La Iglesia: misterio y misión - Á. Alcalá Galve (B.A.C.)

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La Iglesia MISTERIO Y MISION ^ POR ANGEL ALCALA GALVE PRÓLOGO DKL EXCMO. Y RVDMO. SR. DR. CASIMIRO MORCILLO GONZALEZ JUL 1 9 1988 BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS MADRID . MCMLXIII

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La Iglesia: misterio y misión - Ángel Alcalá Galve (B.A.C.)

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  • La IglesiaMISTERIO Y MISION

    ^ PORANGEL ALCALA GALVE

    PRLOGO DKL EXCMO. Y RVDMO. SR. DR.

    CASIMIRO MORCILLO GONZALEZ

    JUL 1 9 1988

    BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOSMADRID . MCMLXIII

  • Nihil obstat Dr. Jos M.* Snchez Marqueta, Censor.

    Imprimatur : t Casimiro, .Arzobispo de Zaragoza.

    Zaragoza, lo mayo 1963.

    Registro nm. 2977-1963

    Bepslto legal M 6218-1963

  • INDICE GENERALPginas

    Prlogo del Excmo. y Rvdmo. Sr. Dr. Casimiro Morcillo,arzobispo de Zaragoza ix

    Introduccin 3

    primera parte

    HACIA UNA NUEVA TEOLOGIA DE LA IGLESIA

    Captulo 1.-

    Superacin de la eclesiologia apologtica 15

    1. La predicacin de los apstoles y la eclesiologia bblica. 152. El mtodo exegtico de la eclesiologia de los Padres. 183. La eclesiologia cristolgica de la escolstica 194. El mtodo apologtico en la eclesiologia moderna 23

    a) Los procedimientos 26b) Los destinatarios 28

    Captulo 2.

    Necesidad de una eclesiologia dinmica 32

    1. La eclesiologia actual en el marco de la teologa 322. Mtodo escolar y mtodo kerigmtico 363. Aspectos dinmicos de la Iglesia 40

    a) La historicidad de la Iglesia como problema teo-lgico 42

    b) La escatologa, como horizonte de eternidad 44c) La Iglesia como institucin y comunidad 46d) Del Derecho en la vida de la Iglesia 50e) De la misin de la Iglesia en el mundo 53

    Captulo 3.

    Dimensiones de una eclesiologia litrgica 57

    1. Etapas del movimiento litrgico 572. Iglesia y liturgia 603. Valor teolgico de los textos litrgicos 634. La eclesiologia de los textos litrgicos 675. Criterios y lmites 70

    segunda parte

    IGLESIA E ISRAELCaptulo 1.

    Israel, prehistoria de la Iglesia 75

    1. Israel, como etapa de espera 772. Verus Israel. La Iglesia, nuevo Israel 813. Liturgia juda y liturgia cristiana 884. Entre los prfidos judos y el privilegio de ser Israel. 95

  • VI NDICE GENERAL

    Pginas

    Captulo 2.

    La Iglesia, comunidad de salvacin 991. El trmino ecclesia. Su sentido y empleos litrgicos. 1022. El nuevo pueblo de Dios 1123. Iglesia de Dios. Iglesia de Cristo 1154. La salvacin por la Iglesia de Cristo 1225. Fuera de la Iglesia no hay salvacin 127

    TERCERA PARTE

    EL MISTERIO DE LA IGLESIA Y SUS EXPRESIO-NES LITURGICAS

    Captulo 1.

    La analoga del misterio en la liturgia cristiana. 142

    1. El mysterium Ecclesiae y los misterios del cristianismo. 142a) El misterio-verdad. Lo misterioso 143b) El misterio-accin. Lo misterial 144c) El misterio-culto. Lo mistrico 147

    2. Mito, alegora y smbolo como expresin de misterios. 152

    a) El mito y la Revelacin 156b) La parbola l6lc) La alegora y el smbolo 162

    3. Las metforas eclesiolgicas de la liturgia. Divisin. 165

    Captulo 2.

    Conceptos sociolgicos de la Iglesia. Smbolosestticos 170

    1. Columba, paloma 1702. Paradisus, paraso 1713. Castrorum acies, cielo estrellado 1724. Portus, puerto y nave 1745. Domus, templum, casa y templo 1756. Civitas, caelestis urbs lerusalem: ciudad, Jerusa-

    ln celestial 1827. Regnum, reino 188

    Captulo 3.

    Conceptos vivenciales de la Iglesia. Alegorasdinmicas 197

    1. Ovile, el rebao y su pastor 1982. Vinea, via, parra y sarmientos 2003. Sponsa, esposa 2034. Corpus, cuerpo 215

  • NDICE GENERAL MPginas

    CUARTA PARTE

    LA IGLESIA. COMUNIDAD DE CULTO

    Captulo 1.

    Conceptos juncionales de la Iglesia 232

    1. Comunidad de fe 2332. Comunidad de oracin 2373. Comunidad de santificacin 2424. Comunidad de culto 247

    a) Sentido comunitario pasivo: pro tota Ecclesiaofferimus 251

    b) Sentido comunitario activo: tota Ecclesia offert. 252

    Captulo 2.La liturgia, misterio eclesial 256

    1. La liturgia, funcin de la Esposa 2572. La Iglesia, sacramento de Cristo 2693. El misterio del culto cristiano 2754. Tempiternidad y presencializacin: dos ejes de la teo-

    loga del misterio del culto 285

    Captulo 3.

    La Iglesia, cuerpo sacerdotal mstico de Cristosacerdote 293

    1. El poder cultual de los bautizados o sacerdocio bau-tismal 294

    a) El carcter y la uncin bautismales 298b) La confirmacin y la uncin crismal 305c) El sacrificio y la oracin comunitarios 308

    2. El poder cultual de los sacerdotes o sacerdocio mi-nisterial 311

    a) Ministros de Cristo, ministros de la Iglesia 312b) El carcter y la uncin sacerdotales 317c) Per manus sacerdotum 321

    Captulo 4.

    Iglesia, jerarqua y laicado 328

    1. La Iglesia de Cristo, comunidad jerrquica 329a) La jerarqua y su dimensin espiritual 331b) Las tres potestades de la Iglesia. Primaca de la

    cultual 333c) El magisterio y la sucesin apostlica 336

    2. El laicado en la Iglesia 340

    a) Los sacramentos del laicado 341b) Los laicos y las potestades de la Iglesia 345c) El laicado y la misin de la Iglesia 352

  • vm NDICE GENERAL

    Pginas

    QUINTA PARTE

    SANCTA MATER ECCLESIA

    Captulo l.

    La unidad de la Iglesia y sus factores 366

    1. Una fides 3682. La jerarqua 3703. El culto 375

    a) El bautismo in unum Corpus 375b) La eucarista, sacramentum unitatis et pacis ... 378c) La oracin unanimiter in nomine lesu 389

    4. El Santo Espritu: in unitate Spiritus Sancti 3915. Liturgia y ecumenismo. A la unidad, por la unin ... 396

    Captulo 2.

    Santidad y reforma en la Iglesia 402

    1. La santa Iglesia 4032. La liturgia y la santidad en la Iglesia 4073. De la idea de reforma como tema teolgico 410

    a) El tema 410b) Crisis de fe en la Iglesia? 4l4c) Los trminos 418

    Captulo 3.

    La Iglesia catlica y misionera 420

    1. Evolucin de la nocin de catolicidad 4212. Catolicidad y espritu misionero en la Iglesia 4253. La santa unidad catlica 429

    Captulo 4.

    Apostolicidad y apostolado de la Iglesia 431

    1. La apostolicidad como sucesin 4332. La apostolicidad como mediacin. El apostolado 438

    Captulo 5.

    La santa Madre Iglesia 443

    1. Primeros orgenes del ttulo maternal 4442. La maternidad de la Iglesia. Madre de la gracia, ma-

    dre de la fe 4483. La liturgia, instrumento maternal de la Iglesia 454

    Captulo 6.Marta y la Iglesia en los textos litrgicos 462

    1. Mara, Madre de la Iglesia. Mara, figura de la Iglesia. 4642. Caractersticas del paralelismo litrgico 4683. La asuncin de la Iglesia 472

  • PROLOGO

    EL de Trento fue el Concilio en que la Teologa y el Dere-cho limaron sus perfiles con mejores razonamientos y con

    ms profundo saber. Pero muchas veces he pensado que faltdecisin a Trento para entrar en la Eclesiologa y dar a lacristiandad desasosegada del siglo XVI la versin evanglica-mente exacta y fiel de la Iglesia. Ni Lutero ni Calvino que-ran salir de la Iglesia. Ellos y sus discpulos ms advertidossaban que fuera de la Iglesia no hay salvacin y que la Iglesia

    y Cristo son inseparables en la historia, en la accin, en la fe

    y en la vida. Si Trento hubiera abierto de par en par el NuevoTestamento y hubiera recogido en un haz de luz los destelloseclesiolgicos que de los libros sagrados se desprenden, esmuy probable que del protestantismo no quedara hoy ms queel recuerdo de un pasajero episodio histrico, pues en el fon-do de aquella rebelin doctrinal y disciplinar reverberaban elanhelo y la necesidad de hallar y fijar el concepto completo

    y de dar la verdadera definicin de la Iglesia. Las grandescuestiones teolgicascanonicidad de los libros bblicos, jus-tificacin, sacramentos, sacrificio de la misa

    y muchas de lasprincipales cuestiones cannicas que llenaron las sesiones deTrento, solamente fundadas sobre el verdadero concepto dela Iglesia y sobre la exposicin difana de ese mismo conceptohallan su esclarecimiento completo e indiscutible. Los erroresde los reformadores protestantes germinaron o, por lo menos,se alimentaron de su equivocada concepcin de la Iglesia. Sisobre la Iglesia principalmente hubieran hecho convergerlos telogos catlicos y el Concilio los datos de la revelacin,la reforma protestante pudiera haber quedado vaca de razo-nes, de motivos y de pretextos.

    Si los siglos que siguieron a Trento hasta hace cien aoshablaron con acento preferentemente apologtico de la Igle-sia visible y externa, de su estructura social y de su derecho aconvivir como sociedad perfecta junto con las comunidadesciviles, no hicieron otra cosa que pagar el tributo impuestopor la reforma protestante y no abolido por Trento, y rendir

  • X PRLOGO

    culto a la actualidad y a las exigencias del 600, del 700 ydel 800. Sin embargo, han bastado unos aos, no muchos^ deestudio y reflexin para encontrar en los libros del NuevoTestamento y en los escritos del perodo subapostlico estaIglesia catlica y apostlica, a la que por razones histricas

    y apologticas llamamos tambin romana, mucho ms rica,mucho ms hermosa, mucho ms llena, mucho ms fecundacon la divina fecundidad y hermosura que recibe continua-mente de su esposo y cabeza Cristo, al que est indisoluble,orgnica y vitalmente unida. Es ste un caso claro y una prue-ba de la validez de aquel principio que San Lucas (24,45) yaregistr al decir que Jesucristo abri la inteligencia de susapstoles para que entendiesen las Escrituras, y San Pablo for-mul al recomendar a los corintios c|ue hablaran de las cosasde Dios el mismo lenguaje nacido del mismo pensar y delmismo sentir (cf. 1 Cor 1,10), desde el cual, bajo la accindel Espritu Santo, se puede pasar de lo que est implcito alo que ha de ponerse manifiesto, de lo que aparece veladoa lo que ha de inundarse de luz, de lo que se nos da comogermen a lo que ha de llegar a ser fruto maduro.

    En las escrituras del Nuevo Testamento la Iglesia apare-ce como signo y sacramento de salvacin que acompaar has-ta el fin de los tiempos a la humanidad redimida, como cuer-po mstico y complemento o plenitud de Cristo, como greyo rebao conducido y defendido por Cristo, como vid en laque los sarmientos para producir fruto han de permanecerunidos a Cristo, como casa de Dios en la que mora y se recreala Trinidad divina, como la Jerusaln celeste y libre que en-gendra hijos libres para Dios, como la esposa de Cristo amadapor El y adquirida y santificada con su sangre redentora, comopueblo de Dios que peregrina en busca de la tierra de promi-sin bajo la direccin invisible de Cristo y del Espritu Santoy bajo la gua visible de los pastores a los que el mismo Es-pritu Santo puso para regir la Iglesia de Dios.

    Todas estas metforas presentan a la Iglesia como el ins-trumento de que Dios se sirve para cumplir su plan de sal-vacin de todos los hombres. Y as tena que ser, porque lapresencia del Hijo de Dios entre los hombres no poda re-ducirse al paso fugaz de sus treinta y tres aos de vida, sinoque, por su misin de ordenar a Dios toda la creacin por

  • PRLOGO

    medio del hombre, rey y gerente de las cosas creadas, y deelevar hasta Dios y de integrar en el hombre redimido todosios valores naturales y sobrenaturales para la plenitud y per-

    feccin del hombre, haba de continuarse y perpetuarse entrelos hombres.

    Por eso hay una relacin ntima, que es casi una ecuacin,entre Cristo y la Iglesia, porque hay entre la Iglesia y Cristo

    una comunin de vida, una comunin de verdad, una comu-nin de accin y una comunin de culto. La vida de la Iglesiaes la que abundantemente recibe de Cristo; la verdad de laIglesia es la que Cristo le ha entregado en depsito; la accinde la Iglesia es la misma accin misionera y salvadora de Cris-to; y el culto que la Iglesia da a Dios es siempre ofrecido enunin con Cristo, pontfice sumo y cabeza de un pueblo sacer-dotal.

    El autor de este libro, joven profesor del Seminario Me-tropolitano de Zaragoza, gusta de contemplar la Iglesia, antetodo, como comunidad de culto.

    Razones hay para verla as, como razones hay para verladesde los otros ngulos que se abren a diferentes y tambinriqusimas perspectivas. Angel Alcal ha acudido, adems, ala liturgia para aprender y ensearnos cmo la Iglesia sientede s mismo desde el fondo de su naturaleza de comunidadcultual, y, con ello, adems de decirnos cul es la misin dela Iglesia, nos ha enucleado los principios all germinalmenteguardados de la Iglesia comunidad de fe y de verdad, comu-nidad de gracia y de vida y comunidad de accin misioneray redentora.

    Y todava el autor, al meditar sobre esta comunidad deculto que es la Iglesia, ha acercado, hasta casi fundirlos en launidad, los polos que tan distantes ven nuestros ojos de car-ne: los hombres y Cristo, el tiempo y la tempiternidad, lahistoria y la parusa.

    En la Iglesia Cristo y el hom.bre ejercen un sacerdocio que,por ser en el hombre participacin del sumo y sempiternosacerdocio de Cristo, no puede actuarse separadamente ni pue-de dejar de ser en alabanza y gloria del nombre de Dios. Siel pueblo de Dios que es la Iglesia ha sido constituido porCristo como reino sacerdotal, su misin primera y su destino

  • XII PRLOGO

    histrico es tributar a Dios en unin de Cristo el culto queCristo instaur con el sacrificio de s mismo.

    Este sacrificio redentor fue ofrecido por Cristo una solavez en unas bien determinadas circunstancias de lugar y tiem-po; pero se hace presente de nuevo, se representa en cada unode los altares a los que la Iglesia, comunidad sacerdotal, conCristo pontfice eterno, se acerca a rememorar y revivir losacontecimientos pascuales de la pasin, muerte y resurrecinde Cristo. Y es que las acciones redentoras o pascuales deCristo, por ser acciones del Verbo, Persona divina, aunquerealizadas en el tiempo y valindose de la instrumentalidadde la naturaleza humana que el Verbo haba asumido, tienenuna duracin supratemporal que las hace, siendo pasadas paranosotros, estar presentes entre nosotros, y, siendo para nosotrosfuturas en el tiempo, actualizarse y presencializarse constante-mente. Son las acciones que el autor, con una palabra feliz-mente acuada por Raimundo Paniker, llama tempiternasporque vienen del tiempo, pero no son absorbidas ni agotadaspor el tiempo, y sin perder la lozana del instante en que serealizaron, continan realizndose en cada instante sucesiva-mente presente para llegar al futuro con la misma inmarce-sibilidad e idntico vigor.

    La temporalidad, que acompaa, envuelve y limita alhombre, sera desoladora y desesperante si trabara sus pies yle impidiera caminar hacia el da de la parusa del Seor, ins-tante preciso en que la temporalidad humana cristalizar entempiternidad con toda la riqueza de los momentos ante-riores, pero sin ulteriores resquebrajamientos ni distensionestemporales, como dice Paniker. La peregrinacin temporal,

    pero incesante y gozosa, hacia la parusa de Cristo se haceposible solamente en la Iglesia comunidad litrgica, porqueel sacrificio de la misa y los sacramentos nos hacen partcipes

    de las acciones redentoras y pascuales de Cristo y nos llevan

    como de la mano a la tempiternidad en que esas acciones

    estn inmersas y que para los hombres en general comenzarcuando Cristo, que es nuestra vida, se manifieste coronado degloria y honor y, con El, aparezcan los hombres revestidos degloria (cf. Col 3,4 y Hebr 2,9).

    Y same ya permitido, para cerrar el prlogo, decir a An-gel Alcal, sacerdote de mi archidicesis y autor de La Igle-

  • PRLOGO XIU

    SIA, MISTERIO Y MISIN, que si SU bro es una profunda me-ditacin en la que entramos fcil y gozosamente, seducidospor las misteriosas riquezas que nos descubre, tambin nosdeja insaciados porque a nuestros labios acerca, sin dejarnossaborearlas, otras mieles que el misterio de la Iglesia atesora.Detrs de las quinientas pginas escritas quedan muchas porescribir. Yo podra aqu y ahora mismo dar un ndice al autor;pero Angel Alcal no necesita linterna para andar por loscaminos de la eclesiologa. Por aadidura, el Vaticano II estrenovando y ensanchando los cimientos y los muros del tem-plo santo de Dios, su Iglesia, cuya construccin se levanta enla tierra con piedras vivas y se completar cuando sobre elmundo se establezca el reinado del Seor Nuestro Jesucristo.No es verdad que la de Angel Alcal ser dichosa vida si segastare en seguir escribiendo de la Iglesia?

    t Casimiro MorcilloArzobispo de Zaragoza

    Los Negrales (Madrid), 19 de mayo de 1963.

  • ABREVIATURAS

    Para las de los sacramentarlos se han elegido las que hemoscredo ms oportunas, resultantes de una comparacin entre lasque proponen los ltimos estudios especializados: Mohlberg, K.,Grundsaizliches fr die Herausgabe alter Sakramentar-Texte: Ar-chivium Latinitatis Medii Aevi 2 (1925) 117-133; Klauser, Th.,mismo ttulo, en Jahrbuch fr Liturgiewissenschaft 6 (1926)205-209; Andrieu, M., Qnelques remarques sur le dassement desSacramentaires: Jahrbuch fr Lit. 11 (1931) 46-66; y en espe-cial ScHMiDT, H., De Sacramentaras romanis. Bibliographia cumnotitiis: Gregorianum 34 (1953) 725-743.

    AAS Acta Apostolicae Sedis (Romae 1909 [t.l]ss).ASS Acta Sanctae Sedis (Romae 1865 [t.l]ss).BracBr Breviarium Bracarense.BracMtss .... Missale Bracarense.Bruylants .. Les oraisons du Missel Romain 2 vols. (Pars 1952).Ce Codex luris Canonici.DTC Dictionnaire de Thologie Catholique, Vacant-Man-

    GNOT, 15 vols. (Pars 1903-1956).ES DENzrNGER-RAHNER, Enchiridion Symbolorum (Bar-

    cel. 1952).GaF Missale Francorum (ML 72,318-340).GaG Missale GothicogalUcanum (ML 72,225-318).GaS Sacratnentarium Gallicanum (ML 72,451-480).GaV Missale Gallicanum Vetus (ML 72,339-382).GeV Sacramentarium Gelasianum (ML 74,1056-1244). Ve-

    tus. Ed. crtica Mohlberg (Roma 1960).GrM Sacramentarium Gregorianum (ML 78,25-240). Mix-

    tum. Ed. crtica Lietzmann (Mnster 1958).Le Sacramentarium Leonianum (ML 55,21-156). Ed. cr-

    tica Mohlberg (Roma 1956).Lebrun Explicatio litteralis... Missae 4 vols. (Venetiis 1770).MG MiGNE, Patrologiae Cursus Completus. Series Graeca,

    161 vols. (1857-1866).ML Id., Series Latina, 221 vols. (1844-1864).AloBr Breviarium Mozarabicum (ML 86).MoCom Liber comicus seu Lectionarius Missae. Ed. crtica

    PREZ DE Urbel (Madrid 1950).MoOr Libellus orationum. Ed. crtica Vives, Oracional visi-

    gtico (Madrid 1946).MoOrdin .... Liber ordinum sacerdotalium. Ed. crtica FROTIN

    (Pars 1904).

  • XVI ABREVIATURAS

    MoAliss Aissale mixtuni mozarabicutn (ML 85).MoS Lber mozarabicus Sacramentorum. Ed. crtica Fro-

    TIN (Pars 1912).Mansi Mansi, Sacrorum Conciliorum nova et amplissima

    collectio 53 vols. (1759-1927).Renaudot ... Renaudot, Liurgicarum Orientalium Collectio 2 vols.

    (Parissis 1716).RJ RouET DE JouRNEL, Enchiridion Patristicum (Bar-

    celona 1946).RomBr Breviarium Romanum.RomMiss .... Aissale Romanum.RomPont Pontificale Romanum.RomRit Rituale Romanum.S. Theol Santo Toms, Summa Tbeologica.

  • A I G L E S I

    MISTERIO Y MISION

  • I INTRODUCCION

    El inters que en los ltimos decenios se ha suscitado por losestudios teolgicos sobre la Iglesia viene a ser, afirmmoslo sinrodeos, uno de los ms esperanzadores signos del tiempo quenos est tocando vivir.

    Es ya un lugar comn hablar de que, tras largas etapas deoscurecimiento y de lenta maduracin, asistimos hoy a una reno-vacin esencial de la eclesiologa, determinada por un esplndidorenacimiento del pensamiento teolgico y de la vida espiritual delos fieles en torno a la doctrina del Cuerpo mstico. Si bien laIglesia nunca haba cesado de realizar histricamente este misterio

    y de vivirlo de algn modo, los recientes movimientos de ideaslo han hecho pasar al primer plano de la enseanza distribuidaa los fieles ', y el tratado dogmtico de la Iglesia, superada yauna insuficiente etapa apologtica durante la cual parece que laIglesia tena que autodefenderse, se ha convertido dentro del sis-tema catlico en el foco del cual toda la teologa recibe su luz

    y en torno al cual se concentran las lneas de su actual desenvol-vimiento. Los cristianos de hoy tienen ansia de una espiritualidadde Iglesia que sustituya a la espiritualidad de capilla, buscanla piedad religiosa en lugar de las prcticas devotas sin alientolitrgico, sienten ms la necesidad de solidarizarse con Cristo ylos cristianosCabeza y miembros

    y de ejercer una funcinactiva en el seno de la Iglesia. Con razn puede decirse que enel fervor con que se propaga y se vive hoy da la doctrina tradi-cional del Cuerpo mstico es menester reconocer un soplo espe-cial del Espritu Divino Saludemos estos hechos con alborozo,repitiendo aquellas palabras de Guardini que son ya clsicas: Unacontecimiento religioso de alcance transcendental ha hecho suaparicin : la Iglesia nace en las almas \

    Sanos permitido ante todo sealar los principales factoresprcticos que durante los ltimos treinta aos han contribuidocon mayor eficacia a la realizacin de esta experiencia de la Iglesia.

    El movimiento litrgico.Es bien sabido cunto fue entorpe-cido el desarrollo de la renovacin litrgica por la situacin espi-

    ' Galtier, P. L., L'Encyclique sur le Corps Mystique du Christ et laspiritualit: Rev. d'Asctique et de Mystique 22 (1946) 44.

    ^ LuBAC, H. DE, Catholicisme. Les aspects sociaux du dogme (Pa-rs 1941) p.251.

    ' Guardini, R., Sentido de la Iglesia (San Sebastin 1958) p.23.

  • 4 Introduccin

    ritual del siglo xix. La Iglesia se vea forzada a concentrar suatencin en otros problemas, como la defensa y el refuerzo de suorganizacin y de su actividad cultural y el acrecentamiento de suprestigio social. Cuando dom Guranger inici su batalla en prode la liturgia, se manifestaba a la vez como el telogo que mejorcomprenda el misterio de la Iglesia \ Pocos como l han ensal-zado la liturgia como voz melodiosa de la Esposa, cuya palabra vadirecta al corazn de Cristo. No es posible extendernos por ahorasobre la relacin esencial entre Iglesia y liturgia. Baste indicar queel movimiento litrgico y la renovacin eclesiolgica se han bene-ficiado mutuamente. La Iglesia, desde este ngulo, aparece no yacomo una religin en sentido objetivo, no como ima confesin nicomo un sistema de verdades o de preceptos morales, sino comoel misterio : Mysterium Ecclesiae, Ecclesiae mirabile sacramen-tum. Superado todo racionalismo, todo naturalismo, cuando nosreferimos a la Iglesia no es slo su concepto jurdico lo que nosinteresa, ni su organizacin visible, ni su montaje burocrtico comoel de una organizacin cualquiera, ni la admiracin que en nos-otros suscita su contribucin a la elevacin espiritual de la huma-nidad, ni siquiera su inexplicable desenvolvimiento histrico. LaIglesia es un misterio, no slo en un sentido lgico, verdad divinasuprarracional cuya naturaleza y contornos siempre resultan inabar-cables, sino en una acepcin existencial: objeto de fe ella misma,la Iglesia es la obra sobrenatural del Espritu Santo, la Esposa deCristo, cuya encarnacin, redencin y glorificacin prolonga, actua-liza y reparte a travs de la historia, por su magisterio y ministerioen los actos del culto, el pueblo de Dios predestinado desde todala eternidad para realizar la voluntad salvadora del Padre. LaIglesia es el misterio de la salvacin, y el misterio del culto cris-tiano es el misterio de la Iglesia. Asamblea cultual, comimidad deculto, pueblo sacerdotal, Cuerpo mstico sacerdotal de CristoSacerdote.

    A travs de variadas vicisitudes y de no pocas desviaciones,superando el individualismo y la preocupacin personal moralista,venciendo al subjetivismo religioso y al inmanentismo modernista,el movimiento litrgico nos ha proporcionado una nueva com-prensin de la Iglesia. A l se debe, como escribe Jungmann, queel Cuerpo mstico sea la doctrina preferida de nuestra genera-cn^ Los mejores de nuestros cristianos, los ms formados, losms piadosos, podrn atestiguarlo con su propia experiencia.

    * Dom Delatte, Dom Guranger, Abb de Solesmes (Pars 1909)II p.443.

    * Jungmann, J. A., L'Eglise dans la vie religieuse d'aujourdhui:]-'Eglise est une. Hommage Moehier, public. por P. Chaillet (Pars1939) p.340.

  • Introduccin 5

    La espiritualidad cristocntrica.Sealmosla en segundo lu-gar como uno de los factores de un conocimiento ms vital delmisterio de la Iglesia en amplios sectores de fieles. Una vida inte-rior ms profunda en contacto con la persona de Cristo, sobretodo en la comunin eucarstica, sacramento del amor y la unidad.Estamos convencidosescribe Congarde que el fervor haciaCristo ha hecho comprender mejor el misterio de la Iglesia .

    Bajo este aspecto hay que agradecer a Dios el providencialacierto de San Po X al permitir la comunin frecuente. La vidasacramental ha vuelto a situar a Cristo en el centro de la piedadde nuestros seglares ms conscientes. Las mismas vidas de Cristoescritas en los ltimos aos omiten las viejas discusiones con lacrtica racionalista que iluminan su figura desde una perspectivade interior meditacin espiritual, y al mismo fin convergen lasobras ascticas y la literatura espiritual modernas El seglar dehoy gusta sentir su espiritualidad inmersa en el marco de la Igle-sia, anclada en el culto a Cristo, Cabeza del Cuerpo mstico, quees la Iglesia.

    El despertar del laicado.Acaso nada caracteriza mejor cmoel misterio de la Iglesia va llegando a hacerse bien comn deamplsimos crculos de la cristiandad que el reciente hecho de larevalorizacin de los seglares en la vida de la Iglesia. Estas ideasson comunes a todos os ncleos que actan en los movimientosde apostolado; pero recordemos un momento los tiempos ante-riores a la Accin Catlica. A la falta de una conciencia bautis-mal sucedi el casi embotamiento del sentido comunitario y unindividualismo manifestado en un hecho visible que confiere fiso-noma inconfundible a toda la edad moderna: la separacin delclero y del laicado y, consiguientemente, la falta de colaboracinde los seglares en la vida catlica. Parece como si durante siglosel laicado hubiese perdido el concepto de la misin propia quele compete en el seno de la Iglesia. Se contentaba con recibir.Apenas daba nada, sino dinero, y haba perdido la conciencia desu deber de colaborar.

    Hoy el laicado no se contenta con recibir. El anhelo de cola-borar en las grandes empresas de la Iglesia, puesto ya de mani-fiesto por muchos al principio del siglo xvi, acaso hubiera desem-bocado en el movimiento espiritual ms pujante de la Historiaen los comienzos mismos de la poca moderna si no hubiera sido

    Congar, Y. M., Autour du renouveau de l'ecclsiologie: La vieintellectuelle 61 (1939) 11.

    ' Recurdense los nombres de los grandes escritores espirituales deesos aos: Plus, Marmion, Baur, Parsch, Tanquerey, Pinslc, Von Hilde-brand y tantos otros menos divulgados internacionalmente.

  • 6 Introduccin

    detenido por la relajacin general de las costumbres y desviadopor la reforma protestante. Lutero trajo un concepto nuevo de laIglesia, radicalmente individualista: el fiel se entiende directa-mente con Dios, sin ministros intermediarios. Si en los siglosanteriores se haba difundido entre los fieles la idea de una Iglesiaclerical, la reaccin protestante condujo a la idea de una Iglesialaical: no hay distincin entre laicado y sacerdocio. Y as, derechazo, el protestantismo abri las puertas al laicismo a base desu intento de restringir la religiosidad a la conciencia personal

    y su tesis de que el orden social natural no admite una orienta-cin sobrenatural.

    Vivimos hoy la hora intensa del laicado. Hecho paradjico aprimera vista es que sean los mismos Papas quienes promueven

    y dirigen este formidable movimiento espiritual, mantenindoloen la ortodoxia. A partir de Po IX, los Pontfices no cesan deinculcar la importancia de los seglares en la vida de la Iglesia.El movimiento de los obreros cristianos inaugurado por Len XIII,la organizacin del laicado en el orden profesional, extendidapor San Po X a todas las categoras de la sociedad preludiandola obra de Po XI, el gran Papa de la Accin Catlica, hastala labor magisterial de Po XII y las ltimas disposiciones deJuan XXIII, todos han puesto de relieve con energa la base teo-lgica de este despertar del laicado: el sacerdocio de los fieles.Para comprender la grandiosidad de este hecho en su exacta pers-pectiva histrica, es necesario tener en cuenta las tres leccionesque nos ha brindado la Providencia en el decurso de los siglos:el comunitario compromiso eclesial de los fieles en el cristianismoprimitivo, la poca de la pasividad laical en que las empresas dela Iglesia eran gestadas nicamente por el clero, y la reaccinlaical desviada por la hereja protestante. En el encuadre de esteenfoque sabremos apreciar la solemnidad de la hora que vivimos

    y responder a la llamada de los Papas.Es fcil entrever que este hecho fundamental conlleva la ilu-

    sin de una mayor participacin de los seglares en el culto, undespertar del sentido parroquial y diocesano, los risueos hori-zontes de una espiritualidad seglar, compromisos en la accin so-cial y en las tareas de enseanza, una mstica de la vida familiar

    y una espiritualidad matrimonial caracterstica, y tantas otras tareas.Parece claro que esta nueva experiencia de Iglesia, que hemos

    reducido a tres manifestaciones bien tangibles, no poda quedarinmune a buen nmero de desviaciones, como han puesto de re-lieve las encclicas Mystici Corporis y Mediator Dei. Pero no seespere que aludamos ahora a estos yerros, siempre comprensiblesy transitorios en la lucha por la verdad. Tiene ms importancia

  • Introduccin 7

    el hecho de que esa eclesiologa integral que est en vas deformacin se enfrenta sinceramente con la posibilidad y los m-todos concretos de una integracin de todos esos valores en unasntesis teolgica. Reducir todo el dato revelado sobre la Iglesiaa esta experiencia que acabamos de resear, equivaldra a ciertotinte de modernismo; pero ignorarla conducira a dejarse llevarpor caminos excesivamente abstractos. Si el telogo debe rehuirsiempre el academicismo y la falta de pulsacin vital, tal estiloenvarado y enjuto debe estar particularmente ausente de la ecle-siologa. Y si toda alusin al misterio de la Iglesia nos fascina,compromete y sacude hasta las entraas, un tratado teolgico dela Iglesia deber estar imbuido del aliento apostlico, la espiri-tualidad vibrante, la piedad filial, la exigencia de posturas since-ras, la vuelta a las fuentes, la estricta ortodoxia, que matizan lacoyuntura y el ambiente espiritual de nuestro tiempo. Habr quetener en cuenta la psicologa y los prejuicios caractersticos delhombre culto de hoy relativos a la Iglesia, as como las deficien-cias de su formacin. Por fin, como antes dijimos, si la eclesio-loga constituye hoy el punto focal de la teologa toda, nada tienede extrao que crezca a medida que sta se desarrolla, y que elalma se nos esponje al ponerse en contacto directo con el misteriode la Iglesia.

    Vale la pena tener en cuenta que un inters por revalorizar1.1 idea de la Iglesia semejante al que hemos comentado, referidoa los movimientos teolgicos y espirituales del catolicismo, seadvierte tambin entre los cristianos no catlicos. Cristo y su nicaIglesia: he aqu un ideal al que todos volvemos nuestros ojos.Tanto los telogos ortodoxos como los evanglicos vendran a darla razn a Sergio Bulgakov cuando seala que para nuestra pocala doctrina sobre la Iglesia es la que desde el punto de vistadogmtico se presenta como esencial *. Acaso no representa elconcepto de Iglesia la clave de las disensiones entre las diversasconfesiones cristianas? A la precisin con que una mente tan cla-rividente como el P. Palmieri predijo en 1913 de un modo casiproftico una nueva poca en la ciencia teolgica y en la vida dela Iglesia en funcin de la renovacin de la eclesiologa catlica,respondera en 1926 el ttulo de una obra del influyente telogoluterano Otto Dibelius, quien llam a nuestro siglo el siglo dela Iglesia. Las nuevas tendencias se dibujaron con claridad entorno a 1930. Hoy da la nueva generacin de telogos protes-tantes de mayor dinamismo viene a centrar sus esfuerzos en ladoctrina de la Iglesia, y con tal eficacia que, no obstante las

    ' Para estos datos vase el orientador estudio de Jaki, S., Les ten-dances nouvelles de l'ecclsiologie (Roma 1957) p.5ss,

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    mltiples divergencias dogmticas de detalle, ha podido decirF. M. Braun que este numeroso grupo de pensadores ' ha llegadoa un nuevo consensus en edesiologa, situacin sta de tantasesperanzas, quin puede saberlo?, en un futuro prximo cara ala reunin de los cristianos.

    Si nos arriesgramos a ampliar algo ms el horizonte, habra-mos de admitir que quiz un secreto designio late en el hecho,no meramente casual, de que la doctrina de la Iglesia como Cuer-po mstico se haya profundizado y divulgado coincidiendo preci-samente con las actuales circunstancias histricas. Estos primerosaos de la segunda mitad del siglo xx quedarn sealados comolos de un ansiado, pero difcil alumbramiento: ante nuestra vistaest naciendo una historia verdaderamente universal. Pueblos en-teros, continentes enteros, estn tomando conciencia de su perte-nencia a la humanidad y exigen participar en la direccin de susdestinos. Nunca como ahora ha podido cualquier hombre sentirseen principio ciudadano del mundo. Los mezquinos antagonismosregionalistas resultan anacrnicos ante la actual decadencia de losnacionalismos, y la progresiva agrupacin de todos los hombresen dos o tres bloques que trascienden las viejas fronteras deli-mitadas arbitrariamente o por diferencias de continente, lengua ociviHzacin, apunta a un futuro de imprevisible fecha en el que

    todos los hombres se tengan realmente como hermanos. La doctrinade que la humanidad entera est llamada por Dios a formar unsolo cuerpo, cuya Cabeza es Cristo, representa la ltima garantafrente a cualquier clase de egosmos, y el argumento sobrenaturalsupremo, a la vez que la mxima exigencia, para realizar estauniversal fraternidad.

    Desde siempre, la desunin, la falta de cohesin y la ineficaciahan sido tenidas como signos inequvocos de crisis, y esto tantoen las nacionalidades y en cualquier clase de instituciones como en

    el desarrollo y en la vivencia espiritual del individuo. Toda des-composicin interna anuncia decadencia. El ya viejo tema de ladecadencia de Occidente, concepto aleatorio y provisional, im-

    pulsa a la bsqueda de un modo de superar los decadentes na-cionalismos en una unidad europea ya entrevista durante la cris-tiana Edad Media, y a integrar con esta nueva Europa en unasuperestructura al nivel humano. Slo este panhumanismo, sobrela base de un programa positivo de caridad, justicia y solidaridad

    ' Tales telogos son principalmente el mismo Braun, Cullmann, Kat-tenbusch, Schlatter, Wendland, K. L. Schmidt, Leenhardt, Linton, Vis-ser't Hooft, algunos bastante cercanos a la exgesis catlica, tan influyen-tes otros en el actual movimiento ecumnico.

  • Introduccin 9

    universales, puede ser un arma ecaz frente al vrtigo y al terrorque produce el marxismo.

    Existe en la naturaleza humana un nexo universal, una razntranscendente, capaz de estimularnos a todos eficazmente al con-vencimiento de la igualdad de todas las personas y pueblos, alrespeto de su dignidad, a la agrupacin de los hombres desunidosen torno a unos fines comunes? Qu garantas valederas podemosesperar de lo meramente humano, si la historia y la ancdota decada da corroboran la impresin de que siempre ha sido el hom-bre homini lupus? La verdadera llamada procede de Dios. Lafraternidad humana reconoce un Padre. Todos somos sus hijos.Su voz clama desde el interior de la conciencia, y sus ecos sonuniversales y transcendentes. Cristo ha venido a hacernos igualesante el Seor, y la Iglesia perpeta y actualiza su mensaje. Elcristianismo est an ahora comenzando a decir su palabra al mun-do. A este mundo que en la segunda mitad del siglo xx comienzaa ser verdaderamente mundo. Por eso, y para eso, las varias por-ciones del cristianismo tienen que unificarse urgentemente, supe-rando los tradicionales acantonamientos confesionales. Por esotambin la profundizacin y divulgacin del dogma de la Iglesiacomo Cuerpo mstico de Cristo, providencialmente coincidente conel actual panhumanismo, constituya acaso la nica base autntica-mente eficaz del nacimiento de una historia verdaderamente uni-versal. Y precisamente porque el cristianismo, si es de origen di-vino, no puede estar ausente, y nunca lo ha estado, de los grandesmovimientos espirituales ni de los acontecimientos temporales de-cisivos, por eso es teolgicamente vlido rastrear sus imprevisiblesperspectivas histricas y atisbar algo de los insondables designiosde Dios sobre la Iglesia, entendida como el misterio de la historiade la salvacin, de la nica salvacin.

    Porque sta parece ser, paradjicamente, la condicin esencialde la eficacia de la Iglesia en los tiempos actuales. Si vivimos enel siglo de la Iglesia, nada parece ms urgente en nuestra pocaque estudiar, ensear, divulgar el misterio de la Iglesia comocentro de la historia de la salvacin y como etapa preparatoria dela vida eterna en Dios. La aceptacin y eficacia de la Iglesia ennuestros das depende de la pureza con que se arriesgue a pre-sentar su mensaje y a presentarse ella misma desnuda frente almundo, sin contaminaciones terrenas, reducida su misin estricta-mente religiosa a entenderse y mostrarse como el gran sacramentode Cristo. Slo desde esta altura ser posible apreciar sus formi-dables dimensiones de tiempo y espacio, que en algn sentido sealargan ms all de Pentecosts hasta Israel y ms all de lostiempos hasta las definitivas realidades escatolgicas sobre las que

  • 10 Introduccin

    est proyectada. Slo as su accin espiritual ser capaz de suscitarmenores recelos en los hombres cuando roce otras esferas de me-nor competencia, en las cuales stos suelen mostrarse tan sus-picaces.

    La Iglesia es la congregatio fidelium, la gran asamblea delos que creen y esperan a Cristo, el viviente misterio de la espe-ranza, el signo eficaz de la realidad celestial. Como un arco irisde pacificacin est tendida sobre la historia, apoyada en la pri-mera promesa del paraso, esencialmente requerida y concentradaen Cristo, preparada por la palabra de los profetas, prefiguradaen los grandes patriarcas, asentada sobre el fundamento de losapstoles

    resto de Israel,

    portadora de la persona del Verboencarnado, signo de su presencia prolongada en el mimdo, pere-grina en el tiempo, sin ciudad permanente, capaz de asumirlo todopara santificarlo todo y arrojarlo, interna y luminosamente trans-formado, hacia el seno de la Trinidad. Ella es nuestra MadreSancta Mater Ecclesia : Madre casta, fecunda y imiversal;Madre venerable, paciente, atenta, amorosa, ardiente, sabia y pru-dente, dolorosa y fuerte; Madre del amor hermoso, del saludabletemor, de la sabidura divina y de la santa esperanza ; Madre santa,Madre nica, Madre inmaculada, incomprendida, misteriosa, ver-dadera Eva, la sola Madre de los vivientes (Gen 3,20)

    Misterio sobrenatural, la Iglesia se nos presenta, sin embargo,como una realidad visible en el marco de las dems realidadesvisibles; est en el mundo, tiene su historia, acta en el tiempo,aunque sus races se hunden en la eternidad. Es el gran sacra-mento de Cristo, y como El, por su misteriosa encarnacin, dotadade un aspecto humano y de otro divino. No distinguir suficiente-mente estas dos caras de la misma realidad misteriosa y sacramen-tal que es la Iglesia, supone para tantos hombres de hoy, lo ire-mos viendo, una fuente de no pocas confusiones espirituales y deno escasos escndalos, quiz bastante farisaicos. Las incompatibi-lidades suelen derivarse de una fundamental ignorancia de laesencia de la Iglesia y de su misin en el mundo. Ni clericalismoni laicismo en ningn orden de cosas. Aunque en la prctica nosiempre resulta fcil, es bien sabido, hallar el justo medio.

    Tal ignorancia no sera muy digna de ser tenida en cuenta sino se encontrara tambin, y quiz principalmente, entre hombresde pensamiento y de accin, intelectuales y polticos, que l-gicamente tropiezan con la Iglesia en sus funciones de magisterio

    Sobre estas ideas vase el bellsimo c.8 de El misterio de la Igle-sia, de H. Clrissac (Madrid 1946) p. 109-125, o el c.7 de Meditacin so-bre la Iglesia, de H. de Lubac (Bilbao 1959) p. 229-269, en especial lap.267.

  • Introduccin 11

    y ministerio. Aun concedindoles sinceridad y rectitud de inten-cin, no resulta excusable en modo alguno la voluntaria ceguerade estos hombres o su caracterstica deformacin profesional,que suele proporcionarles unos horizontes muy estrechos, o esasu secreta petulancia, disimulada a veces bajo velos de pretendidaobjetividad, con que abordan los temas del misterio y misin dela Iglesia sin tomarse la molestia de repasar el catecismo de suinfancia.

    Un mdico rehuye la discusin con quien comienza por afir-marle, por ejemplo, que el estmago est en los pies. Con erroresde base de este calibre se inician a veces temas de discusinreligiosa en las tertulias de intelectuales, de los no formadoscristianamente se entiende. Si uno que lo est participa, a diferen-cia del mdico, y prosigue el juego, es porque, al menos, se hablade rehgin y porque dispone de suficiente dosis de paciencia ycaridad para no llamarlos ignorantes. Ellos s lo haran, o se inhi-biran en una de sus sonrisas comprensivas, y compasivas, concualquiera que, desde una ignorancia an menor de la que ellosmuestran en religin, rozara puntos de la especialidad en la quese tienen por sabios. Por otra parte, an no se han dado cuentade que el dilema fe-ciencia responde a un planteamiento anacr-nico y a una elemental situacin de desequilibrio espiritual e inca-pacidad de integracin mental. No debe preocuparnos tanto a nos-otros el hecho de que haya muchos sabios ateos, cuanto a ellos elque muchos tambino slo algunos, la cantidad no hace al caso

    sean profundamente religiosos. Se trata de un problema de educa-cin y de vida interior.

    La fe no slo no tiene nada que temer de la ciencia (tal erael slogan apologtico del siglo pasado), sino que tiene queagradecer a sta el verse cada da ms purificada de contamina-ciones mticas y reducida a lo que esencialmente es : religiosidad,vida personal y dilogo con la persona de Dios nuestro Padre.A esta vocacin todos somos llamados; tambin los intelectuales,si saben ser generosos. Uno de los impactos positivos de la cienciamoderna en la teologa y en la vida religiosa consiste en haberlaestimulado a ganar profundidad. La profundidad del misterio.Este es su campo.

    Mas, a pesar de todas las incomprensiones, jams se ha espe-rado tanto del mensaje y del testimonio de la Iglesia como espe-ran los hombres de nuestra generacin Los ojos del mundo sealzan hacia este signo de esperanza, seal levantada entre lospueblos (Is 11,12). Ella, por su parte, en posesin de su estruc-

    " Brien, a., Les adolescentes et la fot: Evanglser, julio 1952,p.26.

  • 12 Introduccin

    tura sacramental y de sus facultades para repartir la Fe, la Graciay la Ley, presidida por el Vicario de Cristo, dotado para ello deexcepcionales prerrogativas; por los obispos, sucesores de los aps-toles; por los sacerdotes, ministros de Jess, nunca dej de cum-plir su misin esencial: cuidar de que el mundo se salve y de queen l se desarrolle aquel germen de libertad espiritual de Hijosde Dios para la cual Cristo nos llam y a la que nos introdujopor el bautismo

    Iglesia militante, siente el deber de dar mayor eficacia a susana vitalidad y de promover la santificacin de sus miembros,la difusin de la verdad revelada, la consolidacin de sus estruc-turas, y as contribuir ms eficazmente a la solucin de los pro-blemas de la edad moderna

    ; y a este propsito responde lacomn voluntad de sinceracin que obra en la base del ConcilioVaticano II; pacfico ejrcito de Cristo bajo el signo de la Cru2,todas las conquistas de ese reino que no es de este mundo(lo 18,36) se ven permanentemente amenazadas por el misteriode la iniquidad (2 Thes 2,7).

    Por eso la Iglesia, a pesar de presentarse tan ntimamentevinculada a los altibajos de la historia humana, que tiene que san-tificar, y tan dependiente de tan determinadas formas de cultura

    y poder o de instrumentalidad burocrtica, se esfuerza por man-tenerse en constante tensin por transcenderlas; no funda su efica-cia en la virtud del hombre, sino en la fortaleza del Seor, a quiensirve sin aspirar a servirse de El para otros fines; no espera sutriunfo de la tcnica humana o del necesario, pero falaz anda-miaje de la estructura eclesistica. No es la nuestra vocacin detriunfo, sino de trabajo. Es acaso el xito la misin de la Iglesiay no tan slo la siembra?

    Ms que como comunidad de salvacin, aunque tambin refu-gio seguro en que halla el hombre la individual garanta de sal-varse, hay que entender a la Iglesia como la comunidad de losque ofrecen la salvacin de Dios y consumen su coraje en el em-peo de hacerla aceptar. Misterio y misin. El misterio de loscomprometidos por Cristo en una misin universal. Universal endimensin horizontal o extensiva y en lnea intensiva o vertical.Todos los hombres y todas sus acciones. Es ahora, al nacernos lahistoria verdaderamente universal, cuando el cristianismo est en-contrando la mxima oportunidad para hacerse verdaderamentecatlico. Gigantesco empeo, a la medida de las locuras de DiosY todo eso en nuestras manos, en las manos de todos, pues todos

    Gal 4,31: Qua librtate Christus nos liheravit." Juan XXIII, constitucin apostlica Humanae salutis, por la que se

    convoca oficialmente el Concilio, 25 dic. 1961, en Ecclesia, n.l069 P-6.

  • Introduccin 13

    somos Iglesia. Pensando en el maana (hay alguna actividad quems viva de ilusin que el trabajo apostlico?), pensando en elmaana, s, pero sin inquietarse por l en demasa, pues cadada trae sus inquietudes, y a cada da le basta su afn (Mt 6,34).Desconocer el destino del afn de cada da, iniciarlo incluso desdeel convencimiento de su ineficacia, pero aprestarse a l con alegraporque as lo requiere el Seor y la misin de El aceptada, ponea prueba la fe en la tarea misma y en ese Dios escondido y exi-gente, pero alimenta la esperanza y el sentido del misterio, de losque tan faltos andan los hombres de nuestra generacin. La Iglesiase ve obligada, como Mara, a guardar todas estas cosas, pensn-dolas en su corazn (Le 2,19). En la Iglesia se respira por do-quier la atmsfera del Magnficat : la humildad y la fe de la es-clava provocan los milagros de la omnipotencia (Le 1,48). Estosltimos aos se ha despertado por la mariologa y la eclesiologaun inters paralelo. Y es que uno de los temas ms sabrosos dela eclesiologa actual es el del paralelismo entre la Iglesia y Ma-ra, tema que tampoco es lcito escamotear en una exposicin teo-lgica, y no simplemente apologtica, del misterio de la Iglesia.

    Con todo esto quedan ya suficientemente esbozados, acaso endemasa, y el lector perdone, el espritu y los temas centrales deeste libro, cuya doctrina, presentada ahora de otra forma, consti-tuy hace unos aos la sustancia de una tesis doctoral en el An-gelicum de Roma. No slo la doctrina misma ha sido transfor-mada en su ordenacin y sus frmulas, sino que se ha visto am-pliamente enriquecida con aportaciones debidas a puntos de vista

    y a estudios posteriores.

    Este libro va dirigido no slo a los sacerdotes todos, en espe-cial a los profesores y alumnos de eclesiologa de los Seminariosy Universidades Pontificias, sino tambin a todos los cristianos demediana cultura religiosa que sientan la necesidad de asomarse alas esplndidas dimensiones de un moderno estudio teolgico so-bre la Iglesia. Quisiera proporcionar a los primeros una modestacontribucin en sus afanes por superar el estrecho marco apolog-tico con que el escolar tratado de la Iglesia ha sido abordadohasta el presente. Pero es que an hoy da la Iglesia va a tenernecesidad de defenderse? El Concilio Vaticano I, en 1870, dejdicho de una vez para siempre que la Iglesia misma es de pors un gran motivo permanente de su credibilidad y testimonioirrefutable de su misin divina, en virtud de su propagacin ma-ravillosa, su santidad sobresaliente e inagotable fecundidad paratodo lo bueno, de su unidad catlica y su invencible fuerza deperduracin (Denz. 1794). Da la impresin de que an no sehan deducido las consecuencias ms positivas de esta doctrina. Por

  • 14 Introduccin

    eso este libro quiere insistir en la consideracin de la Iglesia comomisterio y como milagro. A los segundos, a los laicos de ocupa-cin intelectual o preocupacin apostlica, pretende adems suge-rirles la necesidad de enriquecer sus parciales conceptos de laIglesia, introducindolos teolgicamente en la interpretacin de sumisin estrictamente religiosa y del martirio consustancial a suhistoria, en orden a suscitar en ellos un sincero sentir con laIglesia.

    Quiz la ms inmediata originalidad de este libro radique, msque en la doctrina, y su autor se atreve a confesarlo con ciertainmodesta franqueza, en la metodologa empleada. Es sta la pri-mera vez que para la estudiosa contemplacin de la Iglesia, en-tendida precisamente como misterio, se emplea una metodologalitrgica. El misterio y la misin de la Iglesia vienen entendidoscomo esencialmente litrgicos, de modo que coinciden con el mis-terio del culto cristiano. Si el misterio de la Iglesia es ya de pors un motivo vlido de nuestra fe, nada ms fascinador que aten-der a los mismos textos empleados por la Iglesia en los actos delculto, para descubrir en ellos, redactados por la Iglesia misma, laautoexpresin y el sentir que de su propio misterio formula laIglesia. Una coherente sistematizacin de los textos litrgicos vaa servirnos para superar la tradicional defensa racional de la Igle-sia en la apologtica, por la autoexpresin de su misterio y sumisin, misin y misterio que encuentran su centro en el misteriodel culto.

    Slo resta por decir que una gran parte de las notas y refe-rencias bibliogrficas de la mencionada tesis que fue origen deeste libro han sido suprimidas a fin de descongestionarlo y hacerloms accesible a mayor radio de lectores. Adems, los textos litr-gicos, que ya estaban debidamente seleccionados, han sido tradu-cidos, de modo que slo de algunos ms importantes se da junta-mente el original latino, y han quedado reducidos al nmeroindispensable para favorecer y garantizar la sntesis eclesiolgica ala que sirven de base.

    Finalmente, quiero expresar mi agradecimiento al Sr. Arzo-bispo de Zaragoza, D. Casimiro Morcillo, por su estimulante pre-sentacin; a los profesores del Angelicum PP. Lemmeer yM. Garca, por las eficaces correcciones y consejos que me pro-porcionaron despus de haber aprobado la primitiva tesis; aMons. M. Romero de Lema, entonces rector del Instituto Espaolde Estudios Eclesisticos de Roma, por su generosa hospitalidad,que la hizo posible, y al profesor Francisco Martnez, del Semi-nario de Zaragoza, por la infatigable colaboracin que ha prestado al autor para la plena realizacin de la obra.

  • Primera parte

    HACIA UNA NUEVA TEOLOGIA DE LAIGLESIA

    Captulo lSUPERACION DE LA ECLESIOLOGIA APOLOGETICA

    Un breve resumen de las etapas de formacin de la eclesiologacomo ciencia teolgica podr poner en claro que no pocos aspec-tos positivos del misterio de la Iglesia, a pesar de estar expresa-mente consignados en las fuentes bblicas y en los escritos de losPadres y haber centrado la atencin de la vida eclesial de la anti-gedad cristiana, fueron preteridos o al menos postergados cuandoen el otoo de la Edad Media, por determinadas y complejas cir-cunstancias histricas, se inici la estructuracin del actual tra-

    tado de la Iglesia. Con este resumen no se pretende agotar elambicioso tema. En realidad, an aguarda su pluma una completahistoria de la eclesiologa. Slo se quiere insistir en la necesidadde superar los motivos histricos que nos han obligado a formu-lar vma eclesiologa defensiva, de carcter parcial y transitorio,a fin de abrirnos a una meditacin sobre la Iglesia sin prejuicioalguno, a presentarla puramente como lo que es, misterio y mi-sin, mensaje y testimonio.

    1. La predicacin de los Apstoles y la eclesiologabblica

    Si no puede negarse que a la muerte de los apstoles hubieraya teologa, sta no era an concebida como ciencia, sino comovivencia religiosa, o mejor, como testimonio y mensaje del mis-terio de Cristo. La predicacin de los apstoles no tiene como fininvestigar ni sistematizar, sino proclamar pblica y solemnementeque nuestra salvacin est en Cristo muerto y resucitado, de locual ellos eran testigos. Y su testimonio quedaba garantizado porseales capaces de arrastrar a los hombres a la penitencia, a laconversin

    ' Retif, a., Qt/est-ce-que le krygma?: Nouv. Rev. Thol. 71(1949) 901-922, especialmente en p.913. Sobre las diversas formas de

  • 16 P.I. Hacia una nueva teologa de la Iglesia

    A esto haba tendido la predicacin del Bautista como pre-cursor: Arrepentios, porque el reino de los cielos est cerca;haced frutos dignos de penitencia y no os forjis ilusiones(Mt 3,2-9). El ministerio personal de Cristo, no obstante ser Elel nico maestro (Mt 23,10), no proporciona una ordenacinsistematizada de doctrina ni constituye una especulacin terica entorno a unos cuantos principios, sino que presenta un conjunto deactos fundacionales, de revelaciones y de incitaciones en ordena hacernos aceptar la fe en el reino. Esto mismo, la aceptacinde Jess ya glorioso, a quien le ha hecho Seor y Cristo, persi-gue el clebre discurso de San Pedro el da de Pentecosts (Act 2,22-36), as como, entre otros muchos pasajes, las frecuentes alu-siones de San Pablo al misterio en casi todas sus epstolas, espe-cialmente en Eph., Col. y Phil., en las cuales, presa de un msticoarrebato, adopta para expresar sus ideas la forma literaria dehimno, igual que el prlogo del evangelio de San Juan.

    El kerigma primitivo va adoptando poco a poco otros mtodospara exponer el euangelion, segn las exigencias de la predi-cacin, a los diversos pueblos y conforme a los nuevos problemasespirituales y culturales que se iban planteando sucesivamente ala conciencia de la accin misionera de la Iglesia. Aparecern lacatcquesis, la didach, la didascala; pero siempre estas formas deenseanza mantendrn un sentido estrictamente conversional y cris-tocntrico. Teologa era entonces la proclamacin mstico-poticade las grandezas divinas en forma de himno a la Divinidad, quenos ha salvado en Jess el Cristo. El kerigma apostlico del mis-terio evolucionar hasta constituir en la pluma de los evange-listas la cristologa del Nuevo Testamento. En realidad, la teologaexplcita del Nuevo Testamento, segn parecen indicar las ltimasinvestigaciones, es una autntica y casi exclusiva cristologa '.

    Esto no quiere decir que en el kerigma apostlico no hubieraimplcita una eclesiologa, sino simplemente que sta aparece enel Nuevo Testamento como un elemento integrante de la cristo-loga, ya que las fuentes bblicas neotestamentarias presentan di-recta e inmediatamente la figura de Jess, y no tanto el misterio

    predicacin en la antigedad cristiana, y de cmo el misterio de Cristoresucitado, ncleo esencial de la historia sagrada, era el centro de la pre-dicacin, encaminada a hacer participar al cristiano del misterio pascual,vase Shuemann, H., Aujbau und Struktur der neutestamentlichen Ver-kndigung (Paderborn 1949).

    ^ Estas afirmaciones son de O. CuLMANN, Die Christologie des NeuenTestaments (Tbingen 1957) p.2ss. Para mayor garanta de ortodoxia,puede consultarse Geiselmann, J. R., ]esus der Christus. Die Urfoftnendes apostolischen Kerygnias ais Norm unserer Verkndigung (Stuttgart1951) p.103-175.

  • C.l. Superacin de la eclesiologia apologtica 17

    de la Iglesia. La Iglesia en ellas es entrevista como recinto, inter-mediario o espacio del encuentro del hombre con Dios por Cristoen el seno de la comunidad de los fieles, como interlocutora deDios, como Cuerpo y Esposa de Cristo \ El hecho de que ni si-quiera en San Pablo haya una eclesiologia explcita, a pesar desus asombrosas enseanzas sobre el misterio de la Iglesia, influypoderosamente en toda la Patrstica y en la primera generacinde los grandes telogos medievales. No obstante, en los ltimostreinta aos numerosas obras de investigacin han sido dedicadasa profundizar en las frmulas, el contexto y la orientacin delNuevo Testamento, para extraer su riqusimo contenido eclesio-lgico, y se ha podido constituir lo que ya hace tiempo viene lla-mndose la eclesiologia bblica. Jalones inolvidables de esteestudio han sido los trabajos de Mersch, Prat, Bover, Wikenhauser,Kster, Tromp, Cerfaux, por citar slo los principales o ms co-nocidos *.

    Si nos fuera permitida una vista de conjunto a los modernosestudios bblicos sobre la Iglesia, diramos que, a pesar de susenormes riquezas, su orientacin peca de cierto unilateralismo. Sonde notar considerables lagunas, sobre todo si se tiene en cuentaque temas como la jerarqua y el episcopado, y en general la me-diacin tendrica de la Iglesia, aguardan an no pequeo escla-recimiento bblico. Queda por elaborar la eclesiologia completa delos sinpticos. En cuanto al mtodo, ntese que ni cierto lirismoliterario ni la erudicin agobiante resultan favorables, respectiva-mente, a la precisin doctrinal y a la jugosa vivencia del misterio.

    Pero el telogo tendr que agradecer profundamente al inves-tigador bblico el coraje y la dedicacin que ha necesitado parasu arduo trabajo y la minuciosidad con que le ha proporcionadolos elementos indispensables para la construccin de una eclesio-logia integral, as como para garantizar bblicamente la autenti-cidad de las afirmaciones catlicas sobre la Iglesia frente a la in-terpretacin que a los mismos textos dan otras confesiones cris-tianas, concretamente las protestantes. La eclesiologia bblica, es-

    ' Semmelroth, o., Dios y el hombre al encuentro (Madrid 1959)p.185-192.

    * Mersch, E., Le Corps Mystique du Christ. tiides de thologie his-torique (Bruselas 1936) 2 vols., 3.' ed. 1951; Morale et Corps Mystique(Pars 1937); La thologie du Corps Mystique (Pars 1946); Prat, F., yBovER, J. M.', sus Teologa de San Pablo, ya clsicas; Wikenhauser, L.,Die Kirche ais der mystische Leib Christi nach dem Apostel Paulus(Mnster 1937); Koester, W., Die Idee der Kirche beim Apstol Pau-lus (Mnster 1928); Tromp, S., Corpus Christi quod est Ecclesia: I. In-troductio generalis (Roma 1946); II. De Christo Capite (ib. 1961); III. DeSpiritu Christi, Anima (ib. 1960), y otras publicaciones; Cerfaux, L.,La thologie de l'glise suivant saint Paul (Pars 1943).

  • 18 P.I. Hacia una nueva teologa de la Iglesia

    pecialmente la paulina, est centrada en la dea de la Iglesia comoPueblo de Dios y Cuerpo de Cristo. Ms adelante habr ocasinde considerar estos temas con holgura. De momento, no se olvideque la tendencia de determinados investigadores a considerar laIglesia Romana menos amplia y no sinnima ni coincidente enel pensamiento paulino con el Cuerpo mstico de Cristo, fue ex-presamente rechazada por la encclica Humani generis \

    2. El mtodo exegtico de la eclesiologade los Padres

    El hecho de que la mayor parte de los Padres fueran obispos,y como tales estuvieran comprometidos en tareas pastorales, ex-plica acaso suficientemente el mtodo que emplean y los temaspredilectos de su peculiar eclesiologa.

    Es sabido que hasta el siglo xii la teologa se construy co-mentando la Sagrada Escritura verso por verso y aun palabra porpalabra, sin la base previa de sistema conceptual alguno, a noser determinadas influencias de la filosofa neoplatnica, y expo-niendo los dogmas al hilo del comentario segn los diversos sen-tidos bblicos admitidos entonces: literal, mstico, moral, anag-gico. Por esta razn, y por la urgencia de tener que iluminardoctrinalmente concretos problemas prcticos, echamos en faltaen muchos Padres una autntica eclesiologa, aunque pueden en-contrarse en sus obras alusiones dispersas, y en algimos, a veces,extraordinarios filones de fecundidad inagotable.

    Las investigaciones modernas, siguiendo la actual orientacinde la eclesiologa, han desarrollado particularmente la idea quelos Padres tienen de la Iglesia en cuanto Cuerpo de Cristo. Cle-mente de Roma e Ireneo, Atanasio e Hilario, Cirilo de Alejandray Juan Crisstomo, entre otros, han sido estudiados a fondo paraentresacar de sus escritos su apenas esbozada teologa de la Igle-sia \ En general puede decirse que, a excepcin de algn queotro escrito directamente eclesiolgico, como el De unitate de SanCipriano, apenas se encuentra en los Padres originalidad y pro-greso en temas eclesiolgicos hasta que se llega al gigantesco San

    " Algunos no se consideran obligados a abrazar la doctrina que hacealgunos aos expusimos en una encclica, y que est fundada en lasfuentes de la revelacin, segn la cual el Cuerpo mstico de Cristo y laIglesia catlica romana son una misma cosa (AAS 43 [1951] 640).

    Habra que recordar las obras de G. Barby, La thologie de l'gli-se de S. Clement a S. Iren (Pars 1945); y del mismo, De S. Iren auConcile de Nice (Pars 1947); L. Bouyer, L'lncarnaon et l'glise Corpsdu Christ dans la thologie de S. Athanase (Pars 1953); S. Tromp, DeCorpore Christi Mystico ad mentem 5. Joannis Chrysostomi (Roma 1933),y tantos otros estudios benemritos.

  • C.l. Superacin de la eclesiologa apologtica 19

    Agustn. En virtud de las actuales corrientes de renovacin dela eclesiologa, este primer hombre moderno, como lo llamHarnack, ha sido el ms estudiado de los Padres con el nimode reencontrar en sus obras la esencia mstica de la Iglesia y deasimilar su caracterstica actitud, estrictamente religiosa, que espreciso adoptar ante su inefable misterio La eclesiologa de SanAgustn, tan esencialmente comunitaria, interior y escatolgica, porel gran nfasis que pone en los grandes temas de la gracia, lapredestinacin y el horizonte dinmico y trascendente de la Ciudadde Dios, aun no pudiendo quedar enteramente exenta de ciertaacusacin de platonismo, resulta particularmente apta para inspirary orientar las aspiraciones espirituales de nuestra poca. Sea per-mitido afirmar con claridad que nada justifica el que, como reac-cin frente a los abusos que de su doctrina hicieron los luteranos

    y los jansenistas, la teologa posterior al Concilio de Trento hayadejado tan olvidada su eclesiologa.

    La eclesiologa postagustiniana y de la escolstica primeriza,cultivada por los ltimos Padres, as como la de los grandes es-critores espirituales de la teologa monstica, influidos todos ellosprofundamente por el gran Obispo de Hipona, se complaci enponer de relieve temas y problemas hoy tan palpitantes como lasantidad de la Iglesia (a propsito de los smbolos bblicos deRahab, la luna, etc.), la Iglesia como Esposa y Madre, el para-lelismo Iglesia-Mara, y muy especialmente la relacin de depen-dencia (Corpus Christi, facit Ecclesiam) y ms tarde de traspo-sicin identificadora (Ecclesia est Corpus Christi) entre los con-ceptos de Iglesia y Eucarista, Corpus Christi Mysticum

    3. La eclesiologa cristalgica de la escolstica

    A principios del siglo xiii, la teologa se convierte en cienciaen sentido aristotlico: el telogo construye un sistema a base delos principios revelados, que armoniza en virtud de la analoga

    ' Para la eclesiologa de San Agustn an hay que referirse siemprea HOFFMANN, F., Der Kirchenhegriff des hl. Augustinus (Munich 1933),y ms recientemente a Grabowsky, S., The Church. An Inroduction toTheology of St. Augiistine (Saint Louis Miss. 1957). Poco despus HansUrs yon Balthasar ha reunido y presentado los principales textos ecle-siolgicos del gran obispo en Le visage de l'glise (Pars 1958, coleccic*.Unam Sanctam 31).

    ' Las obras de investigacin sobre estos puntos son tan numerosasque resultara ocioso intentar recordar algunas. Como estudio general,Beaumker, J., Zur Ekklesiologie der Frhscholastik: Scholastik 26(1951) 364-389; 27 (1952) 183-209- Por otra parte, no se olvide que parael ltimo punto aludido en el texto ha sido decisiva la genial obra deH. DE LuBAC Corpus Mysticum. L'Eucharistie et l'glise au Moyen-ge(Pars 1949).

  • 20 P.I. Hada una nueva teologa de la Iglesia

    fidei, estableciendo entre ellos relaciones de orden lgico y onto-lgico y deduciendo conclusiones por medio de procesos raciona-les. Es el mtodo escolstico. Nos equivocaramos, sin duda, sien los grandes maestros medievales de la teologa analtica nopretendiramos ver ms que buenos lectores de Aristteles o exce-lentes profesionales del mtodo del discurso. Son hombres pro-fundamente religiosos que piensan cientficamente su fe en el senode una atmsfera espiritual.

    Vale la pena recordar este punto de partida al referirnos a sueclesiologa. Es en verdad lamentable que las grandes sntesis es-colsticas no nos ofrezcan un tratado separado de Ecclesia. Seha dicho con cierta gracia que, si Santo Toms reviviera, no loomitira en una Stima de hoy, y su ejemplo, como siempre entodo, sera seguido al instante En efecto, todos podemos lamen-tar, con el P. Congar, que en la Suma de Santo Toms, que cuen-ta 313 artculos, entre los que ciertamente se hallan muchos datoseclesiolgicos, no hay un conjunto de cuestiones de Ecclesia,como lo hay de Trinitate, de angelis, de Christo, de sa-cramentis, etc. ' La falta de tal tratado en su obra ha sido objetode varias explicaciones, todas coincidentes en que los principiosteolgicos de Santo Toms no lo favorecan, o al menos venaninicialmente orientados de otro modo. Por otra parte, la menta-lidad medieval entera estaba de tal modo inmersa en una atms-fera eclesial, segn no deja de reconocer el mismo Harnack quela idea de la Iglesia deba figurar en la doctrina de Santo Tomscomo una ley general de construccin, y no slo como una piedraaislada en la grandiosidad de su edificio. Por eso es preciso situarseen su punto de vista y saber aguardar las perspectivas cuando semanejan sus textos sin consideracin a los cambios de proyeccinteolgica.

    La eclesiologa de Santo Toms est dominada por la primacade lo espiritual : la Iglesia es un organismo sobrenatural xmificadoy animado por la comunin de la gracia en el Espritu Santo,manifestada en la vivencia de las virtudes teologales. Esta con-cepcin, que, sin duda, deja en cierta penumbra la consideracinde los lazos estructurales y externos de la Iglesia como sociedadvisible, est ntimamente ligada a su fundamento cristolgico, asaber: a la doctrina de Cristo, cabeza de la Iglesia; doctrina quea su vez origina la nocin tendrica de la Iglesia, el concepto desu estructura sacramental como prolongacin del misterio de laencarnacin y la relacin esencial de la Iglesia a la Eucarista, al

    JouRNET, Ch., L'glise du Verhe Incarn (Pars 1941) vol.l p.ll.Cf. ]alones para una teologa del lateado (Barcelona 1961) p.60,

    " Dogmengeschichte III p.452,

  • C.l. Superacin de la ecUsiologia apologtica 21

    Cuerpo de Cristo, de quien la Iglesia entera, por su gratia capi-tis, recibe, en tanto que Cuerpo suyo, unidad, caridad y santidad.El concepto mismo de la causalidad fsica de los sacramentos y laimportancia atribuida por Santo Toms al carcter sacramental ensu triple manifestacinbautismo, confirmacin, orden

    , con

    vistas a la edificacin de la Iglesia, vienen a integrarse tambinen ese concepto de la Iglesia entendida como prolongacin dela encarnacin. De este modo, para el Doctor Anglico, la ideade Cuerpo mstico y la capitalidad de Cristo son esenciales enel concepto de Iglesia y explican las dos misiones inseparablesdel Espritu Santo sobre ella: la misin sobre la jerarqua visibley la que ejerce invisiblemente en las almas por la gracia santi-ficante, los dones y los carismas '^

    Nos llevara mucho espacio, y sera algo enojoso, referirnosahora a una cuestin hoy debatidsima, a saber : si se da una ver-dadera oposicin entre la doctrina tomista del Cuerpo mstico yla de Po XII en la encclica Mystici Corporis. No puede negarseque al momento salta a la vista una gran diferencia. En efecto,el Papa, como luego veremos, requiere tres condiciones para sermiembro del Cuerpo mstico: profesin externa de la fe, re-cepcin del bautismo, conexin orgnica con la jerarqua SantoToms no requiere explcitamente ninguna de ellas. Miembros delCuerpo mstico son para l todos los hombres que estn unidosvitalmente con Cristo, ya en la gloria, ya por la caridad, ya, almenos, por la fe visible o invisiblemente, en cualquiera de los

    estados militante, paciente o triunfante de la Iglesia universal oal margen de ella

    Es ste un espinoso problema de nada fcil solucin, en ciertomodo semejante al que antes hemos visto con referencia a SanPablo, y ha sido puesto de actualidad con acritud por algunosincluso despus de que la Humani generis reiterara la doctrina

    CoNGAR, Y. M., L'ide de l'glise chez S. Thomas d'Aquin: Esqui-ses du mystre de l'glise (Pars 1941) p. 59-91. Otras obras especiali-zadas sobre el tema tienen M. Grabmann, T. Kaepelli, y entre nosotros,en Espaa, son ms conocidas las de Anger, Mura, Sauras.

    " Entre los miembros de la Iglesia slo hay que contar los que hanrecibido el bautismo y profesan la fe verdadera, y no se han separadode su cuerpo ni han sido apartados por la autoridad legtima a causa desus graves delitos (AAS 35 [1943] 202).

    5. Th. III 8,1 et 3." En especial, el famoso libro de A. Mitterer Geheimnisvoller Leib

    Christi nach S. Thomas Aquin und nach Papst Pius XII (Wien 1950),segn el cual la encclica habra querido corregir la concepcin de SantoToms sobre el Cuerpo mstico, no obstante parecer ms acorde con de-terminadas expresiones paulinas de las epstolas de la cautividad, lomismo que Po IX hace un siglo corrigi la doctrina tomista sobre laInmaculada Concepcin.

  • 22 P.I. Hacia una nueva teologa de la Iglesia

    formal de Po XII en la Mystici Corporis, problema al que se haintentado dar sucesivas soluciones, ninguna de las cuales satis-face

    Sin embargo, como muy bien nota Jaki quiz la dificultadprocede de olvidar que en los escolsticos, lo mismo que en latradicin patrstica, hay que situar la nocin de Cuerpo msticoen el plano de la vida interna de la Iglesia con ms sealadoacento que en el de la institucin y la estructura. La encclica nopoda atreverse a corregir el peso de toda la tradicin teolgicay deba ceirse a aclarar una terminologa y abrir al mismo tiempoamplias perspectivas al telogo; lo nico que habra querido co-rregir sera, acaso, la idea indiferentista propuesta por el movi-miento ecumnico, segn la cual el Cuerpo mstico, entendidocomo expresin y ltimo reducto de una Iglesia invisible y tras-cendente, comprendera a todas las iglesias cristianas divididas en-tre s y separadas de la catlico-romana y a sta misma.

    Ahora bien, hay que preguntarse seriamente si tanto San Pablocomo la tradicin patrstica y la teologa medieval no admitandiversos grados y formas escalonados de pertenecer al Cuerpo ms-tico, que es la Iglesia. Nadie puede escatimar a Cristo facultadesy medios de extender su accin sacerdotal y salvadora al margende los que ha conferido institucionalmente a la Iglesia, y en estoinsiste de un modo especial Santo Toms cuando habla del podersacerdotal de excelencia de Cristo ni una soberana realezasobre los ngeles, los hombres todos, sean o no cristianos, y elmundo en su totalidad. Pero una cosa es ser salvado por Cristoy otra ser miembro de Cristo en la Iglesia visible, que es su Cuer-po. Haber olvidado que el concepto de Cuerpo de' Cristo, tantoen San Pablo y los Padres como en Santo Toms, es un conceptoanalgico, cuya mxima realizacin se da en la Iglesia, cosa queha querido subrayar Po XII, y que dentro de la misma Iglesiacatlica se dan tambin progresivos grados de pertenencia a Cris-to, segn la fe sola o la fe animada por la caridad, ha sido elorigen de no pocas confusiones, ms de nfasis y terminologaque de doctrina.

    ' Trae algunas, las de Strotmann, Mothomb y Journet, la conocidaobra de texto de T. Zapelena, De Ecclesia Christi. Pars altera apologe-tico-dogmatica (Roma 1954) p. 372-378, y otras M. Hopkins, St. Tho-tnas and the Encyclica Mystici Corporis: The Thomist 22 (1959)1-24.

    " O.c, p. 194-195." 5. Th. III 64,4 ad 3. Sobre las relaciones capitales de Cristo con los

    ngeles, vase E. Sauras, El Cuerpo mstico de Cristo (Madrid 1952)p.702-712.

  • C.l. Superacin de la eclesiolog'ia apologtica 23

    4. El mtodo apologtico en la eclesiologta moderna

    Ha podido decir galanamente el P. Congar que el modernotratado de Ecclesia ha sido elaborado como fue construido eltemplo de Jerusaln despus de la cautividad: espada en mano.

    En efecto, el estudio cientfico de la Iglesia se ha ido forman-do en circunstancias de lucha: Jaime de Viterbo escribe el msantiguo tratado eclesiolgico en medio del conflicto entre Felipeel Hermoso y Bonifacio VIII ; la primera Summa de Ecclesia brotade la pluma de Torquemada en el seno de las disputas concilia-ristas del siglo xv; la obra capital de la Contrarreforma ser elclebre tratado controversista de Belarmino Vale la pena re-saltar, por omitir otros muchos puntos que seran muy dignos detenerse en cuenta si fuera se nuestro cometido inmediato, quela definicin de la Iglesia dada en l por Belarmino ejerci unainfluencia extraordinaria en la eclesiologa postridentina para po-

    ner de relieve excesivamente los aspectos externos y jurdicos dela Iglesia, que eran los directamente negados por los adversa-rios: la Iglesia es una reunin de hombres congregados por laprofesin de la misma fe cristiana y la comunin de los mismossacramentos bajo el mandato de pastores legtimos, y principal-mente del nico vicario de Cristo en la tierra, el Romano Pon-tfice.

    Uno de los pocos favores que nos hizo Lutero fue influir indi-rectamente en el mtodo de la teologa: de escolstica se nos hizopolmica. La impronta que tal mtodo marc en los orgenes dela eclesiologa ha dejado sus huellas hasta el presente. El objetode la eclesiologa es amplsimo y complejo; pero, como nota ati-nadamente Zapelena de todos sus aspectos apenas se encuen-tran otros que los histricos y externos en los tratados escritosdesde la Reforma hasta el siglo xx. Los cuadros tradicionales dela eclesiologa de los tres siglos no escapan al estrecho marco dela apologtica: realzando las cualidades de la Iglesia Romana, es-tructurando la via primatus y la via notarum, concluyen,

    "J. DE Viterbo, De regimine christiano. Le plus anden traite de

    l'glise (1301-1302), reeditado por H. X. Arquilire (Pars 1926). Lasobras eclesiolgicas de Juan de Torquemada son Summa de Ecclesia, Depotestate Papae e Concilii Generalis auctoritate, y Flores sententiarumSt. Thomae de auctoritate Summorum Pontificum; S. R. Belarmino pro-fes entre 1576 y 1588, entre otros, en el Colegio Romano su cursoDisputationes de controversiis christianae fidei adversus huius temporishaereticos.

    " Cf. De actuali statu ecclesiologiae: Problemi scelti di teologa con-tempornea (Roma 1954) p.l43.

  • 24 P.l. Hacia una nueva teologa de la Iglesia

    frente a las otras confesiones, que la verdadera Iglesia de Cristoes la presidida por el Papa.

    Es natural que los tratados escritos para ser libros de texto enlos seminarios, como parte integrante de la llamada teologa fun-damental, recarguen las tintas en la apologtica. Tambin lo esque los tratados tradicionales hayan sido infravalorados y hastadespreciados por diversas tendencias de la eclesiologa actual, sien-do as que, al lado de las preocupaciones apologtico-polmicasdominantes, se encuentran en ellos preciosas intiiiciones dogm-ticas. Con todo, puede darse como vlido el juicio de Mersch alconcluir su investigacin histrica sobre esta poca: en total hanhablado poco y muy poco enrgicamente del Cuerpo mstico"'.Tanto es as, que en el mismo Concilio Vaticano I varios obisposexpresaron su alergia a este concepto de la Iglesia y la denuncia-ron como sospechosa por su sabor de jansenismo". Las cir-cunstancias de los tiempos hicieron que, durante ese largo perodo,los tratadistas de Ecclesia insistieran en el poder central romano,contra los protestantes y jansenistas; en la Iglesia como sociedadautnoma y perfecta, contra el absolutismo y el laicismo del xviiiy XIX ; en la infalibilidad pontificia y los caracteres visibles de laIglesia, contra el indiferentismo, el protestantismo liberal, el re-lativismo dogmtico y los primeros brotes modernistas.

    Ha sido sta una eclesiologa construida bajo el signo de laautoridad, una eclesiologa en la que la Iglesia vena a equivalera jefes de la Iglesia, en la que se acentuaban peligrosamente losaspectos externos y jurdicos Todas, conquistas legtimas, cier-tamente, de la eclesiologa postridentina, que en modo algunopodemos abandonar, pues no hay que olvidar que el tratado deEcclesia tiene tambin, y muy principalmente, un aspecto apolo-gtico. Lo tiene, pero no debe ser el principal.

    En efecto, a mediados del siglo xix comienzan a publicarseobras fundamentales que intentan relacionar la eclesiologa conel resto de la teologa y obtener de esta suerte una visin msexacta de las relaciones de la Iglesia con todo el misterio de Dios.Las ideas de J. A. Moehler, expuestas en su clebre De la unidaden la Iglesia venan a sobrepasar la eclesiologa institucional

    " Cf. Le Corps Mystique du Christ (Pars 1951) vol.2 p.298." Vase en Mansi, vo1.51 col.761.

    Cf. CoNGAR, Y. M., L'ecclsiologie, de la rvolution franfaise auConcile du Vatican. sous I'ajjirmatioti de l'autorit: Rev. Se. Relig.34 (1960) 77-114.

    Es ms accesible la traduccin francesa L'unit dans l'glise (Pa-rs 1938, colecc. Unam Sanctam 1). Tambin en su Symbolik (Mainz1832) p.332, acepta la importancia de la idea de Cuerpo mstico para lateologa de la Iglesia, idea que fue el arranque de todo el movimientoeclesiolgico.

  • C.l. Superacin de la eclesiologia apologtica 25

    y a actualizar los puntos de vista tradicionales de la patrstica yla escolstica sobre una eclesiologia cristolgica. Recogidas porSchrader, que las llev desde Tbingen a la Universidad Grego-riana, y aceptadas all por Passaglia (el cual dej despus la Com-paa y la Iglesia), desarrolladas por Franzelin (a travs de quientuvieron influencia decisiva en los esquemas del Concilio Vatica-no I, debidos personalmente, sin embargo, a la pluma de Schra-der), divulgadas por el gran Scheeben, han sido el punto de par-tida de las actuales tendencias de la renovacin de la eclesiologia

    Por completar estas breves notas de recuerdo, vale la penacitar siquiera los nombres de los principales telogos que, habien-do escrito en su mayora libros de texto, cabalgan entre una yotra tendencia, como a mitad de camino entre la consideracinexclusivamente apologtica y las nuevas corrientes de una eclesio-logia integral: Hurter, Mazzella, Willmers, De Groot, Billot,Ottiger, Straub, D'Herbigny, Dieckmann, De Guibert, Vellico,Zapelena, Salaverri

    Quisiramos recalcar que no rechazamos a priori la apolog-tica en eclesiologia, ni en ningn otro tratado, cuando sea nece-sario. Slo queremos decir que no suele tener mucha eficacia subje-tiva (la objetiva, o sea la validez interna de los argumentos bsicos,cae aqu fuera de toda duda) a no ser indirectamente, es decir,porque tales tratados suministran a los catlicos argumentos paraemplearlos contra interlocutores adventicios en discusiones amis-tosas, en conversaciones de estudiantes o en tertulias de caf. Laapologtica, aunque hipotticamente necesaria, desdibuja la verdad.La polmica puede llegar a vencer, raras veces a convencer, y entodo caso enemista con el adversario, pues no se suele discutirporque se tiene razn, sino para tenerla. La preocupacin siste-mtica por unos adversarii que a las veces no son ya sino inexis-tentes o anacrnicos maniqueos, falsea en ocasiones de tal modoel planteamiento de la cuestin y la entrega de la doctrina, questa queda teida en colores de disputa, restndosele el encantode la serena contemplacin. No se impone la verdad por s sola ?

    " Del cardenal I. B. Franzelin son notorias sus Theses de EcclesiaChristi (Roma 1877), obra postuma. Es interesante el estudio de G. CouR-TADE /. B. Franzelin: Les formules que le Magistre de l'glise lu aempruntes: Rech. de Se. Relig. 40 (1951) 317-325. Del gran Scheeben,entre otros, est traducida su slida obra Los misterios del cristianismo(Barcelona 1953). Sobre su eclesiologia puede estudiarse el reciente es-tudio de W. Bartz Die lehrende Kirche. Ein Beitrag zur EkklesiologieM. ]. Scheebens (Trier 1959).

    No juzgamos oportuno citar sus ttulos, tan conocidos de los es-tudiosos, todos en latn. Una gran parte de sus autores, extraordinaria-mente benemritos, han sido profesores de la Universidad Gregoriana deRoma.

  • 26 P.l. Hacia una nueva teologa de la Iglesia

    No es contagiosa y temible? No ha dicho Friedrich Heer queel espritu es la cosa ms peligrosa que existe ?

    Una eclesiologa y, en general, una teologa polmicas debenreservarse para muy restringidos crculos, nunca para ser expues-tas a un destinatario heterogneo. La actitud defensiva, lo mismoque la oratoria grandilocuente, predispone en contra o da lstimaPocos tratados de la Iglesia dirigidos contra pueden esperar ha-cerse aceptar. Y en pocas historias de convertidos se lee que hayanllegado hasta la pila bautismal, al confesonario o simplemente aamar ms a Dios y a la Iglesia, que es ms difcil, por el impactorecibido de un tratado de apologtica.

    d) Los PROCEDIMIENTOS

    Dentro de la estructura de los tratados teolgicos, es sabidoque el de Ecclesia, supuesto el de religione revelata y el deChristo Legato divino, debe responder a esta cuestin: en quforma de hecho fue constituida la religin revelada por Cristo.La investigacin que intenta satisfacerla arroja dos conclusionestrascendentales: 1) La Iglesia romano-catlica es precisamente lainstitucin religiosa a la cual Cristo entreg la misin de custodiar

    y propagar su revelacin. 2) La ntima naturaleza y constitucinde la Iglesia de Cristo es sobrenatural. Esta segunda conclusin esde orden dogmtico y objeto de fe. La primera tambin, peroadmite el mtodo apologtico.

    Para llegar a esta conclusin apologtica, los telogos y filso-fos catlicos, a partir de mediados del siglo xix, han seguido tresprocedimientos distintos

    :

    1) Mtodo emprico.Se examina al detalle la Iglesia en sy su historia. Sus dificultades, sus luchas, sus beneficios al indi-

    viduo, la familia, la sociedad, su vida, su santidad. Se concluyeque el origen, vida y obras de la Iglesia constituyen por s mismosun milagro moral. Dios est con ella, y ella es la Iglesia de Cristo.

    Iniciado este mtodo por San Agustn y algunos telogos me-dievales, comenz a ser desarrollado ampliamente por Balmes, yen especial por el cardenal Dechamps, que influy en su admisinoficial por el Concilio Vaticano I. Se distinguen en l diversasformas, segn se d mayor importancia a los llamados criteriosexternos-intrnsecos: la pureza, la armona y sublimidad de ladoctrina de la Iglesia (as Lacordaire) ; a los criterios externos-extrnsecos, es decir, los milagros de orden fsico y las profecasque en la Iglesia tienen cumplimiento (es el camino de Nicols,Hettinger, Vigouroux, etc.), o a los criterios internos, o sea

    " Geist ist die .gefahrlichste Sache es gibt (Europdische Geistes-geschichte [Stuttgart 1953] p.663).

  • C.l. Superacin de la eclesiolog'ia apologtica 27

    las aspiraciones legtimas de nuestra naturaleza, que slo quedansatisfechas con ventaja en el cristianismo catlico (as Chateau-briand, Lacordaire tambin, Bougaud, De Broglie, Newman).

    No es nuestro intento detenernos en describir otras direccio-nes de este procedimiento que, con las tendencias intrinsecistasde OU-Laprunne y Brunetire, y especialmente con Boldel y La-berthonire, aunque mantenindose en la ortodoxia, lleg a con-ceder demasiado al agnosticismo en cuanto a la ineficacia de loscriterios externos, y al inmanentismo en cuanto al concepto de losobrenatural como postulado complementario del espritu humano.En la actualidad se desconfa mucho de la eficacia subjetiva deeste mtodo si no se le fecunda con los otros, ya que todas lasconfesiones cristianas, ms an, todas las religiones antiguas, pue-den jactarse en cierto modo de que su supervivencia histrica tam-bin constituye un milagro moral.

    2) Mtodo deductivo.Presenta dos formas, la via notarumy la via primatus, que son en realidad los caminos ms cortos.Se toma la revelacin, y se comprueban ya las propiedades esen-ciales que Cristo exigiera a la que quisiera llamarse Iglesia suya,ya la constitucin monrquica que le dio Cristo. En cualquierade los casos se concluye, por va deductiva, que la nica verda-dera Iglesia es la que realiza las notas y contiene el Primado uni-versal. Ubi Petrus, ibi Ecciesia.

    Usados exclusivamente, estos caminos tienen grandes inconve-nientes. Ms adelante aludiremos a las dificultades que la eclesio-loga ha encontrado ltimamente en la via notarum. La viaprimatus, por su parte, nos coloca desde su misma enunciacinfrente a todos los cristianos no catlicos, que en adelante ya noquerrn escucharnos.

    3) Mtodo histrico.Por las razones apuntadas se tiendehoy a admitirlo como el mejor y ms completo. La revelacin, laIglesia, se apoyan sobre hechos histricos: la persona de Cristo

    y su obra. Llegue, pues, la historia hasta Cristo, examine su per-sona, su accin y su palabra a base de testimonios formales o vir-tuales exhibidos por fuentes genuinas, ntegras, crticamente com-probadas, y compare con sus deseos y sus sueos la realidad deli Iglesia actual. La Iglesia catlica, ser la conclusin, es la quems ntegramente se aproxima a la Iglesia ideal que so Cristo.Juan XXIII ha insistido repetidas veces, en sus recientes alocu-ciones, en que esta purificacin interior es lo que se pretende rea-lizar en el Concilio Vaticano II.

    Es un mtodo bastante completo, porque usa a la par la Es-critura, la historia, las conveniencias racionales y las aportaciones

  • 28 P.I. Hacia una nueva teologa de la Iglesia

    de los Otros procedimientos. Por esto vena siendo empleado prc-ticamente en casi todos los tratados apologticos ms modernosde eclesiologa.

    ) Los DESTINATARIOS

    Ahora bien, segn contra quien vaya dirigida, una eclesiolo-ga apologtica admitir diferente distribucin metodolgica de sucontenido. Es la que llamamos eclesiologa contra

    :

    Incrdulos.Ser intil demostrarles que las palabras de Jessa Pedro (Mt 16,18) tambin iban dirigidas a los papas; que losobispos son sucesores de los apstoles; que el reino predicado porJess no es meramente escatolgico, etc. Les dar lo mismo. Notienen odos para or. Su situacin espiritual requerir otra cosa.La enseanza y la conversacin sobre la Iglesia con ellos debertenerse en la superficie: indicarles que la Iglesia es una institu-cin cuya doctrina y hechos fundamentales son racionalmente cohe-rentes, aunque sobrenaturales; bienhechora, la nica cercana a lospobres a pesar de ciertas apariencias; defensora de la libertad,constante en su misin, educadora de la humanidad, fuente de lams alta vida espiritual, influyente en la marcha ascendente dela historia, fiel a Cristo, eficaz, actual. En las alusiones a perodosde la Iglesia realmente demasiado humanos, no temer las tintasnegras. Saber diluirlas en la fuerza de lo divino, en la asistenciadel Espritu Santo, que hace que la Iglesia salga de sus pruebasms baada en luz. Todo deber tender a despertar en ellos pocoa poco aquella simpata hacia la Iglesia que es llave cordial dela inteligencia, para inclinarse respetuosamente ante su misterio -

    Protestantes.Si es verdad que la tendencia a la unin se in-tensifica en los ltimos aos, no lo es menos que las discrepanciascon los catlicos en el terreno dogmtico continan con la mismaacritud. Desde los tiempos de la Reforma no se haba notado tantaactividad en el seno del protestantismo. A nuestra llamada a launidad catlica contraponen ahora una frmula bastante vaga deunin cristiana. Por otra parte, las principales confesiones evan-glicas disponen hoy de extraordinarios telogos, cuyos estudioshan supuesto en varias ocasiones un acuciante estmulo para losmismos catlicos

    ^' Estos procedimientos eran caractersticos de la apologtica de laIglesia en el siglo xix y primeros decenios del xx. As las obras de La-cordaire, Weiss, Card. Dechamps, Bougaud, Gibier, Gillet, Sertillanges,Toth, etc.

    " Muy instructivo es el dilogo entre L. Boyer, Du protestantisme l'Eglise (Pars 19 "i 2) y el pastor P. Fath, Du catholicisme ro7nain auchristianisme vanglique. Rponse au R. P. L. Bouyer (Berger-Levrault1957). Tambin Chavaz, E., Catholicisme romain et protestantisme

  • C.l. Superacin de la eclesiologia apologtica 29

    Precisamente, como hemos visto antes, el clsico tratado dela Iglesia est dirigido contra los protestantes. Se supone con-cordancia fundamental entre ellos y nosotros acerca del origendivino de las Escrituras y la divinidad de Cristo. Todo el esfuerzoconsiste en demostrar sobre los textos la realidad de la Iglesiaromana, visible y jerrquica, como realizacin del reino predicadopor Jess, de modo que, centrada sobre Pedro, sea la nica ver-dadera Iglesia de Cristo.

    Cismticos.-Son pocas las diferencias eclesiolgicas con estoshermanos separados, pero radicales. No slo estn de acuerdo so-bre la inspiracin de las Sagradas Escrituras, sino tambin sobreel carcter visible y jerrquico de la Iglesia. Es sabido que entrelos ortodoxos apenas ha habido liberalismo religioso si no esen poqusimos intelectuales, y ello en dependencia de las corrien-tes europea