del aparato administrativo. El maestro de los oficios(magister officiorum) actuaba como jefe de la cancillera imperial y los nego-ciados palatinos, director de las fbricas de armamento y las manufacturasestatales, y comandante supremo de la guardia imperial (scholae palatinae)y la polica secreta (agentes in rebus). El cuestor (quaestor) desempeabalas funciones de ministro de justicia, redactaba las leyes y las respuestas a lassplicas asesorado por una comisin de juristas. El conde de las sagradaslarguezas (comes sacrarum largitionum) era el responsable del fisco y el con-de del tesoro privado (comes rei privatae) se encargaba de la administracin dela hacienda del soberano. Haba tambin otros dignatarios que participa-ban en los silentia o solemnes sesiones del consistorio: los dos generales des-

    Parte I: Declive de la autoridad imperial y formacin de los reinos romano-brbaros24

    incienso y las genuflexiones de los cortesanos revelaban a cuantos asistan alas recepciones cortesanas su participacin de la divinidad, en definitiva, sucarcter sagrado. Sus entradas ceremoniales constituan una autntica epifa-na, una manifestacin del poder del Altsimo sobre la tierra. El nimbo conque se representaba al emperador en los retratos oficiales (sacrae imagines)recordaba que ste haba recibido la diadema del cielo. l era la luz del mun-do. De ah que su figura, esculpida o pintada, se colocase ante un mesa cere-monial, alumbrada con velas y coronada de flores (Hopkins, 1981: 258).Tambin el lenguaje palatino reflejaba el origen transcendente de su poder.Todo lo que tuviera que ver con el soberano y su entorno era sagrado o divi-no. Personalmente reciba los tratamientos de sacra maiestas y divina cle-mentia; los miembros de su familia eran las divinae personae; su residencia,el sacrum palatium; su consejo, el sacrum consistorium; y sus comunicados alos gobernadores provinciales, las litterae divinae.

    El emperador gobernaba con ayuda de dos cuerpos consultivos, el sena-do y el consistorio. El senado, rgano colegiado que haba regido Roma enla etapa republicana, tras las reformas llevadas a cabo por Diocleciano yConstantino perdi sus ltimas competencias poltico-administrativas, que-dando confinado al mbito estrictamente representativo. Los senadores, queconstituan la lite econmica y social del Imperio, continuaban eligiendocandidatos para las antiguas magistraturas, pero stas ya slo tenan valorhonorfico. Tambin seguan promulgando leyes (senatus consulta) y fun-cionando como tribunal de justicia para sus miembros, pero las primeras yasiempre a iniciativa imperial y los segundos tambin quedaron sujetos a lajurisdiccin imperial (Jones, 1964: 14-15). Los emperadores del siglo IV,convertidos en fuente de todo poder y derecho, no tanto como delegadosdel senado sino como representantes en la tierra de la autoridad divina,gobernaron el Imperio con la ayuda de burcratas profesionales, que actua-ban a su vez como delegados de la autoridad imperial. Cuatro de ellos, miem-bros permanentes del consistorio, es decir, del consejo privado del empera-dor, estaban al frente del aparato administrativo. El maestro de los oficios(magister officiorum) actuaba como jefe de la cancillera imperial y los nego-ciados palatinos, director de las fbricas de armamento y las manufacturasestatales, y comandante supremo de la guardia imperial (scholae palatinae)y la polica secreta (agentes in rebus). El cuestor (quaestor) desempeabalas funciones de ministro de justicia, redactaba las leyes y las respuestas a lassplicas asesorado por una comisin de juristas. El conde de las sagradaslarguezas (comes sacrarum largitionum) era el responsable del fisco y el con-de del tesoro privado (comes rei privatae) se encargaba de la administracin dela hacienda del soberano. Haba tambin otros dignatarios que participa-ban en los silentia o solemnes sesiones del consistorio: los dos generales des-

    Parte I: Declive de la autoridad imperial y formacin de los reinos romano-brbaros24

  • tacados en la corte (magistri militum in praesentia) al frente respectivamen-te de las tropas de infantera (magister peditum praesentalis) y de caballera(magister equitum praesentalis); los ayudas de cmara del emperador (cubi-cularii); secretarios de palacio (notarii) y un selecto grupo de juristas y con-sejeros. Todos ellos gozaban del rango de condes del consistorio (comitesconsistoriani). Aunque este gabinete ejerca cierta influencia en el gobiernodel Imperio, no dejaba de ser un rgano consultivo, cuyos miembros erandirectamente designados por el emperador, que era quien adems tomabala ltima decisin (Jones, 1964: 139-142).

    Un complejo aparato burocrtico, estructurado segn el escalafn jerr-quico del ejrcito, se encargaba de llevar a efecto las medidas que dictaba elsoberano. Su eficacia se hallaba, no obstante, limitada por las acusadas dife-rencias de derechos y deberes existentes entre los distintos cuerpos de la admi-nistracin (Maier, 1968: 32-33). El funcionamiento de la maquinaria delestado se vea, adems, entorpecido por las frecuentes disputas sobre com-petencias entre altos cargos de la administracin central y regional, ya queestos ltimos gozaban de considerable poder e influencia en la corte, en espe-cial los prefectos del pretorio (praefecti praetorio), autnticos virreyes, con res-ponsabilidad absoluta sobre amplias demarcaciones territoriales, las llama-das prefecturas. stas agrupaban demarcaciones menores llamadas dicesis,que estaban gobernadas por delegados los vicarios del prefecto del preto-rio, y su nmero oscil hasta fijarse definitivamente en el ao 395 en cuatroprefecturas territoriales ms dos urbanas, correspondientes a las dos capita-les (praefecti urbi). Prefecturas y dicesis fueron el resultado de las reformasemprendidas por Diocleciano y Constantino, y se superpusieron a las anti-guas provincias, circunscripciones menores que databan de la etapa republi-cana y agrupaban conjuntos de ciudades. A raz de las citadas reformas, lasprovincias multiplicaron su nmero hasta fijarse en torno a cien, ya quemuchas de ellas fueron partidas en dos por Diocleciano. Una medida que noslo respondi a razones de eficacia administrativa, sino que tambin sirvipara cercenar el poder del senado, ya que puso fin a la antigua distincinentre provincias imperiales y senatoriales. Hasta entonces, en las provinciassenatoriales, tanto la provisin de gobernadores como las recaudaciones deimpuestos y, por tanto, la administracin de los ingresos resultantes habancorrespondido al senado, que perdi todas estas prerrogativas con la refor-ma. La jerarquizacin entre estos tres escalones prefecturas, dicesis, pro-vincias no impeda la intervencin directa del emperador a nivel provin-cial: nombramiento de los gobernadores, comunicacin con los mismos almargen de la va de los prefectos y vicarios, y consultas directas de los gober-nadores al emperador (Jones, 1964: 144). Los rasgos que caracterizan a laadministracin imperial en la Tarda Antigedad son los de burocratizacin

    Hispania y el Imperio romano a comienzos del siglo V 25

    tacados en la corte (magistri militum in praesentia) al frente respectivamen-te de las tropas de infantera (magister peditum praesentalis) y de caballera(magister equitum praesentalis); los ayudas de cmara del emperador (cubi-cularii); secretarios de palacio (notarii) y un selecto grupo de juristas y con-sejeros. Todos ellos gozaban del rango de condes del consistorio (comitesconsistoriani). Aunque este gabinete ejerca cierta influencia en el gobiernodel Imperio, no dejaba de ser un rgano consultivo, cuyos miembros erandirectamente designados por el emperador, que era quien adems tomabala ltima decisin (Jones, 1964: 139-142).

    Un complejo aparato burocrtico, estructurado segn el escalafn jerr-quico del ejrcito, se encargaba de llevar a efecto las medidas que dictaba elsoberano. Su eficacia se hallaba, no obstante, limitada por las acusadas dife-rencias de derechos y deberes existentes entre los distintos cuerpos de la admi-nistracin (Maier, 1968: 32-33). El funcionamiento de la maquinaria delestado se vea, adems, entorpecido por las frecuentes disputas sobre com-petencias entre altos cargos de la administracin central y regional, ya queestos ltimos gozaban de considerable poder e influencia en la corte, en espe-cial los prefectos del pretorio (praefecti praetorio), autnticos virreyes, con res-ponsabilidad absoluta sobre amplias demarcaciones territoriales, las llama-das prefecturas. stas agrupaban demarcaciones menores llamadas dicesis,que estaban gobernadas por delegados los vicarios del prefecto del preto-rio, y su nmero oscil hasta fijarse definitivamente en el ao 395 en cuatroprefecturas territoriales ms dos urbanas, correspondientes a las dos capita-les (praefecti urbi). Prefecturas y dicesis fueron el resultado de las reformasemprendidas por Diocleciano y Constantino, y se superpusieron a las anti-guas provincias, circunscripciones menores que databan de la etapa republi-cana y agrupaban conjuntos de ciudades. A raz de las citadas reformas, lasprovincias multiplicaron su nmero hasta fijarse en torno a cien, ya quemuchas de ellas fueron partidas en dos por Diocleciano. Una medida que noslo respondi a razones de eficacia administrativa, sino que tambin sirvipara cercenar el poder del senado, ya que puso fin a la antigua distincinentre provincias imperiales y senatoriales. Hasta entonces, en las provinciassenatoriales, tanto la provisin de gobernadores como las recaudaciones deimpuestos y, por tanto, la administracin de los ingresos resultantes habancorrespondido al senado, que perdi todas estas prerrogativas con la refor-ma. La jerarquizacin entre estos tres escalones prefecturas, dicesis, pro-vincias no impeda la intervencin directa del emperador a nivel provin-cial: nombramiento de los