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La hora de la Democracia
Desde el Zulia, en medio de la crisis política, económica, social y moral más grave
de nuestra historia contemporánea, nos dirigimos al resto de la provincia
venezolana y al país en general para hacer un llamado urgente a la UNIDAD y
buscar salidas a esta difícil coyuntura histórica, que está poniendo en peligro la
existencia del Estado, la Nación y la República Democrática y Federal venezolana.
Llegó la hora de retomar el camino democrático. Es el momento de asumir con
sensatez la unidad de propósitos y el accionar colectivo. Estamos obligados a dejar
atrás la inercia y el miedo. Tenemos el deber ciudadano de abrirle camino al
futuro.
Obligados estamos a rescatar la esencia de la democracia: la libertad, la
transparencia y la tolerancia. Esto sólo será posible retornando a sus orígenes con
unidad y pluralidad de mando mediante el estado de derecho, el voto universal
directo y secreto, el respeto a la propiedad, a la libertad de expresión, a la
alternabilidad, y a la descentralización política, administrativa y financiera.
La situación del país cada día adquiere dimensiones más alarmantes. La mayoría
de la población no cuenta con recursos para hacer frente a una hiperinflación
monstruosa que anula todos los incrementos salariales que de manera irresponsable
ha decretado el gobierno.
Según la Conferencia Episcopal, en su último documento, de 2018, la calidad de
vida de los venezolanos, ya sumamente precaria, se deteriora exponencialmente
día a día. A los graves problemas que reiteradamente hemos puesto de relieve,
relativos a las áreas de alimentación, salud, los servicios públicos (agua,
electricidad, comunicación, vialidad), seguridad pública, el empleo, el ingreso, se
suman ahora los de la circulación y venta del efectivo y del transporte público.
El Gobierno Nacional es el gran responsable de la tragedia que vive la sociedad
venezolana y del proceso de deterioro de las instituciones y su desmantelamiento,
que nos ha conducido a la crisis política actual. Su ceguera ideológica ha hecho
que anteponga su proyecto político por encima de todas las consideraciones,
incluso aquellas de carácter humanitario; pero, además, por su persistentemente
errática política económica y su ostentoso desprecio a la actividad productiva, a la
propiedad privada y al trabajo digno que le han hecho excluir deliberadamente a
todo aquel que tenga voluntad de resolver algunos de los aspectos de los muchos
que nos asfixian.
Ya el país venía observando que el gobierno, basado en la mayoría electoral de
1998, en la violencia y la coerción, conculcaba y usurpaba derechos a las mayorías
y violaba reiteradamente las normativas constitucionales referentes a muchos
aspectos de la vida institucional, como los referidos a las leyes sobre la
descentralización, por lo que se desviaba del camino constitucional; sin embargo,
el corolario de su pase a la ilegitimidad —hoy reconocido por la mayoría de los
países democráticos del mundo— y el naufragio del estado de derecho y la pérdida
de los derechos humanos lo constituyen la convocatoria inconstitucional de la
Asamblea Nacional Constituyente por el Ejecutivo Nacional el 1º de mayo de
2017, según decreto 2.830, y la realización de elecciones fraudulentas para el
período 2018-2022, adelantadas el 20 de mayo de 2018, que debían realizarse en
diciembre de este año.
De ahí la importancia del llamado de la Iglesia Católica: Desde el Ejecutivo
Nacional, la ilegitima Asamblea Nacional Constituyente y el CNE, se pretende
conculcar uno de los derechos más sagrados del pueblo venezolano: la elemental
libertad para elegir a sus gobernantes en justa competencia electoral, con
autoridades imparciales, sin manipulaciones ni favoritismo. Mientras existan
presos políticos y adversarios a quienes se les niegan sus derechos a postularse,
no habrá proceso de elecciones libre y soberano. Reiteramos que la convocatoria
del 20 de mayo fue ilegitima, como lo es la convocatoria a La Asamblea Nacional
Constituyente impuesta por el Ejecutivo. Vivimos un gobierno de facto, sin respeto
a las garantías previstas en la Constitución y a los más altos principios de defensa
del pueblo.
Hoy no se trata de un conflicto entre el gobierno y la oposición: se trata de la
disolución de todos los principios que dieron origen a la República y al
establecimiento del sistema democrático, los cuales pretenden ser confiscados
mediante la aprobación en diciembre próximo de una nueva Constitución—que
liquida la condición de ciudadano, basado en deberes y derechos conquistados en
históricas luchas de la humanidad—, elaborada entre bastidores por el Presidente,
sus lacayos y una guardia pretoriana que lo sostiene en el poder.
Ante una crisis de tal envergadura, de carácter política, económica y social, que ha
desencadenado la diáspora de conciudadanos más grande y grave de nuestra
historia republicana, y que cada día deteriora más la situación de quienes
permanecen en el país, en medio de graves limitaciones al derecho a la vida, la
libertad, la justicia, la igualdad, la preeminencia de los derechos humanos, la ética
y el pluralismo político, urge que los venezolanos se unan para salvaguardar la
vigencia de los principios y valores violados y para recuperar cuanto antes la
prosperidad y el bienestar que merece el pueblo venezolano, en una sociedad justa,
que asegure los derechos de las personas y el respeto a su dignidad.
Somos una sociedad desgarrada por las divisiones, corroída por la mentira, el
populismo y el debate vocinglero, sin norte y sin sentido. Somos una sociedad
confundida. Nuestros dirigentes deben interpretar la realidad histórica nacional y
las aspiraciones de todos sus ciudadanos, más allá de las diferencias ideológicas y
partidistas y mucho más allá de la condición de civil y militar, y tener en la
integridad, el sentido común y la ciencia el norte de su verdad y su actuación en
beneficio de los más sagrados intereses nacionales.
Pero sin una dirigencia cohesionada en base a una estrategia única, es imposible
activar y movilizar a la sociedad venezolana de manera orgánica para presionar
internamente, ni coordinar la solidaridad internacional de forma óptima, ni levantar
un inventario y formular un proyecto de país posible, ni los representantes del
gobierno o quienes los sostienen en el poder encontraran una contraparte con quién
negociar. En fin, sin una dirigencia unida, alrededor de la cual se generen
expectativas reales de cambio, es imposible organizar grupos de trabajo que
puedan prepararse oportunamente para gobernar y ganar una elección, que es el
camino irremisible cuando este gobierno llegue a su fin, sea mediante la presión
internacional y nacional, como resultado de una negociación o a consecuencia de
una ruptura del bloque de poder que ejerce el gobierno.
La lucha heroica que ha venido librando la sociedad venezolana en defensa y
preservación del sistema democrático no es nueva; tiene momentos estelares que
hablan de lo efectivo y eficiente que puede ser la unidad cuando la democracia ha
estado en peligro.
Así lo ilustran las protestas iniciadas por el sector educativo contra el decreto
1011(de los supervisores itinerantes), conducidas bajo la consigna “con mis hijos
no te metas”, que luego continuó el gremio de ganaderos del Zulia, a partir de los
intentos de aprobación ilegal de 49 decretos leyes en noviembre de 2001, y que
progresivamente con la incorporación de todos los sectores del país, incluyendo al
alto mando militar, se volcarían a las calles en manifestaciones multitudinarias
jamás vistas en Venezuela, que terminaron provocando la renuncia del Presidente.
Vendría luego la derrota infligida al régimen con el referéndum Constitucional de
2007, las manifestaciones dirigidas por la juventud venezolana, que desafiaron al
régimen en 2014, la victoria abrumadora en diciembre de 2015, que dio a los
venezolanos una Asamblea Nacional Democrática con mayoría calificada, y las
heroicas acciones encabezadas por los estudiantes y respaldadas por la mayoría del
pueblo, que mantuvieron en jaque al régimen, entre abril y agosto del 2017.
A partir de la victoria contundente de la sociedad democrática, en diciembre de
2015, se ha puesto en evidencia la verdadera naturaleza del proyecto totalitario del
gobierno, cuyo propósito fundamental es crear un gobierno dictatorial de corte
militarista e inspirado en el modelo fracasado del comunismo a la cubana.
Ha llegado la hora de unir a los venezolanos en base a los principios de
cooperación, solidaridad, concurrencia y corresponsabilidad, que deben servir de
fundamento al tipo de Estado que consagra el artículo 4 de nuestra Constitución.
En consecuencia, en esta hora difícil de nuestro acontecer republicano, desde el
Zulia, —al igual que el resto de la provincia, donde la crisis del país adquiere
dimensiones jamás vistas en todos los órdenes— hacemos un llamado a los
partidos políticos, a las organizaciones de la sociedad civil, a las iglesias, a los
estudiantes, los empresarios, a los sindicatos y gremios de trabajadores, los
profesionales y técnicos, las universidades y al pueblo en general, para que se
realice un Gran Acuerdo Nacional, amplio y plural, que establezca la estrategia y
las acciones a seguir, interprete los deseos de cambio urgente que mueven a casi el
noventa por ciento de los venezolanos —según los últimos estudios de opinión— y
alimente con una propuesta a la dirigencia a lo largo y ancho de todo el país.
Gracias a todos los países del mundo por la solidaridad internacional que, en
defensa de la democracia, ejercen presión económica e institucional contra el
régimen, y han sido un factor fundamental en su debilitamiento.
Le recordamos a la Fuerza Armada Bolivariana el artículo 328 de la Constitución
vigente de 1999, que dice: Las Fuerzas Armadas Nacionales forman una
institución apolítica, obediente y no deliberante, organizada por el Estado para
asegurar la defensa nacional, la estabilidad de las instituciones democráticas y el
respeto a la Constitución y a las leyes, cuyo acatamiento está por encima de
cualquier otra obligación. Las Fuerzas Armadas Nacionales estarán al servicio
de la República, en ningún caso al de una persona o parcialidad política.
Y precisamos a nuestros hombres de uniforme, que las instituciones
internacionales garantes de los derechos humanos, a la hora de juzgar crímenes de
lesa humanidad, están por encima de las Constituciones de los países.
Sabemos que aún nos toca recorrer un largo camino, que pasa por crear la unidad
indispensable que sirva de túnel para alcanzar la luz. Sólo la unidad de todos los
sectores que componen la sociedad venezolana y una estrategia de cambio
procesada, compartida y aprobada por la mayoría de sus componentes permitirá
superar el actual caos con nuestro propio esfuerzo y de acuerdo a los valores y los
principios civilizados que proveen la experiencia de otras latitudes y otras
experiencias similares. No decaigamos, no perdamos el ánimo, la fe y la esperanza;
que nuestros compatriotas en el exilio forzado y las nuevas generaciones alimenten
nuestra convicción ciudadana de que sólo de nosotros unidos dependerá la
edificación del porvenir.
La defensa de los principios democráticos es el bastión fundamental de nuestra
lucha, pero sin la unidad de todos los venezolanos, civiles y militares, será
imposible evitar su confiscación y la instauración definitiva del comunismo en
Venezuela. Todo nos puede separar, pero la Democracia nos debe unir.
Es la hora de la democracia, de la unidad, de la descentralización. Las regiones
unidas deben poner de nuevo en evidencia su vocación ciudadana, unitaria y
descentralizadora. No es posible olvidar que los cambios institucionales más
importantes experimentados por el modelo democrático, instaurado a partir de
1958, se dieron después que se puso en marcha un Nuevo Federalismo, con la
elección directa de gobernadores y alcaldes y la puesta en vigencia de la Ley
Orgánica de descentralización, delimitación y transferencia de competencias del
Poder Público.
Unidad y Democracia constituyen un binomio inseparable y el principal muro de
contención para superar las diferencias o desacuerdos que pudieran existir entre los
venezolanos que creen en ellas.
Es el tiempo de rescatar la Democracia y la Descentralización, la hora de los
valientes, la hora de la unidad, la hora de la grandeza ciudadana.
Maracaibo, 19 de noviembre de 2018.
Omar Barboza
Carmelo Contreras
Gilberto Urdaneta Besson
Oswaldo Álvarez Paz
Manuel Rosales Guerrero
Pablo Pérez Álvarez
Juan Pablo Guanipa
Monseñor Roberto Lückert León
Nora Bracho
Elimar Díaz
William Barrientos
Enrique Márquez
Tomás Guanipa
Desireé Barboza
Elías Matta
Juan Carlos Velazco
Freddy Paz
Avilio Troconis
Rafael Ramírez
Marianela Fernández
Virgilio Ferrer
Hiram Gaviria
Alfonso Márquez
Daniel Ponne
Eveling Trejo de Rosales
Carlos Armijo
Eduardo Vale
Ángel Machado
Ada Rafalli
Inés López
Maris Yulis Urdaneta
Marlene Antúnez
Jorge Luis González
Eliseo Fermín
Lester Toledo
Iraida Villasmil
Ángel Caridad
Oscar Naveda
Neuro Villalobos
Estela Álvarez
Miguel Muñoz
Douglas Romero
Gualberto Mas y Rubí
Carmen Teresa Márquez
Leonardo Pérez Álvarez
Carlos Petit
Carlos Alaimo
Leocenis García
Marietta Morisco
Laura Bolla
Froilán Barrios
José Luis Alcalá
Fernando Álvarez Paz
Julio Portillo
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Ibrahim Gutiérrez
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Joi Pardo
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